Capítulo 68: Cuarteto de perdedores, es lo que Draco se siente.

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Draco esta de mal humor, no le dice a nadie que pasa y si el extraño nuevo grupo nota algo, tampoco comentan porque aparentemente tienen al menos una neurona para saber que es mejor no molestarlo. Debe ser porque incluso Percy no siente la confianza para hacer algo como antes. Draco no podría importarle menos los pensamientos de Percy ahora mismo, la idea de que algo malo le esté pasando a Nico lo aterroriza. Ocupan terminar esta estúpida misión pronto, para poder ir a buscarlo, lo bueno es que tanto Hazel como Percy parecen aceptar esa idea rápidamente, por lo cual no sería solo Draco, ocuparían ayuda de Lavender y Theo, tal vez incluso Anthony podría ayudar a investigar.

Los vínculos están ahí, no suficientemente fuerte para hablar, pero están ahí.

También puede que solo fuera exagerando, que nada malo pasa, que solamente el vínculo de Nico esta casi cerrado con los demás por el tiempo.

No.

Draco sabe que algo malo está pasando.

Ignora la vieja casa de Hazel, alzándose sobre el agua en unos pilares con conchas incrustadas. El techo estaba hundido. Las paredes estaban perforadas con agujeros como si hubiera habido un tiroteo. La puerta estaba cerrada con tablas, y un cartel escrito a mano que leía: HABITACIONES, ALMACENAJE, DISPONIBLE.

Cuando entraron.

Draco solo ocupa pensar un poco, pero se siente un poco enfermo ante la idea que todo este tiempo que había estado buscando a Percy, Nico estuviera sufriendo.

Los extraños sueños ahora le preocupan.

¿Qué pasa con Nico?

Mientras todos escuchan la triste historia de Sammy, un viejo amigo de Hazel, no tiene empatía suficiente para preocuparse y en su lugar se va a un lugar alejado.

—¿Nico? —intenta llamarlo en voz baja por el vínculo.

Nada.

No hay respuesta.

Draco odia su vida, como si aun con Bianca muerta, estuviera fallándole a la promesa de cuidar a su hermano y eso lo hace sentir peor.

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Draco había pasado gran parte de la noche ignorando a todos y muriéndose de preocupación, así que cuando los atacan (¿realmente eso debería sorprenderlo?) y tienen que huir en el caballo mágico de Hazel (para sus adentros piensa que Aurora sigue siendo más guapa), todos parecen preocupado de tres personas y Draco se transforma en un Huron para sorpresa de todos. Hay un extraño chiste de parte de Frank que piensa que es un cambia formas, pero se sube rápidamente en Percy para que puedan huir sin pelear; tiene la extraña sensación de que ocupan guardar todas las energías posibles.

El viaje en caballo no es tan malo.

Draco se sujeta de la camisa de Percy y siente que el mundo gira a su alrededor, su estómago se hunde ante la enorme velocidad y los chicos ignoran como Hazel parece estar dando un paseo por el parque.

Hermana de Nico tenía que ser.

Esta loca.

Arión no tuvo problemas.

Corría por el agua a la velocidad del sonido, calentando el aire a su alrededor por lo que Draco no sentía ni el frío; solo un terror increíble de que se estrellarían contra algo y morirían en el acto.

Frank y Percy no parecían tan contentos.

Cuando Draco los miró, sus dientes castañeteaban y sus ojos estaban en blanco. Las mejillas de Frank estaban hundidas de la presión. Percy estaba sentado detrás del todo, intentando desesperadamente no caerse del caballo y sujetarlo contra él.

A la velocidad que se movía Arión, no se daría cuenta uno o dos kilómetros después si alguno de ellos faltaba.

Cabalgaron por estrechos helados, fiordos azules, acantilados con cascadas que iban hacia el mar. Arión saltó por una brecha y siguió galopando, comenzando a esquivar un grupo de focas de un iceberg. Parecían haber pasado unos pocos minutos cuando se adentraron en una estrecha bahía. El agua cambió de consistencia de hielo liso a un sirope azul pegajoso. Arión se detuvo delante de una tabla helada turquesa.

A un kilómetro y medio se alzaba el glaciar Hubbard.

Unas moradas montañas nevadas se extendían a cada dirección, con nubes flotando alrededor como unos cinturones suaves y sedosos. En un valle gigantesco entre dos de los picos más grandes, una escarpada pared de hielo se alzaba delante del mar, creando un desfiladero. El glaciar era azul y blanco con vetas negras, así que parecía un montoncito de nieve sucia que ha sido amontonado por una quitanieves, lo menos hace unos cuatro millones de años.

Cuando Arión se detuvo, Draco sintió caer la temperatura junto sus pulmones probablemente. Todo el hielo enviaba oleadas de frío, convirtiendo la bahía en la nevera más grande del mundo. Lo más espeluznante era un sonido como un trueno recorriendo el agua.

—¿Qué es eso? —Frank miró las nubes por encima del glaciar—. ¿Una tormenta? —

—No—dijo Hazel—. Es el hielo está crujiendo y cambiando. Millones de toneladas de hielo. —

—¿Te refieres a que eso se está rompiendo? —preguntó Frank.

Como en respuesta. Una capa de hielo cayó de un lado del glaciar y se estrelló contra el mar, creando una ola de agua de varios pisos de alto. Un milisegundo después el sonido resonó por todo el lugar: un bum tan atronador como Arión rompiendo la barrera del sonido.

Draco miro a Percy que parecía también pálido al respecto.

—¡No nos podemos acercar a esa cosa! —dijo Frank.

—Tenemos que hacerlo—dijo Percy—. El gigante está allí arriba. —

Arión relinchó y Draco pudo entenderlo ahora que era hurón: "Humanos estúpidos dudando de mi capacidad, si supieran lo que puedo hacer, hijos de perra que no entienden que puedo llevarlos a la cima, imbéciles". Y luego procedió a una larga cantidad de insultos lo que provocó que Draco jadeara.

Que hocico, ni la cabaña de Ares hablaría así.

No delante de él.

Bueno.

Tal vez Clarisse.

—Vaya, Hazel—dijo Percy—, dile a tu caballo que cuide su lengua. —

Hazel intentó no reírse.

—¿Qué ha dicho? —

—¿Sin tantas palabrotas? Dice que nos puede llevar a la cima. —

Frank los miraba con incredulidad.

—¡Creía que el caballo no podía volar! —

Esta vez Arión relinchó tan enfadado diciendo tantas malas palabras que Draco volteo a ver a Percy que lucía horrorizado.

—Tío—le dijo Percy al caballo—, una vez me suspendieron por decir algo parecido.

—Subid, entonces, chicos—dijo Hazel, nerviosa—. ¡Arión, arre! —

Arión llegó al glaciar como un cohete desbocado, corriendo por la nieve derretida como si quisiera jugar a chapotear en los charcos en la montaña de hielo.

El aire se enfrió. El sonido del hielo rompiéndose se incrementó. Mientras Arión se acercaba, el glaciar parecía más y más grande, a Draco le dio vértigo de golpe. El lado del glaciar estaba cubierto de grietas y cuevas, con carámbanos en el hielo afilados como hachas. Había pedazos cayendo sin parar, algunas no eran más grandes que unas bolas de nieve, otras del tamaño de una casa.

Cuando estuvieron a unos cincuenta metros de la base, un relámpago hizo crujir los huesos de Draco (a pesar de su procedencia y su inmunidad no le gustaba ese sonido), y una cortina de hielo que podría haber cubierto el Campamento.

Júpiter les cubrió.

Estaba sorprendido que su padre hiciera algo por él y quería maldecirlo, pero tal vez no era el momento.

—¡Cuidado! —gritó Frank.

En un golpe de velocidad el caballo, zigzagueó por los escombros, dejando pedazos de hielo cayendo por la cara del glaciar.

Percy y Frank dijeron como palabrotas como el caballo y se agarraron desesperadamente mientras Hazel agarraba al caballo; Draco simplemente fue sujetado entre el cuerpo de Frank y Percy casi dejándolo sin aire en su pequeña versión. De alguna manera, se las arreglaron para no caer mientras Arión escalaba los acantilados, saltando poco a poco con agilidad y velocidad. Era como subir por una montaña mientras ésta se caía.

Entonces se acabó todo.

Arión llegó, orgulloso, a la cima del glaciar.

"¡Chupaos esa, tíos!"

Adorable, pensó Draco.

Entonces se giró y corrió hacia el interior del glaciar, dejando un camino fundiéndose a su paso.

—¡Ahí! —señaló Percy.

El caballo se detuvo. Delante de ellos se alzaba un campamento romano helado como una gigantesca replica fantasmagórica del Campamento Júpiter. Las trincheras estaban decoradas con carámbanos de hielo. Las murallas estaban cubiertas de nieve brillando con un cegador color blanco. Colgando de las torres de guardia, unos estandartes de una tela azul helado temblaban con el sol ártico.

No había ninguna señal de vida. Las puertas estaban abiertas. No había centinelas en las paredes, aún así, Draco tenía una incómoda sensación.

Nunca nada era tan fácil.

Este lugar parecía, como si la tierra intentara despertarse y consumirlo todo, como si las montañas a cada lado quisieran estamparse entre ellas y reducir el glaciar entero a pedazos.

Arión trotó, asustadizo.

—Frank—dijo Percy—, ¿qué tal si vamos a pie a partir de aquí? —

Frank suspiró, aliviado.

—Pensaba que nunca lo ibas a decir. —

Desmontaron y dieron unos pasos. El hielo parecía estable, cubiertos con una fina capa de nieve que no lo hacía resbaladizo.

Hazel hizo avanzar a Arión.

Percy y Frank andaban a cada lado, con la espada y el arco preparados.

Draco volvió a ser humano sintiéndose algo adolorido por el viaje, como Huron era más sensible algunos viajes.

—¿Cómo puedes hacerlo? —pregunto Frank aunque tenía el arco listo a lo cual Draco solamente saco la lanza como siempre listo para la lucha.

—Soy un mago—comento con calma.

—¿Puedes sacar un conejo de tu sombrero? —

—Me niego a tener esta charla dos veces contigo Percy—

—Supongo que no, que vergüenza—

Draco lo apunto con la lanza, pero Hazel los hizo seguir el paso, Draco le dio una mirada de advertencia a Percy de que esta conversación no había terminado, pero tenían cosas más importantes que hacer.

Se acercaron a las puertas sin ser desafiados.

En las encrucijadas, delante del principia nevado, había una alta figura vestida con ropas oscuras, atado con cadenas heladas. No es por querer comentar lo obvio, pero Draco pensó que eso no era para nada cómodo de ninguna forma.

—Tánatos—murmuró Hazel.

Casi se cayó de Arión, pero Frank la atrapó y la incorporó.

—Te tengo—le prometió—. Nadie te va a llevar. —

Draco solamente miro de reojo a Hazel, la noto asustada y Draco pensó en los olimpos, pensó en Bianca muerta y todos los que había perdido.

Pensó en tantas cosas.

—Estoy bien—mintió la chica.

Percy miró a su alrededor, incómodo.

Draco solo pensó que ese día, no iba a dejar a nadie que muriera otra vez, estaba cansado de ver a otros morir.

Estaba cansado de ver muertos.

Estaba cansado de perder personas importantes.

—¿No hay defensas? ¿No hay gigante? Tiene que ser una trampa. —

—Es obvio—dijo Frank—. Pero no creo que tengamos elección. —

Antes de que Hazel cambiara de idea, forzó a Arión a atravesar las puertas. El decorado era poco familiar, los barracones de otra especie de ejército, los lavabos, la armería.

Se detuvieron a diez metros de la figura encadenada.

Arión medio galopó hacia los lados, sintiendo su nerviosismo.

Todo parecía gritar trampa, pero Draco solamente bostezo un poco aburrido y estiro su cuerpo, parece ser que una lucha iniciaría en cualquier momento.

—¿Hola? —Hazel forzó las palabras—. ¿Señor Muerte? —

La figura encapuchada alzó su cabeza.

Al instante, el campamento entero cobró vida. Unas figuras con armaduras romanas emergieron de los barracones, del principia, de la armería y de la cantina, pero no eran humanos. Eran sombras, los fantasmas parlantes que Draco había visto una vez en el inframundo. Sus cuerpos no eran mucho más que volutas de vapor oscuro, pero se las arreglaron para mantenerse con partes de armadura, yelmos y petos. Unas espadas cubiertas de hielo estaban agarradas a sus muñequeras. Unos escudos dentados y unas pilas flotaban en sus manos humeantes.

Las plumas de los cascos de centuriones estaban congeladas y andrajosas. La mayor parte de las sombras iban a pie, pero dos soldados salieron de los establos en un carruaje dorado arrastrado por dos sementales negros fantasmales.

Cuando Arión vio los caballos, pisoteó el suelo, furioso.

Frank alzó su arco.

—Sí, aquí está la trampa. —

Los fantasmas formaron figuras en las encrucijadas. Había lo menos un cien de ellos, no una legión entera, pero más de una cohorte. Algunos llevaban estandartes del relámpago de una legión un tanto andrajosos, los de la expedición perdida de Michael Varus en los 80. Otros llevaban estandartes e insignia que Draco no reconocía (pero apostaba que Anthony sí), como si hubieran muerto en distintas épocas, en misiones distintas,

La mayor parte de ellos estaban armados con armas de oro imperial.

El oro imperial no era sólo un metal precioso. Era mortal para los semidioses y los monstruos. Intentar controlar todo aquello al mismo tiempo sería como intentar controlar el plutonio de un reactor nuclear. Si fallaba, podría borrar del mapa el glaciar Hubbard y matar a sus amigos.

—¡Tánatos! —Hazel se giró hacia la figura de la túnica—. Estamos aquí para rescatarte. Si pudieras controlar las sombras, decirles que… —

Su voz se quebró.

La capucha del dios se le cayó y sus ropas cayeron al extender sus alas, dejándole vestido con una túnica negra sin mangas atada con un cinturón por la cintura. Era el hombre más apuesto que Draco jamás había visto, le dio un pensamiento de disculpa a Harry, pero había algo que no podían competir los humanos con los olimpos; era en su belleza sin igual.

Su piel era del color de la teca, oscura y brillante como la mesa de espiritismo de la Reina Marie. Sus ojos eran de un color miel dorado como los de Hazel. Era delgado y musculoso, con una cara majestuosa y un pelo negro cayéndole por sus hombros.

Sus alas refulgían con sombras azules, negras y moradas.

Draco se recordó de respirar.

También que tenía novio.

Hermoso era la definición correcta para Tánatos, ni guapo, ni tío bueno, ni nada de eso. Era hermoso igual que un ángel: eterno, perfecto, remoto.

Percy le empujo el tobillo, pero cuando Draco volteo a verlo quiso señalar que él también estaba sonrojado al ver a la muerte, este le gruño por bajo pero Draco solo tomo aire.

Genial.

A lo que vinieron.

—Oh—dijo Hazel en un hilo de voz.

No pudo culparla, estaba igual.

Las muñecas del dios estaban atadas con esposas heladas, con cadenas que se clavaban en el suelo del glaciar. Sus pies estaban desnudos, encadenado también por los tobillos.

—Es Cupido—dijo Frank.

—Un Cupido muy oscuro—coincidió Percy.

—Me halagáis—dijo Tánatos. Su voz era igual de hermosa que él, oscura y melodiosa—. Me toman a menudo por el dios del amor. La muerte tiene mucho más en común con el amor de lo que imagináis. Pero soy Muerte. Os lo aseguro. —

Draco quiso decir algo.

Porque si, puede que fuera hermoso, pero pensó en la muerte de sus amigos y el saber que de alguna forma este estuvo involucrado le hizo sentir enfermo.

Draco odiaba a la muerte, por muy hermoso que fuera.

—Esta… estamos aquí para salvarte—se las arregló para decir Hazel—. ¿Dónde está Alcioneo? —

—¿Salvarme? —Tánatos entrecerró los ojos—. ¿Sabes lo que estás diciendo, Hazel Levesque? ¿Sabes lo que significará? —

Percy dio un paso adelante con su espada.

—Estamos perdiendo el tiempo. —

Alzó su espada hacia las cadenas del dios. El bronce celestial chocó contra el hielo, pero Contracorriente se quedó pegada a la cadena como si estuviera hecha de pegamento. El hielo comenzó a subir por la hoja. Percy la movió frenéticamente. Frank corrió para ayudarle. Juntos, se las arreglaron para arrancar a Contracorriente antes de que el hielo les llegara a las manos.

Draco pensó que esto era estúpido.

—No funcionará—dijo Tánatos—. Y en cuanto al gigante, está cerca. Esas sombras son suyas, no mías. —

Los ojos de Tánatos miraron los soldados fantasmas. Parpadearon incómodos, como si el viento ártico hiciera vibrar rus filas.

—¿Entonces cómo te sacamos? —pidió Hazel.

Tánatos volvió su atención hacia ella.

—Hija de Plutón, descendiente de mi maestro, tú entre todas las personas no deberías desear que me liberaran. —

—¿Crees que no lo sé? —los ojos de Hazel le lloriquearon, dejando a Draco congelado al verla.

Se pregunto si Silena, si Mitchel, si Lee, si Luke o Bianca habrían tenido tanto miedo de morir. Una parte de él curiosamente, estaba seguro que cualquiera de ellos no hubiera tomado otro camino por su destino.

Era Draco quien quería otro camino.

—Escucha, Muerte—alzó su espada de caballerías, y Arión relinchó en desafío—. No he vuelto del Inframundo y he viajado cientos de metros para que me digan que soy estúpida por liberarte. Si me muero, me muero. Lucharé contra un ejército entero si hace falta. Dinos cómo romper tus cadenas. —

Tánatos la estudió durante un latido de corazón.

—Interesante. Entiendes que esas sombras fueron una vez semidioses como tú. Lucharon por Roma. Murieron sin completar sus misiones heroicas. Como tú, una vez fueron enviados a los Asfódelos. Ahora que Gea les ha prometido una segunda vida si luchan por ella hoy. Por supuesto, si me liberáis y les vencéis, volverán al Inframundo dónde pertenecen. Por traición contra los dioses, se enfrentarán a un castigo eterno. No son distintos a ti, Hazel Levesque. ¿Estás segura de que quieres liberarme y condenar esas almas para siempre? —

Draco medito en eso.

En la muerte.

En Bianca, que era hermana de Hazel y que no había podido conocerse.

Se pregunto si por algún motivo estaría feliz si fuera uno de sus amigos muertos por aquí, si se pondría del lado de Gea si prometía volver a ver a Luke o Bianca.

Frank apretó los puños.

—¡Eso no es justo! ¿Quieres ser liberado o no? —

—Justicia…—murmuró Tánatos—. Te sorprendería lo mucho que oigo esa palabra, Frank Zhang, y lo insignificante que es. ¿Es justo que tu vida arda tan corta y brillantemente? ¿Fue justo cuando guie a tu madre hacia el Inframundo? —

Frank se incorporó como si hubiera sido golpeado.

—No—dijo Tánatos, con tristeza—. No fue justo. Y aun así era su hora. No hay justicia en la Muerte. Si me liberas, cumpliré con mi deber. Pero por supuesto, las sombras intentarán deteneros. —

—Así que si te dejamos ir—resumió Percy—, seremos aplastados por un montón de tíos de vapor negro con espadas de oro. Guay. ¿Cómo rompemos las cadenas? —

Tánatos sonrió:

—Sólo el fuego de la vida puede derretir las cadenas de la muerte. —

—Sin acertijos, ¿por favor? —preguntó Percy.

Frank respiró con dificultad.

—No es un acertijo. —

—Frank, no—dijo Hazel, con debilidad—. Tiene que haber otra manera. —

Una risa recorrió el glaciar. Una voz sorda dijo:

—Amigos míos. ¡He esperado demasiado tiempo! —

De pie ante las puertas del campamento estaba Alcioneo. Era incluso más grande que el gigante Polibotes que habían visto en California. Tenía la piel de un oro metálico, y una armadura hecha de cables de platino, y un bastó del tamaño de un tótem. Sus piernas de dragón rojo rompieron el hielo mientras entraba por el campamento. Unas piedras preciosas brillaban en su pelo rojo trenzado.

El gigante se acercó, sonriendo hacia ella con sus sólidos dientes plateados.

—Ah, Hazel Levesque—dijo viendo a la chica—, ¡me has costado mucho! Si no fuera por ti, habría nacido hace décadas, y este mundo ya sería de Gea. ¡Pero no importa! —

Alzó las manos, señalando las filas de los soldados fantasmas.

—¡Bienvenido, Percy Jackson! ¡Bienvenido, Frank Zhang! Soy Alcioneo, la némesis de Plutón, el nuevo maestro de la Muerte. Y esta es mi legión. —

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Fue extraño escuchar ese nombre, Draco recordaba haber escuchado que para ser el maestro de la muerte tenía que tener las 3 reliquias, la varita, la capa y la piedra de resurrección. Había pensado entonces que era como un cuento de hadas, pero luego todo se mostró ante sus ojos y se dio cuenta que los cuentos de hadas de hecho existían; porque estaba viviendo en uno. Los cuentos de hadas no eran lindos, eran deprimentes y había sangre y muerte a su alrededor.

No le agradaba Tanatos, si pudiera le daría un puñetazo.

Pero ahora.

Hay otros problemas.

—Hazel—intentó Frank mantener su voz firme—. ¿El paquete que me guardas? Lo necesito. —

Hazel le miró, desesperada. Sentada sobre Arión, parecía una reina, poderosa, con su pelo castaño sobre sus hombros y una esencia de neblina helada alrededor de su cabeza.

—Frank, no. Tiene que haber otra manera. —

—Por favor. Sé… lo que hago. —

Tánatos sonrió y alzó sus muñecas encadenadas.

—Haces lo correcto, Frank Zhang. Se deben de hacer sacrificios. —

Genial, si Tánatos aproaba su plan, era una mala idea.

El gigante Alcioneo se adelantó, con sus pies de reptil haciendo crujir el suelo.

—¿De qué paquete hablas, Frank Zhang? ¿Me habéis traído un presente? —

—Nada para ti, tío dorado—dijo Frank—. Excepto un gran montón de dolor. —

El gigante rugió, riendo.

—¡Hablas como un hijo de Marte! Qué pena que tenga que matarte. Y… este… he estado esperando mucho para conocer al famoso Percy Jackson. —

El gigante sonrió. Sus dientes plateados hacían parecer su boca como el motor de un coche.

—He seguido tus progresos, hijo de Neptuno—dijo Alcioneo—. ¿Tu lucha contra Cronos? Bien hecho. Gea te odia a ti por encima de los demás… excepto, quizá, a ese presuntuoso de Jason Grace. Lamento que no pueda matarte hoy, pero mi hermano Polibotes te quiere de mascota. Cree que será divertido que cuando destruya a Neptuno tener a uno de sus hijos favoritos en un látigo. Después de eso, por supuesto, Gea tiene planes para ti. —

—Sí, qué halagador—Percy alzó Contracorriente—. Pero de hecho, soy el hijo de Poseidón. Soy del Campamento Mestizo. —

Los fantasmas parpadearon. Algunos alzaron sus espadas y sus escudos helados.

Alcioneo alzó la mano, obligándoles a esperar.

Draco apretó el puño con orgullo de su amigo, queriendo restregarles a todos que el chico había decidido al campamento mestizo.

Chúpale esa campamento romano.

Percy es de ellos.

—Griego o romano, no me importa—dijo el gigante—. Destruiremos ambos campos de una sentada. Ya ves, los titanes no pensaron a lo grande. Planearon destruir a los dioses en su nueva morada en América. ¡Los gigante somos más listos! Para matar a un árbol, debemos cortar sus raíces. Incluso ahora, cuando mis ejércitos destruyan vuestro pequeño campamento romano, ¡mi hermano Porfirión estará preparando la batalla real en las tierras de antaño! Destruiremos a los dioses desde sus orígenes. —

Los fantasmas golpearon sus espadas contra sus escudos. El sonido resonó por las montañas.

—¿Sus orígenes? —preguntó Frank—. ¿Te refieres a Grecia? —

Alcioneo se rio.

—No tienes que preocuparte de eso, hijo de Marte. No vivirás lo suficiente como para ver nuestra victoria definitiva. Sustituiré a Plutón como señor del Inframundo. Ya tengo a Tánatos bajo mi poder. ¡Con Hazel Levesque a mi servicio, también tendré todas las riquezas bajo la tierra! —

Hazel alzó su spatha.

—No estoy a servicio de nadie. —

—¡Oh, pero tú me has dado la vida! —dijo Alcioneo—. Es cierto que esperábamos despertar a Gea durante la Segunda Guerra Mundial, eso habría sido glorioso. Pero en realidad, el mundo ya tenía un mal aspecto entonces. Muy pronto, vuestra civilización será borrada del mapa. Las Puertas de la Muerte seguirán abiertas. Aquellos que nos sirven nunca perecerán. Vivos o muertos, vosotros uniréis a mi ejército. —

Percy negó con la cabeza.

—Lo dudo, tío dorado. Tú te vas a ir abajo. —

—Espera—Hazel espoleó el caballo hacia el gigante—. Yo he hecho crecer a este monstruo de la tierra. Soy la hija de Plutón. Me toca matarle. —

—Ah, pequeña Hazel— Alcioneo plantó su bastón en el hielo. Su pelo brilló con las gemas por valor de millones de dólares—. ¿Estás segura de que no te unirás a nosotros por tu propia voluntad? Podrías sernos muy… valiosa. ¿Por qué morir de nuevo? —los ojos de Hazel brillaron de rabia.

Miró hacia Frank y sacó el pedazo de leño envuelto de su abrigo.

—¿Estás seguro? —

—Sí—dijo.

Apretó los labios.

—Tú también eres mi mejor amigo, Frank. Te lo debería haber dicho antes—le pasó el palo—. Haz lo que tengas que hacer. Y Percy… ¿podrás cubrirle las espaldas? Percy miró las filas de los romanos fantasmas. —

—¿Contra un ejército? Claro, no hay problema. —

—Entonces me toca a mí el tío dorado—dijo Hazel.

Marchó hacia el gigante.

Draco se encontró sumamente indignado, como si hubieran olvidado su existencia. Había admirado el intercambio de palabras sintiéndose muy ofendido, pero no quiso interrumpir porque había aprendido a bajar la mirada y pasar desapercibido, pero ahora era ofensivo incluso.

—¿Alguien recuerda que estoy aquí? —habla Draco de brazos cruzados, con un puchero mientras todos voltean a verlo.

Levanta las manos señalándose.

Alcioneo es el primero en caer en cuenta en su persona, como si estuviera confundido de verlo y Draco va a maldecirle por tener el honor de ignorarlo, cuando se congela. Alcioneo parece meditar, como si alguien le estuviera susurrando algo al oído y eso nunca pude ser una buena señal.

Decide que no se equivoca cuando este va para atacarlo.

—¡DRACO! —grita Percy asustado, pero Draco está saltando de lado sin dudarlo, antes de gritarle a Hazel que vaya con Percy.

Si.

La profecía dice que ella va a luchar o lo que sea, no le importa, salta con la lanza en mano listo para pelear. Probablemente cuando tenía 11 años esto sería aterrador, aun cuando estaba solo con Bianca a los 13 años esto era casi una cosa que te traumatizaría.

Ir contra un titan.

Lo peor del mundo.

Pero ha pasado tantas cosas, que no duda en saltar por el aire con magia, Alcioneo intenta atraparlo, pero Draco estampa sin piedad la lanza en su hombro que estaba sujetando su arma haciéndola caer. Este nuevamente parece querer atraparlo, pero Draco deja la lanza ahí antes de saltar por la espalda de este y llamar la lanza con un Acio y comenzar a correr. Para su suerte el Alcioneo parece ahora decidido a matarlo y mientras que Hazel y Percy se encargan del ejército de fantasmas, Frank libera a la muerte, Draco puede arreglarse con un titan.

Fácil.

¿Verdad?

—Gea dijo que podríamos matarte Draco Malfoy, que alguien paga muy bien por tu cabeza—Draco se siente un poco ofendido que a diferencia de los demás, apenas si se refieren a él con algún título.

Indignante.

Un momento.

¿Alguien paga por su cabeza?

Aunque su primera persona fue Nyx, una parte de él aun duda y espera realmente que no fuera su padre Zeus o Júpiter, que luego de todo lo sucedido, tiene buenos motivos para dudar. También comienza a pensar en su larga lista de personas que lo quieren muerto y es un poco deprimente.

Salta esquivando otro golpe.

Aun con la maldición de Aquiles sabe que no puede bajar la guardia, es triste, le tiene más miedo a una lucha directa con Voldemort que a un titan.

Lo deja muy bajo.

Mientras escapa mira a Frank que se arrodilló a los pies de Tánatos. Percy y Hazel estaban a su lado protegiéndolo de los fantasmas que se acercaban y eso lo dejo bastante tranquilo, mientras esquivaba con mucha dificultad los golpes a su persona.

Uno de ellos.

Dolería.

Muchísimo.

Percy luchaba como un huracán. De hecho… era un huracán. Un huracán de agua en miniatura y vapor de hielo giraba a su alrededor mientras atacaba al enemigo, golpeando fantasmas romanos, esquivando flechas y lanzas.

Debe estar recuperando sus poderes.

Un golpe de Alcioneo lo lanzo con fuerza contra una pared, destruyéndola a su paso. Su cuerpo quedo entumecido unos momentos y sintió una descarga de dolor recorrerle todo su cuerpo, había dolido el impacto, no era el peor golpe, pero había recibido de golpe el mazo del titan y quedo sobre su espalda maldiciendo.

Por suerte los vínculos no funcionaban como normalmente hicieron.

No quería que sus amigos sintieran esa descarga de dolor.

—Sabes pequeño semidios, tal vez no te mate, tal vez te dejemos como mascota—susurra una voz estruendosa y cuando alza la mirada ve al enorme titan sobre él.

Draco no se encuentra impresionado, pero gruñe cuando este lo sujeta de los pies y lo sube de cabeza, puede sentir una especie de crujido, pero no están rotos todavía; aunque por el ardor que sube en todo su cuerpo, puede que tenga alguna fractura gracias al agarre.

Gimotea por aire antes de sonreír de forma suficiente.

Porque incluso al borde de una posible muerte (otra vez) si no tuvo miedo contra Zeus, menos lo haría con este imbécil.

—No gracias—dice con voz llena de dolor.

Alcioneo no parece inmutarse.

—Es curioso me pregunto porque será, tal vez tenga algo que ver con ser el maestro de la muerte, pero hay algo en tu presencia mucho más interesante de lo que podría esperar; me pregunto pequeño niño, que es tan interesante en ti para que otros te quieran de su lado—

—No entro en profecías—

—Tal vez, o tal vez porque tu aura es similar a la de Orion que todos siempre van a quererte de tu lado, después de todo, fue su culpa lo que paso esa segunda guerra—

Draco no tiene tiempo de contestar, esta confundido. Entonces Alcioneo levanto la mirada y lo dejo caer, fueron como 6 metros y estamparse de rostro no fue lo mejor (todo su cuerpo grita de dolor y una parte de él casi parece recibirlo como un viejo amigo), pero levanto la mirada para ver en la dirección de Frank donde Tánatos alzó sus brazos.

—¡Libre! —dijo, satisfecho.

—Genial—Frank se fregó los ojos—. ¡Haz algo! —

Tánatos le dedicó una sonrisa tranquila.

—¿Hacer algo? Por supuesto. Lo entiendo. Aquellos que mueran en esta batalla, seguirán muertos. —

—Gracias—hablo Frank, devolviendo el leño a su abrigo—. De gran ayuda. —

—De nada—dijo Tánatos, agradablemente.

—¡Percy! —gritó Frank—. ¡Ahora pueden morir! —

Percy asintió, entendiendo, pero parecía agotado.

El huracán comenzaba a desvanecerse. Sus movimientos comenzaban a ser más lentos. El ejército fantasma al completo le había rodeado, obligándole a ir hacia el borde del glaciar.

Frank alzó su arco para ayudar. Entonces lo dejó caer luciendo pensativo.

Alcioneo volteo a ver hacía Percy y Draco maldijo su suerte por bajo.

Siempre era Percy.

—¡PERCY! —grita haciendo que el chico levante la mirada y luzca confundido cuando ve que está en el suelo—¡CORRE! —

Por suerte dejando de lado a Percy, Hazel y Frank decidieron tomar su ronda con el titan.

—¡Hazel! —Frank miró a Percy.

—¡Ve y ayúdale! —gritó Percy, sujetando el poste del águila dorada mientras señalaba a Draco—.¡Lo tengo controlado! —

Percy no lo tenía controlado. Draco lo sabía. El hijo de Poseidón estaba a punto de ser destruido, pero Frank corrió en ayuda de Hazel porque era un idiota enamorado y no puede culparlo tanto por eso.

Estaba medio enterrada en un montón de nieve. Arión se puso delante de ella, intentando protegerla, relinchando y amenazando al gigante con sus pezuñas delanteras.

El gigante rio.

Antes de sujetarlo en una de sus manos.

Rayos era muy grande y estaba un poco alarmado ahora que estaba sujeto de manos y pies, literalmente.

—Hola, pequeño poni. ¿Quieres jugar? —

Alcioneo alzó su bastón helado que, para el dato, cuando pegaba era con mucha fuerza.

Frank estaba demasiado lejos como para poder ayudar… o lo era, hasta que era una águila, lo que hizo que fuera super genial, porque Draco solo puede convertirse en un hurón.

Espera un momento.

Draco se convirtió en hurón escurriéndose de los dedos del titan, que pareció indignado de perderlo. La caída podría matarle, pero confió en Frank que paso en su enorme forma de águila sujetando en medio del aire. Sus garras lo lastimaron un poco, pero este se aseguró de llevarlo a tierra en los brazos de Hazel antes de regresar para atacar al gigante.

Levantó el vuelo y entonces se abalanzó contra el gigante con sus garras abiertas y sus garras afiladas como cuchillas se clavaron en los ojos del gigante.

Alcioneo gritó de dolor. Se tambaleó hacia los lados mientras Frank aterrizaba al lado de Hazel que sostenía a Draco y volvía a su forma normal.

—Frank…—le miró, asombrada, con un montón de nieve cayéndole de la cabeza—. ¿Acabas de…? ¿Cómo lo has…? —

—¡Inútil! —gritó Alcioneo. Su cara estaba cortada, con un aceite negro cayendo de sus ojos en vez de sangre, pero las heridas se cerraban—.¡Soy inmortal en mi tierra natal, Frank Zhang! ¡Y gracias a tu amiga Hazel, mi nueva tierra natal es Alaska! ¡No puedes matarme aquí! —

—Veamos—dijo Frank. El poder le recorría los brazos y las piernas—. Hazel, vuelve a tu caballo—

El gigante atacó, y Frank avanzó para encontrarse con él. Mientras corría, su cuerpo se volví más pesado, más grueso y sus músculos se tensaban. Chochó contra el gigante, siendo convertido en un completo oso pardo, con cientos de kilos de pura fuerza.

Seguía siendo pequeño comparado con Alcioneo, pero se chocó contra el gigante con tal impulso que Alcioneo cayó contra una torre de vigilancia helada que se cayó bajo su peso.

Frank escaló hasta la cabeza del gigante. Un golpe de su garra era como un luchador atacando con una motosierra. Frank golpeó la cara del gigante una y otra vez hasta que sus facciones metálicas comenzaron a abollarse.

—Arg—murmuró el gigante, con estupor.

Frank cambió a su forma normal. Su mochila seguía con él. Agarró la cuerda que había comprado en Seward, haciendo una soga, y la ató alrededor de la pierna escamosa de dragón del gigante.

—¡Hazel, aquí! —le lanzó el otro extremo de la cuerda—. Tengo una idea, pero tenemos que… —

—Mataros… a vosotros…—murmuró Alcioneo.

Frank corrió hacia la cabeza del gigante, cogió el objeto pesado más cercano que pudo encontrar, un escudo de legionario, y lo golpeó contra la nariz del gigante.

El gigante dijo:

—¡ARG! —

Frank miró a Hazel.

—¿A cuánta velocidad crees que Arión puede arrastrar a este tipo? —

Hazel le miraba:

—Tú… tú eras un pájaro. Entonces un oso. Y luego…—

—Te lo explicaré más tarde—dijo Frank—. Tenemos que llevar a este tipo tierra adentro, lo más rápido y lejos que podamos.

—¿Pero y Percy? —dijo Hazel.

Draco maldijo. ¿Cómo podía haberse olvidado?

El vínculo fluctuaba, no podía sentirlo, así que Draco se había quedado un poco embobado de ver a Frank luchar de esa forma y para qué negarlo, envidiarlo un poco, incluso si era hijo de Marte, eso había estado jodidamente genial.

A través de las ruinas del campamento, vio a Percy al borde del acantilado. El huracán había desaparecido. Sujetaba a Contracorriente con una mano y el águila de oro de la legión en la otra. Un ejército entero de sombras le rodeaban, con sus armas brillando.

—¡Percy! —gritó Frank.

Percy se giró hacia ellos. Vio al gigante caído y pareció entender lo que pasaba. Gritó algo que se perdió con el viento, quizá un "¡IROS!"

Entonces clavó Contracorriente en el hielo a sus pies. El glaciar entero tembló. Los fantasmas cayeron de rodillas. Detrás de Percy, una ola salió de la bahía: una pared de agua gris incluso más alta que el glaciar. El agua salió de los agujeros del hielo.

Cuando la ola golpeó el glaciar, medio campamento se derrumbó. El borde entero del glaciar cayó hacia el agua, llevándose edificios, fantasmas y a Percy Jackson.

.

.

La parte sensata de su mente le dijo que Percy estaba vivo, aunque no lo sintiera o hablaran como antes, dentro de él puede sentir que está vivo, es una verdad absoluta y la única que debería importarle ahora mismo. La otra parte de él, tristemente la más grande está volviéndose loca. Había encontrado a Percy y se había esforzado mucho para no perderlo de vista, pero ahora no estaba aquí, había sido tragado por el agua y Draco se encontró paralizado.

Se convenció que no era Bianca.

Que no era Luke.

El vínculo estaba.

Sigue vivo.

Pero no está en sus manos, su mente parece congelarse y todo lo que pasa a su alrededor es una borrón, Draco no quiere llorar, pero se encuentra en el borde un poco incrédulo casi esperando que Percy salga del agua con una sonrisa como siempre.

Cuando no lo hace.

Siente el latido de su corazón en sus oídos, siente el aire entrar difícilmente en sus pulmones.

Mientras tanto el glaciar seguía rompiéndose y el borde se acercaba lentamente. Tánatos aterrizó cerca de ellos con sus alas negras, con su expresión serena.

Draco no podría importarle menos.

Apenas si puede reaccionar con sus manos temblando y esperando que Percy salga.

—Por favor, vuelve conmigo—

Suplica mentalmente.

—Ah, sí—dijo Tanatos, con satisfacción—. Ahí van unas cuantas almas. Ahogándose lentamente. Deberíais daros prisa, amigos míos, u os ahogaréis con ellos también. —

—Pero Percy…—Frank apenas podía decir el nombre de su amigo—. ¿Está…? —

—Demasiado pronto para decirlo. Y en cuanto a este—Tánatos miró a Alcioneo con desagrado que Frank lo había tumbado en algún momento—. Nunca le mataréis aquí. ¿Sabéis qué hacer? —

Frank asintió torpemente.

—Eso creo. —

—Entonces nuestro trabajo está completo. —

Frank y Hazel intercambiaron miradas nerviosas.

—Eh…—vaciló Hazel—. ¿Quieres decir que… no vas a…? —

—Reclamar tu vida—preguntó Tánatos—. Bueno, veamos…—

Hizo aparecer un iPad negro de la nada. Tánatos toqueteó la pantalla un par de veces.

—No te veo en la lista—dijo Tánatos—. Plutón me da órdenes específicas para las almas fugadas. Por alguna razón, no ha establecido una orden para ti. Quizá crea que tu vida no ha terminado, o puede que haga la vista gorda. Si quieres hago una llamada y se lo pregunto… —

—¡No! —gritó Hazel—. Está bien. —

—¿Estás segura? —preguntó Tánatos amablemente—. Tengo una video-llamada activada. Tengo su dirección de Skype por alguna parte… —

—En serio, no—Hazel parecía como si le hubieran quitado cientos de pesos encima—. Gracias. —

—Arg—murmuró Alcioneo.

Frank le dio otra vez con su escudo.

Tánatos miró de nuevo en su iPad.

—Y en cuanto a ti, Frank Zhang, tampoco no es tu hora. Aún tienes un poco de madera que quemar. Pero no creas que te estoy haciendo un favor. Nos encontraremos de nuevo bajo unas circunstancias mucho menos placenteras. —

El acantilado seguía acercándose, con el borde solo a unos veinte metros de distancia. Arión relinchó con impaciencia.

Tánatos le dio una mirada de reojo, pero Draco no se dignó a verlo mucho, viendo el borde del acantilado aun sintiéndose temblar.

—¿Y las Puertas de la Muerte? —dijo Frank—. ¿Dónde están? ¿Cómo las cerramos? —

—Ah, sí—una mirada de irritación atravesó la cara de Tánatos—. Las Puertas de Yo. Cerrarlas habría estado bien, pero me temo que está más allá de mi poder. Cómo podríais hacerlo vosotros, no tengo ni la más remota idea. Deben estar en algún lugar a través de alguna búsqueda. Os puedo decir que comencéis a buscar por Roma. La Roma original. Necesitaréis un guía especial. Sólo un tipo de semidiós puede leer las señales que os llevarán definitivamente hasta las Puertas de Yo. —

Unas brechas aparecieron en el hielo bajo sus pies. Hazel dio golpecitos tranquilos en el cuello de Arión para relajarlo.

—¿Y sobre mi hermano? —preguntó—. ¿Nico está con vida? —

Ante eso Draco levanto la mirada, sorprendido, porque Tánatos le lanzó una mirada extraña: quizá lástima, aunque no parecía ser una emoción que la Muerte entendiera.

Algo dentro de Draco dolió por la mirada del ser, claramente en él.

Como si supiera algo.

No pudo decir nada.

Solo pensar.

Percy.

Nico.

Percy.

Nico.

Percy.

Nico.

No me los quites, a ellos no por favor.

—Encontrarás tu respuesta en Roma. Y ahora debo volar hasta el Campamento Júpiter. Tengo la sensación de que habrá muchas almas que llevarme, muy pronto. Adiós, semidioses, hasta que nos volvamos a ver. Por cierto, Draco Malfoy ten cuidado, sea lo que sea que planea mi madre contigo…el tiempo se acerca, me pregunto cómo terminara este tablero ahora que las piezas están terminando de ser colocadas—

Tánatos se disipó con un humo negro.

Las brechas del hielo se hicieron más amplias bajo los pies de Frank.

—¡Date prisa! —le dijo a Hazel—. ¡Tenemos que llevarnos a Arión a unos diez mil metros al norte! —

Draco no quería moverse, pero Hazel lo sujeto del hombro y a pesar de su pequeña estatura lo sujeto como si fuera un peluche mientras Draco aún sigue pensando en las palabras del dios de la muerte. Frank se subió al pecho del gigante y Arión arrancó, corriendo por el hielo, arrastrando a Alcioneo como si fuera el trineo más feo del mundo.

Fue un viaje muy corto.

Arión recorrió el glaciar como si fuera una autopista, deslizándose por el hielo, dejando brechas y haciendo pendientes que haría las delicias de cualquier aficionado al snowboard.

Frank no tuvo que dejar sin sentido a Alcioneo demasiadas veces, porque la cabeza del gigante se fue golpeando contra el hielo. Mientras se movían, el medio consciente Tío Dorado tarareaba una canción que sería algo parecido al "Jingle Bells".

Frank se notaba un tanto aturdido. Se había convertido en un águila y en un oso.

No debe ser fácil la primera vez.

No solo eso: Hazel y Frank habían liberado la Muerte, y ambos habían sobrevivido. Y Percy… Draco se tragó el miedo. Percy se había hundido con una parte del glaciar para salvarles.

"El hijo de Neptuno se ahogará".

Había dicho la profecía, pero Draco estaba aquí, no debería funcionar.

No.

No debería.

Draco no puede perder a Percy, simplemente no.

Finalmente Arión, se metió entre dos montañas hasta un valle de hielo y rocas, como un gigantesco bol de leche helada con grumos de cacao. La piel dorada del gigante palidecía como si se estuviera convirtiendo en latón.

—¡Aquí! —gritó Frank.

Arión viró a un lado. Hazel cortó la cuerda, y Alcioneo derrapó. Frank saltó antes de que el gigante se estampara contra una roca.

De inmediato Alcioneo se incorporó.

—¿Qué? ¿Dónde? ¿Quién? —

Su nariz estaba girada en la dirección errónea. Sus heridas se habían curado, aunque su piel dorada había perdido algo de su brillo. Miró alrededor buscando su bastón de hierro, que se había quedado en el glaciar Hubbard. Entonces dejó de buscar y agarró el pedrusco más cercano y lo redujo a pedazos con su mano.

—¿Os atrevéis a arrastrarme como un trineo? —se tensó y olisqueó el aire—. Ese olor… como almas que la han diñado… ¿Tánatos está libre, eh? ¡Bah! No importa. Gea sigue controlando las Puertas de la Muerte. Ahora, ¿por qué me has traído aquí, hijo de Marte? —

—Para matarte—dijo Frank—. ¿Alguna otra pregunta? —

Los ojos del gigante se entrecerraron.

—Nunca he conocido a un hijo de Marte que pueda cambiar de forma, pero eso no significa que puedas vencerme. ¿Crees que el estúpido soldado de tu padre puede darte la fuerza para enfrentarte a mí en un combate cuerpo a cuerpo? —

Hazel alzó su espada.

—¿Qué tal un combate uno contra dos? —

El gigante gruñó y se giró hacia Hazel, pero Arión esquivó el golpe. Hazel clavó su espada contra la parte posterior de la pantorrilla del gigante. Un aceite oscuro salió de su herida.

Alcioneo tropezó.

—¡No puedes matarme, con Tánatos o sin él! —

Hazel hizo un gesto de agarre con su mano libre. Una fuerza invisible zarandeó el pelo de joyas incrustadas del gigante hacia los lados. Hazel se movió al lado, y clavó la espada en la otra pierna, y se alejó antes de que el gigante pudiera recobrar el equilibrio.

—¡Basta ya! —gritó Alcioneo—. ¡Estamos en Alaska! ¡Soy inmortal en mi tierra natal! —

—De hecho—dijo Frank—. Tengo unas cuantas malas noticias que darte. Veamos, he heredado más que fuerza de mi padre. —

El gigante gruñó.

—¿De qué estás hablando, mocoso de Marte? —

—Estrategia—dijo Frank—. Ese es el regalo de Marte. Una batalla puede ser ganada antes de ser librada escogiendo el territorio adecuado— señaló por encima de su hombro—. Hemos cruzado la frontera hace unos cientos de metros. Ya no estás en Alaska. ¿Puedes sentirlo, Alci? Si quieres volver a Alaska, tendrá que ser por encima de mí. —

Lentamente, el gigante fue entendiendo lo que le había dicho. Miró hacia abajo con incredulidad a sus piernas heridas. El aceite seguía saliendo de sus pantorrillas, tiñendo el hielo de negro.

—¡Es imposible! —gritó el gigante—. ¡Os voy a…! —

Un rayo cayó cerca, haciendo que tanto Hazel como Frank saltaran, Alcioneo voltea a verlo y la comprensión parece entrar en sus ojos, durante un segundo hay silencio con una pizca de nervios en el titan que da un paso atrás.

Se pregunta que vio en sus ojos.

Sus piernas siguen algo heridas, pero curiosamente no siente dolor ahora mismo, solamente siente enojo y una furia ciega.

Porque Percy otra vez no está a su lado.

Y Nico está en peligro.

Y no ha visto a su novio en meses.

Está cansado.

—No, no, no, dijeron que no, ellos lo prometieron, dijeron que no tendrían más hijos—habla Alcioneo provocando que sus amigos voltean a verlo cuando se puso de pie. Su cuerpo gimió un momento, pero sujeto su lanza viendo al gigante con una fría calma.

Solo ocupaba decir una cosa.

—Traerlo, regrésame a Percy, él es mío—demanda con voz fría y calculada, disfrutando de Alcioneo cuando este tiembla.

Una vez Lavender le dijo que era diferente después de lo de Cronos, algo de la maldición de Aquiles comento, luego paso lo de los Egipto, el ministerio, Bianca y Theo fue quien le dijo en la cara que daba miedo; pero se quedaron a su lado.

Nunca le tuvieron miedo.

Algunos chicos en el campamento mestizo hicieron bromas sobre su mirada, pero estaban siempre a su alrededor confiando en él.

Otro rayo cayo más cerca.

—¿Draco? —pregunta Frank, pero le ignora.

Es otra vez el Drakon frente a él.

La primera vez había tenido miedo, incluso con Clarisse luchando a su lado, pero la segunda vez luego de ver a Silena, solamente había tenido ira acumulada.

Hazel chilla saltando hacía atrás y Frank detiene la mano que iba a sujetarlo, Draco no entiende, pero ve por el rabillo de sus ojos, algo en sus manos y lo ignora. Aunque sus piernas duelen, salta a la lucha y Alcioneo esta tan sorprendido y fuera de su terreno, que no puede detener cuando Draco se levanta en el aire y sin piedad estampa su lanza contra el ojo de este atravesándolo.

Sangre.

Ocupa sangre.

Pero no muerte.

Aprendió que eso ya no es suficiente.

Alcioneo chilla mientras se arrodilla sin sus pies funcionando bien por sus heridas, pero Draco se aferra a la lanza que ahora pudo clavar en su rostro.

—Tráelo—demanda, porque tiene que traerlo.

Tiene que volver a él.

Percy le había dicho una vez que Draco era de él, que era suyo, pues noticias de último minuto, este también era su propiedad.

—No puedo—chilla el gigante y parece aterrorizado, no sabe si por Draco o por algo más, porque parece verlo como si fuera un fantasma.

Orion, piensa de forma aburrida.

Siempre lo ven como Orion.

Hoy no va pensar en Orion.

O tal vez sí.

No le importa.

Piensa en algo de forma espontánea que hace muchos años dijo Lavender, parece una eternidad en su cuarto año cuando todo estaba bien aún.

—Cruciatus. —Todos se detienen para voltear a ver a Lavender que fue la que dijo eso mientras caminaba al lado de Draco sin importarle estar rodeada de serpientes—. En medio de una lucha o para sacar información sería útil —admite con un tono levemente malvado que congela a todos.

Nunca la ha usado, pero se siente bien.

El viejo y falso Moody le había dicho que solamente hay que sentirla.

Es fácil.

¿Verdad?

Con una mano sobre la enorme frente a Alcioneo, este abre sus ojos aterrado antes de gritar de dolor cayendo de espaldas. Draco no siente dolor, pero puede ver sus manos, levemente ensombrecidas entre sus manos y muñecas como si algo negro comenzara a cubrirlas. Siente la magia fluir, pero a diferencia de otros hechizos, este apenas si ocupa energía.

Esta torturándolo.

Esta infringiéndole dolor, pero ni siquiera siente dificultad.

Que maldición más fascinante.

Sonríe quitando la mano y Alcioneo quedando paralizado de espaldas.

—Tráelo—es una orden, pero al ver la forma en como un titan parece aterrado de él, Draco siente una malvada satisfacción dentro de él.

Va a torturarlo.

Dijo que no podía morir.

Excelente.

Va a torturarlo toda la eternidad si es necesario.

No sabe cuánto tiempo pasa ahí el gigante no muere, podrían ser solo unos minutos u oras, esta parte del mundo es extraña a la hora de oscurecer entonces es difícil saberlo, Draco pasa de clavarle más la lanza en su ojo a torturarlo una y otra vez con la magia. Pero solo se detiene cuando alguien lo sujeta de la cintura y lo arrastra lejos, había lanzado a Frank volando cuando lo intento la primera vez, pero cuando intenta hacerlo otra vez, su rostro queda en blanco.

Percy.

Vivo.

Algo mojado, luciendo un poco nervioso, pero manteniéndolo en sus brazos, donde puede sentir el corazón de este latir.

—¿Percy? —pregunta en un susurro, haciendo al chico sonreír un poco nervioso, nunca vuelve a ver lo que queda del cuerpo de Alcioneo, solamente lo ve a él.

Sujeta sus mejillas suavemente antes de sonreír más radiante.

—Hey amigo, me fueron a buscar con Arion, parece ser que estabas nervioso y atacaste, pero estoy aquí…estoy aquí—susurra haciendo que Draco deje el instinto de sangre un momento, todo se drena como si estuviera volviendo al interior de su pecho cerrado.

Esperando.

Que lo vuelva a sacar.

No importa.

Draco lo abraza con fuerza por el cuello y entierra su rostro en el hombro de su amigo, que lo abraza con fuerza contra él.

—Me preocupaste idiota—dice Draco sin querer llorar, solamente queriendo tenerlo cerca, el vínculo sigue sin estar del todo abierto.

Esta aquí.

Vivo.

Esta aquí con vida.

Suspira mientras su amigo le da suaves caricias a la espalda.

—Tenemos que irnos Draco, hay armas que ocupamos recuperar que Hazel y Frank están sacando, vine yo solo, los asustaste—

Eso le hace tener un poco de miedo, se aparta del chico, notando que, aunque Percy sigue a su lado, hay una pequeña incertidumbre en su rostro, nunca ve al titan.

—¿También me tienes miedo? —su voz se quiebra un poco insegura, Percy al fin ve a Alcioneo.

—No—

Pero no es totalmente la verdad, tampoco es una mentira.

Draco lo mira fijamente, antes de suspirar y volver abrazarlo, este lo hace, mientras ve sus manos que volvieron a su color natural.

—Vamos, es hora de seguir la misión—dice Percy intentando animarlo y Draco simplemente se deja hacer.

Intenta voltear a ver a Alcioneo, pero Percy sujeta sus mejillas para que no lo haga. Curioso, aunque había estado torturándolo por lo que parecen horas, no recuerda en que estado lo dejo. Percy lo lleva con él sin dejar que voltee en ningún momento.

Se pregunta.

¿Qué habría dejado atrás para asustar tanto a Percy?

Y se pregunta.

¿En que lo convierte eso?

Continuara…

Bueno creo que ahora sí, con este capítulo estoy segura que el siguiente será el último del hijo de Neptuno e iniciaremos con la marca de Atenea, que es uno de mis favoritos.

Lo siento Draquito, siempre te dejo traumas.