Capítulo 17: La princesa del infierno.

A diferencia del "sueño" donde había visto a Percy hablando con Afrodita, ahora se encuentra en un extraño lugar, parece ser como una especie de salón celestial con muchos tronos y personas en estos, que se parecen algo borrosas como si hubiera una niebla en todos lados. Había visto imágenes de Annabeth sobre cómo describía el monte Olimpo (había tenido curiosidad, no pueden culparlo) y se daba una idea de que podría ser este lugar.

Ser un semidiós podría ser algo que te sorprenda al inicio, pero al final todo termina siendo por culpa de los Olimpos después de todo.

Alguien estaba diciendo algo, le costaba mucho entenderlo y Draco se siente nadando en una niebla.

—Es una anomalía, mis profecías nunca han sido equivocadas, pero parece que su presencia hizo que esta fallara —dijo una voz, sonando algo indignada, pero rápidamente fue silenciado por otra.

Una mujer.

—Mira quien habla, ¿no ayudaste a ese grupo de niños a viajar rápido en tren?

—Bueno, pero es que mi hermanita…

—¡SILENCIO! —Una voz sobresalía de las demás, estruendosa como si un rayo cayera y Draco se cubrió sus oídos invisibles—. No venimos hablar de ese mestizo, estamos en medio de una reunión importante y si Artemisa no se presenta pronto, tendremos que tomar un lado con o sin ella.

Luego todo se volvió borroso, cayó sobre su espalda, todo oscuro y una risa de una mujer a lo lejos.

.

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Jadea cuando algo de agua cae sobre su rostro, gruñe antes de temblar porque aún tiene frío y se sorprende de ver a Bianca frente a él, luciendo claramente preocupada. Están en medio de un lugar pequeño, pero con una chimenea y Draco ya lo toma como el mejor lugar para estar. Hay un enorme abrigo de piel, que no es de su talla, pero que es de pieles y eso es suficiente para que no se muera congelado. De reojo puede ver a Hagrid sentado un poco incómodo en una silla al lado de la fogata, con el estúpido perro a su lado que una vez lo acompañó al bosque prohibido en su castigo en primer año.

—Gracias a los dioses te levantaste, estuviste inconsciente una hora y realmente ocupamos irnos, ya —gruñe la niña, con algo de molestia.

Draco maldice cuando se incorpora, aun temblando, pero más despierto.

Tiene ganas de exigirle que le agradezca que están con vida, pero se limita a gruñir al ponerse de pie por sus piernas un poco entumecidas.

Ignora el sueño que tuvo.

No hay tiempo para eso.

Siempre le pasan cosas anormales, curiosamente eso no es tan anormal.

—¿Estamos en Hogwarts? —pregunta, curioso viendo hacia Hagrid, quien asiente luciendo tan confundido como ellos y gruñe antes de ver a Bianca.

De todos los lugares por ir, no sabe si este es el peor o el mejor.

Había visto un hilo rojo.

No sabe qué significa esto.

Bianca tiene un rostro que parece exigirle una explicación que no quiere darle, hasta ahora solamente Percy sabe quién es realmente y ahora aparentemente tendrá que explicarle a esta niña quién es él, aunque antes de eso tienen que averiguar muchas cosas.

La primera es cómo salir de aquí.

Sus padres.

Es lo único que sabe, aunque tendrá que explicar muchas cosas de por qué ocupa volver a Estados Unidos y también por qué está en este lado del mundo.

—Bien, ocupamos a Severus —determina Draco, con un asentimiento, ya que era lo primero, no le agrada Hagrid el jardinero, pero le debe una por salvar a su pollo que lo atacó; aunque técnicamente esa deuda ya no funciona porque los salvó de morir congelados.

Detalles.

—El profesor Snape está en sus aposentos, yo puedo llevarlos. —Inicia el jardinero aún confundido, pero Draco niega con la cabeza.

—Ocupamos no llamar la atención, así como no dije nada sobre tu gallina asesina, agradecería mucho que no dijeras nada sobre que nos has visto. —Debería ser una petición, aunque suena más como orden y ve el rostro del gigante crisparse ante la mención de su pollo.

Pero asiente.

Bien.

Tal vez no sea un idiota gigante.

Se quita el abrigo, antes de escalofriarse un momento, recordando como en las mazmorras debería haber un poco de ropa; no importa ahora. También su cabeza no deja de palpitar y es como si no tuviera muchas energías para caminar.

—Gracias por esto. —Es un abrigo de mala calidad, huele feo, pero fue cálido y le salvó de hipotermia.

El gigante lo toma dudoso, pero antes de decir nada más, Draco está saliendo del lugar con una Bianca que hace una leve reverencia de agradecimiento antes de seguirlo. Si estuvo una hora inconsciente supone que hablaron de algo, aunque le gusta más la idea donde pasaron una hora entera viéndole dormir.

Hasta que lo obligaron a despertar.

Es de noche aquí, pero se acerca la madrugada si las luces parecen indicar algo. Gruñe por los pasos que les toca para llegar a Hogwarts y aunque aquí no hay ventisca, hace un frío que está seguro le encogieron los huevos. Entran al castillo que por suerte no tiene arpías como vigilancia, está seguro que ha escuchado un aullido de lobo a la distancia, que se pasa por la cabeza sin importancia.

Ahora tiene cosas que hacer.

¿Qué importa un estúpido lobo?

—El hombre habló sobre magos —dice Bianca cuando el silencio los inunda y caminan rápido, pero seguro por los pasillos.

Maldice al jardinero.

No pudo guardar la información.

El breve momento de unión con este, queda relegado fuera de su cabeza.

—¿Sí? —Intenta sonar indiferente, Bianca, por otro lado, solamente suspira.

—Me preguntó si estaba en la escuela de magos de América cuando le expliqué de dónde veníamos, antes de saber que parece que estamos en el Reino Unido. —Draco sigue maldiciendo al boca floja—. Le dije que era mestiza, pareció pensar que era… no estoy segura, en fin, no soy experta en estas cosas, pero no sabía que los magos también existían —musita Bianca, con sorpresa como algo de ingenuidad, que le recuerdan a su hermano menor y Draco solamente sonríe de forma tensa.

Eso es porque no debería saber que existen.

Amos le dijo que el mundo de los magos debe estar oculto, su madre le advirtió que nunca dijera que era un mago y si Percy lo sabe es por su vínculo.

Ahora Bianca.

La chica que peor le caía, más que incluso Clarisse, que últimamente está entre las personas agradables que puede conocer para practicar con su lanza.

—Es porque nadie lo sabe, los semidioses no deben saber sobre ellos y no debes decir nada o tendré que callarte —gruñe en voz baja y amenazante, a lo cual Bianca lo ve poco impresionada.

Sí.

Entre ambos ella era la inmortal, le recuerda su cerebro.

Cállate, cerebro inútil.

Unos pasos lo hacen maldecir, si era Filch estaría en muchos grandes problemas, pero si era algún profesor haciendo alguna ronda, solo puede orar para que sea Severus quien lo encuentre. Para su desgracia no es ninguna de las opciones anteriores, con sus estúpidos lentes y una varita levantada con luz, Harry Potter aparece en el peor momento posible.

Joder.

Hay un silencio mortal, antes que Potter se estremezca y cuando Draco voltea, gime al ver a Bianca apuntándolo con un arco y una flecha.

—¿En serio? —cuestiona incrédulo, a lo cual Bianca se sonroja ligeramente bajando el arco.

—Lo siento, es la costumbre.

¿Costumbre de 3 días?

No importa.

—Malfoy. —El nombre en los labios de Potter parece casi una pregunta—. Pensé que te habías ido para las vacaciones, no es que lo hubiera investigado —dice el niño rápidamente abochornado, guardando en su bolsillo lo que parece un trozo de pergamino viejo.

Sí.

Se supone que no estaba aquí y supone que para la mañana en unas horas todos lo sabrán.

Saben que, no le importa.

Aunque la preocupación de Percy parece disminuir, ahora solamente hay una gran cantidad de pesar en su pecho y no puede hablar con él; porque aparentemente tanto Bianca como Draco no tienen ningún dracma encima, tampoco tiene nada en su habitación aquí en Hogwarts porque no pensó que fuera necesario dejarlos.

Todos están en el campamento mestizo.

Nueva regla.

Incluso con pijama, debe tener un dracma encima.

—No te importa Potter, solo estoy en una rápida visita, ya nos vamos —dice, con amargura, a lo cual Bianca asiente emocionada de marcharse.

Entonces Potter lo ve, como baja su mirada para verlo y Draco se vuelve pálido. Solo puede imaginarse como se ve con la camiseta del campamento, el jogger, unos tenis viejos y sin su cabello arreglado; además de tener el cuerpo blanco por el frío y está seguro que sus labios deben estar azules o morados por el mismo.

¿Tiene un ojo morado?

Probablemente.

Se había golpeado cuando cayó al lado de Bianca contra una pared.

Pero lo más importante.

Debe verse como un muggle, un muggle herido muy similar a un mestizo luego de estar en medio de una misión a la cual no le llamaron.

—Draco —sisea Bianca, haciéndole un ademán para que se mueva, pero no puede.

Se siente humillado por algún motivo.

De todas las personas en este mundo, la última que quiso que le viera de esa forma era San Potter, estaba tentado a lanzarse de la torre más alta de este castillo.

Dio un paso queriendo irse, pero antes de poder hacer algo, sus piernas ceden y es rápidamente Bianca quien logra sostenerlo por la cintura; maldice cuando ella coloca uno de sus brazos contra sus hombros para que no caiga totalmente. El déficit de magia aún es palpable, pero ahora que sabe que ha viajado hasta otro continente con este, no se sorprende mucho de que no le quede un gramo de magia.

Tiene sueño otra vez.

Mucho sueño.

Un puñetazo de Bianca en su mejilla, lo hace gimotear de dolor.

—Eso no era necesario —gruñe, con lágrimas saliendo de sus ojos.

—Lo siento, me puse nerviosa, pero no puedes dormirte, tenemos que ir a San Francisco lo más pronto posible y dudo que puedas usar tu truco de magia nuevamente —dice la chica, pareciendo realmente culpable por golpearlo.

Idiota troglodita, no le extraña que Nico sea la molestia que sea.

—¿San Francisco? —pregunta Potter, pero le ignoran.

—¿Dónde está ese Severus del que hablas? —dice Bianca, alarmada para apresurarlo y antes que Draco pueda señalar el camino un carraspeo hace que todos volteen a ver.

Draco podría llorar de emoción al ver a Snape caminar hacia ellos, aunque se congela al ver que McGonagall está con este, luciendo horrorizada de verlos a los 3.

O sí.

Se supone que Draco no debe estar aquí.

Y Bianca.

Bueno.

Maldición esto se acaba de complicar.

.

.

Hay un regaño sistemático para los tres, Bianca parece más estresada y casi tentada a luchar para que los dejen ir, solo la mirada de Draco la tranquilizó. Suplicó para avisarle a sus padres primero antes del regaño, porque era una urgencia, pero aun así, durante el camino a la torre del director se las arregló la profesora McGonagall para reprenderlos a los tres; especialmente a Potter por no respetar el toque de queda en vacaciones. El niño parece resignado, pero de reojo no deja de verlos y Draco sigue caminando con ayuda de Bianca; casi es llevado a la enfermería, pero ambos mestizos habían suplicado por ver primero al director.

Tienen que irse ahora.

Albus parece un poco sorprendido de verlos, con una mirada rápida en Potter, por primera vez en tres años ve su atención principal es en él y luego en Bianca; entrecierra los ojos como si notara algo raro, pero la niña solamente se queda sentada con el cuerpo tenso.

Como si notara su fuerza o su peligro.

Albus Dumbledore es el mago más peligroso y fuerte de la habitación.

Bianca es una cazadora, debe sentir algo de fuerza en él, supone.

Al final es McGonagall quien es alertada de llamar a sus padres, aunque esta bufa un poco cuando se marcha para hacerlo.

Severus se queda.

Genial.

—Vaya sorpresa, joven Malfoy, según tengo entendido, sus padres solicitaron tenerlo en casa temprano estas vacaciones —habla el anciano y Draco sonríe de forma tensa—. Veo que hay una jovencita que no había visto antes, es una encantadora sorpresa, aunque lamentablemente tendré que hablar con sus tutores, entrar a Hogwarts está prohibido —explica, pacientemente sin parecer molesto por la intrusión.

De reojo nota a Severus fulminarlo con la mirada y Draco se encoge en su asiento.

—Bueno, fue… una emergencia —dice la niña un poco incómoda, lo cual no es malo, con todo lo que sabe está haciendo mucho.

Draco se siente inquieto por dentro, casi puede sentir la pregunta de Percy por el vínculo, aún se siente amargado por la pena, pero parece desesperado por concentrarse en otra cosa; tristemente es un pésimo momento para intentar hablar juntos. Percy debe estar desesperado por sentir a Draco, debe sentirlo en su interior de alguna forma y busca consuelo.

No ahora.

Aparta los pensamientos de Percy con algo de rudeza y lo último que siente es el resentimiento de este.

Debe pensar que Bianca está muerta o desaparecida.

Joder.

Tiene tanto que hacer, pero ahora ocupa pensar en algo rápidamente.

Bueno, cuando no hay tiempo para planear una mentira, todo lo que queda es decir la verdad de forma un poco intrincada.

—Fui a América para vacaciones con mis amigos —habla rápidamente Draco, a lo cual se vuelve el centro de atención, el rostro de Potter lo ve fijamente y se estremece un poco por eso, mantiene una sonrisa amable que usó cuando habló con Hades hace tanto tiempo atrás; si pudo con Hades, Albus no era nada y eso le dio la confianza que ocupaba—. Bianca es una mestiza, estuvo estudiando en casa, pero luego se le propuso el compartir a mi antiguo tutor que me enseñó durante segundo año porque sus padres están muertos. —No ha dicho tantas mentiras, pero están ocultas por verdad.

Es una mestiza, pero no la mestiza que creen.

—¿Tutor? —Su director es algo cínico, ni siquiera mencionó una falsa disculpa por los padres muertos de Bianca.

Nadie parece notarlo.

Genial.

Sonríe, porque conocer a tu oponente es la mejor forma para hacer una estrategia.

Que no preguntara por los padres muertos de Bianca, que no preguntara por su forma de aparecer aquí, que no le importara si Draco estaba herido o no.

Es interesante saber más del director.

Su padre tenía razón, el hombre era amable con quienes quería, pero sin duda era alguien a tomar en cuenta como peligroso.

—Amos Kane. —Acepta con una sonrisa, el rostro de Dumbledore por un instante brilló en reconocimiento y algo de inquietud, lo que lo hizo sonreír por dentro; Amos probablemente lo ayudaría si le suplicaba, pero era un hombre raro de contactar y era más bien quien buscaba a otros—. Un mago egipcio, ¿lo conoce? —pregunta casi de forma afable.

La mirada de Bianca de reojo es inquisidora, la siente, pero solo se concentra en Albus.

—Un gran hombre, aunque es curioso que tome un pupilo, la casa de la vida es muy selecta con sus secretos.

—Es un maestro excelente, pero me ha enseñado cosas y bueno, un pequeño incidente nos envió en una aparición involuntaria hasta afuera del terreno de Hogwarts.

No es una mentira total.

Cuando sintió un leve destello en su cerebro, bloqueó su mente de inmediato con Oclumancia, incrédulo de que Albus intentara leer su mente y un poco fascinado por eso; sorprendido por la facilidad de su habilidad que nunca había sentido tan fácil en su cabeza, se pregunta si es por ser mestizo. El hombre sonrió amablemente cuando sintió sus barreras, su mano sujetó la de Bianca obligándola a verlo a él, que no viera al hombre; cuando comparte una mirada con la niña, no sabe si esta lo entiende o no.

Pero solamente sigue viendo sus manos unidas con algo de asco.

Cazadoras, piensa con molestia.

Quiere gritar que solo le gustan los niños, pero no es el momento.

—Es una distancia bastante considerable —dice Severus, luciendo bastante preocupado, a lo cual Draco le da una ligera sonrisa, que se vuelve un poco más perezosa porque realmente está cansado.

Percy.

El pensamiento de su amigo le preocupa.

Ahora también se preocupa por Nico, cuando despierte y no lo vea a su lado, solo ha tenido la responsabilidad del niño por 2 días y ya se preocupa, Will también entrará en caos cuando no lo encuentre; esos dos ahora podrían matarse sin su intervención.

Se mueve nervioso un poco.

—Si probablemente no tenga nada de magia actualmente —admite en voz alta, con una sonrisa, comparte una mirada con Bianca que sonríe de igual forma—. Por eso quería hablar con mis padres, ellos pueden solucionarlo todo. —El apretón que le da a Bianca parece hacerla un poco más tranquila.

Albus lo ve fijamente, antes de compartir una mirada con Severus, quien parece suspirar cansado como si lo culpara de alguna charla que tendrían y…

El despacho se abre de golpe.

Todos saltan, excepto Dumbledore, mirando como Narcisa Malfoy entra con rostro decidido e imponente como si fuera la dueña del lugar, seguida de un poco cansado Lucius (al menos si lo conoces lo suficiente para saberlo) quien parece un poco sorprendido de verlo de verdad ahí; probablemente habría pensado que todo era una broma de mal gusto.

Su madre corre para abrazarlo y Draco, se derrite en sus abrazos y lo regresa con emoción.

—Mamá —susurra y Narcisa se separa para acariciar su mejilla, su mano pasa lentamente por su ojo herido y parece llena de preocupación—. Está bien mamá, fue un pequeño accidente, pero es mejor hablarlo en casa… pronto —dice lo último con una mirada de reojo a Bianca, que al igual que Potter, miran la interacción de ambos con algo similar a sorpresa y anhelo en sus ojos.

No tiene tiempo de analizar las cosas hoy y su cabeza duele.

—Claro, mi pequeño dragón, nos vamos ya mismo —dice la mujer confiada, levantándose, pero en lugar de soltarlo, solamente lo sujeta con fuerza contra ella.

Se percata de Bianca, pestañea sorprendida.

Bianca sonríe incómoda.

—Un placer conocerla, señora Malfoy —dice torpemente y Draco le da una mala mirada, porque cuando lo conocieron la lameculos apenas si lo trato pasable en el mejor de los casos.

—¿Tu novia? —pregunta Lucius curioso al acercarse.

El rostro de horror de Bianca es similar al de Draco.

—Por supuesto que no —dice Draco al mismo tiempo que Bianca se ve indignada y dice—: Jamás saldría con él. —Que lo hace sentirse ofendido por algún motivo.

—Hay fuertes rumores que sale con la señorita Brown —comenta Severus y sabe que lo hizo para joderle la vida solamente o para cobrar cualquier cosa que tenga que hacer por su presencia.

Bianca lo mira divertida, Draco se sonroja incrédulo.

Lucius hace una mueca, probablemente no contento de quién era su interés, y Narcisa parece no creerlo en ningún momento.

—Es solo mi mejor amiga, no somos novios —chilla un poco alterado, Albus tose un poco y puede escuchar a su lado cuando Potter susurra algo como "es que siempre están juntos", lo fulmina con la mirada y este tiene la decencia de voltear el rostro sonrojado pareciendo avergonzado de hablar en voz alta—. ¿Podemos irnos ya? —pregunta impaciente, viendo los ojos de su padre, que comparte una rápida mirada con su esposa antes de asentir.

Su cuerpo se relaja. Bien, eso significa que han salido de su primer gran problema.

Cuando se pone de pie, sujeta la mano de Bianca, esta solamente lo ve fijamente antes de asentir y sujetarla de regreso.

Tregua supone.

No tiene muchas opciones.

Mientras el director amablemente les ofrece su Red Flu, puede escuchar a la profesora McGonagall hablar con Potter.

—Oh, no señor Potter, tendrá su castigo por estar fuera de su habitación a estas horas de la noche. —Es lo último que dice cuando entran a la chimenea.

Bien.

Al menos algo salió bien hoy.

.

.

Narcisa los sienta en la sala de estar, donde luego de una mirada incómoda, Draco termina contando la parte inicial de la historia rápidamente y Bianca se adelanta cuando es su turno de relatar la misión. Ignorando su encuentro con Luke, un señor que llaman General, que subieran sobre el monte de un jabalí o que literalmente estaban dentro de un robot gigante (hicieron una pausa para explicar a sus padres el término) que casi los aplasta cuando Draco apareció.

—Me salvó la vida —admite Bianca, con un poco menos de reticencia y su madre voltea a verlo alterada.

Claramente, sin querer saber de todas sus aventuras o misiones hasta ahora. Usualmente es vago, pero ahora ella debe saber los peligros a los cuales se han enfrentado.

—Ahora debemos ir a San Francisco —añade Draco, confundido de la zona elegida, pero encogiéndose de hombros ante las cosas que se enfrentan.

Narcisa habla rápido.

—No —dice sería, Draco maldice y Bianca se altera—. Estuvieron cerca de la muerte, Draco se supone que ese lugar era seguro, no pienso volver a enviarte ahí. —Y ese era el porqué no le explicó como en su primera misión terminó en el inframundo o como el verano pasado luchó contra cíclopes y otros monstruos.

—Señora Malfoy —intenta Bianca, pero Narcisa es terca, lo sabe porque eso lo heredó de ella.

Se ve preocupada, tanto por Draco como sorpresivamente por Bianca.

—Ambos deberían quedarse aquí, es peligroso que vuelvan, hablaré con ese centauro para decirle que no los pienso dejarlos ir —gruñe, con seriedad su madre, manteniéndose digna, pero luciendo claramente fastidiada por la falta de medidas de seguridad.

Bianca le lanza una mirada de pánico a lo cual Draco asiente.

—Percy está en peligro madre.

—Sé que es un buen chico, pero…

—Es mi vínculo. —Por la mirada de Bianca, sabe que tendrá mucho que explicarle también a la niña sobre eso, su madre guarda silencio—. No sabemos qué podría sucederme si algo le pasa a él, quiero ir con él, quiero ayudarlo y también ayudar a los demás, Annabeth está desaparecida, tal vez si hubiera actuado antes, ahora estaríamos todos a salvo con ellos. —O muertos con Bianca, no lo sabe, pero no importa.

El rostro de su madre se vuelve pensativo, pero claramente sin rendirse, antes de que Lucius sea quien suelte un suspiro, colocándose sobre sus pies atrayendo la atención de todos.

Su rostro se fija en Bianca.

—Señorita di Angelo, entenderá que necesitamos que jure ante cualquier cosa sagrada que nunca podrá revelar la verdad de mi hijo Draco. Es peligroso para su mundo que se sepa que un Olimpo tuvo un hijo con un mago. —Su palabra es profesional, casi como un contrato y todos parecen confundidos por eso.

Bianca, especialmente, quien asiente temerosa.

—Draco me salvó. —Mira de reojo al niño, quien solamente bufa algo sonrojada por el bochorno—. No conozco mucho de este mundo, pero puedo jurar como me enseñaron las cazadoras —dice, tímidamente antes de tomar aire y verlos con decisión—. Juro ante la laguna estigia que no diré la verdad sobre el nacimiento de Draco Malfoy. —Es un juramento realmente importante, piensa Draco viéndole sorprendido.

Los juramentos de ese tipo eran muy especiales, casi mortales si se incumplían, o eso explicó Quirón.

La mira asombrado.

Bianca permanece serena y no retiró su palabra.

Lucius la ve un poco curioso, antes de verlo unos momentos a Draco y luego asentir.

—Bien, entonces levántense, tendremos que ir al ministerio para un traslador de emergencia… y llenar papeleo. —Parece que lo último lo dice casi resignado. Narcisa se levanta incrédula.

—Lucius. —Suena como un reproche, pero este solo camina hasta Draco y pone una mano sobre su hombro.

Traga saliva, nervioso.

—Prométeme que volverás luego de año nuevo. —Su voz suena un poco cansada, pero Draco solamente parpadea, antes de adelantarse para abrazarlo con fuerza y este no lo rechaza.

No le dice sobre lo indigno que se ve, no le reclama porque esté usando ropa de muggles o tampoco lo tacha como alguien a quien proteger; está confiando en él.

—Es una promesa —susurra y cuando este le acaricia el rostro, solamente sonríe de forma radiante.

.

.

El señor Baddock, quien solía ayudarle en esta clase de momentos, parpadeó sorprendido cuando todos aparecieron en horas de la madrugada en el ministerio. Su madre parecía indignada de que no se pudieran quedar ni una noche y Draco aseguró que ocupaban obtener el camino más rápido; probablemente estaría castigado hasta que fuera mayor de edad, pero no importaba. El señor Baddock es de alguna forma una especie de criatura divina, ya que, aunque se supone que Draco no debería haber ingresado de regreso a Londres y no parece haber ninguna anomalía que indicara su aparición masiva.

Bueno.

Obtiene otro traslador un poco ilegal, Lucius se encoge de hombros diciendo que tiene dinero y Bianca tiene la boca abierta todo el viaje al ministerio.

—Envía un mensaje inmediatamente que termine todo, o te juro Draco Malfoy que iré yo misma a Estados Unidos y no te gustará lo que pasará. —Es la advertencia de su madre antes de darle un enorme abrazo, pero Draco solamente lo regresa con una sonrisa.

Su padre palmea su hombro y se sorprende cuando Narcisa también abraza a Bianca, invitándola a que visite la mansión cuando pueda. Parece fascinada con la idea de las cazadoras, a lo cual Lucius bufa antes de que ambos se queden viéndolos cuando el traslador se activa y los envía a Nueva York.

Bien.

Ahora solo ocupan recorrer la mitad del país.

Aunque Draco tiene una idea.

—Tal vez deberíamos ir primero al campamento, para informarles que estamos vivos —dice Draco, cuando usa la varita que le pertenece para llamar al carruaje estelar, Bianca parece dudosa cuando acepta entrar y luego de explicarle porqué solamente puede usarla con ella (o con Percy), nadie más puede saber que es un mago.

Tampoco los van a dejar tan lejos.

El conductor indica que todo el tránsito está prohibido hasta San Francisco, porque parece que hay problemas en una de las zonas y que solamente podrá dejarlos en Las Vegas. Gruñe un asentimiento, pensando que tendrá que pensar en una forma de llegar a San Francisco por su cuenta, se pregunta también qué clase de niebla es la que rodea el lugar para que no puedan llegar más allá.

Bianca está nerviosa, pero su arco se sujeta con fuerza y Draco sabe que tiene al menos su lanza.

En su casa no ha obtenido dracmas, nuevamente, todos estaban en su campamento y lo odia por eso: no había analizado a futuro, pero en su defensa pensar en desaparecer a otro lado del mundo no parecía algo factible hace algunas horas. Pero al menos ha conseguido ropa y un baño (muy en contra de Bianca que quiso apresurar todo), una ropa cómoda para la batalla y una chaqueta porque no piensa morirse de frío. Su maleta es un poco rápida de organizar por su madre y tienen comida, que comparte con Bianca mientras el carro se mueve violentamente.

Durará una hora.

El tiempo parece ridículo, pero es un coche mágico.

—Deben haberse adelantado mucho, tenemos que alcanzarlos, yo tengo que ayudarles.

—No es tu responsabilidad.

—Yo robé la estatua, fue mi culpa, yo… si alguien murió ahí fue mi culpa.

Draco asiente, no va a mentirle, eso había sido muy culpa de ella y ahora estaba pagando la culpa, al menos Percy sigue con vida si su vínculo significa algo. Siente que si alguien fuera a morir lo sentiría de alguna forma, lo cual no importa. Ahora tiene que tratar con una niña solamente un poco más joven que él, que parece cargar con culpa.

¿Desde cuándo es responsabilidad de Draco los otros niños menores?

Tiene que hablar seriamente con Quirón al respecto.

—Hacemos cosas estúpidas todo el tiempo, no lo pienses mucho, fue un error, solo no lo hagas otra vez —dice de forma indiferente.

De hecho, le alegra ese error, aunque casi los asesina, le hace pensar que, a pesar de todo, Bianca sí se preocupaba por Nico; sí puede ser egoísta que incluso puso a todos en peligro por su hermano, pero Draco es el tipo egoísta que se puede alegrar por eso.

Bianca sonríe divertida, como si pudiera leer sus pensamientos.

El resto del viaje, Draco habla sobre su familia, porque Bianca no parece recordar mucho de nada antes que solo estuviera en el casino, la niña parece un poco confundida con todos los términos de magia y Draco se encuentra explicando cosas que hasta un hijo de muggles parecía saber.

—¿Te gusta Harry Potter?, porque lo mencionas mucho —dice Bianca cuando se bajan del coche estelar.

Draco la ve indignado.

¿Por qué es lo que todos dicen?

Ignoren eso.

Ahora en medio de las vegas no tienen nada que hacer.

.

.

Había guardado la tarjera de Lotus Hotel de forma de recuerdo, Annabeth se la había dejado y Draco milagrosamente la tenía en la mansión Malfoy y pudo traerla como ayuda. Un taxi hasta San Francisco podría durar hasta 9 horas, el taxista le da una mirada de mala muerte, pero cuando ve la tarjeta nuevamente la aceptan sin muchos problemas; verifica que funciona y eso es más que suficiente.

Podrían volar, pero Draco alertó que podría ser una mala idea.

Zeus no es muy amable cuando extraños estaban en sus dominios.

—Vaya, eso son muchos años —admite Draco, mientras Bianca explica un poco sobre su historia en el casino con Nico.

Son 9 horas, han arruinado la mayoría de temas de conversación en la primera hora (colores favoritos, tu arma favorita, misiones estúpidas de Percy y el pésimo sistema educativo de Long Island) y habían pasado por McDonald con el taxista, porque este también tenía hambre. Hizo unas rápidas matemáticas y eso eran aproximadamente 73 años robados a los niños, eso explica por qué Nico parecía confundido cada que Will saltaba señalando algún aparato tecnológico.

Pensó que había sido raro como él.

Pero esto era un extraño nuevo nivel de rareza.

Tampoco quería sentir tanta empatía por una niña que hace pocos días odiaba, pero algunas cosas obligadas a vivir en menos de 24 horas los habían terminado acercando; a la fuerza. Fue algo similar con Nico, quien había quedado a su cuidado, aunque nadie lo había querido así. Con otros como Will, Annabeth o Percy, todo había sido casi más natural y orgánico.

De forma extraña.

—El mundo es más grande de lo que imaginaba —dice Bianca, viendo por la ventana, con una extraña sensación de nostalgia y Draco asiente.

—Lo sé.

La niña lo ve de reojo antes de sonreír.

Draco piensa en la primera vez que entró en el campamento mestizo y como después de ese día todo solamente había aumentado. Ve por la ventana del taxi y acepta la oferta de Bianca de dormir la primera hora, pero luego de que al cerrar los ojos sueña con Grover gritando algo como: "Guerra de burritos" y lanzando comida; al levantarse ve a Bianca y le dice que no quiere volver a dormir en un rato.

.

.

Monte Tamalpais, Draco levantó el rostro cuando el taxista los dejó casi 5 kilómetros lejos, porque la niebla era espesa y esto fue lo más cercano que el dinero lo tentó. Se bajaron de forma un poco antinatural, el viaje se había alargado porque comieron algunas veces y para utilizar el baño, pero ahora que estaban aquí, se preguntaron dónde estarían todos. ¿Ya estarían ahí? Bianca sacó su arco al tiempo que Draco invocaba su lanza cuando comenzaron a caminar rápidamente hacia el lugar. Era lo último que Zoe le había admitido a Bianca donde se dirigían, probablemente sus amigos no tuvieron un viaje tan complicado hacia aquí; tal vez ellos solamente lo tuvieron tranquilo porque Bianca figuraba como desaparecida.

¿Muerta?

Ni siquiera sabían que Draco estaba aquí.

Se preguntó qué estarían pensando Nico y Will, el resto del campamento, había quedado con Silena de volar un rato, ella no dejaba de hablar de un chico de la cabaña de Hefesto; curioso, había jurado que Clarisse y ella… bueno no importa ahora.

Conforme más se acercaban al monte parecía de mayor tamaño.

Percy parecía distraído y tenso, pero no intentó enviarle alguna especie de emoción y Draco simplemente estaba demasiado cansado u ocupado para eso.

—Hay un barco blanco, parece donde estaba el humano —señala Bianca cuando ven al agua cercana al monte.

Luke.

Ellos habían encontrado a Luke, de nuevo.

Draco se estremeció, había una especie de tormenta que se acercaba más rápidamente; pero el clima no lo hizo menos reconocible, el princesa Andrómeda.

El barco de Luke.

—Tenemos que darnos prisa —alertó Draco rápidamente y Bianca se puso tensa a su alrededor corriendo junto con él.

Eso intentaron.

Hasta que apareció un esqueleto, como un esqueleto literal casi sin carne, y Draco había querido chillar alarmado; el esqueleto se abalanzó sobre ellos, pero en lugar de asesinarlo, solamente puso una mano sobre su boca. No gritó por el asco de al abrir la boca tocar parte del hueso, ya era suficiente sentirlo así. Bianca, por otro lado, solamente gruñó cuando otro esqueleto hizo lo mismo con ella, pero lejos de intentar asesinarlos, estos solamente señalaron la cabeza de Bianca.

Que estaba brillando.

Espera.

Estaba siendo reclamada.

¿Justo ahora?

Draco le dio una mirada bastante cargada de celos, porque incluso los niños nuevos son reclamados antes que Draco y… se quedó congelado cuando luego de unos momentos reconoció el símbolo que había sobre la cabeza de Bianca.

—¿Qué pasa?

—Hades.

—¿Hades qué?

—Te está reclamando, justo ahora, ese jodido inútil te reclama hasta ahora y… —Draco deja de hablar cuando los esqueletos los arrojan sobre los arbustos, hay pasos, personas que parecen ser de Luke o monstruos que se abalanzan casi como sombras silenciosas.

Bueno.

Dejando de lado a Bianca gimotear sin saber qué pasa.

Es mejor así.

Lo importante es que los esqueletos parecen estar de su lado, maldice a Hades en el inframundo, recordando su charla hace algunos veranos y por más ridículo que suene para alguien, siguen a los esqueletos cuando señalan una pequeña cueva donde tienen que entrar agachados en cuatro patas.

No es que tengan nada más que hacer.

Todo ya era una locura y Draco estaba de muy mal humor.

Todos eran reclamados menos él.

Su padre del olimpo era un idiota.

—¿Hades no es el rey del inframundo? —susurra Bianca detrás de él, como si no quisiera la cosa, los esqueletos siguen gateando frente a ellos.

Cuando piensa que su vida no puede ser más ridícula, siempre se termina sorprendiendo.

—Sí, bienvenida, princesa. Ahora probablemente puedas ser parte de la profecía del fin del mundo —sigue gateando, chilla cuando Bianca lo pincha en una nalga con su arco.

Lo ve cómo puede en la oscuridad, pero esta sigue indignada.

Caminan un poco más, bueno, gatean un poco más y todo parece un caos más adelante, hay sonidos que parecen llegar y eso le preocupa un poco. Sabe que los esqueletos parecen de su lado, pero ahora tal vez confió en ellos demasiado pronto, incluso cuando pudieron estar salvándolo. Pero justo cuando el esqueleto parece desaparecer en la tierra, Bianca y Draco terminan cayendo por lo que parece una especie de resbaladera juntos, antes de girar en una maraña de extremidades que caen al suelo.

Draco sobre la espalda de Bianca.

Todo queda en silencio y Draco piensa que hace unos momentos escuchaba cosas, levanta la cabeza confundido.

Oh no.

—¿Draco? —pregunta Percy, incrédulo con su espada al aire, detenido como todos al verlos aparecer—. ¿Bianca? —jadea, luego al ver a la niña levantarse detrás de él.

Habían de alguna forma llegado a la cumbre. A unos metros apenas, los grises nubarrones giraban sobre sus cabezas en un violento torbellino, creando un embudo que casi parecía tocar la cima, pero que reposaba en realidad sobre los hombros de una chica de doce años de pelo castaño rojizo, cubierta con los andrajos de un vestido plateado. Artemisa, sí, allí estaba: sujeta a la roca con cadenas de bronce celestial.

Artemisa se veía obligada a sostener algo.

Esperen.

¿El cielo?

—Como Atlas —habla Draco chasqueando los dedos, ahora tiene un poco de sentido algunas cosas.

Esperen.

Rebobinemos donde estaban.

Artemisa parecía exhausta y estaba empapada de sudor. Él nunca había visto a una diosa sufrir de aquella manera. El peso del cielo era a todas luces demasiado para ella.

No estaban solos.

Allí estaba un hombre de apariencia aterradora, con su traje de seda marrón.

Tenía a Luke a su lado y también a media docena de dracaenae que portaban el sarcófago de Cronos. Junto a Luke, Annabeth con las manos a la espalda y una mordaza en la boca. Él apoyaba la punta de la espada en su garganta.

Acababan de llegar en el peor momento.

—Luke —gruñó Thalia luego de una mirada confundida a ellos, Draco saludó, pero Bianca a su lado le ayudó a ponerse de pie—, suéltala —dice, señalando a Annabeth.

Esta parecía querer que todos se fueran y la dejaran sola.

Idiota.

Draco sintió la rabia en todo su ser.

Luke esbozó una sonrisa endeble y pálida, parecía cansado y Draco solamente quería incrustarle la lanza en su vientre para acabar con todo esto de una vez por todas.

—Esa decisión está en manos del General, Thalia. Pero me alegra verte de nuevo.

Thalia le escupió.

El General se rió entre dientes.

—Ya vemos en qué ha quedado esa vieja amistad. Y en cuanto a ti, Zoë, ha pasado mucho tiempo… ¿Cómo está mi pequeña traidora? Voy a disfrutar matándote.

—No le contestes —gimió Artemisa—. No lo desafíes.

—Un momento… —intervino Percy que estaba tan confundido como todos—. ¿Tú eres Atlas?

El General lo vio incrédulo, como casi todos en el salón, hasta Draco que no sabía nada de que pasaba, podría imaginar quien era con todo a su alrededor.

La única forma que Artemisa estuviera sosteniendo el cielo, es que su anterior portador no estuviera, era sumar 2+2, pero Percy era lento en algunas cosas.

—¡Ah! Así que hasta el más estúpido de los héroes es capaz de hacer por fin una deducción. Sí, soy Atlas, general de los titanes y terror de los dioses. Felicidades. Acabaré contigo enseguida, tan pronto me haya ocupado de esta desgraciada muchacha.

—No vas a hacerle ningún daño a Zoë —dijo Percy—. No te lo permitiré.

El General sonrió desdeñoso.

—No tienes derecho a inmiscuirte, pequeño héroe. Esto es un asunto de familia.

—¿De familia?

—Sí —dijo Zoë, desolada—. Atlas es mi padre.

Vaya.

Draco tosió al lado de Bianca, que parecía igual de incómoda que él, intercambiaron una mirada de que claramente habían llegado en el peor momento de todos; pero no demasiado tarde para la lucha. Percy parecía ver de forma incómoda a Zoë y pudo sentir la preocupación en su interior, parece que aparte de Bianca y Draco, no eran los únicos que se habían acercado en estos días en una inusual amistad.

—Suelta a Artemisa —exigió Zoë.

Atlas se acercó a la diosa encadenada.

—¿Acaso te gustaría tomar el peso del cielo de sus hombros…? Adelante.

Zoë abrió la boca para decir algo, pero Artemisa gritó:

—¡No! ¡No se te ocurra ofrecerte, Zoë! ¡Te lo prohíbo!

Atlas sonrió con sorna. Se arrodilló junto a Artemisa y trató de tocarle la cara, pero ella le lanzó un mordisco y estuvo a punto de arrancarle los dedos.

Eso le hizo que la diosa le cayera un poco mejor.

—Aja. —Rió Atlas—. ¿Lo ves, hija? A la señora Artemisa le gusta su nuevo trabajo. Creo que cuando Cronos vuelva a gobernar pondré a todos los olímpicos a sostener por turnos mi carga. Aquí, en el centro de nuestro palacio. Así aprenderán un poco de humildad esa pandilla de enclenques.

Draco miró a Annabeth, Percy no le había quitado la mirada de encima y ahora Draco notó parte de su cabello veteado de gris.

—Es por sostener el cielo —habló Thalia, como si me hubiese leído el pensamiento—. El peso debería haberla matado.

Draco se congeló un momento.

Peso.

Tocó sus hombros recordando como hace unos días, no había soportado el dolor de espalda y era… miró a Annabeth que lo vio de reojo como si se disculpara por algo.

Tonta.

No era culpa de ella.

La ira fría volvió tan potente, que Annabeth abrió sus ojos sorprendida, Percy incluso jadeo viéndolo. La ira que había sentido de él ahora no importaba, solo la suya.

Habían herido a su amiga.

Sus dedos se apretaron con fuerza contra sus manos.

—No lo entiendo —dijo Percy—. ¿Por qué Artemisa no puede soltarlo, sencillamente?

Atlas se echó a reír.

—¡Qué pocas entendederas, jovenzuelo! Este es el punto donde el cielo y la tierra se encontraron por vez primera, donde Urano y Gaya dieron a luz a sus poderosos hijos, los titanes. El cielo aún anhela abrazar la tierra. Alguien ha de mantenerlo a raya; de no ser así, se desmoronaría y aplastaría en el acto la montaña y todo lo que hay en cien leguas a la redonda. Una vez que has tomado sobre ti esa carga, ya no hay escapatoria. —Atlas sonrió—. A menos que alguien la tome de tus hombros y ocupe tu lugar.

Se acercó y los vio a todos, miró de reojo un momento a Draco curioso y a Bianca que no dejaba de temblar asustada.

—O sea que estos son los mejores héroes de esta era… No parece que representen un gran desafío, aunque un mestizo que claramente es una burla a los panteones, dime pequeño niño. —Ve fijamente a Draco, quien se estremece un poco asustado de un titán, lo cual es algo que agregar a la lista de peores momentos de su vida—. ¿Los olimpos ya han descubierto a tu padre?, probablemente no… aunque… puedo darme una idea del idiota que pensó que tener hijos con alguien de tu clase sería buena idea, solo hay alguien tan arrogante y estúpido como él; no puedo esperar por verlo muerto como a sus estúpidos hermanos —añade lo que causa que Draco se congele.

¿En serio?

Hasta los malditos titanes tienen una idea de quién es su padre, menos Draco.

Quiere arrancarse el cabello del estrés.

—Combate con nosotros —lo retó Percy, colocándose sobre Draco para ocultarlo de la vista de Atlas, porque era algo que Percy haría—. Y lo veremos.

—¿No te han enseñado nada los dioses? Un inmortal no lucha con un simple mortal. Quedaría por debajo de nuestra dignidad. Dejaré que sea Luke quien te aplaste.

—O sea, que tú también eres un cobarde —le dijo sin cerrar la boca.

Dejó de lado su ira para darle una mirada que decía: «¿En serio?», pero la de Percy solo fue una mirada que decía «Me alegra verte amigo», tan sincera que hizo que estar enojado con él fuera más difícil.

Los ojos de Atlas relucieron de odio. Haciendo un esfuerzo, centró su atención en Thalia.

—En cuanto a ti, hija de Zeus, parece que Luke se equivocó contigo.

—No me equivoqué —acertó a decir Luke. Se lo veía terriblemente débil y pronunciaba cada palabra con dificultad, como si le resultara doloroso. Si no lo hubiese odiado tanto, le habría inspirado compasión—. Thalia, aún estás a tiempo de unirte a nosotros. Llama al taurofidio. Él acudirá a ti. ¡Mira!

¿Taurofidio?

Este agitó una mano y a su lado surgió un estanque lleno de agua, bordeado de mármol negro, en el que había espacio suficiente para el taurofidio.

Fuera lo que fuera.

¿No había una historia al respecto?

—¿Taurofidio? —susurró Bianca a su lado y Draco se encogió de hombros.

Claramente se han perdido parte de una historia aquí.

—Thalia, llama al taurofidio —insistió Luke—. Y serás más poderosa que los dioses.

—Luke… —Su voz traslució un gran dolor—. ¿Qué te ha ocurrido?

Está loco.

Eso es lo que pasa.

Loco de remate y deberían asesinarlo, como ayer.

—¿No recuerdas todas las veces que hablamos? ¿Todas las veces que llegamos a maldecir a los dioses? Nuestros padres no han hecho nada por nosotros. ¡No tienen derecho a gobernar el mundo!

Ella negó con la cabeza.

—Libera a Annabeth. Suéltala.

—Si te unes a mí —prometió Luke—, todo podría ser como antes. Los tres juntos de nuevo. Luchando por un mundo mejor. Por favor, Thalia. Si no accedes… —Su voz flaqueó—. Es mi última oportunidad. Si no accedes, él recurrirá a otros medios. Por favor.

Su miedo era real.

Pero Draco solamente levantó su lanza un momento meditando un poco.

—No lo hagas, Thalia —dijo Zoë—. Hemos de luchar contra ellos.

Luke hizo otro gesto con la mano y apareció un fuego de la nada. Un brasero de bronce como el que había en el campamento. Una llama donde hacer un sacrificio.

—Thalia —dijo Percy, alarmado—. No.

Draco admiró la duda en el rostro de Thalia, claramente estaba pensando en que hacer y por eso le dio un poco de irritación; claro que odiaba a los olimpos, pero Luke no era la mejor opción. Durante un segundo la chica voltea a verlo, Draco hace una mueca que parece hacerle entrar en razón de alguna forma estúpida, pero por un momento al verlo, ella parece un poco confundida.

¿Qué habrá visto?

Draco nota el rostro algo nostálgico de la chica, antes de voltear a ver a Luke.

Detrás de Luke, el sarcófago dorado empezó resplandecer. Y al hacerlo, puede que todos vieran una serie de imágenes en la niebla que nos rodeaba: muros de mármol negro alzándose, ruinas creciendo de nuevo para erigir un palacio hermoso y terrible a nuestro alrededor, un palacio hecho de miedo y sombras.

—Aquí erigiremos el monte Othrys —prometió Luke con una voz tan agarrotada que apenas parecía la suya—. Y de nuevo será más fuerte y más poderoso que el Olimpo. Mira, Thalia. No nos faltan fuerzas.

Señaló hacia el océano. A Draco se le cayó el alma a los pies: desde la playa donde había atracado el Princesa Andrómeda, subía por la ladera de la montaña un gran ejército en formación. Dracaenae y lestrigones, monstruos y mestizos, perros del infierno, arpías y otras criaturas que ni siquiera sabría nombrar. Debían de haber vaciado el barco entero, porque eran centenares, muchísimos más de los que había visto a bordo el verano pasado. Y marchaban hacia ellos. En unos minutos estarían allí arriba.

Eso debió ser lo que casi los atrapa hace unos minutos.

—Esto no es más que una muestra de lo que se avecina —continuó Luke—. Pronto estaremos preparados para entrar en el Campamento Mestizo. Y después, en el mismísimo Olimpo. Lo único que necesitamos es tu ayuda.

Por un instante terrible, Thalia titubeó de nuevo. Miró a Luke fijamente, con aquellos ojos llenos de dolor, como si lo único que deseara en este mundo fuera creerlo. Luego blandió su lanza.

—Tú no eres Luke. Ya no te reconozco.

Bien, había dejado que ella tomara la elección, era mejor así, a que siempre tuviera la duda.

Parece que en una parte de Thalia, quiso pensar que Luke aún era bueno, al igual que todos ellos, era mejor que se bajara de esa nube lo más pronto posible.

—Por favor, Thalia —suplicó—. No me hagas… No hagas que él te destruya. El tiempo se acaba. Si aquel ejército llega a la cima, nos arrollaría.

Bien.

Que así sea.

Todo quedó en completo silencio un momento, pero el silbido de su lanza estampándose contra el hombro derecho de Luke, fue lo que se escuchó antes del grotesco sonido de la piel siendo atravesada. Todos voltearon a verlo sorprendidos, cuando Luke se hizo hacia atrás, sujetando incrédulo su brazo, a lo cual Draco se encogió de hombros cuando todos volvieron a verle.

—Estaban tardando demasiado —musitó con aire desafiante.

El pandemónio se abrió rápidamente.

.

.

Thalia fue directa hacia Luke. El poder de su escudo era tan tremendo que las mujeres-dragón de su guardia soltaron el ataúd de oro y salieron corriendo despavoridas. Pero, a pesar de su aspecto enfermizo y un hombro, ya saben, traspasado, Luke seguía siendo muy rápido con la espada. Gruñó como un animal salvaje y pasó al contraataque.

Cuando su espada, Backbiter, se estrelló contra el escudo de Thalia, saltó entre ambos una gran bola de fuego que giró en el aire con lengüetas abrasadoras.

Draco y Bianca corrieron hacia Annabeth, se sorprendió que Bianca fuera con él, pero la niña parecía lista para luchar a su lado.

Percy, cometido la mayor estupidez de mi vida, lo cual ya es decir, Atacó al titán, al señor Atlas.

Los ignoró mientras Thalia le lanzaba su lanza de regreso, Luke gruñó con sangre saliendo de su brazo y Draco utilizó la lanza para cortar las ataduras de Annabeth. Bianca usó su arco para matar a unos monstruos que aún quedaban por ahí.

—Percy —gimoteó Annabeth, señalando hacia su amigo, porque ahora Atlas estaba contraatacando y era tan estúpido como ambos se preocupaban por el otro.

No es que Draco no estuviera preocupado, pero luego de ver a Annabeth intacta y en sus brazos, suspiró antes de ver a Bianca a los ojos; una súplica en su mirada.

—Cuídala. —No era una petición, era una súplica.

Los ojos de Bianca parpadearon un momento, antes de sonreír de forma salvaje y asentir.

—Con mi vida. —Era una promesa, no con el río estigia de por medio, solamente algo que ellos harían por ser estúpidos, pero algo que era importante para ambos y Draco casi se ahoga en risa al sentir el maldito vínculo formarse en ese instante entre ambos.

De la nada.

Apareciendo sin permiso.

Solamente algo formándose porque parece que tenía que ser así.

Claro que tendría que ser en este momento, si Bianca lo siente o no, no importa.

Draco se lanza al ataque, aún no puede analizarlo todo.

Bien, había pasado de retar a Hades para salvar a sus amigos, ir a un mar de monstruos y luchar contra cíclopes, hasta el punto de retar a un titán; su vida no estaba fuera de locuras desde que conoció a Percy Jackson.

—¡Estúpido! —gritó Atlas, pletórico, apartando de un manotazo una flecha de Zoë—. ¿Te habías creído que sólo porque desafiaste una vez a ese insignificante diosecillo de la guerra podías hacerme frente a mí?

Draco se lanzó rápidamente para interceptar el ataque hacia Percy, se estampó contra una pared, el aire salió de sus pulmones, pero el chico no sufrió el mayor impacto y Draco se toma un segundo para pensar que es un idiota.

Duele.

Como, mucho dolor.

La preocupación de Percy lo siguió con un grito a su nombre.

La lucha sigue, un baile, un vals, una masacre; Percy no era carga para un titán, Draco no hizo más que abalanzarse para sujetar cuando enviaban a volar a alguno de ellos y usar su lanza que era desviada sin la mayor dificultad.

Débil.

Patético.

Incluso aunque luchara, Draco no era fuerte realmente.

Pero deben seguir cargando una y otra vez, en una tuvo que colocarse de nuevo con firmeza, pero cuando Percy salió volando contra él, fue tanto el impacto que ambos terminaron rodando hacia donde estaba Artemisa.

—¡Corran! —jadeó—. ¡Corran!

Atlas se aproximó sin prisas. Percy había perdido la espada y la lanza de Draco estaba tambaleante en su mano a duras penas.

Luke y Thalia combatían como demonios mientras los relámpagos chisporroteaban a su alrededor.

Annabeth estaba en el suelo al lado de Bianca, que usaba su arco para alejar a los monstruos que claramente se acercaban.

—Mueran, pequeños héroes —dijo Atlas.

Alzó su jabalina para traspasar a Percy.

—¡No! —chilló Zoë.

En un abrir y cerrar de ojos se incrustaron varias flechas en la axila del titán, justo en la articulación de su armadura.

Eso parecía doloroso, y algo asqueroso.

—¡Argggg! —Con un bramido, el titán se volvió hacia su hija.

Estaba muerta, Draco no quiso pensar en nada más, porque estaba buscando como sobrevivir por su cuenta y mantener a sus amigos con vida, quien ahora contaba también Bianca aparentemente.

No quería que le pasara nada a la niña.

—El cielo —le dijo Percy a la diosa—. Déjamelo a mí.

Draco gimoteó con ambas manos en su rostro.

¿Se puede ser más idiota?

—No, chico —respondió Artemisa. Tenía la frente perlada de un sudor metálico como el mercurio—. No sabes lo que dices. ¡Te aplastaría! —

Era un buen punto.

Draco habría aceptado ese punto y se habría ido.

—¡Annabeth lo sostuvo!

Es que ella era increíble, no por eso tiene que hacer lo mismo.

—Y ha sobrevivido por los pelos. Ella contaba con el temple de una auténtica cazadora. Tú no resistirás tanto.

—Igualmente vamos a morir —repuso—. ¡Déjame a mí el peso del cielo y cuida de Draco!

No aguardó a que respondiera. Sacó a Contracorriente (que había vuelto amablemente con él, a diferencia de su lanza que ocupaba de su magia para volver) y cortó sus cadenas.

Luego se situó a su lado derecho y se preparó para resistir con una rodilla en el suelo y el rostro más estúpidamente firme que había visto en toda su vida; Draco pensó que eso podría hacerlo enamorarse más de él, pero en general solamente le hizo pensar que era el idiota más idiota que existía y que era su estúpido mejor amigo. Draco lo miró fijamente, el chico tenía toda la intención de hacerlo, aunque eso pudiera matarlo; aunque ser un semidiós podría ayudarle de alguna manera.

No tenía miedo.

Era una tarea que cumplir y el abnegado corazón de Hufflepuff iba a hacerlo por su cuenta.

Era un idiota.

Pero era su mejor amigo idiota.

Gime mentalmente y luego suspiró antes de colocarse al otro lado de Artemisa casi resignado, Percy le dio una mirada incrédula al tiempo que Artemisa parecía gimotear un poco.

—¿Qué haces? —cuestiona Percy como si tuvieran tiempo.

—Ayudarte cerebro de chorlito, dos son mejor que uno, matemáticas simples, ahora cállate —gruñe sin saber que esperar más adelante, solo que esto iba a doler.

Mucho.

¿Dos personas pueden sostener el cielo?

Alzó las manos y tocó las nubes frías y espesas. Por un momento, sostuvieron juntos el peso, los tres. Era lo más pesado que había aguantado en su vida, como si mil camiones le estuvieran aplastando. Pensó que iba a desmayarse de dolor, pero respiró hondo y se preparó sabiendo que lo peor estaba por venir.

«No puedo dejarlo solo.»

Entonces Artemisa se zafó de la carga y la sostuvieron ellos dos solos.

¿Por qué había aceptado eso?

Nunca había sentido nada similar, sus piernas chocaron entre ellas varias veces, antes de lograr cimentarse y no caer de bruces. Cada músculo de su cuerpo se volvió de fuego y su cabeza apenas si era soportada en sus hombros sin desnucarse. Era como si los huesos se le estuvieran derritiendo. Quería gritar, pero no tenía fuerzas ni para abrir la boca. Empezó a ceder poco a poco, hasta que recordó que no estaba solo. El peso del cielo le aplastaba.

No cree que incluso la maldición cruciatus pueda generar este dolor.

Nada en esta vida puede generar este dolor.

Ni el terror del inframundo.

Ni un cíclope golpeándote.

Ni cayendo del cielo y atrapando a un idiota al jugar quidditch.

No.

Este dolor era… insoportable.

—Duele, duele mucho, todo quema.

Los pensamientos de Percy eran borrosos, porque eran los mismos que sus pensamientos, y por un momento ambos pensamientos estaban entre ambos como si fueran el mismo.

No lo eran al mismo tiempo

Todo era confuso.

Eran ellos, pero al mismo tiempo no lo eran.

—Maldita sea que duele, cierra el culo, Jackson y resiste, no me dejarás solo aquí.

No había humor entre ambos, era casi impensable que ambos pudieran reír con el cielo entre ellos, pero entre todo el dolor pudo ver un pequeño hilo de risa en su interior.

Percy parecía agradecido que estuviera a su lado y aceptar que eso era egoísta. Draco estaba lanzando sentimientos de arrepentimiento y al mismo tiempo de seguridad por su decisión.

Luego ninguno entendió como Annabeth logró resistir esto.

—Annabeth es tan genial por soportarlo.

—Idiota enamorado.

—Duele mucho, todo duele, Draco.

—Resiste idiota, o mejor no lo hagas, si caes ganaré yo.

Nunca había pasado esto con el vínculo, nadie estaba hablando, su boca no se podría abrir y estaban concentrados en respirar solamente, pero era como si sus pensamientos viajaran entre ellos como si charlan mentalmente.

Ni siquiera la Legeremancia funciona sin contacto visual, pero aquí estaban casi espalda con espalda, soportando el peso del cielo.

Su madre iba a matarlo si se enteraba.

La visión se le hacía borrosa cada momento, Percy enviaba súplicas para que no lo dejara solo y no pensaba hacerlo; era por él que estaba metido en esto y no pensaba abandonarlo. Todo estaba teñido de rojo. Entrevió algunas imágenes de la batalla, pero no estaba seguro de distinguir nada con claridad. Creyó ver a Atlas con su armadura de combate y su jabalina, riendo como un loco mientras peleaba. Y más allá, le pareció ver a Artemisa: un borrón plateado.

Manejaba dos tremendos cuchillos de caza, cada uno tan largo como su brazo, y le lanzaba estocadas al titán con furia, al tiempo que esquivaba sus golpes y daba saltos con una gracia increíble. Parecía cambiar de aspecto mientras maniobraba.

Era un tigre, una gacela, un oso, un halcón. A lo mejor aquello era producto de su imaginación enfebrecida. Zoë le disparaba flechas a su padre, buscando las junturas de su armadura. Atlas rugía de dolor cada vez que una de ellas le acertaba, aunque para él no pasaban de ser como una picadura de abeja, lo cual no lograba otra cosa que enfurecerlo todavía más.

Bianca para su sorpresa, fue la que con un grito de guerra convocó a los muertos vivientes.

Eso debe ser su imaginación.

Ella estaba en un momento protegiendo a Annabeth y de repente, del suelo comenzaron a salir cadáveres que se lanzaron al ataque cual ejército de muertos vivientes.

—¿Esos son esqueletos?

—Si Bianca es hija de Hades.

—¿Cómo paso eso?, joder mi espalda me está matando, quiero morir. ¿Cómo encontraste a Bianca? Draco tengo miedo.

—Solo aguanta Percy, un poco más, estamos juntos en esto y no te dejo solo, no te atrevas a dejarme.

—Nunca.

Thalia y Luke luchaban lanza contra espada con los relámpagos centelleando a su alrededor. Con el halo de su escudo, Thalia lo hizo retroceder. Ni siquiera él era inmune a aquel hechizo. Dio varios pasos atrás y gruñó de pura frustración.

Su brazo seguía sangrando.

Percy hizo el intento patético de aplaudir mentalmente, pero su rodilla cedió un poco y eso los hizo gruñir mentalmente a ambos; pudo componerse, pero eso no era mejor.

Todo dolía y ardía en su pecho.

—¡Ríndete! —gritó Thalia—. ¡Tú nunca has logrado derrotarme!

Él esbozó una sonrisa sardónica.

—¡Ya lo veremos, mi vieja amiga!

Tenía el rostro cubierto de sudor. Las manos le resbalaban. Sus hombros habrían gritado de dolor si hubiesen podido. Tenía la sensación de que le estaban soldando con un soplete todas las vértebras de la columna.

Atlas avanzaba, hostigando a Artemisa. La diosa era rápida, pero la fuerza del titán resultaba arrolladora. Su jabalina se clavó en el suelo abriendo una fisura en la roca, justo donde Artemisa había estado un segundo antes. Atlas la cruzó de un salto y siguió persiguiéndola. Parecía que ella lo arrastrase hacia ellos.

«Prepárarese», les dijo mentalmente.

El dolor le volvía incapaz de pensar.

Percy dijo algo como: «Agggufff-uaaaaa.»

Draco solo jadeó.

—Combates bien para ser una chica —le dijo Atlas riendo—. Pero no eres rival para mí.

Le hizo una finta con la punta de la jabalina y Artemisa la esquivó. Rápidamente, volteó la jabalina y derribó a la diosa dándole en las piernas. Mientras ella caía al suelo, Atlas se dispuso a asestarle el golpe definitivo.

—¡No! —gritó Zoë.

Saltó entre su padre y Artemisa, lanzó una flecha a la frente del titán, donde quedó alojada como el cuerno de un unicornio. Atlas bramó de rabia. Le dio un manotazo a su hija, que fue a estrellarse contra un grupo de rocas negras sin piedad.

Ni siquiera veía dónde había aterrizado. Atlas se volvió hacia Artemisa con expresión triunfal. Ella debía de estar herida, porque no se levantó.

—La primera sangre de una nueva guerra —dijo Atlas, muy ufano.

Y descargó de golpe su jabalina.

Más rápida que el pensamiento, Artemisa se revolvió en el suelo. El arma pasó rozándola y ella se apresuró a agarrarla del mango. Tiró de él, usándolo como palanca, y le lanzó una patada al titán, que salió disparado por los aires. Lo vio caer sobre ellos y Draco comprendió con Percy lo que iba a suceder. Aflojó un poco la presión de sus manos bajo el cielo y, en cuanto el titán se me vino encima, no trataron de sostenerlo.

Draco se dejó arrastrar por el impacto y rodó con las nulas fuerzas que tenía, su pie parece tener un esguince, no es que importe.

Respiró.

Aire.

Sus pulmones podían respirar de nuevo.

El peso del cielo cayó directamente sobre la espalda de Atlas y estuvo a punto de laminarlo. Logró ponerse de rodillas mientras forcejeaba para quitarse de encima aquella fuerza aplastante. Pero ya era tarde.

—¡Nooooo! —bramó con tanta fuerza que la montaña entera tembló—. ¡Otra vez nooooo!

Atlas estaba atrapado de nuevo bajo su vieja carga.

Draco intentó incorporarse, pero no pudo, todo su cuerpo ardía de dolor y fue cuando notó de forma tardía, que su déficit de magia aún no se reponía, lo cual era un punto importante que no pensó cuando se puso en esta posición; el cielo había probablemente chupado cualquier esfuerzo porque Percy estaba a su lado gimoteando su nombre.

Pero todo era muy borroso.

Su cabeza duele.

¿Ve dos Percy?

Uno de ellos parece sonreír, como cuando era un hurón, y probablemente está alucinando, lo hace, porque solo hay una persona a su lado.

Percy.

—¿Potter? —pregunta confundido igualmente, a lo cual Percy ladea la cabeza, antes que todo se vuelva negro alrededor de Draco.

Continuará…

Me emocioné con este capítulo, cuando me di cuenta estaba escribiendo que seguía a continuación, antes de retroceder y notar que ya había pasado por mucho el largo que suelo mantener, en fin, creo que quedo bien este final.

Creo que es probable que el próximo capitulo termine el libro de la maldición del titan, pero el arco no va acabar hasta que Draco termine su tercer año.

El pobre no tiene respiro.

Hasta ahora Draco tiene varios vínculos, es curioso cómo, aunque estuvo con Nico varios días, se hizo un vínculo con su hermana primero.