CAPÍTULO 12
BLACKOUT
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I've lost all the time that I have in this world
I've spent it unwisely, unwisely you see
And I can't get it back
and I can't move forward
I'm broken and I'm empty
It's over for me
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Hinata abrió los ojos lentamente mirando a su alrededor, buscando alguna nota o instrucción de Itachi, pero no encontró nada. Verse a sí misma sola en ese lugar la hizo entristecer. Soñó que el pelinegro se despedía de ella besando su frente, pero estaba segura que eso sólo había sido su imaginación jugándole una cruel broma. De hecho, la única prueba de que él había pasado la noche junto a ella era que antes de partir había acomodado el futón sobre el que durmió y puesto las frazadas delicadamente dobladas sobre éste. Sonrió con el detalle, pues era ese tipo de cosas que la hacían creer que a pesar de que cada vez sonreía menos, seguía siendo el mismo chico con el cual se había casado hacía seis años.
¿Tanto tiempo…? ―seis años con la misma persona y ese día, por primera vez en todo ese tiempo, estaría sola.
Se sentó sobre el cálido colchón que aún olía a Itachi y abrazó sus rodillas mientras miraba alrededor de la habitación, buscando ojos que la estuvieran observando de vuelta, sintiéndose cada vez más pequeña entre las cuatro paredes que la rodeaban. Aquello la asustaba. Sintió deseos de llorar al verse sin nadie a quien buscar para protegerse en ese frío lugar, pero no lo hizo. De hecho, se prometió a sí misma que ya no lo haría, por mucha tristeza que experimentara.
Cuando lloro, lastimo a Itachi-san ―pensó desanimada, eso era lo que menos quería hacer―. Es tiempo que aprenda a cuidarme sola, eso dijo.
Itachi pensaba que ella se había vuelto una carga, de lo contrario no le habría dicho que debía aprender a cuidarse por sí misma. Sabía que de alguna manera (que no estaba autorizada a preguntar), él le había salvado la vida esa noche de la luna sangrienta y ella estaría siempre en deuda por eso. Lo había considerado así por mucho tiempo ya, preguntándose por qué le habría salvado la vida de ese demonio enmascarado para luego intentar ahogarla con una almohada mientras dormía.
Con el paso del tiempo, había llegado sólo a una respuesta que hacía sentido en su mente: Itachi pensaba que la muerte era mejor destino que llevarla consigo. Se negaba a creer que su esposo hubiese intentado hacer algo tan cruel por placer o maldad. Si había llegado a ese extremo, era precisamente porque estaba asustado del futuro que le esperaba a ambos.
Y en cierto sentido, estaba en lo cierto. Tener que caminar todo el tiempo con una venda en los ojos, temiendo de esos tipos que ya antes habían intentado asesinarla, siempre asustada y a la defensiva, escondiendo su identidad, padeciendo frío y hambre la mayoría del tiempo… era una forma extenuante de vivir. Si no era cuidadosa, alguien podía enterarse sobre su dojutsu e intentar quitárselo. A pesar de que estar junto a Itachi la hacía sentir segura, había un cierto miedo dentro de ella que permanecía en su pecho y sólo desaparecía cuando sentía la mano del Uchiha aferrarse a la suya.
Por eso tenía, no, debía volverse alguien fuerte para protegerlo, como él lo había hecho todos esos años con ella.
Aquello era el principal motivo por el cual entrenaba todos los días activando y desactivando el byakugan debajo del vendaje de sus ojos, lanzando kunais y shurikens, perfeccionando su puño gentil que se había vuelto tosco y poco elegante (muy lejos del agraciado estilo Hyūga, pues ya nadie le enseñaba cómo alguien de su clan debía luchar), repitiendo una y otra vez los jutsus elementales que Itachi le había enseñado, mejorando su oído y olfato cuando vivía en la oscuridad. Forzadamente se había vuelto alguien que buscaba sobrevivir en vez de sólo vivir.
Itachi-san, cuando vuelvas, te mostraré que puedo cuidarme sola ―pensó asintiendo con una nueva fortaleza ardiendo en su interior. Se levantó del futón dispuesta a demostrarse a sí misma que podía seguir adelante sin depender de otra persona. Haría las cosas tal como él le había enseñado, para que cuando volviera se diera cuenta que podía cuidarse y que no sería una carga para nadie, nunca más.
Ya no era una niña pequeña, iba a cumplir trece años en un par de semanas y si quería que algún día Itachi la dejara de ver con la misma marcada misericordia en los ojos que le tuvo al perdonarla la noche de su boda, debía comenzar a actuar más como una mujer.
Sin embargo… no sabía cómo exactamente hacer eso.
Suspiró volviendo a desanimarse.
Le hubiese gustado poder acercarse a Mikoto-san en ese momento para preguntarle cómo debía actuar para convertirse en una verdadera esposa. Entrecerró los ojos recordando imágenes borrosas y opacas perdidas en su memoria de tardes de té y lecciones de cocina. Conmemoró con nostalgia la manera en que la madre de su esposo había predicho que algún día amaría a Itachi y lo nerviosa que eso la había hecho sentir.
Mi hijo es bastante especial, ¿No? Nos aleja y se encierra en su propio mundo, donde nadie lo puede alcanzar.
―Aún espero poder alcanzarlo algún día Mikoto-san.
Con la voz de la mujer resonando en su cabeza, se puso de pie, enrolló los futones y los dejó a un costado de la puerta. Le hubiese gustado que en ese lugar brillara el sol como en Konoha para airearlos un poco, pero como no era así, se debía conformar con sólo eso.
Respiró profundo pensando que lo siguiente que debía hacer era buscar algo para comer antes de poder salir a entrenar, lo cual significaba, que tendría que salir de esa parte del edificio y seguramente toparse con más miembros de la organización. Por ello, tendría que vendarse los ojos y también procurar llamar la atención lo menos posible.
Vagó por el alto edificio el resto de la mañana, escondiéndose de la mirada del resto con el sigilo que había aprendido durante sus años de huir. Si escuchaba pasos o voces a lo lejos, buscaba el mejor lugar para evitar ser vista y se quedaba quieta en él hasta que ya no había nadie que el byakugan pudiese ver bajo la venda. No obstante, pronto su estómago comenzó a gruñir y se vio enfrentada al primer problema que tendría, ahora que Itachi no estaba con ella, ¿Cómo iba a alimentarse si no podía hablar con las personas de ese lugar?
Suspiró recordando que tenía dinero de emergencia escondido dentro de la calceta de su zapato derecho, pero no estaba segura si abandonar ese lugar por su cuenta para comprar comida en esa ciudad iba a ser lo más inteligente. Al menos dentro del edificio de la organización podía esconderse sin llamar la atención de nadie, pero en las húmedas calles de Amegakure, una niña sola, con una venda cubriendo sus ojos, haría que más de una persona levantara la ceja y le preguntara si estaba perdida o dónde estaban sus padres.
Están todos muertos…
Los primeros dos días no fue del todo difícil deambular por el edificio sin ser notada, escondiéndose de las personas y eligiendo las rutas en donde no transitaba alma alguna para activar y desactivar su byakugan y así poder entrenar.
Los primeros dos días, logró ignorar el hambre que sentía sin quejarse, evitando llorar o pensar en lo sola que se sentía. Aunque la tentación de sacar el dinero de su zapato para comprar comida era grande, no pudo idear una forma de salir de ese lugar en donde había tantos miembros de la organización sin que alguien se le acercara para preguntarle quién era y dónde iba. Todo el perímetro del edificio estaba rodeado por hombres y mujeres cubiertos en una oscura capa; vigilaban día y noche para que nadie saliera o entrara sin autorización. No podía decirles quién era para que así la dejaran salir en búsqueda de comida y tampoco podía hablarles para pedírselas; era una regla. Por lo tanto, aceptó que tendría que bastar con beber agua cuando usaba el pequeño baño de las habitaciones en donde se había quedado. Extrañamente, nadie entró ahí en días, como si ese lugar fuera prohibido para todos menos para ella.
Su única compañía durante el transcurso del tiempo fue el incesante goteo de la lluvia contra las planchas de metal alrededor de la ciudad. Nunca pensó que lo que más extrañaría de Itachi iba a ser conversar con él, considerando lo poco que su esposo hablaba. En las noches cerraba los ojos y se imaginaba que él estaba ahí y tenían conversaciones imaginarias en donde le contaba lo que había hecho durante el día y le pedía que no tardara en su misión para que pudiese estar con ella. Itachi asentía mientras la acurrucaba contra su pecho, como tantas veces había hecho cuando ella despertaba en la mitad de un mal sueño y buscaba su consuelo.
Cuando pasaron cinco días en los que sólo había bebido agua, tenía tanta hambre que le llegaba a doler el estómago. Sus tripas se retorcían causando un irritante gruñido y un amargo sabor le inundaba la boca haciéndola salivar y retorcerse entre las sábanas sobre el futón. Apenas tuvo energía para ponerse de pie, sintiendo que sus rodillas temblaban mientras buscaba sus prendas en la oscuridad.
Intentó activar el byakugan para escabullirse por los corredores de la organización, desesperada por algo de comida, indiferente a las reglas o lo peligroso que era. Sin embargo, le resultó casi imposible mantenerlo por mucho tiempo mientras trastrabillaba por culpa de sus torpes piernas que se arrastraban patéticamente en un intento por caminar. Antes de darse cuenta, estaba en medio del edificio, sin saber qué hacer o dónde ir, sin que las cosas que estaba pensando hicieran demasiado sentido en su cabeza, remplazándose de inmediato por ese instinto animal de alimentarse y lo mucho que deseaba comer algo cálido que lograra calentar un poco su entumecido cuerpo.
Se escondió detrás de una escalera intentando soportar esa horrible sensación que comenzaba a desesperarla. Si no pensaba en ello, entonces no sentiría ese dolorcillo que se formaba en su estómago ni la saliva que se acumulaba en su boca. Si quizás enfocaba todo en ella podría activar nuevamente el byakugan y encontrar dónde preparaban la comida en ese lugar. Estaba segura que podría escabullirse cuando nadie la pudiese ver y sacar algo para alimentarse.
De vez en cuando lograba escuchar voces a lo lejos que hacían eco en su solitaria mente, pero las palabras dichas no tenían demasiado sentido en su cabeza que sólo estaba enfocada en dejar de pensar en lo hambrienta que estaba.
No obstante, sus esfuerzos eran inútiles. Terminó dormitando, apoyando su cabeza contra la pared en un descanso sin sueños, pensando en lo inservible que era mientras las lágrimas mojaban la venda que cubría sus estúpidos ojos que comenzaba a odiar. Si no hubiese sido una Hyūga, si esos ojos no hubiesen sido tan especiales, quizás habría podido vivir una vida tranquila y normal, como cualquier niña de su edad, sin ser una carga para nadie. Mientras crecía pensó que el byakugan era una especie de bendición de los dioses, pero ahora estaba convencida de que era al revés; era una maldición que se había impuesto sobre ella por ser un defecto de la naturaleza, por haber nacido como un fracaso en una familia llena de talento.
Todo era culpa de esos ojos. Había vivido sin cariño o afecto, la habían obligado a casarse a los siete años para deshacerse de ella y había tenido que caminar casi la mitad de su vida en completa oscuridad.
Los odiaba.
Enterró sus uñas en su frente con fuerza pensando que quizás lo mejor sería arrancárselos de una vez para así dejar de tener miedo todo el tiempo de que alguien más lo hiciese.
Sollozó alejando sus manos de golpe para abrazar sus rodillas, demasiado cobarde como para provocarse ese tipo de daño, esperando que algún día dejara de llover.
En ese preciso instante, algo cosquilleó sobre su pecho.
―¿Qué…? ―alcanzó a decir en voz alta cuando notó que no era simplemente hambre lo que sentía, sino que algo se estaba revolviendo entre su torso y la tela que lo cubría.
Intentó activar el byakugan para ver qué era lo que la estaba tocando sobre el pecho, pero no pudo. Movió sus manos buscando al responsable de esa sensación dentro de la ropa, esperando encontrar algún animalillo o insecto, sólo para darse cuenta que era la flor de papel que guardaba ahí.
Sin importarle demasiado si alguien pudiese verla o no, removió la venda de sus ojos de golpe y la dejó caer sobre su cuello. La luz le golpeó con fuerza el rostro, haciéndola pestañar un par de veces, hasta que las imágenes borrosas comenzaron a enfocarse frente a ella.
En ese momento, vio que la flor de papel que había guardado con tanto cuidado en su pecho durante tanto tiempo se escapaba entre la hendidura de su camiseta y se estiraba frente a ella para luego formar una especie de mariposa que revoloteó a su alrededor. Sorprendida y nerviosa, intentó atraparla para volver a ponerla en su lugar, pero ésta se escapó entre sus dedos cada vez que intentó detenerla. Horrorizada, vio que la mariposa la abandonaba.
―Espera ―le pidió en un susurro, desesperada, viendo como su único motivo de esperanza se escapaba por el largo corredor.
Ese pequeño papel había sido por años su talismán de la suerte, lo que apretaba contra su pecho cuando sentía que quería rendirse, cuando juntaba sus manos para rezar, tal como Mikoto-san le había enseñado cuando temerosa le preguntó qué hacer si Itachi no la amaba de vuelta algún día.
Entonces, juntas tus manos así, y agradeces lo que tienes, aunque no sea lo que soñaste.
Cuida bien de mi Itachi, Hinata-chan...
Frunció los labios sin saber qué hacer mientras la dulce voz de lo más cercano que había tenido a una madre hacía eco en su mente. Antes de darse cuenta de lo que hacía, estaba de pie, siguiendo la mariposa.
―¡Espera! ―gimió desconsolada.
Con cada paso que daba, su conciencia le gritaba que se detuviera, que estaba exponiéndose demasiado, que Itachi había dicho que se cuidara y estaba desobedeciéndole. Algo en ella le decía que era peligroso mostrarse tan abiertamente en los corredores de la organización; varias personas que pertenecían a ese grupo habían intentado herirla y el único motivo por el cual aún seguía viva era porque Itachi se había asegurado de ello. No obstante, ahora estaba sola. Estaba segura que si alguien intentaba algo en su contra era muy probable que lo lograran. Pero ya no le importaba. El hambre y la soledad le habían hecho perder el sentido del miedo y lo único que quedaba dentro de ella era el instinto por aferrarse a lo único que sentía suyo en esa vida.
No podía detenerse.
Cada vez que pensó que estaba a punto de alcanzar la mariposa, ésta se le adelantaba por el espacio entre las escaleras, siempre subiendo. Trastabilló un par de veces por los escalones hasta terminar cayendo, pues sus piernas sin fuerza ya no podían seguir adelante. Con las rodillas temblando se puso de pie nuevamente y siguió subiendo aferrándose a las paredes para no volver a caer y sintió que las cosas alrededor de ella giraban. Las luces se volvían confusas, el espacio se sentía más pequeño y hasta el ambiente a su alrededor se había vuelto pesado.
Ni si quiera se percató que había subido seis andares completos hasta que el aire le comenzó a faltar y su vista se volvió tan borrosa que no veía el suelo, ni el horizonte, ni qué era lo que estaba pisando. Los colores se esfumaban a su alrededor y las figuras perdían toda forma coherente.
No podía creer que era tan débil, pensó, mientras todo se volvía negro a su alrededor.
―Espera… ―cayó de rodillas al suelo y apenas logró poner sus manos delante de ella para evitar el golpe, completamente rendida por la fatiga y el hambre.
Cerró los ojos intentando respirar, con su corto cabello azulado cayéndole por la frente. Fue entonces que sobre su respiración comenzó a escuchar pasos. Asustada, se sintió paralizar sin saber qué hacer. Pero la duda pasó rápido y debido al instinto que hacía bastante se había apoderado de ella intentó retroceder y esconderse, forzándose a sí misma a activar el byakugan ante el miedo que experimentaba.
―¿Quién está ahí? ―preguntó asustada, pero con cierta autoridad, al notar la marca de chakra de una figura femenina en la oscuridad del pasillo, justo en las sombras que proyectaba una solitaria antorcha a su lado.
No hubo respuesta y los pasos se acercaron a ella con delicadeza. Apenas sentía el sonido de las pisadas, lo cual le indicó el poco peso de quien se aproximaba a su posición.
―Pensé que tendrías hambre ―había escuchado esa voz antes.
―¿Konan-san? ―preguntó sintiendo un extraño nerviosismo que hormigueaba en su estómago mientras sus mejillas sonrojaban― ¿Es usted?
―Pedí que trajeran algo para comer ―su voz era amable y cálida en ese ambiente tan húmedo y frío, y por un momento, Hinata pareció embelesada ante la figura que se mostraba delante de ella. No obstante, pronto recordó que ella también era un miembro de la organización y bajó la mirada cerrando los ojos con fuerza. No podía mostrarle su byakugan―. Eso no será necesario. Sé quién eres. Itachi nos lo comunicó cuando llegaron. Además, sólo estamos tú y yo aquí. Ya había visto tus extraordinarios ojos antes, ¿No lo recuerdas?
Hinata subió el rostro encontrándose con la mirada compasiva de la mujer y asintió avergonzada por la manera brusca en que había hablado. Era cierto, ella había visto sus ojos la primera vez que habían ido a Amegakure.
―¿Te gustaría acompañarme a comer? Nunca me ha gustado cenar sola.
La joven volvió a asentir, aunque todo dentro de ella decía que Itachi la habría sermoneado por acercarse a un miembro de la organización. Estaba pisando un terreno prohibido, algo que venía evitando hacer por años. Sin embargo, tenía demasiada hambre para negarse y si no se alimentaba pronto, estaba segura que ni si quiera podría moverse.
Extrañamente, el goteo incesante contra las planchas de metal se detuvo, provocando un silencio entre ambas que sólo se veía interrumpido por su respiración.
―¿Qué te parece? ―preguntó la mujer mientras un esbozo de sonrisa le adornaba el blanquecino rostro―. Ha dejado de llover.
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En muchas oportunidades durante su vida había enfrentado enemigos poderosos, pero sabía que en esta ocasión se había salvado de ser completamente derrotado por un mero descuido de parte de su adversario y quizás también suyo.
No debió haber cedido ante los ojos llenos de odio de Sasuke, ni caído en satisfacer los pequeños caprichos de su hermano menor. Estaba seguro que aquellos ojos rojizos lo atormentarían en las noches en que no encontraba sueño, tanto como la voz de sus padres antes de morir.
Su chakra había sido consumido casi por completo y le estaba costando trabajo si quiera poder correr sobre el río junto a Kisame.
―Ahí ―le indicó a su compañero apuntando hacia una zona boscosa, lugar en donde se adentraron saltando de rama en rama.
Cuando estuvieron lo suficientemente inmersos en la forestación, Itachi se detuvo jadeando, manos temblorosas y la vista nublada. Su cuerpo dolía y traspiraba por el esfuerzo realizado, incrédulo de que hubiese sido empujado a ese límite. Había inhabilitado a Sasuke con un poderoso genjutsu que se activaba sólo con su mangekyo, y luego había utilizado lo último de su chakra para escapar de ahí gracias al amateratsu.
―Podríamos haberle dado un poco más de pelea ―comentó Kisame riendo en voz baja mientras observaba lo descompuesto que lucía Itachi.
―Ese hombre es uno de los shinobis más poderosos de Konoha ―se lo había dicho en numerosas oportunidades, pero Kisame siempre asimilaba el combate a un juego―. Tuvimos suerte de escapar sin ser heridos.
―Odio huir. Y no diría que no fuimos del todo heridos, mírate. Estás sangrando.
Itachi intentó no lucir sorprendido, pero podía saborear la sangre en su boca. Sin darle mayor importancia limpió el hilillo del líquido rojizo que se escabullía por su labio.
Ya no podía seguir en pie. Si seguía erguido perdería el equilibrio, por lo que se sentó sobre la rama en que estaba parado, apoyando su espalda contra la corteza del árbol. Intentó controlar su respiración cerrando los ojos, dejando que el aire de país del Fuego entrara lentamente a sus pulmones. Había extrañado enormemente el aroma de los bosques y el sonido los animales que vivían en éste.
―No deberías usar esas llamas nuevamente, Itachi-san ―le advirtió Kisame, mirándolo con seriedad.
―Era nuestra mejor opción ―mientras las paredes se cerraban sobre ellos y se veían atrapados dentro de la técnica de Jiraiya, pensó que podía morir. Y eso no era una opción. No aún. Debía volver por Hinata―. Necesito un par de horas para descansar.
―Esa técnica tuya… realmente es un fastidio ―Kisame chasqueó la lengua y se sentó también sobre la rama―. ¿Qué haremos ahora? Ese hombre está cuidando del objetivo y tu plan de distracción no funcionó muy bien.
―Lo reportaremos al líder. Quizás desee emplear una nueva estrategia.
Kisame rodó los ojos y dejó de hablar. Itachi lo agradeció en silencio, pues tampoco deseaba seguir con esa conversación. El único motivo para haber ido hasta ese lugar nuevamente había sido Sasuke. Debía asegurarse de que su hermano menor estuviera bien ahora que el tercero estaba muerto. No podía permitir que terminara como el resto de su clan, no después de todos los sacrificios que había hecho para asegurarse que él siguiera con vida.
Con los ojos cerrados, pensó en Hinata. Llevaba poco más de una semana sin verla. Se preguntó si estaría bien por sí misma para luego sacudir el pensamiento de su mente. Se había obligado a no pensar en ese asunto, para así poder concentrarse en lo que debía hacer en Konoha. Ahora que capturar al objetivo parecía verse frustrado, al menos podría volver por su esposa.
Quizás debió haberla llevado con él como a todas las otras misiones que se le asignaban dentro de la organización. Sacudió nuevamente ese pensamiento, sintiendo un pequeño dolor en su estómago. Tragó saliva sólo al imaginar la reacción de Hinata si llegaba a enterarse que todos sus seres queridos seguían vivos y que él le había mentido todo ese tiempo, alejándola de una vida normal y feliz. Suspiró con gracia, si ya había soportado ver los ojos llenos de odio de su hermano, ¿Podría mantenerse firme si ella le regalaba la misma mirada?
Quizás no. Ella era todo lo que le quedaba ahora.
No supo en que momento el sueño terminó ganándole, pero la voz rasposa de Kisame lo despertó cuando ya casi no había luz a su alrededor.
―El líder quiere hablarnos ―dijo sin entregarle demasiados detalles.
Experimentó un leve mareo mientras suspiraba. Sentía que las cosas a su alrededor no eran reales, como si aún estuviese en ese mundo en donde no había sueños. Estaba tan cansado que fácilmente habría dormido un día completo sin que le molestara que alguien lo encontrara en la mitad del bosque.
En la misma posición en la cual había sucumbido al agotamiento, realizó la mitad del sello del tigre comprobando que algo de su chakra se había repuesto. Se dispuso a comunicarse con ese extraño jutsu en el cual todos los miembros de la organización eran invocados al lugar en donde se encontraba el líder en formas traslucidas, en donde sólo sus pensamientos convergían.
Tan pronto se vio a sí mismo en esa pequeña habitación de Amegakure permaneció con la vista fija en un punto. No le interesaba demasiado lo que tuvieran que decirle, aunque intentaba concentrarse en otras cosas, su mente sólo encontraba los ojos llenos de odio de Sasuke traspasando lo poco que aún quedaba de su humanidad.
Realmente estaba cansado. O quizás la palabra correcta para describir lo que sentía en ese instante, era desgaste. Todo ese tiempo junto a aquellos individuos que se hacían llamar a sí mismos Akatsuki habían ido desgastando lentamente todo lo rescatable que aún había en él. Su bondad, su paciencia, su generosidad, su compasión por el resto, su inmenso amor por Konoha… todo se había agotado de a poco hasta que se dio cuenta que ni si quiera dolían los ojos de Sasuke traspasando su alma. Quizás ya no hubiese nada ahí que pudiese ser lastimado. Finalmente se había acabado todo lo que restaba de Itachi Uchiha. Ya nada parecía importar, ni doler… como si lo único que estuviese manteniéndolo con vida era su obstinación para no morir.
Y Hinata.
Si ya no había nada en él, al menos todo lo bueno y merecedor de ser rescatado en ese cruel mundo de sombras y mentiras era la luz que emanaba Hinata sobre él. Ella llenaba ese espacio vacío en su corazón y le daba una fuerte razón para seguir adelante.
Una a una comenzaron a aparecer las figuras del resto, aunque no se fijó demasiado en ello, sumido en sus propios pensamientos sobre lo horrible que eran los seres humanos y al mismo tiempo, lo maravilloso que podían llegar a ser.
―¿Qué pasa ahora? ―preguntó Hidan visiblemente molesto porque los convocaran a esa hora de la noche.
―¿No ves que el líder quiere hablar? ―lo cuestionó su compañero sin mucha gracia.
―¿Nueva misión? ―preguntó Deidara un tanto más animado que el resto de los presentes.
―Así es ―le respondió el líder―. Pero primero, ¿Cómo resultó la entrega de los cristales de chakra, Kakuzu?
―El precio fue pagado. El dinero está a salvo en el lugar acordado para ello.
―Bien ―comentó Pain―. ¿Qué tal ustedes, Sasori, Deidara? ¿Consiguieron eliminar a Midori Seiji?
―Sí ―respondió Sasori con una voz extremadamente apática―. Entregamos el cuerpo al señor Feudal del País de la Libélulas. Pagó extra al enterarse de la destrucción de la ciudadela en que habitaba.
―No fue nada artístico arrastrar con nosotros esa pestilencia por todo el país de las Libélulas, hn ―reclamó Deidara.
―No te quejes. Destruiste ese lugar, ¿no? ―Sasori movió lentamente su mirada afilada hacia su compañero―. Y me hiciste perder tiempo. Odio perder el tiempo.
―¡Ya dije que lo sentía, Dana! Hn.
―Estamos a un día de Amegakure. Les entregaremos entonces el dinero que se pagó por la misión y el resto de los detalles para ese otro asunto ―dijo Sasori.
―¿Qué otro asun…? ―preguntó Deidara suspicaz pero fue interrumpido por Hidan.
―¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero! Todo en este grupo de cuarta se resume a cuánto dinero podemos hacer o a quién cobrar, ¡Deberíamos enfocarnos en predicar el Jashinismo en vez de preocuparnos de algo tan insignificante como el dinero!
―¿Qué? ―la voz de Kakuzu sonaba helada y con un toque de enojo― ¿Realmente piensas que tu religión es más importante que el dinero?
―¡Por supuesto que lo es! ―exclamó Hidan―. Lo único que hemos hecho desde que me uní a esta organización de mierda es juntar dinero, ¿Para qué? Aun no entiendo cuál es el propósito de todo esto.
―Reunir riquezas es uno de nuestros objetivos ―añadió Konan con suavidad―. Te debería bastar con saber eso.
―¡Pues no me basta! ¡Quiero saber de una vez qué es lo que están planeando hacer con todo ese dinero! ―soltó Hidan.
―El dinero facilitará las cosas para lo siguiente en nuestra agenda ―explicó Pain con calma.
―No me uní a este grupo sólo para escucharte repetir tus estupideces una y otra vez. Yo tengo mis propios objetivos y mi propia agenda de asuntos pendientes ―parecía que en esa ocasión, Hidan no se tomaría a la ligera las cosas. Al contrario del resto, no le temía al líder ni la autoridad que imponía―. Y matar gente por dinero no es parte de eso. ¡Ya estoy harto! Cuando me uní dijeron que me ayudarían a cumplir mis propios fines. Pero hasta ahora, lo único que escucho es que el dinero esto y el dinero esto otro…
―Si estás con nosotros, nuestros objetivos te ayudarán a cumplir los tuyos. Todos tienen distintos motivos para haberse unido a la organización, pero al final del día, que Akatsuki cumpla su misión les ayudará también a cumplir las suyas ―explicó Konan, haciendo que Hidan volviera a bufar.
―Reunir riquezas de forma rápida no se acerca ni si quiera remotamente a expandir la palabra del Jashinismo. Yo peleo y asesino personas porque complace a Jashin-sama ―Hidan enfocó su mirada seria en Pain―. No por reunir dinero. ¡Odio a las personas que pelean sólo por dinero! ―después de esto observó a Kakuzu con desdén.
―Estás equivocado. Si bien es verdad que obtener fondos y riquezas son nuestro principal objetivo en este momento, no significa que sea la finalidad de Akatsuki ―explicó Pain con una tranquilidad que resultaba escalofriante―. Pero no es el momento para seguir hablando de eso. Por ahora, no es necesario que sepas más.
Hidan bufó pero pareció ser que la autoridad de Pain finalmente se imponía. El resto se mantuvo en silencio, pues algunos ya estaban enterados de los verdaderos planes del grupo y a otros simplemente no les importaba. Cada uno de ellos había encontrado un lugar al cual pertenecer a medias, que los ayudaba con sus propias motivaciones para continuar luchando y eso era suficiente.
Entonces los ojos del líder se posaron sobre Itachi. Los sintió fríos, traspasándolo con esas iris que lucían como un espiral. No subió la mirada, pues estaba casi seguro que ya sabía todo lo que estaba a punto de preguntar.
―¿Qué hay de ustedes? ¿Capturaron al objetivo?
―No. El objetivo está siendo resguardado por un poderoso shinobi de la Hoja. No podemos capturarlo sin arriesgar un combate a gran escala ―dijo Kisame tomando la palabra al ver que Itachi no hablaba―. Preferimos informar del cambio de circunstancias y esperar instrucciones para proseguir.
―Oh ―aquello pareció divertir más que sorprender a Pain, aunque por la neutralidad de su voz, Itachi no pudo distinguir qué era lo que realmente estaba pasando por su mente―. ¿Quién se ha tomado la molestia de cuidar personalmente del Kyūbi?
―Jiraiya-sama ―respondió Itachi, aún sin subir la mirada, con la voz ronca.
―Ya veo ―prosiguió el líder―. Hicieron bien en no insistir en la captura. Por ahora, no es necesario que se expongan a morir en combate. Akatsuki aún necesita de ambos. De cualquier forma, la captura del Kyūbi no es tan apremiante como el motivo por el cual los he reunido hoy.
―¿Y nos podrías decir de una vez cuál es ese motivo? ―se volvió a quejar Hidan.
―El espía de Sasori ha informado la localización actual de Orochimaru ―les comunicó con calma―. Se encuentra en una base subterránea en el país del Arroz. Las coordenadas exactas de esta base se encuentran con Sasori. Como lo hemos discutido en varias ocasiones, eliminar a Orochimaru es una prioridad en nuestra agenda.
―Yo diría que es nuestra primera prioridad ―Sasori parecía todavía molesto por la traición de aquel que había sido su compañero.
―¡Ya hemos intentado eliminarlo en esas bases que tiene por todo el mundo! Incluso hice explotar por completo una de ellas en el país del Viento, hn ―exclamó Deidara visiblemente irritado―. De alguna forma logra escabullirse por los túneles y escapa de nosotros. Sabe perfectamente cuando iremos por él.
―Es cierto ―añadió Sasori―. Hemos atacado sus bases sin lograr nuestro objetivo. Que no pueda realizar ninjutsu es una ventaja que no podemos desaprovechar, por lo cual, debemos enfocarnos en eliminarlo. Ahora.
―¡Ya lo hemos intentado una y otra vez! ―discutió Deidara―. De algún modo logra escapar aunque destruyamos por completo sus bases.
―Eso cambiará. Podremos ver exactamente dónde se encuentra para que así no escape ―explicó Konan, haciendo que tanto Sasori como Deidara lucieran sorprendidos. Itachi levantó levemente la mirada al percibir el silencio que se formaba entre todos ellos y para su desgracia, movió con lentitud los ojos hacia la mujer―. Llevaremos a alguien que nos podrá ayudar en ello ―una figura traslucida y pequeña apareció junto a ella, medio escondida y apoyándose en su costado―. Hinata-san ayudará desde ahora en adelante con misiones que requieran de sus ojos.
―¿Hinata… Hyūga Hinata? ―preguntó Kakuzu al notar el byakugan en el rostro de la figura―. ¿La princesa heredera del clan Hyūga? ¿Cómo es que la conseguiste?
―Esa niña es la que sigue a Itachi a todas partes, ¿No? ¿La ciega? Hn ―preguntó Deidara.
―¿Estuvo con nosotros todo este tiempo? ―las palabras de Kakuzu se arrastraron con algo de resentimiento― ¿Itachi tenía a Hyūga Hinata y no nos lo comunicó?
―Kakuzu está interesado. Ha percibido el nauseabundo aroma del dinero alrededor de esa cría ―Hidan se burló.
―Por supuesto que lo estoy ―sus ojos verdosos no se despegaban de la pequeña figura.
―¿Esa mocosa vale algo? ―cuestionó Hidan levantando una ceja―. Para mí se ve más frágil que una pluma.
―¿Estás bromeando? ―Kakuzu parecía ofendido―. ¿No ves que tiene el byakugan?
Los ojos de Itachi se posaron en la pequeña figura traslúcida que había estado ―al parecer― escondida detrás de Konan durante el transcurso de la reunión y que sólo ahora aparecía frente a ellos. Sus grandes ojos nacarados la hacían inconfundible para él. Comenzó a sentir un nudo en la garganta que no experimentaba desde la muerte de sus padres y hasta mantener la respiración calmada le resultaba dificultoso. Sintió como sus manos temblaban mientras intentaba mantener el sello y una gota de sudor cayó por su cuello.
No era el único que había ignorado la presencia de la niña, ya que siete pares de ojos aparte de los suyos se fijaban en ella y una discusión comenzaba a acalorar los ánimos.
―¿Byakugan? ―preguntó Kisame riendo―. ¿Por eso escondía sus ojos todo el tiempo? Vaya que eres desconfiado Itachi-san, y yo que pensaba que finalmente nos estábamos volviendo amigos.
―¿Qué tienen de especial sus ojos? Hn ―preguntó Deidara confundido―. Ella es ciega.
―No, idiota ―le respondió Sasori―. Ese es uno de los grandes orgullosos de Konoha, el byakugan del clan Hyūga. Peleé con varios shinobis de ese clan durante la tercera guerra, pero cada vez que lograba eliminarlos sus ojos eran destruidos. Nunca pude agregarlos a mi colección.
―Por lo que tengo entendido, hace diez años el raikage intentó obtener esos ojos en un fallido intento de secuestro. Si nuestro objetivo es juntar dinero, ¿No deberíamos vendérselos? ―preguntó Kakuzu―. Pagarían una fortuna. El triple de cualquier otra suma que hayamos obtenido hasta ahora.
―¿De nuevo vas a empezar con el dinero? ―gruñó Hidan― Si es tan especial como dices, entonces debería ser un magnífico sacrificio para Jashin.
La conversación prosiguió. Kakuzu discutía con Hidan sobre el valor del dinero mientras Pain escuchaba pacientemente. Kisame comenzó a alegar que nadie iba a vender los ojos de Hinata pues le pertenecían a Itachi. Finalmente Konan intentó explicar la utilidad y funcionamiento de ese preciado dojutsu.
No obstante, Itachi dejó de prestar atención. Las voces a su alrededor se volvieron silenciosas de a poco, como ecos lejanos que perdían importancia y significado. Quizás todo aquello era un mal sueño. Esa presión en su pecho debía ser Sasuke sentado sobre él, intentando despertarlo para pedirle que fueran a entrenar. Ese vacío en su estómago debía ser hambre, pues se acercaba el desayuno. Moría por probar sus onigiris favoritos rellenos de repollo y bonita.
¡Itachi! ―escuchó con claridad la voz de su madre retumbando en sus oídos, haciendo que enfocara la mirada en los ojos nacarados que lo observaban con terror― ¡Tachi! ―se repitió el grito. Esta vez era Shisui poniendo una mano en su hombro, haciendo que sus pies volvieran a la tierra.
Era su culpa. Él la había llevado a esa horrible organización y la había dejado sola. Pain y Konan habían estado esperando esa oportunidad para poder hacerse con los ojos de Hinata y ahora lo habían logrado. En ningún momento le preguntaron si él estaba de acuerdo, ni si quiera le informaron que la necesitaban. Eso sólo podía significar que habían esperado todo ese tiempo para alejarla de él y así poder utilizarla a su antojo.
―Por ahora, necesitamos el byakugan para eliminar a Orochimaru ―explicó Pain sin verse demasiado impresionado por los argumentos de Kakuzu sobre el dinero que podrían hacer con el preciado dojutsu, sin importarse en decir el nombre de la niña que temblaba junto a Konan, sólo viéndola por su valor y utilidad para él. Era una arma shinobi, nada más.
Pero era mucho más para Itachi. Más de lo que cualquiera ahí podría haber si quiera pensado y si se los hacía saber, ambos estarían en peligro. No podía decirles que habían cruzado una línea que jamás perdonaría. Primero tenía que asegurarse de que ella estuviese a salvo.
―Konan y yo iremos personalmente en esta ocasión ―continuó el líder―. Esperaremos por ustedes para ponernos en marcha ―le comunicó a Sasori y Deidara, pues eran ellos los que tenían la información sobre la localización precisa del objetivo que debía ser eliminado―. Llevaremos a Hinata. Sus ojos nos proporcionarán la ubicación exacta de Orochimaru en todo momento.
―¿Hay algún inconveniente, Itachi? ―sólo entonces Konan pareció pedir su consentimiento. La odio por ello.
―Ninguno. Pueden hacer lo que gusten con ella ―respondió con la misma frialdad de siempre.
―Espera, ¿Entonces, ella hará lo que hace Setsu al investigar? ―preguntó Deidara un tanto confundido.
―Yo no puedo ver a través de las paredes ―respondió éste con gracia.
―Setsu no es tan efectivo como el byakugan ―declaró Pain.
―¿Y Hinata-san está de acuerdo con ayudarnos? ―preguntó Kisame un tanto curioso, observando a Itachi de reojo, como si no creyese en un solo instante que le era indiferente lo que Konan y Pain hicieran con ella.
―Si no lo está, simplemente la obligaremos ―añadió Sasori.
―¡Es sólo una mocosa! ¿Van a reclutar niños en esta organización de mierda?―reclamó Hidan.
―Es una Hyūga ―comentó Kakuzu que comenzaba a perder la paciencia―. ¿Aún no entiendes eso?
―El Mitsukage es sólo un niño y es el shinobi más poderoso del país del Agua ―dijo Kisame un tanto molesto.
―¿Qué te dice eso del país del Agua entonces? Hn ―se burló Deidara―. ¿Qué tanto puede hacer ella que Setsu no pueda?
―¿Nunca has visto a un Hyūga en batalla? ―lo cuestionó Sasori.
―¡Ya me harté! ―exclamó Hidan haciendo que todos volvieran su mirada a él― ¡Era lo único que faltaba! Ahora Akatsuki es una guardería.
―¿Realmente creen que esa niña nos será leal? ―preguntó entonces Sasori―. Los Hyūga son un clan orgulloso y antiguo. No traicionarían a…
―Hay muchos miembros de clanes antiguos y orgullosos de sus respectivas Aldeas en este lugar ―lo interrumpió Setsu, posando sus ojos sobre los de Itachi.
―Hemos reclutado a Hinata porque pensamos que sus ojos son un aporte valioso para esta organización. No es su lugar cuestionar nuestras decisiones ―Konan sonaba más seria que nunca, pues no era una persona de muchas palabras―. Pero, para despejar sus dudas, ¿Puedes responder eso por ti misma, Hinata?
―Yo… ―Hinata estaba nerviosa, Itachi lo sabía por las facciones alrededor de sus ojos. Algo en su pecho se apretó al verla así, obligada a servir a personas que no conocía, que seguramente la lastimarían y traicionarían en la primera oportunidad que tuviesen―. Haré mi mejor esfuerzo por ayudar a Akatsuki a cumplir sus metas. Quiero reparar todo… to-todo el daño que los shinobis de Konoha le han causado a este País.
Sintió que perdía el aire cuando escuchó su respuesta.
La voz de Shisui se volvió un lejano zumbido y no volvió a percibir el aroma de su madre. Los ojos llenos de odio de Sasuke dejaron de perforarle el pecho. Sus manos manchadas de sangre del clan Uchiha ―que nunca lograba sentir suficientemente limpias― se tensaron.
¿Qué había pasado durante esa semana en que no había estado junto a ella? ¿Qué cosas le habrían dicho para que pensara así?
Mientras los oídos le zumbaban y el aire se le escapaba de los pulmones en un gemido de ira contenida, no pudo evitar pensar que acababa de perder a Hinata.
Definitivamente, ya no quedaba nada. Quizás, ya iba siendo hora de morir y así poder reunirse con el resto de su clan.
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Nota: Gracias a todos los que siguen este fic, y los que me animan a continuar con mis escritos. Me conmueve la paciencia con que esperan que termine de escribir un capítulo y que siempre me estén animando a no bajar los brazos cuando se trata de estos fics. No tengo palabras suficientes para agradecer el apoyo que me dan. Sólo me resta pedir disculpas por lo mucho que me tardo. Y agradecerles nuevamente por leer esta historia, que cada vez se vuelve un poco más triste y oscura.
