CORONAS Y ENGAÑOS

CAPÍTULO 26

ENCUENTRO FATAL

La oscura noche marciana, con su cielo púrpura y su luna rojiza, envolvía el castillo imperial en un manto de sombras. Lita, con sus pocas pertenencias y en compañía del leal Thorakar, cruzaba la puerta lateral, alejándose cada vez más del único refugio seguro que había conocido desde su huida de Júpiter.

Conforme avanzaba, sus pensamientos volvían una y otra vez a sus ilusiones rotas y a todo lo que había dejado atrás. Rememoraba a Haruka, quien permaneció en Júpiter, sin noticias desde su desesperada fuga. ¿Estaría a salvo? ¿Habría sido utilizada por su padre como moneda de cambio ante el nuevo sultán de Urano? La incertidumbre la atormentaba, y rogaba a la diosa Litha o a Deméter por la seguridad de su amiga, deseando que hubiera logrado escapar a Venus.

Recordaba también a Neflyte, quien después de jurar amarla la había abandonado como si ella fuera culpable de haber sido desflorada por tres rufianes contra su voluntad. Este pensamiento la llenaba de una mezcla de amargura y tristeza. Si él no le hubiera dado la espalda en su momento de mayor vulnerabilidad, gran parte de su sufrimiento podría haberse evitado.

Y luego estaba Andrew, quien despertó en ella sentimientos que no lograba reconocer. Le dolía pensar en cómo había soñado con una vida sin tener que estar huyendo, una vida donde se reencontraría con su querida amiga Haruka y donde Andrew estaría presente como le había jurado; sin embargo, esos sueños se habían desvanecido, dejándola sola y desamparada.

Mientras caminaba, y cuando a poco estaba por salir de los confines del castillo, escuchó el sonido de carruajes tirados por caballos de fuego; y al alzar la vista, divisó a lo lejos uno de los carruajes de la familia imperial de Marte entrando en los confines del castillo. El emperador de Marte se encontraba esperándolos, y de pronto, de este descendió el duque Ned Sweeney, seguido de su esposa, quien fue ayudada por el mismo duque a descender.

Supuso que si ahí estaban el duque y la duquesa Sweeney lo más probable era que también les acompañaran sus hijos, y la sola idea de ver aunque sea a la distancia a Neflyte que había roto su corazón o a Nathaniel Sweeney que la había deshonrado, provocó que se despertaran en ella sentimientos de odio, tristeza y miedo; y Thorakar, como si intentara consolarla, se acurrucó en su hombro, emitiendo un suave ronroneo que le brindaba consuelo en medio de su tormento interno.

—Vamos, Thorakar —susurró—. Debemos seguir adelante— Añadió acelerando el paso y sin voltear atrás para no ver al hombre que había amado ni al rufián que había arruinado su vida.

Finalmente, sin ser vista logró salir del castillo, y entonces, para tratar de calmar el miedo ante lo desconocido, se centró en pensar en algo positivo y que le hiciera ilusión, y ese algo era llegar a Venus, el planeta de las libertades, donde podría exponer su caso de haber sido maltratada por ser bastarda y además mujer, pues con ese argumento, era casi seguro que su solicitud de refugio fuera aceptada. Además, buscaría a Samir, quien estaba segura de que le brindaría ayuda, y juntos buscarían a Haruka. Sin embargo, de pronto recordó que para llegar a Venus, primero debía salir de Marte y llegar a Terra.; y de nuevo se desesperó al caer en cuenta de que únicamente tenía dos opciones: tomar una nave comercial o atravesar el vórtice natural; y aunque ambas alternativas presentan sus ventajas, también tenian serios inconvenientes.

Optar por una nave comercial sería menos peligroso. Los vuelos eran regulares y podía esperar hasta encontrar un pasaje. Sin embargo, el único hangar comercial en Marte quedaba a un día de viaje en carruaje, y no estaba segura de que aceptaran dragones. Además, sus rasgos jovianos llamarían mucho la atención entre los pasajeros.

Por otro lado, huir a través del vórtice natural tenía sus propios desafíos. No tendría que gastar su verdeoro ni pedir permiso, y podría llegar en menos de una hora yendo por su propio pie. No obstante, el vórtice estaba lleno de llamaradas de fuego que podrían quemarla a pesar del traje de supervivencia que portaba, y las temperaturas eran extremadamente altas. La escasez de oxígeno también era un peligro real tanto para ella como para Thorakar.

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El gran salón del castillo imperial de Marte estaba iluminado por la suave luz de las linternas de papel y decorado con elegantes biombos pintados a mano, que narraban la historia de los dioses marcianos. Los tatamis cubrían el suelo, y las paredes estaban adornadas con kakemonos y bellos arreglos florales en aquel lugar en el que parecia reinar la calma, sin embargo, pese al silencio reinante, la atmósfera estaba cargada de tensión, pues aunque la princesa Rei mantenía una expresión serena y digna, en su interior, la furia la consumía al pensar que dentro de poco tendría frente a ella a Jaedite Moon, quien había llegado a Marte sin previo aviso.

De pronto, la gran puerta de shoji del salón se abrió, y el Emperador, seguido de la corte marciana y los invitados hicieron su entrada. El duque Moon avanzó primero, seguido por su familia y por lord Sweeney, acompañado de su esposa y su hija. La princesa Rei sintió su estómago revolverse al ver a su prometido, pero mantuvo la compostura mientras él se acercaba a saludarla.

—Mi querida Rei, es un honor estar aquí —dijo el duque Moon, inclinándose con una sonrisa.

—El honor es nuestro, Jaedite —respondió Rei, devolviendo la sonrisa con rabia contenida.

Después del intercambio de los saludos esperados, todos se dirigieron al gran comedor donde la familia imperial de Marte solía compartir sus comidas. La habitación estaba decorada con muebles de madera oscura y tatamis, y las puertas corredizas de shoji dejaban entrar la luz de las dos lunas rojizas y las estrellas que iluminaban el cielo púrpura.

—Bienvenidos todos. Espero que disfruten de esta velada —dijo el Emperador alzando su copa de sake después de que todos tomaron su lugar, tratando con ello de calmar el ambiente cargado de formalidad y tensión.

Después de un brindis, el emperador miró a su alrededor, notando la ausencia de alguien.

—¿Dónde está Lita? —preguntó el emperador, dirigiéndose a las sirvientas que aún no se retiraban.

—No tengo idea, señor —respondió una de las jóvenes sirvientas.

El emperador volteó a mirar a la princesa Rei, como buscando respuestas, pero antes de que alguna palabra pudiera salir de su boca, el duque Sweeney tomó la palabra.

—¿Lita? —preguntó con el ceño fruncido— Curioso nombre para una joven marciana. Suena demasiado joviano.

El emperador sonrió, dispuesto a aclarar la confusión del duque Sweeney

—En realidad se trata de una joven joviana que reside en el castillo.

—Supongo que lleva poco tiempo aquí, porque hace poco más de un mes estuve aquí y el único joviano era el señor Andrew Hansford —comentó Jaedite.

La princesa Rei, la única en la mesa que sabía que Lita era la hija fugitiva del Rey Cedrick de Júpiter, intervino rápidamente para evitar que su padre dijera algo comprometedor sin saberlo.

—Lita es una excelente cocinera que contraté para asegurar que en mi boda no falten las delicias culinarias de Júpiter. ¿Y qué mejor que una cocinera joviana para eso?

La mirada de la princesa Rei se encontró con la de sus padres, notando su desconcierto por su rápida e inesperada respuesta, especialmente su padre. Sabía que esa noche el Emperador no la dejaría ir sin exigirle una explicación, pero planeaba inventar algo convincente durante la cena.

Saber que en el castillo había una joviana llamada Lita con habilidades culinarias hizo que Lord Sweeney se sintiera incómodo. Lita también era el nombre de la hija bastarda del Rey de Júpiter, una joven que casualmente tenía grandes habilidades culinarias y que había estado comprometida con su hijo Neflyte, pero que había sido ultrajada por su otro hijo, Nathaniel.

Pensar que esa cocinera joviana en Marte fuera la misma Lita desaparecida lo puso nervioso. ¿Y si era la misma y denunciaba a Nathaniel estando en Marte ? Solo de pensarlo se le quitó el apetito, pues aunque el delito había ocurrido en Júpiter y Marte no era un matriarcado como Venus, las mujeres marcianas en su opinión tenían demasiados privilegios en su sociedad, pues desde antes de que el Emperador Takahashi contrajera nupcias con la Emperatriz, se promulgaron leyes que otorgaban derechos a las mujeres privilegios que atentaban contra los hombres, pues incluso estas podían negarse a complacer en el lecho a sus maridos, y podían denunciarlos por ultraje en caso de que el hombre exigiera eso que Lord Sweeney consideraba un derecho divino del varón.

Peor aún, en Marte, las denunciantes tenían el derecho de elegir el castigo para los infractores, que podía ser desde la confiscación de bienes hasta la castración o la muerte.

—Rei querida, ¿no crees que ya has contratado demasiados cocineros? —preguntó el duque Jaedite Moon, enojado por el despilfarro de su prometida—. Además, creo que la presencia de una joviana de electroquinesis podría incomodar a los nobles jovianos.

—Lita es una joviana de cloroquinesis, así que no tienen por qué incomodarse —respondió el Emperador—. Y en todo caso, los nobles de cloroquinesis que asistan a la boda tendrán que aceptar que se invitaron a las familias más importantes de entre los jovianos de electroquinesis. Esto es Marte y aquí no se va a tolerar la discriminacion contra ningún grupo etnico.

—¿Puede una joviana de cloroquinesis llamarse Lita? —preguntó Serena, que se había mantenido comiendo sin cesar.

—¿Qué tiene de extraño, Serena? —preguntó con desdén el duque Moon.

— ¿Cómo que tiene? Pues que los jovianos de electroquinesis y de cloroquinesis siempre han estado en conflicto religiosos, por eso es de sorprender que a una joviana de cloroquinesis le pongan el nombre de la diosa que veneran los de electroquinesis.

—La misma bastarda del Rey de Júpiter lleva ese nombre. No es tan extraño.

—¡Duque Moon, si dentro de poco va a ser el príncipe consorte de Marte, debería saber que en este planeta no existen los hijos bastardos! —dijo con tono de reproche el príncipe Endymion, quien había permanecido en silencio durante la cena.

El duque Moon alzó la mirada, encontrándose con el odio reflejado en las pupilas del príncipe Endymion.

—Yo misma iba a reprender a mi futuro yerno, príncipe Endymion, pero ahora le agradezco defender las costumbres de Marte —añadió la Emperatriz, agradecida.

El duque Jaedite Moon se sintió avergonzado ante las palabras de su futura suegra. Habría querido gritarle al príncipe que por mucho que intentara quedar bien con la familia marciana, la salvaje princesa marciana sería suya, y que en unos años, como futuro Emperador, impondría el orden y llevaría a Marte a la civilización. Sin embargo, se limitó a sonreír… ¡Ya cuando fuera el Emperador de Marte podría burlarse de Endymion por haberse quedado con la princesa de Marte!

Por su parte, al descubrir que la misteriosa cocinera Lita era una joviana de cloroquinesis, Lord Sweeney se sintió aún más incómodo. Se preguntaba si acaso esa joviana podría ser la misma hija del Rey Cedrick, por lo que decidió que tan pronto como les asignaran sus aposentos en el castillo, se escabulliría de regreso al hangar Ígnea para ordenar a su piloto que se llevara a Nathaniel fuera de Marte.

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Rei respiró hondo antes de cruzar las puertas del salón del trono. Sus poderes psíquicos ya le habían revelado que su padre la confrontaría por lo que había dicho sobre Lita durante la cena, y lo peor era que no se le ocurria ningún argumento lo suficientemente sólido como para justificar lo sucedido.

—Y bien, padre. ¿Para que me ha llamado?— preguntó Rei con firmeza, actuando con la naturalidad de quien no esconde nada.

—¿por qué en el comedor afirmaste que Lita fue contratada como cocinera para el banquete de tu boda?— preguntó su padre con voz severa.

—¿Me llamo a la sala de trono para preguntarme eso, padre?— preguntó Rei fingiendo sorpresa— ¡Pensé que me había llamado para algo importante!— Exclamó fingiendo que lo que le preguntaba no tenía importancia, pero por dentro, el nudo en el estómago de Rei se apretó, pues sabía que aunque su padre era un hombre justo, no dejaría pasar esto fácilmente.

—Dije eso porque yo le pedí que preparara parte del banquete de mi boda, padre— respondió Rei— Usted mismo ha probado su comida, y ya se dio cuenta de que tiene habilidades culinarias. También el príncipe Endymion quedó encantado con sus postres, y los cocineros dicen que es muy hábil y que está aprendiendo rápido sobre la gastronomía marciana.

Pero a que todo lo que Rei había dicho sobre las habilidades de Lita como cocinera, su padre la miró con escrutinio, como buscando la mentira que la delatara.

— Lita no llegó como cocinera al castillo, sino como invitada y acompañante de Andrew. No intentes engañarme nuevamente, Rei. Dime la verdad.

Rei sintió la presión en sus hombros. No quería que Lita fuera obligada a regresar a Júpiter, pues intuía que le esperaba un castigo severo a manos de la familia real joviana si era entregada a ellos, y además, por si fuera poco, gracias a Lita había conocido la verdadera naturaleza de Jaedite, quien solamente quería desposarla para convertirse en Emperador de Marte.

—¿Qué quieres que te diga, padre?— preguntó la princesa Rei en un tono desafiante

—Sé la verdad, Rei— Respondio colerico el Emperador—Desde que la señorita Lita llegó, he sabido que ella y Andrew tienen un idilio. Es por eso que Andrew dejó a su prometida. Y además... Sé que Lita es la hija del rey Cedrick, quien está desaparecido. ¿Acaso creías que no lo descubriría?

Rei se sorprendió ante las palabras de su padre, aunque no supo si lo que más le sorprendía era que su padre creyera que Andrew tenía un romance con Lita o que se hubiera dado cuenta de que Lita era la hija ilegítima del Rey Cedrick.

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Dentro del hangar propiedad de Emerald High Society Club, Andrew caminaba frustrado de un lado a otro, temeroso de que Griffin, no pudiera conseguir el permiso para que la nueva nave saliera de Júpiter.

—Si Griffin no consigue el permiso, saldré de Júpiter por el vó dejaré que mi padre y el rey decidan por mí —dijo furioso.

Cerca de él, Altair ajustaba los controles de la nueva nave que había adquirido, también a nombre del club.

—Seguro que Griffin conseguirá el permiso —dijo Gordon—. Si algo quiere tu padre es que se te prohíba la entrada al club, así que no dudes de que lo concederá el permiso.

De pronto, las enormes puertas del hangar se abrieron y apareció Griffin con una expresión triunfante.

—Lo conseguí, Andrew. Tu padre otorgó el permiso.

Andrew sintió un alivio inmenso, como si le hubieran quitado un peso de encima, y una sonrisa de gratitud iluminó su rostro.

—¡Te lo agradezco tanto, Griffin! —exclamó—. Este mes tendrás un bono extra como compensación.

Tras obtener el código de acceso que le permitiría traspasar el campo de fuerza, Andrew dio rápidamente un par de indicaciones a su personal que se quedaba en Júpiter. Después, abordó la nave y, tras encender los motores, se retiró a sus aposentos. Allí se encontró con un enorme ramo de rosales color rosa y un pay de cerezas que le arrancaron una sonrisa, pues irremediablemente le recordaron a Lita, a quien de solo pensarla le provocaba sentir una calidez inusitada en su pecho, una emoción que no había experimentado ni siquiera con la princesa Wanda.

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Nathaniel despertó abruptamente, empapado en sudor frío, con el corazón latiéndole a toda velocidad. A pesar de que ya habían pasado dos años desde que su vida comenzó a ir en decadencia, las pesadillas aún lo perseguían. En su sueño, su querido hermano Neflyte había descubierto que había ultrajado a su ex prometida, y, lleno de furia, empuñaba una espada para matarlo, mientras que a su lado, esa mujer a la que había desvirgado por la fuerza se reía con una risa cruel, disfrutando de su inminente destrucción.

De inmediato, Nathaniel se incorporó en la cama, tratando de calmar su respiración agitada, pero entonces, sin querer, vio su reflejo en un espejo de marco dorado: Un rostro desfigurado a causa de algo desconocido que creía era culpa de aquella mujer que lo hizo caer en la tentación.

Lleno de una mezcla de ira, frustración y miedo, se llevó las manos temblorosas a la cabeza, recordando cómo poco a poco, desde aquel día, el inigualable atractivo físico que alguna vez tuvo se fue desvaneciendo hasta que solamente quedó el monstruo que evitaba ver en los espejos.

Aunque prefería mantenerse encerrado en la nave espacial en vez de acudir al Castillo Imperial donde en ese momento estaba hospedada su familia, decidió salir en busca de un respiro. Después de todo, era poco probable que en medio de la noche se encontrara con alguien que lo mirara con la repulsión que solía causar.

Tras salir de la nave, trató de distraerse con el árido paisaje marciano a su alrededor; sin embargo, sus pensamientos seguían atormentando.

De repente, en medio de la noche, escuchó pasos. Quería evitar encontrarse con persona alguna por lo que decidió ocultarse detrás de un enorme arbusto de fuego, pero de pronto, escondido donde estaba miró que aquella persona que merodeaba en medio de la noche era quien menos se hubiera imaginado. ¡La hija bastarda del rey de Júpiter que estaba desaparecida! La misma doncella joviana que su hermano Neflyte seguía amando y a la que ahora mismo estaba buscando en sabe qué lugar del universo, pero que Nathaniel, sin saberlo, había tomado por la fuerza para saciar su lujuria junto con otros dos nobles jovianos.

De pronto, el terror y la rabia se apoderaron de su ser. La odiaba por haberse puesto aquella noche en su camino y tentarlo con su belleza, y le temía porque sabía que bastaba con que ella hablara para que Neflyte quisiera destruirlo sin importar los lazos de sangre. Por lo tanto, tomó una decisión: acabaría con la vida de esa bastarda antes de que Neflyte o el rey Cedrick la encontraran.

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Pese a que Marte era un planeta hostil, a cada paso que daba, Lita no podía evitar pensar en que en algunos breves momento, le había ilusionado la idea de quedarse a vivir allí, pues en ese lugar que no era el destino favorito de personas provenientes del resto de planetas, había encontrado un atisbo de paz y aceptación que nunca encontró en Jupiter.

Además, mientras caminaba, no podía evitar pensar en la familia imperial. Siempre habían sido amables con ella, y en su corazón sentía la punzada de no haberse despedido, sin embargo, era mejor así, pues no sabía cómo reaccionaría el emperador si descubriera que le había ocultado que era la hija bastarda de Cedrick, a quien estaban buscando capturar dentro y fuera de Jupiter.

De pronto, en medio de aquella noche iluminada por las dos lunas rojas que resplandecían en el cielo morado marciano, visualizó el vórtice que con su luz de los colores del fuego prometía libertad.

—¡Ya estamos cerca, Thorakar! — Susurró mientras su corazón latía con fuerza, ante lo cual el pequeño dragón emitió un graznido; sin embargo, desde las sombras apareció un desconocido cuyo rostro iba cubierto por una capucha oscura, lo cual le sorprendió, pues a su alrededor no había casas, ni templos.

Dado que lo único cercano donde pudiera haber personas era el hangar Ignea, quiso pensar que quizá aquel hombre era alguno de los pilotos o mecánicos aeroespaciales que le daban mantenimiento a las naves de la familia imperial marciana, por lo que decidió ignorarlo y seguir adelante, pero entonces el hombre rompió el silencio.

—No deberías estar aquí, —dijo el desconocido de manera autoritaria en idioma joviano, pero con un acento que no era característico de los marcianos cuando intentaban hablar joviano, sino más bien el propio de los habitantes del planeta Terra. Un acento y tono de voz que le parecía haber escuchado antes, y que provocó que su corazón comenzara a latir de miedo.

Lita decidió ignorar las palabras de aquel hombre, fingir que no había escuchado y seguir su camino, sin embargo, sin previo aviso, el hombre corrió hacia ella, dispuesto a atraparla, por lo que Lita de inmediato desenfundo la cimitarra que Haruka le había regalado y que había sido su compañera desde que huyó de Júpiter.

—¡No te atrevas a acercarte! —le advirtió con voz firme, y apuntando con la hoja al extraño — No intentes tocarme.

El desconocido se echó a reír con burla, parecía subestimar sus habilidades, lo que le provocó un sentimiento de terror y furia. ¡Aquella risa burlona la había escuchado antes!... Pero no recordaba donde.

— ¿Tú?...¿Una mujer con una cimitarra? No me hagas reír, puta bastarda. No sabes lo que haces.

El hombre se lanzó hacia ella con rapidez, intentando desarmarla, sin embargo, Lita, con movimientos precisos y calculados, bloqueó su ataque y, con una torsión de muñeca, mantuvo su cimitarra firme entre ellos. Luego, con una fuerte estocada, lo tumbó al suelo, dejando al hombre sorprendido y enfurecido.

Al verlo tumbado en el piso, Lita comenzó a correr con todas sus fuerzas al vórtice, sin soltar en ningún momento a Thorakar, pero entonces recordó que muchos de los habitantes de Terra tenían poderes de teletransportación cuando aquel hombre apareció frente a ella, sosteniendo una espada.

— Veo que sabes cómo usar esa cimitarra. Pero no será suficiente, bastarda.

El hombre fue el primero en lanzar una estocada que Lita logró detener con su cimitarra, y entonces, el sonido de las hojas chocando llenó aquel lugar.

—¿Que quieres de mi?— Reclamo Lita— ¿Monedas, joyas?.

—¡Soy el que te hizo mujer, puta joviana, y vas a pagar por lo que me hiciste!— Exclamó el hombre quitándose la capucha que reveló un rostro monstruoso lleno de llagas.

Al descubrir que tras ese rostro deformado estaba Nathaniel Sweeney, Lita se sintió asqueada y aterrorizada, no tanto por su apariencia que se había tornado monstruosa, sino por el recuerdo de aquella maldita noche en que ese hombre junto con otros dos habían ultrajado su cuerpo para saciar sus deseos bestiales, dejándola marcada de por vida como una mujer impura y por tanto indigna de ser amada.

—¡Soy mujer desde que nací, y vas a pagar lo que me hiciste!— dijo Lita en tono amenazante.

Dicho recuerdo, provocó que el miedo inicial que sintió Lita se transformara en ira, y entonces la batalla comenzó con un estallido de movimientos en el que Lita golpeaba con rabia contenida, hiriendo con su cimitarra en más de una ocasión a aquel hombre que un dia abusó de ella con facilidad pero que al que ahora le estaba costando defenderse de la furia de ella que estaba dispuesta a vengarse.

—Arruinaste mi vida, ¡maldito seas! —exclamó con rabia, mientras lo obligaba a retroceder.

Nathaniel intentaba esquivarla, pero ella giró con agilidad, golpeando su espada contra la suya con una fuerza que lo desestabilizó y lo desarmó, provocando que la espada cayera de su mano y obligándolo a caer de rodillas.

Al verlo de rodilla, LIta apuntó su cuello con la cimitarra. La furia y el deseo de venganza quemaban en su interior.

—¡No… no te atrevas a matarme o mi padre te….

—¿Asesinarte?— Cuestionó Lita burlona mientras de una patada en el abdomen lo tumbaba al suelo ardiente de Marte—¡No, claro que no, Sweeney!... Asesinarte sería un premio comparado con lo que te mereces—Dijo Lita apuntando su abdomen con la hoja de la cimitarra—¿Imaginate sin esa parte que te cuelga entre las piernas y que usaste para hacerme sufrir y que seguro usas para…

—¡Sabes bien que…

—¡No te he dado permiso de que hables, escoria!— exclamó Lita pateandolo con fuerza en su virilidad, provocando que Nathaniel dejara escapar un alarido de dolor

Lita bien habría querido torturarlo para provocarle el mismo dolor y el mismo terror que ella sintió cuando Nathaniel junto con otros dos hombres la tomaron por la fuerza, sin embargo, no podía demorarse mucho antes de cruzar el vórtice, por lo que decidió actuar rápido.

—¡Despídete de eso que te cuelga de entre las piernas, escoria!— Exclamó Lita burlona

De pronto, cuando Lita estaba por la estocada de la venganza, sintió un brazo fuerte atraparla por detrás, inmovilizándola.

Lita de inmediato trató de liberarse, pero el agarre era poderoso y no podía soltarse. La sorpresa y el miedo se apoderaron de ella, provocando que la cimitarra cayera de su mano. Su respiración se aceleró mientras trataba de imaginar quién podía ser y qué le iba a pasar ahora.

¡Hola después de casi dos meses!

Bien, me tarde en escribir pero aquí estoy de nuevo, porque si algo les he de decir que no voy a abandonar mis fanfics, menos este que es mi favorito de los que estan en proceso, si me estaba tardando era porque entre diciembre-enero tuve una crisis de ansiedad/depresion de la que por suerte ya sali; y bueno… ¿Que creen?... Les tengo la mala noticia de que me desmonetizaron la pagina de facebook porque el fandom moonie por desgracia a veces es un poco toxico, y pues como "con dinero baila el perro", si el señor Zuckerberg no me devuelve la monetizacion le bajare el ritmo a la pagina porque como quiera disfruto mas escribir fanfics que hacer imagenes.

En fin, como siempre, muchas gracias a cada una de las personas que me leen:

Hospitaller Knight: Amiga, gracias mil por tus reviews y por las charlas que tenemos por inbox.

Maga del mal: Adoro tus reviews. Siempre me hacen reir, y si, Thorakar no pierde el apetito ni porque se este cayendo el mundo, asi que se comio las galletas que eran para Andrew.

Magic Moon: ¡Ay, amiga! Gracias por las charlas y por tu apoyo con mi pagina. Espero este capitulo te guste.

Daniel Eduardo: Amigo, gracias por tu apoyo.

Subzie: I thank you very much for reading this fanfic that I love to write, especially because you make the effort to read it even though it is not in your language. I also hate the Moon family. About Lita, the poor thing has suffered a lot, but at least the royal family of Mars and Andrew wouldn't hurt her.

Invested Reader: Thank you for your review, I'm so glad to read it and know that you like this story, and I promise I'll finish it because it's one of the stories I've loved writing the most.

En fin, espero pasen bonita semana y voy a procurar actualizar a mas tardar en dos semanas.

Edythe