Capítulo 23: Entonces hay un laberinto debajo de la tierra que conecta casi toda la Tierra, típico.
Draco no esperaba que todo fuera un caos cuando inician el juego, Lavender salta una o dos veces ante una sombra, pero solamente se sujeta a él; como si confiara que podría defenderla o algo así, lo intentaría por supuesto. Escucha como Lou otra hija de Hécate, le está enseñando a usar la niebla, tristemente eso no funcionará contra otros semidioses, pero es algo que le gustaría explorar si pudieran salir al mundo muggle. La mayoría del campamento tiene un sentido básico de la niebla, menos Draco y Percy, que parecen más emocionados en enfocarse en entrenar físicamente que en aspectos de magia.
Irónico tomando en cuenta que Draco era mitad mago.
Aún había luz cuando se internaron en el bosque, pero con las sombras de los árboles casi parecía medianoche. Hacía frío, además, aunque estuvieran en verano.
Ignoraron las marcas y huellas.
Si debían luchar contra monstruos, pero Draco era un Slytherin y Lavender era un Gryffindor bastante inteligente.
No iban a luchar solos.
Está bien, luchó una vez contra un hombre lobo a solas, pero el caso era diferente.
Ni siquiera ganó.
Estúpido Zeus.
—Habla tanto de Percy, mis padres dicen que se parece a como yo hablaba de Potter, ¿puedes creerlo? —dice Draco ante la mirada divertida de Lavender—. También está que oculta algo con Will, desaparece por horas en la mansión Malfoy y ahora también aquí; estoy preocupado de mi pequeño.
—Hablas como un padre soltero.
—No soy un padre soltero, en todo caso, Percy sería la mamá.
—No voy a decirte como eso está tan mal en muchos sentidos, porque me encanta que superaras poco a poco tu enamoramiento por Percy, lo cual me recuerda que aún no me hablas sobre An-tho-ny.
Draco se sonroja ligeramente mientras mueve tímidamente la lanza, no está seguro si eso irá a ningún lado, todo es demasiado nuevo.
Había jugado con la idea de escribirle una carta, pero todo estaba un poco movido en el campamento.
Su padre dijo algo sobre los mundiales de quidditch, tal vez podría preguntarle si estaría por ahí y ya saben, caminar un poco con él; tal vez sujetar su mano.
Joder.
Todo era tan vergonzoso.
Deja de pensar en Anthony cuando Quirón aparece un poco después, preguntando por Percy y Annabeth, parece que los han perdido de vista y cuando pregunta por el vínculo, Draco se encuentra horrorizado al no sentirlo; está ahí, con vida, pero no puede sentirlo bien o aunque grite su nombre este no contesta. Es un poco extraño como si el sentimiento se hubiera desvanecido casi hasta desaparecer, lo único que lo mantiene en cordura es que está ahí.
Diminuto.
Pero ahí.
Quirón parece preocupado.
Todos los buscan por lo que parecen horas y cada vez que no los encuentran, Draco se siente alarmado.
Le cuesta respirar.
Comienza a temblar.
Su mente martillea en una constante preocupación, que hace que a su lado Lavender lo sujete cada que parece a punto de desvanecerse.
El vínculo es peligroso, piensa por primera vez en mucho tiempo, desde la primera vez que lo escuchó. Algo dentro de él le indica que están vivos, Quirón parece tranquilo por eso, pero el vacío en el pecho de Draco es alarmante. Entiende un poco más porque Percy se enojaría por dejarlo fuera por dos semanas, el dolor en su pecho de no sentirlo o ser ignorado es abrazador.
Cuando los encuentran, confundidos del tiempo que desaparecieron, Draco se aferra tanto a Percy como a Annabeth alarmado. Sintiéndolos contra él, con vida, respirando y el vínculo aún estable como había sido. Percy lo abraza de regreso confundido y Annabeth también le palmea la espalda preocupada.
Se sintió horrible.
Casi perderlos por algún motivo.
Fue como un vacío en su interior.
Este vínculo es aterrador, Draco tiene miedo de lo que pasaría si algo lastimara a sus vínculos y comienza a preocuparse.
Lo peor.
Egoístamente no quiere eliminarlos.
Percy es suyo, pero cuando ve a Annabeth, se encuentra pensando, que también es suya, como Bianca y Lavender, como espera que Will y Nico lo sean.
Aterrador.
Es muy aterrador.
Pero es peor la idea de no tenerlos.
Y es egoísta al pensar en eso.
.
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Draco sueña, es raro, es como ver a un hombre de piel morena y cabello rizado, su rostro parece triste al verlo. Todo es confuso porque parece casi borroso, como un fantasma y parece que quiere decirle algo, como si quisiera mencionarle algo.
No sabe quién es, pero parece gritarle algo a la distancia.
—Cuidado.
No hay voz, pero parece que eso dicen sus labios.
Quiere preguntarle quién era, pero sus ojos preocupados le hacen sentirse nubloso.
—Ten cuidado con mi maldición —parece que dice una voz débil.
.
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Aún se sentía algo tembloroso a la mañana siguiente, cuando Quirón convocó un consejo de guerra. Se reunieron en el ruedo de arena, cosa que encontró muy extraña: es decir, tratar de discutir el destino del campamento mientras la Señorita O'Leary mascaba un yak de goma rosa de tamaño natural, arrancándole crujidos y pitidos, resultaba un poco raro.
Draco y Lavender no se sienten cómodos con el perro del infierno.
La ausencia de Nico lo hizo sentir incómodo, Will tampoco estaba a la vista, pero cuando preguntó a Michael le dijo que los había visto en la enfermería a buenas horas de la mañana.
Sospechoso.
La falta de un vínculo palpable con ambos, le hizo imposible sentirlos realmente, solo un débil palpitar a la distancia.
Quirón y Quintus ocupaban la cabecera de la mesa. Clarisse y Annabeth se habían sentado juntas y se encargaron de resumir la situación. Tyson y Grover se acomodaron lo más lejos posible el uno del otro. También se hallaban en torno a la mesa Enebro, la ninfa del bosque, Silena Beauregard, Travis y Connor Stoll, Beckendorf, Lee Fletcher e incluso el mismísimo Argos, su jefe de seguridad dotado de cien ojos. La presencia de este último le confirmó que la cosa era seria, porque raramente asiste a las reuniones, salvo que suceda algo muy grave. Mientras Annabeth hablaba, Argos mantuvo su centenar de ojos azules fijos en ella con tal intensidad que todo su cuerpo quedó inyectado en sangre.
—Luke debía de conocer la entrada del laberinto —dijo Annabeth—. Se conocía al dedillo el campamento.
Casi sintió alegría por la falta de conocimiento de Lavender por Luke.
Mejor.
Alguien menos que salió lastimada.
En cambio, Draco apuntó otro motivo en su interminable lista de razones por las cuales lo odia.
Enebro carraspeó.
—Eso trataba de decirte anoche. La entrada de esa cueva ha estado allí desde hace mucho. Luke solía utilizarla.
Silena Beauregard frunció el ceño, parecía ciertamente incómoda al hablar y Draco detectó la punta de algo en sus labios que no salió.
Cuando notó su mirada, rápidamente apartó el rostro y eso fue suficientemente sospechoso para que el Slytherin sospechara.
—¿Conocías la entrada del laberinto y no dijiste nada?
La cara de Enebro se puso verde.
—No sabía que fuera importante. Sólo es una cueva. Y a mí no me gustan esas repulsivas cavernas antiguas.
—Tiene buen gusto —opinó Grover.
—No le habría prestado ninguna atención de no ser… bueno, porque era Luke.
Se ruborizó con un verde aún más intenso.
Grover resopló.
Draco no pudo culparla, aun sabiendo que era malvado y viéndolo con otra mentalidad, incluso el propio Draco se había sentido atraído por este chico malo. Percy le dio una mala mirada como si leyera sus pensamientos y se encogió de hombros.
Odiaba a Luke.
Pero joder que era caliente.
—Retiro lo del buen gusto.
—Interesante. —Quintus pulía su espada mientras hablaba—. ¿Y creen que ese joven, Luke, se atrevería a usar el laberinto como vía de entrada para su invasión?
—Sin duda —intervino Clarisse—. Si lograra meter a un ejército de monstruos en el Campamento Mestizo y presentarse de repente en mitad del bosque sin tener que preocuparse de nuestras fronteras mágicas, no tendríamos la menor posibilidad. Nos aniquilaría fácilmente. Debe de llevar meses planeándolo.
—Ha estado enviando exploradores al laberinto —apuntó Annabeth—. Lo sabemos… porque encontramos a uno.
—Chris Rodríguez —dijo Quirón. Dirigió a Quintus una mirada significativa.
—Ah —dijo él—. El que estaba en… Ya, entiendo.
—¿El que estaba dónde? —pregunto Percy.
Clarisse le lanzó una mirada furibunda.
—La cuestión es que Luke ha estado buscando la manera de orientarse en el interior del laberinto. Quiere encontrar el taller de Dédalo.
—El tipo que creó el laberinto —habla Percy como si comprendiera.
Un milagro, debe haber tenido una revelación.
Este lo golpeó en el pie, sus pensamientos habían sido trasmitidos sin quererlo. Desde la noche anterior había dejado el vínculo totalmente abierto a Annabeth y Percy de forma preocupada, incluso con Bianca, que parecía incómoda por su nerviosismo. La vía totalmente libre, sin válvulas, hace que Percy sea una constante en sus pensamientos.
Tuvo que hacer una llamada de iris con Bianca en la mañana asegurando que todo estaba bien.
Cuando ella preguntó por Nico, bueno, la llamada se había cortado misteriosamente por el nervioso.
—Sí —confirmó Annabeth—. El mayor arquitecto e inventor de todos los tiempos. Si las leyendas son ciertas, su taller está en el centro del laberinto. Él es el único que sabía orientarse por los pasadizos. Si Luke encontrara el taller y convenciera a Dédalo para que lo ayudase, no tendría que andar buscando a tientas el camino ni arriesgarse a perder su ejército en las trampas del laberinto. Podría dirigirse a donde quisiera: deprisa y sin correr peligro. Primero al Campamento Mestizo para acabar con nosotros. Y luego… al Olimpo.
Todos los presentes se quedaron en silencio, salvo el yak de goma que la Señorita O'Leary estaba destripando y que no paraba de soltar silbidos.
Finalmente, Beckendorf apoyó sus manazas sobre la mesa.
—Un momento, Annabeth. ¿Has dicho «convencer a Dédalo»? ¿Es que no está muerto?
Quintus soltó un gruñido.
Draco le vio curioso.
—Sería de esperar. Vivió hace… ¿Cuánto? ¿Tres mil años? E incluso si estuviera vivo, ¿no dicen las viejas historias que huyó del laberinto?
Quirón removió sus cascos.
Draco entrecerró la mirada, si bueno, debería estar muerto, pero hasta donde sabía, Zeus no debería tener hijos con humanos y ya tenía dos en la lista, así que cualquier cosa podría ser posible.
—Ese es el problema, mi querido Quintus. Que nadie lo sabe. Hay algún rumor… bueno, muchos rumores inquietantes sobre Dédalo. Pero uno de ellos dice que hacia el final de su vida regresó al laberinto y desapareció. Quizá esté allá abajo todavía.
Oh, está con vida oculto.
¿Nadie puede verlo?
Draco piensa que vivir su vida oculta sería una gran cosa que hacer, ya ha tenido suficientes aventuras para toda una vida.
Tristemente, no parecen más cerca de terminar que en su primer verano.
—Tenemos que bajar allí —resolvió Annabeth—. Hemos de encontrar el taller antes que Luke. Si Dédalo está vivo, lo convenceremos para que nos ayude a nosotros y no a él. Y si el hilo de Ariadna existe, nos encargaremos de que no caiga en manos de Luke.
—Un momento —tercio Percy—. Si lo que nos preocupa es un ataque, ¿por qué no volamos la entrada y sellamos el túnel?
—¡Qué gran ideal —exclamó Grover— ¡Yo me ocuparé de la dinamita!
Draco se atragantó, sus amigos eran estúpidos.
Y piromaníacos.
—No es tan fácil, estúpido —rezongó Clarisse—. Ya lo intentamos en la entrada que encontramos en Phoenix. No salió bien.
Annabeth asintió.
—El laberinto es arquitectura mágica, Percy. Se necesitaría una potencia enorme para sellar una sola de sus entradas. En Phoenix, Clarisse derribó un edificio entero con un martillo de demolición y la entrada apenas se desplazó unos centímetros. Lo que hemos de hacer es impedir que Luke aprenda a orientarse.
—También podríamos combatir —sugirió Lee Fletcher—. Ahora ya sabemos dónde está la entrada. Podríamos levantar una línea defensiva y esperarlos. Si un ejército intenta atravesarla, nos encontrará aguardando con nuestros arcos.
—Por supuesto que levantaremos defensas —asintió Quirón—. Pero me temo que Clarisse tiene razón. Las fronteras mágicas han mantenido este campamento a salvo durante cientos de años. Si Luke consigue meter un gran ejército en el corazón del campamento, traspasando nuestras fronteras… no tendremos fuerzas suficientes para derrotarlo.
Nadie parecía muy contento con tales noticias. Quirón siempre procuraba ser animoso y optimista. Si él decía que no podríamos contener un ataque, era para preocuparse.
—Debemos llegar nosotros primero al taller de Dédalo —insistió Annabeth—. Encontrar el hilo de Ariadna e impedir que Luke lo utilice.
—Pero si nadie sabe orientarse en esos túneles —señaló Percy—, ¿qué posibilidades tenemos?
—Llevo años estudiando arquitectura —respondió ella—. Conozco mejor que nadie el laberinto de Dédalo.
—A través de tus lecturas.
—Bueno, sí.
—No es suficiente.
—¡Habrá de serlo!
—¡No lo es!
—¿Vas a ayudarme o no?
Todo el mundo los estaba mirando como si jugaran un partido de tenis. El yak de la Señorita O'Leary hizo «¡hiiic!», cuando esta le arrancó la cabeza de goma.
Draco se sintió incómodo, otra vez sentía la mirada intensa de ambos y sintió que pronto tendría que tomar un bando. Intentó sutilmente moverse lejos de ambos, pero el brazo de Percy lo mantuvo en su lugar y solo cubrió el rostro con ambas manos.
No quería estar ahí.
Quirón carraspeó.
—Lo primero es lo primero. Tenemos que organizar una búsqueda. Alguien debe bajar al laberinto, encontrar el taller de Dédalo e impedir que Luke utilice esa vía para invadir el campamento.
—Todos sabemos quién ha de encabezar esa búsqueda —dijo Clarisse—. Annabeth.
Hubo un murmullo de asentimiento.
—Tú has hecho tanto como yo, Clarisse —señaló—. También tú deberías ir.
Ella meneó la cabeza.
—Yo allí no vuelvo.
Travis Stoll se echó a reír.
—No me digas que tienes miedo. ¿Clarisse, gallina?
—No entiendes nada, idiota. No pienso volver allá. ¡Nunca!
Y se alejó, furiosa.
Travis nos miró a los demás, avergonzado.
—No pretendía…
Quirón alzó la mano.
—La pobre ha tenido un año muy difícil. Bueno, ¿estamos todos de acuerdo en que Annabeth debería liderar la búsqueda?
Todos asentían, salvo Quintus, que cruzó los brazos y contempló la mesa, aunque no creo que nadie más se fijara.
—Muy bien. —Quirón se volvió hacia Annabeth—. Querida, ha llegado la hora de que visites al Oráculo. Cuando vuelvas, suponiendo que regreses sana y salva de esa visita, discutiremos lo que hay que hacer.
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Draco ignoró cuando Percy se escabulló, porque era Percy y probablemente lo sabría tarde o temprano, pero si lo sabe no sería culpable de lo que fuera que recibiera de castigo. Intentó seguir a Silena, pero está al verlo rápidamente parecía esquivarlo y eso lo hizo sospechar que algo ocultaba. Fue a la enfermería, pero no encontró ni rastros de Will o Nico; movió su pie inquieto, algo estaban ocultando todos y era fácil saberlo.
Pero era difícil averiguar qué era.
Encontró unos apuntes desordenados que parecían de Will en su usual escritorio contra la ventana donde ayudaba en la enfermería, sonrió divertido al ver lo que parecían algunas vagas ideas sobre Mitomagia y estrategias que eran claramente contra Nico; debe haber pasado muchas horas creándolas. Sus ojos se volvieron estrechos cuando encontró anotaciones sobre el inframundo, anotaciones muy detalladas que lo hicieron escalofriarse.
Lugares que Draco había visto cuando fue al inframundo en su primera misión.
¿Había hablado con Nico?
Pero eso le llevó a una pregunta.
¿Cómo sabría Nico sobre esos lugares?
Su mirada se estrechó cuando encontró algo sobre el rey Minos, dejó de pensar cuando escuchó el llamado de Lee, comentando que Annabeth había salido de la sala principal.
Había una profecía.
«Rebuscarás en la oscuridad del laberinto sin fin...»
«El muerto, el traidor y el buscador de su pasado se alzan.»
«Te elevarás o caerás de la mano del rey de los fantasmas. El último refugio de la criatura de Atenea.»
«Destruye un héroe con su último aliento.»
Lindo, sutil, Annabeth también rompe las reglas para elegir a varios acompañantes en lugar de solamente dos. Cuando Annabeth pide por su ayuda algo nerviosa, Draco toma su mano sin dudarle.
—No te desharás de mi rubia oxigenada.
—Eres un dolor de culo, rubia teñida.
La chica parece alegre de ser aceptada en su ayuda, a diferencia de veces anteriores, con el recordatorio de lo que sintió cuando casi los pierde en la noche anterior, Draco no se piensa alejar ni de Annabeth o Percy en esta misión.
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Nico no llegó esa noche a dormir, Draco comenzó nervioso en la madrugada sin poder dormir y apenas vio el primer rayo de sol fue hacia Quirón. El hombre o bueno, el centauro parecía preocupado como él, pero con una misión por cumplir Draco maldijo no poder quedarse. Quirón le indicó que no le dijera a nadie más, pero aparentemente Will Solace tampoco había aparecido y eso podrían ser malas noticias, aseguró que enviaría rápidamente a una escuadrilla a buscarlos, por lo cual Draco estaba trasnochado, con una mochila que había preparado ante la falta de poder dormir durante la noche. Draco había preparado una mochila con un termo de néctar, una bolsita de ambrosía, un petate, cuerda, ropa, linternas y un montón de pilas de repuesto.
Percy apareció luciendo preocupado, pero parecía tampoco haber dormido bien y ambos compartieron un rostro preocupado.
Annabeth estaba tensa y Tyson lucía incómodo de ver a Grover.
Este equipo no parecía uno muy confiable.
Hacía una mañana despejada. La niebla había desaparecido y el cielo estaba azul.
Los campistas seguirían asistiendo a clases, volando en pegaso, practicando el arco y escalando la pared de lava. Ellos, entretanto, nos sumiríamos bajo tierra.
Enebro y Grover se habían apartado un poco del grupo. Ella había estado llorando, pero ahora procuraba dominarse para no entristecer a Grover. No paraba de arreglarle la ropa, de colocarle bien el gorro rasta y sacudirle los pelos de cabra de la camisa.
Quirón, Quintus y la Señorita O'Leary permanecían junto a los campistas que habían acudido a desearles buena suerte, pero reinaba demasiado ajetreo para que resultase una despedida feliz.
Habían levantado un par de tiendas junto a las rocas para hacer turnos de vigilancia. Beckendorf y sus hermanos estaban construyendo una línea defensiva de estacas y trincheras. Quirón había decidido que era necesario vigilar la entrada del laberinto las veinticuatro horas. Por si acaso.
Annabeth estaba revisando su mochila por última vez.
Draco escuchó a Quirón cuando le susurró que Michael y dos chicos de la cabaña de Atenea estaban buscando por todo el campamento a Nico como Will.
—Bueno, parece que ya están preparados —habla Quirón con falso ánimo a los demás.
Procuraba parecer optimista, aunque notó que estaba muy preocupado. Percy habló a lo lejos algo con Quirón, mientras Annabeth se acercaba a él confundida por su rostro trasnochado.
Lavender fue la última en despedirlos, se abrazó con fuerza de Draco y notó su cuerpo tembloroso.
Si los monstruos llegaban aquí, sería su primera lucha real y esperaba haberla entrenado bien.
—Cuídate, Draco. —Su rostro estaba bañado en preocupación y sonrió.
—Volveré antes de que te des cuenta.
—Bueno —dijo Grover, nervioso—. Adiós, luz del sol.
—Hola, rocas —asintió Tyson.
Será un viaje largo.
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Apenas habían caminado treinta metros y ya estábamos totalmente perdidos. El túnel no se parecía en nada a lo que hubiera visto antes, la idea de estar bajo la tierra tampoco fue agradable; ahora que sabe que es hijo de Zeus (lo quiera este o no), entiende su aberración por las cuevas o el mar. El lugar era redondo como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojo y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros.
Annabeth hizo todo lo que pudo para guiarles. Pensaba que debíamos pegarnos a la pared de la izquierda.
—Si ponemos todo el rato la mano en el muro de la izquierda y lo seguimos —dijo—, deberíamos encontrar la salida haciendo el trayecto inverso.
Por desgracia, apenas lo hubo dicho, la pared izquierda desapareció y, sin saber cómo, se encontraban en medio de una cámara circular de la que salían ocho túneles.
—Hummm… ¿Por dónde hemos venido? —preguntó Grover, nervioso.
—Sólo hay que dar la vuelta —respondió Annabeth.
Cada uno se volvió hacia un túnel distinto. Era absurdo. Ninguno de ellos era capaz de decir por dónde se regresaba al campamento.
Draco quiso usar magia.
Intentó sentir los hilos, pensó sobre la idea de llegar a Lavender de la misma forma que había usado por primera vez una aparición cuando salvó a Bianca.
No pudo.
La magia aquí era rara, diferente a cualquier cosa ahí afuera, así que entendía bien porque no pudo sentir a Percy o Annabeth cuando se perdieron.
Como si el laberinto tuviera su propia vida.
—Las paredes de la izquierda son malas —dijo Tyson—. ¿Ahora por dónde?
Con el haz de luz de su linterna, Annabeth barrió los arcos de los ocho túneles.
Todos eran iguales.
—Por allí —decidió.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto Percy.
—Razonamiento deductivo.
—O sea… te lo imaginas.
—Tú sígueme —replicó ella.
Draco vio a ambos frustrado, intercambio una mirada molesta con Grover, quien solamente se encogió de hombros sin querer formar parte de cualquier discusión de ambos entre ambos. Siempre que veían una discusión de ambos, sabiamente no interferían, pero esto se estaba volviendo ridículo.
Percy era un idiota en el amor.
El túnel que había elegido se estrechaba rápidamente. Los muros se volvieron de cemento gris y el techo se hizo tan bajo que enseguida tuvieron que avanzar encorvados. Tyson se vio obligado a arrastrarse.
Lo único que se oía era la respiración agitada de Grover.
—No lo soporto más —murmuró éste—. ¿Ya hemos llegado?
—Llevamos aquí cinco minutos —le dijo Annabeth.
—Ha sido más tiempo —insistió Grover—. ¿Y por qué habría de estar Pan aquí abajo? ¡Esto es justo lo contrario de la naturaleza silvestre!
Draco solamente se arrastró, su mano tocó algo parecido a barro, gimoteo antes de limpiarse en la camisa de Percy obteniendo una mala mirada de este.
¿Qué?
Fue asqueroso.
¿Quieren saber qué pasó después?
Bueno se encontraron con Jano, una cosa gigante con dos caras que aparentemente era el dios de las puertas. De los comienzos, de los finales. De las elecciones y luego de una charla incómoda pasó lo peor que podría pasarle.
Sintió la mirada de Percy sobre él, alarmado cuando la mujer apareció.
—Soy Hera. —La mujer sonrió—. La reina de los cielos.
La esposa de su padre del Olimpo.
Draco pudo jurar que la mirada de ella sobre él, decía algo que solo significaba problemas.
No por primera vez maldijo a su padre.
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Hera es la diosa griega de la familia, el matrimonio, la maternidad y las mujeres, hija de Cronos y Rea. Su hermano menor y marido es Zeus, por lo tanto, es la reina del Olimpo. Hera es conocida en la mitología por su naturaleza violenta y vengativa, principalmente contra las amantes y la descendencia de Zeus, pero también contra los mortales que le agraviaban, como Pelias, que mató a una mujer en su templo, o Paris, quien la ofendió al elegir a Afrodita como la diosa más bella.
Draco en realidad no debería tener miedo de Zeus, debería tener miedo si la mujer frente a él sabe la verdad de él.
Hasta ahora nadie sabe sobre su progenitor, por lo cual debería mantener el perfil bajo.
Porque Hera podría odiarlo y Draco no es suficientemente fuerte ahora para hacerle frente, por mucho que la odie.
Se siente confundido cuando Hera les da emparedados y limonada, no la come, aunque tuviera hambre, tiene miedo de que lo envenene.
Nuevamente odia a Zeus.
—Grover, querido —dijo—, utiliza la servilleta. No te la comas.
—Sí, señora —murmuró él.
—Tyson, te estás consumiendo. ¿No quieres otro sándwich de mantequilla de cacahuete?
El interpelado reprimió un eructo.
—Sí, guapa señora.
—¿No quieres comer Draco? —Su voz suena dulce, pero algo dentro de Draco le dice que no responda, no sube la mirada en ningún momento viendo el emparedado en sus manos nervioso.
Se siente intimidado.
—Reina Hera —dijo Annabeth luego de verlo un rato—. No puedo creerlo. ¿Qué hace en el laberinto?
Hera sonrió. Dio un golpecito con un dedo y el pelo de Annabeth se peinó por sí solo. Toda la mugre y el polvo desaparecieron de su rostro.
Aunque eso podría ser visto como algo dulce, Draco se sintió intimidado del poder de los olimpos, quería demostrarle a Zeus quien era él, pero estaba tan lejos de incluso los héroes normales que se sintió minimizado por ese pequeño gesto.
El pie de Percy todo el suyo a su lado, no lo estaba viendo, pero su vínculo le lanzaba cualquier cosa amable y apoyo que pudiera.
Al menos aquí, entre ellos, funcionaba aún.
Con Bianca y Lavender era imposible.
—He venido a verlos, desde luego —dijo la diosa.
Volteó a verlo fijamente, Draco sonrió de forma tensa cuando sus ojos se encontraron, no parecía haber odio, más bien curiosidad; quiere casi preguntarle si sabe quién es él, pero no quiere morir.
Tiene miedo de la mujer.
Aunque amaba las historias de los héroes de antaño, el recordarlas y notar el odio de Hera por las mujeres amantes de Zeus y sus hijos, dejó de parecerle interesante.
Porque ya saben.
Puede matarlo solo con el pensamiento.
—No creía… —Annabeth titubeó—. Eh, no creía que le gustasen los héroes.
Hera sonrió con indulgencia.
—¿Por aquella pequeña trifulca con Hércules? ¡Hay que ver la cantidad de mala prensa que he llegado a tener por un solo conflicto!
Eso y muchos más.
—¿No intentó matarlo, eh… un montón de veces? —preguntó Annabeth.
Hera hizo un gesto desdeñoso.
—Eso ya es agua pasada, querida. Además, él era uno de los hijos que mi amantísimo esposo tuvo con otra mujer. Se me acabó la paciencia, lo reconozco. Pero desde entonces Zeus y yo hemos asistido a unas excelentes sesiones de orientación conyugal. Hemos aireado nuestros sentimientos y llegado a un acuerdo. Sobre todo, después de ese último incidente menor.
Percy y Draco comparten una mirada, ambos comienzan a ponerse tensos, era un tema delicado.
—¿Habla de cuando tuvo a Thalia? —aventuró Percy, pero de inmediato se arrepintió.
En cuanto oyó el nombre de la hija mestiza de Zeus, los ojos de Hera se volvieron hacia él con una expresión glacial.
Bien.
Descartada la idea de insinuar siquiera a su progenitor, no quiere morir y está seguro que, si soltara que es hijo de Zeus, iría al inframundo con ticket rápido.
—Percy Jackson, ¿no es eso? Una de las… criaturas de Poseidón. —Encantadora—. Por lo que yo recuerdo, en el solsticio de invierno voté a favor de dejarte vivir. Espero no haberme equivocado.
Se volvió de nuevo hacia Annabeth con una sonrisa radiante.
Percy jadeó por bajo, Draco rápidamente tomó su brazo con una muda súplica de que guardara silencio.
—A ti, en todo caso, no te guardo ningún rencor, querida muchacha. Comprendo las dificultades de tu búsqueda. Sobre todo, cuando tienes que vértelas con alborotadores como Jano.
Annabeth bajó la vista.
—¿Por qué habrá venido aquí? Me estaba volviendo loca.
—Lo intentaba —asintió Hera—. Debes comprenderlo, los dioses menores como él siempre se han sentido frustrados por el papel secundario que desempeñan. Algunos, me temo, no sienten un gran amor por el Olimpo y podrían dejarse influenciar fácilmente y apoyar el ascenso al poder de mi padre.
Draco en realidad entiende porque algunos apoyarían a Cronos, no lo haría, porque ama a sus amigos mestizos, pero si no fuera por ellos hubiera entrado al grupo de Luke sin dudarlo, solo para hacerle ver a Zeus y sus olimpos con aire en la cabeza lo idiotas que eran.
Hay mucho que cambiar ahí arriba si quieren que funcione.
Y no tengan tantos rencores con medio mundo.
—¿Su padre? —dijo Percy—. Ah, vale.
Draco comparte una mirada exasperada con Grover.
—Debemos vigilar a los dioses menores —prosiguió Hera—. Jano, Hécate, Morfeo. Todos ellos defienden el Olimpo de boquilla y no obstante…
—Por eso se ausentó Dionisio —recordó Percy y Draco se cubrió el rostro con ambas manos, su amigo tiene una boca tan floja—. Para supervisar a los dioses menores.
—Así es. —Hera contempló los descoloridos mosaicos de los olímpicos—. Verás: en tiempos revueltos hasta los dioses pierden la fe. Y entonces empiezan a depositar su confianza en cosas insignificantes; pierden de vista el cuadro general y se comportan de un modo egoísta. Pero yo soy la diosa del matrimonio, ¿sabes? Conozco las virtudes de la perseverancia. Hay que alzarse por encima de las disputas y el caos, y seguir creyendo. Has de tener siempre presentes tus objetivos.
—¿Cuáles son sus objetivos? —preguntó Annabeth.
Ella sonrió.
—Conservar a mi familia unida, naturalmente. A los olímpicos, me refiero. Y por ahora, la mejor manera de hacerlo es ayudaros a ustedes. Zeus no me permite interferir demasiado, la verdad. Pero una vez cada siglo más o menos, siempre que sea en favor de una búsqueda que me importe especialmente, me permite conceder un deseo.
—¿Un deseo?
—Antes de que lo formules, déjame aconsejarte, eso puedo hacerlo gratis. Ya sé que buscas a Dédalo. Su laberinto me resulta tan misterioso a mí como a ti. Pero si quieres conocer su destino, yo en tu lugar iría a ver a mi hijo Hefesto a su fragua. Dédalo fue un gran inventor, un mortal del gusto de Hefesto. No ha habido ningún otro al que haya admirado más. Si alguien se ha mantenido en contacto con Dédalo y conoce su destino, ese tiene que ser Hefesto.
—Pero ¿cómo podemos llegar allí? —preguntó Annabeth—. Eso es lo que deseo. Quiero encontrar el modo de orientarme en el laberinto.
Draco gimoteó en voz alta, eso era un deseo muy mal formulado, debería haber pedido las cosas de una forma que Hera hubiera no podido negarse. Annabeth era inteligente, pero a veces sumamente densa y muy poco Slytherin.
Debe acorralar a su oponente y Hera claramente había querido ayudarles, pero ese deseo mal formulado.
Hera pareció decepcionada luego de verlo curiosa.
—Sea. Sin embargo, deseas algo que ya te ha sido concedido.
—No entiendo.
—Ese medio de orientación lo tienes a tu alcance. —miró a Percy—. Percy conoce la respuesta.
—¿Yo? —Su amigo luce honestamente confundido.
Draco pensó por un instante: "Estamos jodidos".
—Pero eso no es justo —dijo Annabeth—. ¡No me está diciendo qué es!
Hera movió la cabeza.
—Conseguir algo y saber utilizarlo son cosas distintas. Estoy segura de que tu madre, Atenea, coincidiría conmigo.
Algo parecido a un trueno lejano retumbó en la sala. Hera se levantó.
—Debo irme. Zeus empieza a impacientarse. Piensa en lo que te he dicho, Annabeth. Busca a Hefesto. Tendrás que cruzar el rancho, imagino. Pero tú sigue adelante. Y utiliza todos los medios disponibles, por comunes que parezcan.
Señaló las puertas y ambas se disolvieron, mostrando la boca de dos oscuros corredores.
—Una última cosa, Annabeth. Sólo he aplazado el día en que hayas de elegir, no anulado. Pronto, como ha dicho Jano, tendrás que tomar una decisión. Por cierto, Draco… —La voz de Hera lo hizo congelarse, levantó la vista incómodo, y la mirada de Hera no parecía demostrar nada, pero a la vez mucho—, algunos Olimpos aún debaten sobre qué hacer contigo, por tu propio bien, espero que los rumores que se están extendiendo sobre tu padre sean mentira. ¡Adiós!
Agitó la mano y se transformó en humo blanco. Lo mismo sucedió con la comida, justo cuando Tyson estaba a punto de engullir otro sándwich, que se le esfumó en la boca. La fuente goteó y se detuvo. Los mosaicos de las paredes se difuminaron y se volvieron mugrientos de nuevo. La estancia ya no era un lugar donde te apeteciera celebrar un pícnic.
Annabeth pateó el suelo.
Percy le miró preocupado, pero estaban ocupados más con otra cosa, que pensar en su padre del olimpo.
Draco no quiere pensar en Zeus.
—¿Qué clase de ayuda es esta? «Toma, cómete un sándwich. Pide un deseo. ¡Ah, no puedo ayudarte! ¡Puf!»
—¡Puf! —asintió Tyson con tristeza, mirando su plato vacío.
—Bueno. —Grover respiró hondo—. Ha dicho que Percy conoce la respuesta. Ya es algo.
Todos le miraron.
—Pero no la sé —se lamentó—. No tengo ni idea de qué quería decir.
Annabeth suspiró.
—Muy bien. Entonces vamos a seguir.
—¿Por dónde? —quiso saber Draco cansado.
Pero justo entonces Grover y Tyson se pusieron alerta y se levantaron a la vez, como si lo hubiesen ensayado.
—Por la izquierda —dijeron los dos.
Annabeth frunció el ceño.
Draco y Percy levantaron las cejas.
—¿Cómo están tan seguros?
—Porque algo viene por la derecha —contestó Grover.
—Algo grande —asintió Tyson—. Y muy deprisa.
—La izquierda me parece muy bien —decidió Percy y Draco asintió.
Y se lanzaron en el oscuro pasadizo mucho más rápido de lo que podrían hacerlo en circunstancias normales.
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La buena noticia: el túnel de la izquierda era todo recto, sin ramificaciones, giros ni recodos. La mala: era un callejón sin salida. Después de correr unos cien metros, tropezaron con un bloque de piedra enorme que les cerraba el paso. A sus espaldas, resonaba el eco de algo que avanzaba por el túnel arrastrándose y jadeando ruidosamente. Un ser que no era humano, desde luego, y que les seguía la pista.
Luego de alguna forma terminaron en una prisión.
Por qué, ¿por qué no?
Saben que hay algo peor que estar en una celda de prisión.
Vieron a Campe, la carcelera de los cíclopes que trabajaba para Cronos.
Y no solo a ella, un monstruo bastante tenebroso, también se encontraron con Briares.
Tenía tamaño humano y la piel muy pálida, del color de la leche. Llevaba un taparrabos que parecía un pañal enorme. Sus pies resultaban demasiado grandes para semejante cuerpo; cada uno tenía ocho dedos y las uñas sucias y resquebrajadas. Pero la parte superior de su cuerpo era lo más extraño de todo y hacía que Jano resultara casi normal en comparación. De su tronco salían más brazos de los que habría podido contar alguien: hileras e hileras de brazos que brotaban alrededor de todo su cuerpo. Eran brazos normales, pero había tantos y estaban tan enredados unos con otros que el tórax parecía algo así como un tenedor lleno de espaguetis enrollados.
Un centimano.
Que ayudaron a liberar porque Tyson se puso sentimental.
Se la llevaron luego de un juego de piedra-papel-tijera que Percy ganó usando "pistola".
Nunca se había sentido más confundido y orgulloso de la estupidez de su amigo al mismo tiempo.
Tyson fue un puto héroe cuando ayudó a retener a Campe.
Draco se alegró de volver al laberinto.
¿Quién pudo haberlo adivinado antes?
El único problema es que cuando todos entraban, hubo un terremoto o algo similar, que hizo que por un instante todos se dividieran: Tyson, Grover, Annabeth y Briares cayeron por un túnel, pero fue como si Percy y Draco fueran absorbidos por el de la derecha.
Joder.
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Percy y Draco parecen caer en una resbaladera por lo que parecen horas, de los túneles también encuentran pequeños monstruos parecidos a ratas, que hacen que deban correr cuando por fin llegan a una parte del suelo estable; solo para que lo que parece una fuerza invisible los expulse del laberinto con potencia para casi salir volando. Es como si de la tierra saliera una especie de volcán que los expulsara, lo cual hizo que Draco chillara cuando impacta con unas ramas de un árbol, Percy debajo de él gimotea porque la rama se rompe y solo porque Draco es rápido logra sujetarlo de los pies antes que se estampe contra el suelo.
Ambos suspiran.
—Oh, hey, hola —saluda Percy porque parece que alguien los ha visto.
Maldita sea, cómo explican eso, aunque con suerte no se encuentren con humanos.
¿Es buena idea encontrarse con monstruos?
Bueno, en términos de explicaciones, sí.
—¿Malfoy? —dice una voz.
Espera, esa estúpida voz él la conoce.
Cambia rápidamente la vista incrédulo, solo para ver a Harry Potter, con ropas muggles (que le quedan enormes y parece delgado) viendo todo desde el suelo con incredulidad. Su boca se abre sin soltar los tobillos de Percy, quien parece no tener problemas con estar boca abajo en este momento.
—Espera, eres Harry Potter —habla Percy un poco demasiado feliz, lo que causa que Draco lo suelte sin lamentaciones.
Este se estampa contra el suelo violentamente de rostro, ágilmente Draco se gira para caer lo más grácilmente del árbol sobre sus pies, que, comparado con la caída de Percy, bueno, cualquier caída es mejor que nada.
Ve a su alrededor, parece estar cerca de un bosque y a lo lejos parece haber edificios muggles, pero nada comparado a América.
Su ceño se frunce.
¿Dónde los ha llevado el laberinto?
—¿Quién eres? —pregunta Potter confundido, pero ayudando a Percy a colocarse sobre sus pies, con un gracioso rostro lleno de tierra que Draco ignora.
—Soy Percy Jackson —se presenta este emocionado y curioso.
El rostro de Potter luce confundido, pero no es más del de Draco. No siente tanto a Lavender como antes, lo cual indica que es probable que estén lejos y Annabeth está lejos de discusión.
—Reino Unido, estamos en Europa. —No es una pregunta, es una afirmación.
Percy salta alarmado y Potter los ve confundido, aunque ambos son extremadamente similares, es más fácil notar las diferencias uno frente al otro. Especialmente porque Percy lleva la estúpida camisa naranja del campamento que tiene Draco ahora mismo.
Pone una mano en su mentón.
Supone que podría encontrarse a sus padres fácilmente para que lo envíen a USA de emergencia (otra vez, cree que deberían ser clientes frecuentes a estas alturas), pero regresar al campamento sería difícil; podría intentar aparecerse con el vínculo que tiene con Lavender, pero eso lo dejaría fuera de combate por horas o días con magia en su interior.
Aún no domina largas distancias de viaje.
Aún no lo ha intentado en realidad.
El tiempo en el laberinto es diferente, con suerte puedan encontrar a Annabeth y los demás antes que les pase algo.
O podrían intentar ingresar nuevamente al laberinto, ve de mala forma el agujero en la tierra que los expulsó, por suerte sin monstruos.
—Rayos, esa cosa sin duda es más grande de lo que parece —habla Percy viendo hacia el agujero como Draco, ambos tienen una mirada preocupada en su rostro.
Annabeth.
Bueno, la dejaron con Tyson y un centimano, debería estar segura.
—¿Por qué tienes esa camisa naranja de nuevo como ese niño? ¿Cómo llegaste aquí? —pregunta Potter de forma confundida, por buenos motivos, pero no tiene tiempo para explicarle que pasa.
Mueve su pie inquieto.
—¿Deberíamos volver al laberinto? —ignora a Potter viendo a Percy, que arruga el rostro—. Es la manera más fácil, tal vez dentro pueda hablar con Annabeth y encontrarla —añade ahora luciendo un poco incómodo ante la idea de su amiga en peligro.
Percy suelta un suspiro alborotándose el cabello inquieto.
—También deberíamos bloquear esta entrada, porque es peligroso. —En eso están de acuerdo.
Aunque ni idea de cómo hacerlo.
Clarisse no pudo.
Potter parece querer explotar, viendo a ambos enojado, cuando se congela. Draco gira su rostro notando que el chico se ha detenido y levanta la mirada incrédulo, siente el primer movimiento de la tierra como si hubiese pisadas que se acercan, pero demasiado cerca. Rápidamente, Percy saca su espada y Draco prepara su lanza, se colocan frente a Potter de forma instintiva, justo para ver entre los árboles una silueta enorme.
Percy es el primero en maldecir.
—Mierda, Minotauro —susurra algo nervioso y Draco recuerda el cuerno de la cabaña de Poseidón.
La cabeza del toro los ve, como si los hubiera estado buscando.
Esperen.
El laberinto era para el minotauro y… aparentemente se había regenerado.
Percy tiene una pésima suerte con esto de los monstruos y su regeneración, solo dice.
Tienen que huir, ya, o luchar, pero es mejor huir.
Al laberinto.
El minotauro ruge antes de abalanzarse hacia ellos, Percy lo esquiva antes de cortar parte de su muslo, del enorme monstruo, mientras Draco se arroja sobre Potter para alejarlo de la batalla. Gimotean cuando caen al suelo y Draco apenas si puede empujar a Potter en el suelo, para usar su lanza para atravesar sin piedad el hombro del minotauro.
Hay un rugido, cuando el minotauro se levanta, Draco sigue sujetando la lanza y es enviado a volar haciendo que su hombro se mueva de forma grotesca y dolorosa.
Cae al suelo.
Su rostro duele.
Usa un "accio" como de costumbre para que la lanza vuele hacia él, Percy rápidamente arremete para defenderlo de un golpe, pero ambos son enviados volando; hay unos giros que incluyen a un Potter que estaba demasiado cerca del agujero del laberinto.
Son absorbidos.
El laberinto cambia.
Los tres gritan al caer.
.
.
Draco gruñe ante la caída sobre su espalda, como si hubieran caído a un agujero, no hay minotauro por suerte, pero su hombro duele horrores. Percy gimotea a su lado, al tiempo que escucha un tercer gemido y cuando levanta su rostro puede ver incrédulo a Harry Potter con sus estúpidas gafas, medio incorporado en el suelo, viendo a la cueva que se extiende con pasadizos frente a él.
Perfecto.
Esto no puede ser peor.
—Te sangra la frente —dice Percy buscando su mochila, hay un poco de ambrosía que por suerte aún tiene y que Draco agradece.
La salida o, mejor dicho, la entrada que utilizaron ha vuelto a desaparecer, pero si el minotauro entró o no con ellos, no está a la vista.
Eso es algo positivo.
—Joder, la magia es algo, pero esto ya es raro, no puedo tener un estúpido verano normal. —Escucha a Potter decir con las manos en su rostro—. Esto es un sueño, aunque soñar con Malfoy es raro, pero solo es un sueño.
Aunque le duele ponerse de pie, su brazo debería sanar mejor con la medicina y espera que si encuentran a Will, este pueda ayudarlo a sanar cuando todo termine. Tiene un pico de preocupación por Nico y Will donde quiera que estén, pero Percy, ajeno un poco a ese pensamiento, se acerca a Potter.
Ya saben.
Porque es en realidad una buena persona.
—Si bueno, esto es muy real. —Las palabras de Percy ganan una mirada desconfiada de Potter que hace a su amigo suspirar—. Aunque es mejor que estés con nosotros que con el minotauro, podríamos protegerte —habla viéndolo a él.
Draco se encoge de hombros y todo su hombro duele, no hay muchas opciones ahora.
Potter lo ve con duda, antes de ver a Percy confundido.
—No sabía que el minotauro era real, bueno, Hagrid no dijo nada y es como un super fan de estas cosas —dice con amargura.
Sí, bueno.
Percy y Draco intercambian una mirada preocupada, porque esto es diferente a que ellos sepan la verdad de ambos mundos y probablemente Zeus no esté feliz con que hablen de esto.
Lo cual hace que sea una buena idea ahora que lo piensa.
Jódete Zeus.
—Este no es el mundo mágico Potter —dice Draco ganando una mirada preocupada de Percy y una curiosa de Potter—. En pocas palabras, estamos en un mundo de dioses griegos y en medio de una misión de vida o muerte para buscar a Pan y lo creas o no, ahora formas parte de esto —añade con una sonrisa maliciosa.
No le cree.
Por un momento no le cree y ver el odio de Potter en él, que se congela, voltea a ver en todas direcciones, antes de comenzar a lucir pálido.
—Tampoco quiero ser un aguafiestas, pero tengo que confesarle a Percy que eres un hombre lobo, porque ya sabes, estoy unido a él con un vínculo de alma y no tenemos secretos —comenta Draco distraídamente, haciendo que Potter lo vea incrédulo, al tiempo que Percy pestañea.
Ambos idiotas gimotean y por un momento, parece que ambos lo odian.
Sí bueno, Draco no es feliz tampoco.
.
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Percy hace la introducción del mundo mitológico de griegos mientras caminan, no tiene sentido quedarse en un lugar. Potter parece recio a seguirles, mucho más cuando Draco toma una de sus dagas (que no es de plata) y se la ofrece, lo cual asusta a Potter; no le tiene miedo, es un mago sin magia (no tiene su varita y no sabe magia sin esta) y sin entrenamiento de lucha que puede vencer, aunque tenga sentidos mejorados por ser un hombre lobo. Percy parece explicar calmadamente que es ser un semidiós, Potter lo ve incrédulo cuando revela que es uno y aunque no admite quién es su padre, porque solamente lo saben Percy y él, está claro que no le agrada la idea de que tenga esa clase de sangre.
Bienvenido al club.
Percy habla tímidamente cuando dice que es hijo de Poseidón y aunque Potter no parece creerle, parece tomar mucha más atención a la idea del vínculo.
—¿Estás vinculado a Malfoy? —pregunta casi con sorpresa, viéndolo de reojo.
Los ignora.
Percy parece feliz de hablar de eso.
—Sí, al inicio fue un poco difícil, por todas las emociones, pero Draco es mi mejor amigo y mi otra mitad platónica —dice dándole una mirada llena de cariño, por un instante algo se suaviza en él.
No quiere hacerlo frente a Potter y en medio de un laberinto de la muerte, pero sonríe levemente a su idiota amigo empujándolo por el rostro haciéndolo reír.
Potter sigue el intercambio con el rostro en blanco.
—Déjate de sentimentalismos Jackson.
—Aunque era un idiota al inicio, pero ahora somos besties.
—Prefiero a Lavender y Annabeth.
—Traición.
Draco ahora se ríe ligeramente, antes de detenerse, no puede sentir a Annabeth, pero por un momento lo ve, un pequeño hilo morado que intenta sujetar. Su mano lo traspasa y cuando mira a Percy, este no parece ver nada, lo cual hace a Draco entrecerrar la mirada antes de sentir algo cálido en este.
—Se volvió loco —escucha susurrar a Potter cuando le dice que deben seguirlo.
Pero Percy confía en él, lo ve en su mirada.
Morado.
Como Annabeth.
Es Annabeth.
Tiene que serlo.
Percy era un color azulado.
Bianca era de un color casi negro.
Lavender era un hilo color rosado.
Annabeth era morado, este era su hilo y parecía querer guiarlo.
¿Era Annabeth o él?
—Es ella, lo sé —dice viendo a Percy fijamente, a lo cual este sonríe y coloca una mano sobre su hombro, confianza y seguridad.
Se siente nervioso de la mirada de Potter sobre ellos, quisiera regresarlo de donde vinieron, pero parece que ahora está aquí y tendrán que lidiar con este en la misión.
Joder.
—Vamos Dray. —Es un apodo que pocas veces había usado este, usualmente para molestarle, pero eso lo hace sentir seguro por algún estúpido motivo.
—Vienes conmigo Perce. —No solía usarlo, pero no iba a quedarse atrás.
La sonrisa de Percy es brillante ante el apodo, que no sea «idiota», «estúpido», «amante del azul psicópata». Van hacia el túnel y cuando Draco da un paso, Percy lo sigue y Potter atrás de ellos parece incómodo.
Bueno.
Usualmente todos lo son en su primera misión con Percy Jackson.
Continuará…
Bueno me pregunto si alguien esperaba la incorporación de Harry al mundo de Percy Jackson, mientras que Percy ha visto vestigios del tercer año de Draco en Hogwarts gracias a su vínculo, hasta ahora aparte de Lavender y Draco, ningún mago había entrado abiertamente a este mundo.
Va ser una locura para Harry ver un poco de este mundo, especialmente porque está en medio de una misión en medio del laberinto.
La relación de Percy y Draco me encanta, como ambos confían totalmente en el otro a estas alturas, han dado muchos pasos desde el primer arco y me encanta verlos unidos como amigos. Percy reconoce a Harry por lo que vio en Draco y lo mucho que este hablaba al inicio.
Ahora veremos qué tan lejos llegara Harry con ellos. Bueno, aún falta saber también que pasa con Nico y Will.
