Capítulo 9: El dilema de la Lealtad

En el corazón de Beijing, bajo la imponente estructura del Palacio de la Dinastía Dorada, la Mesa del Dragón de Oro se encontraba en una reunión de emergencia. Esta mesa no solo era símbolo de la supremacía de los clanes élites de China, sino también el lugar donde las decisiones más trascendentales para el futuro de la nación eran tomadas. La sala estaba decorada con intrincados detalles de oro y jade, mostrando el poderío económico y la herencia milenaria de los presentes.

En la cabecera,Qin Xuepey, líder del influyente clan Qin, se alzó con fuerza, sus ojos ardían con furia mientras golpeaba la mesa con un puño cerrado. "Esto no es más que una provocación descarada de los japoneses. ¿Cómo se atreven los Yamauchi a buscar consolidar más poder cuando ya soportamos a los Takamachi como líderes? Esto debe detenerse ahora."

Los murmullos en la sala se hicieron Wei, líder de un clan nacionalista, alzó la voz. "¡Basta de permitir que esos isleños nos pisoteen! China no necesita de Japón. Podemos cerrar nuestras fronteras y sobrevivir sin ellos." La energía en la sala se tensó al escuchar estas palabras.

Sin embargo, un hombre mayor,Zhao Ming, cuya familia estaba profundamente enraizada en el comercio internacional, intervino con una voz calmada pero firme. "Cerrar las fronteras sería una locura para nuestra economía. La exportación es vital para nuestra prosperidad, y no podemos ignorar la interdependencia."

El debate se intensificó, cada palabra levantaba una chispa más en el fuego de las tensiones. Fue entonces cuando alguien, en un tono más bajo pero cortante, mencionó a lafamilia Tang. "¿Qué piensa la Princesa Xiaomao de todo esto? Es su futuro el que más está en juego."

La sala quedó en silencio. Los ojos se dirigieron hacia Qin Xuepey, quien se tensó visiblemente antes de responder: "La princesa Xiaomao está ocupada con asuntos más importantes. No tiene tiempo para estas discusiones."

Antes de que alguien pudiera responder, una figura hasta ahora en la sombra de la sala se movió hacia Mei, la consejera personal de Xiaomao, con su postura erguida y mirada penetrante, rompió el silencio con una voz controlada pero cortante. "Es curioso cómo la Mesa del Dragón de Oro ha decidido actuar sin consultar a la princesa Tang. ¿O acaso creen que ella no tiene voz ni voto en esto?"

Uno de los líderes intentó interrumpirla, pero Lin Mei levantó la mano en un gesto autoritario, silenciándolo al instante. "Rupturas radicales como esta no solo son innecesarias, son suicidas. Si la mesa desea enfrentarse a los japoneses, primero deberían asegurarse de no destruirse a sí mismos en el proceso."

Fang Weise levantó furioso, señalándola con el dedo. "¡Eso es traición! ¡Estás sugiriendo someternos a ellos!" Antes de que pudiera continuar, un movimiento veloz lo dejó congelado. El filo brillante de unQiangse posó en su cuello, sostenido con firmeza por uno de los guardaespaldas de Lin Mei.

"Traición sería ignorar las palabras de la princesa," dijo Lin Mei, acercándose con calma, su voz como una serpiente susurrando veneno. "Si planeas oponerte a ella, asegúrate de que tus acciones no sean consideradas un desafío directo al trono de los Tang."

Fang Wei, pálido, retrocedió y se sentó. Lin Mei bajó su mano, permitiendo que el guardaespaldas retirara el arma. "La princesa ha decidido que no romperemos relaciones con Japón. En su lugar, optaremos por una amnistía estratégica. Los detalles se coordinarán, y ustedes serán informados cuando sea el momento adecuado."

Se dio media vuelta y salió de la sala, dejando a los miembros de la Mesa del Dragón en un tenso silencio. El eco de sus palabras resonaba mientras los presentes intercambiaban miradas. Nadie se atrevió a decir una Meihabía hablado, y cuando la consejera de Xiaomao hablaba, era como si la propia princesa lo hubiera hecho.


Mientras tanto, en una sala decorada con tonos suaves y una atmósfera de serenidad, la princesaXiaomao Tangestaba sentada junto a un enorme ventanal, observando el paisaje nocturno de Beijing. Su cabello, perfectamente arreglado, caía como una cascada de jade oscuro sobre su espalda, adornado con finos peinetones dorados y rosas de jade. Era joven, sí, pero sus ojos azules como el cielo contenían una sabiduría que desmentía su edad.

Lin Mei entró a la sala, inclinándose levemente. "Su Alteza, la situación está bajo control. La Mesa del Dragón ha sido... informada de su postura."

Xiaomao giró lentamente su cabeza hacia ella, su expresión tranquila. "¿Y su reacción?"

"Como era de esperar, hubo oposición. Pero todo está en calma ahora," respondió Lin Mei, sin mostrar emoción en su rostro.

Xiaomao asintió y luego susurró, como si hablara para sí misma, "El equilibrio debe mantenerse, Lin Mei. No permitiré que estas tensiones destruyan lo que hemos construido. Japón es nuestro rival, pero la guerra sería nuestra ruina."

Lin Mei observó a la princesa por un momento antes de inclinar la cabeza una vez más. "Siempre haré lo necesario para protegerla, Su Alteza."

Xiaomao esbozó una pequeña sonrisa y volvió su atención al paisaje. Aunque tenía solo 16 años, sabía que su posición como única heredera del clan Tang la hacía un trofeo en este juego de poder. Pero también sabía que no era una simple pieza en el tablero; ella era el jugador, y cada movimiento era calculado con precisión.

La noche continuó, y mientras los miembros de la Mesa del Dragón discutían en silencio las palabras de Lin Mei, Xiaomao, en la soledad de su sala, planeaba su próximo movimiento, uno que aseguraría que el equilibrio entre China y Japón se mantuviera... al menos por ahora.

La vida de Xiaomao Tang, heredera del clan Tang y princesa de China, era todo menos ordinaria. A sus 16 años, había heredado un legado que se extendía más allá de los siglos, cargando el peso de un apellido que no solo representaba poder, sino la misma esencia del país más poblado del mundo. Con el fallecimiento prematuro de sus padres en un atentado que dejó a toda la nación conmocionada, Xiaomao se convirtió en el eje central del poder de China. Cada decisión que tomaba repercutía no solo en su país, sino en el panorama político mundial.

Xiaomao no se permitía debilidades. Su régimen de educación había sido estricto, casi militar. Desde los cinco años, había sido instruida en estrategia política, economía global, etiqueta, y artes marciales. La joven princesa no solo poseía la mente de un estratega consumado, sino también la gracia y la belleza de una figura legendaria. Su cabello verde jade, símbolo de los Tang, caía como un manto sobre sus hombros, enmarcando unos ojos azules tan profundos como el cielo despejado. Su piel blanca, inmaculada como el mármol, le otorgaba un aura etérea.

La ambición y la responsabilidad fluían por sus venas. Xiaomao no era solo un símbolo; era una líder. Consciente de que cada movimiento suyo era observado y analizado, sabía que quien obtuviera su mano no solo ganaría a la princesa, sino también el control de China. Por esta razón, cualquier clan influyente de su nación deseaba unir sus lazos con los Tang, pero Xiaomao no era una pieza de cambio. Ella era la jugadora.

El descontento hacia Japón crecía como una llama avivada por los recuerdos de las guerras pasadas. Los clanes más antiguos y nacionalistas de China se reunían constantemente para exigir una ruptura total con Japón, clamando que era un acto de dignidad y justicia. Sin embargo, Xiaomao entendía que este rencor ancestral era una trampa. La guerra con Japón sería un suicidio para ambas naciones. No solo económicamente, sino también estratégicamente. La geopolítica del mundo no permitía errores, y Xiaomao sabía que si China caía en el aislamiento, las potencias extranjeras devorarían su país desde dentro.

Lin Mei, su consejera personal y su aliada más cercana, entendía la complejidad de la situación. Después de la última reunión en la Mesa del Dragón de Oro, Xiaomao le había dado instrucciones claras: contactar con los Yamauchi de Japón. Xiaomao había decidido que no bastaba con amnistías o acuerdos indirectos. Ella misma debía viajar a Japón y sentarse frente a Utena Yamauchi, la reina del mundo japonés. Sería un encuentro de titanes, de dos mujeres que manejaban las riendas de sus respectivas naciones.

En la sala más privada del palacio Tang, Xiaomao observaba su reflejo en un espejo antiguo adornado con motivos de dragones y flores de loto. Estaba vestida con un qipao verde jade, bordado con hilos de oro que representaban la eternidad. Su semblante era tranquilo, pero sus ojos revelaban la tormenta de pensamientos que se desarrollaba en su mente.

"Lin Mei, ¿se ha confirmado la reunión con los Yamauchi?" preguntó con su tono sereno pero cargado de autoridad.

Lin Mei, siempre impecable en su postura y vestimenta, asintió. "Sí, Su Alteza. La señora Utena Yamauchi ha accedido a recibirla. El encuentro tendrá lugar en sus terrenos privados en Japón. Los preparativos están en marcha para su viaje."

Xiaomao dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. "Bien. Esta reunión no es solo entre dos líderes, Lin Mei. Es entre dos civilizaciones, dos mundos que deben coexistir. Utena y yo debemos encontrar un equilibrio antes de que las llamas del rencor destruyan todo lo que hemos construido."

Lin Mei inclinó ligeramente la cabeza. "Confío en que sus palabras prevalecerán, Su Alteza. Usted posee la claridad y el pragmatismo que su país necesita."

Xiaomao esbozó una pequeña sonrisa. "Espero que tengas razón. Pero no debemos subestimar a Utena Yamauchi. Ella es conocida no solo por su poder, sino por su inteligencia y frialdad. Este será un juego de ajedrez, Lin Mei, y cada movimiento deberá ser calculado."

Lin Mei asintió una vez más, reconociendo la importancia del momento. "¿Desea que la princesa lleve algún obsequio para los Yamauchi como símbolo de buena voluntad?"

Xiaomao meditó por un momento antes de responder. "Llevaremos el Dragón Dorado Imperial. Es un mensaje de que China está dispuesta a negociar, pero también de que nuestro poder y legado no deben ser subestimados."

Los días previos al viaje estuvieron cargados de preparativos. Xiaomao seleccionó cuidadosamente a los miembros de su delegación, asegurándose de que cada uno fuera un reflejo del poder y la elegancia de China. Lin Mei sería su mano derecha durante el encuentro, mientras que un equipo de asesores y guardias de élite la acompañaría.

El día del viaje, el avión privado del clan Tang despegó desde Beijing. Xiaomao, sentada en la cabina principal, observaba por la ventana mientras el paisaje cambiaba bajo ella. Su mente estaba fija en el próximo encuentro con Utena Yamauchi. ¿Sería una aliada, una adversaria o ambas cosas al mismo tiempo? Lo único seguro era que esta reunión definiría el futuro de las relaciones entre China y Japón.

"Utena Yamauchi," murmuró Xiaomao para sí misma, su mirada firme. "Veamos si el dragón y la serpiente pueden coexistir en el mismo cielo."

Utena Yamauchi cerró con cuidado la puerta de su estudio dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión y propósito. Mientras descendía por los pasillos de la mansión, sus tacones resonaban firmemente contra el suelo de mármol, un sonido que reflejaba la determinación de su mente. La reunión con Lin Mei había sido reveladora, y la confirmación de que Xiaomao viajaría a Japón le aseguraba que el tablero de poder estaba moviéndose según sus cálculos. Sin embargo, había otros asuntos estratégicos que necesitaban atención inmediata: fortalecer su alianza con los Harlaown.

Utena ingreso a su cuarto, tomó su libreta de notas de su mesa de noche y escribió unas pocas líneas en tinta negra, cada palabra cargada de intención. Su sonrisa apenas se curvó mientras cerraba la libreta. Los planes estaban funcionando. Todo estaba en marcha.

Mientras tanto, en el otro lado de la mansión, Reiko Yamauchi estaba tendida en su cama, mirando el techo como si fuera un cielo infinito lleno de incertidumbre. Su cuerpo estaba presente, pero su mente vagaba por escenarios imaginarios que siempre terminaban con el mismo rostro Ruby Harlaown.

Habían pasado apenas dos días desde el evento de fin de año, pero para Reiko, esos días se sentían como una eternidad. Recordaba cada detalle: la risa de Ruby, la calidez de su mano mientras bailaban, el rubor en sus mejillas cuando se miraban. Pero sobre todo, lamentaba no haber encontrado el valor para pedirle su número de teléfono. ¿Qué estaba haciendo Ruby ahora? ¿Estaría pensando en ella? ¿Se molestaría si Reiko decidiera buscarla sin previo aviso?

Reiko suspiró profundamente y cerró los ojos, dejando que sus pensamientos fluyeran. ¿A qué preparatoria asistirá Ruby? Se preguntó en voz alta. Japón tenía muchas escuelas de élite, pero solo tres vinieron a su mente: oshikawa Gakuen (星川学園), Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō (白百合女子高等学校), Rokuhara Kōkō (六原高校)

—¿Será que Ruby asiste a Shirayuri? —se preguntó Reiko, pensando que la escuela femenina encajaría perfectamente con la elegancia de Ruby.

El sonido de un golpe en la puerta la sacó abruptamente de sus pensamientos. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió, revelando la figura imponente de su madre. Utena, como siempre, estaba impecablemente vestida, su presencia era como una tormenta que no admitía interrupciones.

Reiko se sentó en la cama con rapidez y preguntó —¿Necesitas algo, madre?

Utena, sin rodeos ni preámbulos, dejó caer la bomba —He ofrecido tu mano en matrimonio a los Harlaown para que te comprometas con Ruby Harlaown.

La declaración cayó como un trueno en la habitación. Los ojos de Reiko se abrieron como platos, y en su sorpresa, perdió el equilibrio y cayó de la cama, golpeándose la cabeza contra el suelo. Pero el dolor físico no era nada comparado con el torbellino de emociones que sentía.

—¿Es en serio? —preguntó, levantándose rápidamente.

Utena cruzó los brazos y asintió. —Sí. Sin embargo... los Harlaown aún no han aceptado.

El corazón de Reiko latía con fuerza. —¿Por qué no? —preguntó casi desesperada.

Utena alzó una ceja, estudiando la reacción de su hija. —Porque Lindy Harlaown valora profundamente a su familia. Es una leona, Reiko. Y una leona no entrega a sus cachorros sin luchar. Mata por ellos.

Reiko tragó saliva. Nunca había visto a su madre hablar de alguien con tanto respeto mezclado con cautela.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó finalmente, su voz firme pero temblorosa.

Utena se acercó a ella, sus ojos penetrantes evaluando cada faceta de su hija. —Primero, debes ganarte a los Harlaown. Si realmente deseas casarte con Ruby, debes demostrar que eres digna de ella. Eso significa que necesitas dejar de vivir encerrada en esta cueva que llamas habitación y enfrentarte al mundo. Haz que te conozcan. Haz que te respeten.

Reiko asintió con determinación. —Lo haré.

—Bien. —Utena sonrió levemente, una mezcla de satisfacción y orgullo. —Empieza por ir a presentarte. Deja que vean quién eres.

Reiko, como impulsada por un resorte, caminó hacia el baño. —Voy a darme una ducha. Iré a verlos hoy mismo.

Utena observó cómo su hija desaparecía tras la puerta del baño. Una vez sola, susurró para sí misma: —Ruby Harlaown, eres sin duda un diamante en bruto. Pero este diamante será moldeado por mi hija.

Mientras el agua caía sobre su rostro en la ducha, Reiko repasaba mentalmente lo que debía hacer. La imagen de Ruby aparecía constantemente en su mente, como un faro que la guiaba en la tormenta. Por primera vez en su vida, sentía que tenía un propósito más allá de ser la heredera de los Yamauchi.

Utena, por su parte, regresó a su estudio. La libreta que había usado antes estaba abierta sobre su escritorio. Añadió unas pocas líneas más, detalles que solo ella entendía. Después, levantó la mirada hacia el retrato de su difunto esposo que colgaba en la pared.

—Nuestra hija finalmente ha despertado. —dijo con una sonrisa. —Y el futuro, tal como lo planeamos, está más cerca que nunca.

Mientras tanto, Reiko salía del baño, lista para embarcarse en el primer paso hacia su destino. La batalla por el corazón de Ruby Harlaown acababa de comenzar.

Ruby Harlaown estaba sentada en el amplio sillón de su habitación, rodeada de folletos de ingreso a preparatorias. Cada folleto prometía excelencia: laboratorios vanguardistas, programas académicos de renombre, y un sinfín de actividades extracurriculares. Pero entre todas las opciones, solo una había captado su atención: Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō. Sus elegantes edificios, rodeados de jardines meticulosamente cuidados, y su enfoque en artes, etiqueta y liderazgo eran justo lo que Ruby sentía que debía perseguir.

A pesar de su belleza exterior, Ruby no podía evitar sentir un peso en el pecho. La presión de elegir correctamente no era solo por el prestigio de su apellido, sino porque quería hacer orgullosa a su familia y a quienes la rodeaban. Observó el folleto de Shirayuri con sus delicadas manos, en sus ojos Carmesí se podía ver reflejando la imagen del majestuoso edificio. ¿Estaría realmente a la altura de las expectativas?

—Riri-chan... —llamó suavemente Ruby, volteando su rostro hacia su fiel sirvienta que estaba de pie cerca de la ventana.

Ririka, siempre impecable, con las manos entrelazadas al frente, giró su atención hacia Ruby con una sonrisa cálida y serena. —Sí, señorita Ruby. ¿Qué sucede?

Ruby alzó el folleto de Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō con una mirada dubitativa. —¿Crees que esta sería una buena opción para mí? ¿Shirayuri...?

Ririka, al ver el nombre en el folleto, mostró una expresión de aprobación. —Sin duda alguna, Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō es una institución extraordinaria. Es conocida no solo por su educación de alta calidad, sino también por inculcar un sentido profundo de liderazgo y gracia en sus estudiantes. Sería un honor para ellos tenerla como alumna, señorita Ruby.

Ruby dejó escapar un suspiro, desviando la mirada hacia el folleto una vez más. —Riri-chan, siento que exageras...

Ririka negó suavemente, su voz impregnada de firmeza. —Nunca exagero cuando se trata de usted, señorita. Estoy absolutamente segura de que sería la joya más brillante de Shirayuri.

Ruby dejó a un lado el folleto y se levantó lentamente del sillón. Sin previo aviso, caminó hacia Ririka y la abrazó, hundiendo su rostro en el pecho de la sirvienta. Sentir la cercanía y la calidez de Ririka le brindaba un alivio único, como si todas sus preocupaciones se desvanecieran, al menos por un momento.

—Tengo miedo, Riri-chan... —confesó Ruby con una voz temblorosa, sus palabras resonando apenas en el silencio de la habitación. —¿Y si no soy suficiente? ¿Y si decepciono a mamá Lindy, o a mamá Precia, o a mamá Saori? ¿Y si no puedo estar a la altura de todo lo que esperan de mí?

Ririka, con una delicadeza que solo alguien tan devota como ella podía tener, levantó una mano para acariciar los cabellos dorados de Ruby. Su mirada reflejaba adoración y una absoluta fidelidad. —Señorita Ruby, no tiene nada que temer. Usted es extraordinaria tal y como es. Ha logrado tanto ya, y sigue creciendo cada día. No tiene que cargar con el mundo sobre sus hombros sola.

Ruby alzó el rostro hacia ella, sus grandes ojos dorados brillando con incertidumbre. —Riri-chan, creo que me idealizas demasiado... No soy tan especial como dices.

Ririka negó rápidamente con la cabeza, sus labios formando una leve sonrisa. —No es idealización, señorita Ruby. Es la verdad. Usted tiene una luz que nadie más posee, una calidez que inspira a quienes la rodean. Yo estoy aquí para recordárselo, siempre.

Ruby hizo un puchero infantil, desviando la mirada. —Moo... ¡Siempre dices esas cosas para animarme!

Ririka no pudo evitar reír suavemente ante el gesto adorable de su joven ama. —Solo digo lo que veo, señorita Ruby. Y lo que veo es que tiene un corazón puro y fuerte. No tiene nada que temer.

Ruby, aún con el puchero, rompió el abrazo y se estiró ligeramente, dejando salir un pequeño suspiro. —Supongo que no tengo más opción que confiar en ti, Riri-chan...

Ririka observó su reloj de pulsera, adoptando un tono más práctico. —Señorita Ruby, será mejor que nos preparemos. Pronto será la hora de la comida, y sus madres la esperan en el comedor.

Ruby asintió, su rostro iluminado nuevamente con una sonrisa. —Está bien, Riri-chan. Vamos.

Caminó hacia la puerta con pasos ligeros, seguida de cerca por Ririka. Mientras se dirigían al comedor, Ruby sentía que sus dudas se disipaban poco a poco. Con alguien como Ririka a su lado, cualquier desafío parecía menos intimidante, y cada decisión, por grande que fuera, podía enfrentarse con confianza.

Ruby había llegado al comedor principal de la mansión Harlaown, decorado con delicados arreglos florales y un aroma que mezclaba la calidez de la comida casera con la elegancia de los mejores chefs. Sus madres,SaoriyPrecia, ya estaban sentadas esperándola, ambas irradiando calidez y amor. Apenas Ruby cruzó la puerta, ambas mujeres se levantaron con una sincronía maternal que solo ellas podían lograr y la recibieron con un beso en cada mejilla.

—Mi pequeña Ruby, siempre tan radiante —dijo Precia con una sonrisa luminosa mientras acariciaba la mejilla de su hija.

Saori, más reservada pero igualmente amorosa, la abrazó suavemente. —Nos alegra que te unas a nosotras, mi vida. ¿Has pensado ya en tu elección?

Ruby sonrió tímidamente mientras se sentaba entre ellas. Aunque siempre estaba rodeada de amor, la presión de tomar una decisión importante todavía pesaba en su mente. Mientras los sirvientes traían los platos, Ruby jugueteaba con el borde de su servilleta, pensando en cómo formular su respuesta. Finalmente, tomó aire y levantó la mirada.

—Creo que ya lo decidí... Quiero ir aShirayuri Joshi Kōtō Gakkō—dijo con firmeza, aunque en el fondo temía que sus madres no estuvieran completamente de acuerdo.

Precia dejó escapar un suave jadeo de sorpresa y luego sonrió ampliamente, inclinándose para abrazarla. —¡Mi pequeña está creciendo! Shirayuri es una elección maravillosa, Ruby. Estoy segura de que brillarás allí.

Saori, siempre más pragmática pero no menos cariñosa, asintió con aprobación. —Es una excelente decisión, Ruby. Es una escuela que no solo reforzará tus talentos, sino que también te enseñará a liderar con gracia y sabiduría. Estamos muy orgullosas de ti. —Con esas palabras, también abrazó a su hija y le dio un beso en la mejilla.

Ruby se sintió aliviada por sus respuestas y tomó un bocado de su comida con una sonrisa tranquila. —Gracias, mamá Saori. Gracias, mamá Precia. Prometo hacer lo mejor posible. —Mientras comía, algo pasó por su mente y, con curiosidad, preguntó—: ¿Dónde está mamá Lindy? ¿No va a comer con nosotras?

Precia suspiró suavemente, colocando una mano en el hombro de Ruby. —Mamá Lindy está en una reunión de negocios muy importante, pero nos pidió que te dijéramos que lo siente mucho. Prometió compensarlo cuando vuelva.

Ruby asintió con comprensión mientras masticaba un poco de su comida. —Está bien... Quedan cinco días para Navidad, después de todo. —Sus palabras estaban llenas de esperanza y entusiasmo infantil.

Ambas mujeres rieron suavemente mientras Saori acariciaba los dorados cabellos de Ruby. —Así es, mi pequeña. Estoy segura de que mamá Lindy estará de vuelta para celebrarlo contigo como siempre lo hace.


Mientras tanto, en la entrada principal de losHarlaown,Reiko Yamauchihabía llegado montando su imponente motocicleta, unaHarley Davidson X440modificada. La máquina rugía con un poder que reflejaba el carácter de su dueña: rebelde, rudo y con una personalidad que desbordaba individualismo. Reiko amaba su motocicleta. Era su forma de expresar su independencia y su deseo de romper con las expectativas de su familia.

Reiko apagó el motor y desmontó con una fluidez que solo alguien que conoce su vehículo a la perfección puede lograr. Frente a ella, en la entrada de la mansión,Alexandria Seraphine, la sirvienta personal de Lindy, apareció con una postura elegante y una sonrisa de cortesía que no alcanzaba sus ojos. Alexandria inclinó levemente la cabeza, estudiando a Reiko con una mirada analítica.

—Señorita Yamauchi, ¿a qué debemos el honor de su visita inesperada? —preguntó Alexandria con una voz cortés, aunque fría. —No hemos recibido notificación de que vendría a nuestros territorios.

Reiko, sintiendo el peso de la mirada de Alexandria, se rascó la cabeza con nerviosismo, algo inusual en ella. —V-vine a presentarme formalmente... —murmuró, tratando de sonar más segura de lo que se sentía.

Alexandria arqueó una ceja, su sonrisa permaneciendo en su lugar, pero su tono se volvió ligeramente más afilado. —La familia Harlaown ya está familiarizada con usted. No es necesaria tanta formalidad, señorita Yamauchi.

Reiko suspiró y decidió dejar de lado las excusas. La miró directamente y dijo con sinceridad: —Quiero ver a Ruby.

En un instante, la sonrisa de Alexandria se desvaneció, y su expresión se endureció. Un silencio pesado cayó entre ambas. Reiko tragó saliva, sintiendo cómo la temperatura parecía bajar varios grados.

—La señorita Ruby está almorzando con sus madres en este momento. No creo que sea posible que la reciba ahora —dijo Alexandria, su voz ahora áspera, casi hostil. Luego, después de una breve pausa, agregó con un tono gélido— Lo lamento.

Reiko sintió el rechazo como un golpe en el estómago. Alexandria no solo estaba dejando claro que no era bienvenida, sino que también dejaba entrever que no confiaba en ella. Sin embargo, Reiko no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.

—Puedo esperar... por favor —dijo Reiko, su voz llena de determinación, aunque su postura denotaba cierto nerviosismo.

Alexandria permaneció en silencio durante un largo momento, antes de que su sonrisa forzada regresara a su rostro. —Le avisaré cuando la señorita Ruby haya terminado de comer. Eso, por supuesto, si ella decide recibirla. —Su tono era cortante, dejando claro que la decisión recaía completamente en Ruby.

Luego, con un cambio abrupto en su mirada, Alexandria adoptó una expresión severa. —Espere aquí. No se mueva. Y recuerde, señorita Yamauchi... —se inclinó ligeramente hacia ella, sus ojos perforaban los de Reiko— La estoy observando.

Con esa última advertencia, Alexandria alzó su falda con elegancia y se retiró hacia la mansión. Reiko dejó escapar un suspiro pesado, mirando hacia la puerta cerrada mientras los nervios se instalaban en su estómago. Sabía que se estaba adentrando en territorio hostil, en el territorio de los leones. Pero no iba a retroceder.

Mientras se apoyaba contra su motocicleta, Reiko murmuró para sí misma —¿Qué tanto daño pueden hacer las leonas? —Sin saber que estaba a punto de descubrir exactamente cuán feroz puede ser una leona cuando protege a sus cachorros a pesar de que no sean suyos.

Ruby terminó el último bocado de su cheesecake con una expresión de satisfacción que iluminaba todoel comedor. La combinación de dulzura en el postre y el cálido ambiente, sus madres habían hecho que se sintiera completamente feliz esa tarde, sin embargo, ambas tuvieron que retirarse, una cita con un diseñador estaba pactado para ambas esa tarde, así que tuvieron que retirarse cuando la hora del postre había comenzado. Frente a ella,Alexandria, siempre impecable, se encontraba de pie junto aRirika, ambas esperando con paciencia a que Ruby terminara.

—Lexie—dijo Ruby mientras dejaba su cuchara a un lado, mirando a Alexandria con curiosidad—. ¿Por qué no estás con mamá Lindy? —Su tono era inquisitivo pero suave, con esa dulzura característica que siempre desarmaba a quienes la rodeaban.

Alexandria inclinó ligeramente la cabeza, su expresión adoptando una calidez maternal poco usual. —La señora Harlaown se encuentra en un comité importante durante los próximos tres días, Milady Ruby. Mis servicios no son requeridos allí en este momento, así que estoy aquí para apoyarla a usted y a la familia. —Aunque sus palabras eran formales, su tono tenía un toque de afecto que reservaba exclusivamente para Ruby.

Ruby asintió, aceptando la explicación mientras tomaba un sorbo de su té. —Este cheesecake está delicioso. Deberíamos decirle a los chefs que hagan otro para la cena. —Sus palabras hicieron queRirikasonriera, orgullosa de que Ruby disfrutara de los pequeños placeres de la vida.

Alexandria, sin embargo, dejó escapar un suave suspiro, sabiendo que ya no podía posponer más la situación. Tomó su tableta y la activó, mostrando en la pantalla las cámaras de la entrada principal. Allí, la figura deReiko Yamauchiseguía esperando junto a su motocicleta. Había pasado más de cuarenta minutos desde que llegó, y Alexandria sabía que no podía seguir ignorándola.

—Milady Ruby —dijo finalmente, con un tono más serio—. La señorita Reiko Yamauchi ha venido a visitarla. —Ruby dejó su taza en el platillo con cuidado, frunciendo ligeramente el ceño mientras miraba a Alexandria con una mezcla de sorpresa y confusión.

—¿Reiko está aquí? —preguntó Ruby, ladeando la cabeza. —¿Por qué no me avisaron antes?

—Llegó de improviso —respondió Alexandria con calma—. Es su decisión si desea verla. Si no quiere, puedo mandarla de regreso de inmediato. —La seriedad en sus palabras dejaba claro que Alexandria no tendría reparos en hacer cumplir esa orden.

Ruby negó con la cabeza, su naturaleza gentil haciéndole imposible rechazar a alguien que había venido hasta allí para verla. —No, Lexie, no es necesario. Dile que puede entrar. —Luego se giró hacia Ririka, con una chispa de emoción en su voz. —Riri-chan, ayúdame a cambiarme. Quiero estar presentable.

Ririka asintió con entusiasmo. —Por supuesto, señorita Ruby. Vamos a prepararla para la ocasión. —Ambas se levantaron, y Ruby dejó el comedor con un salto en sus pasos, seguida de su fiel sirvienta.

Mientras tanto, en la entrada principal, Reiko seguía esperando, sentada en su motocicleta. La ansiedad comenzaba a apoderarse de ella. Había venido impulsada por el deseo de ver a Ruby, pero ahora que estaba allí, no podía evitar preguntarse si había tomado la decisión correcta. Las miradas gélidas de los guardias y el personal no ayudaban a calmar sus nervios.

Cuando finalmente Alexandria apareció en la puerta, Reiko se enderezó de inmediato. Sin embargo, la expresión seria de Alexandria no ofrecía ningún consuelo.

—La señorita Ruby ha accedido a recibirla. —Alexandria señaló un estacionamiento cercano con un leve movimiento de la cabeza—. Por favor, estacione su motocicleta allí y siga mis instrucciones.

Reiko asintió rápidamente, sin atreverse a contradecir a la sirvienta, y dirigió su motocicleta hacia el lugar indicado. Una vez que la dejó estacionada, Alexandria la guió hacia la sala de espera principal de la mansión. Era un espacio decorado con elegancia y calidez, pero Reiko apenas tuvo tiempo de apreciarlo.

—Espere aquí. La señorita Ruby se está preparando y podría tardar un poco. —Alexandria hizo una pausa y luego añadió, con un tono que bordeaba lo intimidante— Y no haga nada inapropiado. La estoy observando.

Reiko tragó saliva y asintió mientras se sentaba en el sofá. Sacó su teléfono, intentando distraerse, pero al levantar la mirada, se encontró con los ojos de Alexandria, que la miraban fijamente desde la puerta. Un escalofrío recorrió su espalda, y tan pronto como Alexandria salió, dejó escapar un suspiro de alivio.

—Definitivamente no me quiere aquí... —murmuró para sí misma, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá.

Unos minutos después, Ruby apareció en la sala. Vestía un conjunto elegante pero cómodo, perfectamente elegido por Ririka, quien también había arreglado su cabello de manera impecable. Ruby parecía una princesa, y al verla, Reiko sintió que su corazón se detenía por un instante. Ruby no solo era hermosa; era deslumbrante.

—Reiko —dijo Ruby con su voz suave, llena de dulzura.

Reiko se levantó de inmediato, todavía embelesada por la visión frente a ella. —Ruby... —susurró, dando un paso hacia adelante. Impulsada por la emoción, intentó saludarla con un beso en la mejilla, pero antes de que pudiera hacerlo, la mano de Ririka se interpuso entre ambas.

—Está prohibido tocar o besar a mi señorita —advirtió Ririka con un tono firme que no dejaba lugar a protestas. Sus ojos lanzaban una mirada de advertencia que hizo que Reiko retrocediera un paso.

Ruby, notando la tensión, miró a Ririka con una suave reprimenda. —Riri-chan, no seas tan estricta, por favor. —Luego se volvió hacia Reiko con una sonrisa tranquilizadora—. Perdónala, Reiko. Es muy protectora conmigo.

Reiko suspiró, sintiéndose algo torpe. —No, está bien. Entiendo... —murmuró, aunque no podía evitar sentirse intimidada por la sirvienta.

Ruby inclinó ligeramente la cabeza, observando a Reiko con curiosidad. —¿Te gustaría dar un paseo? —preguntó con una sonrisa que iluminó la habitación.

Reiko asintió rápidamente, sin poder creer su suerte. —Sí, claro. Me encantaría.

Ruby tomó la iniciativa y comenzó a caminar hacia el exterior de la mansión, seguida por Ririka, quien no quitaba los ojos de Reiko. Para Reiko, ese paseo era más que un simple recorrido. Era su oportunidad para acercarse a Ruby y demostrarle que estaba dispuesta a hacer lo que fuera por estar cerca de ella, incluso enfrentarse a las feroces leonas que protegían su corazón.

Ruby caminaba con paso tranquilo mientras conducía a Reiko por losmajestuosos jardines de los territorios Harlaown. El aire fresco y la arquitectura perfectamente cuidada del lugar, con sus detalles influenciados por laelegancia británica, hacían que cualquiera que pasara por ahí se sintiera transportado a una mansión en el corazón delReino Unido. Ruby, siempre radiante, hablaba con entusiasmo mientras señalaba algunas flores y plantas, explicando sus nombres y peculiaridades.

—Estas rosas fueron traídas directamente de Devonshire, y aquella glicinia fue un regalo de la familia D'Ambrosio en Italia —comentaba con su tono dulce y melodioso, deteniéndose para acariciar con suavidad algunos pétalos. A pesar de que Ruby apenas llevaba un tiempo como miembro de la familia Harlaown, las estrictas lecciones deAlexandriasobre etiqueta, conocimiento general y comportamiento habían hecho de ella unaperfecta dama.

Por su parte,Reiko apenas estaba escuchando las palabras de Ruby. La observaba hablar, pero su mente no estaba procesando nada de lo que decía. En lugar de ello, su atención estaba completamente cautivada por los labios de Ruby, que se movían con delicadeza mientras veía tan adorable y sofisticada, y Reiko no podía evitar imaginar lo que sería besar esos labios. Sus pensamientos iban más allá de lo que ella misma podía controlar, y se encontraba en un trance del cual no quería despertar.

—¿Me estás escuchando? —preguntó Ruby de repente, con una mezcla de curiosidad y diversión, su voz sacándola bruscamente de sus pensamientos.

—¿Eh? Sí, claro que sí —respondió Reiko rápidamente, tratando de sonar convincente.

—Entonces, ¿cuál es el nombre de esta flor? —preguntó Ruby con una sonrisa traviesa, señalando una camelia blanca a su lado.

Reiko parpadeó, claramente confundida, y luego murmuró —Ehh... no sé.

Ruby no pudo evitar reír suavemente, su risa era un sonido que hacía que el corazón de Reiko palpitara aún más rápido. —Entonces no estabas escuchándome —dijo con una leve mirada de reproche, aunque sus ojos brillaban de alegría.

Antes de que Reiko pudiera responder,Ririka, quien las seguía en silencio, lanzó una mirada inquisitiva hacia ella. Esa mirada penetrante hizo que Reiko se sintiera como una niña pequeña atrapada en una travesura. No dijo nada más y dejó que Ruby continuara con su paseo, guiándola hacia una glorieta blanca que se encontraba rodeada de flores y arbustos perfectamente podados.

Ruby se detuvo frente a la glorieta y se volvió hacia Reiko. —¿Te gustaría tomar un té aquí? —preguntó con su tono amable.

Reiko, completamente fuera de control por sus nervios, dejó escapar sin pensar —Lo que tú quieras, mi amor.

Ruby se congeló en su lugar, con su rostro enrojeciendo al instante. Reiko, al darse cuenta de lo que acababa de decir, entró en pánico. —¡Ah! No, no me malinterpretes... digo, yo... yo le digo eso a todas... —Se detuvo al darse cuenta de que sus palabras solo empeoraban la situación. —¡No es lo que parece! —añadió con desesperación.

Ruby, aunque todavía sonrojada, decidió salvarla de su incomodidad. —Está bien, Reiko. —Sonrió suavemente, con una mezcla de diversión y ternura—. Vamos a sentarnos, ¿sí?

Reiko asintió, agradecida de que Ruby no se lo hubiera tomado a mal. Ambas tomaron asiento en la elegante glorieta, rodeadas por una atmósfera de tranquilidad que contrastaba con el torbellino de emociones que Reiko estaba experimentando. Ruby le pidió educadamente aRirikaque trajera té y galletas para ellas.

—Riri-chan, por favor, ¿puedes traer un poco de té y algo de galletas para nosotras? —dijo Ruby con su habitual dulzura.

Ririka asintió, haciendo una reverencia impecable hacia su señorita. —Por supuesto, milady. —Pero antes de retirarse, lanzó una mirada de pocos amigos hacia Reiko, como si le advirtiera quetenía sus ojos en ella. Reiko notó cómo Ririka giraba disimuladamente la mirada hacia una esquina superior de la glorieta, donde vio una pequeña cámara de seguridad apuntando directamente hacia ellas. Era un claro recordatorio de quecualquier movimiento sospechoso sería observado. Reiko tragó saliva, sintiendo el peso de la vigilancia.


Mientras esperaban el té, Ruby sonrió, su tranquilidad contrastando con el nerviosismo evidente de Reiko. —Reiko —dijo suavemente—, ¿por qué viniste hoy?

Reiko dudó por un momento, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. —Bueno... quería verte —confesó, evitando los ojos de Ruby.

Ruby ladeó ligeramente la cabeza, intrigada. —¿Por qué?

Reiko tomó aire, intentando reunir el valor para hablar. —Porque... —hizo una pausa y finalmente decidió ser honesta—. Porque quiero conocerte mejor.

Ruby soltó una risa suave, como si estuviera disfrutando de la sinceridad torpe de Reiko. —Eso no responde mi pregunta —dijo, su tono ligero pero lleno de curiosidad.

Reiko bajó la mirada, su rostro mostrando una mezcla de vulnerabilidad y determinación. —Desde que tengo memoria, he odiado todo lo relacionado con las galas y las formalidades de mi familia. Siempre las he considerado una pérdida de tiempo, una carga. Pero... —se detuvo por un momento, levantando los ojos hacia Ruby—. Pero en esos 19 años, nunca había disfrutado de la compañía de nadie... hasta que te conocí.

Ruby se sonrojó, sus mejillas adquiriendo un ligero tono rosado mientras desviaba la mirada hacia un lado. —Reiko... —murmuró, conmovida por sus palabras.

Reiko, sintiendo una repentina oleada de valentía, extendió lentamente su mano hacia la de Ruby, pero antes de que pudiera tocarla, un carraspeo interrumpió el momento.

Ambas levantaron la vista para encontrarse conAlexandria Seraphine, quien estaba de pie frente a ellas, sosteniendo una bandeja de plata con té y galletas. La mirada de Alexandria era tan gélida como siempre, y su sola presencia hizo que Reiko sintiera que el aire a su alrededor se volvía más pesado.

—Milady —dijo Alexandria con su tono impecablemente educado, inclinándose ligeramente hacia Ruby mientras colocaba una taza de té frente a ella—. Aquí está su té. —Con movimientos elegantes, sirvió un poco de leche en la taza de Ruby antes de girarse hacia Reiko. —Señorita Yamauchi —dijo, colocando la otra taza frente a ella—. ¿Le gustaría que le sirviera un poco de leche?

—N-no, gracias —respondió Reiko, claramente nerviosa.

Alexandria inclinó ligeramente la cabeza, con una sonrisa que contenía una pizca de sadismo. —Adelante, pruébelo. No está envenenado. —Aunque su tono era aparentemente ligero, la tensión en el ambiente era palpable.

Ruby frunció el ceño ligeramente, mirando a Alexandria con un leve reproche. —Lexie, no molestes a Reiko.

—Mis disculpas, milady —dijo Alexandria, haciendo una reverencia impecable. Luego se colocó detrás de Ruby, adoptando una postura firme y vigilante, como una leona protegiendo a su cachorro.

Reiko, mientras sostenía la taza de té entre sus manos, sintió el peso de la mirada de Alexandria sobre ella. En ese momento, comprendió completamente su situació no era una invitada bienvenida; era una intrusa, una presa en el territorio de las leonas Harlaown.Y Alexandria estaba esperando pacientemente el momento perfecto para despedazarla.

Ruby había terminado de disfrutar el té y las galletas, luciendo relajada y radiante, pero Reiko no podía decir lo mismo. Cada sorbo de té que daba sabía amargo, no porque estuviera en mal estado, sino porque sentía el peso de la mirada inquisitiva de Alexandria sobre ella. Aunque Ruby no parecía notar el ambiente tenso, Reiko sabía que estaba bajo un escrutinio sentía como una liebre rodeada por leonas hambrientas.

Ruby, al notar el nerviosismo de Reiko, rió suavemente, dejando su taza de té sobre la mesa. —Reiko, no estés tan tensa. No tienes que sentirte incómoda aquí.

—No estoy nerviosa —respondió rápidamente Reiko, aunque su tono la delataba.

Ruby soltó otra risa y se puso de pie, caminando hacia Alexandria. Sin previo aviso, se abrazó de la cintura de la maid, hundiendo su rostro en el pecho de la imponente , quien con sus tacones alcanzaba los 1.78 metros de altura, parecía aún más intimidante de lo normal.

—¿Ves? —dijo Ruby, levantando su rostro para mirar a Reiko—. Lexie es inofensiva.

Reiko no pudo evitar observar con envidia aquel también quería abrazar a Ruby de esa manera, pero sabía que algo así estaba lejos de ser posible, al menos por embargo, lo que realmente la molestó fue la mirada de superioridad que Alexandria le dirigió por encima de la cabeza de Ruby, como si quisiera recordarle su lugar en el tablero. Reiko apretó los puños, tragándose su frustración.

Ruby regresó a su asiento con una risita ligera, pero Alexandria aprovechó la oportunidad para inclinarse ligeramente hacia Ruby y recordarle algo en un tono que denotaba cierta urgencia. —Milady, pronto comenzarán sus clases de piano. Quizás sería prudente que la señorita Yamauchi se despida.

Reiko sintió que el aire se escapaba de sus evidente que la estaban echando.

Ruby miró a Reiko con una sonrisa suave y se disculpó con ella. —Lo siento mucho, Reiko, pero mis clases son importantes.

Reiko vio que su oportunidad de estar más tiempo con Ruby se estaba desvaneciendo. Fue entonces cuando reunió todo el valor que tenía y, con un tono más firme de lo habitual, preguntó —¿Te gustaría salir conmigo en Navidad?

El mundo pareció quedó congelada, mientras Alexandria, detrás de ella, endurecía su mirada hacia Reiko, como si estuviera evaluando si debía eliminarla en ese preciso instante. Los nervios de Reiko eran evidentes, pero Ruby finalmente respondió con una sonrisa cálida —Claro, me encantaría.

El corazón de Reiko se aceleró al escuchar esas ía conseguido lo que embargo, Alexandria no parecía nada complacida con el desarrollo de los acontecimientos. Su mirada se volvió aún más dura, como si quisiera hacerle saber que había cometido un grave error al adelantarse de esa manera.

Ruby se levantó de su asiento y volvió a mirar a Reiko. —Bueno, me tengo que ir. Pero... —hizo una pausa, pensando por un momento—. ¿Te parece si intercambiamos nuestros números de teléfono?

Reiko casi no podía creer lo que estaba escuchando.¿Ruby quería darle su número?Su mente se llenó de euforia. Ambas pidieron un bolígrafo, y Alexandria, a regañadientes, les proporcionó uno. Ruby escribió cuidadosamente su número de teléfono y su correo electrónico en una servilleta, que luego le entregó a Reiko, esa servilleta era ahora un tesoro nacional.

En ese momento,Ririka llegó a la glorietay se inclinó educadamente hacia Ruby. —Milady, el maestro Andersson ya está en la sala de música esperándola para sus lecciones de piano.

Ruby asintió y volvió a mirar a Reiko con una reverencia educada. —Espero que podamos vernos pronto. Cuídate, Reiko.

Reiko, aún embobada por la dulce despedida de Ruby, apenas pudo responder con un gesto de asentimiento. Sin embargo, su alivio duró poco, porque Ruby le pidió a Alexandria que la acompañara hasta la salida. Alexandria, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, hizo una reverencia impecable y respondió: —Por supuesto, milady.

En ese instante,Reiko supo que estaba mirada se cruzó con la de Alexandria, y lo único que vio en esos ojos fue la promesa de que algo terrible estaba por venir.


El camino hacia la salida fuesilencioso y única música que acompañaba sus pasos era el canto de las aves en los jardines, pero incluso ese sonido parecía sombrío. Reiko mantenía la mirada al frente, mientras sentía la presencia de Alexandria detrás de ella como una sombra que no podía ignorar.

Finalmente, fue Alexandria quien rompió el silencio. —En Gales, existe una leyenda sobre una bruja que desollaba a sus víctimas para forrar sus grimorios oscuros con su piel.

Reiko sintió un escalofrío recorrer su en el tono de Alexandria le decía que esta historia no era simplemente un cuento de terror.

—Hace tiempo —continuó Alexandria, con su voz fría y calculada—, comenzaron a desaparecer personas. Nadie se preocupó demasiado al principio, porque eran vividores, criminales y personas con tratos con la mafia. La policía no veía la necesidad de buscarlos... Después de todo, sentían que alguien estaba haciendo un favor al mundo.

Reiko no dijo nada. Podía sentir que Alexandria estaba construyendo algo, y no quería ser la chispa que encendiera ese fuego.

Cuando llegaron al estacionamiento, Alexandria se detuvo junto a la motocicleta de Reiko. Su presencia era tan opresiva que Reiko apenas podía , Alexandria se inclinó ligeramente hacia ella, con una sonrisa que no era para nada reconfortante.

—¿Sabes cuál es el apodo que me gané en ese tiempo? —preguntó Alexandria, su voz apenas un susurro.

Reiko negó con la cabeza, sintiendo que cada fibra de su ser estaba en alerta máxima.

Alexandria inclinó su rostro un poco más cerca, lo suficiente para que Reiko pudiera escucharla claramente. —"La desolladora de Gales".

El corazón de Reiko se detuvo por un instante. Sin decir una palabra más, encendió su motocicleta y se despidió educadamente de Alexandria antes de acelerar y alejarse del lugar. Sin embargo, incluso mientras se alejaba, podía sentir los ojos de Alexandria sobre ella, como si la estuvieran perforando.

Alexandria permaneció inmóvil, observando el camino por el que Reiko había desaparecido, con una expresión no dijo nada, todo en su postura indicaba que la cacería acababa de comenzar.Y Reiko era su presa.


El cielo sobre el aeropuerto internacional de Shin-Chitose Kūkō estaba despejado, con un frío característico del invierno japonés. En la pista de aterrizaje, un avión privado con bandera china acababa de tocar tierra. El aparato, un modelo de lujo diseñado exclusivamente para la realeza y altos dignatarios, estacionó suavemente mientras su escalera descendía automáticamente.

Desde el interior, Xiaomao Tang, la joven princesa de China, observaba a través de la ventanilla. Era el 23 de diciembre, víspera de Navidad, pero no había tiempo para festividades. Su visita a Japón tenía un objetivo claro: reunirse con Utena Yamauchi y evitar que las tensiones entre las facciones chinas y japonesas alcanzaran un punto de no retorno.

En la pista de aterrizaje, un imponente vehículo blindado negro esperaba con el motor encendido. Otros dos vehículos camuflados flanqueaban el auto principal, completando el convoy de seguridad. Los guardias privados chinos, enviados directamente desde Beijing, estaban atentos a cada movimiento. Comunicándose en su idioma nativo, sus voces resonaban con autoridad.

—"哪条出口最接近通往山内领地的西北公路?"
(¿Cuál es la salida más cercana a la carretera noroeste en dirección a los terrenos Yamauchi?) —preguntó en un tono seco el jefe de seguridad china, Wang Jia, a uno de los guardias japoneses en la pista.

El guardia japonés, desconcertado, levantó las manos en un gesto de confusión. —Por favor, hablen en japonés, no entiendo lo que están diciendo.

La tensión aumentó visiblemente. Los guardias chinos, vestidos con trajes negros impecables, estaban claramente incomodados por la falta de cooperación. Wang Jia, alto y de complexión robusta, avanzó un paso, mirándolo con una mirada severa.

—"我给你下达了命令,回答。"
(Te he dado una orden. Responde.)

El tono autoritario del jefe de seguridad hizo que el guardia japonés retrocediera un paso, completamente intimidado, pero incapaz de entender una palabra. El ambiente se volvió más denso, con ambas partes al borde de un guardias japoneses pusieron una mano en sus radios, listos para pedir refuerzos, mientras que los chinos parecían preparados para desenfundar sus armas.

En ese preciso momento, una figura elegante y serena apareció desde la terminal. Lin Mei, vestida con un impecable qipao modernizado que resaltaba su presencia y gracia natural, caminó con calma hacia la escena. Su cabello oscuro, recogido en un moño intrincado, reflejaba la luz tenue del atardecer. Su belleza era deslumbrante, pero su postura era firme y decidida.

En perfecto chino mandarín, se dirigió al jefe de seguridad:
—"王先生,9号出口是最近的,它连接到通往山内领地的54号公路北部。"
(Señor Wang, la salida 9 es la más cercana. Conecta directamente a la carretera 54 norte en dirección a los terrenos Yamauchi.)

Wang Jia asintió, confiando plenamente en las palabras de Lin Mei. Inmediatamente, comunicó la información por radio a su equipo.
—"所有单位,前往9号出口。"
(A todas las unidades, diríjanse a la salida 9.)

Los guardias chinos comenzaron a moverse con eficiencia, dejando atrás a los desconcertados guardias japoneses. Lin Mei, con una sonrisa tranquila, se giró hacia ellos, cambiando de idioma con fluidez al japonés.

—Lamentamos mucho el malentendido. Nuestra intención no es causar problemas. La visita de la princesa será breve, y haremos todo lo posible por mantener un flujo ordenado en los trámites.

La seguridad japonesa, impresionada tanto por la fluidez del idioma como por el carisma de Lin Mei, se relajó visiblemente. Uno de los guardias, aún un poco nervioso, murmuró:
—Entendemos. No queremos problemas, pero... no estábamos informados de esta llegada.

Lin Mei inclinó la cabeza en una reverencia elegante. —Comprendemos su preocupación y apreciamos su cooperación. No está en nuestros planes causar ningún inconveniente.

El tono cortés y el encanto de Lin Mei lograron apaciguar la tensión. Los guardias japoneses, ligeramente sonrojados, intercambiaron miradas antes de asentir. Lin Mei agradeció nuevamente y se retiró hacia la salida 9, dejando a los japoneses con una impresión difícil de olvidar.

Mientras tanto, la princesa Xiaomao descendía del avión con la gracia de alguien acostumbrado a la realeza. Su vestido, una fusión de tradición china y moda contemporánea, ondeaba con la brisa invernal. Cada paso que daba parecía cuidadosamente calculado, como si estuviera caminando en un escenario frente a millones de espectadores.

Cuando llegó al vehículo principal, Lin Mei ya estaba ahí, inclinándose respetuosamente. Xiaomao la miró con un leve asentimiento, indicando que había sido informada del incidente en la pista.

—¿Algún problema? —preguntó Xiaomao en un tono suave pero autoritario.

—Nada que no pudiera resolverse —respondió Lin Mei, abriendo la puerta del vehículo blindado para que la princesa pudiera entrar.

Una vez que todos estuvieron acomodados, el convoy comenzó a moverse. Los vehículos avanzaron con precisión hacia la salida 9, siguiendo las indicaciones de Lin Mei. En el interior, Xiaomao observaba el paisaje japonés con una mezcla de curiosidad y determinación. Sabía que esta visita sería crucial no solo para China, sino para todo el continente asiático.

Lin Mei, sentada junto a ella, sacó una carpeta con documentos que detallaban los planes para la reunión con Utena Yamauchi. Antes de abrir la carpeta, miró a la princesa.

—Milady, ¿cree que los japoneses estarán dispuestos a negociar?

Xiaomao, sin apartar la vista de la ventana, respondió con calma. —Eso dependerá de cuán convincente sea la reina de Japón. Pero no olvidemos algo, Lin Mei: el dragón no se inclina fácilmente ante el tigre.

Lin Mei asintió. Sabía que esta reunión sería un juego de estrategia, y su papel sería crucial en cada movimiento.

El convoy avanzaba hacia los terrenos Yamauchi, llevando consigo no solo a una princesa, sino también las esperanzas y temores de dos naciones al borde de un posible conflicto.

Utena Yamauchi paseaba de un lado al otro en su despacho, apretando los dientes con furia. Todo debía estar bajo su control. Ella siempre planeaba cada jugada con días, semanas, incluso meses de anticipación. Pero la llegada anticipada de Xiaomao Tang había sido un movimiento que no vio venir.

—¡Cinco días! —exclamó, golpeando la mesa con ambas manos—. ¡Cinco días antes de lo previsto!

Miró a su alrededor, viendo cómo su personal corría por los pasillos atendiendo sus órdenes. La visita de la princesa de China había puesto de cabeza a toda la mansión Yamauchi. Todo debía estar perfecto: seguridad reforzada, comida impecable, y especialmente la eliminación de cualquier rastro de micrófonos o dispositivos de grabación que pudieran generar un conflicto diplomático.

—¡Que refuercen la seguridad en los perímetros exteriores! ¡No quiero un solo fallo! —ordenó Utena con voz autoritaria—. Y avisen a Alexei que quiero un informe detallado de cada rincón del terreno.

La seguridad de Xiaomao estaba en juego, y Utena lo sabía. Si algo llegaba a ocurrirle a la princesa en suelo japonés, sería una excusa perfecta para que China desatara su furia militar. La presión era inmensa, incluso para alguien como ella.

En su habitación, Reiko Yamauchi estaba recostada en su cama, mirando el techo mientras tamborileaba con los dedos en su teléfono. El mensaje de su madre había sido claro: "No salgas de tu habitación." Era evidente que no querían que interfiriera en la visita de alguien importante.

—Al menos no tengo que soportar toda esa formalidad ridícula —murmuró, encendiendo su equipo de sonido y dejando que una suave melodía de rock melódico llenara el espacio.

Pero mientras la música sonaba, sus pensamientos no dejaban de volver a Ruby Harlaown. Desde que consiguió su número, no podía quitarse de la cabeza la imagen de la chica abrazando ese peluche en su foto de perfil. Maldito peluche, pensó. Ella quería ocupar ese lugar, quería ser quien estuviera abrazada por Ruby.

Deslizó su dedo sobre la pantalla, abriendo el chat de Line y viendo el contacto de Ruby. ¿Debería escribirle? La duda la carcomía. Alexandria aún rondaba en su mente como una sombra, y la sola idea de enfrentarse nuevamente a esa mujer hacía que lo pensara dos veces.

—Bah, solo es una maid —intentó convencerse, pero cuando miró las búsquedas recientes en su navegador, un escalofrío recorrió su espalda.
"La Desolladora de Gales"
"¿Asesina o justiciera?"
"Crímenes más atroces de Gales en la última década."

Cada artículo que leía era más perturbador que el anterior. Los titulares hablaban de desapariciones misteriosas, cuerpos encontrados desollados y un apodo que parecía salido de una pesadilla. Cerró el navegador de golpe, tratando de calmarse, pero las imágenes de Alexandria seguían persiguiéndola.

—¿Qué demonios estoy haciendo? —se dijo a sí misma mientras soltaba un suspiro y lanzaba el teléfono sobre la cama.

En el hall principal de la mansión Yamauchi, el convoy de Xiaomao había llegado. Tres vehículos blindados se habían detenido frente a la entrada principal, y una escolta de seguridad vestida de negro descendió rápidamente, formando un perímetro alrededor del lujoso automóvil que llevaba a la princesa.

La puerta del vehículo se abrió, y Xiaomao descendió con la gracia de una reina. Su vestido de seda azul con detalles dorados brillaba a la luz del día, mientras su cabello verde jade caía en cascada sobre sus hombros. Lin Mei caminaba a su lado, perfectamente erguida, actuando como su traductora y asistente personal.

Dentro de la mansión, los sirvientes ofrecieron bandejas con aperitivos, pero antes de que Xiaomao pudiera tomar algo, los guardias de seguridad chinos las inspeccionaron rigurosamente. Hablaron rápidamente en chino:
—"检查是否有毒。"
(Revisen si hay veneno.)

Finalmente, uno de los guardias asintió, confirmando que todo estaba en orden. Xiaomao tomó un cubo de queso y una copa de vino, agradeciendo en su idioma natal:
—"谢谢你的款待。"
(Gracias por la hospitalidad.)

En ese momento, Utena Yamauchi apareció, bajando por las escaleras principales. Su rostro mostraba una sonrisa educada, pero internamente, cada músculo de su cuerpo estaba tenso.

—Princesa Xiaomao, no esperábamos tenerla en persona aquí y tan pronto —dijo Utena, inclinándose ligeramente en señal de respeto.

Xiaomao levantó la vista y, con una sonrisa que destilaba autoridad, respondió en un mandarín frío y calculador:
—"我们知道你在策划些什么,所以我们提前来了,不给你机会做任何手脚。"
(Sabemos que tramas algo, así que hemos adelantado nuestra llegada para no darte oportunidad de hacer tu jugada.)

Lin Mei, con una reverencia impecable, tradujo al japonés:
—La princesa está encantada de llegar a tierras japonesas. Adelantamos nuestra llegada para disfrutar de las festividades y resolver cualquier malentendido que pueda existir en el círculo interno.

Utena supo inmediatamente que esto era una táctica. Xiaomao estaba jugando con las reglas a su favor, dejando que Lin Mei reinterpretara sus palabras para suavizar el impacto.

—Por favor, síganme al salón principal —dijo Utena, con un tono calculado.

Pero antes de que Xiaomao pudiera dar un paso, los guardias de seguridad se adelantaron, revisando la sala antes de permitir su entrada. Hablaron nuevamente por la radio en mandarín:
—"检查所有的角落,寻找隐藏的麦克风或摄像头。"
(Revisen todos los rincones en busca de micrófonos o cámaras ocultas.)

En cuestión de minutos, los guardias encontraron dispositivos ocultos bajo la mesa, detrás de los cuadros y en las macetas. Utena mantenía una expresión estoica, pero por dentro ardía de rabia. Sus esfuerzos por controlar la narrativa habían sido desmantelados frente a ella.

Xiaomao, una vez que recibió el visto bueno de sus guardias, entró al salón con una sonrisa contenida, pero sus palabras seguían siendo afiladas.
—"我知道你藏了麦克风。不要妄想扭曲我的话,肮脏的蛇。"
(Sé que escondes micrófonos. No pienses que puedes torcer mis palabras, sucia serpiente.)

Lin Mei tradujo con calma:
—La princesa lamenta las precauciones, pero su seguridad es lo primero. Le recuerda que está frente a la princesa de China y, por ende, ante la nación misma.

Ya dentro del salón, Utena y Xiaomao se sentaron frente a frente. La atmósfera era tensa, y aunque las palabras eran corteses, cada frase era un movimiento en una partida de ajedrez.

—Princesa, ¿a qué se debe este cambio repentino en su itinerario? —preguntó Utena, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Xiaomao dejó su copa de vino sobre la mesa, entrelazó sus manos y, con una voz serena pero cargada de intención, dijo:
—"你觉得我会让你继续操纵局势吗?日本蛇。"
(¿Crees que permitiré que sigas manipulando la situación, serpiente japonesa?)

Lin Mei, como siempre, suavizó el mensaje:
—La princesa está aquí para garantizar que las negociaciones sean claras y transparentes.

Utena sabía que esta reunión sería una prueba de fuego. La partida había comenzado, y Xiaomao tenía la ventaja del primer movimiento.

Alexei, el jefe de seguridad de los Yamauchi, estaba enfrentando un desafío en la entrada de la sala de conferencias. Frente a él, cinco guardias chinos con chalecos antibalas y armas listas para disparar formaban un muro infranqueable. Aunque Alexei no entendía chino, no necesitaba ser un genio para saber que cualquier intento de acercarse terminaría mal.

Uno de los guardias, con una mirada seria y voz autoritaria, habló en mandarín:
—"再靠近一步,我们就开枪。五对一,你的机会不多。"
(Un paso más y disparamos. Tus posibilidades son cinco contra uno.)

Alexei levantó las manos en un gesto de calma, pero su mente estaba trabajando rápido. En ruso, dio órdenes a su equipo por el comunicador:
—"Рассредоточиться. Охраняйте периметр."
(Dispérsense. Resguarden el perímetro.)

Retrocedió lentamente, y los guardias chinos bajaron sus armas. La batalla no se había dado físicamente, pero el enfrentamiento de voluntades estaba claro. Alexei sabía que la seguridad china no era un oponente fácil, pero tampoco pensaba ceder del todo.

El ambiente dentro de la sala de conferencias era denso como una tormenta a punto de desatarse. Xiaomao Tang y Utena Yamauchi estaban sentadas frente a frente, pero la tensión entre ambas podía sentirse a kilómetros. Las palabras que intercambiaban no eran simples conversaciones; cada frase era una jugada cuidadosamente calculada.

Xiaomao habló en mandarín con una calma inquietante:
—"两国间的紧张局势正在加剧,因为权力的平衡正在向日本倾斜。这让中国非常不满。"
(Las tensiones entre nuestros países se están agravando porque el equilibrio del poder se está inclinando hacia Japón, y eso no le gusta a China.)

Lin Mei, de pie junto a la princesa, tradujo con suavidad:
—La princesa menciona que las tensiones entre los países están aumentando debido a un desequilibrio de poder que favorece a Japón.

Xiaomao continuó, con la mirada fija en Utena:
—"内圈的成立是为了平衡权力,而不是让它向一个家族倾斜。难道日本人想征服整个亚洲?也许我们应该咨询一下俄罗斯人和韩国人。"
(El círculo interno se creó para equilibrar el poder, no para inclinarlo hacia una sola familia. ¿Acaso los japoneses quieren conquistar toda Asia? Quizás deberíamos consultar a los rusos, a los coreanos y a los demás.)

Lin Mei, como siempre, suavizó el mensaje al traducirlo:
—La princesa cree que el propósito del círculo interno es garantizar un balance de poder entre las naciones, no centralizarlo en una sola familia.

Utena se mantuvo firme en su postura, con una sonrisa tensa que no alcanzaba sus ojos.
—El balance se mantiene. No ha habido ningún cambio. Todo se ha hecho bajo las normas establecidas.

Lin Mei tradujo las palabras de Utena a Xiaomao, quien negó con la cabeza y respondió con dureza:
—"这不是真的。高町家族已经变得过于强大。收购维特海默家族的资产、领地、联系人和私人军队。这样的事情是平衡的吗?"
(Eso no es cierto. Los Takamachi están adquiriendo demasiado poder. La absorción de los bienes de la familia Wertheimer, sus territorios, contactos y ejército privado... ¿eso es balance?)

Lin Mei tradujo, pero suavizó la dureza de las palabras. Utena levantó la barbilla y respondió:
—La decisión fue sometida a votación y aprobada con 63 votos a favor. Todo se ha hecho de acuerdo con el protocolo.

Lin Mei trasladó la respuesta, pero la mirada de Xiaomao se endureció. En mandarín, con un tono cortante, dijo:
—"那么,如果我们现在投票割下你的头,这也是公平的吗?如果我们投票对日本进行核打击,这也是公平的吗?"
(Entonces, si ahora votáramos para cortarte la cabeza, ¿también sería justo? ¿Si votáramos para bombardear nuclearmente a Japón, sería justo?)

Utena quedó momentáneamente sin palabras ante la audaz declaración de Xiaomao. La tensión en la sala era palpable.

Finalmente, Xiaomao expuso su demanda:
—"我们希望保持与日本的和平关系。然而,我们认为这样的做法并不道德。我们要求将维特海默家族的资源平均分配给所有家族,除高町家族之外。"
(Queremos mantener una relación pacífica con Japón. Sin embargo, creemos que estas prácticas no son éticas. Pedimos que los recursos de los Wertheimer se repartan equitativamente entre todas las familias, excepto los Takamachi. Esto calmará a la mesa del dragón de oro y permitirá que los negocios sigan tranquilos. ¿No es un precio justo por la injusticia?)

Lin Mei tradujo con precisión. La propuesta estaba sobre la mesa. Xiaomao no solo sugería repartir los recursos, sino también castigar a los Takamachi por haber ganado demasiado poder.

Utena entrecerró los ojos, sus manos tensándose sobre la mesa.
—¿Sugieres que castiguemos a los Takamachi por ganar una votación?

Lin Mei tradujo la pregunta. Xiaomao, con una sonrisa afilada, respondió en mandarín:
—"白高町是一个狡猾的狐狸,你知道的。你会站在哪一边?是龙的一边,还是狐狸的一边?"
(Shiro Takamachi es un zorro astuto. Tú lo sabes. ¿De qué lado estarás? ¿Del dragón o del zorro?)

Lin Mei tradujo la respuesta con tono neutro, pero Utena entendió perfectamente. Era un ultimátum.

Xiaomao se puso de pie, su postura firme y majestuosa. Sacó una moneda dorada del bolsillo y la lanzó sobre la mesa frente a Utena. El símbolo del dragón del clan Tang brilló a la luz de la lámpara.

En chino, Xiaomao declaró:
—"两天内给我答案。"
(Tienes dos días para responder.)

Lin Mei tradujo la frase, mientras Xiaomao, con gracia y elegancia, se dirigió hacia la puerta. Sus guardias la siguieron de cerca, y Lin Mei hizo una reverencia educada hacia Utena antes de salir.

La sala quedó en silencio. Utena tomó la moneda dorada, sosteniéndola entre sus dedos mientras su mente trabajaba a toda velocidad. "¿Con quién debería aliarme? ¿Con los dragones o con los zorros?"

El dilema estaba servido. Xiaomao había hecho su jugada, y ahora era el turno de Utena decidir si se alinearía con el poderío de China o con la astucia de los Takamachi. El futuro del círculo interno pendía de un hilo.