Las primeras semanas de vacaciones, Arnold tuvo una rutina: se levantaba temprano para meditar con la abuela y repasar sus lecciones de karate, luego se reunía con Gerald y bajo la cruel guía de Jamie O, hacían ejercicio y luego salían a practicar baseball. Iban a unirse al equipo de la escuela a como diera lugar.

Luego el hermano de su amigo se marchó de la ciudad y la familia Johanssen aprovechó el viaje de mudanza para tomarse unas vacaciones familiares.

Arnold estaba aburrido en casa y no sabía qué hacer. Además de Gerald, Stinky tampoco estaba en el barrio. Harold ahora trabajaba más días con el señor Green y Sid tenía otra crisis de paranoia de la que el rubio no quería ser parte. Le incomodaba un poco la idea de ser el único que se reunía con las chicas, así que desistió de ir a la casa del árbol. No sabía en qué estaban los demás y aunque pronto atardecería, no quería quedarse en su habitación.

–¡Son mis vacaciones! ¡Puedo hacer lo que quiera!

Tomó una chaqueta por si se le hacía tarde y salió a caminar sin rumbo, esperando encontrarse con alguien con quien pasar el rato.

En el Parque Gerald estaba un grupo de primaria jugando. Los conocía desde hacía algunos años, cuando algunos de ellos se reunieron pacientemente a esperar que Arnold y sus amigos terminaran su partido para preguntar si ellos podían usar el campo y luego de algunas conversaciones definieron horarios. Ahora ellos eran quienes más lo aprovechaban. Lo saludaron con entusiasmo y él les devolvió el saludo.

Siguió su camino con las manos en los bolsillos. En la casa del árbol no había nadie, como supuso. Decidió ir a los arcades, pero los encontró cerrados por mantención. En Slausen's estaban Rhonda y Nadine charlando, pero no quiso molestarlas. Cuando pasó junto al cine decidió ver una película.

Entró de inmediato, a pesar que faltaban quince minutos. Buscó con paciencia un lugar un poco más arriba de la mitad y se sentó a esperar.

La sala no se llenó. Por aquí y por allá era posible ver grupos de asientos vacíos.

Apagaron las luces y mientras las últimas personas buscaban lugar, en la pantalla aparecieron los anuncios. El primero aburrido, el segundo de otra película. El tercero tenía una canción pegajosa...

–Fuera de mi camino–dijo una voz que conocía bien.

Helga Pataki estaba cuatro filas más abajo, buscando un asiento entre quejas.

Alguien la hizo callar y otra persona le gritó que se sentara.

–¡Métete en tus asuntos! –dijo la rubia, amenazando con el puño, para luego dejarse caer en un asiento– ¡Todavía ni empieza!

El chico se inclinó con los brazos cruzados en el asiento delante de él, mirándola, olvidándose por completo de la pantalla.

Aunque ella tuviera novio, estaba seguro que no iba a durar, porque, bueno, era Helga y había que tener una paciencia de santo para soportarla.

«¿Y si me siento con ella?»

«Se enfadará...»

«Tal vez no...»

«¿Y si su novio se pone celoso?»

«Pero no tenía nada de malo. Después de todo dos amigos podían ver una película sin que fuera una cita ¿no?»

Intentó juntar valor, respiró profundo. Se levantó.

«Tal vez luego»

Se arrepintió y volvió a su posición.

La película comenzó en ese momento y se hizo un silencio general en la sala.

Era mejor hablarle casualmente al final, cuando se encendieran las luces. Actuaría sorprendido por encontrarla ahí y le preguntaría qué le pareció la película... y quizá podría invitarla a comer. Sí, eso sonaba mejor.

Unos cinco minutos después vio una silueta familiar acercarse a ella. ¿Brainy todavía la seguía? Una lástima. Vio que el chico se sentaba junto a Helga, no atrás como hubiera esperado. Ella lo miró, tomó las palomitas que él llevaba y las apartó del camino, para sujetarlo agresivamente por el cuello de la camisa...

Arnold supuso que ella golpearía al chico, pero el impacto fue para él: ¿Acaso lo estaba besando?

¿En serio? ¿Brainy? ¿Ese era su misterioso novio? ¿El mismo que años atrás entró en pánico ante la idea de revelarle que era su admirador?

«Tiene que ser una broma»

Arnold no soportó quedarse ahí, aunque la película apenas llevaba unos minutos en pantalla.

Phoebe no hubiera aprobado nunca a alguien como Brainy. El chico acosaba a Helga desde SIEMPRE. Lo había notado, vigilándola y apareciendo en los lugares más extraños, incluso vio, aunque siempre a cierta distancia, que ella lo agredía cuando respiraba a su espalda.

«¿Qué clase de relación enferma es esta?»

Frente al espejo del baño, miraba su reflejo. Sus hombros subían y bajaban con una respiración agitada. Le parecía que sus latidos dolían. La furia no dejaba de crecer y era imposible reprimirla.

–Yo no soy así –se dijo–. Pero... ¿por qué? Arg... no lo entiendo... ella...

No quería ser esa clase de chico, era patético, pero no sabía cómo evitarlo. Helga lo volvía loco de una forma que no entendía.

Sabía que había hecho idioteces por Lila y que se ilusionó de forma absurda con Ruth, pero con Helga era distinto, se conocían desde siempre y aunque no siempre la notó, no podía negar que la posibilidad de que fueran algo más que amigos se había colado en su mente más de una vez.

Pero Disfrutaba su compañía y no quería arruinar las cosas. Al mismo tiempo temía tanto que ella lo humillara y ridiculizara, que no era capaz de admitirlo ni para sí mismo. Hasta aquel paseo, compartir con ella era agradable y cómodo, a pesar de las bromas y las miradas de fastidio.

Odiaba no haber reunido el valor de aclarar todo después de lo que pasó, pero cuando se dio cuenta de cuánto la lastimaron sus palabras una parte de él sentía que merecía el castigo de su distancia, mientras otra la quería cerca sin importar cuánto doliera para ambos. Pero él no podía decidir por ella.

«Idiota»

No soportaba verla con Brainy, pero no podía hacer nada. ¿A menos que...? Helga todavía intentaba mantener en secreto ese noviazgo, así que tal vez...

Regresó a la sala y se sentó cerca de ellos, un par de filas más atrás, justo al lado del pasillo. Intentó ver la película, en serio, pero solo captó escenas inconexas. En cuanto los créditos aparecieron, se estiró comentando en un tono exageradamente alto que tenía mucha hambre. De reojo pudo ver como Helga se escondía tras su asiento. Resistió la idea de reírse.

Salió de la sala y pretendió mirar los carteles de las otras películas. Minutos después notó que Helga se asomó con cuidado a la puerta y miró en todas direcciones, pero él aprovechó que pasaron algunas personas para salir de su línea de visión. En cuanto a chica caminó fuera de la sala, Brainy la siguió cabizbajo. Arnold se apresuró y pasó delante de ellos, aunque a una distancia prudente y notó otra vez como Helga le daba la espalda, escondiéndose con la capucha de su sudadera.

Caminó hacia la salida, pensando que tal vez podía quedarse afuera y ver a dónde iban. Notó en el reflejo de la entrada que ella había volteado a mirar.

Ponerla incómoda fue gracioso y al menos aliviaba un poco el malestar que sintió antes.

Una vez estuvo fuera se sintió más tranquilo e incluso pudo reír. Pero en cuanto la euforia de la broma terminó, la culpa se apoderó de él. No podía torturarla de ese modo.

Avergonzado, se planteó regresar y disculparse, pero se dio cuenta que eso sólo empeoraría todo.

Ajustó su chaqueta y se alejó.

Caminó en círculos por la ciudad con la esperanza de aclarar sus ideas. No quería pensar en ella. No quería sentirse así, no quería ilusionarse y en especial no quería estar celoso, pero lo estaba y no sabía cómo manejarlo.

Esa noche, recostado en su cama, miraba el cielo a través del cristal. A pesar de intentar negarlo, quería oler su cabello, tenerla cerca, mirar sus ojos y que ella tomara su mano como lo había hecho en la montaña. Captar una sonrisa de ella hacía saltar su corazón y desde hacía un tiempo si quería besarla y mucho.

Ahora cada vez que cerraba los ojos revivía el instante en que la vio besar a Brainy.

«¡¿Por qué él?!»

«¿Sería diferente si fuera alguien más?»

«En verdad pude ser yo... »

Sin importar con quién estuviera Helga, lo que odiaba era que no lo mirara, que lo evitara. Odiaba que ya no encontraba el atisbo de una sonrisa y esos ojos soñadores que ella intentaba ocultar cuando la sorprendía mirándolo a escondidas. ¿Por cuánto tiempo la ignoró?

–¿Esto es karma?–Se preguntó, cubriendo su cabeza con la almohada– ¿Por qué no me podía interesar alguien más?

Rodó sobre la cama y cruzó sus brazos bajo su cabeza.

¿Cómo iba a ser que le gustara Helga? ¿Cómo iba a gustarle la persona que se divertía lanzándole bolas de papel mojadas, pintura o comida? ¿La misma chica que lo empujaba y lo insultaba cada vez que podía? La que pasó años burlándose de todos, principalmente de él.

«No es precisamente amable...»

Pero... también recuperó su gorra y solo cuando llegó a casa se dio cuenta que su ropa olía del asco después de abrazarla, así como su gorra y que ella debió buscar en la basura.

«¿Cómo supo dónde buscar?»

Helga le reveló lo de Summer y lo ayudó a ganar el concurso... y ese beso no había sido del todo horrible...

«De hecho, fue...»

«Arg...»

Rodó otra vez.

La chica apareció una y otra vez cuando Lila lo rechazaba y trataba de animarlo, incluso después que él pretendiera que no sabía lo que ella sentía... bueno, con los dos fingiendo que la confesión en ese edificio jamás ocurrió.

«Eso fue lo más loco de ese día...»

Notó que Helga pretendió estar enferma para que Phoebe ganara un concurso y luego él se enteró de lo que ese concurso significaba para la rubia. Desde entonces también sospechaba que falló intencionalmente el concurso de deletreo. Tenía un lado dulce, lo sabía y podía verlo en pequeños detalles, pero ella no era dulce...

Cerraba los ojos y la veía. Podía recordarla en muchos instantes, en especial la mirada esperanzada de ella cuando le hizo esa broma del día de los inocentes. Rayos. La culpa. Pero se le merecía. Y ella pudo vengarse.

«Y fue divertido que todos terminaran en la piscina...»

Otra vez rodó, gruñendo con molestia.

¿Cuántas veces lo había besado Helga?

«En la obra...»

«¿Cómo fue que ella terminó siendo Julieta?»

«¡Todas las chicas de la clase estaban antes que ella en la lista!»

«¿Acaso lo hizo a propósito?»

«¿Cómo?»

Quería besarla y que ella volviera a decirle... que lo amaba.

–¡No! Solamente me gusta...

«¿Me gusta-gusta...?»

–Y me importa porque es mi amiga

«Pero ella dijo que me amaba...»

Amar sonaba demasiado importante, incluso en ese momento. Era normal que lo asustara antes y era normal también que ella se retractara.

Rodó en la otra dirección. Cerró los ojos.

En esa ocasión, cuando intentaban salvar el barrio, ella fue maravillosa. Arriesgó mucho y perdió demasiado... por amor a él. Y cuando todo acabó y él en su confusión le ofreció una salida, ella la tomó sin dudarlo, repitiendo una y otra vez lo mismo:


Te odio


Esas palabras... siempre significaron lo contrario.

Y ahora que lo entendía se daba cuenta que llevaba un buen tiempo sin escucharlas. Porque, tenía que asumirlo: Helga Pataki ya no amaba a Arnold.


...~...


Al día siguiente bajó a desayunar decidido a pretender que estaba bien. El problema era que no podía engañar a sus abuelos cuando algo le pasaba y esa mañana sus suspiros eran evidentes hasta para el más distraído de los habitantes de la casa.

–¿Qué ocurre, Kimba?–Preguntó la abuela mientras cocinaba.– ¡Cambia esa cara larga!

–Lo siento, abuela–dijo Arnold, preparando la mesa para el desayuno–. Es solo que no estoy durmiendo muy bien...

–¿Tienes gases?–dijo Oskar.

–¿Qué?

–Recuerdo que no podía dormir bien porque estaba lleno de gases por las comidas que nos dan–Explicó convencido el hombre.

–Entonces no habrá frijoles para ti esta noche–dijo la abuela.

–No es nada de eso–dijo Arnold, decaído, tomando asiento.

–Es la postura–Se involucró Ernie.–. Estás creciendo, el cuerpo hace cosas extrañas

–No tiene que ver con eso–dijo el abuelo, mirando el periódico.

–¿Acaso te acosan fantasmas?–preguntó Oskar– ¡Esta casa está embrujada! ¡Deberían bajarnos la renta!

–Ya quisieras–El abuelo entrecerró los ojos mirando al inquilino tacaño.

–No... –Arnold suspiró.–. Solo son pesadillas y ya

–A mí me parece–dijo el abuelo–que tu problema es del corazón, hombre pequeño

–¡ABUELO!–Arnold lo miró con molestia.

–¿Necesitas un trasplante?–dijo el señor Hyunh.

Por más que fuera lo más parecido que tenía a una familia, el adolescente no quería hablar de cómo se sentía delante de todos.

–Nuestro pequeño Arnold está creciendo–Añadió la señora Kokoshka tomando asiento junto a su esposo.– ¿Quieres que una chica te haga caso?

Arnold, mortificado, se hundió en la silla, cubriendo su rostro, mientras asentía.

–Lo mejor para atraer a las chicas es mostrarles lo fuerte que eres–dijo Ernie, flexionando uno de sus brazos, mientras se subía la manga para enseñar sus bíceps.

–¡No! Lo mejor es mostrar tu sensibilidad–dijo el señor Hyunh– ¡Dedícale una canción! Las chicas adoran eso

–¡Músculo!–Insistió Ernie, mientras se paraba en la silla y subía un pie a la mesa.

–¡Emociones!–El señor Hyunh se levantó para confrontarlo.

–¡Fibra!

–¡Sentimientos!

–¡Fortaleza!

–¡Afecto!

–Te ofrezco un consejo por 5 dólares–dijo el señor Kokoshka.

–¿Cómo crees que vas a dar buenos consejos?–dijeron Ernie y el señor Hyunh a coro.

–Además del abuelo, soy el único aquí que está con su esposa–Sonrió.

Todos voltearon a mirar a Suzie.

–No quiero hablar de eso–dijo ella poniendo una mano en su frente como escondiéndose. Tomó un largo respiro y luego miró a Arnold, tocándole suavemente el hombro para llamar su atención.–. Eres un jovencito guapo y dulce, tarde o temprano alguna chica se fijará en ti–Sonrió.–. Y si la chica que te gusta no está interesada en ti, ella se lo pierde

–Gracias, señora Kokoshka–Arnold miró a sus abuelos.–. No tengo hambre, empezaré a limpiar–Añadió, levantándose de la mesa para ir a buscar una escoba.

Oskar robó el plato que la abuela ya le había servido al joven, mientras Ernie y el señor Hyunh seguían discutiendo sobre qué atraía a las chicas.

Los abuelos intercambiaron una mirada y negaron con tristeza. Desde aquel paseo de invierno que Arnold no recuperaba su entusiasmo habitual. Sabían con quién tenía que ver, pero no consiguieron que él les contara lo qué había pasado. Esperaban que el tiempo sanara esa herida, pero ya iban meses y su ánimo no mejoraba. Era serio.


...~...


Arnold ordenó el salón y sacudió los muebles, después hizo las compras con el abuelo, quien entre historias de su juventud intentaba darle consuelo o al menos divertirlo. Después de almorzar quedó libre para el resto del día, pero al caer la noche decidió dar vueltas regando las plantas de la casa.

No era extraño que ayuadara en las tareas. Sabía que sus abuelos eran capaces de hacerse cargo, pero cada año era más consciente de cómo envejecían. Disfrutaba el tiempo con ellos y sabía que no sería eterno. Si tenía algo de suerte estarían en su graduación, con un poco más lo verían obtener un título universitario y con mucha seguirían vivos cuando se casara...


Si llegamos solteros a los 25...


«¡No! ¡No debería pensar en eso!»

Necesitaba tanto distraerse que se ocupó de todo lo que pudo en la casa, incluso se ofreció a ayudar a los inquilinos con arreglos o reparaciones en sus cuartos.


...~...


Gerald regresó unos días más tarde solo para encontrar a su mejor amigo agotado. Arnold apenas tenía ánimo para sentarse en la escalera a charlar o invitarlo a su habitación a escuchar música o leer historietas. Le tomó una semana superar las evasivas y conseguir que le contara qué pasaba. Y, para sorpresa de nadie, la respuesta era la misma que los últimos meses: Helga Pataki.

–Amigo, estás mal–le dijo el moreno, en cuanto escuchó todo lo que atormentaba al rubio.

–Lo sé–Lo miró.– ¿Qué puedo hacer?

–Nada, ya sabes que tiene novio y ya sabes que no quiere nada contigo. Ustedes no están destinados y ya


Si llegamos solteros a los 25 deberíamos casarnos


–En algún momento estaba lejos de ser mi primera opción y ahora no dejo de pensar en lo mucho que me hubiera gustado intentarlo

Arnold se dejó caer en la cama con frustración, estirando sus brazos. Las nubes en el cielo le recordaron la silueta de la chica.

Gerald se recostó junto a él, mirando también el cielo, mientras la música se escuchaba. De pronto se sentó y lo miró.

–Hermano, espera ¿has pensado alguna vez que tal vez no te gusta?

–¿Qué quieres decir?

–Tal vez extrañas su atención, tal vez solo quieres que alguien te haga caso como lo hacía ella

Arnold cerró los ojos.

–Piénsalo–Continuó su amigo, poniéndose de pie para caminar en círculos.–. Helga siempre te molestó, así que de algún modo te hacía sentir importante y con el tiempo te acostumbraste a eso, al punto que, si no era grave, apenas y te incomodaba. Amigo, incluso te vi sonreír con sus burlas

–¿Lo hice?

–Más de una vez

–¿De verdad?

Gerald asintió.

–Y si le sumas–Continuó.–que ella se había confesado, ¡Perfecto! Todo cobra sentido en tu loca cabeza

Arnold se sentó y lo siguió con la mirada, intentando asimilar lo que su amigo decía.

–Y empiezas a darle vueltas a todas las cosas que dijo y todas las bromas que te hizo y tratas de verlas como algo distinto y como ya sabes que siente algo por ti, te cuestionas lo que sientes por ella

–Ajá...

–Y llegas a la conclusión de que tal vez no es tan mala como parece... que incluso... incluso es... no sé, lo que sea que pienses de ella

–Que es linda, inteligente, graciosa, segura...

–No sigas, por favor

–Lo siento

–El punto es que, cuando tienes una idea cuesta que la dejes ir

–Claro

–Luego ella se enfada contigo y decide no molestarte más

–La lastimé, Gerald

–¡Eso es SU culpa! No puedes ir por ahí haciéndole la vida imposible a los demás y esperar que te perdonen todo

–Lo sé, pero de todos modos...

–¡No! Escúchame... ni siquiera lo había pensado hasta ahora, pero tiene sentido. Ella deja de molestarte y sientes que te falta algo, así que lo que te falta es su atención y como no puedes entenderlo, crees que te gusta...

–¿En serio lo crees?

–Bueno, te obsesionaste cuando ella se alejó, así que...

–¿Y qué hay de la conversación que tuvimos en las montañas?

–Hermano, yo pensaba que estabas confundido, lo cual sigue siendo así. Además, es clásico, yo salgo con Phoebe, ella arrastra a Helga y yo te arrastro a ti y terminan pasando mucho tiempo juntos, tarde o temprano ibas a empezar a disfrutarlo, pero... al final del día, sigue siendo Helga

Arnold medio le sonrió, mientras Gerald se sentaba junto a él en la cama.

–Es una buena teoría–Insistió Gerald.

–Es lo más claro que he escuchado en semanas...

–¿Y qué harás?–dijo el moreno.

–No tengo idea

–Tendrás que averiguarlo, porque mañana es el picnic de Rhonda

–Lo sé

–Y Helga estará ahí

–Tendré que lidiar con eso de alguna forma, pero tal vez esta nueva perspectiva sea de ayuda

–Dios, viejo...

–Ni una palabra de esto a Phoebe

–Prometido

–Y Gerald

–¿Sí?

–Gracias

–Te cobraré algún día


...~...


Toda la clase estaba invitada al picnic que organizó la señorita Lloyd en el parque Tina.

Por suerte para Arnold, Brainy no fue. Ignoraba la razón y tampoco iba a preguntar, pero no era el único ausente, tampoco estaban Lorenzo, Lila, Peapod ni Stinky. Además de la gente de su clase, notó que estaba ahí Patty Smith, ayudando a preparar algunas cosas. Fue a charlar con ella.

–¡Hola, Patty!–dijo con su entusiasmo habitual.

–Hola, Arnold,–Respondió ella con una sonrisa.– ¿Cómo estás?

Hablaron sobre sus respectivas vacaciones y lo poco que quedaba para volver a la escuela. Sobre sus planes y proyectos, los talleres y clubes a los que querían asistir y las clases que pensaban tomar.

De pronto se escuchó la voz de Helga, que se acercaba charlando entre risas con Phoebe, que iba de la mano de Gerald.

Cuando saludaron a Arnold, Patty notó como la actitud del chico cambiaba por completo.

Miró al grupo y medio sonrió, hasta que notó la indiferencia de la rubia. ¿En serio ya no le gustaba? Guau y ahora el chico parecía perdidamente enamorado, le bastó un segundo para notarlo. Siempre le pareció que a Arnold le agradaba Helga más de lo que admitía y que solo la actitud de la chica mantenía ese enamoramiento a raya, pero parecía que ya había superado esa barrera.

Recordó que en la fiesta de Rhonda Helga bebió por todas las preguntas sobre una posible pareja, así que asumió que salía con alguien y hasta ese momento pensaba que era Arnold, pero si no era él ¿Quién había ganado el elusivo corazón de la agresiva rubia? Guau, para competir con el afecto que le tenía al chico, debió hacer algo increíble para conquistarla.

Patty luego se distrajo hablando con otras personas, pero de tanto en tanto se encontraba viendo e imaginando el drama de sus amigos, convencida de que no era asunto suyo, pero con un poco de curiosidad.

Vio que Helga rotaba entre distintos grupos, en lugar de quedarse con Phoebe. No evitaba a Arnold, pero él a ratos la evitaba a ella. Entonces el chico sabía que estaba con alguien. ¿Acaso fue ese el motor de su interés? Clásico.

Cuando Rhonda estuvo segura de que no llegaría más gente, reunió a todo el grupo y les contó que se cambiaría de escuela, admitiendo que los extrañaría.

De pronto Harold se puso a llorar y la abrazó.

–¡Nos dejas por una academia de gente rica!–dijo el corpulento chico.

–No es que yo quiera ir–Contestó ella al borde de las lágrimas.

–¡Te voy a extrañar! ¡Buaaaaaa!

–Oh no–murmuró Sid.

Patty notó que varias personas la miraban. Sabía por qué. Decidió no hacer caso.

Cuando lograron calmar a Harold y el chico fue a lavarse la cara, Curly aprovechó para acercarse a Rhonda.

–¿Puedo visitarte en tu nueva escuela?–dijo con una sonrisa.

–¡Ni se te ocurra!–Respondió ella con repulsión.

–¡Pero muero por verte en el uniforme de una escuela privada!

–Llamaré a seguridad y te sacarán de ahí

–Valdrá la pena

–Ya basta, fenómeno–le dijo Helga–. Si me entero que la estás molestando, te las verás conmigo

–¿QUÉ? Pero yo...

–Pero nada–Miró a su amiga.– Rhonda, ya sabes, si llega a aparecer...

–Sí, te avisaré–Sonrió con malicia.–. Me encantaría ver cómo lo golpeas

El resto de la clase reía, excepto Eugene y Sheena que apartaron a Curly y le decían que debía dejar de molestar Rhonda.

Poco después de eso la mayoría se fue retirando. Patty se quedó a ordenar y limpiar, junto con Nadine y Rhonda.

Cuando su grupo estaba por irse, Arnold decidió ofrecer su ayuda, despidiéndose de los demás para regresar con las chicas.

Terminaron rápido y llevaron la basura a los botes del parque.

–Se los agradezco mucho–dijo Rhonda–. Fue lindo verlos a todos hoy

Compartieron un abrazo grupal. Luego Nadine y Rhonda se despidieron, alejándose tomadas de la mano.

El chico dio un largo suspiro.

–¿Qué pasa, Arnold?–dijo Patty.

–No es nada–dijo el chico, luego la miró–. Hace rato quería preguntarte algo, pero es un poco personal y no tienes que responder si no quieres

–Te escucho–Respondió invitándolo a caminar hacia la salida.

–¿No te incomodó... lo que pasó con Harold y Rhonda?

–¿Por qué lo haría?

–Quiero decir... ¿no te da celos? La forma en que la abrazó...

–Claro que no

–¿Cómo puede ser? Pensé que Harold y tú estaban saliendo...

–Harold me gusta y lo conozco. Es más sensible de lo que aparenta. Puedo entender que se emocione y sea afectuoso con las personas que le importan, como Rhonda. Harold es mi novio... y Rhonda es mi amiga. Ambos son importantes. Creo que son cosas distintas...

–Eso suena muy maduro

–Bueno, por algo soy mayor que tú

–No toda la gente mayor es madura

–Sí, es cierto–Reconoció con una risita.–. Ahora te toca a ti

–¿Qué?

–¿Qué pasó con Helga?–dijo de forma directa.

–Nada–Contestó mirando el suelo.

–¿En serio?

–Ese es el asunto... no pasó nada... y no puedo hacer que pase algo... y ese es el problema

–Es raro–Le sonrió.–. Siempre pensé que terminarían juntos

–¿Por qué lo dices?

–Bueno, ustedes hacen buen equipo, cubren sus debilidades–Se encogió de hombros.–. Creo que podrían potenciarse mucho

–Suena idílico, lástima que no sea real... ella... siempre que paso mucho tiempo con ella siento que no soy yo

–¿Qué quieres decir?

–Cuando estamos juntos... estoy confundido–Arnold dejó de caminar un momento y cerró los ojos.–. A veces soy un idiota... y otras un tonto... quiero protegerla... y quiero ayudarla... y ella no quiere nada de eso y me frustra...

–No puedes ser más fuerte, más rudo o más agresivo que Helga, porque ese es su departamento. Si quieres ayudarla, tienes que trabajar con sus debilidades: sus emociones

–¿Cómo puedo hacerlo si nunca comparte nada?

–¿Crees que no lo hace? Entonces no has estado escuchando. Y si no escuchas, entiendo por qué se alejó

–¿Qué significa eso?

–Piénsalo, eres listo...

Llegaron a la salida del parque y se despidieron en la vereda.


...~...


Casi llegando a la esquina Arnold vio pasar a Brainy. ¿Acaso se reuniría con Helga? Su compañero de clases le sonrió y Arnold se obligó a devolverle la sonrisa, esperando que no notara nada extraño. No sabía cómo reaccionaría Helga si se daba cuenta que él ya sabía quién era su novio. En cuanto se alejó, sintió la furia crecer dentro de él.

«No otra vez»

Cruzó la calle y un par de cuadras más allá se topó con Helga.

–¿Qué hay, cabeza de balón?–dijo ella.

Arnold notó que parecía incómoda y el loco impulso fue más fuerte que él.

–Ya se fueron todos del parque ¿Olvidaste algo?–dijo.

–No... ¿Quién dice que voy para allá?–Respondió ella, jugando con el cuello de su polera.

El chico entrecerró los ojos un momento y luego sonrió cínicamente.

–¡Que bien! Porque... vi a Brainy ir en esa dirección y recuerdo que él solía seguirte a todos lados. Tal vez quieras evitarlo

–Gracias por el reporte

–Entonces ¿A dónde vas?

–Eso no es tu problema

–¿Puedo caminar contigo?

–Emh... no...

–¿Vas a ver a tu novio?

–Prometiste no meterte en mis asuntos, cabeza de balón. Agradece que te estoy advirtiendo.

–Tienes razón, lo siento–dijo con una sonrisa de pretendida inocencia–. Bueno, Helga, no te retraso más. Que disfrutes tu cita

–¡Ey! Nunca dije que fuera a una cita

–Lo sé, pero supongo que lo harás–Le sonrió y pasó junto a ella.–. Ah, Helga, una cosa más

–¿Sí?–Volteó a verlo con los brazos cruzados, alzando un lado de su ceja con molestia.

–Te ves guapa. Espero que él sepa apreciarlo

El chico siguió caminando sin voltear.


...~...


La chica bajó la mirada y apretó los puños un segundo.

«Muévete, Helga»

No quería discutir, era solo un halago amistoso. No tenía por qué tomarlo como algo más, pero... pero...

«Estúpido cabeza de balón»

Caminó hasta el final de esa calle y dobló la esquina para apoyarse en el muro, tratando de calmarse. No quería dejar esperando a Brainy, pero no iba a arriesgarse. Su descuido en el cine un par de semanas atrás casi los delata. Así que dio un par de vueltas para asegurarse de no toparse con nadie antes de dirigirse al parque y allí también tomó precauciones antes de encaminarse al lugar donde siempre se reunían.

En cuanto llegó junto al chico, volvió a mirar a todos lados antes de saludarlo.

–¿Pasa algo, Helga?–dijo su novio.

–Oh, nada, solo estoy paranoica–dijo para luego añadir una risita incómoda.

–¿Hay alguna razón?

–No... nada en particular... –Rascó su brazo.–. Sólo me preocupa que alguien se haya quedado por aquí después del picnic de Rhonda

Perfecto, estaba mintiendo. ¿Por qué estaba mintiendo?

«Rayos»

–Tranquila, lo entiendo... podemos vernos otro día

–¡No! Tengo que superar esto... estaré bien, en serio...

Brainy sonrió y le dio un beso en la mejilla, luego tomó su mano y besó sus dedos. Ella le sonrió y se dejó caer sobre él, que la acurrucó pasando un brazo sobre sus hombros. Ambos cerraron los ojos, atentos al viento que sacudía las hojas en los árboles.