Aclaraciones:
Dejo esta comparación de nombres originales y del doblaje para que no haya confusión.
-God Eden: El Santuario.
-SEED: Imperiales.
-Holy Road: Camino Imperial
-Holy Emperor: Gran Emperador.
VII. MAESTRA
La extraña sensación de alegría combinada con miedo la recorría de pies a cabeza.
Celia trata de controlar sus expresiones faciales mientras camina por los pasillos de Raimon, siente que sus labios tiemblan. Su próxima clase comenzaría en una hora y el plan de calificar sus exámenes mientras esperaba se pospone en cuanto saca su teléfono y marca con rapidez el número que tan bien conocía.
—¿Sí? —Cuando oyó la voz al otro lado de la línea, ya no pudo controlar sus emociones ni el tono de su voz.
—¡Darren! ¡Tengo muy buenas noticias!
Llamar al ex miembro de Inazuma Japan se convirtió en un hábito desde que recuperaron el contacto gracias a JP. El corazón agradecido de Celia la motivo a invitarlo a cenar aquella noche. La cena se convirtió en una charla animada y la charla en un constante intercambio de mensajes, los cuales se intensificaron gracias al programa de fútbol juvenil.
—Hola, Hills —la amable voz masculina llena su corazón de un sentimiento agradable—. ¿Cuáles son las buenas noticias?
—¿Estas ocupado?
—No pasa nada por estar contigo charlando un rato —Darren, como es usual, se oye contento por hablar con ella— ¿Me dirás las buenas noticias?
—¡Me ofrecieron el puesto de tutora de primero!
—¿De verdad? ¡Felicidades!
—Pero no acepté todavía.
—Oh… ¿por qué?
La decepción en la voz del portero la hace reír. Celia por fin sale del edificio y toma asiento en una de las bancas del exterior, puede ver al equipo de béisbol en pleno entrenamiento.
—No me siento calificada para ese tipo de ascenso. Aún no tengo mucha experiencia. También me preocupa, es demasiada responsabilidad.
—Entiendo, aceptar un puesto tan serio sin pensarlo es irresponsable. ¿Y por qué te ofrecieron ser tutora tan pronto?
—La actual tutora planea quedarse embarazada. Si eso sucede, pedirá licencia y el puesto estaría vacío temporalmente —Celia mantiene la vista en el partido de béisbol aunque no lo esté mirando realmente—. Otra cosa que me preocupa es que tendría que dejar el club de fútbol, no quiero hacerlo.
—Eh, supongo que no podías estar allí para siempre.
—Es la razón por la que me volví profesora, Darren. —La voz de Celia se tiñe de tristeza—. No puedo imaginarme dejándolo, fue mi sueño.
—Serías la tutora más joven de Raimon —la observación de Darren atrae su atención—. Ganarías más y tu currículum sorprendería a cualquier instituto si decides dejar Raimon, pero si sigues allí, quizás puedas ser la jefa de los maestros en unos años.
—No sé si me gustaría ser jefa de maestros.
—Lo mejor para tu futuro —la risita simpática de Darren la hace sonreír, siente menos miedo mientras habla con él.
—Tampoco puedo pensarlo ahora, el programa de reclutamiento ocupa todo mi tiempo libre, apenas cumplimos un año y renunciar no me parece correcto.
—Hay mucho trabajo por hacer, ¿no lo crees? Me postulé para ser supervisor y todavía no me puedo acostumbrar al ritmo.
Darren siente que algo no anda bien, es inusual que Celia se encuentre tan insegura cuando se trata de tomar decisiones. Entiende que la razón para convertirse en profesora fue motivada por el club de futbol, pero le resulta extraño que quiera rechazar una oportunidad así por eso. Conociéndola, su mejor opción era distraerla de lo que sea que la estuviera asustando.
—Por cierto, ¿qué harías si fueras tutora?
Celia adopta una aptitud solemne. Aunque Darren no pudiera verla, sabe que su amiga está en plan actriz por su manera de hablar y respirar.
—Un tutor es la persona más importante después del jefe de maestros —comienza a recitar con elegancia—. Tiene que supervisar a todos los docentes del año que se le asigna y guiarlos si son nuevos. También se encarga de la organización de las actividades para los festivales y viajes escolares según el grado y analiza el rendimiento de los alumnos y su situación escolar con los exámenes de semestre para intervenir si algo no está bien.
—Eres poderosa —Darren imita su solemnidad—. Igual que Axel.
—¡Tienes razón! Igual que Blaze. No es muy diferente de lo que él hace aquí o en las otras secundarias.
—Te hubieras postulado como supervisora, funcionaba de entrenamiento para ser tutora.
—¡Me arrepiento! —Celia se queja en voz alta—. Es que nunca pensé en esto, no tenía planeado un ascenso.
—Yo creo que serías una excelente tutora, Celia. Espero que tengas la oportunidad de comprobarlo por ti misma.
Y la oportunidad se presentó sin pedirla, cuando el cansancio en los ojos de Axel era tan evidente que la impulsó a proponer un intercambio de trabajo. Cuando estuvo en casa, Celia se apresuró en llamar al portero, tenía mucho para decirle.
—¡En serio, Darren! Es perfecto, si soy capaz de trabajar con la misma presión que el presidente, entonces podré ser tutora. Lo ayudo y a la vez me pongo a prueba.
—¿Estas usando a Axel?
—¡No lo digas así!
—Entonces te estás aprovechando de él.
—¡Darren!
—Perdón, no te enojes conmigo —Celia frunce el ceño aunque Darren no pudiese verla—. Supongo que Axel estará aliviado con menos carga, pero ¿tú estarás bien?
—Siempre he tenido bastante energía, ya no tengo tanta como en la secundaria, pero estaré bien, confía en mí.
—Celia, no te satures. Organiza tus sesiones primero y ve lo del club y el programa después. Eres maestra en primer lugar. No bebas alcohol si te estresas, mejor usa vitaminas.
—Sí, no te preocupes, cuidaré mejor mi salud para tener mucha energía, te lo prometo.
"Qué mentirosa".
Celia soltó una carcajada contra sí misma cuando llevó la quinta copa de Caricia de Ángel a su boca, no había sido capaz de cumplir esa pequeña promesa. Una semana le había bastado para arrepentirse de sus decisiones, entiende que fue demasiado impulsiva. Temiendo perder el control, paga la cuenta del izakaya y regresa a Raimon, sería otra noche agotadora. Como ya es su costumbre, marca el número de la única persona que sabe cómo tranquilizarla.
—Perdóname, estoy a punto de volverme loca.
—Celia, no hagas que me preocupe. ¿Por qué no descansas hoy y continúas mañana?
—No puedo.
Ambos se quedan en silencio unos instantes, Darren puede oírla caminar y abrir cajones mientras sigue en llamada con él, ha estado así por más de una hora.
—¿De verdad quieres ese ascenso?
—Lo estuve pensando y es el puesto perfecto para mí. Cuando inicié, solo pensaba en el fútbol, no en mi futuro.
—Está bien que te esfuerces, pero tampoco pierdas la cabeza por un puesto temporal.
—Mira quién lo dice —el reproche de Celia le provoca escalofríos al portero—. ¿Cómo puedes ser supervisor y seguir con tu equipo a la vez?
—Harley me ayuda siempre que puede.
—A mí nadie me ayuda.
—Es que no has parado desde que intercambiaste con Axel, ¿él no pensó que estarías haciendo el trabajo de tres personas?
—Lo hizo y le dije que si la Royal podía, yo también.
—Pero esa no es la idea —Darren se revuelve el pelo, no podía entender por qué Celia estaba tan empecinada con eso, incluso llega a sospechar que ella tiene motivos ocultos que no le ha dicho—. Al menos dime que este fin de semana vas a descansar, ¿lo harás?
Celia bufa, le irrita oírlo repetir una y otra vez que descanse, como si no hubiera intentado hacerlo ya. Sin embargo, sabe que es injusto desquitarse con él, cuando Darren solo intentaba ayudarla.
—Lo intentaré. Perdóname, siempre te llamo cuando me siento mal.
—Sabes que no me molesta.
La maestra sintió un dolor en el corazón a pesar de estar sonriendo. Darren cuelga la llamada y sin su voz se siente terriblemente sola.
La situación no es tan distinta a la de ese entonces.
No es distinto de aquel tiempo del fútbol regulado. Celia se pierde en sus pensamientos al mirar una pila de documentos y recuerda a su hermano ocupando el lugar de Mark tras irse a investigar El Santuario. A su vez, recuerda al entrenador Travis rodeado de alumnos reclamando su derecho a jugar y, en todas esas situaciones, ella nunca pudo hacer nada útil.
Su inicio como maestra fue un desastre total. Durante sus años universitarios, Celia mantuvo la ilusión de revivir aquel último partido de sus amigos antes de graduarse. "Quiero ver su último partido por siempre" repitió el día que ingresó a Raimon. Sus sueños se torcieron cuando entendió que el fútbol regulado comenzaba a extenderse en todas las secundarias, apenas cumpliría seis meses como asesora.
En un tono brusco e inflexible, el director había dictado los nuevos términos para el club de fútbol. Acatarían los resultados que el Gran Emperador había decidido para el partido. Además, tendrían que mantener la fachada de ser un club de fútbol que jugaba con normalidad, hasta que la nueva normalidad decidida por el Sector Quinto se instalara de forma tan natural que nadie notaría la diferencia. Lo único que el entrenador y la asesora debían hacer era ser obedientes durante ese tiempo, sin cuestionar nada. De esa forma el club seguía en actividad y Raimon no corría peligro de ser cerrada.
—¡No puede hablar en serio! —reclamó Celia cuando finalmente había recobrado el habla—. No tiene sentido que jueguen al fútbol de esa manera. ¿Por qué tendrían que entrenar si nada de lo que hagamos afecta a la decisión del Sector Quinto? Eso no es fútbol, ¡ni siquiera creo que pueda ponerle un nombre!
—Nunca he hablado más en serio —el director frunció el ceño con severidad—. Puede dejar de ser la asesora si no quiere aceptar, nadie la está obligando a quedarse.
El director clavó la vista en Travis, quien no había dicho una sola palabra desde que ingresaron.
—Señor Travis, le recuerdo que si usted no está dispuesto a seguir las órdenes del Sector Quinto, buscaremos a alguien que sí lo haga. La palabra del Gran Emperador se cumple aquí aunque usted no quiera.
El rostro amenazante del director volvió a dirigirse a ella.
—En cuanto a usted, señorita Hills, se lo digo en serio, es su primer año aquí, haga algo con respecto a esa molesta costumbre que tiene de decir lo que piensa.
Celia miró con desesperación a Travis, esperaba que dijera algo, pero el entrenador se limitó a asentir y a retirarse, le indicó con la mirada que hiciera lo mismo.
—¿No piensa decir nada, entrenador?
—Hills —Celia sintió que se paralizaba al ver dureza en aquella mirada—, no digas nada. No es bueno para el club ni para Raimon.
—¿Así va a ser? —la decepción que la recorría era demasiado profunda.
—Me contrataron para entrenarlos y eso haré. Necesitaré tus asesorías, mucho más que antes. Necesito pensar.
Celia asintió, se propuso a trabajar lo mejor posible.
De verdad había querido hacer algo más, pero Travis se encerraba en sí mismo. A pesar de su silencio, de sus exigencias y constantemente apartarla de sus decisiones, Celia sabía que Travis solo buscaba protegerla y defender al equipo, aún si eso significaba su despido inmediato. Si era él quien desobedecía o fallaba, el castigo solo le correspondería a él, no tenía por qué afectarla, siendo ella tan joven y recién ingresada en el mundo laboral, ni a los miembros del club, quienes solo obedecían a su entrenador y a su asesora.
Travis nunca permitió que lo intimidaran, una actitud que Celia intentaba desesperadamente imitar. Ella no era cobarde y sabía defenderse, pero había aprendido a morderse la lengua para evitar reaccionar y cuidar las espaldas del entrenador y a su club. Su preocupación por Travis era constante y con solo oír su nombre en la boca del director comenzaba a sentir cómo su corazón latía con violencia debido al miedo. Quería estar allí con él, defenderlo de cualquier acusación falsa, pero no debía, él se lo había prohibido. Intentar reclamar o rebelarse empeoraba la situación. En su impotencia, se limitaba a observarlo en silencio, preguntándose qué más podía hacer para ayudar.
Si mira hacia atrás, Celia comprende que el estrés que ha vivido durante los años de control del Sector Quinto la volvieron insegura y sobreprotectora. Nunca pudo hacer nada útil, solo mirar.
No había disfrutado sus inicios como maestra por culpa del Sector Quinto, de Zabel, quien a su vez era Axel, quien ahora trabajaba con ella y le causaba las mismas angustias desde que apareció en Raimon para enfrentarse a El Dorado, y ahora como supervisor de un programa juvenil de fútbol. La misma preocupación que sentía por Travis se estaba repitiendo con Axel y le resulta imposible quedarse quieta.
—Blaze es el gato de la mala suerte —Celia suspira mientras ve la hora y el montón de trabajo pendiente—. Siempre ocurre algo cuando él parece o desaparece.
Era fácil odiar a Blaze, pero a Alex Zabel, en lugar de odiarlo, le temía.
Después de tantos partidos arreglados, el nombre de Alex Zabel había dejado de molestarla para causarle miedo, era el tipo de hombre que no pensaba en nada excepto en lograr la sumisión a su pensamiento. A él no le importaba mandar a cerrar escuelas, amenazar clubes de fútbol y secuestrar niños que le fueran útiles, nadie podía hacerle frente. Verlo era estremecerse y sentir que no tenía ninguna oportunidad contra él. Cualquier cosa que Travis hiciera lo acercaba al peligro, peligro que representaba el Gran Emperador del Sector Quinto. Cuando hacía sus apariciones públicas, en su sonrisa había encanto y cinismo al mismo tiempo. Esa arrogante seguridad profundizaba el sentimiento de impotencia en Celia, a Alex Zabel le temía de otra manera, de una que no comprendía por completo, solo sabía que era algo que iba más allá de la amenaza al club, o a Raimon, incluso física. Era más que eso. De alguna manera sentía que él podía dañarles el espíritu.
Pero ese tiempo ya había terminado. Celia se sintió ridícula por recordar justo en esos momentos lo que no debía. Travis estaba fuera de peligro, los miembros del club disfrutaban del verdadero fútbol, Mark y Jude estaban bien y Axel había vuelto.
Pero la situación ya no parecía tan buena como la veía.
—¡Chicos! ¿Por qué no se unieron al programa?
—Porque están usando al fútbol.
Celia apretó contra su pecho el tablero acrílico que siempre cargaba, lo que acaba de oír la paralizó por completo. El muchacho continúo hablando, resuelto a expresar su incomodidad.
—Es que… Señorita Hills, no es justo que no podamos jugar sin miedo a que nos digan que debemos proteger algo usando al fútbol como arma de guerra. ¿Por qué se deshicieron del Sector Quinto para que juguemos libres, si nos quieren entrenar como si fuéramos Imperiales? No tiene sentido, el fútbol debe ser divertido, no así.
—Sí… entiendo qué quieres decir.
El alumno de primero se sintió culpable al verla abatida, no había querido hacerla sentir mal.
—Solo queremos jugar. El club es suficiente, entrenaremos duro aunque no tengamos el mismo régimen del programa.
—Esta bien.
Nada estaba bien.
Con la bilis amargándole la garganta, Celia abandonó sus tareas para meterse en el almacén del club y buscar los antiguos álbumes y videos del Raimon de hace diez años. Frenética, se dedicó a compararlos con el Raimon actual. Odiaba lo que veía. Incluso si habían recuperado el verdadero fútbol, ya no era lo mismo. El motivo por el que se esforzó para convertirse en maestra ya no estaba ahí. Se llevó una mano al rostro al sentir que las lágrimas comenzaban a nublarle la vista. Había soportado que hicieran añicos sus sueños, pero el sentir que ya no tenía motivos para ser maestra la inunda de un vacío desesperante, no valía la pena siquiera estar allí.
El apellido de Axel aparece en la pantalla de su teléfono. No le da tiempo a calmarse, Celia se obliga a responder, aunque las ganas de llorar sean incontrolables.
—¿S-Sí? Blaze, ¿qué necesitas?
—Buenas noches, las cartas de cuatro miembros faltan aquí.
Celia se muerde el labio, lo había olvidado por completo.
—Perdón, las mandaré mañana en la mañana.
—Tampoco enviaste el informe de la semana.
Celia gira la cabeza, la laptop seguía abierta con el cursor sobre un documento en blanco.
—Lo estoy escribiendo, te lo enviaré por correo.
—¿Necesitas que me encargue de eso?
—No, solo me tomará quince minutos. Tenme paciencia.
—¿Cómo estás con la actualización de los archivadores?
—Estoy en eso, solo me falta revisar las grabaciones.
—Hablé con Jude, no creo que sea necesario que tengamos que revisar videos, nos toma demasiado tiempo —Celia no logra prestar atención al sentir que su trabajo ya no servía para nada. Axel continúa hablando—. Esta será la última vez, solo usaremos las grabaciones para comprobar la información de los informes. ¿Entendiste?
—Sí, es mejor para todos.
—Bien. Si necesitas tiempo extra solo avísame, conozco la situación en Raimon, pero no puedo darte más de un día.
—No me olvidaré. Y francamente, Blaze, ¡me estoy cansando de que me trates como si fuera estúpida!
Celia estrelló el teléfono contra la mesa después de colgar. Tras darse cuenta de lo que acababa de hacer, miró el aparato con espanto. Era la primera vez que le gritaba a Axel, pero una oleada de cólera la ataca al recordar sus palabras, ni él ni Travis la veían capaz de hacer algo. Incluso sabiendo que ambos hombres solo trataban de ayudarla, lo único que conseguían era hacerla sentir como una inútil. No importaba cuánto tratara de hacer lo mejor que podía, nunca sería suficiente.
Con los sueños destrozados, su motivación hecha añicos y dos superiores que la trataban como un estorbo, la idea de renunciar al programa ataca su mente, pero es recordar el rostro de Arion y JP buscándola con alegría para contarle sus aventuras, que se veía incapaz de decirles adiós. Aunque permaneciera como asesora en el club de fútbol, no podría verlos, el programa era muy estricto al separar a los reservas del resto. Aún amaba el fútbol, le gustaba ver a sus alumnos progresar, era muy pronto para rendirse. Celia se animó a sí misma a solo enfocarse en sus alumnos, los había visto ingresar y en poco tiempo los vería graduarse. Estaba muy orgullosa.
—Renunciaré cuando ellos se gradúen —Celia alza la voz, estaba decidida gracias a su nueva motivación—. Que se encargue otro, no voy a soportar un año más así.
Aun sintiéndose determinada y regresando a trabajar, perdió la batalla por contener las lágrimas al sentirlas caer sin control de sus ojos. Odiaba ser de lágrima fácil. No se molestó en secarlas, estaba demasiado herida como para intentar hacerlo. No era capaz de prestar atención al vídeo aunque lo intentara y el trabajo de cinco minutos se multiplicó a quince. Si seguía así, se iría más allá de las doce. Piensa en Axel y en su extraño hábito de quedarse en la oficina hasta medianoche, ella nunca lo había dejado en esas ocasiones, le resulta tan extraño que siempre se repitiera, el chico tenía mala suerte.
—¿Cómo es que Blaze no se ha vuelto loco con todo esto?
—¿Crees que estoy loco?
Celia suelta el control remoto por el susto, furiosa, da media vuelta para reclamarle a la voz a sus espaldas. Entonces recuerda que tenía el rostro bañado en lágrimas y sin saber qué hacer, corrió a encerrarse en el vestidor. La vergüenza la enrojeció por completo, quería desaparecer.
—"¿Qué hace él aquí? Se supone que no vendría"—pensó con unas ansias que iban en aumento al ver la sombra bajo la puerta acercarse—. "Estará enojado conmigo por gritarle y llamarlo loco"— se le sumó el miedo—. "¿¡Por qué tenía que abrir mi boca!? ¿¡Cuánto me costaba decirle que sí entendí y colgarle!? ¡No me costaba nada!".
—¿Hills, estás bien?
—¡Sí! ¡Me asustaste! ¡Nunca te escucho entrar o salir! ¿caminas o te deslizas? —Axel la oye reír por sus propias palabras, pero es una risa extraña.
Tras dos años juntos, Axel ha aprendido a diferenciar las risas de Celia, y aquella no es alegre.
—Blaze, pensé que no vendrías, ¿necesitas algo?
—Sí, olvidé los memos.
—Están en el último cajón del escritorio del centro. No sabía si llevarlos a la asociación. Ten más cuidado, sabes que si alguien los ve, se podrían crear malos entendidos.
Celia deja de ver la sombra de Axel bajo la puerta y su inseguridad por salir o quedarse allí le provoca náuseas por los nervios. Tampoco oye el televisor, como si él lo hubiera apagado.
—Ya los tengo —la voz del presidente la sobresalta de nuevo—. ¿Estás segura de que estás bien?
—Sí, estoy ocupada con las actualizaciones.
—Pero…
—Estoy trabajando.
Axel entorna la mirada cuando la voz de Celia se endurece. Luego es solo el silencio. Escucha los tacones de la señorita repiquetear sobre la loza, como si estuviera impaciente, o enojada, o frustrada; él no puede saberlo, pero ha sido verla con los ojos llorosos y la nariz enrojecida para saber que ella no está bien.
—Uhm, Blaze…
Axel se acerca a la puerta con cuidado, apoya la frente sobre ella de forma instintiva, con cansancio, no dice nada, espera a que ella hable.
—¿Ya te sientes mejor?
—Sí. Estoy mejor.
—Qué bien, estamos progresando.
Axel no sabe qué decirle, tampoco quiere desviar el tema por el que ha ido a buscarla.
—Lo que dijiste por llamada, ¿estás llorando por eso?
—Mmh… Olvídalo.
—No voy a olvidarlo, ¿te he hecho sentir mal todo este tiempo?
Celia guarda silencio. Axel se siente ansioso, no puede saber que la falta de respuesta de su asesora es por su incapacidad para hablar producto del nudo en su garganta y de las lágrimas que no dejan de salir. Celia sabe que si intenta decir algo, se le quebrará la voz y se sentiría humillada al llorar delante de él. El silencio los aturde a ambos, cada uno hundido en sus propias preocupaciones.
—Hills, gracias por tu apoyo. Si no fueras la asesora, esto sería un desastre.
—¿En serio? —la oye preguntar con hilo de voz.
—Sí, reduces mucho el trabajo, contigo es más fácil.
—¿Me aumentas el sueldo?
—No.
Otra vez la oye reír, otra vez es una risa extraña.
—¡Lo intenté!, pero ojalá lo consideres.
—¿Estás segura de que estás bien?
—Sí. No me interrumpas, por favor, estoy ocupada. Es viernes y no quiero quedarme atrapada aquí.
Lo mejor es no alterarla más.
Axel se despide de ella, cierra la puerta del club y camina sin saber qué pensar, sentir o hacer. El remordimiento lo devora vivo, había luchado por no cargar a Celia con sus problemas y todo lo que consiguió fue hacerla sentir infeliz. Su propia responsabilidad le impide confiar por completo en ella y aquello los estaba afectando a ambos.
Una vez dentro de su auto, Axel se percata de algo que no había notado antes: El cielo, hay luna llena. Todavía agotado por lo que acababa de suceder, se recuesta en el respaldo del asiento como si fuera a dormir. En esas circunstancias, se quedaría hasta medianoche trabajando, porque es una especie de maldición que carga desde que conoció a Ozrock.
Pero al cerrar los ojos, no ve a Ozrock; lo primero que evoca su mente es el rostro lloroso de Celia. Axel se reincorpora alarmado y se aferra al volante. El intercambio no solo se había limitado a sus responsabilidades, sino que incluyó el cansancio y ese detalle en particular; no es él quien se quedará solo aquella noche. Había sido un intercambio completo.
—No puedes ser… —susurra.
Axel se llevó el pelo hacía atrás con frustración. Había llegado a un punto en el que no podía mirarla sin sentirse responsable de ella. Como presidente, trataba de tener todos los aspectos de su cargo bajo control y no se había percatado del momento en el que Celia se le escapó de las manos. No le importa que los demás supervisores y asesores lo odien, era Hills quien estaba a su lado y no había sabido cuidarla.
Es irónico.
Por su parte, Celia se mira en el espejo y su rostro lloroso la hace sentir patética. Aunque se lava la cara, la hinchazón se queda y ya no solo se siente frustrada, sino fea. Sabe que no logrará nada llorando. Regresa al salón principal del club, ordenar un poco tendría que ayudarla a despejarse. Se sentía invadida por una sensación de desesperación y un cansancio que hacía que apenas pudiera mantenerse en pie, pero a pesar de ello siguió trabajando. Cuando todo parece estar en su sitio, inicia con el primer archivador.
Apenas acaba el segundo cuando la puerta de la oficina se abre de par en par y Axel ingresa con una bolsa de plástico. Celia no tiene tiempo para entender la escena cuando lo ve pararse en medio con una expresión crítica.
Axel apoyó las manos en las caderas mientras examinaba el despacho, la abarrotada superficie de la mesa y los archivadores abiertos de par en par parecen indicarle algo.
—Dos años y sigo sin poder cambiar esto. Jude sabe que no puedo, porque él no quiere.
—¿Olvidaste algo? —Celia se mantuvo en su sitio.
—Sí, es viernes, olvidé que deberías estar con los maestros bebiendo y comiendo carne seca.
—No me gusta la carne seca.
Axel la ve con algo parecido a una sonrisa.
—Lo sé.
Le lanza una lata de energizante, la misma marca que ella compraba para los dos. Celia abre el seguro para comenzar a beber, pero en medio del primer sorbo vuelve a sentir el nudo en su garganta.
—Lo entiendo, quieres ayudarme porque estoy llorando, pero lloro porque estoy agotada. Esto no pasa tan seguido, no me hagas caso.
—Hills, creo que debemos parar.
Axel puede ver cómo las lágrimas se acumulaban en esos ojos de nuevo.
—Dijimos dos viernes.
—Uno menos da igual.
—Tienes que descansar.
—No estoy cansado.
Celia siente todo le da vueltas ante la evidente mentira. Por fin se sintió derrotada, justo en ese momento supo que había fallado.
—Has sabido todo el tiempo que no podría hacerlo, ¿verdad?
—Sí, lo sabía —La expresión culpable de Axel empeora su malestar.
—Entonces, ¿por qué aceptaste?
—Porque era importante para ti —Axel la mira directamente a los ojos, ella creía que lo estaba ayudando y él quería hacerla feliz, pero no estaba resultando para ninguno de los dos. Celia lleva las manos al rostro para limpiar sus lágrimas.
—Qué desastre. Tenías razón, no iba a poder.
—Nadie hubiera podido.
—"Tú sí"—Celia por fin acepta que ha fracasado. Axel parecía tener una fortaleza inquebrantable a pesar de todo lo malo que estuviese pasando, pero Celia no. Era fácil para ella hablar de forma impulsiva. Axel nunca se habría descontrolado estando en su lugar y ella en cambio estaba llorado como si fuera una niña.
—Hills —Axel la llama con suavidad—, no voy a romperme.
Aunque lo ha dicho con un tono amable, Celia solo debe verlo a los ojos para saber que el presidente está hablando con seriedad.
—Vamos a terminar esto y nos vamos. Te llevaré a tu casa, ¿está bien?
Celia asiente y reanuda su trabajo. "No voy a romperme", esa era la actitud serena de Axel todo el tiempo, a pesar de cualquier circunstancia, nunca se desmoronaba. Deseaba haberse parecido más a él en ese aspecto, si no era capaz resolver ella sola sus problemas, ¿cómo iba a ocuparse de todos los profesores y alumnos de primero a la vez?
Ser tutora se ve tan lejano. Sin embargo, detestaba sentir lástima de sí misma, de modo que apartó a un lado ese pensamiento mientras avanzaba sus actualizaciones. Las ganas de llorar la inundan de vez en cuando y agradece que Axel no intente consolarla de ninguna forma, sino que parecía fingir que no pasaba nada. Celia miró su teléfono, deseaba llamar a Darren, pero decirle cómo ha reaccionado la detiene, es bochornoso. Aunque Axel sabía que no lo lograría, Darren había confiado en ella, no quería decepcionarlo.
—"Axel es tan valiente y tranquilo, que me olvido que también sufre" —Celia sintió vergüenza de sí misma —. "Estar en el Sector Quinto debió ser muy difícil para él, pero soportó cinco años y yo no pude soportar una semana. Todavía soy muy inmadura"—. Ver a Axel junto a ella por decisión propia la lleva a pensar que él no lo hacía por ser responsable, sino por querer estar allí, ayudándola.
Pero Axel es así con todo el mundo.
No significa nada.
Feliz Navidad y próspero año nuevo, les deseo cosas bonitas, salud, bendiciones y mucha alegría. Blu3wh1t3, Lubia y Leise C, gracias por acompañarme hasta aquí, sus comentarios me animan bastante.
