Le gustaba pensar que la oscuridad que alberga en su interior yacía guardada celosamente dentro de un pequeño cajón en lo más profundo de su subconsciente.

Y también le gustaba pensar que no había nadie que tuviera acceso a ese lugar más que ella misma y que tampoco habría algo que le hiciera querer abrir aquel cajón que pudiera desencadenar tal catástrofe para la humanidad.

Ella no era como su madre. No tenía un corazón noble que la empujaba a ser condescendiente y la redentora de las almas en pena.

Ella era egoísta, rencorosa y vengativa. Solían decirle que era la versión femenina de su padre. Y tal vez no estaban muy equivocados con semejante afirmación.

Porque mientras su madre huyó de su entorno para alejarse de su propia oscuridad, ella se aisló para contener las ansias de dejarla salir.

Pero nunca se imaginó que amar a alguien terminaría siendo el punto de inflexión en su vida debido a que su corazón comenzó a latir por quien no debía.

A su madre le funcionó enamorarse del chico malo, pero nada le aseguraba que la fórmula pudiera repetirse dos veces.

En cambio, ella terminó con el corazón roto por el chico malo y puesta en bandeja de plata para el villano de la historia.