CAPÍTULO 42:
BATALLA EN LA TORMENTA
Gundalia, El Explorador
Hace 1 hora
–¿Está dormida?
–Sí.
–¿Segura? No lo parece.
–Créeme, Julie. No sería Irin si no hablara dormida.
Pocas cosas hacían sentir tan tranquila a Alys como la vista de su pequeña reposando en una cama medianamente cómoda. Para dos huérfanas que habían vivido en la intemperie de Gundalia desde una edad temprana, cualquier colchón fuera de peligro era una bendición.
Los cuartos del Explorador no eran especialmente grandes y mucho menos lujosos, pero tenían más de lo que Alys e Irin habían conocido tras la caída de Ivaldyn.
Ahora, la pequeña mestiza reposaba en la cama que compartía con su cuidadora, envuelta en forma de bolita entre unas mantas gruesas y una almohada, murmurando peticiones de más malvaviscos mientras dormía.
Resultaba tierno, no lo iba a negar, pero la pequeña soñaba si en verdad creía que Alys iba a consentir mayor frecuencia en su consumo de azúcar.
–Dejemos que duerma –. Indicó la pelinegra terminando de acomodar las frazadas.
Suavemente, el toque de la neathiana se alejó de la pequeña. En respuesta, la mano de la niña se aventuró debajo de las telas para alcanzar a su protectora, rindiéndose a medio camino y retomando su descanso en poco tiempo.
–Es muy linda, ¿no lo crees, Gorem? –. Comentó Julie enternecida.
–Sí, lo es –. Asintió el Bakugan a su compañera.
–Ojalá todos pensaran como ustedes.
Se sintió mal por su respuesta en cuanto salió de sus labios, no quería sonar deprimente, pero no podía evitar pensar en el rechazo que sufría Irin por su condición de mestiza.
–Me cuesta entender por qué alguien rechazaría a una niña tan dulce.
–Es por la guerra. Desde que Barodius ascendió al trono, las políticas inclusivas para nosotros, los neathianos, se desvanecieron –. Respondió Alys con un suspiro –. Cuando el antiguo emperador murió, Barodius declaró la guerra y reestableció la esclavitud para los neathianos, convirtiéndonos en parias y arrastrando a los mestizos con nosotros. Sabía que los neathianos somos una fuerza laboral ventajosa y actuó en consecuencia, obligando a mi gente a trabajar en pro de su guerra.
–Es sorprendente lo que puede hacer la ambición en mentes crueles –. Dijo Gorem.
Alys se puso tensa con el pensamiento. No importaba cuanto tiempo pasara, la pelinegra siempre recordaría con amargura todo lo que Barodius había hecho en su ascenso al poder y todo lo que le faltaba por hacer.
–Pero no todas las naciones pueden haber aceptado eso sin más. La gente debe tener amigos, familiares neathianos –. Respondió la peliplata.
–Por lo que he visto, así es. Pero la promesa del Orbe Sagrado es demasiado tentadora para muchos de los líderes y nadie se atreverá a desafiarlos. Después de todo, eso solo los pondría en un riesgo mayor.
–Entonces, ¿eso es todo? ¿Los neathianos y los mestizos están condenados? –. Cuestionó Gorem con incredulidad.
–Eso me temo.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sentido Gundalia como un hogar, la calidez que el planeta había ostentado durante su niñez se había desvanecido hacía mucho tiempo, para convertirse en un campo hostil donde solo sobrevivían los más aptos.
Alys e Irin habían vivido años en las calles, moviéndose de un lado a otro en secreto y creciendo en ambientes inadecuados para dos niñas.
Normalmente, Hysani siempre se encontraba para ella al recordar este tipo de momentos, pero su protector se encontraba con Luke ahora mismo, seguramente poniéndose al día después de tanto tiempo separados.
–Bueno, no durará mucho. Muero por ver a Nick y Leo tomar sus ciudades y devolver la paz –. Declaró Julie llena de convicción.
–Suenas muy segura.
–Lo estoy.
La energía de la peliplata era casi contagiosa, casi. Si bien se notaba la convicción en sus palabras, Alys no podía terminar de compartirla.
Nick y Leo le agradaban, genuinamente, pero no confiaba del todo en su capacidad para librar la guerra que se avecinaba, mucho menos dirigirla. Tenían demasiados demonios internos con los cuales lidiar, demasiados enemigos que combatir en todos los frentes.
Por desgracia, Julie notó la marca de la duda en su rostro.
–No crees en ellos, ¿cierto?
La pregunta de la peliplata no salió con ofensa o reproche, solo con duda, con el mismo tono curioso y un poco apenado de una persona al ver como alguien no podía compartir su opinión sobre algo tan importante para sí. En este caso, sus amigos.
–Lo siento, Julie. Sé que son sus amigos y no dudo de su buen corazón, pero…
Se detuvo en seco antes de terminar la oración. No sabía si podía decirlo abiertamente, pues no quería ofender a ninguno de los terrestres.
–Pero… –. Alentó Julie a la pelinegra.
–No somos Barodius, Alys, no te veremos mal solo por opinar distinto –. Dijo Gorem esta vez.
Con un suspiro, se permitió continuar.
–Pero tengo miedo de lo que puedan hacer, no tienen control sobre sí mismos y no solo no han podido derrotar al príncipe, sino que cada batalla que libran genera más y más destrucción –. Continuó la pelinegra.
Sus orbes rojizos recayeron sobre su pequeña, la forma pacíficamente dormida de una niña que no debería enfrentar una realidad tan cruel como lo era la guerra.
Irin era una buena niña, pero condenada a estar en el fuego cruzado de una fuerza devastadora como el príncipe y un poder indómito como sus nuevos amigos.
El destino había sido cruel con ella desde que era una bebé, le había arrebatado a su madre, le había negado la oportunidad de tener un padre y crecer en un hogar. Alys era todo lo que tenía, no había conocido nada más que eso desde una edad temprana. Incluso Hysani, su protector, se sentía distante a veces, lo que dejaba a Alys como el pegamento que debía unir a su pequeña familia.
Ahora, su niña se estaba encariñando profundamente con Nick y los demás, con sus historias y sus gestos, con su comportamiento dulce y atento. En unos pocos días, un grupo de terrestres le había mostrado algo que ningún otro gundaliano en toda su vida: amabilidad.
Lo último que necesitaba era que las personas a las que consideraba como sus nuevos amigos la lastimaran.
Tan enfocada se encontraba en la vista de su pequeña, que no notó la mirada de Julie sobre ella una vez más.
–No lo dices por ti misma, ¿cierto?
Antes de responder, Alys solo se permitió fascinarse un poco más con la vista de Irin, reposando con una tranquilidad que se le había negado durante toda su corta vida.
–Daría lo que fuera por ella, chicos, incluso mi vida.
–Lo sabemos, y por eso eres lo mejor que le pudo haber pasado a esa niña –. Confortó Gorem a la neathiana.
–No me han entendido –. Detuvo la chica de ojos rojos.
–Ayúdanos a hacerlo entonces.
–Todo lo que he hecho ha sido por y para Irin, aprendí a cantar para ayudarla a dormir, aprendí a pelear para protegerla y darle una vida digna, aprendí a tratar heridas y enfermedades para atenderla cuando lo necesitara. Todo lo que he hecho ha sido por ella y no ha habido nada que se salga de mi control, jamás me he permitido fallar cuando se trata de Irin.
Lágrimas llenas de amargura amenazaron con abandonar sus ojos, pero Alys no se los permitió, no había llorado desde que era una niña y no pensaba volver a hacerlo nunca más. No dejaría que este planeta maldito volviera a ver ni una sola muestra de su llanto, por más pequeña que ésta fuera.
–He enfrentado todo por ella, enemigos, batallas, enfermedades, heridas y persecuciones, pero siempre logramos salir vivas –. Declaró la pelinegra tomando asiento en el pequeño colchón.
Su mano se dirigió suavemente al tierno cabello de Irin, el cual movió con cuidado para tener una vista más detallada del rostro sonriente de la niña.
Se veía en tanta paz, en tanta comodidad, algo que Alys nunca había sido capaz de ofrecerle del todo.
–El problema es que, esta vez, no tengo control alguno sobre el resultado final. No sé qué vaya a pasar con Nick y Leónidas, pero temo que eso lastime a Irin. Tal vez no lo hagan físicamente, pero un corazón roto es algo con lo que nunca he tenido que lidiar y no creo ser capaz de ayudarla a sanar una herida así, especialmente si se la infligen personas con las que se ha encariñado tanto.
No le importaba si lo que Nick y Leónidas sufrían la afectaba a ella, estaba acostumbrada a las decepciones del mundo, pero Irin era uno de los pocos rayos de luz y esperanza que habitaban este planeta maldito. Mientras se encontrara bajo la protección de Alys, no permitiría que nadie le hiciera daño si tenía la oportunidad de impedirlo.
En lugar de criticarla, en lugar de saltar en una defensa fiera de sus amigos, Julie y Gorem se sentaron a su lado, teniendo cuidado de no despertar a Irin mientras vigilaban con un afecto digno de una hermana mayor a la pequeña que reposaba en la cama, completamente inconsciente de los temas que se discutían a su lado.
Inseguridad, desconfianza, temor.
–¿Sabes algo? Nosotros tampoco creíamos en Nick y Leo cuando los conocimos.
La mirada rojiza de la neathiana se alzó de pronto, sorprendida por la confesión de la peliplata, a la cual su compañero asintió en un vergonzoso silencio.
¿Julie? Le costaba imaginarlo, ¿cómo podría ella haber dudado de aquellos por los que mostraba una confianza casi ciega?
–¿De verdad?
–Aunque no lo creas, no siempre fuimos muy unidos –. Reconoció Gorem apenado.
–Cuando Leónidas llegó a la Tierra y comenzó a pelear con Nick, creímos que eran un peligro. Leo era muy agresivo entonces y Nick fluía con ello, lo aceptaba como parte de su naturaleza y los volvía un peligro –. Confesó Julie sonrojada por la pena –. Todos desconfiábamos de ellos entonces, solo Dan y Drago les dieron una oportunidad y vaya que la tomaron. A pesar de todo lo que se decía de ellos, de que nadie se atrevería a meter las manos al fuego en su nombre, Nick y Leo se armaron de valor y nos salvaron a todos de Vladitor.
–Fueron los primeros héroes de la Tierra.
En sus palabras se podía notar la admiración, el cariño y el arrepentimiento. A pesar de la facilidad con la que Julie reconocía su antigua desconfianza a sus amigos, a Alys le costaba imaginarlo. Julie trataba a Nick como si siempre hubieran sido mejores amigos.
No podía imaginar un escenario en el que la peliplata fuera hostil con los Peleadores Darkus, parecían demasiado unidos como para haber experimentado ese tipo de interacciones.
–¿No nos crees?
–Me cuesta hacerlo.
–Hazlo, pregúntales a los chicos si no te sientes segura –. Dijo la morena con una risita.
Aunque el ambiente podía sentirse un poco tenso por la naturaleza de su discusión, Julie tenía facilidad para aligerarlo. La peliplata tenía una sonrisa brillante y fácil de manifestar, como si hubiera perfeccionado un arte durante toda su vida.
A Alys siempre logró intrigarla la habilidad para mostrar un gesto tan puro y honesto como ese, y más en medio de circunstancias tan difíciles de sobrellevar.
–¿A qué quieren llegar con todo esto, chicos? Es una gran historia, pero no entiendo a qué quieren llegar. Saber lo que Nick y Leo hicieron en el pasado no cambia su situación ahora –. Debatió Alys con la cabeza gacha –. ¿Qué quieren que haga?
–Es muy simple: nada.
Confundida por la respuesta, los ojos de Alys miraron a la peliplata en busca de una explicación más detallada. ¿Qué es lo que pretendía demostrar con todo esto? No tenía sentido.
Pero lo único que se encontró fue otra sonrisa, parecida y al mismo tiempo diferente de la anterior. Antes, Alys podía ver alegría pura en el gesto de la terrícola, ahora, también podía ver orgullo y fe acompañando el gesto.
–Sé que ahora mismo no lo parece, pero Nick y Leo siempre logran salir adelante, sin importar lo desventajosa que parezca la situación. Ya verás que encontrarán el modo de levantarse y detener a Barodius.
–Esos dos son un hueso duro de roer, Alys.
–Triunfar con todo en contra es una habilidad innata de los Peleadores Bakugan y ellos no son la excepción. Tú los conociste en un mal momento, pero no puedo esperar a que los vean cuando se recuperen. Te garantizo que los sorprenderán.
Su convicción, su fe, resultaba conmovedor presenciar el gran afecto que Julie profesaba por sus amigos a través de sus palabras.
Conocía de muy poco a Nick y Leónidas, unos pocos días de convivencia y un informe oficial de sus captores era todo lo que tenía sobre ellos, pero quería creer que Julie y Gorem tenían razón, que estos terrícolas eran todo lo que se esperaba de ellos y lucharían por el fin del caótico reinado de Barodius.
Qué ganarían y liberarían Gundalia de la tiranía.
–Espero que tengan razón.
–Ya verás que sí. ¿Quién sabe? Incluso podrías acompañarnos en el frente y ayudar en la caída de Barodius.
La respuesta de la peliplata provocó una risa seca por parte de la pelinegra, quien no se atrevió a expresar de un modo más burdo su desagrado por la idea de involucrarse en batallas campales.
–Prefiero no. Si debo ser honesta, creo que les dejaré a ustedes los campos de batalla.
–¿En serio? –. Preguntó Gorem con curiosidad.
–Yo no disfruto de esto como los Peleadores Bakugan, solo lucho por necesidad. Ahora que ustedes están aquí y se encargarán de todo, espero no tener que pelear de nuevo en un largo tiempo.
–Vamos, Alys. No me digas que nunca has sentido ni un poco de gusto por las batallas.
Una pequeña sonrisa, llena de nostalgia, se asomó en los labios de la enfermera. Ojos felinos rojizos, pelaje claro y múltiples rayas vinieron a su mente al pensar en los días en los que las batallas eran capaces de despertar algo en ella.
–Bueno, hubo una vez. Cuando era pequeña, conocí a…
De pronto, el Explorador se detuvo en seco, ocasionando que todo en la habitación se moviera de manera agresiva. La misma Alys se vio obligada a aferrarse al colchón en busca de estabilidad para no caer al suelo, mientras Julie y Gorem se tambaleaban.
Irin, por desgracia, también despertó alarmada y buscando a su protectora en busca de seguridad.
–Alys, ¿qué pasó? –. Preguntó la pequeña batallando con el sueño y el pánico.
–No lo sé. Julie, lleva a Irin al escondite en lo que yo averiguo qué pasa –. Indicó la neathiana mientras salía de la habitación.
Estando ya en el pasillo, no pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con Luke y Hysani corriendo en dirección a las habitaciones.
No necesitó nada más que una mirada a la expresión alarmada del gundaliano para entender lo que estaba ocurriendo.
Los habían encontrado.
Gundalia, Desiertos de Azgârn
En el presente
Anfir Yamui Aquos era la oponente que ahora debían enfrentar, uno de los soldados del Príncipe Freidr, apodado como el peleador más fuerte del imperio y que lideraba un grupo de guerreros incluso más fuertes que las 12 Órdenes. Al oír de él y su gente por primera vez, Alys había atribuido esa reputación a exageraciones, no comprendía cómo sería posible que existieran peleadores más poderosos que el emperador y su gente.
Ahora, la respuesta era clara. No se podía definir de otro modo a luchadores capaces de manifestar una evolución en sus compañeros a voluntad y que podían manipular el entorno de las batallas.
Elena y Yamui eran peligrosas, oponentes que ya habían perdido la primera ronda de este encuentro. Y no se apiadarían de ellos ahora.
Yamui: 10000.
Peleadores: 3500.
El piso se encontraba lodoso, no daba lugar a un movimiento cómodo por parte de ninguno de sus Bakugan. Este era el terreno de Yamui.
–¿Qué hacemos ahora, Nick?
–Hay que eliminar el barro. En esa forma, Yamui tiene control absoluto de la humedad de su cuerpo, pero aún está sometida a las leyes naturales –. Respondió Leónidas a la peliplata.
–¿Y cómo hacemos eso?
–Necesitamos generar el suficiente calor. Alys, ¿qué tan caliente es el fuego de Hysani? –. Preguntó Nick a la pelinegra.
–Tanto como lo necesite –. Respondió la pelinegra.
–Bien, si logramos que eleve su temperatura a 1700°C, podremos convertir el silicio de la arena en vidrio y será fácil de romper para los chicos.
–Pero, Nick, ¿eso no lastimaría a Ángel? Ella no está tan protegida como Gorem o Wolf –. Objetó Leónidas a su compañero.
–No te preocupes por ella. ¿Cierto, linda?
Al escuchar el llamado de su compañero, la Bakugan no tardó en asentir, dándole la razón al peleador y entendiendo lo que éste parecía querer hacer.
–Por supuesto, Maestro Nick.
–¡Elévate, cielo! –. Alentó Leónidas a su pareja.
Batiendo sus alas, Ángel salió disparada a los cielos nuevamente, dejando atrás el barro que Yamui había creado con su evolución y liberándose de su agarre al instante.
–Poder activado: ¡Proyectiles Nocturnos!
Al juntar sus manos, una mortal ráfaga de disparos de energía se precipitó desde los cielos, bañando el campo de batalla con el espectro amatista que cubría su gran poder destructivo.
Ángel aumenta 500.
Peleadores: 4000.
Por supuesto, para Yamui no fue difícil soportar el ataque. A pesar de las numerosas explosiones que tomaron lugar a sus pies, la Bakugan Aquos no se inmutó ni un segundo, ni siquiera mientras su imagen se perdía entre el fuego y el humo.
Yamui: 10000.
–¿Eso es todo lo que tienen? –. Preguntó Elena poco sorprendida.
Si bien su reacción denotaba la arrogancia que cabría esperar de alguien tan fuerte, Alys pudo notar la tranquilidad de Nick al escuchar la respuesta de la neathiana enemiga.
Claramente, todo este acto era parte del plan. Y bastó con una pequeña mirada por parte del pelinegro para que Alys entendiera que su momento de actuar había llegado.
–Poder de fusión activado: ¡Campos de Fuego!
Hysani sube 1000.
Peleadores: 5000.
La mano del samurái demoniaco se elevó brevemente a la altura de las llamas que provenían de su cabeza, tomando un pequeño impulso antes de enterrar la extremidad tan profundamente como pudo dentro de la arena húmeda.
–¡Chicos, suban al Explorador rápido! ¡Ese poder abarca un área muy grande!
La voz de Luke desde el explorador salió fuerte y clara, no daba lugar a dudas de que su orden debía ser seguida de inmediato.
Los terrícolas la miraron un momento, preguntando con la mirada si las palabras del soldado eran ciertas, a lo que Alys no tardó en asentir. Una vida escondiéndose de las autoridades en Gundalia la habían hecho desarrollar cierto rechazo por los grandes poderes, pues borraban cualquier intento de sutileza que la pelinegra pudiera pretender llevar a cabo.
–¡Ya escucharon, chicas! ¡Vamos al tanque! –. Ordenó Nick con preocupación.
Corrieron tan rápido como les fue posible al interior del transporte, dejando tras de sí una llamarada que hizo arder el barro sobre el que se encontraban los Bakugan.
Cuando se encontraron una vez más en el interior del vehículo, tuvieron una vista panorámica de todo el encuentro que se estaba librando, gracias a las pantallas digitales que ofrecían una vista perfecta de todo lo que acontecía en el exterior.
Tal como Nick había previsto, la arena que rodeaba los pies de los Bakugan, comenzó a adquirir brevemente una forma vidriosa. Sin embargo, bajo el toque de Hysani, los suelos del desierto también comenzaron a destellar ante el ardiente toque de las llamas que se sobrepusieron en la arena.
El vidrio creado por el samurái no tardó mucho en brillar con una ardiente luz dorada, que precedió la explosión que partió el cristal en miles de pequeños pedazos.
Gracias a sus armaduras, Wolf y Gorem lograron resistir el impacto de la explosión y fueron testigos de cómo múltiples patrones de fuego recorrieron el campo de batalla, concentrándose en múltiples zonas del campo en las cuales se asomaron grandes puntos dorados, de los cuales emergieron poderosos chorros de fuego.
–¿Qué es esto? ¿Qué pasa? –. Preguntó Julie asombrada.
–Es el poder de fusión de Hysani, le permite imbuir el campo de batalla en su propio fuego, lo que aumenta el nivel de sus habilidades y debilita al contrincante –. Explicó Luke con emoción antes de que Alys pudiera decir algo.
Yamui: 9500.
–Eso es genial, chicos.
–Sí, Julie, lo es –. Asintió el gundaliano con orgullo –. Ese es Hysani.
–¡Vamos, muchachos! ¡Acaben con ella!
Siguiendo la orden de Leónidas, los Bakugan en tierra se abalanzaron sobre Yamui, dando la señal a Ángel de detenerse.
Los tres Bakugan saltaron al mismo tiempo sobre su enemiga, con la esperanza de parar el encuentro rápidamente. No obstante, Yamui no estaba dispuesta a rendirse y no le fue difícil evadir el ataque de Gorem con un pequeño salto hacia atrás, esquivando tanto el ataque como las llamas que saltaron al sentir el poderoso golpe del Bakugan Subterra.
Sin embargo, eso no detuvo a Gorem, el cual se lanzó con Hysani en un ataque conjunto con intenciones de abrumar a la Bakugan Aquos, que se agachó a tiempo para esquivar un golpe directo del vestroiano.
La acción le dio al samurái demoníaco la oportunidad de lanzar una patada directa al rostro de Yamui, pero vería un resultado similar al sentir como su ataque era bloqueado por el tridente de su enemiga.
–¡Hys, cuidado!
Aunque Alys trató de advertir a su compañero, sería demasiado tarde. El impulso que tomó la Bakugan estando en el suelo le permitió elevar su cuerpo lo suficiente como para conectar una patada ascendente en la barbilla oculta del guerrero de fuego, alejándolo rápidamente.
Gorem reaccionó en consecuencia, contraatacando en nombre de su amigo con un puñetazo destinado a la cara de su oponente.
Por desgracia, haciendo gala de su agilidad superior, Yamui se haría a un lado con facilidad, permitiendo que el ataque del golem pasara junto a su cabeza y sujetándose fuertemente al brazo del mismo.
–¡Gorem, sal de ahí!
El vestroiano trató de luchar tal como esperaba su compañera, pero resultó inútil, Yamui se aferraba con fuerza a su brazo al mismo tiempo que posaba sus pies sobre la pierna y el torso de Gorem, aprovechándose de su gran altura para treparlo y tener mayor alcance a su rostro.
La palma de la gundaliana alcanzó la cabeza del golem, de la cual comenzó a brotar una gran cantidad de cristal, que envolvió la cabeza de Gorem hasta quedar completamente cubierta por el vidrioso material.
La mano libre del vestroiano se dirigió a su cabeza, arrancando tan rápido como pudo la capa cristalina que le cubría la cabeza y, por tanto; obstaculizaba su visión.
Sin embargo, mientras eso ocurría, las manos de Yamui se alejaron del cuerpo de su enemigo, reemplazadas por sus pies firmes en el torso del golem para realizar un empuje perfecto que alejó al Bakugan Subterra, mientras tentáculos de agua evitaban que Yamui cayera el suelo.
Osado, Wolf se abalanzó en su forma cuadrúpeda sobre su enemiga, moviéndose entre las llamas de Hysani para intentar esconderse de los ojos de la gundaliana durante su avance.
Funcionó, por un momento, pero la Trampa Bakugan parecía tener presente que no podía mantener esa táctica por siempre y no demoró en realizar un salto que lo puso por encima de la cabeza de Yamui, dejándolo expuesto.
Por suerte, su peleador no estaba dispuesto a dejar a su lobito desprotegido.
–Doble poder activado: ¡Licantropía + Garras de Lobo!
Los tentáculos de Yamui se alzaron entonces, todos con intenciones de aferrarse fuertemente al acorazado hombre lobo y someterlo sin dificultad. No obstante, antes de que eso pudiera ocurrir, las garras brillantes de la Trampa Bakugan se asomaron entre la oscuridad de la noche y la luz del fuego, deshaciendo con cada movimiento todos los tentáculos que se pusieron en su camino.
Wolf aumenta 300.
Peleadores: 5300.
Estando delante de su perseguidora, el lobo comenzó una veloz ráfaga de ataques hacia la misma, moviéndose ágilmente en un vaivén de movimientos en el que los cortes de sus garras pintaron el espacio existente entre los dos gigantes.
Pero cada uno de sus ataques tuvo el mismo resultado que los anteriores, todos bloqueados ante el intenso chillido del tridente de Yamui parando las garras del Bakugan.
El único consuelo que se les dio a los terrícolas ante esta visión, era el hecho de que las grandes garras del que parecía ser el vestroiano más joven lograron alcanzar un poco de los brazos de Yamui, rayando sus brazales y abriendo heridas ensangrentadas en sus manos.
Sin embargo, a pesar de su admirable desempeño, el poder de Wolf no era suficiente para imponerse ante Yamui y el hombre lobo no tardó mucho en verse de espaldas en el suelo, caído por una fuerte tacleada de su oponente; la cual lo dejó expuesto una vez más.
El tridente de Yamui giró sobre su cabeza de pronto, tomando impulso antes de arremeter contra el hombro de la Trampa Bakugan en un intento de sometimiento.
Lo único que logró evitar que el ataque alcanzara su objetivo fue las manos del vestroiano, que pararon las puntas del arma en seco, dando pie a un forcejeo que Wolf no podría sostener mucho tiempo.
–¡Ahora, chicas! ¡Wolf la tiene entretenida, es el momento de atacar! –. Ordenó Leónidas con firmeza.
–¿Y qué hay de Ángel? ¿Por qué no le dicen que ataque? –. Preguntó Alys confundida.
–No te preocupes por ella. Solo sigue nuestro plan.
–¡Sería mucho más fácil si nos dijeran cuál es dicho plan, Nick!
–Ya lo verán.
En estos momentos, la neathiana se alegraba profundamente de que Irin se encontrara resguardada en los refugios del Explorador para emergencias cómo estas, facilitaba su concentración en la batalla y los numerosos insultos que tenía para los terrestres por su falta de claridad.
–Poder activado: ¡Gran Impacto!
–Poder activado: ¡Filo Demoníaco!
Gorem sube 300
Hysani sube 400.
Peleadores: 6000.
Goren fue el primero en atacar en auxilio de Wolf, saltando una vez más y aprovechando la distracción para cargar su poderoso gancho, el cual conectó de lleno en la cabeza de la distraída Bakugan, que salió volando de su posición ante la fuerza de tal ataque.
Pero el asalto fiero del vestroiano continuó rápidamente, transformándose en una andanada de golpes que cayeron sobre la guardia alta de la Bakugan, cuya defensa se mantuvo firme frente a los ataques de Gorem. Aunque eso no le impidió retroceder ligeramente ante cada impacto recibido.
En medio de la ola de ataques, el Bakugan Subterra sorprendió a su oponente al descartar su siguiente puñetazo para reemplazarlo con una embestida feroz, que se llevó el cuerpo más pequeño de Yamil por delante.
–¡Elena!
–Poder activado: ¡Manipulación de Cristal!
De pronto, en medio de la carrera de Gorem, una gran estructura filosa cristalina emergió de los suelos, salida completamente de la nada para golpear a Gorem en la zona descubierta de su torso.
Yamui: 10000.
La mano de la Bakugan Aquos azotó entonces la estructura, partiéndola en pedazos que se transformaron en numerosos fragmentos que nublaron la visión de Gorem.
Este hecho le dio la oportunidad a Yamui de atacar nuevamente, recubriendo sus manos con gruesas capas de cristal que fungirían como puños reforzados, destinados a potenciar sus golpes.
Los golpes dieron de lleno y Gorem retrocedió ligeramente ante cada impacto recibido que bloqueaba su visión, por suerte, su gruesa armadura natural le permitía amortiguar cada ataque. El verdadero problema era que, por cada puño de cristal roto, nuevos aparecían en las manos de Yamui.
El intercambio de golpes siguió hasta que una espada de cristal fue lo que se manifestó en una de las manos de la gundaliana. Sin embargo, antes de que el arma pudiera alcanzar a su objetivo, una de las manos del golem se alzó lo suficiente para atrapar el objeto y romperlo en pedazos.
Fue entonces cuando Hysani reapareció detrás de Yamui, con sus sables de fuego en las manos y una mirada fulminante en sus ojos apenas cubiertos.
–¡Mátala! –. Rugió Luke a su antiguo compañero con fuerza.
Todos enmudecieron ante las palabras del soldado. Se notaba con claridad en los ojos de los terrícolas que ninguno tenía la intención de arrebatarle la vida a una de sus enemigas. Ni siquiera la misma Alys lo había considerado, pues tenía la idea de ganar para huir lo más rápido que fuera posible.
Lo que Luke ordena era un asesinato directo y tanto Nick como Julie parecían listos para objetar. Pero grande fue su sorpresa cuando un grito de dolor se escuchó desde el campo de batalla.
Hysani había seguido la orden y había clavado sus espadas llameantes en la espalda de Yamui, penetrando su carne a tal punto que las puntas de ambas espadas salieron por su pecho hasta que el límite de las empuñaduras tocó la espalda de la gundaliana.
Todos los Bakugan se notaron sorprendidos cuando miraron las heridas abiertas de su enemiga, esperando ver sangre ardiendo por el fuego de Hysani aún presente en el acero de sus armas.
Pero lo único que vieron fue agua, agua cristalina hirviendo y cayendo al suelo del campo como si de una lluvia ardiente se tratase.
Tan sorprendido se encontraba Hysani por el fenómeno, que no pudo predecir el momento en que el codo de Yamui azotó su rostro, tirándolo al suelo rápidamente, pero dejando sus sables aún enterrados profundamente en su espalda.
Asombrado por lo que acababa de ver, Gorem detuvo su ataque, alzando ligeramente sus manos en señal de la batalla interna que debía estar librando ante la sola idea de intentar auxiliar a su enemiga.
–¿¡Qué rayos fue eso, Luke!? ¡Le dijiste que la asesinara! –. Reclamó Julie al gundaliano.
–Sí, es cierto. Y parece que no funcionó.
La mano del soldado señaló al campo de batalla tras terminar su declaración cínica.
Ahí, ante los ojos sorprendidos de todos los presentes, Yamui sacó de manera rápida una de las espadas de Hysani, para evaluarla con total tranquilidad; como si no acabara de ser empalada por uno de los objetos que ahora sostenía en su mano mientras su gemelo aún reposaba en su carne.
–¿Qué es esa cosa? ¿Cómo es posible que siga con vida? –. Preguntó Alys alarmada.
–Yamui proviene de las profundidades de los océanos de Gundalia, es uno con su atributo –. Respondió Leónidas.
–Así que, en lugar de sangre, tiene agua corriendo por sus venas –. Dijo Nick intrigado.
–Debiste decirnos eso antes, Leónidas.
–No pensé que fueran a intentar algo como esto, Luke.
De regreso en la arena de combate, los Bakugan en tierra miraron estupefactos a Yamui, que siguió mirando la katana en llamas con interés mientras su mano libre reposó en la hoja de la otra espada, creando vapor ante el contacto de los atributos opuestos.
–Parece que te subestimamos, Hysani. Hacía mucho tiempo que nadie estaba tan cerca de matarme y más en esta forma –. Reconoció la Bakugan antes de tirar la hoja al suelo.
–Te concedemos esto, de haber sido otro Bakugan, habría muerto al instante por tal ataque –. Dijo Elena mirando a su compañera –. Por suerte, Yamui no es como las demás.
–Tal vez no, pero tampoco tiene que serlo.
Las perseguidoras se notaron interesadas en la respuesta del samurái, que comenzó a levantarse con cautela del suelo, realizando una seña con ambas manos que hizo desvanecer sus armas de su lugar para retornar a su agarre.
Los suaves tonos azulados en la piel de la ninfa comenzaron a verse alterados de pronto, haciendo un contraste con las líneas doradas y rojizas que comenzaron a crecer en el cuerpo de la Bakugan, pintando su imagen con los colores cálidos propios de un Bakugan Pyrus.
–¿Qué está pasando? ¿Qué es esto? –. Preguntó la gundaliana confundida.
–Esas son las propiedades de mi Filo Demoníaco, el fuego de mis espadas proviene de mi sangre y es como un veneno para los Bakugan que no poseen cierto control sobre el elemento.
–¿Eso significa que…?
–En efecto, neathiana. El fuego de mi sangre infectará lentamente a Yamui, reduciendo el poder de sus ataques a la mitad hasta que termine la batalla o muera con las entrañas ardiendo –. Asintió el samurái –. Puedes rendirte ahora o morir quemada, Yamui. Sea como sea, nosotros ganamos.
Yamui desciende a 9300, 9200, 9100, 9000…
–Eres un maldito.
–Un maldito que acaba de ganar, neathiana. Dale el pésame a tu príncipe por esta pérdida la próxima vez que lo veas.
–¡Excelente trabajo, Hys! –. Felicitó Luke a su antiguo compañero.
Los terrestres miraron consternados, sorprendidos de que su rescatador y su amigo llegaran a estos extremos con tal de ganar.
Según el expediente entregado por Lord Dairus, los humanos rechazaban la idea de matar abiertamente. Venían de librar una guerra contra la civilización de los vestals y habían logrado mantener sus manos limpias, por lo que no era extraño que los chicos reaccionaran de esta forma ante un asesinato.
Alys no podía decir lo mismo, si bien no tenía sus manos tan limpias como sus amigos, rechazaba la idea de la muerte incluso desde antes de incursionar en los conocimientos de la enfermería. No quería acostumbrarse a matar, cada vida arrebatada por sus manos era una tortura con la que cargaba a diario.
Aunque desaprobaban los métodos de sus amigos, tampoco podían quejarse. Esos extremos les darían la victoria próximamente.
O, al menos, eso debieron haber hecho.
Repentinamente, una suave risa se escuchó desde el ojo de este huracán de fuego y agua, uno proveniente de la ninfa, cuya falsa sangre hervía con la misma intensidad de las llamas del suelo.
–¿De qué te ríes? ¿Acaso no te das cuenta? Perdiste, Yamui. Ríndete ahora y vivirás.
Yamui: 8700, 8600, 8500…
–¿Eso piensas? ¿De verdad crees que esta será mi derrota? No, Hysani, esto solo significa que tengo que vencerlos más rápido de lo que me habría gustado –. Respondió la Bakugan antes de mirar a su compañera –. ¡Ya sabes que hacer, Elena!
–Poder de fusión activado: ¡Tormenta Real!
De pronto, las múltiples líneas que decoraban el rostro de Yamui se abrieron, revelando la horripilante vista de una mandíbula alargada, carnosa y llena de afilados colmillos que se asomaron ante los ojos de todos los presentes.
A simple vista, la mandíbula parecía tener la longitud de la trompa de un elefante, pero se mantenía recta sin apoyo alguno y de ella salió un poderoso chillido, uno tan agudo, que logró ensordecedor la audición brevemente la audición de los Bakugan en tierra.
Los poderosos chillidos de Yamui se tradujeron en la forma de una tormenta que trajo consigo la presencia de vientos huracanados, incesantes relámpagos tronando en los cielos y cayendo con furia a la tierra y una lluvia torrencial que chocó directamente con las llamas del samurái Pyrus.
Una tormenta azotaba los desiertos de Azgârn esta noche y en el ojo del huracán, se encontraban colosos dispuestos a dar todo de sí con tal de obtener la victoria.
Yamui asciende a 9000.
Los gritos de la gundaliana se transformaron con fiereza, reemplazados por una serie de rugidos semejantes a los de un gran felino mientras un aura azulada envolvía su cuerpo, parando el movimiento de todas las gotas de agua que caían sobre ella para anexarlas al patrón de movimientos que seguía su nueva energía.
–¡Este es el poder de Anfir Yamui Aquos, la capacidad de invocar el agua desde cualquier lugar, incluyendo la naturaleza misma!
–¡Luke, tenemos que movernos de aquí! –. Exclamó Nick al ver cómo numerosos relámpagos se precipitaban a sus alrededores.
–Entendido, los escudos de fuerza ya están activos –. Respondió el soldado aferrándose a los controles del tanque –. Comenzando desplazamiento.
Las grandes grandes del Explorador comenzaron a moverse en reversa, alejándose de la zona de peligro antes de comenzar a moverse por todo el terreno visible. Por desgracia, la tormenta de agua, fuego y arena dificultaba la visión y solo se podía ver con detalle a Ángel, aún en los cielos y envuelta en sus alas, en medio de la tormenta.
–¡Nick, es hora de involucrarla! –. Exclamó Julie.
–¡Aún no, es muy pronto! ¡Necesita más tiempo! –. Respondió el pelinegro –. ¡Tenemos que distraer a Yamui un poco más!
–En esa forma, Yamui puede potenciarse al absorber agua. Debemos tener cuidado –. Advirtió Leónidas.
–Pero el veneno de Hysani aún se encuentra en su cuerpo, eso debería evitar que se fortalezca, ¿no? –. Preguntó Alys.
–En teoría, nada debería ser capaz de detener algo como eso. Pero es mejor no confiarnos y actuar bajo el peor de los casos.
–Estoy de acuerdo con Luke. Seguiremos atacando y cuando Ángel esté lista, acabará con esa maldita. ¿Entendido?
Nadie objetó ante las palabras de Nick. Frente a esta situación, lo único que podían hacer era hacerle caso a los únicos peleadores presentes que habían combatido a oponentes de este calibre, esperando que su plan diera resultados.
Con este pensamiento en mente, Julie fue la primera en actuar.
–Poder de armamento activado: ¡Armadura de Barro!
Repentinamente, el armamento de Gorem brilló con la luz de su atributo, al igual que la arena húmeda que rodeaba el campo de batalla y que comenzó a moverse en pleno aire hacia el golem de tierra, para abrazar la forma agigantada del mismo.
Poco a poco, la arena húmeda del desierto recubrió el cuerpo completo del vestroiano, dando como resultado una armadura con lo que debieron ser capas y capas de grosor para resistir los ataques del enemigo.
–¡Ataca, Gorem!
Eufórico, el vestroiano corrió con furia hacia su oponente, haciendo gala de una velocidad envidiable para cualquier guerrero con su condición robusta y pesada.
–¡Haz su armadura pedazos, Yamui!
Chorros de agua a alta presión salieron disparados de una mano de la gundaliana mientras en la otra una ráfaga de cristales afilados hacía acto de presencia, volando hacia Gorem rápidamente con una trayectoria perfectamente recta.
No obstante, el ataque no funcionó, uno de los brazos del Bakugan Subterra fue suficiente para frenar momentáneamente el agua mientras los cristales que se dirigían hacia él se perdían en medio de las múltiples capas y capas de barro.
Esta vez, Gorem era una fuerza imparable y nada de lo que hiciera Yamui podría salvarla de su furia.
–¡Dale duro, amigo! –. Animó la peliplata a su compañero.
Un puñetazo del golem dio lleno en la mejilla de la ninfa, callando cualquier quejido que ésta pudiera siquiera pensar en emitir con la fuerza de su fiero ataque, cuyo poderío había logrado mantener a la gundaliana desorientada por unos breves segundos que serían hábilmente aprovechados por el vestroiano.
–¡Yamui!
La perseguidora trató de luchar, trató de realizar un contraataque tan pronto regresó su mirada a su contrincante más cercano, pero fue inútil. La colosal mano de Gorem ya estaba rodeando su cabeza para cuando reaccionó y su cuerpo ya estaba siendo arrastrado por el terreno de manera violenta, dejando tras de sí un largo rastro de arena húmeda a un nivel inferior del suelo.
Y tras un breve momento de veloz carrera, que agitó los suelos del campo de batalla, Gorem finalmente levantó a su enemiga del suelo, arrojándola sin más contemplaciones a los aires.
–¡Ataca, Wolf! ¡No le den un solo respiro! –. Ordenó Leónidas con fuerza.
Saltando sobre su enemiga, el hombre lobo mostró sus garras una vez más, clavándolas tan hondo como pudo en la cintura de Yamui para estrellarla ferozmente contra el suelo, dejando su cabeza expuesta.
Wolf trató de pisotear a la Bakugan, en un desesperado intento por parar el combate, pero los reflejos de la guerrera le permitieron reaccionar a tiempo y moverse a un lado para evitar el golpe.
Pero eso no evitó que Gorem y Hysani tomaban la delantera una vez más mientras Wolf protegía la retaguardia. Al ser el más débil de los cuatro, parecía que Nick y Leo estaban de acuerdo en mantenerlo lejos del peligro e involucrarlo en momentos puntuales, en los que sus instintos podrían sacar lo mejor de él.
Por otro lado, Yamui comenzaba a moverse con dificultad, sus movimientos comenzaban a volverse más lentos y descuidados, mientras el fuego en sus venas se expandía, quemándola por dentro en lo que debía ser un grotesco espectáculo interno. El ardiente veneno de Hysani ya no parecía ser capaz de reducir el nivel de poder de Yamui, pero seguía quemándola por dentro y cada segundo de batalla debía ser una exigencia gigante para su cuerpo maltratado.
Estando delante de su enemiga, Gorem lanzó un golpe directo a la guardia en alto de su enemiga, creando una pequeña onda expansiva que hizo a un lado la arena y el polvo de los alrededores.
Yamui resistió, era evidente para alguien como ella que se necesitaría más que un puñetazo para derribarla finalmente. No obstante, el ataque cumplió su propósito, obligando a Yamui a enfocarse únicamente en el golem para evitar caer al suelo.
Esto le dio tiempo a Hysani para moverse, posándose detrás de Yamui y pateando con fuerza una de sus piernas por detrás, arrodillando a la gundaliana de manera brava y dándole tiempo al vestroiano de continuar su ataque.
Las grandes manos del Bakugan Subterra sujetaron los costados de su enemiga, usando su fuerza superior para cargarla como si no fuera más que un costal al cual mover a su gusto por el campo de batalla.
Por unos segundos, el delgado y herido cuerpo de Yamui voló por los aires, siendo exhibida como un trofeo a los ojos de la tormenta.
Con su enemiga sometida sobre su cabeza, Gorem se preparó para estrellar su delgado cuerpo contra el suelo una vez más. No obstante, antes de que pudiera cumplir su propósito, una carta celeste brilló en el brazalete de Elena.
–Poder activado: ¡Agua Móvil!
Antes de que el cuerpo de la gundaliana colisionara contra el suelo, su misma estructura se convirtió en agua, agua que se hundió momentáneamente en la arena que salpicó por el duro golpe del vestroiano en el suelo.
–¿Qué pasó?
–¿¡Dónde está!?
Repentinamente, la forma de Yamui se materializó una vez más desde el suelo, saltando de la arena del campo envuelta la luz de su atributo y posándose de un salto a la altura de la cabeza de Gorem, a la cual dio una dura patada que hizo retroceder aturdido al golem de tierra.
Una vez más, Hysani arremetió con bravura, enviando un gancho a la cabeza de Yamui con intenciones de derribarla. Sin embargo, antes de que el golpe pudiera conectar con la cabeza de la gundaliana, ésta misma volvió a caer al suelo en la forma de un charco de agua, que fue creciendo rápidamente gracias a las múltiples gotas de lluvia que caían al campo.
En medio de esta batalla, donde el dominio se inclinaba hacia a ambos lados de la balanza constantemente, las flamas luchaban por conservar su dominio en contra de una diosa marina.
–¡Hys, ten cuidado!
Aunque Alys trató de advertir a su compañero, manos emergentes del agua lo sostuvieron con fuerza antes de que el samurái pudiera hacer algo, tirando de sus pies y hundiéndolo como si de arena movediza se tratara.
Y de las profundidades de aquel charco, con las magnitudes del océano mismo, Yamui Aquos se alzó nuevamente, sosteniendo la cabeza de Hysani suavemente entre sus manos mientras su monstruosa mandíbula se abría una vez más ante los ojos del demonio de fuego.
Elena ya estaba preparando su brazalete una vez más, lista para usar otra carta poder que sacara a Hysani del encuentro. No obstante, antes de que eso pudiera pasar, Alys tomó la delantera.
–Poder activado: ¡Fuego Infernal!
Una explosión de fuego tomó lugar en medio del agua, hirviendo hasta el punto de evaporar el líquido en menos de un par de segundos, mientras un chillido estridente se escuchaba por parte de la reina de las profundidades, cuyo cuerpo salió volando ante la fuerza del empuje de las llamas.
Y en los cielos, finalmente, un poderoso destello amatista y celeste brilló con intensidad, evocando en su luz la forma del poder en un ángel cuya grandeza se podía notar incluso desde la distancia.
Alys nunca había visto pelear a Ángel antes de esta batalla, pero podía ver el porqué de los títulos a la hora de referirse a ella en sus poderes.
–¡Llegó la hora, chicos! ¡Prepárense!
–¿¡Qué es lo que planeas hacer exactamente!? –. Preguntó Luke al terrícola.
–¡Acabar con esto! –. Respondió Nick mientras se acercaba a los micrófonos del tanque.
–¿Qué estás haciendo?
–¡Ángel, hora de un cambio de colores! –. Exclamó Nick ignorando cualquier pregunta tuvieran para él.
Lo más cercano que se les presentó a una respuesta sobre las intenciones del humano fue la mirada fija de Leónidas en los cielos, que solo podía describirse como los ojos de un hombre que finalmente tenía delante de sí a una diosa, a una manifestación de la divinidad misma en carne y hueso, descendiendo de los cielos para traer consigo la justicia.
Esa fascinación, ese afecto, marcados en una sola mirada, era algo que Alys no podía decir que hubiera visto en el pasado. Incluso en su forma de esfera, el amor que el Bakugan profesaba por su pareja se sentía tan tangible como la tensión en este encuentro.
–Tú puedes, cielo. Acaba con esto.
Y en los cielos, una melodiosa voz ofreció una respuesta clara, acompañada por la vista de un destello azulado pintando los cielos, como si la luna misma hubiera vuelto a la batalla.
–¿Qué está pasando? –. Preguntó Hysani confundido.
–Es Ángel, está lista para volver –. Respondió Gorem.
Plumas cayeron desde el cielo, moviéndose al compás de los bravos vientos que revolvían las arenas del desierto y agitaban los ánimos de esta gran batalla, donde los colosos elementales competían por el dominio con la fuerza de un cataclismo, impulsados por el deseo de justicia y la presencia de lo que Alys solo podría describir como una corrupción creciente entre aquellas que deberían evocar la belleza.
Entre tormentosas y violentas nubes, la forma de un glorioso ángel se presentó desde las alturas, iluminando el oscuro ambiente de la noche con su luz azulada.
–¡Reconozcan a Ángel Aquos!
Ángel aumenta 2000.
Peleadores: 8400.
–¿Cambia de atributo? El príncipe no nos dijo que podía hacer eso –. Declaró Yamui asombrada.
–Y no solo puede hacer eso –. Dijo Nick desde los altavoces.
–¿Qué quieres decir, humano?
–Ángel es una Bakugan que manipula múltiples elementos, pero el rayo es una constante en ella. Sin importar los colores que use, la electricidad la acompaña y se fortalece de cualquier tormenta que los incluya.
–¿Eso significa que…?
–Así es, la tormenta de Yamui también le dio poder –. Declaró Leónidas esta vez.
–Y gracias a su alta capacidad adaptativa, también puede fortalecerse con las condiciones del entorno. Gracias a ustedes, este ambiente es perfecto para una Bakugan que controla tanto el agua como el rayo.
–Perdieron esta batalla en el momento en que mostraron sus mejores poderes.
–¡Acabemos con esto, linda! –. Declaró Nick con una carta en su mano –. Poder activado: ¡Hidromancia Divina!
La lluvia se detuvo entonces, miles de duras gotas de agua que se precipitaban al suelo se detuvieron en pleno aire, quedando suspendidas bajo el control de la dama en los cielos, aquella que ejercía su dominio sobre el elemento básico para la vida y silenciaba los relámpagos en los cielos; usándolos como la fuerza que destello de sus hombros hasta la punta de sus dedos.
Ángel incrementa 500 puntos.
Peleadores: 8900.
–Entonces, fue por eso. Esa es la razón por la que mantuvieron a Ángel fuera tanto tiempo –. Meditó Elena más para sí misma –. Es impresionante, humanos. Lo reconozco.
–Nunca había visto a otra Bakugan capaz de controlar el rayo como tú, Ángel. Es un honor combatir con una hermana de tal nivel.
–Guarden silencio.
Las palabras de la vestroiana salieron con una frialdad digna de la tormenta que rodeaba este campo de batalla. Su mirada inexpresiva era un claro indicativo de que no habría forma de distraerla del objetivo que debía estar rondando su mente.
Terminar con esta batalla.
En las manos de la guerrera alada, dos espadas compuestas por electricidad celeste acompañaron su imagen, enmarcando de manera mortal su rostro carente de facciones distintivas.
Estando en el suelo, Alys podía ver por qué Leónidas se fascinaba viendo a Ángel. Su forma en los cielos, rodeada por agua y relámpagos, ambos completamente bajo su comando, era una imagen que se acercaba mucho a los cuentos de dioses y monstruos que la neathiana solía escuchar cuando era niña.
–Hirieron a mis amigos, trabajando para un monstruo, uno al que no le importan lo suficiente como para informales a detalle las capacidades del enemigo que enfrentan –. Repasó Ángel bajando sus mortales hojas.
Tal vez fue cosa de la distancia, quizás fue solo una alucinación provocada por todas las emociones que rodeaban este encuentro o solo era la mente de Alys dejando atrás su cordura.
Pero pudo jurar, por un solo segundo, que la poderosa Yamui Aquos dio un paso atrás, asustada o avergonzada por lo que veía y escuchaba por parte de su oponente.
–Lo único que quiero escuchar de ustedes es el sonido de su derrota.
Fue un movimiento, un pequeño tic en los ojos brillantes de la vestroiana, pero ese fue el único indicativo que tuvieron, antes de que Ángel Aquos desapareciera de su lugar entre las nubes y reapareciera como un relámpago sobre Yamui.
Con sus armas de energía eléctrica sobre su cabeza, apuntando directamente a Yamui.
Por un segundo, la gundaliana pareció estar perdida, pero su gran agilidad y reflejos le permitieron moverse a tiempo para evitar el devastar ataque que abrió un hueco en el suelo del desierto.
Al mismo nivel, bañadas en el poder del agua y los relámpagos, ambas guerreras se encontraron cara a cara, espadas y tridente a la misma altura.
La Reina de las Profundidades y la Reina de la Tormenta.
Un duelo real en el que solo una podría portar la corona al final del encuentro.
–Esfuérzate al máximo entonces, Ángel.
Las armas de ambas reinas chocaron, emitiendo una llamativa lluvia de chispas por cada impacto compartido.
Ángel se mostró veloz y agresiva, indispuesta a alargar más tiempo esta batalla, mientras que Yamui se notaba cautelosa, blandiendo su tridente con agilidad para bloquear y desviar cada corte y estocada que caía sobre su defensa.
Al verse igualada en combate cercano, Ángel batió sus alas una vez más, impulsándose sobre el nivel del suelo para caer rápidamente sobre el mismo con una de sus espadas clavadas en el suelo.
Una vez más, Yamui esquivó el ataque retrocediendo en lo que pareció ser un desliz ágil, impulsado por el agua que podían soltar sus pies. Pero no demoró mucho en acercarse una vez más, con intenciones de terminar todo esto con una estocada de su tridente.
Por suerte, antes de que eso pudiera ocurrir, la vestroiana se movió a tiempo, abriendo su guardia para hacerse a un lado como una bailarina contorsionista a la que sus brazos y piernas le servían como apoyo para desplazarse rápidamente hasta otro punto del campo.
Yamui la siguió entonces, usando su tridente con las puntas hacia abajo para terminar con Ángel de una vez por todas, pero lo único que consiguió fue que la vestroiana se girara a tiempo en medio de sus movimientos para patear las puntas del arma y desviar el ataque.
Con sus manos y pies apoyados en el suelo, Ángel voló con velocidad una vez más hacia su contrincante, la cual levantó rápidamente un muro de grueso cristal para detener el avance de su enemiga.
En respuesta, el ángel de agua desapareció una de sus espadas entonces, optando por atraer numerosas gotas de agua suspendidas en el aire hacia su mano empuñada, que brilló brevemente con la energía de su actual atributo como un indicador del gran poder de este ataque.
–¡Destruye ese muro, cielo!
Tal como Leónidas había dicho, el golpe de la vestroiana partió en pedazos el cristal que tenía enfrente, dándole una vista clara de Yamui avanzando con sus tentáculos de agua al frente.
Sorprendida, la Bakugan aliada apenas tuvo tiempo de levantar su guardia para bloquear el golpe de una de las alargadas extremidades. Aunque, por desgracia, eso solo la distrajo del tentáculo que se enredó en su pie derecho y tiró con fuerza de él.
De pronto, el cuerpo de la vestroiana se vio tendido en el suelo, antes de ser arrastrado por la arena y el aire para ser azotado contra el suelo de forma repetida.
Entre cada impacto, las manos de Ángel fueron lo único que se interpuso entre ella y numerosos impactos perjudiciales contra el suelo hasta que, finalmente, Yamui la mantuvo sometida en el suelo.
Y uno de sus tentáculos superiores se asomó en lo alto, casi ocultando la figura de Ángel bajo lo que apuntaba a ser un golpe semejante al del martillo de guerra de Baltasar Haos.
No obstante, fiel a lo que parecía ser la naturaleza de su último poder activo, bastó con la mano en alto de Ángel para que el tentáculo de agua se deshiciera en pleno aire y se transformara en una gran esfera líquida en la palma de la vestroiana.
Yamui intentó atacar nuevamente, pero el agua convertida en un chorro de alta presión la obligó a retroceder aturdida mientras su oponente se reincorporaba.
El resto de los tentáculos intentaron hacer su parte entonces, escabulléndose por el suelo hasta llegar a Ángel, solo para encontrarse con el mismo destino del primero y terminar como esferas de agua bajo el control de Ángel, y siendo usadas en contra de su maestra.
Yamui creó dos grandes escudos de cristal para bloquear el agua que intentaba sacarla de combate.
Sin embargo, eso no detuvo a Ángel de crear una corriente de agua en el suelo, que se desplazó por las arenas del campo hasta posarse a los pies de Yamui, a la cual envolvió al saltar con la forma de una mano humana que sostiene una muñeca.
Entonces, un tentáculo propio se formó en las manos de Ángel, amenazando con hacerle a Yamui lo mismo que ésta había intentado anteriormente.
Pero antes de que eso pudiera ocurrir, una poderosa onda de energía salió expedida del cuerpo de la gundaliana, partiendo el cristal en pedazos y deshaciendo en aguas en pequeñas gotas que bañaron sus alrededores.
Las alas de Ángel se agitaron nuevamente, ayudando a la vestroiana a emprender el vuelo una vez más, mientras la forma de un relámpago azulado se materializaba en su mano izquierda.
Con la furia de uno de los dioses que Alys había escuchado a Nick mencionar una vez, el ataque de la guerrera alada cayó sobre la tierra, con la esperanza de acabar a Yamui de una vez por todas.
Pero en medio de lo que solo pudo describirse como una densa humareda provocada por la fuerza del ataque, solo se pudo divisar la forma de un tridente dorado ascendiendo en dirección a Ángel.
–¡Esquívalo, linda!
Sorprendida por el ataque, la vestroiana apenas tuvo tiempo de hacer lo que su compañero le decía, haciéndose a un lado, pero viéndose incapaz de impedir que las puntas del tridente rayaran su armadura.
Pero, asombrada por la distracción, nada pudo preparar a Ángel para el momento en que Yamui se elevó de un salto, derribándola con una tacleada que devolvió a la vestroiana al suelo con la forma de su oponente sobre ella.
Una andanada de golpes cayó sobre la Bakugan aliada, cada uno más fuerte que el anterior que el anterior.
–¡Ángel!
–¡Hysani, necesito que enciendas a Gorem! –. Ordenó Nick al samurái demoníaco.
–¿¡Qué!? ¡No puedes hacer eso, Nick! –. Exclamó Julie impactada.
–¡El barro se endurece cuando se expone a altas temperaturas! ¡Si Hysani enciende la armadura de Gorem, será más fuerte y resistente que antes, Julie! ¡Así podrá ayudar a Ángel y acabaremos con esto!
Si la peliplata pensó en objetar, la firmeza y la autoridad en las palabras de Nick lo impidieron. En la situación en la que se encontraban, ninguno podía darse el lujo de caminar por su propio sendero, tenían que estar juntos y tanto Julie como Alys habían elegido a Nick para ser el capitán de esta expedición.
Tenían que escucharlo y esperar que tuviera razón.
–¡Hazlo, Hys! –. Asintió Alys a su compañero.
Las manos del demonio se posaron en los hombros de Gorem, imbuyendo su armadura de barro en implacables llamas que endurecerían su blindaje.
Y mientras Yamui mantenía en el suelo a Ángel, no pudo predecir la poderosa embestida que cayó sobre ella, en la forma de un poderoso golem de tierra y fuego.
El cuerpo de la ninfa cayó a un lado entonces, pero no demoró mucho en levantarse con agilidad para defenderse, creando una gran púa de cristal cuyo filo debía acabar con Gorem de una vez por todas.
Sin embargo, la gundaliana no pudo imaginar que su ataque se parara en seco al colisionar con el pecho protegido de Gorem, el cual partió el filo del arma en pedazos mientras las manos del titán se elevaban sobre su cabeza, para partir el objeto en miles de pedazos con un poderoso golpe descendente.
Una vez más, el golem y la ninfa se encontraron en el campo, colisionando violentamente en un encuentro salvaje en el que solo uno podía caer.
Sin embargo, antes de que Yamui pudiera pensar siquiera en imponerse sobre su amigo, Ángel atacó una vez más. Maniobrando sobre las cabezas de ambos contendientes, la vestroiana regresó al campo dando una voltereta en pleno aire que le permitió azotar sus pies sobre la espalda de su enemiga.
Yamui gritó adolorida por el duro ataque recibido en su punto ciego, pero no tuvo tiempo de hacer nada más cuando uno de los golpes de Gorem impactó de lleno en su guardia, lanzándola contra una de las estructuras rocosas detrás de su compañera.
Los escombros cayeron entonces, amenazando con aplastar a Elena, la cual apenas tuvo tiempo de moverse para evitar una fatídica muerte por los restos que se precipitaban sobre ella.
Estaba funcionando, de verdad estaba funcionando. Contra todo pronóstico, estaban ganando la batalla, estaban venciendo a uno de los soldados del Príncipe Freidr.
Y en los ojos de Nick no había nada más que convicción y control, el deseo de terminar con esto de una vez por todas y seguir su camino.
En esa mirada, plasmada en esos orbes oscuros, Alys no veía a un niño humano, sino a un peleador y un líder, alguien con la fuerza para enfrentar a alguien más fuerte que él y sus amigos y perseguir la victoria.
Era la mirada de un guerrero lo que podía percibir en ese gesto determinado y serio, era el espíritu de un líder lo que Alys podía sentir emanar de la presencia de Nick y Leónidas.
Tal vez Julie tenía razón, tal vez esta era la fuerza de estos humanos, la que el resto del planeta debería ver en la figura de aquellos que serían sus líderes, sus campeones y libertadores.
Todas esas cualidades, esa fuerza, esa determinación en la forma de dos peleadores terrestres que ahora mismo acabarían con esta batalla, con el augurio de una carta celeste brillando en los dedos de Nick Takahashi.
El guerrero que los guiaría en las batallas futuras, junto a su poderoso compañero.
El Rey Dragón.
–¡Es el momento, Nick! ¡Terminen con ella! –. Animó Leónidas a su compañero.
–Poder activado: ¡Ángel Caído!
La luz azulada de su atributo rodeó el cuerpo de la vestroiana, abrazándola con firmeza hasta que la totalidad de su figura brilló con una intensa tonalidad celeste, que le dio un aura aún más real de la que ya poseía gracias a su apariencia y poder acumulado.
Las alas de Ángel se desplegaron, mostrando su grandeza a sus enemigas antes de reposicionarse rectas tras su espalda mientras sus manos se aferraban a la tierra bajo sus pies.
En unos pocos segundos, la silueta brillante de Ángel Aquos destelló y desapareció del lugar en el que todos podían verla, moviéndose en una veloz trayectoria hacia su enemiga.
Yamui intentó responder, cerrando sus brazos sobre su pecho y su cabeza a modo de guardia para bloquear cualquier ataque que la vestroiana pudiera dirigir hacia ella.
Sin embargo, grande fue su sorpresa para ella y para su misma compañera cuando el relámpago azul se desvió estando a unos pocos centímetros de su objetivo, optando por abandonar el nivel del suelo una vez más para dirigirse hacia los cielos, donde las nubes le otorgaron nuevamente el poder de sus estruendosos rayos.
Peleadores: 9400.
–¡Caerá sobre nosotras!
–¡No, no lo hará! –. Exclamó Elena con fuerza mientras una última carta se manifestaba en su brazalete –. Poder de fusión activado: ¡Rugido de Reina!
En un duelo de control, la energía azulada de su atributo se enfrentó cara a cara al veneno ardiente que recorría su cuerpo, quemando su ser hasta el núcleo.
Para consternación de Alys, Yamui pareció tener éxito en su propósito, logrando pintar sus venas enrojecidas con el característico tono azul de su atributo.
La energía se elevó por la piel visible de la ninfa, creciendo en su ser hasta escalar por la zona de su cuello, dándole luz a su piel enrojecida mientras sus grandes mandíbulas colmilludas se abrían incluso más que antes, dejando ver como cuatro extremos sobresalían con la forma de una especie de estrella y decenas de dientes afilados se hundían en su carne hasta perderse en la oscuridad aún visible de su horrible boca.
–¡Hazlo, Yamui!
La luz celeste de su gran podero se asomó entre sus fauces, brillando con intensidad e iluminando sus dientes amarillentos, sirviendo como un preludio del gran ataque que vendría a continuación, de la tormenta que se avecinaba ante este choque de reinas.
Y en un coro de un suave canto caído del cielo, un rayo se elevó desde la tierra, destinado a detener el gran meteorito celeste que descendía desde los cielos como una señal divina.
Dos grandes fuerzas colisionaron en el punto que marcaba la unión entre la tierra y el cielo, un horizonte devastador pintado de azul. Uno con el suficiente poder como para hacer pedazos la tormenta previa a este choque, haciendo a un lado las gotas de lluvia suspendidas en el aire y alejando las nubes de forma brava gracias a la onda que derribó y alejó todo lo que se encontraba kilómetros a la redonda.
Bajo sus pies, Alys puso sentir como las ruedas del Explorador sacaban las púas que le permitían desplazarse por terrenos difíciles.
Los poderes de ambas guerreras se encontraron en el aire, batallando por el dominio en un último movimiento que marcaría el resultado de esta batalla.
En otras circunstancias, Alys habría asegurado que ambas fuerzas estaban completamente igualadas, que determinar una ganadora sería imposible.
Pero esta batalla tenía a su favorita, contra todo pronóstico, las tornas aún no cambiaban del todo.
Peleadores: 9400.
Yamui: 9500.
Estaban perdiendo, y tanto Nick como Leo parecían tenerlo claro cuando se giraron una vez más para dedicarle una mirada específicamente a ella.
–¡Alys, prepárate para atacar! –. Avisó Leónidas con firmeza.
–¡Con tu ayuda, ganaremos de una vez por todas! –. Asintió Nick en acuerdo.
–¡Hazlo, Alys! ¡Deja que Hysani acabe con ellos!
La voz de Luke se escuchó por los altavoces, dejándole claro a los Bakugan que el demonio samurái sería el encargado de terminar con esta batalla de una vez por todas.
Hysani les devolvió una mirada, pero Alys podía sentir que realmente no la estaba mirando a ella ni a ninguno de los terrícolas. No, él veía a Luke, el cual compartió una mirada breve con su antiguo compañero antes de asentir en señal de afirmación.
Ya no tenía sentido dudar, Hys estaba de acuerdo con esto y era la oportunidad perfecta de terminar con esto. Podrían escapar, podrían irse satisfechos de este campo de devastación, sabiendo que habían vencido a dos de los guerreros del príncipe, el hombre que los había metido en todo esto.
Sin ninguna palabra que emitir en respuesta, Alys solo se limitó a elevar la última carta poder de esta batalla entre sus dedos.
–Poder activado: ¡Sangre Ígnea!
Peleadores: 9700.
La sangre ardiente de Hysani se derramó en su mano, con las llamas crepitando en su palma y llegando la punta de sus dedos enguantados, mientras numerosas gotas del espeso líquido caían al suelo, soltando un pequeño rastro de humo por cada marca que derretía el suelo sobre el que se encontraba parado.
El poderoso ataque, convertido en una mortal bola de fuego, se alzó con orgullo hasta el nivel de la cabeza de su creador, aquel que traía consigo la ira del infierno a la tierra.
Tal vez era cosa de perspectiva, pero Alys pudo jurar, por un breve instante, que esta era la Sangre Ígnea más grande que Hysani había creado en todo lo que llevaban trabajando juntos.
Este sería su mejor ataque, quizás el más poderoso hasta el momento, dedicado completamente a derrotar a Yamui.
O esa había sido su suposición.
–¡Acaba con ella, Hysani! –. Rugió Luke con fuerza.
–¡MUERE, NEATHIANA!
Ante ojos impactados, Hysani se desvió del plan, mirando en la dirección errónea a la que todos habían pensado en un inicio, para arrojar su poderoso ataque a un costado de Yamui.
Directamente a su compañera.
Y ahí, la peleadora al servicio del príncipe no pudo hacer nada más que ver con horror como la gran bola de fuego abandonaba la mano de Hysani y se dirigía hacia ella con bravura, como un sol que engullía su pequeña forma en una tormenta de fuego que convertía en cenizas todo lo que osara acercarse.
Este sería el final, traído por Hysani, por quién era su compañero y protector.
La muerte de Elena estaba cerca y nadie pudo hacer más que jadear horrorizados por la velocidad con la que pasaron las cosas.
–¡ELENA!
Estupefacta por lo que estaba pasando, Yamui dejó de forcejear con Ángel, cerrando sus grandes mandíbulas para agacharse en un abrir y cerrar de ojos, acunando el pequeño cuerpo de su compañero mientras un domo de capas y capas de cristal las cubrían a ambas a modo de escudo.
Ángel trató de detenerse, pero la fuerza depositada en su vuelo había sido demasiada incluso para ella y su cuerpo siguió cayendo en una cúpula de devastadora energía hasta el nivel del suelo, directamente hacia las guerreras que intentaban resguardarse en un frágil campo de cristal.
Rojo y azul colisionaron en el mismo punto, partiendo el cristal en miles de pedazos al mismo tiempo que una gran explosión rugió con fuerza en la zona afectada, moviendo arena y rocas por igual en una tormenta de fuego que se alzó hasta las nubes en la forma de un champiñón que tocó los cielos de la noche, ocultando la luna y las estrellas en una densa humareda.
Entre el caos, el Explorador maniobró con dificultad, recorriendo a gran velocidad las inestables arenas y rocas del desierto hasta llegar al lado opuesto del campo de batalla, rodeando el poderoso estallido que abrió la tierra y pintó los campos del entorno con los colores del fuego incesante, que consumía todo lo que tocaba.
Y estando en camino por las devastadas arenas, les fue posible ver como el cuerpo casi inerte de Yamui Aquos volaba por los aires del campo de batalla, resguardando algo entre sus manos, como si fuera un diamante al que proteger sin importar la gravedad del cataclismo.
No hacía falta un análisis detallado para saber que era ese algo.
–¡Abriré la escotilla superior, prepárense para recibir a los muchachos! –. Avisó Luke de pronto.
Julie fue la primera en salir de su estupor, asegurando que ella recogería a los muchachos en voz baja, indispuesta a provocar una reacción en sus amigos.
Después de unos pocos segundos, el humo se disipó ligeramente, dándole a Luke la visión que necesitaba del camino para seguir avanzando, mientras los demás miraban lo que habían dejado atrás.
El campo de fuego y ruina que habían provocado y que ahora abandonaban en medio de su bravo escape.
Y en medio del humo y las llamas, la imagen de Yamui Aquos, tirada en el suelo, fue lo primero que se asomó. El cuerpo de la Bakugan se notaba oscurecido por las llamas y tanto sus manos como su cabeza se encontraban tendidas en el suelo, como si ya no poseyera el regalo de la vida en su ser.
Y sobre su pecho, una herida Elena escaló sobre su compañero, despeinada y con la ropa hecha jirones. No podía escucharse nada debido a la distancia, pero Alys pudo jurar por un minuto haber oído a la neathiana llamar suplicante y preocupada a su compañera, golpeando su pecho en un desesperado intento de hacerla reaccionar.
Pero no hubo respuesta visible, no hubo un solo murmullo o movimiento que diera esperanza a la neathiana, solo el cuerpo de Yamui, tirado en el piso y en completo silencio. Al menos, antes de que un resplandor azulado cubriera la forma de la Bakugan y la devolviera a su forma de esfera.
Pasaron unos minutos después de eso y ya todos se encontraban reunidos, cansados y con mucho estrés acumulado con el cual lidiar.
Los primeros rayos de luz comenzaban a asomarse en el horizonte. ¿Habían luchado toda la noche o habían pasado mucho tiempo moviéndose en estado de shock por los desiertos tras el final del combate?
No lo sabía y, honestamente, la misma Alys no habría salido de su estupor en el momento en que finalmente se detuvieron, de no ser por el puñetazo de Nick que conectó directamente con el rostro de Luke cuando éste finalmente se levantó del asiento del conductor.
–¡Intentaron matarla! –. Reclamó Nick con fuerza.
–Sí, eso hicimos –. Respondió Luke recibiendo a Hysani –. Y lo haríamos de nuevo.
–Seremos afortunados si Yamui en verdad murió por esos ataques. Y aún más si la neathiana muere antes de que puedan recogerla –. Comentó el Bakugan Pyrus.
–Están locos.
–No, Nick, somos soldados. Y la muerte de una enemiga de ese calibre no es más que beneficiosa para todos nosotros y lo que pretendemos hacer.
–No te ofendas, Nick, pero creímos que estarías de acuerdo. Después de todo lo han hecho y tus promesas de hacer justicia, pensamos que estarías con nosotros en esto –. Defendió Hysani a su amigo.
–Por favor, no me digas que todo eso fue una mentira.
–¡Teníamos la batalla ganada! ¡Matarla no era necesario! –. Objetó el humano con voz quebradiza.
La mirada del gundaliano se suavizó al escuchar la voz del terrícola. Parecía a punto de responder, pero se mordió la lengua tan pronto abrió la boca, suspirando mientras sujetaba el puente de su nariz.
–Entiendo que esto vaya en contra de lo que ustedes creen, Peleadores Bakugan, pero tienen que tener en cuenta que no estamos en la Tierra y este mundo no es como nada que ustedes hayan visto antes.
–Es cierto. Gundalia es un planeta brutal y no tiene compasión por nadie. Debemos estar dispuestos a hacer lo que sea necesario con tal de ganar –. Respaldó Hysani con un tono más comprensivo.
Si Alys pensó en decir algo, lo descartó al instante. Sabía que su Bakugan tenía razón, no podían darse el lujo de dudar, no ahora y menos en estas circunstancias. Cómo fugitivos de la corona, estaban destinados a enfrentar retos que pusieran a prueba sus habilidades y sus pensamientos.
La cruel realidad de Gundalia era que solo los fuertes sobrevivían y los débiles morían en el barro.
–Entonces, eso es todo. Si queremos detener a Barodius y Freidr, ¿debemos hacer lo mismo que harían ellos?
–Si es preciso, sí.
La respuesta firme descolocó am terrícola, que miró con asombro a su salvador, cuya expresión no flaqueó en ningún momento. Al menos, hasta que su mirada agotada cayó al suelo con pesar.
Al ver a su antiguo compañero sin decir nada más, Hysani tomó la delantera una vez más.
–No te ofendas, Nick, pero en el reporte del príncipe decía que tú eres uno de los Peleadores Bakugan más sensatos. Dime entonces, ¿qué otra forma conoces de hacer esto? ¿En verdad crees que matar en una guerra es inadecuado?
Esta vez, fue el turno del terrícola de morderse la lengua mientras sus manos caían de la empuñadura de su espada, faltas de más energía para aferrarse al único objeto que podía ofrecerle un poco seguridad.
–Julie nos dijo que, cuando enfrentaron al monarca de los vestals, ustedes apoyaban la idea de detenerlo por cualquier medio que fuera necesario. ¿Cómo eso es diferente a acabar con los hombres del príncipe? ¿Qué los hace mejores que el tal Zenoheld como para que ustedes no quieran matarlos?
Julie bajó la mirada, no pudiendo ayudar a su amigo a dar una respuesta por la dificultad que éste tenía a la hora de expresarse, limitándose a darle unas palmaditas en el hombro mientras sujetaba el dorso de su mano enguantada, a modo de disculpa por haber dado información que ahora era usada en su contra.
Pero Alys se enorgullecía de ser observadora, su trabajo como enfermera lo exigía y podía ver el labio inferior de Nick temblar mientras sus ojos se perdían en la nada, mientras su mente vagaba por el valle de sus recuerdos.
Si tuviera que apostar por cuales imágenes se estaban proyectando en la mente de su amigo y paciente, diría que estaba recordando una y otra vez las vidas que ya se habían perdido en este conflicto.
Por supuesto, no tenía forma de corroborar su apuesta. La única fuente de confirmación que tenía era la voz de la persona más cercana a Nick entre todos los presentes, aquel que se había mantenido en silencio desde el inicio de esta discusión.
–No es eso, es que ninguno de nosotros quiere ser como ellos –. Admitió Leónidas con un suspiro.
Aunque ambos eran parecidos, Leónidas era más realista que su compañero y sabía que sus palabras realmente no eran más que una fantasía idílica, en la que podrían volver a ganar una guerra con las manos limpias.
No obstante, Nick también pareció darse cuenta de esto, pues sus mejillas enrojecieron con pena mientras su mirada se desviaba al tenue amanecer que anunciaba la llegada de un nuevo día.
Luke y Hysani compartieron una mirada triste por los terrícolas, suspirando una última vez antes de acercarse con cautela.
La diferencia de altura entre ambos era notoria, pero se hizo más evidente cuando Luke se encontró delante de Nick, posando una de sus manos en su hombro libre.
–Lamento que deba ser así, créanme que a mí tampoco me agrada, pero debemos apegarnos a la realidad. No vamos a ganar esta guerra de otro modo y si ustedes van a ser el adalid de esta causa, tienen que hacerse a la idea.
–En la guerra, los líderes deben estar dispuestos a hacer lo que haga falta por el bien de su causa y su gente. Y si eso incluye mancharse las manos, debe hacerse sin dudar.
–¿Y si esa no es la clase de líderes que queremos ser?
Era una pregunta osada después de todo lo dicho, pero se notaba que Nick no la decía con desafío, sino con duda. La suya era una actitud dubitativa, la de un muchacho tratando de aferrarse a la realidad que había conocido.
No dudaba que, delante de sus amigos, Nick debía parecer mucho más sensato si todo lo que se decía de ellos era cierto. Pero estando delante de un soldado real, uno que claramente había vívido mucho más que él, su verdadero ser se revelaba y hacía una clara exhibición de cómo, sin importar cuántas experiencias lo acompañaran; Nick no dejaba de ser un niño.
Un niño tratando de debatir con un hombre que lo superaba en todos los aspectos posibles.
–Perderemos.
La respuesta de Luke fue clara, no dejó lugar a dudas. Y Alys sabía que el hombre tenía razón.
Para combatir monstruos como los que dirigían el continente, tenían que estar dispuestos a toda medida que garantizara el éxito de su campaña.
La mano del soldado dio un suave apretón al hombro del pelinegro, dejando en claro que no había problemas entre ellos. La mirada cálida y comprensiva en los ojos del gundaliano no fue más que la confirmación de ese pensamiento.
–Vayan a descansar, fue una noche difícil y necesitan recuperar fuerzas.
–¿Y tú? ¿No vas a dormir? –. Preguntó Julie curiosa.
–No puedo, debemos seguir avanzando y tengo que hacer un diagnóstico del Explorador. Temo que los daños recibidos por el caos durante la batalla hayan dañado algunos sistemas y necesitemos reparaciones.
–¿Y qué haremos si las necesitamos? –. Preguntó Ángel preocupada.
–En ese caso, tendremos que hacer una parada para buscar piezas y arreglar los daños.
–Pero no podemos hacer eso, los demás hombres del príncipe estarán buscándonos –. Recordó Gorem mientras Wolf ladraba en acuerdo –. Si ya nos encontraron una vez, podrán hacerlo de nuevo.
–Es cierto, por eso debe ser una estadía corta y sin llamar la atención –. Dijo Hysani en respuesta.
No hubo más preguntas después de eso. Luke se volvió a posicionar al volante del Explorador y Hysani se quedaría con él para asegurarse de que no cayera dormido por el cansancio durante el trayecto adónde fuera que el gundaliano tuviera pensado ir.
–Vengan, creo que es mejor si estamos todos juntos por hoy –. Ofreció Alys a los terrícolas.
Nick y Julie asintieron en silencio, dejando que la neathiana de ojos rojos los guiara a las habitaciones más grandes del transporte, donde esperaban ver a Irin ya dormida una vez más.
Pero mientras avanzaban, Alys no pudo dejar de ver a Nick. La batalla había sido dura y aunque el pelinegro no había manejado bien su reacción por los actos de Luke y Hysani, su desempeño durante el combate con Yamui había sido brillante.
A pesar del desenlace del encuentro, era innegable que Nick los había guiado a la victoria, la primera que tenían sobre los hombres del príncipe.
Al principio, había dudado genuinamente de la habilidad del humano para la tarea que el Concilio Negro tenía para él y su compañero, pero había logrado deslumbrarla.
Con un poco más de práctica y experiencia, Alys no tenía dudas de que estos terrestres podrían ser una fuerza digna de respeto en Gundalia, una que hasta el emperador mismo y el peleador más fuerte podrían temer.
A pesar de lo que Luke y el mismo Nick pudieran pensar ahora, Alys sentía algo que no había experimentado en mucho tiempo desde que era una niña.
Esperanza.
Por fin, después de tanto tiempo en las garras de la ambición y el mal, a Gundalia habían llegado individuos capaces de parar la pesadilla que asolaba el planeta, capaces de enfrentar a lo mejor que sus tiranos tenían para ofrecer y demostrar que la libertad no era un concepto imposible en este mundo condenado.
Por un momento, se permitiría soñar con el futuro, abrazar con afecto a su pequeña y soñar con una era mejor, una traída por la mano hábil y gentil de estos terrestres.
Quizás las leyendas eran ciertas, quizás el Señor Oscuro y el Rey Dragón habían llegado al planeta para liberarlo del yugo de la esclavitud y la tiranía de Barodius.
