Maratón 4/5.

35. Tocada.

Hacía horas que la gente a mi alrededor se había dormido, después de una larga noche de comida y bebida. Yo, al igual que el resto, me había quedado dormida junto a Bepo, utilizando a este mismo de almohada, sin embargo, hacía minutos me había despertado sintiendo un intenso malestar en la boca de mi estómago, por lo que me había alejado en completo silencio de aquel grupo de personas, hasta desaparecer por la linde del bosque.

A mi alrededor, reinaba el silencio, siendo interrumpido ocasionalmente por el canto de grillos, los cuales, a mi paso volvían a callarse. Envolviéndome a mí misma con mis brazos, detuve mis pasos cuando mi estómago dio un vuelco, obligándome a inclinarme hacia delante, dejando salir todo lo que había ingerido horas antes. O eso pensé en un principio, pues al pasar el dorso de mi mano por mis labios, una vez me sentí cómoda, me percaté del líquido carmesí que pintaba mi piel.

Asustada ante este hecho, me apresuré a volver donde el resto, sin emabrgo, mi cabeza comenzó a dar vueltas, por lo que me vi obligada a detenerme abruptamente y ha sostenerme del tronco de un árbol, volviendo a vomitar.

Haciendo un nuevo esfuerzo, volví a ponerme en marcha, llegando finalmente al claro, observando cómo, Law, quien permanecía en pie, acompañaba a la otra mujer de la tripulación hasta los árboles del otro lado de mi posición.

Extrañada, y con una mano en mi frente, teniendo la estúpida esperanza de que este simple acto se llevara el fuerte mareo que me estaba invadiendo, seguí sus pasos. Sin embargo, como no hay nadie más idiota que yo, me dispuse a atravesar el tumulto de piratas, no calculando suficiente mis pasos y tropezando con el cuerpo de Penguin, cayendo al suelo en el proceso.

-¿Ocurre algo? -preguntó la adormilada voz de Penguin, quien se había sentado y me observaba con uno de sus ojos entrecerrado, mientras que el otro se lo frotaba con su mano.

-Duerme -me limité a decir al tiempo que me incorporaba, antes de colocar mi mano sobre su gorra y darle un ligero empujón hacia el suelo.

-¿Dónde vas? -preguntó cuándo comencé a alejarme de él, en la misma dirección por la que había desaparecido Law- Por cierto, ¿estás bien? -preguntó, siendo completamente ignorado por mí, pues tenía un claro objetivo en mente, y mis retorcidos pensamientos, comenzaban a crear ideas poco agradables en mi cabeza ante la desaparición de esos dos.

Me importaba poco la sensación que oprimía cada vez más mi pecho, tenía que confirmar con mis propios ojos lo que llevaba sospechando desde que habíamos llegado al maldito elefante.

Sin mirar atrás, comencé a apartar las ramas y hojas que me impedían avanzar, no siendo consciente de que Penguin, venía detrás de mí, pisándome los talones.

-¿Qué estamos buscando? -me susurró cuando encontré lo que buscaba, sintiendo como un gran nudo se formaba en mi garganta. Al parecer, él no se había percatado de la… tierna, imagen que se desarrollaba ante mis humedecidos ojos.

-Ahora ya… nada -murmuré, girándome rápidamente para volver a andar el camino hasta el claro del que proveníamos, apretando con fuerza mis puños, sintiendo cómo las uñas se me clavaban en la carne de mis palmas.

-Oe… ¿De qué demonios estás hablando? -murmuró el chico después de unos minutos en los que solo se escuchaba el sonido de nuestros pies sobre las hojas del suelo.

-No sé tú, pero yo lo he visto perfectamente claro -susurré yo, cuando llegamos nuevamente al claro, donde todos seguían dormidos como troncos- Mi vista está perfecta, así que no he podido imaginarme que Trafalgar estaba abrazando, a mi parecer, muy cómodo a ésa -gruñí, pronunciando con profundo asco la última palabra, sintiendo cómo mis ojos comenzaban a aguarse.

-¿Pero qué estás diciendo? Trafalgar… -se quejó él, agarrando mi antebrazo antes de que yo siguiera caminando, sin embargo, de un fuerte tirón me desprendí de su agarre y me dirigí al lado contrario donde se habían quedado los restos de mi destrozado corazón. ¿Cómo podía haber sido tan imbécil?

A pesar de que Penguin seguía tras mis pasos, murmurando cosas inentendibles, yo continué con mi objetivo claro. Alejarme de aquel lugar lo antes posible para evitar cometer una locura. Cuando consideré estar lo suficientemente oculta en aquel frondoso bosque, permití que las primeras lágrimas resbalaran por mis mejillas antes de llevarme mi mano derecha a mi pecho izquierdo y apretarlo con fuerza sintiendo como un pequeño ardor comenzaba a aparecer en mi corazón- Penguin… -le llamé antes de que siguiera con su retahíla de murmullos, clavando mis ojos enrojecidos en él, quien comenzaba a mirarme interesado- Algo me está pasando…

Ante mis palabras, el chico se acercó a mi posición y colocó sus grandes manos sobre mis hombros dedicándome una amplia sonrisa, sin embargo, lejos de hacerme sentir mejor, provocó que más lágrimas escaparan de mis ojos.

-No seas llorona… Pensé que eras una tipa dura -rio suavemente el moreno, provocando que yo negara con mi cabeza.

-Algo no está bien en mí -murmuré llorando con más fuerza cuando una inmensa rabia me recorrió el cuerpo entero y el dolor de mi corazón se hacía más intenso.

Cuando las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, el chico borró su sonrisa y envolvió mi cuerpo rápidamente con sus brazos, consiguiendo que sollozos más fuertes escaparan de mi garganta, mientras mis brazos rodeaban con fuerza su cuello intentando calmar de esa manera los sentimientos que me embargaban.

-¿Quieres que hablemos tranquilamente? -preguntó separándose de mí volviendo a esbozar esa tierna sonrisa, colocando su brazo sobre mis hombros para llevarme junto al tronco de uno de esos grandes árboles que nos rodeaban, apoyándonos en el mullido suelo y apoyando nuestras espaldas en dicho tronco.

-No me has dado tiempo ni a responder -murmuré sorbiendo los mocos que comenzaban a taponar mi nariz, encogiendo mis rodillas contra mi pecho y clavando la mirada al frente, no queriendo pensar en qué demonios era lo que había visto.

-Eso ha sido muy poco sensual -comentó el chico con cara de asco, provocando que una suave risilla escapara de mis labios cuando mi atención se centró en él, quién comenzó a lanzar pequeñas piedrecillas hacia los árboles que teníamos en frente, acertando a golpear sus troncos.

-Bueno, ¿y por qué dices que algo no está bien contigo? -preguntó después de unos minutos en los que se dedicó a tirar piedras mientras yo intentaba controlar los sollozos que seguían impidiéndome decir ni una palabra.

-Es una sensación que siento desde hace varios meses… -confesé, cerrando mis ojos y apoyando mi cabeza contra el tronco del árbol en el que estábamos recostados ignorando el ardor que comenzaba a esparcirse por mi torso, percatándome de que esa sensación ya la había experimentado con anterioridad- Desde Punk Hazard.

-Deberás concretar un poco más -comentó con una diminuta sonrisa, encogiendo sus piernas estiradas y colocando sus brazos sobre sus rodillas.

-No puedo explicártelo con palabras -susurré, recordando todos y cada uno de los sentimientos que me habían embargado desde que el plan de Law había comenzado hacía varias semanas- Aunque todo empezó con la llegada de Ikkaku al submarino… -murmuré percatándome de que esto venía desde mucho antes.

-¿Qué pinta Ikkaku en todo esto? -preguntó Penguin, provocando que yo alzara mis ojos hacia él, percatándome de que durante todo el tiempo que llevábamos allí, no me había atrevido a mirarle.

-Todo empezó desde que me empecé a encariñar con tu Capitán, y eso fue hace bastantes meses -dije con tranquilidad, sintiendo como a mi lado el chico amenazaba con reírse- Luego llegó Ikkaku, y comencé a sentirme celosa y cabreada, esa mujer me saca de mis casillas -aclaré, encogiéndome de hombros y arrebatándole una risilla, para después continuar con mi monólogo- Y las manchas comenzaron a crecer de nuevo, y luego nos quedamos en Punk Hazard, pero estaba Monet, y Law pasaba mucho tiempo con ella, y luego apareció aquella subordinada de Doflamingo, y los celos siguieron apareciendo, y las manchas seguían creciendo, y luego en el barco de Luffy, Nami y Robin siempre iban con esa ropa tan corta, enseñando su perfecta piel, y ahora vuelve a intervenir Ikkaku, y las manchas vuelven a crecer -comenté atropelladamente, consiguiendo que a mi lado, finalmente el chico comenzara a reír con fuerza.

-¿Cuántos "y luego" has dicho? -rio más fuerte, provocando que yo frunciera fuertemente mi ceño, sin embargo, volvió a adquirir un tono serio- ¿Te han vuelto a crecer las manchas? -preguntó, recibiendo una respuesta negativa de mi parte.

-Pero lo van a hacer en poco tiempo -susurré, comenzando a sentir la comezón cada vez más intensa- Tienes que irte -murmuré rápidamente, poniéndome en pie de un salto y comenzando a alejarme de él con pasos tambaleantes, sabiendo perfectamente qué es lo que iba a suceder a continuación, pues lo que menos quería era hacerle daño…

-¿Qué ocurre? -preguntó colocando de nuevo su mano sobre mi hombro, sin embargo yo me sacudí con energía para liberarme del intenso calor que me producía su mano.

-Tienes que irte -repetí, esta vez en un tono más alto, siendo incapaz de controlar los temblores que sacudían mi cuerpo, dándole un suave empujón lejos de mí.

No supe si dijo algo más o no, dado que los fuertes latidos de mi corazón palpitaban con fuerza en mis oídos.

Cuando fui a pedirle de nuevo que se alejara de mí, un intenso dolor provocó que mi cuerpo se doblara hacia delante, volviendo a vomitar.

-¡ANDRA! -escuché que me llamó antes de que mis ojos se cerraran y me desplomara contra el suelo.

El ardor que sentía me estaba tentando a chillar de una forma descomunal, sin embargo, mordí con fuerza mi labio inferior y presioné mi cabeza contra el mullido suelo al mismo tiempo que clavaba los talones y mi espalda se encorvaba hasta niveles sobrehumanos.

-¡Dime qué hacer! -insistió Penguin, envolviendo mi rostro con sus manos, sin embargo, en ese momento, el dolor desapareció por completo, únicamente centrándose en mis ojos- O-Oye…

Sin decir absolutamente nada, dejé caer mi cuerpo contra el suelo como un peso muerto, respirando forzosamente.

-Aléjate, Penguin -murmuré sintiéndome incapaz de controlar mi cuerpo cuando me levanté de un rápido movimiento, con una terrible sed de sangre corriendo por mis venas.

-¿T-Te en-encuentras bien? -preguntó el moreno, retrocediendo varios pasos en dirección al claro, antes de que yo chistara mi lengua, provocando que su rostro empalideciera y comenzara a correr hacia el claro, donde se encontraba el resto de piratas, dando fuertes berridos llamando a su Capitán.

Mis piernas se flexionaron y rápidamente comencé a correr detrás del chico, sintiendo como el sabor metálico de la sangre comenzaba a envolver nuevamente mis papilas gustativas.

No entendía porque siempre era yo la que terminaba dañada. Hiciera lo que hiciera, terminaba hundiéndome aún más en ese pozo de oscuridad. Y me negaba a seguir permitiendo que esto pasara. Me la iban a pagar.

Todos ellos.

Las manchas de mis brazos viajaron a mis manos y lentamente se comenzaron a transformar en las gruesas garras escamosas.

Me sentía como un animal salvaje, incapaz de razonar o ser capaz de controlar las ganas que tenía de estar frente a todos aquellos piratas y abrirles en canal.

De un salto, mis largas y gruesas uñas negras se incrustaron en el tronco de uno de los árboles, dándome mayor impulso y permitiéndome pasar por encima de Penguin, quien seguía chillando, a pocos metros del claro.

Una siniestra sonrisa apareció en mis labios cuando, sobre una de las ramas del último de los árboles y escondida tras una gran mata de hojas, permanecía oculta, observando como todos los piratas se habían desperezado ante los gritos de Penguin y se mantenían en guardia.

Incluso Trafalgar e Ikkaku estaban al final del grupo de personas.

-¡A ENLOQUECIDO! -chilló aún más fuerte Penguin, saliendo de entre los árboles y tropezando, cayendo de bruces al suelo, provocando que más de uno de los piratas de Heart riera con fuerza, cosa que me hizo chistar la lengua- ¡CORRED! -volvió a berrear Penguin, provocando que yo exhalara un pequeño suspiro, antes de dejarme caer desde el árbol, levantando una ligera nube de polvo.

-¿Me tienes miedo? -pregunté suavemente, agarrando el antebrazo del chico y ayudándole a sentarse. Por una extraña razón, al mirarle, no aparecían en mi pecho las ganas de romperle todos y cada uno de sus vasos sanguíneos- ¿Penguin?

El chico no respondió, simplemente retrocedió aún sentado en el suelo sin separar sus ojos de los míos, permitiéndome observar su rostro pálido.

-Espero que no le estés haciendo nada indebido -comentó la ácida voz de Trafalgar, provocando que mis puños se apretaran con fuerza, mientras la sonrisa de mis labios se hacía aún más amplia.

-Cierra tu sucia boca, escoria -murmuré, pasando la punta de mi lengua por mis labios, sintiendo en el camino que mis dientes también se habían transformado ligeramente, siendo ahora puntiagudos.

Rápidamente me lancé contra el pelinegro, dispuesta a disfrutar cada uno de sus gemidos de dolor, y por qué no, luego pasar a destrozar a la mujer, no por nada, había sido culpa de los dos que ahora mismo estuviera sucediendo esto.

Sin embargo, antes de que mi puño llegara a rozar siquiera el estómago de Trafalgar, él creó una de sus esferas y desenfundó la espada, acto que me hizo sonreír aún más, sobre todo cuando sus ojos se abrieron ligeramente.

Antes de que él cortara mi cuerpo, desplegué mis alas y salí de la esfera antes de que terminara dividida en dos mitades.

-¿Qué demonios te pasa? -rugió Trafalgar, cuando la esfera azulada desapareció y yo volví a aterrizar frente a sus narices.

-No es ella -se apresuró a decir Luffy, colocándose junto al pelinegro, ganándose una mirada incrédula por parte del Capitán de los piratas Heart.

-¿No soy yo? -murmuré irónicamente con mis labios estirados, dando un paso hacia ellos, provocando que Luffy diera otro acercándose a mí. Colocándonos a pocos metros- Siempre he sido yo, Luffy.

-No, la Andra que yo conozco no le haría daño a alguien que quiere -comentó Luffy con una tranquilidad pasmosa, dando un nuevo paso hacia mí, provocando que yo retrocediera no solo por su cercanía en ese momento, sino por el efecto que sus palabras habían provocado en mi pecho.

-¡NO TE ACERQUES MÁS! -grité con todas mis fuerzas, alzando mis manos a modo de escudo para evitar que se acercara más a mí, y de algún modo pudiera hacerle daño, pues tenía la extraña sensación de que a pesar de que en ese momento mis ganas de matar habían desaparecido, podrían volver en cualquier momento- Por favor, Luffy…

Sin embargo, lejos de hacerme caso, mi hermano dio otro paso más en mi dirección, acto que provocó que mi garra derecha viajara a una gran velocidad hacia él y arañara su torso en dirección vertical, creando cuatro perfectas y largas heridas sobre la gran cicatriz que ya adornaba su pecho, las cuales comenzaron a gotear sangre, acompañadas por un ligero gemido de dolor arrancado de sus labios.

Él simplemente me miró con sus ojos entrecerrados y una diminuta sonrisa en sus labios, sin embargo, pronto dejé de observar su rostro para centrarme en las cuatro heridas, que cada vez sangraban más.

En ese momento, la lucidez acudió a mi cerebro de nuevo, provocando que mis ojos se aguaran rápidamente. ¿Qué demonios había hecho? Mis ojos viajaban desde sus heridas hasta mis manos, una y otra vez, mientras mi cerebro comenzaba a llenarse de pensamientos. Siendo incapaz de contenerme, volví a inclinarme hacia delante, volviendo a vomitar.

Había herido a mi hermano por culpa del Capitán de los piratas Heart y esa estúpida mujer.

Había herido a mi hermano por estúpidos sentimientos que no dejaban de presionar mi pecho.

Había herido a mi hermano, que siempre me había apoyado.

Había herido a mi hermano, la única persona en la que realmente podía confiar.

Había herido a mi hermano, la persona más importante en mi vida.

Había herido a mi hermano.

Había herido a Luffy.

Cuando la realidad cayó sobre mí, me apresuré a acercarme a él los pocos pasos que nos separaban, sin embargo, a pesar de que no se habían movido, no solo la tripulación de Luffy me lo impidió, también los piratas Heart y los Miks.

-Andra… -susurró Luffy llevando su mano derecho al pecho y colocándola encima de esas cuatro heridas.

Yo no dije nada, simplemente retrocedí un paso, y luego otro, y otro más, hasta que la parte posterior de mis piernas rozaron los matorrales que rodeaban el claro.

Incluso, y a pesar de que todos aquellos piratas estaban en el centro del claro, aún podía distinguir sus miradas aterrorizadas… Todas, menos la de Luffy, quien seguía mirándome con una sonrisa en sus labios, provocando que finalmente las lágrimas que hasta ese momento había conseguido aguantar estoicamente, se deslizaran por mis mejillas en torrente.

Un detalle que no pasé por alto antes de desaparecer de aquel claro es que todos los piratas estaban listos para luchar. Todos tenían sus armas preparadas en caso de que volviera a atacar a alguno de ellos.

Sin poder retener las lágrimas que corrían por mis mejillas, corrí. Corrí como si de ello dependiera mi vida, no sin antes escuchar la seca voz de Trafalgar.

-¿Qué ha sucedido, Penguin? -preguntó el pelinegro, provocando que mis labios se estiraran en una triste sonrisa.

-No lo sé, de repente… -comenzó a explicar el otro pirata de los Heart antes de que yo estuviera demasiado lejos como para poder escuchar nada.

Ignoraba cuanto tiempo llevaba corriendo hasta que mis piernas no dieron más de sí y se doblaron, consiguiendo que cayera de bruces al suelo y me raspara con los adoquines del suelo.

Sentada sobre mis piernas, e ignorando el intenso dolor de mis rodillas, miré a mi alrededor extrañada, percatándome de que había llegado a la ciudad en la que habíamos estado esa misma mañana.

Retirando las lágrimas que aún corrían por mis mejillas, observé a mi alrededor, buscando el lugar perfecto para que nadie me encontrara, deteniendo mi atención en la edificación más alta de dicha ciudad. Derruida, pero que, aun así, me servía perfectamente.

Rápidamente escalé ese edificio hasta llegar a la cumbre y me adentré por una de las ventanas al edificio, percatándome de que estaba vacío.

¿Para qué serviría ese edificio? No había muebles, por lo que supuse que no había vivido nadie, sin embargo, estaba segura de que era importante… sino, ¿por qué estaría en el centro de la ciudad?

Envuelta por la oscuridad, cojeé hasta una de las esquinas de la zona y me dejé caer arrastrando mi espalda contra la pared, quedando finalmente sentada y llevando mis rodillas a mi pecho para después envolver mis piernas con mis brazos y reposar mi frente contra las rodillas heridas, las cuales, me negaba en rotundo a mirar.

Escocía. Esos raspones que me había hecho al caer escocían terriblemente, sin embargo, era más doloroso el sentimiento que en esos momentos embargaba mi corazón, como para siquiera prestarle atención a las heridas de mis rodillas.

Había herido a Luffy y ni siquiera había podido controlar mi cuerpo antes de hacerlo. Lo que me llevó a suponer dos cosas, debería permanecer aislada de la gente hasta que supiera exactamente qué me estaba sucediendo, y segundo, todo esto, en verdad, era culpa de Kid.

Oh, sí. Había sido su culpa. Durante más de seis años estuve trabajando junto a Will y nunca, jamás, me había sucedido nada similar a esto. Tenía claro que si aquella desastrosa noche, Kid no me hubiera sacado de la taberna, yo seguiría en aquella isla, trabajando cada noche sirviendo copas a piratas desagradables, pero las manchas simplemente estarían ahí, adornando mi piel como un simple tatuaje.

Y lo más importante de todo, no estarían a punto de destruir todo lo bueno que me rodeaba.

Una sonrisa triste ocupó mis labios. ¿Qué estaría haciendo el pelirrojo en esos momentos?

Seguro que estaba con alguna mujer pasando el rato y divirtiéndose, sin embargo, no podía importarme menos. Estaba demasiado ocupada odiándome como para poder pensar en él con claridad en esos momentos.

Las lágrimas volvieron a mis ojos cuando en mi cabeza se repitió el momento en que Luffy se llevó la mano a su pecho herido.

Por mi culpa.

-¡ANDRAAAAAAAAAAAA! -berreó la voz de Luffy rompiendo el silencio de la noche, provocando que las lágrimas corrieran con más velocidad por mis mejillas.

-¡ANDRAAAAA-CHAAAAN! -escuché esta vez a Bepo, acompañado por varios miembros más de los piratas Heart, a quienes no supe identificar.

Yo simplemente permanecí en mi posición mordiendo con fuerza mis labios para evitar que los fuertes sollozos que me estaban ahogando escaparan de mi pecho.

-¡ANDRAAAAAAAAAAAA! -volví a escuchar a Luffy aún más cerca, enterrando mi cabeza contra mis rodillas de nuevo, sintiendo como las lágrimas caían de mis ojos y comenzaban a deslizarse por mis muslos desnudos.

-¡LUFFY! ¡LARGÉMONOS! ¡NO VES QUE NO ESTÁ AQUÍ! -gritó otra voz, que claramente pude identificar como la del espadachín de la tripulación de mi hermano.

-¡CLARO QUE ESTÁ AQUÍ! -se quejó Luffy, provocando que yo me encogiera más contra la pared, con todas las intenciones de fusionarme con ella cuando la sombra de Luffy se asomó por una de las paredes caídas- Te encontré -rio suavemente antes de adentrarse a la habitación y cruzar sus brazos sobre su pecho.

Rápidamente volví a esconder mis ojos de él cuando comenzó a caminar hasta mi posición, acuclillándose frente a mí, provocando que la angustia volviera a crecer en mi pecho. No quería hacerle nada, y si volvía a perder el control, estábamos solos, y no había nadie que pudiera detenerme.

-¿Qué haces? -preguntó con su siempre presente tono alegre, colocando sus manos en mis hombros, obligándome a echar mi torso hacia atrás, sin embargo, eso no significaba que tuviera el suficiente coraje de clavar mis ojos en los suyos.

Sin decir nada, se dejó caer de culo y se arrastró hasta mi lado, colocándose en mí misma posición, permaneciendo a mi lado, mientras que lo único audible en la habitación eran los constantes sollozos que escapaban de mi pecho, y que aumentaron aún más cuando pude distinguir varias vendas envolviendo su pecho.

-Luffy… -lloriqueé limpiando con el dorso de mis manos mis mejillas, sintiendo como la piel comenzaba a irritárseme.

-Estoy bien -se limitó a decir, provocando que yo le mirara fugazmente, observando de nuevo esa grande sonrisa- Deberías preocuparte más por ti.

-Tengo miedo -confesé dejando caer mi torso sobre su regazo, sintiendo como él me daba suaves golpecitos en la cabeza con su mano.

-De qué -susurró él, provocando que yo alzara mis ojos hasta los suyos, viendo como brillaban con energía.

-De mí misma -me limité a murmurar, observando como su sonrisa se borraba lentamente- Esta noche, he sentido la necesidad de mataros, a todos.

-Pero no lo has hecho -dijo él recuperando su sonrisa antes de que una nueva figura se adentrara en la habitación, siendo esta vez el nakama peliverde de Luffy.

-¿Todo bien? -se limitó a preguntar llevando su mano a la empuñadura de una de sus espadas, retirándola rápidamente al recibir una respuesta afirmativa por parte de mi hermano.

-Deberíamos volver -se limitó a decir Luffy, provocando que me enderezara y volviera a apoyarme contra la pared- Todos -zanjó clavando sus ojos en mí antes de levantarse y tender una de sus manos hacia mí, la cual yo rechacé volviendo a esconder mi rostro en mis rodillas.

-Creo que me quedaré aquí -murmuré, sintiendo como mis ojos se volvían a humedecer.

-De eso nada -se quejó Luffy, agarrando una de mis manos y levantándome de un tirón, provocando que un gemido de dolor se escapara de mis labios en cuanto mis piernas se estiraron y un intenso dolor invadió mi cuerpo.

-Estás herida -afirmó el espadachín clavando su ojo en mis rodillas, provocando que yo mirara también la zona, viendo que comenzaban a sangrar de nuevo.

-Sube -exclamó Luffy poniéndose de espaldas y flexionando sus rodillas, echando sus brazos hacia atrás e instándome con un movimiento de sus manos a que subiera a su espalda.

Mordiendo con fuerza mi labio inferior, coloqué mis manos sobre sus hombros y subí una de mis piernas a su cadera, la cual él agarró con fuerza, antes de que yo subiera mi otra pierna y se repitiera el proceso.

-Haremos que Chopper te curé y estarás como nueva -exclamó Luffy con alegría, recolocándome en su espalda antes de acercarse de nuevo a la ventana- Deberías comer más, estás en los huesos -comentó con tranquilidad, subiendo a la pared por la que había entrado de un salto, haciendo evidentes sus palabras.

Yo simplemente enterré mi rostro en su cuello, envolviéndolo con fuerza cuando saltó a través de varios tejados hasta llegar a la que supuse que era la calle principal de la ciudad.

-¿Y tu nakama? -murmuré, provocando que Luffy riera con fuerza.

-Seguro que se ha perdido otra vez -rio aún con más fuerza, provocando que mis labios se estiraran en una sonrisa- ¡ZORO!

-Estoy aquí, idiota -comentó con voz seca el chico a nuestras espaldas.

-Pensábamos que te habías perdido otra vez -comentó con humor Luffy, caminando por las desiertas calles hasta adentrarse en el bosque.

-¡EH! ¡Qué insinúas! -se quejó el peliverde, consiguiendo que Luffy volviera a reír, esta vez contagiándome.

-Me alegro de que ya no llores -suspiró Luffy, antes de detenerse y clavar sus ojos en el espadachín- ¿Y todos los demás?

-Les dije que volvieran al claro en cuanto entraste al edificio -se limitó a decir el chico clavando su único ojo en mí.

-Bien -respondió Luffy alegre, volviendo a caminar colocando sus manos en la parte posterior de mis muslos en cuanto comencé a escurrirme de su cintura.

-No creo que vean con buenos ojos que vuelva ahí -susurré, escondiendo nuevamente mis ojos en la espalda de Luffy, sintiendo cómo a mi alrededor el aire se volvía más espeso- He atacado a los dos capitanes de las tripulaciones… Seguro que ahora todos me odian.

-Eres mi hermana, punto -se limitó a decir Luffy antes de soltar una fuerte carcajada.

-Pues está todo dicho -comentó con tranquilidad Zoro, provocando que yo mirara el rostro de expresión tranquila que portaba en esos momentos.

Todas las preguntas que amenazaban con salir de mis labios ahí se quedaron. Tenía miedo de sus respuestas, por lo que me quedaría con todas las dudas que embotaban mi cerebro en esos momentos.

Cuando llegamos al claro, todas las conversaciones que había en ese momento se detuvieron mientras todos los presentes clavaban su atención en nosotros y se ponían en guardia.

-Os lo dije -murmuré lo suficientemente audible para que solo fueran ellos dos los que me escucharan, acto que provocó que Luffy riera aún con más fuerza.

-¡CHOPPEEER! -berreó mi hermano comenzando a correr hacia el grupo de sus nakamas, agarrándome con más fuerza, del mismo modo que yo me aferré con más fuerza a su cuello- ¿A que la curas?