Cuarto Acto
GIBOSA CRECIENTE


Poco a poco la Luna comienza a iluminarse en su mayor parte que culminará en la siguiente fase: la Luna Llena.


Cuando el shuriken se clavó justo en medio del blanco en el punto negro, Hinata casi dejó salir un suspiro de sorpresa. Estaba a veinte metros del objetivo y aún así, había logrado darle.

Ella.El fracaso de su clan, la que nunca podía hacer nada bien, había logrado acertar a la perfección desde esa distancia, justo en medio del objetivo.

Sonrió suavemente, deseando que su padre la hubiese visto.

—Te dije que estabas sosteniéndolo mal, ¿ves la diferencia ahora? —le preguntó Sasuke algo irritado.
—Sí… —susurró bajando la mirada, sonrojándose de inmediato.

Sabía que el hermano menor de Itachi era muy bueno con el shurikenjutsu, pero no esperaba que en un par de horas pudiese cambiar tanto su perspectiva sobre como lanzarlos. Era fundamental para la supervivencia de un shinobi que pudiese emplear ese tipo de armas y a Sasuke se le hacía realmente fácil. Si era amable con él y se esforzaba en agradarle, quizás le siguiera enseñando. Necesitaba desesperadamente mejorar en la Academia si no quería llenar de vergüenza a su esposo cuando entregaran las tarjetas de calificaciones.

—Nii-san me enseñó, es muy bueno cuando se trata de esto —dijo con un leve toque de orgullo—. No puedo creer que nunca le hayas pedido que te entrene.
—Itachi-san... uhm… —comenzó a jugar con sus dedos; lo hacía cada vez que estaba nerviosa y a decir verdad, los ojos de Sasuke la intimidaban mucho más que los de su padre—. Siempre está ocupado. No quisiera molestarlo con algo así.
—Lo sé. Y si tiene tiempo practicará conmigo —dijo con algo de burla haciendo que Hinata tragara pesadamente la saliva que se acumulaba en su boca.

Nunca lo había visto así. Sasuke Uchiha, el prodigio, era alguien bastante solitario. Generalmente miraba mal a todos en la Academia e ignoraba a las chicas que se le acercaban a hablarle. A veces se aislaba tanto como lo hacía Naruto cuando la clase se burlaba de él, pero con lo poco que lo conocía, había comenzado a pensar que aquello se debía a que Sasuke pensaba que las personas sólo se acercaban a él por su apellido.

Podía entenderlo. Las personas sólo se acercaban a ella por ser la próxima líder del clan Hyūga y ahora, por ser la esposa del futuro líder del clan Uchiha.

Sasuke nunca había sido gentil con ella, ni si quiera antes de que fuese comprometida con Itachi Uchiha. Sin embargo, había hecho un gran esfuerzo ese día para que ambos conversaran y pasaran el día juntos.

Todo comenzó en la Academia, cuando un grupo de niñas más grandes la empujaron haciéndola caer sentada al suelo sólo porque Itachi Uchiha la había escogido como su esposa. Una de ellas fue incluso más lejos y se le acercó sosteniendo un frasco de tinta ordenándole que lo bebiera. Hinata estaba a punto de acceder a la orden, cuando un kunai hizo que el frasco se rompiera, manchando manos y ropa de la joven que lo sostenía.

Todos los ojos se voltearon hacia la dirección de la cual había venido ese kunai, para encontrarse con un niño pelinegro, con rostro de pocos amigos, que miraba la escena con severidad.

"¿Por qué no la dejan en paz?"

Las niñas se alejaron rápidamente, dejando a Hinata en el suelo, con las mejillas sonrojadas y lista para llorar. Estaba acostumbrada a ese tipo de tratos por ser tan débil, pero en esta oportunidad… realmente no era su culpa. Ella nunca había querido ser la esposa del genio del clan Uchiha. No era justo que la trataran de esa forma. Estaba a punto quebrarse cuando de pronto, vio una mano frente a ella.

"¿Te podrías levantar? Das lástima. La esposa de Itachi no debería lucir tan patética", le había dicho Sasuke en tono de sermón, observándola con la dureza de un adulto.

A pesar de que no eran amigos y que estaba segura que la odiaba, extendió su pequeña mano hacía él y se puso de pie a su lado.

De por sí aquel había sido un acto más que generoso, no obstante, que la invitara a tomar granizados de ciruela la tomó completamente desprevenida, pues, Sasuke nunca hacía el menor esfuerzo por conocerla. Esa tarde en cambio le había hecho muchas preguntas sobre su persona, sus gustos y sus sueños.

Aquello la había hecho feliz. Quizás ambos pudiesen llegar a ser amigos. Aquel pensamiento la llenaba de esperanza de que pudiese encontrar en la familia Uchiha, lo que tanto había necesitado todo ese tiempo… seguridad, cariño y confianza.

Cuando Sasuke la invitó a entrenar shurikenjutsu luego de que Itachi le dijera que estaría ocupado el resto del día, Hinata pensó que los dioses finalmente la escuchaban y que por fin podría suavizar su relación con él.

Llevaban entrenando al menos cuatro horas, cuando por fin, pudo clavar un shuriken en medio del círculo negro y aquello la llenaba de una sensación de júbilo que nunca antes había experimentado.

—¿Puedes utilizar el byakugan ya? —preguntó Sasuke interrumpiendo sus pensamientos, parándose frente a ella mientras metía los shurikens en la bolsa que tenía amarrada en su cadera.
—Sé los sellos… —susurró Hinata, incapaz de admitir que apenas podía activarlo.
—Si me los muestras, te enseñaré a lanzar kunais —dijo con una enorme sonrisa.

Estuvieron en el bosque hasta poco antes del atardecer, cuando ambos recordaron que la cena se acercaba. Reunieron los shurikens, los kunais y caminaron de vuelta a la casa de los Uchiha.

Ese día había sido el mejor en su monótona vida desde su forzado matrimonio. Al menos hasta ese momento.

Apenas llegaron a casa, corrió por los pasillos con rapidez buscando a Itachi. Quería contarle todo al respecto, decirle lo amable que había sido Sasuke con ella y como habían ido a tomar granizados. De seguro Itachi y ella también podrían ir un día y por fin aprendería cual era el sabor favorito de su esposo. Se prometió a sí misma que cuando fueran lo suficientemente mayores para tener una casa propia, siempre tendría el sabor favorito de Itachi en el congelador para que ambos tomaran helados en las calurosas tardes de verano.

—¿Por qué tan deprisa Hinata-chan? —preguntó de pronto Mikoto Uchiha cuando se cruzaron por el pasillo.
—E-estoy buscando a Itachi-san, ¿Lo ha visto? —le preguntó con una sonrisa tímida.
—No está en casa. Tenía cosas importantes que hacer hoy. Es probable que no vuelva temprano —le contestó Mikoto, llamándola con la mano— ¿Por qué no me ayudas a terminar la cena? Así me podrás contar todo acerca de tu día Hinata-chan.
—Está bien —respondió entrando a la cocina.

Mikoto era una mujer muy gentil. Hinata admiraba la suavidad de sus ojos, de sus facciones y la forma en que su tono de voz se dulcificaba cada vez que Sasuke aparecía en la cocina preguntando cuanto faltaba para comer. Era todo lo que una madre debía ser y realmente envidaba a los hermanos Uchiha por haber sido criados en un hogar en donde una mujer así estuviese presente.

Esa tarde, Mikoto Uchiha le enseñó a preparar los onigiri favoritos de Itachi, a servir el té de manera perfecta y a cocinar el repollo justo como a su esposo le gustaba; aprendió que esa era su comida favorita y se puso como meta prepararlo a la perfección. La niña intentó memorizar cada uno de los movimientos de las manos de Mikoto, pues deseaba de todo corazón un día poder cocinarle algo a Itachi y sorprenderlo con lo bien que podía hacerlo. Necesitaba ganarse su aprobación desesperadamente y no había nada que desease más en ese momento que hacerlo feliz, aunque fuese con cosas tan sencillas como preparar el arroz tal como él lo había comido toda su vida.

—¿Mi hijo te trata bien? —le preguntó de pronto al notar como la mirada de Hinata se veía tan decidida imitando la forma en que ella hacía las bolas de arroz y las rellenaban con bonita.
—Por supuesto, Mikoto-san —respondió Hinata sonrojando, sin saber a cuál de los dos hermanos Uchiha se refería.
—Eso me alegra. Me sorprendió mucho que dejara espacio en el closet para tus cosas —entonces comprendió que se refería a su hijo mayor—. Itachi es muy meticuloso con su orden, le gusta que todo esté en su lugar —Hinata se sonrojó al escuchar eso, no quería ser una molestia. Seguramente Mikoto se dio cuenta de ello por lo que dijo a continuación—. Debe tenerte mucha estima.
—¿Q-Qué? —preguntó la pequeña un tanto confundida.
—Yo soy su madre y no deja que si quiera toque sus cosas. Es un chico muy misterioso, mi Tachi. Pero tú tienes más suerte, claramente, confía mucho en ti —estaba segura que en ese momento sus mejillas debieron ser dos cerezas, pero la risa amable de Mikoto la calmó un poco— ¿Tal vez te haya contado un secreto estos días?
—¿Un secreto? —preguntó Hinata confundida, Mikoto bajó el mantel y se puso a su altura acuclillándose frente a ella.
—Si, alguna cosa que no quiere que nadie sepa —sonrió de la forma más amable que Hinata hubiese visto, haciendo que comenzara a jugar con sus dedos— O quizás lo has visto haciendo algo extraño…
—N-no… Itachi-san, no habla mucho conmigo.
—Hinata-chan, esto es importante… —la sonrisa comenzó a desaparecer de a poco, reflejando la preocupación de la mujer— ¿Itachi te ha dicho algo sobre sus misiones en ANBU?

Hinata supo que no tenía espacio para dudar frente a la madre de su esposo. En esa ocasión en que lo descubrió susurrando con su primo dentro de la habitación que compartían, la había cuestionado fríamente sobre si Mikoto la había mandado a escucharlos. Su instinto le dijo que debía mantenerse callada sobre cualquier detalle que supiese, después de todo su lealtad estaba con Itachi, su esposo, no con la familia Uchiha.

Su gran preocupación fue que comenzara a mentir y Mikoto supiese de inmediato. No era muy buena cuando se trataba de decir cosas que no eran ciertas, no obstante, ¿acaso no había estado mintiendo todo ese tiempo sobre su matrimonio forzado? Su esposo nunca había reclamado sus derechos matrimoniales y había dicho lo contrario cuando se le cuestionó al respecto sin si quiera dudar un momento. Si quería proteger a Itachi, su relación y un posible futuro feliz para ambos, sabía que los asuntos de Itachi debían ser mantenidos en secreto o… se arriesgaba a perderlo.

Y no podía fracasar en eso. No podía ver que lo único para lo cual había resultado útil para el clan Hyūga… tambien se convertía en un fracaso.

—Nunca le pregunto sobre sus misiones, pues… parece lucir triste cuando lo hago y no responde —bajó el rostro evitando la mirada penetrante de Mikoto. No le estaba mintiendo del todo, pero tampoco le decía lo que había visto y oído entre él y Shisui Uchiha—. Lo siento, Mikoto-san.
—No te preocupes —dijo ella suavizando nuevamente la mirada—. Mi hijo es bastante especial, ¿no? Nos aleja y se encierra en su propio mundo, donde nadie lo puede alcanzar.
—Espero…espero poder alcanzarlo algún día —dijo con tristeza.
—Si lo amas de verdad y estás dispuesta a esperar que aquello sea reciproco, lo harás —dijo la mujer parándose derecha—. Sé que no lo amas ahora, pero cualquiera que conozca de verdad a mi hijo eventualmente lo terminará amando.
—Yo… Mikoto-san… yo…
—No tienes que negarlo. No es necesario —le indicó la mujer golpeándole suavemente la punta de la nariz de forma juguetona—. A tu edad, aún no sabes qué es amar a un hombre. Pero llegará tu día y te acordarás de esta conversación. Además, Itachi es un buen niño. A pesar de todo, es lo que siempre deseé mientras fantaseaba con ser madre.

Las facciones de Mikoto Uchiha se volvieron levemente tristes mientras juntaba arroz en una bola entre sus palmas. Hinata la miró un instante y supo que algo extraño estaba pasando. La melancolía en su voz era casi palpable y hasta ella, una niña de siete años de edad, podía entenderla. Quizás Itachi estuviese en problemas.

—Los matrimonios arreglados no son tan malos —prosiguió Mikoto—. Con el tiempo, aprenderás a amar a tu esposo.
—¿Y si… Itachi-san no aprende a amarme a mí? —preguntó Hinata pasando saliva, sintiendo un súbito miedo.

Mikoto suspiró mirándola con algo de tristeza. Era cierto que no todos los matrimonios de ese tipo tenían un final feliz. Así venían haciéndose las cosas en Konoha por mucho tiempo ya. Los clanes, la política, la estabilidad de la Villa… todo aquello eran causas muy importantes para que ciertas personas se unieran y a veces el amor quedaba relegado a segundo lugar.

—Entonces, juntas tus manos así —las palmas de Mikoto chocaron en forma de plegaria—, y agradeces lo que tienes, aunque no sea lo que soñaste —la mujer le regaló la sonrisa más sincera posible—. Cuida bien de mi Itachi, Hinata-chan —dijo con suavidad mirando hacia la ventana, enfocando sus ojos en el jardín en algún recuerdo que sólo le pertenecía a ella—. Si algún día no estoy, me gustaría saber, que alguien se encargará de él —Hinata dejó el onigiri que había hecho sobre el plato y volvió a subir la vista hacia Mikoto—. Es de esas personas que piensa que puede hacer todo solo. Enséñale que en esta vida no se puede hacer todo de esa forma, que a veces, no es malo pedirle un poco de ayuda a alguien más.

Hinata no comprendió del todo las palabras de Mikoto en esa oportunidad. No conocía a Itachi tanto como su madre. Sólo las entendería años después, cuando todo se acercara al final; no obstante, las atesoró como el regalo más importante que alguien le pudo dar.

Ni Itachi ni Fugaku Uchiha cenaron con ellos esa noche. Cuando Sasuke preguntó dónde estaba su padre, Mikoto Uchiha le explicó que algo importante había surgido que lo mantendría ocupado esa velada sin dar mayores detalles. Lucía preocupada pero lo simulaba muy bien atrás de una sonrisa y Sasuke tampoco insistió en el asunto, acostumbrado a que nunca se le informara nada.

Hinata volvió a su habitación luego de ayudar a lavar los trastes y beber el té con Mikoto en el jardín. Estaba anocheciendo y todo el cielo de Konoha tenía un hermoso color violeta que contrastaba como un sueño con las nubes en forma de algodón de azúcar.

No obstante, tan pronto entró a la habitación su sonrisa desapareció al encontrarse con la persona que había buscado con tanto entusiasmo antes.

Itachi se encontraba apoyado contra una pared, sentado en el suelo y con el semblante más triste que había visto en una persona. Su protector de pecho estaba botado a unos metros de él, junto a sus protectores de brazos. No era muy común en él dejar las cosas sin cuidado, por lo tanto Hinata supo que algo estaba mal. Pensó que recogerlos y dejarlos en el closet (lugar en donde Itachi guardaba su indumentaria), pero sus piernas no le respondieron.

Él ni si quiera se percató que ella estaba ahí, demasiado absorto en sus propios pensamientos, con la mirada perdida.

—¿Itachi-san? —lo llamó con suavidad, sintiéndose cohibida de inmediato por molestarlo— ¿Su-sucede algo?

Sólo entonces pareció notarla parada en el marco de la puerta. Al escuchar su voz, esa tristeza desapareció por completo atrás de su rostro imperturbable, como si de un momento a otro pudiese tomar todos y cada uno de sus sentimientos para esconderlos y encerrarlos en un lugar muy dentro de sí mismo que ella no podía alcanzar y que nadie parecía conocer.

Mi hijo es bastante especial, ¿no? Nos aleja y se encierra en su propio mundo, donde nadie lo puede alcanzar — la voz de Mikoto Uchiha le llegó como una suave brisa mientras intentaba encontrar algo en los ojos estoicos de su esposo.

Todo lo que encontró entonces fue vacío.

Itachi la observó con neutralidad un segundo, dos, tres… sin quebrarse, sin dejar escapar un atisbo de lo que realmente sentía. Lucía tan sereno, desafectado por todo, insensible a cualquier cosa. Una verdadera máscara en donde las emociones no tenían cabida.

—Buenas noches, Hinata-san —dijo con calma, poniéndose de pie.

Aquel momento sería definitivamente un hito en la vida de Hinata. Con sólo siete años, se dio cuenta que Itachi no era un genio por sus habilidades como shinobi, sino por la facilidad con que podía esconder lo que pensaba y sentía. Se dio cuenta que era un experto mintiendo. Podía fingir con tanta naturalidad, que la hizo temer que todos los momentos en que había parecido ser amable con ella o incluso cercano, hubiesen sido una mentira.

Sintió un nudo formándose en su garganta y bajó rápidamente la mirada.

—Si no le molesta, deseo dormir —dijo Itachi sentándose sobre el futón y corriendo las sábanas hacia un costado—, por favor, apague la luz.

Hinata movió la mano hacia el interruptor y todo fue oscuridad.

Esa noche lo sintió tiritar a su lado. Quiso preguntarle qué le sucedía, si tenía frío o si se sentía mal, pero no se atrevió. Itachi era mayor que ella, pero seguía siendo un niño en muchos sentidos. Quizás le tenía miedo a algo y por ello tiritaba. Quizás la noche estaba muy fría para él. Le hubiese gustado poder moverse hacia él y abrazarlo por la espalda, tal vez si sabía que ella estaba ahí con él aquello que tanto temía en la oscuridad dejaría de atormentarlo.

No sabía cuánto habría dormido cuando sintió la dura voz de Fugaku Uchiha llamando a su hijo. Todo su cuerpo se estremeció con la frialdad que emanaba en ese momento. Ni si quiera se atrevió a abrir los ojos fingiendo que aún dormía.

—¿Qué sucede? —le preguntó Itachi sentándose sobre el futón.
—No te pases de listo conmigo Itachi. Al salón. Ahora —ordenó Fugaku.

Hinata cerró los ojos con fuerza intentando que Itachi no percibieran que estaba despierta; si lo hizo, no le dijo nada, dejándola seguir durmiendo sin decirle cuando volvería o por qué debía ausentarse a esas horas de la noche cuando todo el resto de Konoha dormía.

Fugaku cerró la puerta corrediza con fuerza sólo en caso de que no se hubiese notado lo molesto que se encontraba sólo por el tono de su voz. De hecho, nunca había escuchado al patriarca de los Uchiha de esa forma. Lo hacía sonar casi como su padre cuando ella fracasaba frente a sus ojos.

Sintió que Itachi se sentaba en el futón, suspiraba y luego se ponía de pie. Sus pasos sobre el tatami eran casi imperceptibles, pero lo escuchó salir de la habitación cerrando la puerta tras de sí con cuidado. De inmediato Hinata se sentó, preguntándose qué estaría sucediendo en ese hogar. No era una chica particularmente curiosa o entrometida, pero sentía que todo el asunto tenía que ver con lo triste que había encontrado a Itachi cuando entró a la habitación.

No habían pasado más de cinco minutos desde la repentina entrada de Fugaku Uchiha a la habitación cuando las voces comenzaron a filtrarse por las paredes. No podía entender qué era lo que estaban diciendo, pero Fugaku sonaba molesto, hablando golpeado y sin medirse. Se acurrucó entre las sábanas extrañando su propio hogar, sintiéndose insegura y sola. Al menos en el complejo Hyūga, por mal que estuvieran las cosas, nunca se había sentido tan triste o asustada.

De pronto, escuchó pasos en el pasillo. Por un momento pensó que se trataba de Itachi que estaba volviendo a la habitación, pero cuando la persona no se detuvo para entrar comprendió que había alguien más afuera. Con las manos temblorosas realizó los sellos para activar su dojutsu, esperando que esos pasos fueran sólo su imaginación. A pesar de que no sabía activar el byakugan propiamente tal, podía incrementar en algo su visión cuando hacía los sellos de mano.

—Byakugan —susurró, y su campo de visión se vio incrementado de inmediato.

No era mucho, sólo quince metros a la redonda le eran perfectamente visibles, pero en esa distancia encontró la figura de Sasuke justo afuera del salón, escuchando atrás de la puerta. Dentro, Mikoto, Fugaku e Itachi estaban reunidos.

No supo por qué toda la familia Uchiha estaría despierta en medio de la noche. Los observó un instante, cuando de pronto notó como Fugaku se ponía de pie y le hablaba a Sasuke, bueno más bien le gritaba, que se fuera a dormir y dejara de andar escuchando atrás de las puertas.

Sintió que el sermón había sido para ella también quien estaba espiando con sus ojos, por lo cual desactivó su dojutsu, se cubrió completamente con las sábanas e intentó dormir, con muy malos resultados.

No supo exactamente a qué hora Itachi volvió a la cama, pero cuando ella despertó ya no estaba a su lado.

Como todos los días después de vestirse y asearse tomó desayuno con Sasuke, Mikoto y Fugaku. Esa mañana la mesa estaba más silenciosa que de costumbre. Fugaku leía pergaminos sin prestarles atención, Sasuke mantenía sus ojos fijos en la taza de leche frente a él y Mikoto lavaba platos sin hablarle a ninguno de ellos tampoco. La tensión entre toda la familia era tan fuerte, que Hinata pensó con sinceridad pedirles si podía dormir en su propio hogar esa noche.

Las clases en la Academia fueron lo peor de su día. Había dormido tan poco durante la noche que por más que intentara enfocarse en el jutsu que Iruka sensei intentaba enseñarles, lo único que conseguía era que los párpados se le cerraran.

—¡Hinata!

Abrió los ojos de inmediato cuando escuchó su nombre y las risas del resto de la clase. Sus mejillas se pusieron tan rojas que fácilmente podría haber pasado por un tomate.

—¿Acaso mi clase te aburre tanto que prefieres dormir? —le preguntó Iruka sensei con el ceño fruncido.
—Lo s-siento —respondió ella encogiéndose entre sus hombros.
—Pasa adelante e intenta realizar el jutsu de transformación —le indicó.

Hinata comenzó a ahogarse entre la mirada de sus compañeros que esperaban que ella se pusiera de pie y les mostrara lo que Iruka había estado intentando enseñarles la última hora. Comenzó a sentirse cada vez más pequeña, dejando que los segundos pasaran sin moverse de su posición.

—¿Hinata? —le preguntó Iruka desde adelante.
—S-sí…

Logró ponerse de pie con esfuerzo, caminar hacia el pasillo entre los pupitres y comenzar a descender peldaño por peldaño hasta quedar a nivel de piso. Subió sus enormes ojos hacia Iruka y formó el sello de mano, temblando. La mera idea de que todos la estuviesen observando la podría haber hecho desmayar, pero los únicos ojos que realmente estaba buscando eran los de Sasuke quien la observaba fijamente con el ceño fruncido. En el mismo pupitre pero en el asiento que daba hacia el pasillo, estaba sentado Naruto Uzumaki, quien en ese momento observaba de reojo a una hermosa chica de cabello rosado sentada un par de filas más adelante, que a su vez, también estaba observando a Sasuke.

El chico que siempre traía un cachorrito consigo, Kiba, le susurró algo al de gafas oscuras que se sentaba junto a él y ambos comenzaron a observarla con más interés. Dos de las niñas que se sentaba adelante la miraron con el ceño fruncido, cruzándose de brazos.

Los segundos transcurrían y ella aún no se atrevía a cumplir con la orden de Iruka, escuchando las risas.

—¿Y bien? —preguntó nuevamente el instructor.

Hinata cerró los ojos con fuerza y negó con el rostro, admitiendo que no se atrevía a transformarse en nadie. Sinceramente, la única persona que conocía lo suficientemente bien como para haber ocupado su imagen mental… era Naruto Uzumaki… pero hubiese sido humillante que todos conocieran su fijación por el rubio. Por otro lado, mantenía gravada en su mente la imagen de Itachi Uchiha con su hermoso kimono de bodas, azul marino, de seda, con el emblema del clan Uchiha bordado en su espalda. Ocupar esa imagen tampoco le habría costado pero imaginó que eso sólo le haría ganar otra golpiza al final de la clase.

—Ve a sentarte Hinata —dijo Iruka, un tanto cansado—. Duerme bien esta noche y mañana lo intentarás de nuevo.

Uno a uno fueron pasando los pequeños alumnos, mostrando sus transformaciones. Sakura Haruno se transformó en Sasuke Uchiha, mostrando casi a la perfección todos sus rasgos. Iruka corrigió un par de detalles incluyendo la altura, pero aparte de ello su transformación fue grandiosa. Ino Yamanaka también se transformó en Sasuke Uchiha, aunque verlo frente a la clase haciendo el símbolo de la victoria hizo que el pelinegro frunciera el ceño. Naruto se transformó en Iruka, aunque su pobre desempeño fue notorio para todos, ganándose un sermón de parte del profesor. Shikamaru se negó a transformarse y continuó durmiendo, alegando que era demasiado molesto tener que pararse.

Iruka miró el reloj en la sala, dándose cuenta que se acercaba el horario de salida.

—Terminaremos con esto en otra ocasión, así que el resto no crea que se ha salvado de transformarse —se dio la vuelta y tomó un montón de papeles sobre la mesa delante de la sala—. Les dije a comienzos de esta semana que tendrían sus calificaciones…
—¡Iruka-sensei! ¡No me diga que esos papeles son…! —interrumpió Naruto entrando en pánico.
—Cuando los llame, pasen adelante a buscar su libreta de notas —hubo un quejido generalizado y rostros pavoridos por doquier— Aburame, Shino —el chico de anteojos oscuros de puso de pie desde su asiento, tomó la libreta que Iruka estiraba hacia él, y volvió a sentarse—. Akimichi, Chouji…— Lo imitó el pequeño regordete que se sentaba junto a Shikamaru todo el tiempo, viendo sus calificaciones con una sonrisa tímida— Chiba, Hana….

Su corazón comenzó a acelerarse ¿Qué tal si ella era la última de la clase? O aún peor… de los noventa estudiantes de ese año. No quería si quiera imaginar el rostro decepcionado de su padre cuando le mostrara la libreta de notas y la viera entre los peores de la Academia. Aunque, ¿realmente tenía que preocuparse ahora de su padre? La verdad, ella ya no era un problema para él… quien realmente debería estar viendo sus notas era… —Itachi-san, él se sentirá decepcionado de mí si mis notas son las peores… —pensó bajando el rostro, sintiendo un nudo en la garganta— Hasta el día de hoy los profesores hablan de lo maravilloso que era como alumno, en cambio yo… de seguro seré la peor en todo. Sentirá vergüenza de mí.

—Hyūga, Hinata —la llamó con fuerza la voz de Iruka.

Se puso de pie, bajó los peldaños uno a uno desde la parte más alta del salón, caminó hacia Iruka y estiró su mano recibiendo su reporte de notas. Mientras subía, notó que Sasuke la miraba de reojo, como queriendo averiguar cuál había sido su resultado. Ella sólo tragó pesado mientras volvía a subir.

Se sentó en su lugar, puso la libreta frente a ella, respiró profundo y comenzó a leer.

Era la tercera de su clase de treinta alumnos cuando se trataba de taijutsu y la sexta de los tres cursos de primer año. Parpadeó varias veces sin creerlo, no podía caber en su cabeza que fuese la número tres de esa clase llena de personas mucho mejores que ella.

Era la octava cuando se trataba de ninjutsu y número veintiuno de toda la academia. Ella, quien siempre arruinaba los ninjutsus de clones de sombra, era la número veintiuno. Su miedo comenzó a disiparse y una sonrisa se formó en sus labios.

Cuando se trataba de trabajo individual era el número quince de la clase y la numero cuarenta dos de la academia, lo cual no era de sorprenderse. Cada vez que tenía que realizar algo sola frente a los demás se cohibía y terminaba haciendo estupideces, de hecho, pensó que su nota iba a ser mucho más baja que eso.

En trabajo grupal era la cuarta de la clase, y la octava de la academia. Aquello la hizo sentir mariposas, pensando que todos los genin trabajaban en grupos de cualquier forma. Quizás no era buena haciendo las cosas por sí misma, pero de seguro si tenía amigos que la apoyaran podría salir adelante.

Y en senjutsu, la estrategia, era número diez de la clase, treinta dos de la academia. En todo estaba sobre la media, lo cual, la hizo respirar tranquila. Era mucho mejor de lo que estaba esperando, no había forma de que Itachi se sintiera avergonzado de ella si veía esas calificaciones. Estaba segura de que si se esforzaba un poco más podría llegar a superarse, por lo cual sonrió tranquila mientras tomaba su bolso, lo atravesaba sobre su hombro y salía de la academia con una enorme sonrisa.

—¿Por qué sonríes? —le preguntó Sasuke frunciendo el ceño, mientras la alcanzaba— ¿Te fue bien?
—Creo que s-sí… —respondió ella— ¿Y a ti Sasuke-kun?
—Soy el número uno en todo —respondió con una sonrisa, no altanera, más bien ilusionada— Tô-san se sentirá orgulloso de mí y me reconocerá tal como lo hace con mi hermano.
—¿N-número uno… en t-todo? —preguntó Hinata tragando saliva, comprendiendo, que tal vez sus notas comparadas con las de Sasuke… no iban a complacer a nadie.
—Ajá. Me he esforzado mucho para superar a Itachi —respondió tomándole la muñeca y comenzando a correr—. Apúrate, quiero mostrarle a Tô-san mis calificaciones.

No se detuvo un solo momento, sonriendo con alegría. Hinata se sintió extraña, comprendiendo que entre ella y Sasuke las cosas no siempre iban a estar mal. De hecho, se le hacía hasta un poco agradable poder conversar con él, entrenar juntos e incluso sentir un nuevo lazo creciendo… el de la camaradería, como hermanos unidos por Itachi.

Sasuke entró corriendo al saloncito donde dejaban las sandalias antes de ingresar al hogar, retirándolas lo más rápido posible mientras corría por el pasillo. Hinata lo observó perderse, sentada, retirando sus zapatos y con cuidado dejándolos en el estante. Notó que las sandalias de Itachi no estaban, por lo tanto, no tendría que mostrarle sus calificaciones aún.

Sintiéndose intranquila por ser inferior a Sasuke, caminó hacia el hogar pensando exactamente qué le diría a su esposo cuando llegara.

Cuando se ponía aquella máscara no sentía nada. Se volvía un ninja, un hombre que debía cumplir con su deber. No tenía nombre, no tenía apellido, no conocía de lazos que lo unieran a nada o nadie, sólo a Konoha.

No obstante, de cuclillas frente al consejo de la aldea, con su máscara retirada hacia un costado, se sentía más vulnerable que nunca. Frente a él estaba el hombre que en su mayor parte era responsable de la muerte de Shisui, y aún así, no podía sentir odio o rencor hacia su persona.

Él habría hecho lo mismo que Danzo si se hubiese percatado que la Villa estaba en un riesgo inminente del colapso. Era la forma en que creía podía proteger a Konoha y esa era su labor como Shinobi y miembro del consejo. Tal vez Danzo tuviera una forma muy distinta de hacer las cosas: mintiendo, robando, engañando, quitando vidas… pero lo hacía con el fin de salvaguardar el bien común de la nación.

Shisui había pagado ese precio.

Término de dar su reporte, bajó el rostro y esperó instrucciones con la misma humildad con que realizaba todo en su vida, cualidad que le había hecho ganar un puesto en ANBU bajo las órdenes directas del Hokage.

—¡No podemos seguir permitiendo esto! —grito Koharu Utatane, la única mujer en el consejo.
—¡Espera Koharu! —exclamó el hombre sentado a su lado, el tercer Hokage— No saltes a conclusiones tan rápido.
—A esto se le conoce como una revolución. Si su verdadera intensión es recuperar poder político, entonces debemos tratarlos como rebeldes —alegó la anciana.

Danzo Shimura y Homura Mitokado escuchaban la discusión sin decir nada, cada uno pensando en su propia manera de solucionar el conflicto que tenían entre sus manos. Danzo era el líder de ROOT, una organización, o más bien, una facción de ANBU que se encargaba de trabajos mucho más oscuros con métodos cuestionables, pero absolutamente secretos. Homura en cambio había sido un discípulo del segundo Hokage junto a Sarutobi y Koharu.

Itachi tenía solo seis años cuando el Kyuubi atacó la aldea, pero recordaba haber escuchado sobre la heroica forma en que los tres ex compañeros habían combatido defendiendo la ciudad. Cualquiera que dijera que eran inútiles no conocían el verdadero poder de los discípulos de Tobirama Senju.

—Hiruzen, los Uchiha no se detendrán —dijo Danzo finalmente, moviendo su rostro hacia él—. Tenemos que realizar nuestra movida lo antes posible para evitar el caos… incluyendo a los niños, aunque no sepan nada.

Itachi sintió una punzada en el pecho escuchándolo decir eso, pero no se altero, no mostró emociones y permaneció absolutamente quieto. Lo primero que vino a su mente fue sacar a Sasuke de Konoha, pero no estaba seguro si tendría tiempo suficiente. Si le pedía a sus padres que lo sacaran de la Villa, comenzarían a sospechar de él, y si huía con Sasuke… entonces, no podría mantener su palabra con Shisui.

Su garganta comenzó a cerrarse producto de un nudo que se formaba en el lugar.

—¡No digas cosas así frente a Itachi! —le pidió el tercer Hokage, adivinando como debió sentirse— Además, si comienza una guerra civil será difícil pelear contra los Uchiha. Debemos pensar en una estrategia.
—Esta es una carrera en contra del tiempo —dijo Danzo—. Debemos actuar antes de que hagan alguna cosa. Si nosotros, junto a los escuadrones de ANBU, nos reunimos y atacamos por sorpresa acabaremos con este asunto de inmediato.
—Los Uchiha solían ser nuestros camaradas en batalla —alegó Hiruzen con tristeza y determinación—. Quiero usar palabras, no poder en contra de ellos. Pensaré en una estrategia —el tercer Hokage movió su rostro y sus ojos se enfocaron en los del Uchiha frente a ellos que aún se mantenía tan estoico como siempre— Itachi, intenta ganarnos el máximo de tiempo que puedas.

Itachi asintió, se puso su máscara y salió del lugar.

Cada paso que daba lo hacía sentirse más perdido que el anterior. Quería creer que el tercer Hokage podría poner fin a todo aquello, pero algo dentro de él le decía que era demasiado tarde, que la esperanza de detener el golpe de estado se había terminado con la vida de Shisui. Si hubiese habido una salida, él y Shisui ya la habrían encontrado.

Si hubiese sido sólo una cuestión de su padre, él mismo habría acabado el asunto. El problema era que todos en el clan Uchiha querían participar del golpe de estado, cada uno de sus miembros excepto Sasuke quien era demasiado pequeño para estar involucrado en ese asunto, pero hasta sus primos de diez años habían estado de acuerdo en seguir adelante. No había caso en negociar, en darles más poder, más influencia…

Nunca estarían satisfechos.

Si obtenían Konoha, querrían el País del Fuego.

Si obtenían el País del Fuego, pronto comenzarían a luchar contra el resto de los países para mostrar su superioridad.

Si obtenían el mundo… dirían como debía vivirse en él.

Escalaría a niveles que ni si quiera él imaginaba, pues todos ellos vivían sólo para obtener más y más a través de la fuerza, de imponer respeto con miedo, sangre y guerra. Era la maldición de la familia Uchiha, una familia llena de grandeza obtenida a costa de las vidas de incontables personas que se atravesaron en su camino con el pasar de los años.

Cuanto quería escapar de esa maldición de odio. Cuanto quería escapar de ese destino que estaba escrito para él incluso antes de nacer.

Estaba atardeciendo cuando llegó a su hogar. Se sentó en la entrada, se sacó las sandalias, removió su máscara ANBU y caminó hacia su habitación. Extrañamente no se encontró con nadie ahí y por primera vez en todo ese día, al observar una pequeña flor sobre su escritorio, recordó a Hinata.

Ella también estaba metida en todo eso. También era uno de esos "niños que no sabían nada" de los cuales Danzo había hablado. Era su esposa, parte de la familia Uchiha. Tal vez… —no, no se atreverían a lastimarla. Eso haría que todo el clan Hyūga se levante en contra de la aldea—pensó Itachi, mientras se retiraba su protector de pecho y brazos, guardándolos en el closet.

Caminó hasta su escritorio, observando de cerca la pequeña flor que había sobre sus cosas. Quizás la niña estuviese pensando en prensarla o algo así, después de todo, él le había permitido realizar sus hobbies dentro de su habitación. No obstante, cuando se enfocó en ver qué había debajo de la flor, leyó "Informe de Notas, Hyūga Hinata".

Itachi pensó un momento si debía leerlo o no. A lo mejor ella quería que fuesen privadas. No obstante, si así hubiese sido no las habría dejado en ese lugar y tampoco habría puesto una flor sobre éstas para llamar su atención. Suspiró dejando el pequeño botón dentro de uno de sus libros y abrió el reporte de notas.

La verdad, eran calificaciones bastante regulares. No eran sobresalientes ni tampoco malas. Eran mucho más de lo que se esperaba de una niña de siete años que acababa de entrar a la Academia. Aún así, sabía que no bastaban para la futura líder del clan Hyūga que venía entrenando desde los tres años.

Aquello lo preocupó un poco… Tendría que ayudarle algún día para ver si había algo que impedía que Hinata fuera mejor, pero para ser la primera vez que la evaluaban, lo había hecho bien y aquello lo hizo sentir extrañamente calmado y hasta orgulloso, en un sentido muy extraño. La mujer a su lado no era débil, sino que tenía el potencial de volverse grandiosa si le daba una mano.

—¿I-Itachi-san? —la vocecita de la niña lo hizo darse vuelta— ¿Vio… vio mis calificaciones?
—Sí —le dijo, cerrando el cartón y poniéndolo en el lugar que estaba.
—¿Lo complace? —le preguntó jugando con sus dedos y mirando hacia un costado.
— A pesar de que deberá trabajar un poco en lo que se refiere a trabajo en solitario, creo que lo ha hecho bien. Está entre las mejores de su clase. Debería sentirse orgullosa de su esfuerzo.
—¿De..de verdad? —preguntó ella sorprendida, dejando escapar una sonrisa. No sabe ocultar sus sentimiento…— ¿No está decepcionado por mis calificaciones?
—¿Usted lo está? —respondió un tanto sorprendido.

Hinata subió los hombros, mirando hacia un costado. Siempre hacía ese pequeño gesto adorable de juntar sus dedos cuando algo la ponía nerviosa y observarla hacerlo le provocaba ternura, justo como lo hacía cuando Sasuke estiraba los labios en una mueca cuando algo le molestaba.

—No soy la mejor en nada y… y… ni si quiera me acerco a eso. Otô-sama estaría muy decepcionado. P-pero yo… yo me esforcé mucho para… para no ser la peor.
—Yo no soy su padre —respondió Itachi, intentando que aquello se le gravara en la cabeza—. Soy su esposo. No es mi labor exigir de usted, sino ayudarla a cumplir sus propias metas y sueños… así como… usted deberá ayudarme a veces a cumplir las mías.
—¿Cuál sueño desea cumplir en que yo pueda ayudarlo, Itachi-san?

Esa era una pregunta bastante extraña. Su sueño era vivir en paz, en Konoha, tener una pequeña casa en algún lugar en donde hubiera mucha sombra en el verano y por donde el sol entrara por las ventanas en la mañana. Un lugar en donde hubiese olor a dulces recién preparados y donde hubiesen niños corriendo por los pasillos.

Su sueño habría sido poder crecer junto a Shisui, preguntarle tantas cosas que no pudo, conocer lo que era amar a una mujer, sentir ese amor de vuelta y morir durmiendo en una siesta veraniega siendo anciano.

Esa era la vida que él quería tener, pero que ahora parecía cada vez más lejana.

Shisui estaba muerto. El consejo de Konoha se impacientaba y estaba formulando maneras de acabar con su familia. Era posible que él mismo estuviese muerto antes de que esa semana terminara.

—Cuando lo sepa con seguridad, le pediré que me ayude —le respondió.

Hinata asintió, sonriéndole suavemente, siempre tímida. A pesar de que no compartían mucho tiempo juntos, había comenzado a conocerla. Si el dolor por la pérdida de Shisui no hubiese sido tan grande, quizás, incluso hubiese pasado más tiempo con ella. No obstante, lo último que deseaba era entristecer a una niña de siete años con su lamento, con su alma que poco a poco iba perdiéndose en el camino del deber, de lo correcto y de sus propios sentimientos.

—Me preguntaba si usted extraña a su familia, Hinata-san —no sabía del todo como introducir el tema, pero tenía que hacerlo—. Debe sentirse muy sola aquí todo el día. No he sido de mucha compañía últimamente.
—B-bueno, yo… extraño a Hanabi-chan —confesó Hinata sonrojándose.
—¿Le gustaría pasar este fin de semana en su hogar, junto a su hermana? —le preguntó poniéndose de pie y caminando hacia ella— Así tendrá la oportunidad para que su padre firme su reporte de notas.
—¿Todo el fin de semana? —lo cuestionó nerviosa, pasando saliva— ¿He hecho algo m-malo, Itachi-san?
—No, no… sólo pensé que… uhm… extrañaba a su familia. Tengo una misión importante que realizar y es posible que no me encuentre en Konoha estos días.
—Oh, ya… ya veo.

Itachi observó con cuidado la forma en que sus facciones se volvían tristes. De seguro estaba pensando que la quería enviar con su familia porque había resultado ser decepcionante como esposa. Era posible que su padre también considerara que enviarla de visita era sólo una excusa para deshacerse de ella unos días. Después de todo, el lugar apropiado para ella era junto a su marido. Él.

—Me gustaría poder quedarme, pero no puedo —dijo Itachi poniendo una mano sobre su cabeza y desordenándole levemente el cabello, para luego moverlo atrás de su oreja, sonriendo—. Sólo pensé que estar con Hanabi-san la haría feliz.
—S-sí. Entiendo.

Tal vez había un motivo de peso para que la chica luciera tan triste. Estaba seguro que así era. Después de todo, había una parte de él que le había propuesto aquello para sacarla del hogar de los Uchiha. Todos ahí estaban en peligro. Si ella y Sasuke salían de ahí, no tendría que estar tan preocupado por su seguridad. No tendría que ver lo sucedido con Shisui repetirse.

—¿Le gustaría visitar a su hermana conmigo? —preguntó Itachi extendiendo su mano— Tengo la tarde libre.
—¿De verdad? —preguntó Hinata entre asustada y completamente feliz.
—Sí —respondió él extendiendo su mano hacia la pequeña, quien después de titubear un instante, la tomó con una delicadeza propia de una niña de siete años.

Itachi y ella salieron al pasillo juntos y caminaron por el corredor interno del hogar de los Uchiha. Doblaron en la esquina que daba con la cocina cuando de pronto Itachi diviso a Sasuke sentado en el corredor del jardín, mirando el atardecer, con un papel atrás de él. Hinata también se detuvo y lo miró con algo de tristeza.

—¿Le sucedió algo? —preguntó Itachi confundido por esa escena.

Hinata titubeó un momento. Seguramente sabía la respuesta, pues había estado todo el día en casa junto a Sasuke. Aún así, no quiso responderle como si estuviese guardando un pequeño secreto de su hermano menor. Pudo notar la camaradería que se formaba entre ambos.

—Itachi-san, por..uhm…¿Por qué no va con Sasuke-kun? —le preguntó la niña— Creo que el necesita más a su hermano mayor de lo que Hanabi-chan me necesita a mí.

El joven la miró un tanto sorprendido. No se habría esperado una reacción de ese tipo de alguien tan pequeña. Todas las acciones de Sasuke solían ser egoístas y pensaba sólo en sí mismo la mayoría de las veces. Que Hinata quisiera sacrificar su visita a Hanabi para que él pudiese animar un poco a Sasuke por sus calificaciones le pareció el acto más desinteresado que hubiese presenciado en toda su vida, después del sacrificio de Shisui.

—Pídale a mi madre que la lleve. La alcanzaré allá —dijo Itachi.

Cuando la pequeña intentó soltarle la mano, Itachi se la apretó levemente un momento causando que ella subiera el rostro con ojos confundidos y un adorable sonrojo.

—Gracias —le dijo mirándola fijamente a los ojos, intentando imaginar lo que les esperaba en una vida juntos si ese había sido el primer acto verdadero que realizaba como su esposa. Un sacrificio menor, pero que para él significaba todo en el mundo. Que supiera casi sin conocerlo lo importante que Sasuke era para él, lo conmovió profundamente.

Hinata se puso aún más roja y comenzó a correr por el pasillo, seguramente en búsqueda de Mikoto Uchiha para ver si la podía acompañar hasta la casa de los Hyūga. En ese momento, Itachi caminó lentamente hacia el lugar en donde Sasuke se encontraba y se sentó a su lado sobre las tablas de madera, mirando de reojo la hoja abierta con sus calificaciones.

—¿También te entregaron tus notas? —le preguntó intentando comenzar la conversación de forma casual.
—Sí —respondió Sasuke con melancolía.
—¿No fueron lo que esperabas?
—No es eso… —respondió cabizbajo, hundiéndose sólo un poco más entre sus hombros.
—¿Entonces?
—Otôsan… él… él sólo tienes ojos para ti. No importa cuánto me esfuerce, tú ya lo hiciste primero y mejor —Itachi suspiró y elevó su mirada al cielo, escuchando todo lo que decía su pequeño hermano—. A otô-san sólo le importas tú…

Había melancolía y también resentimiento en su voz. Itachi no pudo evitar sentir que se lo merecía. Todo lo que hacía era por Sasuke, por la paz de la villa, para que él pudiese crecer en un lugar que no conociera ni guerras ni muerte… y aún así él…

—Me odias, ¿verdad? —preguntó sonriendo, levantando la vista hacia uno de los cuervos sobre el sauce. Su hermano menor se sentó derecho, sorprendido ante la pregunta, mirándolo sin saber qué responder, atorándose con palabras que no podía formular—. No importa — Pero claro que le importaba, era un dolor que lo consumía, pero al mismo tiempo algo que no podía remediar. Acababa de perder a Shisui, y como iban las cosas, estaba seguro que también perdería a su hermano—. Ser odiado es sólo una más de las cosas que significa ser shinobi.
—Eso no es… —comenzó Sasuke, pero fue rápidamente interrumpido por el sonido de la risa de Itachi.

En un momento durante esos días, realmente pensó que no volvería a reír. Ver a Shisui desaparecer entre las llamas negras lo había marcado de por vida. No obstante, se sentía feliz de poder estar con su hermano menor aunque fuera un poco más en la casa en donde ambos habían crecido, disfrutando del atardecer.

Se sentía como si estuviese despidiendo.

—Sabes, ser talentoso no es tan bueno como luce —su garganta se apretó pero continuó sonriendo. Si Shisui no hubiese sido talentoso, quizás aún estaría vivo—. Cuando tienes mucha fuerza, te vuelves arrogante y abstraído —tal como se había vuelto el clan Uchiha—, incluso cuando todo lo que querías en primer lugar era alcanzar tus sueños.

Sí, él y Shisui se habían vuelto tan fuertes porque lo único que querían era alcanzar ese sueño de poder vivir en paz, pero ahora lo veía cada día más difícil y distante. Bajó la mirada con algo de tristeza, pensando que si todo fallaba… y él tomaba el lado de la aldea en contra de la Villa, Sasuke terminaría odiándolo.

—Tú y yo somos hermanos únicos —le dijo con cuidado, pues sabía que tenía toda la atención de Sasuke—. Incluso si soy sólo una barrera más que tienes que superar, siempre estaré ahí para ti —su sonrisa comenzó a flaquear—. Incluso si terminas odiándome —se volteó hacia Sasuke, observando sus grandes ojos negros cubiertos en sorpresa mientras lo escuchaba—. Para eso están los hermanos mayores.

De pronto, un fuerte sonido se escuchó desde la entrada. La puerta corrediza era movida con tanta fuerza que tanto Sasuke como Itachi voltearon a observar qué era lo que sucedía.

—¿Está Itachi aquí? ¡Ven aquí! Necesitamos tener una palabra contigo.

Se puso de pie y se calmó de inmediato. Fuese lo que fuese lo que quisieran con él debía mantenerse como siempre lo hacía en una situación de alto riesgo: en completa tranquilidad.

Si su pulso no aumentaba, no notarían que estaba nervioso. Si mantenía su concentración, sus pupilas no se dilatarían. Si mantenía la voz firme y educada, sería difícil ver que en él había intensiones traicioneras hacia el clan a favor de la Villa.

—¿Qué hacen todos ustedes aquí? —preguntó haciéndose el desentendido, pero para los ojos de cualquiera se veía realmente sorprendido ante la presencia de la Policía de Konoha.
—Sólo dos personas no se presentaron a la reunión del clan —dijo Yashiro Uchiha con severidad.
—¿Por qué no fuiste? —preguntó Takka Uchiha, lleno de un aire de resentimiento y odio que caló profundo en Itachi.

No obstante, su semblante permaneció tan calmado como siempre, ajeno, abstraído, solitario. No necesitaba usar una máscara ANBU para poder ocultar sus sentimientos del resto. Esa era su especialidad, si gran talento. Mentir se le daba como un arte que había aprendido a perfeccionar con el tiempo.

No respondió a la pregunta de los hombres.

—Entendemos que has estado trabajando duro con tus misiones en ANBU y tu padre nos dice lo mismo, asegurándonos que está cuidando de tu comportamiento— prosiguió Takka.
—Pero no planeamos tratarte distinto sólo por eso —finalizó Yashiro, mostrándose realmente molesto con él.

Itachi se preguntó si eso era todo, ¿Venían a preguntar por la reunión? Eso era ridículo. Tal como decían su mismo padre les había dicho que las cosas en ANBU habían estado más movidas que antes.

—Entiendo. Intentaré ser más cuidadoso de ahora en adelante —dijo con sumo respeto, pero sintiéndose de pronto cansado—. Ahora, debo pedirles que se retiren.
—Creo que eso es lo adecuado —asintió Yashiro—. Pero antes, hay algo de lo que debemos preguntarte.

Tanto Takka como Inabi Uchiha lo miraban con severidad. No podía subestimar a nadie dentro del clan. Tal vez no fuesen tan fuertes como Shisui o el mismo Fugaku, pero seguían siendo Uchihas. Su mente era más despierta que la del resto cuando se trataba de esas cosas, además, eran parte de la Policía de Konoha.

—Es sobre el suicidio de Shisui Uchiha anoche, ahogado en el río Naka —apenas Yashiro terminó de hablar, los ojos de Itachi se volvieron más severos.

No podía evitarlo. No podía simplemente dejar que ellos dijeran su nombre sin que entendieran el sacrificio que había tenido que realizar por todos ellos, sólo para que continuaran con la estúpida idea de revelarse contra Konoha. Shisui lo había dado todo por la villa, por su honor y el nombre de los Uchiha. En cambio ellos eran ratas que se movían en la oscuridad, confabulando, planeando rebeliones en contra de su propio País y la ciudad que los cobijaba. Y aún así, ellos vivían y Shisui…

—Si no me falla la memoria, admirabas a Shisui como si hubiese sido tu propio hermano mayor, ¿no? —le preguntó Takka afilando sus ojos con severidad. La tensión aumentaba a un punto que Itachi podía saber que ellos veían su molestia.

Cerró los ojos e intentó calmarse.

Vio la imagen de Shisui sonriendo con el rostro ensangrentado mientras estiraba su ojo hacia él. Si había hecho un sacrificio de ese tipo, tenía que hacer todo en su poder para que su voluntad permaneciera en él…

Eres mi mejor amigo… el único a quien le puedo pedir esto…

Su estómago se volvió a tensar mientras en su mente rebotaban las palabras de Shisui.

—Con que eso sucedió… —murmuró sin esperar una respuesta— La verdad, no lo he visto para nada últimamente. Es una verdadera lástima.
—Lo es —afirmó Takka—. Por eso nosotros en la estación de Policía decidimos comenzar una investigación al respecto.
—¿Una investigación? —preguntó Itachi sorprendido.

Si comenzaban a indagar en donde no debían, podían terminar descubriendo aún más cosas que no debían haber sabido. Todo eso estaba saliéndose de control rápidamente.

Yashiro sacó algo que guardaba entre sus prendas y entonces Itachi vio la nota.

—Esta es la nota que Shisui dejó atrás —le señaló—. El análisis de caligrafía señaló que es su letra.
—Si no hay señales de un asesinato, entonces, ¿por qué están investigando? —preguntó Itachi con calma, tomando la nota que el policía le ofrecía.
—Para alguien que posee el sharingan, sería muy sencillo copiarle la caligrafía —contestó Takka, suspicaz ante cualquier reacción en Itachi.

Bajó su mirada hacia la nota que decía:

"No puedo caminar la "ruta" por más tiempo.
Estoy cansado de mis deberes.
No hay futuro para los Uchihas, ni para mí."

Él no había escrito eso, por lo mismo su sorpresa no fue fingida. La única persona que vino a su mente fue Danzo.

—Shisui era uno de los miembros más talentosos del clan Uchiha, incluso se le temía como el gran Shisui del cuerpo parpadeante —dijo Yashiro, atento al rostro de Itachi que comenzaba a emanar más tristeza que la que había encontrado en él en un comienzo—. Era el tipo de hombre que hubiese realizado cualquier misión por el clan.
—¡No me van a hacer creer que un sujeto como él cometería suicidio así como así! —exclamó Takka con fuerza.

No podía culpar su molestia. Shisui era alguien querido dentro de la policía de Konoha e incluso más dentro de la familia. Había luchado en la tercera gran guerra ninja y era una especie de héroe de guerra. Que hubiese muerto de seguro calaba hondo en todos ellos y tal como lo habían dicho… sólo dos personas habían faltado a la reunión: Shisui y él. No obstante, si tan sólo hubiesen sido un poco más abiertos a ver más allá de sus propias narices se habrían dado cuenta que lo sucedido a Shisui había sido culpa de ellos mismos.

Ellos veían al Shisui que hubiese muerto por el clan, pero nunca se dieron el tiempo para ver que en realidad su primo mayor habría muerto por la aldea y su paz.

—No es correcto juzgar a los demás basados en sus apariencias y en sus propias preconcepciones —sí, ellos creían que Shisui estaba de su lado, esa era la apariencia que quería dar. Pero la realidad era otra.
—Voy a dejar esa nota contigo —dijo Takka molesto con las palabras de Itachi, apuntándolo con el dedo índice—. Llévasela a ANBU y requiere su ayuda para esta investigación.
—Entendido —respondió Itachi.

Los tres hombres que habían llegado hasta su hogar se dieron la vuelta para irse. No obstante, antes de que se hubieran marchado, Yashiro se rio la vuelta sobre el hombro y dejó escapar:

—Espero que haya otro sospechoso que seguir.

El puño de Itachi se cerró contra la hoja. Ya no podía seguir soportándolo, ¿acaso nadie en esa Villa lo conocía? ¿Realmente pensaban que él habría tenido el estómago de matar a su mejor amigo y fingir su muerte? No bastaba con todo lo que estaba haciendo. No bastaba con la muerte de Shisui, además, ahora a los ojos de la aldea él era el responsable.

—¿Por qué no lo dicen directamente? —les preguntó con severidad. Tres pares de sharingans se voltearon para encontrarse con los ojos rojos de Itachi— Todos ustedes piensan que fui yo quien lo asesinó.
—¡Claro que sí! ¡Mocoso! —respondió Takka enfurecido.

Y con eso terminó todo.

¿Cuánto tiempo había sido parte de ese clan? ¿Cuánto sufrimiento había tenido que cargar sobre sus hombros por culpa de ellos? ¿Cuántas vidas estaban a punto de perderse como la de Shisui? Y aun así, ellos, los verdaderos culpables de que ya no contara con su mejor amigo, con su hermano mayor, lo acusaban a él de haberlo asesinado.

Se movió en un pestañeó hacia los tres, y los golpeó con más fuerza de la que hubiese utilizado si quiera en combate. Sus puños ardían por deshacerse de ellos, verlos arrepentirse por los crímenes que habían cometido en contra de la aldea y pedirle disculpas a la memoria de Shisui por el agravio que habían cometido acabando con su vida.

—Como dije antes —les indicó parándose derecho nuevamente entre sus cuerpos vencidos—, no es correcto juzgar a los demás basados en sus apariencias y en sus propias preconcepciones. Asumen que soy paciente y por lo mismo me subestiman.

Su vista se fijo en el emblema del clan Uchiha esculpido y pintado en las paredes cada dos metros por toda la calle. Ante sus ojos estaba la causa de todos sus problemas y dolor. Ese estúpido abanico blanco y rojo representaba el orgullo, la soberbia y arrogancia de su propio linaje. Estaban destinados a morir y fracasar por su necedad y ceguera.

—Siempre es "el clan esto" o "el clan aquello", todos ustedes fracasan en ver sus propias capacidades y la profundidad de mi potencial —fracasaban en ver que nunca conseguirían derrotar a la voluntad del fuego—. Ahora están frente a mí, derrotados.
—Se le ordenó a Shisui… mantenerte vigilado —dijo Yashiro con esfuerzo, intentando levantarse—. Después de un año trabajando en ANBU, tu forma de hablar y comportarte son más extrañas que nunca, ¿qué es lo que está sucediendo en esa cabeza tuya?

¿Realmente quería saberlo? Dentro de su cabeza todo era caos, dentro de su pecho, todo estaba quebrándose. Era el dolor de la pérdida, la locura de llegar a un límite, la frustración de no poder cambiar el destino que le deparaba a su propia sangre.

—Se aferran a su organización, a su clan, a su propio nombre, pero esas son cosas que sólo nos limitan a nosotros y nuestras capacidades —mientras estuvieran aferrados a la idea de que el clan Uchiha debía ser enaltecido sobre cualquier otro en Konoha, se limitaban a aquel destino en el cual nunca podrían hacer brillar sus propias capacidades. Morirían antes de que terminara el mes— ¡Deberíamos desapegarnos de cosas tan triviales! —exclamó con fuerza, deseando que ellos olvidaran el clan, la policía de Konoha, su estúpido plan de revolución… y sólo intentaran ser parte de la villa una vez más. De recordar que eran una familia más de las cientos que había en Konoha… eso era lo que importaba— ¡Es estúpido temerle a cosas que no hemos visto o llegado a comprender!

¿Por qué le temían tanto a la idea de ser sobrepasados por el resto de Konoha? ¿Por qué le temían al pasado y al futuro? ¡No lo habían visto aún! No podían si quiera comprender el esfuerzo que la villa estaba realizando para solucionar todo eso, el sacrificio que él mismo había tomado casándose con una niña cinco años menor que él.

—¡Ya basta Itachi! —volteó su rostro lentamente y descubrió a Fugaku parado en medio de la calle observando la escena con gravedad en sus ojos y pero con una comprensión similar a la de un padre que se percata que su hijo está harto de seguir con deseos que no son suyos. Simplemente lo supo. Fugaku estaba enterado de que ya no seguiría con ese juego—. Cálmate —le pidió luciendo preocupado— ¿Qué está pasando aquí? Itachi, últimamente estás actuando muy extraño.
—No sucede nada —respondió volviendo a controlarse—. Simplemente estoy llevando a cabo mi deber. Eso es todo.

Su deber. Si acababa con la cabeza de la revolución… entonces… todo terminaría. Sólo necesitaba sacar un kunai y atravesar su cuello de forma rápida. Ni si quiera sufriría.

—¿Entonces por qué no fuiste a la reunión? —le preguntó su padre nuevamente, aunque ya lo habían hablado la noche anterior.
—Para alcanzar… la altura… —susurró Itachi, sintiendo que había llegado la hora.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Fugaku.

Fue entonces que Itachi tomó un kunai, listo para cortarle la garganta.

No obstante, tan pronto estuvo en posición de lanzarlo hacia su propio padre, desvió el movimiento y lo lanzó contra la pared, sobre el emblema del clan.

No podía hacerlo. No podía matarlo. No podía cumplir su palabra con Shisui.

—La altura de mi capacidad. He perdido toda esperanza en este patético clan —su voz sonaba tan lejana, que hasta Fugaku se preguntó si frente a él realmente estaba parado su hijo o un completo extraño—. Se te han olvidado las cosas más importantes para ti porque te aferras a algo tan insignificante como el clan. El verdadero cambio que proponen no puede hacerse con leyes, limitaciones, predicciones o ilusiones.
—¡Que arrogancia! —gritó Fugaku, enfurecido.
—Es suficiente —Se quejó Yashiro— Si continuas con esto no tendremos más remedio que llevarte a la cárcel.
—¿Entonces qué haremos? —preguntó Inabi Uchiha, otro miembro de la policía.
—Ya no puedo soportar esto —gritó Takka furioso por la humillación que los había hecho pasar— ¡Capitán, dé la orden de arresto!

Itachi apretó los puños y frunció los labios, presionándolos con fuerza. Ya era el momento de mostrarles su error. Todo eso por el nombre de un clan, para enaltecerlo, para poder engañarse a sí mismos creyendo que los unía algo más que la sangre entre unos y otros. Shisui estaba muerto y ellos continuaban pensando que podían ganarle a Konoha en combate. Danzo y el resto del consejo tenía razón… había que realizar un movimiento rápido y acabar con la situación antes de que más personas terminaran muriendo por culpa de sus orgullosos.

—¡Nii-san!

Desesperación.

Pudo escuchar desesperación en la voz de Sasuke.

Miedo.

Tanto miedo como el que experimentaba cuando caminaba entre los cuerpos de los muertos en la tercera gran guerra. Su hermano menor sonaba de la misma forma.

—¡Por favor detente! —le suplicó Sasuke.

Se quedó helado un momento. Su propia ceguera había hecho que se olvidara del principal motivo para continuar jugando a doble agente.

Sus ojos, redondos y negros, lo observaban desde la puerta de la casa junto a Hinata, quien se escondía atrás de su hermano menor. La niña lo miraba completamente asustada y temblaba atrás de Sasuke, mientras que su hermano lucía desesperado ante la impotencia de ser sólo un niño que no entendía lo que le sucedía a la figura que tanto admiraba.

Ninguno de ellos debió haber visto eso.

Los niños de Konoha, una generación que no conocía la guerra ni el sufrimiento. Quería que ellos crecieran libres, tranquilos y felices, pero la realidad los estaba alcanzando por primera vez en sus vidas.

Ellos no habían tenido que esconderse debajo de sus camas cuando escucharan los gritos proviniendo desde las calles o buscar a sus padres en medio de la oscuridad para encontrarse con cadáveres.

Si pagaba con su alma por la sonrisa de Sasuke y Hinata, entonces… lo haría con gusto. Después de todo, el Tercero aún creía en que podía solucionar todo y su labor era darle más tiempo. Si lo encarcelaban, ya no podría realizar su deber como Shinobi y tendría que observar todo desmoronarse atrás de las rejas de la prisión.

Con su orgullo completamente destrozado, cayó de rodillas en una posición servicial, con las manos hacia adelante y su cabeza agachada.

—No fui yo quien mató a Shisui, pero por las palabras que he dicho, pido profundas disculpas —dijo más calmado y permaneció en esa posición sin moverse.

Todo el tiempo pensó que eso no era nada comparado con lo que Shisui había pasado. La verdadera víctima de toda esa situación había sido su primo mayor quien intentando proteger Konoha fue atacado a traición por uno de sus pilares. Era irónico, pero estaba seguro que su primo no había utilizado el kotoamatsukami porque lo estaba guardando para el plan, de lo contrario, Danzo habría estado ocho metros bajo tierra ahora y la guerra habría sido inevitable.

—Has estado trabajando hasta el agotamiento en ANBU y parece que te ha comenzado a afectar… —dijo Fugaku, luciendo más como un padre que en toda su vida.
—¡Capitán! —Yashiro se volteó hacia él comprendiendo exactamente qué hacía. Protegería a su hijo.
—ANBU es una unidad bajo órdenes directas del Hokage —le explicó a los tres subordinados a él—. Ni si quiera la policía de Konoha puede arrestarlos sin una orden oficial. Además, yo asumiré la responsabilidad de velar por los actos de Itachi… —los tres se mostraron incrédulos ante la respuesta y mantuvieron silencio, hasta que escucharon dos palabras que nunca antes habían escuchado de parte de Fugaku Uchiha, el líder del clan— Por favor.
—Entendido —respondió Yashiro, solidarizando con los sentimientos paternales de Fugaku.

El líder del clan Uchiha comenzó a caminar en dirección hacia su hogar y sin mirarlo si quiera le dio la orden:

—Entremos Itachi.

En esa posición, con el cabello colgando por su rostro, se volteó nuevamente a ver a Sasuke y Hinata. Sólo verlos en peligro de muerte por las acciones del clan hizo que irremediablemente se activara ese poder que había nacido el día anterior al ver a su primo despedirse de ese mundo: el mangekyo sharingan.

Usaría ese poder para protegerlos, pasara lo que pasara.


NOTA
Pido perdón que la última escena haya sido sacada directamente del manga pero era fundamental para el desarrollo de personajes y porque si siguen la secuencia de mi fic, es así como sucedieron los hechos previos a la masacre, según los flashbacks de Itachi y Sasuke. Me he dado el tiempo de ordenar la línea de tiempo y narrarla, para que puedan ver que esa discusión con la policía de Konoha fue justo después de la muerte de Shisui, y luego viene la etapa en que Fugaku e Itachi parecen enojados y Sasuke aprende el jutsu de la gran bola de fuego.

Me demoré en postear esto porque he estado trabajando paralelamente en Team Seven y porque tuve que leerme todo el manga para ordenar bien los hechos sucedidos.

Muchas gracias por la lectura!

LastWizard, tu comentario me sacó lágrimas. Muchas gracias. Lean a okashira janet y Fangirlx.x, son grandiosas escritoras y ambas tienen su granito ItaHina que aportar.

Los grillos cantaban con fuerza en el lugar en medio del bosque en que se encontraba. El templo