Capítulo 1. "Bajo la luna de Malibú"

De alguna manera, y por alguna razón, cuando se llevaban a cabo este tipo de planes, siempre comenzaban en una noche oscura y tormentosa. A ellos siempre les pareció realmente curioso e intrigante, aunque no lo suficiente para averiguarlo. Sin embargo, ahora mismo la cosa era diferente. No era una noche oscura y tormentosa, en realidad era todo lo contrario: una noche bastante agradable en una bella playa bajo la luna llena.

Y, a diferencia de lo que se les había asegurado —es decir, una zona completamente aislada donde podrían aparecer para comenzar con sus operaciones—, ahora mismo había una pareja de jóvenes adolescentes, probablemente adultos jóvenes que se habían fugado de sus respectivos hogares. Habían pensado que un paseo de medianoche por la playa sería romántico, o al menos lo había pensado el joven, y la chica había accedido sin luchar mucho. A decir verdad, no es que eso les importara, al menos no en ese momento, y francamente no estaban seguros de que les importara en el futuro...

Pero volviendo a los dos jóvenes, ahora mismo ambos acababan de sentarse a mirar la luna llena mientras esta comenzaba a elevarse sobre el agua, sin siquiera haber considerado la oscuridad casi total que, por algún motivo, estaba por ocurrir en ese mismo instante, algo que los dejó completamente confundidos.

Y el crujido similar a una explosión que siguió a la pérdida total de la luz, seguido por un impacto en la suave arena en la duna a su lado, solo hizo que la escena fuera aún más aterradora.

—¿Qué demonios fue eso? —exclamó el joven, con la voz teñida de frustración. Estaba a punto de besar a su novia cuando la oscuridad los envolvió, seguida de ese crujido que resonó en la noche. La chica, con el corazón latiendo a mil por hora, se aferró a su brazo. Un silencio tenso se apoderó de la playa, solo interrumpido por el sonido de las olas.

—No lo sé, vamos de aquí, ¿vale? —le pidió la joven a su novio, intentando ponerse de pie. Su voz temblaba ligeramente. Vivía en Estados Unidos, y aunque no era de las que fomentaban ese tipo de estereotipos, ese tipo de sonidos nunca significaban nada bueno—. ¡Eso sonó como un disparo! ¡Deberíamos salir de aquí!

El joven también estaba asustado, por supuesto. Solo un tonto o un idiota no se asustaría en una situación así. Sin embargo, el sonido que escucharon no había sonado en lo absoluto como un disparo, al menos no de un arma que él conociera, y aunque sabía que probablemente esto era una mala idea, una de las pocas cosas que cualquier adulto te dirá de su adolescencia es que "fueron increíblemente imprudentes e idiotas cuando estaban con una chica".

—¿Un disparo? —se repitió a sí mismo con una sonrisa nerviosa, luchando por no verse asustado frente a su chica—. No creo que haya sido un disparo, a no ser que los mapaches hayan aprendido a usar armas, quiero decir, no hay nadie aquí.

Su intento de broma en realidad no fue muy efectivo, después de todo se notaba que estaba acojonado. Y es que si bien ese sonido no había sido en lo absoluto un disparo, y de eso estaba seguro, sonó casi como si algo se hubiera materializado de la nada, en realidad casi como las descripciones de la aparición en los libros de Harry Potter, y ahora, con la oscuridad volviéndose más densa, no pudo evitar sentir la sensación de que alguien los estaba observando.

—"No seas gallina" —él simplemente tuvo que reprenderse a sí mismo mentalmente—. "Eres un hombre, no puedes dejar que una chica te vea temblar de miedo".

Con ese último pensamiento, dio un suspiro de resignación y se dispuso a hacer lo que cualquier adulto razonable le diría que no era buena idea hacer. Sin embargo, el adolescente que escucha los consejos de los adultos aún no ha nacido, así que hizo lo que cualquier adolescente imbécil haría en esta situación: ir a investigar.

—Tranquila, seguro que son solo niños tirando petardos. —Dijo con una sonrisa irónica, ignorando por completo el hecho de que era más de medianoche y que no era Halloween ni ningún otro día festivo en el que los padres permitieran a sus hijos hacer ruido a esas horas—. Relájate, ¿sí? Iré a echar un vistazo rápido y si no es nada, nos largamos de aquí para que no nos molesten.

Cualquier profesor de secundaria del mundo habría puesto los ojos en blanco ante semejante muestra de "lógica adolescente".

La chica intentó suplicarle suavemente que no lo hiciera, trató de verdad de evitar que fuera, de hacerlo regresar, pero el miedo, las hormonas y, francamente hablando, la "idiotez adolescente", no le hicieron escuchar. Por eso, simplemente le dio una sonrisa tranquilizadora, sin notar que en realidad ella estaba más preocupada por su propia seguridad, y no solo por la de él.

Ya era tarde para que ella pudiera hacer algo, pues él subió por la pendiente de una forma bastante torpe, por cierto, y cuando llegó a la cima miró por el borde sin ver nada más que un trozo de tela negra, tal vez una bolsa de basura o algo por el estilo, que se movía suavemente con la ligera brisa del otro lado de la duna.

Dejó salir un suspiro que no sabía que estaba conteniendo en ese momento, y se giró para decirle a su chica que no era nada y que podían estar tranquilos. Y, casi como si el destino lo odiara, un segundo crack, seguido de un destello de luz mucho más prominente, se escuchó en el mismo momento en que se dio la vuelta, este siendo mucho más fuerte que el anterior. Y cuando se giró para ver qué demonios estaba pasando ahora, se dio cuenta de que a unos tres metros encima de la duna en la que estaba parado ahora mismo… algo había aparecido de la nada.

—Tenía que ser una maldita broma, ¿verdad? —El mundo mágico de Harry Potter realmente existía, y él no era un mago. El mundo no era justo.

No tuvo más tiempo para seguir con su indignación, pues en ese mismo momento la parte lógica de su cerebro, o mejor dicho, el instinto de lucha o huida, se activó al darse cuenta de una cosa: ¡lo que sea que fueran esas cosas iban a caer justo encima de él!

Los instintos, sumado a lo repentino de la situación y el fuerte sonido, parecieron haber desatado completamente las reacciones de lucha o huida. No de la mejor manera, claro está, pues se lanzó en picado hacia el frente tratando de evitar lo que sea que estuviera a punto de golpearlo. Pero tomando en cuenta que solo tenía una fracción de segundo, en realidad fue la única opción que tenía, aunque tal vez debió ver mejor a dónde había saltado, pues se lanzó en la dirección en la que estaba mirando originalmente y atravesó la duna y comenzó a caer rodando por ella.

La arena se le metió en la boca, en los ojos, en la nariz… incluso en lugares que él no sabía que tenía. Sentía como el mundo se convertía en un torbellino de colores y sensaciones confusas. Sintió el golpe seco contra el suelo, el dolor en las rodillas y los codos, su respiración se estaba escapando de los pulmones mientras rodaba y rodaba sin ser capaz de detenerse.

—Nota personal: la próxima vez que saltes, que no sea por el camino más largo. —Pensó en una mezcla confusa de desesperación y frustración consigo mismo.

De pronto, la caída terminó. Se encontró boca abajo en la arena, completamente aturdido y con el cuerpo dolorido. Tosió, escupiendo arena y tratando de recuperar el aliento. Intentó incorporarse nuevamente con un notable esfuerzo. Se incorporó y miró a su alrededor. La duna se alzaba imponente sobre él, y en la cima… había… no sabía cómo describir lo que veía, y que le devolvía la mirada: seis pares de ojos brillantes de diversos colores mirándolo con una mezcla de curiosidad y aprensión.

—¡Putas hormonas! —No pudo evitar maldecir. No pudo simplemente hacerle caso a Lizzy y largarse de allí. Oh, no, tuvo que hacerles caso a sus malditas hormonas y terminar en una situación tan… tan… en realidad ni siquiera sabía cómo describir cómo se sentía ahora mismo.

Por su lado, Lizzy estaba muerta de miedo. El segundo estruendo, un rugido que pareció partir la noche en dos, seguido de un destello cegador de un azul intenso, la había dejado paralizada. La exclamación de sorpresa y pánico de su novio, que ahora estaba lejos de su vista, solo hizo que su angustia se intensificara. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando, pero un terror primitivo se apoderó de ella. Su corazón latía con fuerza, la respiración se agitaba en su pecho, y un sudor frío le recorría la frente.

La oscuridad la envolvía como una criatura viva, amenazante. El sonido del viento silbaba entre las dunas, creando una melodía inquietante. Sintió la necesidad de correr, de alejarse lo más rápido posible de ese lugar. Pero la imagen de su novio, solo y en peligro, la retenía. Tenía que ir a ayudarlo, asegurarse de que estaba bien.

Su mente y sus instintos luchaban entre sí, dejándola atrapada en una inmovilidad torturante. Quería gritar, pedir ayuda, pero el miedo le sellaba la garganta. Odiaba esa situación, esa incertidumbre, esa sensación de estar completamente a merced de lo desconocido. —¿Qué ha pasado? —se preguntó con desesperación.

De regreso con el chico, o mejor dicho, en la cima de la duna, una de las mujeres que habían aparecido —la líder, si sus instintos no se equivocaban— dejó salir un profundo suspiro antes de girarse hacia una chica de cabello negro y ojos violetas que ahora mismo lucía aprensiva.

—Maldita sea, Neo… —murmuró Alpha, frunciendo el ceño y llevando una mano a su frente—. Realmente tenías que hacer esto, ¿verdad? ¿Por qué tienes esa necesidad imperiosa de llamar la atención? —Suspiró, sintiendo que la frustración la invadía—. "Sabía que no debía confiar en ella para esto", pensó con resignación—. "Siempre tiene que hacer las cosas a su manera..."

A su lado, Beta observaba la escena con una mezcla de cansancio y preocupación. Sus ojos azules, normalmente brillantes y llenos de energía, ahora reflejaban un profundo agotamiento. Sabía que no debieron enviar a Neo como la primera, pero tomando en cuenta la situación y que ella les aseguró que podría limpiar la escena de testigos con su capacidad ilusoria, les había parecido una buena idea. Pero la desesperación por encontrar un nuevo hogar les había hecho olvidarse de un detalle muy importante… Neo no tenía ni la más mínima idea de lo que significaba la palabra sutileza.

—¿Qué hacemos ahora, Alpha? —preguntó la peliblanca con un suspiro, su voz cargada de resignación.

Alpha simplemente tuvo que hacer una mueca de frustración antes de centrar su mirada, igualmente cansada, en su compañera de toda la vida.

—No lo sé, Beta —respondió finalmente, después de una pequeña pausa, mientras se pasaba una mano por el cabello—. Se suponía que debíamos entrar y preparar su llegada en un lugar tranquilo sin ser detectados. Maldita sea, Neo debía asegurar la zona con sus ilusiones para nuestra llegada.

—Y nosotras debíamos preparar la llegada para él, y con él aquí, explorar el mundo antes de decidir si era idóneo para habitarlo —completó Beta, quien no pudo evitar hacer una mueca propia ante la gravedad de la situación—. Pero ahora, tenemos a dos humanos: una inconsciente de lo que pasa… benditas dunas, por cierto, y a uno que nos mira como un ciervo atrapado por los faros… —Ella realmente sentía ganas de estrangular a Neo ahora mismo, esa chica tonta y su necesidad de jugar con las personas.

—No eres la única que se siente así —Alpha no necesitaba leer su mente para saber lo que estaba pasando ahora mismo, y no pudo evitar que su voz sonara resignada—. Poco y nada podemos hacer. Naruto vendrá pronto… Esperemos que pueda resolver esto sin muchos problemas.

—¿Neo? ¿Naruto? ¿De qué demonios están hablando? ¿De dónde demonios salieron? —El joven se levantó de un salto, señalando a las mujeres con el dedo. Su rostro reflejaba una mezcla de confusión, sorpresa e indignación—. ¡Casi me caen encima! ¡¿De dónde demonios salieron?!

Una de las figuras que lo miraba desde la duna pareció haberse indignado con sus palabras. La observó dar un paso al frente, con el cuerpo tenso y los puños apretados, dispuesta a lanzarse contra él, pero antes de que pudiera hacerlo, Alpha extendió una mano y la detuvo. Fue un gesto sutil pero firme, que la otra mujer obedeció de inmediato.

El chico simplemente observó la escena con los ojos muy abiertos, sin comprender lo que estaba sucediendo. —"¿Quiénes eran esas mujeres? ¿Por qué habían aparecido de la nada? ¿Qué pretendían?"

No tuvo mucho más tiempo para pensar en eso, pues de un momento a otro Alpha se movió. Fue un movimiento tan rápido que el chico ni siquiera fue capaz de seguir su movimiento: un borrón, un destello, y de pronto la elfa estaba parada frente a él, a escasos centímetros de distancia. Su rostro, iluminado por la tenue luz de las estrellas, parecía aún más hermoso y sobrenatural de cerca. Sus ojos azules, brillantes e intensos, lo miraban con una mezcla de curiosidad y determinación. El chico contuvo la respiración, sintiendo el corazón latir con fuerza en su pecho. La cercanía de Alpha era abrumadora, podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su perfume, la intensidad de su mirada.

—¿Quién eres? —preguntó con su voz suave pero sorprendentemente firme—. ¿Qué haces aquí? En realidad, tacha eso. ¿Dónde es aquí?

El chico tragó saliva. Estaba nervioso, la mujer lo miraba con una intensidad que le hacía sentir completamente incómodo. Sus ojos azules, brillantes como zafiros, parecían escudriñar su alma. —"¿Qué le digo?" pensó con desesperación—. "¿Cómo he llegado a esto?"

Alpha, mientras tanto, se mantenía sorprendentemente tranquila. Observaba al joven con atención, buscando una forma de salir de esta situación con el menor daño colateral posible. Sus compañeras, desde la cima de la duna, miraban la situación con exasperación… al menos en su mayoría. Delta simplemente estaba confundida, no sabiendo qué hacer ahora mismo. Zeta tenía el ceño fruncido, estaba claramente impaciente. Épsilon simplemente cruzó los brazos, observando todo el maldito asunto con una mueca de desaprobación.

Si la presencia de Alpha no era suficiente para intimidarlo, la presencia, el recordatorio de que aún había otras cinco iguales a ella, sí que lo hizo. Intimidado por la situación, dio un paso hacia atrás. La rubia que estaba frente a él irradiaba una fuerza y una determinación que lo sobrepasaban. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. —"Esta mujer no es un juego", pensó con temor—. "Si no tengo cuidado, podría hacerme daño".

Retrocedió con cautela, pero tropezó con algo en el suelo: un objeto blando y pesado que lo hizo caer de espaldas.

Alpha simplemente soltó un suspiro y miró hacia abajo, fijando su atención en aquello con lo que el chico había tropezado. El joven, aún aturdido por la caída, siguió la mirada de Alpha. Entonces reconoció el objeto que había creído que era solo una bolsa negra: era un cuerpo, cubierto por una capa de terciopelo oscuro.

Su corazón dio un vuelco. —"¿Quién es?" se preguntó con angustia—. "¿Está muerta?"

Se incorporó con dificultad, sin apartar la vista del cuerpo. La capa ocultaba por completo su rostro y su cuerpo, pero podía distinguir la forma de una mano que sobresalía de la tela, una mano pálida e inmóvil.

Alpha fijó sus ojos en el cuerpo y dejó escapar un suspiro de exasperación.

—¿De verdad, Neo? —preguntó con incredulidad mientras llevaba una mano a su frente—. ¿Ahora te dedicas a asustar adolescentes en sus citas de medianoche?

El chico la miró con confusión.

—Neo… —repitió. Había escuchado ese nombre de labios de la misma mujer antes—. ¿Será que acaso el cadáver… es…?

Alpha ignoró completamente su pregunta y se arrodilló junto al cuerpo.

—Vamos, Neo, levántate. Estos juegos no son divertidos.

El cadáver no se movió en lo absoluto, permaneció tan inmóvil como al comienzo de todo, con la capa cubriendo su rostro.

El chico abrió los ojos de par en par. —"¿Fingiendo?" pensó con incredulidad—. "¿Acaso está loca?"

De golpe, el cuerpo bajo la capa se movió, revelando a una chica con hermoso cabello rosa y castaño, quien incorporó su pequeño cuerpo de golpe, con una sonrisa traviesa en su rostro. Sus ojos, de colores diferentes, se encontraron con los azules de Alpha. No dijo nada, pero en su mirada podía verse una diversión para nada disimulada, y dejaba en claro que nada de esto le importaba y que lo encontraba increíblemente divertido.

—Neo —dijo Alpha con un tono de advertencia, aunque no pudo evitar una ligera sonrisa en su rostro—. Sabes que Naruto no va a estar feliz cuando se entere de esto, ¿verdad?

Neo, en respuesta, la miró con una expresión que lo decía todo: "Lo encontrará jodidamente gracioso". Y Alpha supo que era cierto al instante. Naruto, pese a todo, pensaría que todo fue realmente gracioso. Luego, tal vez, tomaría la situación en serio. Alpha suspiró y negó con la cabeza, con una sonrisa resignada. "Esta chica...", pensó. "Nunca cambiará".

Neo desvió su mirada de Alpha y la centró en el chico, que la observaba con la boca abierta. Sus ojos, uno rosa claro y otro marrón, brillaron con una picardía nada disimulada. Parecía decirle: "Tienes que admitir que fue divertido".

El chico, intimidado por la mirada de Neo, dio un paso atrás. "Esta chica está loca", pensó con temor. "Espero que no me convierta en sapo".

—Será mejor que te comportes, Neo —le advirtió Alpha, con un tono de voz que no admitía réplica alguna.

Neo, en respuesta, le dedicó una mirada indignada; sus ojos parecían lanzarle dardos. "¿Cómo te atreves a regañarme?" era un mensaje más que claro en su expresión.

—Naruto lo encontraría gracioso, eso es verdad —continuó Alpha, ignorando la mirada de Neo—. Pero tenemos trabajo que hacer. No podemos perder más tiempo con tus juegos.

Un puchero infantil se reflejó en el rostro de Neo, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado. Dejó claro que no estaba contenta con la reprimenda.

Alpha finalmente decidió no dejar que esta chica le hiciera perder más tiempo, así que simplemente dejó salir un suspiro una vez más antes de inhalar profundamente, y observar su entorno antes de recordar una cosa: el chico nunca respondió su pregunta.

—¿Dónde estamos, chico? —preguntó una vez más, esta vez con un tono mucho más severo.

El chico tragó saliva, sintiendo que un nudo se formaba en su garganta. Recordó que esta era la segunda vez que le hacían la pregunta y que no respondió la primera vez. Miró a la rubia frente a él con algo de temor, y luego a las demás mujeres que lo observaban desde la duna, todas y cada una de ellas pareciendo mirarlo con impaciencia. —"¿Estoy en problemas?" pensó con angustia—. "Ojalá no me hagan daño".

Un silencio tenso se apoderó de la escena; solo se escuchaba el sonido del viento y el mar. Alpha mantenía su mirada fija en el chico, esperando su respuesta. Su expresión era inescrutable. El chico sintió un escalofrío recorrer su espalda; sabía que una sola palabra equivocada podía tener consecuencias terribles.

—Malibú… —respondió finalmente, sin estar seguro de si estas personas siquiera sabían dónde estaba Malibú.

Un ligero velo de tristeza cubrió el rostro de la rubia; incluso la indignada chica de cabello bicolor no pudo evitar sentirse un poco nostálgica al escuchar ese nombre.

—Malibú... —repitió Alpha en un susurro apenas audible, con la mirada perdida en el horizonte. La brisa marina agitaba su cabello rubio dorado, y la luz de la luna bañaba su rostro con un halo de melancolía—. Recuerdo este lugar... Era hermoso. Playas doradas, aguas cristalinas... Naruto me enseñó a nadar aquí. —Una sonrisa nostálgica cruzó por su rostro por unos breves instantes.

Neo asintió levemente, con los ojos brillantes por la nostalgia. Recordaba las cálidas aguas de Malibú, las risas de sus amigos, la sensación de libertad... Un pasado que parecía tan lejano ahora.

—Lo era —dijo Alpha con un suspiro—. Hasta que los no mágicos lo destruyeron todo. —Su mirada se posó en el chico, y un brillo de dolor apareció en sus ojos.

El chico las observó con confusión. —"¿Por qué esa reacción?" pensó con un poco de temor—. "Parece que conocen Malibú, pero… ¿por qué esas reacciones?"

—Este era nuestro hogar. Llegamos antes que ellos —la voz de Alpha sonó con amargura, llena de dolor—. Lo contaminaron, lo destruyeron todo… nuestro hogar, nuestras vidas… lo volvieron un infierno.

—Era nuestro hogar... —murmuró Beta, bajando de la duna y posándose junto a Alpha. Su voz era apenas un murmullo, ahogada por la emoción—. Podríamos... tal vez... No, ellos están aquí también. —Su mirada se dirigió al chico, y un brillo de odio y resentimiento apareció en sus ojos—. No mágicos... No podemos quedarnos... no aquí. Esos animales...

Simplemente no pudo terminar su declaración. Una declaración inconclusa que dejó que un silencio se apoderara de la escena. Las otras mujeres que observaban al chico dejaron sus expresiones de indiferencia por una mezcla de varias emociones, que iban desde la tristeza hasta la furia. La atmósfera era opresiva, cargada de dolor y rencor. El chico sintió un escalofrío recorrer su espalda. —"Tengo que salir de aquí", pensó con desesperación—. "¿Por qué me miran así? ¿Qué les hice?"

—Beta —dijo la voz de Alpha con un tono suave pero firme—. Cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! —gritó Beta, su voz llena de rabia—. ¡Los suyos destruyeron nuestro hogar! ¡Mataron a nuestra gente, a nuestros amigos! ¡Se suponía que New Home nos daría un hogar… uno nuevo, lejos de estos animales! Y ahora… ¡ahora resulta que están aquí también! ¡Simplemente no es justo!

Su voz se quebró al final, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. El silencio tenso se apoderó del lugar una vez más. Ninguna de sus compañeras supo qué decir en ese momento, y se limitaron a observar a Beta, que siempre había sido la más emocional de todas, sin saber muy bien cómo consolarla. El chico, por su lado, estaba intimidado por la intensidad de las emociones. Simplemente se encogió en su lugar y bajó la mirada.

Permanecieron así durante un buen rato, mientras la brisa marina jugueteaba con sus cabellos y el sonido de las olas rompía el silencio de la noche. De pronto, una presencia poderosa, pero cálida y reconfortante, llenó el ambiente. Un halo de luz dorada pareció rodear la figura del joven de cabellos rojos que había aparecido de la nada, y que ahora mismo se acercaba a Beta con una expresión serena y comprensiva. Sus ojos, rojos como la sangre y brillantes como estrellas, reflejaban una profunda compasión y una firme determinación.

El chico, que observaba la escena con curiosidad, sintió una punzada de envidia. —"¿Quién es este hombre?", pensó—. "¿Y por qué la consuela de esa manera?"

—Todo va a estar bien. Estoy contigo, después de todo —le susurró Naruto con su voz tranquilizadora. En ese momento, deseó haber sido el primero en aparecer. Podría haber resuelto la situación mucho más rápido, y Beta no habría tenido que sufrir tanto.

Beta se aferró a él con fuerza, sollozando desconsoladamente. —Señor… —murmuró entre lágrimas—. No es justo… Ellos… ellos están aquí… Nosotros… no podemos quedarnos… no aquí, no con ellos…

Naruto simplemente la abrazó con más fuerza, acariciando suavemente su cabeza mientras besaba su frente. —Lo sé, Beta, lo sé mejor que nadie.

Sabía que no era justo culpar a estos humanos por los pecados de los que habitaban su mundo, pero tampoco era como si su opinión fuera a ser muy popular entre su gente. Ya los odiaban desde mucho antes, y después de la guerra que los llevó casi a la extinción y devastó su mundo… simplemente no eran populares entre los mágicos.

—Vamos a encontrar un hogar pronto, te lo prometo. Pero por ahora no podemos irnos de aquí, al menos no hasta reunir algunos suministros para llevar de regreso. La gente de allá lo necesita.

Beta asintió contra su pecho, aún sollozando, pero con menos intensidad. Sabía que Naruto tenía razón, pero aun así no quería estar ahí más tiempo.

Naruto no la forzó a levantar la mirada. Simplemente la dejó ahí, llorando en su pecho para que desahogara todo el dolor que había estado cargando en su corazón. Mientras ella lo hacía, levantó la mirada. Sus ojos, rojos e intensos como dos volcanes ardientes, se centraron en el chico, que observaba la escena con miedo y confusión.

—Vete ya, y no le digas a nadie que nos viste —dijo Naruto con voz firme, pero sin rastro de odio. Sabía que estos humanos no tenían nada que ver con su dolor y sufrimiento, pero tampoco quería decir que le agradaran. Si lo estaba dejando ir, era porque sabía que probablemente nadie le creería si les contaba lo que vio, y porque tenían mejores cosas que hacer en ese momento.

El chico no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza. No tenía ni idea de qué demonios estaba pasando ahora mismo, pero no quería estar ahí más tiempo, y simplemente comenzó a alejarse lentamente, no queriendo que estos… estos… no sabía cómo describirlos, solo que no quería que cambiaran de opinión y se lanzaran contra él.

—¡Johnny! ¡Ayuda!

El sonido de los gritos de Lizzy le hizo recordar que no estaba solo, y lo hicieron volver a la realidad de golpe. Sintió cómo su corazón se aceleraba, y sin importarle las otras cinco chicas, comenzó a correr hacia la duna para llegar donde su novia.

—Lizzy —susurró el chico en pánico mientras corría colina arriba, pasando por las cinco chicas que parecían perplejas, o mejor dicho, consternadas. Aparentemente, y si sus expresiones eran una señal de ello, se habían olvidado completamente de la chica al haber centrado toda su atención en Johnny, como ahora sabía que se llamaba.

—Jefe… ¿hacemos algo? —preguntó Delta, no estando segura de qué hacer ahora mismo. En realidad, el sonido de la chica gritando y llorando, llegando a sus oídos incluso si sabía que ella era una no mágica y, por ende, una enemiga, estaban activando años arraigados de instinto de protección en su cuerpo.

—No podía ser Latinoamérica, ¿verdad? Tenían que ser los malditos yanquis —se quejó Naruto. En serio, tenía que aparecer justo en una de las playas más populares de uno de los países con el ejército más paranoico del mundo. Algunas veces se preguntaba si los dioses los odiaban o algo por el estilo.

—Podría ser peor —susurró Beta—. Al menos no estamos en Rusia.

XXXXXX

Finalmente, Johnny llegó a la cima de la colina. El corazón le dio un vuelco al ver la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Veinte hombres vestidos de camuflaje, con rifles y linternas, rodeaban a Lizzy. Iban con equipo completo de combate, y sus rostros reflejaban una mezcla de tensión y agresividad.

—¡Al suelo! ¡Manos donde pueda verlas! —gritaba uno de los soldados, apuntando a Lizzy con su arma.

Lizzy, pálida y temblorosa, se abrazaba a sí misma, con los ojos llenos de terror.

—¡Lizzy! —gritó Johnny sin pensarlo, corriendo hacia ella—. ¡No le hagan daño!

Él simplemente corrió hacia su chica sin preocuparse por su propia seguridad. ¿Por qué no le hizo caso y se fueron de allí? Sin embargo, cuanto más pensaba en eso, más estúpido se sentía, así que simplemente continuó corriendo, finalmente entrando en el rango de visión de los hombres, quienes lo apuntaron con sus linternas y apuntaron una bala de advertencia a la arena frente a sus pies.

—¡Tírate al suelo!

El grito no fue aterrador ni nada por el estilo, pero el miedo que sentía ahora mismo, sumado a la culpa por su imprudencia, le hicieron caer de rodillas y levantar las manos sin saber qué hacer, con su mente yendo a mil por hora, apenas pudiendo ver a los dos hombres armados que corrían hacia él.

—Vas a deberme una grande, niño. —La voz de ese extraño hombre de cabello rojo resonó en la mente de Johnny, sorprendiéndolo—. "¿Quién ha dicho eso?", pensó, confundido—. "¿Y cómo es que habla dentro de mi cabeza?".

En ese instante, un montón de luces rojas aparecieron de la nada, destellando hacia los soldados. Johnny los vio caer al suelo, uno tras otro, como si una fuerza invisible los hubiera derribado. —"¿Qué está pasando?", se preguntó con incredulidad.

El sonido de las alarmas rompió la noche, seguido por una ráfaga de disparos. Las balas silbaban sobre su cabeza, impactando en la arena a su alrededor. Johnny, aterrorizado, se arrojó al suelo y se cubrió la cabeza con los brazos. Sintió el vibrar de la tierra bajo su cuerpo, el olor a pólvora, el sabor metálico del miedo en su boca.

Y entonces, todo se volvió negro. Una oscuridad profunda y silenciosa lo envolvió por completo. No podía ver, no podía oír, no podía sentir nada. Solo la oscuridad.

XXXXXX

—Despierta.

Fue apenas un susurro, una voz suave masculina que pareció resonar en lo más profundo de su mente. Johnny se despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración agitada. Se incorporó en la cama, desorientado. Miró a su alrededor, con los ojos muy abiertos. Su habitación, bañada por la tenue luz de las farolas de la calle, le resultaba extrañamente desconocida. —"¿Dónde estoy?", pensó con confusión—. "¿Qué ha pasado?".

Intentó recordar, pero su mente estaba en blanco. Solo una sensación de angustia y un miedo irracional lo atormentaban. Se llevó una mano al pecho, sintiendo el latir desbocado de su corazón. —"¿Por qué estoy tan asustado?", se preguntó con desesperación—. "¿Qué ha sido ese sueño?".

Cuando su ritmo cardíaco se calmó un poco, miró su teléfono para ver la hora. Eran apenas las 2:13 a. m. Vio que tenía un mensaje de Lizzy:

—¿Se suponía que nos veríamos esta noche?

Johnny frunció el ceño, confundido. No recordaba haber hecho planes con Lizzy.

—No que yo recuerde… ¿olvidé algo? —respondió rápidamente, sintiendo una punzada de curiosidad.

—No, solo tuve la extraña sensación de que debíamos encontrarnos —fue la respuesta casi instantánea de Lizzy.

—Acabas de terminar uno de esos libros de terror tuyos, y estás buscando a alguien con quien hablar, ¿no es verdad? —le preguntó Johnny con una sonrisa.

—No, solo me acabo de despertar y mi corazón latía muy rápido, y no sé por qué. Pensé que había olvidado algo importante.

—¿Quieres que me escabulla a tu casa? ¿Puedo ir a hacerte compañía? —bromeó Johnny.

—No, nos vemos mañana. Buenas noches, Johnny.

—Buenas noches, Lizzy. Que duermas bien —dijo Johnny, y terminó la conversación. Dejó el teléfono y se quedó allí tumbado, con una sonrisa en el rostro—. "¿Qué habrá querido decir Lizzy con eso de que tenía la sensación de que debíamos encontrarnos?", pensó con intriga—. "Es extraño...".

Un escalofrío le recorrió la espalda. Había una atmósfera extraña en la habitación, una sensación de irrealidad que no podía explicar. Pero decidió ignorarlo. —"Debe ser el cansancio", pensó. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.

Afuera de su casa, oculto entre las sombras, Naruto observaba la ventana de Johnny. Su expresión era una mezcla de cansancio y preocupación. Había tenido que usar sus poderes para borrar los recuerdos traumatizantes de Johnny y Lizzy. No era algo que le gustara hacer, pero era necesario para protegerlos.

—Vaya noche —murmuró para sí mismo—. ¿Quién diría que esta misión terminaría así? —Se rio para sí mismo antes de negar con la cabeza.

Se giró y desapareció en la oscuridad, dejando atrás un silencio profundo y una sensación de misterio que flotaba en el aire.

Fin del capítulo.