CAPITULO 6 (Cenizas entre las sombras)
Volumen 1: La caída del Mugen Tenshin
Acto 1
La ciudad de Tairon yacía sumergida en la oscuridad de la noche. En una plaza cercana al gran puente elevadizo de la ciudad, una majestuosa torre de reloj marcaba una hora cercana a la medianoche. El puente metálico era alzado al cruzar una embarcación por un hermoso río de aguas cristalinas, donde en su interior, hermosos peces de variados colores se deslizaban en las profundidades del lecho del río.
La ciudad dividida por las aguas, se conectaba con múltiples puentes. Entre ellos... el más emblemático y querido era aquel que conectaba la majestuosa plaza del camino del foso con el distrito de Dworku, cuya entrada estaba adornada con hermosas escaleras empinadas que daban acceso a múltiples calles empedradas de las zonas más clásicas y emblemáticas de la ciudad, cercanas al gran monasterio.
En medio de las altas horas de la noche, la ciudad palpitaba con una calma en la que solo las luces tenues de farolas y los destellos de las ventanas iluminaban el panorama. Los pocos habitantes de las calles se retiraban a sus hogares, llevando consigo el cansancio en los ojos después de un día de labor.
Algunas figuras solitarias caminaban con paso lento; sus siluetas se reflejaban en el suelo de piedra y las ventanas. Además, sus voces eran susurros apenas audibles en la quietud de la noche.
Como un gigante de metal y engranajes, el puente permanecía en reposo mientras los habitantes de ambos lados aguardaban su turno para cruzar. Las luces ambarinas iluminaban su estructura metálica, mientras se formaba una melodía con el crujir de las piezas móviles que se fusionaba con el correr de las aguas estrellándose contra las rocas.
Las brisas se disipaban en el aire, llevando el aroma de un perfume nítido a acre inoxidable, combinado con el aroma de aguas dulces en movimiento. Las pocas conversaciones se perdían como murmullos en cuanto el puente se desplegaba para dar paso a los habitantes que cruzaban de un lado a otro.
Al final de las escaleras que conectaban con el distrito de Dworku, Hayate permanecía recostado en el tejado de una modesta casa observando cada individuo que llegaba del otro lado de la ciudad, miraba su reloj con impaciencia sin despejar la vista un momento de la entrada al distrito.
Por su parte, Ayane lucia su traje de combate ante los habitantes que, asombrados por su belleza, la observaban un instante para seguir con su camino. Junto a ella, Irene lucia sus negras cabelleras que eran acariciadas por la brisa. Tras ella, Susaku y Kaede aguardaban jugueteando entre ellos dándose golpes y amenazándose tomándose uno del otro por el cuello de sus camisas.
Irene, tras enfadarse al recibir un empujón por la espalda en el jugueteo de sus colegas abofeteo sus rostros obligándolos a mantener la compostura. Tomando un suspiro, se dirigió con respeto a Ayane:
— Maestra, la espera se hace larga y el rostro de Hayate me asusta un poco. ¿Crees que los Hayabusa tuvieron dificultades para encontrar este lugar? El equipo está listo para la acción y varios de nuestros objetivos se encuentran en este distrito —.
Ayane, con desinterés, enroscaba sus cabelleras moradas con un dedo mientras observaba la entrada del distrito, explorando las vestimentas de los individuos que subían.
— Espera un poco más, Irene. Mi hermano siempre está de mal genio, así que... despreocúpate un poco. Además, si hacemos las cosas con prisa, puede que cometamos muchos errores —.
Resignada, tomó un suspiro mientras observaba las estrellas, enamorada del firmamento. Sin embargo, su figura se desplomó al suelo al ser derribada por Susaku que, tras una nueva riña con su amigo, cayó... arrastrando a la comandante en su camino.
Mostrando sus brazos en señal de fuerza Kaede volvía a desafiarlo, iniciando una nueva pelea entre ambos. Irene mientras intentaba contener el enojo, vio de sus bolsillos un espejo que usaba para el maquillaje completamente roto, haciendo que saliera de sus cabales.
Su figura se alzó en medio de las amenazas de sus colegas que, observando su siniestra figura, arreglaron sus ropas uno al otro para luego hablar entre sí de manera formal. A pesar de todo, sus esfuerzos fueron en vano al encontrar las manos de Irene, que como unas pinzas aplastaba sin piedad sus cuellos.
Al final, los obligo a ponerse de frente contra una pared y sin piedad, soltó un puñetazo en la cabeza de cada uno.
Sus cabezas, como si fueran huecas o cocos vacíos resonaron alrededor, llamando la atención de los demás miembros del clan que irremediablemente estallaron en carcajadas.
Su rostro colérico volvió la mirada hacia la maestra, con su genio colmado y en un tono más agresivo dijo: — Dudo mucho que vengan, si están relacionados con la fugitiva... no han de ser personas de fiar —.
Ayane permanecía inmutada con su vista en la entrada hasta que diviso dos figuras familiares que hacían presencia luego de que todos los ciudadanos subieran las escaleras.
Ryu, acompañado de Momiji, se presentó ante Ayane con un gesto de reverencia, llevando consigo su equipaje de combate. Hayate y Ayane observaban con asombro su presencia, especialmente a Momiji que se presentaba con un semblante tímido al percatarse de la docena de miradas sobre ella.
Ayane, sin intentar ocultar la sorpresa dijo: — Maestro Ryu, señorita Momiji. ¿Ha sucedido algo con el Maestro Joe? —.
Ryu, con un semblante sereno y serio, respondió: — Se ha quedado en casa protegiendo el hogar; en su nombre ha enviado a Momiji para completar la misión —. Mientras terminaba, observaba cómo la figura de Hayate descendía desde los tejados para su encuentro y, con una seña de manos, saludó a su amigo:
— Ryu... finalmente has venido. Lo siento, pero el tiempo ya ha empezado a correr y debemos apresurarnos en cumplir los objetivos de hoy —. Hurgando en sus pertenencias, mostró un mapa del distrito de Dworku; en su interior se encontraban varias localizaciones con una "x" marcada al lado de las fotos de los rostros y las casas de sus objetivos.
Ofreció el mapa a Ryu y mientras detallaban cada elemento de la ciudad, agregó: — Los objetivos deben ser eliminados antes del amanecer, no importa el método que uses; solo intenta no causar revuelos innecesarios en la ciudad. Las fuerzas de Vigoor nos siguen y no podemos permitirnos ser descubiertos... aún —.
Ryu tras darle a Momiji el mapa, asintió con la cabeza y respondió: — De acuerdo, intenten descansar mientras tanto —. Haciendo un gesto a Momiji, se dirigieron al corazón de los barrios, preparándose para cumplir su objetivo.
Antes de partir, Momiji cruzó miradas con Irene y con Ayane e hizo un saludo reverencial que fue devuelto por parte de ambas. Al toparse con la figura de Hayate, dijo: – ¡Lo olvidaba! ¡Ma-Maestro Hayate!... Encontré frente al monasterio... —. Su voz fue interrumpida por Ryu: — Deja de perder el tiempo, deprisa —. Volviendo las espaldas y continuando su camino.
Inclinándose y pidiendo perdón, Momiji se dirigió al lugar, para un momento después desaparecer... perdiéndose en los tejados de las viviendas cercanas.
Al mismo tiempo en los tejados cercanos, Kasumi seguía los movimientos a lo lejos, ocultando su presencia de sus hermanos. Mientras, mantenía el ritmo de Ryu y Momiji desde las casas cercanas y acercándose poco a poco, logró contactarlos y comenzar su recorrido juntos.
— ¿Cómo sigue tu tobillo, Kasumi? —. Preguntó Ryu mientras avanzaban implacables de casa en casa.
Kasumi, recibiendo el mapa de la zona en sus manos, respondió: — Sobreviviré. ¡Los cuidados de Momiji han hecho maravillas! —.
Detuvieron su marcha en las cercanías del fin del distrito. Las vías del tren dividían el distrito de Dworku con el distrito de Pazu. En medio, una elegante estación de tren tenía su acceso por medio de un subterráneo, mientras que en la superficie los ferrocarriles pasaban sonando sus silbatos, acompañados por el vapor humeante en su recorrido.
Ryu movía sus manos sobre el mapa mientras sus acompañantes escuchaban las indicaciones con atención. Él se centraría en los enemigos cercanos a la plaza del monasterio, Momiji se enfocaría en los enemigos al sur, cerca de las posiciones de Hayate y su gente, mientras Kasumi se enfocaría en las zonas del norte, lejos de sus hermanos.
Siendo aclarados los objetivos asintieron con la cabeza, listos para partir. La espera a la orden se mantuvo mientras observaban a Ryu, que fijando la mirada en Kasumi dijo: — No te esfuerces mucho. Cuando termines... regresa a este lugar. No permitas que te descubran —.
Las tres figuras desaparecieron, dejando tras de sí una colorida y poderosa mezcla de pétalos de sakura y cerezos dispersados por el viento en todas las direcciones.
Pasada la medianoche, sus siluetas se movían con agilidad en diferentes direcciones. El silencio que rondaba el lugar era acompañado por las corrientes de aire que golpeaban con violencia las ventanas de las casas. Los gatos cazaban furtivamente en los tejados a los roedores y el pitido distante de los trenes resonaba suavemente en el ambiente.
Como si fueran demonios, entraban en las viviendas marcadas. Con un rápido y letal tajo tomaban las cabezas de sus presas: Las sábanas se manchaban de sangre y el corte... como si fueran cirujanos, dejaba un destajo perfecto a la altura de los hombros.
Los rostros de sus víctimas no demarcaban dolor o sufrimiento alguno. Parecía que seguían inmersos en sus sueños como si fueran a despertar al más mínimo movimiento. Terminado el asalto, amarraban con un alambre de acero los trofeos a sus cinturones, abrían la ventana y desaparecían en camino al siguiente objetivo.
Sin piedad ni misericordia, cegaban la vida de todos en el papel. Las esposas e hijos seguían descansando ante el implacable silencio; las mascotas no percibían movimiento alguno y continuaban su siesta. Solo un viento frío al entrar era la señal de su visita.
La noche bañaba sus siluetas y como un cómplice divino, otorgaba fuerza a los vientos para silenciar su trabajo.
A mitad de la madrugada Kasumi, con su trabajo terminado, se retiró al lugar indicado. Amarró su último trofeo de caza y abandonó el lugar, perdiéndose mientras observaba el paso de los trenes de carga. Se maravillaba con la paz y la armoniosa melodía de la ciudad. Recordaba unas horas antes la insistencia de Ryu de permanecer alejada y... por un momento... su mente la hizo alucinar con Ryu tomándola de la mano con dulzura y mirándola a los ojos: — No dejes que te descubran, vuelve aquí cuando termines... mi querida Kasumi...—. Sus mejillas se ruborizaron, y para salir de su hermoso trance, se dio a sí misma un pellizco en el cachete. Observo la luna en los cielos, que ocultaba la mitad de su superficie, tomó un respiro de éxito y alegría al estar nuevamente en condiciones para el combate.
En el lugar de encuentro, Momiji aterrizo un momento después junto a Kasumi y con un rostro de desilusión expresó: — No puede ser, ¿cómo has llegado antes que yo? —. La sonrisa victoriosa en el rostro de Kasumi se burlaba juguetonamente pero, en ese instante Ryu apareció tras ellas.
Llevaba consigo su cinturón rodeado de cabezas cercenadas y otro cinturón amarrado al lado de uno de sus brazos. Los trofeos de caza sorprendieron a ambas chicas, que con miradas espeluznadas y grises murmuraron al tiempo: — Eres un maldito monstruo —.
Con indiferencia, Ryu extendió su mano exigiendo a Kasumi sus presas y sin problema alguno los entregó diciendo: — Entiendo... Los esperaré aquí. Sería estúpido y más aún si Ayane se encuentra allí —.
Momiji tomó las presas de Kasumi e hizo un gesto asintiendo con la cabeza y un instante después, se perdió entre las casas con Ryu.
Allí, sobre aquel oscuro tejado Kasumi permanecía sola, dirigiendo su mirada a los ferrocarriles mientras escuchaba su sinfonía y perdiéndose en fantasías donde revoloteaba junto a sus hermanos y amigos.
Por otra parte, mientras Hayate platicaba con sus hombres, fue sorprendido por una mano que tocó su hombro y lo hizo volver las espaldas. Su semblante se vio impresionado al ver a los Hayabusa con docenas de cabezas colgando de cinturones, que fueron arrojadas a sus pies.
— El trabajo de hoy está listo, Hayate. Nos reuniremos en el distrito de Pazu mañana a las mismas horas —. Dijo Ryu mientras volvía las espaldas preparándose para partir.
Sin embargo, su camino fue interrumpido por Irene que, interponiéndose con incredulidad en su voz, dijo: — ¡Eso es imposible! A nosotros nos tomó casi cuatro días eliminar menos objetivos. ¿Cómo demonios lo hicieron estos dos tan rápido? —.
Su pregunta fue contestada por Hayate que, apartándola con una mano dijo: — Déjalo, ya estamos acostumbrados a esto. Ryu, nos veremos al otro lado de las líneas del tren —.
Asintiendo sin respuesta alguna, Ryu se dispuso de nuevo a retomar su camino. Sin embargo, fue detenido nuevamente por Momiji que, enfocando su atención en Hayate, dijo: — Espera maestro. Hayate debe saber lo de esa casa —.
— ¿Esa casa? —. Respondieron Ryu y Hayate al mismo tiempo.
Asintiendo, Momiji empezó a relatar lo descubierto en la casa y el hallazgo de la presencia de Noah allí. Relató lo escuchado y visto, además de la extraña desaparición de todos en el interior.
Con intriga, Hayate ordenó a sus hombres prepararse: — Si eso es verdad... es algo que no hay que dejar pasar. No sabemos si podamos volver a contactar al enemigo —. De los trajes informales sacaron sus espadas mientras se encaminaban a la plaza del monasterio. Hayate observó a Ryu, y un momento después preguntó: — ¿Vas a ir? —. A lo que Ryu, volviendo los ojos, accedió.
Irene seguía sus movimientos con sospecha y en un descuido se alejó con sus colegas, ordenándoles: — Chicos, hay algo extraño aquí. Exploren los alrededores y manténganme informada a mí o a Ayane —. Asintiendo la cabeza, Susaku y Kaede desaparecieron en dirección contraria, mientras Ayane observaba lo ocurrido.
— ¿Qué estás tramando ahora, Irene? —. Preguntó, con sus ojos rojizos posándose sobre su discípula.
—¡Maestra! —. Respondió exaltada. Retomó la tranquilidad, y un segundo después contestó: — Creo que Kasumi está cerca. Solo... quiero confirmarlo, los envié a explorar el área; luego se reunirán con nosotros —.
Ayane sin perder oportunidad, asintió con la cabeza y una malvada risa se dibujó en su boca mientras decía: — Ya veo, de acuerdo... Sin embargo, ve con ellos. Estaré al tanto de sus informes —.
Inclinando su rodilla en señal de respeto, Irene se dirigió corriendo tras ellos, perdiéndose en la oscuridad. Por su parte, Ayane retomó su misión junto a Hayate y sus hombres en tanto permanecían a la espera para explorar el interior del sitio indicado. interminables laberintos de las profundidades.
