Hola, con la pena, no sé cómo decir lo siento por dejar esta historia abandonada, la publique en 2017, ya es 2024, casi 2025 ¡ qué pena! ¡Háganme un harakiri! Veo que AbigailVPya no tiene cuenta aquí , en donde estes gracias por tu apoyo en aquellos años ¡love u!

Estoy trabajando en las correcciones ortográficas de los caps previos, ya los lei y si capte algunos comentarios, creo que cuando escribo me quedo absorta y no me doy cuenta, despues de años ayer releí esta historia como una extraña honestamente, me quede como que ondas ¿porque pusiste esto? Jajajaja , voy a intentar terminar de corregirlos despacio y en algún momento re subirlos ya corregidos, porque si me quede como WTF me comi algunas palabras , les juro que lo hago sin intención, bueno que lo hice sin intención, anoche imprimí el fic aprovechando que tengo dinero de adulto para recordar de que iba, y cuál era la trama, manchando casi todo, me puse a leerlo, intentare no cometer tantos errores esta vez.

Sin más preámbulos pasemos a lo que vienen XD

(Nota: en cap 7 osea el anterior puse Moly, debo corregir eso a Menoly, por si hay una confusión, en este es ella)

Hasta la eternidad

Capitulo VIII

Sé que eres tú, sé que es verdad

Miré en ellos una vez en un sueño

Una tenue luz de lámpara de escritorio ilumina la habitación, creando sombras suaves que se proyectan sobre las paredes. Frente a una mesa desordenada con evidencias, Uryu Ishida examina cada detalle con meticulosa atención. Al otro lado del escritorio estaba la Reina Unohana, de semblante sereno y mirada penetrante, observa fijamente el reporte que muestra detalles del cadáver, evaluando en silencio cada aspecto de la escena.

El investigador, con voz tranquila pero cargada de una ligera tensión —He examinado los cortes en el cuerpo, y hay algo que no encaja. Estos no son cortes al azar; la precisión es impresionante. Parece que la persona que los hizo tenía conocimiento de anatomía humana… tal vez alguien con estudios médicos.

La aristócrata, pensativa y asintiendo lentamente —Es un análisis acertado. Pero hay algo más. Los cortes no son solo precisos, también son metódicos. Esto no parece ser un crimen de ira. Hay un propósito detrás de cada movimiento. Y esa frialdad... —se queda en silencio por un momento— podría ser la de alguien con una educación formal. Un cirujano, tal vez, o incluso alguien de alto estatus social.

El joven, frunciendo el ceño mientras examina las evidencias con detenimiento —Eso me hace pensar… la víctima. Si bien es cierto que era una prostituta, los cortes revelan una habilidad excepcional, lo que sugiere que no es una víctima cualquiera. ¿Podría haber algo en particular que la hiciera un objetivo? ¿Un nombre? ¿Un detalle?

Ella, dejando escapar una leve sonrisa, como si una pieza del rompecabezas empezara a encajar —Esa es la clave. No solo estamos buscando al asesino, también a las razones detrás de sus víctimas. Los cortes… los patrones… no son los de un criminal cualquiera. Esto sugiere experiencia, repetición. Y lo más probable es que las otras mujeres también compartieran algo que las hiciera llamativas para él.

El investigador, murmurando para sí mismo, pensativo —Esto podría ser algo mucho más grande… algo personal. Una obsesión, tal vez.

La monarca, con un tono firme que corta el aire como un filo —Exactamente. Esto no es solo un asesinato aislado. Todas las piezas apuntan a alguien que está ejecutando un plan metódico, casi ritualista. Necesitamos investigar más a fondo los círculos donde se movían las víctimas, descubrir qué las une y cómo eso llevó a sus muertes.

El enviado, con un destello de determinación en la mirada —Hagámoslo. No podemos permitir que esto siga. Necesitamos saber quién está detrás y por qué.

Ella, mirándolo con una mezcla de aprobación y confianza —Bien dicho. Tienes un buen ojo para los detalles. Si seguimos esta línea, quizás logremos detenerlo antes de que vuelva a atacar.

El revisando las evidencias sobre la mesa, levanta la vista al notar un leve cambio en la expresión de la Reina. Su rostro, usualmente sereno, está tensado por una sombra de incomodidad. —¿Se encuentra bien? —pregunta con genuina preocupación, dejando los documentos a un lado para observarla con atención.

La monarca intenta mantener la compostura mientras coloca una mano sobre su abdomen, su tono esforzándose por sonar despreocupado. —Es solo... un malestar pasajero. Nada de qué preocuparse.

El investigador frunce el ceño, sin convencerse del todo. —Esto ya ha pasado antes, ¿no? Si sigue ignorándolo, podría empeorar.

Ella desvía la mirada, como si sus propios pensamientos pesaran más que las palabras de su interlocutor. —Sé cómo manejarlo. Ahora debemos enfocarnos en el caso, no en algo tan trivial como mi salud.

—Con todo respeto, Reina, si usted no está bien, el caso tampoco estará bien. —Su voz es firme, pero no pierde el tono de respeto—. ¿Ha consultado con alguien sobre este malestar?

La aristócrata deja escapar un suspiro, una señal de su cansancio más que de su molestia. —No hay tiempo para eso, no cuando hay más vidas en juego. Estas mujeres no pueden esperar.

El enviado cruza los brazos, adoptando un aire de determinación. —Y tampoco pueden hacerlo sin usted. Solo le pido que lo considere. Un pequeño descanso no la hace menos capaz, ni menos comprometida.

Ella lo mira por un instante, evaluando sus palabras. Finalmente, asiente con un ligero movimiento de cabeza. —Lo consideraré… después de que terminemos aquí.

El sabe que no es una victoria completa, pero no insiste más. —Muy bien. Pero si necesita algo, lo dice. No permita que esto la sobrepase.

La Reina le ofrece una leve sonrisa, agradecida por su preocupación, antes de regresar su atención a la evidencia frente a ellos.

El joven se pone de pie con calma, recogiendo los documentos de la mesa y asegurándose de no olvidar nada importante. — Creo que tengo lo necesario para avanzar —dice con voz tranquila, aunque su mirada se detiene un instante en la Reina—. Si surge algo nuevo, no dude en llamarme.

La Reina asiente, aunque el leve cansancio en sus ojos no pasa desapercibido. —Confío en que sabrá encontrar la pieza que falta.

Uryu ajusta su abrigo, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto respetuoso. —Descanse. Este caso no será menos complicado si se agota antes de tiempo.

Ella responde con una leve sonrisa, contenida y enigmática. —Le aseguro que mi resistencia está a la altura de mis responsabilidades.

Sin añadir más, él gira sobre sus talones y se dirige hacia la puerta. Antes de cruzarla, se detiene brevemente, pronunciando en voz baja, casi para sí mismo:

—Eso espero —y con pasos firmes, desaparece por el pasillo.

Ichigo apoyó los codos en el alféizar de su ventana, dejando que la brisa nocturna despeinara ligeramente su cabello. Desde ahí, su vista se clavó en el pequeño balcón contiguo, donde Orihime estaba inclinada sobre sus macetas, rociando con cuidado el agua que caía como una fina lluvia sobre las hojas verdes y los pétalos coloridos.

"¿Cómo lo hace?", pensó, mientras la observaba moverse con una gracia casi hipnotizante. Sus dedos eran delicados, como si cada flor fuese un pequeño tesoro que temía lastimar. La luz cálida de la lámpara en su balcón parecía envolverla, haciéndola brillar con un resplandor suave que contrastaba con la oscuridad del cielo.

No podía apartar la vista de su sonrisa, esa expresión de calma y genuina alegría que siempre llevaba consigo. "Se ve... feliz", pensó, sintiendo una pequeña punzada en el pecho. No era la primera vez que se encontraba mirándola en silencio, pero cada vez parecía descubrir algo nuevo en ella: la forma en que inclinaba la cabeza para inspeccionar los capullos, el leve movimiento de su cabello al mecerse con el viento, y el brillo en sus ojos cuando una flor en particular parecía sorprenderla.

Por un momento, Ichigo se preguntó si Orihime era consciente del efecto que tenía sobre quienes la rodeaban. "No es solo que sea hermosa...", reflexionó, sintiendo cómo el calor subía lentamente por su cuello. "Es como si todo a su alrededor se sintiera más... vivo".

Se quedó ahí, atrapado en el momento, mientras ella terminaba de regar las flores y se inclinaba para recoger la regadera. Orihime levantó la vista, y sus ojos se encontraron.

Un leve sobresalto recorrió a Ichigo, pero no apartó la mirada. Ella, al reconocerlo, le dedicó una pequeña sonrisa, levantando la mano para saludarlo. Ichigo levantó la mano casi por reflejo, sintiendo un calor diferente esta vez, más intenso, más inquietante.

Cuando Orihime entró finalmente desapareciendo por la puerta, dejando las flores a su suerte bajo la luna, Ichigo permaneció en la ventana. "¿Cómo alguien puede ser tan... luminosa?", pensó, con una mezcla de admiración y desconcierto, antes de suspirar. "Mañana será otro día...", pero en el fondo sabía que el recuerdo de esa imagen tardaría en desvanecerse.

Uryu estaba de pie en el umbral de la puerta, observando en silencio a Ichigo, quien no se había percatado de su presencia. Ichigo aún estaba de espaldas, mirando fijamente hacia la luna desde la ventana, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Uryu no pudo evitar notar la forma en que sus ojos se suavizaban al observarla, algo que no pasaba desapercibido para él.

Con una leve sonrisa, hablándole con calma— Vaya, Ichigo… parece que estás completamente enamorado de ella.

Ichigo dio un sobresalto, girando rápidamente hacia Uryu, intentando ocultar su sorpresa y el ligero rubor que había aparecido en su rostro al estar viendo a la joven, con sarcasmo— ¿En serio? No me digas. Aquí creí que sólo estaba mirando el clima.

Uryu dio un paso al frente, cruzando los brazos mientras mantenía la mirada fija en él, más serio, sin perder la sonrisa—. No hace falta ser un experto en sentimientos para darte cuenta de que te tiene completamente atrapado. Es obvio, Ichigo. Además, no creo que sólo tú te des cuenta. Ella también parece sentir algo por ti.

Ichigo soltó un bufido, alejándose un poco de la ventana y cruzándose de brazos, como si intentara evadir la conversación, con tono impaciente — No tengo tiempo para estar "enamorado", Uryu. Tampoco necesito que me hagas terapia. Sólo estamos aquí para trabajar.

Encogiéndose de hombros, tranquilo — Ya sabes, Ichigo, a veces el trabajo implica entender lo que está sucediendo a tu alrededor. Y en este caso, lo que sucede es bastante claro.

Ichigo lo miró con una mezcla de incomodidad y frustración, pero en su interior algo le decía que, de alguna manera, Uryu tenía razón. Aunque no quería admitirlo, no podía evitar la sensación de que Orihime tenía un efecto sobre él, y que tal vez… ella también sentía algo similar, resoplando— Ya te lo dije, Uryu, no estoy aquí para hablar de esos temas. Si vas a seguir, hazlo rápido, porque tengo cosas más importantes en las que pensar.

Uryu observó un momento más a Ichigo, notando cómo su actitud defensiva no podía esconder por completo lo que realmente sentía. Sin decir más, dio un paso atrás, mirando hacia la ventana por donde Orihime ya no estaba, murmurando para sí mismo— Quizás… pero no tardará en ser evidente, incluso para ti.

Uryu se acercó un poco más a Ichigo, quien aún estaba distraído mirando la ventana. A pesar de su sarcasmo, él podía notar que había algo más en su actitud, algo que no podía disimular. Después de unos momentos de silencio, rompió la calma, cambiando el tono de la conversación.

—Por cierto, tenemos permiso de la Reina para acceder a más recursos si la investigación lo requiere. Esto significa que no tenemos que limitarnos a lo que ya tenemos. Si necesitamos más pruebas o asistencia, podemos pedirla.

Ichigo giró la cabeza, ahora con una ligera sorpresa, como si hubiera olvidado ese detalle. A pesar de su actitud indiferente, no le pasó desapercibido que esa era una ventaja importante para avanzar con la investigación.

—¿De verdad? Eso cambia las cosas… No pensaba que la Reina nos daría luz verde para usar más de sus recursos.

—Sí, parece que la situación es más grave de lo que imaginábamos. Y, si la víctima tiene alguna relación con algo más grande, esos recursos adicionales podrían ser cruciales.

Ichigo asintió, aunque no con la misma tranquilidad que Uryu. Sabía que ahora tenían acceso a más medios, lo cual significaba que la presión también aumentaba. En ese momento, sin embargo, su mente seguía en Orihime, en cómo ella, de alguna manera, había comenzado a formar parte de todo esto, aunque no lo quisiera admitir.

—Bien. Si tenemos los recursos, entonces no hay excusa para no resolver esto. Vamos a hacerlo.

Uryu lo miró por un momento, observando cómo su actitud cambiaba, algo que él ya había anticipado. Sin embargo, no podía evitar sonreír ligeramente al saber que la situación había tomado un giro importante.

—Exactamente.

Los dos se quedaron en silencio por un momento, cada uno procesando las implicaciones de esa nueva libertad para investigar más a fondo. Aunque Ichigo intentaba no pensar demasiado en lo que ocurría entre él y Orihime, sabía que, en el fondo, nada sería lo mismo después de este caso.

Menoly en su habitación del castillo sostuvo la carta en sus manos, sus ojos recorriendo las instrucciones con atención. Al principio, había pensado que la tarea sería más complicada, pero a medida que leía, todo parecía encajar perfectamente en el plan. La carta, escrita con la elegancia característica de Loly daba detalles importantes de personas que podrían facilitar su misión, pero el mismo tiempo había información en la sombras que su prima no revelaba, nombres como los de Ichigo, Renji , Uryu y el príncipe estaban ahí, datos que sabía de algunos y desconocía de otros, indicaba que debía asegurarse de que Ulquiorra usara el traje de mosquetero. Sonrió levemente al imaginarse sugiriendo la idea al príncipe.

"Es la jugada perfecta", pensó mientras visualizaba la escena. "Un traje que le permitirá pasar desapercibido, mezclarse entre la multitud sin levantar sospechas. Y la máscara… la máscara cambiará incluso su voz, haciéndola más grave y casi irreconocible. Nadie podría asociarlo con él."

Imaginó cómo se lo propondría: "Un traje de mosquetero, majestad. Con este, no solo se asegurará de no ser reconocido, sino que podrá estar entre sus invitados, escuchar lo que realmente piensan de su reinado, conocer a quienes le son leales y quiénes no. Será la oportunidad perfecta para saber la verdad, sin filtros, sin adornos."

La idea era brillante, y ella sabía que Ulquiorra, siempre tan calculador, no podría resistirse a un plan tan ingenioso. No era solo la manera de esconder su identidad lo que lo atraería, sino la posibilidad de obtener información invaluable sin ser reconocido. "Es tan sencillo... es como un disfraz, pero mucho más que eso. Es la verdad camuflada en un baile de máscaras."

Su mente jugaba con las posibles reacciones de Ulquiorra. Seguramente, al principio podría dudar, pero sabía que, al presentarle la propuesta como algo estratégico, como una forma de obtener el control de la situación, lo ganaría. "Después de todo, él busca siempre obtener la verdad, aunque a veces de maneras algo... distantes. Esto le dará lo que quiere sin tener que intervenir directamente. Un juego perfecto de poder."

Además, la tela en la máscara que hacía que su voz sonara más grave y distorsionada sería la cereza en el pastel. "No habrá forma de que alguien sepa quién es, y menos en un evento tan lleno de máscaras y disfraces."

"Es brillante," se repitió una vez más mientras dejaba la carta sobre la mesa. Solo faltaba dar el siguiente paso: presentarle la idea a Ulquiorra, y cuando lo hiciera, sabía que no podría rechazarla.

Ella leyó la carta con más atención, un pequeño brillo de satisfacción apareciendo en sus ojos mientras su mente comenzaba a trazar el siguiente paso de su plan. Si Ulquiorra iba a aceptar el traje de mosquetero, todo iría según lo planeado. Pero luego, se detuvo a pensar. "¿Y el joven policía?" Se preguntó mientras un pensamiento sinuoso cruzaba su mente. "Ichigo Kurosaki... No puedo permitir que se quede fuera de esto."

Su mirada se desvió hacia el borde de la carta. "A él también tengo que involucrarlo. Después de todo, los amigos están siempre juntos, ¿no?" La idea comenzó a tomar forma.

Renji, la forma en la que la carta describía su perfil fue lo primero que le vino a la mente. Su compañero, quien no podía resistirse a las caricias y seducción de las mujeres. "Es tan fácil manipularlo, casi ni lo necesitaré para convencerlo," pensó con una sonrisa socarrona, casi divertida. Sabía cómo trabajaba. Renji tenía una debilidad por las mujeres, y no cualquier mujer, sino aquellas que sabían cómo tratarlo, cómo rodearlo con dulzura y coquetería. Además, tenía una inclinación por los lugares de dudosa reputación. "Este es el momento perfecto para usar esa debilidad a mi favor."

Imaginó la escena con facilidad: una dama de la corte, bien entrenada en el arte de la seducción, se acercaría a Renji, aparentemente interesada solo en él, haciéndole sentir especial, como si fuera el único hombre en la sala. Menoly visualizó la mirada de deseo que la mujer le ofrecería a Renji, su lenguaje corporal insinuante. Era solo cuestión de tiempo antes de que él cayera. Cuando Renji estuviera completamente atrapado, la dama sugeriría, con un tono coqueto, que él debía asistir al baile con ella, pero había un detalle. "Quizá deberías llevar a tu amigo Ichigo. Seguro que él estará encantado de acompañarte. Después de todo, ¿quién quiere llegar solo a un evento como este?"

La rubia sonrió, sintiendo que el plan tomaba forma con precisión. Renji, al ser tan influenciable, seguramente aceptaría. El trato sería sencillo. Un traje de mosquetero para él, pero en otro color "verde será perfecto para él", de modo que el príncipe Ulquiorra y Ichigo llevaran ambos trajes de mosqueteros negros y no pudieran ser confundidos con Renji. Todo estaba conectado. La mujer de la corte se encargaría de seducir a Renji, quien, a su vez, por cortesía y, quizás, por un deseo de complacer, invitaría a su amigo, Ichigo, a unirse al baile. Un movimiento limpio, casi perfecto. "Lo mejor de todo," pensó "es que los dos estarán atrapados en el mismo juego. Y si Ichigo no sabe qué esperar... mucho mejor. Todo es parte del plan." Cerró los ojos por un momento, imaginando cómo se desarrollaría la noche. La idea la emocionaba, y estaba segura de que todo sería un éxito.

Mientras Menoly terminaba de leer la carta, sus ojos recorrieron las últimas palabras con un resplandor de satisfacción. "Loly llegará al baile," murmuró para sí misma, procesando lo que eso significaba. Sabía que su prima, Loly, jugaría un papel crucial en lo que estaba por venir. "Ella se encargará de los siguientes pasos," pensó, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Este plan no solo afectaría a Ulquiorra, sino también a muchas otras personas, y el impacto que causaría sería mayor de lo que incluso ella había imaginado.

La carta seguía, advirtiéndole que fuera paciente. "No hay necesidad de apresurarse," se recordó a sí misma, "todo se dará en su debido momento." La promesa de la carta resonó en su mente: "Ulquiorra sufrirá por todo lo que me ha hecho." Recordó cómo él la había tratado, como si fuera nada, desechando sus sentimientos. Esta era su oportunidad de venganza, y no pensaba dejarla pasar.

Pero además de Ulquiorra, la carta prometía algo aún más dulce: "La suegra y esposo de Loly también quedarán aturdidos por lo que sucederá." Menoly rio, imaginando cómo esos dos serían testigos del caos que ella y Loly crearían en ese baile. Sabía que la confusión y el dolor que causarían dejarían huella en todos, especialmente en aquellos que alguna vez la subestimaron o despreciaron. "Todo saldrá según lo planeado," pensó con una determinación renovada. Lo que estaba por suceder cambiaría todo.

La joven llegó al taller de sastrería con paso firme, llevaba una nota con los requisitos que deben de cumplir los trajes en mano y la mente enfocada en el siguiente paso de su plan. Granz, el maestro sastre, levantó una ceja al ver la cantidad de trajes que ella solicitaba.

—¿Cuatro trajes? —preguntó, analizando los detalles de la carta que Menoly le entregó—. Dos idénticos en negro, uno verde y el otro azul como repuesto… Esto suena extraño. ¿Qué estás planeando, Menoly?

Ella lo miró con calma, su voz sin vacilaciones. —Solo haz lo que te pido, Granz. No tienes que entender todo, solo cumplir con las instrucciones. Los trajes son para un baile importante. Quiero que todo salga perfecto.

Granz frunció el ceño, no tan convencido de la falta de explicación, pero era un hombre profesional. Se acercó más a la nota y leyó atentamente. —¿Y estos tipos? ¿son cuidadoso? —preguntó, mientras se aseguraba de que los materiales fueran los adecuados—. Los trajes son bastante elaborados, y no quiero que ninguno se arruine antes del evento.

Menoly se quedó pensativa por un momento, sabiendo que Renji no era precisamente conocido por su cuidado. —Uno no es muy cuidadoso, eso es cierto —respondió, con un leve suspiro—. Y por eso mismo, quiero que confeccionemos un traje de repuesto. Si algo llega a fallar, necesito que todo esté cubierto.

El sastre la miró, evaluando las palabras de Menoly. —Lo entiendo. Entonces, dos trajes en negro, uno verde y el azul de repuesto, ¿es correcto?

La joven asintió, confirmando la orden. —Exactamente. Quiero asegurarme de que todo salga según lo planeado. Si se arruina el verde, el azul debe estar listo. No puedo permitirme fallar en esto.

—Bien. Te lo tendré listo en unos dos días. Pero te aviso, esto no será barato.

Sonrió levemente, satisfecha. —No me importa el costo, Granz. Hazlo bien y no habrá problemas. Confío en ti.

Menoly salió del taller con los pedidos a cuestas, su mente ya completamente enfocada en el siguiente paso de su plan. No se trataba solo de los trajes, sino de la manera en que todo debía encajar perfectamente. Mientras caminaba por las calles, su mente no dejaba de trabajar, calculando cada movimiento, cada palabra que tendría que decir. Sabía que todo dependía de una sola cosa: Renji.

"Lo sé todo de él", pensaba mientras avanzaba, sus pasos firmes resonando en las calles solitarias. "Gracias a los detalles que me dio Loly, puedo ver claramente lo vulnerable que es. Su debilidad, su impulso de querer ser el centro de atención, su ego alimentado por mujeres que se lanzan a sus pies... todo eso lo hace fácil de manipular. Es un juguete en manos de cualquiera que sepa cómo jugar sus cartas".

Menoly sonrió de manera casi invisible para los pocos que se cruzaban con ella, sintiendo una extraña satisfacción al saber que su objetivo estaba al alcance de la mano. No había conocido a Renji personalmente, pero lo conocía lo suficiente. Su prima no se había guardado nada, había sido exhaustiva en la descripción de su vida, sus excesos, y su tendencia a caer fácilmente ante cualquier mujer que lo halagara. Esa debilidad la hacía perfecto para lo que necesitaba.

"Es un hombre tan predecible", continuó en sus pensamientos mientras se dirigía al barrio. "Siempre rodeado de mujeres, incapaz de ver más allá de lo que sus ojos le permiten ver. En cuanto le dé un poco de atención, en cuanto le haga creer que es diferente, caerá. Es como un niño, buscando aprobación. Y yo, yo seré la que lo guíe hacia donde necesito que esté".

La sonrisa de Menoly se amplió ligeramente, sintiendo cómo el poder de la situación ya comenzaba a ser suyo. "No será difícil", pensó, "solo debo darle lo que le falta: atención, admiración. Y lo más importante, una razón para que haga lo que quiero sin que se dé cuenta".

Mientras atravesaba las calles del barrio, pensó en el tipo de hombre que Renji representaba: un hombre de acción, pero sin reflexión. "Lo que necesita no es una mujer que lo quiera", reflexionó, "sino una que lo haga sentir único. Eso lo puedo hacer. Lo que quiero de él no es su corazón, sino su obediencia. Si me doy el tiempo de seducir su ego, haré que haga todo lo que quiero. Y cuando lo haga, será demasiado tarde para que se arrepienta". Menoly caminaba por las calles del barrio, cada paso calculado mientras el aire nocturno acariciaba su rostro. Había decidido cambiar su aspecto para pasar desapercibida, y lo había logrado con éxito. La peluca castaña que cubría su rubio cabello y la ropa menos elegante la hacían ver como una mujer distinta. Había dejado atrás su actitud de la corte, y ahora caminaba con la gracia de una mujer seductora. Se notaba que ya no era la misma que habitualmente se movía entre los salones de los nobles.

A pesar de ser parte de la corte, Menoly había aprendido a adaptarse a todo tipo de ambientes. Había dejado de lado su actitud de noble para sumergirse en el mundo de las mujeres que trabajaban en estos bares, mujeres que conocían bien las artes de la seducción. Y aunque ella no era una de ellas, sabía cómo comportarse, cómo mover su cuerpo de manera que atrapara la mirada de aquellos que deseaba.

Al llegar al bar, la música suave y el bullicio de risas y charlas llenaban el aire. Sus ojos se movieron con rapidez, escaneando el lugar en busca de la única figura que le importaba esa noche. No pasó mucho tiempo hasta que lo vio: Renji, un hombre de cabello pelirrojo oscuro, alto, que ya no vestía su uniforme de policía, pues era su día de descanso. Estaba relajado, recostado en su habitual rincón, rodeado de un grupo de mujeres que reían y conversaban a su alrededor, sin notarse que se encontraban frente a un hombre fácilmente manipulable.

Menoly avanzó hacia él con una sonrisa ligera, pero cargada de intenciones. Su paso era lento y calculado, como si el ambiente de ese bar le viniera como anillo al dedo. No estaba allí por casualidad, cada movimiento estaba dirigido a una meta clara: hacer que Renji se sintiera el centro de atención, el protagonista de su pequeña obra. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dejó que sus ojos brillaran con un toque de curiosidad, sin perder la calma. Se acercó y, con voz suave, susurró:

—Vaya, vaya... ¿quién diría que un hombre tan atractivo como tú se encuentra en este rincón tan... peculiar?

Renji levantó la mirada al escucharla, visiblemente sorprendido por la presencia de la mujer que acababa de acercarse. El brillo en sus ojos y el aire misterioso que emanaba de ella captaron su atención al instante. Sus labios esbozaron una sonrisa, como si estuviera acostumbrado a las mujeres que lo rodeaban, pero algo en la actitud de Menoly le parecía diferente.

—¿Y tú quién eres? —preguntó con tono intrigado, echando un vistazo a la mujer que ahora se encontraba a su lado.

Dejó escapar una risa suave, casi melancólica, y se acomodó en el espacio junto a él, sin invadir su zona personal, pero acercándose lo suficiente como para que él sintiera su presencia.

—Solo alguien que ha oído hablar de ti, querido —respondió, con una sonrisa juguetona y un toque de misterio—. Me preguntaba si alguna vez te has detenido a pensar en lo que las mujeres realmente piensan de ti.

Renji arqueó una ceja, visiblemente intrigado, pero no dejó de sonreír ante la audacia de la mujer. Su presencia, su actitud coqueta y la manera en que lo miraba lo habían cautivado al instante.

—¿Y qué piensan las mujeres de mí, entonces? —preguntó, con una sonrisa que sugería que estaba disfrutando de la situación.

Menoly lo observó con ojos brillantes, inclinándose ligeramente hacia él, como si estuviera compartiendo un secreto solo para él.

—Que eres un hombre que sabe cómo divertirse... pero que aún no ha encontrado a la mujer que logre mantenerte interesado por más de una noche —dijo, con tono suave pero lleno de insinuaciones.

Renji se rió ante la afirmación, aunque no parecía ofendido. Era claro que Menoly sabía cómo tocar su ego y hacer que se sintiera especial.

—¿Y tú crees que eres la que podría lograrlo? —preguntó, su voz tomando un tono desafiante, pero también curioso.

Menoly dejó escapar una pequeña risa y, sin apartar la mirada de él, respondió con una sonrisa enigmática.

—Solo puedo decir que me gustaría saberlo, pero no soy tan fácil de conquistar —dijo, con voz baja y seductora.

Él levantó una ceja, intrigado, y la observó detenidamente, como si estuviera decidiendo cual sería el siguiente paso.

—¿No eres fácil, eh? —respondió con una sonrisa divertida, mientras giraba la copa entre sus dedos—. Eso hace las cosas mucho más interesantes.

Menoly, sabiendo que ya había lanzado la primera piedra, se recostó ligeramente en su silla, acercándose un poco más a él, pero sin perder la distancia suficiente para mantener el misterio.

—A veces, lo más difícil es lo que realmente vale la pena —murmuró, jugando con sus palabras—. ¿No te parece?

Él sonrió, claramente disfrutando del reto, y acercó su rostro un poco más, haciendo que la atmósfera se volviera más densa, pero sin ser demasiado directo.

—Tal vez. Pero no sé si te resulte tan fácil conmigo —dijo, en tono bajo, casi susurrante.

Ella lo miró fijamente, y por un momento, todo lo demás desapareció. Solo existían ellos dos, y la tensión entre ellos crecía como una cuerda que se tensaba más y más, lista para romperse en cualquier momento.

—A veces, lo que parece difícil... solo requiere un poco más de paciencia —respondió ella, con una sonrisa tan misteriosa que él no pudo evitar sentirse cautivado.

El silencio que siguió fue cómodo, lleno de promesas y sugerencias no dichas, mientras ambos disfrutaban de la creciente conexión entre ellos, sin que ninguna de las palabras verdaderamente dijera todo lo que estaban pensando.

Finalmente, fue él quien rompió el silencio, aunque su tono era más suave y cauteloso ahora.

—¿De verdad crees que puedes mantener este juego? —preguntó, casi como si estuviera poniendo a prueba su paciencia.

Menoly se inclinó ligeramente hacia él, sin perder su aura de misterio, y le susurró al oído, tan cerca que podía sentir su respiración.

—Solo lo sabrás si te atreves a seguir el juego.

La joven se dio cuenta de los pequeños detalles. La forma en que sus ojos se detenían en su piel, el leve rubor en sus mejillas, incluso la ligera humedad en sus labios por el vino que había estado degustando. El tintó rosado que quedaba en su boca tras cada sorbo solo hacía que su actitud se volviera más embriagante, como si cada gesto, cada palabra, estuviera diseñada para atraerlo más y más, como un imán que no podía evitar acercarse.

Él, por su parte, no dejaba de mirarla. Estaba completamente cautivado por la atmósfera que ella había creado, por la forma en que sus labios se movían lentamente al hablar, dejando una huella sutil pero indeleble en su mente.

—Debo decir que tienes... una manera de cautivar, pero—dijo, ahora más tranquilo, con una leve sonrisa—, no sé si eso será suficiente para que logres tu objetivo.

Menoly, con una mirada cargada de intención, se acercó aún más a él. Esta vez, no fue solo un paso en su juego, sino una afirmación silenciosa de su poder. Notó cómo él tragaba saliva, intentando no ceder del todo.

—¿No crees que hay mucho más de lo que ves? —dijo en un susurro bajo, tan cerca que pudo sentir su aliento en su oído, lo cual hizo que él se estremeciera levemente—. La paciencia... es solo una de las cualidades que se necesitan para... conseguir lo que se quiere.

Su voz era suave, pero cada palabra llevaba consigo una carga de promesa y desafío. Mientras tanto, la tensión entre ellos seguía creciendo, como un tira y afloja sutil. La sensualidad de la conversación estaba teñida de un toque de juego, una danza de acercamientos y retiradas, donde ninguno de los dos quería dar el primer paso definitivo.

La rubia podía notar el cambio en su respiración, el nerviosismo apenas oculto en su cuerpo. Con una leve sonrisa, se apartó un poco, dejando que la distancia entre ellos se alargara, pero solo ligeramente. Ahora, él no podía dejar de mirarla, mientras sus pensamientos daban vueltas alrededor de lo que acababa de experimentar.

—Me encanta ver cómo reaccionas —dijo ella, su tono ahora más seguro, sabiendo que había tocado un punto vulnerable.

Él, por un momento, no respondió, solo la observó, como si intentara decidir si debía seguir el juego o retirarse. Pero, al final, la tentación de continuar, de descubrir hasta dónde podía llegar, fue más fuerte.

—Este juego... me gusta —respondió, con una sonrisa que indicaba que había caído en su trampa, aunque no completamente.

Menoly, con un brillo en sus ojos, le dio un pequeño toque en el brazo, como si lo hubiera marcado con su propio sello, algo que no se olvidaría fácilmente.

—Aún no has visto nada.

Viendo que ya había logrado su objetivo de mantener su atención, no dejó escapar la oportunidad. El ambiente seguía siendo cálido y acogedor, con el murmullo de conversaciones a su alrededor. Sus ojos brillaban con una mezcla de seducción y estrategia. Sonrió con suavidad al notar cómo Renji intentaba mantener una fachada de sobriedad, aunque el leve rubor en sus mejillas y la forma en que su voz comenzaba a volverse más grave le delataban.

—¿Seguro que puedes con otro trago? —preguntó ella, con un tono juguetón, casi como si estuviera retándolo.

Él la miró, un poco dubitativo al principio, pero finalmente asintió, convencido por la mirada traviesa que ella le lanzó.

—Vamos, uno más no me hará daño —respondió, intentando sonar confiado, aunque su postura ya no era tan erguida como antes.

Menoly levantó la copa y la acercó a sus labios, disfrutando del vino que resbalaba suavemente por su garganta. Mientras lo hacía, sus ojos no dejaban de observar a Renji, notando cómo sus movimientos comenzaban a volverse más lentos, cómo su respiración se hacía más pesada.

—No me puedo imaginar cómo será tu vida después de un par de copas más. ¿Te atreverías a relajarte un poco más? —sugirió ella, sonriendo con picardía, dejando caer las palabras con una suavidad casi hipnótica.

Renji, ahora más afectado por el alcohol, sonrió de vuelta, pero su mirada se había vuelto más desenfocada, como si estuviera intentando mantener el control, pero sin éxito.

—Quizás... quizás no estoy tan sobrio como pensaba —admitió, aunque su tono ya estaba ligeramente turbio, mostrando lo mucho que comenzaba a ceder a la atmósfera de la conversación.

Menoly no hizo más que sonreír con satisfacción, viendo cómo las palabras y la bebida lo llevaban a donde ella quería. Le dio un pequeño toque en el brazo, como una caricia delicada que aumentaba su vulnerabilidad.

—No te preocupes—dijo, su voz envolvente, suave, mientras su mano descansaba ligeramente sobre su hombro—. Todos tenemos nuestros momentos de debilidad. Y, créeme, no eres el único que está disfrutando de este... encuentro.

El joven policía, claramente algo mareado, pero sin querer mostrarlo demasiado, intentó mantenerse firme, pero sus ojos se deslizaban constantemente hacia Menoly. Ella no perdió ni un segundo de la oportunidad.

—Relájate... —susurró, con una mirada cómplice—. La noche es joven y tú también. Vamos, uno más... solo por diversión.

A pesar de que Renji intentaba parecer que podía manejar la situación, la seducción de Menoly lo había rodeado completamente. Cada palabra, cada mirada, cada gesto suyo parecía atrapar más su atención, y aunque lo intentaba disimular, el alcohol comenzaba a tomar control de sus sentidos.

Mientras él tomaba la copa y bebía, ella lo observaba, sabiendo que ya había dado un paso más en su juego. Cada movimiento, cada palabra que él pronunciaba, cada pequeño desliz que dejaba escapar, la acercaba aún más a su objetivo.

Menoly, al notar cómo Renji comenzaba a tambalear, se acercó un poco más a él, ofreciéndole una sonrisa seductora que no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.

—¿Te gustaría estar más cómodo? —preguntó, su voz suave y persuasiva, mientras sus dedos recorrían suavemente el brazo de Renji, un toque casi imperceptible, pero cargado de promesas.

Renji, ya visiblemente afectado por el vino, apenas pudo mantener el equilibrio. Sus ojos se encontraban un tanto vidriosos, y aunque intentaba mantener una postura firme, la cercanía de la mujer lo hizo dudar.

—¿A dónde...? —balbuceó, sin poder completar la pregunta, pero con una mirada de curiosidad, mezclada con la falta de juicio por el alcohol que circulaba por su cuerpo.

—Arriba —respondió, señalando las escaleras que llevaban a las habitaciones privadas del bar—. Hay un lugar más tranquilo, donde podemos hablar sin que nadie nos moleste.

Su tono era bajo, casi un susurro, mientras sus ojos brillaban con malicia contenida, sabiendo que, de alguna manera, tenía el control sobre la situación. Renji la miró por un momento, dudando, pero la calidez de su voz y la sensación de que él ya había cruzado un límite lo hicieron ceder sin pensarlo demasiado.

—Está bien... —dijo, con una ligera sonrisa y una risa algo torpe, intentando mantenerse de pie. Luego, tambaleándose un poco, se apoyó en ella, aceptando la ayuda que le ofrecía sin rechistar.

Menoly, con una sonrisa satisfecha, lo guió por las escaleras, asegurándose de que él no cayera, pero sin dejar de mantener su presencia dominante. La conexión entre ellos era palpable, y aunque él estaba claramente mareado, ella disfrutaba del poder que comenzaba a tener sobre él.

Subieron lentamente, y al llegar a la puerta de una de las habitaciones, Menoly la abrió con un gesto suave. Sin apartar su mirada de Renji, lo invitó a entrar.

—Aquí estaremos mucho más cómodos —dijo, casi con voz suave, mientras lo guiaba dentro, cerrando la puerta detrás de ellos con un movimiento deliberado.

Dentro, la habitación estaba tenue, iluminada por la luz de una lámpara de aceite que proyectaba sombras suaves en las paredes. Menoly con su paso elegante, se acercó a una pequeña mesa y dejó las copas, mientras observaba a Renji, que parecía cada vez más perdido en su estado de embriaguez.

—Ahora sí, podemos relajarnos... —susurró, mientras se acercaba a él lentamente, su voz envuelta en misterio. La atmósfera en la habitación se llenaba de una tensión palpable, mientras ella esperaba pacientemente que Renji tomara la última decisión sobre cómo iba a continuar esta parte de su plan. —Pareces agotado —dijo con suavidad, mientras pasaba la toalla sobre su frente, de manera delicada, quitando el sudor que comenzaba a acumularse debido al calor y la bebida. Su mano tembló ligeramente, aunque solo ella lo notó, pues la cercanía entre sus cuerpos hacía que cada toque se sintiera intensamente cargado de significado.

La toalla bajó hasta su cuello, rozando levemente su piel, y Menoly, sin apartar la vista de Renji, notó cómo su respiración se aceleraba. Él parecía sumido en una mezcla de somnolencia y deseo, incapaz de resistirse a la delicadeza de su toque.

Con un movimiento sutil, Menoly se acercó aún más, su rostro casi rozando el de Renji mientras continuaba limpiando su frente, esta vez dejándose caer un poco más cerca de sus labios. El roce de la toalla sobre su piel, combinado con el suave contacto de su cuerpo, comenzaba a crear una atmósfera cargada de tensión.

—Te ves tan... atractivo cuando no te esfuerzas por mantener esa imagen—comentó ella en un susurro, casi como si hablara para sí misma, mientras sus dedos recorrían la línea de su mandíbula, disfrutando del calor que emanaba de él.

Renji, completamente atrapado por sus palabras y el toque suave de sus manos, no sabía si seguir resistiéndose o dejarse llevar. No podía negarlo: la cercanía de la mujer, la manera en que lo trataba con tanta suavidad y delicadeza, lo hacía sentir algo que no había experimentado en mucho tiempo. Una mezcla de vulnerabilidad y deseo.

—Te sientes mucho más relajado ahora... —continuó, mientras sus dedos jugaban con el borde de su camisa, dándole un toque aún más íntimo a la situación. Se permitió quedarse en silencio unos momentos, disfrutando de cómo Renji se sumía cada vez más en el trance de su adulación, mientras su cuerpo se acercaba peligrosamente al de él.

Renji, completamente embriagado por la cercanía y su suavidad, ya no pudo resistirse más. Su respiración se hizo más profunda, y sin pensarlo, sus manos la atrajeron hacia él, acercándola a su rostro. Un destello de deseo brilló en sus ojos, y antes de que pudiera pensarlo, sus labios encontraron los de ella en un beso ardiente, su lengua acariciaba la de ella bailando rítmicamente.

Menoly respondió al instante, deslizando sus manos por su cuello, correspondiendo con la misma intensidad. El roce de sus labios y el sabor del vino se mezclaron, haciendo que el momento se alargara, mientras todo lo demás a su alrededor desaparecía.

El beso entre ellos se intensificó, cada vez más profundo, más urgente. Renji, ahora completamente atrapado en el momento, se dejó llevar por el calor de sus labios. Ella siendo astuta, disfrutaba del control que había ganado sobre él, sabiendo que el momento estaba siendo perfectamente orquestado, entonces Renji la levanto del suelo alzándola para colocarla sobre una pequeña mesa.

Sus manos recorrían lentamente su pecho, y el sudor de su cuello se mezclaba con el roce de sus dedos. Menoly sentía la vibración de su respiración acelerada y aprovechó para deslizarse aún más cerca, tocando su rostro con delicadeza, pero también con una sensualidad calculada.

Él, algo tambaleante por el vino y la proximidad, apenas era consciente de lo que sucedía, solo sabía que no podía apartarse de ella. Su mente ya no procesaba sus propias decisiones; estaba completamente entregado al hechizo de sus caricias y sus labios, y poco a poco, los deseos tomaban el control.

Menoly sintió el calor de su cuerpo a través de su ropa, la cercanía de su aliento, la urgencia del momento. El roce de sus labios contra los suyos la hacía sentir un tipo de poder que nunca antes había experimentado, un control sutil pero claro. La pasión entre ellos se encendía con cada beso, con cada caricia furtiva que él le regalaba, pero no podía perder de vista el objetivo.

Con su respiración entrecortada y el corazón latiendo fuerte, ella se separó un poco, manteniendo la mirada fija en Renji, quien, a pesar de su evidente mareo, no podía apartar sus ojos de ella.

—Harás todo lo que te pida, ¿verdad? —su voz era baja, apenas un susurro, pero llena de un poder invisible, como si pudiera leer su mente y moldearlo a su voluntad.

Renji, extasiado por la sensación de su cuerpo tan cerca del suyo, apenas podía pensar con claridad, pero en ese momento, nada más importaba. La imagen de ella, su perfume, la suavidad de su piel… todo lo envolvía. Se sentía completamente atrapado, deseando más, su cuerpo estaba encendido como el sol, pero al mismo tiempo había una neblina presente.

—Sí... —su respuesta fue un murmullo, casi perdido entre el calor de sus besos—. Lo haré... todo lo que quieras...