Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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—Antes que nada, les agradezco por venir. Sé que el esfuerzo de tener que traer a Satori a estas horas de la noche es grande, por lo que me siento apenada. Lamento la repentina llamada.
Akane realizó una reverencia respetuosa ante la familia Abe. Ranma se encontraba a su lado, sentado en el comedor de la casa de los Tendo. También realizó la inclinación, aunque más ligera que la de la chica. Sostenía en su mano el pergamino que le fue entregado a Akane, y a pesar de tenerlo ahí, seguía sin creer que la abuela de Xian Pu decidiera entregárselos de forma voluntaria. Esperaba que eso no supusiera alguna trampa para el dojo.
Kotaro negó con tranquilidad. —No tienen de que preocuparse. Entendemos que estos días han sido difíciles. No podemos creer que el dojo Kumon haya hecho tal cosa.
—También lamento haber interrumpido el descanso de Satori.— Volvió a disculparse Akane.
El padre del pequeño sonrió. —No se preocupe, señorita. Después de todo, es un niño. Es normal que esté casi dormido, los entrenamientos lo dejan exhausto.
El pequeño, quien ya cabeceaba, se despertó tan solo al escuchar a su padre. Movió la cabeza exageradamente, y sus mejillas se colorearon. —¡No es verdad! ¡He aguantado los entrenamientos! ¡Lo juro!— No deseaba quedar ante su sensei como un debilucho.
Kana, su madre, trató de calmarlo. —Satori, no pasa nada. Además es cierto, has estado muy cansado últimamente. Entre los estudios y los entrenamientos tus energías se encuentran bajas.
Haber escuchado que el pobre pequeño parecía luchar contra corriente les removió algo dentro de su corazón, en especial, a Akane. Era ella la principal responsable del dojo, y era ella quien debía velar por el bienestar de su alumno.
Ranma notó la incomodidad de Akane, por lo que decidió por hablar él mismo. —Justo por eso es que los hemos citado. Tenemos un plan, pero es necesario que sepan que es lo que deseamos hacer, y entenderemos si no están dispuestos a tomarlo.
—Díganos.— Kotaro no los culpaba. El idiota de su medio hermano era el principal responsable de todo el caos.
—Lo que nos hizo el dojo Kumon desestabilizó nuestros planes.—Dijo Akane, quien se encontraba nerviosa. Las decisiones que habían tomado no eran fáciles, y de cierta forma, fueron sacrificios que tuvieron que considerar. Pero, ¿Los padres de Satori estarían de acuerdo con lo que planeaban? —Por lo tanto, hemos decidido que lo mejor para todos es ir a entrenar a las montañas por un mes, si es que queremos pasar las semifinales. Para ello, necesitamos que Satori viaje con nosotros y se enfrente a un entrenamiento riguroso.
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Capítulo 12.- Los niños del jueves.
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Shinnosuke trazaba en su enorme lienzo los detalles finales de la creación que deseaba regalar. En su celular, la foto de una sonriente Akane se reflejaba. Su musa estaba ahí, animándole a través de una pantalla. Terminó con un último movimiento a la brocha, y se levantó para admirar su trabajo.
El cuadro de una Akane sonriente, adornado con preciosos matices de colores pasteles y trazos perfectos se proyectaba a través del lienzo. En la foto que usó como inspiración, Akane aparecía con el cabello largo. Pero en el cuadro, Akane tenía la mitad de cabello largo, y la otra con su peinado actual.
Y a pesar de la exactitud de sus trazos, de la suavidad y armonía de los colores, nada de ello podía igualar la belleza irreal de Akane.
Shinnosuke sonrió, acercándose lentamente al cuadro. Acarició con sus dedos el marco, y suspiró profundamente.
—Espero que le guste este cuadro, aunque me temo que primero deberá ser evaluado por el profesor mañana.
Por último, roció el protector de óleo, y lo dejó secándose. Esperaba que fuese un buen regalo de cumpleaños para Akane. Dentro de poco tiempo se lo daría, y entonces, le confesaría que deseaba salir con ella.
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Ranma y Akane quedaron perplejos al leer una de las técnicas del pergamino. Mientras iban sentados en el autobús de camino a la escuela intentaban estudiar los papeles para poder enseñárselos a Satori durante todo el tiempo de entrenamiento. Pero vaya sorpresa se toparon al leer sobre la primer técnica.
—Entonces... ¿Pretenden que logremos sacar castañas del fuego?... ¡Que locura!— Dijo Ranma, frunciendo el ceño. Aunque no le parecía extraño, pues su padre cuando solía entrenarlo lo ponía en múltiples situaciones descabelladas que hacían que lo que leyó en el pergamino se quedara en pañales.
Akane negó, y siguió leyendo sin querer aceptar que, de verdad, estaban dementes. —No creo que sea literal...
El de trenza le arrebató el pergamino, y señaló uno de los ejercicios. —Técnica del incienso del sueño. Realizar con el incienso Shun Min Ko. La técnica sirve para luchar mientras duermes, y despertar tus sentidos de lucha.
—De acuerdo. Si, es literal.— Akane, en un gesto de desesperación, posó las palmas de sus manos en su frente. —No podemos arriesgar a Satori. Nada de fuego, ni nada de inciensos o cosas raras. Es apenas un niño que no debería arriesgarse a ello.
—Ni... tú.
—¿Eh— Akane tuvo que voltear a observarlo, parpadeando múltiples veces y procesando lo que dijo. —¿Qué me estás queriendo decir?
Resopló. —Que tú no... bueno... es que...
—¿Quieres darte prisa y decirme?
Ranma tuvo que mirar hacia la ventana como método de escape ante la inquisición a la que se veía sometido. —Tú lo dijiste la semana pasada. No estás al nivel de Xian Pu, así que creo que si aplicamos estas técnicas...— Pasó saliva, sumamente nervioso. Le daba pavor tener que admitir su preocupación por el bienestar de la chica a su lado. —Si las hacemos, seguramente saldrás herida. No creo que puedas manejar estos ejercicios que son creados para perfeccionarse por años.
—Ah... entonces... ¿Crees que no tengo la suficiente determinación para aprenderlas? ¿O la capacidad?— Sintió... decepción. Y tal vez un poco de ira. Vaya, hace una semana Ranma le dijo que no debía desconfiar de si misma, y ahora resultaba que él lo hacía.
El de trenza hizo una pequeña mueca, fruto de la frustración que experimentaba. —Estás entendiendo mal.
—No. No lo hago. Es exactamente lo que tú me estás diciendo.
—¡Qué no!
—Sé que no soy fuerte ni hábil. Ya lo sé. Pero, al menos creí que tus palabras del otro día eran ciertas.
Suspiró hastiado. —Akane... ¡Escúchame! No es lo que tu crees.
—¿A no? ¿Y entonces?
—¡Es que me preocupo por ti y por Satori!— Exclamó fuertemente. —¡No es que seas débil! ¡Akane, no quiero verte malherida con un estúpido entrenamiento porque tú me...!— Calló, dándose cuenta de que casi deja entrever sus sentimientos reales por ella. —Por... porque... ¡Porque somos amigos y te aprecio!
Anonadada, miró los ojos azules de Ranma. —...Entonces...¿Te... preocupo...?
—Y Satori también.— Sonrojado desvió el rostro. —Si no quería que entrenáramos las técnicas es porque no deseo que salgan lastimados. No soportaría ser el causante de heridas graves, ni nada de eso. Los entrenamientos que tuve con mi padre fueron extremos, y aunque sé como adaptar las técnicas... no quiero que los dos terminen sufriendo.
—Ya.— Suspiró, y sonrió con tranquilidad. —Ranma, todo va a salir bien. Confiamos en ti.
Jadeó. —Nunca pensé que me delegarías el papel de entrenador para ti y para Satori. Creí que no te gustaría.
—Si queremos vencer al dojo Kumon, debemos de arriesgarnos.— Miró la ventana, notando como el clima comenzaba a tornarse en días soleados y más cálidos. El verano casi llegaba, y estaba completamente segura de que esa sería su época. —Las artes marciales son mi vida. Hipotéticamente hablando, si debo morir lo haré.
Decir que sintió cosquillas era poco. Ranma obtuvo una revolución en su estómago, y es que cada día que pasaba su atención se concentraba en Akane. La determinación y el fuego de la pasión por las artes marciales le tenían doblegado. Tal vez el viaje en el bosque podría no ser buena idea para sus sentimientos, pero si deseaban derrotar al dojo del señor Kumon, entonces él se arriesgaría.
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El detective Happosai terminó de beber su café de aquél local pequeño. Sonreía con malicia, deleitándose con la información que obtuvo durante su pequeña visita a la residencia el otro día.
No era alguien ético, pero gracias a la tortura psicológica es que pudo develar algunas pistas sobre el paradero de la hija ilegítima del señor Kumon padre. Al menos ya tenía la dirección de la madre, y por lo que pudo constatar, quedaba cerca de ese sitio.
Sacó un par de billetes grandes, y los depositó en la mesa. La mesera se acercó, y en cuanto comenzó a recoger la taza, el anciano no pudo evitar lanzar una serie de palabras escandalosas.
Era un gran amante de las mujeres bellas, aunque por desgracia para él, siempre terminaba rechazado. Esta vez no fue la excepción.
Salió de la cafetería con una marca de mano en la mejilla. Bueno, ella se lo perdía. Igual lo que le importaba era encontrar a esa mujer.
Tomó un taxi, liberándose de la ruidosa ciudad, y comenzando a llegar a los campos más rurales cercanos a la zona. Claro que cuando bajó del vehículo le dio propina al taxista, quien se había tomado la molestia de ir hasta esos lugares.
Caminó, preguntando a los campesinos por la residencia indicada. Y en cuanto puso un pie afuera de la residencia, miró que una señora recogía verduras de lo que parecía ser un huerto casero.
—Buenos días, señora.
La mujer miró al enano señor, extrañada de ver a alguien trajeado ahí. Dejó de recoger vegetales, y se acercó al portón de su morada. Una casita rural, sencilla pero de las mejores de la zona. —Buenos días. ¿Qué se le ofrece?
—Mi nombre es Happosai Rokudo. Soy investigador privado. ¿Conoce al señor Kotaro Abe?
Ella palideció, y sus ojos se abrieron sorprendidos. Por poco tiraba la cesta, aunque no se lo permitió. Era su mercancía para vender, y no debía desperdiciarse. —Kotaro... Si. Si lo conozco. ¿Cómo no acordarme de él?
—Bueno, pues he venido por petición de él. Hay unas cuantas cosas que debemos hablar.
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—Te ves cansado.— Ryu caminaba al lado de su amigo, con las manos en los bolsillos de sus pantalones cargo.
Satori negó, bostezando ligeramente en el proceso. —Estoy bien.
Ryu arqueó una ceja. —Si, claro.— Soltó sarcástico.
—De verdad.— Al notar como su amigo no le creía, rodó los ojos.—Bien. Tendo sensei dice que iremos a entrenar al bosque por un mes. Ayer nos llamó un poco tarde para una reunión de emergencia, y por eso tengo sueño.
Rio un poco. —Entonces si no aguantaste unas horas menos de sueño, no soportarás el entrenamiento.
Eso molestó un poco a Satori. ¿Qué no soportaría? Por Akane lo haría. —¡Si lo haré! ¡Ya verás! Terminaré cerrando tu enorme boca.— Dijo el pequeño, sacando la lengua de mofa.
Sin creerle, Ryu atacó a Satori. Pudo notar como él lo esquivó, aunque le costó reaccionar un poco. Se descolgó su mochila, y la colocó enfrente de él, cubriendo sus brazos, como si llevara un escudo. —Intenta encestar un golpe a mi mochila.
Satori se concentró, entrecerrando los ojos. Trató de recordar los consejos de Akane, y entonces se adelantó. Corrió con el puño extendido, tratando de impactar contra el objeto que le señalaron. Ryu se movió en círculo, haciéndose a un lado cuando Satori estuvo a nada de casi golpear el objetivo. Jadeaba fuertemente por el esfuerzo, y el sudor recorría su frente. Le estaba costando horrores atinar, lo que Ryu calificó como un desastre.
Ryu se detuvo, dándole una pausa a Satori. No solo el estado físico de Satori le preocupó. El hecho de que no pudiese golpear con eficacia la mochila significaba que el entrenamiento que le darían sería bastante complicado de seguir. Sacó su botella de agua, y se la lanzó al pobre chico. —Bebe esto.
Satori lo hizo. Dio un gran sorbo al líquido, y cuando terminó, se acercó a Ryu. —¿Por qué me hiciste hacer todo este circo?
—Tienes mucho que trabajar.— Soltó preocupado. Nunca había sentido algo parecido, ni siquiera por su padre. Pero con Satori era distinto. Su primer mejor amigo podía sufrir por el entrenamiento con los pergaminos. —No deberías de andar diciendo en voz alta pensamientos ególatras. Aun eres un niño que debe mejorar.
—No soy ególatra.— EL mohín solo demostraba la frustración que sentía. No le gustaba que le dijeran niño. Apenas tenía doce años, de acuerdo, pero él podía lograr cosas grandes. —Ni tampoco soy un niño.
—Si, si. Lo que tú digas.— Comenzó a caminar nuevamente, colgando su mochila a un lateral suyo. Detuvo su andar por un instante, y se giró brevemente hacia su amigo. —Satori, hablo en serio. Lleva el entrenamiento con calma. Solo eres un niño, así que solo deberás llegar hasta cierto nivel. No te sobrecargues.— Volvió a avanzar, dejando a Satori atrás.
Satori, por otro lado, lo arremedó a sus espaldas, y le dio alcance. Ya lo verás. Y se lo demostraré a Tendo sensei. Voy a ser el más fuerte.
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—¿Estás segura de hacer esto, Akane?
Ranma caminaba al lado de la joven, directamente hacia la sala de profesores. Faltaban dos horas para las clases con la profesora Matsuda, pero Akane ya tenía prisa por ir a explicarle la decisión que tomó, tal como lo había estado haciendo con varios de los profesores.
Y aunque ella se notara conforme con lo que deseaba hacer, el chico sabía, muy en el fondo, que Akane no quería hacer lo que iba a hacer. Era una decisión complicada, ya que desde que la conoció pudo darse cuenta de cuantas ganas tenía de pertenecer a las competiciones universitarias.
Akane asintió. —Si, más que segura.
—Pensé que deseabas seguir en las competiciones universitarias.
—Pues... si... pero si queremos que el dojo Tendo vuelva a brillar, entonces debo hacer sacrificios.
La observó de reojo, y luego desvió la vista. —¿Qué pasa si perdemos el torneo?
—No lo haremos.
—¿Y si si?
—¿Quieres dejar de ser pesimista?
—No lo soy.
Se plantaron frente a la puerta, y ella respiró profundamente, infundiéndose el valor suficiente para hacer frente a la decisión apresurada. Alzó la mano, buscando tocar, pero antes de ello, la mano suave de Ranma la detuvo. Le observó, notando como los iris azules de él transmitían confianza. Además, el le sonreía tiernamente. Una calidez indescriptible la inundó, y su corazoncito se emocionó con tan simple gesto.
—Akane.— Con cada día, hora, minuto o segundo que pasaba, más le costaba controlar sus sentimientos por ella. Sin embargo, no se atrevía a dar un paso importante en esos momentos, ya que la situación era distinta, y entendía las prioridades de la chica. —¿Realmente estás segura?
No. No lo estaba. Es más, no deseaba desligarse de las competiciones universitarias, porque a ella le causaba emoción competir en torneos representando a su alma mater. Pero debía ser realista: el objetivo en esos momentos era distinto. —Si.— Respondió escueta.
Bufó. —En serio que a veces no eres nada linda.
No resistió. Akane abrazó a Ranma, intentando sentir la seguridad que necesitaba en sus brazos. A decir verdad, fue un movimiento muy precipitado, pero es que se moría del miedo. Miedo a todo lo que debían enfrentar, miedo a no poder lograrlo. Era como si el se convirtiera en su salvavidas por ese instante.
Ranma, conmocionado, enrojeció hasta las orejas. Lentamente rodeó con sus brazos a Akane, apenas rozando ligeramente el cuerpo de la joven. Su respiración se entrecortó, y la boca se abría y cerraba, en busca de oxígeno. ¡En serio que Akane era muy linda!
—Ahem... ¿Interrumpo?— La voz de la profesora Matsuda invadió el espacio. Ahí estaba ella, abriendo la puerta que se supone ambos tocarían.
Claro que ambos se separaron, momentáneamente incómodos ante todo el asunto. Carraspearon y se removieron, sintiendo sus rostros acalorados gracias a la timidez.
—No... para nada...— Susurraron a la vez.
Matsuda sonrió amable. Ese par de chicos siempre le causaban ternura. Cada vez que los veía, —Bien. Ahm, estaba a punto de salir por un café, pero díganme, ¿Qué necesitan?
—Bueno... es que...— Dubitativa, Akane intercambiaba miradas entre la profesora y el suelo. —Hay una situación... Verá, necesitamos que nos dé un mes libremente. Regresaremos para la semana de evaluaciones.
—¿Ocurre algo?
—Si. Bueno, lo que sucede es que... hay algo que debo pedirle. Pero no sé como iniciar. Es sobre lo del torneo universitario.
Chieko Matsuda entendió. De hecho, lo veía venir desde hacia un mes, cuando ella se enteró de que ellos competirían en el torneo de dojos. Quiso confiar en Akane, ya que era una excelente alumna. Pero cuando terminó por enterarse de lo que el dojo Kumon hizo, entonces esperaba algo como eso. —Tranquila, sé lo que me vas a pedir. A partir de este momento, quedan fuera de la competición escolar.
—¿Qué?— Preguntó Akane, atónita. —...¿Cómo lo supo...?
—La competencia de dojos es más importante. Estoy al tanto de lo que el dojo Kumon hizo, porque alguien me lo contó hoy por la mañana. Alguien llamado Ryu, pero no le digan que yo les dije.— Tomó el hombro de Akane, intentando transmitirle confianza. —No deberían sobre exigirse. La competencia universitaria no importa. El torneo puede ayudarles más que concursar para la universidad.
—Pero, profesora...
—Nada de peros.— Palmeó suavemente el hombro, y los observó a ambos. —Les sugiero que se tomen ese mes para entrenar arduamente. Las evaluaciones son dentro de poco tiempo, pero estoy segura de que los demás profesores entenderán el asunto si se los explican. Además, así podrán enfocarse en lo que realmente importa.
Ranma asintió. —Le agradecemos mucho la atención.
Akane hizo una reverencia, y comenzó a caminar de regreso. El de trenza iba a hacer lo mismo, pero antes de siquiera dar un paso, fue detenido por la profesora Matsuda.
—Ranma, cuida a Akane. Estoy segura de que pueden ganar el torneo, pero ella necesita entrenar muy duro. Sé que podrás ayudarla mucho.
—Lo haré.
Sonrió. —Solo no se distraigan. Recuerda lo que les dije el otro día. El amor es lindo, pero no dejen que les nuble sus objetivos.
—Descuide, no pasará nada.
—Ambos son muy afortunados. Hacen una linda pareja.
Ranma se sonrojó furiosamente.—Ya, bueno...
—Anda. Ve con ella.
No dijo nada. Simplemente obedeció como un robot a la orden, sin dejar de sentir cosquillas en su estómago.
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Akari caminaba tranquilamente, leyendo el mensaje que Akane le mandó. El hecho de que tuviese que irse de entrenamiento lo entendía. No le pareció justo lo que hizo el dojo de ese señor, pero le alegraba ver que tanto Akane como Ranma encontraron una solución. Al menos ellos dos podían resolver sus problemas. Sin embargo, ella se encontraba enfrascada en la frustración.
Refunfuñaba contra Ukyo por aprovecharse del secreto sobre la madre de Akane. Deseaba poder objetar, pero tampoco quería perjudicar la salud de la madre de Akane. Aunque simplemente odiaba ser testigo de como Ukyo acaparaba la atención de Ryoga. Es más, ya llevaban un par de días sin poder hablar normal, solamente a través del celular.
—Ugh. Que molesto.—Murmuró, metiendo el celular en el bolsillo de su bata. Había salido del laboratorio de análisis, y caminaba hacia su siguiente clase. Le había mandado un mensaje a Ryoga, preguntando cómo se encontraba, pero no le respondía. Eso solo la ponía de malas.
Sin embargo, sintió como si alguien la siguiera. Giró su cabeza, observando que no había nadie ahí, más que sus compañeros de clase. Sacudió la cabeza, y se dirigió al sanitario. Entró, y se acomodó el peinado. Miró el reflejo en el espejo, notando como las ojeras se marcaban un poco. No podía ni pegar bien los ojos por la preocupación en su vida. Eso en serio que era un fastidio.
Salió del sanitario, encontrando que no había presencia de otros alumnos. No le dio importancia y siguió caminando con tranquilidad. O al menos eso quiso hacer, porque por alguna razón, comenzó a sentir como si alguien le siguiese. Se detuvo a mitad del pasillo, y giró su rostro, tratando de encontrar a alguien que estuviese detrás de ella.
No había nadie.
Pensando en que estaba alucinando y exagerando, siguió su camino hasta desaparecer del pasillo.
Ella no lo vio, pero un chico le observaba desde lo lejos. La capucha que llevaba puesta en la cabeza solo dejaba entrever una sonrisa un tanto extraña. No podía negarlo. Desde que la vio por primera vez, notó en ella algo que le cautivaba. Nunca le pasaba con ninguna chica, hasta ahora.
Akari Unryu se había convertido en su objetivo. Quería estar junto a ella, y que ella le hiciese caso. Esperaba que, algún día, ella cayera a sus pies. Haría lo posible por que así fuera.
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Ranma llegó a casa, y encontró a su mamá sonriente, demasiado feliz. Extrañado, se acercó a su madre, y la saludó de la mejor forma. —Hola mamá. ¿Sucede algo?
Nodoka asintió. —Tu abuelo nos dijo que nos prestaría dinero para su entrenamiento. Dice que prefiere que se gaste en eso, que en las deudas que tu padre pudiese contraer.
—¿Y que hay de las clases?
—El señor Tendo aceptó suplirlos en el tiempo en el que estén afuera.
—¿Y la reservación en la cabaña?
—Lista. Los dueños quedaron fascinados con ustedes, así que ofrecieron un descuento para el alojamiento.
EL de trenza se emocionó, y eufórico abrazó a su madre. —Gracias.— Luego, corrió a su habitación, feliz porque los planes estuviesen saliendo bastante bien.
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Naoko y Kasumi salieron del consultorio del oncólogo, y se dirigieron hacia la salida del hospital. El sol radiante de aquél día reflejaba la felicidad que ambas destilaban. Por fin, la vida les estaba sonriendo. El cáncer se había ido, así que la última quimioterapia ya no era necesaria. Con la que recibió ese día fue suficiente.
—Me siento tan alegre.— La matriarca Tendo miró las nubes en el cielo, sin poder evitar que la felicidad se desbordase de ella. —Tengo hasta ganas de cocinarles.
Kasumi negó, y aferró más el agarre del brazo de su madre. —Aún no estás en óptimas condiciones para hacerlo, mamá. Deja que pasen unos meses. Aún debes cuidarte mucho.
—Extrañaré a tu hermana durante todo ese mes que se va.— Su sonrisa de pronto se volvió melancólica. —Para una madre, ver a sus hijos crecer y luchar por sus sueños es una gran sensación. Pero, en algunas ocasiones, me gustaría que sigan siendo esas pequeñas niñas que jugueteaban por toda la casa.
La mayor de las Tendo entendía lo que su mamá sentía. Hasta para ella era un poco difícil ver a su hermana menor irse lejos, sin la compañía de nadie. Aunque tampoco es que se fuera al otro extremo del mundo. —Yo también la echaré de menos. Pero confió en que estará bien.
—Va con Ranma.— Comenzó a reír. —Ese muchacho. En sus ojos, puedo ver el cariño que siente por Akane. Aunque a tu padre no le agradara el hecho de que se comprometieran falsamente, sé que poco a poco acepta que entre esos dos hay algo que no puede romper.
—Lo sé. Yo también lo creo. Me siento tranquila, ya que él la entrenará, y nos prometió que la cuidaría.
—Yo confío en él.
—Akane estaba preocupada por el dojo, pero por fortuna encontramos una solución.
—Si. Al menos tu padre decidió hacerse cargo de la enseñanza en el dojo.
Ambas mujeres abordaron el autobús para dirigirse a casa, pero sin percatarse de que un hombre las seguía. Aquél sujeto anotó unas cuantas cosas, y siguió con su camino normal.
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Durante toda la semana, Shinnosuke acompañó a Akane hasta casa. Había costado trabajo que Saotome no les hiciera una escena de celos, pero agradecía que la chica pudiese convencer al idiota de que ella necesitaba pasar tiempo con un amigo, ya que no se verían por lo menos en un mes. Y lo agradecía, ya que de verdad deseaba aprovechar todos esos días para seguir con su plan de conquista hacia la chica. Con cada día que pasaba, más terminaba enamorándose de esos ojos marrones, y de esa linda sonrisa que esperaba fuese solo para él.
—Gracias por aceptar salir por un helado. Aunque hoy es el último día en el que estarás aquí y no deberías de perder tu tiempo.
—Descuida. Ya arreglé mi equipaje durante toda la semana.— Probó su helado de sabor, sonriendo ante lo delicioso que era. —Extrañaré comer estos helados por un mes.
—Bueno, ya habrá tiempo después para probarlos.— Hizo una pausa, deteniéndose a la sombra de un árbol. Admiró el parque cercano, aquél sitio donde antes solían jugar sin preocupaciones, siendo los mejores amigos que terminaban sucios de tierra y, cuando llovía, lodo. —Akane...
La chica se detuvo, y miró a su amigo. Durante toda la semana, lo notaba extraño. En realidad, se portaba muy atento, y de repente le soltaba frases tiernas, o simplemente halagaba su estilo del día. No iba a negar que su comportamiento le agradaba, pero lo sentía extraño. Aún así, no dijo nada. —¿Qué sucede?
Sin dejar de mirar hacia el horizonte, habló. —¿Recuerdas que te dije que le gustas a un chico?
—Ah. Si, el chico del otro día.— Acomodó un mechón de su pelo detrás de su oído, sintiéndose sumamente rara. E incómoda. —¿No me dirás quien es?
—Me pidió que no lo dijera. En fin, ese chico sigue pensando en ti. Me lo ha confesado.
¿Por qué sentía como si traicionara a Ranma, aunque no fuese así? —Ya veo...— Suspiró. —Oye, Shinnosuke... la verdad...— Comenzó a tamborilear los dedos en el vasito del helado, jugando nerviosa.
—¿Ocurre algo?— No le estaba agradando nada la reacción de Akane. Ella se miraba algo tensa, como si no le gustara saber sobre lo del supuesto chico con sentimientos. Había puesto su mejor esfuerzo en todos esos días, tratando de que Akane se diera cuenta de que Saotome nunca podría decirle cosas lindas como las que él le dedicaba. Pero si era sincero a si mismo, si eso no funcionaba, él se sentiría horrible.
Akane, por otro lado, no dejaba de pensar en lo incómodo de tener un pretendiente más. Si le molestaba cuando los chicos solían acosarla en el instituto, pero esto era distinto. Es como si ella no quisiera que nadie más la pretendiera, porque en el fondo esperaba a alguien más. —Es solo que... es un poco extraño. No debería de gustarle a ese chico.
—¿Y por que no? Después de todo, eres linda.
Eres linda cuando sonríes.
No eres nada linda.
Ranma le confundía. Ranma, Ranma, Ranma. La palabra linda se había vuelto una marca de ese tonto chico de trenza curiosa. No le agradó que alguien más usara ese adjetivo con ella. No. —No soy linda.— Respondió un poco cortante.
—¿Eh?
Cayó en cuenta en lo que había dicho. Necesitaba relajarse. —Lo lamento. Es que... estoy un poco nerviosa por el entrenamiento, y...— Se sentó en la banca cercana, suspirando pesadamente. —Perdona.
Shinnosuke le siguió, y sonrió conciliador. —Ya. Tranquila, no pasa nada. Lo entiendo.
Akane asintió. —Oye... Cuando estabas con Ukyo, ¿Otros chicos la pretendían?
—No que yo recuerde.
—Ya veo.
Shinnosuke moría por robarle un beso a Akane. Le costaba horrores no pensar en como se sentirían sus labios, en como es que su estómago se revolvería al hacerlo. Tocó las mejillas de la chica, y amplificó su sonrisa. Dios, en serio era la chica más linda que jamás había visto. —Saotome es afortunado.
—¿Eh?— Confundida, frunció el ceño. —Shinnosuke...
Sin embargo, el momento se vio interrumpido porque un arma fue lanzada hacia ambos chicos. Akane empujó a Shinnosuke con fuerza, y ella saltó hacia un lado, esquivando aquél objeto. Miró el arma, y solo entonces se percató de que se trataba de esa cosa que la había herido de las palmas de las manos. Gruñó, girando la cabeza hacia enfrente.
Xian Pu sonreía con malicia, mientras que respiraba agitada. —Al parecer, Ranma debe andarse con cuidado. Tiene una novia infiel.
Akane apretó sus puños, visiblemente irritada. —Shinnosuke es mi amigo. Además, ya deberías dejar de emboscarme.
La joven china avanzó poco a poco hacia su rival, con intenciones de comenzar una pelea con ella. Sin embargo, el joven que acompañaba a Akane se interpuso entre ambas. —Quítate.— Escupió hostil.
Shinnosuke negó, tratando de verse imponente. —Déjala en paz. Si quieres hacerle algo, primero debes hacerme algo a mi.
—¿Es tan débil que necesita que alguien más la proteja?— Soltó una risita sardónica. —Con mayor razón le ganaré en el torneo. No tiene las agallas para luchar conmgo, y en cambio, usa a los chicos para que ella no se ensucie las manos.
—Basta.— Dijo duro.
—Es una cualquiera.
—¡Basta ya!— Exclamó el castaño, furioso.
Akane se adelantó, y alejó a Shinnosuke, colocándolo atrás de ella. Luego, observó desafiante a Xian Pu. —Di lo que quieras. Ranma lo conoce, y sabe que es mi amigo.
—Ahora así se les dice.
—Si tu no me crees, es tu problema.— Acercó su cuerpo a Xian Pu. La retó, inyectada de valor. —Te voy a derrotar en el torneo. Ya lo verás.
Xian Pu rodó los ojos, y acarició la barbilla de Akane. —Si tu lo dices.— Caminó hasta donde se encontraba su arma, la tomó y salió huyendo de ahí.
—Akane... ¿Estás bien?— Preguntó el castaño, preocupado por todo lo sucedido.
Akane lo tranquilizó, sonriendo con amabilidad. —Si, no te preocupes. Vamos, se hace tarde.
Volvieron a caminar hacia sus hogares. En el transcurso del trayecto, el celular de Shinnosuke recibió un mensaje de Ukyo. El chico miró el texto, donde ella le pedía reunirse con él dentro de una semana para discutir algo muy importante.
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En la estación de trenes, Satori esperaba sentado junto a sus padres mientras miraba desde lo lejos a Akane, quien ultimaba los detalles del viaje. A pesar de que ella fuese más grande que él, sentía las mariposas cuando la observaba. Ella era una chica muy linda, y el hecho de tener que entrenar junto a ella en el bosque le emocionaba. Sin embargo, estaba su otro sensei. Ranma era buen maestro, pero no entendía por qué debía ir con ellos también. Y tampoco entendía el por que era el prometido de Akane, si se comportaba, en ocasiones, grosero con ella.
Cuando todo estuvo listo, Akane regresó junto a Ranma y a la familia Abe. Todos se despidieron cuando el reloj marcaba la hora en la que debían comenzar a arribar al anden. Ranma y Akane prometieron al matrimonio que todo estaría bien, y que debían confiar en ellos. Claro que Kotaro y Kana lo entendieron, ya que podían notar que el par de chicos tenían bondad en su corazón.
Caminaron hasta adentrarse en el tren, y comenzaron la búsqueda de los asientos. Akane había reservado unos de clase normal, ya que fue para lo que alcanzó. Cuando dio con los números indicados, se detuvo. —Aquí es.
Ranma miró los asientos, y suspiró. —Uno de nosotros tendrá que sentarse con Satori.
El pequeño, sin dudarlo, se acomodó en el asiento donde había ventana. —Aquí me quedaré.
Akane asintió, y con una sonrisa, miró a Ranma. —Si quieres puedes sentarte con Satori.
—¿Qué?— Preguntaron los dos al mismo tiempo, uno más fuerte que el otro.
—¿Algún problema?
Satori se levantó, tomando la mano de Akane. Casi se desmayaba de lo lindo que se sentía, pero se contuvo. —Es que... yo...— Removió su cuerpo con timidez. —Quiero que... que usted se siente conmigo, Tendo sensei.
Su sonrojo evidente solo irritó a Ranma. Estúpido niño.
La joven comenzó a reír. —Ah, ya veo. Bueno, no tengo problemas con ello.— No esperó a que nadie dijera nada más. Se sentó al lado del pequeño.
Satori enseñó la lengua a Ranma, y sonrió malicioso. El de ojos azules simplemente se contuvo, acomodándose en su propio asiento. Parecía ser que una rivalidad entre los dos comenzaría.
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Kuo Long y Xian Pu se hallaban escondidas detrás de una mampara ubicada en la gran sala de la mansión. Espiaban al señor Kumon, quien hablaba con nada más ni nada menos que el señor Ueda, uno de los miembros del comité de artes marciales. Kuo Long ya no confiaba en aquél hombre, por lo que al notar la actitud sospechosa de este le dijo a su nieta que debían averiguar lo que tramaba el hombre.
Sin embargo, no esperaban escuchar aquello. Ryutaro Kumon quería todo, y es por ello que trataría de emparejar a Xian Pu con el sobrino del señor Ueda para fortalecer los lazos.
—Está demente.— Murmuró Xian Pu, quejándose con su abuela.
—Ni que lo digas.
—No puede hacerlo. No me va a obligar a enamorarme de alguien más.
—Así es. Ahora mismo no estás interesada en nadie.
—No. Yo quiero a Ranma, y por eso sigo emboscando a Akane. Para poder derrotarla, y...— Al darse cuenta de su error, ella miró a su abuela. —Ahm... ups...
Kuo Long le observó severa.
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Terminaron de acomodar sus cosas en los cuartos designados, y se reunieron en la sala común, disfrutando de la fogata que habían encendido en la chimenea. Ranma llevaba su cuaderno en el que anotó las técnicas que debían entrenar, y en la que estaban descritas paso por paso las instrucciones precisas para comenzar.
—Bien, el plan es que mañana deberán despertar temprano para comenzar el entrenamiento.— El de trenza colocó la libreta en medio de los tres, y señaló cada apartado anotado. —Hice un calendario con cada ejercicio de entrenamiento. También me tomé la libertad de agregar ejercicios que realizaba cuando era más joven.
Akane leyó con atención cada cosa escrita, sorprendiéndose de lo metódico que era el chico. —Vaya. Buen trabajo.
—Tuve que suavizar algunos ejercicios.—Suspiró. —Miren debo advertirles que será un entrenamiento pesado. Quiero que estén conscientes de que tendrán que esforzarse mucho para seguirlo al pie de la letra.
Satori infló el pecho. —Yo puedo con eso y más.
—Ranma, confiamos en ti.
—Bien. Descansen. Los quiero a primera hora de la mañana, ¿De acuerdo?
—Si.
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Happosai tecleó en su computador toda la información que había podido colectar durante sus visitas a la señora Atsuko. Se había pasado una buena parte de la tarde comenzando el documento que ahora mismo terminaba de detallar. Dio una calada a su cigarro, y lo apagó en el cenicero elegante que reposaba en su escritorio.
Dejó de escribir, y finalmente sonrió al notar lo completo que estaba el informe. Mandó un mensaje de texto a Kotaro Abe, y le pidió que agendara una cita para viajar hasta Kyoto.
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Primer día de entrenamiento...
—Intenten sacar un pez de este río.— Indicó Ranma.
Satori y Akane se miraron. Luego, respiraron con profundidad, observando el cuerpo de agua con muchísima atención. Las carpas corrían, y ellos podían sentir las escamas rozando sus piernas y pies. A decir verdad, el hecho de que el río no fuese tan profundo les ayudaría. Se concentraron, y en cuanto observaron una oportunidad, se movieron lo más rápido que sus cuerpos les permitieron, tratando de pescar una carpa.
Pero en sus manos no había nada.
—¡Las carpas siguen pasando y no atrapamos nada!— Exclamó Satori, quejándose.
Ranma hizo lo mismo, y de sus manos se podían ver alrededor de cinco carpas. Las sostuvo con fuerza, sin embargo, terminó por dejarlas ir nuevamente. Todo esto sucedió en tan solo diez segundos. Hizo una pose triunfal, presumiendo de sus habilidades y rapidez como quien no quiere la cosa.
Akane frunció el ceño. —¡Haces trampa! De eso estoy segura.
Rio con ironía. —Si fuese así, habría atrapado hasta diez. Yo también debo mejorar mi velocidad, pero ustedes...— Puso sus dedos en el puente de su nariz, pavoneándose. —Son unos novatos.
—¡Eso jamás!— Exclamaron al unísono.
—Demuéstrenmelo. Tienen tres horas para practicar esto.— Dijo el de trenza, altanero.
Akane y Satori volvieron a intentarlo. Primero, con la mano izquierda. Y luego, con la mano derecha. Intercalaban sus brazos, aunque no podían agarrar siquiera una de las carpas. Con cada movimiento, sus gruñidos se intensificaban, y la desesperación por hacer que Ranma cerrara su boca enorme les consumía.
—¡Más rápido!— Exclamó Ranma, moviendo sus brazos con más velocidad, atrapando muchos más peces que los otros dos.
—¡Demonios!— Exclamó Akane, sintiendo como los músculos comenzaban a arder levemente. Por más que hiciera su esfuerzo, le costaba. Observó a Ranma, y se quedó completamente anonadada. ¿En serio Ranma podía aumentar más su velocidad? Ahora entendía por qué el señor Kumon lo quería en su dojo.
Satori estaba en las mismas, sin embargo, el hecho de que el idiota de su sensei pudiese atrapar más peces que él le molestaba. —¡Aaaaahhhhhh!— Gritó, moviendo más y más fuerte los brazos, ahuyentando a los peces en vez de atrapar alguno.
Segundo día de entrenamiento...
—Oye, Ranma... ¿En serio esto es necesario?— Preguntó Akane, incrédula ante lo que su compañero les hizo hacer.
—Si.— Respondió simple.
Satori carcajeó. —Creo que Saotome sensei está loco.
—Yo también pienso lo mismo.
Ranma gruñó. —¡Basta! Dejen de hablar y concéntrense en su entorno para evitar las rocas.
—Pero estamos vendados de los ojos, genio. ¿Cómo quieres que hagamos eso?
Tanto Akane como Satori tenían la visión limitada. Estaban parados a la mitad de una especie de circuito consistente en un sistema de rocas atadas a cuerdas, las cuales se mantenían unidas a otra cuerda sostenida a un árbol. Ranma se felicitó por haber creado una arena donde esos pedazos de materia orgánica se suspendieran como péndulos. ¿Cómo le hizo? No tenía ni idea, pero fue lo mejor que se le ocurrió para recrear la técnica del incienso del sueño.
—Adivínenlo.
—Saotome sensei es un idiota.
—Ranma, no se si podremos.
—Tienen que hacerlo. Deben despertar sus instintos de artista marcial para evitar los obstáculos. ¿O acaso son gallinas para no enfrentarlos?
Gallina su abuela. —¡No somos gallinas! ¡Podemos hacerlo!
—Demuéstrenlo entonces.— Se quedaría afuera del circuito, solo para supervisarlos. Tal vez estaba un poco demente por hacer esto, pero Akane le hizo saber que ella estaba dispuesta a todo. Bueno, en cualquier caso, si sucedía algo negativo en este ejercicio el interferiría sin rechistar. —¿Ya están listos?
—¡Si!— Confirmaron.
—En diez segundos haré funcionar el circuito. ¡Concéntrense!
Los dos artistas marciales inhalaron y exhalaron profundamente. No permitirían que Ranma les llamase gallinas, no, no, no. Trataron de adivinar el entorno. Escucharon los cantos de los pájaros cercanos, y el silbido del suave viento. Sintieron las hojas de los árboles siendo arrastradas por todos lados, y el sol quemando suavemente sus pieles.
—¡Suerte!
Con dificultad, Akane y Satori esquivaban las rocas, tratando de adivinar el pasar de cada proyectil sin su vista. ¿En que diablos pensaba Ranma al hacer esta actividad? Ni idea, pero Akane prefería mil veces esto que usar cualquier hechizo o treta.
Aunque ya estaba jadeando del cansancio a los cinco minutos.
Tercer día de entrenamiento...
—Hoy pondremos a prueba las técnicas del karate kumite.— Declaró Ranma, posicionándose en ataque. —Ambos tendrán encuentros conmigo. Deberán derribarme.
—Suena fácil.— Dijo Akane. Caminó hacia enfrente, y adoptó postura de ataque, al igual que el chico. —Puedo derrotarte.
Jadeó con ironía. —Seré blando contigo por ser mujer.
Eso le molestó. No había nada que la sacara de sus casillas, más que escuchar a un hombre mofarse de ella. De su habilidad para la lucha. Gruñó, y plantó fuertemente sus pies en la tierra. —Te haré morder el polvo, Saotome.
Akane se abalanzó hacia él, realizando tres patadas en el costado lateral. Sin embargo, a la tercera, Ranma la esquivó, y entonces aplicó una llave poderosa. Luego, la derribó con facilidad hacia el suelo. Tanto Satori como Akane no podían creer que él evitara los ataques tan fácil, y que además, fuese tan cínico como para burlarse con una sonrisita molesta.
—Eso fue trampa...— Dijo Akane, visiblemente enojada.
—No. No lo fue.— Sonrió con suficiencia.
La chica se levantó rápidamente. —¡Revancha!
—¡Acepto! Marimacho.
Pero tan pronto como volvieron a luchar... ella perdió otra vez.
Y Satori simplemente tragó saliva, nervioso.
Cuarto día de entrenamiento...
—¡No podemos saltar hasta ahí!— Gritó Akane, asustada por la visión frente a él.
Ranma observaba a Akane desde arriba de una piedra gigantesca, en donde posaba con las manos en su cintura. El calor se sentía un poco sofocante, pero era tolerable aún. Tenían la suerte de entrenar en un clima bastante agradable, por lo que él no dudó en ponerlos a practicar saltos y así aumentar su resistencia física. Aparte de ello, no negaba que ver las caras de Satori y de Akane era divertidísimo.
—Si pueden. Has saltado bastante bien en ciertas alturas.
—¡Pero eso... es una roca enorme!
—¡Cobardes!— Y acto seguido, sacó la lengua en señal de provocación.
Satori gruñó, irritado y con convicción. Se había prometido a sí mismo que haría lo posible por demostrarle a Ranma que también era un chico fuerte, alguien que podía ganarse el corazón de Akane. Retrocedió unos cuantos pasos para tomar vuelo, y finalmente corrió, impulsando su cuerpo y logrando escalar un poco de la piedra. Lástima que solo fue una altura relativamente aceptable, y que luego casi cae completamente al suelo. Ante todo eso, Akane no pudo evitar asustarse un poco, aunque se alivió al ver al niño sano y salvo.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer?
Esta vez, Akane decidió intentarlo. Pudo alcanzar una altura más larga que Satori, pero el resultado era similar. Claro que, después de unas cuantas palabras provocadoras de parte del muchacho de trenza, el par de aprendices comenzaron a saltar, tratando de superar las propias limitantes de ambos.
Quinto día de entrenamiento...
—¿Ya vendaron bien sus rodillas, puños y codos?
Ambos asintieron. En los árboles de aquella sección del bosque, se hallaban atados múltiples cojines improvisados, en los cuales se marcaba un círculo en medio de la superficie. El detalle, es que los cojines eran tan delgados, que prácticamente si los tocabas podías sentir la dura corteza del tronco. Ranma había decidido entrenar la fuerza de cada uno de ellos, esperando que los golpes no les lastimaran lo suficiente. Vale, tal vez parecía con los entrenamientos anteriores que era un tirano idiota, pero todos ellos tenían el propósito de que mejoraran sus habilidades. Además, los de su padre eran mil veces peores.
—Ya.— Confirmaron ambos.
—Recuerden que deben golpear con fuerza los cojines a la mayor velocidad posible. También es importante que deben hacerlo manteniendo la fuerza constante. Nada de bajar las energías. Satori primero.
El pequeño pasó hacia enfrente, respirando profundamente. Le demostraré a Tendo sensei que soy fuerte. Uno. Dos. Tres. El pequeño puño del chico impactó contra la superficie, logrando apenas una ligera abolladura en el árbol. Ante eso, Satori se molestó, pero siguió golpeando los árboles. Con cada puñetazo, la mano le dolía, pero no se iba a detener.
Akane miró a Ranma, quien le retó con sus ojos. Ella hizo lo mismo, golpeando la superficie pero quejándose un poco por el impacto. Giró su cabeza hacia Ranma, y tan solo verlo reírse de ella le inyectó el valor suficiente como para seguir golpeando cada objetivo. Idiota. Si puedo.
Akane... Satori... Sé que pueden. Ranma les siguió, imitando las acciones de ambos.
Sexto día de entrenamiento...
—Y... de nuevo... peces... que locura...
Akane jadeaba, visiblemente cansada por tener que volver a sacar los peces del río. Sin embargo, el nuevo nivel de dificultad añadido en ello era hacerlo con los ojos vendados. Trataba de confiar en Ranma, aunque a veces no podía creer que ese era el entrenamiento que él tuo que atravesar con su padre para mejorar. El señor Genma si que estaba demente, si es que eso era lo que hacía.
—Deja de quejarte y sigue. Esos peces no se van a atrapar solos.
Satori sonrió al notar como en su mano tenía una carpa. —¡Atrapé una!
—Ahora atrapa diez.— Ordenó Ranma, molesto con el tono de voz que Satori usó para fanfarronear. —No cantes victoria antes de tiempo.
—Ni cintis victiria intis di timpo— Arremedó Satori.
—Te escuché. Vamos, que después de esto entrenaremos sus sentidos de nuevo.
Derrotado, el chico siguió sacando peces en el agua.
Séptimo día de entrenamiento...
—¡¿Por qué debimos creerte en que sería buena idea?!— Akane jadeó, corriendo a toda velocidad por el bosque mientras seguía a Ranma. Satori no se quedaba atrás, y también huía despavorido y gritando fuertemente, como nunca lo había hecho.
—¡Porque lo es!— Respondió el joven, realmente divertido.
—¡Deja de reírte! ¡No es gracioso estar huyendo de un panal al cuál derribamos!
—¡Es para mejorar la velocidad!
—¡¿Cómo demonios nos va a ayudar?!
—¡Corriendo para ejercitar las piernas!
—¡Eso si no nos pican!
—¡Aléjense, malditas abejas!— Exclamó el pequeño de doce años, tratando de aumentar la velocidad en sus pasos.
Tres chicos corrían deprisa, intentando escapar de un enjambre de abejas enfurecidas con ellos por haber derribado el panal donde vivían. Las piernas de todos se sentían entumecidas, pero su espíritu para escapar era muchísimo más grande. Pasaron por el río donde entrenaron hace unos días y cuando llegaron a la cabaña, se encerraron muy bien.
Por la ventana, comprobaron que el enjambre ya no estaba, así que en algún punto lograron despistarlo. Ranma comenzó a reír, mientras que Satori y Akane simplemente se desplomaban en el suelo, cansados, hastiados y aliviados.
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Xian Pu se encontraba caminando cerca de las inmediaciones de la universidad, sumamente triste. Todos los días había decido intenta emboscar a Akane y a Ranma para atacar a la chica y lastimarla, pero nunca los encontró. Según le dijeron varios de los compañeros de ambos, ellos se encontraban de entrenamiento en el bosque.
Al indagar, dio con que el dojo Tendo se encontraría cerrado por un mes. ¡Un maldito mes donde ese par tendría más cercanía! No quería imaginar como estarían los dos. Si, entrenamiento... ¡Cómo no! Seguramente se besarían mucho y se darían arrumacos. Enojada, pateó una piedrita que estaba en el suelo.
Odiaba a Akane, y ojalá pudiese odiar al chico de trenza que tanto le había cautivado. A pesar de querer aborrecerlo, no podía. Algo había en él que le incitaba a luchar por obtener su atención. Lastimosamente no lograba su objetivo, y por ello, su corazón dolía.
Lo peor, es que su abuela le había prohibido seguir intentando emboscarla. ¿Cómo fue posible que le escaparan los detalles de lo que hacía? No tenía idea. Pero no podía desobedecerla, en especial, porque ella le hizo prometérselo a cambio de detener los planes del señor Kumon para intentar emparejarla con el sobrino de los Ueda.
¡Odiaba todo!
Cruzaba cerca de un restaurante de okonomiyaki, y pensó en que no sería una mala idea comer ahí. Tenía hambre, y aunque estuviese triste, deseaba comer algo. Entró la establecimiento, escuchando el timbre de la entrada resonando. Sin embargo, no parecía haber nadie en ese momento.
Caminó, observando el local con cuidado. No estaba nada mal, a pesar de ser un lugar al estilo rústico. A lo lejos, escuchó un par de voces discutiendo. Eran un chico y una chica, y parecían estar en la cocina. Si algo tenía Xian Pu, es que poseía curiosidad innata.
Acercó su cuerpo, intentan de paso dominar la técnica del umi sen ken que el idiota de Ryu le enseñó a ella y a su abuela. Abrió los ojos cuando se dio cuenta de que el chico que discutía era aquél que acompañaba a Akane durante la última vez que la emboscó. Afinó el oído, intentando descifrar la conversación.
—No puedo creer que uses eso para hacer que Ryoga regrese a ser tuyo.
—Shinnosuke, tu y yo lo hablamos. Haré lo posible por luchar por el amor de él.
—Lastimando a otra de mis amigas en el proceso. Ukyo, ese secreto que dices es muy delicado. La mamá de Akane ya está mejorando, y el ocultar esto me puede perjudicar en mi proceso de conquistarla.
Akane... ¿Akane Tendo?
—No pasa nada. Además no se si sea verdad esa información. Lo escuché cuando fui a entregar una orden en la mansión de los Kumon, pero dudo que sea cierto. La señora Tendo puede que ni siquiera sea la hija del padre del señor Kumon.
—Akane puede sufrir si esta verdad se oculta más. Y ni se diga de su madre.
—¿Acaso no entiendes? No vamos a decir ni una palabra de esto.
—No. Tú entiende. Si quiero que Akane se separe de Saotome, debo ser un buen chico.
Saotome. Akane. La madre enferma de Akane. Un secreto familiar... ¡Esa información valía oro! Salió de su escondite, sbresaltando a esos dos chicos que discutían en la cocina del lugar. Altanera y con una confianza muy característica de ella, bamboleó sus caderas, caminando imponente. Movió su larga cabellera de un lado a otro, y sonrió maliciosa.
—Lo lamento. Pero escuché Saotome y no pude evitar entrar de esta forma.
Shinnosuke endureció su gesto. La reconocía. Era la chiflada que atacó a Akane la vez pasada. —¿Tú que haces aquí?— Escupió molesto.
Ukyo no entendía que estaba sucediendo, pero si Shinnosuke reconocía a la chica, entonces era posible que aquella extraña también estuviese envuelta en ese extraño círculo amoroso. —¿Quién eres?
—Lamento no haberme presentado de forma buena. Soy Wu Xian Pu.
—Dije que qué haces aquí.— Elevó la voz, recordando como había sido tan cruel con Akane.
Se acercó, sonriendo amplio. —No deberías hablarme de esa forma tan fría.
—Te lo mereces.— Shinnosuke cruzó sus brazos. —¿Acaso olvidaste lo que le dijiste a Akane? El trato que te doy es lo que se merece una persona ruin como tú.
Xian Pu rodó los ojos. —Vaya manera elegante de decirme perra cruel.
—Yo soy Ukyo Kuonji.— Interrumpió la castaña, adoptando un temple desconfiado. En efecto, la chica frente a ellos también se veía involucrada en todo ese circo de relaciones románticas extraño. —Conoces a Ranma. Yo soy su amiga.
—Entonces...— Comenzó a pasearse por la cocina. Cada instrumento, cada tener y cuchillo perfectamente acomodado yacía ahí, en la estantería de madera. Acarició con el dedo índice los muebles, comprobando que ese sitio parecía encontrarse en perfectas condiciones de salubridad. —Un secreto que compromete a la mamá de Akane. Sería una lástima que le diga a ella sobre eso.
Ukyo frunció el ceño. —Disculpa, pero no voy a permitirlo. Tú no ganas nada con ello.
—Tal vez, pero si quiero a Ranma conmigo es un buen arma.— Dejó su tarea, y miró amenazante a Shinnosuke. —A menos que quieras que él se quede con Akane...
¿Quién diablos se creía esa chica? Si antes no sentía odio hacia alguna, definitivamente esa era la primera vez. —Akane está entrenando con Saotome en el bosque. No puedes ir y decirle.
—Eso ya lo sé. Y es por eso que les propongo un trato. Cuéntenme bien ese rumor, y yo les ayudaré a mantenerlo en secreto. Además...— Señaló a Shinnosuke. —Te ayudaré a alejar a Ranma de Akane. Cuando regresen, me haré cargo de alejarlos.
—¿Y tú que ganas?— Ukyo pudo darse cuenta de la clase de chica que era. No la juzgaba, pues ella misma hacía lo posible por mantener alejada a Akari de Ryoga. Pero seguía sin tener del todo claro lo que esa joven podría obtener de un trato así.
—A Ranma. Lo quiero para mí. Me he enamorado de él, así que quiero que sea mío. Solo mío. Apuesto a que me entienden.
Los dos chicos se miraron mutuamente. Shinnosuke negó, pero Ukyo decidió que ya era suficiente. Que necesitaban que ella estuviese de su lado, no al contrario. Puso por encima de todo su egoísmo. Sonriendo, se acercó a la chica, y estiró su mano frente a ella. —Trato hecho. Siéntate afuera y espera ahí. Te haré un okonomiyaki para sellar nuestro trato.
Xian Pu le dio la mano, y cuando se soltaron, brincó feliz. —¡Super!
Shinnosuke solamente suspiró, dándose cuenta de que todo se complicaría más.
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Nodoka entró al hogar, llevando en sus manos las bolsas del mandado que realizó. Le estaba eternamente agradecida a su suegro por haberles prestado el dinero a Ranma y Akane, además de que todo estaba marchando bien en su vida. Además, Genma no había vuelto a meterse en deudas, y por lo poco que había podido hablar con su hijo, el entrenamiento iba viento en popa.
Dejó la despensa en la mesa, y comenzó a acomodar cada producto en la alacena. Trareaba alegremente una canción, cuando el sonido del teléfono de casa la interrumpió de su tarea. Dejó lo que estaba haciendo, y caminó hacia el aparato, tomándolo para contestar la llamada.
—¿Residencia Saotome?
—Hija, necesito que vengas. Me he enfermado, y por órdenes del médico no puedo trabajar.
—Oh. Lamento escuchar eso.
—Solo será por un par de semanas.
—No te preocupes. Hablaré con Genma y le diré que iré.
—Además... hay algo que debo contarte. Es sobre... bueno, ya sabes quien.
Cuando su madre hablaba en ese tono de voz, era porque había problemas. Y Nodoka ya sabía de quien se trataba.
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Séptimo día por la noche...
Tenían la fortuna de que los caseros que les dieron el hospedaje de la cabaña les llevaran comida todos los días, o de lo contrario, ellos ya estarían pasando hambre tras hambre. Con el dinero que el abuelo de Ranma donó, todo eso había sido posible, y al menos para el chico fue un alivio. A pesar de que muchos podrían pensar que ese entrenamiento a veces podía ser riesgoso, él lo suavizó. No deseaba que los dos pasaran por cosas duras, así que trató de acomodar los ejercicios de forma que fuese un entrenamiento tolerable para ellos.
—Eres un tirano.— Se quejó Satori, moviendo sus brazos mientras realizaba una mueca de cansancio. —Tendo sensei no merece ese entrenamiento tan feo. Solo la insultas.
Ranma soltó una risita, burlándose del chico. —Bah. Los entrenamientos con mi padre eran mil veces peor. Ni siquiera podía descansar en una pequeña cabaña como lo hago ahora.
El celular de Akane sonó. Ella lo miró, dándose cuenta de que se trataba de un mensaje de su amigo. Cuando lo abrió, no pudo evitar sonreír. Comenzó a teclear, ignorando la plática entre el de ojos azules y el niño que los acompañaba.
—Créeme que lo que enfrentan ahora no es nada a comparación de lo que yo viví.
—Tonto.— Satori sacó la lengua, burlándose de su sensei.
El de trenza miró a Akane, y notó que no dejaba de sonreír mientras miraba el celular. —¿De que te ríes?— Preguntó Ranma, comiendo un poco de arroz.
—Shinnosuke me ha mandado mensaje.— Admitió sin problemas.
Eso solo provocó en Ranma una intensa irritabilidad. Tragó su porción, y con los palillos afianzó un trozo de carne, teniendo poco cuidado en trocear la comida. —Ya.
—En unos días es mi cumpleaños, y me dijo que cuando regresara del entrenamiento me daría mi regalo.— Metió el aparato en el bolsillo de su pantalón de pijama, y siguió consumiendo sus alimentos con normalidad.
—Tu cumpleaños. Ya veo.— Soltó ácido. —Igual ya casi es el mío.
Satori, emocionado, sonrió. —¿Ya casi es su cumpleaños, sensei?
Akane asintió. —Si. Ni yo misma me acordaba de ello, hasta que Shinnosuke me lo contó.
—Estás dejando que él te distraiga con el entrenamiento.
Akane rodó los ojos. —Por si no te has dado cuenta, genio, estamos cenando. No entrenando.— Al ver como Ranma masticaba la comida, cerró la barbilla del chico. —Además, debes aprender a masticar bien. No con la boca abierta.
Ranma se hizo a una lado, quitando la mano de Akane y sintiéndose más molesto. —¿Quién te crees? ¿Mi mamá?
—¿Y tú? ¿Crees que estamos en la era Sengoku para comer como un maldito salvaje?
—Lo dice la que, en realidad, suele ser un macho salvaje.
Akane se levantó, y le propinó un buen golpe en la cabeza. Ahí iba de nuevo, a confundirla, a dejarle dudas sobre si existía un mínimo interés de parte de él. —Idiota.
—Torpe.
Satori comía, siendo testigo de la pequeña discusión entre sus dos maestros. Ciertamente podía jurar que el de trenza estaba demasiado celoso por ese tal Shinnosuke, a quien él tampoco conocía. ¿Sería un chico más en la vida de su maestra Akane? ¿O quizá algún pretendiente? ¿Sería guapo? ¿Qué relación poseía con Akane? Todas esas dudas que un chico de doce años como él no debería de formularse salían sin control de su cerebro de niño. Tal vez, ese chico formaba parte de la competencia que sostenía con Ranma por la atención de ella.
Con timidez impregnada en la voz, se animó a preguntar a la mitad de la pequeña discusión lo que necesitaba saber. —Tendo sensei... ¿Quién es Shinnosuke?
Dejaron de decirse palabras para prestar atención a aquél niño de pelo negro, y ojos cobalto. Akane notó que Satori se mantenía un tanto cohibido, aunque entendía que probablemente todo este entrenamiento no resultaba fácil para él. Hizo a un lado la discusión con Ranma, y sonrió cálidamente, buscando la mejor foto de su amigo en el celular. —Shinnosuke es mi mejor amigo. Lo conozco desde siempre.
El pequeño tomó el celular entre sus manos, y examinó la foto con cuidado. Debía admitir que si era un sujeto lindo- Incluso, más que Ranma. Le echó un vistazo rápido al de trenza, y después continuó mirando la imagen. Ella dijo que era su amigo, pero no podía estar tan seguro de ello. Le devolvió el celular a Akane, y siguió comiendo. —¿Lo quieres mucho?
Akane asintió. Ante eso, Ranma casi se atraganta con su comida. De repente, no disfrutaba de la cena como debía. Si, ella dijo que era su amigo, pero no podía evitar la comparación con ese idiota. En especial, porque las palabras amenazantes de Shinnosuke seguían atascadas en su mente.
—Él y yo somos amigos desde que éramos unos niños. Ha sido un gran chico conmigo. Muy amable, educado, gentil, gracioso y cariñoso.— Con cada palabra Ranma se sentía peor. —¿Cómo no lo voy a querer por ello?
Satori asintió, no muy convencido. —Si, es cierto.
Por el contario, Ranma rodó los ojos nuevamente, sin contener el hastió hacia Shinnosuke. —Vaya. Él no vino al viaje, pero es como si estuviese aquí. Dile que si no quiere una porción del arroz que comemos, aunque no creo que quede.
Akane suspiró. —Basta ya. No entiendo por qué te molesta que hablemos de él.
—¿No es obvio? Porque te distraes.
—Claro que no.
Ranma comió otra porción de arroz. —Que si. Te tiene atontada.
—¡No es verdad!
Tragó la porción.—Por eso no progresas mucho. Por estar pensando en Shinnosuke. Shinnosuke esto, Shinnosuke lo otro. ¿Cómo esperas ganar este torneo si solo piensas en él?
—¡No es verdad!
—¡Si lo es!
—Suenas como si estuvieses celoso.
—¡No lo estoy! ¡No puedo estar celoso por ti! ¡Pero es molesto que Shinnosuke te traiga tan distraída! Deja de desconcentrarte en el entrenamiento, o de lo contrario, fallarás y yo no seré el responsable de ello.
—Idiota.
—¡Debilucha! ¡En serio, Akane! ¡No estás progresando!
No pudo seguir hablando, pues le arrojaron el arroz directo a su cara. Akane no aguantó más, por lo que decidió lanzar su comida al de trenza. —Y seguramente tú piensas tanto en Xian Pu, que simplemente crees que todos hacemos lo mismo. Pues bien, no me importa. Voy a demostrarte que puedo mejorar.— Miró a Satori. —Disculpa, Satori. Me retiro a dormir.— Se levantó, y acarició la cabeza del niño. —Descansa.
Satori hizo a un lado su plato, y también se levantó, caminando en dirección hacia Ranma. —Tendo sensei no se merece a un prometido como tú.
—Satori, no te metas en los asuntos de los adultos.
—Yo puedo hacerla más feliz que tú. Y te lo demostraré. Aunque sea un niño, voy a ganarme el corazón de Akane.— Declaró serio, para después retirarse a dormir a su recámara.
Ranma simplemente dejó su plato a un lado, molesto por la situación.
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Dieron las seis de la mañana, y Akane ya estaba despierta. En realidad, ya se había preparado para continuar con el entrenamiento. Debía reconocer que Ranma tuvo razón en una cosa: necesitaba alejar sus sentimientos por él durante el entrenamiento. Ahora mismo, ella se enfocaría al cien en mejorar, y ya le demostraría que se equivocaba.
Salió de la cabaña, y por fuera, comenzó a calentar. Se estiraba por completo, destensando su adolorido cuerpo después de los entrenamientos anteriores. Fue entonces, que recordó el poema que Akari le mandó por mensaje, días antes de que los tres se marcharan. El poema se llamaba El niño del lunes. Según su amiga, se lo dedicaba como un amuleto de la buena suerte. Con lo extraña que Akari solía ser, lo comprendía.
Pero una frase en específico se quedó grabada en la mente de Akane.
El niño del jueves muy lejos debe ir.
Ella nació un jueves. Y tal vez, es por eso que estaba destinada a ir muy lejos. ¿Qué tan lejos podía llegar? No lo sabía. Pateó un tronco del árbol más cercano, logrando impactar un poco más fuerte la superficie. Luego de ello, se ajustó la sudadera que llevaba y comenzó a realizar unas katas a la perfección. Satori y ella debía dejar los jueguitos atrás, y concentrarse en lo que importaba.
Si. Ellos eran los niños del jueves. Y muy lejos llegarían.
¡Hola a todos!
¿Qué tal les ha parecido la actualización? Ojalá les haya gustado. Trataré de poner más romanticismo, aunque me gustaría darle el enfoque a estos dos capítulos que vienen para resaltar los obstáculos y el entrenamiento que van a realizar. Eso si, les pondré momentos tensos entre los dos.
Por cierto, aquí les va un dato curioso.
Si se dieron cuenta, el título tiene Los niños del jueves. Esta frase proviene de un poema en inglés llamado Monday's child (El niño del lunes). Este poema dicta un destino diferente para cada niño según el día de la semana en el que nacieron. En el poema, la línea del jueves es: El niño del jueves tiene mucho que recorrer. Me pareció adecuado referenciarlo en este capítulo, ya que aquí inicia el recorrido de Ranma, Akane y Satori para lograr su objetivo. Pero estará lleno de complicaciones que deberán enfrentar.
Aprovecho para comentar que habrá una pausa de actualización. Estoy escribiendo un AU de este par, pero enfocado en el tema de San Valentín y White Day. Será una trama ligera y sin mucho drama, siendo una mezcla de clichés, un poco de romance, humor y picante. Trataré de que el hiatus no sea más que de un mes, pues en marzo Entre amores y karate cumplirá ya un año de ser publicada, y deseo actualizar para la fecha. Además, sé que a muchos les está encantando este fic. Para Nieve de cristal será igual, me resta un capítulo por publicar y entra en un hiatus por un mes aproximadamente.
Para finalizar, si no me siguen en facebook les invito a pasarse por mi página. Me encuentran como 97SandySerendipity. También publico en X, ahí me encuentran con el user Sandy_97sandia. Y bueno, también agradecer por sus comentarios. Me motivan a continuar esta historia.
¡Gracias por leer!
Con amor, Sandy.
