CAPÍTULO 36:

HAMBRE

Neathia, Miriel

Afueras

–Poder activado: ¡Cuchilla Luz de Luna!

Una sombra veloz agitó las hojas de los bosques, desplazándose por el aire a gran velocidad y dejando como única prueba de su paso el soplido del viento que quedaba detrás de sí.

Se movía con agilidad, maniobrando por las copas de los árboles de este extenso bosque, cortando con gran precisión la punta de las hojas más altas, pero sin provocar la caída de las mismas.

Normalmente, la sombra era un coloso, un gigante cuya altura y complexión hacían palidecer incluso a los neathianos más grandes y fuertes con su sola presencia. Pero también era uno de los pocos de su especie capaces de moverse con tal velocidad, cuidado y precisión al mismo tiempo.

Sus movimientos eran premeditados, contrario a lo que se podría pensar a simple vista, cada acción se realizaba con un cálculo previo y se ejecutaba de acuerdo a una idea ya establecida en la mente del gigante.

Era tan cuidadoso, tan exacto y enfocado en sus movimientos, que realmente costaría creer que Ingram Ventus había sido maldecido con el poder de una violencia abrumadora y oscura.

–Poder activado: ¡Cuchilla Tenue de Sombra!

Extendiendo los extremos de su bufanda, que se encontraban ya erguidos, simulando un par de alas, el maestro ninja se reveló ante el brillante ojo de la luna que atestiguaba su entrenamiento.

Desde la perspectiva que ofrecía el nivel del suelo, era posible ver como las marcas rojas que decoraban el torso de Ingram se iluminaban de forma tenue, contrastando con el verde de sus plumas y partes de su armadura, aunque luciendo sorprendentemente bien con el negro que predominaba en su piel y su atuendo.

En otras circunstancias, no habría tenido problemas con un elemento decorativo extra que nutriera la estética de su compañero. Pero era el origen de estas marcas lo que preocupaba genuinamente a Shun.

–¡Hazlo ahora, Ingram!

Moviendo sus manos de un costado a otro, dos estelas de energía en forma de cortes esmeraldas salieron disparados de los brazos del Bakugan Ventus.

Lo usual con este ataque era que los cortes de energía explotaran al colisionar con un objetivo en concreto. Sin embargo, este no era el propósito de esta práctica, por lo que, en lugar de estallar en las copas de los árboles; rebanaban de manera exacta las hojas más altas que coronaban cada árbol.

Era un éxito. A pesar de las circunstancias vividas, Ingram aún conservaba su habilidad característica.

Por desgracia, aún no se encontraban ni cerca de entender lo que Elfar Ventus le había hecho a su compañero. Y eso irritaba profundamente a Shun.

–¿Cómo te sientes, Ingram?

–Como si no progresara –. Respondió el Bakugan con amargura.

Aunque su talento para las batallas no había cambiado mucho realmente, el carácter de Ingram sí que estaba mostrando ciertas alteraciones. Si bien su compañero nunca había sido tímido a la hora de mostrar su desagrado, la maldición de Elfar parecía haber aumentado su rabia y su irritabilidad, haciéndolo más susceptible a sus frustraciones.

–Esto es ridículo, Shun, ya te dije que es lo que despierta esos poderes. Deberíamos entrenar para entender lo que sea que me esté pasando, en lugar de perder el tiempo con esto.

El tono de Ingram hacía énfasis en su rabia, en la ira que sentía por el desconocimiento que le provocaba su situación.

Instintivamente, la mirada de Shun recayó en la pequeña esfera que reposaba en su mano enguantada, emanando un aura de energía tan negra como la noche que decoraba el escenario de su entrenamiento y que abrumaba fuertemente los suaves tonos verdes de su piel.

Incluso en su forma de esfera, quedaba claro que Shadow Wing parecía concordar con Ingram y se encontraba ansioso por salir.

Dedicándole una pequeña mirada a su peleador, Hylash saltó a la mano de Shun y usó uno de sus pequeños bracitos para tratar de confortar a la extensión de Ingram con suaves caricias.

–Te lo dije, tenemos que evaluar tus condiciones. No hemos tenido la oportunidad de hacerlo entre tantos ataques de los gundalianos –. Justificó el ojimiel devolviendo la mirada a su compañero.

–Estoy bien, Shun. Ya te lo dije antes.

–Eso no fue lo que vi en nuestra llegada a Neathia, te recuerdo que casi te desmayas cuando el ataque de Elfar terminó.

–Fue solo esa vez. No tuve problemas para moverme tras la batalla con Lythirius.

–Igualmente, dos batallas no son suficiente para emitir un juicio sobre tus condiciones.

Molesto, Ingram se dio la vuelta, dándole la espalda a su compañero mientras apretaba los puños.

Con un pequeño vistazo a sus manos, Shun pudo ver como una capa de energía oscura trataba de ocultar las gotas de sangre que caían de entre los dedos de Ingram.

–Esto es absurdo. ¡Estamos perdiendo el tiempo!

La exclamación del maestro ninja se vio acompañada por el sorpresivo puñetazo que mandó hacia uno de los árboles que tenía más cerca, agitando el gran tronco y derribando numerosas ramas y hojas en el proceso. Un poco más fuerte y habría sido seguro asumir que el árbol, de tamaño ligeramente superior al de un Bakugan, habría caído a varios metros de su lugar por la fuerza del golpe.

Cualquier otro se alejaría al instante, temeroso de una reacción impredecible por parte del Bakugan enmascarado, pero Shun conocía a su compañero y sabía que, maldito o no; jamás le haría daño a uno de sus seres queridos.

Ese simple conocimiento bastó para motivar a Shun a acercarse con confianza a su compañero y palmear con suavidad la enorme pata semejante a la de un águila, mientras le dedicaba una mirada tranquila al Bakugan.

–Ingram, regresa –. Pidió el peleador abriendo su mano libre.

En respuesta a su petición, el Bakugan solo se tomó un momento para emitir un profundo suspiro, antes de dejar que la luz de su atributo lo envolviera y encapsulara su enorme silueta en una pequeña esfera que voló a la mano de Shun.

Estando en la palma de su compañero, Ingram se abrió una vez más, dejando que Shun lo bañara en sutiles atenciones y afectos.

–Yo… lo siento, Shun… –. Se disculpó el maestro ninja con pesadez –. No tengo palabras para justificar mi comportamiento.

–Descuida, amigo. Ya te lo dijimos antes: esto no es tu culpa.

Ingram se tomó un minuto de silencio, bajando su cabecita al suelo, mientras se movía incómodo en la mano de Shun.

Usualmente, el ojimiel era el más severo de los Peleadores Bakugan. Sin embargo, no tenía el corazón para reprochar a su compañero, no estando al tanto de la difícil situación en la que se encontraba y que ninguno podía comenzar a entender realmente.

–Estoy preocupado, Shun. No sé qué me pasa y temo lo que podría ocurrir si no lo controlo a tiempo –. Confesó Ingram elevando la mirada.

–Eso lo entiendo, pero tienes que entender que yo también estoy preocupado. Lo que te pasa no es normal y temo lo que eso pueda hacerte –. Respondió el humano con suavidad.

–¿Qué quieres decir?

–Sé honesto conmigo, Ingram. ¿No sientes algo cuando esa furia se apodera de ti? ¿No te duele o algo parecido?

Su compañero no respondió inmediatamente, se quedó en silencio por un breve instante antes de retomar la palabra.

–No lo describiría como furia, en realidad. Eso es más de Leónidas, lo que yo siento… creo que es distinto.

Esa declaración interesó un poco más al peleador, que arqueó la ceja mientras comenzaba a acariciar suavemente la cabeza de su compañero, tras pasar a los otros Bakugan a uno de sus hombros.

–¿Qué es lo que sientes entonces?

–Hambre.

La confesión de Ingram acompañó un tono lleno de aparente vergüenza, vergüenza que mantuvo su mirada lejos de la de su compañero.

Podía entender el porqué de estos gestos. Aún tenían presentes la palabra con la que Lundarion Eximus había descrito a su Bakugan.

Caníbal.

El hecho de que la maldición de Ingram se manifestara en forma de un hambre que lo llevaba a un estado violento y salvaje era un mal indicativo. Hasta el momento, su compañero había mantenido cierta línea en su comportamiento, que podía traducirse en la forma de una ira casi incontenible, pero Shun no podía evitar preocuparse por el cómo podría avanzar esta maldición con el pasar del tiempo. ¿Ingram sería igual a Elfar? ¿Llegaría el momento en que esta hambre voraz lo hiciera perder el control?

Lo angustiaba pensarlo. Antes, había tenido motivos para pensar que Eximus solo estaba exagerando, tratando de intimidar, pero ahora se preocupaba de que todo lo dicho pudiera ser verdad.

–Shun, yo… no quiero… ser como ese… sujeto –. Dijo Ingram regresando su atención al peleador.

–No lo serás. Encontraremos el modo de sanarte, volverás a la normalidad. Te lo prometo –. Aseguró el pelinegro con convicción.

–No puedes prometer eso.

–Puedo y lo hago, Ingram. Liberaremos a los chicos, derrotaremos a Barodius y obligaremos a sus hombres a devolverte a la normalidad –. Continuó Shun conservando su tono –. Te lo juro, amigo. No te abandonaré y no descansaremos hasta encontrar la cura para tu maldición.

Conmovido, Ingram trató de buscar las palabras que pudieran expresar algún tipo de respuesta. Sin embargo, parecía ahogarse con cada nuevo sonido que trataba de emitir.

Al ver a su líder de batallas en silencio, Hylash y Shadow Wing se posaron junto a él, respaldando las palabras que solo Ingram podría emitir.

Su compañero no estaba solo, no lo dejarían solo, ninguno de ellos. Al igual que Dan y Drago o Nick y sus Bakugan, eran un equipo y encontrarían el modo de sanar a Ingram sin importar que sucediera.

–Eres un buen amigo, Shun… –. Reconoció el ninja con calidez –. A veces, aún siento que no merezco…

–Basta.

El tono de Shun fue firme, pero lo suficientemente gentil como para hacerle entender a Ingram que no estaba molesto. Ya habían pasado por esto una vez y lo que menos quería era repetirlo.

–Eres el compañero perfecto para mí, Ingram.

–Te pongo en peligro, Shun, a todos nuestros amigos –. Respondió el vestroiano con un suspiro –. Esto no le habría pasado a Skyress.

–Ingram, contigo o sin ti, nada habría cambiado. Esto no fue tu culpa, no es culpa de nadie más que los gundalianos, ¿está bien?

–Pero no es la primera vez que te fallo.

–Ingram, creí que ya habíamos hablado de esto.

A pesar del tiempo que había pasado tras la guerra contra los Vexos, algunas de las inseguridades de Ingram aún permeaban en su mente. No dejaban de acosarlo en sus momentos de mayor debilidad y con todo lo que estaba pasando, Shun tenía claro que Ingram sería aún más susceptible que antes.

Tenía que ser sensible y pensar bien sus palabras, dejarle en claro a su compañero que sus preocupaciones estaban infundadas.

–No pude pedir un mejor compañero que tú, y sabes que Skyress estaría de acuerdo. Ella misma nos hizo prometer que siempre nos protegeríamos el uno al otro –. Aseguró el pelinegro con una pequeña sonrisa.

–Y yo no he hecho un buen trabajo.

–Ingram, si quieres culpar a alguien por lo que ha pasado, mejor que sea a los dos. Yo tampoco fui capaz de evitar que esto te pasara.

–No tenías forma de hacerlo, no contra alguien como Elfar.

–Exacto. Quiero que entiendas, Ingram, que esto no es tu culpa. No había nada que pudiéramos hacer entonces, pero podemos salir de esto –. Respondió el terrícola –. Como siempre lo hemos hecho.

El Bakugan se quedó en silencio esta vez, incapaz de ofrecer otra respuesta que pudiera apretar la soga que él mismo había atado alrededor de su cuello.

Al tener una de sus manos libres, Shun se permitió usar su pulgar disponible para acariciar la cabeza de su compañero una vez más, demostrándole sin palabra alguna todo el afecto que le tenía y lo mucho que significaba para él.

–¿Aún recuerdas cuándo nos conocimos?

–Es difícil no hacerlo, eras el más joven en la unidad del comandante, pero estabas más curtido en las batallas que cualquiera de sus hombres –. Recordó Ingram con un poco de nostalgia.

–En ese momento, no lo supe. Pero, cuando te vi en acción y noté nuestros modos tan parecidos de actuar, entendí que eras el compañero ideal para mí.

–En ese entonces, solo querías encontrar a Skyress. Estaba seguro de que nuestra alianza solo sería temporal.

–Es cierto, me tomó tiempo dejar ir a mi antigua compañera. Pero ambos me mostraron qué era lo correcto, qué debía aprender a dejar ir.

Seguro tanto de sus palabras como de sus acciones, Shun no dudó en acercar a Ingram hasta dejarlo a la altura de su rostro, para que éste último pudiera verlo cara a cara, a la misma altura.

–Ingram, ustedes son mi futuro. Me tomó tiempo entenderlo, pero lo hice. Y puedo asegurarles que no cambiaría nada –. Declaró el pelinegro mirando a los tres Bakugan en su mano.

Shadow Wing lo miró detenidamente, balanceando la dirección en la que apuntaba su rostro enmascarado entre su peleador y sus compañeros de batalla. Hylash, por otro lado, asentía al mismo tiempo que daba pequeños saltos y parecía mirar a Ingram con ilusión.

El líder del grupo, el más fuerte de los tres, se mantuvo en silencio, tratando de ahogar los sonidos semejantes a lo que debían ser unos sollozos.

–Eres el compañero que elegí, así como tú me elegiste a mí. Teníamos muchas opciones en Nueva Vestroia, pero te elegí a ti y tú me aceptaste como tu peleador. Eso es algo de lo que nunca me arrepentiré y espero que tú tampoco lo hagas.

–Nunca podría, pero…

–Pero…

–Lo último que quiero es lastimarte, a ti o a los chicos. No podría perdonármelo si lo hiciera.

Eso levantó una sonrisa más grande en el rostro del normalmente estoico ninja, que solo pudo alejar su mano en forma de puño, apuntando directo hacia sus compañeros y esperando que correspondieran el gesto.

–No me has fallado hasta ahora, Ingram. La verdad es que nunca podrías hacerlo. Somos un equipo, nos cuidamos la espalda y lo haremos hasta estar viejos y arrugados.

Finalmente, tras un fugaz instante de duda, Ingram solo pudo sonreír antes de mirar la mano empuñada de su compañero y corresponder la acción con un suave golpe en uno de sus grandes dedos cerrados.

–¿Hasta los 90 años?

–¿Tan poco? ¿Acaso ya se quieren deshacer de mí?

Normalmente, Shun no era alguien afín a hacer bromas, incluso entre amigos. Prefería evitarlas, pero estaba consciente de los efectos calmantes que podían tener en la gente y podía ver con claridad que, con todo lo que estaba ocurriendo, Ingram necesitaba sonreír un poco; dejarse llevar por mejores ánimos en un mejor ambiente.

Fue en la tranquilidad del bosque, que ambos compañeros se rieron con buen ánimo, dispuestos a enfrentar los problemas del presente y el futuro de la misma forma que habían enfrentado todos los desafíos que el universo había puesto en su camino hasta el momento.

Juntos.

–Me alegra ver que ya están mejor –. Dijo una voz de repente.

Las miradas de los miembros de los Peleadores no tardaron mucho en enfocarse en la fuente del sonido, dando media vuelta, hacia los árboles más grandes y frondosos de la zona para identificar a la nueva presencia que ahora los acompañaba.

Se trataba de una joven peliazul, de grandes ojos verdes y vestida con una armadura de combate blanca con numerosos trazos dorados y una pequeña falda en la zona de las caderas, sostenida por un cinturón táctico gris metálico integrado al traje.

Un Bakugan Haos, con un patrón de colores casi idénticos a los de la chica, se encontraba sentado en su hombro, acompañándola con su presencia tranquila y reconfortante.

–Fabia, Aranaut. ¿Qué hacen aquí? –. Dijo Shun a modo de saludo.

–Nosotros deberíamos hacerles esa misma pregunta –. Respondió Aranaut por su peleadora –. Es un poco tarde para entrenar, ¿no creen?

–Solo hacíamos unas pruebas –. Justificó Ingram esta vez.

En respuesta, Fabia asintió con una pequeña sonrisa en sus delicadas facciones, comprensiva y un poco permisiva.

–Lo sabemos. No podíamos dormir, así que pensamos en venir a ver cómo estaban. No es muy seguro salir tan tarde a trabajar, y menos estando por fuera de la ciudad.

–No queríamos molestar a la reina. Después de lo que pasó esta tarde con Ser Loren, preferimos no causar más molestias –. Respondió Shun a la princesa.

–No te preocupes por mi hermana. Al igual que yo, está encantada de tenerlos aquí, como parte de nuestro bando.

–Aun así, preferimos no ser inoportunos. Se veía muy molesta.

–Es, por desgracia, muy común en estos días. Los Lores de Neathia no le hacen las cosas fáciles –. Dijo Aranaut.

En eso tenía razón. Shun no podía presumir de una gran experiencia en temas de gobierno y menos en una monarquía alienígena. Sin embargo, estaba bastante seguro de que el comportamiento mostrado por algunos de los líderes de las regiones no era el apropiado frente a la autoridad absoluta del planeta.

–No quieren mucho a la reina, ¿verdad? –. Comentó Ingram esta vez –. ¿Qué es lo que tienen en su contra?

–Mi padre no fue muy querido después de que devastó Galdrick Hen y ejecutó a los hijos de Baldimor Xadir. Algunos vieron sus acciones como lo que haría cualquier rey frente a una rebelión, otros lo vieron como el acto de un tirano –. Explicó Fabia con clara incomodidad por el tema –. Por desgracia, al morir él, su reputación pasó a ser también la de su heredera.

Eso sí podía entenderlo. Después de haberse involucrado en la guerra de los vestals, los Peleadores Bakugan habían comenzado a entender la importancia de la reputación en la política. No podían decir que fueran expertos, pero tenían claro que un gobierno podría volverse maleable incluso para un buen líder si su reputación no era favorable.

–Según me dijeron, algunos de los reinos amenazaron con rebelarse cuando se anunció que Serena asumiría el trono. Fue entonces cuando Ser Loren dio un paso al frente y se aseguró de mantener a los Lores bajo control. Él es la razón por la que no hemos experimentado una nueva rebelión.

–Entonces, siempre ha sido protector con tu hermana –. Observó Ingram.

Fabia asintió con una pequeña sonrisa enternecida, como si estuviera recordando algo para sus adentros.

–Siempre. Fue ella quien lo recomendó para el programa de entrenamiento de reclutas cuando eran jóvenes, lo que le dio una gran oportunidad en la vida a Ser Loren, además de garantizarle su lealtad a Serena.

Viéndolo de esa forma, tenía sentido el por qué Ser Loren mostraba tanta sumisión ante la reina. ¿De qué otra forma se podría comportar alguien ante la persona que ofrece prosperidad?

Hacía solo unas pocas horas, Shun no podía entender por qué el peleador más fuerte del planeta agachaba la cabeza de tal modo frente a una monarca que carecía del respeto de sus vasallos. Ahora comenzaba a adquirir sentido y podía ver el motivo tras ese comportamiento.

Mentiría si dijera que una parte de él no se sintió tentada a preguntar más, pero estaba consciente de que esa era una historia privada, que debía permanecer entre la reina y su caballero, hasta que ambos decidieran lo contrario.

Agitando la cabeza por los aparentes pensamientos que abordaron sus mentes, Fabia volvió a enfocar su atención en sus amigos terrícolas, ofreciéndoles una pequeña sonrisa, antes de observar los múltiples pedacitos de hojas que decoraban el suelo.

–¿Qué tipo de entrenamiento estaban realizando?

–Una prueba de precisión –. Respondió Shun –. Queríamos ver que tanto ha cambiado el estilo de lucha de Ingram.

–¿Y cuáles fueron los resultados? –. Cuestionó Aranaut con intriga.

–No he cambiado nada en aspectos básicos. Parece que solo sufro alteraciones en mi comportamiento cuando asimilo a Shadow Wing.

–¿Qué tipo de alteraciones?

Ambos Peleadores Ventus se miraron un instante, inseguros ante la idea de compartir esa clase de detalles con Fabia y Aranaut.

Aunque la mirada de Shun se tornó fugazmente dubitativa, no tardó mucho más en asentir a su compañero, alentándolo a hablar con libertad. Después de todo, había sido Shun quien había probado a Fabia y decidido que podían confiar en ella y su compañero. Además, hasta el momento, no les habían fallado y no parecían tener intenciones de hacerlo pronto.

–En un inicio, pensé que entraba en un estado fúrico. Después me di cuenta de que, conforme más peleaba, no era furia lo que sentía realmente.

–¿Qué era entonces? –. Preguntó Fabia.

–Era desesperación, un hambre voraz, como si nunca hubiera comido en mi vida o desconociera completamente lo que es un trago de agua.

Ante la confesión del ninja, ambos neathianos se miraron con cierto grado de preocupación, llegando a la misma conclusión a la que Shun e Ingram ya habían llegado con anterioridad.

–Eximus describió a su compañero como un Bakugan caníbal, ¿no? –. Comenzó la princesa con inseguridad latente en su tono.

–Sí, lo hizo. Si ese gundaliano dijo la verdad, entonces Ingram fue maldecido por un caníbal, lo que explicaría su hambre y sed a la hora de pelear –. Sugirió Aranaut antes de ver a los otros Bakugan Ventus –. Aunque no entiendo cómo se podría relacionar con Shadow Wing.

El Bakugan mudo no correspondió del todo la atención recibida, su mirada se mantuvo perdida en el suelo, enfocándose completamente en la tierra y las hojas esparcidas.

Fue Ingram quien dio un paso adelante para responder la pregunta, observando cuidadosamente a su compañero de batallas.

–Shadow Wing es una extensión de mi ser, nació cuando desbloqueé la totalidad de mis poderes, pero puede ser independiente y es por eso que me fortalezco tanto cuando lo asimilo.

–Si Shadow Wing es una extensión de ti, es razonable pensar que todo lo que sientes por tu cuenta, lo sentirás al doble al asimilarlo –. Propuso Fabia como respuesta.

Tenía sentido, era una posibilidad que ya había pasado por sus mentes durante el inicio del entrenamiento, pero la habían dejado de lado en pro de comenzar sus prácticas y empezar a desarrollar posibles soluciones para su problema.

–Ingram, luchamos juntos en las dos ocasiones en que liberaste ese poder, pero en ambas lograste mantener cierto grado de control, ¿no es cierto? –. Comenzó Aranaut de nuevo.

–Supongo que sí.

–¿Qué fue lo que te permitió mantener ese control? ¿Qué fue lo que hiciste para evitar perderte?

Ingram mantuvo el silencio un momento, optando por devolverle la mirada a su compañero y su expresión llena de intriga. Era una excelente pregunta, normal que quisieran saber la respuesta.

–Honestamente, solo podía pensar en el hecho de que Shun y miles de inocentes pagarían el precio si no ganaba las batallas, muchas vidas dependían de mí en esos momentos.

–Puede que esa sea la clave para dominar ese poder –. Comentó Fabia un poco más animada.

–Puede ser. Estás comprometido con tu deber, Ingram, con Shun y con la gente que tratas de proteger.

–Quizá tengas razón, Aranaut, pero eso era lo que pensaba. No puedo decir que fuera lo que sentía.

–¿Qué quieres decir, Ingram? –. Cuestionó Shun curioso.

–Cuando despertaba ese poder, solo podía pensar en ti y en los chicos, Shun. Pero no podía evitar sentir desesperación, un deseo incontenible de matar, de comer. Sentía que, poco a poco, estaba perdiendo el control.

Shun y Fabia compartieron una mirada llena de angustia por las palabras del Bakugan, inquietos ante lo que estaba compartiendo y los efectos que su maldición estaba teniendo en él.

Fue Aranaut el único que mantuvo la cabeza lo suficientemente fría como para continuar la conversación.

–Cuando luchamos contra Lythirius y Plitheon, los convertiste en una presa fácil. Si hubieras tenido la oportunidad de hacerlo, ¿los habrías matado, Ingram? ¿Llegaste a sentir hambre durante la pelea?

Ingram no respondió al instante, no pareció capaz. En lugar de eso, desvió la mirada avergonzado mientras emitía un resoplido, preocupando más a los peleadores.

–Ingram, ¿te pasó algo de lo que menciona Aranaut? –. Preguntó Shun preocupado.

Al escuchar una pequeña mezcla de temor e inquietud en el tono de su compañero, Ingram se permitió devolverle la mirada, combatiendo contra lo que debía ser su propia vergüenza creciente.

–Sí, Shun, fue tal como dice Aranaut –. Suspiró el maestro ninja apenado.

–No tienes de que avergonzarte, Ingram. Ninguna de esas sensaciones es tuya realmente, sino de Elfar. Él te infectó, debes estar experimentando sus malvados vicios –. Consoló Fabia al vestroiano rápidamente.

–En todo caso, este conocimiento nos puede ayudar –. Mencionó Aranaut de pronto.

Inmediatamente, todas las miradas cayeron sobre el Bakugan Haos, tanto de los peleadores como de los Bakugan vestroianos.

–¿De qué forma? –. Cuestionó Shun.

–He visto casos de Bakugan a los que la guerra les ha dejado secuelas. Después de la rebelión de los Xadir, el antiguo comandante de las fuerzas de Miriel propuso una iniciativa para salvaguardar la salud física, mental y emocional de los veteranos.

Ante las palabras de su compañero, la mirada de Fabia cambió notablemente, apagando el brillo que siempre la acompañaba como una vela y desviándose hacia el suelo por un breve instante.

Aranaut conservó su silencio al ver la reacción de su compañera, pero no le tomó mucho más tiempo recomponerse y retomar su discurso.

–Por desgracia, el proyecto fue rechazado debido a la falta de fondos que quedó después de instaurar programas de restauración en la capital. Sin embargo, el comandante alcanzó a compartir sus ideas con su compañero antes de morir.

–Déjanos adivinar, ¿tú eras su compañero? –. Dijo Ingram en respuesta.

–En efecto.

Aunque Ingram se mantuvo enfocado en Aranaut, la mirada de Shun no pudo evitar desviarse a Fabia, cuyos párpados parecían a punto de caer y su labio inferior temblaba de una forma sutil, imperceptible para una visión poco entrenada. Por suerte, ese no era el caso de la suya.

Parte del terrícola quería preguntar el porqué de estas reacciones, pero la plática entre los Bakugan parecía abrumar el tema.

–¿Qué propones exactamente?

–El comandante Jin era un visionario, él entendía los daños psicológicos que podía provocar la guerra en un soldado, incluso si es un Bakugan. Él creía que una rehabilitación útil podía darse a través de ejercicios de concentración y enfoque.

Shun e Ingram compartieron una mirada, claramente confundidos por la falta de detalles en las palabras del Bakugan Haos.

–No comprendemos –. Dijo Ingram en nombre de su equipo.

–Si me permiten, creo que puedo ayudarlos a controlar la maldición que Elfar puso sobre ti, Ingram. ¿Qué dicen?

La oferta era tentadora y parte de Shun no tardó mucho en ver a su compañero con los hombros arriba, dejando en claro que realmente no perdían nada por intentar.

Ingram, aunque un poco inseguro por el ofrecimiento, no demoró mucho en corresponder la acción de su compañero, alzando sus pequeños brazos como si fueran un par de hombros y asintiendo suavemente.

No obstante, antes de comenzar, Fabia también parecía tener dudas.

–Aranaut, ¿estás seguro de esto?

–Descuide, princesa. Es como usted misma dijo una vez: tenemos grandes aliados y es nuestro deber ayudarlos en todo lo que nos sea posible –. Respondió el Bakugan con seguridad –. En sus condiciones actuales, Ingram puede ser un gran peligro para cualquiera si no se controla, pero también puede ser un valioso activo contra los gundalianos si domina esta maldición.

–Aranaut, no te adelantes. No queremos dominar esto, queremos una cura –. Aclaró Ingram mientras Hylash asentía.

–Puede ser, pero lo mejor es actuar en base a la peor posibilidad.

–¿Qué dices? ¿Crees que no hay una cura? –. Preguntó Shun escéptico.

–No hago nada más que remarcar un hecho. Siento decirlo, pero no tenemos garantía alguna de que lo que sea que le hayan hecho a Ingram tenga remedio. Lo mejor es prepararnos para el peor de los casos.

Odiaba reconocerlo, pero Aranaut tenía razón. Por más que quisiera negarlo, no tenían garantía de la existencia de una cura para Ingram. Podrían moverse por dos mundos completos en busca de algo que aliviara a Ingram y tendrían que hacerlo a ciegas, sin saber si encontrarían algo siquiera.

Ingram parecía desalentado ante las palabras de Aranaut, pero se mantenía razonable, consciente de la cruda verdad que podría acompañar la naturaleza de su situación.

Estaba maldito, sin garantía de una cura. Si no tenían suerte, tendrían que aprender a vivir con ese mal.

–¿Qué dicen entonces? ¿Quieren nuestra ayuda? –. Concluyó el caballero con tono firme.

–Supongo que no tenemos nada que perder. Adelante, Aranaut.

La mirada de Fabia se tornó insegura brevemente, un gesto que casi pasa desapercibido para Shun. Claramente, algo no le gustaba a la peliazul, algo que la hacía parecer inquieta y poco convencida.

Quería mencionarlo, preguntarle por qué reaccionaba así. Pero los Bakugan tomaron la delantera una vez más, recordándoles que no estaban aquí por ellos o por sus problemas personales, sino por Ingram. Su compañero necesitaba la totalidad de su atención en este instante, necesitaba ayuda desesperadamente.

–Muy bien, pero necesitaremos nuestras formas reales para comenzar –. Declaró el Bakugan Haos antes de mirar a los peleadores –. Princesa, Shun, ¿podrían ayudarnos con eso?

Ante la petición de su compañero, Fabia solo pudo dirigir una mirada rápida al ojimiel, el cual no demoró mucho en asentir, antes de alejarse lo suficiente como para dar espacio a sus compañeros.

Entre sus dedos, dos cartas de inicio destellaron en medio de la noche, abrumando la oscuridad con las luces dorada y esmeralda en su centro.

Campo: Abierto.

Acto seguido, la princesa tomó la delantera, arrojando una carta portal al centro del campo, cubriendo fugazmente el suelo con una luz Haos que se perdió entre las raíces de los árboles.

–Ya podemos comenzar entonces –. Anunció Aranaut desde el otro lado del campo –. Shun, lanza a Shadow Wing, lo vamos a necesitar.

El susodicho no respondió con palabras, solo se limitó a asentir mientras tomaba al Bakugan mencionado en una de sus manos.

Teniendo el espacio disponible para practicar con libertad, Fabia sujetó con mano ligeramente temblorosa a su compañero, preparándose para lanzarlo con una trayectoria demasiado inestable para lo que Shun estaba acostumbrado a ver en batalla.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge!

La esfera blanca y dorada cayó al suelo lleno de hojas, abriéndose en medio de un campo de verde y negro con la luz de su atributo destellando de manera apabullante en medio de la noche, anunciando un surgir tranquilo en el que solo se divisó la forma perfectamente erguida del caballero neathiano.

–¡Arriba, Aranaut Haos!

Aranaut: 900.

Viendo a quien sería su instructor en este entrenamiento, Shun e Ingram compartieron una breve mirada antes de asumir sus propias posiciones para luchar, con la mano cerrada alrededor de ambos Bakugan malditos.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge!

Dos ninjas emergieron del suelo, agitando el viento y alejando las numerosas hojas que se encontraban esparcidas por el campo. Ingram y Shadow Wing también se negaron a hacer una entrada más teatral, optando solo por asumir sus verdaderas formas sin más.

–¡Maestro Ingram Ventus y Shadow Wing Ventus!

Ingram y Shadow Wing: 1000.

–Primero lo primero, ¿cómo se sienten ahora mismo?

–Normal. Como te dijimos antes: los cambios solo se dan cuando asimilo a Shadow Wing.

–Lo sé, pero tenía que estar seguro –. Asintió Aranaut al vestroiano –. Aclarado eso, creo que ya es momento de que ustedes dos se unan –. Dijo señalando a los dos Bakugan Ventus.

El único ojo visible de Ingram se posó en su compañero, alentándolo a seguir la instrucción con aparente confianza, pero Shun conocía a su Bakugan mejor que nadie y sabía que no estaba del todo convencido de esto, el sutil temblor en sus dedos afilados lo ayudó a corroborar la idea.

Pero habían aceptado este entrenamiento, tenían que hacerlo. Con un poco de suerte, Aranaut tendría razón y darían un paso significativo en la búsqueda del control de estos poderes.

Luchando con su propia inseguridad, Shun levantó su carta, dejando ver el brillo esmeralda característico del objeto antes de recitar en voz alta su nombre.

–Poder activado: Combo Ninjutsu, Unidos de Poder.

Dando un gran salto sobre la cabeza de Ingram, Shadow Wing exhibió las plumas crecientes en sus brazos para pasarlos posteriormente en la espalda del Bakugan original, dejándose consumir lentamente para formar un gran par de alas blancas y verdes en la espalda del maestro ninja.

Sin embargo, esta vez, se presentó un cambio distinto. La luz normalmente blanca de la asimilación no se presentó, en su lugar, fue completamente reemplazada por una aparente flama negra en la espalda de Ingram, flama de la cual emergieron las alas de su compañero y que se separó en dos partes iguales; siguiendo el mismo rumbo que las alas de Shadow Wing hasta crear una copia exacta de las mismas, hechas completamente de lo que parecían ser sombras.

Todo esto, por encima del gran brillo rojizo que emitieron los símbolos extraños en el torso de Ingram, destacando incluso en medio del aura oscura que emitió el cuerpo del maestro ninja.

Parecía que ni siquiera la oscuridad de la noche y la tenue luz de la luna eran capaces de impedir el surgimiento de los apéndices oscuros en la espalda de Ingram o de ocultar el falso brillo de sus marcas.

Ingram: 2000.

De pronto, estrellando la palma de sus manos contra el suelo, Ingram cayó de rodillas, extendiendo sus alas tanto como pudo mientras usaba una de sus manos para sujetarse la cabeza.

–¡Ingram!

–¿¡Qué sucede!?

Aranaut y Shun trataron de acercarse al Bakugan, pero la misma mano con la que Ingram se sujetaba la cabeza se alzó para indicarles que no dieran otro paso. Entonces, de ese mismo brazo emergieron las alargadas cuchillas sombra que habían acompañado al Bakugan Ventus en sus últimas batallas.

En un movimiento agresivo, las hojas y el puño de Ingram se enterraron en el suelo, agitando brevemente la tierra debido a la gravedad del golpe, mientras la otra mano del ninja se alejaba del suelo y pasaba sus garras por su rostro; dejando grandes marcas y rasguños en medio de este ataque de dolor autoinfligido.

Normalmente, los sonidos que emitía Ingram eran gritos de batalla, gritos que habían tomado el lugar que sus graznidos de águila antaño lo habían caracterizado. Sin embargo, esta maldición parecía obligar a Ingram a tomar conductas más animales, pues no solo gritaba de forma salvaje, también graznaba como el águila que había sido en su mundo natal y rugía como un dragón que no se encontraba presente.

–¡Ingram…!

–¡ALÉJENSE!

El grito del Bakugan Ventus se escuchó fuerte, acompañado de un atronador rugido y un graznido estridente, sus alas revolotearon en múltiples direcciones y, por un segundo, Shun pudo jurar el estómago de su compañero rugir casi tanto como su boca oculta bajo su máscara.

Desde una distancia prudente, Aranaut realizó unas cuantas señas a su compañera, dándole lo que parecía ser una indicación muda que motivó a Fabia a presionar los botones de su BakuMetro, llamando así su armamento para tenerlo listo en caso de una emergencia.

–¿¡Puedes escucharme, Ingram!? –. Llamó el caballero al vestroiano.

Recomponiéndose tanto como pudo, Ingram alzó la cabeza, dejando ver su rostro sangrante y su máscara marcada por las líneas que sus propias garras habían dejado en el metal que cubría su rostro.

El Bakugan Ventus trató de pronunciar una respuesta, pero le resultaría complicado, su respiración agitada y sus jadeos incesantes le impedían expresarse de forma clara.

En lugar de responder con palabras apenas entendibles, Ingram optó por asentir.

–¿¡Qué sientes en estos instantes!? –. Preguntó el caballero nuevamente.

Una vez más, el vestroiano no fue capaz de responder.

–¿¡Quieres pelear!?

Esta vez, Ingram solo pudo asentir en respuesta a la pregunta.

–¿¡Tienes hambre!?

Como si estuviera avergonzado, la mirada de Ingram cayó al suelo nuevamente, con sus hombros yendo de arriba abajo, como si estuviera llorando de dolor.

–Trata de responder la pregunta, Ingram.

Agitándose en el suelo, el vestroiano solo fue capaz de asentir avergonzado.

–Tengo… hambre…

–Cuando peleaste con los gundalianos, te soltaste, mostraste un lado más violento, pero no intentaste comerte a ninguno.

–No quiero ser… como ellos… como él…

No necesitaba mencionar su nombre para que todos entendieran de quien estaba hablando. Los amargos recuerdos de su primera batalla en Neathia era todo lo que necesitaban.

–¿Por qué? Si mi teoría es cierta, esa debe ser la naturaleza de tu maldición. ¿Por qué negarla, en vez de usarla contra nuestros enemigos?

–No… tengo… control…

–Si te soltaras en ese estado, ¿qué crees que pasaría?

–Temo... lo peor…

–¿Qué cosa?

En respuesta a la pregunta, la mirada de Ingram cambió de dirección para mirar hacia abajo, a un par de metros lejos de una de sus manos apoyadas en el suelo, donde se encontraba Shun con angustia palpable en su mirada.

–Temo que podría lastimar a mi familia, a mi compañero.

La mano del Bakugan se alejó de la tierra, acercándola lentamente hacia su peleador y extendiendo un dedo en un intento de calmar las preocupaciones de Shun.

El ojimiel no dudó en corresponder el gesto, envolviendo con cuidado el dedo de su compañero entre sus manos y palmeando la garra dorada del Bakugan para demostrar que no tenía miedo, no de Ingram.

Nunca de Ingram.

–Tu compañero y tu familia son tu razón para evitar que la maldición de Elfar se apodere de ti. Usaremos eso a partir de ahora.

–¿Qué quieres decir?

–Trata de levantarte, Ingram.

Tomando un pequeño impulso con sus extremidades en el suelo, el vestroiano se recompuso lentamente, limpiándose un poco la tierra que había quedado en sus rodillas y manos.

La postura del ninja no era perfecta, se tambaleaba ligeramente y se encontraba un poco encorvado. Su inseguridad por la situación aún se podía sentir en su lenguaje corporal, pero también se notaba un poco más en control del sí mismo que antes.

Como si el apoyo y aceptación de su compañero lo ayudaran a conservar mejor la calma.

–¿Ahora qué? –. Preguntó Ingram estando de pie.

–El comandante Jin solía decir que, en batalla, un soldado debe permanecer enfocado en aquello que lo impulsa. Su idea de terapia era una constante interacción con sus seres queridos, eso le servía a la hora de pelear. No había una batalla en la que no recordara sus motivos para hacerlo.

–¿Y crees que eso me ayude?

–Shun y tú se parecen a nosotros más de lo que podrías creer. Si tengo razón, esto debería ayudarte a mantener la calma y usar estos poderes nuevos –. Explicó Aranaut con los brazos cruzados –. Por desgracia, solo hay una forma de comprobarlo.

No hacía falta mencionarlo, todos podían entender a lo que se refería y bastó con una mirada cansada de parte de Ingram para darle la señal a Shun de que ya era momento de proceder.

–Poder activado: Baile de Sombras.

En un ambiente más frenético, Ingram habría desaparecido en un parpadeo, ansioso por el calor del combate. Sin embargo, debido a las circunstancias, esta vez, no lo hizo.

En lugar de una desaparición veloz, una humareda negra fugaz saltó del cuerpo del Ingram antes de desvanecerse por completo.

–¿Qué tal ahora? ¿Te sientes diferente? –. Cuestionó Aranaut.

–Un poco.

La mano de Ingram temblaba notablemente, se agitaba con nerviosismo y el mismo Ingram estaba consciente de ello, pues no tardó en detener el temblor de su mano al envolverla con su otra extremidad superior libre.

–Bien, ahora comenzaremos las pruebas. Yo te atacaré y tu labor será defenderte –. Indicó el caballero con los puños arriba –. Por ahora, esto es solo una práctica leve, prometo no usar mucha fuerza.

–Gracias, trataré de hacer lo mismo –. Aceptó Ingram moviéndose los hombros.

–Comencemos.

En un instante, el cuerpo más pequeño de Aranaut ya se encontraba delante de Ingram, arrojando numerosos golpes controlados sobre la guardia del Bakugan Ventus, el cual bloqueaba exitosamente los ataques del caballero con sus brazos y alas.

En un movimiento veloz, Aranaut se abalanzó con un gancho a la cabeza de Ingram, ataque que resultaría ser exitosamente evadido por el vestroiano, pero eso no detuvo al caballero cuando éste se dejó llevar por el tirón de su propio ataque para fluir con el mismo y enviar en golpe descendente con su brazo libre.

No fue sorpresa, Leónidas ya había realizado movimientos similares contra Ingram durante sus entrenamientos y el vestroiano ya sabía cómo reaccionar en esos casos: alzando su brazo más cercano para detener el golpe y usar el libre para contraatacar.

La primera maniobra fue un éxito, Ingram logró interceptar el brazo del neathiano antes de que conectara un golpe en su cabeza, dejando uno de sus costados expuestos y al alcance. No obstante, el contraataque no tuvo el mismo resultado, y el puño de Ingram se vio envuelto por la mano libre de Aranaut.

Estando en un punto muerto, ambos Bakugan forcejearon, tratando de empujar al otro y lamentándose en el momento en que el filo de unas llamas negras se asomó en el cuerpo de Ingram.

Inmediatamente, Aranaut se dio el lujo de retroceder un paso, dejándose llevar brevemente antes de tomar impulso con su pie más lejano a la confrontación, lo que le sirvió como apoyo para poder brincar lo suficientemente alto; abriendo la guardia del vestroiano y dejando su pecho expuesto.

Aprovechando el momento, Aranaut regresó al suelo tan rápido como pudo, con un giro al sentir que tocaba el suelo y estirando una de sus piernas, usando el movimiento como impulso para barrer las piernas del Bakugan Ventus.

Sin embargo, antes de que la pierna de Aranaut hiciera contacto con sus tobillos, Ingram se desvaneció en una bruma negra, dejando aturdido al neathiano.

De pronto, en numerosas direcciones, Ingram comenzó a reaparecer y desaparecer a gran velocidad alrededor de su oponente, cambiando de lugar ante los ojos confusos de Aranaut, que se movían debajo de su visor en un intento de localizar al vestroiano.

No obstante, dar con su siguiente ubicación fue imposible y, antes de que Aranaut pudiera hacer algo, Ingram ya había reaparecido detrás de él con una patada voladora que alejó al caballero varios metros.

–Poder activado: ¡Puño Vector!

Ingram se abalanzó una vez más sobre Aranaut, pero se vio obligado a cambiar de curso de acción al ver como los puños con cuchillas aparecían en las manos del caballero.

Los brazales de los Bakugan colisionaron, creando chispas que salieron ante el choque del metal contra el metal, para luego separarse de forma abrupta.

Esta vez, Aranaut tomó la delantera, arremetiendo con varios puñetazos que Ingram logró evadir con dificultad.

–Poder activado: Espejismo.

Aranaut: 1400.

En una batalla normal, y sin intención alguna de presumir, Shun estaba seguro de que Ingram aplastaría a Aranaut. Ya tenía dos poderes activos y su nivel de poder aún no se encontraba a la altura del de Ingram.

Sin embargo, parte de Shun también suponía que esta era precisamente la intención del neathiano, ver si Ingram era capaz de pelear con un nivel de poder superior sin herir realmente a su contrincante.

–¡Vamos, Ingram! –. Incitó Aranaut.

Ambos Bakugan chocaron una vez más. A pesar de su nivel inferior, el caballero se lanzaba sin temor alguno, intercambiando ataques con Ingram sin temor a salir lastimado.

En medio del encuentro, el puño de Aranaut se vio envuelto por la mano de Ingram, el cual trató de contraatacar del mismo modo y teniendo el mismo resultado, llegando ambos Bakugan a un punto muerto.

Ambos guerreros chocaron sus rodillas ante la situación, tratando de lastimar al otro sin éxito antes de separarse de forma rápida para cambiar de táctica.

–Shun, usa más poderes –. Indicó Aranaut al terrícola.

–¿Qué?

–Hazlo, necesitamos probar las habilidades de Ingram.

Ambos Bakugan se detuvieron un momento, dándole al vestroiano la oportunidad de mirar a su compañero. Claramente, Ingram tampoco estaba seguro, pero tenía presente que Aranaut tenía razón.

Estaban experimentando un valioso progreso, aún no podían detenerse.

–Poder activado: Espectro Oscuro.

Alzando los puños a la altura de las caderas, el cuerpo de Ingram se cerró sobre sí mismo, con sus grandes alas cubriendo su cuerpo y dejando ver una pequeña onda de energía oscura saliendo en un parpadeo, al compás de las alas del vestroiano abriéndose de forma repentina.

Ingram: 2700.

La maldición de Ingram había fortalecido su aumento de puntos por poder. Shun tenía claro que una de las nuevas propiedades en los poderes del ninja era el incremento en su nivel de poder a una escala un poco mayor que los Bakugan normales, no tanto como Drago a su máxima capacidad, pero se encontraba cerca de dicho nivel.

Agitando sus alas, el vestroiano acortó la distancia con su contrincante como si no fueran más que unos pocos centímetros los que los separaban, encontrándose delante de Aranaut en un parpadeo y con un golpe ascendente cargado.

Sorprendido por la velocidad de Ingram, el neathiano apenas tuvo tiempo de subir los brazos para defenderse del golpe. Sin embargo, eso no bastó para evitar que su cuerpo se elevara por los aires, como si no pesara en lo absoluto.

–¡Aranaut! –. Llamó Fabia preocupada a su compañero.

Eso no detuvo el ataque de Ingram, que no demoró en emprender el vuelo una vez más, alcanzando el cuerpo de su oponente suspendido en el aire en cuestión de milisegundos y propinando una ola de golpes que siguió elevando el cuerpo del neathiano, antes de elevarse sobre la cabeza del mismo.

Bastó con un puñetazo descendente por parte del vestroiano para que el cuerpo de Aranaut se precipitara al suelo una vez más, teniendo dificultades para maniobrar en el aire y caer sobre sus pies, además de dejar ver en el proceso varias abolladuras en su traje y un hilo de sangre cayendo de su boca.

–¿Qué rayos fue eso? –. Se preguntó Aranaut escupiendo un hilo de saliva y sangre.

–Algo anda mal –. Comentó Fabia al ver a Ingram.

En los cielos, el vestroiano se agitaba de un lado a otro, golpeando su cabeza con las palmas de sus manos mientras negaba mirando hacia el suelo.

–¡Ingram! ¡Respóndeme, Ingram! –. Llamó el pelinegro a su compañero –. ¿¡Qué está pasando!?

–¡Lo veo, Shun! ¡Lo veo! ¡Se los está comiendo!

Las respuestas de Ingram una vez más eran acompañadas por rugidos y graznidos, pero en un volumen más bajo que antes, como si Ingram estuviera luchando por controlar estos aspectos animales.

–¿¡Qué es lo que ves, Ingram!? ¿¡Qué es lo que pasa!? –. Cuestionó Aranaut.

–¡Es él! ¡Lo veo en mi mente!

Las palabras de Ingram se perdieron entre más rugidos de dragón y graznidos de águila, que salían al compás de movimientos aleatorios y frenéticos. Ingram no tenía control alguno, ni de sus pensamientos ni de la energía oscura que destellaba de su cuerpo.

En el negro mar del cielo nocturno, un Bakugan extendió sus alas tanto como pudo, soltando su cabeza y mirando a la luna, gritando al cielo en busca de algo que lo ayudara a aliviar su dolor.

–¡Ingram!

Una cúpula de energía, tan negra como una sombra, explotó en los cielos de Miriel, cubriendo la luna y las pocas estrellas que se encontraban presentes para atestiguar este suceso; pero no fue lo único que sucedió.

En un valle de lamentos atronadores, una sombra se elevó hasta los cielos. En un océano de dolor infernal, la silueta de un dragón de múltiples brazos se asomó en los cielos, rugiendo de forma salvaje, indómita y aterradora.

El suelo bajo los pies de los presentes se estremeció, agitándose sin control ante el terremoto que azotaba los suelos fuera de la capital sin control alguno.

En otras circunstancias, Shun habría sido el primero en alejarse, aprovechando sus capacidades físicas superiores para facilitar una evacuación, pero no podía. Más allá de la inestabilidad del terreno o de su misma preocupación por Ingram, algo más lo detenía.

Un dolor abrumador que nació desde lo más profundo de su cuerpo, oprimiendo sus huesos como si estuvieran a punto de romperse. Un dolor que hizo caer al terrícola de rodillas en el suelo, sintiendo como un gran ardor se movía por sus brazos, aumentando su temperatura y haciéndolo sentir como si sus extremidades estuvieran a punto de prenderse en llamas.

Desesperado, Shun removió los brazales de su armadura, quitando las prendas que ocultaban sus brazos, solo para ver horrorizado como sus venas se hacían más y más visibles; marcadas con fuertes tonalidades de rojo y negro en medio de su piel clara.

–¡Shun!

Fabia corrió preocupada hacia su amigo, cortando la distancia que los separaba con grandes zancadas en cada paso, que no demoraron mucho en llevarla hasta el pelinegro aún de rodillas en el suelo.

Incluso con su visión abrumada por las sombras que desprendía Ingram desde el cielo, Shun pudo ver los grandes orbes esmeralda de Fabia enfocarse completamente en él, fungiendo como un espejo para darle un vistazo perfecto de su rostro.

Su propio rostro, se encontraba enmarcado por venas rojas y negras, del mismo tono que sus brazos y ardiendo con la misma intensidad.

Asustada, la princesa se alejó por instinto, cayendo sobre su trasero mientras emitía un jadeo de asombro y preocupación.

Shun trató de levantarse, pero le resultó imposible, el dolor que oprimía su cuerpo y la sensación de ardor creciente en su sangre le impedía siquiera reincorporarse apropiadamente.

En lugar de eso, Shun no pudo hacer más que caer agotado al suelo, sintiéndose vencido por el dolor ensordecedor que castigaba su cuerpo y lo mantenía abajo, insistiendo en provocarle un desmayo cada vez más cercano.

Sus párpados comenzaron a adquirir un peso más y más grande con cada segundo que pasaba, la poca resistencia que le quedaba a Shun para luchar no demoró mucho más en desmoronarse, dejándose llevar por una inconsciencia que nunca antes había experimentado.

Lo último que pudo ver, antes de cerrar los ojos, no fue a Fabia acercarse para tratar de auxiliarlo o a Ingram agitándose aún en los cielos, llamando a quien no se encontraba ahí.

Lo último que pudo ver, antes de caer inconsciente, fue la imagen tenue y casi borrosa de un dragón de múltiples brazos, con el hocico manchado de sangre y alimentándose de lo que parecía ser los restos inertes de unos pobres Bakugan.

¿Qué fue lo último que pudo escuchar? A su compañero, repitiendo una y otra vez, con una mezcla de ira y dolor, el nombre maldito en el que no quería pensar en estos momentos; pero que pertenecía al responsable directo de su dolor compartido.

–¡ELFAR!


Gundalia, Viction

Afueras de la Capital

–¡Elfar!

Un fuerte grito se escuchó en lo profundo de sus mentes, un llamado lleno de desesperación y temor crecientes, acompañados por un delicioso toque de ira y algo más con lo que ambos presentes estaban más que familiarizados, una sensación distintiva que nadie podía experimentar con la misma intensidad que ellos.

Hambre.

El deseo de comer comenzaba a apoderarse de sus enemigos, apoderándose de cuerpo y mente por igual, en una situación en la que todo lo que fuera ajeno al deseo primordial de las especies se volvía más y más borroso, hasta desaparecer por completo.

–¡ELFAR!

El nombre era pronunciado con tal fuerza, que de estar verdaderamente presentes, podrían escucharse como un eco entre los árboles de este bosque, incluso teniendo la posibilidad de asustar a todas las presas que aún habitaban la zona.

Por suerte, ese grito no podía ser escuchado por nadie más que ellos, por lo que su cacería podría continuar un poco más.

No tenían duda alguna de lo que estaba pasando, su pequeño presente estaba cumpliendo su función en Neathia y su portador sentía sus efectos creciendo con cada día que pasaba, con cada batalla librada.

Pronto serían iguales a ellos, tanto el portador como su compañero, solo era cuestión de esperar. Una verdadera batalla se estaba acercando, una que se hacía más y más palpable día con día.

–¡ELFAR!

Pronto, no faltaba mucho. El príncipe estaría contento con la noticia, pronto comenzaría una nueva era, una en la que falsos emperadores dejarían sus tronos de papel y verdaderos reyes asumirían su legítimo puesto.

Ellos lo harían posible, sus herramientas, sus martillos de guerra.

Hasta entonces, se conformarían con el pequeño placer de este festín personal. Después de todo, la carne cruda de Saurus, Serpenoids y Juggernoids también podía ser un manjar digno de los dioses, o eso era lo que pensaba mientras sus colmillos trituraban cada tejido de la misma, saciando temporalmente su hambre voraz junto con el refrescante sabor de la sangre fresca tranquilizando su sed.

–Parece que nuestros amigos están teniendo una noche difícil –. Comentó su peleador dedicándole una mirada cómplice.

–Sí, así parece –. Asintió el caníbal devolviendo la mirada.

–¿Crees que les tome mucho tiempo, Elfar?

–No, creo que más temprano que tarde, cumplirán con la voluntad del Príncipe Freidr. Ya lo verás, Lud –. Respondió el Bakugan mirando atentamente a su compañero.

La verdad era que un simple vistazo a su peleador bastaba para hacerlo rememorar aquellos días en los apenas comenzaban a luchar juntos, perdidos en las profundidades de esta roca a la que llamaban "planeta".

Pensándolo bien y adentrándose un poco más en el valle de sus memorias, Elfar podía recordar cómo, en aquellos tiempos, solía preocuparse por las coloraciones rojas y negras que adquirían las venas de su compañero durante sus más grandes batallas.


¿Qué? ¿Pensaron que iba a llamar "caníbal" a Elfar por nada? La idea era hacerlo un monstruo lleno de esencia xD

Debo decir que soy fan de los power up con trampa incluida, así que estoy usando a los Bakugan heroicos para explotar un poco ese concepto. La verdad no quiero que los héroes la tengan fácil, así que trato de crear el mayor reto posible.

Por ahora, estamos comenzando a profundizar en la maldición de Ingram, siendo el hambre y la violencia el eje de la misma hasta el momento. Próximamente, vamos a ver a Ingram diciendo "¿Genkidama o sol?" XDDD.

También notarán que aquí no hay subtrama de "amnesia" para Aranaut. Principalmente porque aquí no me sirve de nada, así que no la planeo incluir. Este Aranaut tiene las cosas claras desde el día 1. Además de eso, también doy el aviso de que habrá algunos cambios y expansiones con respecto al tema de Jin para hacer algo distinto a lo acostumbrado. Entre esos cambios, vemos que Aranaut es alguien más preparado y severo, pero ya iremos explorando eso con el tiempo.

Por ahora, solo me queda decir que no creo que falte mucho para que le digamos "Bye, bye, bye" a la continuidad de la serie.