CAPÍTULO 41:
BATALLA SOBRE CRISTAL
Mis amigos:
Si están leyendo esto, significa que estoy muerto, pero ustedes han logrado llegar tan lejos como tenía previsto. Sé que deben odiarme, yo mismo lo hago. Lamento profundamente todo lo que han pasado hasta ahora y no espero que me perdonen, nadie debería hacerlo. Sin embargo, les suplico que entiendan. La sola idea de dejarlos así me hiere, pero necesito que comprendan la razón por la que tuvo que llegar a estos extremos.
Miles de veces hemos intentado luchar juntos y en todas hemos perdido. Sin importar cuanto nos esforcemos, cuanto sudemos y sangremos, nuestro destino siempre es el mismo, lo he visto innumerables veces y no estoy dispuesto a repetir la historia.
Esta es la única manera que encontré, debemos usar el poder del enemigo en su contra y por eso debíamos sufrir, es el único camino a la verdadera fuerza. Solo el caos puede salvarnos, solo el poder del Abismo puede darnos una oportunidad. Para vencer, debíamos llegar a los extremos que garantizaran que ustedes se entregarían a ese poder maldito.
Son libres de odiarme si así lo desean, pero les suplico que sigan con el plan, no dejen que nuestras muertes hayan sido en vano.
Salven todo lo que alguna vez defendimos, renazca del dolor que han experimentado y recuerden que todo lo hicimos por un bien mayor.
Con gran amor y pesar,
Velkar A.
Gundalia, Viction
Desiertos de Azgârn
La libreta hablaba a través de enigmas, nada de esto tenía sentido. Aunque el remitente de esta carta era el mismo que la que habían leído en el castillo de Barodius, la letra era distinta.
La de antes era descuidada y el tamaño de las letras variaba, al igual que la profundidad de los trazos. Esta estaba un poco más cuidada, tamaño constante entre frases cuidadosamente escritas en líneas rectas, además de trazos poco profundos.
En adición a eso, pequeñas manchas de aparente humedad decoraban la hoja, indicando que el escritor debió haber llorado mientras se expresaba en el papel.
Nada de esto tenía sentido. ¿Quién era este tal Velkar? ¿Cómo se relacionaba con Freidr y esta libreta?
–Leo, ¿sucede algo?
Al escuchar el llamado de tan dulce voz, el susodicho no tardó en darse la vuelta.
–No es nada, cielo.
Desde el día en que la había conocido en Nueva Vestroia, Leónidas había considerado a Ángel Darkus como un espécimen único, llena de una belleza con la que muchos de su especie solo podían soñar.
La había visto de esa manera desde la primera vez y su evolución a Nyx Ángel Darkus no había cambiado ese hecho. En realidad, solo pareció resaltar su belleza.
–¿Estás seguro? Te veías muy enfocado en esa libreta.
–Lo estoy, no te preocupes. Tenía la esperanza de hallar pistas sobre lo que me está pasando en estas páginas.
–¿Y tuviste suerte?
–No, temo que no. Es muy aburrido leer esto sin Nick.
Su mirada recayó en su compañero, el cual reposaba tranquilamente en su cama.
Después de días viajando, Nick había desarrollado la rutina de entrenar junto a Julie de día y acostarse antes de que llegara la noche. Sus únicos descansos eran para comer, de resto, no paraban de practicar.
Si bien era un ritmo que Alys no podía aprobar, la enfermera no expresaba queja alguna al Peleador Darkus. Claramente, tanto entrenamiento se encontraba destinado para un futuro encuentro con el Príncipe Freidr y Nick no estaba dispuesto a perder por tercera ocasión contra él.
Esa prisa por volverse más fuertes había llevado a Nick a desarrollar un estado de cansancio más temprano, que lo obligaba a volver a la cama antes de lo que le gustaría al pelinegro. Ahora, se encontraba dormido en la cama inferior de su pequeño cuarto, un espacio blanco sumamente pequeño y cerrado, con dos camas a un lado de la puerta y una mesita de noche integrada al muro opuesto de la misma. No había ventanas y la única fuente de luz era una lámpara integrada al techo sobre el escritorio.
–Dale tiempo, necesita descansar.
–Lo sé, pero temo que se esté extralimitando. Yo puedo soportar nuestra nueva jornada de entrenamiento, pero él no.
Aunque Shun le había enseñado, Nick realmente no era muy bueno para organizarse. Aún dependía del pelinegro mayor para manejar los tiempos y la intensidad de sus entrenamientos. Sin el ojimiel, Nick era más propenso a desgastar sus energías rápidamente y un mal ciclo de sueño, producido por varias noches llenas de trabajo, no eran de mucha ayuda.
Si bien Nick no expresaba molestia alguna verbalmente, Leónidas podía ver que su compañero no se encontraba tan bien como le gustaría.
El descanso era necesario, y se sentía tranquilo al ver a Wolf dormir junto al humano, manteniéndose juntos incluso en sueños.
Julie y Gorem se encontraban Hysani y las chicas, mientras que Luke ya había comenzado a conducir, dejando su último escondite desde hacía ya unos minutos. Esto le daba a Nick la oportunidad de descansar con comodidad, al menos, por un rato.
–No te preocupes, estará bien. Es un muchacho fuerte –. Tranquilizó Ángel a su pareja.
–Lo sé, pero no es invencible. Temo que olvide eso –. Expresó Leónidas con honestidad.
–En realidad, ese es el problema, Leónidas. Después de todo lo que ha ocurrido, dudo que olvida esa realidad pronto.
Aunque no le agradaba pensar en eso, sabía que Vladitor tenía un punto. Tantas derrotas recientes no habían derrumbado a Nick como sí lo habrían hecho con cualquier otro humano, pero sí lo estaban afectando. El haber perdido contra los gundalianos múltiples veces lo estaba obsesionando con la idea de alcanzar la victoria, una victoria impulsada por el deseo de no perder a más personas.
Al igual que ellos, Nick no podía garantizar las intenciones de sus nuevos aliados, pero estaba claro que su compañero esperaba no depender de ellos y sus historias del "Rey Dragón" o el "Señor Oscuro".
–Descuida, mi amor. Nosotros también estamos aquí con él. Si necesita parar, veremos que lo haga, ¿de acuerdo? No lo dejaremos solo.
–Gracias, cielo.
Aunque Leónidas era, técnicamente, más joven que su compañero, no podía evitar reírse suavemente ante la ironía de esta situación. Al final, eran Ángel y él quienes tenían que cuidar a su peleador como una especie de hermanos mayores, evitando que el más joven se hiciera daño con su nueva rutina.
En cierto modo, ver a Nick reposar tranquilamente junto a Wolf era una imagen enternecedora. Ambos muchachos se veían tan llenos de paz y calma al dormir. Normalmente, el humano pasaba sus días con una expresión seria en el rostro, creada a partir de todo lo que había estado viviendo desde el inicio de esta pesadilla. Verlo con una tan tranquila resultaba un bálsamo bienvenido tanto para Leo como para Ángel, aunque debían reconocer que no les agradaba mucho ver a Colmillo debajo del colchón.
Según Ángel, la paranoia de Nick le impedía disfrutar de un verdadero descanso, pero esta era una de las pocas cosas sobre las que nunca podrían hacer cambiar de opinión a su compañero.
Acercándose un poco más a su pareja, la hermosa Bakugan pegó su cabecita a la de Leónidas, reposando tranquilamente en silencio mientras veían dormir a sus protegidos.
–¿En que momento comenzamos a cuidar de dos niños? –. Se preguntó Leo con un suspiro.
–No lo sé, pero se siente bien. ¿No lo crees?
Ángel habló con el tono cálido que la caracterizaba, pero Leo pudo percibir un poco de duda en su voz. Por supuesto, la conocía demasiado bien como para dejar que esas cosas se escaparan de su percepción.
–Sí, supongo que sí.
Vladitor se mantuvo en silencio, cumpliendo el acuerdo que habían hecho tras la caída de Zenoheld: en momentos privados con su pareja, el Bakugan incorpóreo se mantendría en silencio, permitiendo a Leónidas y Ángel disfrutar de la mayor privacidad que les fuera posible.
–No estás cómodo con esto, ¿verdad?
–No es lo que piensas, cielo.
–¿Qué es entonces?
¿Qué era? Le costaba decirlo abiertamente. Si bien no pensaba demasiado en su situación, todo lo que había estado experimentando le generaba dudas con respecto a su papel en esta pequeña familia de cuatro. Si bien Ángel y Wolf estaban de acuerdo con una especie de rol paternal y el mismo Nick acudía a él cuando más hundido se sentía, Leo no podía decir que estuviera cómodo con ello.
Tal vez era cosa suya, pero no se sentía capaz de ser todo lo que su pareja o sus protegidos deseaban que fuera, especialmente viendo todo lo que estaba pasando.
Aunque Alys no lo decía en voz alta, sabía que la neathiana les tenía miedo y no podía culparla. Especialmente después de haber visto su desempeño contra Baltasar en el coliseo.
–No sé si estoy hecho para esto.
–¿A qué te refieres?
–Cielo, mírame. No estoy bien, apenas recuerdo la última vez que en verdad lo estuve –. Admitió el dragón –. Tú y Wolf, entiendo cómo me ven y no te mentiré diciendo que no me gustaría ser lo que ustedes quieren.
–Pero…
–Pero lo último que necesitan es que el sujeto en el que depositen su fe caiga en su propia oscuridad y los ponga en aún más peligro del que ya corremos ahora. Hemos pasado por mucho, no sé si Nick y Wolf podrían recomponerse de algo así y no quiero obligarte a cargar con mis errores.
La pareja enmudeció después de esas declaraciones, incapaces de seguir debatiendo al otro inmediatamente.
Tal vez era un enfoque demasiado extremo para su gusto, pero no se encontraba alejado de la realidad. Sería egoísta e injusto asumir un rol de ese nivel sin estar seguro de su capacidad para desempeñarlo. No, Ángel, Nick y Wolf se merecían más que solo migajas de lo que podría ser.
–No nos das suficiente crédito –. Comentó la Bakugan de pronto.
–¿Qué quieres decir?
–Esto, Leo. Tú y Nick tienen el mismo problema, cargan con el peso del mundo sobre sus hombros y creen que deben hacerlo solos.
–Cielo…
–Hemos pasado por mucho juntos, hemos vivido más que cualquier humano o Bakugan en años y hemos salido victoriosos siempre. Ya deberías saberlo, los Peleadores somos más fuertes juntos.
Sus palabras, llenas de convicción, no mostraban ni un solo titubeo. Ángel estaba genuinamente segura de lo que estaba diciendo y nada podría hacerla cambiar de parecer.
Tenía razón, su familia siempre había sido más fuerte estando unida. Era gracias a eso que habían salido triunfantes sobre tantas amenazas, desde Vladitor hasta Zenoheld. Habían luchado y vencido juntos, nada los había detenido.
El único problema era que, por más que deseara pensar lo contrario, Leónidas temía la idea de enfrentar una amenaza para la que su familia no estaba preparada.
–Quiero creerlo, cielo.
–Hazlo, qué seas el más fuerte de nosotros no significa que debas enfrentar estas cosas solo. Sabes que también podemos ayudar.
–Quizá tenga razón, Leónidas. Si algo hemos aprendido en este planeta es que ganar solos será muy difícil.
Podía entender su punto, pero eso no apagaba sus temores. Leónidas había ganado muchas cosas en muy poco tiempo y temía profundamente la idea de perderlo todo, en especial por su propia culpa
–Somos una familia, amor. Y las familias se apoyan sin importar qué. Entiendo que tengas miedo, pero te juro que no te dejaremos solo ahora ni nunca.
–¿Y si los lastimo?
–No lo harás, tienes que creer más en ti mismo y en nosotros.
–Me gustaría hacerlo, cielo.
Quería creer, genuinamente quería hacerlo. Anhelaba tener un poco de la esperanza y fe que Ángel tenía en él y en lo que juntos podían hacer, pero no se atrevía, no confiaba en sí mismo.
Temía su propia fuerza, su propia naturaleza. Temía todo lo que pudiera ser si algo salía mal.
Tenía mucho que perder, una familia más grande de la que nunca había imaginado.
–¿Recuerdas cuándo nos conocimos? –. Preguntó Ángel de pronto.
¿Qué si lo recordaba? Sería imposible olvidarlo. Ángel había sido la primera hembra de su especie que había visto capaz de equilibrar una fina belleza con el don guerrero que su naturaleza le había dado.
Sirenoid era lo más cercano que había visto a Ángel en su momento, pero la belleza y la habilidad que había visto en la sirena Aquos no podía compararse a la atracción que había sentido por Ángel tras el primer vistazo.
Por desgracia, su pareja no había compartido el sentimiento en ese entonces.
–Me tenías miedo.
–Admite que eras bastante aterrador –. Respondió la Bakugan divertida.
–¿Era?
–Eras, ¿quién diría que debajo de tanta rudeza había un alma amorosa, amable y encantadora?
En silencio, podía escuchar las carcajadas de Vladitor resonando en su mente.
–Me estás avergonzando.
Si pudiera sonrojarse como los humanos lo hacían, Leónidas estaba seguro de que estaría tan rojo como las escamas de Drago.
–A lo que quiero llegar es que, a pesar de que todos pensábamos que eras un monstruo, nos demostraste que eras mucho más. En realidad, eras el mejor todos en Nueva Vestroia.
–Ángel…
–Lo digo en serio, Leo. Esta vez no tiene que ser diferente, ya hemos atravesado esto antes. No te subestimes, amor, porque ya has demostrado que nadie puede domarte y confío en que, sin importar cuanto lo intenten, no podrán obligarte a herirnos.
La mirada del Bakugan recayó en los muchachos dormidos, que reposaban en total calma.
No podía imaginarse haciéndoles daño. A pesar de todo lo que habían vivido en los últimos días, Leónidas no podía verse a sí mismo lastimando a ninguno de los dos. Eran sus compañeros, sus protegidos, su familia. Se condenaría a sí mismo antes de permitir que el demonio que acechaba en sus pesadillas les hiciera algo.
No podía concebir esa idea. Su vida, su futuro, se encontraban ambos depositados en la hermosa Bakugan a su lado y en los muchachos que dormían tranquilamente en la cama frente al escritorio.
Ángel tenía razón, nunca podría lastimar a ninguno de ellos, pero también lo inquietaba la idea de no poder protegerlos. No podría vivir sabiendo que le había fallado a alguno de ellos. Jamás.
–Sé que no crees en ti mismo, amor, pero nosotros sí lo hacemos. Confiamos en ti, Leónidas.
La mirada rojiza del Bakugan recayó en su pareja. Normalmente, estando en sus forma de esfera, no sería posible distinguir emoción alguna en el rostro de un Bakugan, pero Ángel era distinta. Tal vez ella en verdad podía mostrar emoción o era él quien veía más allá, pero podía sentir el amor y la confianza en la mirada de su pareja, la fe en él, la idea de nunca temer junto a su poderoso dragón.
–No te pido que lo asumas ahora, no tienes por qué. Estás en tu derecho de tener miedo después de todo lo que ha pasado, pero te juro que no te dejaremos caer por ello.
–Cielo…
–Somos una familia, Leo. Y mientras nosotros estemos aquí, no dejaremos que nada te aparte de nosotros, ¿está bien?
Se quedó sin palabras. Mentiría si dijera que la insistencia en las réplicas de su pareja no lo habían conmovido. Quería asentir, ofrecer una respuesta afirmativa que dejara claro que no había dudas que afectaran a esta familia, pero no se atrevía a hacerlo.
Por más que lo deseara, por más que lo quisiera, no podía hacer algo así sin una verdadera garantía que respaldara su respuesta.
Ante su silencio, Ángel parecía lista para hablar, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo.
El Explorador se detuvo de forma agresiva, agitando todo lo que se encontraba en la habitación. La libreta de Freidr cayó al suelo, ambos Bakugan estuvieron cerca de seguirla, pero lograron estabilizarse a tiempo. El cuerpo de Nick también se agitó, moviéndose ligeramente hacia abajo y despertando al humano y al pequeño lobo en el acto.
Por supuesto, la mano del primero no demoró en alcanzar su ninjato. Incluso adormilado, Nick seguía alerta, listo para reaccionar en caso de una emergencia.
–Chicos, ¿qué pasa?
–No lo sabemos, maestro. Estamos tan confundidos como usted.
Nick y Wolf se miraron confundidos antes de que el primero se frotara rápidamente los ojos para ponerse de pie, con su espada aún en mano.
No pasó mucho tiempo antes de que escucharan unos pasos veloces acercándose a la puerta, la cual se abrió de par en par, revelando del otro lado a una alarmada Julie, que respiraba de manera agitada mientras sudaba profusamente.
–¡Nick, tenemos problemas!
–¿Qué sucede?
–Nos encontraron.
Gundalia, Desiertos de Azgârn
5 minutos después
El sol ya no era visible, solo se podían divisar las estrellas de un nuevo y revitalizado anochecer, las arenas de lo que normalmente era un desierto bañado en colores cálidos se encontraban pintadas con el intenso azul oscuro de la noche, el aire normalmente cálido de este terreno se había desvanecido al igual que los colores del día, reemplazado por un viento helado que erizaba la piel de Nick.
Según Luke, estos desiertos eran la ruta perfecta para esconderse durante su viaje, pues las altas estructuras rocosas podrían cubrir la forma del Explorador, lo que les permitiría reservar energía para emergencias. En otras circunstancias, Nick le habría dado la razón, pues era un razonamiento coherente y dichas estructuras eran tan altas como un edificio de la Tierra, por lo que eran perfectas para esconder su transporte.
Por desgracia, esta no era su situación actual.
Los habían encontrado y delante de ellos se encontraban dos de las peores personas que podían hacerlo.
La piel celeste de su perseguidora parecía congeniar perfectamente con el aura azulada de esta noche fría, su largo cabello de una tonalidad más oscura ondeaba detrás de sí, moviéndose al ritmo marcado por el viento. Y en su hombro, su compañera de piel azulada reposaba tranquilamente, dirigiendo una mirada penetrante hacia ellos.
"Elena Xadir", como Luke la había llamado una vez, los había encontrado y ahora se interponía en su camino junto a su compañera, Yamui Aquos.
Delante de sus enemigas, Nick y Leónidas lideraban al grupo, teniendo a Ángel y al resto de peleadores cubriéndoles las espaldas.
Luke se encontraba detrás, armado con su propia lanza trucada y su escudo, mientras Irin esperaba instrucciones en la seguridad que podía ofrecerle el Explorador.
Tanto Nick como Leónidas mentirían si dijeran que no se encontraban nerviosos. La mano del pelinegro sostenía con fuerza la empuñadura de Colmillo, asegurado firmemente en su cinturón, listo para repeler cualquier ataque que la neathiana pudiera intentar en caso de llegar a un combate mano a mano.
Dudaba de su capacidad para vencer a alguien como Elena en combate, así que solo podía esperar que tener a Luke y Alys a su lado hiciera la diferencia.
–Terrícolas, traidores –. Saludó la neathiana dando un paso al frente.
Los cañones del Explorador se encontraban activos, cuatro grandes boquillas de metal asomándose desde la parte superior del tanque y sus costados, apuntando directamente a sus enemigas como una medida preventiva.
Luke lo había preparado con antelación, pensando en cualquier eventualidad que pudiera surgir.
–Por favor, señores. Preferiríamos no recurrir a la violencia –. Pidió Yamui con cortesía.
–Permítenos dudar, especialmente después de todo lo que han hecho –. Respondió Leónidas cortante.
La mirada de la neathiana flaqueó de pronto, desviándose de sus objetivos para enfocarse brevemente en un costado, antes de regresar al verdadero enfoque de su atención.
–Lo que pasó en su planeta y en el coliseo no debía ocurrir. No era parte del plan y el príncipe lo lamenta profundamente.
Ante su réplica, Nick no pudo evitar soltar una risa seca.
–¿Lo lamenta? Mató personas inocentes, personas que no tenían nada que ver en esta guerra. La gente como él no se arrepiente de sus actos, solo los llevan más allá.
–Quizá tengan razón, pero el príncipe no es como los sujetos que han enfrentado antes. Nos envió con una propuesta muy generosa.
–¿Y de que se trata? –. Preguntó Alys con escepticismo.
–Entréguense ahora mismo y ninguno saldrá herido. Háganlo y serán enviados a una celda sin recibir daño alguno –. Ofreció Yamui esta vez.
–¿Es broma? ¿En serio pretenden que nos rindamos después de todo el mal que han hecho? –. Dijo Julie con incredulidad.
La peliplata trató de acercarse un poco más, claramente molesta por el pobre ofrecimiento que les estaban haciendo sus perseguidoras.
Tuvo que ser detenida por Nick en pleno avance, para evitar que cometiera una locura.
–Como dije: el príncipe lo lamenta profundamente. No tenemos excusa para todo lo que ha ocurrido. Temo que perdimos el control de la situación momentáneamente.
–No sabía que matar gente inocente y torturar a sus prisioneros era solo una "pérdida de control" –. Respondió Gorem por su compañera.
–Se cometieron errores, terrícolas, errores que nos perseguirán por mucho tiempo.
–Ese no es un consuelo para los muertos, Yamui.
El tono severo de Hysani calló cualquier réplica que la Bakugan Aquos pudiera realizar.
Faltas de una respuesta, ambas perseguidoras bajaron la mirada.
Tal vez era cosa de perspectiva, de la distancia o el frío inclemente de este desierto por la noche, pero ambas guerreras parecían mostrar una emoción que ninguno frecuentemente en los ojos de un monstruo.
Arrepentimiento.
–¿Será posible que digan la verdad, Nick?
–Lo dudo mucho –. Opinó Vladitor con tono seco.
–Sea como sea, siguen siendo nuestras enemigas. No vamos a dar nada por sentado.
Antes de que cualquier otro tuviera la oportunidad de hablar nuevamente, Luke dio un paso adelante, posándose a un lado de Nick con su lanza trucada en una mano y su escudo en la otra.
–Antes de comenzar con esto, quiero saber algo.
Ambas guerreras miraron al gundaliano confundido, esperando expectantes cualquiera que fuera la pregunta que tuviera que hacerles.
–¿Cómo nos encontraron? Elegimos esta ruta porque debía ser el escondite perfecto, ni siquiera los satélites pueden ver a través de los cuerpos rocosos del desierto de Azgârn.
–En otras circunstancias, su plan habría funcionado. No obstante, el Príncipe Freidr tiene… habilidades… que le permiten ver lo que otros no.
Una vez más, la mano de Nick apretó con dureza el mango de Colmillo. Nervioso, solo podía hacerse preguntas que pasaban por su cabeza a gran velocidad, esperando darle sentido a alguna de ellas. ¿A qué se refería? ¿Qué clase de habilidades eran esas? ¿Qué cosa era Freidr?
–Eso no tiene sentido –. Respondió Ángel incrédula.
–Para ustedes, no. Aún hay mucho que desconocen –. Dijo Yamui –. Pero el príncipe tiene respuestas. Si aceptan venir con nosotros, prometo compartir todo lo que sabemos.
La mirada de la Bakugan recayó completamente en Nick y Leónidas, ignorando completamente a quien había dado una respuesta a sus afirmaciones.
Esta vez, fue la peleadora quien retomó el discurso.
–Yo también he tenido esas pesadillas, Nick.
–¿A qué te refieres?
–¿Crees que son los únicos a los que esa cosa los tortura por las noches? Yo también lo he visto, devastando todo lo que amamos.
–La gente como ustedes no tiene nada que amar –. Respondió Leónidas con oscuridad en su voz.
–No creas conocernos, Leónidas. Todos tenemos algo que nos importa lo suficiente como para arriesgar nuestras vidas –. Dijo Yamui al dragón.
–Tranquilos, no tiene sentido alterarnos –. Calmó Elena a los Bakugan antes de continuar –. Nick, yo también lo he visto, el desierto de cenizas, el cielo ennegrecido, los cadáveres moviéndose, las voces en nuestras mentes. Créeme, yo sé lo que se siente.
Antes de continuar, la mano de la neathiana se elevó al nivel de su cuello, donde una pequeña cadena oscura sostenía algo que colgaba y se perdía en el interior de su escote, protegido por dos capaces de tela lanuda negra.
Una pequeña piedra celeste emergió ante los ojos de los Peleadores, que veían con impacto como este objeto emitía un intenso resplandor constante. En medio de esta noche, incluso la escasa luz de la luna oculta palidecía en comparación del brillo que exhibía una Piedra de la Evolución.
–Con el tiempo, hemos descubierto que estas cosas están ligadas a esa criatura de algún modo. Con ellas en nuestro poder, hemos sido capaces de sentir esas pesadillas de una forma más vívida, todo se siente más real.
–Creemos que son la clave para entender a esa criatura y usar un poder más grande en su contra.
–¿Y cómo sabemos que su teoría tiene fundamento? –. Cuestionó Nick con cautela.
La verdad era que se sentían tentados, tanto Nick como Leónidas. Estaba más que claro que estos sujetos sabían mucho más que ellos sobre su situación y podrían ser su mejor oportunidad de darle un sentido a todo lo que estaban viendo.
–Les podemos dar todos los detalles que necesiten. Lo único que tienen que hacer es venir con nosotras –. Respondió Elena ofreciendo su mano.
Las miradas de todos sus amigos presentes recayeron completamente en ellos, algunos preguntándose cuál sería su respuesta y otros el porqué no habían rechazado tal ofrecimiento antes.
Sería estúpido negarse la oportunidad de adquirir este anhelado conocimiento, de empezar a resolver los misterios que yacían en sus peores pesadillas y temores.
No obstante, sería aún más estúpido entregarse a unos monstruos de buena manera. La invasión gundaliana en la Tierra les había demostrado que sus enemigos eran peligrosos, que usarían cualquier medio que necesitaran con tal de garantizar el éxito de su misión.
No volverían a caer en eso, no como lo habían hecho sus amigos con anterioridad.
–Supongo que ya conoces nuestra respuesta.
Un deje de pena tomó forma en los ojos de la peleadora enemiga, que dejó caer su mano con aparente pesar antes de responder.
–Estás poniendo en peligro a tus amigos.
–No más que el que ya corren contigo y tu gente.
De forma casi instintiva, todos los peleadores mostraron sus cartas de inicio entre sus dedos.
–De todo corazón, terrestres, espero que puedan perdonarnos por esto.
Con la arena del desierto como su principal testigo, múltiples resplandores de diferente tonalidad destellaron en el ojo del campo, abriendo lo que sería un gran escenario para un encuentro entre titanes.
Campo: Abierto.
–Luke, lleva a las chicas de regreso al Explorador. Nosotros nos encargaremos de esto.
–¡Ni lo sueñes, Leónidas! ¡No pueden hacer esto solos!
–Muchachos, Julie tiene razón. No podemos darnos el lujo de correr riesgos innecesarios –. Argumentó Hysani.
–Nos necesitan para ganar, Leo –. Concordó Gorem con el Bakugan Pyrus.
Ambos compañeros se miraron esta vez. Normalmente, estaban de acuerdo en todo a la hora de luchar, se sincronizaban como nadie cuando llegaba la hora de entrar a la arena, pero no pudieron coincidir en esta ocasión.
–Me duele reconocerlo, pero tienen razón, Leo.
–Nick, tú viste lo que nos hizo Baltasar en la Tierra cuando luchamos juntos. No podemos arriesgar nadie más.
–Tampoco me agrada, Leónidas, pero tienen razón. Sabemos lo fuertes que son los hombres de Freidr y más con una de esas Piedras de la Evolución en su poder. Ya los enfrentamos dos veces y dos veces perdimos.
Ante su lógica, Leónidas no tuvo nada que objetar. Sabía que era cierto, no tenían forma de vencer por su cuenta. Ya lo había dicho Vladitor y tenían que aceptarlo, quizás nunca ganarían por poder, pero podrían hacerlo por números.
Al ver la duda en su pareja, Ángel se acercó, pegando su pequeña mano a la del Bakugan más fuerte de su grupo, antes de dirigirse a él con un semblante tranquilo.
–Te ayudaremos, Leo. No vamos a dejarte.
–Cielo, yo…
–Estamos aquí para ti. No importa lo que pase, somos familia y no luchamos solos –. Declaró la vestroiana con firmeza –. Sus batallas también son las nuestras y no vamos a dejar a ninguno.
Aunque no lo demostró de forma abierta, Nick podía sentir el temor creciente de su compañero. Entendía por qué no se sentía a gusto con la idea de luchar junto a sus amigos nuevamente, en especial después de dos derrotas seguidas, pero no tenían más opciones.
Debían arriesgarse para evitar la derrota.
–Tú das las órdenes, Nick. Solo dinos lo que necesitas y lo tendrás –. Dijo Alys al pelinegro.
–¿Están seguros? –. Preguntó el peleador.
–¡Por supuesto, tigre! ¡Te seguimos!
Nunca había tomado el mando en una batalla de este calibre, se había acostumbrado a seguir a alguien más, desde Dan y Drago hasta el comandante en Nueva Vestroia. No obstante, tal vez debería acostumbrarse a eso, al fin y al cabo, mucha gente esperaría eso de él; asumiendo que lograrían salir de este problema.
–¿Tú qué dices, Leo?
–Supongo que no tenemos elección –. Dijo el Bakugan con un suspiro.
–Entonces, pelearemos con todo lo que podamos –. Asintió Nick antes de ver a las chicas y sus compañeros –. Luchen con todo lo que tengan, nos adaptaremos conforme veamos las habilidades de Yamui. ¿Entendido?
–¡Entendido!
Sin dar más lugar a dudas, los tres peleadores regresaron su atención al campo de batalla mientras Luke volvía al Explorador por orden de Nick y Leónidas, listo para preparar un escape en caso de que la victoria resultara imposible de alcanzar.
–Comencemos entonces, terrestres.
Seguido de la declaración de la peleadora, Yamui asumió su forma de esfera completa, flotando delante de su compañera para ser tomada por la misma con delicadeza.
–¡Bakugan, pelea!
La llamativa esfera azulada voló por las arenas del campo, cayendo en el medio del espacio existente entre Elena y los Peleadores.
Al abrirse, un poderoso destello celeste bañó los alrededores, consumiendo la tonalidad apagada de la noche joven para dar pie a la guerrera que ahora los desafiaba.
–¡Bakugan, surge!
Ante los ojos asombrados de los Peleadores, una ninfa de agua se alzó en el campo de batalla. Su forma era humanoide, pero su piel era de la misma tonalidad que el agua azulada del océano. Su vestimenta consistía principalmente en algas y diversas plantas de mar, acompañadas por diversos pinchos rojizos sobresaliendo en los bordes y bajando hasta llegar a sus botas con tacón. No obstante, esa solo era la primera capa de ropa, aquella que ocultaban un par de brazales y grebas hechas de lo que parecía ser una especie de hueso húmedo, al igual que el peto que cubría su torso, el mismo material del que estaban hechas las conchas de mar.
En su mayoría, la Bakugan enemiga estaba cubierta por lo que debía ser una armadura ligera hecha completamente de materiales marinos, pero su piel expuesta en los brazos, el pecho y parte de las piernas presentaba una peculiaridad: una serie de pequeños cristales brillantes incrustados en su piel azulada, cristales que se asomaba desde su amplio busto hasta llegar a sus brazos, perdiéndose bajo sus brazales.
Su cabeza por otro lado, se encontraba cubierta por una larga cabellera azul más oscura, que cubría parte de su rostro, pero que igual les daba una imagen visible del mismo debajo de una tiara afilada hecha del mismo material que su armadura. Sus ojos eran amarillos y carecían de pupilas que mostrara emoción alguna, al igual que carecía de nariz o una boca visible, en lugar de todo eso; solo se podían ver una serie de líneas que comenzaban en la mandíbula de la ninfa y cuyos extremos se juntaban en el punto medio de boca y nariz.
Yamui: 3000.
–Parece que es tan fuerte como Baltasar –. Comentó Gorem.
–Es factible asumir que todos sus hombres tienen el mismo nivel de poder –. Dijo Ángel mirando a su oponente.
–A mí me inquieta más el hecho de que no lanzó una carta portal antes de iniciar –. Dijo Hysani con sospecha.
–Normalmente, me gustaría hacer esto con cautela, pero no podemos arriesgarnos a recibir un golpe de Yamui. Ya saben cómo proceder cuando comencemos.
–Descuida, tigre. No le daremos ni un respiro.
–¡Bakugan, pelea!
Todos los peleadores tiraron a sus compañeros al mismo tiempo, recitando al unísono las frases que darían lugar a los colosos destinados a librar este encuentro.
–¡Bakugan, surge!
Leónidas dirigió el ataque, posándose al frente de todos los demás, agitando sus alas al igual que Ángel para llegar más rápido hacia su contrincante. Wolf y Gorem, por otro lado, se encontraban detrás, corriendo tan rápido como les fue posible para ponerse al nivel de Leo y Ángel.
Tanto el Bakugan Subterra como la Bakugan alada ya se encontraban con sus armamentos listos para combatir. Ninguno de los dos pensaba escatimar esfuerzos para ganar este combate.
Sin embargo, a pesar de su grandeza, el objeto de mayor interés por parte de Nick se encontraba más atrás de sus compañeros.
Emergiendo del interior de un aro de fuego, un imponente guerrero samurái se mostró ante los ojos expectantes del pelinegro. Poseía una armadura roja y negra, con distintas placas del color de su atributo sobreponiéndose una sobre otra, junto con gruesos lazos dorados sujetando las partes más duras de su atuendo. Debajo de las placas, una capa de cuero negro era visible, sirviendo como una protección extra para el guerrero.
Hysani era grande, casi del mismo tamaño y complexión que Leónidas, pero su rasgo más visible no era su imponencia o lo llamativo de los colores en su armadura, sino su casco. A diferencia del resto de su atuendo, ese no parecía el de un samurái, todo lo contrario, Hysani portaba una especie de máscara oni.
Los grandes colmillos que sobresalían de la boca de la máscara eran intimidantes, se pegaban a la barbilla como si fueran de un dientes de sable. El espacio de los ojos era tan negro como un abismo, sobresaliendo de sus centros un punto dorado por cada cuenca de la máscara. En la frente, Hysani presumía cinco cuernos llamativos en hilera horizontal, dos grandes y curvados en el borde, rodeando tres más pequeños que se encontraban en el punto más alto de la máscara. Además, en lugar de cabello, mostraba una gran flama crepitando sobre su cabeza, rodeando parcialmente su máscara e iluminando la oscuridad de la noche.
–¡Surge, Hysani Pyrus!
Peleadores: 4300.
Tenían la ventaja y tenían que aprovecharla.
–¡ATAQUEN!
Los cinco Bakugan arremetieron sin piedad contra su enemiga. A primera vista, Yamui parecía ser una guerrera ágil, pero ni siquiera eso pudo superar la velocidad con la que Leónidas y los otros comenzaron la batalla.
El gran dragón oscuro fue el primero en acercarse, ocultando a Yamui debajo de su enorme figura, abriendo las alas y cargando un gancho destinado a impactar en la cabeza de la Bakugan.
No obstante, a pesar de que su enemiga apenas le llegaba a la base del cuello, su fuerza resultó notable, pues no demoró en atrapar el golpe de Leónidas antes de que éste impactara en su rostro. El choque de ambas fuerzas resultó en una colisión que agitó las arenas del desierto, moviéndola lejos de la batalla.
Los pies de la Bakugan retrocedieron ligeramente, obligando a la misma a enterrar con firmeza la parte delantera de sus extremidades en el suelo para no caer sobre su espalda.
–¡Prepárense, chicos! –. Ordenó Nick mientras mostraba sus primeras cartas –. Doble poder activado: ¡Alma Oscura + Licantropía!
Repentinamente, el cuerpo de Leónidas se volvió intangible, lo que provocó que las manos de Yamui se perdieran en el interior de su carne escamosa, dejando confundida a la guerrera.
El momento no tardó en ser aprovechado por Ángel y Wolf, que atravesaron el cuerpo de su líder con los puños en alto.
Antes de que Yamui pudiera decir o hacer algo, la Bakugan terminó experimentando la fuerza combinada de madre e hijo en un movimiento veloz, que alcanzó su cabeza en forma de un puñetazo doble.
El ágil cuerpo de la gundaliana retrocedió aturdida, sosteniéndose la barbilla y sus mejillas magulladas por la fuerza del golpe. No obstante, ninguno de los terrícolas le dio tiempo para recomponerse.
Ángel fue la siguiente en atacar, conectando un gancho derecho en el rostro aturdido de su enemiga para, acto seguido, elevar su rodilla de un salto hasta la altura de su rostro.
Sin embargo, esta vez, Yamui estaba lista y no demoró en atrapar la rodilla de la vestroiana antes de que alcanzara su objetivo.
–¡Wolf, no la dejes defenderse! –. Ordenó Leónidas a la Trampa Bakugan.
Siguiendo la orden de su harisca figura paterna, el ahora hombre lobo se abalanzó sobre su contrincante por debajo, moviéndose como su forma animal indicaba antes de levantar su mano para atacar el estómago semiexpuesto de Yamui.
Como esperaban, la gundaliana vio venir el ataque y no demoró en poner su mano libre en medio para detenerlo, siendo ese el momento en que sintió una serie de garras penetrar su carne.
El sorpresivo dolor fue tal, que la gundaliana no pudo detener el ataque por mucho tiempo, sintiendo como el ataque de Wolf, cubierto con su propia mano, colisionaba contra su estómago.
Si Yamui pensó en emitir algún sonido que expresara su dolor, esto se vio inmediatamente interrumpido cuando Ángel maniobró en pleno aire alzando su pierna libre para conectar una patada en un costado de su cabeza.
Tan fuerte resultó ser el ataque, que el cuerpo de la gundaliana terminó por alejarse unos metros.
–Julie, es su turno. ¡Inmovilícenla!
–Lo que tú digas, tigre –. Respondió la peliplata tratando de levantar su primera carta poder.
No obstante, Elena logró interrumpirla antes de que pudiera seguir el plan de Nick.
–¡No, no lo harán! –. Exclamó la neathiana molesta –. Poder de fusión activado: ¡Augurio Estrella!
Antes de que cualquiera de los Bakugan pudiera hacer algo contra la gundaliana, ésta se elevó sobre el campo de batalla, envuelta en un capullo de energía celeste que hacía brillar la noche con la intensidad de su luz.
Ante ojos impactados, una serie de poderosos rayos del mismo color del capullo salió expedida del cuerpo de la Bakugan, precipitándose sobre las arenas del desierto como una lluvia salvaje, que convirtió la arena del campo en cenizas.
Numerosas explosiones del mismo color de Yamui se divisaron desde la distancia, dejando a su paso el rastro del fuego y la destrucción que devastó la arena de combate.
Yamui: 4000.
–¡Cuidado!
Leónidas fue el primero en correr de regreso hacia los peleadores, extendiendo sus grandes alas para protegerlos de las numerosas ondas expansivas que se acercaron hacia ellos.
–¡Julie!
–Poder de armamento activado: ¡Escudo de Tierra!
Retrayendo los taladros que cubrían sus manos, Gorem se apresuró en tomar el mango de las mazas en su espalda, azotándolas rápidamente contra el suelo al mismo tiempo que brillaban con una intensa luz anaranjada.
Con un veloz movimiento, la cara más dura de ambas armas levantó el suelo de la arena, recogiendo la arena y las rocas devastadas por Yamui en pleno aire.
–¡Reagrúpense ahora! –. Ordenó Leónidas.
Siguiendo las instrucciones de su líder, todos los Bakugan se acercaron a Gorem, resguardándose detrás del gran golem de tierra y su recién forjado escudo compuesto completamente por tierra y rocas, pero con el suficiente tamaño como para resguardar temporalmente a sus amigos.
–¡Sigue atacando, Yamui! ¡Destroza su escudo!
–¡Terminaré con esto!
Los gritos de la ninfa se manifestaron con furia audible incluso desde el cielo, su fuego caía como estrellas venidas desde el espacio y hacían arder la tierra con el rugido de decenas de explosiones que abrumaban el campo.
Pero Gorem no retrocedió, a pesar de la abismal diferencia de poder, el gran golem se mantenía firme con sus pies enterrados en el suelo y su hombro empujando el gran escudo de roca que había formado en unos pocos segundos.
El vestroiano podía resistir, eso tanto Nick como Leónidas lo tenían claro. No obstante, no podían decir lo mismo de su escudo, el muro de rocas comenzaba a resquebrajarse desde el exterior. Numerosos agujeros comenzaban a formarse desde el otro lado, dando acceso a la luz de la energía que trataba de penetrar la defensa del Bakugan Subterra.
–¡El muro no durará mucho más! –. Avisó Gorem.
–¡Resiste, amigo! ¡Tú puedes!
Estaban en problemas, a pesar de su inferioridad numérica, Yamui demostraba ser letal con el uso de sus poderes.
Tenían que encontrar el modo de salir de esto, pero estaban atrapados. La única forma de detener esta tormenta era detener a aquella que la había provocado en primer lugar.
Gorem baja 300.
Peleadores: 4000.
–¡Julie, Gorem, prepárense para lanzar ese escudo! –. Ordenó Nick a sus amigos.
–¡Hysani, tú y yo derribaremos a esa maldita! –. Llamó Leónidas a su nuevo camarada.
Si alguno de los chicos tuvo dudas sobre el plan de sus amigos, evitaron expresarlas en voz alta. En la situación en las que se encontraban, solo una respuesta podía ser aceptada.
–¡Entendido!
Sin nada más que decir, Nick levantó dos cartas entre sus dedos, que brillaron con un intenso resplandor amatista sobre la cabeza del pelinegro.
–Doble poder activado: ¡Aullido Nocturno + Manada de Lobos!
Posándose más atrás del resto de sus compañeros, Wolf creó a sus propios clones fuera de los campos de fuego que Yamui había creado, tomando posición delante del pequeño grupo y retirando la placa que cubría su hocico.
–¡Hazlo, amigo!
Con gran intensidad, toda la manada aulló al mismo tiempo, creando una onda supersónica que se precipitó hasta el cielo, agitando arena, rocas y ceniza por igual en una tormenta que alteró el curso del movimiento de los alrededores.
Yamui, cegada por la luz de su poder, no se percató del ataque enemigo hasta que éste alcanzó sus oídos.
Un grito estridente se escuchó desde las alturas, bañando la ennegrecida arena de combate con su tono agudo, mientras su emisora se retorcía en los cielos con las manos en los oídos.
–¡Es el momento, Gorem!
Siguiendo la instrucción de su peleadora, el guerrero acorazado juntó las palmas de sus grandes manos, amoldando la tierra de su muro hasta dar con la forma de una gran esfera compuesta por roca y arena.
–¡Derríbala!
Con un grito de batalla, Gorem tomó impulso antes de arrojar la enorme masa de tierra y polvo hacia Yamile, cuya silueta se encogía por la imponente forma del objeto que volaba hacia ella.
–Elena –. Llamó la Bakugan a su compañera.
–Poder activado: ¡Azul Furioso!
Yamui sube 500.
Yamui: 4500.
Un aura de poder Aquos brotó del cuerpo de la ninfa, bañando la totalidad de su forma y dándole el poder suficiente para recomponerse del ataque de Wolf y prepararse para el que se encontraba en camino.
Sin embargo, para sorpresa de Gorem, la gundaliana no se movió de su posición en un intento de esquivar el ataque, sino que se mantuvo estática y con un puño listo al costado de su cabeza.
–¿Piensa destruir los restos del muro? –. Cuestionó Alys con incredulidad.
–Sí, y la dejaremos hacerlo –. Asintió Nick.
–¿Están seguros?
La única respuesta que recibió la pelinegra fue un nuevo asentimiento por parte del Peleador Darkus.
–Todo va de acuerdo al plan –. Dijo Vladitor.
En los cielos, Yamui vio con claridad como los restos del muro de Gorem finalmente se posaban frente a ella, dándole la oportunidad de responder el ataque con un movimiento propio.
Un golpe directo al centro de la gran roca, uno con la suficiente fuerza como para agrietar el granito hasta su núcleo.
La roca se partió en pedazos, hecha añicos por la fuerza del contraataque recibido por parte de la gundaliana. No obstante, a pesar del éxito recibido en el movimiento de la Bakugan, una gran nube de arena y ceniza se liberó de los restos del muro, obstaculizando la visión de Yamui al verse envuelta por el polvo.
–Está ciega, Nick –. Declaró Julie con emoción.
–Es nuestro turno, Alys.
–¡Sin cuartel!
Dos cartas se elevaron sobre las cabezas de los peleadores, destellando con un intenso color rojizo en la mano de la neathiana y otro de color amatista en la carta del humano.
–Poder activado: ¡Furia del Rey!
–Poder activado: ¡Filo Demoníaco!
Dos empuñaduras de un par de sables katana emergieron del pecho de Hysani, asomándose y revelando las hojas de ambas armas envueltas en una lo que pareció ser sangre hirviendo, pues las gotas que cayeron al suelo se hundieron en la arena mientras emitían una delgada humareda.
Con gran habilidad y sin temor a lastimarse, el demonio samurái sujetó los mangos de sus espadas y las sacó con agresividad de su pecho, girándolas hasta que ambas hojas apuntaron a Yamui, hojas bañadas en sangre que no tardaron en encenderse entre brillantes llamas rojizas.
Leónidas aumenta 500.
Hysani sube a 1100.
Peleadores: 4700.
–¡Ataquen!
Envuelto en la energía de su atributo, Leónidas se abalanzó sobre Yamui con Hysani siguiéndolo de cerca.
La distracción de Julie y Gorem no duró mucho, el polvo se disipó rápidamente, devolviéndole la vista del campo a Yamui, pero no lo suficiente como para detener el avance de los Bakugan aliados.
Leónidas fue el primero en atacar, tacleando a Yamui con dureza en pleno aire. Otro Bakugan habría salido expedido de su posición, pero Yamui logró resistir increíblemente bien el ataque del dragón oscuro, forcejeando brevemente con él en un intenso choque de poderes.
No obstante, el encuentro no tardaría mucho en ser interrumpido por la intervención de Hysani, que apareció a un costado de Yamui con sus espadas del lado opuesto a aquel en el que se encontraban los Bakugan, tomando impulso para realizar un corte profundo en el cuerpo de su oponente.
No obstante, la guerrera Aquos sería más rápida, alejando su brazo más cercano de Leónidas para bloquear el ataque de Hysani. Sorprendentemente, las hojas del Bakugan Pyrus consiguieron agrietar la coraza que envolvía el brazo de la gundaliana, provocando un jadeo entre sus enemigas.
Estaban consternadas. Esta era su oportunidad.
–¡Hazlo, Nick! ¡Acabala! –. Rugió Leo a su compañero.
–Poder de fusión activado: ¡Hijo de Anubis!
Una llamarada oscura estalló desde el interior de Leónidas, manifestándose en el campo al envolver el cuerpo del Bakugan hasta bañarlo completamente con la energía oscura de su atributo.
Leónidas asciende a 3000.
Peleadores: 5700.
Liberando un atronador rugido que agitó sus fauces, Leónidas tomó la delantera nuevamente, elevándose con el movimiento de sus grandes alas para conectar una poderosa patada que arrojó lejos el cuerpo de Yamui.
El gran dragón acorazado no demoró en seguir a la Bakugan, desplazándose a gran velocidad con sus grandes alas hasta alcanzar a Yamui, que aún no se recomponía de la dureza del golpe, lo que le dio al Bakugan Darkus la oportunidad de azotar su codo y su rodilla en el estómago y la espalda de la gundaliana respectivamente.
En respuesta, la adolorida Yamui no pudo hacer nada más que retorcerse con quejidos insonoros por la fuerza depositada en cada ataque.
–¡Yamui!
Las manos del gran dragón se posaron en las piernas de la ninfa, estrechándolas con la suficiente fuerza como para detener su trayectoria en pleno aire y realizar un desvío hacia una de las deterioradas estructuras rocosas más cercanas al campo de batalla.
Con una gran violencia pululando en cada uno de sus movimientos, Leónidas usó su brazo libre para envolver a Yamui y evitar cualquier rastro de escape, girando en sobre sí mismo en su propio eje hasta que ambos cuerpos se estrellaron contra la roca en medio del camino.
Salió polvo del choque, pero no tardó mucho en verse disipado por el movimiento de las alas del Bakugan Darkus, que emergió encima de Yamui con una ola de golpes cayendo sobre el cuerpo de la Bakugan, cuyos delgados brazos apenas pudieron bloquear los puñetazos del dragón.
–¡Es hora de terminar, chicos!
Alys y Hysani asintieron ante las palabras del Peleador Darkus, entendiendo lo que quería hacer cuando éste miró brevemente a su compañero y luego a la amplitud del cielo nocturno.
–¡Lánzala, Leónidas! ¡Tienes la fuerza para hacerlo!
Sujetando los brazos con los que su enemiga se estaba cubriendo de sus ataques, el dragón oscuro abrió la guardia de la Bakugan sin contemplaciones, dejándola vulnerable para ataques aún más devastadores que los que había bloqueado antes.
Sin embargo, Leónidas mismo podía sentir la desesperación de su compañero y las peleadoras por terminar esta ronda, así que no se desvió del propósito de estos movimientos y optó por seguir el plan de Nick. Era el mejor curso de acción igualmente.
El delgado cuerpo de Yamui se alzó sobre el suelo, tirado con dureza por Leónidas, el cual giró brevemente sobre su propio eje a modo de impulso para arrojar a la gundaliana tan alto como le fue posible.
–¡Ahora, Alys! –. Indicó Julie a su amiga.
–Poder activado: ¡Sangre Ígnea!
Viendo a su enemiga volar por los aires, el samurái envainó una de sus espadas en su pecho, en el cual enterró su mano para extraer una muestra de su propia sangre, sangre tan ardiente como la lava de un volcán que escurrió ligeramente de entre los dedos afilados del guerrero.
–¡Fuego!
La mano del Bakugan Pyrus se posó a la altura de la cabeza, tomando impulso con la altura de su movimiento antes de lanzar su ataque con un movimiento agresivo de su brazo.
La bola de sangre en llamas destelló al abandonar la mano de su creador, consumiendo con su luz ardiente la oscuridad que amenazaba con ocultar el rostro enmascarado del guerrero de fuego.
El poderoso ataque recorrió la distancia que existía entre su Bakugan y la ninfa en el aire, adquiriendo un mayor tamaño con el pasar de los segundos, ardiendo con mucha más fuerza que al inicio y asumiendo una forma semejante a la de una estrella.
Incluso estando a mitad de camino, los colores fríos del cuerpo de Yamui comenzaron a iluminarse ante el fenómeno lumínico que desprendía la bola de sangre y fuego que se acercaba a ella a gran velocidad.
–¡Es nuestro turno, humano!
–¡Hazlo, Nick!
–Poder activado: ¡Esfera del Silencio! –. Exclamó Nick con una carta en su mano.
Leónidas y Hysani aumentan 800 puntos.
Peleadores: 6500.
Juntando las palmas de sus manos, una intensa esfera de colores oscuros se formó en las manos de Leónidas, compuesta completamente por la gran energía del Bakugan.
Con un rugido potente, el dragón oscuro puso sus manos a un lado de su cadera, preparando de forma fugaz el ataque antes de lanzarlo al mismo tiempo que la sangre ardiente de Hysani volaba por los aires helados del desierto.
Rojo y morado fueron los colores predominantes en el cielo, acompañados por una suave tonalidad de dorado y negro, mezclándose en un solo fenómeno de atributos sumamente diferentes, pero lo suficientemente compatibles como para generar una poderosa bomba de energía en pleno aire; una bomba que consumió la silueta de Yamui en el aire.
Lo único que se vio desde la distancia fue la gran explosión de colores cálidos y oscuros pintando el cielo con el fuego de Pyrus y Darkus concentrado en un solo ataque y destinado a un solo punto, que se vio perdido entre las llamas y el humo.
–¿Lo logramos? –. Preguntó Julie al no poder divisar a Yamui.
A pesar de que el ataque había conectado de lleno, ni Nick ni Leónidas se atrevían a dar nada por sentado, pero sería lógico pensar que éste sería el final para su enemiga. Se habían coordinado perfectamente y sus ataques habían creado un daño incluso mayor al que los líderes de este equipo tenían previsto.
Yamui debería estar acabada.
–No, no lo creo –. Murmuró Hysani sin desviar los ojos de la humareda en el cielo.
Inmediatamente, todas las miradas se elevaron al cielo, donde la silueta de Yamui Aquos se revelaba con lentitud entre el humo, dejando ver la forma ilesa de la Bakugan enemiga, cuyos brazos se encontraban cubriendo la parte superior de su cuerpo y sus heridas se enfocaban principalmente en quemaduras que hacían arder su piel azulada.
Yamui baja a 4000.
–Sigue de pie –. Murmuró Alys asombrada.
–Supongo que mi teoría era cierta, es tan fuerte como Baltasar –. Asintió Ángel con desagrado.
Lentamente, la forma de la Bakugan Aquos comenzó a descender al nivel del suelo, evitando reaccionar ante sus heridas más severas para no mostrar ningún rastro de debilidad más allá de la respiración agitada de la ninfa.
–Nada mal, Leónidas. Definitivamente, eres todo lo que Baltasar dijo que eras. Me alegra ver que eres fuerte –. Reconoció Yamui con tono respetuoso.
Seguido de su declaración, la mano de la guerrera se elevó hasta su hombro, donde presionó una pequeña ascua oscura que sobresalía de su escaso ropaje, apagándola gracias a las propiedades de su naturaleza.
–¿Qué quieren decir? ¿Qué dijo ese maldito?
–Te reconoce, Leónidas. Dice que eres gran guerrero y que es una lástima que tú compañero sea indigno de ti –. Respondió Elena esta vez, dedicando una pequeña mirada a Nick.
El pelinegro bufó con molestia. No esperaba que Freidr o sus hombres lo trataran con respeto, pero estaba cansado de oír siempre lo mismo sobre cómo era débil o que Leónidas era demasiado para él.
Llevaba tolerando esas tonterías desde su batalla en la Tierra y estaba cansado.
–No tienen derecho a hablar de mi compañero.
–No lo haremos, ambas consideramos que su opinión sobre el terrícola es exagerada. De hecho, nos parece sorprendente hasta donde ha llegado un humano.
Molesto por la forma en que minimizaban a Nick, el dragón oscuro gruñó con aires intimidantes, mostrando sus colmillos y extendí sus alas en un acto instintivo.
–Cállense y peleen, basuras.
–Leónidas, eres fuerte y tienes espíritu de líder. Solo por eso les daremos una oportunidad –. Ofreció Yamui con cortesía.
–¿Para qué?
–Para entregarse y volver al castillo en paz.
Una risa seca se escapó por parte del Bakugan Darkus, que miró fulminante a su enemiga, manteniendo sus orbes inyectados en sangre sobre ella.
–¿De verdad piensas que nos rendiremos tan fácilmente? –. Dijo Leo con incredulidad.
–Ustedes dos lo harán. Se los garantizo.
–¿Dos?
Ambas compañeras se miraron de forma breve, compartiendo lo que pareció ser una mirada cómplice antes de que la neathiana asintiera a su amiga en confirmación a lo que parecía ser una pregunta.
–Vladitor también está escuchando, ¿no es cierto?
–Tenemos la esperanza de que ambos recapaciten y se rindan, aún hay mucho que discutir –. Dijo Elena por su compañera.
No tenía sentido esconder esto más, ambas perseguidoras habían puesto las cartas sobre la mesa y no tenía sentido esconder lo que sus oponentes tenían claro.
Entendiendo eso, dos oscuras voces fueron las encargadas de responder a las palabras de la neathiana.
–Eso no va a pasar.
–Si no acceden a hacer esto por las buenas, los obligaremos.
En respuesta a su amenaza, las alas de Leónidas se abrieron, al igual que sus grandes brazos y garras, no para intimidar a Yamui, sino para estar listo para detener cualquier ataque.
–¿Y cómo pretenden hacer eso?
Frío fue el viento que recorrió el campo de batalla, fría fue la sensación de incomodidad que se elevó por la columna de Leónidas, un tumulto de sensaciones gélidas que dejó paralizados a los líderes de los fugitivos en sus respectivos lugares, esperando cualquier ataque que pudiera provenir de sus perseguidoras.
Pero nada fue tan frío como la mirada de Yamui y Elena sobre ellos, ojos llenos de un penetrante estoicismo que mantuvo a todos los guerreros a raya.
En cierto modo, Nick ya podía sentir que habían despertado a una bestia que a duras penas se había mantenido dormida a lo largo de este encuentro.
Envuelta en un silencio sepulcral, las manos de Yamui se unieron de pronto, presionando con fuerza las yemas de sus dedos sobre los nudillos de la mano opuesta.
–Portal abierto: Mar de Cristal.
La tierra rugió, estremeciéndose con violencia en un frenético agite que movió la arena del desierto lejos de los pies de los gigantes junto con las rocas y brasas ardientes que ahora decoraban el campo de batalla.
–¿Qué está pasando? –. Preguntó Ángel confundida.
Lo que empezó como un temible temblor, poco a poco comenzó a transformarse en un intenso terremoto, con el poder suficiente para partir la tierra bajo sus pies, creando grandes cráteres en los que la arena comenzó a hundirse; siendo engullida por los precipicios que se abrieron en el suelo.
–¿Qué es esto? ¿Qué está haciendo? –. Preguntó Julie preocupada.
–¡No lo sé!
Repentinamente, un enorme cristal puntiagudo emergió de las arenas, penetrando el suelo del desierto como una aguja a una tela, asustando a las chicas al instante; las cuales saltaron de su lugar.
Acto seguido, numerosos cristales comenzaron a aparecer de la misma manera, destrozando el suelo y provocando que los restos del caos creado durante la batalla saltaran de sus lugares. Un valle de altos cristales azules comenzó a tomar forma en la improvisada arena de combate, pintando el terreno con un tonalidad brillante y viva.
Y en menos de un minuto, las arenas del desierto habían sido borradas del campo, desplazadas completamente por los numerosos cristales que ahora cubrían el suelo y obstaculizaban el paso de los Bakugan.
El cielo también había cambiado, la negrura brillante de la noche se había desvanecido, reemplazada por lo que parecía ser un flujo de energía Aquos que cubrió los cielos, uno que se movía en la forma de ondas a lo largo del espacio que alguna vez había sido el cielo de Gundalia.
Las nubes, las estrellas y la luna habían desaparecido, para dar pie a un río de energía azul que emulaba el movimiento de una corriente de agua.
Y en la cima de todo, en el cristal más grande y algo de todos los que conformaban esta nueva arena de combate, se encontraba Yamui Aquos, carente de cualquiera de las heridas que habían logrado provocarle anteriormente.
Yamui: 5000.
–¿Qué pasó? ¿Qué es este lugar? –. Preguntó Gorem confundido.
–Este es el verdadero poder de Yamui.
A los pies de la Bakugan enemiga, Elena Xadir reposaba con un pie en la orilla del cristal, mirándolos desde arriba con interés.
–¿Qué es todo esto? ¿Cómo es posible? –. Cuestionó Hysani posando una de sus manos en uno de los cristales.
El material vidrioso reaccionó ante el toque del samurái, diluyendo la capa superficial de su estructura para revelar el perfecto reflejo del Bakugan Pyrus.
–No debería serlo, nada de esto tiene sentido.
–Eso es lo que ustedes creen, pero así luce la manifestación del poder real de un Bakugan –. Respondió Elena posando una mano en su cadera.
–¿Qué quieren decir? Hablen claro –. Exigió Ángel mientras posaba una mano en el pecho de Wolf, evitando que éste se atacara tan pronto.
Ninguna de sus perseguidoras respondió al instante, la mirada de Yamui se desvió momentáneamente hacia el horizonte, donde este cielo de aparente energía se unía a la tierra bañada en cristales.
–Los Bakugan con un nivel de poder lo suficientemente elevado tienen la capacidad de influir en pequeña escala sobre la realidad. Manipulamos el flujo dimensional que se forma durante las batallas y moldeamos el campo a nuestro gusto.
–Lo que vuelve a las cartas portal innecesarias –. Completó Nick por la ninfa.
–Así es.
Dejando a un lado su postura más relajada, la traidora neathiana reveló un nuevo dispositivo de la parte trasera de su cinturón multiusos, se trataba de un brazalete plateada, que cubría su muñeca y una parte del dorso de su mano izquierda. En el frente, el objeto contaba con un pequeño proyector circular, que emitía una luz azulada brillante y de la cual se formó la forma brillante de una carta.
No obstante, esta era diferente, pues su principal color era de una llamativa tonalidad celeste que rodeaba la gema de un color azul más furioso e intenso que la de una carta normal, color que se iluminó brevemente con la señal de la energía creciente de un poder.
Alarmado, Leónidas se dio la vuelta para dirigirse a sus amigos y compañeros.
–¡Prepárense todos!
–Poder de fusión activado: Reflejo Profundo.
La tierra, cubierta por una gruesa capa de cristales, chilló de manera estridente al sentir como un nuevo pilar surgía del suelo a espaldas de Leónidas.
–¡Leo! –. Llamó Ángel a su pareja.
Tanto el ángel como el lobo intentaron acercarse al dragón, pero nuevos cristales de gran tamaño emergieron de la tierra, posicionándose al lado del primero y fungiendo como una barrera que separó a Leónidas de los demás.
Al mismo tiempo, otras tres barreras idénticas se revelaron a los costados y el frente del Bakugan Darkus, que se vio a sí mismo encerrado bajo una cúpula piramidal hecha completamente por material cristalino.
–¡Leo, sal de ahí! –. Se escuchó la voz de Nick desde el exterior.
Pero la voz de su compañero se volvía tenue con cada segundo que pasaba, se perdía lentamente frente al muro de cristal que cegaba la vista del dragón.
–Tenemos que escapar de aquí, Leónidas. ¡Ya!
Con gran fuerza, el puño del Bakugan impactó contra uno de los pilares que lo tenían retenido. No obstante, el material vidrioso no cedió, ni siquiera mostró una pequeña grieta ante el golpe recibido.
–¿Qué es esto?
El interior de esta prisión era tan blanco como una nube, no dejaba ver nada en el mundo exterior, ni siquiera las creaciones de la misma Yamui. Solo era visible un brillante campo blanco, donde no era posible ver nada más que lo que su creadora debería permitir.
–No sabes cuánto lamento que tuviera que llegar a esto.
–¿Yamui? ¿Dónde estás? ¡Muéstrate! –. Rugió Leónidas con frustración.
–De verdad, lo siento. No sabes cuánto tiempo esperé para conocerte, Leónidas. Lo último que quería era que nuestra primera charla real tuviera que ser así.
–¡Basta de acertijos! ¡Quiero saber que está pasando!
–Espero que puedas perdonarme en cuanto esto termine.
–¡Habla claro, gundaliana!
Oscuro fue el tono con el que emitió su respuesta, oscura fue la ira que invadió su ser ante los enigmas que su contrincante seguía plantando en su mente y en la de sus amigos. Pero nada pudo igualar la negrura que consumió el blanco brillante de los muros, consumiendo la luz de este escenario en una vasta y profunda oscuridad.
–Solo por esta vez, no luches con tus demonios.
Dos flamas verdes danzaron en la oscuridad de los pilares, asomándose con aparente timidez, rodeadas por el marco circular de dos cuencas vacías reflejadas en el vidrio.
Un aliento helado se manifestó del otro lado del cristal, cubriendo brevemente la totalidad de estos muros y estremeciendo el cuerpo del dragón, que batalló con el temblor que amenazó con recorrerlo al sentir ese viento frío bañar este pequeño espacio.
En la penumbra que ofrecían las tenues llamas, solo fue visible una mandíbula delgada, huesuda y putrefacta, piel muerta colgando de los bordes cadavéricos de esta aterradora quijada, cuya mandíbula se separó ligeramente, para dejar salir la voz que perseguía al Bakugan en sus pesadillas.
–No temas, pequeño.
No, por favor.
Las manos del demonio se acercaron al cristal, posándose con delicadeza en el delgado muro que los separaba y dejando ver una piel casi tan negra como la noche, colgando de los huesos que conformaban los brazos de este monstruo.
Siguiendo el patrón de estas macabras extremidades, Leónidas pudo ver de manera tenue como múltiples rostros ennegrecidos se asomaban desde las sombras, emitiendo suaves lamentos y llanto mientras descendían a la eterna negrura de este infierno.
Mil rostros lo miraron entonces, emitiendo súplicas de ayuda a las que Leónidas ni siquiera pudo responder, pues él mismo se encontraba paralizado en su lugar.
–Solo por hoy, no huyas de tus demonios, Leónidas.
–Entrégate, hijo mío.
Trató de llamar a Vladitor, a Nick y cualquiera que fuera capaz de ofrecerle un poco de ayuda, de insuflarle un poco de la voluntad que requería para afrontar este momento. Pero no hubo respuesta alguna.
La voz de Nick se perdía entre los susurros de sus enemigos, la voz de Vladitor enmudecía ante el eco de los murmullos pronunciados en la penumbra, donde la única luz era el dragón de piel negra, que se fundía con el fondo que lo engullía como la noche a la luz del día.
–Así es como debe ser, Leónidas.
A sus costados, un par de enormes brazos escamosos apareció de manera repentina, tan blancos como la leche, y posándose brevemente encima del Bakugan antes de envolverlo en un mortal abrazo en el que las garras doradas de tres dedos sujetaron cada hombro del dragón acorazado.
Con desespero, el Bakugan Darkus se agitó, clavando sus propias garras en los brazos de su enemigo en un intento por liberarse, pero el misterioso enemigo no parecía reaccionar ante el dolor infligido en su piel lechosa, con marcas doradas recorriéndola hasta sus grandes manos.
Su agarre era fuerte, no parecía ceder ante nada.
–Solo por esta vez, acéptalos.
En medio de su arrebato, la mirada rojiza del dragón oscuro recayó una vez más en el lugar en el que debía encontrarse el demonio de sus pesadillas, pero ya no estaba ahí. No, la criatura se había desvanecido, dejando en su lugar un reflejo exacto de lo que Leónidas estaba viviendo.
Su cuerpo se estaba hundiendo en las sombras, sombras que lo cubrían como si del mar mismo se tratase, comenzando a abrazarlo con la misma facilidad con la que el agua cubría los cuerpos.
Pero lo más impactante no era eso. No, lo más impactante era el reflejo de su atacante, aquel al que pertenecían los brazos que lo estaban hundiendo en la penumbra.
Era él mismo, un nuevo Leónidas que emergía desde las sombras, pero era diferente de él. Este Leónidas no contaba con la armadura de Vladitor, sino con múltiples placas doradas asomándose desde su torso, sus escamas blancas eran visibles y hacían contraste con la negrura del fondo.
Su atacante era el mismo, pero no como un ser de oscuridad, sino de luz.
Un Leónidas Haos.
–Solo por hoy, no corras de esto.
–¡LEO!
Un rugido lleno de poder y tormento se escuchó en el campo de batalla, uno tan poderoso que estremeció la tierra, resquebrajando los cristales que decoraban el suelo y partiéndolos como si no fueran nada.
Los Peleadores se vieron obligados a retroceder para no salir lastimados por las numerosas esquirlas que comenzaron a volar por los aires, pero no siquiera la distancia fue suficiente para apartarse mucho de la pirámide de cristal en la que Leónidas había sido encerrado.
La misma que voló en pedazos al experimentar de primera mano la grandeza del Rey Dragón, cuyas alas se extendían tanto como sus brazos, despedazando los pilares que lo habían encerrado momentáneamente en una exhibición de poder que dejaba en claro el nivel del Bakugan Darkus.
Pero algo era diferente en su amigo y Nick pudo notarlo con solo un vistazo a su mirada, cubierta completamente por un resplandor azul que borraba completamente los orbes rojos de Leónidas.
Insegura de lo que veía, Ángel trató de acercarse al mismo tiempo que llamaba a su pareja, extendiendo su mano mientras le preguntaba cómo se sentía.
La única respuesta que recibió fue la llamarada de fuego oscuro que el dragón puso entre ambos, desconociendo a su pareja con un rugido que se mezcló con el crepitar de las llamas y acompañó la imagen del Bakugan Darkus retrocediendo.
Ante sus miradas impactadas y confundidas, Leónidas y Vladitor se apartaron de su familia y amigos, para posarse al lado de Yamui.
–¿¡Qué rayos hicieron!?
–Tranquilízate, Ángel –. Pidió Yamui con firmeza.
–¿¡Cómo esperan que nos calmemos!? ¿¡Qué rayos significa esto!?
–Es más simple de lo que crees, Takahashi –. Detuvo Elena al pelinegro antes de continuar –. El Reflejo Profundo es un poder exclusivo de Yamui y se puede activar desde el momento en que el portal a su dimensión se abre. Se trata de una prisión de cristal en la que el Bakugan enemigo más fuerte es encerrado y sus peores características se apoderan de él temporalmente.
Los ojos del Bakugan Darkus miraban de manera fulminante a sus amigos, exhibiendo sus garras y el gran tamaño de sus alas en lo que sin duda era un intento de intimidación.
Leónidas no los reconocía, no los veía como su familia o sus amigos. Todo lo contrario, desde este ángulo, más parecía que los estaba viendo como un depredador a sus presas.
–En el caso de Leónidas, su ira –. Dijo Yamui posando una mano en el hombro del Bakugan.
Sorprendentemente, Leónidas no reaccionó de manera hostil ante su toque, sino que se relajó ligeramente, bajando un poco sus alas y brazos al mismo tiempo que respiraba profundamente y se libraba de un poco de la tensión acumulada en sus hombros.
–¿Qué rayos hicieron con él? –. Preguntó Ángel estupefacta por lo que veía.
–Nada permanente. El Reflejo Profundo nos permite sacar a flote lo peor de los Bakugan más fuertes y convertirlos en aliados hasta que vuelvan a su forma de esfera –. Explicó Yamui acariciando con suavidad el hombro del Bakugan Darkus.
–Hasta que esta batalla termine, terrestres, Leónidas pelea por nosotras.
Leónidas: 3500.
Peleadores descienden a 3000.
–¡Esto es absurdo! ¡Leónidas, escúchame, no dejes que esa demente te controle! –. Llamó Nick a su compañero.
–¡Es cierto, Leo! ¡Ya has resistido este tipo de cosas antes y puedes volver a hacerlo, mi amor! –. Respaldó Ángel a su compañero, mientras Wolf asentía en acuerdo.
–¡No dejes que se apodere de ti!
Leónidas no mostró una reacción notoria, pero Nick pudo distinguir signos de lucha en su compañero. La cabeza del Bakugan se movió ligeramente a los lados, como si estuviera batallando por ensordecer un susurro, sus músculos se tensaron nuevamente y sus brazos parecían listos para levantarse y cubrir su cabeza.
No obstante, a pesar de la sinceridad de sus llamados, no pareció ser suficiente para liberar a su compañero. Yamui se adelantó una vez más, posando su mano libre en le pecho de Leónidas para acercarse y murmurar palabras inentendibles en los oídos del Bakugan.
Una vez más, el cuerpo de su compañero se mantuvo estático, tranquilo ante la melodiosa voz que ahora albergaba su mente.
–No tiene caso intentarlo, terrícolas. Hasta que esta batalla termine, Leónidas es nuestro.
Furioso, la mano de Nick se dirigió al mango de su espada, que apretó con fuerza mientras daba un paso adelante.
Estaba listo para arremeter él mismo, para acabar con esta neathiana si con eso salvaba a su compañero.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un segundo paso, un par de firmes manos se posaron en sus hombros, deteniendo cualquier rastro de avance por parte del pelinegro. La mirada oscura del peleador se desvió entonces, mirando a la persona que ahora le impedía avanzar.
Y Alys le devolvió la mirada, tan firme cómo la suya, sin suavizar la firmeza de su agarre o sus palabras.
–Cálmate, Nick.
–¿Qué me calme? ¿Cómo esperas que lo haga viendo todo esto?
No podía escuchar a Leónidas, tampoco podía escuchar a Vladitor. Lo que alguna vez había sido un canal abierto entre sus mentes ahora se convertía en un espacio vacía, donde Nick era el único habitante.
–Entiendo que sea difícil, pero aún podemos recuperar a Leónidas. Si logramos devolverlo a su forma de esfera, regresará.
–Es cierto, tigre. Ellas mismas lo dijeron. Aún podemos salvar a Leo, pero necesitamos que estés tranquilo y con los pies en la tierra –. Respaldó Julie a la neathiana de ojos rojos.
–Tienen razón, Nick. Tú lideras aquí, debes estar tranquilo para poder guiarnos si queremos liberar a Leónidas –. Asintió Hysani en acuerdo.
Sabía que era cierto y lo odiaba profundamente, pues eso significaba que tendrían que lastimar a su mejor amigo para poder liberarlo del control de Yamui.
Significaba que, por lo que durara esta ronda, Leónidas tendría que ser su oponente.
–Maldita sea.
–No sufran por esto, terrícolas. Liberaremos a Leónidas en cuanto hayamos vuelto con el príncipe.
–¡No vamos a volver! ¡Entiéndelo de una vez! –. Respondió Julie molesta.
Pero la neathiana enemiga mantuvo el control, soltando un suspiro lleno de aparente pesar antes de asentir y mirar Leónidas brevemente.
Su compañero se tensó una vez más, abriendo sus alas y exhibiendo el gran tamaño de sus garras y colmillos mientras asumía una posición de combate.
El brazalete de la mujer se reveló nuevamente, pero en esta ocasión brilló con una intensa tonalidad púrpura, creando la silueta de una carta poder en el mismo sitio en el que se había creado la anterior.
–Entonces, lamento mucho que llegara a esto –. Declaró Elena una vez que la carta se materializó completamente.
El pequeño objeto brilló con el color de la oscuridad, invocando un poder que hizo destellar las garras del dragón rugiente a un lado de Yamui, que se apartó con la cabeza gacha del guerrero para darle la vía libre que necesitaba para cumplir las que serían sus nuevas órdenes.
–Doble poder activado: ¡Furia del Rey + Corte Profundo!
Leónidas: 4000.
Envuelto en la energía de su atributo, Leónidas extendió y tensó sus alas, emitiendo una serie de rugidos que partieron los cristales que se encontraban detrás de él, antes de abalanzarse sobre su propia familia.
Sus ojos anormalmente azules fue la última prueba que necesitaron para entender que el dragón no podría oírlos.
Si querían salvar a su amigo, tendrían que derrotarlo.
–¡Gorem, no dejes que avance! –. Ordenó Nick al Bakugan Subterra.
Siguiendo la instrucción de su amigo, el golem dio un paso al frente, posándose delante de Leónidas antes de que pudiera alcanzar a alguno de sus amigos.
El gran dragón era fuerte, muy fuerte y poderoso, pero Gorem tenía una estabilidad que muchos Bakugan solo podían soñar y que se veía incrementada por el poder que le ofrecía su armamento.
Ambos gigantes chocaron violentamente, posando sus brazos en medio de su encuentro e inclinándose hacia delante para intentar derribar al otro sin éxito.
–¡Wolf, ayuda a Gorem!
El lobo se notó un poco renuente al principio, claramente indispuesto a la idea de lastimar al Bakugan al que veía como una figura paterna.
Tuvo que ser Ángel misma quien pidiera al pequeño, llena de pesar, que siguiera la orden de Nick y ayudara a contener a Leónidas. En los ojos de la Bakugan se notaba la tristeza que la estaba recorriendo ante la idea de lastimar a su pareja, pero no iba a cuestionar las instrucciones de su peleador si con ello liberaban a Leónidas.
Al escuchar los pasos de la Trampa Bakugan acercarse a sus espaldas, Gorem aprovechó la oportunidad para conectar un golpe ascendente en la mandíbula de Leónidas, aturdiendo al dragón oscuro, para posteriormente hacerse a un lado y dejar que Wolf atacara. El cuerpo ahora humanoide del lobo acorazado se abalanzó sobre el de su figura paterna, cayendo ambos al suelo por la fuerza de la embestida.
Recomponiéndose tan rápido como pudo, Leónidas trató de lanzar un golpe hacia la cabeza del hombre lobo incluso antes de reincorporarse sobre sus pies. No obstante, Wolfang era más ágil y no le costó mucho retroceder para evitar el daño.
Reposicionándose para estar brevemente a cuatro patas, Leónidas intentó atacar nuevamente, abriendo la boca tanto como pudo para envolver la cabeza de Wolf en su letal mordisco.
El hombre lobo, por suerte, logró reaccionar a tiempo, retrocediendo de un salto y dándose la distancia que necesitaba para ver cómo Leónidas arremetía nuevamente con las garras en alto.
–¡Qué no te alcance!
El dragón estaba cerca, demasiado cerca. Wolf apenas tuvo tiempo para reaccionar, levantando sus manos para atrapar las de Leónidas, evitando que las garras del Bakugan Darkus lo alcanzaran, pero viéndose en un forcejeo con aquel al que veía como un padre.
Por desgracia, Leo era mucho más fuerte que su Trampa Bakugan y la diferencia entre sus habilidades no tardó en quedar clara cuando el enorme cuerpo del dragón empujó al hombre lobo hasta uno de los grandes cristales repartidos por el campo de batalla, colisionando la espalda de Wolf con el material, que chilló al sentir como el metal de una armadura se raspaba contra él.
Estando a merced del Bakugan, el lobo lloró de manera audible, mirando a Leónidas con lo que debía ser una súplica en sus ojos y en su llanto.
Contra todo pronóstico, Leo no envolvió la cabeza de Wolf entre sus fauces, como Nick había temido en primer lugar. Todo lo contrario, la cabeza del dragón se desvió hacia estos cielos de tonos marinos, a los cuales rugió con dureza, abriendo sus alas tanto como pudo e ignorando completamente a su contrincante.
Incluso la misma Yamui se vio sorprendida desde la distancia.
–¿Qué estás haciendo? ¡Derrótalo ya, Leónidas!
Pero el Bakugan no escuchó, siguió rugiendo al cielo al mismo tiempo que comenzaba a agitarse y azotar su cola contra el suelo.
Leónidas se estaba resistiendo, podía notarlo en sus acciones. Su compañero estaba poniendo todo de sí para evitar herir a su familia.
–¡Tú puedes, Leo! ¡Tienes que resistir!
Envuelto en su propia batalla por el control de su mente y cuerpo, Leónidas liberó una llamarada de fuego oscuro al cielo, tratando de callar el sonido de la batalla con el crepitar de las llamas y su susurro tratando de ascender al cielo.
–Nick, tenemos que atacar ahora –. Llamó Alys al pelinegro.
Sabía que era cierto, pero quería aferrarse a la posibilidad de librar esta batalla sin herir a Leónidas. Pero tampoco podía ser ciego, Wolf se veía empequeñecido frente a un titán como Leo y no podía quedarse ahí para siempre.
Tenían que actuar.
–¡Julie, Gorem, liberen a Wolf!
La peliplata asintió rápidamente en respuesta, levantando una carta entre sus dedos desnudos, que emitió un intento brillo anaranjado en medio de este páramo azul.
–Poder activado: ¡Gran Impacto!
Corriendo tan rápido como su enorme cuerpo le permitió, Gorem se abalanzó sobre Leónidas por la espalda, dando una fuerte tacleada al punto cielo del Bakugan mientras una emitía una sincera disculpa.
Peleadores suben a 3200.
Leónidas desciende a 3800.
Imponiéndose sobre la imagen aterradora de un dragón rugiente, Gorem trató de dar una derrota rápida a su amigo, juntando sus manos en la forma de un solo puñetazo sobre su cabeza, destinado a terminar con esta batalla.
No obstante, a pesar de la fuerza del gran golem, el Bakugan Darkus demostró sus capacidades irguiéndose rápidamente para atrapar las manos de su amigo antes de que éstas pudieran alcanzarlo.
Al verse en medio de un forcejeo, las piernas del dragón se levantaron en un intento de hacer perder el equilibrio al Bakugan Subterra. Sin embargo, Gorem era fuerte, se necesitaría más que dolor de esos golpes para moverlo de su posición.
–¡Es el momento de atacar, Ángel, Hysani!
Siguiendo la orden del pelinegro, ambos Bakugan mencionados se lanzaron a la acción, asomándose por los costados de Gorem.
Al ver el peligro acercarse, el poseído Leónidas trató de alejarse con los brazos abiertos para bloquear cualquier ataque que pudiera llegar. No obstante, grande fue su sorpresa al ver que las manos de Gorem se habían abierta de par en par, envolviendo las suyas en un duro agarre que lo mantuvo inmóvil.
–Lo siento mucho, Leónidas –. Dijo el vestroiano sin soltar al dragón.
Hysani fue el primero en atacar, encendiendo sus puños en llamas y comenzando una veloz andanada de golpes que colisionaron en el cuerpo de Leónidas como una tormenta de fuego.
El dragón rugió con dolor cuando uno de los golpes chocó con un costado de su cabeza, seguido por una patada a la rodilla que lo hizo perder equilibrio y caer sobre su pierna lastimada.
Aprovechando el momento de debilidad de su oponente, Gorem cargó un nuevo Impacto a la Impacto de su cabeza y golpeando con toda la fuerza que le fue posible a Leónidas, alejándolo del nivel del suelo.
El cuerpo del dragón oscuro se vio suspendido brevemente en el aire, hasta que las formas más pequeñas de Ángel y Wolf se elevaron sobre él con un salto.
Los látigos de la Bakugan se envolvieron alrededor de Leónidas, atrapándolo en el firme abrazo de las armas, que liberaron una poderosa descarga eléctrica que hizo gritar al coloso de la oscuridad.
Distraído por el dolor, Leónidas no fue capaz de responder cuando los pies del ángel y el lobo se posaron en su torso, empujándolo de una patada doble al nivel del suelo, que levantó numerosas esquirlas de cristal roto al sentir como el peso de un gigante caía sobre él violentamente.
Leónidas: 3500.
–Poder activado: ¡Carrera de Sombras!
Antes de que cualquiera pudiera retomar el ataque, el cuerpo de Leónidas desapareció en medio de una bruma de sombras, desplazándose lejos de sus oponentes hasta elevarse en el aire, quedando justo encima de Gorem en un movimiento sorpresivo.
–¡Cúbrete! –. Ordenaron Nick y Julie al unísono.
El gigante de tierra lo hizo, levantando sus brazos tan rápido como pudo. No obstante, eso no evitó que una poderosa patada por parte del dragón conectara en la guardia alta del guerrero, moviéndolo con dureza de su lugar y obligándolo a arrodillarse para evitar caer sobre su espalda.
Hysani fue el primero en contraatacar, alzándose de un salto a la altura de Leónidas con un puño cargado a la altura de la cabeza. Por desgracia, antes de que el golpe pudiera dar a su objetivo, el cuerpo del dragón se desvaneció una vez más entre sombras, dejando que el Bakugan Pyrus pasara entre la bruma hasta darle la espalda a la misma.
Cómo pudo, Hysani logró maniobrar en pleno aire, dándose la vuelta a tiempo para bloquear la patada que Leónidas azotó sobre sus brazos, enviando al samurái varios metros hacia atrás sobre su espalda.
–¡Wolf, prepárate! –. Llamó Ángel al hombre lobo.
Por supuesto, ambos habían entrenado con Leo en el pasado y podían reconocer un patrón de ataque predeterminado y controlado por un par de brujas como Elena o Yamui. Por lo que no fue difícil predecir cuál sería el siguiente movimiento de Leónidas.
Cómo esperaban, Leónidas se convirtió en un patrón de sombras disperso en el aire, que voló hacia Wolf con la intención de derrotarlo finalmente.
Fue entonces cuando las manos del lobo se elevaron a la altura del pecho y la cabeza, donde las manos de Leónidas se materializaron en la forma de devastadores puñetazos que se vieron envueltos por las palmas y dedos filosos de la Trampa Bakugan.
Una vez más, los pies de Wolf tuvieron que hacer milagros para no sucumbir ante la fuerza superior del dragón, enterrándose profundamente en el suelo para tener un punto de apoyo viable, en el cual su forcejeo se vio truncado.
–Poder activado: ¡Mordida de Lobo!
Retirando nuevamente la mascarilla que cubría su hocico, la Trampa Bakugan liberó una versión más ligera de su rayo para herir a Leónidas y distraerlo.
Wolfang aumenta 300.
Peleadores: 3500.
Aturdido por el ataque, Leónidas se vio obligado a retroceder con la vista temporalmente ciega, dándole la oportunidad a sus oponentes de atacar.
El ángel y el lobo arremetieron al mismo tiempo, atacando con una coordinación casi perfecta en una ola de puños y patadas, que Leónidas apenas pudo bloquear con la cobertura natural de su armadura y sus alas.
En medio del combate, Ángel se elevó de un salto, dirigiendo una patada descendente hacia la cabeza de su amado, con la esperanza de aturdirlo lo suficiente como para derrotarlo. Sin embargo, el dragón demostraría ser más rápido, levantando uno de sus brazos para bloquear el ataque.
No obstante, antes de que pudiera hacer algo de lo que se arrepentiría más adelante, Wolf interno con un golpe ascendente a la mandíbula del dragón, con la fuerza suficiente como para hacerlo soltar a Ángel.
La vestroiana maniobró en el aire, retrocediendo con el batir de sus alas hasta quedar con sus manos y pies apoyados en el suelo, lo que fue usado como el impulso perfecto para retornar a la acción.
No era la primera vez que realizaban una maniobra como esta, Ángel y Wolf eran un equipo natural, uno que se había esforzado por pulir sus técnicas de lucha para no quedarse detrás de Leónidas y Drago.
Esta práctica previa le dio a Wolf el conocimiento que necesitaba para saber que lo estaba haciendo su figura sin siquiera verla, por lo que no demoró en hacerse a un lado.
Abalanzándose con fuerza sobre Leónidas, un poderoso puñetazo por parte de la vestroiana se clavó con fuerza en la zona más baja del estómago del dragón oscuro, el cual no pudo responder con nada más que un montón de saliva cayendo sobre el brazo de su pareja.
Si bien Nick conocía lo suficiente a Ángel como para saber que hacerle esto a su amado la estaba lastimando casi tanto como al mismo Leónidas, también sabía que su amiga era lo suficientemente profesional como para hacer su dolor a un lado y hacer lo que fuera necesario con tal de liberar a Leo de las garras de estas brujas.
Endurecido, el Bakugan Darkus trató de responder el ataque abriendo sus brazos y cerrándolos rápidamente sobre su pecho en un intento de atrapar a la vestroiana. No obstante, Ángel era escurridiza y logró agacharse y retroceder lo suficiente como para evitar caer en las manos de su pareja.
Y antes de que el dragón acorazado pudiera hacer algo contra sus contrincantes, el ágil cuerpo de la Bakugan se elevaría con un salgo mortal impulsado por sus alas, que le permitió conectar una patada en la cabeza de Leónidas con el empeine cerrándole la mandíbula en un acto veloz y violento.
–¡Es nuestro turno, Gorem! ¡Sigue atacando! –. Llamó Julie a su compañero.
Corriendo hasta el punto en el que se desenvolvía la acción, el golem de tierra desenfundó una de las mazas de su armamento, brincando antes de llegar a su destino y llamando a Leónidas en el proceso.
Alerta, el dragón se giró rápidamente para para intentar bloquear cualquier ataque que pudiera caer sobre él. No obstante, ni siquiera sus grandes brazos fueron suficientes para detener el arma de Gorem, que colisionó con éxito en la cabeza del dragón, el cual cayó de rodillas al piso.
–¡Es hora, Hysani! ¡Acabemos con esto!
–¡Te sigo, Alys!
–Poder activado: ¡Fuego Infernal!
Hysani aumenta 400.
Peleadores: 3900.
Envuelto en las llamas doradas más puras de su atributo, el demonio samurái se abalanzó sobre su contrincante nuevamente.
Leónidas apenas pudo levantarse cuando el martillo en forma de Hysani cayó sobre él con un gancho izquierdo a la cabeza y un rodillazo en uno de sus costados.
En respuesta, Leónidas trató de responder con un golpe dirigido a la cabeza del samurái, pero éste se vería detenido por el brazo del mismo Hysani, que se puso en medio de la trayectoria del ataque.
El brazo libre del dragón correría con la misma suerte, viéndose detenido en medio de su ataque y llevándolo a un forcejeo con Hysani.
–Qué no te domine, Leónidas –. Ordenó Yamui al dragón.
En respuesta, Leónidas liberó una llamarada de fuego oscuro sobre su oponente, aprovechando su cercanía para realizar su ataque, que envolvió al Bakugan Pyrus desde la cabeza hasta el pecho.
Hysani incrementa 100.
Peleadores: 4000.
De pronto, en un acto sorpresivo, el demonio samurái respondió la ofensiva de Leónidas con una patada en el pecho del mismo, empujando al Bakugan más grande hacia atrás y emergiendo con las llamas ennegrecidas en sus hombros.
–Wow, aumentó su nivel –. Observó Julie asombrada.
–El Fuego Infernal permite aumentar el poder de pelea de Hysani en 400 puntos y absorber todas las habilidades de fuego que le lancen, sin importar su color –. Explicó Alys con una sonrisa.
–¡Hys, eres genial!
Arremetiendo una vez más contra Leónidas, el samurái de armadura roja comenzó un veloz intercambio de golpes con el dragón acorazado, iniciando así una veloz confrontación de puños y patadas en el que los poderes de ambos gigantes se encontraban a la par.
En medio de su combate, la pierna de Hysani se elevó en una patada dirigida a las piernas de Leónidas, pensada para derribar al susodicho. Sin embargo, el dragón sería capaz de predecir el ataque, subiendo la pierna para bloquear el movimiento y contraatacando con un golpe de su codo, que sería bloqueado con el mismo movimiento por parte de Hysani.
El samurái intentó contraatacar con un gancho tras su exitosa defensa, pero su mano terminaría envuelta por la de Leónidas, el cual torció la extremidad del Bakugan, extrayéndole un grito de dolor.
Distraído por el dolor del movimiento, Hysani no pudo evitar que su cuerpo fuera arrojado por Leónidas, girando sobre su propio eje como impulso para luego lanzarlo de regreso con sus aliados.
Al ver a su nuevo amigo en problemas, Gorem fue el primero en precipitarse hacia delante, abriendo los brazos para atrapar a Hysani antes de que éste se hiciera daño.
–¿Estás bien?
–Sí. Gracias, Gorem.
Una vez más, los cuatro Bakugan estaban reunidos y su oponente los miraba desde el lado opuesto del campo de batalla, abriendo sus alas y golpeando el suelo con sus puños al mismo tiempo que rugía como un animal.
Tan ensimismado estaba Leónidas en el control de Yamui, que ni siquiera parecía reaccionar a la sangre que los cristales en el suelo le estaban sacando y que empezaba a manchar sus manos en el proceso.
–Nick, mira –. Señaló Julie de pronto.
El dedo de la morena se dirigió a la zona que Leónidas golpeaba sin dar cuartel, estrellando sus puños ensangrentados contra los cristales rotos a sus pies. En ese mismo lugar, donde no debería haber más que esquirlas brillantes, un poco de arena se asomó bajo los puños del Bakugan, emergiendo de entre los cristales de Yamui.
–¿Qué es eso? –. Preguntó Alys confundida.
–Es arena, la arena del desierto.
Siguiendo con la violencia que llenaba sus movimientos, Leónidas enterró una vez más sus puños en el suelo, antes de abrirlos para aferrarse a los cristales rotos al mismo tiempo que extendía sus alas tanto como podía, mirando a este cielo marino en las alturas.
–¿Qué pretende? –. Se preguntó Yamui escéptica.
Ante los ojos asombrados de los miembros de los Peleadores, la boca de Leónidas se abrió ampliamente, dejando ver sus afilados colmillos iluminados por una tonalidad azul que los terrestres podían reconocer muy bien.
–¡Va a disparar!
Rápidamente, los Bakugan retrocedieron, esperando cualquier ataque que su amigo controlado pudiera intentar. Sin embargo, antes de que cualquiera de ellos pudiera intentar formar una barrera que detuviera el ataque o intentaran reagruparse para resistir, el rayo maldito de Leónidas abandonó sus fauces, destellando con una fuerza incluso mayor a la que poseían los alrededores.
No obstante, para sorpresa de todos, el ataque no fue dirigido a ninguno de los Bakugan presentes, sino que salió expedido hacia los cielos; donde apuntaría a perderse en estas falsas nubes.
Todos miraron confundidos a Leónidas, que mantenía firme su movimiento sobre el escenario que los rodeaba. Todos ellos, menos una.
–¡DETENTE! ¿¡QUÉ ESTÁS HACIENDO, LEÓNIDAS!?
Los gritos alarmados de Yamui llamaron la atención de los Peleadores, que miraron sorprendidos como la gundaliana se acercaba rápidamente al Bakugan Darkus en un aparente intento de detenerlo.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más hacia delante, la cabeza de Leónidas descendió de su enfoque original, bajando al nivel del suelo.
Impactada, la Bakugan Aquos tuvo que detenerse en pleno trayecto al presenciar como el rayo de su sirviente azotaba el suelo frente a ella y seguía su camino en un patrón violento que quemó el suelo, envolviéndolo en un campo de explosiones azuladas.
–¿¡Qué está pasando!? –. Preguntó Hysani cubriéndose el rostro.
–¡Es Leo, debe seguir resistiéndose al control de esa bruja! –. Respondió Ángel mirando fijamente a su pareja.
Elena pareció tratar de ordenar algo a Leónidas, pero el dragón la ignoró completamente, perdido en un abismo donde lo único a lo que parecía responder era su propia lucha interna.
En medio de su arrebato, el ataque del Bakugan frenó en seco, deteniéndose al compás de sus manos elevándose hasta su cabeza, donde sus garras se aferraban con fuerza a sus escamas. Desde la distancia, Leo parecía dispuesto a arrancarse su propia piel con tal de detener la batalla que se debía estar librando en su mente.
El cuerpo acorazado del dragón también comenzó a agitarse, revolviéndose de un lado al otro y extendiendo y cerrando sus alas al mismo tiempo que pisaba con fuerza, tirando de su cabeza hacia diferentes lugares entre poderosos rugidos cargados de dolor.
–¡Leónidas, detén esto!
Pero, una vez más, las palabras de la neathiana cayeron en oídos sordos. Leónidas no parecía tener la voluntad o la capacidad para seguir atendiendo las órdenes de sus perseguidoras.
Por cada palabra que sus amas parecían tratar de obligarlo a oír, Leónidas solo negaba de forma brava con su cabeza aún envuelta entre sus garras.
–¡Obedece, Leónidas!
Tan desesperadas parecían en sus intentos de mantener el control, que ambas guerreras respingaron ligeramente cuando sus órdenes tuvieron respuesta.
–¡NO SOY SU MARIONETA!
Esa fuerza, depositada en esa sencilla frase, trajo un bálsamo de calma a los corazones de los Peleadores Bakugan, que veían con esperanza como su amigo se negaba a seguir siendo el títere de sus verdaderas enemigas.
Leónidas era fuerte, tal como Ángel había mencionado y como Nick sabía que solo su compañero podía ser, se necesitaría mucho más que un par de brujas para ponerlo en su contra.
El acto rebelde del gran dragón oscuro vio su clímax cuando levantó la cabeza finalmente, rugiendo como el demonio que sus antiguos oponentes habían aprendido a temer, Leónidas levantó la cabeza a los cielos una vez más, con su boca brillando en el preludio de su fuego.
Esta vez, ni siquiera la misma Yamui se atrevió a acercarse de más, optando por alejarse al ver a su oponente bajar la cabeza y expulsando una llamarada de fuego, llamas tan negras como la más oscura de las noches bañaron el cristal celeste del campo de batalla. Y nadie se atrevió a decirles a Leónidas que se detuviera, especialmente mientras lo veían enfocar su ataque en un solo punto, asumiendo la forma de lo que parecía ser un nuevo rayo maldito.
Pero no lo era, no realmente. El característico color azul no se manifestó en ningún momento, viéndose completamente desplazado por la presencia de un intenso color negro en el ataque, que comenzó a penetrar de forma inmisericorde la corteza del campo.
Repentinamente, el suelo comenzó a agrietarse, dejando ver ranuras negras que se formaban en el suelo cristalino a los pies de Leónidas.
–¡Está destruyendo el portal!
–¡Tenemos que detenerlo, Yamui!
Pero fue demasiado tarde. Ni siquiera una sirvienta de Baltasar Haos, aún con su gran poder, fue lo suficientemente rápida como para detener la poderosa explosión que tuvo lugar a los pies de Leónidas, emitiendo su propio rugido envolvente en medio de la arena y consumiendo todo lo que se encontraba a su paso en un radio sumamente amplio.
–¡Cúbranse todos! –. Ordenó Ángel.
Los cuatro Bakugan corrieron rápidamente hacia los peleadores, envolviéndolos en un abrazo que sirvió como una barrera para detener la explosión que cubrió el campo de batalla y cuyo poderoso destello de luz blanca cegó temporalmente la vista de todos los presentes.
Tomó tiempo, varios minutos, pero cuando fue posible abrir los ojos una vez más, todo el escenario había cambiado. Y donde solían haber cristales y océano vidrioso de color azulado, solo quedó la vista del desierto de Azgârn, tal como lo habían dejado al inicio de su combate.
El llamado "portal abierto" de Yamui se había desvanecido y lo único que quedaba de él era el gran dragón acorazado en el centro, agotado por sus esfuerzos y caído de rodillas en el campo de batalla, con sus ojos azules aún brillando de manera tenue en la oscuridad de la noche.
–Nick, Ángel, chicos… ayúdenme… –. Pidió Leónidas con dificultad.
Esta era su oportunidad, Yamui se encontraba del otro lado del campo, aún protegiendo a su compañera y aparentemente inconsciente de la reducción en su nivel de poder. Si había una oportunidad para liberar a Leónidas, era esta.
–Poder activado: ¡Dama de La Tormenta!
Arremetiendo una he más con todo el dolor de su alma, Ángel saltó sobre su pareja una vez más, agitando sus alas han rápido como pudo hasta llegar a un agotado Leónidas que, en lo que debió ser una última pérdida de lucidez; trató de rugir de manera amenazante hacia la vestroiana.
No obstante, sus manos se mantuvieron clavadas en el suelo, batallando por levantarse o quedarse en el suelo.
–¡Yamui, detenla! –. Ordenó Elena al ver a la Bakugan en acción.
Pero antes de que la ninfa pudiera emprender el camino hacia la escena, las formas de Hysani y Gorem se adelantaron, irrumpiendo el camino de la guerrera.
En un último intento por conservar a su aliado, Elena levantó su brazalete una vez más, pero ninguna carta Darkus se asomó en esta ocasión. Ya fuera por el cansancio de Leónidas o su falta de control sobre él, el dragón oscuro ya no iba a luchar por ellas.
Prueba de tales palabras se manifestaron en la imagen que se dio a espaldas de los Bakugan Pyrus y Subterra, en la forma de Nyx Ángel Darkus derribando a su pareja con el peso de su cuerpo y el impulso tomado con anterioridad.
El cuerpo de Leónidas cayó con fuerza, pero el dragón no emitió ningún ruido. Solo aceptó la derrota que estaba anhelando, permitiendo que su pareja se cerniera sobre él, posando sus manos en su pecho e invocando la tormenta que solo una reina como ella podría invocar.
–Hazlo… cielo…
Las nubes del desierto chocaron violentamente entre sí, creando una tormenta que aumentó de manera significativa al compás del movimiento de las alas de Ángel.
Poderosos relámpagos azotaron el suelo del campo, quemando la arena con su devastador toque, que alzó los alrededores en un muro de polvo que envolvió a los dos Bakugan.
En medio de la tormenta, un rayo rugió con intensidad, trayendo consigo el acompañamiento de la lluvia a la arena. Fuego y agua se mezclaron en un baile mortal, teniendo como principal testigo de su devastador belleza a la noche, cuyas estrellas ahora escondían detrás de las oscuras nubes de la Dama de La Tormenta.
Un cuerpo de electricidad puro cayó entonces al campo, brillando con una poderosa tonalidad amatista que contrastó con el oscuro paraje de esta arena de combate, brillando con la luz de la esperanza y la liberación en medio de los ennegrecidos caminos que los habían llevado a esta atroz confrontación.
En medio de rugidos que simbolizaban la libertad y la ira a partes iguales, el ángel, el dragón y el lobo fueron bañados con la tormenta que la forma madre había invocado para ellos, cubriéndolos a los tres con su oscuro poder eléctrico.
Y cuando la silueta del dragón se perdió entre la luz de la tormenta, lo único que las brujas pudieron hacer fue presenciar como una esfera negra caía a los pies de los Peleadores Bakugan.
King Leónidas Darkus era libre una vez más y había vuelto a casa.
Indicador de vida de Elena: 70%.
Preocupado, Nick recogió rápidamente a su compañero del suelo, limpiando todo el polvo que pudo mientras lo levantaba cuidadosamente en la palma de su mano enguantada y trataba de cubrirlo de la lluvia.
–Leo, Leo, ¿te encuentras bien, amigo? –. Llamó el pelinegro a su compañero.
–Estoy bien. No te preocupes –. Respondió el Bakugan con tomó cansado.
–Ambos lo estamos.
–Me alegra mucho oírlos nuevamente, chicos.
Acto seguido, Ángel y Wolf también se acercaron, arrodillándose cerca de su peleador para verificar al jefe de su pequeña familia.
–Mi amor, ¿cómo te sientes?
Wolf acompañó la pregunta de su madre con tono ligeramente lloroso, lleno de angustia.
–Estoy bien, ambos lo estamos. Gracias por no dejarnos con esas brujas –. Respondió Leo con aparente pena.
Una mirada dulce se posó en los ojos de la Bakugan, que veía con ternura como su pareja parecía batallar por formular oraciones entre constantes muletillas.
–Ángel… yo… tenías razón… –. Comenzó el Bakugan –. Debí confiar más… en ustedes…
–Ni lo menciones, querido. Estamos juntos en esto.
La mano de la vestroiana se posó en la cabeza de Wolf, acariciando al pequeño lobo con afecto, el cual respondió alzando la cabeza, en busca de ese toque maternal que solo Ángel podía ofrecerle.
–Gracias por estar conmigo.
–Con nosotros, Leo –. Corrigió Nick a su compañero.
Por un momento, se enfocaron solo en su reunión. Por un momento, no figuró en sus mentes otro pensamiento que no fuera el hecho de que una vez más estaban juntos. Por desgracia, el combate aún no había terminado y el toque firme de Alys en el hombro de Nick, junto con el llamado de Julie, les recordó esa realidad.
–Muchachos, todavía tenemos mucho que hacer.
El Explorador se acercó despacio a la zona, con los cañones aún extendidos en caso de necesitar una defensa improvisada. A lo largo del combate, cualquier cosa ajena a la batalla dentro del portal de Yamui se había desvanecido, pero ahora el terreno era suyo una vez más.
–Haremos lo que digan, Nick, Leónidas.
Los mencionados asintieron al tanque que tenían detrás. No podían ver a Luke en el interior del transporte, pero podían escucharlo claramente gracias a las comunicaciones externas del mismo.
Tenían una oportunidad. Después de tanto, aún podían ganar.
Vencer a Leónidas en la primera ronda tenía que ser una buena señal. Desde su primer encuentro con Freidr, no habían vencido realmente ni una sola vez.
Tenía que ser diferente ahora.
Sin más que decir, todos los Bakugan se vieron envueltos en la luz de sus atributos, deformando sus siluetas hasta dar con sus modos de esfera y volviendo a las manos de sus compañeros.
Indicador de vida de Elena: 40%.
–Nada mal, terrícolas. Debo decir que no pensé que ofrecerían tanta resistencia. Nada mal para unos humanos –. Felicitó Elena con aparente honestidad.
–Muy pocos han logrado ver la debilidad en mi portal, Leónidas. Supongo que lo viste en mis pensamientos –. Dijo Yamui al Bakugan Darkus.
–No debiste conectar nuestras mentes. Debiste suponer que encontraría el modo de resistir.
–Lo hice, pero quería probarte yo misma. Me alegra ver que no fuiste una decepción –. Respondió la gundaliana –. Sin embargo, deben saber que ya se acabó el calentamiento. Ahora, iremos con todo.
Una vez más, la Piedra de la Evolución se mostró en la mano de Elena, destellando con una intensa tonalidad celeste.
Alarmados, todos se pusieron tensos en sus lugares.
–Leo, ¿crees que puedas pelear? –. Preguntó Nick a su compañero.
–No con todo, destruir el portal la primera vez me costó mucho trabajo y no creo poder hacerlo otra vez –. Respondió el Bakugan –. Pero he visto su mente, creo que conozco sus movimientos, puedo guiarlos durante la batalla.
–Tendremos que conformarnos con eso entonces –. Murmuró Hysani con un suspiro.
–¿Listos?
–Listos –. Asintieron las chicas y los Bakugan al unísono.
Por orden de Nick y Leo, Julie tomó la delantera esta vez, arrojando su primera carta portal en un tiempo al centro de la arena, cuyo brillo naranja abarcó la totalidad del espacio disponible antes de perderse en el desierto.
A la vez, todos los Bakugan disponibles volaron de las manos de sus peleadores, cayendo cerca del centro del campo y trayendo una vez más sus formas reales al corazón de este encuentro.
Peleadores: 2700.
Yamui: 3000.
–Poder activado: Dama de La Tormenta.
Un nuevo relámpago cayó del cielo, trayendo consigo la lluvia y las nubes oscuras características de una tormenta conjurada por Ángel.
Los cuerpos de los únicos Bakugan Darkus presentes se iluminaron con la energía eléctrica de Ángel, incrementando su nivel de poder y dando como resultado una imagen intimidante de dos guerreros cargados con el poder del relámpago oscuro.
Ángel y Wolf aumentan 800.
Peleadores: 3500.
–Peleadores, sepan que quisimos hacer esto por las buenas, pero no nos dejan alternativa –. Declaró Elena firme.
En las manos de la neathiana, la pequeña piedra celeste brilló con intensidad, cubriendo los dedos de la peleadora con su intensa luz.
–¡Piedra de la Evolución, tráeme a la Reina de las Profundidades de Gundalia!
Al llamado de la peleadora, el cuerpo de Yamui se vio envuelta en una cúpula de energía Aquos, cuya luz cubrió hasta el último extremo visible de la Bakugan.
Cubierta por el gran poder de la roca, la silueta de Yamui cambió y su nueva apariencia se reveló al compás de múltiples fragmentos de energía elevándose al cielo y perdiéndose en medio del trayecto.
Ahora, las corazas que protegían su cuerpo cubrían la totalidad del mismo, tapando la mayor parte de la piel antes visible con su armadura marina y múltiples pinchos elevándose desde su cintura hasta un par de hombreras altas, cuyos picos se elevaban hasta el punto más alto que alcanzaba la corona de Yamui, dándole un aspecto semejante a la realeza.
A sus espaldas, seis tentáculos crecieron de manera rápida, largos y delgados, compuestos completamente de agua pura, abrazando brevemente su cuerpo para humedecer los brazales largos y puntiagudos de la Bakugan junto con sus botas.
Finalmente, la nueva forma de Yamui terminaba con la aparición de un tridente dorado en su mano derecha, de una longitud semejante a la de la Bakugan, pero carente del peso suficiente para volver al arma un estorbo.
Bastó con un movimiento por parte de la guerrera para girar el tridente y posar la parte libre de su empuñadura sobre su brazo cubierto, dejando a las tres puntas mirando hacia el suelo.
–¡Surge ahora, Anfir Yamui Aquos!
En un movimiento repentino, el cuerpo de la Bakugan se extendió, dejando sus pies firmemente plantados en el suelo, pero abriendo sus brazos en una pose recta. Y del cuerpo de la gundaliana, una ola de agua se desplegó en todas las direcciones posibles, mojando la arena del campo y provocando que el peso de sus oponentes hiciera que sus cuerpos se hundieran ligeramente en el suelo.
Nick no necesitó escuchar las quejas de sus compañeros para entender por qué Yamui había hecho esto.
Así, podría dificultar el movimiento de sus oponentes sin siquiera esforzarse.
–Peleadores, espero que estén listos para un último asalto.
Yamui: 10000.
Sé que me demoré bastante (demasiado) en continuar. En mi defensa, los últimos meses del semestre siempre son los más jodidos, chupan tiempo y energía como un vampiro chupa sangre. En mis pesadillas, veo trabajos invadiendo mi casa. La peor parte es que ni siquiera he terminado ( 个 _ 个 )
(Mayo y Noviembre= ¿Esclavitud?) (Uno de ellos siempre me roba mi cumpleaños .-.)
Cambiando de tema, prometo que esta es la última vez que intentan lavarle el cerebro a Leónidas, muchos lo han intentado y ninguno ha tenido verdadero éxito xD
También prometo intentar recuperar la constancia que fuimos teniendo de octubre para atrás, excepto a finales de mes, temo que Nosferatu ya ocupó ese lugar en mi agenda.
Por cierto, ya que tocamos el tema de diciembre, he estado pensando en comenzar un fic pequeño para vacaciones sobre un videojuego (y su protagonista) que no esperaba que me gustara tanto, pero que tiene mucho material que explotar. Seguramente lo escriba, pero tomo este momento para preguntarles si les interesa. En caso de que digan que sí, debo preguntar algo: ¿cómo es su relación con los spin-offs de Mortal Kombat? ;)
