— Mirad, que hermosos fuegos artificiales.
La risa de Freezer resonaba mientras Bardock sentía su cuerpo arder hasta desvanecerse. Lanzó un grito y abrió los ojos. La pesadilla de sus últimos momentos se había sentido horrorosamente real. Pero esta dio paso a una confusión total cuando despertó en una habitación desconocida.
Era una habitación muy amplia, con mesas de madera pulida, y una gran y cómoda cama, que en aquel momento le mantenía cubierto con una pesada y cálida manta roja. Sin embargo, su temor disminuyó cuando sintió unos brazos y una cola familiares abrazando su cuerpo.
Gine dormía plácidamente a su lado. Bardock no pudo evitar sonreír un poco y acariciar el pelo de su esposa, que lentamente abrió los ojos y sonrió ligeramente al verle. Le dio un beso en la barbilla y miró alrededor. Tenía una gran sonrisa.
— ¿Sabes dónde estamos? — Preguntó él. Gine negó con la cabeza.
— Ni idea. — Se desperezó. — Pero esta cama es muy cómoda… Y esta ropa… es tan suave.
Gine dejó escapar una risita, acariciando su pijama de seda y la puerta se abrió. Llamaron a la puerta y Gine preguntó tímidamente que quién era.
— Soy yo, Chichi. ¿Puedo pasar?
— Sí… — Respondió Bardock.
Fue entonces cuando ataron los cabos. No habían creído del todo que Chichi fuese sincera cuando les había prometido que les devolvería la vida. Una voz interna les había hecho sentir que no se merecían eso.
— Bueno, espero que os haya gustado vuestra habitación.
— Es más grande que nuestra antigua casa. — Alabó Gine, desperezándome. — ¿De verdad es para nosotros?
— Claro. No iba a traeros de vuelta sin daros un lugar en el que vivir. — Dijo Chichi, encogiéndose de hombros. — Y tengo espacio de sobra para vosotros. Así que, si queréis bajar a desayunar, os estamos esperando.
— ¿Kakarot está abajo? — Gine se levantó rápidamente de la cama, agitando la cola nerviosamente.
— Toda la familia está abajo. — Chichi sonrió. — Goku está deseando conoceros. Y los niños también.
Bardock no era tan efusivo como su mujer, pero una sonrisa leve adornaba su rostro. ¿Toda una familia? ¿Ser abuelo? Eso era algo que no podía imaginar que llegaría para ver cuando estaba vivo.
— Tenéis ropa en los armarios. — Continuó Chichi. — Os esperamos abajo. Bajad las escaleras del fondo y estamos a la derecha, no tiene pérdida, ¿De acuerdo?
— Os vemos en seguida. — Respondió Gine, emocionada.
Chichi había surtido los armarios de una variedad de ropa bastante amplia. Bardock no estaba del todo seguro de estar cómodo con que Chichi conociese sus tallas. Las tallas en general eran un concepto que no habían manejado antes, dado que las ropas que solían vestir eran flexibles y se adaptaban incluso a su estado de Ozaru, pero aquellas prendas eran suaves, no se pegaban a su piel directamente.
— Esta ropa es rara. — Reconoció Bardock.
— A mí me gusta… ¿Qué tal me queda?
Gine tenía una expresión soñadora mientras se probaba un vestido veraniego que parecía muy ligero. Bardock simplemente sonrió y asintió. Gine emitió una risita y ambos bajaron escaleras abajo.
La mesa estaba puesta y cargada de comida. Chichi les habría llevado el desayuno a la cama... si no hubieran sido Saiyans. Sabía perfectamente que su apetito no sería pequeño. Y en aquella mesa había comida para alimentar un regimiento… de hecho, había un regimiento.
Chichi, sus tres hijos, Videl y Goku estaban sentados a la mesa. La muchacha parecía haber pasado la noche en aquella casa, porque estaba en pijama y despeinada.
— Ho-hola… — Gine dirigió la mesa hacia la cabecera de la mesa, y sus ojos se clavaron en Goku. — Mira, Bardock… es Kakarot… Realmente es idéntico a ti.
Goku se levantó de la mesa y se quedó un momento mirando fijamente a sus padres antes de decir nada. Era como si algo estuviera haciendo click en su cabeza al verlos, y, finalmente, una sonrisa apareció en sus labios.
— Cuando Chichi me dijo que había conocido a mis padres, no terminaba de creerlo. — Reconoció. — Pero ahora que os veo… creo que empiezo a recordarlo todo.
— ¿No te acordabas de nosotros? — Gine suspiró, un tanto decepcionada.
— Bueno… cuando era pequeño… me di un golpe en la cabeza. — Goku se llevó la mano a la cabeza, justo donde se había golpeado. — Tuve Amnesia. Pero en cuanto os he visto… ha venido todo… como de golpe.
— Oh, Kakarot… — Gine no se contuvo más y le abrazó. Le abrazó con fuerza. Goku se sonrojó un poco.
— Eh… está bien… — Goku la atrajo hacia sí. — Tenemos todo el tiempo del mundo…
— Todo valió la pena… — Susurró Gine, sonriendo. — ¿No crees Bardock?
Bardock miró a Goku fijamente unos instantes, serio.
— ¿Morir junto al planeta Vegeta y pasar décadas soportando torturas en el infierno para llegar aquí? — Su rostro se torció en una auténtica sonrisa. — Sin duda…
— Vais a hacer que me sonroje… — Goku dejó escapar una risa. — No soy para tanto.
— Eres mi hijo. — Respondió Gine, agitando la cola nerviosamente. — Es lo que importa.
Chichi tosió.
— De verdad que adoro ver ese hermoso reencuentro. — Sonrió, era una gran sonrisa. — Pero la comida se enfría, y aún tenéis que conocer a vuestros nietos.
La comida fue, probablemente, uno de los momentos más felices en la vida de Gine. Esos momentos era los que más valoraba en su vida. Recordaba con nostalgia cuando comía junto a Bardock y Raditz en casa. Pero esta vez no estaba flotando la amenaza de que su marido tuviera que irse a otra misión de la que no sabía si volvería.
Y adoró a cada una de las personas que estaba comiendo en aquella mesa. Gohan le recordaba mucho a ella, Goten era la viva imagen de Kakarot, la pequeña que llevaba su nombre era la cosa más mona que había visto en su vida y Videl era encantadora.
Bardock no era muy hablador, pero cualquiera podía percibir que se sentía a gusto en aquel ambiente tan distinto a su vida anterior. Él había sido un guerrero al servicio del rey Vegeta muchos años… estaba cansado de aquella vida. Y ahora su hijo parecía una persona muy distinta a lo que él había sido. Saiyans… viviendo una vida pacífica. Tampoco pensó que viviría para ver eso.
Tras la comida, todos parecían estar más que dispuestos a pasar un rato tranquilo, simplemente poniéndose al día, pero llamaron a la puerta y Chichi se levantó, pensando que probablemente sería algún patrocinador o un paparazzi. Pero no. De hecho, cuando abrió la puerta, se tropezó de cara con Vegeta.
— ¿Vienes por algún motivo en especial? — Preguntó.
Lo cierto es que aún estaban algo tensos el uno con el otro después de que su último encuentro hubiese acabado en una pelea. Chichi sabía que había actuado como una estúpida al dejarse manipular por Babidi, pero Vegeta sabía que los motivos de la terrícola para estar molesta con él eran genuinos y no sabía cómo proceder con ella.
— Kakarot había quedado conmigo para entrenar hoy. Aún tenemos pendiente la pelea que sustituya a la del torneo.
— Goku acaba de reunirse con sus padres. Insisto en que no entrenéis hoy.
— Espera… ¿Sus padres? ¿Qué padres? Creía que le había criado su abuelo. — Vegeta alzó una ceja. — No te referirás a… Sus padres Saiyan.
— Sí, exactamente ellos. — Dijo Chichi. — Le pedía al dragón de Namek que les trajese de vuelta.
— ¿Y no me has invitado? — Vegeta alzó una ceja.
— Es un asunto de familia.
— Príncipe Vegeta. — Bardock se aproximó e hizo el amago de arrodillarse, pero Vegeta le interrumpió.
— No, en serio, no es necesario, ya no hacemos eso.
Chichi alzó la ceja, genuinamente sorprendida de la actitud de Vegeta. Él siempre decía ser el príncipe de los Saiyans con muchísimo orgullo, pero ahora parecía extrañamente avergonzado.
— ¿Conocías a Vegeta? — Preguntó Goku, con cierto interés.
— No personalmente, pero es nuestro príncipe.
— Podrías haberme avisado de que no ibas a entrenar, Kakarot. Me habría quedado en casa. — Dijo, cruzándose de brazos.
— Podríamos entrenar todos juntos. — Dijo Kakarot.
— ¿Entrenar? — Gine alzó la ceja. — ¿De qué hablan?
— Yo también estoy interesado. — Comentó Bardock. — ¿A qué os referís?
— ¿Vosotros no entrenabais? — Preguntó Gohan, aproximándose.
— No era nuestra costumbre. — Respondió Vegeta. — Los Saiyans nacíamos fuertes y aprovechábamos nuestro talento para ganar poder al estar al borde de la muerte. No se nos pasaba por la cabeza siquiera los beneficios que podía tener un entrenamiento.
— ¿Y en qué consiste? — Preguntó Gine.
— Bueno, hay muchas formas. — Comentó Goku, emocionado por la perspectiva de enseñar a sus padres. — Pero primero debería ver vuestro nivel en una pelea.
— No, yo ya no peleo. Dejé atrás esa vida. No me gusta hacer daño a los demás.
— Nadie se hará daño. — Dijo Goku. — Será divertido.
— ¿Pelear… sin hacer daño a nadie?
La expresión de absoluta y total confusión de Gine le dijo mucho a Chichi sobre la vida que los Saiyan debían haber llevado. Los saiyan sólo destruían, combatían para matar, para hacer daño. Pero Chichi no pudo evitar ver que Gine era distinta a los otros Saiyan, decididamente, muy distinta a como era Vegeta cuando había llegado a la Tierra.
— Tenemos mucho que enseñar a tus padres, Goku. — Chichi sonrió. — Y yo aún no he puesto a prueba mi batería desde que Bulma la reparó… Quizá no sea tan mala idea hacer un entrenamiento conjunto.
— Ahora hablas mi idioma, Mujer. — Respondió Vegeta, motivado.
— A mí también me gustaría probar las nuevas habilidades en las que he estado trabajando. — Videl sonaba incluso más motivada. — Chichi, ¿Qué tal si Gine y yo hacemos equipo contra ti? ¡Combate de chicas!
— Me parece bien. — Chichi sonrió. — Además, así dejamos a los chicos a solas. Goku, enséñale a tu padre cómo manejar la transformación en Super Saiyan. Seguro que le sacará partido.
— ¿Puedes convertirte en Super Saiyan?
— Cuando estábamos en el infierno, nos enfrentamos a una criatura terrible. Atacó a tu madre y… pasó.
— Comprendo. — Goku sonrió. — No te preocupes, te enseñaré todo lo que sé sobre la transformación.
Goku se llevó a todos los chicos a algún lugar en el que estuvieran a solas y Chichi se encaminó hacia el patio. No tenía intención de poner en riesgo sus tomates, pero estaba segura de que no llegarían tan lejos como estaba convencida que llegarían los otros Saiyan.
— No estoy del todo convencida de esto. — Susurró Gine.
— No te preocupes, yo te cubro. — Videl le guiñó el ojo.
— Muy bien, Gine… Muéstrame tu poder. No te dejes nada.
— ¿Nada? Está bien.
Gine colocó las piernas en posición y elevó su ki tanto como pudo. Chichi… no se impresionó demasiado. Lo cierto es que ni siquiera cuando la sintió usar su poder como Ozaru le parecía un poder demasiado grande. Asintió y la miró.
— Atácame con todas tus fuerzas.
— ¿Segura?
Chichi sonrió y asintió. No se movió en lo más mínimo cuando Gine se acercó. Videl hizo lo propio. Ambas mujeres se lanzaron en su contra y empezaron a intercambiar golpes con ella. Pero era un esfuerzo fútil. Chichi se movía lo justo y necesario para evitar o bloquear cada uno de los envites.
— Vamos, Videl… sé que no es esto en lo que has estado trabajando. — Dijo, cuando retuvo los golpes de ambas con asombrosa facilidad.
— Sólo estaba calentando. — Se quejó la humana. — Ahora iremos en serio.
— Yo no estaba calentando. — Bufó Gine.
Su cola se había enrollado en su cintura como sucedía con su marido cuando estaba en postura de combate, y estaba tensa. Efectivamente, había usado hasta la última gota de su poder, y no podía hacerle nada a Chichi.
Estaba sorprendida. Habían enviado a Kakarot a ese planeta porque se suponía que el nivel de poder de los terrícolas era irrisorio. Ya había visto a Chichi en el infierno, pero ahora que estaba restaurada, era algo completamente diferente.
Incluso Videl, siendo un humana común y corriente, estaba convencida de que tenía un nivel de poder de al menos tres cifras, aunque no tuviera su rastreador.
— Muy bien. Hagamos esto. — Le dijo Videl.
— ¿Qué planeas?
— Tú ataca… lo sentirás en seguida.
Gine sólo asintió y se lanzó a Chichi. Pudo escuchar a Videl tras ella. Y sintió algo en su interior, como un fuego que despertaba y la hacía moverse con más fuerza que nunca. Su cuerpo respondía de forma distinta cuando se lanzó a golpear a Chichi. Esta vez, Chichi tuvo que responder activamente. Su expresión se mostraba concentrada mientras esquivaba los golpes y contraatacaba activamente.
Pero, en un momento dado, se paró en el acto, bloqueada, completamente paralizada, y Gine pudo encadenarle varios golpes en el acto antes de que, con un grito, Chichi se transformase y una oleada de Ki empujase a Gine. Chichi se adelantó y con un solo golpe la tumbó en el suelo.
— ¿Qué has usado, una centésima parte de tu poder? — Le preguntó Gine, que lo encontraba extrañamente divertido.
Chichi recuperó su forma base y bufó.
— No quería propasarme, pero cuando me quedo atrapada… digamos que es algo que no me resulta agradable… Y no podía salir sin transformarme. — Su rostro se encaró hacia Videl. — Impresionante…
— Lo sería si hubiera podido retenerte transformada, aún me queda mucho que entrenar. — Bufó Videl.
— Entonces… técnicas de apoyo. — Videl asintió y Chichi sonrió. — Has potenciado a Gine y a mí me has dejado quieta para que pueda darme una paliza…
— Pensé que era le mejor forma en la que podría ser útil. Puedo multiplicar el poder de cualquier guerrero. Si lo usase contigo… serías imparable… bueno, aún más imparable. Chaoz me ha dado unas cuantas lecciones, y tus contactos me han hecho ver otros maestros con este tipo de técnicas. Incluso los Kais me han enseñado algo.
— A mí me has hecho sentir que podría destrozar el planeta si me lo proponía… y eso que soy una debilucha compara con Chichi y los chicos. — Dijo Gine, mientras se incorporaba.
— No te preocupes, Gine. — Chichi negó con la cabeza. — Eres una Saiyan… con un poco de entrenamiento te pondrás al día en seguida… es más… seguramente te hagas más poderosa si te pego un poco más fuerte… Con Goku funciona.
Chichi se echó a reír ante la visible confusión de su suegra, aunque Videl parecía tan confusa como ella, así que no le dio demasiada importancia.
