QUINTO ACTO
Sasuke
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Hay tres cosas que no pueden permanecer escondidas por mucho tiempo: El sol, la luna y la verdad.
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La lluvia continuó cayendo entre ambos. El agua se escurrió por el rostro de Sasuke entremezclándose con la sangre que brotaba de una profunda herida en su frente. Lucía agotado, adolorido y frustrado. A Hinata le costaba creer que delante de ella, ese joven más alto y de mirada profunda fuese el mismo niño con el que había vivido sus últimos meses en Konoha, con el que entrenaba e iba a la Academia. Se veía similar, pero ese brillo travieso había desaparecido de sus ojos y en su lugar encontró oscuridad, indiferencia y rencor. Su ropa estaba completamente arruinada y notó que uno de sus brazos se había roto gracias a su byakugan; hasta caminar le debía doler.
Intentó calmarse y recordó que él también estaba huyendo, que debía estar confundido, asustado y solo. Quizás ni si quiera la recordara. No podía acercarse de golpe y esperar un reencuentro afectuoso. Debía tener cuidado y esperar que no la volviese a atacar si lograba explicarle quién era y qué hacía ahí.
―No quiero pelear ni hacerte daño. E-estás herido. Déjame ayudarte ―le pidió nerviosa y con lentitud dando un paso hacia adelante―. Tengo vendas y alcohol para limpiar esas heridas ―llevó una mano al portaherramientas de Deidara para sacar el pequeño kit médico que llevaba ahí. Sasuke ni si quiera se movió―. Sasuke-kun, me hace muy feliz verte a salvo. Pensé que…
―¿Quién eres? ―la interrumpió con frialdad dando un paso adelante― ¿Cómo sabes mi nombre?
―¿No me recuerdas?
―Eres una Hyūga, pero no de Konoha ―sus ojos negros hicieron lo mismo que hacían los de Itachi cuando inspeccionaba algo―. Nunca te vi en la Aldea. Habla.
―Claro que sí ―el rostro de Sasuke se mantuvo inalterable―. Soy Hinata ―el joven no mostró signos de reconocerla, ni si quiera de que ese nombre le sonara―. Hyūga, Hinata. Bueno, en Konoha era Uchiha Hinata…
―Hinata murió ―lo dijo con tanta convicción que un escalofrío le recorrió la espalda― ¿Por qué estás usando su nombre?
No entendía el motivo para que le dijera algo así si se encontraba frente a él, hablándole, mostrándole su emoción por verlo. Le mantuvo la mirada inquietamente, intentando comprenderlo, poniéndose en su lugar. Hasta ese momento, también había pensado que Sasuke había muerto la noche en que huyó de Konoha. No era de extrañarse que se mostrara desconfiado, incluso molesto de verla. Eran completos extraños ahora.
―Sasuke-kun…
De pronto, los ojos frente a ella se volvieron rojos y vio el mismo sharingan que Itachi mantenía activo cada vez que estaban en la intemperie. Las similitudes entre ambos le provocaba escalofríos y nerviosismo. No recordaba que Sasuke e Itachi fuesen tan parecidos. En su mente siempre habían sido lados opuestos de una moneda.
―No es genjutsu ―las cejas del pelinegro se fruncieron levemente mientras la examinaba intentando recordar su rostro, su voz, su mirada y gestos― ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?
―Soy Hinata, Sasuke-kun ―no lucía convencido de eso―. Sé que es difícil entenderlo, incluso creerme debe parecer una locura. Ha pasado mucho tiempo y debo lucir distinta de lo que recuerdas, pero…
―Enterramos el cuerpo de la esposa de mi hermano junto a la tumba de mis padres ―la interrumpió perdiendo ese gesto inalterable, su mandíbula se había tensado y había dolor en sus palabras―. Itachi la mató a sangre fría mientras ella le daba la espalda. Él me mostró la forma en que lo hizo.
―¿Qué? ―se le atoraron las palabras sin poder creer lo que escuchaba. El estómago se le apretó y los oídos le comenzaron a zumbar. Estaba tan seguro de lo que decía―. Itachi jamás me haría daño.
―¿Quién eres tú? ―le gritó Sasuke perdiendo la paciencia del todo.
―Hinata Hyūga ―respondió quietamente, sintiendo que se esfumaba todo valor que tenía.
―¡Hinata está muerta! ―exclamó caminando hacia ella y sosteniéndola por el cuello.
―No lo estoy ―la mano de Sasuke se apretó contra su piel.
―¿Quién eres? ―preguntó con amargura, arrastrando sus palabras mientras afianzaba su agarre.
―Sasuke-kun… ―le costaba respirar― me lastimas.
―¡Dímelo! ―la levantó del suelo con una facilidad que le sorprendió.
―¡Soy Hinata! ―exclamó pataleando en el aire.
―¡No es cierto! ―su pequeño cuerpo chocó contra el tronco mientras Sasuke seguía apretando―. ¿Qué jutsu estás empleando para utilizar su imagen?
―¡Su-Suéltame! ―subió una rodilla y le golpeó el estómago, pero Sasuke no la soltó, sólo se encorvó levemente soportando el dolor del impacto―. ¡Por favor! ¡Basta!
―¡Hinata está muerta!
―No…
―¡La mató con el resto del clan!
―¡Por favor! ―suplicó Hinata llorando al escucharlo hablar así―. Por favor suéltame.
―Quien… ―Sasuke aflojó su mano al notar su sinceridad y desesperación. La observó con ojos confundidos y mortificados― ¿Quién eres? ¿Qué truco es este?
―Sasuke-kun ―las lágrimas comenzaron a brotar, la garganta se le cerró en un nudo mientras llevaba las manos a su cuello intentando relajar el área que tanta presión había recibido―. ¿No me recuerdas? ―había duda en los ojos que se habían vuelto negros nuevamente, recelo y angustia―. Íbamos a la Academia juntos durante la mañana y te obligaban a volver conmigo cuando las clases terminaban. Tú lo odiabas ―sonrió recordando como la dejaba atrás, caminando siempre al menos tres pasos adelante―. Nos deteníamos en Uchiha Senbei y Uruchi-san nos regalaba esas galletitas de arroz después de preguntarnos cómo había sido nuestro día en la Academia ―la expresión de Sasuke se llenó de dolor, como si alguien lo hubiese golpeado―. Y caminábamos juntos hasta nuestra casa. Siempre había un aroma delicioso tan pronto pasábamos por el corredor externo y la fuente de bambú sonaba mientras subía y bajaba, y volvía a subir y bajar. Mikoto-san nos esperaba en la cocina y…
―Basta ―le pidió en un quejido. Hinata notó que los ojos se le habían cristalizado. Se mantuvo en silencio inspeccionando su rostro, intentando recordar a la Hinata de su infancia y conciliarla con esa jovencita frente a él―. No puedes ser Hinata. Ella está muerta. Murió junto al resto esa noche ―la voz se le volvió débil y lejana, reconociéndola finalmente, pasmado de incredulidad ante lo que había frente a él―. ¿Por qué estás haciéndome esto?
―Sasuke-kun, me recuerdas. Sé que lo haces ―los labios de Hinata temblaron cuando la mano de Sasuke volvió a caer hacia un costado.
―¿Hinata? ―ella asintió y lo rodeó con los brazos. Se mantuvieron en silencio bajo la lluvia, Hinata llorando, Sasuke tan quieto como si hubiese muerto―. Me sentí culpable durante años por tratarte mal cuando llegaste a casa después del matrimonio con Itachi. Llevé flores a tu tumba antes de irme…
―Sasuke-kun…
―¿Cómo? ―repitió desconfiado, convenciéndose lentamente de que la persona que lo abrazaba temblando efectivamente era Hinata― ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Si hubiese sabido que estabas viva yo… ¿Cómo lo engañaste para que pensara que te había matado?
―¿Engañar? ¿A quién?
―A Itachi.
―Itachi-san fue quien me rescató ―respondió confundida. Tan pronto lo dijo Sasuke retrocedió como si ella fuese una brasa ardiente de la cual se debía alejar―. Él me salvó cuando el hombre de la máscara intentó…
―¿Salvarte? ¿De qué hablas? ―exclamó enojado―. ¿Qué rayos estás diciendo?
―Itachi-san me protegió. Habría muerto junto al resto si él no lo hubiese impedido ―Sasuke lucía tan confundido como ella.
―¿Te salvó de quién?
―De un hombre con el rostro demacrado que ocultaba bajo una máscara en forma de espiral. Intentó hacerme daño e Itachi se interpuso. Huimos de Konoha esa noche y… lo siento, todo lo que ocurrió ese día se ha vuelto borroso
―¿Qué? Eso no tiene sentido alguno ―Sasuke frunció el ceño.
―Yo no recuerdo bien qué pasó después de eso.
―Itachi me mostró como te mataba. Lo hizo en un genjutsu ―Hinata separó los labios para decir algo, pero nada vino a ella―. Te vi morir una y otra y otra vez… lo repitió tantas veces que fue lo único que veía cuando cerraba los ojos por meses ―arrastró con rencor y un toque de dolor.
―No. Itachi-san me defendió. Estoy viva gracias a él. Si Itachi-san hubiese sabido que estabas vivo habría vuelto para salvarte también.
―¿Estás loca? ―le espetó con incredulidad―. Estuve con Itachi hace menos de una semana ―los ojos de Hinata se abrieron de par en par―. Me rompió la muñeca, tres costillas e intento matarme. Estuve siete días en el hospital de Konoha inconsciente.
―¿Qué? ―eso no tenía sentido. Itachi amaba a su hermano. Ella sabía eso, jamás lo hubiese lastimado. Si hubiese sabido que Sasuke estaba vivo, habrían buscado bajo cada roca de cada país hasta encontrarlo―. No… él no… Itachi-san nunca…
―¿De verdad no sabes lo que ocurrió esa noche? ―Hinata sintió nerviosismo al ver que Sasuke parecía saber algo que ella ignoraba y todo cobraba sentido en sus confundidos ojos―. Lo defiendes porque no lo sabes ―comprendió finalmente el pelinegro, haciendo conjeturas en su mente―. Itachi te lo ocultó todo este tiempo.
―¿De qué hablas, Sasuke-kun?
¿Llevas todos estos años con él y no lo sabes? ¿No sabes qué le ocurrió al clan Uchiha?
―Esa noche de luna llena, quien asesinó a todo el clan Uchiha, fue Itachi ―Hinata sintió que el suelo bajo sus piernas desaparecía y caía por un enorme y oscuro precipicio―. Y nunca te lo dijo.
―¡Claro que no! ―soltó temblando, experimentado algo quemarle en las entrañas.
―Itachi asesinó a toda mi familia.
―No.
―Itachi mató a nuestra madre, a nuestro padre…
―No es cierto.
―Al día siguiente lo único que quedaba en las calles del clan eran cuerpos calcinados y los cadáveres de mis padres en la sala donde…
―Itachi jamás haría algo así.
―¡Lo vi! Lo vi junto a los cuerpos sin vida de nuestros padres ―Sasuke sonaba frío y lejano, como si tuviese todo el tiempo del mundo de explicarse antes de llegar al punto de todo lo que estaba diciendo―. Me quedé ese día entrenando y se hizo de noche. Cuando volví, las calles del barrio del clan estaban oscuras y no había electricidad. Sólo la enorme luna llena iluminaba los cuerpos de las personas muertas, uno tras otro. Corrí asustado hasta nuestra casa, tenía mucho miedo, pensé que… que todos habían muerto. Busqué a mis padres y a ti, avance por el pasillo, y ahí fue cuando lo encontré, parado junto a nuestros padres. Estaban muertos y el suelo cubierto de sangre. Le pregunté como un perfecto imbécil quien había hecho eso y su respuesta fue un genjutsu que duró toda una vida, repitiendo una y otra vez la manera en que había matado a Oka-san, Tou-san, al clan… y a ti. Dijo que lo había hecho para comprobar su capacidad sin si quiera pestañar.
―No. Estás mintiendo... ―se tapó los oídos con ambas manos porque ya no quería seguir escuchando. Sasuke las bajó con fuerza sosteniéndola por las muñecas.
―Me dijo que huyera y me aferrara a la vida, y que algún día cuando tuviese los mismos ojos que él, lo buscara. Ese fue el único motivo para que esté vivo. Él quiere seguir comprobando su fuerza con otro Uchiha, pero tú…
―¡Mentiroso! ―gritó mientras algo le quemaba el pecho.
―¿Por qué te dejó vivir? ¡Dime! ―Sasuke la zamarreó pero Hinata ya no quería hablar, no quería escuchar, no quería seguir escuchando todas esas mentiras― ¡Tú sabes dónde está Itachi! ¡Dímelo!
―No lo sé.
―¡Lo estás protegiendo! Eres su cómplice, ¿verdad? Esa es la única explicación para que estés viva y lo sigas defendiendo, ¿Vienen a terminar lo que no pudieron lograr antes? ―sus palabras la herían, sabía que todo lo que decía era mentira, Itachi era la persona más gentil que conocía― ¡Dime dónde está!
―No sé dónde está ―sollozó―. Suéltame.
―¿Dónde está? ―le volvió a preguntar zarandeándola con tanta fuerza que sus muñecas comenzaban a doler.
―No lo sé ―repitió.
―¡Dime dónde está! ―le gritó exasperado.
―¡No lo sé! ―quizás era la primera vez en toda su vida que gritaba con desesperación―. No lo sé ―repitió llorando―. No lo veo hace quince días.
―¿Por qué estas viva? ―Sasuke no iba a desistir sólo porque ella llorara―. ¿Lo ayudaste?
―¿Qué?
―¿Lo ayudaste a asesinar al clan Uchiha? ¿A masacrar los cuerpos de mis padres?
―Yo… yo no sé de qué estás hablando.
―Nadie puede ser tan estúpida ―Sasuke la lanzó contra la corteza del árbol haciendo que cayera de rodillas―. Nadie puede pasar cinco años sin haber escuchado lo que ocurrió esa noche en Konoha, sin saber que Itachi Uchiha es uno de los criminales más buscados en todas las naciones shinobis.
―No… eso no… no puede ser verdad ―abrazó sus propias piernas e intentó negar una y otra vez mientras lloraba―. Él no los mató. Itachi no haría algo así.
Sasuke dejó de gritar y hablar. Ella paró de llorar incapaz de si quiera reaccionar a toda la montaña de pensamientos que le caían encima. La lluvia la abrazó mientras se sumergía en un estado de negación y miseria.
Había silencios que no lograba comprender. Había noches que se ocultaban en las cuales deseaba volver a casa pero no se atrevía a pedirlo. Sabía que la respuesta era clara: Ellos no tenían un lugar al cual volver, estaban huyendo de las personas que atacaron Konoha esa noche, y todas las personas a quienes amaban estaban muertas. No obstante, Itachi nunca le dijo cómo ocurrió, ni tampoco el por qué. Todos esos años había aceptado que no podía preguntarlo y estaba en paz con ello. Sin embargo, los últimos días había escuchado de parte de Deidara que Itachi era un criminal del libro Bingo y ahora Sasuke decía que la razón de ello era porque había asesinado a todos en Konoha. No tenía sentido alguno para ella, pero al mismo tiempo… implantaba una duda que le carcomía el pecho.
―¿Qué pasó esa noche? ―le preguntó subiendo la mirada, encontrándose con ojos negros y vacíos que la observaban de vuelta.
―Itachi mató a todos en el clan ―la respuesta fue corta.
―¿Hubo más sobrevivientes?
―Sólo yo ―Hinata temblaba, las palabras de Sasuke resonaban con fuerza en su mente, negándose a creer que lo que decía fuese verdad.
―¿Y Hanabi-chan? ¿Qué ocurrió con ella? ―Sasuke la miró confuso― Mi hermana… ella… ¿Ella tiene una sepultura?
―De verdad no sabes qué ocurrió esa noche ―volvió a repetir pasmado, convenciéndose―. Sólo el clan Uchiha fue asesinado. Nada ocurrió con el resto de la Aldea. Hanabi está viva. Todo tu clan lo está.
―¿Qué? ―el corazón se le iba a quebrar, ¿Cuánto había llorado a Hanabi, a sus padres, a todos los que amaba tanto?― ¿No me estás mintiendo? ¿Me lo prometes? ―las lágrimas brotaron una vez más, no sabía si estar feliz o triste con lo que acababa de escuchar. Su pequeña hermana estaba viva, pero eso significaba que…
―También me negué a creerlo esa noche ―dijo finalmente como si volviese en sí―. Pensé que todo era una pesadilla. Pero a la mañana siguiente, cuando desperté, vi la realidad. Vi quien realmente era ese hermano mayor que tanto había admirado durante la infancia.
―Debe ser un error ―dijo finalmente, esa era la única explicación.
―Pudo matarme también, pero no lo hizo. Me dejó vivo por un motivo… ―y ahora que volvía en sí nuevamente esa mirada oscura que hacía conjeturas volvía a su pálido rostro ― y ahora quiero saber por qué tú estás viva.
La mano de Sasuke volvió a moverse hacia su portaherramientas. Hinata no necesitó pensarlo, su instinto le dijo que corría peligro y algo en ella la obligó a rodar por la corteza del árbol para caer y rodar un poco más por el suelo. Tan pronto logró arrastrarse hacia los matorrales notó que una hilera de shurikens se encontraban en los lugares en donde ella había estado.
―¿Qué ganó Itachi dejándote vivir? ―le gritó Sasuke.
―Él ha cuidado de mí todo este tiempo ―le respondió mientras se ponía de pie y corría entre los árboles, evitando las armas que volaban en su dirección. Activó el byakugan entonces, no sería problema esquivarlo de esa manera. Sasuke se acercó a su posición e intentó clavarle un kunai en el costado, pero ella lo rechazó con un movimiento de su palma que le golpeó el brazo liberando una oleada de chakra que lo hizo retroceder. Si bien no había practicado el puño suave en años, aún lo recordaba―. Si hubiese querido matarme habría tenido la oportunidad de hacerlo muchas veces pero no…
―¿Qué quiere de ti, Hinata?
No lo sabía. Si lo que Sasuke estaba diciendo era cierto, si efectivamente Itachi había matado a todas esas personas, nada le hubiese impedido hacerlo con ella también. Pero estaba viva, y él se había preocupado de cuidarla amorosamente por años. Cuando hacía frío le preparaba el té con la suficiente cantidad de azúcar para que fuera agradable a su paladar, la cobijaba y la dejaba dormir. Cuando vendaba sus ojos, le tomaba con cuidado la mano y la guiaba para que no tropezara con una piedra o pisara algún charco. En la noche, después de comer, le permitía acurrucarse a su lado y hablaban hasta quedarse dormidos. Muchas mañana había despertado antes que él, y se daba cuenta que la abrazaba de vuelta.
No. Itachi no era ese monstruo que Sasuke estaba describiendo. Se negaba a creerlo.
―¿Qué haces? ―le preguntó abriendo los ojos de par en par al ver la secuencia de sellos que realizaba.
Sasuke llevó una de sus manos a la boca y realizó el jutsu que distinguía al clan Uchiha. Una enorme bola de fuego se dirigía hacia ella arrasando con la vegetación del bosque. Lo que el pelinegro no esperó ver, fue que Hinata realizara los mismos sellos de mano.
―Katon: Goukakyuu no jutsu.
Ambas bolas de fuego chocaron y comenzaron a quemar todo a su alrededor. Sasuke saltó a un árbol que no ardía y la observó desde la altura con suspicacia, incrédulo de que ella pudiese hacer ese jutsu.
―¿Te lo enseñó? ―le preguntó molesto.
―Sí ―respondió Hinata con seriedad―. También soy una Uchiha. Soy… soy la esposa de Itachi Uchiha.
―Tú nunca serás una Uchiha ―dijo con amargura.
Entonces, precisamente mientras las palabras aún hacían eco entre los árboles en llama, Sasuke encontró lo que estaba buscando. El motivo por el cual no la había matado esa noche junto a las personas que no le eran útiles. Hinata no era una Uchiha. Hinata era una Hyūga.
―El byakugan. Quiere tu byakugan.
―¿Qué?
―¿Por qué quiere el byakugan? ―con kunai en mano se lanzó desde el árbol y volvió a combatir cuerpo a cuerpo con ella. Hinata hacía lo mejor posible para esquivar aprovechándose del deplorable estado de Sasuke―. ¿Qué planea hacer con tus ojos?
―Te equivocas.
―Tú lo sabes. Debes saberlo. ¡Dímelo!
―No sé de qué hablas.
―La roca en el templo… la roca… ―murmuró, pero Hinata no comprendía a qué se refería―. No los tendrá ―los ojos del pelinegro volvieron a tomar ese color rojo―. Aunque tenga que sacártelos antes.
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Tenían una misión bastante simple: buscar cuatro basuras de la aldea del sonido y seguirlas. ¿Cómo era posible que eso fuese demasiado difícil de entender? ¿Era demasiado pedir que no saltara y se perdiera entre los árboles? De por si estaba lloviendo y oscurecía. Tenía hambre, sueño, estaba cansado de usar su chakra para mantener su ave volando y había soportado los últimos días haciendo de niñera. Esa mocosa era tan pequeña y escurridiza que la había perdido de vista tan pronto logró aterrizar con el ave y ella se escabulló entre los altos matorrales de aquel bosque. Si no se hubiese deshecho de su aparato visual la habría podido seguir sin problemas. Quizás no era tan buena idea como pensaba todo eso de depender de la vista de alguien más. Los últimos años se había acostumbrado a localizar objetivos con su aparato y ahora que no lo portaba, en medio de la oscuridad, la lluvia y sumándole el cansancio… estaba resultando ser… bueno, en su mente no era un momento demasiado artístico.
―Odio a los niños ―se quejó entre dientes mientras saltaba sobre las ramas buscándola.
Si no hubiese estado lloviendo habría sido más fácil seguirle el rastro. Los olores se distorsionaban con el agua y la humedad, las huellas se perdían si pisaba las ramas y no el suelo, la visión se volvía dificultosa producto de la lluvia espesa y lo peor de todo es que ya no le quedaba demasiada arcilla para haber mandado arañas por ese bosque. ¿En qué momento había pasado de estar buscando shinobis a intentar encontrar a su compañera? Quizás debía cortarle una pierna para que no sucediera algo así de nuevo.
El líder requiere de sus ojos de cualquier forma, no de sus piernas ―pensó irritado.
Estaba seguro que daba vueltas en círculos durante los últimos minutos. No podía estar tan lejos. No era tan rápida como él, ni tan ágil. ¿Qué tanto podría haberse alejado? Se juró a sí mismo que tendría una seria conversación sobre seguir a sus superiores y la obligaría a que lo llamase senpai desde ese momento en adelante para que recordara su posición dentro de la organización. Estaba planeando un castigo ejemplar cuando de pronto la oscuridad se vio iluminada por una enorme explosión de fuego a la distancia.
Sintió algo extraño en el pecho cuando la espesa oscuridad del anochecer se iluminó con rojo…¿Preocupación? No pudo pensar demasiado en ello porque antes de que si quiera se diera cuenta montaba un ave de arcilla a toda velocidad en la dirección de donde provenía el fuego.
―Si se muere me meteré en tantos líos ―gruñó con amargor―. ¿Cómo le explicaré esto al líder? E Itachi me matará…
Cuando estuvo lo suficientemente cerca notó dos figuras moverse con una agilidad espeluznante entre los árboles. Una era Hinata y la otra un mocoso de la misma edad. Saltaban de un lado a otro, se lanzaban kunais y de vez en cuando el fuego chocaba contra el fuego. Subió una ceja al ver el nivel tan bajo de dicho combate, al punto de que hasta observarlo le resultaba de mal gusto y aburrido.
―Odio a los niños ―repitió mientras metía sus manos a los bolsillos. Definitivamente le quedaba arcilla para un ataque más, así que debía tener cuidado―. Realmente los odio… ―se lanzó en picada sobre el ave cayendo entre las ramas de los árboles y cuando estuvo a pocos metros del suelo, Hinata pareció verlo entre la lluvia de arañas de arcilla que caía sobre el chico. En una coordinación que no le llamó demasiado la atención, condujo su ave entre ambos combatientes y Hinata saltó hacia él sujetándose de su mano libre mientras volvía a elevarse y alzaba la otra mano en un sello― ¡Katsu!
Una nueva explosión ocurrió en ese bosque, sólo que esta vez los árboles no ardieron, sino que volaron en cientos de astillas hacia los costados. Una bola de fuego subió hacia el cielo como un hongo luminoso, alumbrando la noche mientras todo a unos quince metros a la redonda era reducido a añicos.
Dudaba que ese impertinente mocoso estuviese vivo.
―Debería matarte y luego hacerte explotar y volver a matarte y… ―advirtió que Hinata no dejaba de temblar abrazada contra su espalda― ¿Estás bien? ¿Te hirió? ―la jovencita no respondió, lo cual se le hizo extraño. Ni si quiera se percató de lo preocupado que se sentía por esa niña; no era de extrañar, durante esos días juntos había encontrado en la pequeña Hyūga una persona que parecía comprender su visión artística y eso había provocado un cierto aprecio de su parte―. ¿Quién era? ¿Por qué estaban combatiendo?
No hubo tiempo para una respuesta, pues se vio a sí mismo obligado a cambiar la trayectoria del vuelo del ave de arcilla producto de una serie de bolas de fuego que se dirigían hacia ellos. Movió el ave de un lado a otro para que no impactaran, pero le sorprendió la reticencia de ese chico, ¿Acaso no había muerto en la explosión?
―¿Quiere seguir peleando? ―dijo en voz baja más para sí mismo que para Hinata.
Agudizó la mirada y lo vio parado entre las ramas, jadeante y sangrando. No sabía si Hinata lo había dejado en ese estado en tan corto tiempo, pero de ser así, tendría que felicitarla luego. Sin embargo, no había que ser un genio para darse cuenta que si combatían, lo terminaría matando. Deidara estaba en perfectas condiciones (quizás un poco cansado, pero con suficiente chakra para combatir), y sólo faltaba el soplo de alguien para que ese chico se derrumbara. La pelea estaba decidida de ante mano.
Rodó los ojos aburrido, porque no le parecía artístico abusar de alguien sin un poder verdadero para oponérsele. No había belleza ni gloria en matar a un niño moribundo, más bien era un acto carente de sentido. Por otro lado, no tenía tiempo que perder; estaban detrás de un objetivo y odiaba fallar.
―¿Qué quieres? ―le gritó fastidiado volando a su alrededor en círculos.
―Devuélvemela ―le ordenó.
Sólo entonces Deidara se mantuvo quieto, con el ave aleteando para mantener su posición. Estaba lo suficientemente cerca para notar que frente a él no había un mocoso cualquiera: éste tenía ojos que odiaba bastante.
―Sharingan, ¿eh? ―rió con amargura.
Su mirada se afiló, su estómago se tensó y sus manos comenzaron a arder ante el deseo de combatir. Las lenguas de las bocas que había adherido a su cuerpo se retorcían ansiosas. Todo en él parecía querer estallar ante la emoción que experimentaba.
―Tú debes ser el hermano menor de Itachi, hn.
Los ojos joviales de Deidara tomaron un aspecto siniestro. Su mente viajó hasta ese día que maldecía en cada momento de silencio. Itachi había usado esos mismos ojos, confundiendo su mente, haciéndolo lucir como un completo imbécil frente a Sasori y Kisame. Ese día había perdido la libertad que tanto anhelaba, su capacidad para crear obras que sólo él requería ver, la autodeterminación de seguir un camino completamente suyo.
―No puedo matar a Itachi ―dijo lentamente―, pero tú, eres otra historia ―Sasuke pareció darse cuenta de su dilema y comenzó a mirar el terreno con cuidado para calcular sus posibilidades. Deidara lo notó y bufó―. Haré explotar todo el bosque antes de que puedas irte.
Una sonrisa adornó su rostro. No pensó que se sentiría tan bien poder deshacerse de uno de esos malditos Uchiha y los ojos que tanto odiaba. Tampoco pensó que sería tan fácil. Esa chica le había dado el mejor regalo que alguien le podría haber ofrecido, el hermano de Itachi, completamente demacrado y sin forma de si quiera poder combatir de vuelta.
―Devuélvemela ―repitió Sasuke lentamente, sus ojos seguían rojos y fijos en Hinata―. No te pertenece. Le pertenece a mi clan.
―¿Ah? ―Deidara bufó sin entender una sola palabra. ¿Por qué querría ese mocoso a Hinata?― Ella es mi subordinada. Si le pertenece a alguien, es a mí, hn ―las palabras le supieron un tanto agrias en la boca. Él no creía en esas estupideces de que las personas se pudieses poseer, hacía mucho tiempo no había esclavos en el mundo shinobi y ni si quiera se tomaban prisioneros en la guerra. Era mejor estar muerto que perder la libertad―. Aunque todo eso de que las personas sean propiedad de otras es arcaico. Yo creo en la libertad, hn ―sí, ahora las cosas volvían a saberle bien―. El arte es libre. La libertad es arte.
―¿De qué rayos estás hablando?
―¡De la libertad y de…! ¡No lo sé! ―el rostro de Sasuke lo irritó, sus ojos rojos lo rebajaban como si pensara que era un completo idiota―. ¡Tú empezaste esta discusión!
Deidara comenzaba a perder la paciencia y cuando eso sucedía las cosas explotaban, literalmente. Sus manos volvieron a su contenedor de arcilla y notó que tenía lo suficiente para una gran explosión más. El resto tendría que ser con C1 de la propia ave que montaba, pero luego, ¿Cómo podría salir del bosque y continuar su persecución? Era todo un dilema. No podía andar por ahí sin medios para defenderse.
Al carajo con todo ―pensó. Su arte era explosivo, no iba a limitarse pensando en el futuro.
―Veamos de lo que eres capaz ―sonrió entusiasmado. Hacía mucho tiempo no sentía ese fervor por combatir. No iba a matar a ese chico sólo porque la organización se lo ordenara, era libre de hacerlo, tomaba en sus manos la determinación de crear una hermosa obra nuevamente.
No obstante, no esperó que el agarre contra su espalda se afianzara de la forma en que lo hizo. Bajó la mirada y notó que la niña que lo rodeaba por la espalda intentaba contenerlo, inmovilizando sus brazos en aquel agarre.
―¿Qué haces? ―le preguntó confundido. La chica no respondió― ¿Quieres que te mate también? ―cuando lo preguntó percibió que temblaba, o más bien, sollozaba. Sólo en ese momento fue consciente que Hinata estaba llorando y comenzó a sentir humedad contra su espalda― ¡Ey! ¡Suéltame! De verdad te haré explotar y… ―de nuevo estaba ahí esa sensación que desconocía que le apretaba el estómago―… y… ―y realmente no sabía cómo reaccionar. Si ella hubiese sido un hombre le habría pateado el trasero expulsándola de su magnífica ave, pero era una niña. ¿Qué tipo de artista sería si golpeaba a una niñita que lloraba?― ¿Quieres que lo mate? ¿Eso te haría sentir mejor, eh? ―Hinata negó―. ¡Lo puedo hacer explotar! ¿Te gustaría eso? ―Hinata subió el rostro y lo observó con tristeza volviendo a negar entre sollozos―. Estoy perdiendo la paciencia, ya suéltame.
Comenzó a forcejear cuando algo luminoso captó su atención. Una nueva espera gigante de fuego se dirigía a ellos y esta vez estaba tan cerca que no podría evitarla moviendo el ave de arcilla. Haciendo empleo de su fuerza superior tomó a Hinata entre sus brazos y se lanzó al vacío. Pero el ataque no se detuvo ahí, mientras caía, una serie de shurikens voló en dirección a ambos y tuvo suerte de tener una mano con arcilla aún para evitar el impacto con sus propias arañas explosivas. Dejó que el resto de lo que había en las bocas de sus palmas saliera como una llave abierta de aqua. La arcilla cayó en forma líquida hacia el suelo y tan pronto aterrizó, se expandió. Cayeron de esa manera sobre la greda esponjosa, aminorando el golpe que se hubiesen dado.
―¿Estás feliz? ¿Era esto lo que querías? ―le preguntó a Hinata mientras la chica se hundía en la arcilla como si estuviera atravesando una nube.
Deidara rodó un par de metros y salió de la gran masa. Entendía que con lo que acababa de hacer ya no tenía opciones para crear un ataque devastador que destruyera el bosque, pero en las condiciones que ese chico se encontraba tampoco necesitaba algo de gran escala. Al enderezarse lo vio aterrizar un par de metros más allá de ellos y se lanzó al ataque haciendo que de la gran masa de arcilla salieran figuras deformes que controló con hilos que se unían a su mano.
Tan pronto las figuras se acercaron a Sasuke Uchiha las hizo explotar y con gran placer observó como el mocoso se veía envuelto en el fuego de su obra.
Estaba hecho.
O eso creía.
Cuando la explosión se disipó vio un tronco saltar en su dirección en vez del chico. Miró para todos lados pero no lo encontró, ¿Acaso había escapado? ¿En qué momento había utilizado el jutsu de sustitución?
―¿Vas a huir ahora? ―gritó saltando entre las ramas para buscarlo, pero fue inútil. Entre la lluvia y la oscuridad, le había perdido el rastro. Quizás ese había sido su propósito desde el primer ataque― Usa el byakugan ―le ordenó a Hinata desde su posición, quien dubitativa junto sus manos para activar su dojutsu― ¿Lo ves?
―No ―respondió la chica en un hilo de voz.
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Nota – Gracias por el continuo apoyo a este proyecto. La historia está avanzando mucho más rápido ahora ya que tengo todo trazado en mi mente. Espero poder actualizar con más frecuencia y les agradezco todas sus sugerencias pues las tomo en cuenta para saber qué es lo que piensan de la trama y en donde puede haber carencias.
Gracias por leerme y un abrazo!
