Peace could be an option
Capítulo 80
Para Erik, el viaje a su natal Nuremberg fue algo particularmente extraño. Eran más de dos décadas desde que estuvo en Europa, descontando los incidentes en que atacó a Raven en París y cuando Apocalipsis lo llevó a Auschwitz. Por años se movió por diversas partes del continente siguiendo pistas en su búsqueda por Shaw y, aun así, la ruta del tren que estaba viajando se sentía nueva, pese a la cantidad de veces que la había recorrido en el pasado. No podía decir que fuera irreconocible, pero las marcas físicas de la guerra parecían haberse borrado, necesitaba mirar muy a fondo para poder distinguir algo que revelara una pista de lo ocurrido.
El tren hizo una parada en Manheim y luego los llevó hasta Nuremberg.
Fue recién en la estación que se percató que Abby iba bastante más silenciosa de lo que hubiera esperado. La observó con algo de preocupación, la idea del viaje no era que lo viera con pena. Sin embargo, al observarla la notó relajada, simplemente parecía estar esperando a que la guiara, a fin de cuentas, para eso estaban ahí.
―Sabes que puedes hablar ―dijo él, tomando la maleta que llevaban.
―Lo sé ―aseguró Abby al instante―. Supongo que estoy algo abrumada. Sé que es importante para ti, pero a la vez es mi primera vez en Europa y todo es tan diferente ―explicó con una sonrisa amplia―. Además, no quiero perder oportunidades de escucharte hablar en otro idioma, me gusta bastante como suenas.
―Sabes que si me lo pidieras podría hacerlo en casa ―replicó, negando con la cabeza, notando cómo ella no reaccionó mal ante su elección de palabras, pese a que no habían vivido juntos los últimos tres años.
―Es distinto, en casa no puedes lucirte ―dijo, notando su expresión de confusión ante sus palabras―. No me mires así. En París se te veía bastante contento de estar hablando en francés en el hotel o en los restaurantes.
―Eso es diferente. Nos escuchan hablar entre nosotros y asumen que soy americano también, es sólo una forma de recordarles que no juzguen tan rápido.
El hotel en Nuremberg tenía una apariencia medieval a pesar de ser bastante moderno. Abby estaba confundida con lo antiguo del estilo arquitectónico de la ciudad en general, algo que también había notado en París y en el camino en tren. La idea de que mucho se reconstruyó teniendo en consideración una especie de restauración era algo sumamente único en su opinión, más cuando se tomaba en cuenta el estado de Europa luego de la guerra.
Fue cerca del anochecer que Erik decidió que era hora de ir al edificio que fue su hogar durante su infancia. No sabía si seguiría en pie, si de haber un edificio sería el original o una nueva edificación imitando a la anterior, o si quizás lo hubieran vuelto un espacio diferente, quizás un parque.
―Tenía seis cuando tuvimos que huir, pero los recuerdos son claros aún. ―Erik avanzó por las calles con Abby tomándolo del brazo.
Todo le parecía tan diferente y a la vez tan similar. Las calles seguían dispuestas de la misma manera que las recordaba, eso al menos había sido respetado. Algunos edificios eran modernos, pero otros eran casi calcos perfectos de las imágenes más viejas de su memoria. Lo que en algún momento fue una vieja panadería donde su madre lo llevaba todas las mañanas era ahora un café, la entrada al negocio sin dudas era la misma.
Erik se detuvo frente a una plaza, su mirada fija en el centro.
―¿Erik? ― Abby lo llamó en voz baja tras varios minutos de haberse mantenido en silencio.
―Fue durante un mitin del partido Nazi, cuando pasaron las leyes de Nuremberg ―explicó, observando con intensidad la plaza―. Casi mataron a mi tío ese día por atreverse a haber salido con una mujer alemana.
Abby no dijo nada, sabía que el tema era duro por varios motivos. No sólo el hecho de lo que estaba contándole, sino el que se tratara de Erich. Luego de la muerte de Nina, para Erik el haberle abierto la puerta a su tío y familia luego de tantos años era aún un tema complicado.
―¿Qué eran? ―preguntó ella―. Las leyes.
―Mayormente que los judíos ya no éramos ciudadanos alemanes, sino súbditos del Reich, sin derechos. Y por supuesto matrimonios o relaciones con alemanes estaban prohibidas, por eso la multitud casi lo linchó ese día.
Abby asintió, pero no se atrevió a preguntar si él estuvo presente. Debía haber sido sólo un niño, un niño muy pequeño cuando eso ocurrió.
Avanzaron unas cuadras más hasta que llegaron a una sección de edificios de cuatro plantas, con negocios en la parte baja y residencias en las secciones más altas. Erik la guio hasta uno en especial y sin perder el tiempo usó su don para abrir la puerta que conducía al interior del edificio, a las escaleras.
Fue en un tercer piso que se detuvo, frente a una puerta de madera que no reconocía, pese a que se encontraba exactamente donde debía estar la puerta de su infancia.
―Podríamos tocar… ―Abby ofreció.
Erik negó con la cabeza, si la puerta había cambiado el interior sin dudas también. No encontraría nada que le recordara a sus padres, hermana o tío, los olores y sonidos no serían los mismos y deseaba mantener esas imágenes en la forma más pura posible. Los conflictos y maltratos contra los judíos formaban parte de su mundo desde un inicio, pero su hogar había sido un refugio, al menos los primeros años de su vida.
―Fue en noviembre… el nueve, quizás ya era el diez, no lo recuerdo. Kristallnacht ―Erik habló, notando a una vieja mujer bajar por las escaleras, observándolo un momento, casi como si supiera porque estaba ahí―. Esa noche tuvimos que huir durante los saqueos ―continuó, descendiendo las escaleras para llevar a su esposa a un cementerio cercano―. Nos escondimos aquí hasta que la situación se calmó lo suficiente.
La noche de los cristales rotos, Kristallnacht, marcó el momento donde el Tercer Reich presionó a un punto de quiebre contra la población judía. Miles de negocios fueron vandalizados y saqueados, así como las sinagogas. También hubo muertos y detenidos, con gente enviada a campos de concentración. Quizás la sal en la herida fue que el gobierno culpó a los judíos por los disturbios, obligándolos a pagar por los daños.
―Pudimos regresar a casa, pero sólo para tomar lo esencial y huir ―dijo Erik.
Cada uno cargó con una maleta o mochila, pertenencias básicas. En su momento quizás no fue tan trágico para él. Dejando de lado la casa o los muebles, las personas en esas épocas no se llenaban de pertenencias, incluso ropa. Aun así, su madre se encontraba sumamente preocupada, el invierno se acercaba y cargar con la ropa adecuada quitaba mucho espacio.
―¿A dónde fueron? ―preguntó Abby.
―Polonia. Ahí es a donde vamos a ir mañana.
Abby asintió, pero frunció las cejas momentos después.
―Espera. No podemos ir a Polonia ―dijo ella, percatándose de los líos geopolíticos.
―Tendremos que entrar a territorio soviético, tengo una idea de las zonas que podemos usar para cruzar.
―Nunca mencionaste entrar ilegalmente a territorio soviético ―ella se quejó al instante.
―Sabías que estuve en Polonia, ¿cómo pensabas que íbamos a cruzar? Eres americana, no hay forma de que cruces legalmente sin tener a la KGB respirando sobre nuestros hombros, asumiendo que vayan a darte entrada siquiera ―Erik respondió como si estuviera explicando el itinerario de unas vacaciones normales.
Ella lo miró en silencio sin saber qué decir y sólo atinó a soltar un gruñido.
―No vamos a usar un carro en la mitad de la noche sobre un campo de cultivo, me niego ―agregó.
―Pensé que nuestra entrada a Canadá fue bastante aceptable ―comentó sonriendo. Recordaba como había levitado el vehículo para no dejar marcas en la nieve, un evento que sentía aún cercano a pesar de haber sido previo al nacimiento de Darryl.
―Asumiendo que acepte que vamos a ir a Polonia… ¿Qué ruta? ―Su voz era baja y estaba consciente que terminaría aceptando la loca idea, a pesar de sus reservas.
―Alemania, la ruta que yo tomé ―explicó, sabía que Abby siempre se quejaba de ese tipo de acciones, pero luego de tantos años comprendía que iba a acompañarlo a pesar de no gustarle la idea―. Deberemos tener cuidado de no hablar demasiado cuando nos puedan escuchar, pero creo que podemos arreglarnos bien.
Abby lo observó de forma intensa, pero soltó un suspiro y asintió.
―Podemos dejar la mayoría de nuestras pertenencias en el hotel y viajar ligeros. Quizás debamos comprar algo de ropa más acorde también.
A Abby se le escapó una ligera risa, pensando en el tiempo en que estuvieron en Las Vegas, pero de inmediato la cortó. Lo último que necesitaba era alentarlo. Sin embargo, él lo notó, satisfecho.
El vestuario que Erik escogió para ambos era de apariencia sencilla y tonos neutrales. Prendas que podían sentirse un tanto desfasadas pese a ser funcionales, aunque ninguno era de ir al día con las modas, botas resistentes y sacos largos de lana. Él cargaría con una mochila simple con algunas prendas básicas para poder cambiarse y artículos de limpieza, a primera vista no parecería que estaban viajando. El dinero en efectivo lo llevarían encima y no cargarían con sus pasaportes, algo que puso a Abby un tanto nerviosa, para ella la idea de estar indocumentada no era muy aceptable.
―Estás bromeando si crees que vamos a caminar treinta kilómetros desde Hof en el lado occidental hasta Plauen en el este ―Abby comentó, mirando el mapa que él había comprado para mostrarle la ruta que pensaba podían tomar para ingresar al bloque soviético―. Y para colmo quieres cruzar de noche… puedo caminar la distancia, pero cuando lleguemos no vamos a pasar inadvertidos, esa distancia te deja cansado y se nota.
―Lo sé, por eso pensé que podríamos usar el White Elster luego de cruzar el área más vigilada en la frontera misma ―explicó él, señalando el río.
―¿Quieres que nos lleve encima del río cual surfistas en la mitad de la noche? ―cuestionó al instante―. El río no se ve muy grande, en cualquier momento podríamos golpear una roca o un tronco, o peor, alguien podría vernos.
―No tenemos que ir a toda velocidad, pero sería mucho más rápido que tratar de caminar la distancia. Si vamos de madrugada no va a haber gente en el río y aunque alguien nos viera, no tendrían una buena descripción y no nos quedaríamos en el área para ver cómo actúan.
―Asumiendo que eso salga bien ―prosiguió ella, no muy convencida―- ¿Luego qué?
―De Plauen tomaríamos un tren hasta Varsovia, debe haber algunas paradas en el camino. Posiblemente sea mejor si bajamos antes de entrar a la ciudad, sólo por seguridad.
―¿Y qué hacemos si nos piden documentos? Ir en tren implica que vamos a estar en una zona cerrada.
―Si algo ocurre yo me ocupo. Y no, no pienso hacer un espectáculo, no estamos viajando para eso ―aseguró, tratando de darle confianza.
―No puedo creer que estoy aceptando ―murmuró ella negando con la cabeza―. Estamos muy viejos para esto.
―Tonterías. Además, ninguno de los dos aparenta la edad que tenemos, tómalo como una señal.
No estaba mintiendo, ambos seguían viéndose bastante más jóvenes de lo que deberían, al igual que muchos mutantes. Además, sentía un llamado muy grande por viajar con ella, sólo los dos, en medio de cierto caos.
No le molestaba que Abby pusiera peros a sus planes, le servía para enfocarse y le daba una perspectiva diferente a la que tuvo en sus años de viajes en solitario hasta que la conoció. A pesar de las dificultades, recordaba con bastante cariño los meses luego de Cuba y antes de tener que separarse de ella la primera vez. Hubo algo en esa temporada que lo llenó de una forma especial. Ahora podía repetirlo, los dos nuevamente, sin ninguna responsabilidad sobre sus hombros y con un propósito claro.
. .
Ingresar al bloque soviético en medio de la noche, por una zona rural, no presentaba grandes obstáculos, al menos no en el aspecto mismo de cruzar. Abby estaba nerviosa por el hecho, no porque sintiera que tendrían problemas mayores, sabía que Erik tenía las cosas bajo control. Los poderes de su esposo le permitían sentir el metal y cualquier soldado armado no pasaría desapercibido para él. Simplemente era necesario que se mantuvieran en silencio y caminaran despacio.
Usar el White Elster como si se tratara de una carretera no fue en sí mismo una mala idea, el problema eran las circunstancias. A pesar de esto, Abby no tuvo problemas en crear una pequeña plataforma de hielo para que ambos subieran y deslizarla a velocidad sobre la superficie del río. Erik se mantuvo concentrado en tratar de sentir si algún soldado o guardia se encontraba en los alrededores.
Ya en Plauen, Erik hizo gala de su natal alemán y sus habilidades para maniobrar en sociedad cuando deseaba pasar desapercibido y a la vez obtener algo. Unos pasajes de tren no fueron complicados de obtener para alguien como él.
Fue durante el trayecto, con el fuerte sonido producido por la locomotora y los vagones golpeando contra las vías que Erik se percató de una clara diferencia entre el oeste y el este. Mientras en Alemania occidental las cicatrices de la guerra eran difíciles de ver, la Alemania soviética no había hecho un esfuerzo tan grande en reconstruir. O quizás, de forma trágica, la región pasó de manos opresoras a otro par opresor, provocando más heridas.
La cercanía con otros pasajeros los obligó a mantenerse mayormente en silencio, con Abby tomándolo de la mano incluso cuando estaban sentados, sintiendo lo nerviosa que se encontraba. Pero para Erik fue un momento que le permitió reflexionar, ver cómo la guerra ocurrió en ambos lados de Alemania, pero una parte había logrado reconstruirse, mientras la otra aún ostentaba sus heridas de forma abierta.
Era como un reflejo de su propia existencia. A pesar de los años, él había quedado como la Alemania soviética, incapaz de cerrar las heridas y continuar. Lo había tratado, formó una familia, pero siempre recaía. Quizás realmente era momento de tratar de reconstruirse, de permitir que las heridas cierren y quizás con el tiempo se desvanezcan como las cicatrices siempre lo hacen, dejando sólo una marca muy leve. Para alguien que supiera qué buscar lo vería, su pasado siempre sería parte de él, pero era momento de dejar ir mucho del peso que cargaba.
Erik sintió como Abby apretó un poco más fuerte su mano y le dirigió la mirada. Podía ver la pregunta en los ojos azules de ella.
―Estoy bien ―aseguró en voz baja, dándole un pequeño beso en la mejilla.
. .
Lograron llegar a Varsovia sin problemas, nadie los detuvo para inspeccionarlos. Abby no comprendía si era gracias a la ropa, el hecho de que ella se mantuviera callada y sumamente pegada a Erik o simplemente tenía una concepción exagerada de cómo eran las cosas dentro del bloque soviético. El hotel en que se hospedaron no sería el más lujoso, pero era un espacio decente, incluso con una pequeña televisión y la comida de la región era bastante sabrosa.
―Esperemos que nadie nos escuche ―habló Erik cuando decidió que era momento de llevarla a lo que en su momento fue el gueto de Varsovia―. Mi padre decidió traernos, pensó que era mejor que estuviéramos con otros que solos en el campo, expuestos a una ejecución rápida si nos encontraban.
―¿Realmente fue mejor?
―Nos mantuvo vivos al menos. ―Fue lo único que pudo decir. El gueto no fue un buen lugar, pero era un espacio donde los soldados no ejecutaban a la vista a los judíos, al menos no a todos―. Viví unos años ahí, hasta poco después de cumplir los diez.
Erik la guio hasta el área que en algún momento fue el gueto, pero en su lugar ya no existía el fatídico espacio. Nuevos edificios y múltiples monumentos estaban erigidos en su lugar.
Sin embargo, existía una basta diferencia con la reconstrucción de la Alemania occidental, no sólo en el deseo de conservación de los edificios pasados, sino en el ambiente mismo. El gueto de Varsovia ya no estaba de pie, pero Erik aun podía sentir el ambiente opresor. Quizás había vivido demasiado tiempo en Estados Unidos y sentía el choque contra el comunismo o los bloques de vivienda en estilo brutalista se sentían frías y duras. Paredes grises y sin vida, con solo ventanas cortando las altas paredes de cemento, sin detalles. De alguna manera lo devolvieron al gueto en el que vivió, un lugar desprovisto de esperanza, reemplazado por una arquitectura que heredó la capacidad de transmitirle la misma sensación.
―Había un muro ―explicó Erik, llevando a Abby a una banca en un parque cercano, frente a uno de los monumentos―. A veces lograba pasarlo y conseguir algo de comida fuera del gueto para llevar a casa.
―¿Cómo era? ―preguntó ella, peleando contra el instinto de no ahondar en lo que era obvio un tema difícil, pero ese era el propósito del viaje.
―Sucio, gris. La gente desesperanzada, viviendo día a día ―respondió sin verla. No era fácil para él contarlo. No se avergonzaba de su pasado, pero a la vez le costaba mostrarle esa parte de él, permitirle ver lo indefenso que fue cuando niño―. Los últimos meses incluso nos obligaron a entregarles los abrigos, supongo que era una manera que suponían serviría para controlarnos más.
Abby lo escuchó en silencio. ¿Qué se suponía uno podía decir ante algo así? Ella sabía lo que había pasado, pero no con detalles personales, no lo que él pasó exactamente, sólo lo que la historia cuenta de forma general le ocurrió a la población judía.
―Cuando empezaron a transportar familias enteras en los trenes fue cuando decidimos que debíamos irnos ―continuó él, la mirada al frente―. Erich decidió quedarse atrás para unirse a la resistencia, sabes que pensé que había muerto ahí. Mis papás y yo salimos de la ciudad.
―¿Ruth? ―Abby sabía que su hermana mayor murió previo a su llegada a los campos de concentración y su ausencia no pasó desapercibida.
―Murió en el gueto, demasiado débil por la falta de alimento, el frío y las enfermedades. En medio de todo tuvimos suerte, pese al pequeño cuarto que nos dieron para vivir los cinco, mi mamá trató de volverlo un hogar. Incluso en medio de todo, puedo decir que tengo buenos recuerdos de mi familia ahí, como si cuando estuvimos juntos podíamos transportarnos a otro lugar.
Erik la tomó de la mano en ese instante y ella frunció las cejas. No era un gesto buscando apoyo, la tensión en su agarre era palpable.
―Creo que hemos abusado de la hospitalidad local ―susurró él―. Tenemos a un par de oficiales muy interesados en nosotros.
Abby se tensó, pero no trató de buscarlos con la mirada, se mantuvo quieta, atenta a Erik.
―Vamos a caminar un poco, no pareciera que nos estén buscando exactamente, simplemente deben querer revisar nuestros documentos. Quizás alguien nos escuchó hablando y les avisó.
Ambos se levantaron y comenzaron a caminar de forma lenta por el parque, con dirección a una calle cercana que se veía bastante concurrida. Abby tomó el brazo de Erik para sujetarse, permitiéndose un instante para notar las dos figuras uniformadas avanzando en dirección a ellos.
―Dime que no vamos a quedarnos en la ciudad esta noche ―dijo ella, apoyando su cabeza contra el hombro de él.
―No, no sería prudente ―afirmó, con curiosidad.
Fue ahí que sintió el sonido de los oficiales golpeándose fuertemente contra el suelo. Algunas personas alrededor corrieron a auxiliarlos y Erik se permitió voltear. Los oficiales habían resbalado de forma aparatosa con un pequeño charco de agua.
―Un poco pronto para que haya hielo en las calles ―comentó él con algo de humor al notar lo que ella hizo. Su capacidad de usar su don sin mover las manos era sumamente efectiva, y manipular un poco de agua para transformarla en hielo era algo sencillo para ella.
―Sólo hay que irnos ―pidió, mientras avanzaban por entre la multitud de la concurrida calle, dejando a los oficiales detrás. Sin embargo, una parte de ella tenía dudas en proseguir, sabía cuál era la siguiente parada, un lugar de pesadillas.
Erik había destruido Auschwitz cuando Apocalipsis lo llevó al lugar para que dejara fluir todo su potencial, pero aun así era una parte vital del viaje que estaban haciendo. Las ruinas ya no estarían, pero los momentos que marcaron de forma más brutal su infancia ocurrieron ahí, cuando era un niño de tan sólo doce.
. .
Llegar a Auschwitz fue más problemático de lo que Erik consideró en un inicio. La zona se encontraba acordonada pese a que habían pasado años desde que él arrasó con el lugar cuando Apocalipsis lo llevó. No se encontraba sumamente vigilado, pero no era el lugar de memoria o museo que tanta gente visitaba para aprender y rememorar la historia al que fue transformado luego de la guerra.
Erik se acercó a las ruinas, guiando a Abby para no ser detectados por los pocos guardias vigilando las entradas oficiales. Pero ella notó de inmediato que ese lugar era diferente, a pesar de no haber nada ahí ahora más que unos cuantos ladrillos y unas vías de tren que llevaban a ningún lado. Los lugares que él le había mostrado estaban cargados de emoción, pero de una forma pasiva, quizás incluso reflexiva, pero en lo que fue el campo de concentración es donde la verdadera rabia y dolor tomó forma en Erik.
A pesar de la vida dura en la que se crio, de las pérdidas, pobreza y sufrimiento, no fue hasta Auschwitz que Erik aprendió lo que realmente era el odio y la faceta más oscura que la humanidad podía mostrar.
Fue ahí que Abby lo sintió, una pequeña carga en el aire, casi como la sensación previa a una tormenta. Pero no se trataba de ningún evento climático.
Erik se encontraba de pie a su lado, la mirada fija en una dirección y el cuerpo tenso. Los músculos de su cuello se veían tirantes y sus puños estaban cerrados. No importaba que las edificaciones ya no estuvieran, él aún podía verlo todo, podía incluso sentir el frio de la lluvia que caía contra su cuerpo el día que llegó y fue separado de sus padres.
Abby notó como el suelo parecía cobrar vida, como una fina capa de polvo oscuro emergía y comenzaba a moverse de forma ligera. Reconoció de inmediato que Erik estaba controlando las trazas de metal mezcladas en la tierra, o más bien el metal estaba reaccionando a él, no parecía que él estuviera usando su don adrede en ese momento.
Ella abrió la boca para tratar de hablarle, pero no salió ningún sonido. No sabía qué decirle, si era honesta consigo misma ¿Qué debía controlarse? ¿Qué debía calmarse? Todo se sentía tan irrespetuoso o vacío.
Pero también notó que, pese a la reacción del metal, no había un crescendo. El movimiento del metal era sutil y estable, no se estaba acumulando, ni elevando por los cielos de forma explosiva. Simplemente vibraba, como el cuerpo de alguien temblando al controlar la ira, mostrando lo que el mismo Erik era incapaz, él a diferencia del metal se encontraba inmóvil.
Abby bajó la mirada y simplemente apoyó su cabeza contra el hombro de Erik, tomándolo de la mano en silencio. Era inusual, su reacción normal hubiera sido tratar de parar lo que estaba haciendo, mantener el perfil bajo, pero en ese momento no lo hizo.
Erik sintió el contacto, la calidez de su mano siendo tomada por ella.
El metal dejó de vibrar, y él habló.
―Todos los que me hicieron daño a mí y a mi familia están muertos. ―Al menos los que lo hicieron de forma directa, él los cazó a todos―. Shaw está muerto, este lugar infernal en ruinas incluso… y aun así no puedo encontrar paz.
Abby no respondió, no era el momento de una conversación. Erik no necesitaba que alguien le dijera qué hacer, nadie más que él podía encontrar el camino para salir del foso en el que había vivido casi toda su vida.
―Debería ser capaz de dejar ir todo esto, pensé que podía hacerlo ―prosiguió él―. Nosotros. Tú, nuestros hijos, realmente pensé que lo había dejado atrás, pero cuando Nina… ―Mencionar el nombre de su hija menor provocó que su cuerpo comenzara a temblar de la misma forma que el metal estuvo vibrando―. Quizás si hubiéramos hecho esto antes… Cuando sentía que todo esto era parte de un pasado lejano. Pero nunca pude liberarme de este peso, simplemente no me di cuenta de que seguía ahí, oculto, listo para explotar.
Abby sabía a lo que Erik se refería, lo que él pensaba. El viaje que estaban haciendo hubiera sido muy distinto unos años atrás, los lugares serían los mismos, pero su familia estaría completa, esa carga no estaría acompañándolos a ambos. La pérdida de Nina era una cruel burla contra Erik, una muestra de que pese al tiempo y a sus poderes, no había cambiado mucho del indefenso niño que era, incapaz de proteger a quienes amaba, donde sólo podía vengarse luego de la tragedia.
―Tienes que dejar de culparte por las acciones de otros ―susurró ella.
No quería darle una charla, eso no era lo que él necesitaba, pero le dolía ver cómo cargaba con la culpa por los actos de otros. No fue su culpa lo que sucedió con Nina, él no apretó el gatillo, él no provocó a su primo y aunque él llamó la atención de gente peligrosa, no era su culpa que fueran un grupo de intolerantes. Así mismo, lo que ocurrió en su infancia tampoco era culpa de él, pensar que un niño o incluso un adulto con poderes llegaría y salvaría a todos era una tortura innecesaria.
―Shaw me pidió que moviera la moneda ―dijo Erik bajando la mirada, recordando el momento―. Si hubiera movido la moneda mi madre estaría viva. Pude hacerlo, pude hacer más de lo que pidió al momento en que ya no servía de nada.
―Eso no es tu culpa ―insistió ella, tratando de mantenerse firme ante sus palabras. Sabía que su madre había muerto en el campo de concentración, pero no tenía idea que un lunático decidió jugar con su vida mientras torturaba a un niño desesperado.
―Lo que dije cuando luchamos ―dijo Erik, finalmente girando el rostro para verla―. Hasta ahora no puedo comprender cómo es que no has dejado que todo el rencor no se pudra y se expanda. Y sé que lo tienes.
Abby no respondió. No había forma de hacerlo, no era que ella siguiera una línea de acciones para asegurarse de que sus emociones se mantuvieran sanas incluso luego de perder a Nina. Y tampoco quería dejar que sus pensamientos navegaran en dirección a la pequeña que perdió, no era el momento, su atención debía estar con Erik.
―Nunca pensé que estarías aquí conmigo ―continuó él―. Este no es lugar para alguien como tú. Y, aun así, pienso que si te hubiera tenido cuando todo ocurrió, quizás las cosas hubieran sido mejor ―agregó y soltó una risa osca ante su propia declaración―. No tiene lógica, si hubieras estado aquí en esos tiempos… No tiene lógica desear que alguien que amas conociera uno de estos campos cuando estaban activos.
Abby apretó su mano con fuerza. Sentía que no podía ayudarlo, no estaba realmente preparada para la carga emocional que el lugar había traído. También sentía dudas de si debían irse, sabía que no iba a ser algo fácil, que implicaría abrir heridas, pero quizás estaban abriendo más de lo que podía ser reparado.
Erik se giró para verla y la tomo del rostro, cerrando los ojos para juntar su frente con la de ella.
―No debí haber sobrevivido, sólo lo hice porque Shaw se aseguró de ello. Por mi edad debieron haberme enviado con el resto de niños, pero no lo hicieron ―explicó, sujetándola con fuerza―. Tantos murieron, muchos eran mejores personas que yo, muchos no hubieran dedicado su vida a perseguir una venganza vacía como yo, muchos no hubieran desperdiciado la oportunidad… pero al final fui yo el que sobrevivió.
―No has desperdiciado nada ―susurró Abby, tomando las manos de él con fuerza, aun sujetando su rostro―. Me tienes a mí y a nuestros hijos, has hecho tu propia vida también, no sólo has vivido para vengarte.
Erik sabía que ella decía una verdad, pero a la vez no podía simplemente aceptarlo y continuar su vida cerrando la puerta de los horrores detrás. Esa puerta siempre estaba abierta, por más que hubiera intentado cerrarla.
―No sé cómo ayudarte con esto ―confesó Abby, sintiendo el peso que él debía cargar. Aguantó las lágrimas para que no brotaran, sintiendo que era ridículo que ella se pusiera a llorar cuando él era el que había vivido por tanto y lo estaba compartiendo.
―Lo has hecho por años, no eres tú la que ha fallado ―susurró Erik, sujetándola aún con más fuerza―. Pensé que con nuestra familia todo quedaría atrás, que podía ser feliz, pero con Nina… Me di cuenta de que no hay forma de escapar. Shaw murió, pero de alguna forma ganó.
―Lo que pasó con Nina… ―Abby trató de hablar, pero las palabras se cortaron en su garganta; no sólo a él le efecto perderla, Nina era su hija también―. Todos pensamos en qué hubiera pasado si hubiéramos estado ahí, eso lo sabes. ―Darryl y Edie en algún momento conversaron con ella al respecto, la culpa por haber decidido estudiar lejos en lugar de haberse quedado―. Ese día yo pude haber mandado al diablo al comité y regresado temprano, pero es una locura pensar así. No puedes seguir torturándote cada vez que algo ocurre, nunca has actuado tratando de provocarle daño a la gente que amas.
Erik no dijo nada en respuesta. Para él era demasiado, su infancia, la pérdida de sus padres y hermana, el odio que cargaba por décadas, todo coronado por su incapacidad de proteger a su hija más pequeña. No se trataba sólo de su pasado lejano atormentándolo.
Una brisa fría los golpeó y el cielo se oscureció bajo un grupo de nubes grises. Sin embargo, no hubo ninguna gota de lluvia cayendo sobre ellos.
―No quiero que sigamos separados, nunca quise que nos separáramos ―dijo ella, abrazándolo con fuerza―. Lo acepté porqué pensé que era lo que necesitabas, eso fue lo que dijiste, pero no ganas nada alejándote.
Abby dejó que su cabeza descansara contra el cuello de él. No sabía que fue lo que pasó por su mente en ese momento, todo era una mezcla desordenada de emociones. No se trataba sólo de un viaje para cerrar viejas heridas, sino también para enfrentar las recientes y cómo todo conjuraba una sombra sobre su relación. Por años pudieron mantenerse bajo la sombra, pero había llegado un punto de quiebre y ella permitió que sucediera cuando nunca lo quiso.
―No hay nada que resolver o arreglar. ―Abby lo sabía en el fondo, incluso cuando aceptó acompañarlo, pero ahora era más claro. El pasado, sobre todo el pasado como el de él, no era algo que pudiera dejarse atrás, siempre estaría ahí, lo único que podían hacer era aprender a vivir con esa sombra, pero aceptando su existencia, no tratando de ignorarla u ocultarla.
Erik la rodeó con sus brazos y simplemente se quedó en silencio.
Notas de autora: Tuve que asegurarme de ir a pescar en mi propia historia para ver exactamente qué había dicho sobre la familia de Erik (Que es una adaptación/mezcla libre del comic Magneto Testament y lo que está establecido en las pelís, pese a que mi Erik es unos 6 años menor que esa versión) Erik había compartido cosas con Abby sólo que siempre de forma más superficial, se puede asumir que han hablado más que sólo lo que yo he escrito, pero si buscan en la historia si hay pedazos de la vida de Erik y sus vivencias dispersos por diferentes momentos.
Este iba a ser el capítulo final, pero… pues creció más de la cuenta y pese a que siento que era necesario tocar todo esto para darle un final al arco de Erik (El que siempre queda abierto en todas las pelis y razón por la que siempre rebotaba) Sólo a mí se me ocurre hacer un viaje por la infancia de Erik pensando que iba a ser una capítulo ligero y positivo, pero espero haya quedado bien. Ni hablemos de que me di cuenta del lio de entrar a territorio soviético mientras escribía… eso me pasa por cambiar la línea de tiempo, porque si hubiera sido luego del 89 podían pasar relativamente bien a Polonia.
Y pese a que me quejo por no acabarlo aquí, creo que funciona bien. Erik y Abby necesitaban tiempo juntos y Erik necesitaba compartir esa parte de él. Con esto dicho, debo decir que siempre he sentido que mi capacidad de escribir momentos como estos no es la mejor, no es que lo escriba horrible, pero siento que le falta algo más. Supongo que mi propia personalidad funciona como un pequeño bache en ese aspecto, pero se hace lo que se puede.
En conclusión, tenemos un capítulo más por disfrutar.
