—Este fic es una precuela de mi historia "El Sentir de un Uchiha" centrada en Sasuke, Sakura & Sarada. Ni los personajes ni la historia me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoría de Masashi Kishimoto, mas la narración, trama vinculante y pasado de los personajes (Fugaku, Mikoto, Itachi & Sasuke, entre otros) son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronología de la historia :3 Les sugiero oír "Dark Paradise" de Lana del Rey para Mikoto, "Fairytale" de Alexander Rybak para Fugaku, "Earth Song" de Michael Jackson para Itachi, "Blood Circulator" de Asian Kung-Fu Generation para Shisui, "Rockabye" de Anne Marie & Sean Paul para Hazuki e Izumi, y "Sign" de Flow para el contexto del capitulo.


Tras el nacimiento de Itachi, todo se fue tornando en una dulce rutina y más que nunca Mikoto abrazó su rol como Matriarca; dejo de preocuparle que tan apremiantes o demandantes fueran las obligaciones de Fugaku, ella de una u otra forma siempre estaba ahí para apoyarlo; dejo de preocuparle si había una guerra en ciernes o no, sentía que todo estaría bien y Fugaku siempre estaba cerca para tranquilizar cualquier inquietud; dejo de preocuparle lo que pasaba a su alrededor, no podía controlarlo al fin y al cabo, por lo que en lugar de pensar en lo que no podía cambiar, la Matriarca Uchiha se volcó completamente hacía su hijo. El sentir de Fugaku no fue muy diferente, por fin había una tranquilidad real en el ambiente y que hacía al Patriarca Uchiha sonreír ladinamente cada vez que reflexionaba en ello; ya no había voces que sospecharan de Mikoto, porque ya había un heredero para el linaje del clan, Mikoto ya tenía veintiún años, por lo que ya no era vista como una niña inexperta y él mismo fue separándose de las decisiones de su Consejo de Asesores, se estaba convirtiendo en un hombre mayor y tratar de manipularlo era un poco tonto de parte de quienes lo rodeaban, aunque ninguna labor se comparaba con criar un hijo. Afortunadamente, Mikoto y Fugaku tuvieron mucha ayuda en ese proceso; por parte de Fugaku se hallaban su hermano Teyaki y su cuñada Uruchi, y por parte de Mikoto estaban Kiyoshi, Ena, lady Eshima, Hazuki…no era una mentira decir que su casa jamás estaba vacía en los meses posteriores al nacimiento de Itachi.

Antes de darse cuenta, pasó el primer año y casi a las semanas de ello Itachi comenzó a caminar, a las semanas a hablar y ya en los siguientes meses a explorar el mundo que lo rodeaba con ansias admirables; tenía una alegría muy particular al hacerlo todo, quería aprender y rápido, pero todo le resultaba un juego emocionante. Antes Fugaku solía regresar a casa únicamente para gozar de la infaltable compañía de su esposa, pero su rutina ahora era diferente, ahora intentaba contestar a cualquiera de la incógnitas que su hijo comenzó a manifestar cuanto más crecía, quizás fuera la constante compañía de Shisui—el hijo de Kiyoshi y Ena—a quien era tan cercano, pero la firmeza de Itachi al hablar e interrogar era admirable, nada parecía demasiado para él pese a ser un niño tan pequeño y ya con dos años, empezó a interesarse por entrenar. Por supuesto que Fugaku no lo entrenó entonces, pero la excusa para enseñarle a leer surgió al presentarse pergaminos del clan Uchiha, ni siquiera los temas más serios parecían aburridos para el pequeño Uchiha, quien detenía su lectura y hacía preguntas cada vez que no entendía algo, y si Fugaku no disponía de tiempo suficiente para responder al acudir a casa a almorzar, respondía al llegar a casa por la tarde e Itachi guardaba ansiosamente esa pregunta a la hora de la cena. Ya fuera el almuerzo o la hora de la cena, todo se volvía una lucha constante y que hacía sonreír tanto a Mikoto como Fugaku, quienes lucharon por no quedar en evidencia bajo la aguda mirada de su hijo, aunque ni siquiera eso lo disuadía:

El momento más gracioso del día durante esos primeros meses fue sin duda ver como Itachi se empeñaba en comer solo, luego de cumplir dos años ya no le placía que su madre le diera de comer, él mismo tomaba la cuchara y aunque al principio fue algo demasiado divertido para tomárselo en serio, a las pocas semanas se agarre se tornó firme y lo que al principio pareció motivo de risa, pronto fue de admiración, ¿De dónde venía esa premura por hacer cosas? Ni siquiera el mismo Itachi lo sabía, solo sentía que había una única dirección y esa era hacía adelante. Los primeros pergaminos que Fugaku le entregó fueron una buena introducción, Mikoto lo notó cada día, vigilando a Itachi mientras se ocupaba de los quehaceres de la casa, la agudeza de su mente pronto demandó más contenido y la misma Mikoto comenzó a presentarle algunos libros de naturaleza seria, no impropios de un niño, pero sí diseñados para niños mayores de lo que el pequeño Uchiha era, y ya que Fugaku siempre estaba ocupado de día con el trabajo, en Mikoto recayó comenzar a presentarle a Itachi las armas que un Shinobi debía usar en batalla, cuando cumplió tres años. Kunai, shuriken y demás, le enseñó cómo lanzarlos y estuvo ahí para corregirlo cada vez que se equivocaba, ¿Por qué había decidido enseñarle eso a su hijo? Los susurros de guerra eran cada vez más intensos, y los susurros pronto se convirtieron en un hecho cuando un día el Tercer Hokage anunció que Iwagakure y Kumogakure habían declarado la guerra a Konoha para inquietud de los habitantes de la Aldea.

El Mundo Shinobi volvía a estar en guerra.


Tres Años Después

Recostado sobre la hierba del jardín, el pequeño Itachi de tres años sonrió mientras veía a un gato negro rondar sobre la hierba frente a él, el gato no era suyo, pero tendía a pasar mucho tiempo en el barrio Uchiha y no eran pocas las personas que compartían sus alimentos con él, era más sorprenden que el pequeño gato no estuviera más gordo por consumir tanta comida, el mismo Itachi siempre llevaba un trozo de su desayuno consigo en caso de que el gato visitara su casa y siempre lo hacía a esa hora. El pequeño Uchiha, de ya tres años, vestía una camiseta azul oscuro de cuello alto y cortas mangas por sobre los codos, con el emblema Uchiha en la espalda, pantalones negros y sandalias ninja color negro, destacaba por su liso cabello azabache, pero no azulado como el de su madre sino más bien ébano, enmarcando su alegre rostro, resaltando todavía más sus ojos gris oscuro que seguía cada movimiento por parte del gatito, que finalmente se levantó del suelo y procedió a acicalarse para divertimento del menor, quien se recordó parpadear lento para no intimidarlo. En momentos como ese, Itachi deseó que Shisui no fuera casi dos años mayor que él, de otro modo jugarían juntos todo el tiempo; su primo Baru también era dos años mayor y ya estaba por entrar a la academia dentro de unos meses, y su prima Hana tenía su misma edad, pero sus intereses eran demasiado diferentes, ¿Por qué las niñas no disfrutaban de jugar lo mismo que los niños? Ella siempre se negaba a lo que sea que él le propusiera jugar, diciendo que era aburrido.

—¡Itachi!, ¡Hora de Entrar!— llamó su madre desde el interior de la casa.

—¡Ya voy, mamá!— contestó el pequeño Uchiha, apartando brevemente su mirada del gatito frente a él.

Regresando su mirada hacía el gato, Itachi alargó cuidadosamente una de sus manos hacía el felino, tuvo extremo cuidado en que su mano no estuviera en una posición alta o asustaría al felino, y sonrió emocionado cuando el gatito lo olisqueó y finalmente lamió sus dedos antes de arquearse para permitir que lo acariciara, elevando su espalda baja como una especie de saludo, maullando y ronroneando…si de Itachi hubiera dependido, se habría quedado la tarde entera jugando con el pequeño animal, pero su madre podía ser muy aterradora cuando se enojaba. Dirigiendo una última mirada al gatito, Itachi se levantó de la hierba y con cuidado se trepó al barandal del pasillo de su casa que daba con el jardín, aprovechando esa posición para quitarse las sandalias, habiéndoselas colocado mientras salía al patio, dirigiéndose hacia la entrada de la casa a la par que escuchaba como la puerta se abría y cerraba, ¿Se trataba de su padre? Era algo temprano para que regresara del trabajo, de cualquier forma, Itachi cruzó el pasillo ágilmente y en silencio, dejando sus sandalias donde debía y siguiendo los pasos del o la visitante hasta la sala de estar, donde se encontraba su madre. Paseándose inquieta por la sala ante la ausencia de Fugaku, quien había sido convocado por el Tercer Hokage como los demás líderes de los clanes para una reunión, Mikoto—de veinticuatro años—detuvo sus pasos al sentir a alguien detenerse en el umbral, volteándose y suspirando de alivió al reconocer a su madre, quien asombrosamente tenía su misma expresión de preocupación.

—Mamá— suspiró Mikoto, acercándose a su madre y viceversa, fundiéndose en un cálido abrazo. —Qué bueno que viniste— se sentía demasiado inquieta estando sola.

—Tenía que hacerlo— asintió Eshima, rompiendo el abrazo y viendo a su hija a los ojos. —Es horrible— y Kami era testigo de que esta guerra había buscado evitarse.

—Tengo mucho miedo— admitió la Matriarca Uchiha, temblando como una hoja.

—Fugaku es un hombre fuerte, sabes que todo saldrá bien— sosegó su madre, guiándola hacía los sofás de la sala. —Volverá— aún no lo habían designado al frente siquiera.

—No quiero que haya otra guerra— negó Mikoto, no pudiendo concebirlo siquiera.

—Mami— nombró Itachi, presente en la sala, pero ignorado por su madre y abuela. —¿Pasa algo?— preguntó preocupado, no queriendo que su madre estuviera triste.

—No, mi hermoso nieto— sosegó Eshima, indicándole que se acercara y envolviéndolo en sus brazos. —Mamá solo está preocupada— añadió, instando a su hija a no exteriorizar tanto sus emociones o angustiaría a su hijo.

No por primera ni última vez en su vida, Mikoto se reprochó no poder ocultar mejor lo que sentía, ya no era una chica inocente sin grande preocupaciones emocionales, era madre ahora y no podía permitir que Itachi viera lo que estaba pasando en el mundo, un día tendría que contarle todo y soportar como perdía su inocencia, pero eso sería cuando fuera un preadolescente o adolescente, no en ese momento, aún era demasiado joven; la Matriarca Uchiha vestía una holgada camiseta azul oscuro, mangas que se ceñían en las muñecas y el emblema del clan en la espalda, mallas color lavanda y su largo cabello azabache azulado suelto, mismo que se acomodó con un deje de nerviosismo. Esforzándose, la Uchiha llamó a su propia mente a la calma, esbozando la mejor sonrisa que le fue posible, agradeciendo contar con la presencia de su madre, no sabiendo si sonreír con un deje de ironía ante lo temperamental que siempre había sido Eshima Uchiha como madre, en contraste con lo dulce y maternal que se había tornado desde el nacimiento de Itachi, era como si todo ese fuego interior que la caracterizaba se hubiera tornado en una flama estable, una que siempre conseguía tranquilizar a Itachi. Con una expresión pensativa ante las palabras de su abuela, Itachi abandonó velozmente la sala para extrañeza de las dos mujeres, regresando menos de un minuto después con una flor recién cortada del jardín, era un narciso, la flor favorita de su madre y que él le tendió a su progenitora, no deseando que dejara de sonreír sin importar lo que pasara:

—¿Te sientes mejor ahora, mami?— consultó Itachi, viendo como su madre recibía y observaba el narciso que acaba de entregarle.

—Mi niño— sonrió Mikoto, conmovida. —Te amo mucho— recordó, atrayéndolo de inmediato en un efusivo abrazo.

Más que nunca, Mikoto se dijo que debía ser fuerte, antes solo había tenido que serlo por su clan y dar órdenes en ausencia de Fugaku, pero si su esposo volvía a ir a la guerra y…Mikoto ni siquiera pudo completar la frase en su mente, si lo pero sucedía, ella debería encargarse de liderar el clan y velar por la estabilidad hasta que Itachi—su adorable niño y a quien atrajo en un abrazo—alcanzara la madurez y se convirtiera en el próximo líder del clan. Mas, antes que Matriarca de un clan entero, Mikoto era madre de su propio hijo y de su madre Eshima, quien le sonrió ligeramente, había aprendido que una madre no podía descuidar a su hijo, teniendo cuidado de no aplastar el narciso en medio del abrazo, inclinándose para besar en la frente a Itachi, esforzándose por tratar de mantenerse serena por el bien de su hijo de solo tres años, quien aún no tenía porqué saber nada de la guerra, ella no dejaría que viera aún lo horrible que podía ser el mundo. Queriendo obtener precisamente esa reacción de su madre, Itachi se dejó abrazar, siempre disfrutaba de los dulces abrazos de su madre y el sonido de su voz, mas Itachi sabía que el motivo detrás de su tristeza aún no desaparecía y eso lo inquietó, aunque no lo demostró, ¿Qué estaba pasando en el mundo? Normalmente Itachi se sentía capaz de lo que fuera; la lectura y entrenamiento de sus padres le hacían sentir que nada era demasiado, que él podía con lo que fuera, ¿En este caso también? Itachi solo deseó que su padre regresara a casa e hiciera que su madre dejara de estar triste…


Como siempre, Fugaku mantuvo la perfecta máscara de inalterabilidad en su rostro durante todo el camino desde la Torre Hokage hasta su hogar, inclinando superficialmente la cabeza ante el paso de los miembros de su clan o cualquier persona de a pie que lo saludara, si no hiciera eso no habría sido capaz de controlar sus propias emociones; la noticia de una guerra ya lo había afectado tanto como a cualquiera e incluso puede que más, porque él se había unido al esfuerzo diplomático por negociar una paz prolongada con las aldeas que ahora habían declarado la guerra a Konoha. Si lo juzgaran desde el exterior, Fugaku fácilmente habría sido descrito con una sola palabra, estoico, pero no era así cómo se sentía en absoluto, ¿Cómo se esperaba que permaneciera tranquilo e imperturbable? Ya que era el clan que contaba con mayor número de Shinobi adultos capacitados, el clan Uchiha sería quien más activos brindase para la guerra en esta primera oleada que partiría en la siguiente semana, él debía informar de ello a sus subordinados al día siguiente, ya había convocado a una reunión y sabía que ellos aceptarían pelear para defender Konoha y acabar con esta guerra, pero...¿Y los otros clanes? Muchos de los "activos" que se unirían a la guerra eran niños, algunos apenas habían salido de la academia, ¿En qué se estaba convirtiendo su mundo? Deteniéndose ante la puerta de su hogar al llegar, Fugaku inspiró aire profundamente, sublimó esos pensamientos para no perturbar a su familia y corrió la puerta para ingresar:

—¡Es papá!— la voz de Itachi se escuchó desde la sala nada más ingresar.

—Ve por él— instó Mikoto con su dulce tono de voz de siempre.

—¡Papá!— llamó el pequeño Uchiha, corriendo a recibirlo de inmediato.

Tras la llegada de Fugaku, la cena transcurrió amenamente como si no sucediera nada, estando Itachi presente Mikoto no iba a hablar de la guerra, si lo hacía su hijo comenzaría a hacer preguntas y con certeza la conversación se dividiría entre lo que Fugaku y ella sentían podían decirle a su hijo y lo que querían decirle realmente, el Patriarca Uchiha entendió eso y prefirió preguntar a su hijo que había hecho durante el día y escucharlo como si fuera lo más fascinante del mundo…y lo era, Fugaku no tenía idea de cuánto tiempo pasaría lejos de Konoha esta vez, no tenía idea de cuándo volvería o peor aún, si lo haría o no. Horas tras la cena, Mikoto cerró muy ligeramente la puerta de la habitación de Itachi, congelándose en el último instante y esbozando una sonrisa ante la figura durmiente de su niño, que abrazaba una comadreja de peluche que Shisui le había obsequiado en su último cumpleaños…que no daría Mikoto por proteger a su niño de todo y de todos para siempre, cerrando por fin la puerta y dirigiéndose hacia su habitación, donde Fugaku la esperaba sentado en la parte trasera de la cama, alzando la mirada en su dirección. La Matriarca Uchiha vestía una sencilla bata azul suave de mangas acampanadas y larga falda hasta el suelo, de escote en V, anudada a la cintura para hacer ligeramente visible su brasier de encaje negro debajo, con su largo cabello azabache

cayendo sobre sus hombros y tras su espalda. Fugaku vestía pijama también, ya había salido de la ducha; una camiseta negra sin mangas que se ceñía a su torso y pantalones gris oscuro, con el cabello aun ligeramente húmedo.

—¿Cuándo te irás?— consultó Mikoto, cerrando la puerta a su espalda.

—Al finalizar la semana, no quieren que haya retrasos— contestó Fugaku, viéndola a los ojos en todo momento mientras ella se acercaba a la cama.

—¿No sabes por cuánto tiempo?— inquirió la azabache antes de entornar los ojos. —Que pregunta…— suspiró al sentarse a su lado, ahogando un sollozo.

—No llores— pidió el pelicastaño, no deseando verla sufrir por su causa.

—¿Y qué debo hacer?, ¿Reír?— cuestionó ella, claramente con sarcasmo. —Temo que te lastimen— era un gran Shinobi y había peleado en la guerra anterior, pero…ella tenía miedo. —No voy a pedirte nada para mí, pero…¿Podríamos pasar la semana con Itachi?— pidió, viéndolo a los ojos. —Va a extrañarte— generalizó, no queriendo importunarlo al decirle que ella lo extrañaría y Fugaku ya lo sabía.

—Haremos lo que quieras, te lo prometo— asintió él incapaz de negarle algo. —Te necesito conmigo, Mikoto— admitió, acunando su rostro entre sus manos y acercándolo al suyo para unir sus frentes.

—Siempre me tendrás— confirmó la azabache, viéndolo a los ojos. —Odio la guerra, pero te apoyaré en lo que hagas— aseguró, sabiendo cuán importante era para él.

Había sido muy buena para juzgar a Fugaku en el pasado y aún no podía entender del todo como su padre, lord Fujitama—a quien ella había admirado profundamente—, había puesto la labor de heredar todo el peso del clan sobre los hombros de un inocente chico de cinco años, pero Fugaku había hecho una labor magnífica manteniendo unido al clan tras la Segunda Guerra Shinobi y hasta ahora el inicio de la Tercera, ¿Era la voluntad de Kami que hicieran todo eso?, ¿Cómo saberlo? Más que nunca Mikoto sintió que ambos caminaban a ciegas, eran solo personas, aunque sus subordinados parecieran creer que Fugaku y ella estaban más cerca de los dioses y la grandeza que ellos, pero ninguno se sentía así. Agradeciendo más que nunca la esposa que tenía, Fugaku envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Mikoto, atrayéndola en un cálido abrazo que no solo él necesitaba, ambos lo hacía, pero el Uchiha aprovechó la ocasión para inspirar profundamente el dulce perfume de su esposa, besando el costado de su cuello y prometiendo en silencio que haría todo lo posible por volver apenas fuera posible, con ella y con su hijo, Kami era testigo que él nunca había pedido la guerra que ahora era una realidad y su deber como Patriarca del Clan era pelear junto a sus subordinados, no era un hombre débil y era su deber demostrar que la muerte no hacía diferencia entre quienes luchaban por su aldea, porque esas eran sus razones para pelear. Protegería a Konoha, protegería a los civiles, protegería a su clan, y más que nada…

Protegería a Mikoto y a Itachi.


A la mañana siguiente, muy temprano, antes aún de que Mikoto hubiera despertado, Fugaku se había vestido y acudido al Templo Nakano donde gran parte de los miembros del clan Uchiha lo esperaban, sus subordinados y hermanos de clan, todos aquellos considerados aptos por la aldea para participar en la guerra que tendría lugar, algunos partirían con él al finalizar la semana, otros tendría la suerte de quedarse y otros…¿Cómo saberlo? Acompañado por su Consejo de Asesores, Fugaku les explicó lo mismo que el Hokage y sus Consejeros a él y a los demás clanes Shinobi; esto no se trataba de otra guerra tonta, ya no se trataba de intereses militares, solo de defender Konoha y todo lo que a ellos les importaba, que les era valioso y esa realidad hizo que todos los presentes aceptaran unirse al esfuerzo de guerra, quitándole a Fugaku un peso de encima. Ahora todo eso era un recuerdo en la mente de Fugaku, recostado sobre la hierba de uno de los campos de entrenamiento que la Política Militar solía usar, libre ese día, y Mikoto había decidido usarlo para realizar un picnic familiar, solo estaban Itachi, Mikoto y él, disfrutando de la paz y quietud, él había regresado a casa luego de su reunión y como si no fuera a partir en una semana, Mikoto parecía empeñada en aprovechar cada momento juntos como familia. ¿Qué sucedería luego de que se fuera?, ¿Regresaría?, ¿Cómo podía asegurarse de que el clan estuviera a salvo, e Itachi? Esas preguntas atenazaban la mente de Fugaku, distrayéndolo de la realidad y alejándolo de su familia:

—¿Puedes darme otro poco de leche?— pidió Mikoto, alargando su vaso hacía su hijo.

—Sí, mami— asintió Itachi, rellenando cuidadosamente el vaso de su madre.

—Oh, que rico— jadeó la azabache al beber de su vaso. —¿Qué crees, Fugaku?

—¿Papi?— llamó el pequeño Uchiha, sorprendido de que su padre estuviera distraído.

—Lo siento— se disculpó el pelicastaño, irguiéndose. —¿Más para mí?— pidió, alargando su vaso hacía su hijo.

Sentándose sobre la hierba, Fugaku se reprendió mentalmente, aún no dejaba Konoha debido a la guerra y sin embargo ya se estaba alejando de su familia se diera cuenta de ello o no, pero no permitió que eso continuase, esbozando una sonrisa ladina mientras Itachi le servía un poco más de leche en el vaso, volviendo a sentarse y comer galletas muy cerca de su madre—ella las había preparado especialmente para él—, disfrutando de la paz y quietud del paisaje. Fugaku podía ser todo lo serio, pragmático y elocuente que quisiera, podía engañar a todos con su perfecto actuar, pero no a ella que lo conocía tan bien, Mikoto vio como la sonrisa ladina se desvanecía de su rostro y aunque por dentro deseaba saber que se había dicho durante su reunión con los demás miembros del clan en el Templo Nakano, ella eligió callar sus inquietudes, ¿Qué conseguiría si preguntara? Sabía que Fugaku le diría la verdad, entre ellos no se guardaban secretos, pero si lo molestara con sus preguntas, probablemente solo aumentaría el peso que Fugaku llevaba ya en los hombros y eso era lo último que ella deseaba, la noche anterior ya se había sentido mágica para ella y hasta ahora el día estaba resultando por demás provechoso y feliz, Itachi no había hecho ninguna pregunta relacionada con la guerra y eso era todo lo que ella podía pedir, era fácil pretender por momentos que no estaba sucediendo un acontecimiento tan devastador a miles de kilómetros de ellos…pero, pronto no sería tan fácil ignorarlo, el reloj estaba corriendo y eso la angustiaba a su propia manera.

—¿En qué piensas?— preguntó Mikoto finalmente, esperando no inquietarlo.

—En cada momento con ustedes— contestó Fugaku con honestidad. —Pienso en proteger a nuestro hijo— y no sabía qué hacer para garantizarlo.

—Ya comenzaste a entrenarlo, creo que eso es suficiente— obvió ella, no sabiendo de otro niño de su edad que ya supiera jutsus, por básicos que fueran.

—Ojalá lo fuera— negó él, sin creer que ello fuera suficiente.

—Solo míralo— señaló la azabache, sonriendo al darse cuenta de que Itachi se había levantado de su lado.

—Es como tú, tienes la misma ternura— comparó Fugaku, alargando uno de sus brazos para envolverlo tras la espalda baja de su esposa.

—Lo sé, pero tiene tu fuerza— equiparó Mikoto, inclinando su cabeza para recargarla contra el hombro de su esposo.

Quizás se debiera a que ambos eran padres jóvenes—Mikoto tenía veinticuatro y Fugaku veintinueve—o el hecho de que su hijo era su primogénito y único hijo hasta ahora, pero constantemente Fugaku y Mikoto se encontraban pensando que Itachi era el mejor niño del mundo, tenía todas las virtudes que harían prosperar a un Shinobi, con ese espíritu libre que tanto había caracterizado a Mikoto en su juventud, y ellos se encargarían de guiarlo en la mejor dirección, no dejarían que sufriera en forma alguna. Sintiendo la tensión que existía en el ambiente, la misma que desprendían los adultos que conocía, fue fácil para Itachi levantarse de la hierba y alejarse del lado de sus padres, usando su camiseta para cargar con las galletas sin importunar a su madre o su padre, sujetando el extremo de esa para que las galletas no cayeran, acercándose al puente de madera y sentándose para ver mejor las dimensiones del amplio lago, alargando una de sus manos hacía el aire y sonriendo ante lo lejos que se encontraba, ante lo inalcanzable que parecía. Pero un día no lo sería, una sonrisa se adueñó del rostro del pecho Uchiha, Shisui le había dicho que ya podía ejecutar debidamente el jutsu de estilo de fuego, ¿Qué jutsu era ese? Itachi no lo conocía, pero en palabras de Shisui era importante y solo un Uchiha podía ejecutarlo, ¿Él podría? Si su padre no se lo había enseñado, debía ser porque era demasiado joven, pero Itachi se decidió a pedírselo un día, quizás cuando fuera de la misma edad que Shisui, o cuando cumpliera cuatro años cuando menos. Por alguna razón todos pensaban que era demasiado joven…


Una Semana Después

La semana había sido maravillosa, puede que una de las favoritas en la mente de Itachi;podía despertarse tarde a menos que sus padres tuvieran en mente un panorama que al final los involucraba a los tres, por lo que era igualmente emocionante para él, y si se despertaba tarde, naturalmente sus padres también lo hacían, por lo que a hurtadillas él podía abandonar su habitación y colarse en la suya, meterse bajo las sábanas y quedarse largo tiempo entre el abrazo de ambos; todo era maravilloso en la mente del pequeño Uchiha…tal vez, demasiado maravilloso. Así había sido, menos de una semana después, cuando solo faltaba un día para se cumpliera una semana de actividades emocionantes, durante la hora de la cena, su madre comenzó una conversación extraña para el pequeño Uchiha, hablaba de guerra, de cómo los Shinobi tenían el deber de proteger a su aldea y de cómo otros Shinobi defendían a las suyas o sus intereses, todo era demasiado confuso en la mente de Itachi, intentó procesar las palabras, mas lo único que le quedó claro al final era que su padre partiría al día siguiente y no sabían por cuánto tiempo. Desde que Itachi tenía memoria, su padre siempre estaba en casa, había realizado una o dos misiones en que había tenido que ausentarse dos días cuando mucho, pero no más, por lo que la idea de que su progenitor fuera a la guerra y no regresara se instaló dolorosamente en el centro de su pecho, observando los rostros de su madre y su padre, los tres en el umbral de la casa, porque había llegado el momento de despedirse.

—No quiero que te vayas, papá— habló Itachi finalmente, haciendo que sus dos padres lo observaran.

—Un día serás el líder del clan, como yo lo soy ahora, Itachi, y entonces entenderás todo lo que estoy haciendo— sosegó Fugaku, situando una de sus manos sobre el hombro de su hijo. —Konoha es algo muy algo muy precioso que nuestros enemigos quieren arrebatarnos, y debemos proteger nuestra aldea en la guerra y en la paz— el clan Uchiha existía por Konoha y Konoha existía por los Uchiha, no podían romper ese vínculo.

—¿Por qué hay guerras?, ¿Por qué no se solucionan los problemas hablando?— cuestionó el pequeño Uchiha, no entiendo porque su padre debía irse.

—Itachi…— suspiró Mikoto, de pie a su lado. —Hay cosas que escapan de nuestro entendimiento— simplificó únicamente, siendo todo demasiado complicado.

Como ocurría con la mayoría de las personas, si de Mikoto dependiera podría considerarse una pacifista consumada, encontrando perfectas las palabras de su hijo, ciertas, ¿Por qué los problemas de la vida no podían solucionarse dialogando o llegando a un punto medio? La verdad era que, como Uchiha, Mikoto entendía perfectamente que cuando el bien de un individuo chocaba con el bien de otro cercano, surgían disputas y conflictos, se desataban muchas guerras, ¿El propósito? Al final se perdía, y solo quedaban en pie los vencedores, los que pudieran controlar sus emociones y pensar astutamente, y los Uchiha de entre todos los clanes Shinobi se enorgullecían de ser los mejores en el arte de la guerra, no amaban la crueldad ni la matanza en absoluto, pero se entrenaban desde la infancia para lidiar con ello, incluso Fugaku detestaba la guerra, pese a que ahora debiera unirse a esta. Incapaz de contraría la visión que su hijo tenía de la vida, no queriendo aplastar sus esperanzas ni sueños para el futuro—y que apenas se estaban formando—, Fugaku intercambió una mirada con Mikoto únicamente, arrodillándose a la altura de su hijo de tres años y viéndolo a los ojos...que no haría por proteger a ese niño, era su mayor orgullo, pero ¿Qué podía hacer? Ya lo estaba entrenando, sabía que Mikoto continuaría esto en su ausencia, pero ¿Sería suficiente de cara al futuro?, ¿Cómo saberlo? Itachi solo tenía tres años, pero ya tenía sobre sus jóvenes hombros todo el peso del legado del clan Uchiha, aunque no se diera cuenta de ello, aunque fuera tan inocente.

—Tú no eres como los demás, Itachi, nunca lo olvides— instó Fugaku únicamente, viendo a su hijo a los ojos.

—Te quiero, papá— asintió Itachi, abrazándolo como mejor sabía hacer.

—Y yo a ti— correspondió el Patriarca Uchiha, rompiendo suavemente con el abrazo. —Cuida de tu madre hasta que regrese— delegó, con tono muy serio.

—Lo haré— asintió el pequeño Uchiha, prometiendo hacerlo sentir orgulloso.

Tal vez Itachi fuera solo un niño de tres años, pese a pese a su edad sabía lo que era el deber y la responsabilidad, sus padres se lo habían inculcado desde que había tenido la lucidez suficiente para entender y el pequeño Uchiha abrazaba la responsabilidad con gran entereza, volviendo la mirada hacía su madre y alargando su mano para entrelazarla con la suya, haciendo sonreír de orgullo tanto a Fugaku como a Mikoto, que finalmente volvieron la mirada entre sí. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Fugaku y Mikoto habían tenido que afrontar una separación larga, la última vez había sido antes de que Itachi naciera, entonces Mikoto ni siquiera había tenido idea de que se encontraba embarazada al momento de despedirse de su esposo…una ligera sonrisa se adueñó de los labios de la Uchiha bajo la mirada de su esposo, diciéndose que esta vez tal cosa no ocurriría, ambos eran muy meticulosos en usar protección para evitar otro embarazo, Itachi era el centro de su mundo por ahora y ninguno se imaginaba teniendo otro hijo en fechas próximas. Por otro lado, Fugaku no tuvo la misma preocupación, de hecho, ni siquiera se le pasó por la cabeza, todo en lo que podía pensar era en el angelical semblante de su esposa, en esos intensos ojos entre gris oscuro y ónix que le devolvían la mirada, esa piel perfecta y suave que extrañaría tocar, así como ese sedoso cabello azabache con esos únicos reflejos azulados a la luz, ambos ya se habían sometido a varías separaciones antes y durante su relación, pero nunca a una tan incierta.

—Nos volveremos a ver— prometió Fugaku, siendo todo cuanto podía decirle.

—Asegúrate de volver— demandó Mikoto, sosteniéndole firmemente la mirada.

Kami era testigo que no le perdonaría a Fugaku el no regresar, ambos habían hecho una promesa al momento de unir sus vidas en matrimonio y Mikoto se tomaba abrumadoramente en serio esa promesa, había abandonado mucho por su matrimonio y no dejaría que el maldito frente a ella lo arruinase muriendo, ella no iba a permitirlo, ella cumpliría su parte quedándose en Konoha y velado por el clan en su ausencia, pero…necesitaba que Fugaku hiciera lo mismo mientras estuvieran separados, necesitaba que él también se esforzará por sobrevivir, que luchara y que regresara tan íntegro como se hallaba ahora ante ella, despidiéndose. Como si leyera el pensamiento de su esposa, a la par que no pudiendo ser especialmente demostrativo con ella estando su hijo presente, Fugaku únicamente entrelazó distraídamente una de sus manos con la de su esposa y, usando la lengua de señas, le trasmitió un mensaje en la palma de la mano; volveré, era todo cuanto podía prometerle por ahora y pareció ser suficiente para Mikoto, que sonrió mientras soltaba su mano. Ajeno al intercambio de sus padres, Itachi sonrió cuando su padre volvió la mirada hacía él y finalmente se marchó, ante lo que el pequeño Uchiha acercó todavía más sus pasos a su madre, alargando sus pequeños brazos para envolverlo alrededor de su cintura—no era más alto que eso—y recargando su cabeza contra su regazo, sintiendo las manos de su madre acariciar su cabello con aquella ternura característica, su padre regresaría ¿verdad? Había prometido que lo haría.

Y una promesa jamás se rompía.


Antes de que Mikoto pudiera darse cuenta, los días se convirtieron en semanas, en ocasiones parecía una broma del tiempo o del destino que Fugaku no se encontrase presente, tal vez fuera el hecho de lo ocupado que siempre se encontraba con el trabajo diariamente, pero ella parecía encontrarse en piloto automático a diario; sin darse cuenta, sacaba su uniforme de la Policía Militar por la noche, como si él debiera ir a trabajar a la mañana siguiente, siempre preparaba más comida de la necesaria pensando que él llegaría y contaba las horas hasta que terminaba su jornada de trabajo…solo para darse cuenta llegado el momento que él estaba muy lejos. Fue un consuelo que, en medio de todo, Ena comenzará a visitarla diariamente sin falta y al final, acabó auto invitándose a quedarse con ella hasta que alguno de sus respectivos esposos regresará, ante lo que Mikoto no pudo negarse, sonriendo en ese momento mientras preparaba el almuerzo, siendo ayudada por Ena quien se encargó de poner la mesa en tanto Shisui ordenaba su habitación e Itachi jugaba en el jardín como siempre. La Matriarca Uchiha portaba un sencillo vestido negro de cuello en V—con el emblema Uchiha en la espalda—, cerrado por tres botones hasta la altura del vientre, con cortas mangas ceñidas hasta los codos y falda hasta los muslos, ceñido a su cuerpo por un cinturón doble con una hebilla que en forma del emblema del clan Uchiha y largas botas hasta las rodillas, con su largo cabello azabache azulado cayendo sobre sus hombros y tras su espalda.

—Gracias por quedarse conmigo, Ena— apreció Mikoto, sintiendo que no se lo decía lo suficiente desde que compartían el mismo techo.

—De nada, la casa era muy grande para nosotros dos de cualquier forma— sosegó Ena encogiéndose de hombros despreocupadamente. —Además, a Shisui le encanta estar cerca de Itachi— el ruido de sus conversaciones por la noche siempre las despertaba.

—Hablando de eso, esperaba que pudieras decirme que es esto— mencionó la Matriarca Uchiha, apagando el fuego y acercándose al refrigerador, —¿Quién este tonto chico raro?— señaló un dibujo de un niño con la boca abierta y el cabello despeinado.

—Es mi tonto chico raro— reconoció la pelinegra, imaginando que Itachi había dibujado a Shisui cuando hablaba, por eso tenía la boca abierta.

Tanto Ena como Mikoto rieron por lo bajo, admirando el trazado de Itachi para representar a Shisui, a quien Ena escuchó cruzar el pasillo fuera de la cocina, aparentemente su hijo había terminado de limpiar su habitación—misma que compartía con Itachi, por lo que un día cada uno se encargaba de la limpieza—, y ahora se dirigía al jardín para acompañar al pequeño Uchiha, permitiendo que sus respectivas madres continuasen con su amenaza conversación. Relajada en su maternal labor de cuidar de su hijo, dos años mayor que Itachi, Hazuki vestía una camiseta ancha color azul oscuro, con el emblema Uchiha en la espalda y mangas que se ceñían en las muñecas, falda negra hasta los muslos y cortos botines negros, con su ondulado cabello ébano suelto y cayendo sobre sus hombros, resaltando el dije del medallón que caía a la altura de su vientre y que albergaba en su interior una fotografía de Kiyoshi y otra de Shisui. Cruzando velozmente el pasillo, Shisui tomó sus sandalias de la entrada de la casa y volvió a cruzar el pasillo hasta el barandal que daba una vista del amplio jardín, sentándose en el borde y colocándose las sandalias antes de saltar, aterrizando el cuclillas y acercando sus pasos hacía donde estaba Itachi, sentado tranquilamente bajo la sombra de un gran árbol, acariciando a aquel gato que todos conocían en Konoha y que ahora se veía mucho más creído pese al escaso tiempo transcurrido, semanas, ¿O meses? En ocasiones resultaba difícil medir el tiempo, el mismo Shisui sentía que había pasado una eternidad desde que había visto a su padre, ¿Cuándo regresaría? Ojalá tuviera la respuesta para alegrar a su madre.

—Hola, pequeñín— saludó Shisui, sentándose finalmente a la diestra de su amigo.

—Hola, Shisui— correspondió Itachi, alzando la mirada mientras acariciaba al gato. —¿Estás triste?— preguntó, percibiendo que estaba triste.

—No, sé que mi padre volverá, es muy fuerte— negó el pelinegro, buscando convencerse a sí mismo de ello.

—Quisiera ir a la guerra— admitió el pequeño Uchiha, suspirando. —Soy fuerte, sé que ganaría— declaró con gran seguridad o eso parecía.

—¿En serio? Muéstrame tu cara de guerra— pidió Shisui, antes de que el pequeño a su lado mostrara una expresión de angustia. —¿Y esa cara?— río, sin sentirse intimidado.

—Tengo miedo— contestó Itachi, no pudiendo mentirle a él que era su amigo.

—Es el mundo de los adultos, no podemos ir a la guerra hasta ser adultos— sosegó el pelinegro, repitiendo lo que siempre escuchaba a su alrededor.

—¿Cuánto tiempo dura eso?— inquirió el pequeño Uchiha, deseando crecer.

—Toda nuestra vida— contestó Shisui con seriedad, a la par que conformándose con eso.

—Quisiera ser igual que tú, Shisui— confesó Itachi, observándolo con admiración. —Yo pienso demasiado, y tú no piensas— no sonaba muy bien, pero era como veía todo.

—Sí, tú me entiendes. Es más seguro no pensar mucho— asintió el pelinegro, completamente de acuerdo. —¿En qué piensas, pequeñín?— indagó, viéndolo con la mirada perdida en el horizonte.

—¿Alguna vez correré un riesgo que cambie mi destino?— preguntó el pequeño Uchiha al aire, queriendo ver más de lo que había ante él.

—Yo me pregunto si las aves saben sonreír— comparó el mayor, haciendo que su amigo volteara a verlo con extrañeza. —No me hagas caso— sosegó, golpeándole el hombro amistosamente.

Tenían tres y cinco años respectivamente—Itachi tres, Shisui cinco—, normalmente la mayoría de los niños de su edad se la pasarían jugando, pero de alguna forma Itachi y Shisui sentían que no podía hacer eso con la facilidad que la mayoría, era una emoción, un impulso, algo que los guiaba hacía adelante, todo cuanto Itachi sabía es que se veía a sí mismo haciendo algo importante en el futuro, ¿el qué? Ojalá lo supiera, Siendo la voz de la razón de los dos, como el mayor, a la par que sintiendo que el pequeño Uchiha sentado a su lado—acariciando a aquel gato, que siempre pasaba por su casa a esa hora del día—necesitaba protección, Shisui no pudo evitar sentir que leía la mente de Itachi, el mismo se sentía empujado por algo invisible hacia adelante, como si de alguna forma su niñez estuviera acabando y dando paso a algo más, ¿Por qué?, ¿Eso sentían todos? Él no tenía cómo saberlo. Los pensamientos de ambos niños fueron interrumpidos por un llamado de sus respectivas madres, y ambos niños no tardaron en levantarse del suelo sacudiéndose el polvo o hierba de encima, dirigiendo sus pasos hacía la casa—Itachi se tardó unos segundos más, acariciando al gatito, que ronroneó y se frotó contra él a modo de despedida—, Shisui trepando la barandilla y quitándose las sandalias, siendo prontamente imitado por Itachi, ambos corriendo a la cocina, siendo recibidos por el reconfortante aroma de la sopa de miso, la tempura chisporroteante y el estofado de carne hirviendo. Ojalá todas sus inquietudes se desvanecieran con esa facilidad…


Meses Después

Habían transcurrido meses desde que la guerra había iniciado, pero Mikoto no tomó en cuenta el tiempo que estaba transcurriendo hasta que el cumpleaños de Itachi estuvo cada vez más próximo, cumpliría cuatro años en dos meses, ¿No era un sueño?, ¿Realmente el tiempo pasaba tan rápido? Normalmente las responsabilidades de Mikoto únicamente eran ocuparse de los asuntos del clan en ausencia de Fugaku, pero ahora que su propio Consejo de Asesores y el mismo Kiyoshi se encontraban en la guerra, las responsabilidades habían pasado a las esposas de estos respectivos individuos, pero en el caso de Ena, Mikoto la ponía al cuidado de su hijo quien adoraba pasar tiempo con Shisui y había poco de que ocuparse si gran parte de los hombres estaban ausentes y con la economía dependiendo de cartillas de racionamiento, en su mayoría los problemas se resolvían por sí mismos. Esta guerra no se parecía a ninguna que hubieran enfrentado antes, diariamente llegaban Shinobis muy heridos al hospital desde los hospitales del frente y el personal médico no daba abasto...no era una mentira que más que nunca se desearía contar con lady Tsunade, y en un esfuerzo por ayudar, la población civil se había enlistado en cursos de medicina para ayudar diariamente, como fue el caso de Mikoto en ese caso y que cruzó en zigzag una de las habitaciones llenas a basto de pacientes recuperándose, tendiéndoles medicina o llenando sus vasos con agua. Una figura se detuvo en el umbral de la habitación, observándola en su labor:

—Mikoto— nombró Hazuki desde el umbral de la habitación.

—Hola, Hazuki— correspondió la azabache, sonriendo a uno de los pacientes.

—¿Qué estás haciendo? Deberías estar en casa— inquirió la pelicastaña, sorprendida de encontrarla ahí.

—Me paso demasiado tiempo en casa— contrarió la azabache con una opinión muy diferente. —No sé mucho sobre medicina, pero ayudo con lo que puedo— señaló, terminando su labor y procediendo a abandonar la habitación, encontrándose con ella. —No me veas así, Itachi está con Ena y Shisui, ni muerta lo expondría a esto— aclaró al encontrar su mirada con la de su amiga, ambas cruzando el pasillo exterior. —No me quedaré sin hacer nada mientras nuestros hermanos sufren— obvió, siendo su deber velar por la gente de Konoha como ya hacía su clan en la guerra.

—Espero que no te moleste que te ayude— propuso Hazuki, haciendo que su amiga detuviera sus pasos y volteara a verla con sorpresa. —Dejare a Izumi con Ena— aclaró, bajando la mirada hacía su hija de cuatro años que no soltaba su mano.

—Gracias— sonrió Mikoto, inclinándose para acariciar el cabello de la pequeña.

—¡Rápido, liberen una mesa!— gritó uno de los doctores, interrumpiendo la conversación.

Claramente aquel era el último lugar de Konoha donde se esperaría encontrar a la Matriarca Uchiha—que Hazuki acudiera a buscarla ya era sorprendente, tomando de la mano a su pequeña Izumi—, pero Mikoto agradeció encontrarse en el hospital en ese momento, volviendo la mirada hacía la fuente de aquellos gritos, como también hizo Hazuki, ambas sorprendiendo o congelándose tan pronto como se dieron cuenta que el hombre que era transportado en camilla hasta otra de las habitaciones—donde se atendía a los pacientes más graves o que necesitaban atención inmediata—no era otro que Kiyoshi. Tan pronto como comprendió lo que pasaba, Hazuki bajó la mirada y cubrió con una de sus manos los ojos de Izumi para que no viera la dantesca exhibición que tenía lugar, sin soltar su otra mano de la suya, no queriendo que su hija se apartara de su lado y viera lo que ninguna niña de su edad debería de ver, mas no podía decir lo mismo de Mikoto. Más que nunca, Mikoto agradeció estar donde estaba, pero al mismo tiempo maldijo el encontrarse ahí, ¿Kiyoshi de entre todas las personas?, ¿Qué le había ocurrido para necesitar atención médica?, ¿Y Fugaku? La Matriarca Uchiha deseó una respuesta para todas aquellas preguntas, pero por inercia todo cuanto pudo hacer fue volver la mirada hacía Hazuki de pie a su lado, porque estando en el hospital podría enterarse de lo que sea que hubiera ocurrido, pero también deseaba informar a Ena y si ella acudía al hospital no habría quien se ocupará de los niños, la única opción en su mente era…

—Hazuki…— nombró la azabache únicamente, faltándole las palabras.

—Informaré a Ena y me quedaré con los niños— sosegó la pelicastaña como si le leyera el pensamiento. —Tranquila, ve— instó, sabiendo lo cercana que era a Kiyoshi.

Esbozando una sonrisa entre agradecida y nerviosa, Mikoto tardó un instante en reaccionar, pero cuando lo hizo se apresuró en cruzar el pasillo hasta donde había visto desaparecer la camilla en que cargaban a Kiyoshi, sintiendo como se aceleraba su corazón hasta casi sentir que iba a saltar desde su pecho, temiendo en qué estado pudiera encontrarse...Observando todo, Hazuki desearía haberse quedado junto a Mikoto, sabía lo unida que había sido siempre a Kiyoshi desde su infancia, lo veía como a un hermano mayor, ¿En qué condición se encontraba? Más que nunca Hazuki deseó saberlo, pero en su lugar eligió marcharse, observando el caos a su alrededor, escuchando uno que otro grito o quejido proveniente de las otras habitaciones, aun cubriendo los ojos de su hija de cuatro años con una de sus manos. Ese no era lugar para una niña, no debería haberla traído ahí en primer lugar, pero, como tantos civiles no había esperado que todo fuera tan malo como se contaba, halando de la mano a Izumi y ambas abandonando el hospital cuanto antes, solo Kami sabía cuál sería la reacción de la pobre Ena cuando se enterase que su esposo había regresado a Konoha y herido para empeorarlo todo, y aunque fuera egoísta, por un momento Hazuki se permitió agradecer que su esposo siguiera en Konoha y que al ser un civil no formará parte de la guerra. Aprovechando que su madre parecía ocupada en halarla de la mano para abandonar el hospital, la pequeña Izumi apartó la otra mano de su madre de sus ojos, viendo con curiosidad todo cuanto sucedía a su alrededor.

Sentía que debía verlo todo.


Kiyoshi agradeció el momento en que las enfermeras lo ayudaron a pasar de la camilla a la cama de hospital, mucho más cómoda, luego de meses en la guerra comodidad era todo lo que anhelaba, pero nada lo distrajo de las expresiones preocupadas en el rostro de las enfermeras, que observaron sus piernas y luego volvieron la mirada hacía el doctor quien únicamente les indicó que procedieran con su trabajo como si no hubieran visto nada. Todo era confuso en la mente de Kiyoshi, lo único que recordaba era estar peleando muy cerca de donde estaba Fugaku, había intentado cumplir con su papel tanto como el líder del clan, y lo último que recordaba era recibir de lleno un jutsu de un ninja de Amegakure, al despertar ya había estado lesionado, pero la atención en el frente de guerra no era buena, por lo que lo único que habían hecho había sido inmovilizarle las piernas, no habían creído que requiriera mayor atención y, en su arrogancia, Kiyoshi tampoco había creído necesitar más. Cruzando por fin el umbral de la habitación, evadiendo a las personas en su camino, Mikoto casi se congeló y quedó observando las piernas de Kiyoshi, el color que su piel fracturada había adquirido…no era una experta en la materia, pero no necesitaba saberlo para intuir que su condición no era buena, apresurándose en salir de su estupor y acercarse a la camilla, provocando que finalmente Kiyoshi tuviera algo en que concentrar su atención a la par que alegrándose al ver un rostro conocido, no habiendo esperado verla a ella de entre todas las personas.

—Mikoto— nombró el pelinegro con una inevitable sonrisa.

—Kiyoshi— correspondió la azabache, antes de volver la mirada hacía el doctor. —¿Cómo está?— inquirió, sabiendo que no se encontraba nada bien.

—Lo sentimos, debemos amputar— alertó el médico, haciendo que el Uchiha volviera la mirada en su dirección al oírlo.

La amputación de un miembro involucraba de pleno extirpar total o parcialmente una extremidad y se recurría a ello cuando no existía otro tratamiento alternativo o cuando todos los otros procedimientos habían fallado; en este caso, ya se habían hecho radiografías de las piernas de Kiyoshi y sus fracturas eran demasiado severas, además, sus huesos no habían sanado debidamente—no recuperaría la función de sus extremidades, eso era cosa segura—, si no le amputaban las piernas probablemente la infección se propagaría y acabaría provocándole la muerte. Solo escuchar aquellas palabras de boca del doctor hizo que Kiyoshi se congelara por un momento, aunque quizás solo Mikoto se dio cuenta de ello al conocerlo tan bien, para el resto de las personas no Uchiha era difícil juzgar la forma en que actuaba el clan y como ocultaban sus emociones gran parte del tiempo, dando una imagen de inalterabilidad y dignidad; con su diagnóstico, el doctor le hizo saber de lleno a Kiyoshi que sus días de Shinobi habían terminado, perder una pierna era ya un problema, pero ambas…el Uchiha no pudo evitar dudar un instante en sí dar su consentimiento para la operación o no, ¿No sería mejor que se dejara morir? El hijo del gran Kagami Uchiha, reducido a ser amputado para poder sobrevivir, ¿Qué pensaría su fallecido padre?, ¿Qué clase de legado le transmitiría a Shisui que pronto cumpliría seis años? No, Kiyoshi se negó a ser egoísta, no podía imaginarse dejando viuda a Ena, aunque no pudo imaginar su reacción cuando supiera de su condición.

—Haga lo que deba hacer— contestó Kiyoshi finalmente, diciéndose que era para mejor.

—Beba esto— instó la enfermera, tendiéndole un pequeño vaso que el Uchiha bebió de golpe, manteniéndose perfectamente estoico.

—No me separé de ti, ¿sí?— prometió Mikoto, entrelazando una de sus manos contra la suya y viéndolo asentir. —Muerde, de otro modo perderás la lengua— le tendió un pequeño trozo de madera envuelto en gasa que le tendió otra enfermera.

Aunque no estuviera del todo seguro, y suspirando pues no tenía otra opción, Kiyoshi abrió la boca para que Mikoto posicionara entre sus dientes el pequeño trozo de madera envuelto en gasa y el Uchiha pronto lo apretó entre sus dientes, eligiendo concentrarse en cualquier otra cosa antes que el procedimiento que iba a llevarse a cabo, viendo a los ojos a Mikoto que acunó su rostro entre sus manos, ella si observando cómo la enfermera preparaba la extremidad con una solución antiséptica, mas pronto tuvo que apartar la mirada y concentrarse de lleno en los ojos de Kiyoshi mientras el doctor comenzaba a hacer la incisión. Si Kiyoshi pretendió volver la mirada hacía sus piernas cuando comenzó el procedimiento, era difícil saberlo, todo cuanto Mikoto hizo fue verlo a los ojos y tratar de transmitirle toda la calma posible, aunque distinguir por el rabillo del ojo el movimiento de la sierra mientras le amputaban las piernas no fue agradable en absoluto, le provocó escalofríos desde la nuca, pero como amiga se dijo que eso era lo correcto, era mil veces mejor que continuase vivo y junto a Ena antes que el que se dejase morir solo por el maldito mundo en que vivían, donde o eras útil como Shinobi o un lastre, ¿En eso pensaba Kiyoshi? El hospital no disponía de los mejores tranquilizantes a menos que se tratara de cirugías de vida o muerte, la de Kiyoshi no era vista como tal, por lo que acabó desmayándose en medio de la cirugía, no por la pérdida de sangre, sino por el dolor de la amputación, y Mikoto no se separó de su lado mientras cerraban sus heridas…


PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las siguientes actualizaciones serán "El Cerezo & La Amatista", luego "Vesprada, y por último "Caballeros del Zodiaco" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (por apoyarme y ser mi editora personal, no sé que seria de mi sin ella y por lo que le dedico esta historia como todas aquellas desde que somos amigas), a princesse Sarah 94 (agradeciendo que brindara su aprobación a esta historia y dedicándole esta historia por lo mismo), a Yashahime-uchiha32 (apreciando enormemente su aprobación, dedicándole esta historia y esperando poder estar a la altura), a Yi-Jie-san (dedicándole esta historia por su apreciación de mi trabajo) a mi querida amiga DULCECITO311 (agradeciendo sus maravillosos comentarios sobre mi trabajo, dedicándole esta historia y deseándole siempre lo mejor) así como a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos, bendiciones y hasta la próxima.

Tercera Guerra Shinobi & Personajes & Guerra: En este capitulo tenemos nuestro primer saltó temporal significativo, ya que han pasado tres años en relación con el capitulo anterior, Mikoto tiene 24 años, Fugaku 29 e Itachi tiene 3 años, Kiyoshi tiene 26 y Shisui tiene 5 años, mientras que Hazuki tiene 25 e Izumi 4 recién cumplidos. Durante el capitulo se presenta la nueva gran amenaza de la historia y la más significativa antes del ataque del Kyubi y la Masacre Uchiha; la Tercera Guerra Shinobi, recalcando todo el tiempo como los futuros prodigios de su generación siguen siendo solo niños y como las circunstancias en que estos se encuentran los harán madurar más que como ocurrió en las generaciones previos, como es el caso tanto de Shisui e Itachi que, pese a los jóvenes que son, sienten que deben llegar todavía más lejos de lo que ya hacen. Para el final del capitulo representó como esta es percibida como la peor guerra a ojos de Konoha, por el gran numero de activos o Shinobi que se movilizan, a la par que los heridos que provoca el conflicto, donde la asistencia medica en el frente es precaria y detona circunstancias como la de Kiyoshi—el padre de Shisui—, a quien terminan amputándole las piernas, y de hecho representó que Mikoto se une al esfuerzo de ayudar a los heridos, haciendo una referencia a la labor futura de Sakura en "El Sentir de un Uchiha" como directora del hospital de Konoha y Ninja Médico.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3