Una Víspera inusual

Shiro Takamachi estaba sentado frente a su computadora, el brillo de la pantalla reflejándose en sus ojos furiosos. La videollamada con Utena Yamauchi acababa de comenzar, pero el mensaje que ella transmitía ya había dejado claro el rumbo de la conversación. Su tono frío y autoritario resonó a través del altavoz:

—Los bienes de la familia Wertheimer serán repartidos entre todas las familias del círculo. Esto incluye la venta de acciones, la liquidación de bienes y la disolución de cualquier fuerza paramilitar asociada.

Shiro frunció el ceño, sus labios apretados en una línea tensa. A pesar de la cantidad de recursos y territorios que estaban en juego, lo que realmente le importaba no eran los activos materiales. Lo que él deseaba era la información: secretos, conexiones y todo lo que Fortis Wertheimer había acumulado a lo largo de los años. Información que podía inclinar la balanza de poder a favor de los Takamachi.

Con una voz contenida pero claramente molesta, Shiro preguntó:
—¿Por qué?

Utena, impasible, respondió con frialdad:
—Es para mantener el equilibrio con los chinos. No hay lugar para reclamos.

Shiro sabía exactamente de dónde venía esta movida. Era la facción china, encabezada por Xiaomao Tang, buscando desestabilizar el poder que los Takamachi habían consolidado. Sus manos se tensaron sobre el escritorio mientras escuchaba la breve explicación. Antes de que pudiera formular un contraargumento, Utena cortó la llamada. La pantalla se oscureció, dejando a Shiro en un silencio ensordecedor.

Apretando los puños, susurró entre dientes:
—Esa maldita serpiente...


Ruby estaba sentada frente al espejo de su habitación, Ririka detrás de ella, desenredando cuidadosamente sus cabellos dorados. Ya estaba en pijama, un conjunto adorable que contrastaba con la elegancia que siempre debía mantener durante el día. El ambiente era tranquilo y acogedor, una de esas noches en las que el peso de ser una Harlaown parecía desaparecer por un momento.

Ruby, con un suspiro de comodidad, inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola suavemente contra el pecho de Ririka. El calor de su sirvienta y amiga la reconfortaba más de lo que quería admitir.

—Riri-chan, eres tan suave... —dijo Ruby con una risita suave, cerrando los ojos mientras disfrutaba del momento.

Ririka rió también, acariciando suavemente su cabello.
—Milady, no se mueva tanto. Estoy intentando que luzca más adorable de lo que ya es.

Ruby abrió los ojos para mirarla a través del espejo, una sonrisa divertida en su rostro.
—¿Más adorable? Creo que exageras, Riri-chan.

Ririka negó con la cabeza mientras seguía peinándola.
—No hay exageración posible, milady. Usted es la personificación de la ternura.

Pasaron unos momentos en silencio, el sonido del cepillo deslizándose por el cabello de Ruby llenando la habitación. Entonces, Ruby suspiró y miró su reflejo, su rostro más pensativo ahora.

—Riri-chan... no sé por qué acepté salir con Reiko en Navidad.

La sirvienta detuvo un momento su labor, mirándola a través del espejo con una sonrisa serena.
—Porque usted es una persona amable, milady.

Ruby soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
—No sé si eso sea cierto. Es solo que... Reiko parecía tan nerviosa. Me sentí mal. No sabía cómo reaccionaría si la rechazaba.

Ririka se inclinó un poco más cerca, su voz dulce pero con un toque de humor.
—Es posible que se hubiera muerto de vergüenza en ese momento.

Ruby giró la cabeza rápidamente, mirándola con una expresión de falso disgusto, mientras un leve puchero se formaba en sus labios.
—¡Riri-chan! No digas esas cosas.

Ririka no pudo contenerse. Impulsada por la ternura del puchero de Ruby, rodeó su cintura con los brazos y la abrazó desde atrás, dejando pequeños besos en su mejilla.

—Es que milady es tan linda que no puedo evitarlo.

Ruby intentó protestar, pero su risa terminó traicionándola.
—¡Riri-chan, para! Me haces cosquillas.

Ririka finalmente se detuvo, sonriendo mientras volvía a su lugar detrás de Ruby.
—Está bien, milady. Pero usted tiene la culpa por ser tan adorable.

Ruby, aún riendo un poco, volvió a mirarse al espejo mientras su sirvienta retomaba el cepillado. Pasaron unos segundos antes de que Ruby hablara de nuevo.

—Riri-chan, para mañana... prepárame un vestido lindo. Quiero sorprender a Reiko.

Ririka levantó la vista, encontrándose con los ojos brillantes de Ruby en el espejo. Su sonrisa se suavizó, y asintió con calma.
—Como desee, milady. Estoy segura de que será el mejor regalo de Navidad para ella.

Ruby rio suavemente, alzando las manos para tocar sus mejillas ligeramente sonrojadas.
—¿Regalo de Navidad? ¿De verdad crees eso?

Ririka se inclinó hacia adelante, sus ojos reflejando cariño y determinación.
—Milady, usted siempre es el mejor regalo para cualquiera que tenga la suerte de estar a su lado.

Ruby se quedó en silencio por un momento, su corazón cálido por las palabras de su sirvienta. Sonrió con sinceridad y luego volvió a mirar al espejo.

—Gracias, Riri-chan. —dijo en voz baja, antes de inclinar la cabeza ligeramente, permitiendo que Ririka continuara peinándola.

Ruby, aún riendo, se levantó y se dirigió hacia la cama, estirándose con gracia.
—Riri-chan, ya estoy cansada. Ven a dormir conmigo.

La propuesta fue tan casual para ambas que a ninguna de las dos le pareció inusual. Ririka Asintió con calma, se puso de pie y se acomodó su pijama.

—Como desee, milady. —respondió con una sonrisa.

Ruby se acomodó en la cama, dejando un espacio para Ririka. Sin pensarlo dos veces, la rodeó con sus brazos, abrazándola como si fuera un peluche.

—Buenas noches, Riri-chan. Gracias por siempre cuidarme. —murmuró Ruby, su voz dulce ya teñida de sueño.

Ririka la abrazó con ternura, apoyo su mejilla contra la cabeza de Ruby y la arrullo mientras murmuraba una canción de cuna. Ruby pronto cayó en un sueño profundo, su respiración tranquila y su rostro sereno.


El sol de la mañana entraba tímidamente por las cortinas del departamento de Subaru Nakajima. El día prometía ser tranquilo, o al menos eso esperaba Subaru mientras preparaba el desayuno. Con una tostada recién hecha en la mano y una taza de café humeante, Subaru observaba desde la barra de la cocina cómo, en el comedor, Ginga, su hermana, y Morinoko, su esposa, comenzaban otra de sus típicas discusiones matutinas.

Ginga, con ropa interior y una camiseta de algodón holgada que probablemente había sacado del fondo de algún cajón, se enfrentaba a Morinoko, que vestía su característico pijama rosado. Ambas estaban a pocos centímetros de distancia, con expresiones tensas y palabras afiladas.

—¡Te dije mil veces que dejes de mezclar las ropas! —gritó Morinoko, claramente exasperada, mientras agitaba un par de calcetines en el aire.
—¿Y? —respondió Ginga con desdén, cruzándose de brazos—. Tu ropa es tan fea que no importa si se mezcla.

Subaru suspiró, tomando otro sorbo de su café. Sabía hacia dónde iba esto.

Morinoko apretó los dientes y respondió:
—Al menos yo sé colocar las medidas correctas en la lavadora. ¡Sé matemáticas!

Ginga arqueó una ceja, con una sonrisa burlona.
—Bueno, al menos yo sé mover mejor el culo que tú. Tu técnica es tan básica que la pobre de mi hermana seguramente se aburre de coger contigo.

Eso fue suficiente para que Morinoko perdiera la poca paciencia que le quedaba. Con un grito ahogado, se abalanzó sobre Ginga, quien reaccionó rápidamente, agarrándole las manos. Ambas comenzaron a empujarse y forcejear mientras intercambiaban insultos.

Desde la barra, Subaru observaba la escena como si fuera algo completamente normal. Dio un mordisco a su tostada y pensó que, si intervenía, las dos terminarían atacándola a ella en lugar de a la otra. No valía la pena arriesgarse.

—¡Golfa! —gritó Morinoko, lanzándole un cojín a Ginga.
—¡Nerd! —respondió Ginga, devolviéndole el cojín con fuerza.

Después de unos 20 minutos de lucha, ambas terminaron desplomándose en el sofá. Agitadas y despeinadas, sus respiraciones rápidas eran el único sonido en el ambiente, además de las risas contenidas de Subaru desde la cocina.

Con un suspiro, Subaru preparó dos tazas más de café y se acercó a ellas.
—¿Tienen ganas de desayunar, o prefieren seguir matándose?

Ambas se incorporaron lentamente, tomando las tazas que Subaru les ofrecía. Sin intercambiar más palabras, se dirigieron a la mesa, donde las tostadas recién hechas las esperaban. Aunque seguían lanzándose miradas desafiantes mientras comían, al menos el ambiente parecía haberse calmado un poco.

Subaru las observó mientras mordisqueaban sus tostadas. Sabía que esta paz no iba a durar mucho, pero al menos tenía unos minutos de respiro.

—Tengo que sacar a Nala antes de que vallamos al centro comercial. ¿Pueden estar listas cuando regrese? —preguntó Subaru, esperanzada.

Morinoko se giró hacia ella, con el ceño fruncido.
—Sí... pero solo si la señorita "culo alegre" no se adueña del baño otra vez y se demora cinco horas bañándose.

Ginga soltó una carcajada y respondió con tono burlón:
—Ay, lo siento. Lamento que aquí solo exista una ducha. Me gusta tomarme mi tiempo.

Morinoko, claramente irritada, replicó:
—Pues así te bañes cien horas, no se te va a quitar lo puta.

—Y a ti tampoco se te va a quitar lo nerd. —respondió Ginga con una sonrisa burlona.

Subaru sabía que este era el momento perfecto para huir. Con la correa de Nala en mano, salió rápidamente del departamento, dejando a su perra caminar alegremente a su lado. Antes de cerrar la puerta, echó un vistazo rápido al comedor, donde las dos seguían mirándose con caras de pocos amigos mientras comían.

"Es como si estuviera casada con las dos," pensó Subaru mientras se alejaba. Al menos, al salir con Nala, tendría unos momentos de paz antes de enfrentarse nuevamente a su caótica pero entrañable vida familiar.

Subaru regresó del paseo con Nala después de unos 40 minutos, segura de que ese sería tiempo suficiente para que su esposa y su hermana terminaran de alistarse. Sin embargo, al entrar al departamento, se encontró con una escena que ya empezaba a volverse común: Morinoko, sentada en una silla con las piernas cruzadas, la mirada seria y un aura de absoluta irritación. Subaru suspiró y se detuvo frente a ella.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó Subaru, ya anticipando una respuesta cargada de frustración.

Morinoko, sin cambiar su expresión, giró lentamente hacia Subaru.
—Tu hermana, desde que salió de la ducha hace más de 30 minutos, no ha salido del cuarto. Me he tenido que cambiar en la sala, EN LA SALA, Subaru. —Su voz se elevó con cada palabra mientras apretaba los puños—. Te juro que voy a tirar a tu hermana por la ventana, y no me importa que vivamos en el piso 12 de este edificio.

Subaru cerró los ojos por un momento, respirando hondo. Sabía que su hermana estaba haciendo esto a propósito; era su manera de molestar a Morinoko. Colgó la correa de Nala en su lugar mientras la perra se acercaba a Morinoko, moviendo la cola y apoyándose en ella en un intento de calmarla. Morinoko comenzó a acariciar la cabeza de Nala, pero lo hacía de forma automática, sin apartar su mirada molesta de Subaru.

—Voy a hablar con ella, no te preocupes —dijo Subaru con resignación, dirigiéndose hacia el dormitorio.

Morinoko no respondió, solo la observó con una mirada que decía claramente: "Más te vale."

Al llegar a la puerta del cuarto, Subaru tocó dos veces con fuerza.
—¡Ginga! Sé que ya estás lista desde hace rato, ¡abre la puerta!

Hubo unos segundos de silencio antes de que la puerta finalmente se abriera. Al otro lado estaba Ginga, vistiendo una camiseta ajustada y ropa interior, sin pantalones ni ninguna intención de apurarse.

—¿No estás lista aún? —dijo Subaru, exasperada—. ¡Morinoko te va a matar!

Ginga soltó una pequeña risa antes de responder:
—Lo siento, lo siento. Es que mientras me estaba bañando me puse juguetona y, bueno... no quería quedarme a medias así que estuve masturbándome en tu cama.

Subaru se quedó congelada. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—No me jodas, ¿Ginga? ¿Todo este tiempo? ¿Y en mi cuarto? ¿en mi cama?

Ginga sonrió de manera descarada y se encogió de hombros.
—Ay, por favor. Como si tú no lo hicieras con tu esposa en esa cama.

Subaru sintió cómo una vena comenzaba a hincharse en su frente.
—¡ES DIFERENTE! —espetó, intentando contener su rabia. Luego señaló a su hermana con un dedo acusador—. Ni se te ocurra decir algo de esto delante de Morinoko, porque ni con todo mi poder vas a librarte de que ella te tire por la ventana.

Ginga rió suavemente, con una actitud despreocupada.
—Ya, ya. No te preocupes. Además, ya terminé. —Dicho esto, empezó a cerrar la puerta, pero antes de hacerlo añadió, con una sonrisa pícara—: Ah, y no he ensuciado tu cama, por si te lo preguntas.

Con esa última frase, cerró la puerta mientras su risa burlona se desvanecía. Subaru se quedó allí, de pie, mirando incrédula la puerta cerrada.

"¿Por qué sigo soportando esto?" pensó Subaru mientras respiraba profundamente, tratando de calmarse. Sabía que Morinoko no iba a dejar que este asunto pasara tan fácilmente.

Subaru cerró los ojos y exhaló profundamente, tratando de contener el impulso de patear la puerta. Ginga siempre lograba sacar lo peor de ella, y encima lo hacía con una sonrisa burlona que la volvía loca. Se pasó una mano por el cabello, intentando calmarse antes de enfrentarse a Morinoko, quien probablemente estaría a punto de explotar en el comedor.

"¿Cómo terminé en esta situación?" se preguntó Subaru mientras giraba en dirección a la sala.

Al llegar, encontró a Morinoko acariciando a Nala, con una expresión en su rostro que alternaba entre irritación y resignación. Cuando Subaru se acercó, su esposa levantó la mirada, claramente esperando una explicación.

—¿Y bien? —preguntó Morinoko, cruzándose de brazos.

Subaru alzó las manos en señal de rendición.
—Está terminando de arreglarse. Dice que saldrá pronto...

Morinoko la miró con incredulidad.
—¿Terminando? Han pasado más de 30 minutos. ¿Qué demonios estaba haciendo?

Subaru tragó saliva y evitó la mirada de su esposa. No había manera de mentirle sin que la situación se volviera una catástrofe, así que opto por decirle la verdad sabiendo que era una mala idea.
—Eh... estaba poniéndose juguetona en la ducha y se quedó más tiempo del necesario y pues… se estaba masturbando.

El rostro de Morinoko pasó de la confusión a la furia en cuestión de segundos.
—¡¿Qué?! ¿Se estaba... en NUESTRA ducha? ¿En NUESTRO cuarto?

Subaru levantó las manos, intentando calmarla.
—¡Sí, sí! Lo sé, lo sé. Pero ya le dije que no lo vuelva a hacer.

Morinoko se puso de pie con brusquedad, haciendo que Nala diera un pequeño salto hacia atrás.
—¡Esa mujer es una enferma, Subaru! ¡Una ZORRA PERVERTIDA! Te juro que si no fuera porque estás aquí, yo misma la habría sacado por esa ventana.

Subaru intentó contener una sonrisa, pero al ver la intensidad en los ojos de su esposa, decidió que lo mejor era no provocarla más.
—Mira, vamos a relajarnos, ¿sí? Hoy es un día para disfrutar. Es nochebuena, amor. Vamos al centro comercial, compramos lo que falta, te escoges algo lindo que tú quieras y después volvemos a casa para pasarla bien.

Morinoko respiró profundamente, intentando calmarse. Luego miró a Subaru con seriedad.
—Más te vale que tu hermana no arruine la cena, porque si lo hace, no respondo de mí misma.

Subaru asintió rápidamente, pensando que esa era una amenaza completamente real.
—Entendido. Te lo prometo, hoy todo saldrá perfecto.

Justo en ese momento, Ginga salió del cuarto, finalmente vestida. Llevaba un conjunto informal pero elegante, como si ni siquiera se hubiera esforzado, pero aún así lograba verse bien. Subaru alzó una ceja al verla, mientras Morinoko la fulminaba con la mirada.

—¿Ya estamos listas? —preguntó Ginga con una sonrisa despreocupada, ignorando completamente la tensión en la habitación.

Morinoko dio un paso al frente, pero Subaru la detuvo colocando una mano en su hombro.
—Sí, ya estamos listas —dijo Subaru rápidamente antes de que Morinoko pudiera abrir la boca. Luego miró a su hermana—. Pero, Ginga, si quieres llegar viva al año nuevo, te recomiendo que te comportes hoy, ¿sí?

Ginga rio suavemente, claramente disfrutando de la situación.
—Relájate, Subie. Todo estará bien.

Subaru suspiró, resignada, y se dirigió a la puerta con las dos mujeres siguiéndola. Mientras caminaban hacia el elevador, Subaru pensó que tal vez la cena de nochebuena sería más interesante de lo que había anticipado... aunque todavía no estaba segura de si eso era algo bueno o malo.


La mañana de la víspera de Navidad había llegado con un aire frío que recorría los terrenos Harlaown. Ruby, con su habitual dulzura, estaba en la sala principal, luciendo un vestido elegante y cómodo que Ririka había escogido con sumo cuidado. A su lado, Ririka charlaba con Evelyn, quien era la encargada de su seguridad en todas las ocasiones. Cada vez que Ruby salía de la residencia, Evelyn asumía esta responsabilidad con la solemnidad de un soldado en misión.

Mientras tanto, Alexandria Seraphine aguardaba en la puerta principal. Su figura impecable y postura recta intimidaban incluso a los guardias más experimentados de la casa Harlaown. Aunque una sonrisa se dibujaba en sus labios, los guardias sabían que no era una sonrisa amable. De hecho, aquella sonrisa era más una advertencia que una muestra de cordialidad.

El suave sonido de su risa llegó a los oídos de los guardias, quienes intercambiaron miradas incómodas. Sabían lo que significaba esa risa: alguien, en algún lugar, había enfurecido a Alexandria.

En la distancia, el rugido de la Harley-Davidson X440 de Reiko Yamauchi rompió la calma del ambiente. La motocicleta no solo anunciaba su llegada, sino que también parecía reflejar la personalidad ruda y rebelde de su dueña. Reiko estaba emocionada; llevaba consigo un casco extra, lista para que Ruby se subiera detrás de ella y la abrazara por la cintura. En su mente, el plan era perfecto: recoger a Ruby y escapar de la residencia, disfrutando de su compañía lejos de las miradas severas de Alexandria.

Sin embargo, al llegar a la entrada principal de los terrenos Harlaown, su plan perfecto comenzó a desmoronarse.

Alexandria Seraphine, con su sonrisa intimidante, la estaba esperando.
—Buenos días, señorita Yamauchi —saludó Alexandria con un tono que bordeaba lo amenazante.

Los guardias en la entrada se mantuvieron rígidos, observando la escena con nerviosismo. Era evidente que el motivo del mal humor de Alexandria estaba relacionado directamente con Reiko.

—Milady la ha estado esperando. ¿Acaso usted no sabe que no se debe hacer esperar a una dama? Eso dice mucho de usted... y de la casa Yamauchi.

Las palabras de Alexandria eran un golpe directo a la reputación de Reiko. Nerviosa y completamente fuera de su elemento, Reiko apenas pudo balbucear un tímido:
—Lo siento.

Alexandria rió suavemente, pero su risa estaba cargada de un frío que hacía que el ambiente se tornara gélido.
—No me sorprende viniendo de usted. —Se inclinó hacia Reiko, reduciendo la distancia entre ambas de forma intimidante.

Reiko sintió su respiración congelarse cuando Alexandria le susurró al oído:
—Si te atreves a tocar una sola hebra del cabello de Milady, te voy a desollar viva, Reiko Yamauchi... Tengo ojos y oídos en todos lados.

El tono gélido y escalofriante de Alexandria era suficiente para paralizar a cualquiera. Reiko quedó petrificada, sintiendo como si una sombra oscura le arrancara el alma con cada palabra que Alexandria pronunciaba.

Con una sonrisa que contrastaba con la amenaza anterior, Alexandria retrocedió y anunció:
—Avisaré a Milady que ha llegado.

Al entrar a la mansión, Alexandria dejó atrás a una Reiko visiblemente afectada. Incluso los guardias, que habían sido testigos de la escena, quedaron helados. Uno de ellos, un joven que apenas llevaba unos meses trabajando, murmuró en voz baja:
—Estás jodida, niña...

Reiko, sin palabras, observó cómo Alexandria desaparecía en el interior de la residencia. Sus nervios estaban destrozados, pero se obligó a mantener la compostura. Ruby Harlaown era su objetivo, y no iba a permitir que el temor hacia Alexandria arruinara su oportunidad. Por Ruby, estaba dispuesta a enfrentarse incluso a la "Desolladora de Gales".

Reiko estacionó su motocicleta en el elegante estacionamiento de la mansión Harlaown, cuidando cada detalle al acomodarla en un espacio designado. El rugido de la Harley Davidson X440 había llamado la atención de los guardias y el personal, pero para Reiko, lo único que importaba era la oportunidad de estar con Ruby. Mientras ajustaba los guantes de cuero que llevaba, trataba de calmar los nervios que sentía.

Sin embargo, frente a la entrada principal, la esperaba una figura que nunca había visto antes. Evelyn, una mujer con un porte rígido y mirada afilada, la observaba como si evaluara cada uno de sus movimientos. Vestía un traje negro impecable, y su sola presencia parecía irradiar autoridad.

Antes de que Reiko pudiera decir algo, Ruby apareció en escena, radiante como siempre.
—¡Buenos días, Reiko! —saludó Ruby con una voz tierna y encantadora que derritió el corazón de Reiko al instante.

Alexandria, quien estaba al lado de Evelyn, dio un paso al frente con una sonrisa sutil pero cargada de intención.
—La señorita Evelyn se encargará de la seguridad durante este paseo. Por el bien de todos —dijo, enfatizando esas últimas palabras con una frialdad que dejaba claro que Evelyn estaba ahí para supervisar cada movimiento de Reiko.

Reiko asintió sin decir una palabra. La tensión era palpable, pero trató de mantener la compostura. Miró a Ruby y sacó con cuidado un casco de motocicleta, que había personalizado con el nombre de Ruby grabado a un lado.
—Traje esto para ti, Ruby. Es un regalo —dijo, entregándoselo con una sonrisa nerviosa.

Ruby tomó el casco con delicadeza, su expresión mostrando una mezcla de sorpresa y una leve incomodidad que escondió perfectamente tras su sonrisa encantadora.
—Es un detalle muy bonito, Reiko. Gracias —dijo, sosteniendo el casco con ambas manos.

Por otro lado, Alexandria no pudo contener una risa burlona, que trató de disfrazar como una tos exagerada.
—Es un gesto... encantador —comentó, sus ojos brillando con diversión contenida.

Reiko, sintiendo que había hecho lo correcto, se animó un poco más.
—¿Entonces, estás lista? Podemos irnos en la motocicleta. Creo que será más divertido así.

Antes de que Ruby pudiera responder, Evelyn intervino con una voz firme.
—Eso no será posible. Todos viajaremos en auto.

Reiko frunció el ceño, su mente procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Todos? —preguntó, tratando de ocultar su desilusión.

Evelyn asintió con la misma expresión imperturbable.
—Sí, todos. La señorita Ruby nunca sale de la residencia sin la compañía de su maid personal, la señorita Ririka, y su equipo de seguridad privada, yo.

El tono directo y autoritario de Evelyn no dejó lugar a dudas. Reiko sintió cómo sus planes cuidadosamente preparados se desmoronaban frente a ella. Antes de que pudiera replicar, Evelyn continuó:
—¿Acaso pensaba que iba a estar sola con la princesa de la casa Harlaown?

Ruby, que ya estaba notablemente sonrojada, intervino para aliviar la tensión.
—Evy, estás exagerando... —dijo con una voz suave y tierna, girándose hacia Reiko con una sonrisa para calmarla.

Reiko, aunque desanimada, asintió nuevamente, aceptando su destino. Evelyn, con un gesto profesional, señaló el camino hacia un auto negro brillante que esperaba al grupo.
—Por aquí, por favor.

Ruby comenzó a caminar hacia el auto, seguida de Ririka, quien miraba a Reiko con una mezcla de curiosidad y desdén. Reiko, sintiéndose como una niña regañada, siguió con pasos pesados, sus botas resonando contra el suelo de piedra del camino.

Desde la distancia, Alexandria, que había permanecido en la entrada, levantó ligeramente la mano y, con un tono cómico, dijo:
—¡Que se diviertan! —El tono de burla en su voz era inconfundible.

Reiko apretó los dientes, tratando de ignorar el comentario. Sabía que Alexandria estaba disfrutando de su derrota, pero no podía permitirse perder la compostura frente a Ruby. Mientras subía al auto, se prometió a sí misma que encontraría una forma de ganarse a Ruby y a las leonas que la rodeaban, sin importar cuántos obstáculos le pusieran en el camino.

El auto avanzaba con suavidad por las calles, el ambiente navideño llenando la ciudad. Las luces decorativas de los edificios y los árboles adornados con brillantes esferas rojas y doradas daban un toque mágico a la escena. Dentro del vehículo, Ruby miraba con cierta pena a Reiko, quien alternaba su mirada entre la ventana y Ruby, claramente sumida en pensamientos.

—Reiko, lo siento mucho... —dijo Ruby con un tono suave, inclinándose hacia ella.

Reiko giró la cabeza y le sonrió con amabilidad.
—No es tu culpa, Ruby. No te preocupes.

Pero Ruby seguía sintiendo culpa. Con un gesto decidido, tomó las manos de Reiko entre las suyas y le dedicó una sonrisa que iluminó el interior del auto.
—Vamos a divertirnos, ¿sí?

Reiko se quedó sin palabras por un momento. El simple contacto de las suaves manos de Ruby la hacía sentir como si estuviera en el cielo. Mientras tanto, Evelyn, sentada junto a ellas, observaba la escena con una ceja levantada y una expresión que decía claramente: "Estoy vigilando."

El camino hacia el centro comercial fue rápido, y pronto el vehículo estacionó frente a uno de los lugares más exclusivos de la ciudad. Ruby bajó primero, dirigiéndose hacia Evelyn.

—Evy, ¿puedo caminar con Reiko mientras ustedes nos siguen por detrás? —preguntó Ruby con una sonrisa inocente.

Evelyn la miró con una mezcla de escepticismo y preocupación.
—Pero señorita, aún no sabemos sus intenciones.

Ruby hizo su mejor expresión de cachorrito, sus grandes ojos brillando con súplica.
—Por favor, se lo debo a ella...

Evelyn suspiró, rindiéndose ante el encanto de Ruby.
—Está bien, pero las seguiré de cerca.

Ruby sonrió ampliamente, tomó la mano de Reiko y prácticamente la arrastró hacia la entrada del centro comercial mientras Evelyn y Ririka las seguían con discreción.

El centro comercial era impresionante, con su arquitectura moderna y tiendas que ofrecían lo último en moda, tecnología y lujo. Ruby y Reiko paseaban entre escaparates, con Ruby deteniéndose a admirar vestidos y bolsos, mientras Reiko la observaba con una sonrisa.

Aunque no era su ambiente favorito, Reiko disfrutaba ver a Ruby feliz. La chica parecía tan entusiasmada con cada tienda que visitaban que hacía que Reiko olvidara lo incómoda que se sentía rodeada de tanto lujo.

—¿No te gusta estar aquí, verdad? —preguntó Ruby de repente, mirándola con una sonrisa divertida.

Reiko soltó una risa suave y negó con la cabeza.
—No importa.

—Vamos, dime la verdad —insistió Ruby—. ¿Qué cosas son las que te gustan?

Reiko suspiró, rindiéndose.
—Pues... suelo visitar tiendas diferentes. Por ejemplo, tiendas de música o de motocicletas, como las de Harley-Davidson.

Ruby abrió los ojos con sorpresa.
—¡También voy a las tiendas de música!

Reiko rió con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Seguro que no es la misma música que escucho yo.

—¿Qué tipo de música escuchas? —preguntó Ruby, curiosa.

—Heavy metal, rock y alternativo —respondió Reiko con orgullo.

Ruby rió suavemente.
—Eso va mucho con tu personalidad.

Reiko aprovechó la oportunidad y devolvió la pregunta.
—¿Y tú? ¿Qué música escuchas?

Ruby miró al suelo, claramente avergonzada.
—Promete que no te vas a reír...

—Lo prometo.

Ruby suspiró profundamente antes de responder.
—Me gusta el pop... y la música de idols.

Reiko parpadeó, conteniendo la risa lo mejor que pudo, pero no logró evitar soltar una pequeña carcajada.

—¡Prometiste no reírte! —le reclamó Ruby, haciendo un adorable puchero.

Reiko levantó las manos en señal de rendición.
—¡Lo siento, lo siento! Pero... esa música va perfectamente contigo.

Ruby infló las mejillas, pero pronto se unió a la risa, sabiendo que no podía enojarse con Reiko por mucho tiempo.

Mientras ambas reían, la voz de una tercera persona las sacó de su burbuja.

—Disculpa, ¿vas a tomar ese perfume?

Ruby, quien tenía en sus manos una caja de Dior J'Adore, levantó la mirada para encontrarse con una chica que parecía sacada de una revista de moda. Miki Yanamoto, con un atuendo perfectamente combinado de tonos negros y dorados, llevaba el cabello largo y sedoso de un color rojo fuego que brillaba bajo la luz, mientras que sus ojos azul celeste parecían leer cada pensamiento de Ruby.

Ruby se sonrojó instantáneamente y, nerviosa, dejó el perfume en su estante, la chica era hermosa y debía de tener su misma edad, era solo centímetros más alta que ella.

Miki rió alegremente, con una voz que parecía iluminar el lugar.
—Ese perfume es un poco fuerte para ti. Te recomiendo este. —Le mostró un frasco de Guerlain Shalimar con una sonrisa encantadora.

Ruby, todavía sonrojada, miró el perfume que Miki le ofrecía y murmuró:
—¿De verdad crees que me quedará bien?

Miki asintió con una sonrisa radiante.
—Por supuesto. Es fresco y hermoso, como tú.

Ruby no pudo evitar sonrojarse aún más mientras Reiko, desde un lado, sentía cómo la rabia comenzaba a crecer en su interior.

—¿Eres Ruby Harlaown, verdad? —preguntó Miki con naturalidad.

Ruby asintió, algo confundida.
—Sí... pero no recuerdo haberte visto antes.

Miki rio suavemente.
—Nos conocimos en el evento de fin de año. Aunque entiendo que fue un día ocupado para ti.

—Oh, lo siento mucho. Conocí a tanta gente ese día... —respondió Ruby, claramente avergonzada.

—No te preocupes. —Miki agitó una mano, restándole importancia al asunto. —deberíamos de intercambiar teléfonos ¿Qué te parece? — Indico Miki sacando su teléfono celular e intercambiando números con Ruby. Luego señaló el perfume que Ruby sostenía— Que te parece si ese perfume lo usas como un recordatorio, así cada vez que lo uses te acordaras de mí.

Ruby sintió cómo sus mejillas se encendían, mientras que Miki mantenía su sonrisa tranquila.
—Quédate con él. Considéralo un regalo de Navidad.

Antes de que Ruby pudiera responder, Miki se inclinó y le dio un beso en cada mejilla como despedida.
—Ciao, Ruby. —dijo con una sonrisa antes de girarse hacia Reiko.

Miki la miró con una expresión divertida y burlona.
—Adiós, Yamauchi. —añadió antes de dirigirse a la caja registradora para pagar el regalo.

Reiko observaba cómo Miki se alejaba. Conocía bien a la familia Yamamoto sabía que provenía de una de las familias más influyentes del sector tecnológico en Japón, famosa no solo por su fortuna sino también por el encanto natural de sus miembros. Ahora, más que nunca, sentía que debía proteger lo que era suyo. Mientras Ruby seguía mirando al suelo con las mejillas rojas y el perfume en sus manos, Reiko apretaba los dientes. En su interior, sabía que acababa de ganar una enemiga.

Ruby finalmente levantó la mirada hacia Reiko, con el perfume todavía en sus manos. "¿Qué opinas, Reiko? ¿De verdad me queda este perfume?" preguntó con una voz suave, buscando la aprobación de su acompañante. Reiko, aún molesta pero sin querer mostrarlo demasiado, forzó una sonrisa y dijo: "Seguro que sí... aunque creo que el que elegiste primero también era perfecto para ti."

Ruby notó el tono un tanto distante de Reiko y frunció ligeramente el ceño. "¿Estás bien? ¿Te molesta algo?" preguntó con una preocupación genuina en sus ojos. Reiko negó con la cabeza rápidamente y respondió: "No, nada... solo creo que esa chica tiene demasiada confianza para alguien que apenas conoces."

Ruby se sonrojó nuevamente, recordando la escena, y bajó la mirada. "Creo que es amable... aunque sí, fue un poco inesperado", murmuró, mientras sostenía el perfume como si fuera un tesoro. Evelyn y Ririka, que habían estado siguiendo de cerca a las chicas, intercambiaron miradas entre sí, entendiendo perfectamente el malestar de Reiko. Evelyn, como siempre, permaneció en silencio pero con una ligera sonrisa irónica en su rostro, mientras que Ririka miraba a Ruby con una expresión protectora.

Miki terminó de pagar en la caja y, antes de salir de la tienda, lanzó una última mirada hacia el grupo, con una sonrisa juguetona en sus labios. Reiko sintió que esa sonrisa iba dirigida específicamente a ella, como si Miki estuviera marcando territorio o simplemente disfrutando de incomodarla. Ruby, sin darse cuenta de la tensión, agitó suavemente la mano para despedirse de Miki, mientras esta salía con un elegante "¡Nos vemos pronto, Ruby!"

Reiko apretó los puños, sintiendo que debía hacer algo para recuperar el control de la situación. Miró a Ruby, quien parecía completamente ajena a la batalla silenciosa que se libraba a su alrededor, y pensó: No voy a dejar que alguien como ella me quite lo que más quiero. Con una nueva determinación, se acercó a Ruby y dijo con una sonrisa más genuina: "Vamos, todavía tenemos mucho que ver. ¿Qué tal si buscamos algo que a ti te gustaría regalarle a alguien especial?"

Ruby levantó la mirada hacia Reiko, sorprendida pero agradecida por la iniciativa. "¡Sí, me encantaría!" respondió con entusiasmo, tomando la mano de Reiko y llevándola hacia otra sección del centro comercial. Mientras tanto, Evelyn y Ririka las seguían de cerca, con la mirada de Ririka especialmente enfocada en proteger a Ruby de cualquier posible amenaza... incluida, posiblemente, Miki Yanamoto.

El centro comercial estaba lleno del espíritu navideño, con luces brillantes y villancicos suaves que resonaban en el ambiente. Ruby, todavía sujetando el perfume que Miki le había regalado, caminaba emocionada mientras arrastraba a Reiko de la mano hacia la sección de accesorios. Reiko, aunque intentaba mantenerse calmada, no podía evitar que sus pensamientos estuvieran llenos de la intrusión de Miki Yanamoto y la inesperada química que parecía haber surgido entre ella y Ruby.

Evelyn y Ririka seguían a las chicas, manteniendo su distancia. Evelyn observaba la escena con una calma calculadora, mientras Ririka tenía una expresión algo más seria, como si estuviera evaluando a cada persona que se cruzaba con Ruby.

—¿Qué tipo de regalo crees que debería buscar? —preguntó Ruby de repente, girándose para mirar a Reiko.
Reiko, atrapada en sus pensamientos, tardó un par de segundos en responder.
—¿Para quién es el regalo? —preguntó, intentando sonar despreocupada.

Ruby ladeó la cabeza ligeramente, pensativa.
—Bueno, para mis mamás. Algo bonito, pero práctico. Quiero algo que las haga felices.

Reiko sonrió, admirando la dulzura de Ruby.
—Creo que cualquier cosa que elijas será perfecta. Se nota que pones mucho esfuerzo en todo lo que haces.

Ruby se sonrojó ligeramente y bajó la mirada.
—Gracias, Reiko... eres muy amable.

Mientras seguían caminando, Reiko intentaba concentrarse en el momento, pero no podía dejar de sentir que Miki había plantado una semilla de inseguridad en su mente. Esa chica no solo era encantadora, sino también influyente, y claramente sabía cómo jugar sus cartas.

Ruby se detuvo frente a una vitrina llena de joyería. Sus ojos brillaron al ver un delicado colgante de oro blanco con un pequeño diamante en el centro.
—Creo que esto sería perfecto para mamá Lindy —dijo emocionada, señalando el colgante.

Reiko asintió, observando cómo Ruby interactuaba con la dependienta para preguntar por el precio y detalles del colgante. Por unos minutos, Reiko pudo relajarse, admirando la determinación y la atención al detalle de Ruby. Sin embargo, esa paz fue interrumpida cuando un mensaje de texto apareció en el teléfono de Ruby.

Ruby lo sacó rápidamente de su bolso y leyó el mensaje con una sonrisa suave.
—Es de Miki —dijo con naturalidad, sin darse cuenta del impacto que esas palabras tenían en Reiko.

—¿Qué dice? —preguntó Reiko, tratando de sonar casual mientras su estómago se revolvía.

Ruby le mostró la pantalla. El mensaje decía:
"Espero que el perfume sea de tu agrado. Me encantaría verte pronto. Feliz Navidad, Ruby."

Reiko sintió un nudo en el pecho, pero mantuvo una sonrisa en su rostro.
—Es... muy atenta, ¿no? —logró decir, aunque por dentro estaba deseando poder borrar ese mensaje de la existencia.

Ruby asintió, pero rápidamente guardó el teléfono en su bolso.
—Sí, pero creo que es un poco demasiado. Apenas la conozco, y ya me está enviando mensajes.

Reiko sintió una chispa de esperanza al escuchar esas palabras.
—Bueno, al menos tú sabes mantener los pies en la tierra.

Ruby le sonrió, asintiendo con entusiasmo.
—Sí, no me gusta apresurar las cosas. Prefiero tomarme mi tiempo para conocer a las personas.

Mientras Ruby regresaba su atención al colgante, Reiko sintió que tenía una nueva oportunidad para demostrarle a Ruby que era alguien en quien podía confiar. Decidió que haría todo lo posible por ganarse su confianza y cariño, sin importar los obstáculos que aparecieran en su camino.

Subaru Nakajima maldecía internamente su decisión de permitir que su hermana y su esposa eligieran dónde ir de compras para Navidad. Lo que jamás imaginó fue que ambas escogieran el centro comercial más exclusivo de la ciudad, un lugar donde incluso respirar parecía costoso. Subaru estaba convencida de que Morinoko lo hacía por venganza, cobrando todas las cosas que Ginga había hecho para incomodarla en el pasado. Para colmo, Ginga no solo estaba de acuerdo, sino que parecía disfrutar torturándola. Subaru sabía que este día iba a terminar en números rojos.

—Ven, cuñadita, vamos a escoger algo lindo. —dijo Ginga, tomando a Morinoko de la mano y llevándola a explorar las tiendas como si fueran mejores amigas.

Subaru las seguía con resignación, observando cómo la sonrisa de ambas valía todo el sufrimiento que sabía que estaba por venir. Sin embargo, cuando vio a Ginga detenerse frente a un bolso de Prada y señalarlo emocionada, supo que el día iba a ser largo.

—Mira, cuñadita, ¿no te gusta este bolso? —preguntó Ginga, abrazándolo como si fuera un tesoro.

Subaru se acercó para mirar el precio y casi se desmayó.
—¿Por qué no mejor vemos otras cosas? —sugirió con la esperanza de que dejaran el bolso.

—¡Pero me gusta mucho este bolso! —exclamó Ginga, abrazándolo aún más fuerte como una niña mimada.

Morinoko, cruzada de brazos, miró a Subaru con incredulidad.
—¿De verdad vas a premiarla después de todo lo que ha hecho?

Subaru no quería comprar el bolso, no quería gastar una fortuna en algo tan innecesario. Pero la sonrisa de su hermana y el silencio temporal que obtendría valían el sacrificio. Esbozó una sonrisa y suspiró resignada.

Ginga, emocionada, tomó de nuevo la mano de Morinoko y la llevó a una tienda de joyería cercana.
—¡Ven, vamos a comprarte unos aretes y collares! —dijo con entusiasmo.

Morinoko negó con la cabeza y confesó:
—No soy mucho de usar accesorios ni maquillaje.

Ginga comenzó a reírse, claramente divertida.
—Sí, eso es algo que se nota con mucha claridad.

Morinoko frunció el ceño, pensando que Ginga se estaba burlando de ella, pero antes de que pudiera decir algo, Ginga levantó las manos riendo.
—¡Lo siento, lo siento! No me estoy burlando. Esa personalidad va contigo, y creo que es algo que te hace única.

La conversación parecía relajarse hasta que Ginga, al mirar hacia las vitrinas de la tienda, quedó completamente paralizada. Sus ojos se abrieron como platos y comenzó a temblar.

—¿Qué sucede? —preguntó Morinoko, alarmada.

Subaru también notó el cambio en su hermana y se acercó con rapidez.
—Ginga, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

Ginga se volteó hacia ellas, pálida y con los ojos llenos de pánico.
—Ruby está aquí… —dijo en voz baja, con miedo evidente—. Y su guardia también está con ella… la rubia que me noqueó la última vez. Si me ven aquí, ¡van a pensar que sigo acosando a Ruby!

Subaru suspiró, entendiendo de inmediato la gravedad de la situación. Tomó la mano de Morinoko y de Ginga, dispuesta a salir rápidamente del lugar antes de que todo se complicara más.

Pero el destino tenía otros planes.

—¿Mayor Nakajima? —dijo una voz femenina detrás de ellas.

Subaru se detuvo en seco, su corazón acelerado. No podía creer lo que estaba escuchando. Lentamente, se dio la vuelta, con la esperanza de que sus oídos la estuvieran traicionando.

Pero ahí estaba. Nanoha Takamachi, junto con su esposa, Fate Takamachi. Ambas estaban de pie detrás de ellas, con miradas curiosas. Subaru sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. ¿Qué tan cruel podía ser el destino con su pobre hermana?

Ginga tragó saliva con fuerza, sabiendo que esto solo podía empeorar.

El bullicio del centro comercial era casi ensordecedor, una mezcla de villancicos, ofertas de última hora y familias apuradas comprando los regalos que habían dejado para último momento. Nanoha, con una sonrisa tranquila pero determinante, caminaba junto a Fate, entrelazando sus manos mientras observaban las vitrinas. Para Nanoha, las compras de emergencia eran algo común, pero Fate parecía algo más concentrada; su mirada recorría los estantes buscando el regalo perfecto para su madre, su hermanita Ruby y su suegro, Shiro.

Mientras Fate inspeccionaba algunos relojes en una vitrina, Nanoha reconoció a alguien entre la multitud. Se trataba de Subaru Nakajima. Aunque Nanoha y Subaru no habían hablado mucho en el pasado, conocía a la familia Nakajima como uno de los contactos cercanos de su padre, Shiro Takamachi. Como futura heredera de los Takamachi, Nanoha sabía que debía mantener los lazos que su padre había forjado.

Con decisión, Nanoha apretó suavemente la mano de Fate y se acercó.
—Mayor Nakajima —saludó con una voz educada pero segura.

Subaru se detuvo en seco. Su mirada se cruzó con la de Nanoha, y aunque su rostro permanecía neutral, internamente suspiró. Ginga, que estaba junto a ella, había insistido en evitar a los Takamachi, pero ahora que Nanoha las había saludado, ignorarlas sería una ofensa grave, tanto por el rango de Nanoha como por el respeto que le debían a su padre, quien había liberado a su hermana.

Subaru se giró hacia Nanoha con una leve sonrisa.
—Takamachi-san, qué coincidencia verla por aquí. ¿Compras de última hora?

Nanoha asintió, respondiendo con cortesía.
—Sí, mi esposa Fate tiene algunas cosas pendientes que comprar, y pensamos aprovechar el día.

La mirada de Nanoha se dirigió hacia Morinoko, la esposa de Subaru, a quien saludó educadamente. Sin embargo, sus ojos pronto se posaron en una figura que no reconocía: Ginga. Nanoha, con curiosidad y sin perder su tono amable, preguntó:
—¿Una amiga suya o de su esposa?

Subaru supo que no había forma de evitar la pregunta. Con pesar, presentó a Ginga como su hermana mayor. Ginga, visiblemente incómoda, hizo un gesto a Subaru para que se fueran, pero Subaru sabía que no podían ignorar a Nanoha sin parecer groseras.

—Es mi hermana, Ginga Nakajima —dijo Subaru, intentando sonar relajada—. Ginga, ella es... —hizo una pausa para enfatizar— la hija de Shiro Takamachi.

Nanoha rió suavemente, restándole importancia al título.
—No es necesario que lo diga así. Solo soy Nanoha.

Con una sonrisa, Nanoha presentó a Fate, quien hizo una reverencia respetuosa hacia Ginga. Sin embargo, el saludo de Fate no pasó desapercibido para Ginga, quien quedó helada al notar el inquietante parecido entre Fate y Ruby. Aunque no dijo nada, su mente comenzó a trabajar a toda velocidad.

Antes de que la conversación pudiera continuar, una voz suave pero alegre rompió el momento.
—¡Fate-nee!

Ginga se congeló. Giró hacia Subaru con desesperación en los ojos y le susurró apresuradamente:
—¡Vámonos ya!

Pero ya era demasiado tarde. Ruby, con su energía característica, corrió hacia Fate y la abrazó con cariño.
—Fate-nee, ¿qué haces aquí? —preguntó con una gran sonrisa.

Fate acarició suavemente la cabeza de Ruby mientras respondía:
—Haciendo compras de última hora.

Ruby estaba a punto de responder cuando su mirada se desvió hacia Subaru y su grupo. Al reconocer a Ginga, su expresión cambió de inmediato. Ruby la miró con una mezcla de sorpresa y confusión. Ginga, por otro lado, mostraba puro horror.

Antes de que nadie pudiera reaccionar, una voz helada y amenazante cortó el aire.
—¿Tú otra vez?

Evelyn, quien había estado detrás de Ruby, se adelantó con una mirada asesina dirigida a Ginga. Su mano descansaba sobre la empuñadura de su arma. Subaru, sintiendo cómo la situación se descontrolaba, levantó una mano de advertencia mientras colocaba la otra en su propio cinturón, cerca de su arma reglamentaria.

—Te recomiendo que no hagas nada, rubia —dijo Subaru con calma pero firmeza—. Mi hermana, mi esposa y yo simplemente paseábamos por el centro comercial. Que nos encontremos con esta niña —señaló a Ruby— es pura coincidencia. Sugiero que todos nos calmemos y sigamos con nuestras actividades.

Nanoha, que hasta ese momento había estado observando, finalmente intervino.
—Esperen, esperen. ¿Qué demonios está pasando? —exclamó, con evidente frustración—. ¿Por qué la Major Nakajima tiene la mano en su arma? ¿Y tú, Evelyn, por qué estás reaccionando así?

Evelyn, con una postura estoica, respondió:
—Esta mujer —señaló a Ginga— acosaba a Ruby en la escuela. La detuve la primera vez, pero me juré que no habría una segunda.

Cuando Evelyn señaló a Ginga y pronunció la palabra "acosaba," la tensión aumentó al instante. Reiko, que había permanecido en silencio observando la escena, se mordio los labios y la ira dentro de ella empezaba a surgir. Sin embargo no dijo nada

Fate, sorprendida, abrazó a Ruby de manera protectora.
—¿Acosaba? Mayor Nakajima, ¿su hermana acosaba a mi hermanita?

Subaru, desesperada por calmar la situación, respondió:
—¡Claro que no! Todo tiene una explicación, pero no puedo explicarlo si todos están a la defensiva.

Ginga, con lágrimas en los ojos, se escondió detrás de Morinoko, murmurando repetidamente:
—Lo siento, lo siento, lo siento...

Ruby, quien hasta ese momento había permanecido callada, intentó calmar las cosas.
—Ella es una conocida de mi mamá... no la había visto desde hace mucho tiempo, antes de que nuestra vida cambiara. No sé si me estaba siguiendo, pero lo único que vi ese día fue que me estaba llamando, y luego Evelyn intervino.

Nanoha, procesando la información, miró a Ginga con seriedad.
—Tú, explica todo ahora, y por el amor de todo, deja de temblar.

Entre sollozos, Ginga explicó que había buscado a Ruby porque tenía preguntas, y la única que podía responderlas era ella. Nanoha suspiró, dándose cuenta de que esto era un malentendido que había escalado innecesariamente.

—Necesitamos calmarnos —dijo Nanoha finalmente—. Sugiero que vayamos a un lugar tranquilo a hablar.

Evelyn se negó de inmediato.
—No puedo estar en el mismo lugar que una acosadora.

Nanoha levantó una mano para detenerla.
—No puedes sacar conclusiones sin pruebas, Evelyn.

Evelyn trató de replicar, pero Nanoha la interrumpió con una voz firme:
—Dixi et iubeo.

Evelyn quedó callada de inmediato, retrocediendo. Nanoha continuó:
—Soy la heredera de la Casa Takamachi y la máxima autoridad presente aquí. No me importa que seas de otra casa; mi autoridad sobrepasa la tuya.

Se giró hacia Ruby y añadió:
—Y la tuya también. Así que, con mi autoridad, declaro un alto al fuego. Vamos a sentarnos y hablar.

La tensión en el aire comenzó a disiparse lentamente. Evelyn relajó su postura, Subaru retiró la mano de su cinturón, y todos quedaron en silencio.

Finalmente, Nanoha suspiró.
—Vamos a una cafetería.

Evelyn, aunque aún claramente disgustada, aceptó con una reverencia corta. Subaru hizo un gesto a Ginga para que se calmara y se acercara, pero Ginga seguía temblando y murmurando disculpas con lágrimas en los ojos, escondida detrás de Morinoko, quien le acariciaba la cabeza en un intento de consolarla. Ruby, por su parte, se mantenía cerca de Fate, quien la abrazaba con suavidad para protegerla.

Nanoha lideró el camino hacia una cafetería cercana, asegurándose de que nadie se separara del grupo. Era evidente que cualquier palabra mal dicha o movimiento malinterpretado podría reavivar el conflicto. Había que evitarlo a toda costa.

El ambiente dentro de la cafetería era cálido, decorado con adornos navideños. Sin embargo, la tensión entre las partes hacía que el lugar pareciera más frío de lo que realmente era. Nanoha pidió una mesa privada en un rincón y, una vez que todos estuvieron sentados, rompió el silencio.

—Bien, empecemos desde el principio. Ginga, explícate.

Ginga, con los ojos todavía rojos por el llanto, miró a todos con miedo y se aferró a las manos de Morinoko antes de hablar.

—Yo... yo no sabía que Ruby era parte de la familia Harlaown. La última vez que la vi, era una niña pequeña en circunstancias difíciles... muy difíciles, recuerdo que su apellido era diferente. Solo quería respuestas, quería entender qué había pasado con Saori y como habia podido salir de ese infierno de burdel viva...—dijo con voz quebrada, refiriéndose al pasado de Ruby y Precia antes de que sus vidas cambiaran drásticamente.

Evelyn apretó los puños, pero mantuvo la calma gracias a la orden de Nanoha.
—Eso no justifica que te lanzaras hacia ella en la escuela. Parecía que la estabas persiguiendo.

—¡No la estaba persiguiendo! —gritó Ginga, aunque rápidamente bajó la voz al ver las miradas de los demás—. Solo quería hablar con ella, no se me ocurrio nada mas. Pero... no sabía cómo acercarme sin asustarla.

Ruby, quien había estado callada, habló suavemente mientras se aferraba a la mano de Fate.
—Ella no me persiguió como dijo Evelyn... Solo me llamó desde lejos. Me asusté porque no la reconocí al principio. Todo pasó muy rápido.

Nanoha asintió, intentando entender ambos lados de la situación.
—Entonces, Evelyn, ¿por qué asumiste que Ginga estaba acosando a Ruby?

Evelyn suspiró, claramente incómoda.
—Porque vi a una mujer desconocida vestida… de una forma que me pareció inapropiada para estar cerca de una estudiante como Ruby. Pensé que sus intenciones eran malas y actué para protegerla.

Nanoha giró hacia Ginga, arqueando una ceja.
—¿Eso es cierto, Ginga? ¿Por qué estabas vestida así?

Ginga apretó las manos de Morinoko antes de responder, con lágrimas comenzando a acumularse nuevamente en sus ojos.
—Había terminado mi turno en… en el burdel donde trabajo. —Confesó con una voz temblorosa—. Había ido al departamento de Saori para buscar respuestas, pero no encontré a nadie. Y su teléfono estaba apagado. No sabía a quién más acudir… Entonces recordé a Ruby. Sabía dónde estudiaba y pensé que podría ayudarme. No tuve tiempo de cambiarme.

El silencio se apoderó de la mesa mientras todos procesaban lo que Ginga acababa de confesar. Subaru y Morinoko intercambiaron miradas sorprendidas. Fate se tensó, sosteniendo con más fuerza la mano de Ruby.

—Yo… también quiero salir de ese infierno —continuó Ginga, ahora mirando directamente a Nanoha—. Estoy cansada de vivir así. Cansada de ser una… una prostituta. Solo quería entender qué había sido de Saori y cómo había logrado salir de ese lugar.

Nanoha suspiró, observando la sinceridad en los ojos de Ginga. Fate, que había estado callada hasta ahora, habló con voz serena pero firme:
—Ginga, si lo que dices es verdad y solo buscabas respuestas, debiste haber encontrado otra manera de acercarte. Ruby ahora tiene una vida nueva y diferente. Lo último que necesita es que alguien del pasado la confunda o la haga sentir insegura.

Ginga bajó la cabeza, avergonzada.
—Lo sé… lo siento mucho. Nunca quise causar problemas.

Ruby, mostrando una madurez inesperada, soltó la mano de Fate y se levantó de su asiento. Caminó alrededor de la mesa hasta colocarse junto a Ginga. Con un gesto suave, colocó una mano sobre su hombro.

—Está bien… Entiendo que solo querías respuestas. Pero por favor, la próxima vez, no me asustes así.

Ginga levantó la mirada hacia Ruby, sorprendida por su amabilidad, y las lágrimas volvieron a llenar sus ojos.
—Gracias… Ruby. Lo siento mucho.

Nanoha asintió lentamente, satisfecha con cómo se estaba resolviendo la situación. Luego miró a Evelyn con una expresión seria.
—Evelyn, agradezco que intentes proteger a Ruby, pero te pido que no tomes decisiones precipitadas. No todos son enemigos.

Evelyn asintió con algo de renuencia y bajó la cabeza.
—Entendido, Takamachi-sama. Me disculpo por haber reaccionado de forma impulsiva.

Nanoha finalmente se relajó en su asiento y permitió que una pequeña sonrisa cruzara su rostro.
—Bueno, ahora que todo está aclarado, ¿qué les parece si pedimos algo para comer? Es 24 de diciembre, después de todo.

Subaru, claramente aliviada, soltó una pequeña risa y asintió. Morinoko tomó la mano de Ginga para reconfortarla mientras Fate, sin soltar a Ruby, le susurró algo al oído que la hizo reír suavemente.

Evelyn, aunque todavía seria, aceptó la tregua. Por primera vez en mucho tiempo, todos se permitieron relajarse y disfrutar del momento, dejando atrás, aunque fuera temporalmente, las sombras del pasado que los rodeaban.

La comida transcurrió de manera relativamente tranquila, aunque con algunos momentos incómodos que no pasaron desapercibidos. Ginga apenas levantó la mirada de su plato, comiendo en silencio mientras soportaba las miradas acusatorias de Evelyn. La atmósfera era una mezcla de intentos de normalidad y la tensión palpable que aún flotaba en el aire.

Reiko, por su parte, no podía evitar sentirse incómoda con la presencia de Ginga. Aunque entendía la situación de la mujer, algo en su relación pasada con Ruby le causaba inquietud. Su postura era rígida, y su mirada iba constantemente hacia Ginga antes de volver rápidamente a su plato.

Ruby, sentada al lado de Reiko, no tardó en notar su incomodidad. Con una sonrisa traviesa, deslizó suavemente su pie debajo de la mesa, dándole un pequeño empujón a Reiko. La chica giró la cabeza hacia ella, desconcertada, y encontró a Ruby mirándola con una sonrisa cálida.

—¿Quieres un poco de mi chocolate? —preguntó Ruby con voz suave, levantando su cuchara con un trozo de chocolate caliente y ofreciéndoselo directamente.

Reiko se quedó congelada por un instante, sorprendida de que Ruby estuviera siendo tan cariñosa con ella, especialmente frente a todos. Su corazón comenzó a latir con fuerza, pero no iba a dejar pasar la oportunidad. Con un leve asentimiento, se inclinó hacia adelante y, sin decir una palabra, abrió la boca para aceptar el bocado que Ruby le ofrecía.

El gesto no pasó desapercibido. Desde el otro lado de la mesa, Subaru observó la escena con una sonrisa divertida. Sin pensarlo demasiado, preguntó en voz alta:

—¿Son novias?

El sonido de la cuchara golpeando ligeramente contra el plato de Ruby resonó en el silencio que siguió. Ruby se sonrojó hasta las orejas, incapaz de responder, mientras Reiko se atragantaba ligeramente con el chocolate y comenzaba a toser. Ambas se miraron con los rostros encendidos, y justo cuando parecía que nadie iba a responder, Ririka intervino con un tono seco y contundente.

—Absolutamente no, cero, imposible. —La maid cruzó los brazos, fulminando a Reiko con la mirada mientras esta le devolvía una expresión de incredulidad.

—¡Ririka! —protestó Ruby, con un leve puchero en los labios mientras bajaba la mirada, claramente mortificada.

Reiko, por su parte, alzó las cejas y murmuró en voz baja: —Vaya, gracias por el voto de confianza…

Del otro lado de la mesa, Fate observó la escena con una risa contenida. Se inclinó hacia Nanoha, que permanecía en silencio pero con una sonrisa divertida en los labios. Con un tono apenas audible, Fate le susurró:

—Creo que a Ruby le gusta.

Nanoha soltó una risa suave pero no dijo nada, limitándose a entrelazar sus dedos con los de Fate bajo la mesa.

El grupo salió de la cafetería, el ambiente mucho más relajado que cuando entraron. Subaru, como siempre, tomó la iniciativa en las despedidas.

—Bueno, les deseamos una feliz Navidad y un buen Año Nuevo —dijo con una sonrisa sincera, mirando a Nanoha y su grupo—. También me disculpo nuevamente por cualquier malentendido.

Ginga, que había permanecido callada durante toda la comida, hizo una reverencia ligera, murmurando: —Lo siento mucho. —Morinoko, aunque no dijo nada, asintió en señal de apoyo a su cuñada.

Mientras se alejaban, Subaru comentó en voz baja:

—¿Qué les parece si vamos a otro centro comercial? Uno más económico. Así no volvemos a cruzarnos con ellos.

Morinoko estuvo de acuerdo de inmediato, mientras Ginga solo asintió, aliviada de poner distancia entre ellas y el resto del grupo. Las tres salieron del centro comercial en dirección al estacionamiento.

Por otro lado, Ruby había tomado de la mano a Fate, prácticamente arrastrándola hacia la tienda de joyería.

—Quiero buscar algo para mamá Precia. Necesito que me ayudes a escoger —dijo Ruby, con la emoción brillando en sus ojos.

Nanoha caminaba un poco más atrás, junto a Reiko, observando la dinámica entre las hermanas. Reiko, sin embargo, parecía perdida en sus propios pensamientos, mirando de reojo a Ruby mientras esta se alejaba con Fate. Nanoha, con su aguda percepción, no pudo evitar notar el comportamiento de Reiko y la miró de reojo con una sonrisa traviesa.

Reiko sintió la mirada insistente y, finalmente, giró la cabeza hacia Nanoha, frunciendo ligeramente el ceño. —¿Qué? —preguntó, su tono algo más cortante de lo habitual, aunque intentaba disimularlo.

Nanoha soltó una risa ligera y negó con la cabeza antes de responder: —Nada, solo estaba pensando que, si de verdad quieres ocultar que te gusta Ruby, lo estás haciendo fatal.

Reiko se detuvo por un momento, girándose completamente hacia Nanoha con una mezcla de sorpresa y molestia en el rostro.

—¡¿Qué dices?! —exclamó en un susurro furioso, mirando alrededor para asegurarse de que Ruby no la escuchara.

Nanoha solo se encogió de hombros con una sonrisa burlona. —Es solo una observación. Pero deberías saber que eres bastante transparente. Y si me di cuenta yo, es posible que otros también lo hayan notado.

Reiko bufó, girando los ojos mientras retomaba el paso, tratando de ocultar el calor que subía a sus mejillas. —Cállate, Takamachi.

Nanoha rió de nuevo, divertida por la reacción de Reiko, pero decidió no seguir molestándola. En lugar de eso, ambas siguieron caminando en silencio, con Ruby y Fate ya adelantadas dentro de la joyería.


Shiro Takamachi se encontraba en su despacho, observando los monitores de seguridad que mostraban la entrada principal de los territorios Takamachi. La voz firme de Signum resonó en su radio.

—Mi señor, tenemos un invitado inesperado. La situación es… tensa.

Shiro frunció el ceño. ¿Qué clase de "invitado" generaría tensión suficiente para alertar a Signum? Podía imaginar que fuera una familia adicional, un socio importante, o incluso los Yamauchi intentando un movimiento inesperado. Sin embargo, cuando la cámara enfocó la entrada principal, sus ojos se abrieron ligeramente, y su mandíbula se tensó. Allí, frente a la puerta, estaba Xiaomao Tang, la princesa de China, rodeada de sus guardias personales y acompañada por una mujer que apenas conocía, Lin Mei, su consejera.

La tensión en el aire era palpable. La seguridad Takamachi, con sus rifles listos, apuntaba directamente a la delegación china, mientras los guardaespaldas de Xiaomao mantenían una formación cerrada alrededor de la princesa, con las manos cerca de sus armas.

Uno de los guardias chinos, que parecía ser el líder, dio un paso adelante y habló en chino, con una voz tan cortante como un filo:
—"放下枪,你还能多活一天。否则,你连扣动扳机的机会都没有。"
(Deja de apuntarnos y vivirás un día más. De lo contrario, ni siquiera tendrás oportunidad de apretar el gatillo).

Signum no entendía chino, pero no necesitaba traducción para captar el tono amenazante. Su AR-15 estaba listo, y su dedo descansaba cerca del gatillo. No iba a permitir que extranjeros llegaran a las tierras Takamachi y actuaran como si estuvieran en casa.

Cuando Shiro llegó al lugar, su presencia imponente silenció a sus guardias. Observó a Xiaomao con una mezcla de respeto forzado y cautela. Alzó la voz para dirigirse a ella, con una diplomacia impecable.

—Princesa Xiaomao, no esperábamos verla en Japón, y mucho menos que nos honrara con su visita a las tierras Takamachi.

Lin Mei, siempre atenta, tradujo rápidamente las palabras de Shiro al chino para la princesa. Xiaomao rio, un sonido bajo y burlón, antes de responder:
—"你是个狡猾的狐狸,但竟然没想到我们会出现在你家门口?利用敌人的弱点,选择他们没有准备的时机和地点攻击,这是你应该知道的。你只不过是个初出茅庐的小狐狸。"
(Eres un zorro astuto, pero no pensaste que vendríamos a tu puerta. Aprovecha la falta de preparación del enemigo, viaja por rutas inesperadas y ataca donde no están protegidos. Deberías saber eso. No eres más que un zorro principiante).

Lin Mei, con una sonrisa medida, suavizó la traducción para no escalar la tensión.
—La princesa desea expresar que está en Japón por asuntos específicos con Lady Yamauchi y que quiso aprovechar la ocasión para saludar al regente de los Takamachi.

Shiro apretó los dientes con frustración. Sabía que Lin Mei no estaba traduciendo las palabras reales de Xiaomao. La princesa china no era conocida por hacer cosas al azar. Si se presentaba a su puerta, algo más estaba sucediendo.

Xiaomao, con una sonrisa fría, agregó:
—"我们还要在门外等多久?你能不能叫那粉色头发的女人放下枪?难道你不知道我代表的是一个国家?你真的想和比你这座小岛还大的国家对抗吗,Takamachi?"
(¿Cuánto tiempo más nos vas a mantener esperando en la puerta? ¿Puedes decirle a esa pelirrosa que baje su arma? ¿Acaso no sabe que yo represento a un país? ¿De verdad quieres enfrentarte a un país más grande que tu isla, Takamachi?).

Lin Mei tradujo el mensaje con calma, omitiendo las amenazas.
—La princesa pregunta si podríamos continuar esta conversación en un lugar más cómodo, sugiriendo que los guardias bajen sus armas en señal de respeto.

Shiro respiró profundamente para calmarse, pero su frustración se hizo evidente en su tono cuando habló.
—Signum, ordena que bajen las armas.

Signum giró la cabeza hacia él, claramente en desacuerdo. Sin dejar de apuntar con su rifle, protestó.
—Con todo respeto, mi señor, no podemos confiar en…

Shiro la interrumpió con un tono más severo del que jamás había usado con ella.
—¡Ella representa a China misma, Signum! Si algo le pasa, los chinos invaden Japón… o peor. Y ella lo sabe. Baja las armas. Ahora.

La intensidad en la voz de Shiro dejó a Signum sin palabras. Con visible desagrado, llevó una mano a su radio y dio la orden.

—Bajen las armas. Todos.

Aunque los guardias Takamachi obedecieron, la tensión no desapareció del todo. Shiro suspiró profundamente, ajustando su chaqueta mientras intentaba recuperar la compostura. Con un gesto, indicó a Xiaomao que avanzara.

—Princesa, por favor, sean bienvenidos a las tierras Takamachi.

Xiaomao sonrió triunfalmente antes de responder en chino:
—"兵法的最高境界,就是不战而屈人之兵。"
(El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar).

Lin Mei no tradujo esta vez. Simplemente esbozó una sonrisa mientras seguía a su princesa. La seguridad china formó un círculo protector alrededor de Xiaomao mientras cruzaban la entrada, dejando atrás a un Shiro con el ceño fruncido, consciente de que esa visita traería más problemas que soluciones.