Capítulo 52: Un no desconocido coquetea con mi padrino y da asco.
.
.
Su respiración está agitada, su mente está en blanco, no sabe cómo realmente logró llegar hasta aquí, pero lo hizo, lo logró. Ignorando la cicatriz sobre su ojo, realmente no ha recibido demasiado daño y en general fue él quien causó todo el desastre por aquí.
Valió la pena.
Cada segundo de caos y destrucción.
Cada parte de su alma volviéndose oscura.
Todo valió la pena.
Su rostro se tuerce en una sonrisa al verlo, el rey del olimpo, el propio Zeus por fin sobre sus rodillas con el rostro incrédulo ante su presencia como si no pensara que lo fuera hacer; como si aún siguiera de su lado. No sabe que había esperado, luego que su madre Estigia lo ayudará en la Titanomaquia donde el propio Orion le hizo frente a Cronos en la lucha, cuando a pesar de que gracias a tantos como ellos, Zeus fue suficientemente arrogante para prohibirle a su madre ver a su padre.
Lo asesinó.
Asesino a su padre, Perceus Black, lo asesinó porque su madre aún lo amaba y Zeus no puede soportar que alguien le robara la atención de alguien que quiere manipular.
Luego como si no fuera suficiente, mandó a su querida Esmeralda a los abismos del Tártaro, quitándole algo que amaba solo porque su mujer se negó a rendirse ante él.
Lo mataría, luego iría por ella.
El mundo puede ser un caos en lo que a él respecta.
Su lanza sigue sobre la mandíbula de Zeus, la magia lo tiene atado, su rostro impone un aura casi de locura porque al fin lo tiene.
Va a matarlo.
Va a cambiar todo el mundo como lo conocen, porque ese hombre se ha dignado destruir a su padre y enviar a su madre como una división de ambos mundos.
Sí.
Ahora que lo tiene de rodillas, va a disfrutar el caos que el mundo va a ser, porque se lo ha buscado.
—Espera. —Su cuerpo se estremece de placer al escuchar la súplica en su voz.
Pero antes de intentar matarlo, tiene curiosidad, interesado por qué clase de cosa este hombre que le arrebató todo puede pensar que le dará. Los titanes habían caído, pero Orion fue suficiente, sin ejército, para lograr adentrarse al monte olimpo.
No había matado a ningún dios.
Pero había logrado derrotar a quienes se pusieron en su contra, no puede negarlo, darle una paliza a Ares lo dejó con energía suficiente para ir por más.
—Tengo un trato que hacerte, sobre los Black —dice Zeus sintiéndose claramente humillado, pero logra hacer que por un momento la lanza de Orion se detenga y lo vea a su pesar curioso—, y sobre Esmeralda —musita a regañadientes.
Y bueno.
Eso le trae más interés.
¿Un trato?
Orion recuerda a Hestia, sus palabras, la profecía que fue creada para él, sobre cómo en las profundidades de la oscuridad, se alzará como el nuevo gobernante de la noche. No le agradaban los olimpos, pero Hestia parecía amarga y quería ver cosas arder como él.
Quita la lanza del cuello de Zeus, pero no la magia que lo ata.
Una magia tan poderosa que, aunque otros magos querían imitar, aun no eran suficientemente fuertes para eso.
Imperius.
Los magos no pueden usarla como se debe, pero Orion se la enseñó a sus parientes, como un regalo para evitar que los olimpos puedan gobernarlos si quisieran. Las tres maldiciones prohibidas las llamaron sus primos, pero aunque no imitaban su poder, Orion sabe que son la mejor arma contra el Olimpo.
—Habla, pero recuerda, que solamente yo soy el único que formaliza el trato, te estoy haciendo un favor imbécil, no al contrario —habla Orion con una sonrisa y Zeus lo ve con odio.
Se pregunta.
¿Qué tiene en mente?
.
.
Draco se despierta un poco aturdido, es la mañana que tendrá que irse a Londres con Severus y Anthony, se sienta confundido porque no recuerda dónde está. Voltea a ver que no está en una cama, si no en una cueva y a su lado Harry está totalmente dormido, desnudo y con una manta sobre él luego de una larga noche de luna llena. La manta la había traído Draco para no ver desnudo a su novio, quien hizo un puchero, como si alguna vez hubieran hecho algo más que besarse.
No tenían prisa.
Besarse aún sigue siendo una novedad y Draco no es alguien que le guste adelantar las cosas.
Restriega su rostro confundido, siente que tuvo un sueño, pero no sabe que podría haber sido. Se estira un poco antes de levantarse sintiéndose dolorido. Potter, ahora que eran pareja, parecía que el hombre lobo se lleva la peor parte.
Draco había querido alejarse a veces, pero el hombre lobo literalmente sostenía al hurón sin dejar que se marchara demasiado lejos, siempre gimoteando si intentaba irse y lamiendo su rostro como si quisiera comerlo o adorarlo.
No tenía muy claro.
Se había portado no tan diferente a siempre, pero sin duda había sido un poco perra de atención, así que Draco simplemente se encoge de hombros antes de irse. Podría esperarlo, pero siempre disfrutaba generar un caos en el chico al irse sin avisar.
Cuando llega al castillo Severus está ahí, esperándolo con los brazos cruzados y Draco solamente se siente atrapado; pero con una sonrisa que espera sea inocente, piensa que podrá librarse.
No lo hace.
Le lanza su mochila que había dejado lista, antes de obligarlo a acompañarlo, Draco maldice el no haberse despedido de Harry cuando entran al despacho de Severus y Anthony que parece haber sacado de la cama en horas de la madrugada, ya está ahí.
Tampoco se despidió de Lavender o Theo.
Joder.
Estaba muerto.
.
.
No pueden aparecerse en el ministerio, Severus no explica por qué, pero a Draco no le importa mucho para preguntar. Dice algo sobre que el ministerio no es un lugar seguro para Draco, lo cual le hace dudar un poco, pero acepta su idea; el comerciante del callejón Knockturn tampoco parecía una persona de confianza. Parecía un herbolario de muy dudosa reputación, pero apenas si hizo ojos a Severus cuando pasó con Draco y Anthony a su lado. Interesante, aunque no tan interesante cuando Severus sale al mundo muggle, porque está claro que no quiere hacerlo, pero Draco disfruta verlo con un traje oscuro.
Demasiado oscuro.
Parece que van a un funeral, pero aunque es ropa que usaría un mago, es demasiado muggle.
—Deja de verme —gruñe Severus y parece aún no perdonarle por algún motivo que es pareja de Potter.
El odio de este por Harry debe ser mayor al que estimó.
—¿No podemos ir solamente al ministerio para deshacerme de ambos? —cuestiona Severus por lo que parece la vez número 1000.
Draco bufa, Anthony camina con sus ropas muggles detrás de él, parece emocionado por volver con su madre unos días.
Parece un niño pequeño.
—Por favor, solo será un minuto, hablaré con mi tutor y nos iremos pronto —declara Draco con calma e indiferencia.
.
.
¿Sorpresa?
No pasa así.
Realmente no sabe que debió haber esperado.
.
.
En Londres había algo que se llamaba la Aguja de Cleopatra.
Este monumento comparte nombre con otros dos obeliscos situados en Nueva York y París, todos ellos construidos en Heliópolis en el año 1460 A.C. y ordenados por el Faraón Tutmosis III. Los jeroglíficos originales fueron esculpidos en este monumento de granito para elogiar a Tutmosis, aunque también cuenta con inscripciones posteriores añadidas por Ramsés II.
Cleopatra ordenó su traslado al templo Cesáreo de Alejandría, y en el año 1819 fue entregado a Gran Bretaña para conmemorar las victorias de Sir Ralph Abercromby y Lord Nelson.
Este obelisco de 224 toneladas cuenta con una placa conmemorativa en su base, y en el momento de su colocación se enterró una cápsula del tiempo con numerosos objetos pintorescos: horquillas, monedas, juguetes infantiles, cuatro biblias, una guía de ferrocarriles, un retrato de la Reina Victoria y 12 fotos de las mujeres inglesas más atractivas.
Además, la estatua se encuentra flanqueada por dos esfinges de bronce, dos versiones victorianas inspiradas en los tradicionales modelos egipcios.
Draco vio poco impresionado a Anthony cuando habló del tema, pero Severus lo encontró un poco intrigante para darle una leve mirada de aprobación.
Entonces esperaron.
Amos.
Y esperaron.
Draco vio furioso la aguja por cada segundo que pasaba.
La Aguja es un obelisco, no una aguja de verdad, y tampoco tiene nada que ver con Cleopatra. Imagina que, cuando los británicos la llevaron a Londres, pensarían que el nombre molaba. Mide unos veinte metros, lo que en el antiguo Egipto debía de ser una altura impresionante, pero, con el Támesis de fondo y rodeada de tantos edificios altos, parece una cosa pequeña y triste. Podrías pasar por delante en coche sin darte cuenta de que allí hay algo mil años más viejo que la ciudad de Londres.
Incluso había hablado con Anthony sobre cómo Bianca comentó que estaba con las cazadoras cerca de Londres, como si buscara algo, probablemente tendría más suerte de encontrarla a ella por aquí.
Una serpiente dijo.
Que era un peligro.
La ignoró porque ahora estaba enojado.
—Draco hemos estado aquí todo el día —se queja Anthony luego de su cena en un McDonald, que Severus vio con asco todo el día.
A pesar que era claro que odiaba estar en el mundo muggle, parece odiar más la idea de volver donde está Umbridge porque no ha hecho intenciones de regresar a Hogwarts.
Pero es de noche.
Draco frunce el ceño porque Amos no ha aparecido y eso no pueden ser buenas noticias.
—Supongo que debemos irnos —dice renuente cuando se acerca la noche, Anthony parece enojado de todo un día perdido.
Aunque tal vez debe ser decepción de no conocer a Amos.
Severus se pone de pie mientras caminan al siguiente punto de aparición, deberían poder llegar al ministerio y alguien podría ayudarlos a irse de forma silenciosa; Draco piensa que puede intimidar suficiente a Fudge pero cuando están pasando por el museo cerca de la aguja de Cleopatra.
Algo retumba.
El suelo.
Retumbó.
Anthony cae al suelo, Severus se mantiene de pie confundido y Draco solamente tiene un terrible pensamiento, uno de mala fortuna.
«Algo malo va a sucederme otra vez», piensa y es un historial de él, que fuera más un pensamiento resignado que otra cosa. Entonces las alarmas eran ensordecedoras por todos lados. Los fuegos ardían alrededor de las entradas de la galería.
—Tenemos que irnos —gruñe Severus listo para sujetarlo del hombro, pero Draco no lo detiene, Anthony gime.
Porque lo ve.
—¡Amos! —dice cuando ve una figura a la distancia y si bien su deseo de un año/vacaciones normales para variar era correr.
Bueno.
Draco es el mejor amigo de Percy Jackson.
¿Qué esperaban?
Draco comienza a correr para seguirlo, Anthony gruñe, pero jura escuchar que corre detrás de él y una maldición de Severus antes de seguirlo.
.
.
El edificio volvió a temblar, cuando Draco logró llegar a Amos este se encontraba jadeante en un callejón sujetando su cabeza con fuerza. El hombre no había envejecido nada, su cabello sigue siendo largo en un moño desordenado y tiene esas ropas que son más egipcias; que claramente no es mejor que un mago en medio del Londres muggle. Se arrodilla al lado de su viejo tutor, quien parece tener los ojos brillantes por un momento, antes de caer desmayado en sus brazos.
Vaya.
¿Qué hace ahora?
La respuesta por mucho que Severus lo odiara, era arrastrarlo a un parque cercano, donde luego de poner una barrera ilusoria de su maestro de pociones, dejaron a Amos en medio de una banca mientras parecía respirar agitado.
—Tiene una magia extraña —habla Severus claramente desconfiando y probablemente lo habría matado si Draco no hubiera abogado por él.
No es tan sensible a la magia como Pansy-Lavender-Theo, pero sabe lo que vio.
¿Ojos brillantes?
Nunca es una buena señal, piensa en Luke y suspira antes de pasar una mano por el rostro de su tutor que parece irradiar fiebre de la nada.
No sabe que había sido eso, pero algo pasó en el museo.
La idea de que no puede estar muy lejos cuando suceden cosas no naturales le hace suspirar intranquilo.
Severus cansado piensa usar magia, pero cuando Anthony y Draco intentan detenerlo, el propio Amos se incorpora con una mano sobre su frente luciendo aún sudoroso. Parpadea un momento confundido, antes de verlos a los tres de forma confundida, sus ojos no son brillantes, pero por un momento Draco se siente inquieto al verlo.
Tiene algo raro.
Tal vez sea el tiempo sin verlo, pero puede sentir algo mal.
Entonces ve a Anthony dudoso, luego a Severus, por un momento más de lo correcto (tal vez solamente es algo que imagino), pero antes que pueda pensar que es raro la varita de Severus apuntándolo da a comprender qué ha pasado.
Sí, bueno, nadie puede decir que su padrino no es desconfiado.
—¿Draco? —habla Amos con voz rasposa, antes de sujetar su frente—. Joder Julius, las cosas en que te metes —susurra por lo bajo, pero Draco solamente ha escuchado ese nombre algunas veces.
El hermano de Amos.
—Bueno esta es una presentación encantadora, pero un museo acaba de explotar —habla Anthony inquieto ganando una mirada penetrante de Amos, antes que este sujete su cabeza y cualquier vista incómoda desaparezca y asienta.
Raro.
Sospechoso.
Draco entrecierra los ojos.
—Sadie y Carter, ocupo encontrarlos —habla viendo a Draco suplicante, no debería aceptarlo, casi puede sentir la mirada de Severus sobre su espalda para que no haga nada estúpido.
No es su lugar, no es su lucha, cualquier explosión solamente puede significar algo malo. No puede presenciar la magia, pero había sentido una presión demasiado fuerte cuando ocurrió, así que eran malas noticias.
Percy iba a matarlo.
Draco abre la boca, antes de suspirar.
—Claro —dice con una sonrisa nerviosa, Severus y Anthony se quejan de forma audible al mismo tiempo.
Uno puede que sea más Slytherin de lo que piensa o el otro debe tener más de Ravenclaw de lo que algunos le dan crédito.
Hay una presentación bastante incómoda al inicio, Anthony se presenta tímido mientras que Severus es indiferente, Amos los ve con diferentes grados de intensidad, antes de comenzar a caminar. Puede notar a su padrino ver con leve interés académico a Amos cuando escucha su apellido, no todos los magos saben sobre los Kane, pero su padrino claramente sabe de la grandeza detrás de este, pero a diferencia de cómo eso podría atraer la atención o interés.
Severus lo tacha rápidamente como alguien peligroso.
Podría volver a Hogwarts, no lo hace.
—¿Tus padres saben de la clase de problemas que encuentras?
—Más de lo que quisieran.
Ambos ven a Anthony que parece nervioso, el chico Ravenclaw parece suficientemente ingenuo para pensar que esto va a terminar en unas pocas horas; el instinto y experiencia de Draco por otro lado le dice que se ha metido en otro problema.
Amos es un mago egipcio.
No puede ser tan malo.
¿Verdad?
.
.
La policía los tiene, descubre Amos tranquilamente, lo que hace que Draco frunza el ceño y Anthony diga las mil razones para las cuales esto es una mala idea. Luego van al departamento donde vive uno de los sobrinos de Amos, se pregunta porque habla solo de uno, no de los dos, pero los temas familiares siempre parecen ser algo complicado. Cuando este les pide que lo esperen, sigue luciendo algo adolorido de la cabeza, pero aunque Anthony lo señala, Draco piensa que es simplemente porque su tutor es algo extraño; sigue esperando que Severus se marche, pero no lo hace y eso lo hace levantar una ceja curioso.
Estaba discutiendo con Anthony sobre las locuras de Amos en su usual estado cuando era su profesor, lo cual no impresionó a Severus, cuando la magia se sintió en el aire.
Suficiente magia para que Draco la sintiera.
Salta para ir al costado del edificio.
En el muelle de abajo del edificio donde estaban había una barca amarrada. Y no una barca cualquiera, ojo: era una barca de juncos egipcia, con dos antorchas encendidas en la proa y un gran timón trasero. Había una silueta vestida con gabardina negra y sombrero, que posiblemente perteneciesen a Amos, de pie junto a la caña del timón. Debo admitir que, por una vez, se quedó sin palabras.
Draco probablemente había aprendido a no subirse a cosas desconocidas a esta vida.
Pero bueno.
Severus quiere arrastrarlo cuando salta en la barca.
Se marea al instante.
Obviamente tendría que ser una barca, no una aparición lujosa.
La pregunta era: ¿A dónde irían?
—¿Quiénes son ellos? —gruñe alguien a su espalda, Draco no se sobresalta, aunque el mareo persiste y en su lugar ve de reojo a Anthony ya sentado y a Severus de pie luciendo claramente furioso de estar aquí.
El pobre no sabe qué le espera.
Cualquier otro mago habría preferido dejarlo de lado, pero Severus sabe sobre Hades, cualquier cosa que Amos les enseñe no puede ser peor.
Junto a Amos hay dos chicos, uno moreno y otra chica de cabellera rubia con un mechón de color, que parecen más jóvenes que él, más verdes. Draco puede descubrir cuando alguien es nuevo en el campamento, no solo porque nunca los ha visto, si no por el aura de inocencia de lucha que tienen.
No saben luchar.
Entrecierra la mirada.
Son sobrinos de Amos.
¿Por qué no saben luchar?
—Mi nombre es Anthony —se presenta su amigo rápidamente nervioso—. Este es Draco y nuestro profesor Snape —añade un poco dudoso, Severus simplemente les da una mirada fría.
—Profesor, interesante —habla Amos con una mano en su mentón y genuino interés.
Silencio.
Uno muy largo.
Draco es el primero en lucir horrorizado antes de ponerse frente un Severus que no parece impresionado, pero incluso Anthony ha notado algo extraño el tono de voz. El chico moreno parece confundido, pero la niña rubia al igual que Draco parece haber notado el leve destello de interés en la voz de Amos.
No.
Draco no quiere pensar en su tutor coqueteando con su padrino, fue una coincidencia que no volverá a pasar.
Por su bien mental espera.
—Mi nombre es Carter y ella es mi hermana Sadie —dice el chico moreno con duda, Draco levanta una ceja sin poder evitarlo.
Porque ambos eran claramente diferentes, no se parecen en absolutamente nada físicamente, pero no es quien para decir sobre familias. Draco se parece a Lucius aunque no es su hijo biológico y espera de todo corazón no parecerse en nada a Zeus.
Voltea a ver la embarcación que apareció de la nada.
—Claramente no me enseñaste suficiente —demanda con un puchero a Amos, quien sonríe levemente mientras se adentra en la balsa.
—No eres egipcio, tengo un límite de lo que puedo enseñar —expresa el hombre adentrándose con sus sobrinos.
Bueno.
Draco tampoco le enseñó todo, piensa recordando ser un semidiós, aunque a estas alturas al ver el alcance de la magia de Amos, supone que hay una alta probabilidad que sepa que hay algo diferente en él.
La embarcación estaba construida, básicamente, con fibras de plantas entretejidas, como si fuera un tapete gigantesco y flotante. Las antorchas que brillaban en la proa no daban mucha confianza por el riesgo de incendio. En la popa, el timón lo manejaba un tío bajito que tenía puestos la gabardina negra y el sombrero de Amos. Llevaba el sombrero tan calado que no se le veía la cara. Las manos y los pies estaban ocultos entre los pliegues del abrigo.
—¿Cómo se mueve esa cosa? —preguntó Carter a Amos—. No tiene vela.
—Confía en mí. —Amos solo sonríe divertido.
«Magia» está seguro que pensó Anthony por la leve sonrisa burlona y Severus simplemente tomó asiento, lejos de Amos y cerca de Draco como de Anthony.
Lo llenó de orgullo.
A pesar de su frío parecer, Severus se preocupa por sus estudiantes.
—¿Qué le dirás al director? —pregunta Draco en susurros, ganando miradas de molestia de Sadie, lo cual la cataloga como alguien molesta en su diccionario.
—Vacaciones de navidad —responde Severus con tono serio, lo que hace a Draco sonreír por la respuesta de humor negro de su padrino.
Amos sigue viéndolo, Draco le frunce el ceño con una expresión de: «deja de hacer esto, es raro».
Era la primera vez que veía a Amos en un ambiente compartido con otros adultos, tal vez esto no era tan raro y debe estar viendo cosas que no son. Tristemente cuando ve a la niña Sadie, esta parece también un poco incómoda y aunque no tiene un vínculo con ella, está claro que sus pensamientos no pueden estar muy lejos de la realidad.
Aquella noche hacía frío, pero a bordo de este bote era cálido, como si la luz de las antorchas emitiera sobre todos ellos un brillo protector. En el centro de la barca había una caseta hecha con más tapetes de fibras.
Había un gato en los brazos de la niña.
Un gato con una mirada que le recordaba mucho a Harry en su forma de hombre lobo, era inteligente.
—¿Kneazle? —pregunta Anthony a su lado, notando también algo raro.
Se encoge de hombros.
—¡Agárrense todos! —fue lo que dijo Amos y Draco solamente maldijo antes de sujetar con fuerza a Anthony que chilló.
Amos hizo un gesto con la cabeza al timonel y la barca se puso en movimiento con una sacudida.
La sensación fue difícil de describir. ¿Sabes ese cosquilleo en la boca del estómago, cuando estás en lo alto de una montaña rusa y entra en caída libre? Fue más o menos así, solo que no caían y la sensación no se pasaba. La barca llevaba una velocidad pasmosa. Las luces urbanas se emborronaron y al poco tiempo estaban envueltos en una niebla densa. En la oscuridad se oía el eco de sonidos extraños: roces y silbidos, gritos lejanos, voces que susurraban en idiomas desconocidos.
Draco quiso vomitar.
Aunque era bueno para las altas velocidades y la lucha.
Un bote era su debilidad.
—Si vomitas sobre mí —gruñe Severus con una advertencia, así que sacó la cabeza de la balsa para poder vomitar.
El cosquilleo se convirtió en náusea. Los sonidos se hicieron más fuertes, hasta que quiso vomitar más. Entonces, de pronto, la barca empezó a frenar. Cesaron los ruidos y desapareció la niebla. Volvieron las luces de la ciudad, con más brillo que antes.
La barca estaba pasando por debajo de un puente, mucho más alto que ninguno de los que había en Londres. Su estómago empezó a rodar sobre sí mismo lentamente, aunque no había nada que vomitar.
A la izquierda vio que se recortaban contra el horizonte unas figuras conocidas: el edificio Chrysler y el Empire State Building.
—No puede ser —dijo Carter—. Esto es Nueva York.
Sadie parecía tan descolocada como los demás. Aún acunaba a la gata, que tenía los ojos cerrados.
La gata ronroneaba.
—No puede ser —dijo Sadie—. Solo han pasado unos minutos desde que hemos salido.
Severus parecía un poco sorprendido como algo mareado, aunque no quisiera demostrarlo por su apariencia estoica. Anthony por otro lado comenzó a resignarse antes de susurrar por lo bajo cómo su madre lo mataría.
Sin embargo, allí estaban, navegando contra la corriente del East River, justo debajo del puente de Williamsburg. Se detuvieron suavemente junto a un muelle pequeño que había en la orilla Brooklyn del río. Delante de ellos se extendía un descampado industrial lleno de chatarra y material de construcción antiguo. En el centro de aquel desastre, pegada al borde del agua, se alzaba una inmensa nave industrial con las paredes llenas de pintadas y las ventanas tapiadas con tablones.
—Eso no es una mansión —comentó Sadie.
Draco solo quiere un lugar para vomitar, un té de manzanilla y algo donde acostarse.
Esta mocosa era estúpida.
Magia, era magia, incluso Draco puede notarlo.
—Fíjate mejor —replicó Amos, señalando encima del edificio.
—¿Cómo lo has…? —le falló la voz a Carter. Sobre el techo del almacén se erguía una mansión de cinco plantas, como la capa superior de una tarta—. ¡Ahí arriba no puede construirse una mansión!
—Es una larga historia —dijo Amos—, pero necesitábamos un lugar privado.
—¿Y esto es la ribera oriental? —preguntó Sadie—. En Londres hablabas de eso, de que mis abuelos viven en la orilla oriental.
Amos sonrió.
Severus simplemente vio todo con interés.
Anthony sujetó más la bolsa contra él.
—Eso es. Así me gusta, Sadie. En tiempos remotos, la orilla oriental del Nilo era el lado de los vivos, el lugar por donde sale el sol. Los muertos siempre se enterraban en el lado occidental. Los antiguos egipcios pensaban que vivir en la segunda traía mala suerte, incluso que era peligroso. La tradición se mantiene muy viva entre… nuestra gente.
—¿«Nuestra gente»? —dijo Carter curioso.
Draco notó el rostro interesado de Anthony.
—Entonces, ¿no puedes vivir en Manhattan?
Amos frunció el ceño mientras dejaba caer la mirada al otro lado del río, sobre el Empire State Building.
Le dio una última mirada a Draco y si eso no fuera suficiente para decir que sabía que era él, no sabe qué otra cosa podría decir.
—Manhattan tiene sus propios problemas. Sus propios dioses. Es mejor que no nos mezclemos.
—¿Sus propios… qué? —preguntó ella bruscamente.
—Nada.
Anthony compartió una mirada preocupada con Draco, pero Draco solo se encoge de hombros antes que Severus simplemente suspire con lo que parece una migraña.
Sí, bueno.
Supone que eso de no mezclarse tal vez está fuera de cuestión ahora.
—Ya pueden desembarcar —dijo—. Y bienvenidos al Nomo Vigésimo Primero.
.
.
«Nomo»: Significa distrito o región. La palabra viene de la antigüedad, de cuando dividieron Egipto en cuarenta y dos provincias. Hoy en día, el sistema ha cambiado un poco: se han vuelto globales. El mundo está repartido en trescientos sesenta nomos. Por supuesto, Egipto es el Nomo Primero. Nueva York, el Vigésimo Primero.
Bien.
No saben mucho sobre el mundo egipcio y los tres pertenecientes a Hogwarts parecen curioso por todo este descubrimiento.
Magia egipcia.
La familia Kane.
Draco duda que en cualquier otra circunstancia puedan saber sobre esto, así que absorbe todo lo que puede en el camino.
La casa tenía al menos quince metros de altura, estaba construida con bloques enormes de piedra caliza y las ventanas tenían marcos de acero. Alrededor de los cristales había jeroglíficos grabados, y las paredes estaban iluminadas de modo que el edificio parecía un cruce entre un museo moderno y un templo antiguo. Aun así, lo más extraño de todo era que, si apartabas la vista, la construcción entera parecía esfumarse.
Niebla constante.
Qué trabajo más impresionante.
Entraron gracias a la magia rara de la familia, primero el niño y luego los demás.
La Gran Sala.
Estaba claro por qué la llamaban así. El techo, surcado por vigas de cedro, estaba a cuatro pisos de altura y se sostenía sobre unas columnas de piedra con jeroglíficos tallados. Las paredes estaban decoradas con un extraño surtido de instrumentos musicales y armas del antiguo Egipto. Rodeaban la estancia tres niveles de balconadas, todos ellos con hileras de puertas que se abrían directamente a la zona principal. En la chimenea se podría haber aparcado un coche, y había una tele de plasma sobre la repisa y sofás de cuero inmensos a los lados. Quien entrara estaría pisando una alfombra de piel de serpiente, solo que medía más de diez metros de largo y cinco de ancho… más que cualquier serpiente.
Unas cristaleras dejaban ver la gran terraza que rodeaba la casa. En ella había una piscina, mesa con sillas de comedor y un foso de piedra labrada donde ardía una fogata. Además, al fondo de la Gran Sala, había un portón doble marcado con el Ojo de Horus y cerrado con cadenas y media docena de candados. Se preguntó qué podía haber al otro lado.
Pero lo que de verdad quitaba el hipo era la estatua que se alzaba en el centro de la estancia. Medía diez metros y estaba esculpida en mármol negro.
Representaba a un dios egipcio porque la figura tenía cuerpo humano y cabeza de animal, como de cigüeña o de grulla, con mucho cuello y un pico larguísimo.
El dios vestía a la moda antigua: faldilla, fajín y gorguera al cuello. En una mano sostenía un estilete de escriba y en la otra un papiro extendido, como si acabara de escribir los jeroglíficos que se veían en él: un anj (la cruz egipcia con lazo) envuelto por arriba con un rectángulo:
El Per Anj.
La Casa de la Vida.
Sí.
Estaban muy lejos de casa, piensa Draco con un suspiro cansado.
.
.
Pasar la noche no era el problema, las habitaciones eran muy agradables y a estas alturas de su vida en realidad ha dormido en lugares peores. El problema fue entrenar a Percy y sus padres, cada uno en una llamada diferente que dura una hora, donde se quejan sobre qué está pasando y dónde está; no sabe qué contestar, pero su padre, por algún motivo suelta una risa cuando dice que está con Severus. Algo sobre que su padrino ahora le tocará su rol de padrino y sin duda le sacará más de una cana en este viaje que hace que termine la llamada prometiendo volver pronto.
La idea era ayudar a Amos a encontrar a sus sobrinos.
Lo hicieron.
Ahora están en Estados Unidos, lo cual es genial, al día siguiente solamente tienen que despedirse de Amos y Draco puede tomar camino a la casa de Percy o buscar primero a la madre de Anthony.
Draco siente que las cosas no van a ser tan fáciles.
Ese día sueña, pero no hay nada en su sueño, como si la magia aquí fuera diferente.
Eso le aterrorizó.
.
.
Draco despierta temprano ya con su cuerpo capacitado para esta clase de situaciones, el campamento mestizo y las constantes luchas hicieron que su cuerpo estuviera siempre listo para la lucha y levantarse temprano para estudiar/entrenar/ganar su comida a la cabaña de Ares, siempre eran cosas importantes. Anthony estaba en el comedor con Severus y Amos, ambos sentados claramente incómodos mientras Amos, aunque sujetaba su cabeza ocasionalmente, parecía bien.
Ignoró que había un cocodrilo.
Nuevamente, no era lo peor que había visto y duda que lo sea.
Si le ataca lo mata.
Simple.
Toma asiento y agradece que le han servido té, el café se ha metido en sus venas, pero una buena taza de té siempre es agradable.
—Como le hablaba a tu profesor y amigo, muchas gracias por su ayuda la noche anterior, espero que Sadie y Cartes estén bien, aunque… —El hombre duda, otra vez tocando su cabeza, lo cual es sospechoso pero lo deja pasar—. Estaba pensando que tal vez podrías ayudarles un poco más —musita Amos viéndolo a los ojos, lo cual hace a Draco levantar las cejas.
Severus gruñe primero, antes que pueda contestar.
—No dijiste sobre panteones separados, además Draco no tiene ninguna obligación a ayudar a tus… niños —dice Severus conteniéndose en la última palabra, de brazos cruzados haciendo que Draco se ría nervioso por dentro.
Ve a Anthony.
Este le ve de regreso.
¿Panteones separados?
Sí, bueno.
Algunos meses tarde supone.
—Draco es un gran alumno, podrá enseñarles bien todo lo que le enseñé, al menos para defenderse de lo que venga. —Las manos de Amos se mueven algo temblorosas sobre la mesa.
Algo oculta, algo le pasa, pero Draco solamente puede verlo serio.
El recuerdo del hombre que pasó todo segundo año intentándolo a lanzar un hechizo sin varita sin matarse, fue sin duda alguien que le ha ayudado inconscientemente durante todas las luchas hasta ahora; también amablemente responde sus cartas cuando se siente con dudas y siempre tiene una forma ingeniosa de darle consejos.
Es un gran maestro.
Pero ahora habla como si no pudiera ser un maestro para Carter y Sadie.
Su ceño se frunce.
—Pero los panteones… —duda Anthony por lo bajo, antes de ver a Draco aún dudoso.
Sí.
Eso siempre es un problema.
—Griego. —Las palabras de Amos lo detienen, antes de levantar la mirada sorprendido, este tiene una leve sonrisa cálida en su rostro, casi nostálgica—. No es que fuera necesario decirme algo, pero desde ese primer encuentro en el ministerio, tu sangre griega suelta una leve vibración mágica; que se debe a mucho de la casa de la Vida —admite con un suspiro.
Draco aprieta la mesa con algo de fuerza y tiene una sonrisa tensa en su rostro.
Amos siempre lo supo.
Entonces… Percy.
No quiere pensar que también sabía de Percy, no se vieron mucho o hablaron, pero el hombre sabía demasiado, tal vez más de lo que indica.
—Y aun sabiendo eso me pides ayuda para cuidar de tus sobrinos. —«Como si no pudieras hacerlo tú», piensa eso último sin decirlo en voz alta.
Amos mira a otro lado nervioso, dudoso de si hablar o no, pero por un momento algo pestañea en él antes de negar con la cabeza.
—Solo como protección, creo que sería útil para ti y tu amigo. —Señala a Anthony que se sonroja un poco al ser el centro de atención—. Si dices que tiene sangre de egipcio dentro de él, puede que estar cerca de Sadie y Carter para aprender no sea una mala idea —añade un poco más amigable.
Sí.
Algo oculta, pero en realidad la idea no está mal.
No dice nada, solo se queda en silencio pensativo, antes que unos pasos alerten que no están solos. Amos sonríe, porque supone que no quiere explicarles todo dos veces, así que cuando Carter y Sadie entran, Draco solo asiente tomando de regreso su taza de té.
—Ah, Carter, Saddie —saludó Amos—. Feliz Navidad, chico. Siéntate con nosotros.
Oh.
Supone que todo el desastre le hizo olvidarse por un momento que era navidad ese día.
Comienza a sudar nervioso.
Navidad.
Percy sin duda estará más enojado de que pierda este día, habían tenido tantos planes, y sus padres estarían esperando más información de él.
—Ya era hora —dijo Sadie pasando con el rostro tenso.
No parecía feliz.
Nadie parecía feliz en ese momento, ni siquiera Amos con esas sonrisas tensas.
—Esto… Amos… —dijo Carter luego de un rato en silencio—. No tendrías ningún pájaro aquí, ¿verdad? Es que Keops se está comiendo algo con plumas de color rosa.
—Vaya. —Amos dio un sorbo al café—. Lo siento si te ha impresionado. Keops es muy quisquilloso. Solo come cosas que acaben en o: doritos, burritos, flamencos.
Carter parpadeó.
Draco frunce el ceño, antes de encogerse de hombros, Percy es aficionado a la comida azul, así que no puede quejarse mucho.
—¿Acabas de decir…?
—Carter —le advirtió Sadie—. No preguntes.
—Vale —dijo—, no pregunto.
Tal vez no eran tan idiotas como pensaba.
—Carter, sírvete lo que te apetezca, por favor. —Amos le indicó una mesa de bufet atestada de comida—. Luego empezaremos con las explicaciones.
Draco lo vio servirse unas tortitas con mantequilla y sirope, unas lonchas de beicon y un vaso de zumo de naranja.
Los veía de reojo.
Dudoso, no pudo culparlo. Draco tomó su propia tostada antes de ver a Anthony que parecía no querer comer mucho o Severus tomar una taza de té que probablemente había examinado bien antes de tomar; era un experto en pociones, tal vez solo el aroma lo hizo detectar algo sospechoso.
O tal vez usó magia.
Amos era un hombre intimidante en ese aspecto.
—¿Eso es…? —dice Carter con voz preocupada.
—Un cocodrilo —confirmó Amos—. Traen buena suerte. Es albino, pero no se lo menciones, por favor, que se pone muy susceptible. Se llama Filipo de Macedonia.
Anthony solamente niega con la cabeza, pero Draco nuevamente no es la primera vez que escucha malos nombres.
Espera que todo pase pronto y luego de un poco de charla trivial al fin están hablando de cosas importantes.
—Muy bien, Amos —dijo Carter entre bocado y bocado de tortita—. Explicaciones.
—Sí —aceptó—. ¿Por dónde empiezo…?
—Nuestro padre —sugirió Sadie aunque les vio con duda antes de pensar que la verdad era más importante—. ¿Qué le ocurrió?
Amos respiró hondo.
—Julius estaba intentando convocar a un dios. Por desgracia, le salió bien.
Draco puede ver el momento donde el cuerpo de Severus y Anthony se tensa, el primero probablemente pensando en Hades, pero Anthony a estas alturas debe estar pensando en cualquiera que haya visto.
Ambos saben que son malas noticias.
—¿Algún dios en particular? —preguntó Cartes con fingida indiferencia—. ¿O le valía cualquiera que hubiera en el almacén?
Amos dio un mordisco al panecillo.
—Hay muchos dioses egipcios, Carter. Pero vuestro padre andaba detrás de uno en particular.
Le lanzó una mirada significativa.
—Osiris —recordó el chico—. Cuando mi padre estaba delante de la Piedra de Rosetta, dijo: «Osiris, ven». Pero Osiris es una leyenda, es inventado.
Antes que alguien pudiera decir algo, Anthony saltó emocionado.
—Osiris es el dios Egipcio de los muertos. Originalmente, el dios de la agricultura, Osiris es hijo de Geb y Nut, así como el hermano de Horus, Isis, Neftis y Set. Cuando Ra se vio obligado a abdicar el trono de Egipto, Osiris lo reclamó y gobernó sobre la tierra con Isis como su reina, también se convirtió en objeto de odio y los celos de Set. —Casi no respiraba mientras hablaba—. El Reinado de Osiris llegó a un abrupto final cuando se estableció, ayudados por 26 seguidores, engañó a su hermano tendido en el interior de un ataúd elaborado y lo ahogaron en plomo fundido. Aunque el cuerpo de Osiris fue recuperado poco después por Isis, Set lo rompió en pedazos y los esparció por todo Egipto. Isis finalmente recuperaró las piezas del cuerpo y por fin revivir a Osiris, pero fue un éxito limitado. Osiris no podía ser totalmente resucitado, así partió para el dominio de los muertos, donde reinaría como rey. Su muerte más tarde se vengó cuando Horus ganó el trono de Set —finaliza prácticamente radiante de emoción.
Luego vio a todos observándolo, Draco divertido e incluso Amos levemente con aceptación.
—Exactamente, no son cuentos —Amos tenía la mirada fija en los edificios de Manhattan, al otro lado del río, que brillaban bajo el sol matutino—. Los antiguos egipcios no eran idiotas, Carter. Construyeron las pirámides. Crearon el primer estado nación. Su civilización duró milenios.
—Ajá —dijo Carter—, y ahora ya no están.f
Ojalá fuera tan fácil.
Draco suelta un suspiro aburrido.
Amos negó con la cabeza.
—Un legado de tal poder no desaparece, así como así. Al lado de los egipcios, los griegos y los romanos estaban en pañales. ¿Nuestras naciones modernas, como Gran Bretaña y Estados Unidos? Visto y no visto. La raíz más antigua de la civilización en sí, o al menos de la civilización occidental, es Egipto.
Draco ahora le da una mala mirada al hombre, porque claramente eso fue ofensivo, pero este solamente sonríe como si supiera porque se siente ofendido.
No es que le gusten los griegos, pero oye, tiene su sangre y lo mínimo que espera es respeto.
Aunque ver que menciona a los romanos, le hace pensar en Theo.
Tiene que hablar con Lavender y él.
—Venga ya —se opuso Carter y por un momento le recordó a Draco en su primer verano—. O sea… aunque creyera que existe una cosa real llamada magia, creer en los dioses antiguos es algo muy distinto. Estás de broma, ¿no?
Parecía pensativo al hablar, estaba cayendo en realización, aunque no quisiera.
—Carter —dijo Amos—, los egipcios no eran tan tarugos como para creer en dioses imaginarios. Los seres que describían en sus mitos son muy, muy reales. En los viejos tiempos, los sacerdotes de Egipto invocaban a esos dioses para canalizar su poder y llevar a cabo grandes gestas. Eso fue el origen de lo que hoy en día llamamos magia. Al igual que muchas otras cosas, la magia la inventaron los egipcios. Cada templo tenía una división de magos llamada la Casa de la Vida. Sus magos eran famosos en el mundo entero.
—Y tú eres un mago egipcio.
Amos asintió.
Luego Carter volteó a verlos a ellos, así que Draco solo sonrió viendo a Amos, no iba a decirle sobre la parte griega, pero tal vez puede torcer un poco la realidad.
—Soy un mago, aunque tengo ascendencia más de diosas antiguas junto con Severus, pero mi amigo Anthony tiene parte egipcia —habla palmeando el hombro de Anthony, que se sonroja un poco al ser el centro de atención.
Ve de reojo a Severus que parece cansado, replanteándose muchas decisiones en la vida supone.
—Igual que su padre. Anoche lo pudieron ver por ustedes mismos.
—Pero si es arqueólogo —insistió el chico, tozudo.
Draco suelta un bostezo aburrido haciendo que este lo vea mal.
—Esa es su tapadera. Recordarás que su especialidad es traducir hechizos antiguos, que son muy difíciles de entender a no ser que practiques la magia tú mismo. Nuestra familia, la familia Kane, ha formado parte de la Casa de la Vida casi desde sus orígenes. Y la familia de su madre tiene prácticamente la misma antigüedad.
—¿Los Faust? —parecía sorprendido y casi ofendido.
—Llevaban muchas generaciones sin practicar la magia —admitió Amos—, hasta que llegó su madre. Pero sí, son un linaje muy antiguo. De hecho Draco aquí presente también viene de un linaje antiguo en Inglaterra, los Malfoy tienen un peso en el mundo mágico.
Sadie meneó la cabeza, sin poder creérselo.
No por él supone, si no por el tema de su madre.
—Así que mamá también era maga. ¿Estás de cachondeo?
—Nada de cachondeo —prometió Amos—. Ustedes dos… ustedes combinan la sangre de dos familias ancestrales, ambas con una larga y complicada historia en relación con los dioses. Son los niños Kane más poderosos que han nacido en muchos siglos.
Eso era interesante.
Draco cruza sus piernas curioso al respecto, pensando en qué tan poderoso podrían ser estos magos y qué diferencia haría de los mestizos del campamento.
Anthony lo reprende con la mirada.
Aburrido.
—¿Me estás diciendo que nuestros padres adoraban en secreto a dioses con cabeza de animal? —indagó.
—No los adoraban —le corrigió Amos—. A finales de la era antigua, los egipcios ya habían aprendido que a los dioses no había que adorarlos. Son seres poderosos, fuerzas primigenias, pero no son divinos en el sentido que podríamos dar a Dios. Son entidades creadas, como los mortales, solo que mucho más poderosos. Podemos respetarlos, temerlos, utilizar su poder o incluso combatirlos para mantenerlos bajo control…
—¿Luchar contra los dioses? —interrumpió Sadie.
—Constantemente —dijo Amos—. Lo que no hacemos es adorarlos. Eso nos lo enseñó Tot.
Vaya quién lo diría.
Draco comienza a sentir más empatía por el panteón egipcio, no parece que sean tan necesitados como Zeus y compañía que eran unas perras que siempre buscaban atención.
Menos Hestia.
Ella era simplemente genial.
—Entonces… —dijo Carter regresando al tema—, ¿por qué rompió mi padre la Piedra de Rosetta?
—Bueno, seguro que no tenía intención de romperla —respondió Amos—. Solo pensar en hacerle una rascada ya le habría horrorizado. En realidad, supongo que a estas alturas mis hermanos londinenses ya habrán reparado el daño. Los conservadores comprobarán sus cámaras acorazadas en cualquier momento y descubrirán que la Piedra de Rosetta sobrevivió milagrosamente a la explosión.
Vaya.
Eso es interesante también.
La explosión fue gigante.
—¡Pero si estalló en mil pedazos! —dijo Carter alarmado—. ¿Cómo van a repararla?
Amos cogió un cuenco y lo tiró contra el suelo de piedra. El cuenco se hizo añicos al instante.
—Eso ha sido «destruir» —dijo Amos—. Se podría haber hecho con magia (ha-di), pero es más fácil tirarlo y punto. Y ahora… —Amos extendió una mano—. Únete. Hi-nehm.
Por encima de su mano, en el aire brilló un jeroglífico azul.
Los fragmentos del cuenco volaron hacia la imagen y se recompusieron como un rompecabezas; hasta las minúsculas partículas de polvo quedaron fijas en su sitio. Amos dejó el cuenco perfecto sobre la mesa.
Siempre era genial verlo.
Draco miró de reojo como Anthony parecía querer absorber todo con solo verlo, por otro lado, Severus tenía una expresión molesta en su rostro, como si no quisiera admitir que estaba impresionado a pesar de todo.
—No está mal el truco —logró decir Carter claramente nervioso.
Amos llenó el cuenco de leche y lo dejó en el suelo. El gato se aproximó sin hacer ruido.
—En todo caso, su padre nunca dañaría una reliquia a propósito. Es simplemente que no se dio cuenta de la cantidad de poder que contenía la Piedra de Rosetta. Resulta que, a medida que Egipto decaía, su magia se fue acumulando y concentrando en las reliquias que sobrevivieron. La mayoría de ellas sigue en Egipto, por supuesto. Pero casi todos los museos importantes del mundo tienen alguna pieza en su colección. Y estas pueden servir como puntos focales para que un mago lleve a cabo los hechizos más potentes.
—No lo pillo —dijo el chico resignado.
Amos separó las manos.
—Lo siento, Carter. Hay que pasar años estudiando para comprender la magia, y yo intento explicárselas en una mañana. Lo importante es que, durante estos últimos seis años, su padre ha estado buscando la forma de convocar a Osiris, y anoche pensó que había encontrado la pieza idónea para lograrlo.
—Un momento, ¿para qué quería a Osiris?
Sadie le miró con preocupación, pero entendiendo más rápido que su hermano.
—Carter, Osiris era el señor de los muertos. Papá hablaba de arreglar las cosas. Se refería a mamá.
Draco se quedó congelado.
La imagen de Luke pasó por su mente, no es que lo quisiera vivo, pero no pudo más que llevar la mano a su pecho pensativo, deseando que a pesar de todo su vínculo volviera.
Que no estuviera muerto.
Era suyo.
Traerlo de regreso.
Negó mentalmente, no eso no sería correcto.
—¿Quería traer a mamá de entre los muertos? —dijo Carter incrédulo—. ¡Eso es una locura!
Amos vaciló.
No sabe cómo será aquí.
Pero sí, es una locura, aunque quisiera hacerlo, duda que Hades le gustara; pero si aquí hay otro dios para los muertos, supone que los panteones dividen más cosas de lo que esperaba.
—Habría sido peligroso. Desaconsejable. Insensato. Pero no una locura. Su padre es un mago poderoso. Si de verdad intentaba hacer eso, podría haberlo logrado utilizando el poder de Osiris.
Carter vio a su hermana.
—¿Tú te estás creyendo todo esto?
—Carter, tú también viste la magia en el museo. El coleguita de las llamas. Papá hizo salir algo de la piedra.
—Vale —dijo pensativo—. Pero ese no era Osiris, ¿verdad?
—No —contestó Amos—. Su padre se llevó más de lo que pretendía. Sí que liberó el espíritu de Osiris. Es más, creo que logró unirse al dios con éxito…
—¿Unirse al dios?
Amos levantó una mano.
Draco pensó que tan mala idea sería eso, no se imagina unido a un dios, bueno, tal vez a Hestia, pero a otro sería una práctica poco aconsejable.
—Eso merece otra conversación larga. De momento, dejémoslo en que absorbió el poder de Osiris. Pero no tuvo ocasión de usarlo porque, por lo que me ha contado Sadie, parece que Julius no liberó de la Piedra de Rosetta a uno, sino a cinco dioses. A cinco dioses que estaban atrapados juntos.
Cinco.
Eso suena mal.
Eso suena peligroso.
Eso suena cinco veces peligroso.
Anthony se puso tenso como su padrino, lo cual indicó lo mala idea que era todo.
—Vale, bien —dijo Carter casi en un ataque de pánico—. El tío en llamas dijo algo en plan «has liberado a los cinco». ¿A qué se refería?
Amos dio un sorbo de café. Su mirada perdida parecía luchar con algo.
—No quiero asustarlos.
—Demasiado tarde.
—Los dioses de Egipto son muy peligrosos. Durante los últimos dos milenios aproximadamente, los magos hemos pasado mucho tiempo atándolos y desterrándolos de allí donde aparecen. En realidad, nuestra ley más importante, promovida por el lector jefe Iskandar en tiempos del Imperio romano, prohíbe que liberemos a los dioses o utilicemos su poder. Su padre ya había quebrantado esa ley en una ocasión.
Sadie palideció.
—Suena algo que harías —susurra Anthony solo para Draco, lo patea debajo de la mesa haciendo que se queje.
Iskandar era un nombre familiar.
No recuerda donde.
—¿Esto tiene algo que ver con la muerte de mamá? ¿Con la Aguja de Cleopatra en Londres? —dice la chica nerviosa.
—Absolutamente todo tiene que ver con eso, Sadie. Sus padres… bueno, ellos pensaban que estaban haciendo algo bueno. Asumieron un riesgo terrible, y eso le costó la vida a su madre. Julius cargó con las culpas. Supongo que podría decirse que fue exiliado. Desterrado. Se vio forzado a viajar sin descanso, porque la Casa controlaba sus actividades. Temían que fuera a continuar su… investigación. Como de hecho estaba haciendo.
Anthony parecía curioso por la investigación, Ravenclaw.
Severus por otro lado puso una mano en su mentón, no se vio afectado cuando Draco lo vio incrédulo.
—¿Por eso no te veíamos nunca? —preguntó Sadie a Amos—. ¿Es porque papá estaba desterrado?
—La Casa me prohibió tener contacto con él. Yo quería a Julius y me dolió apartarme de mi hermano y de ustedes. Pero no podía ir a verlos… hasta anoche, cuando sencillamente no tuve más opción que intentar ayudar. Julius llevaba años obsesionado con encontrar a Osiris. Estaba destrozado por lo de su madre. Cuando supe que Julius estaba a punto de violar la ley de nuevo para intentar arreglar las cosas, tuve que detenerlo. Un segundo delito se habría castigado con la pena de muerte. Por desgracia, fracasé. Debería haber sabido que su padre era demasiado tozudo.
Vaya forma de arruinar el ambiente, piensa Draco sin saber cuándo o cómo debería participar.
Esta charla era incómoda por todos lados.
—Anoche, en el museo —dijo Carter—, la chica del cuchillo y el hombre de la barba bifurcada… ¿también eran magos? ¿De la Casa de la Vida?
—Sí —dijo Amos—. Estaban pendientes de su padre. Tienen suerte de que los dejaran marchar.
Los magos de la casa de la vida suenan mucho más geniales que los de Hogwarts.
—La chica quería matarnos —recordó este, aunque Draco no sabe qué chica—, pero el tío de la barba dijo que todavía no.
—Nunca matan a menos que sea absolutamente necesario —dijo Amos—. Esperarán para ver si eran una amenaza.
—¿Por qué íbamos a ser una amenaza? —se sorprendió Sadie—. ¡Si somos niños! Lo de convocar cosas no fue idea nuestra.
Amos apartó su plato.
Draco piensa en muchos otros niños que el mismo olimpo considera una amenaza, Draco es uno, Severus le da una mala mirada como si supiera que piensa.
Lo ignora.
—Hay un motivo por el que ustedes dos han crecido separados.
—Porque los Faust llevaron a mi padre a los tribunales —dijo llanamente Carter— y papá perdió.
—Hubo mucho más que eso —dijo Amos—. La Casa insistió en que ustedes dos no podían estar juntos. Su padre quería que se quedaran los dos con él, aunque sabía lo peligroso que habría sido.
Sadie puso la misma cara que si le hubieran dado un puñetazo en toda la nariz.
—¿Eso quería?
—Pues claro. Pero la Casa intervino y se aseguró de que tú quedaras bajo la custodia de tus abuelos, Sadie. Si tú y Carter se criaban juntos, podrían volverse muy poderosos. Quizá en estas últimas horas hayan notado algunos cambios.
Ser más fuertes por proximidad.
Interesante.
Draco estaba aprendiendo muchas cosas en ese momento, pensó un poco en Percy, en como su proximidad con el agua lo hizo poderoso, o Nico en las sombras; tal vez ellos eran más poderosos por la sangre y dependiendo su linaje eso lo maximizaba.
Ok, ahora entiende un poco a Anthony, esto es interesante.
—El día que cumpliste seis años —dijo Carter a Sadie.
—La tarta —dijo ella de inmediato, mientras el recuerdo cruzaba por su mente.
Quien sabe que recuerdo, no importa.
Carter ve a Amos.
—Eras tú. Estuviste en la fiesta de Sadie.
—Glaseado de vainilla —recordó él—, muy sabroso. Por aquel entonces ya estaba claro que ustedes dos serían muy difíciles de criar en un mismo hogar.
—Entonces… —le tembló la voz—, ¿ahora qué pasará con nosotros?
Buena pregunta, Draco no quiere estar aquí.
Algo malo va a suceder, pero Amos no parece afectado o querer asustar a sus sobrinos.
—Se les debe entrenar como es debido —dijo Amos—, lo apruebe la Casa o no.
—¿Por qué no iba a aprobarlo? —preguntó Carter.
Inocente.
Las personas poderosas usualmente controlan tu vida, o los olimpos lo intentan, tendrá que aprender por las malas, supone.
—Se los explicaré todo, no se preocupen. Pero debemos empezar ya con las lecciones si queremos tener alguna posibilidad de encontrar a su padre y arreglar las cosas. De otro modo, el mundo entero estará en peligro. Si tan solo supiéramos dónde…
—Phoenix —soltó Carter de repente.
Amos le miró, boquiabierto.
—¿Qué?
—Anoche tuve… bueno, no fue exactamente un sueño…
Sueños, el chico cuenta el suyo y Draco solamente suspira.
—Eso nunca es bueno —admite por fin en voz alta, ganando una mala mirada de Carter.
—¿Estás muy seguro de que dijo «regalo de cumpleaños»?
—Ajá, pero ¿qué significa?
—Y un anfitrión permanente —dijo Amos—. ¿Aún no lo tenía?
—Bueno, eso dijo el tío con pies de gallo…
—Era un demonio —explicó Amos—. Un peón del caos. Si los demonios están entrando en el mundo mortal, no tenemos mucho tiempo. Esto es muy, muy malo.
—Para quien viva en Phoenix —dijo Carter.
—Carter, nuestro enemigo no va a detenerse en Phoenix. Si ha reunido esa cantidad de poder tan deprisa… ¿Qué dijo exactamente de la tormenta?
—Dijo: «Invocaré la mayor tormenta que se haya visto jamás».
Amos puso mala cara.
Draco también, acaba de salir de una guerra, pero tiene una idea de que pasará. Amos levanta la mirada viéndolo suplicante y Draco asiente por lo bajo.
—La última vez que dijo algo parecido, creó el Sahara. Una tormenta así de grande podría destruir Norteamérica y generar suficiente energía caótica para conferirle una forma casi invencible.
—¿De qué estás hablando? ¿Quién es ese tío?
Amos rechazó la pregunta con un gesto.
—Ahora mismo lo importante es que me digas por qué no dormiste con el reposacabezas.
Carter luce incómodo
—Era muy incómodo. —Buscó apoyo en Sadie—. Tú tampoco lo usaste, ¿a qué no?
Sadie puso los ojos en blanco.
—Pues claro que lo usé. Claramente estaba allí por algún motivo.
—Carter —dijo Amos—, el sueño es peligroso. Es un umbral hacia la Duat.
—Maravilloso —rezongó Sadie—. Otra palabra rara.
—Ah… sí, lo siento —dijo Amos—. La Duat es el mundo de los espíritus y la magia. Existe por debajo del mundo de la vigilia, como un océano inmenso, con sus muchas capas y regiones. Anoche nos sumergimos justo por debajo de su superficie para llegar a Nueva York, porque viajar por la Duat es mucho más rápido. Carter, mientras estabas dormido, tu conciencia también navegó sus corrientes menos profundas, y por eso pudiste ver lo que ocurría en Phoenix. Es una suerte que hayas sobrevivido a la experiencia. Pero, cuanto más te sumerges en la Duat, más cosas horribles encuentras y más difícil se hace el retorno. Hay reinos enteros llenos de demonios, y palacios donde los dioses existen en sus formas puras, tan poderosos que su mera presencia reduciría a cualquier mortal a cenizas. Hay cárceles que retienen a seres de una maldad inenarrable, y simas tan profundas y caóticas que ni siquiera los dioses se atreven a explorarlas. Ahora que sus poderes están despertando, nunca deben dormir sin protección, porque entonces quedarán indefensos a los ataques procedentes de la Duat… o a los viajes involuntarios por ella. El reposacabezas tiene un encantamiento que sirve para mantener su conciencia anclada a su cuerpo.
—Me estás diciendo que de verdad estuve… —el chico tiembla al hablar—. ¿Podría haberme matado?
Amos tenía el semblante muy serio.
—El hecho de que tu alma pueda viajar significa que estás progresando más rápido de lo que creía. Más rápido de lo que debería ser posible. Si el Señor Rojo te hubiese descubierto…
—¿El Señor Rojo? —intervino Sadie—. ¿Ese es el coleguita de las llamas?
Amos se puso de pie.
—Debo averiguar más. No podemos quedarnos aquí esperando a que los encuentre. Si libera la tormenta el día de su cumpleaños, en el cenit de sus poderes…
—¿Eso significa que vas a ir a Phoenix? —Apenas pudo pronunciar Carter las palabras—. ¡Amos, ese hombre en llamas derrotó a mi padre como si su magia fuera de broma! Ahora tiene demonios y está ganando fuerza, y… ¡te matará!
Amos le dedicó una sonrisa taciturna, como si ya hubiera sopesado los riesgos y no necesitase ningún recordatorio.
—No des por muerto a tu tío tan deprisa, Carter. Yo también tengo algo de magia. Además, debo ver por mí mismo lo que sucede, si queremos tener la menor oportunidad de salvar a su padre y detener al Señor Rojo. Iré rápido y con cuidado. Ustedes quédense aquí. Tarta cuidará de ustedes.
Parpadeó el chico.
—¿La gata cuidará de nosotros? ¡No puedes dejarnos aquí y ya está! ¿Qué pasa con nuestro entrenamiento?
—Cuando vuelva, por ahora Draco me prometió quedarse unos días con ustedes para ayudarles —prometió Amos—. No se preocupen, la mansión está protegida. Eso sí, no salgan. Que nadie los engañe para que le abran la puerta. Y, ocurra lo que ocurra, no entren en la biblioteca bajo ningún concepto. Se los prohíbo tajantemente. Volveré antes del anochecer.
Antes de que pudieran discutir, Amos caminó con tranquilidad hasta el borde de la terraza y saltó.
Típico de él.
—¡No! —chilló Sadie.
Corrieron hacia la barandilla y miramos hacia abajo. Había una caída de treinta metros hasta el East River, pero era probable que no vieran rastro de Amos. Sencillamente, se había esfumado, solía hacerlo cuando le daba clases.
Filipo de Macedonia chapoteó en su estanque.
Tarta (ahora sabe el nombre del gato) se subió a la barandilla e insistió en que la acariciásemos.
Ambos hermanos se vieron, antes de que voltearan a verlo, no solo ellos, Anthony lo hizo de reojo, al tiempo que Severus solamente bufaba y Draco detuvo la tostada a su boca.
—¿Y ahora qué hacemos? —dice Carter viéndolo con duda.
¿A quién le habla?
Esperen.
Draco voltea alterado viendo a todos lados, descubriendo con horror, que parece que hablan con él y quedó a cargo de una mansión mágica egipcia.
Oh mierda, piensa antes de ahogarse con su propia saliva para burla de su padrino.
Esto iba a salir mal.
Continuará…
Tuve mis dudas sobre meter los libros de Kane dentro de esta serie, pero la verdad desde que decidí que el legado de Anthony era egipcio, supuse que tendría que meter, aunque fuera el primero. También un pequeño guiño a la pareja de Amos x Severus que muchos han hablado sobre eso en discord xD me hicieron amar algo dudoso, pero veamos cómo evoluciona aquí.
¿Draco con vacaciones normales?
Si como si esas cosas pasaran.
