-Ni los personajes ni la historia me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoria de Masashi Kishimoto más la narración y/o pensamientos de nuestros personajes (Sasuke y Sakura) son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologización de la historia :3


El mundo de los Ninjas había sido un caos desde siempre, en si era fácilmente deducible que la paz habría de ser casi inalcanzable o totalmente inalcanzable, pero esos días se habían logrado, la legislatura del Séptimo Hokage parecía una señal inequívoca para que todo vivieran sin preocupación alguna, los días de guerra parecían cosa el pasado y gracias a él lo eran en la actualidad.

Su madre estaba ocupada trabajando y encargándose casi por completo de la administración y todo lo referente al personal del hospital en compañía de lady Tsunade que se encontraba de visita, oportunidad que Sarada aprovecho para recorrer todo el lugar a gusto, pérdida en sus pensamientos. Dentro de un par de meses cumpliría seis años, podría entrar en la academia, podría forjarse como una Kunoichi, ser como su madre a quien admiraba tanto y sabía que pese a la distancia podría igualmente enorgullecer a su padre, pero quería entrenar, quería estar lista para lo que sea que pudiera tener lugar, pero no podía hacerlo ya que su madre no lo permitía, siendo sobreprotectora como siempre. Había muchas cosas que no sabía, entre ellas muchos detalles sobre su padre, pero si de algo estaba segura era que debía de ser alguien muy fuerte como para tener como responsabilidad una misión tan importante que lo mantuviera lejos por tanto tiempo, quizá el permitiría con mayor facilidad que la entrenaran, quizá el mismo la hubiera entrenado…pero para Sarada resultaba muy fácil pensar en el "hubiera" y no en el "es".

La pequeña Uchiha, desde lo alto del hospital, contemplo con fascinación un combate que tenía lugar en el patio de la academia y que resultaba favorecedoramente visible para ella. La fuerza de los golpes…la determinación, la agilidad, la estrategia…No era que le apasionaran la batallas ni nada, no, pero la idea de tener la fuerza para marca una diferencia y ayudar a otros le resultaba enigmática, quería un futuro así, si pudiera ser fuerte desea empleara eso ayudando a otros como hacia su padre al estar lejos por causa de aquella misión. Quería ser la digna hija de Sasuke y Sakura Uchiha, y para que eso pasara debía de poder entrenar, pero su madre no iba a permitirlo y lo sabía. Esperaba que la visita de lady Tsunade cambiara algo porque ciertamente Sarada por primera vez en su vida sentía que su madre no la estaba valorando lo suficiente al no permitirle avanzar.

Pero ser un Shinobi significaba más que fuerza, más que habilidad e ingenio, más que lealtad, ser un Shinobi significaba una prevención para el futuro y Sakura deseaba que su hija entendiera todo por lo que ella misma y Sasuke habían tenido que pasar y la clase de vida que aguardaba a quienes eran como ellos y tenían que lidiar con la responsabilidad. Claro que confiaba en su hija y sus capacidades, desde luego, pero aún le parecía que era muy pequeña como para preocuparse y pensar en todas esas cosas...lastimeramente, a su vez, sabía que no podría protegerla del mundo por más tiempo como era su empeño, en un punto Sarada debería de continuar sola, debería de aprender dela vida y sus golpes como Sasuke y ella, eso era algo que no podía cambiarse. Pero entrenar personalmente a su hija era u tema cerrado y sin discusión; no pensaba hacerlo, la idea de que le ocurriera algo era demasiado preocupante como para ignorarla.

Había momentos en que ignoraba esto y se maravilla ante la determinación que hija tenía pese a su edad, su fortaleza de carácter…sin duda había heredado lo mejor de Sasuke y ella; segura de sí, pero sin ser displicente, animosa pero sin ser irritante, inteligente pero sin ser arrogante, respetuosa pero con un margen de confianza indeleble. Acompañada de lady Tsunade que había decidido dedicarle algo de tiempo visitándola, y contemplando con orgullo como se encargaba por completo del hospital. Sakura llego a lo más alto del hospital, cruzando los brazos por sobre su pecho al ver a su hija ensimismada en el combate que estaba contemplando, entendía su admiración porque ella misma la había sentido en sus días de Genin, pero la guerra y las matanzas le había enseñado varias cosas sobre la verdadera cara del mundo y que todo no era una bola de nieve que contemplar con maravilla desde su exterior…todo se oscurecía desde el centro de la verdad, ella y Sasuke lo sabían muy bien. La pelirosa carraspeo ligeramente, llamando l atención de su pequeña hija que volteo muy lentamente, temiendo ver el rostro iracundo de su madre, pero lejos de ser así Sakura mantenía una imagen de completa serenidad, cosa que sin embargo no preocupo menos a la Uchiha

-Hola, mamá- sonrió Sarada.

Había vuelto a descubrirla.


Abrazando a su hija a su cuerpo, Sakura continúo su rumbo de regreso a casa siendo acompañada por lady Tsunade. Su visita no duraría mucho tiempo y estando alejada de su maestra Sakura quería volver a tenerla cerca tanto tiempo como pudiera, más que la mujer que había sido la Quinta Hokage, más que su maestra Sakura había considerado Tsunade como una segunda madre para ella, había estado ahí y la había fortalecido, alentado y animado a ser más fuerte, había leído sus propios pensamientos y la había apoyado a cada paso y tropiezo, celebrando su fortalecimiento y sin importar el paso de los años Sakura no dejaba de sentir admiración y aprecio infinito por la Senju quien pese a su aparente desinterés o displicencia interiormente era alguien llena de bondad con un claro sentido del deber y la justicia.

-¿Cuándo podré entrenar?- consulto Sarada.

-Cuando seas mayor- indico Sakura.

Había tenido esa conversación muchas veces, siempre con la misma conclusión: Sarada no podría hacer lo que deseaba, o al menos no aún, aún era una niña y como tal estaba bajo su responsabilidad y atenta vigilancia, digna de comparar con la de un halcón. Su mayor deber como madre era mantener a Sarada a salvo, Sasuke confiaba en que lo haría y su mayor prioridad era esta, claro, quizá Sarada no lo comprendiera pero Sakura solo vivía por ella, por hacerla felicidad y garantizar que no le sucediera nada, siempre seria así.

-Pero lady Tsunade dice que estoy lista- protesto la Uchiha.

-¿En serio?- la pelirosa volteo a ver a su maestra

Tsunade suspiro de la forma más inaudible posible, no solo había brindado su opinión al respecto sino que le había garantizado a Sarada que entrenar a su edad no sería un problema, de hecho era de lo más normal o lo seria si Sakura no se empeñara en impedirlo cada oportunidad. Sabiendo todo lo que el consejo y la aldea habían hecho contra los Uchiha y contra Sasuke, Tsunade era quien más apreciaba todo cuanto el Uchiha estaba haciendo, sacrificando su propia vida por una aldea que bien podía o no valorar lo que estaba haciendo, y a su vez Sarada merecía ser entrenada, merecía poder elegir que camino seguir y siendo la hija de dos Sannin sin lugar a dudas resultaría ser un prodigio incuestionable, ya lo demostraba con su mente aguda y grandes conocimientos. Ella marcaria una diferencia.

-Quizá podría comenzar a enseñarle algunas cosas, para que así al menos pueda defenderse- defendió la Senju.

-¿De quién?- cuestiono Sakura con aparente tranquilidad, cuando en realidad estaba usando todo su autocontrol para no enfadarse.

-De cualquier amenaza- razono Tsunade, evidentemente.

Ya fuera que Sakura lo aceptase o no, la vida daba muchas vueltas, de la guerra se podía pasar a la paz en menos de una década y viceversa, y tal y como ahora todo lo que se respiraba era calma dentro de unos años podría ser desesperación y guerra, pero para ello debían de estar preparados y saber sobrevivir, eso era lo que Sarada quería hacer; estar capacitada para enfrentar el mundo, quería conocer la verdadera cara de la realidad y solo podría hacerlo si entrenaba y se volvía una Kunoichi capacitada, la mejor cuando menos porque Tsunade estaba completamente segura de que así seria. ¿La hija de dos Sannin y descendiente de los Uchiha? No podría esperarse otra cosa de esa niña salvo la grandeza absoluta.

-¿Acaso no vivimos en tiempos de paz?- dudo la pelirosa, no sabiendo que pensar ciertamente al respecto. -Por no decir que hay Shinobis capacitados que se ocupan de ello, entre ellos el Hokage, mi esposo y yo- cito Sakura con evidente negativa sobre el tema.

Claro que comprendía las cosas, sabía que el destino de Sarada, ella misma y Sasuke, la impulsaban a ser terca, determinada, elegir ser Ninja porque su predecesores y estirpe completa igualmente lo había sido. Que fácil hubiera sido ignorar todo eso y tener una vida relativamente normal, pero su caso no era ese ni lo seria jamás, su vida, la propia y la de Sasuke estaban sujetas a mayor empeño del que ellos mismos hubieran llegado a considerar posible siquiera en el pasado.

-Entonces solo puedo decir que espero que el día en que tenga que luchar no llegue- se resignó la Senju pero no del todo, conociendo a la pequeña Uchiha que bajo la mirada con tristeza. -Pero sabes tan bien como yo, Sakura, que una serpiente debe atacar, los lobos cazar…- enumero Tsunade reprobatoriamente de forma indirecta.

-Es una niña- alego Sakura.

Su hija se alejaría en algún punto como ella misma había hecho al tomar sus propias decisiones anteriormente hasta llegar a donde estaba, no podría aletargar más las cosas, pero tampoco deseaba dejar de ver a su hija como su princesa, su sol, su niña hermosa, pero debería de aceptarlo. Sarada intercalo su mirada desde lady Tsunade a su madre, incapaz de predecir cuál sería la conclusión de ese debate con respecto a si estaba bien entrenarla o no, si no era posible lo aceptaría, lo guardaría n su mente como un sueño irrealizable, pero le picaba la curiosidad el comportamiento de su madre, siempre había ido protectora pero no a ese punto, había escuchado sus relatos de la guerra de forma parcial. Pero lo vivido debía de ser muy desagradable como para que su madre fuera tan renuente a pensar en entrenarla siquiera.

-No lo será siempre- recordó Tsunade.


Sarada se sentó sobre la cama, observando con inquietud la luz de la luna que se filtraba por la ventana. El debate entre su madre y lady Tsunade no había traído resultados fructíferos con respecto a su fantasía, pero tampoco es como si pensara en exigir algo así, pero no conseguía entender del todo la renuencia de su madre, si, su instinto protector era lo que hasta entonces la había mantenido a salvo y garantizado que pudiera desarrollar su inteligencia con una eficacia irrefutable, pero Sarada intuía que había una razón más que esa para que su madre insistiera en no querer entrenarla, en no ver con buenos ojos que su carrera como Ninja, Genin, Shinobi o Kunoichi comenzara tan prontamente y la Uchiha sopesaba que no se debía únicamente a los malos recuerdos que su madre tenía de la época de la Cuarta Gran Guerra.

-¿Y si prometo tener cuidado?, ¿Y si tú me entrenas?- indago Sarada, viendo a su madre cruzar el umbral de la puerta.

-A dormir- ordeno Sakura, no deseando tener esa conversación con ella precisamente.

Sin protestar y bajo un aparente silencio, Sarada accedió a las órdenes de su madre, metiéndose bajo las sabanas y acomodando las almohadas en su espalda para estar lo más cómoda posible; no iba a dar por terminada esa conversación tan pronto. Kakashi Sensei le había dicho que había heredado la terquedad tanto de su madre como su padre, y aun cuando no tuviera a su pare como respaldo, Sarada estaba dispuesta a obtener respuestas, no iba a quedarse callada esperando nada.

-Por favor, mamá, piénsalo- pidió la Uchiha, arropándose sin apartar sus ojos del rostro de su madre, -eres una Sannin, ¿Quién mejor que tú?- razono Sarada evidentemente.

Sus padres eran dos leyendas del mundo Ninja, los Shinobis más fuertes tras el Séptimo Hokage, sentía orgullo de llamarse la hija de Sasuke y Sakura Uchiha pero eso no ra suficiente, deseaba emular su gloria actual y pasada, poder ser como ellos, ser la digna hija de dos Sannin legendarios, si su padre estuviese presente de igual modo le suplicaría que la entrenara, pero ya que no era posible esta circunstancia debía de apegarse a su madre que era el único vínculo emocional físico con que acercarse a su padre e intentar creer que él pensaría igual que ella de estar presente. Sakura negó para sí misma, acomodando las sabanas mientras se sentaba sobre la cama, observado a su hija que seguía presionándola tanto o más que su maestra, su hija era igual de valiosa para ella que el inmenso amor que sentía por Sasuke porque era una representación de cuanto se amaban, el reflejo de ambos porque era así, Sarada había heredado lo mejor de ambos y Sakura se enorgullecía de verla fortalecerse más cada día…pero someterla a un entrenamiento le parecía demasiado precipitado, por ello y porque no estaba capacitada para transmitirle todos los conocimientos que como Uchiha debía de poseer como tal.

-Ser ninja o saber pelear no te hace una heroína- protesto Sakura.

-Al menos enséñame a usar los kunai o la shuriken- pidió Sarada.

Sakura sonrió levemente, bufando a causa de la insistencia de su hija. Si Sasuke pudiera verla…era igual de terca que él, decidida y persistente, cuando tenía algo en la mente era demasiado difícil hacer que cambiara de idea, ciertamente Sarada había heredado la esencia natural de su personalidad, impulsiva en ocasiones y algo exuberantemente temeraria, pero antes que ser tan semejante a ella como Sasuke había insistido, Sarada era su viva imagen, una Uchiha, y es ahí donde radicaba el problema, ¿Cómo entrenarla específicamente? Aunque lo hiciera, no podría hacer lo mismo que Sasuke, no podría brindarle todas las respuestas que merecía tener sobre su Clan siendo que ella aun no terminaba de aprender y entender lo que significaba realmente llevar el apellido y el emblema de los Uchiha.

-Sarada, eres lo más valioso que tu padre y yo tenemos en el mundo- recordó Sakura, acariciando cuidadosamente el rosto de su hija que no despegaba su mirada de ella, -por eso es que él no está aquí, de otro modo él te entrenaría- aclaro la pelirosa, dándole omniscientemente una parte de la auténtica respuesta acerca de porque no deseaba entrenarla; porque su responsabilidad no recaía en ello, -sabes que todo es por nosotras, porque nos ama- garantizo Sakura.

Sin dejarse sorprender por sus palabras, comenzando a dudar un tanto de ese "amor" la pequeña Uchiha recargo u mentón en la palma de su mano, observando a su madre con sapiencia y apatía. Claro que creía en el amor que su madre sentía, pero-y se atrevía a dudarlo-¿Era correspondida? Veía cada día a los niños y niñas de su edad, sus padres, sus familias…no quería admitirlo pero sentía envidia, ¿Por qué ella no podía ver a su padre? Le parecía injusto y aún más ya que no tenía una razón en concreto.

-Ya me contaste esa historia- sonrió Sarada.

Una sonrisa divertida se plasmó en los labios de la matriarca Uchiha que hubo acomodado su postura para mayor comodidad. No podía evitar lo inevitable; Sarada dudaba de que sus palabras con respecto a Sasuke fueran ciertas y no la culpaba, ni a Sasuke que no podría regresar aun, de hecho tampoco le servía culpar a nadie y no pensaba amargarse innecesariamente por causa de esto, sabía que Sasuke no aprobaría que lo hiciera. Si su hija no iba a entenderla mediante "palabras románticas" como ahora llamaba a sus repetitivos discursos, quizá fuera mejor emplear otra estrategia; un relato nuevo.

-Por eso hoy te contare una historia nueva, la historia de los ninjas- aludió Sakura.

-¡Sí!- chillo Sarada emocionada, recostándose sobre las almohadas, lista y dispuesta a escuchar esta "nueva historia".

-Para que así comiences a ver que la vida de los Ninjas no es tan emocionante-menciono Sakura más para sí misma, pero siendo escuchada por su hija.

Cruzando las manos por sobre las sabanas, Sarada asintió únicamente. Los relatos de su madre no eran historias vacías sin fundamento; eran lecciones y metáforas, enseñanzas y consejos, sabía que mediante sus palabras podía encontrar parte de las respuestas que tanto ansiaba, así podía comprender el mundo y darle sentido a los baches e inconvenientes que encontraba en su camino, sus historias jamás eran ficción como si habrían de serlo otra clase de historias relatadas por otra madres a sus hijos…su madre siempre era sincera y decía la verdad.

-Hace mucho, en el origen de lo que hoy llamaríamos mundo, no existía el concepto Shinobi- inicio Sakura, causando la intriga deseada en su hija que escucho todo atentamente. -Cierta princesa llego desde las estrellas, su nombre era Kaguya Otsutsuki, su deseo era evitar las guerras y por ello comió del fruto del Dios Árbol, pudiendo así manipular el chakra- Sin apartar sus ojos del rostro de su madre, Sarada hizo todo lo posible por darle imagen a todo cuanto estaba relatando, con una veracidad que siempre conseguía sorprenderla. -Todo era idóneo, con ese poder se dieron por terminadas las guerras y la gente ya no tendría que morir innecesariamente, pero el poder siempre causa tentación y no tomo mucho tiempo antes de que las personas comenzaran a obsesionarse con el poder, causando divisiones, lejanías, separando a la propia Kaguya de sus hijos Hagoromo y Hamura quienes tuvieron que sellarla para evitar esto- relato Sakura, entrelazando su mano con la de su hija.

-¿Y así terminaron las guerras?- dudo Sarada, con curiosidad.

-Tristemente no, ya que la voluntad de Kaguya se manifestó mediante Zetsu Negro, su tercer hijo quien causo que los dos hijos de Hagoromo se enemistaran entre sí- admitió Sakura, viendo asentir a su hija que seguía paso a paso cada fragmento de su historia, -Indra; el mayor, de quien se originó el clan Uchiha, y Ashura; el menor, de quien se originó el clan Senju- Sarada sonrió levemente, viendo sus propios antecedentes familiares implicados en la historia. -De esta enemistad entre hermanos surge una incógnita: para mantener el orden en este mundo, ¿Es necesario el poder o el amor?- planteo Sakura como una pregunta abierta.

Bajo estas diferencias se forjaba el mundo y los ideales de la gente en su totalidad, ¿Qué se buscaba exactamente?, ¿La felicidad o la concertación de una ambición? Ambas cosas iban de la mano porque se complementaban entre sí solo si el deseo en el corazón de un individuo no era puramente egoísta o cruel.

-Eso es una aminoración, todos tienen ideas diferentes- razono la Uchiha.

-Exactamente- felicito la pelirosa, sonriéndole a su hija, -por ello esta enemistad se mantuvo de forma longeva por generaciones en que el clan Senju y el clan Uchiha solo se enfrentaban entre sí de forma desmedida, intentando hacer diezmar al otro, hasta que alguien…- culmino Sakura.

-Puso un alto al fuego; el Primer Hokage- bostezo Sarada, intentado ocultar este gesto.

Sakura sonrió al ver que la habitual rutina tenía lugar, como siempre: Sarada deducía el final de la historia justo cuando comenzaba acercarse su hora de dormir.

-Sera mejor que no cuente el resto de la historia porque la conoces, y porque tienes sueño- sonrió Sakura.

La pelirosa acomodo mejor las sabanas, viendo bostezar nuevamente a su hija que con suma lentitud fue dejándose guiar por el sueño que apena y la hacía anclarse a la realidad. Sakura se inclinó, besando cálidamente la frente de su hija, acariciando su rostro antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta, antes de tomar un certera decisión sobre si entrenarla o no tenía muchas cosas en que pensar antes de tomar una decisión. Todo sería mucho más fácil si Sasuke estuviera ahí…pero no estaba y debía hacerse a la idea.

-Mamá, prométeme que me entrenaras- pidió Sarada, claramente adormilada.

En el umbral de la puerta, Sakura volteo a ver a su hija que hizo todo a su alcance por mantenerse despierta, una imagen tanto tierna como adorable de contemplar, no había bien más preciado para ella que su hija y si el único medio de protegerla era entrenarla…tendría que resignarse y hacerlo.

-Lo pensare- prometió Sakura, apagando la luz.

Tenía que replantearse las cosas.


La misión en cuestión siempre lo llevaba a viejos lugares, puntos que había encontrado anteriormente y esa vez no era la excepción, dando con el viejo claro de un bosque que desembocaba en una impresionante pero serena cascada que parecía reflejar casi en su totalidad la luz del sol por sobre su superficie y toda la hierba del claro. Era uno de los pocos lugares en que disfrutaba estar, pero que esta vez le resultó extraño y confuso, despertando un sentir extraño en él, pero no desagradable en lo absoluto. La luz reflejada en el claro no impidió que Sasuke se percatara de la presencia d alguien en ese lugar, cerca de la orilla.

Avanzando lentamente hacia quien se encontraba tumbado sobre la orilla, la luz comenzó a esclarecer a la persona allí recostada permitiéndole a Sasuke contemplar un rostro que llevaba años fantaseando con volver a ver, ahí tumbada sobre la hierba-aparentemente dormida-delante de él se encontraba Sakura, suspirando acompasadamente con una expresión de completa paz y relación sobre su hermoso rostro que permanecía sereno. Resulto imposible para Sasuke resistirse, arrodillarse junto a ella y entrelazar brevemente su mano con la de ella antes de acariciar su rostro, siguiendo las suaves líneas que conformaban sus rasgos; sus mejillas, sus parpados, los contornos de su rostro, sus labios…

De forma lenta pero cautivante, los hermosos orbes de la pelirosa quedaron expuesto ante él, seductoramente adornados por aquellas largas pestañas que hacían más encantadora tierna y perfecta su mirada y la forma ne que sus ojos brillaban ante la luminosidad de la sonrisa que adorno sus labios, únicamente dirigida hacia él. Había soñado con ese momento en tantas oportunidades, seguía siendo tan hermosa y perfecta, no había cambiado en lo absoluto, seguía siendo la misma mujer a la que había visto por última vez hacia cinco años y que siempre seria perfecta ante sus ojos.

-Sakura…- Sasuke sonrió ladinamente.

-Sasuke- sonrió Sakura, sentándose tan prontamente como le fe posible, -lo siento, me quede dormida esperándote- confeso la pelirosa.

Ella jamás dejaba de sorprenderlo con su inocencia, co esa ingenuidad reflejadas en esos orbes esmeralda que reflejaban la pureza y bondad de su corazón. Sabía que era inmerecedor del amor que ella le profesa, ¿Qué había sacrificado por ella? Probablemente nada pero porque no podía hacerlo, ella había arriesgado su vida en infinidad de ocasiones, había estado dispuesta a abandonar todo cuanto poseía por él…y de ser posible Sasuke hubiera hecho lo mismo, pero comparado con ella él no poseía absolutamente nada, ella era todo para él, su bien más apreciado, la única mujer en su vida, a quien más amaba en el mundo. Si algo sacrificaba por ella era su vida y no dudaba en hacerlo y cumplir esa misión y así protegerla a ella y a Sarada.

-¿Me estabas esperando?- se sorprendió Sasuke, sentándose a su lado.

-Desde luego que sí, mis sentimientos cruzan kilómetros solo para dar contigo- garantizo la pelirosa sin desvanecer la radiante sonrisa de sus labios. -Deseo verte a los ojos y abrazarte de nuevo después de tanto tiempo- declaro Sakura, alzando una de sus manos y acariciando con extremo cuidado y devoción el rostro de él. -Hay tantas cosas que quiero contarte, tanto que quiero compartir contigo- reconoció la pelirosa.

Podía imaginarse que clase de coas iba a contarle y de serle posible Sasuke hubiera dedicado cada momento a escuchar y en realidad siempre lo hacía, se atrevía a admitirlo; la conocía tanto como ella lo conocía a él, desde siempre había estado enamorado de ella, en la actualidad podía admitirlo pero en sus días como Genin había sentido tanto miedo de formar un vínculo que podría perder que se había negado la posibilidad de aceptar la importancia que ella cobraba en su vida hasta volver a verla años después y entonces había luchado contra su propio sentido del deber y sus prioridades, formando un margen invisible que había preservado sus sentimientos por ella que no hacían más que creer más y más cada día.

-Me gusta esa idea- admitió el Uchiha.

Puede que su propio orgullo y experiencia por causa de todas las perdidas en su vida lo hicieran parecer indiferente, pero eso distaba mucho de la realidad y quien era en realidad, en lo más profundo de su ser sufría por esa distancia, por estar tan lejos de su hija y en especial de la mujer que amaba, esa distancia lo torturaba cada día teniendo que lidiar con pesadillas que no tenían lugar si se encontraba junto a Sakura, esas pesadillas que había tenido desde la masacre Uchiha…ella era la calma en su vida y no estando junto a ella nada tenía sentido para él.

-Siempre estoy contigo Sasuke, aun cuando no me veas- recordó la pelirosa con su dulce y afable voz, comparable a la cadenciosa voz de una sirena, -no importa si es aquí o en otro lugar, nunca me iré de tu lado- prometió Sakura, aludiendo las palabras que él le había dicho cinco años atrás.

La ocasión era perfecta, todo respecto a ella era absolutamente perfecto; la forma en que la luz hacia relucir la suavidad de su piel, como brillaban aún más sus hermosos ojos, la dulzura de su sonrisa, no podía imaginar la vida sin ella siquiera, ella era la única luz en su vida, su camino en el mundo, si había soportado esos años lejos de ella era precisamente porque la amaba, de otro modo no lo pensaría dos veces y regresaría a Konoha llevándola consigo. Pero las cosas no eran así de sencillas, tenían una hija a la que amaban y deseaban proteger por encima de cualquier cosa, eso significaba más para ambos que cualquier otra cosa en el mundo, porque sus sentimientos se conectaban gracias a Sarada. Sintiendo la pesada atención de los ojos del Uchiha sobre su persona, observando con atención y devoción cada uno de sus gestos, Sakura bajo la mirada, sintiéndose abrumada por lo que solamente él conseguía provocar en ella, por todo lo que él precisamente significaba en su vida, él era su todo, su fuerza y respaldo, gracia a él tenía fuerzas para ser paciente y esperar ansiosamente cada día el momento en que la espera por fin terminara.

El Uchiha sostuvo delicadamente el mentón de ella haciendo que levantara su mirada, encontrándola con la suya, no deseando perder momento alguno de contemplar su rostro, su belleza y todo lo que ella significaba en su vida y que siempre significaría, hasta su último aliento. De forma natural, producto de la necesidad y unidad que los hacia amarse tan sinceramente como lo hacían, los rostro de ambos se acercaron de forma inequívoca, no sin que Sasuke observara maravillado como ella cerraba sus ojos sin hacer desaparecer aquella sonrisa, completamente entregada a él, tan devota como él a ese amor que les permitía vivir, que los hacia permanecer juntos a pesar de todo...

Sasuke parpadeo al sentir la tenue luz del sol que consiguió despertarlo, el Uchiha se reprendió ante su propia debilidad que lo hizo contemplar si es que la mujer que tanto amaba se encontraba a su lado…entre tantas habituales pesadillas su único descanso era imaginarla a ella, tan hermosa y perfecta como la recordaba pese a saber que sus sueño y recuerdos apenas y podrían hacerle justicia a como era realmente y cuanto debía de haber cambiado en los años que habían transcurrido, pero si había cambiado Sasuke estaba seguro que era para mejor, la conocía a la perfección como para pensar esto. Irrumpiendo en sus pensamientos, de forma sorpresiva un halcón aterrizo pulcramente sobre el suelo, oportunidad que el Uchiha aprovecho para tomar la carta que tenía, percibiendo de forma inmediata el inconfundible aroma a rosas y jazmines que conocía a la perfección, leyendo las palabras escritas en la carta:

Espero que estés pensando en mi tanto como yo pienso en ti.

Sé qué hace años insistí en que Sarada se parecía mucho a ti pero ahora lo reafirmo, es igual de terca que tú, persistente y tenaz, insiste en querer entrenar. Sé que tiene la edad apropiada y es el momento adecuado ya que debe entrar a la academia en unos meses, pero ¿Cómo ser maestra en vez de madre? Te confesare mi verdad; tú eres el Uchiha aquí, no yo, no sé cómo entrenarla realmente, no poseo los fundamentos que tú tienes, pero comienzo a pensar que postergar las cosas no ayudara en nada a que podamos protegerla como deseamos, pero asumo que tomar una decisión sería igual de difícil para ti, lo sé porque te conozco mejor que nadie.

Me desahogo en estas palabras porque cada día es un reto nuevo para mí, pero solo subsisto gracias a sus palabras: no importa si es aquí o en otro lugar, nunca me iré de tu lado. Te amo ahora y siempre Sasuke y eso nunca va a cambiar.

Un suspiro casi inaudible fue todo cuanto emitió el Uchiha, sonriendo ladinamente ante la reciente información, doblando cuidadosamente la carta, imaginando todas las proezas que Sakura debería de hacer para complacer los deseos de su hija que parecía haber heredado su capacidad para hacerla perder la paciencia, claro que hubiera deseado poder entrenar a su hija, ayudar a Sakura a aminorar las dudas que sospecha tenia Sarada, pero tal y como había escuchado en su sueño…debería ser paciente y esperar, en algún momento esa distancia intransitable desaparecería y todo podría ser como antes, todo se volcaría en su favor y en el de Sakura y Sarada.

Solo tenía que ser paciente y esperar.


-Ambas sabemos que deberías entrenarla, tiene la edad apropiada y la necesidad- aludió Tsunade, observando de sola sayo a la Uchiha, -dentro de un par de meses entrara a la academia- recordó la Senju.

-Creí que vino por una visita de cortesía, maestra, no a criticarme- alego Sakura.

Sakura termino de revisar los expedientes sobre su escritorio con la diligente colaboración de su maestra. Sarada se encontraba junto a Chouchou bajo la supervisión de Karui, aunque en realidad no necesitaba supervisión, Sarada era respetuosa y callada, sabía cómo comportarse por mero instinto e inercia, la tendencia de Sasuke a la introspección era algo que Sarada había heredado indudablemente y que la hacía ser igual de responsable que ella misma, Sakura sabía que no necesitaba vigilar a su hija para saber que siempre hacia lo correcto. Una risa divertida y sínica abandono los labios de la Senju que arqueo una ceja, levantando su mirada hacia la Uchiha.

-Deje de ser tu maestra hace muchos años, Sakura, pero eso no significa que no seas importante para mí tanto o más de lo que Sarada lo es para ti- aludió Tsunade con su habitual tono de voz plasmado de falso sarcasmo y arrogancia. -Recuerda como deseabas estar al nivel de Sasuke y Naruto cuando te tome bajo mi tutela- menciono la Senju, haciendo empatizar a su antigua pupila, -si lo que dices de Sarada solo es tu reflejo, quiere ser más fuerte y tú eres un ejemplo para ella- esclareció Tsunade.

Habiendo tomado bajo su tutela a la-ahora-señora Uchiha en sus días de Genin, Tsunade había desarrollado un sincero afecto por Sakura, para ella era la hija que nunca había tenido y no solo porque ambas fueran relativamente similares en muchos aspectos, sino porque sus ideales de paz y justicia eran idénticos, y el corazón noble de la Uchiha la hacía alguien digna de apreciar y adornar por todos, de hecho los niños la adoraban, por no decir los admiradores que seguía teniendo pese a ser una mujer casada y a quienes rechazaba en cada oportunidad. Sasuke tenía mucha suerte, si otra mujer se encontrara en la situación en que Sakura se encontraba…pues el tema era simple; Sakura era una mujer especialmente querible y amable, alguien a quien el mundo entero valoraba y apreciaba con facilidad y con razón.

-¿Pero cómo puedo entrenarla?- Sakura formulo finalmente la pregunta que llevaba callando desde hace un par de semanas. -Siento pánico de la idea que se haga daño, no podría hacerlo sin temer ver que salga herida- admitió la Uchiha.

-Pero eso debe pasar, mejor aún si eres tu quien se lo enseña- razono la Senju, comprendiendo su preocupación, -si Sasuke y tú quieren que este protegida y a salvo; esta es la mejor forma- ratifico Tsunade, conociendo a la perfección a su alumna y confiando en el criterio del Uchiha, -Sarada quiere ser como ustedes, debes tener fe en ella- indico la Senju.

Dejando los documentos sobre el escritorio, Sakura se tocó las sienes, pidiendo paciencia interiormente, suspirando sonoramente antes de sonreírle a su maestra que la observo un tanto divertida por su gesto de prerrogativa. Sin duda alguna todos los problemas y angustias habían hecho a Sakura madurar como mujer y saber tomar decisiones decisivas sin problema alguno, pero en el fondo seguía siendo igual de infantil y tierna como siempre.

-Supongo que he de hacerme a la idea- se resignó Sakura, sabiendo que en efecto ella era quien debía de cargar con la responsabilidad, -además hay otro asunto- aludió la Uchiha, viendo asentir a su maestra que la escucho atentamente, -quizá sea una Uchiha por matrimonio pero no hay nada con que pueda ayudarla a aprender parte de lo que fue o es como tal, apenas y yo manejo una cuarta parte de lo que fueron y son los Uchiha- confeso Sakura, con tristeza. -¿Quién soy yo? Sasuke podría hacerlo, pero yo no- razono la Uchiha.

Podía entrenar a Sarada y llevaba un par de días aceptando la posibilidad, pero solo en lo fundamental y sus áreas propiamente más afines y las que manejaba lo suficientemente bien para instruirla necesariamente, pero en cuanto a lo referente al elemento fuego, el Sharingan-en caso de que Sarada lo despertara-y la genealogía del clan Uchiha como tal…solo Sasuke podría encargarse, ¿Cómo pretendía hacerlo ella? Era imposible, no tenía los conocimientos para hacerlo, todo eso era terreno desconocido para ella.

-En eso quizá pueda ayudarte- tranquilizo la Senju, confundiendo a la Uchiha que parpadeo extrañada por su mención, -pero tú has de entrenar a Sarada como ella quiere que lo hagas- reprocho Tsunade, no desviándose del tema central, -debes esforzarte cinco veces más que con cualquier otra persona, diez veces más de ser necesario hasta que sea más fuerte incluso que tú- indico la Senju con ese tono determinado en su voz que le recordaba a Sakura sus viejos días pasados bajo su tutela, -porque sabes que esa niña será más fuerte, después de todo es tu hija, tuya y de Sasuke- sonrió Tsunade, orgullosa de su alumna.

La Uchiha sonrió de igual modo. Si, esa era la auténtica verdad de todo; Sarada estaba destinada a transitar por tanto como Sasuke y ella habían tenido que tolerar hasta la fecha y más, pero si quería que ella estuviera a salvo, debían de volverla fuerte, tan fuerte como para poder sobrevivir a pesar de todo. Pese a su anterior renuncia, Sakura acepto que debía de tomar una responsabilidad en que jamás había reparado al momento de ser madre pero que debía asumir ante la ausencia de Sasuke:

Entrenaría a Sarada.


La Uchiha dio un paso el falso, consiguiendo evitar una segura caída que le permitió evadir el kunai que pasó rozando su hombro, sin lastimarla afortunadamente, recobrando la compostura, Sarada levanto la vista hacia su madre que se encontraba un par de pasos lejos de ella. Entrenar a alguien perteneciente al clan Uchiha significaba un gran reto por los antecedentes genéticos y familiares con respecto al Sharingan, los Uchiha eran ninjas por encima del promedio, tanto si poseían el Sharingan como si no, y Sakura había tenido que recurrir a algo de la ayuda de su amiga Tenten para instalar una serie de trampas conformadas por Kunais cuyos cables solo debía cortar para probar minuto a minuto los reflejos de su hija que comenzaba a aprender las tácticas y la agilidad que debía de tener en una batalla.

-No puedes bajar la guardia- reprocho Sakura.

Ya habían pasado por las etapas más básicas del entrenamiento, el uso y manejo de los Kunais y Shuriken como Sarada había pedido inicialmente y que eran una de las muchas artes que el Clan Uchiha debía dominar por excelencia y que Sarada había conseguido aprender con sorprendente velocidad así como todo lo que ella le estaba enseñando. Lady Tsunade había prolongado su estadía en la aldea con el fin de ayudar a administrar brevemente el hospital, dándole el tiempo necesario para entrenar a Sarada sin limitaciones de tiempo. Inicialmente había sido difícil ignorar su preocupación como madre pero Sarada era tan abnegada y centrada en no hacerle las cosas fáciles que la matriarca Uchiha había concluido que entrenarla personalmente era la mejor decisión posible en ese caso.

-Tal vez hayan reglas entre los Shinobis, pero debes adelantarte a lo que hará tu oponente, una batalla nunca será justa, no puedes garantizar que lo sea a menos que tu mente este un paso adelante de quien está frente a ti- instruyo Sakura, ocultando eficazmente su preocupación por su hija. -De nuevo- indico la pelirosa.

Sarada sonrió, suspirando para sí misma, evadiendo velozmente el kunai en su dirección, con ayuda del que tenía en su mano para orgullo de su madre que corroboraba la agilidad de sus reflejos, en poco más de una semana ya comenzaba a demostrar lo capacitada que estaba intuitivamente en las bases shinobi; inteligencia, agilidad y destreza, pero aún faltaban; el control de chakra, los elementos, ninjutsu, taijutsu y otras áreas ligeramente menos importantes, pero todo a su tiempo.

-¿Qué sigue en la lista?- curioseo Sarada.

Su madre no le daba tregua y si hacia algo bien no la felicitaba más de lo debido…era una maestra perfecta cundo menos y Sarada sentía que podía llegar lejos gracias a ella, claro, se daba cuenta de sus gestos personales de preocupación de vez en vez, pero jamás interferían con los avances del entrenamiento, jamás imitaban cuanto debiese aprender, jamás significaban un problema. Era su madre, Sarada no podía esperar que actuase de otro modo y la hacía sentir segura y a salvo que fuese ella quien la entrenara, le hacía sentir que le enseñaba a protegerse de las adversidades y así era.

-Terminemos con esto y luego ya veremos- dicto Sakura, inflexible.


La pequeña Uchiha cambio la página del libro que estaba leyendo, sentada en la sala de su casa, levantando brevemente su mirada hacia la puerta que se cerró ante la aparición de su madre que cargaba una serie de pergaminos y documentos entre sus brazos, intuitivamente Sarada hubo de suponer que eran del hospital, trabajo, como siempre, pero era una rutina habitual, de hecho Sarada comenzaba a aprender lo básico sobre medicina y ninjutsu medico gracias a la ayuda que de vez en vez le daba a su madre en la medida de lo posible a causa de su edad e inexperiencia. Era más temprano de lo usual y Sarada no podía estar más feliz por ello de lo que ya demostraba al sonreírle inmediatamente a su progenitora, devolviendo su mirada a su lectura.

-Quizá ahora no tengamos mucho de lo que presumir, pero nuestros antepasados fueron precavidos y nos dejaron dones, recuerdos, un legado con que entender su sacrificio y su forma de pensar- menciono Sakura, confundiendo a Sarada que hubo levantando la vista de su lectura, -el clan Uchiha no es la excepción y tal vez con esto puedas entender de que hablo- Sakura dejo una seguidilla de pergaminos sobre el escritorio, delante de su hija.

Claramente los documentos que su madre había traído si implicaban trabajo del hospital como tal, pero no los pergaminos que fueron dispuestos frente a ella y que Sarada observo con incertidumbre, si su madre aludía al clan Uchiha al entregarles esos pergaminos…eso solo podía significar una cosa, algo que Sarada apenas y podía creer a causa de la emoción, los relatos de su madre estaban materializados delante de ella, algo sin precedentes.

-Son…- jadeo Sarada, maravillada.

-Si, pergaminos del clan Uchiha- corroboro Sakura, sonriendo al ver a su hija abrir uno de forma inmediata, sumergiéndose en un lectura absolutamente devoradora, -cortesía de lady Tsunade- menciono la pelirosa, riendo suavemente para su hija que, avergonzada, despego escasamente sus hijos del pergamino.

Sentándose sobre el sofá, de donde podía contemplar a su hija sin el menor problema, Sakura se centró en los documentos propios de su trabajo, alzando la mirada de vez en vez, sonriendo al ver los encantadores orbes ónix e su hija que brillaban de fascinación absoluta. Cada día se enorgullecía más y más de su hija en quien veía reflejado a Sasuke y los mejores aspectos de su persona, deseaba tanto volver a verlo, la distancia y lejanía era tan intransitable que la hacían llorar de forma desconsolada en lo más profundo de su corazón, formando una imagen de perfección y sobriedad total, algo muy lejano de lo que sentía en realidad.

-El Sharingan- reconoció Sarada con fascinación, levantando la mirada hacia su madre.

-¿Ya habías oído de él?- inquirió Sakura, recordando que ella por su parte no lo había aludido siquiera.

Sakura se levantó del sofá, sentándose tras su hija, sobre el suelo, observando el contenido del pergamino que documentaba las bases del Clan Uchiha y sus principales dones, más específicamente el Sharingan, pero eso no la sorprendía en lo absoluto, más si lograba confundirla el tono de reconocimiento en la voz de su hija al mencionarlo, casi como si lo comprendiera siendo que ella jamás lo había mencionado, en realidad no tenía porque ya que ella manejaba los conocimientos generales con respecto a este Dojutsu.

-Algo, se lo pregunte a Kakashi Sensei la última vez- sonrió la Uchiha, viendo asentir a su madre. -Es hermoso ¿Todos los Uchiha pueden obtenerlo?- indago Sarada, curiosa con respecto a esto.

Si Sakura estaba de acuerdo en algo era en las palabras de su hija, si, el Sharingan era simplemente hermoso, o al menos el que ella si conocía y que no le resultaba intimidante en lo absoluto, ¿Cómo podría? Desde siempre recordaba este Dojutsu que de uno u otro modo formaba parte de su vida. Pero tristemente obtener el Sharingan no era algo agradable de mencionar siquiera y Sakura deseo no tener que responder esa pregunta pero sabía que debería de hacerlo o u hija no lo sabría, seguramente los pergaminos presentes no aludirían la razón tras la existencia del Sharingan y su conexión con los sentimientos, o no como ella sabía que estaban relacionados. Era mejor esclarecer la verdad de forma inmediata.

-No, porque hace falta un gran sacrificio para ser digno poseerlo siquiera- aludió Sakura, confundiendo a su hija que espero una explicación por su mención. -Los Uchiha no son particularmente conocidos por ello, pero ellos aman con tal intensidad que al perder aquello que les resulta valioso provoca una especie de desesperación, un frenesí que desemboca en dolor y odio, de ahí el ojo que refleja los sentimientos; el Sharingan- explico la pelirosa, satisfaciendo la curiosidad de su hija.

Sarada oculto su sorpresa y asombro al escuchar esto, jamás hubiera pensado que algo tan hermoso-como a ella le resultaba-el Sharingan, ocultara semejante detonante tras de sí…bueno, ahora entendía cómo es que su padre lo había obtenido siendo un par de años mayor que ella siquiera en su día, la hacía sentir angustia el solo imaginar como había tenido que lidiar personalmente con todo eso, la hacía acercarse emocionalmente a él.

-Ruego que no tengas que pasar por eso si llegas a obtenerlo, por eso quiero que tomes todo con calma Sarada, el mundo Shinobi no es un lugar fácil, se ha de pelear cada día si se es parte de él- Sakura acaricio acompasadamente los hombros de su hija, -y sigues siendo una niña- recordó la pelirosa.

Pero no lo seré siempre, pensó Sarada asintiendo ante las palabras de su madre, clavando su mirada en el pergamino, continuando con su lectura. Quizá ella pudiera obtener el Sharingan de forma diferente, no necesitando sufrir por perder a quienes amaba, ni a su madre ni a su padre.

Quizá con ella las cosas fueran diferentes.


Sarada cayó de rodillas sobre el suelo, quejándose escasamente del dolor ante su propia resistencia, sacudiéndose el polvo de las rodillas y los brazos. Claro que confiaba en las palabras de su madre pero una cosa era manejar el chakra y poder subir un árbol sin problema alguno y otra muy diferente era escalar el enorme muro de roca natural que estaba delante suyo y que fácilmente conseguía intimarla con su sola presencia. Eso le resultaba irrealizable a su entender, las instrucciones de su madre no parecían tener el mismo valor que sus palabras, Sarada sentía que necesitaba una prueba física para otorgar credibilidad a su instrucción.

-Sigues dudando, Sarada- reprendió Sakura.

Tan apresuradamente como le fue posible, Sarada se puso de pie, contemplando a su madre que con aquel gesto preocupado se situó a su lado pese a no exteriorizar como se sentía en realidad. La pelirosa suspiro sonoramente para sí misma, observando el muro delante de ella y luego a su hija que le sostuvo la mirada sin el menor problema, considerando la prueba como un reto imposible pero no lo era y Sakura estaba segura que debería de demostrárselo para que su hija lo creyera posible.

-No, mamá- protesto la Uchiha.

-Si, lo haces- corto Sakura de manera irrefutable. -¿Acaso no pudiste trepar un árbol la última vez?, ¿Qué te impide subir este muro?- cuestiono la pelirosa con fingida exasperación.

La Uchiha bajo tristemente la mirad…deseaba ser como su madre, igual de fuerte y capaz, pero sentía que no podía, sus propias inseguridades la hacían pensar así, ¿Cómo pensar siquiera que su madre hubiera tenido duda al estar en su posición? Le resultaba inviable imaginar que su madre hubiera sido débil en algún punto, actuaba con tal seguridad que la hacía parecer que siempre había sido capaz y fuerte pese a que ella dijera otra cosa en incontables ocasiones. Había escalado un árbol sin problemas, de hecho había repetido la acción por días para garantizar que podía sostener un equilibrado control de chakra, pero esta vez sus dudas la estaban haciendo flaquear como no deseaba hacerlo frente a su madre.

-Es diferente…- alego la Uchiha, intentando convencerse de ello.

-¿Cómo?- cuestiono Sakura, recibiendo el silencio como única respuesta. -La diferencia está en tu mente- espeto la pelirosa.

Sin titubeo alguno, Sakura avanzando a grandes zancadas hasta situarse frente el muro bajo la confundida mirada de su hija, ocultando su brazo izquierdo tras su espalda, impulsándose de un salto y rompiendo superficialmente la pared de roca sin ningún problema, repitiendo la acción con su mano izquierda que ahora decidió utilizar, escalando sin impedimento alguno, rompiendo superficialmente la roca bajo sus manos sujetándose de esta sin reparar en nada más que en subir, ni siquiera en el medio que estaba empleando por mero instinto como Shinobi, llegando a la cima del risco. No habiendo usado siquiera una fracción de su fuerza siquiera, no resulto un problema para Sakura descender con la elegancia propia de un felino, aterrizando perfectamente con una destreza envidiable para cualquiera. Sarada parpadeo con incredulidad, no acaban de creer lo que veía, lo que su madre le estaba demostrando, sus propias palabras convertidas e hechos sólidos. Sakura volteo a ver a su hija que parpadeo incrédula, alternando su mirada desde el muro hacia ella, negando para sí misma, teniendo una sonrisa de orgullo y admiración en su rostro.

-¿Lo ves?- sonrió Sakura, sacudiéndose el polvo de las manos con un gesto parcial. -La diferencia la establezco yo, la establece mi mente y que tanto empeño pongo para que así sea, tú también puedes pero solo si así lo deseas- indico la pelirosa, recibiendo un asentimiento de parte de Sarada que dejo atrás su incredulidad. -Eres más fuerte de lo que tú crees Sarada, lo sé, lo siento, pero si no te esfuerzas no podrás confiar en ello- Sakura limpio con sumo cuidado una difusa mancha de tierra sobre la mejilla de su hija, -necesitas creer que puedes, lo demás vendrá después- indico la pelirosa, transmitiéndole su confianza a su hija.

Cerrando los ojos por un breve momento, Sarada suspiro para sí misma, abriendo los ojos con una mirada mucho as determinada, las palabras de su madre eran más que palabrería o reprimenda alguna, eran instrucciones claras...cinco veces más, diez veces más, cien veces más si hacía falta, ella misma debía autoexigirse más a cada momento hasta ser más fuerte que cualquier kunoichi si quería sobrevivir, más que cualquier hombre, debía de estar por encima de los limites propios de su sexo y sus capacidades, debía presionarse si mis y probar sus límites, así es como sus padres habían conseguido llegar tan lejos como para ser quienes eran.

-De nuevo- pidió Sarada.

Con un gesto determinado, la Uchiha siguió la indicación que su madre había realizado inconscientemente, centrando su chakra en las palmas de su manos, rompiendo superficialmente la roca sin el menor esfuerzo, repitiendo el actuar una y otra y otra y otra vez bajo la atenta mirada de su madre que la contemplaba escalar con más seguridad a cada paso que daba, segura por las palabras que su madre le había obsequiado como consejo indeleble. Sin importar lo que costase ni el tiempo que significara, no iba a rendirse; era la hija de Sasuke y Sakura Uchiha y-al igual que sus padres-jamás se rendiría, llegaría muy lejos y pondría su vida y su propio destino a expensas de algo mayor y de una importancia sumamente relevante para el mundo entero y la existencia mundial. Su vida no le pertenecía a ella sino a una causa mayor.

Dejaría su nombre marcado en la historia Shinobi.


PD: estoy a punto de salir de vacaciones, lo cual significa-para todos aquellos que siguen, lee o comentan mis fics-que tendré más tiempo libre par escribir excepto el miércoles que he de dar mi ultimo examen :3 y si todo sale como espero me tendrán actualizando tan pronto como me lo permita mi mente y tiempo :3 este capitulo esta dedicado a DULCECITO311 (cuyos comentarios adoro) y a claudy05 (a quien agradezco su gentileza y atención por seguir esta historia) :3 anteriormente había mencionado que añadiré a este fic algunos capítulos de "Boruto: Naruto Next Generations" y en efecto sera así desde la próxima actualización que se titulara "Sentimientos Conectados" y que aludirá el primer capitulo de "Boruto: Naruto Next Generations" y uno de los capítulos del Gaiden de la Familia Uchiha, pidiendo su paciencia ya que quizá tarde algo más al entrelazar manga y anime a su vez :3 como dato técnico inspire este capitulo en la película "Wonder Woman" estrenada hace muy poco y protagonizada por Gal Gadot, porque creo que algunas cosas quizá se desenvolvieron de esta manera, y la escena entre Sasuke y Sakura esta ambienta la escena sucedida al inicio del capitulo 25 de "Muhtesem Yuzyil Kösem" para aquellos que sientan curiosidad :3 muchas gracias mis queridos amigos, amigas y lectores, gracias por la atención que tienen al leer, comentan o seguir la historia en todas sus formas :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3