-Ni los personajes ni la historia me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoria de Masashi Kishimoto más la narración y/o pensamientos de nuestros personajes (Sasuke y Sakura) son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologización de la historia :3
Con un gesto sutil y poco importante, Sakura preparo una vacuna para inyectarse a la pequeña que estaba sentada en la camilla ante ella, pequeña—aparentando apenas tres—de cabellos castaños y ojos oscuros, tenía un expresión tierna en su mirada.
-¿Cómo te llamas?—se aventuró a preguntar la pequeña.
Sakura debía admitir que tenía ante sí a una pequeña guerrera que no temía ser valiente y que no temía ante una vacuna por más nimiamente dolorosa que fuera. Habían pasado dos años y aunque el sentimiento de soledad seguía ahí, Sakura se había volcado a una rutina tremendamente estricta y dominante, cuidaba de su hija la mitad del día cuando no la dejaba con su madre y trabajaba el resto del tiempo, e incluso horas extra con tal de no agobiarse por pensamientos negativos o nostálgicos.
-Sakura—respondió la pelirosa, con una sonrisa.
La pequeña de cabello castaño, tendió voluntariamente su brazo, cerrando los ojos por instinto, cosa que divirtió a Sakura. Aparentemente era valiente pero una niña al fin y al cabo. Ya había vacunado a Sarada la semana pasada y su reacción no había ido otra que pegar el grito en el cielo. Se parecía a Sasuke en muchas cosas, pero en otras era igual de infantil e impulsiva que ella.
-Te llamas igual que yo—reconoció la pequeña, sorprendida.
La Uchiha asintió, inyectando a la pequeña que, entretenida en la conversación, no se percató de nada, observándola atentamente. Sakura bajo disimuladamente para ver la jeringa que comenzaba a vaciarse de la forma más lenta posible para no causarle molestia alguna a la pelicastaña.
-Eres muy bonita.
-Gracias, pero no soy tan linda como tú—adulo Sakura, con una radiante sonrisa que hizo entrar aún más en confianza a la pequeña. -¿Cuántos años tienes?—aventuro a cuestionar Sakura que no había preguntado por la edad de la pequeña en ningún momento. La pelicastaña levanto infantilmente cuatro de sus dedos, haciendo sonreír aún más a Sakura. -Oh, eres una niña grande—felicito, viendo omo la jeringa se vaciaba casi por completo. -Tengo una hija de tu edad—confeso.
-¿En serio?—pregunto la niña.
La pequeña no pudo evitar abrir los ojos de par en par ante la información, la mujer ante ella—llamada Sakura—apenas y parecía tener veinte años, le sorprendía y emocionaba que tuviera una hija de su edad, eso explicaba el por qué era tan dulce y transmitía cariño con solo hablar y sonreír.
-Si, se llama Sarada—explico Sakura, no pudiendo evitar pensar en su hija.
-Qué lindo nombre—comento la pequeña.
Para esa hora de la tarde, Sarada debía de estar dándoles la lata a sus abuelos que, sin objeción alguna, la mimaban y consentían como su única nieta. Sarada no era exigente, pero si selectiva, inteligente y atenta como toda niña de su edad, estaba mostrando grandes avances, ya empezando a leer perfectamente, ansiosa por aprender. Para Sakura resultaba imposible no pensar en su hija durante el día, si no pensaba en Sasuke, Sarada era quien ocupaba sus pensamientos.
-Listo, terminamos—menciono Sakura.
Las palaras de la pelirosa hicieron que la pequeña bajara la mirada, viendo con sorpresa de la inyección ya vacía y en manos de la Uchiha no le había dolito en lo absoluto. Dándole la espalda y girándose hacia su escritorio, Sakura no tardo en regresar frente a la pequeña, tendiéndole un dulce. Había sido una de sus mejores pacientes y Sakura no podía evitar darle un pequeño premio.
-Gracias—agradeció, la pequeña.
Sakura evito reírse al ver a la pequeña devorar el dulce en un santiamén, sobresaltándose ligeramente en cuanto tocaron a la puerta.
-Adelante—índico Sakura. La puerta de su consulta se abrió lentamente permitiendo a la madre de la pequeña entrar, casi pidiendo permiso. -Puede pasar—tranquilizo la Uchiha para serenidad de la madre que se acercó a ver a su hija que no paraba de sonreír, -la felicito, tiene una hija muy valiente—adulo Sakura, sinceramente.
Otro día normal de trabajo.
Su turno había terminado y, como siempre Shizune había insistido en hacerse cargo del resto.
Sakura no estaba involuntariamente destinada a trabajar esa cantidad de horas, elegía estar aislada durante todo ese tiempo. Inicialmente, —tras la partida de Sasuke—todos habían supuesto que se trataba de una misión cualquiera y que no tardaría en volver, cuando se cumplió un año comenzaron los rumores sobre que estaba tarando más tiempo y ahora, tras dos años, ese mismos rumores eran más insistentes, llegando a difamarla a ella y aludir que nunca se había casado con el Uchiha y que, por ende, él no tenía por qué volver. A ella no le interesaban los rumores, eran solo mentiras absurdas que solo se volverían importantes si ella les daba importancia, para hacerse la desentendida se llenaba de trabajo, era mejor eso a escuchar cosas que no le interesaban.
-Solo han pasado dos años y la gente ya ha empezado a hablar—menciono Temari con sincero disgusto.
En su camino hacia la casa de sus padres, Sakura no había podido evitar encontrarse con Temari e Ino que intentaban distraerla, pero a su vez no pudiendo evitar comentar en base a los absurdos rumores que circulaban. Como esposa del hombre de confianza del Hokage y futuro Hokage, además de hermana del Kazekage, Temari estaba enterada del porque especifico de la ausencia de Sasuke, sintiendo lastima por Sakura que debía aguantar todo, e ineludiblemente no había podido evitar comentarlo con Ino que intentaba sacar a Sakura del trabajo de vez en cuando, sin éxito alguno.
-Sabíamos que esto pasaría—respondió Sakura, de brazos cruzados, sin demasiado interés, -no es una sorpresa—añadió.
Desde el principio había sabido cómo serían las cosas, lo que diría la gente, lo que pensarían de ella y no le interesaba acallar anda porque solo le importaba su familia; Sasuke y su hija, solo podía orar porque él estuviera a salvo mientras ella velaba día y noche por la hija de ambos, no habían pedido ese plan de vida pero estaban dispuesto a aceptarlo.
-Deberías decir algo, Sakura—opinó Ino.
Si, tal vez debiera decir algo, pero no quería hacerlo. ¿De qué le servía de todas formas? No iba a cambiar nada, sin sonar irónica pero su difunto cuñado había sido merecedor de ser llamado y reconocido como héroe, pero lamentablemente no era así, muchas cosas no eran justa y si no podían cambiarse, simplemente se volvían soportables en el día a día, y eso era exactamente lo que Sakura estaba haciendo, aguantar y fingir que todo estaba bien.
-No quiero ni tengo que hacerlo—respondió Sakura.
Ni para Ino ni Temari paso desapercibido como Sakura se alejaba de ellas y tomaba rumbo por su cuenta, claramente dispuesta a marcharse, cosa que las preocupo. Sakura se estaba alejando de todo, ya no actuaba como antes, ya no era tan infantil sino que más reflexiva, callada, atenta y dispersa a la vez…la distancia que separaba a su familia la estaba quebrando desde dentro muy lentamente y eso resultaba preocupante para ellas, para Naruto, Hinata, Kakashi Tsunade y tantos otros que si bien no manifestaban verbalmente sus preocupaciones, si temían por su estado y salud emocional.
-¿Ya te vas?—inquirió Ino, intentando que Sakura se quedara con ellas por un tiempo más. -Pensábamos pasar la tarde en mi casa—alentó, esperando pasar una tarde junto a ella y Temari.
-Acompáñanos, Sakura—pidió Temari, de viva voz, -pasas demasiado tiempo trabajando—le recordó. -Necesitas tener una vida.
Sakura negó sutilmente ante esas últimas palabras, todos pensaban que perdía el tiempo esforzándose en vano, agotándose con trabajo la mitad del día y siendo madre el resto del tiempo. Era una carga dura, un trajo que la extenuaba enormemente para el final del día pero una labor que valía la pena, solo ver sonreír a su hija que la abrazaba apenas la veía llegar a casa era su mayor satisfacción, era por ella que estaba haciendo eso, era por ella que Sasuke estaba lejos, era por ella que ambos no eran egoístas, porque la amaban y vivían para protegerla.
-Esta es mi vida, la mía y de mi hija—explico Sakura, negándose sutilmente al ofrecimiento de sus amigas. -Tal vez en otra ocasión—aclaro para tranquilizarlas únicamente, no porque fuera a darse esa posibilidad, -nos vemos.
Diciendo esto, Sakura les dio la espalda y se marchó. Tenía una vida y no quería cambiarla.
-Mamá, ya llegue—anuncio Sakura.
La pelirosa se guardó la copia de la llave en el bolsillo de su pantalón. Acostumbraba a visitar a su madre más seguidamente a causa de su trabajo y en cómo, casi siempre, le pedía que cuidara a Sarada. Pero más que pedirlo, su madre se ofrecía a ello, Sarada era una niña muy dulce, callada y estudiosa, pero con ese aire impulsivo que su madre insistía en comparar con el de ella. Tal vez se parecían más de lo que ella pensaba. Cerrando la puerta, Sakura escucho confundida el silencio reinante en la casa, parecía que no hubiera ni un alma ahí.
-¿Mamá?—volvió a preguntar Sakura, no recibiendo respuesta alguna, pero eso no la detuvo sino que la hizo entrar en la sala, encontrando una divertida escena:
Sentada sobre el suelo, rodeada de al menos diez dibujos, Sarada terminaba de dibujar un rostro de ligero pesar en un vaso plástico, sosteniéndolo junto a su rostro e imitando la imagen ante su abuela que hacía lo propio, comparando su rostro con el de un vaso idéntico en donde había dibujado un rostro sonriente. De brazos cruzados y levemente apoyada en el marco de la pared, Sakura no pudo evitar reír haciendo que su Mebuki y Sarada reparan en su presencia.
-Mamá—saludo, Sarada, con un efusivo abrazo.
-Mi cielo—correspondió Sakura, inclinándose ligeramente para besar la frente de su hija, levantando la mirada hacia su madre que seguía sentada en el suelo, observando alegre el momento entre madre e hija, -¿Qué están haciendo?
Mebuki, desde su lugar, únicamente se encogió de hombros, levantándose lentamente del suelo.
-Jugando, ¿A ti que te parece?—ironizo Mebuki
-¿Y mi papá?—se preocupó Sakura.
Era extraño que su padre no estuviera ahí en una circunstancia como aquella, su ausencia era tan palpable que Sakura, por un breve instante, no pudo evitar sentirse preocupada. Su padre
-Si Sarada dibujo en los vasos, imagínate que hizo tu padre—comento Mebuki, recogiendo algunos de los pocos vasos que Sarada no había utilizado para jugar.
De manera inequívoca, una sonrisa se plasmó en el rostro de la pelirosa de solo escuchar eso.
-Dejo que dibujara sobre su cara, ¿No?—se atrevió a sugerir Sakura antes de recibir un mudo si de parte de su madre que únicamente artículo la respuesta con sus labios. -Pequeña víbora—reprendió burlescamente Sakura, besando sonoramente una de las mejillas de su hija y haciéndole cosquillas que hicieron reír a Sarada, divertida.
Sin necesidad de escuchar orden o reprimenda alguna, Sarada se zafo del abrazo de su madre, hincándose sobre el suelo para recoger los dibujos hechos durante la tarde y los besos de plástico sobre los que había dibujado, en su concentración por actuar correctamente, Sarada no fue capaz de notar la expresión preocupada de su abuela que, situándose junto a su madre, noto una ligera palidez en el rostro de Sakura. El trabajo y los quehaceres le estaban pasando factura.
-Sakura, luces pálida—comento Mebuki, claramente preocupada por su hija. -¿Por qué no tomas un descanso?—sugirió en espera de que le hiciera caso.
Pero, como siempre, Sakura negó únicamente.
-No, tengo que llevarme a este terrón de azúcar para después revisar unos expedientes—explicó Sakura, adulando a su hija que se volteó a verla, inquieta por la conversación que ella y su madre sostenían.
Mebuki, como su hija, negó inmediatamente. A ella nadie le daba un no como respuesta y eso Sakura debía saberlo. Nunca, desde su niñez, Sakura había conseguido imponer su voluntad por sobre lo que dijera su madre y, por más que ahora fuera una mujer adulta, la situación no era diferente, en lo absoluto.
-Eso sí que no, no aceptare eso—debatió Mebuki para molestia de Sakura que intento contrariarla, pero su madre se lo volvió a impedir. -Se quedaran a cenar y fin de la discusión—dio por zanjado la Haruno, viendo casi derrotada a su hija, -al menos compláceme en esto—pidió Mebuki con un tono de voz ya ligeramente más suave.
Sakura únicamente suspiro derrotada, recibiendo una mirada fría de parte de su madre que esperaba una respuesta inmediata. Pasar por esas situaciones era como volver a ser Genin y escucharla gritarle por la mañana. Irónico y burlesco de recordar siendo que siempre se había quejado de ello.
-Está bien—respondió Sakura.
La Uchiha, ya derrotada por completo, se sentó sobre el sofá antes de que Sarada se sentara a su lado, ya habiendo recogido sus cosas, pero para sorpresa de ambas Uchiha presentes, Kizashi entro apuntándoles con una cámara. Sakura no tenía ni idea de donde había sacado su padre esa cámara, pero su primera inercia fue apartar el rostro.
-No se muevan—pidió Kizashi a modo de queja.
Sarada, inocentemente, no presento objeción alguna, observado sonriente a su abuelo, completamente opuesta a su madre que no estaba de humor para una fotografía, había tenido un día agotador y estaba cansada, seguramente no lucia presentable como para tomarse una foto en un momento así.
-Papá, no—pidió Sakura, cubriéndose el rostro con ambas manos, -me veo horrible.
-Tonterías—corrigió Kizashi apuntando la cámara hacia ella de todas formas, -sonrían
No pudiendo negarse de todas formas, Sakura rodeo a su hija con uno de sus brazos, provocando que Sarada la abrazara aún más, ambas sonriendo a la cámara. Al menos su hija le daba motivos para sonreír.
Algo es algo
Viendo partir al halcón que acababa de traer información de Konoha, habiendo dado con su paradero, Sasuke no tardo en leer rápidamente las cartas.
Si había alguna noticia nueva de Sakura y Sarada, necesitaba saberla. Pero cualquier fibra de interés de parte del Uchiha no hizo sino transformarse en ira al leer la carta que correspondía a Naruto y que le informaba de unas aparentes "calumnias" que rondaban en la aldea con respecto a su esposa. Sabía que debía ignorar eso, no era real y no debía importarle, pero no soportaba que difamaran a Sakura o a su hija, podían decir lo que se les ocurriera de él, pero no de su familia. Nadie viviría para contarlo si eso pasaba. Sin interés, Sasuke arrugo la carta del Uzumaki, dejándola caer al suelo para luego cambiar a la siguiente.
Inexplicablemente y conociendo la autoría con solo percibir el incuestionable aroma a narcisos casi impreso sobre el papel, Sasuke leyó rápidamente la carta.
-Se lo que debes estar pensando; Naruto no sirve para transmitir información, en lo absoluto. Pero descuida, ya le rompí la nariz- Sasuke no pudo evitar sonreír ladinamente ante esto, al menos ella era capaz de hacer lo que él no. -No presto atención o interés a los rumores porque no me importan, te amo y eso es todo lo que necesito creer y sentir, no importa que tengas que esperar una eternidad entera, lo haré—estas palabras hicieron que Sasuke recuperara la calma, de solo imaginar a su lado, diciendo aquellas palabras que eran todo lo que necesitaba oír e imaginar. -No sé si recibirás esta carta o no, pero solo te pido que conserves la calma y te mantengas atento, porque te odiare si piensas siquiera en hacerme viuda.
Te amo, Sakura
Sasuke, cuidadosamente, doblo la carta de su esposa, guardándola en su bolsillo. Quería rememorar esas palabras y con solo imaginarla decir eso sería suficiente. Claro que no pensaba rendirse, había pasado por mucho como para hacer a Sakura viuda, él no era esa clase de hombre, no se rendiría jamás, moriría dignamente, no como un cobarde que pudiera rendirse con semejante facilidad. No le daría ese gusto a nadie.
Todo ese tiempo lejos de su familia no le resultaba sino una autentica tortura, se había acostumbrado en demasía a la continua presencia de Sakura y Sarada en su vida, durante las mañanas y las noches, incondicionalmente. Estar lejos de ellas era lo más difícil que hubiera podido imaginado hacer, era su propia cargar con la que lidiar. Claramente tendría que tragarse el disgusto de estar lejos de su familia, pero algo podía tranquilizarlo.
Sakura no había cambiado
Ya en su propia casa y habiendo agradecido enormemente cenar junto a sus padres, Sakura soltó su cabello mientras se dirigía hacia el baño.
Por mera costumbre y falta de tiempo había vuelto a dejarse el cabello largo, tal vez volviera a cortarlo en el futuro pero por ahora no, tampoco era como si le molestase o algo así. Sakura entro en el baño, revolviendo ligeramente el cabello de su hija que se lavaba los dientes y que detuvo su labor, volteando a ver a su madre.
-Mamá, ¿Dónde está papá?—inquirió la pequeña Uchiha.
Un inaudible suspiro no pudo evitar abandonar los labios de Sakura ante aquella pregunta, era la primera vez que Sarada emitía esa pregunta, anteriormente parecía saber lo que pasaba o lo intuía como la para nunca cuestionar tal cosa abiertamente. Pero Sakura sabía que no el servía de nada ocultarlo y tampoco tenía porque, Sasuke no estaba haciendo algo malo, sino que todo lo contrario.
-Está de viaje en una misión muy importante—menciono Sakura, tomando el peine del tocador, y peinando el cabello de su hija que, observándola por el reflejo del espejo, se dejó hacer. -Cuando termine, regresara a casa—aclaro para tranquilidad de su hija que asintió. -Lávate bien los dientes—critico Sakura ya que su hija había olvidado lo que hacía.
Asintiendo, arada volvió a su labor mientras veía a su madre desenredarse el cabello. Hasta la fecha Sarada no era capaz de admitirlo en voz alta por simple vergüenza, pero consideraba a su madre la mujer más bella del mundo, considerando que conocía a Ino y Temari, incluso Hinata, su madre tenía ese algo especial que la hacía diferente en el mejor de los sentidos, especial y única.
Sonriendo ante el espejo, Sarada dejo su cepillo en el lugar correspondiente, volteando a ver a su madre.
-Mamá—Sakura bajo la mirada ante la llamada de atención de parte de su hija. -¿Puedo dormir contigo?
Recibiendo como respuesta una sonrisa, Sarada abrazo a su madre. Había hecho la pregunta de donde se encontraba su padre porque, de vez en vez, tenía esos fugaces momento en que lo recordaba, pero con el paso del tiempo esos recuerdos iban desapareciendo, solo sabía que ni siquiera había tenido dos años la última vez que lo había visto y era consciente de que, en algún momento ya no lo recordaría físicamente.
Pero si lo recordaría a través de su madre.
Otro día no tardo en iniciar tras una reparadora noche de sueño teniendo a su hija entre sus brazos, pero ya habiéndose despertado temprano, vistiéndose apresurada, Sakura no tardo en preparar el desayuno. Ya había llamado al menos dos veces a su hija para que despertara, sin recibir respuesta. Le costaba cree que Sarada estuviera cansada siendo que era ella quien casi siempre acababa despertándola.
-Sarada, levántate, es hora de desayunar—volvió a llamar Sakura.
Silencio nuevamente, algo no andaba bien, Sarada nunca actuaba así. Sakura recorrió el pasillo sin demora alguna, abriendo la puerta de su habitación y encontrando a Sarada aun dormida. A menos que hubiera hecho más de lo relatado el día anterior, Sakura no podía entender porque estaba tan cansada. Sentándose sobre la cama, Sakura removió ligeramente el hombro de su hija que apenas y atino a entreabrir los ojos muy escasamente, volviendo a dormirse.
-Mamá…- murmuro Sarada, entre sueños.
Preocupada, Sakura se inclinó ligeramente, besando la frente de su hija y alejándose en el acto. Estaba ardiendo en fiebre, ¿Cómo era posible? Hacía apenas una hora, cuando se había levantado, estaba perfectamente bien, era la frente escasamente húmeda, caliente y las mejillas sonrosadas eran prueba suficiente. Pero la preocupaba la situación y mucho, Sarada apena y tenía cuatro años, lidiar con la fiebre a esa edad era demasiado peligroso si no se tenía el cuidado específico.
¿Qué podía hacer?
PD: lamento la demora pero, como ya dije antes, me base en manga, anime y demás, por ende intento ser precisa :3 actualización dedicada a Erisassi (agradeciendo su comprensión), DULCECITO311 (como siempre) y ryomaysakuno93 :3 gracias mis queridos lectores y hasta la próxima, besos y abrazos cariñosos.
