Un par de días después, de alguna forma Bob se las arregló para llevar a su familia de vacaciones a la playa por casi una semana. Olga y su esposo también llegaron a quedarse con ellos. Fueron días horribles para la menor de las hermanas, pero resistió gracias a su reproductor de música, sus lecturas y algunos paseos solitarios.
El mismo sábado que regresaron a casa, se reunión con Brainy en el parque, un poco más tarde de lo habitual.
–¿Qué tal tu día de la independencia?–Preguntó la chica, sentándose en la banca.
–Lo de siempre–dijo él, tomándole la mano– ¿Y el tuyo?
Ella le dio un beso fugaz y volteó al frente, mirando el vacío.
–Las celebraciones Pataki jamás son lo mejor, no para mí
–Lo lamento
–No esperaba mucho–Se encogió de hombros.
–Oye... ¿podemos hacer algo mañana?
–¿Algo como qué?
–Es una sorpresa, pero ¿te quedarías una noche conmigo?
–Respeto el valor que debiste reunir para preguntar algo así–dijo con seriedad–. Y más vale que valga la pena
El chico sintió, emocionado.
–Así será–dijo, besándola con afecto.
–¿Debo vestirme de alguna forma? Dime por favor que no será algo formal, sabes que lo odio
Brainy la observó: zapatillas, pantalón de mezclilla, polera. Simple.
–Así como estás ahora estará bien. Lleva una chaqueta.
–Bueno... –Lo miró con sospecha, tratando de adivinar a dónde la llevaría.
Al día siguiente, Helga dijo a sus padres que dormiría donde Phoebe y le avisó a su amiga, aunque tampoco esperaba que ellos se aseguraran. Después de almuerzo tomó su mochila con algunas cosas y a su ropa habitual añadió un polerón para la tarde. En cuanto llegó al lugar de siempre, vio que él también llevaba una mochila. Lo saludó con un beso, mientras él la abrazaba.
–¿Entonces a dónde vamos?
Brainy se puso de pie y la invitó a caminar. Ella lo siguió a una parada de autobús, tomaron el tercero que pasó y se sentaron al final, en un silencio agradable. Helga contemplaba el camino, mientras el chico la miraba a ella.
Bajaron cerca del lago, mucho antes del área del muelle. Ella nunca había ido ahí, pero él parecía estar cómodo siguiendo una ruta entre los árboles, fuera del camino regular. Tras unos veinte minutos de caminata, llegaron a un claro y moviendo algunas ramas bastante tupidas que parecían formar un arbusto, Brainy le reveló que tenía instalada una carpa, cerca de un círculo de piedras que rodeaba un conjunto de ramas, junto al cual algunos muñones de tronco servían de asiento.
–¿Armaste todo esto?
El chico asintió.
–Lo hice esta mañana. Quería... acampar contigo...–dijo él.
–No es de mis cosas favoritas, pero no lo odio–Sonrió– . Entonces ¿Qué hacemos?
–Pensaba que podíamos ver el atardecer sentados junto al lago
–En marcha
Desde el campamento la orilla del lago no estaba a más de cinco minutos de caminata. En cuanto encontraron un buen lugar, el chico sacó de su mochila una manta que estiró en el suelo, una caja con emparedados y dos bebidas.
Se sentaron compartiendo la comida y durante las horas que siguieron observaron el paisaje, charlando.
De vez en cuando pasaba algún bote con pescadores aficionados, familias, abuelos, padres, hijos; personas practicando remo, por la orilla algunos niños con sus flotadores, seguidos de cerca por sus padres, una que otra pareja caminando a la orilla. Por suerte para la rubia, nadie conocido.
A medida que oscurecía, las personas iban abandonando el lago y sus alrededores. En otro sector alejado notaron más gente por las risas y las fogatas que se distinguían por sus tonos anaranjados y su brillo irregular. Hacia el muelle se escuchaba el bullicio de gente a la distancia y los motores de los botes que se estaban por guardar.
Poco a poco se fueron quedando solos en la oscuridad. Helga se recostó a ver las estrellas, cruzando sus brazos tras su cabeza. Brainy se recostó junto a ella, boca arriba, mirándola de reojo.
–Gracias–dijo de pronto la chica–por hacer estos planes, yo... no soy muy buena en esto... solo te he invitado a hacer cosas que me gustan y ya
–Está bien, me gusta hacer esas cosas contigo
Brainy le tomó la mano, entrelazando sus dedos, ella lo dejó, concentrada en la infinidad del espacio...
«Luces parpadeantes»
«Cada destello que existió y seguiría existiendo al final de la vida...»
«Astros quizá extinguidos eones atrás»
«A distancias tan inconmensurables para el frágil intelecto humano, que se medían en travesías fotónicas anuales...»
«Y la luz desvanecida en el vacío infinito de la nada...»
El chico había volteado a mirarla. Perdida en sus pensamientos, pasaron minutos antes que notara que él jugaba con su cabello. Lo miró un momento, tratando de reconocerlo, pero antes que volviera a la realidad, Brainy la estaba besando, abrazándola. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, correspondiendo los labios conocidos y dejándose abrazar.
Ella se apartó cuando las manos del chico bajaron por su espalda hasta sus caderas y rozaron su piel en el borde de la ropa. Lo observó unos segundos, en sus ojos solo veía afecto. Helga odiaba no sentir con él esa misma intensidad que le transmitía con cada gesto y contacto, se esforzaba por no serle indiferente, pero en ese instante solo quería huir.
–¿Sabes hacer una fogata?–Preguntó de pronto.
Brainy asintió.
–Pero no hace frío, no creo que haga falta... –Comenzó a explicar.
–Si que hará falta–dijo ella, sentándose y comenzando a quitarse la ropa.
Brainy se quedó en shock, cuando vio caer la polera de la chica a su lado, al tiempo que Helga se quitaba las zapatillas de un par de patadas. Luego la observó desabrochando su pantalón y cómo lo deslizaba por sus piernas. Era la primera vez que la veía en ropa interior. Tragó sonoramente, pero ella lo ignoró.
–Suena genial la idea de nadar de noche–dijo ella sin mirarlo.
Se puso de pie para correr al lago y Brainy solo atinó a quitarse los lentes y la ropa para seguirla.
Helga se metió al agua y en cuando llegó a un punto más profundo, comenzó a avanzar con habilidad. Miriam le enseñó a nadar en un intento de reconectar con ella. De los pocos logros de su madre antes de casarse, haber sido nadadora olímpica estaba en la lista de cosas que respetaba. Además, como Helga siempre fue atlética y competitiva, nadar fue solo otro de los tantos desafíos deportivo que tomó como algo personal.
Avanzó bastante en el agua, alejándose de la orilla, pero no del chico, quien, para su sorpresa, parecía capaz de llevarle el ritmo.
Se quedó flotando, esperándolo, hasta que él la alcanzó y se detuvo frente ella. Helga sonrió, mientras él le tomaba una mano.
–Eres rápida
–Lo sé
–¿Hasta dónde quieres llegar?
–No lo sé... ¿y tú?
El chico miró alrededor, cruzar el lago era arriesgado a esa hora. En la zona legalmente habilitada para camping varias personas nadaban y también cerca del muelle, pero ellos estaban prácticamente al otro lado.
–Creo que aquí está bien...
–Cobarde
Helga se soltó y continuó su nado hacia al interior del lago, entonces él le dio alcance.
El chico la sujetó y la besó en los labios. El agua le dio un sabor extraño a ese beso, diferente, pero no era incómodo. Helga se apartó, jugando y él la siguió, divertido. Sin aviso ella se hundió, para nadar bajo el agua, él intentó buscarla, pero en la oscuridad era difícil. La chica apareció a su izquierda, a unos cinco metros, tomó aire y volvió a hundirse. Brainy giraba la cabeza intentando percibir dónde estaba, hasta que algo jaló su pie y lo hundió. Cuando salió del agua, tosiendo un poco, Helga se reía.
–Realmente te asusté–dijo ella entre carcajadas.
Brainy la miró con el ceño fruncido y se lanzó sobre ella, arrastrándola bajo el agua con él.
–¡Ey!–dijo la chica cuando salieron, escupiendo agua.
–Estamos a mano–Respondió Brainy, con seguridad.–. Volvamos
Ella otra vez vio esa decisión en su mirada y eso logró alterar el ritmo de sus latidos.
«Rayos»
Helga se soltó y volvió a alejarse, seguida de cerca por el chico, parecía querer vigilarla.
¿Qué era lo más peligroso que podía tener ese lago? Un pez gigante, que en algún momento empezaron a decir que se comía a los niños, pero ellos ya no eran niños, así que el hipotético pez no se los podría comer, aunque lo intentara. Le causó gracia la idea.
–Quiero nadar un poco más–dijo ella.
–Está bien, pero sin alejarnos de la orilla
–Perfecto
Nadaron de un lado a otro, tratando de mantenerse cerca, lo que para Helga resultó un reto porque todo lo que quería era volver a esa oscuridad que ofrecía la profundidad del lago, pero entendía que era estúpido sin que él se lo dijera.
Cuando se cansó, se quedó flotando boca arriba, mirando el cielo, dejándose arrastrar por las suaves olas, mientras la luna que apenas menguaba empezaba a iluminarlo todo. En ese instante se llenó de serenidad y cerrando los ojos pensó en perderse. Dejó que el agua la engullera, aguantando la respiración, contando los segundos lentamente. Abrió los ojos y distinguió la luz distorsionada. Dejó escapar unas pocas burbujas y siguiéndolas emergió, para encontrarse a centímetros a un chico preocupado. Le sonrió, intentando calmarlo.
–Vamos–dijo ella, reiniciando un rápido nado hacia la orilla.
En el punto en que pudo apoyar sus pies, Helga decidió caminar y cuando el agua le llegó a la cintura, comenzó a estrujar su cabello. Sabía que Brainy iba un poco más atrás de ella, como lo había hecho tantas veces. Lo distinguía por su respiración. El ejercicio lo había agitado, pero era cierto que su asma había mejorado bastante. Se preguntó cuántas veces estuvo cerca de ella sin que lo notara.
Caminó hacia la manta, sacudió un poco sus pies y se puso las zapatillas, luego metió su ropa en la mochila y la tomó por la manilla para regresar al campamento.
El chico solo guardó todas sus cosas en su mochila, la puso a sus hombros y sacudió la manta para luego cubrir a Helga.
–No hace tanto frío–Se quejó ella, intentando quitársela.
Su novio la sujetó. Sabía que no hacía frío, pero no era por eso que la cubría. Estaba haciendo un gran esfuerzo para no mirarla demasiado y ella parecía no caer en cuenta.
Tomó sus zapatos y la guio de regreso al campamento abrazándola por los hombros. Dejaron sus mochilas y la chica se sentó en uno de los muñones, sujetando la manta.
Brainy encendió la fogata con algo de esfuerzo, pero en cuanto las chispas se convirtieron en llamas, se apartó para sentarse en otro de los muñones, con un gesto conforme.
–Eres bastante útil, quién lo diría–dijo ella como agradecimiento.
Brainy la observó. La manta seguía cubriendo su espalda, pero estaba abierta adelante y no pudo resistir a echar un vistazo, disfrutando la vista.
En ese momento ella notó que su cabello había humedecido la manta, así que lo movió hacia un lado y volvió a apretarlo, para escurrir el agua que aún quedaba. Cuando notó que no podía hacer mucho más, levantó la vista y encontró los ojos de él, contemplándola y supo a donde se dirigían.
–Date vuelta–Ordenó.
–¿Umh?–Brainy se sonrojó.
–Obedece
El chico lo hizo y sintió que la manta caía sobre su cabeza.
–No vayas a mirar o saludarás a Betsy–Amenazó ella.
Brainy escuchó algo de ruido tras de sí, sabía que se estaba vistiendo.
–Listo–dijo la chica luego de unos minutos.
Apartando la manta, volteó a verla. Llevaba su ropa de antes, abrigándose con la chaqueta. Colgaba su ropa interior en la rama de un árbol.
–Te vas a enfermar si te quedas con eso mojado–dijo ella.
Brainy la miró a los ojos unos segundos.
–Oh, sí... perdón–Añadió ella, girándose, cruzando sus manos en la espalda y mirando el cielo.
El chico tuvo que evitar reírse. También se quitó la ropa mojada para vestirse con el resto. Colgó su ropa interior y la manta en otro árbol, al lado opuesto del campamento.
–Listo–dijo, en el mismo tono que ella.
Helga volvió a girar, para ir a sentarse en su tronco y dejó las zapatillas húmedas cerca de la fogata.
El chico sacó de su mochila un cuchillo para afilar un par de ramas y le ofreció una a la chica, mostrándole una bolsa de malvaviscos. Ella recibió la ramita y sonrió.
Mientras él le contaba sobre su familia, que le gustaba acampar con su papá, aunque solo lo hacían en verano, porque en primavera sus alergias no se lo permitían y que habían encontrado juntos ese claro fuera del camino. Le contó varias anécdotas de esos campamentos.
Helga pinchaba un malvavisco miraba distraída las llamas, el dulce derritiéndose, desviaba sus ojos hacia el cielo, al sentir el aroma quemado se comía el malvavisco y repetía los gestos. Revisaba de vez en cuando cómo iba su cabello, que gracias al fuego comenzaba a secarse.
Las llamas se convertían lentamente en brasas y quedaba menos de la mitad de la bolsa cuando Helga bostezó.
–Lo siento–dijo.
–¿Estás cansada?–dijo él.
–Fue un largo día... y creo que nadar me agotó más de lo que esperaba
–Vamos a dormir
Ella lo miró con algo de preocupación.
–Traje dos sacos–Se apresuró a explicar.
–Veo que valoras tu vida–dijo la chica alzando un lado de su ceja, aunque sonreía.
Apagaron la fogata con tierra y tomando sus mochilas entraron a la carpa. El chico le ofreció uno de los sacos de dormir, que ella abrió con rapidez, mientras él estiraba el otro. Se acomodaron cada uno en su espacio.
–Gracias por quedarte conmigo–dijo Brainy.
–Como sea–dijo ella.
Le dio la espalda con la intención de dormir.
Brainy la observaba, intentando no molestarla y tratando de no pensar demasiado en lo que acababa de pasar, en que estaban solos y en cuánto quería abrazarla. Sabía que a ella no le gustaría. Se conformó con tomar un mechón de su cabello y acercarlo un poco para sentirlo en su rostro.
–Oye, tonto–dijo Helga con voz cansada.
–Lo siento–dijo él, pensando que estaba molesta.
Ella volteó, se acercó y lo besó.
–Puedes tomar mi mano, si quieres–dijo al apartarse.
El chico sonrió y la sujetó con afecto, dándole un beso suave en los dedos, para cerrar los ojos, sintiéndola cerca.
...~...
Cuando Helga despertó, Brainy no estaba en la carpa. Ella se sentó, abriendo el saco de dormir y se estiró tratando de desperezarse. Salió de la carpa y saludó al chico, quién preparaba desayuno. La chica fue por su ropa interior y volvió a entrar.
–Ni se te ocurra espiar–dijo antes de cerrar por completo desde adentro.
Cuando ella salió, él estaba exactamente en la misma posición.
–¿Cómo dormiste?–Preguntó atento al fuego con el que cocinaba unas salchichas.
–No tan mal como esperaba–Helga se estiró.– ¿Y tú?
Después de comer decidieron desarmar el campamento, pasearon por el lago y se fueron poco antes del atardecer.
Al volver a casa, Helga llamó a Phoebe para informarle que estaba bien y coordinar su próximo almuerzo con ella, decidida a ponerla al día sobre esa especie de cita.
Hasta ese punto las vacaciones estaban resultando mucho mejor de lo que esperaba.
...~...
Notas:
Si están extrañando a Arnold, no se preocupen, volverá en el próximo capítulo ;)
