Capítulo 46: Draco puede decir que este es el peor dolor de todo el universo.
Draco medita mucho sobre su existencia mientras están en el elevador, porque sabe que, de alguna forma u otra, pronto el final estaba cerca. Annabeth luce ansiosa, mientras Grover no deja de mover sus pezuñas. Thalia por otro lado parecía demasiado pensativa y Draco no quería pensar mucho en ella ahora; o nunca. Los vínculos flotan a su alrededor y hay tantas emociones, que deberían darle dolor de cabeza, pero sorprendentemente aprendió en medio de este desastre a ignorarlas, están ahí en la parte posterior de su nuca; pero en el frente solo está Draco y sus propios problemas.
Sea bueno o malo a futuro.
No lo sabe.
Solo que están por entrar en probablemente el final de la lucha, con un buen o mal final, esta sin duda será la última batalla.
Toma con fuerza la lanza en sus manos.
—Tenemos que hablar. —Draco deja de ignorar la estúpida música que aún suena, para ver a Percy sorprendido, que parece ver al frente con una expresión calmada—. Cuando esto acabe, hay mucho que tenemos que hablar —añade viéndolo de reojo.
Draco hace un puchero viendo a otro lado.
—Si vas a terminar conmigo, te recuerdo que tenemos dos hijos en nuestro matrimonio falso —dice nervioso, pero un poco más feliz de poder simplemente bromear.
Percy rueda los ojos, antes de sonreír ligeramente a lo cual Draco sonríe de reojo.
—Hablo en serio, tenemos que ir a un estúpido restaurante mexicano, tacos, burritos y una larga charla sobre muchas cosas —comenta casi esperanzado de que tengan un mañana luego de ahora, a lo cual Draco puede entender.
Asiente porque tiene razón.
No quiere hablar de sentimientos o cosas por el estilo, pero es necesario que hablen sobre muchas cosas ahora.
—¿Mexicano? —pregunta con diversión a lo cual Percy lo ve indignado.
—No pienso pagar por tus gustos caros.
Draco no puede evitarlo, suelta una ligera risa, puede ver de reojo a Annabeth sonreír levemente por eso y como Grover también se ve feliz.
Thalia por otro lado lo vio de reojo por un largo tiempo, pero eso no duró mucho al menos hasta que las puertas del ascensor se abren.
El puente hacia el Olimpo se estaba disolviendo.
Pisaron fuera del elevador hacia el camino de mármol blanco, e inmediatamente aparecieron grietas bajo sus pies.
—¡Salten! —dijo Grover, lo que era fácil para él siendo mitad cabra de monte.
Saltó hacia la siguiente placa de piedras mientras las otras se inclinaban penosamente.
—¡Dioses, odio las alturas! —exclamó Thalia mientras ella y Percy saltaban.
Pero Annabeth no estaba en forma para saltar.
Ella tropezó y gritó, pero Draco aprovechó que tenía aún energías para cargarla sobre su hombro antes de saltar, con esta aferrándose de su cuello. Percy corre a ellos cuando Draco salta, pero cuando pone a la chica en el suelo, esta solo le da una mirada agradecida.
Acaricia su mejilla un momento y Draco sonríe, antes de soltarse para seguir.
Su vínculo le agradece, pero no hay tiempo.
—¡Sigamos! —Grover demandó.
Corrieron a través del puente en el cielo mientras más piedras se desintegraban y caían al olvido. Llegaron al borde de la montaña justo cuando la última sección se desmoronaba.
Annabeth miró de vuelta al elevador, que ahora está completamente fuera del alcance, un juego de pulidas puertas metálicas colgando en el espacio, sostenidas de nada, a seiscientos pisos por encima de Manhattan.
—Estamos abandonados. —dijo—. Por nuestra cuenta.
—¡Blah-ha-ha! —dijo Grover—. La conexión entre el Olimpo y América se está disolviendo. Si cae...
—Los dioses no se moverán a otro país esta vez —dijo Thalía—. Este será el fin del Olimpo. El último final.
—Suena como un buen nombre para un libro —suelta Draco sin poder evitarlo, ganando por un segundo miradas de todos indignados, menos de Percy que sonríe un poco, antes de empujarlos para correr.
¿Qué?
Tiene un nombre pegajoso.
Corrieron otra vez por las calles.
Las mansiones ardían.
Las estatuas habían sido derribadas.
Los árboles en los parques habían sido convertidos en astillas. Parecía que alguien hubiera atacado la ciudad con un desbrozador gigante, se ve tan diferente a cuando estuvieron aquí hace unas horas.
—La guadaña de Cronos —dijo Percy alarmado.
Siguieron el camino de devastación hacia el palacio de los dioses.
No recordaba que el camino fuera tan largo, pero Draco solo vino una vez, así que tampoco importa tanto. Tal vez Cronos estaba haciendo más lento el tiempo, o quizás solo era el miedo lo que le hacía lento.
Toda la cima de la montaña estaba en ruinas, tantos edificios y jardines hermosos, perdidos.
Unos cuantos dioses menores y espíritus de la naturaleza habían tratado de detener a Cronos. Lo que quedaba de ellos estaba desparramado por el camino: armaduras rotas, vestiduras desgarradas, espadas y lanzas partidas a la mitad.
En algún lugar delante de nosotros, la voz de Cronos rugió:
—¡Piedra por piedra! Esa fue mi promesa. ¡Derribarlo PIEDRA POR PIEDRA!
Draco pensó, no por última vez, que tal vez hubiera sido mejor no venir aquí y quedarse abajo luchando.
Un templo de mármol blanco con un domo de oro explotó de repente.
El domo salió disparado como la tapa de una tetera y se despedazó en un millón de trozos, lloviendo escombros sobre la ciudad.
—Ese era un santuario para Artemisa —gruñó Thalia—. Va a pagar por eso.
Draco le da una mirada incrédula a su media hermana, como si no tuvieran cosas más importantes en las cuales enfocarse.
Estaban corriendo bajo el arco de mármol con las enormes estatuas de Zeus y Hera cuando la montaña entera se estremeció, meciéndose a los lados como un bote en una tormenta.
—¡Cuidado! —chilló Grover.
El arco se derrumbó.
Miraron a tiempo de ver escombros de Hera de veinte toneladas venírseles encima.
Annabeth y Percy hubieran sido aplastados, pero Thalia los empujó por detrás y aterrizaron fuera del peligro.
—¡Thalia! —gritó Grover.
Dentro de Draco también se hizo un nudo preocupado cuando corrió hacia la chica luego que el polvo se aclaró y la montaña dejó de temblar. Estaba con vida, pero sus piernas estaban prensadas bajo la estatua. Trataron desesperadamente de moverla, pero solamente algunos cíclopes podrían y jalarla hizo que ella gritara de dolor.
—Sobreviví todas esas batallas —masculló—. ¡Y vengo a ser derrotada por un estúpido montón de rocas!
—Es Hera —dijo Annabeth, indignada—. La ha tomado conmigo todo el año. Su estatua pudo haberme matado si no nos hubieras empujado.
Thalia sonrió.
—¡Bueno, no se queden ahí! Estaré bien, ¡Vayan!
No quería dejarla, pero podía oír la risa de Cronos mientras se acercaba al salón de los dioses.
Más edificios explotaron.
Draco apretó los puños con impotencia, mientras Percy lo obligaba a ponerse de pie.
—Volveremos —le prometió Percy.
—No voy a ir a ninguna parte —gruñó Thalia con humor negro.
Una bola de fuego brotó de un lado de la montaña, cerca de las puertas del palacio.
—Tenemos que correr —dijo Annabeth.
—Supongo que no te refieres a huir —murmuró Grover, esperanzado. Echaron a correr hacia el palacio—. Ya me temía eso. —Grover suspiró, y les siguió, sus pezuñas resonando en el piso.
Las puertas del palacio eran tan grandes como para conducir un crucero a través de ellas, pero habían sido arrancadas de sus bisagras y destrozadas como si no pesaran nada. Tuvieron que trepar por encima de una gran pila de rocas y metal retorcido para entrar.
Cronos estaba en medio de la sala de los tronos, sus brazos extendidos, mirando al cielo estrellado como si pudiera tomarlo todo.
Su risa resonó incluso más fuerte que si estuviera en el foso del Tártaro.
—¡Finalmente! —exclamó—. El Consejo Olímpico. Tan orgulloso y poderoso. ¿Qué asiento de poder destruiré primero?
Ethan Nakamura se hizo a un lado, tratando de estar fuera del camino de la guadaña de su amo.
El fuego estaba casi extinguido, solo unos cuantos carbones ardían profundo entre las cenizas.
Hestia no estaba a la vista.
El Ofiotauro nadaba en su esfera de agua en la esquina más alejada del salón, sabiamente no hacía ni un ruido, pero no tardaría demasiado antes de que Cronos lo notara.
Annabeth, Grover, Percy y Draco entraron a la luz de las antorchas.
Ethan los vio primero.
—Mi señor —advirtió.
Rata chismosa.
Cronos se volvió y sonrió a través del rostro de Luke. Excepto por los ojos dorados, se veía justo igual que hacía cuatro años, cuando le dio la bienvenida a la cabaña de Hermes. Draco sintió algo en su interior inquieto, el vínculo gris nadando aún más silencioso que todos, pero sintiendo que alguien le había dado una bofetada de alguna forma.
Annabeth hizo un sonido doloroso en su garganta, como si alguien se la hubiera succionado.
—¿Debería destruirte primero, Jackson? —preguntó Cronos—. ¿Es esa la decisión que harás, combatirme y morir o inclinarte ante mí? Las profecías nunca terminan bien, lo sabes.
—Luke pelearía con una espada —dijo Percy—, pero supongo que tú no tienes su habilidad.
Cronos se burló.
Su guadaña comenzó a cambiar, hasta que él sostenía la vieja arma de Luke, Backbiter, con su hoja mitad acero, mitad bronce celestial.
Junto a ellos, Annabeth jadeó como si súbitamente hubiera tenido una idea.
—¡Percy, la hoja! —Ella desenvainó su cuchillo—. ¡"El alma del héroe, la hoja maldita desgarrará"!
No entendía por qué les recordaba esa línea de la profecía justo ahora.
No era exactamente un aumento en la moral.
Pero antes de que pudiera decir nada, Cronos levantó su espada.
—¡Espera! —gritó Annabeth.
Cronos vino hacia Percy como un remolino.
Sintió las ganas de lanzarse a la lucha, pero Annabeth lo retuvo y tal vez fue lo mejor, los instintos de Percy tomaron el control, se agachó, cortó y rodó, parecía estar totalmente en su zona, aunque fuera una batalla contra una sola persona parecían muchos.
Draco ya había sentido la fuerza despiadada del titán e involucrarse ahora no serviría de nada.
Ethan se inclinó a un lado, tratando de llegar detrás de Percy y fue cuando Draco saltó con su lanza. Este pareció preocupado cuando vio su mirada aterradora, pero si no podía ayudar a Percy en su lucha no dejaría que nadie más se interpusiera.
—¿Cuánto tiempo aguantarás? —pregunta Ethan con tono burlesco, pero parece cansado.
Bueno.
En realidad, es una buena pregunta.
Ha luchado por días durante la guerra, ha caído de un puente y arrastrado por un río hacía el campamento, luchado contra cíclopes y un Drakón, luchado dos veces contra Cronos (y tristemente perdido), la maldición de Aquiles se supone que debería hacerlo invencible de alguna forma.
Pero tal vez es defectuosa en él.
Porque se siente muy cansado actualmente.
¿Es por la maldición de Patroclo?
Joder.
No tiene tiempo para entenderlo, porque en realidad se siente demasiado cansado y no es como si conociera alguien a quien preguntarle.
—El suficiente para patearte el trasero —dice Draco con una sonrisa siniestra, porque incluso aunque muriera, su orgullo es demasiado alto para rendirse por cualquiera en este momento.
No.
Un Slytherin simplemente no va agachar el rostro, va seguir luchando hasta el final.
Incluso si eso significa desgarrar su cuerpo hasta el final, no se va a rendir.
El golpe de la espada de Ethan es fuerte, pero no tanto como el de Cronos, así que Draco logra desviarlo con la lanza para poder darle un golpe con la pierna en la cara que lo tambalea hacia atrás sujetando su nariz. Parece casi verlo ofendido, como si no seguir una serie de reglas en la lucha fuera lo peor que hiciera, pero la verdad es que Draco está cansado de toda esta lucha justa.
Si tuviera magia haría alguna treta, pero no quiere cansarse más.
Así que comienza acorralar al chico con sus ataques violentos, este apenas parece contenerse incrédulo, aunque lo hubiera visto luchar contra Cronos antes, Draco tiene la idea que lo recuerda más como el niño en que su primer verano pasó todo el tiempo en el suelo en el campo de entrenamiento; incluso Ethan más de una vez lo pisoteó en el entrenamiento sin dudarlo.
¿Quién ríe ahora?
Nadie, Draco piensa cansado y adolorido de tantas luchas, nadie ríe ahora.
Una serie de rayos del trono de Hefesto llamaron la atención de ambos, quienes aun en medio de la lucha voltearon a ver.
—¡Luke, escucha!
Era Annabeth.
Idiota.
Cronos sacudió su mano. Annabeth salió despedida hacia atrás, chocando contra el trono de su madre y cayendo al piso.
—¡Annabeth! —gritó Percy.
Draco hizo el intento de correr hacia ella, pero entonces hizo la cosa más estúpida del mundo que fue distraerse del guerrero frente a él, que al igual que Draco le dio una fuerte patada, en el pecho; justo en su punto débil.
Curiosamente Draco, quien ha levantado el cielo con sus propias manos, luchado contra titanes, obtenido operaciones y muchas veces pasado por el peor desgaste de magia; bueno alguien con un claro historial preocupante.
Nunca había sentido tanto dolor en su cuerpo.
Fue justo en su punto débil.
Draco se derrumbó sujetando su pecho, aunque cubierto por una armadura, dolía tanto que quería llorar mientras el aire intentaba recuperar el aire. Ethan le dio una vista sorprendido, mientras Draco se encontraba ahí desprotegido sin poder respirar bien. La idea de un punto débil no suena tan bien ahora, piensa entre llamaradas de dolor incrédulo, de lo que un pequeño golpe podría hacer en él.
¿Qué hay de si hubiera sido golpeado con un arma?
Habría muerto sin duda.
Grover corrió a él, porque ahora Ethan estaba entre Annabeth y Percy, Grover intentó ayudarlo a ponerse de pie, pero era inútil.
Estaba fuera de combate unos minutos o más, sus piernas temblorosas y rostro jadeante por aire como el propio Drakón no pudo hacer con él.
Si sobrevive.
Tiene que hacer algo con eso o podría ser problemático a futuro.
Ethan Nakamura se movió hacia Annabeth, Grover tomó su flauta para tocar una canción acelerada. Creció césped en el piso del salón de los tronos. Pequeñas raíces brotaron de las grietas de las losas de mármol. Cronos se incorporó sobre una rodilla. Su cabello estaba chamuscado. Su rostro, cubierto de quemaduras eléctricas.
—¡Nakamura! —gruñó—. Es tiempo de probarte. Conoces la debilidad secreta de Jackson. Mátalo, y obtendrás recompensas sin límite.
¿Qué él sabía qué?
Intentó ponerse de pie, pero sus piernas cedieron y Grover volteó a verlo deteniendo su canción y todo era jodidamente injusto.
Los ojos de Ethan se posaron sobre Percy.
—Mira alrededor, Ethan —dijo Percy cansado—. El fin del mundo. ¿Es esta la recompensa que quieres? ¿Realmente lo quieres todo destruido, el bien y el mal? ¿Todo?
Grover se movió cuando Draco lo empujó, ahora que todos parecían distraídos, ocupaba ir con Annabeth ya que Draco no puede.
El césped se hacía tupido en el piso. Las raíces alcanzaban casi 30 centímetros.
Aunque lo odiara por al menos unos minutos, Draco estaría solamente observando desde el suelo y ahora entiende un poco más a su media hermana Thalia y el cómo se sintió indignada por no poder hacer más.
—No hay un trono para Némesis —murmuró Ethan, pero todos podían escucharle—. No hay trono para mi madre.
—¡Es cierto! —Cronos trató de levantarse, pero tropezó.
Sobre su oreja izquierda, un parche de pelo rubio aún se chamuscaba, se habría burlado de él, pero todo era demasiado tenso para hacer algún movimiento mientras el olimpo se derrumbaba alrededor de ellos.
—¡Derríbalos! Ellos merecen sufrir.
—Dijiste que tu madre es la diosa del balance —le siguió hablando Percy—. Los dioses menores merecen algo mejor, Ethan, pero la total destrucción no es balance. Cronos no construye. Solo destruye.
Ethan miró al zumbante trono de Hefesto.
La música de Grover seguía sonando, Ethan se mecía con ella, como si la canción lo llenara de nostalgia, un deseo de ver un hermoso día, de estar en cualquier parte excepto aquí; no pudo culparlo. Draco se sentía exactamente igual y daría cualquier cosa para volver a su primer verano que estar aquí.
Su ojo bueno pestañeó.
Y entonces atacó… pero no a Percy.
Draco jadeó incrédulo.
Mientras Cronos aún estaba de rodillas, Ethan empuñó su espada hacia el cuello del señor de los titanes. Debió haberlo matado instantáneamente, pero la hoja se rompió. Ethan cayó de espaldas, sujetándose el estómago.
Un fragmento de su propia espada había rebotado y atravesado su armadura.
Draco se quedó paralizado, aunque ninguna emoción real estaba por Ethan, no pudo evitar pensar en Silena, como había llorado por traicionarlos, pero al final se había levantado para luchar… al igual que Ethan.
Cronos se irguió inestablemente, mirando hacia abajo a su sirviente.
—Traición —refunfuñó.
La música de Grover seguía sonando, y el pasto creció alrededor del cuerpo de Ethan.
Él miró a Percy, su rostro crispado por el dolor.
—Merecen algo mejor —jadeó—. Si solo… tuvieran tronos...
Cronos plantó su pie en el suelo, y el piso se rompió alrededor de Ethan Nakamura. El hijo de Némesis cayó a través de una fisura que atravesó el corazón de la montaña… directo hacia el aire abierto.
—Demasiado para él. —Cronos recogió su espada—. Y ahora para el resto de ustedes.
Draco miró a Ethan caer al vacío en shock, su cuerpo paralizado antes que otra vez la ira lo llenara.
Olimpos.
Titanes.
Dioses.
Deidades.
Porque todos en este lugar tenían que ser tan horribles.
Draco se puso de pie con su cuerpo aún zumbando de cansancio, dolor, pero con una velocidad que el mismo no reconoció se lanzó sobre Cronos. Este apenas pudo detenerlo con su arma, algo congelado del arrebato de ira que salió de su cuerpo o que aun tuviera energía.
Cronos lo sujetó del cuello, pero Draco movió sus manos para hacerle una llave y mover el brazo de Luke de una forma que claramente sonó como si lo hubiera roto sacándole un gruñido de dolor a Cronos. Se supone que serían invencible con la maldición de Aquiles, pero como siempre, Draco solía cambiar cualquier tipo de profecía.
Con su otra mano no rota lo sujetó del pie, antes de azotarlo como un muñeco de trapo contra el suelo, sintió el ardor de una pierna rota, mientras caía contra el suelo, la pequeña estatua de Hermes cayó de sus bolsillos deteniendo a Cronos o el cuerpo de Luke. Las raíces parecían enrollarse en sus piernas, pero no parecía detenerlo tanto como la pequeña estatua de Hermes.
El vínculo gris se movió.
Draco con la pierna rota miraba sorprendido a Cronos.
—Es muy tarde, Draco Malfoy —dijo con voz contenida, mientras sujetaba su cabeza queriendo detenerse, como si luchara contra algo—. Contempla. —Esta vez era la voz de Cronos pero por un momento había sido Luke.
Draco miró como los otros sin poder evitarlo.
Una oleada de humo blanco ascendió del fuego, formando imágenes como un mensaje Iris. Vio a Nico y a Bianca estar con Sally y Paul abajo en la Quinta Avenida, peleando una batalla desesperada, rodeados de enemigos. En el fondo Hades peleaba desde su carro negro, invocando ola tras ola de zombis fuera del suelo, pero las fuerzas del ejército del titán parecían interminables. Mientras tanto Manhattan estaba siendo destruida.
Los mortales, ahora totalmente despiertos, corrían aterrados.
Los coches se volcaban y chocaban.
La escena cambió, y vio algo aún más aterrador.
Una columna de humo se aproximaba al río Hudson, moviéndose rápidamente sobre la costa de Jersey. Lo rodeaban varios carros, enganchados en combate con la criatura en la columna de humo. Los dioses atacaron. Los relámpagos brillaban. Flechas de oro y plata golpeaban la nube como cohetes dirigidos y explotaban.
Lentamente, la nube se disipó y vio a Tifón por primera vez. Supo que mientras viviera (lo que quizás no sería mucho tiempo) nunca podría sacar esa imagen de su mente.
La cabeza de Tifón cambiaba constantemente. Cada momento era un monstruo diferente, cada uno más terrible que el anterior. Mirar a su rostro podía volver loco a cualquiera, así que se enfocó en su cuerpo, lo que no era mucho mejor.
Era humanoide, pero su piel le recordaba un sándwich de carne que hubiera estado en el casillero de alguien todo un año. Era verdoso, con ampollas del tamaño de edificios, y parches ennegrecidos por los eones que pasó atrapado bajo un volcán. Sus manos eran humanas, pero con espolones como los de las águilas. Sus piernas eran escamosas y como de reptil.
—Los olímpicos están dando su último esfuerzo. —Se rió Cronos como si volviera a tomar el control y camino para sujetar la estatua de Hermes con desagrado—. Que patético —dice con voz ahogada.
Zeus lanzó un trueno desde su carro.
El estallido iluminó al mundo.
Pudo sentir la sacudida incluso aquí en el Olimpo, pero cuando el polvo se disipó, Tifón seguía en pie. Trastabilló un poco, con un cráter humeante en su cabeza deforme, pero rugió iracundo y siguió avanzando.
Draco estaba sin magia, cansado por el dolor de su punto débil y con una pierna rota.
Cronos no pareció notarlo.
Su atención estaba centrada en la pelea y su victoria final. Tifón puso pie en el río Hudson, y apenas se hundió a media pantorrilla.
Entonces, algo pasó.
Como un milagro, un cuerno marino sonó desde la imagen del humo.
El llamado del océano.
El llamado de Poseidón.
Alrededor de Tifón, el río Hudson hizo erupción, batiendo olas de doce metros de altura. Del agua surgió un nuevo carro, éste jalado por enormes hipocampos, que se desplazaban en el aire tan fácilmente como en el agua. Poseidón, brillando con un aura azul de poder, trazó un desafiante círculo alrededor de las piernas del gigante.
Poseidón no era ya un anciano.
Se veía como él mismo de nuevo, bronceado y fuerte con una barba negra. Cuando él agitó su tridente, el río respondió haciendo un embudo alrededor del monstruo.
—¡No! —vociferó Cronos después de un momento de atónito silencio—. ¡NO!
—¡AHORA, MIS HERMANOS! —La voz de Poseidón era tan fuerte que no estaba seguro si la oí desde la imagen de humo o a través de toda la ciudad—. ¡ATAQUEN POR EL OLIMPO!
Guerreros surgieron del río, surcando las olas sobre enormes tiburones y caballos y dragones marinos. Era una legión de cíclopes, y dirigiéndolos a la batalla estaba...
—¡Tyson! —gritó Percy emocionado.
Había crecido mágicamente de tamaño. Tendría que tener unos 18 metros de altura, tan grande como cualquiera de sus primos, y por primera vez usaba una armadura completa de batalla. Montando tras él estaba Briares, el centímano. Todos los cíclopes llevaban grandes y largas cadenas negras de hierro, tan grandes como para anclar un barco de guerra, con ganchos en los extremos.
Las agitaron como lazos y comenzaron a atrapar a Tifón, lanzando las líneas alrededor de los brazos y piernas de la criatura, usando la marea para mantenerse circulando.
Tifón se sacudió, rugió y tiró de las cadenas, derribando a algunos cíclopes de sus monturas; pero eran demasiadas cadenas. El inmenso peso del batallón de cíclopes empezó a derribar a Tifón. Poseidón lanzó su tridente y empaló al monstruo en la garganta. Sangre dorada, el Icor inmortal, manaba de la herida, haciendo una cascada tan grande como un rascacielos. El tridente voló de vuelta a la mano de Poseidón.
Los otros dioses atacaron con renovada fuerza. Ares se acercó y apuñaló a Tifón en la nariz. Artemisa disparó al ojo del monstruo una docena de flechas plateadas. Apolo lanzó una deslumbrante descarga de flechas y el taparrabos del monstruo se encendió en llamas. Y Zeus siguió golpeando al gigante con rayos, hasta que al final, lentamente, el agua subió, envolviendo a Tifón como un capullo, y él comenzó a hundirse bajo el peso de las cadenas.
Tifón gritó en agonía, cayendo con tal fuerza que las olas empaparon la costa de Jersey, salpicaron edificios de cinco pisos y el puente George Washington, y descendió por el túnel especial que el padre de Percy abrió para él en el fondo del río, un tobogán sin fin que lo llevaría directo al Tártaro.
La cabeza del gigante se hundió en un remolino, y se había ido.
—¡BAH! —exclamó Cronos.
Agitó su espada a través del humo, despedazando la imagen.
—Vienen en camino —habló Draco sorprendido—. Perdiste —dice casi incrédulo.
—Todavía no he empezado. —Avanzó a una velocidad cegadora hacia Draco mientras sujetaba su arma con su brazo bueno.
Iba a matarlo.
Draco vio la estatua de Hermes otra vez en el suelo, mordió su labio antes de lanzar una ola de sentimientos al vínculo gris que no había hecho antes de forma positiva y asustada, el cuerpo de Luke se paralizó. Hasta ahora no había usado su vínculo de esta forma y puede que sea trampa, pero no tienen muchas opciones.
—Luke, no tienes que hacer esto —susurró Draco preocupado, el rostro de Cronos se llenó de odio, pero parecía paralizado.
Tembló un poco atemorizado, la idea de morir sigue sin ser atractiva, pero tiene que intentarlo.
Notó como Cronos comenzaba a tomar control otra vez.
—¡ALTO! —Annabeth salió de la nada.
Cronos se volvió para encararla y atacó con Backbiter, pero de alguna manera Annabeth atrapó el golpe con el puño de la daga. Fue un movimiento que solo el más rápido y experimentado peleador habría logrado. Se preguntó sorprendido donde encontró ella la fuerza, pero hizo una palanca, sus hojas cruzadas, y por un momento ella se plantó cara a cara con el Señor de los Titanes, inmovilizándolo.
—Luke —dijo ella, apretando los dientes—. Ahora te entiendo. Tienes que confiar en mí.
Cronos rugió indignado, pero se notaba que estaba luchando; Draco aprovechó para enviarle todos sus sentimientos aterrorizados y preocupados por el vínculo que lo hicieron tambalear.
Aunque Cronos lo odiaba.
Luke parecía pensar aún en ellos.
Draco tenía que evitar que siguiera luchando.
—¡Luke Castellan está muerto! ¡Su cuerpo arderá cuando yo asuma mi verdadera forma!
—Tu madre —gruñó Annabeth—. Ella vio tu destino.
—¡Servir a Cronos! —rugió el titán—. ¡Este es mi destino!
—No —insistió Annabeth. Sus ojos lloraban, pero no sabía si era de tristeza o dolor—. Ese no es el fin, Luke. La profecía: ella vio lo que harías. ¡Se aplica a ti!
—¡Te aplastaré, niña! —vociferó Cronos.
—No lo harás —dijo Annabeth—. Lo prometiste. Estás conteniendo a Cronos incluso ahora.
—¡MENTIRAS! —Cronos empujó de nuevo, y esta vez Annabeth perdió el equilibrio.
Con su mano libre, Cronos la golpeó en la cara, y ella cayó de espaldas.
Draco usó su pierna buena para lanzarse al frente de un salto, sujetando la pierna de Luke, Cronos giro a verle listo para matarlo, pero por algún motivo mientras Draco se aferraba a la pierna de Luke quedando al descubierto sin algún arma, este no lo atravesó con la espada y en su lugar comenzó a patearle la cabeza.
Como si no quisiera matarlo.
Percy estaba luciendo también agotado, intentaba caminar, pero sus piernas parecían haber por fin cedido por todas las luchas.
Cronos al fin golpeó su boca y Draco lo soltó, este se acercó sobre Annabeth, su espada en alto. Escurría sangre de la comisura de su boca.
Ella gimió.
—Familia, Luke. Lo prometiste.
Percy intentó llegar con Grover, pero ambos parecían agotados en sus lugares.
Antes de que cualquiera de ellos pudiera acercarse más a Annabeth, Cronos retrocedió. Miró el cuchillo en la mano de Annabeth, la sangre en su rostro desapareció.
—Lo prometiste. —Entonces jadeó como si no pudiera respirar.
—Annabeth… —Pero no era la voz del Titán. Era la de Luke. Tropezó como si no pudiera controlar su cuerpo. —Estás sangrando...
—Mi cuchillo. —Annabeth trató de levantar su daga, pero resbaló de su mano.
Su brazo estaba doblado en un ángulo curioso.
Miró a Percy, implorando.
—Percy, por favor...
Las palabras parecieron ser lo que ocupaba su amigo, porque pudo moverse de nuevo. Se lanzó hacia adelante y tomó su cuchillo. Golpeó a Backbiter fuera de la mano de Luke, y ésta giró hacia el fuego. Luke apenas les puso atención.
Avanzó hacia Annabeth, pero Percy se interpuso entre ellos.
—No la toques —dijo.
La ira apareció en su rostro.
La voz de Cronos gruñó:
—Jackson...
¿Fue su imaginación, o todo su cuerpo brillaba, volviéndose dorado? Jadeó de nuevo.
La voz de Luke:
—Él está cambiando. Ayúdame. Está… está casi listo. Ya no necesita mi cuerpo. Por favor...
—¡NO! —masculló Cronos.
Draco aun en el suelo lanzó todos sus sentimientos de apoyo a Luke, quien por un momento se tambaleó como si jadeara, pero parecía ser más Luke que Cronos ahora, volteó a verlo sobre su hombro sujetando su cabeza y luchando con todas sus fuerzas.
Lo sentía.
Luke no controlaba el vínculo, así que todas las emociones de este fueron claras para Draco. Dolor, tristeza, ira, culpa, desesperación; Draco apretó los dientes con fuerza, pero siguió dándole todas las fuerzas que podía por el vínculo de forma desesperada.
—Tú puedes, tú fuiste el campista más fuerte, eras mi modelo a seguir, no te atrevas a rendirte —masculló por bajo indignado, pero esperando que pudieran llegarle al vínculo; Luke jadeó buscando aire, pero casi parecía como si quisiera sonreír.
Idiota.
Entonces Cronos parecía volver cuando Percy estaba buscando su espada en el fuego, se dirigió hacia la espada. Trató de detenerlo, pero lo empujó a un lado, aterrizó junto a Annabeth y parecía que se golpeó la cabeza en la base del trono de Atenea.
—El cuchillo, Percy —habló Annabeth en voz baja pero el vínculo pareció hacer que escuchara su voz—. Héroe… hoja maldita...
Cronos tenía su espada.
Gritó de dolor y la soltó. Sus manos estaban humeantes y quemadas. El fuego del hogar había crecido intensamente rojo, como si la guadaña no fuera compatible con él. Vieron una imagen de Hestia entre las cenizas, frunciendo el ceño ante Cronos con desaprobación.
Luke se volteó y cayó, crispando sus manos arruinadas.
—Por favor, Percy...
Su amigo se esforzó en ponerse de pie.
Avanzó hacia él con el cuchillo.
Debería matarlo.
Ese era el plan.
Luke parecía saber lo que todos estaban pensando. Se humedeció los labios.
—No puedes… no puedes hacerlo tú mismo. Él romperá mi control. Se defenderá. Solo mi mano. Yo sé dónde. Puedo… puedo mantenerlo controlado.
Luke definitivamente estaba brillando ahora, su piel comenzaba a despedir humo. Percy levantó el cuchillo para atacar. Entonces Percy miró a Annabeth, a Grover meciéndola en sus brazos, tratando de cubrirla. Volteó a verlo a él también con el rostro totalmente horrorizado porque no quería hacer esto.
—Por favor —gruñó Luke—. No hay tiempo.
Si Cronos adquiría su verdadera forma, nada podría detenerlo. Haría que Tifón se viera como un juego de jardín infantil.
Entonces, Percy idiota Jackson le dio su cuchillo a Luke.
¿Estaba loco?
Grover exclamó.
—¿Percy? ¿Estás… um…?
Loco.
Demente.
Chiflado.
Probablemente.
Pero Percy solo miró mientras Luke tomaba la empuñadura. Se quedó frente a él… indefenso. Soltó las correas laterales de su armadura, exponiendo un pequeño punto de su piel justo bajo su brazo izquierdo, un sitio que sería muy difícil de golpear.
Con dificultad, se apuñaló a sí mismo.
No fue un corte profundo, pero Luke aulló.
Draco jadeó en el suelo, sujetando la hierba al sentir todo el ardor del inframundo en sus venas como si fuera ácido en sus venas.
Ignoró a Luke y sus ojos que resplandecieron como lava. El salón de los tronos se sacudió, derribando a los demás.
Un aura de energía envolvió a Luke, brillando más y más.
Cerró los ojos y sintió una fuerza como de explosión nuclear ampollar su piel y partir sus labios.
Hubo silencio por un largo tiempo.
Draco estaba en el suelo todavía como si se hubiera desmayado unos momentos y solo se despertó cuando el dolor agudo lo atravesó, sujetando su pecho con un ardor peor que cuando Ethan le había golpeado, sintiendo como si alguien hubiera abierto su pecho y tomado alguno de sus órganos para arrancarlo sin ninguna especie de hechizo o anestesia.
Era extraño.
Como algo que siempre había estado ahí de repente ya no estaba, Draco solamente estaba llorando mientras sujetaba sus manos contra su pecho. Es como si algo se hubiera muerto dentro de él, como un árbol que se marchita y Draco solamente siente desesperación porque sabe que eso que se le fue quitado no podía volver.
Levantó la vista desesperado.
Vio a Luke tirado en el hogar.
En el piso alrededor de él había un círculo ennegrecido de cenizas. La guadaña de Cronos se había derretido y el metal líquido burbujeaba entre los carbones del fuego, que ahora brillaba como la fragua de un herrero. El lado izquierdo del cuerpo de Luke estaba ensangrentado.
Sus ojos estaban abiertos, ojos azules, como solían ser.
Su aliento era un rápido temblor.
Percy y Annabeth estaban ahí junto a él, como si hubieran escuchado sus últimas palabras, ambos parecían en shock pero Draco sabía que Luke murió.
Muerto.
Algo dentro de él se rompió cuando notó un vacío en su alma.
Soltó un llanto desgarrador con un grito, Percy se apresuró rápidamente hacia él, pero Draco solamente siguió llorando como un niño en los brazos de su amigo que no entendía qué pasaba; no podría saberlo, Percy nunca sintió el dolor agonizante de perder un vínculo.
Suyo.
Luke Castellán al final del día había sido suyo y su vínculo ya no estaba, entendió porque algunas personas decían que esto era una maldición, entendió porque Patroclo dio todo por Aquiles, entendió el dolor de Aquiles al perder a Patroclo.
Draco ha pasado muchas cosas en este mundo.
Pero ninguna tan desgarradora como perder un vínculo.
—Ya no está Percy, ya no está, quiero que vuelva, quiero traerlo de regreso, era mío. —Llora como un niño, mientras Percy sigue meciéndolo contra su pecho, algo asustado de su reacción y sin poder evitarlo Draco deja sacar su desesperación a todos sus vínculos.
No puede controlarlo.
Percy jadea de dolor mientras lo sujeta contra su pecho, pero Draco solo se queda ahí, llorando y deseando algo que no puede tener.
La muerte habría sido más piadosa.
.
.
Los dioses llegaron pocos minutos después con su parafernalia completa de guerra, retumbando como un trueno en la sala de los tronos y esperando una batalla. Lo que encontraron fue a Annabeth, Grove, Percy y Draco (que apenas si estaba controlando su llanto aún sujetándose a Percy como un niño y siento un vacío en su pecho), sentados junto al cuerpo roto de un semidiós, a la tenue y cálida luz del fuego.
—Percy —dijo mi Poseidón, el asombro en su voz—. ¿Qué… qué es esto?
Su amigo solamente lo arrulló antes de pasarlo con Grover, quien rápidamente lo sujetó mientras enterraba el rostro en el hombro del sátiro.
—Necesitamos una mortaja —anunció su amigo, su voz quebrándose—. Una mortaja para el hijo de Hermes.
.
.
Las tres Moiras en persona se llevaron el cuerpo de Luke. Se acercaron al cuerpo de Luke, ahora envuelto en una mortaja blanca y verde y comenzaron a llevárselo fuera del salón de los tronos.
—Esperen —dijo Hermes.
El dios de los mensajeros estaba vestido con su clásico atuendo de Túnica griega blanca, sandalias y casco. Las alas de su casco aleteaban mientras caminaba. Las serpientes George y Martha se enroscaban alrededor de su caduceo, murmurando, Luke, pobre Luke.
Pensó en May Castellan, sola en su cocina, horneando galletas y preparando sándwiches para un hijo que nunca volvería a casa.
Hermes descubrió el rostro de Luke y besó su frente. Murmuró unas palabras en griego antiguo, una bendición final.
—Adiós. —Suspiró.
Entonces asintió y permitió que las Moiras se llevaran el cuerpo de su hijo.
Junto a ellos, las rodillas de Annabeth temblaban.
Percy la sujetó, pero ella gritó de dolor, y se dieron cuenta que la había agarrado de su brazo roto.
—Oh, dioses —dijo—. Annabeth, lo siento.
—Está bien —dijo, y se desmayó en sus brazos.
—¡Necesita ayuda! —gritó—. Yo me encargo.
Apolo se adelantó. Su feroz armadura era tan brillante que era difícil mirarlo, y sus lentes Ray-Ban y perfecta sonrisa lo hacían parecer un modelo masculino de armaduras de batalla.
—Dios de la medicina, a tu servicio.
Pasó su mano sobre el rostro de Annabeth y recitó un encantamiento. Inmediatamente los raspones desaparecieron. Sus cortadas y cicatrices se desvanecieron. Su brazo se enderezó y ella suspiró en su sueño. Apolo sonrió
—Estará bien en unos minutos. Tiempo suficiente para que componga un poema acerca de nuestra victoria: "Apolo y sus amigos salvan el Olimpo". Bueno, ¿Eh?
—Gracias, Apolo —dijo Percy con duda—. Yo, um, le dejaré manejar la poesía.
Luego Percy volteó a ver a Draco, quien solo suspiró cuando Apolo hizo una mueca claramente disconforme, no quería que este lo sanara, Apolo tampoco quería sanarlo. Fue un duelo de miradas mientras Draco aseguraba que nunca le iba agradar este sujeto (incluso si era el padre de Will), mientras este curaba su pierna a regañadientes.
Las siguientes horas fueron como un borrón, especialmente porque Draco estaba en una esquina cansado de todo.
Los dioses se encargaron de reparar el salón de los tronos, lo que sucedió sorpresivamente rápido con doce seres superpoderosos trabajando.
Grover y Percy se encargaron de los heridos, y una vez que el puente del cielo fue reformado, se encontraron con sus amigos que habían sobrevivido. Los cíclopes habían salvado a Thalia de la estatua derrumbada. Ella estaba en muletas, pero por lo demás se encontraba bien. Connor y Travis Stoll la habían librado solo con heridas menores. Aseguraron que no habían saqueado mucho la ciudad. La señorita O'Leary había desenterrado a Quirón de debajo de los escombros y lo había llevado al campamento. Los Stoll se veían bastante preocupados por el viejo centauro, pero al menos estaba vivo. Katie Gardner reportó que había visto a Rachel huir del edificio Empire State al final de la batalla. Rachel se veía ilesa, pero nadie sabía adonde se había ido, lo que todavía me preocupaba.
Nico y Bianca di Angelo llegaron al Olimpo y fueron recibidos como héroes, su padre justo detrás de él, dejando de lado el hecho de que Hades solo se supone que visitara el Olimpo durante el solsticio de invierno. El dios de los muertos se veía sorprendido cuando sus parientes le palmearon la espalda. Dudó que alguna vez haya tenido una bienvenida tan entusiasta.
Clarisse entró, todavía temblando por el tiempo que pasó en el bloque de hielo, y Ares gritó:
—¡Ahí está mi niña! —El dios de la guerra le revolvió el cabello, palmeándole la espalda, llamándola la mejor guerrera que hubiera visto—. ¿Ese drakón muerto? ¡ESO es de lo que hablo! —Ella se veía bastante abrumada.
Todo lo que pudo hacer fue asentir y parpadear, como si temiera que él fuera a golpearla, pero eventualmente sonrió.
Mientras Percy hablaba con Hera y Hefesto, Draco fue atacado por Lavender, Theo y Anthony; este último luciendo como si estuviera cumpliendo alguna extraña fantasía sueño raro de estar en el olimpo. Lavender lloraba mucho mientras lo abrazaba, al tiempo que Theo parecía al borde del desmayo ante la idea de que estaban con vida.
Apolo que pasó al lado de ellos, hizo una mueca de asco al ver el rostro de Theo como si fuera algo horrible de ver por su cicatriz. Pero algo lo distrajo para que se marchara y Theo solamente arrugó la nariz, parecía que el olimpo del sol no era tan interesante, porque rápidamente comenzó a hablar con Anthony sobre Zeus.
Si supieran que era su padre.
Bueno.
Nadie puede saberlo.
—Estaba seguro que moriríamos —Anthony declaró.
—Draco mira ese es Ares —saltó Theo emocionado.
—Estoy tan feliz de estar viva —sollozó Lavender.
—¡Draco! —grito Nico antes de aplastarlo en un mortal abrazo que Draco regresó aliviado de tener un vínculo cerca con él.
El dolor de la pérdida de Luke, era demasiada todavía y solamente quería ser abrazado por todos sus vínculos, temeroso de que ellos también le fueran arrebatados; no podría ser posible, pero el miedo estaba ahí.
El ejército de Poseidón marchaba hacía la sala de los tronos.
—¡Percy! —gritó Tyson. Se abalanzó hacia su hermano con los brazos abiertos. Afortunadamente se había encogido a su tamaño normal, así que su abrazo fue como ser golpeado por un tractor y no por la granja entera—. ¡No estás muerto! —dijo.
—¡Sí! —admitió este sin aire—. Sorprendente, ¿eh?
Palmoteó y rió feliz.
—Yo tampoco estoy muerto. ¡Sí! Encadenamos a Tifón. ¡Fue divertido!
Detrás de él otros cincuenta cíclopes armados rieron y asintieron y chocaron sus manos unos con otros.
—Tyson nos dirigió —dijo uno—. ¡Él es valiente!
—¡El más valiente de los cíclopes! —exclamó otro.
Tyson se ruborizó.
—No fue nada.
—¡Te vi! —le dijo Percy luciendo feliz—. ¡Estuviste increíble!
Luego Grover se acercó a ellos, parecía tranquilo de dejar a Draco con sus amigos, pero casi grita cuando, aunque apoyando a Tyson, los otros cíclopes también parecían muy emocionados.
Poseidón tuvo una entrada, hablando de Percy como si fuera un héroe y estuviera orgulloso, Draco quiso señalar que era un inútil, pero al final del día solamente se abrazó más a Nico que parecía confundido entre sus brazos.
—¡POSEIDÓN! —rugió una voz. Zeus había tomado su asiento.
Miraba a través del salón hacia Poseidón mientras los otros dioses se reunían y tomaban sus asientos. Incluso Hades estaba presente, sentado en una sencilla silla de piedra para visitas al pie del fuego. Nico se sentó en el piso con las piernas cruzadas junto a su padre. Bianca había ido hacia Artemisa lo cual le pareció curioso, pero no dijo nada mientras caminaba hacia Percy.
Sus ojos de águila nunca dejaron a Zeus.
—¿Y bien, Poseidón? ¿Eres tan orgulloso como para unirte a nosotros en el consejo, hermano mío?
Pensó que Poseidón se iba a molestar, Draco lo hubiera hecho, pero solo miró a Percy y guiño un ojo.
—Será un honor, Señor Zeus. —Supongo que los milagros suceden.
Poseidón tomó asiento en su silla de pescar, y el Consejo Olímpico comenzó. Mientras Zeus estaba hablando. Algún largo discurso acerca de la valentía de los dioses, etc. Nunca volteó a ver a Draco en todo este momento. Annabeth caminó y se paró junto a Percy. Se veía bien para alguien que recientemente se había desmayado.
—¿La "señora mucho"? —musitó.
—Nadie planea matarnos, hasta ahora.
—Primera vez en el día.
Percy se rió, pero Grover le dio un codazo porque Hera les echaba una fea mirada, luego volteó a ver a Draco con desagrado, pero no dijo nada.
—Y por mis hermanos —dijo Zeus—. Estamos agradecidos… —Se aclaró la garganta como si las palabras fueran difíciles de sacar—... Erm, agradecidos por la ayuda de Hades. —El señor de los muertos asintió. Tenía una mirada de suficiencia en el rostro, pero supone que se había ganado el derecho. Palmeó los hombros de su hijo, y Nico se vio más feliz de lo que nunca lo había visto—. Y, por supuesto —continuó Zeus, que se veía como si sus pantalones se chamuscaran—. Debemos… um… agradecer a Poseidón.
—Lo siento, hermano —dijo Poseidón—. ¿Qué fue eso?
—Debemos agradecer a Poseidón —gruñó Zeus—. Sin el cual… hubiera sido difícil...
—¿Difícil? —preguntó Poseidón inocentemente.
—Imposible —dijo Zeus—. Imposible derrotar a Tifón. —Los dioses murmuraron en aceptación y chocaron sus armas en aprobación—. Lo que nos deja —dijo Zeus—. Solo con el asunto de agradecer a nuestros jóvenes semidioses, que defendieron el Olimpo tan bien… Aún si hay algunas abolladuras en mi trono. —Llamó primero a Thaloa al frente, siendo que era su hija, y le prometió ayudarla a llenar las filas de las cazadoras.
Draco intentó no amargarse por eso, curiosamente, aún lo hizo.
Percy le dio una mirada, pero Draco la esquivó.
Artemisa sonrió.
—Lo has hecho bien, mi lugarteniente. Me has hecho sentir orgullosa, y todas aquellas cazadoras que perecieron a mi servicio nunca serán olvidadas. Ellas alcanzarán los Elíseos, estoy segura. —La diosa miró a Hades.
Él se encogió de hombros.
—Probablemente. —Artemisa se le quedó un momento más—. Está bien —gruñó Hades—. Modernizaré el proceso de aplicación. —Thalia sonrió orgullosa.
—Gracias, mi Señora. —Hizo una reverencia a los dioses, incluso a Hades, y cojeó hasta acercarse junto a Artemisa.
—¡Tyson, hijo de Poseidón! —llamó Zeus. Tyson lucía nervioso, pero fue a pararse en medio del consejo, y Zeus carraspeó—. ¿No se pierde las comidas, eh? —murmuró Zeus—. Tyson, por tu valentía en la guerra, y por liderar a los cíclopes, serás nombrado general de los ejércitos del Olimpo. De ahora en adelante dirigirás a tus hermanos en la guerra cuando sea que los dioses lo requieran. Y tendrás una nueva… um... ¿Qué clase de arma te gustaría? ¿Una espada? ¿Un hacha?
—¡Un garrote! —dijo Tyson, mostrando su porra rota.
—Muy bien —dijo Zeus—. Te concederemos un nuevo, er, garrote. El mejor garrote que se pueda encontrar.
—¡Hurra! —gritó Tyson, y todos los cíclopes lo felicitaron y palmearon en la espalda cuando se reunió con ellos.
—¡Grover Underwood de los sátiros! —llamó Dioniso. Grover se adelantó nervioso—. ¡Oh, deja de mascar tu camiseta! —lo reprendió Dioniso—. Honestamente, no voy a destrozarte. Por tu valentía y sacrificio, blah, blah, blah, y desde que hay una desafortunada vacante, los dioses han acordado nombrarte miembro del Consejo de los Sabios Ungulados. —Grover se desplomó en el acto—. Oh, grandioso. —Suspiró Dioniso, mientras varias náyades se acercaban a ayudar a Grover—. Bueno, cuando despierte, alguien dígale que ya no será más un exiliado, y que todos los sátiros, náyades, driadas y otros espíritus de la naturaleza de ahora en adelante lo tratarán como Señor de lo Salvaje, con todos los derechos, privilegios y honores, blah, blah, blah. Ahora, por favor, llévenselo antes de que despierte y empiece a arrastrarse.
—COOOOOOMIIIIIDAAAAA —gimió Grover, y los espíritus de la naturaleza se lo llevaron.
Supuso que estaría bien. Despertaría como Señor de lo Salvaje con un montón de hermosas dríadas encargándose de él. La vida podía ser peor.
Atenea llamó.
—Annabeth Chase, mi propia hija. —Annabeth apretó el brazo de Percy, luego caminó hacia adelante y se arrodilló al pie de su madre. Atenea sonrió—. Tú, hija mía, has excedido mis expectativas. Usaste tu ingenio, tu fuerza y tu coraje para defender esta ciudad, y nuestros asientos de poder. Ha sido llamada nuestra atención al hecho de que el Olimpo está… bueno, destruido. El Señor de los titanes causó demasiados daños que hay que reparar. Podríamos reconstruirlo con magia, por supuesto, y dejarlo justo como estaba. Pero los dioses sentimos que la ciudad puede ser mejorada. Tomaremos esto como una oportunidad. Y tú, hija mía, diseñarás esas mejoras. —Annabeth levantó la vista, consternada.
—¿Mi… Mi Señora? —Atenea puso una sonrisa torcida.
—¿Tú eres arquitecto, no es así? Has estudiado las técnicas del mismo Dédalo. ¿Quién mejor para rediseñar el Olimpo y hacer de él un monumento que perdure por otro eón?
—Quieres decir... ¿Qué puedo diseñar lo que quiera?
—Lo que tu corazón decida —dijo la diosa—. Haznos una ciudad para todas las eras.
—Mientras que la llenes de estatuas mías —añadió Apolo.
—Y mías —accedió Afrodita.
—¡Hey, y mías! —dijo Ares—. Grandes estatuas con enormes y crueles espadas y...
—¡Está bien! —interrumpió Atenea—. Ya lo entendió. Ponte de pie, hija mía, Arquitecto oficial del Olimpo. —Annabeth se levantó en trance y caminó de vuelta hacia Percy.
—Mucho que hacer —le dijo Percy, sonriendo. Por una vez ella se quedó sin palabras—. Yo.. .tengo que empezar a planear… conseguir papel, y, um, lápices...
—¡PERCY JACKSON! —anunció Poseidón.
El nombre de su amigo resonó en la cámara.
Todas las pláticas cesaron. La sala estaba silenciosa excepto por el crepitar del fuego en el hogar. Todos los ojos estaban sobre su amigo. todos los dioses, los semidioses, los cíclopes, los espíritus. Luego de una mirada tensa a Draco, este camino hasta el centro del salón de los tronos.
Hestia le sonrió tranquilizadoramente.
Ella estaba en la forma de una niña ahora, y se veía feliz y contenta de estar sentada junto a su fuego otra vez.
Primero hizo una reverencia a Zeus casi a regañadientes. Después se arrodilló a los pies de su padre.
—Levántate, hijo mío —dijo Poseidón. Se incorporó inseguro—. Un gran héroe debe ser recompensado —dijo Poseidón—. ¿Hay alguien aquí que pueda negar que mi hijo lo merece? —Ni uno solo protestó.
—El consejo está de acuerdo —dijo Zeus—. Percy Jackson, recibirás un regalo de los dioses.
Su amigo dudo.
—¿Cualquier regalo? —Zeus asintió con seriedad.
—Sé lo que pedirás. El más grande regalo de todos. Sí, si lo deseas, será tuyo. Los dioses no han otorgado este regalo a un héroe mortal en muchos siglos, pero, Perseus Jackson, si lo deseas, serás convertido en un dios. Inmortal. Eterno. Servirás como lugarteniente de tu padre por todos los tiempos.
Percy lo miró, desconcertado.
Draco también estaba sorprendido, notó de reojo el vínculo el horror de parte de Annabeth y cuando volteó a ver a su amiga, parecía incrédula pero atemorizada.
—Um... ¿Un dios?
Zeus puso los ojos en blanco.
—Un dios despistado, aparentemente. Pero sí. Con el consenso del consejo entero, puedo hacerte inmortal. Luego tendré que soportarte por siempre.
—Mmmmh. —Ares musitó—. Eso significa que podré hacerlo papilla tan seguido como quiera, y él simplemente regresará por más. Me gusta la idea.
—Yo también lo apoyo —dijo Atenea, aunque estaba viendo a Annabeth.
Miró hacia atrás.
Annabeth trataba de no encontrar sus ojos. Su rostro estaba pálido.
Luego volteó a verlo a él.
—¿Qué se supone que debo hacer? —chilló por medio del vínculo de ambos, fue un alivio sentirlo, el recuerdo de Luke estaba demasiado presente y ocupaba sentirse amado por sus vínculos.
Draco meditó un momento.
—Serías un pésimo inmortal.
—Draco.
—No tienes que hacer nada que tú no quieras, solo dime. ¿Qué quieres? —Percy dudó en el vínculo, antes de ver a Annabeth haciendo a Draco sonreír—. Entonces toma lo que quieres Jackson, ningún amigo mío y mucho menos el mejor de ellos es un cobarde.
Percy pareció pensativo, antes de asentir.
—No —dijo.
El Consejo estaba en silencio. Los dioses gesticulaban unos a otros como si hubieran oído mal.
—¿No? —dijo Zeus—. ¿Estás… despreciando nuestra generosa oferta?
Había un peligroso tono en su voz, como una tormenta a punto de estallar.
—Me siento honrado y todo —dijo—. No me malinterpreten. Es solo… tengo mucha vida que vivir. Odiaría declinar en mis mejores años. —Los dioses le fulminaron con la mirada, pero Annabeth tenía las manos sobre su boca. Sus ojos brillaban, con esa expresión de "hazlo". Draco por otro lado estaba sonriendo divertido de su amigo—. Pero aún quiero un regalo —dijo—. ¿Prometen cumplir mi deseo?
Zeus reflexionó acerca de esto.
—Si está en nuestro poder.
—Lo está —dijo—. Y ni siquiera es difícil. Pero necesito que lo prometan por el Río Estigio.
Bom, en sus caras perras, Draco estaba pasando un gran momento en este momento.
—¿Qué? —exclamó Dioniso—. ¿No confías en nosotros?
—Una vez alguien me dijo —les contó, mirando a Hades—. "Siempre debes pedir un juramento solemne".
Hades sonrió.
—Culpable.
—¡Muy bien! —gruñó Zeus—. En nombre del Consejo, juramos por el Río Estigio cumplir tu razonable petición mientras que esté en nuestro poder.
Los otros dioses murmuraron en asentimiento. Un trueno resonó, sacudiendo la sala de los tronos.
El pacto estaba hecho.
—De ahora en adelante, quiero que reconozcan apropiadamente a los hijos de los dioses —dijo Percy, lo cual dejó a Draco en shock—. Todos los hijos… de todos los dioses.
Los dioses se movieron incómodos.
—Percy —le dijo su padre—. ¿Exactamente a qué te refieres?
—Cronos no hubiera podido ascender si no hubiera habido tantos semidioses que se sentían abandonados por sus padres —dijo sin inmutarse y con el mentón en alto—. Se sentían enojados, resentidos y despreciados, y tenían una buena razón. —Las reales fosas nasales de Zeus se dilataron.
—Te atreves a acusarnos...
—No más hijos indeterminados —dijo—. Quiero que prometan que reclamarán a sus hijos, todos sus hijos semidioses, para cuando cumplan trece años. No volverán a vagar solos por el mundo a la clemencia de los monstruos. Quiero que los reclamen y los traigan al campamento para que sean debidamente entrenados, y sobrevivan.
—Ahora, espera un momento —dijo Apolo, pero Percy estaba haciendo una lista.
—Y los dioses menores —continuó su amigo—. Némesis, Hécate, Morfeo, Jano, Hebe… Todos ellos merecen una amnistía y un lugar en el campamento mestizo. Sus hijos no deben ser ignorados. Calipso y los otros parientes pacíficos de los titanes deben ser perdonados también. Y Hades...
—¿Estás llamándome dios menor? —masculló Hades.
—No, mi Señor —aclaró Percy rápidamente—. Pero sus hijos no deben ser dejados fuera. Deben tener una cabaña en el campamento. Nico lo ha probado. Ningún semidiós no reclamado será amontonado en la cabaña de Hermes nunca más, preguntándose quiénes son sus padres. Tendrán sus propias cabañas, para todos los dioses. Y no más "Pacto de los tres Grandes". Eso no funcionó de todos modos. Deben dejar de tratar de librarse de los semidioses poderosos. Mejor vamos a entrenarlos y aceptarlos. Todos los hijos de los dioses serán recibidos y tratados con respeto. Ése es mi deseo.
Zeus resopló.
—¿Eso es todo?
—Percy —dijo Poseidón—. Pides mucho. Presupones mucho.
—Los ató a su juramento —dijo—. A todos ustedes.
Recibió muchas miradas feroces.
Extrañamente, fue Atenea quien habló:
—El chico tiene razón. No fue sabio ignorar a nuestros hijos. Demostró ser una debilidad estratégica en esta guerra y casi costó nuestra destrucción. Percy Jackson, he tenido mis dudas acerca de ti, pero quizás… —Ella miró a Annabeth, y luego habló como si las palabras tuvieran un sabor amargo—... Quizás estaba equivocada. Yo voto porque aceptemos el plan del muchacho.
—Hmmph —dijo Zeus—. Hacer lo que dijo un simple niño. Pero supongo...
—Todos a favor —dijo Hermes.
Todos los dioses levantaron la mano.
—Um, gracias —dijo Percy.
Se volvió listo para irse, pero fue detenido por la voz de Zeus.
—Acepto el trato, pero solamente hay un semidiós fuera de este convenio. —Percy volteó a verlo bruscamente, pero Zeus señaló en dirección de Draco que solamente sonrió casi con ironía, por supuesto que esto no sería fácil y todo el consejo volvió a quedar en silencio—. Anteriormente se sometió a un juicio y aunque Draco Malfoy sigue con vida, este será un semidiós al cual Hestia reclamó y fuera de nuestro pacto —añade el hombre como si estuviera decidiendo algo.
Percy salta rápidamente incrédulo.
—Eso no es justo.
—Tiene razón —habla Afrodita para sorpresa de todos, guiñándole un ojo a Draco quien ve mal en su dirección—. Draco es un hijo fuera del panteón, al menos en su mitad, por lo cual no tiene que ser atado a nuestro juramento y el saber quién es su padre… podría causar una pequeña disputa interna por lo que podría generar una guerra —dice de forma un tanto hipócrita.
¿Quién fue la causante de la guerra de Troya otra vez?
—Pero no es justo, merece que todos sepan quien es su padre —dice ahora Nico saltando con sorpresiva agresividad, no solamente él, Bianca también parece gruñona ahora junto a Annabeth quien frunce el ceño.
—Si su padre se diera a conocer, esto es un poco diferente al pacto de los 3 grandes, crear a un posible enemigo al nivel de Orion —musita Hefesto por bajo con un suspiro, aunque parece inseguro de hablar.
—Generaría otra guerra peor que Troya… otra vez el monte olimpo podría estar cerca de caer —anuncia Dionisio aburrido.
Percy se ve enojado y muy decepcionado como si hubiera esperado más de estos inútiles, Draco por otro lado mira a Zeus que parece haber salido como el benefactor, quien quiere apaciguar las aguas y no como el bastardo culpable que es.
Su amigo va a estallar, Draco da un paso al frente caminando con confianza que no tiene, solamente se siente muy derrotado en ese momento.
No puede evitar notar similitudes cuando fue su juicio, claro ignorando que todo el olimpo ahora está destruido, frente a Zeus casi se siente igual que antes. Un poco pequeño, diminuto ante la grandeza del rey de este lugar, pero aun así es diferente. La maldición de Aquiles en su cuerpo junto con la de Patroclo le enseñaron dos cosas, su propia debilidad, tanto por la pérdida de un vínculo, como por la de su nuevo punto débil en su cuerpo y esto podría ser demasiado malo para él.
Esta guerra por otro lado, también le enseñó cosas.
Que tan fuerte puede ser, aunque no le había ganado, se había enfrentado a Cronos en diferentes ocasiones y logrado sobrevivir. También fue testigo que si bien al borde de su límite, Lavender hizo temblar por un instante a un ser como Cronos con su magia.
Su especie.
Un mestizo de dioses y magos, sin duda son peligrosos, entonces puede que no lo sea en este momento, pero aún tiene la promesa sobre Estigia de hacer a Zeus arrepentirse de sus elecciones.
—Acepto sus condiciones —puede sentir la indignación de sus amigos, pero a diferencia de ellos, Zeus no se ve complacido, solamente lo ve expectante cuando Draco sonríe—. Pero claramente quiero una compensación, ya saben, después de todo yo también enfrente a Cronos y luché esta guerra como mis amigos —añade Draco con malicia.
Ve el rostro de los olimpos que habían dado honores a sus amigos y comprende rápidamente.
No iban a hacerlo con él.
Tampoco mencionaron a Lavender, ni siquiera han volteado a ver a Theo o mucho menos a Anthony, los dos primeros hijos de una traidora mientras el otro ni siquiera pertenece a un panteón.
Sí.
Draco está furioso.
—Insolente —ladra Atenea y la madre de su amiga claramente no le agrada.
El sentimiento es mutuo.
Draco solamente voltea a verla de reojo y probablemente enojar a un olimpo no sea la mejor idea, pero bueno, tampoco es que tenga mucho que perder.
—¿Quién luchó contra Cronos y quién no? —se burla con un dedo señalándola, haciendo que el rostro de Atenea se agrie de una forma que debería preocuparle, pero la ignora, aunque siente la incredulidad de todos sus conocidos a sus espaldas.
Ya saben retar a un olimpo.
Pensaron que solo Percy sería tan estúpido, aún no lo conocen tan bien.
—¡Tú! —dice Atenea como si quisiera levantarse de su trono.
No llega muy lejos.
Una llamarada a su alrededor lo hace permanecer indiferente, mientras Hestia está en medio de ambos con los brazos en sus caderas. Atenea parece contenerse por su tía, incluso llegando a lucir una mirada traicionada de que Hestia claramente tomará su bando por la forma protectora que tiene.
Casi sonríe.
Casi.
No lo hace, tampoco es un idiota.
—Draco Malfoy es mi campeón, luchó como cada uno de los héroes reconocidos, apoyo que merece su reconocimiento —asegura Hestia, pero le da una mirada de advertencia que Draco solo acepta con un suspiro.
Nuevamente un silencio prolongado, Draco voltea a ver a Zeus que tiene el rostro aun indiferente y este asiente.
—Siempre y cuando sea razonable, se te concederá tu petición.
—Es algo bastante fácil, quiero una corona de Laurel creada por el mismo rey del olimpo.
Otro silencio.
Sus amigos parecen muy confundidos al igual que otros olimpos, Draco se pregunta cómo sería, pero no toma mucho antes que Zeus chasquee los dedos y de forma poco agraciada la corona aparezca en sus manos. Mira la corona, piensa en su sueño de niño, ser reconocido como un héroe luego de una gran lucha, siendo recibido por una gran multitud mientras sujetaba una corona de Laurel en su cabeza y que todos aplaudieran cuando pasara a su alrededor.
La corona del triunfo.
La leyenda del laurel es muy antigua y siempre se le asocia con la victoria o el triunfo. Por eso a la corona de laureles también se le conoce como la corona triunfal.
Y aquí está en sus manos.
Sonríe con amargura.
¿Cuál triunfo fue este?
Piensa en los muertos, piensa en Lee, Michael, Silena, Ethan, Charles, en tantos otros que ni siquiera sabe por dónde iniciar. Mientras los olimpos están aquí, luciendo como si nada malo hubiera pasado, como si todo se hubiera terminado de esta forma. Cuando sus hijos estuvieron luchando por su propia incompetencia y soberanía.
Sí.
Los odia.
No agradece, solamente da la vuelta para quedar frente a Hestia que parecía estar amenazando a sus hermanos con la mirada de comportarse. Incluso la propia diosa de la hoguera y el hogar, parece sorprendida cuando Draco rápidamente se arrodilla frente a ella. Con ambas manos levanta la corona para posarla frente a ella, mientras tanto campistas como el olimpo está presente, no importa, quiere demostrar su punto y piensa hacerlo.
—Te ofrezco esta corona de Laurel, además de que cada una de mis acciones para defender a mis amigos en esta guerra, como proteger el monte olimpo, en un honor para mí, patrona y diosa —dice con rostro solemne y con sinceridad en cada palabra.
Solamente a Hestia.
Puede sentir la indignación de los olimpos, como siempre que uno de ellos no fuera tomado en cuenta, aunque si mirara de reojo podría ver diversión en el rostro de Hades; se concentra mejor en Hestia que está ahí luciendo un poco sorprendida.
Ella lo había dicho.
Que pensaba que sería olvidada y nadie escribiría sobre ella, porque había dado su lugar en el consejo.
No.
Ella era su benefactora, Draco es su campeón.
—Oh vaya —dice emocionada antes de volver a su forma infantil, tomar la corona que se pone sobre su propia cabeza con una sonrisa risueña—. Por supuesto que lo acepto mi campeón, me haces tan feliz como no he sido en siglos —añade cantarina y eso provoca que Draco sonría ligeramente.
No hay mucho que decir después de eso ya que son despedidos, cuando Draco camina detrás de sus amigos hacia el elevador, puede ver el rostro de Zeus taladrarlo con la mirada y hace algo que no pensó que haría.
Sonríe.
De forma maliciosa.
Porque esto no ha terminado.
Los ojos de Zeus se abren ligeramente como si viera un fantasma cuando el elevador se cierra.
Este es el fin de la guerra, Draco se pregunta después de esto, cuánto tiempo tendrá antes que todo caiga en caos… otra vez.
Continuará…
Bueno esta guerra ya llego a su fin, pero no se preocupen, tendremos un capítulo al menos antes de volver a Hogwarts porque todo quedo muy desastroso y mis niños sin duda ocupan aclarar muchas cosas. Ya casi iniciamos el quinto año y estoy emocionada por ver que nos espera.
Estamos a un capítulo de terminar la primera saga de Percy Jackson, luego iniciaríamos con el libro 5 de Harry Potter y falta también poco para iniciar con la segunda saga de Percy Jackson.
A diferencia del canon de Percy, cuando entre la primera y la segunda saga no pasa mucho tiempo, aquí tendremos un interludio un poco más largo, para que no se preocupen.
