"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd"
Alphonse de Lamartine.
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Cuando sacó la cabeza del pensadero, caminó tambaleante hasta el sofá en el despacho de director y cerró los ojos durante un largo minuto.
Snape, durante su tiempo como director del establecimiento, no había cambiado ni una sola cosa dentro de la oficina de Dumbledore; sabía, al final de cuentas, que ese trabajo no era más que una simple tapadera para que Voldemort no sospechara de sus verdaderas intenciones. Se mordió el labio tan fuerte que comenzó a sangrar y tan pronto abrió los ojos, un revoltijo de sentimientos varios le dio náuseas.
Palpó cada bolsillo, pero pronto recordó que ya no llevaba cigarros encima. Inhaló y exhaló. Miró los retratos de los directores alrededor y se quedó en silencio. La acústica desde lo más alto de la torre era impresionante, en donde ningún grito, hechizo, o palabra se lograba escuchar; solo se hallaba él y ese silencio que parecía perpetuo.
Intentó calmarse lo mejor que pudo antes de salir del despacho del director y en cuanto asumió su destino, una tranquilidad plena pareció invadirlo: debía morir a manos de Voldemort, ya que esa era la única alternativa de lograr que el mundo mágico tuviera algún tipo de salvación. Lo único que le tocaba hacer era entrar en el bosque prohibido, plantarse frente a Voldemort y exhalar ante su presencia el último suspiro de vida. Nada más que eso.
Sin embargo, una vez llegó al comedor y encontró a sus amigos reunidos en torno a todas las personas que habían caído en batalla con expresiones lúgubres, sintió dentro de sí una punzada de autopreservación que le gritaba que simplemente se fuera del colegio. Que tomara a los que mas le importara y huyera junto a ellos.
Ron lloraba abrazado al hombro de su madre, ante el cadáver de Fred, mientras Hermione lo tomaba de la mano con tal de brindarle un mínimo de consuelo.
Y luego estaba Draco, que, con restos de sangre encima, observaba al cadáver de la profesora de Astronomía, el cual estaba tapado por una sabana hasta la cintura.
Caminó tambaleante y se detuvo de inmediato al ver a Lupin y a Tonks tendidos en el suelo, muertos. Se puso de rodillas y trató de hacer que el hombre recobrara la consciencia, pero aquello no sucedió. Tuvo que tragarse las lagrimas y volver a colocarse de pie, con una carga de consciencia que cada vez se le hacía mas extenuante.
Lo vio claro en ese instante. No sería complicado huir de ahí, llevarse a Draco, Hermione, Ron y a toda la familia que quedaba de este. Dejarían de sufrir, escaparían y tratarían de llevar una vida normal. A lo mejor podrían irse a Francia o a Estados Unidos. Se proyectaba con Draco a su lado y los dos de ancianos teniendo aventuras juntos.
Draco se puso de pie en cuanto lo vio ingresar a la habitación y corrió hacia él con tal de preguntarle todo la información que había conseguido.
Ladeó la cabeza y desvió la mirada justo antes de sentir como Hermione y Ron también se le acercaban, este último, con los ojos rojos y algo hinchados.
—¡Vamos, Harry! ¡Dime que has encontrado algo útil! —exclamó Ron ansioso—. ¡Ya quiero destruir a ese hijo de puta que mató a mi hermano!
Hermione trató de tranquilizarlo, pero Ron no daba brazo a torcer. Draco, por su parte, notó la contrariedad que se reflejaba en su rostro, así que lo tiró del brazo y se lo llevó un segundo de la multitud enardecida.
—¿Qué sucede?
—No… no es nada… ¿Qué hora es?
—Pronto serán las dos de la madrugada.
Asintió y volvió hacia donde sus amigos habían quedado. Los tres juntos escucharon atentamente las indicaciones de Harry.
—Vale. Primero vamos por la Diadema, está en la sala de menesteres, y después nos tocará matar a la serpiente. — Los chicos afirmaron, aunque Harry detuvo a Ron con Hermione que ya estaban dispuestos a irse a la sala multipropósitos—. Ron, Mione, busquen una manera de romper la copa; y después vengan arriba para terminar con la diadema. Draco y yo, buscaremos el horrocrux.
Se quedaron un momento pensativos, hasta que apretó el hombro de Harry y tomó de nuevo la mano de Hermione.
—Tengo una idea —aseguró el chico—. Nos vemos pronto.
En cuanto Hermione con Ron se fueron, Harry con Draco subieron los extensos trayectos de escaleras que dirigían a la sala de menesteres.
—¿Esos serian todos? ¿No faltaría después ninguno?
No contestó nada, avanzó por las puertas hasta dar con la sala multipropósitos, la cual reflejó lo que tanto buscaba Harry. Un gran almacenaje de cosas se abrió frente suyo y por un momento se dio cuenta de que tardarían una eternidad en encontrar la corona.
—¡Accio diadema! —exclamó Draco, pero nada vino a sus manos— ¡Accio Diadema de Ravenclaw! Busca por ese lado.
Empezaron la tarea a toda prisa, mientras Draco le comentaba lo sucedido en el bosque. Una vez terminó su relato, se volvieron a juntar en el medio de toda la estancia.
—¿Quiere decir que Jessica es la nueva líder de los carroñeros? —Draco asintió—. ¿Quién lo diría…? y pensar que se veía tan escuálida cuando estaba en mis clases.
Draco soltó una risita y continuó rebuscando.
—Creo que Sinistra y Firenze tenían algo —murmuró Draco—. Se vio muy afectado por la pérdida de Sinistra, y estoy seguro de que lo vi llorar de camino a castillo.
—Podría ser; y si me pongo a pensarlo… de cierta manera combinaban juntos ¿no crees? —cuestionó Harry—. Sinistra era peculiar.
—Fue la mejor profesora —suspiró Draco un poco desanimado, antes de subirse a unas sillas y rebuscar a las alturas—. No creo que lleguen a encontrar a un mejor profesor de astronomía en mucho tiempo… —Draco se inclinó más hasta que abrió mucho los ojos— Harry, encontré algo que brilla en la cima de esa colina de cosas.
Harry alzó la mirada hacía la montaña (en el sentido literal) de artilugios. Encontró un brillo plateado con reflejos azules en la cima y Harry de inmediato se dio cuenta que eso eran lo que estaban buscando.
—Voy a subir —aseguró Draco, antes de que Harry lo detuviera—. ¿Qué sucede?
—Debe haber alguna escoba por aquí. —le dijo Harry, quien llamó a una la cual llegó de inmediato—. Voy yo, es de plata; no puedes tocarla.
Se elevó y tomó la diadema de la cima. Tan pronto tuvo el objeto en las manos, sintió como un fervor le llenaba el alma, mientras una voz susurraba en su cabeza para que se la pusiera en la cabeza. Salieron de la sala y aguardaron frente a la entrada por Hermione y Ron, los cuales llegaron completamente mojados, con el colmillo de Basilisco firmemente agarrado en la mano de Hermione.
—Bien, destruyamos esta cosa —sentenció Harry, que dejó la diadema en un banquillo—. Draco, es tu turno.
—¿Qué?
—Nosotros ya rompimos uno, haz los honores.
Draco tomó el colmillo de basilisco y se acercó a la diadema con sigilo.
"Esclavo de la luna, te aseguro sabiduría" Escuchó decir, aunque se deba de la cuenta de que solo él era consciente de los que decía. "Con mi poder podríamos conseguir una cura, ponme encima de ti y te lo daré todo"
—¿De verdad?
—Draco, no la escuches —le dijo Harry detrás suyo, preparado para actuar en caso de que Draco sucumbiera ante las palabras de la diadema.
"Serías un alma limpia, Esclavo de la Luna. Solo colócame"
Sin embargo, Draco clavo el colmillo en la diadema con toda la fuerza de su interior. De inmediato un halo de humo llenó la sala de menesteres y comenzó a decir.
"Te prometo fama, gloria, todo"
—Cállate; soy un Malfoy, no necesito nada más que mi identidad.
"Pero aun así no puedes lograr que Potter te dijera toda la verdad, Draco".
Los tres se miraron entre si confundidos, y Draco terminó de hundir el colmillo. De inmediato, una vez la diadema acabó trizada, ese humo se transformó en una violenta explosión que hizo que todas las ventanas del pasillo estallaran. Se cubrieron ante los cristales y cuando por fin pasó el estruendo, los tres miraron a Harry.
—¿Qué verdad, Harry? —preguntó Hermione confundida.
—Es…es cosa de la diadema.
—¡No te creo! —exclamó Draco—. Estas extraño desde hace rato, ¡dinos a que se refería! ¿Tiene que ver con los horrocrux?
Harry cerró las manos en puños y asintió. Draco se dio cuenta entonces de que había actuado demasiado violento, se acercó a Harry y lo tomó de la mano.
—Nada mas de mentiras ¿te acuerdas?
Harry asintió en silencio y explicó todo lo que había visto en los recuerdos de Snape. Una vez finalizó, los tres se encontraban con los ojos inundados en lágrimas y los sentimientos a flor de piel.
—Eso quiere decir…
—Que tengo que morir a manos de Voldemort. Yo soy el horrocrux que creó por error; es por eso por lo que oigo a las serpientes, es por eso por lo que Draco siente que hay algo de humedad en mi olor —explicó Harry—. Tiene que matarme y, seguidamente, les tocará destruir a Nagini para por fin acabar con Voldemort.
Un silencio se instaló en el grupo. Draco, que en ningún momento había dejado de sostener la mano se Harry, negó con la cabeza.
—No puedes… no puedes… ¡debe haber otra solución! ¡Un hechizo quizás, Mione y yo lo encontraremos! No puedes, no puedes morir.
—Draco, por favor, Dumbledore y Snape lo intentaron en vida. Esta es la única opción.
Draco negó con la cabeza, dejó que las lágrimas fluyeran de sus ojos sin control y con la mano libre obligó a que Harry lo viera.
—No puedes dejarnos… no puedes dejarme, Harry. No todavía, no ahora, ¡no cuando estamos tan cerca!
—Draco, por favor…
—¡Mierda! ¡Si quieres vámonos de aquí! ¡Nos llevamos todos y a todos y nos largamos de aquí! Harry, por favor, no me dejes… No estoy listo para esto.
Hermione rompió a llorar y se abrazó a Ron que trataba de mantenerse tan fuerte como podía, aunque también lloraba. Draco apretó las manos de Harry con aun más fuerza, sin importar si terminaba causándole dolor a Harry.
—Por favor… por favor, te lo ruego, no vayas… no lo hagas.
—Draco, es mi destino.
—¡A la mierda el destino!
—No puedo echarme atrás ahora. No cuando tanta gente ha peleado para esto. Si hubiera otra alternativa la haría, pero no existe…
Draco abrazó a Hary y sollozó en su hombro, mientras gimoteaba que no se fuera cientos de veces.
—Lo haré porque no quiero que Fred haya muerto en vano. Que Lupin, Tonks, Sinistra… incluso por tu padre, Draco —le explicó—. Lo haré, porque te amo ¿vale, Draco? Solo deben prometerme que después mataran a Nagini y terminaran con Voldemort. Así, todo se solucionará.
Draco se separó, dejó de llorar, frunció el cejo y lo besó largo y tendido. Harry hundió los dedos en el pelo de Draco y una vez se separaron, los cuatro bajaron hasta el patio en silencio, y frente al bosque prohibido, Hermione fue la primera en despedirse de Harry, que no soltó durante un largo rato.
Ron prosiguió, abrazó a Harry (era uno de esos momentos en lo que todo se comunicaba a través del contacto) y al separarse volvió a abrazarlo. En cuanto Ron por fin lo asumió, regresó donde Hermione que no podía detener las lágrimas.
Draco fue el último, ¿Qué debía decir en ese momento? Un adiós le parecía tan insensato. Y sabía que, si volvía a besarlo, no sería capaz de dejarlo ir. Harry comprendió eso, y le sonrió antes de pisar el primer trayecto de césped que daba hacia el bosque prohibido, para que al segundo Draco lo tomara por el brazo.
—Harry… tengo miedo —declaró Draco, que alzó la mirada y la clavó en el otro con toda la profundidad del mundo. Un brillo inaudito llenó el vacío en el interior de Harry y este ladeó a cabeza, mientras comenzaba a llorar por primera vez—. Tengo miedo de vivir sin ti…
Harry tomó a Draco por el dorso de la mano y depositó un beso encima.
—No estarás solo, Draco… nunca lo has estado.
Harry soltó a mano de Draco, se dio media vuelta e ingresó al bosque, esta vez cargado de valor. Solo debía hacer eso, mirar adelante y nunca atrás. Ese era el final.
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Draco entró al comedor y lo primero que olió, más allá de la muerte, fue ese olor familiar. Buscó a su madre con la mirada, la cual estaba ayudando a varios heridos junto a Madame Pomfrey. Narcisa, una vez notó la rojez en los ojos de Draco, dejó todo lo que estaba haciendo y corrió donde su hijo, solo para abrazarlo.
No. No temía tener una vida llena de soledad. Porque sabía que tenía a mucha gente a su alrededor. Específicamente temía una vida sin Harry, sin su Omega que lo mantuviera cuerdo, que lo estrechara entre sus brazos después de un largo día y pudiera esconderse en su olor. Temía una vida vacía, sin amor, en donde buscara similares en bares de mala muerte, con tal de satisfacer algo; algo que nunca sería como esa fugacidad que tuvo con Harry.
Narcisa le dijo mil palabras hermosas, pero Draco solo asimiló una: bien. Que todo iba a estar bien. Y el asintió, tomó la varita, se limpió las lágrimas y fue donde Madame Pomfrey para ayudarla con los heridos, con tal de hacer algo para no pensar en ese dolor.
Debía comenzar a acostumbrarse a ese vacío por más doloroso que fuera.
