Capítulo 53: Los egipcios pueden ser tan o más complicados que los griegos, eso deja mucho que decir.

Severus no se quiere largar inicialmente, quiere quedarse con él, pero Draco luego ladra que ocupan ayuda y que vaya a la MACUSA, para alertar sobre cualquier posible problema y que vuelva a Hogwarts, no le agrada Dumbledore, pero tal vez tener un mago de su calibre informado sobre algunos eventos puede ayudar; aunque con Voldemort no parece que le pueda ayudar. Draco piensa que Voldemort no es un problema ahora comparado con 5 dioses egipcios libres.

Su padrino finalmente cede cuando Draco gruñe que ya enfrentó a Cronos.

Lo cual.

En retrospectiva es una mala idea, porque Severus parece al borde de una aneurisma prometiendo que tendrán una larga charla sobre sus aventuras cuando todo esto termine.

Bueno, no es su primer fin del mundo en una semana.

Severus se larga molesto.

—¿Oye que pasó con los Kane? —pregunta Anthony que estaba en la entrada de la casa, luciendo confundido por el silencio.

Draco tiene un mal presentimiento, cuando los niños del campamento se vuelven silenciosos, significa que algo está muy mal.

Joder.

.

.

Obviamente entraron a la biblioteca la cual Amos les había dicho que no podían entrar.

Sacaron a un Shabti con conciencia llamado Plastilino.

Su serpiente Steven era mejor.

Pero bueno.

Plastilino habla, eso le da un punto.

Aprenden la historia de Geb y Nut que querían tener niños, pero el rey de los dioses, Ra (que era el dios del sol), había oído una profecía según la cual un hijo de Nut… terminaría por quitarle el trono a Ra. Así que, cuando Ra se enteró de que Nut estaba embarazada, empezó a subirse por las paredes. Prohibió que Nut diera a luz a sus hijos en cualquier día o noche del año.

A Nut se le ocurrió una salida. Organizó una partida de dados con el dios lunar Jonsu. Cada vez que Jonsu perdía, tenía que dar a Nut un poco de luz de luna. Al final perdió tantas veces que Nut acaparó bastante luz de luna para crear cinco días nuevos, y los colocó al final del año.

La cosa es que el calendario egipcio tenía trescientos sesenta días, igual que los trescientos sesenta grados del círculo. Nut creó cinco días más y los añadió al final del año; eran días que no formaban parte del año normal.

Y así, el mito explica por qué el año tiene trescientos sesenta y cinco días. Supone que fue teniendo sus niños. Un hijo por día.

Los mitos no suelen ser solo mitos.

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O al menos eso le dijeron después que estuvieron investigando, aunque Amos le dijo que no entraran a la biblioteca, lo cual puede que sea el karma de todo lo que ha hecho en su vida y a quienes torturó al no seguir indicaciones; no es que importe ahora porque Draco en realidad tiene otros problemas.

—¿Qué mierda es eso? —chilla Anthony oculto detrás de un pilar, mientras el babuino no deja de gritar.

Era uno de los bichos que salió expulsado de la piscina. Se estrelló contra las puertas justo al otro lado del cristal donde se encontraba el animal que no era tan terrorífico; los humanos daban más miedo, pero este era feo. Tenía cuerpo de leopardo —delgado y fibroso, con el pelaje moteado de color oro—, pero el cuello no tenía absolutamente nada que ver con lo demás. Era verde, con escamas y al menos tan largo como el resto del cuerpo. Tenía cabeza de gato, pero no como la de un gato normal. Al volver sus ojos rojos y brillantes hacia nosotros, aulló, enseñándonos su lengua bífida y unos colmillos que rezumaban un veneno verdoso.

El gato-serpiente regresó de un salto a la piscina para ayudar a su compañero a apalear a Filipo, que se retorcía y lanzaba mordiscos, pero parecía incapaz de hacer daño a sus atacantes.

Draco saltó sacando su lanza llamando la atención de la criatura que saltó hacia él, justo cuando Carter y Sally salían del pasillo.

Carter grita su nombre.

No importa.

Si es una criatura imponente, pero, aunque probablemente podría sentirse un poco intimidado por luchar contra algo a lo que no tiene experiencia; con la maldición de Aquiles se mueve tan rápido y sin piedad que en menos de un segundo corta con el filo de su lanza a la criatura.

Su cuerpo se estremece con cortes antes de caer al suelo muerto.

¿Se quedará muerto?

Las criaturas griegas tienen la mala costumbre de regresar a la vida.

—Joder —dice Sadie con la gata en sus manos, que, aunque es un gato, también parece sorprendida.

Sonidos fuera de la casa hacen que se tense un poco.

Hay más.

El cocodrilo sigue fuera.

Suelta un suspiro aburrido extendiendo la lanza y su mirada debe volverse intimidante, porque las criaturas, si bien varias, siguen viéndolo temeroso; es otra vez el puente de Manhattan, donde las criaturas lo ven con sangre en su rostro temerosos de ser el siguiente.

—Se llaman serpopardos, Serpientes leopardo —dice Anthony saliendo y viendo a las criaturas que parecen pensar como entrar para matarlos.

Interesante.

Su cuerpo simplemente se tranquiliza.

—Muy bien, ¿qué hacen unos monstruos de cinco mil años de edad atacando nuestra casa? —gruñe Sadie cuando otra criatura parece querer entrar, pero antes que lo haga Draco la empala y lanza volando contra otra fuera, justo a tiempo para que el cocodrilo se escabulla dentro de la casa detrás de él.

No podrán cruzarlo.

Carter para su sorpresa. Agarró una espada rara de uno de los expositores que Amos tenía en las paredes. El filo tenía una forma extraña y curvada, en forma de medialuna, y parecía tremendamente poco práctica.

Anthony también le vio sorprendido como Sadie.

Este se sonrojó abochornado.

—Vamos, es mejor que nada, Draco puede hacerlo —dijo este señalándolo, como si por algún motivo pudiera hacer lo que él hizo.

Sí.

Buen intento.

Draco casi se burló, pero algo falló, ese pequeño descuido viendo a los demás provocó que los serpopardos embistieron por tercera vez e hicieron añicos la puerta. Retrocedieron hasta la base de la estatua de Tot mientras los bichos asquerosos entraban con cautela en la Gran Sala. Keops les lanzó su pelota de baloncesto, pero rebotó sin causar daño en la cabeza del primer monstruo.

Podría con ellos fácilmente, pero eran al menos 7, lo cual nuevamente no era un número peligroso.

Pero había muchos objetivos.

Draco logró estampar la lanza en uno en el cráneo, pero apenas si pudo saltar para evitar que la mandíbula de la criatura se clavara en la niña con su propio cuerpo como escudo. No solamente era una mordida bastante considerable si podía decir algo, el veneno rápidamente lo hizo gimotear molesto antes de ser lanzado con violencia contra la pared jadeante.

Veneno egipcio.

O un veneno fuerte.

O algo que hizo quemar todas sus entrañas.

Típico.

—¡Keops, no! —chilló Carter.

Ni un segundo para respirar, piensa aburrido con dolor en todo su cuerpo pero cuando se pone sobre sus pies, el mareo lo hace sentir mal de inmediato.

Bien.

El veneno era fuerte.

Pero el babuino hundió los colmillos en el cuello del monstruo. El serpopardo meneó la cabeza, intentando darle un mordisco. Keops se apartó de un salto, pero su enemigo era muy rápido. Movió su cabeza como si fuese un bate de béisbol y dio un golpetazo en pleno vuelo al pobre Keops que le hizo atravesar la puerta destrozada, volar por toda la terraza y caer al vacío.

Carter levantó la espada.

No fue necesario, Draco saltó aun con el veneno para empujar a la criatura lejos, pero tropezó un poco haciendo que Anthony usara un jarrón para apartar a la criatura que casi lo lastima.

—¡Miaurrr! —dijo Tarta, insistente.

Su cabeza dolía.

Era como si algo estuviera golpeando por dentro en su interior constantemente, pero estaba suficientemente consciente para detener a los monstruos.

¿Alguien puede silenciarla?

—Ta-tarta, te ordeno que nos protejas —habla Sadie de la nada, Draco se pone de pie listo para seguir luchando invocando la lanza contra él.

La magia fluctúa.

Pero cuando la lanza llega a sus manos casi indecisa, se pregunta qué clase de veneno tiene, algo cambia.

O, mejor dicho.

El gato cambia.

Por un instante, el colgante de plata que tenía en el collar pareció relucir. Entonces la gata arqueó el lomo sin prisas, se sentó y empezó a lamerse una pata delantera. Lo cual probablemente era normal para un gato, antes que se produjera una explosión de aire seco que llenó la sala con su onda expansiva. Fue tan potente que empujó a Draco contra la pared, se sostuvo a duras penas mientras sujetaba a Anthony que casi sale rodando.

Los serpopardos dieron un traspié y retrocedieron.

Se levanta como puede y comprendió que Tarta había estado en el centro de la explosión. La gata ya no estaba. En su lugar se alzaba una mujer, menuda y ágil como una gimnasta. Llevaba el pelo azabache recogido en una coleta. Vestía un mono ajustadísimo con estampado de leopardo y tenía el colgante del gato alrededor del cuello.

Se giró hacia ellos sonriendo de oreja a oreja, y sus ojos seguían siendo los de Tarta: amarillos y con pupilas muy negras de felino.

El cuerpo de Draco se estremece, porque esta sensación no era la de un humano.

No.

Traga saliva.

Puede que no fuera tal vez uno de los principales, pero Draco sabe que están frente a una deidad.

—Ya era hora —le riñó a la niña.

Joder.

.

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Tarta o, mejor dicho, Bast la diosa de los gatos pudo contra las criaturas fácilmente, Draco se siente un poco avergonzado de dejarse un poco débil ante la situación; claramente se había confiado y ahora con veneno de criatura extraña sería un peso muerto al menos hasta que su propio sistema sacara el veneno. Will le había explicado varias veces como los semidioses pueden trabajar con ciertos grados de veneno y heridas que los humanos claramente no pueden manejar.

No es aconsejable.

Pero en condiciones peligrosas, sin ambrosía se puede mantener cierto grado de supervivencia.

Will a regañadientes había admitido que Draco tiene ahora una alta tolerancia al dolor, heridas e incluso venenos; lo cual no se debería explotar.

Bueno.

Siempre hay un buen momento.

Por ejemplo, ahora cuando están buscando un obelisco, en el Central Park, lo cual está tan cerca de la casa de Percy ya que está en Manhattan; pero no puede ir y eso mata a Draco.

Le prometió a Amos protegerlos.

Aunque Severus sin duda lo mataría cuando descubra que no bien unas horas luego de irse, ahora está en un caos.

Ignorando a Bast que parece pensar que alguien, otro mago pudo haber hecho todo esto, bueno, Draco ignora la clara mirada juzgadora de la mujer gato sobre él.

Al menos a diferencia de muchos otros de sus viajes, la mujer gato tomó un Lexus descapotable de color plata; prestado.

—Técnicamente esto es robar —musitaba Carter en la parte trasera, aunque Draco quiso sentarse adelante, Sadie llegó primero llamando a Bast como su gata.

Anthony literalmente no se molestó en luchar a ir a la parte trasera.

—Tomando en cuenta sobre otro fin del mundo, esto es un pequeño pago lógico —habla Anthony.

Draco puede ver como Bast mira por el espejo con mirada curiosa, pero aparentemente tiene en mejor estima a Anthony que él.

Ni siquiera se siente ofendido, mientras busca en su mochila, un pequeño cuadro de ambrosia de emergencia.

—¿Qué es eso? —Sí, debe ser un Ravenclaw en otra vida, piensa Draco viendo a Carter lucir curioso y deseoso de aprender.

No es que pueda enseñarle algo ahora mismo.

—Ambrosía. —Ahora Bast le mira mal, lo cual hace a Draco sonreír, si va ser odiado al menos que sea por algo que busca—. Algo de otro panteón, no pienses mucho en eso —dice viendo la herida abierta de su brazo, pero frunce el ceño al ver que al menos las líneas moradas no se expanden.

Tampoco curan.

Se pregunta si Zeus se habría enojado otra vez con él.

—Peleaste genial. ¿Dónde lo hiciste? —pregunta Sadie viendo sobre el asiento del carro, aunque su voz es sincera, sus ojos son más juzgadores que los de su hermano.

Aun así, debe estar pensando que le protegió hace menos de una hora, así que espera al menos tenga algo de gratitud, aunque su actitud arrogante le recuerda a alguien; tarda un poco en procesar que, a él, así que decide no pensar más en la niña.

—He estado en varias luchas, te acostumbras.

—No es cierto —salta Anthony incrédulo, que hace a Draco reír antes de comenzar a vendar un poco su herida.

Si no la ve, no está.

Tiene cerrados sus vínculos, Will estaría buscando la forma de reprenderlo de no ser así.

Dejando eso de lado, se abrieron paso por las calles de Brooklyn, zigzagueando como locos entre el tráfico, circulando por encima de las aceras y esquivando por muy poco a los peatones.

Bast conducía haciendo gala de unos reflejos que eran… bueno, felinos. Si un humano normal intentara conducir a esa velocidad, habría tenido media docena de accidentes, pero ella los llevó sanos y salvos al puente de Williamsburg.

Tuvo algo de envidia, no era tan bueno manejando motocicleta.

Pero ahora con una diosa de su lado, eso significa que lo tendrán fácil.

En sus anteriores aventuras nunca tuvieron a una deidad tan dispuesta a participar activamente.

Esto debe ser una señal.

.

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Una señal de que todo se va al carajo.

Primero cuatro hombres de cobre y su caja negra avanzaban entrando y saliendo de la circulación. Daban la impresión de estar corriendo al trote, a ritmo normal, pero adelantaban a coches que iban a ochenta por hora. Sus cuerpos estaban emborronados y se parecían a las imágenes entrecortadas de películas viejas, como si no estuvieran sincronizados con el transcurso normal del tiempo.

Porteadores convocados directamente desde la Duat. Nada los detendrá hasta que encuentren a sus víctimas, las metan en el palanquín, que es una especie de carruaje. Los porteadores te capturan, te dejan inconsciente a golpes, te meten allí y te llevan hasta su amo.

Nunca pierden a su presa, y nunca se rinden.

Otra cosa que descubre es que a pesar que Bast era una diosa, que debería poder chasquear los dedos y controlar todo a voluntad.

Bueno.

Tiene el poder limitado dentro de esta anfitriona.

El gato.

Draco gimió con el rostro enterrado en sus manos.

Nunca lo tiene fácil.

Zeus debe estar riéndose de su desgracia en alguna parte del olimpo.

.

.

Llegaron a toda velocidad por el puente de Williamsburg a la isla de Manhattan y giraron al norte por la calle Clinton. Los porteadores aun los seguían, esquivando los coches y pisoteando las mantas donde se exhibían cachivaches para vender a los turistas.

Una horda de gatos los ayudó a sobrevivir.

Lo típico de un semidiós, piensa Draco antes de ver a Anthony que, aunque estaba algo sorprendido, bueno, al verlo a los ojos fue un típico.

No es lo peor que hemos vivido.

Central Park.

Draco le habría encantado quedarse aquí, pero tenían que correr, como correr mucho. Anthony estaba en forma, aunque no era tan rápido como Lavender o con motivación como Theo, estaba claro que todo este tiempo con él lo hizo desarrollar músculo. Draco se mantuvo a la par con Bast, que parecía verlo sorprendida al respecto, mientras que Sadie y Carter parecían luchar por mantener el ritmo que tenían.

No es que quisieran ir rápido.

(Aunque ellos iban lentos)

Pero ya saben, a veces hay que correr para sobrevivir.

Entraron al parque por el East Drive. En cuanto giraron al norte, vieron el obelisco que se alzaba allí. Medía algo más de veinte metros y parecía una copia exacta de la Aguja de Londres. Estaba apartado de todo, en la cima de una colina cubierta de hierba, por lo que daba una impresión de aislamiento difícil de lograr en pleno centro de Nueva York. El lugar estaba desierto excepto por un par de personas que hacían footing más abajo en el camino. Por detrás llegaba el sonido del tráfico de la Quinta Avenida, pero hasta ese ruido parecía muy lejano.

Pasó muchas veces por aquí.

Nunca notó nada.

A veces las mejores cosas estaban ocultas a simple vista, piensa agotado.

Se detuvieron al pie del obelisco. Bast olisqueó el aire, como intentando captar el olor de los problemas.

Hizo frío, mala señal.

—Ojalá hubiera cogido algo más calentito —murmuró Carter con su ropa liviana—. Me vendría bien un abrigo de lana.

—Te vendría fatal —dijo Bast, escrutando el horizonte—. Vas vestido para la magia.

Sadie se estremeció.

—¿Hay que congelarse para hacer magia? —pregunta Anthony curioso, Draco se encoge de hombros, los magos egipcios eran raros.

—Los magos nunca visten con tejido animal —dijo Bast, distraída—. Pieles, cuero, lana, nada de todo eso. Los residuos del aura vital pueden interferir con los hechizos.

—A mí las botas no me dan problemas —señaló Sadie.

—Cuero —explicó Bast, molesta—. Puede ser que tengas mayor tolerancia y que un poco de cuero no perturbe tu magia. No lo sé. Pero siempre va mejor la ropa de lino, o el algodón…, cualquier materia vegetal. En todo caso, Sadie, creo que de momento estamos solos. Hay una ventana temporal auspiciosa que empieza ahora mismo, a las once y media, pero no durará mucho rato. Ve empezando.

Draco miró su ropa muggle pensando que, a pesar de todo, se veía muy bien, gracias por preguntar.

Sadie parpadeó ante la charla.

—¿Yo? ¿Por qué yo? ¡La diosa eres tú!

—No se me dan bien los portales —replicó Bast—. Los gatos somos protectores. Limítate a controlar tus emociones. El pánico o el miedo anulan cualquier hechizo. No tenemos más remedio que salir de aquí antes de que Set convoque a los otros dioses para unirlos a su causa.

Siempre hay un contratiempo.

Pero Draco se cruzó de brazos triunfante ante la mirada de incredulidad de Anthony.

—¿Qué?, es genial que por una vez no sea todo por mi culpa, solo soy guardaespaldas.

—Eres un idiota, Draco —sisea Anthony antes de ver otra vez a las chicas.

—O sea que Set tiene a otros dioses malignos guardados en marcado rápido, o algo así… —habla Carter tembloroso.

Bast echó una mirada nerviosa en dirección a los árboles.

Algo se aproxima.

Draco saca la lanza con mirada seria, haciendo que Anthony se acerque más al centro de ellos, su brazo aún duele por el veneno, pero está muy lejos de cansarse para la lucha contra monstruos.

—El bien y el mal tal vez no sean la mejor forma de verlo, Carter. Como mago, debes pensar en términos de caos y orden. Esas, y no otras, son las dos fuerzas que dominan el universo. Set es del todo caótico.

Le recuerda a Nyx.

No lo dice en voz alta.

No quiere atraer más mala suerte.

—¿Y qué pasa con los otros dioses a los que liberó mi padre? —insistió el chico—. ¿Ellos no son los buenos? Isis, Osiris, Horus, Neftis… ¿dónde están?

Bast clavó su mirada en el niño.

—Buena pregunta, Carter.

Draco se ríe atrayendo la atención de ellos, Bast con molestia, pero Carter nervioso y se ve tan asustado que casi se ve tentado a no hablar.

Casi.

—Aprende rápido niño, los dioses no se preocupan por ti, solo por ellos, nunca esperes nada de ellos; incluso ese gato. —Draco señala a Bast cuyos ojos se ven como rendijas por su osadía—. Debe estar ayudándote por conveniencia —dice con amargura.

Bast sisea.

Draco piensa en cómo solo Hestia vale la pena (¿verdad?), antes que un gato siamés salió de entre los arbustos y fue corriendo hacia Bast. Se miraron durante un momento y luego el siamés salió a la carrera.

—Los porteadores se acercan —anunció Bast—. Y hay otra cosa… algo mucho más poderoso que viene por el este. Creo que el amo de los porteadores se está impacientando.

Se truena los dedos, claramente la lucha se acerca.

—¿Está viniendo Set en persona?

—No —contestó Bast—. Quizá un esbirro. O un aliado. A mis gatos les cuesta describir lo que han visto, y yo personalmente no quiero averiguarlo. Sadie, ha llegado el momento. Concéntrate en abrir una entrada a la Duat. Yo mantendré alejados a los atacantes. Mi especialidad es la magia de combate.

—¿Cómo lo que has hecho en la mansión? —preguntó Carter.

Bueno, cualquier cosa podría haber sido mejor que Cronos, lo que pasó con el veneno fue un descuido de su parte que no volvería a pasar.

Bast enseñó sus dientes afilados.

—No, aquello era combate y punto.

Se oyó un susurro de hojas y llegaron los porteadores. La mortaja que cubría su palanquín estaba destrozada por las garras de gato. Los propios porteadores estaban llenos de rasguños y dentelladas. Uno cojeaba, con una pierna doblada hacia atrás por la rodilla. Otro tenía un guardabarros de automóvil envolviéndole el cuello.

Los cuatro hombres metálicos bajaron el palanquín hasta el suelo cuidadosamente. Los miraron y sacaron unas porras de metal dorado de sus cinturones.

—Sadie, a trabajar —ordenó Bast—. Mocoso Malfoy, puedes ayudarme si quieres.

Se sintió ofendido de ser llamado así.

La diosa de los gatos desenfundó sus cuchillos. El cuerpo empezó a brillarle con un tono verdoso. La rodeó un aura que fue creciendo hasta componer una burbuja de energía que la levantó del suelo. El aura cobró forma poco a poco y Bast quedó en el centro de una proyección holográfica que tenía unas cuatro veces su tamaño normal. Era una imagen de la diosa en su forma antigua: una mujer de seis metros con cabeza de gato.

Flotando en el centro del holograma, Bast dio un paso adelante.

La gigantesca diosa-gato se movió a la vez. Parecía imposible que una imagen traslúcida pudiera tener sustancia, pero el pisotón hizo temblar el suelo.

Bast levantó una mano.

La guerrera verde y brillante hizo lo mismo, desenfundando unas garras tan largas y afiladas como estoques. Bast barrió la acera que tenía delante y convirtió el adoquinado en tiras de hormigón. Se volvió hacia ellos para sonreírles. La enorme cabeza de gato la imitó, dejando al descubierto unos terribles colmillos que me podrían haber partido en dos.

—Esto —dijo Bast— es magia de combate.

Draco, aunque no tenía la menor simpatía por la gata, aplaudió a regañadientes.

Eso había sido genial.

Un poco resentido porque Amos nunca le enseñó eso.

Despedazó a uno con un solo golpe y entonces pisó a otro, que quedó aplanado como una tortita de metal. Los dos porteadores restantes atacaron sus piernas holográficas, pero las porras de metal rebotaron inofensivas contra aquella luz fantasmal, entre lluvias de chispas.

Mientras tanto, Sadie estaba delante del obelisco con los brazos levantados, gritando:

—¡Ábrete, montón de roca estúpido!

Carter por otro lado parece horrorizado por luchar, voltea a ver a Anthony que también parece dudoso antes de soltar un suspiro. El chico rápidamente saca de su mochila un pequeño Shabti de la palma de su mano, antes de que con mucha concentración para usar magia sin varita el pequeño osito se convierta en un enorme oso que cae al lado de Carter con un rugido.

El chico se ve horrorizado.

Draco se encoge de hombros antes de levantar un pulgar a Anthony que le regresa el gesto.

Bien.

Luchar, cierto.

Solo ignora el mareo y ganas de vomitar.

Draco se lanza sobre el tipo de bronce o metal, que realmente no importa, se sigue sintiendo algo mareado por el descuido esa mañana, pero la lucha no pasa con muchos inconvenientes. Puede que no tenga una forma astral como una diosa, lo cual le hace ver que Amos no le enseñó tanto como esperaba, igualmente logra escabullirse entre dos tipos, antes de usar la lanza de Aquiles para cortar sus cuellos con poca dificultad.

La lucha no es tan difícil, aunque con Bast supone que no puede decir que deba preocuparse.

Bast la diosa que hacía rodajas a los otros dos porteadores como si fueran barras de pan.

No es suficiente.

Los cuatro porteadores empezaron a reconstruirse. El que estaba aplanado se desgajó de la acera. Los trozos de los que estaban rebanados se unieron entre sí dando chasquidos, como imanes, y de nuevo se alzaron los cuatro porteadores, como recién salidos de fábrica.

—¡Carter, ayúdame a partirlos! —le llamó Bast—. ¡Han de quedar en trozos más pequeños!

Bueno trozos pequeños, copiado.

Draco se lanza con mayor fuerza, luchar con seres que se regeneran es un problema, pero con cortes en sus brazos y piernas al menos los inhabilita. Bast que lucha a su espalda a regañadientes al igual que él, lanzan los trozos más pequeños hacia el chico moreno.

Que por suerte no intentaba molestarlos.

Puede que tuviera esperanzas después de todo.

Tan pronto como Bast o Draco inhabilitaba a un porteador que no lograba regenerarse, el niño se afanaba en cortar sus restos en trozos más pequeños.

Al cabo de unos minutos, se vio rodeado de montoncitos de cobre. Bast cerró un puño brillante y de un solo golpe convirtió el palanquín en leña.

—No ha sido tan difícil —dijo Carter—. ¿Por qué corríamos?

Bueno.

Eso sin duda llamará a la mala suerte, piensa Draco aburrido, antes de que sus piernas cedieran.

¿Qué mierda?

Draco ha luchado en la guerra contra Cronos, esto no debería ser nada, pero al bajar la mirada se encontró jadeante con dificultad para respirar. Mira el brazo vendado, notando de forma bastante alarmada como fuera de la venda hilos morados parecen expandirse en la piel, claramente no de una forma saludable.

El veneno.

Joder.

Por otro lado, no estaban mejor, dentro de su coraza refulgente, la cara de Bast estaba cubierta de sudor. Ni se le había pasado por la cabeza que una diosa pudiera cansarse, pero crear el avatar mágico debió de suponerle mucho esfuerzo.

Lo cual está mal.

Porque ambos eran los guerreros del equipo.

Anthony a su lado lo ayuda a ponerse de pie, sus pies vuelven a funcionar, solo había sido un momento y lapso de peligro.

Sí.

No se debería volver a repetir.

¿A quién engaña?

Este veneno es peligroso, piensa completamente horrorizado.

—Aún no estamos a salvo —avisó Bast—. Sadie, ¿cómo lo llevas?

—No lo llevo —se quejó la rubia—. ¿No hay ninguna otra opción?

Antes de que Bast pudiera contestar, los arbustos crepitaron con un sonido nuevo, parecido al de la lluvia, pero más… viscoso.

Un escalofrío le recorrió la columna.

—¿Qué… qué es eso? —dice Anthony dudoso.

—No —murmuró Bast—. No puede ser. Ella no.

Entonces todos los arbustos se revolvieron al mismo tiempo. Salieron del bosque un millón de bichos que formaron una alfombra asquerosa, compuesta de pinzas y aguijones.

Quiso gritar «¡Escorpiones!», pero no le salía la voz por el horror de no saber cómo rayos lucharían con eso.

—¡Sadie! —gritó Bast, apurada.

—¡Nada! —se lamentó Sadie.

No dejaban de salir escorpiones, a millares. Apareció una mujer desde el bosque, caminando sin miedo entre los arácnidos. Llevaba una túnica marrón y joyas doradas y brillantes en el cuello y las muñecas. Tenía el pelo largo y moreno, cortado al estilo del antiguo Egipto, con una especie de moño en la parte de arriba. Al momento se dio cuenta de que no era un moño, sino un gigantesco escorpión vivo que llevaba apoyado en la coronilla. A su alrededor rodaban miles de bichejos, como si ella fuera el ojo de una tormenta.

—Serket —masculló Bast.

—La diosa de los escorpiones —supuse Carter—. ¿Puedes con ella?

La expresión de Bast no le tranquilizó.

Carter giro a verle, pero Draco estaba aún jadeante y Anthony negó por él.

El veneno, debe haber pensado cuando ve su brazo vendado.

Y no se habría equivocado.

—Carter, Sadie —dijo—, esto va a ponerse feo. Entren en el museo. Busquen el templo; puede que los proteja.

—¿Qué templo? —preguntó Carter.

—¿Y qué te pasará a ti? —añadió Sadie.

—No me pasará nada. Luego los alcanzo.

Pero cuando Bast los miró, supo que no estaba segura. Quería ganar algo de tiempo para ellos. Draco podría sentirse conmovido, pero realmente no tenía la menor conexión con ella así que empujó a Anthony con fuerza como a los chicos.

Deben irse.

Ambos niños no querían irse, pero era eso o luchar contra escorpiones.

—¡Márchense! —les ordenó la gata, no sin antes darle una mirada que prácticamente suplicaba por que los protegiera.

Un dios suplicando con la mirada, Draco lo había visto todo ya.

.

.

Todo había salido bien cuando entraron al museo Metropolitan, para no poder ver bien por el mareo y probablemente tener escorpiones en su espalda, lo único bueno es que la niebla sigue funcionando. Aunque Draco quiere pensar que el asunto de las piernas fue algo aleatorio y random, la verdad es que en medio de la huida siente que se desmayó unos momentos sobre el hombro de Anthony; quien termina con tener que llevarlo sobre sus hombros.

El veneno era una perra.

Piensa sintiéndose mareado escuchando gritos.

El museo tenía un vestíbulo enorme, columnas a montones, etcétera.

Recuerda entre mareo y desmayo que había colas en las taquillas, pero las rebasaron. También había vigilantes de seguridad, que les gritaron cuando se metieron corriendo en las exposiciones egipcias. Había una especie de reconstrucción de una tumba con muchos pasillos estrechos.

Estaban en una sala vacía, mientras Sadie gritaba sobre Draco inconsciente, pero estaba sudando y bañado en fiebre.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó la chica alarmada—. ¿Tú has visto algún templo?

Otro espacio vacío.

—Está empeorando, necesitamos ayuda. —Esa es la voz de Anthony cargada de preocupación.

—Ocupamos salir primero de aquí —dictamina Carter.

Tiene razón.

Más vacío.

Empezaron a sonar alarmas. Unas luces rojas palpitaron por todo el pasillo. Se oyó una voz gangosa por los altavoces, diciendo algo sobre proceder con tranquilidad hacia las salidas. Los turistas franceses pasaron corriendo a su lado, chillando presas del pánico, seguidos por una multitud de viejos notablemente veloces con sus andadores y bastones.

—Ya discutiremos más adelante, ¿te parece? —le dijo Anthony a Carter—. ¡Vamos!

Anthony era fuerte.

Piensa de forma mareada mientras lo llevan aun cargando en su espalda.

Cuando se detienen, Draco levanta la vista jadeante cuando ve a una chica, claramente con un aura un poco diferente a lo usual. Llevaba el pelo moreno cortado siguiendo la mandíbula, pero más largo por delante, con lo que le caía sobre los ojos.

Tenía la tez de color caramelo y unas facciones bonitas, vagamente árabes. Sus ojos —repasados con kohl negro, al estilo egipcio— eran de un extraño color ámbar que o bien era hermoso o bien daba un poco de miedo: no se decidía entre las dos opciones. Llevaba una mochila a la espalda, sandalias y ropa suelta de lino parecida a la nuestra. Tenía todo el aspecto de ir de camino a una clase de artes marciales.

Sin duda alguien excepcional.

Un enemigo o un aliado.

Draco está más acostumbrado a lo primero.

—¡Vue-vuelve atrás! —tartamudeó Sadie.

La chica metió una mano en la otra manga y sacó una pieza curvada y blanca de marfil, una varita egipcia.

Draco siempre quiso una.

Soltó una risa haciendo que todos le vieran confundidos, probablemente el veneno lo hizo desvariar.

La chica hizo un leve movimiento lateral con ella, y la espada de Carter salió volando de su mano y repicó contra el suelo.

—No te pongas en ridículo —dijo la chica con severidad—. ¿Dónde está Amos?

Carter parecía demasiado aturdido para hablar.

La chica se volvió hacia Sadie.

Draco por otro lado asintió bastante satisfecho de que alguien pudiera usar magia sin varita, antes de ver a una mosca que parecía estar frente a él, estaba casi seguro que era imposible, pero la mosca parecía tener una cara como la de Percy.

Intento sujetarla, pero Anthony lo detuvo.

Si tiene razón.

Si hubiera una mosca Harry por ahí se pondría celosa.

—Me llamo Zia Rashid —dijo la chica regresándolo a la realidad un poco, antes que sintiera algo. Cayó polvo del techo, y los sonidos resbalosos de los escorpiones duplicaron su volumen detrás de nosotros—. Y, ahora mismo —siguió diciendo Zia con una voz que sonaba un poco decepcionada—, tengo que salvar vuestras miserables vidas. Vámonos.

La chica pasó junto a una vitrina llena de estatuillas y tocó el cristal con su varita como quien no quiere la cosa. Los diminutos faraones de granito y los dioses de piedra caliza despertaron a su llamada. Bajaron de sus pedestales y salieron destrozando el cristal. Algunos empuñaban armas. Otros se limitaron a hacer crujir sus nudillos de piedra. Los dejaron pasar, pero se quedaron mirando el pasillo que dejábamos atrás con aire de estar esperando al enemigo.

—Deprisa —nos dijo Zia—. Solo servirán para…

—Que ganemos tiempo —adivino Anthony rápidamente con él aun sobre su espalda—. Sí, ya lo había oído antes.

—Hablas demasiado —dijo Zia sin detenerse.

—Uau —dijo Carter.

Tuvo que darle la razón. Aquel sitio era extremadamente «uau».

La sala tenía el tamaño de un campo de fútbol. Una pared estaba hecha por completo de cristal y tenía vistas al parque. En el centro de la estancia, sobre una tarima elevada, habían reconstruido un edificio de la antigüedad. Había un pórtico independiente que tenía unos ocho metros de altura, un patio y al fondo una estructura cuadrada hecha con bloques irregulares de arenisca, llenos por todas partes de imágenes de dioses, faraones y jeroglíficos. La entrada del edificio estaba flanqueada por dos columnas bañadas por una luz espeluznante.

—¿Un templo egipcio? —supuso Sadie.

—El templo de Dendur —dijo Zia—. En realidad, lo construyeron los romanos…

—Cuando ocuparon Egipto —intervino Carter, como si aquello fuese una información que todos saben—. Lo hizo levantar Augusto.

—Sí —dijo Zia.

—Fascinante —murmuró Sadie claramente con sarcasmo—. ¿Quieren que los deje solos con un libro de historia?

Zia la miró con cara de pocos amigos.

—De todas formas, el templo estaba consagrado a Isis, de modo que tendrá bastante poder para abrir un portal

—¿Para convocar más dioses? —preguntó Anthony dudoso.

Los ojos de Zia brillaron de furia.

—¡Vuelve a acusarme de eso y te cortaré la lengua! Me refería a una puerta para sacarlos de aquí.

Draco soltó una risita, ocasionando que todos lo vieran preocupados, especialmente Zia que al ver su brazo vendado frunció el ceño de tal forma que lo hizo sentir algo mareado. Cuando la chica se acercó a él, tomó su brazo que le hizo sisear antes de sentir que el mundo daba vueltas cuando esta examino bastante cerca su herida con el ceño fruncido.

Mala señal.

¿También era una mala señal verla con dos cabezas?

—¿Cuánto tiempo lleva con ese veneno? —pregunta alarmada, pero Anthony responde que algunas horas.

Draco suelta una risa antes de comentar que tiene un novio llamado Harry y que se pondría celoso si una chica lo toca así, que hace a Carter y Sadie verse preocupados.

¿Homofóbicos?

Lo duda, tal vez sea porque está pálido, con labios morados y sigue viéndose algo perturbado en los ojos.

La chica dijo algo más, pero Draco se volvió a desmayar un momento mientras subían los escalones detrás de Zia y cruzaban el pórtico de piedra.

El patio que separaba el pórtico del templo estaba vacío, abandonado por los visitantes del museo que habían huido, y eso le daba un aire siniestro. Unos gigantescos grabados de dioses los miraban desde arriba. Había inscripciones jeroglíficas por todas partes.

Zia se detuvo en la escalera frontal del templo. Levantó la varita y escribió en el aire. Entre las columnas ardió un jeroglífico conocido. Zia abrió su mochila.

—Resistiremos aquí hasta que se pueda abrir el portal.

—¿Por qué no lo abrimos ahora y ya está? —preguntó Carter.

—Los portales solo se pueden abrir en momentos auspiciosos —dijo Zia—. Alba, ocaso, medianoche, eclipses, conjunciones astrológicas, el momento exacto en que nació un dios…

—¡Venga ya! —dijo Sadie mientras Anthony lo puso en el suelo—. ¿Cómo puede ser que sepas todo eso?

—Memorizar el calendario completo cuesta años —respondió Zia—. Pero el próximo momento auspicioso es sencillo: mediodía. Dentro de diez minutos y medio.

La chica no había mirado ningún reloj.

—¿Por qué tenemos que confiar en ti? —preguntó Sadie con duda—. Si no recuerdo mal, en el Museo Británico querías destriparnos con un cuchillo.

—Todo habría sido más fácil. —Zia suspiró—. Por desgracia, mis superiores creen que podrían ser «inocentes». Así que, de momento, no puedo matarlos. Pero tampoco puedo permitir que caigan en manos del Señor Rojo. Por eso… pueden confiar en mí.

—Vale, me has convencido —dijo Sadie—. Ya noto un agradable calorcillo en mi interior.

Zia metió la mano en su bolsa y sacó cuatro estatuillas, hombres con cabeza de animal, todas de unos cinco centímetros de altura.

Se las dio a Sadie.

—Coloca a los Hijos de Horus a nuestro alrededor, en los puntos cardinales—

—¿Disculpa? —

—Norte, sur, este y oeste. —Lo dijo muy despacio, como quien habla con un idiota.

—¡Ya me sé las direcciones! Pero…

—El norte está ahí. —Zia señaló hacia el exterior de la pared de cristal—. Deduce tú el resto.

Mientras tanto, Zia entregó una tiza a Carter y le ordenó dibujar un círculo a nuestro alrededor que uniese las estatuas.

—Protección mágica —dijo mi Carter—, como el que hizo nuestro padre en el Museo Británico—

—Sí —refunfuño Sadie—. Ya vimos lo bien que le funcionó a él.

Draco fue puesto en el suelo, el cambio de movimiento hizo que casi quisiera vomitar y no viera a Zia sacar bien el bastón de madera.

—Tienes que aguantar Draco —susurró Anthony sacando un poco de ambrosía de su bolsa, pero cuando se la intentó dar lo detuvo.

Puede que viera dos Anthony, pero tanta ambrosía era malo, parecía estar acelerando el proceso de veneno. Se acomodó mejor entre los brazos de Anthony sintiéndose hirviendo por dentro, todo comenzaba a doler y aun así quería reírse.

Era como estar ebrio.

Con dolor en todo su cuerpo.

—¿Cuánto falta para ese portal? —preguntó Anthony sujetándolo con fuerza.

—Quédense dentro del círculo pase lo que pase —dijo Zia—. Cuando se abra el portal, métanse dentro. ¡Y no se muevan de detrás de mí!

Tocó el círculo de tiza con la varita, dijo otra palabra y el círculo empezó a emitir un fulgor rojizo oscuro.

Centenares de escorpiones se arremolinaron, acercándose al templo y convirtiendo el suelo en una masa viva de pinzas y aguijones. Entonces llegó a la galería la mujer de marrón, Serket.

Les dedicó una sonrisa fría.

—Zia —dijo Saddie—, eso es una diosa. Ha derrotado incluso a Bast. ¿Qué posibilidades tienes tú?

La chica levantó su báculo y la cabeza tallada de león se encendió en llamas con una bola de fuego roja y pequeña, pero tan brillante que iluminó la sala entera.

—Soy una escriba de la Casa de la Vida, Sadie Kane. Estoy entrenada para combatir a los dioses.

Draco abre la boca, antes de desmayarse.

Todo arde.

.

.

Lo bueno de soñar es que nada duele, lo cual Draco aprecia bastante porque lo último que ocupa es sufrir en medio de un sueño. Está en una habitación oscura, pero cuando toma asiento en la cama, le resulta familiar. Descubre que por el tallado debe ser una habitación de la mansión Malfoy, pero sigue un poco distraído que no nota la persona frente a él, hasta que alguien lo taclea sobre la cama.

Se medio incorpora confundido, antes de notar la silueta de Nico sobre su regazo, con el rostro enterrado en su pecho.

Llora.

¿Por qué llora?

—¿Nico? —pregunta preocupado de ver al niño llorar, no suele hacerlo tanto, además hace mucho no lo ve.

Sujeta su cabeza sintiendo un poco de mareo.

Es como si las palabras y pensamientos llegaran más lejos.

—¡IDIOTA! —grita Nico levantando el rostro, pero Draco sigue algo mareado, no duele, pero está mareado—. No puedo encontrarte, algo está interfiriendo, pero estas muriendo, Draco —añade con el rostro lleno de pánico.

Draco ladea la cabeza recordando como hace tiempo casi murió, en el juicio de los dioses, Zeus había sido un hijo de perra entonces.

Hestia lo salvó.

Hestia linda.

Sonríe de forma algo embriagadora.

—Lindo, Nico lindo, hermano menor. —Sus palabras salen algo borrachas y divertidas, ladea el rostro al otro lado al notar el rostro preocupado de Nico ahora.

No son dos rostros.

Eso es algo positivo.

¿Verdad?

—Intenté usar el viaje en sombras, pero no pude llegar cuando sentí el vínculo débil, volví al campamento para buscarte y Will estaba tan enojado. —Ahora parece incrédulo, pero Draco no puede dejar de sonreír—. Luego fui con Percy, este me dijo que estabas en un lugar con tu padrino y tutor, pero que no sabía nada de ti en un día, te están buscando Draco, te estamos buscando; estás muriendo, mi padre está intentando retrasarlo, pero dice que es algo antiguo —habla Nico, antes de quedarse congelado cuando ve su brazo.

Draco sigue su mirada.

Su brazo vendado, el veneno que se nota en sus venas, se ve tan blanco que incluso alguien pálido naturalmente como Nico parece tener más color a su lado.

Entonces recuerda.

—Seopardos —dice recordando las palabras de Anthony.

¿O fue Carter?

—¿Seopardos? —pregunta Nico confundido y preocupado.

Asiente emocionado.

—Serpientes como Leopardos, eran super molestas, eran tantas, pero los protegí Nico, los chicos están bien —afirma Draco asintiendo—, pero la ambrosía no me hace efecto —dice con un puchero pensativo—. Parece que aumentó el daño —susurra sintiéndose adormilado.

No tiene sentido.

Porque esto es un sueño.

No debería sentir sueño.

—¿Dónde estás Draco? —pregunta Nico desesperado sujetándolo de la camisa, intentando que volviera en sí, pero Draco solamente sonríe adormilado.

—Museo.

—¿Cuál museo?

—Escorpiones, muchos escorpiones, una niña, pelea contra dioses, es taaan cool.

—Draco quédate conmigo, no puedes irte sin decirme donde estás, voy a buscarte, pero los panteones no pueden abrirse sin ayuda. Mi padre dice que hay demasiados dioses de otros panteones y no puede interferir, tenemos que ir nosotros semidioses, pero ocupamos saber dónde estás; morirás.

Morir.

Draco piensa en Luke, piensa en su cuerpo sin vida, piensa en cómo se vería si muriera, piensa en el vínculo y el vacío de su pecho casi le da un momento de lucidez por el dolor emocional que eso causa.

—No… es mío ahora… está a mi merced.

Una voz hace que ambos se estremezcan, Nico sale volando de su regazo y parece incrédulo cuando una mujer aparece en la espalda de Draco viendo todo divertida. Cuando Draco voltea a ver sobre su hombro, el rostro de Nyx sonriendo, mientras Nico grita su nombre, hace que voltee a ver preocupado como Nico parece ser arrastrado a la fuerza fuera de su sueño.

Oh.

No pudo despedirse, se siente tan cansado y mareado.

Voltea a ver otra vez a Nyx.

—Los olimpos no pueden interferir en panteones, pero los primordiales tenemos más ventajas, Nut y Geb sin duda no tienen control de sus hijos— habla Nyx divertida, casi como si quisiera tocar a Draco pero conteniéndose—. No hice mucho, solo le di a Sett el mismo veneno que usó Isis contra Ra; tristemente tengo que jugar con sus reglas.

Draco asiente, lo que hace a Nyx sonreír.

—Eres una perra. —Puede que esté drogado, totalmente mareado, pero sigue sabiendo con quién habla.

Muchas gracias.

Nyx no parece muy impresionada.

—Suerte Draco Malfoy, no te quiero muerto hasta que entres a mi dominio, espero disfrutes de todo dolor antes de eso; le sirve de algo a Hestia, ya quiero que vea que yo ganaré esta lucha.

Entonces.

Draco al igual que Nico es expulsado del sueño.

.

.

Draco se despierta sobresaltado, su cuerpo duele en todos lados, es como estar sintiendo otra vez fuego en sus entrañas, pero sigue con vida de alguna forma. Se despierta sintiéndose algo mareado, además que su ropa ha sido cambiada, como las vendas sobre su brazo, incluso con esta ropa fresca puede notar que no está en un hospital; todo el lugar parece sentirse casi como si fuera de barro. Se sienta en la camilla viendo su mano, su piel sigue siendo pálido, todo sigue ardiendo, pero no hay más mareo, tampoco parece ver doble.

Pero puede que todo esto sea una extraña alucinación.

Hace calor.

Tanto por dentro como por fuera.

¿Qué es este lugar?

Alguien entra y por un momento todo queda en silencio, Anthony suelta un suspiro aliviado cuando se lanza hacía él. Tiene ropas muy similares a las de Draco también, lo cual es una forma de señalar que ambos en realidad no están muy a la moda.

Es ropa como la del chico Carter.

No combina con su tono de piel, mucho menos ahora que está todo pálido.

—Draco, gracias a Ra estas con vida, temía que murieras —dice el chico con un suspiro antes de abrazarlo, lo que hace a Draco sentirse ligeramente confundido.

Ve a todos lados, su cuerpo se siente débil, pero sigue con vida.

Pequeñas victorias.

—¿Dónde estamos? —No recuerda mucho más que la chica rara Zia, escorpiones y muchas cintas que parecían volar.

Siente que vio a Nico.

Pero es imposible que viera a Nico.

—Las ruinas de Heliópolis —habla Anthony, antes de fruncir los labios—. Bueno entramos por ahí, la ciudad antigua fue saqueada hace siglos. Algunos monumentos se los llevaron muy lejos, como las dos agujas de Cleopatra. Casi todos los templos se derruyeron para construir edificios nuevos. Lo que quedaba desapareció bajo la expansión urbana de El Cairo. La parte más extensa está justo debajo de este aeropuerto.

Anthony parece pensativo.

—¿Ruinas? —Draco se detiene él mismo confundido—. ¿El Cairo? —pregunta con las cejas levantadas, porque ahora sí estaba muerto.

Si su madre se entera.

Muy muerto.

Anthony se mueve incómodo.

—La magia griega es débil aquí, no pude usar el mensaje Iris, no pude avisarle a nadie que estábamos aquí —dice su peor temor.

Sí.

Sus padres, Percy, Lavender, su nuevo novio que juró que se comunicaría con él, probablemente terminen por matarlo.

Bueno.

Eso si queda algo de mundo al finalizar estas vacaciones.

—¿Dónde estamos, Anthony? —gruñe Draco más cansado.

—Nomo Primero —susurra Anthony.

Algo se congela.

Draco levanta la mirada y si no estuviera pálido, con un pie cerca de la tumba, probablemente se habría vuelto pálido en ese momento. No está seguro que tanto sabe Anthony, pero aunque los magos de Londres no saben tanto sobre los egipcios, su padre un alto funcionario apenas si tiene información; bueno, se sabe una cosa muy importante.

Los magos egipcios eran fuertes.

Tenían secretos.

Y la casa de la vida junto con el Nono primero eran los secretos mejores guardados de muchos secretos de la magia.

Joder.

Draco se vuelve acostar en la cama con ambas manos sobre su rostro.

Su vida sin duda solo se complica aún más.

Típico.

Continuará…

Bien quería hacer el libro de los Kane un poco más corto de lo que esperaba, pero hay tantas cosas que quiero contar xD que no puedo evitar escribir tanto sobre ellos. Calculo que tendremos un capitulo o dos más para cerrar este arco, ya verán porque es tan importante a futuro.

Anthony no tiene sangre egipcia por nada.

Draco salte de ahí.

Nyx como siempre es la culpable de todo en cierta forma.

Espero disfruten estos capítulos, este universo cada vez es más grande de lo que esperaba, me emociona poder escribir tanto sobre este universo.