En el Noveno circulo


Las vías del tranvía vibraban constantemente, un eco metálico que resonaba en el estrecho túnel y que parecía intensificarse con cada curva del trayecto. El frío extremo del exterior, apenas contenido por las gruesas capas de refuerzo del túnel, hacía que el metal se quejara con un gemido casi lastimero al reaccionar ante el movimiento repentino. Era como si el entorno mismo compartiera el esfuerzo del equipo.

A lo largo del trayecto, las luces de emergencia, distribuidas en intervalos regulares a los costados del túnel, iluminaban la angosta ruta con un parpadeo tenue, proyectando sombras alargadas que se deslizaban sobre las paredes de acero. El ambiente era tenso, pero la mayoría del equipo había optado por descansar mientras podían, dejando que el ritmo monótono y casi hipnótico del tranvía ayudara a relajar sus cuerpos agotados.

Shepard, sin embargo, no era de las que se permitían un respiro. En una esquina del tranvía, al lado de Garrus, la comandante estaba inclinada sobre él, trabajando con rapidez y precisión para tratar las quemaduras que marcaban el rostro del turiano.

Las heridas eran el resultado del ácido de las larvas que les habían atacado durante el enfrentamiento apenas unos minutos atrás. Garrus había aguantado en silencio durante todo ese tiempo, apretando los dientes y disimulando el dolor con una terquedad que Shepard encontraba tan frustrante como familiar.

—Deja de comportarte como un niño —le regañó Shepard, su tono seco, pero no falto de preocupación. Con su omniherramienta activa, sostenía el dispensador de medigel mientras intentaba alcanzar la parte más afectada de la gruesa piel del turiano— A menos que quieras infectarte y perder tu tan preciada belleza, quédate quieto—

Garrus gruñó algo inaudible al principio, apartando ligeramente el rostro como si todavía estuviera dispuesto a discutir. Pero los ojos acerados de Shepard lo atravesaron con una mezcla de autoridad y exasperación que lo hizo suspirar con resignación. Finalmente, relajó la postura y dejó caer las manos a los lados.

—Está bien, mamá —murmuró al fin, en un tono que mezclaba sarcasmo y una leve sonrisa cansada.

Shepard rodó los ojos, pero no pudo evitar que un pequeño destello de diversión cruzara su rostro mientras comenzaba a aplicar el medigel con movimientos rápidos y metódicos. El producto chisporroteó ligeramente al entrar en contacto con las heridas, enviando una sensación fría y adormecedora a través de la piel de Garrus.

—Eso es. Ni duele tanto —dijo Shepard, con un tono que no era tanto un consuelo como un reto implícito.

Garrus emitió un leve gruñido, lo más cercano que podía estar de admitir que Shepard tenía razón. No era que disfrutara del proceso, pero sabía que no tenía sentido discutir. La comandante era igual de terca que él, y si había algo que había aprendido en su tiempo juntos, era que pelear contra la espectro era una batalla perdida.

El sonido bajo de su interacción pasó desapercibido para la mayoría del grupo. Kaidan estaba sentado con la espalda recta, su pistola en mano. Mantenía una vigilancia constante, como si su cuerpo estuviera programado para estar alerta, observando cada rincón del tranvía, preparado para lo que fuera que pudiera surgir. Desde el otro extremo del vagón, Seis permanecía quieto a un lado de Tali, apoyado contra la pared del tranvía. Sus ojos, siempre alertas, escaneaban el ambiente con una precisión casi mecánica. Era el único que no parecía cansado, una ventaja atribuida en gran parte a sus mejoras, pero también al hecho de que no había estado en misiones junto al equipo desde Therum, quedándose en la Normandía bajo órdenes de Shepard. Su presencia tranquila contrastaba con la tensión que se percibía en los demás.

Wrex, por su parte, se había desplomado pesadamente en su asiento, roncando sin la menor preocupación. Era difícil de entender cómo alguien tan grande y rudo podía caer en un sueño tan profundo en una situación como esa, pero la escena resultaba casi cómica. Liara lo observaba desde lejos, con una mezcla de fascinación y curiosidad, como si estuviera analizando al imponente krogan como si fuera un espécimen raro.

Desde el rincón en el que Kaidan se encontraba, Ashley lo acompañaba en silencio, calibrando su rifle de asalto con una concentración tranquila. Cada movimiento que hacía parecía parte de una rutina ya establecida, sus dedos deslizándose por el arma con la destreza de alguien que lo había hecho mil veces. No había prisa, solo la precisión de alguien que sabía que el descanso era solo momentáneo, pero que la preparación nunca podía detenerse.

El zumbido del medigel fue el único sonido que rompió el silencio dentro del tranvía, junto con el murmullo de Shepard y Garrus. El vaivén del vehículo, junto con el frío que se filtraba incluso a través de los sistemas de calefacción, hacía que el aire en el interior se sintiera pesado, casi opresivo.

—Listo —dijo finalmente Shepard, echándose hacia atrás y examinando su trabajo con una mirada crítica— No es perfecto, pero al menos no parecerás un villano de holovid—

Garrus le lanzó una mirada que era mitad agradecimiento y mitad desafío.

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer para subir mi autoestima? —bromeó, aunque el cansancio en su voz le restó algo de fuerza al comentario.

—Deberías darme las gracias, Vakarian. Si no fuera por mí, estarías aun con cara de perro mojado—

A pesar de las palabras, había una suavidad en el tono de Shepard que solo aquellos que la conocían bien podían identificar. Un pequeño destello de algo más profundo, algo que raramente dejaba ver. Garrus no respondió, pero el leve movimiento de su cabeza, apenas perceptible, era suficiente para indicar que entendía.

El tranvía siguió su recorrido, los generadores de masa resonando en el túnel con un sonido sordo y repetitivo que parecía un latido incesante, marcando el paso del tiempo. En el interior, la atmósfera estaba marcada por el silencio, roto solo por el suave vaivén del vehículo y el zumbido constante de los sistemas. El aire se sentía cargado, pesado, como si todos los presentes estuvieran aún en un estado de alerta, aunque la pequeña burbuja de calma que Shepard y Garrus habían logrado crear tras su breve intercambio se disolvió lentamente en el ambiente, absorbiendo la tensión acumulada.

Los minutos pasaron sin prisa, y el trayecto parecía extenderse más de lo que había sido anticipado. La estación Grieta, el destino final de este tramo, parecía aún distante a pesar de la velocidad constante con la que avanzaban. Con cada minuto que pasaban aun recorriendo el túnel, la sensación de estar aún dentro de la vasta montaña que albergaba las instalaciones del Pico 15 se hacía más palpable. La distancia entre ellos y su objetivo inmediato parecía alargarse, y la seguridad en que llegarían pronto se desvaneció al ver que el túnel no mostraba señales de terminar, aunque la ruta avanzaba con firmeza.

Sin embargo, aquel sentimiento de espera interminable desapareció tan rápido como había llegado. A lo lejos, entre las sombras de la estructura cavernosa, comenzaron a aparecer las primeras señales del final del trayecto. Al principio, un leve destello de luz logró filtrarse a través de las rendijas del túnel, apenas perceptible. Luego, se transformó en una línea brillante que creció con cada metro recorrido, iluminando la oscuridad con una promesa silenciosa: el final estaba cerca.

En el interior del tranvía, el equipo, aún sumido en silencio, reconoció el cambio de inmediato. Con un simple gesto de Shepard, la dinámica del grupo se activó. Todos comenzaron a prepararse para la llegada, sus movimientos sincronizados por el entendimiento mutuo que solo los equipos forjados en combate comparten. Cada uno se alistó a su ritmo, pero sin perder la fluidez ni la precisión que los caracterizaba, una coreografía silenciosa que hablaba de su experiencia.

Seis, ya con su casco ajustado y el HUD activo, desvió la mirada hacia Tali, quien permanecía medio recostada en su asiento. El Spartan se acercó a ella con pasos firmes pero cuidadosos, inclinándose ligeramente para sacudirla con suavidad.

Los ojos tras la visera del casco de Tali parpadearon, activándose como las luces de una máquina encendiendo después de un largo reposo. Soltó un leve gruñido cansado mientras se sentaba lentamente, sus movimientos mecánicos al principio, como si estuviera sacudiéndose el letargo del descanso. Al estirarse, sus articulaciones crujieron suavemente, y tras un suspiro resignado, alcanzó su escopeta, asegurándose de que estuviera lista antes de colocarse junto al Spartan.

—No sé si fue buena idea dormir...ugh —murmuró Tali en voz baja, su queja transmitida únicamente a través del canal privado hacia Maverick, quien se mantenía a su lado. Había un leve tono de resignación en su voz, el tipo de cansancio que no se aliviaba con unos minutos de sueño..

Seis no pudo evitar sonreír ligeramente bajo su casco. Incluso en momentos así, la energía característica de Tali seguía presente, aunque envuelta en cansancio. Había algo en las quejas de la quariana que le resultaba extrañamente reconfortante, como si incluso en medio del caos ella pudiera mantener esa chispa.

—Descansaste los ojos, es algo —respondió él con un tono relajado, mientras desenfundaba su magnum con movimientos casi ceremoniales. El peso familiar del arma en su mano parecía proporcionarle una tranquilidad adicional, una extensión de su cuerpo, como si el simple acto de prepararse le diera enfoque.

Tali bufó, claramente sin convencerse de las palabras del Spartan. Mientras ajustaba su escopeta con movimientos rápidos y precisos, su voz reflejaba una mezcla de fastidio y humor.
—"Algo" no es suficiente cuando apenas puedes mantenerte en pie— Dijo, esta vez, en voz alta.

Antes de que Maverick pudiera responder, Wrex, quien había escuchado esa ultima parte, se acercó desde atrás con su andar pesado, una sonrisa amplia y burlona en su rostro.
—Oh, pobre pequeña. Si quieres, puedo cargarte —dijo el krogan con tono burlón, dejando escapar una carcajada. Para su sorpresa, el mercenario estaba completamente fresco, como si no hubiera dormido, y eso se debía a su sueño unihemisférico.

Tali le lanzó una mirada fulminante, aunque la molestia en sus ojos era evidente más por orgullo que por verdadero enojo. Sin embargo, Wrex, como era su costumbre, decidió empujar un poco más los límites, dándole un suave golpe en el trasero con una de sus enormes manos.

—¡Wrex! —exclamó Tali, indignada. Sin pensarlo dos veces, giró y le asestó un golpe con el mango de su escopeta en la mandíbula.

Wrex, lejos de ofenderse, se rio con más ganas mientras masajeaba su mandíbula.
—Je...ese fue bueno, pequeña. Ahora usa eso contra las criaturas, no contra este viejo y polvoriento krogan —Su sonrisa se suavizó, transformándose en una expresión relajada que, en su propio y peculiar estilo, dejaba entrever algo parecido a afecto.

Tali, visiblemente avergonzada e irritada, bufó mientras ajustaba su postura. Aunque no lo admitiría, el golpe y la interacción habían terminado por despertarla del todo, despejando el letargo que había sentido minutos antes.

Seis, quien había presenciado todo el intercambio desde su posición, permaneció inmóvil, sin saber exactamente cómo reaccionar. Sin embargo, bajo su casco, una sonrisa ladina apareció. Había algo de alivio en ver ese tipo de interacción tan casual.

—Tómalo como un gesto de cariño —intervino Maverick finalmente, su tono despreocupado pero con una leve inclinación al humor— Es bastante viniendo de Wrex—

Tali giró su cabeza hacia él, fulminándolo con una mirada que traspasó su visor. Aunque él no podía verla directamente, sintió la intensidad de sus ojos. Tras unos segundos, ella suspiró y le dio un golpe suave en el brazo con su hombro.

—Bosh'tet...—murmuró, aunque su voz contenía un atisbo de diversión escondido tras la aparente molestia.

Maverick arqueó una ceja bajo el casco, sorprendido por el gesto, pero no dijo nada.

La voz fría y mecánica de Mira, el sistema de inteligencia virtual, resonó en los altavoces del tranvía.

—Aproximándose a la estación Grieta—

El sonido del metal contra las vías se transformó en un chirrido agudo cuando el tranvía comenzó a desacelerar. La vibración constante que había acompañado el trayecto se desvaneció gradualmente, dejando solo el eco de los generadores de masa al activarse con precisión. La desaceleración fue tan suave que apenas se notó cuando el vehículo se detuvo, encajando perfectamente en su posición final. Con un chasquido mecánico, las puertas del tranvía se abrieron de par en par.

Un viento cálido, tan inesperado como reconfortante tras el aire gélido de las secciones anteriores, se coló en el vagón. Era más templado, casi agradable, y trajo consigo un cambio sutil pero palpable en el ambiente. La brisa acarició los rostros de los presentes, llevándose consigo parte del agotamiento acumulado y recordándoles que el siguiente paso de su misión estaba a punto de comenzar.

Shepard fue la primera en avanzar, sus botas resonando contra el suelo al cruzar el umbral. La determinación en su andar era contagiosa, y sin necesidad de palabras, el resto del equipo la siguió. Cada miembro se movía con precisión, sus armas listas, sus ojos escaneando cada rincón del lugar. Afuera, las luces parpadeantes de la estación Grieta creaban un ambiente sombrío, casi espectral, como si el lugar estuviera suspendido entre lo funcional y lo abandonado, un eco del caos que seguramente aguardaba más adelante.

Al descender del tranvía, continuaron hacia lo que parecía una sala de espera para pasajeros. Los bancos metálicos estaban dispuestos en hileras ordenadas, aunque el polvo y las pequeñas marcas de desgaste sugerían que hacía tiempo nadie los usaba. Sobre ellos, el techo de vidrio permitía una vista directa de la roca congelada de la montaña, sus fracturas llenas de hielo reflejando la tenue luz que iluminaba el espacio. El aire era denso, cargado con un leve aroma metálico, y el eco de sus pasos parecía amplificado por el vacío de la sala.

Frente a ellos, dos caminos se abrían, marcados por señales holográficas. A la izquierda, un cartel proyectaba la imagen de un frasco de laboratorio, su luz azul pulsante ofreciendo un contraste frío contra el entorno. A la derecha, el holograma mostraba una litera, insinuando que esa ruta conducía a algún tipo de área de descanso o cuarteles. Shepard, como siempre, lideró el análisis de las opciones, pero su decisión fue rápida: el camino del frasco era su prioridad.

Sin embargo, al acercarse, el equipo encontró una barrera impenetrable. El panel junto a la puerta emitió un pitido agudo, y un mensaje en letras rojas apareció en la pantalla:

"Salida solo de emergencia"

—Por supuesto que sí... —murmuró Kaidan, su tono seco reflejando la frustración del grupo.

El equipo intercambió miradas rápidas, compartiendo un entendimiento silencioso antes de que Shepard indicara con un gesto que continuarían por el otro camino. Avanzaron hacia la puerta marcada con la litera, sus movimientos sincronizados, casi instintivos. Al cruzarla, se encontraron con otra bifurcación, esta vez dos ascensores, ambos claramente etiquetados con hologramas similares a los anteriores. Uno mostraba otro frasco, pero esta vez ardía, sus colores más intensos, casi alarmantes, indicando algún tipo de laboratorio en áreas restringidas. Sin embargo, ese ascensor estaba bloqueado, al igual que la primera puerta. El otro, marcado nuevamente con las literas, parecía operativo.

—Todo está restringido. ¿Qué mierda? —espetó Ashley, rompiendo momentáneamente el silencio con su queja mientras el equipo se alineaba para entrar en el ascensor.

Algunos compañeros lanzaron leves sonrisas ante su comentario, pero la tensión del momento evitó que se convirtiera en algo más. En cuanto las puertas del ascensor se cerraron con un suave zumbido, el equipo ajustó sus armas y adoptó posiciones defensivas, como si sus instintos les advirtieran que el próximo encuentro no estaría lejos.

Cuando el ascensor llegó a su destino y las puertas se abrieron con un suave zumbido, la escena que los recibió fue todo menos acogedora. Un grupo de guardias ERCS, vestidos con armaduras que mostraban signos de desgaste, había improvisado una barricada utilizando cajas metálicas y contenedores industriales. Sus armas, ya apuntando hacia el equipo de Shepard, estaban listas para abrir fuego en cualquier momento. El aire estaba cargado de tensión, como un resorte a punto de romperse. Las luces intermitentes del corredor proyectaban destellos sobre las viseras de los cascos, creando reflejos que daban un aspecto casi fantasmal a ambos grupos.

Frente a ellos, un hombre con armadura blanca lideraba a los guardias. Su postura rígida y el agarre firme de su rifle dejaban claro que no era alguien que tomara la situación a la ligera. Durante unos segundos que se sintieron eternos, ambas partes permanecieron inmóviles, mirándose fijamente. Nadie parecía dispuesto a hacer el primer movimiento, hasta que el hombre habló finalmente, su voz resonando con autoridad.

—Tranquilos, bajen las armas —ordenó a sus hombres, quienes obedecieron de inmediato, relajando sus posturas aunque sin dejar de estar alerta.

Shepard alzó una mano en señal de calma hacia su equipo, indicándoles que siguieran el ejemplo de los guardias. Las armas se bajaron lentamente, pero nadie dejó de estar preparado para reaccionar si algo salía mal. Con pasos cautelosos, la espectro avanzó al frente, sus ojos nunca abandonando al hombre que lideraba a los ERCS.

—Disculpen, no sabíamos que alguien vendría en el tranvía —dijo el hombre, su tono mostrando más cansancio que desconfianza.

Shepard arqueó una ceja, sus palabras cargadas de ironía al responder.
—¿Acaso las criaturas pueden usar los controles del tren?—

El hombre bufó, mostrando una amarga sonrisa que parecía fruto de días de tensión acumulada.
—¿Y yo qué carajo voy a saber? A estas alturas no me sorprendería. Mira, son personas. Eso ya me sirve para no dispararles. Ahora, me gustaría saber quién eres—

—Comandante Shepard. Espectro del Consejo—

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, reconociendo el título con una mezcla de respeto y escepticismo.
—Jmh...bueno, no le voy a mirar lo malo al "caballo armado hasta los dientes" —Su comentario estuvo acompañado de un gesto hacia las armas del equipo, antes de que finalmente se presentara— Capitán Ventralis, a su servicio. Aunque después de todo lo que ha pasado, creo que las etiquetas ya son cosa del pasado —Extendió su mano hacia Shepard, quien la estrechó sin vacilar.

La mirada del capitán se volvió más sombría mientras continuaba.
—Hace una semana, esas cosas infestaron el laboratorio de seguridad. Mataron a todos. Han Olar fue el único sobreviviente, pero no volvió igual — Hizo una pausa, como si las imágenes de ese día regresaran a su mente, antes de añadir:

— Lo primero que supimos fue que esas cosas estaban atacando el puesto de mando. En ese momento teníamos mucho más personal—

Shepard asintió, sus ojos estudiando cada expresión del hombre.
—Hizo lo que pudo. Teniendo civiles que proteger y siendo tan repentino, se puede considerar un logro—

Ventralis dejó escapar un suspiro, como si no estuviera del todo convencido.
—Si usted lo dice...yo no pienso demasiado en esto. La junta directiva envió a una asari para controlar la situación. Ayer fue a los laboratorios de seguridad, y desde entonces no hemos sabido nada de ella—

—No permitiremos que más personas mueran. Tiene mi palabra —dijo Shepard con firmeza, su tono dejando claro que no era una promesa vacía.

—Eso espero. Yo me aseguraré de proteger a los civiles y mantener a esas cosas fuera de aquí—Ventralis sacó una tarjeta de acceso de su cinturón y se la ofreció—Tome, use esto. Hay un ascensor de emergencia cerca del tranvía. Con él podrá llegar a los laboratorios de seguridad—

—Muchas gracias, capitán —respondió la pelirroja, aceptando la tarjeta.

—Puede ir a que lo cure el doctor Cohen. Le deseo sue... —

El estruendo de golpes y gruñidos llenó la sala como un tambor de guerra, haciendo vibrar el aire. Todos los presentes reaccionaron de inmediato, sus cuerpos moviéndose con una sincronización casi instintiva. Las armas se levantaron al unísono, y las miradas se dirigieron hacia las sombras, buscando el origen del caos que se avecinaba.

—¡A sus posiciones! ¡Esto no ha terminado! —gruñó Ventralis, refugiándose detrás de las cajas improvisadas con movimientos precisos, su rifle ya apuntando hacia el peligro inminente.

Antes de que alguien pudiera responder, el sonido de un estallido metálico hizo eco detrás del equipo. Los ductos de ventilación a sus espaldas cedieron bajo una presión invisible, rompiéndose en pedazos y liberando un enjambre de larvas chillonas. Sus cuerpos pequeños y retorcidos parecían hervir mientras se arrojaban al suelo en un movimiento caótico. Junto a ellas, dos criaturas arácnidas de gran tamaño emergieron, sus extremidades rígidas golpeando el suelo con un sonido seco y ominoso.

—¡Aquí vienen! ¡Cubran el perímetro! —gritó Ventralis, su voz cortando el ruido del caos.

El estallido de disparos llenó la sala, el brillo de los proyectiles iluminando el lugar con un resplandor intermitente. Las criaturas chillaron cuando los impactos de las balas desgarraron sus cuerpos, pero no se detuvieron. Las larvas, en particular, eran aún más letales, lanzándose en direcciones impredecibles y explotando al impactar, esparciendo ácido corrosivo en todas direcciones.

A pesar de la sorpresa inicial, el equipo de Shepard respondió con una sincronización que rozaba la perfección, como si este tipo de emboscadas fuera parte de su rutina diaria. Sin necesidad de una palabra, cada uno asumió su posición, confiando plenamente en la capacidad y la disciplina del otro.

Wrex, siempre en la vanguardia, avanzó sin titubear. Su escopeta rugió con una fuerza demoledora, derribando a las larvas más cercanas en una lluvia de metralla que las desintegró al instante. Su dominio biótico complementaba su brutalidad natural: con un simple movimiento de su brazo, generaba ondas de energía que lanzaban a las criaturas contra las paredes, aplastándolas con un impacto devastador.

A su lado, Seis se movía como un depredador entrenado, cada acción calculada al milímetro. Con su magnum en mano, disparaba con una precisión inhumana, cada bala encontrando su objetivo de manera quirúrgica. Una de las criaturas arácnidas más grandes avanzó hacia él, pero no tuvo oportunidad. En cuestión de segundos, el Spartan la abatió con una ráfaga certera, su cuerpo grotesco cayendo en un charco de fluido verde que comenzó a corroer el suelo. Sin dudar, Seis levantó el cadáver con una fuerza impresionante y lo lanzó contra el enjambre de larvas que se acercaba. El impacto detonó una cadena de explosiones, el ácido de las criaturas esparciéndose y eliminando a la mayoría en una escena de destrucción calculada y despiadada.

Desde una posición más resguardada, Tali utilizaba su omni-herramienta con una precisión que igualaba a la de sus compañeros. Pulsos de energía se propagaban desde sus manos, desestabilizando a las criaturas y facilitando que los disparos de Garrus y Ashley, certeros y letales, las remataran.

Shepard, Kaidan y Liara se mantenían en la retaguardia, controlando la situación con un equilibrio entre ofensiva y táctica. Las habilidades bióticas del trio se sincronizaban con fluidez, creando una burbuja de energía oscura que atrapaba a las larvas restantes. Con un simple gesto de sus manos, el campo colapsó sobre sí mismo, reduciendo a las criaturas a una masa defluida con un sonido húmedo y repugnante.

Cuando el último enemigo cayó, un silencio denso llenó la sala. Los ecos de los disparos se desvanecieron, reemplazados por el persistente goteo de ácido sobre el metal corroído del suelo. El aire estaba cargado con un hedor acre, una mezcla de fluidos quemados y restos orgánicos. Shepard bajó su arma lentamente, sus ojos recorriendo el lugar con atención. No había lugar para la relajación aún; las emboscadas no solían ser eventos aislados.

—¿Todos bien? —preguntó Shepard, su voz firme pero cargada de una leve preocupación.

Wrex gruñó, limpiando su escopeta mientras sonreía de manera desafiante.
—Si. Estos torshk no son nada para un krogan—

Seis, aún sosteniendo su magnum, asintió con calma.
—Todo bajo control—

El equipo comenzó a reagruparse, tomando un momento para recuperar el aliento. A pesar de la intensidad del enfrentamiento, su compostura seguía intacta. El Capitán Ventralis emergió de detrás de su cobertura, sacudiendo el polvo de su armadura con una mano mientras sujetaba firmemente su rifle con la otra. Su rostro reflejaba un agotamiento acumulado por días de estrés continuo, pero también un leve alivio ante la llegada de refuerzos inesperados.

—Supongo que ese era su recibimiento, ¿eh? —comentó, intentando añadir un toque de humor seco a la tensa atmósfera. Bajó su rifle y echó un vistazo al lugar, sus ojos recorriendo los cuerpos de las criaturas desparramados en el suelo.

Shepard, aún con su arma en mano, observaba el área con su característica expresión calculadora. Cruzó los brazos, analizando el caos que los rodeaba.
—Si esto es lo que enfrentan aquí a diario, no me sorprende que estén al límite —respondió con seriedad, sus palabras cargadas de una mezcla de comprensión y advertencia.

Ventralis dejó escapar un suspiro y asintió lentamente, limpiándose la frente con el dorso de la mano.
—Uf...gracias por la ayuda. Fue impresionante, de verdad. Ahora sí que creo que eres un Espectro; tu equipo es... bueno, impresionante se queda corto —Hizo un gesto con la cabeza hacia Wrex y Seis, quienes aún estaban revisando sus armas.

Shepard inclinó ligeramente la cabeza, aceptando el cumplido sin dejarse llevar por la emoción.
—Hacemos lo que tenemos que hacer. ¿Esto pasa seguido?—

Ventralis dejó escapar un amargo bufido.
—Esas cosas hacen un ataque en grupo cada pocas horas. Siempre vienen por el túnel del tranvía. La situación mejoró un poco cuando bloqueamos el ascensor, pero...—se interrumpió, mirando hacia los ductos de ventilación destrozados como si su mirada pudiera perforar el acero—...siguen encontrando la manera de colarse—

Ashley, mientras ajustaba el cargador de su rifle, frunció el ceño profundamente. Sus movimientos eran precisos, pero la incomodidad en su voz era palpable.
—No entiendo por qué siguen viniendo. Cualquier animal, incluso los más agresivos, aprende rápido a no meterse con algo que los mata constantemente. Esto no tiene sentido—

El comentario hizo que Liara, quien había permanecido en un silencio observador hasta entonces, levantara una ceja, intrigada. Como si una pieza clave del rompecabezas hubiera surgido en su mente, su mirada se posó en los cuerpos esparcidos por el suelo. Su andar fue cauteloso mientras se acercaba a las grotescas criaturas, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Esto no es solo comportamiento instintivo...—murmuró para sí misma, pero sus palabras se perdieron cuando Ventralis levantó la voz.

—Si quieren respuestas, van a tener que seguir adelante. Aquí solo encontrarán más preguntas —dijo el capitán, señalando una puerta al fondo.

El equipo dejó atrás a los guardias y siguió avanzando por los corredores de la estación. Las puertas automáticas se abrieron con un suave zumbido, revelando una sala mucho más grande que las anteriores. El espacio, que alguna vez había sido una sala común, ahora estaba improvisado como refugio para los sobrevivientes.

A lo largo del lugar, varias personas estaban dispersas en pequeños grupos. Unas pocas permanecían sentadas en sillas destartaladas, mientras otras descansaban en el suelo, envueltas en mantas o apoyadas contra las paredes. El aire tenía un olor denso, una mezcla de sudor, medicamentos y el inconfundible rastro metálico de heridas tratadas de forma apresurada.

El miedo que normalmente habría reinado en un lugar como este parecía haberse desvanecido, reemplazado por una presencia más pesada: el cansancio y la resignación. Esa atmósfera se sentía casi tangible, como una niebla invisible que envolvía a cada sobreviviente.

Al notar la presencia del equipo, la mayoría de las personas alzaron la vista, sus expresiones divididas entre una chispa de esperanza y una cautela bien arraigada. Pero ninguno se atrevió a acercarse. En su lugar, sus miradas se desviaron rápidamente, y continuaron con lo que sea que estuvieran haciendo: algunos organizaban suministros, otros intentaban dormir, mientras unos pocos intercambiaban palabras en voz baja.

El equipo avanzó con paso firme, manteniendo una postura neutral pero alerta. Shepard, en particular, observaba con atención, registrando cada detalle del lugar. En un intento por obtener información, se acercaron a un grupo de científicos que trabajaban en una mesa improvisada, revisando datos y anotaciones.

—¿Qué pueden decirnos sobre lo que está ocurriendo aquí? —preguntó Shepard, su tono directo pero no agresivo.

Los científicos intercambiaron miradas incómodas. Uno de ellos, un hombre de cabello canoso y hombros encorvados, levantó la vista, pero sus ojos evitaban directamente los de Shepard.
—No mucho...Solo lo que ya debe de haber visto. Esas cosas no deberían existir, y sin embargo, aquí estamos —murmuró antes de volver a su trabajo, claramente no dispuesto a compartir más.

Otro, más joven, ni siquiera respondió. Su rostro estaba pálido, y una tos seca escapó de sus labios mientras se tambaleaba ligeramente. Alguien a su lado lo sostuvo antes de que pudiera caer.

Liara dejó escapar un suspiro profundo, sus ojos fijos en una mujer que abrazaba y besaba a un salariano en posición fetal, sollozando. La ternura de la escena contrastaba con la gravedad del ambiente. A su alrededor, los sobrevivientes eran un retrato de agotamiento: ojos hundidos, movimientos lentos y resignados. Era evidente que la lucha no solo había desgastado sus cuerpos, sino también sus almas.

—Están desesperados...—murmuró la asari, sus palabras teñidas de empatía. Dio un paso hacia Shepard, sus manos cruzadas frente a ella en un gesto reflexivo.
—Si esto no termina pronto, estos sobrevivientes no lo lograrán—

Shepard asintió lentamente, procesando las palabras de Liara mientras recorría la sala con la mirada. Antes de que pudiera responder, Seis, que se mantenía algo apartado del grupo, frunció el ceño. Algo no encajaba para él. Aunque su cuerpo permanecía inmóvil, sus sentidos estaban alerta, como si una presencia invisible estuviera perforándolo con la mirada. Su instinto le decía que había algo fuera de lugar, pero no lograba identificarlo.

Sacándolo de sus pensamientos, Shepard se detuvo frente a una asari con un uniforme de científica amarillo. La mujer estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas en una postura de meditación. Sus ojos estaban cerrados, y sus manos descansaban sobre sus rodillas, pero abrió los párpados al notar la presencia del equipo.

—Hola —saludó Shepard, su tono directo pero no hostil.

La científica levantó la vista, una expresión de leve irritación cruzando su rostro antes de responder:
—¿Qué?—

Su tono era molesto, pero había algo extraño en él. No era agresivo, sino calmado de una manera desconcertante, como si la situación que la rodeaba no le importara en lo más mínimo.

Shepard arqueó una ceja.
—Pareces...bastante tranquila con todo lo que está pasando—

La asari dejó escapar una risa breve y seca, claramente falsa, antes de responder con un tono que rozaba lo sarcástico:
—Esos son los beneficios de la meditación que acabas de interrumpir—

El equipo intercambió miradas, algunos confundidos, otros claramente desconcertados por su actitud. Sin embargo, Shepard decidió no insistir. No parecía valer la pena profundizar en ese momento.

Mientras los demás retomaban sus movimientos, Seis permaneció inmóvil, su mirada fija en la asari que había llamado su atención. Había algo en ella, algo que no cuadraba. Su postura, su actitud... como si llevara una carga invisible que solo él podía intuir. Sus ojos, fríos y analíticos, la estudiaban con la misma precisión con la que evaluaría un objetivo en el campo de batalla.

La científica notó la intensidad de su mirada y no tardó en responder. Sin apartar sus ojos de él, arqueó una ceja con un gesto casi desafiante.

—¿Qué quieres? —preguntó con un tono cortante, inclinándose apenas hacia él, como si quisiera medirlo tanto como él la estaba midiendo a ella.

Seis no respondió de inmediato. La observó unos segundos más, como si buscara confirmar algo. Finalmente, negó lentamente con la cabeza, descartando el pensamiento que lo inquietaba. Sin una palabra, se giró y caminó de regreso junto a Tali.

La quariana había estado observando el intercambio desde la distancia, y cuando Seis se acercó, lo recibió con un leve gesto amistoso: una pequeña inclinación de su casco.

—¿Todo bien? —preguntó ella en un tono bajo, su voz suave transmitiendo tanto curiosidad como preocupación.

Seis asintió, pero permaneció en silencio. Aunque su cuerpo había regresado al grupo, su mente seguía enfocada en la asari. Había algo en ella que no encajaba, y aunque no podía precisar qué era, la sensación se quedó con él como un eco persistente.

Más adelante, Shepard se detuvo nuevamente, esta vez frente a un individuo de la especie Elcor. La enorme criatura de cuatro patas los observó con su característico semblante inmutable, pero su tono de voz añadió matices a sus palabras que los demás captaron al instante.

—Con cautela, saludos, extraños. Con cuidado, me pregunto qué hacen aquí—

Shepard dio un paso adelante, su tono firme pero con un tinte de empatía.
—Vinimos a ayudarlos—

El Elcor inclinó ligeramente su cuerpo, como si procesara la respuesta.
—En secreto, me preocupa el estado de nuestros guardias. Algunos no han dormido en días—

Seis, de pie junto a Tali, giró la cabeza hacia donde el Elcor señalaba. Sus ojos entrenados se fijaron en un turiano que estaba de pie cerca de una pared. Su complexión, normalmente firme, parecía derrumbarse bajo el peso de un cansancio abrumador. Aunque la biología turiana les permitía resistir más que a los humanos, los signos de agotamiento eran inconfundibles: sus manos temblaban ligeramente, y sus ojos escaneaban la sala de forma errática, reflejando una paranoia creciente.

El Elcor continuó, su tono carente de emociones pero cargado de intención.
—Por ahora, con alegría forzada, tengo algunas cosas que vender. Restos de lo que no tomó el capitán Ventralis. Con interés, tal vez les sirvan—

Tras un breve intercambio, el equipo se despidió del Elcor, quien los observó con sus ojos inexpresivos hasta que desaparecieron de su vista. La sensación de que los estaba evaluando permaneció en ellos mientras se reunían frente a la puerta que conducía a la cubierta médica.

Shepard tomó la palabra, su voz firme pero calmada, cargada de autoridad que inspiraba confianza y determinación.

—Escuchen. Viendo el panorama, lo mejor será dividirnos. Necesitamos información y recursos. Yo hablaré con el doctor Cohen; tal vez podamos conseguir algo de medigel—

El equipo asintió sin objeciones. Ashley y Kaidan fueron los primeros en moverse, encaminándose hacia las barracas de los guardias. Sus pasos eran rápidos, sus miradas fijas, con la intención clara de recopilar información útil sobre la situación del refugio. A medida que avanzaban, intercambiaban palabras en voz baja, evaluando los posibles enfoques para ganarse la confianza de los soldados exhaustos.

Wrex, por su parte, se dirigió a una de las mesas cercanas. Su enorme figura cayó pesadamente sobre la silla, que crujió bajo su peso, pero se mantuvo firme. Con un gruñido satisfecho, el krogan sacó su escopeta y comenzó a calibrarla con movimientos precisos, sus garras trabajando con una destreza que desmentía su tamaño. Sus ojos brillaban con una mezcla de aburrimiento y expectación, como si estuviera ansioso por la próxima oportunidad de entrar en combate.

Liara, mientras tanto, caminó con calma hacia un grupo de civiles refugiados. Su porte sereno y sus palabras tranquilizadoras crearon un aura de calma entre los heridos y agotados. Con una sonrisa amable y un toque suave aquí y allá, ayudaba a quienes más lo necesitaban, mientras aprovechaba para escuchar fragmentos de conversación que pudieran ofrecerle pistas sobre lo que realmente estaba sucediendo en el lugar.

Shepard comenzó a descender hacia la cubierta médica, sus botas resonando suavemente en el pasillo metálico. Inicialmente iba sola, pero no tardó en notar la figura familiar de Garrus acercándose a ella, su rifle apoyado de forma relajada sobre su hombro.

—¿Decidiste escoltarme? —preguntó Shepard con un ligero toque de sarcasmo mientras lo miraba de reojo.

Garrus sonrió de lado, ese gesto característico que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.
—Alguien tiene que asegurarse de que no intimides demasiado al doctor Cohen—

Shepard dejó escapar una breve carcajada, sacudiendo ligeramente la cabeza antes de volver a concentrarse en el camino. Aunque la tensión aún era palpable, el breve intercambio aligeró el ambiente entre ambos, recordándoles que aún podían encontrar momentos de camaradería incluso en circunstancias tan sombrías.

Mientras tanto, Seis permanecía frente a la puerta de la cubierta medica, estudiando el lugar con meticulosa atención. Sus movimientos eran deliberados, como si cada paso formara parte de un plan cuidadosamente calculado. Sus ojos, ocultos tras el visor de su casco, escaneaban cada rincón, cada detalle, buscando patrones que otros podrían pasar por alto.

Tali lo seguía de cerca, su figura esbelta moviéndose con agilidad tras él. La quariana lo observaba con interés, percibiendo la forma en que analizaba el entorno. No pudo evitar preguntarse qué era exactamente lo que buscaba.

De repente, Seis se giró, sintiendo una mirada fija en su espalda. Por un instante, sus ojos se cruzaron con los de Tali a través de sus respectivos visores. No hubo necesidad de palabras. Con un leve movimiento de su mano, Seis le indicó que se acercara más.

Tali captó el mensaje al instante y, sin dudar, se posicionó a su lado. Ajustó su paso para igualar el ritmo del Spartan, sus movimientos fluidos y sincronizados como si hubieran entrenado juntos por años. Aunque el silencio entre ellos era constante, la comunicación no verbal era suficiente; sus acciones hablaban más que cualquier diálogo.

Al doblar una esquina, una nueva área se abrió ante ellos. Una zona de seguridad se alzaba imponente, con drones flotando a lo largo del perímetro. Los dispositivos emitían un zumbido bajo mientras sus sensores escaneaban la zona con precisión inquebrantable. Frente a una gran puerta blindada, dos guardias permanecían alerta. Sus posturas rígidas delataban un cansancio acumulado, pero no menos vigilancia.

Uno de los guardias, un humano de ojos hundidos y ojeras visibles incluso tras el cristal de su casco, levantó una mano, deteniéndolos.
—Aléjense, zona restringida —dijo, su tono seco y cortante.

El hombre, probablemente más agotado que hostil, posó una mano en el hombro de Tali al enfatizar su advertencia. Fue un gesto breve, pero suficiente para que la quariana reaccionara con rapidez, quitándose la mano con un movimiento decidido.

—No causen más problemas de los que ya tenemos —agregó el guardia, sus palabras cargadas de frustración.

Mientras hablaba, el otro guardia, un turiano con los nervios a flor de piel, colocó su mano sobre su arma. Aunque no la desenfundó, su tensión era evidente. Sus mandíbulas estaban apretadas y sus ojos escaneaban a Seis como si esperara que el Spartan hiciera un movimiento inesperado.

La pareja, notando que la situación podía escalar rápidamente, optó por no insistir. Con un leve asentimiento, Seis hizo un gesto a Tali para que retrocedieran. Sin decir una palabra, ambos dieron media vuelta, alejándose con pasos medidos.

El sonido de dos suspiros simultáneos llegó a los oídos de Seis, apenas perceptible, como si los guardias hubieran contenido la respiración todo ese tiempo. Pero él no reaccionó; su casco permaneció inmóvil, como si no los hubiera escuchado.

Al girarse, la escena que se desplegó ante ellos capturó su atención de inmediato. En una esquina apenas iluminada del área, un catre mal colocado descansaba entre sombras proyectadas por cajas apiladas al azar. Sobre él, un salariano yacía desplomado, su delgada figura casi parecía perderse en las mantas arrugadas que lo cubrían. Su piel grisácea mostraba un tono enfermizo, apagado, mientras sus ojos, abiertos a medias, se movían con un aire errático, como si estuviera atrapado entre la conciencia y el agotamiento.

Tali fue la primera en moverse, su curiosidad y compasión naturales sobrepasando cualquier cautela. Se acercó con pasos medidos, inclinándose hacia el catre mientras su casco se inclinaba para observar mejor al salariano. Su voz, cálida y suave, rompió el silencio:
—¿Estás bien?—

La respuesta era evidente, pero su tono no buscaba respuestas inmediatas, sino transmitir empatía.

Seis permaneció cerca, su presencia como un muro inquebrantable, vigilando el entorno con ojos atentos. Su postura relajada era engañosa; cada músculo estaba listo para actuar en caso de necesidad. Mientras tanto, los guardias en la distancia apenas les prestaban atención, demasiado ocupados en sus propios problemas.

De repente, el salariano reaccionó. Sus ojos se abrieron de golpe y un temblor sacudió su cuerpo mientras un grito ahogado escapaba de su garganta:
—¡¿A?! ¿Qué...qué? ¡No!—

La reacción fue tan abrupta que Tali dio un pequeño paso atrás, sorprendida, aunque no del todo intimidada. Su instinto natural de ayudar la mantuvo cerca, observando al hombre con cautela mientras este trataba de procesar lo que ocurría.

El salariano parpadeó rápidamente, como si intentara deshacerse de una pesadilla, y se frotó el rostro con ambas manos antes de dejar escapar un suspiro tembloroso.
—Ah...lo siento. No he dormido en días...¿necesitan algo? —dijo, su voz rasposa y entrecortada, mientras se incorporaba lentamente en el catre.

A medida que su mirada se aclaraba, sus ojos se posaron primero en Tali con un atisbo de alivio, pero tan pronto como vio al imponente Spartan detrás de ella, su semblante se endureció de nuevo. Tragó saliva visiblemente, desviando la mirada hacia la quariana como si buscara protección en su presencia.

Tali, notando su incomodidad, se agachó con cuidado hasta quedar en cuclillas, reduciendo la distancia entre ambos y proyectando una actitud más amigable. Su voz adoptó un tono aún más calmado:
—Tranquilo. Mi nombre es Tali, y él es Maverick —dijo, señalando al Spartan que permanecía inmóvil detrás de ella. Una pequeña nota de humor se coló en su voz cuando agregó:

—Puede parecer gruñón, pero es bueno—

El salariano parpadeó, visiblemente desconcertado por la descripción, pero al final asintió, aunque con cierta vacilación.
—Me llamo Palon. Doctor Palon—

Tali sonrió bajo su visor, aunque el gesto no era visible, su tono transmitió un toque de alegría al responder:
—Un gusto conocerte, doctor Palon—

Tras esa breve introducción, Tali cambió ligeramente su postura, acercándose un poco más al catre sin invadir su espacio personal. Su voz, ahora más seria pero aún cargada de amabilidad, mostró un matiz de urgencia mientras volvía a dirigir su atención al agotado salariano:

—Formamos parte del equipo de un Espectro. Hemos venido a ayudar y solucionar lo que está pasando aquí, pero necesitamos entender mejor la situación. ¿Podrías decirnos qué está ocurriendo? ¿Qué sabes?—

Palon levantó la mirada hacia Tali. A pesar de las profundas marcas del insomnio y la tensión que marcaban su rostro, algo en el tono de la quariana pareció calmarlo, aunque solo fuera un poco. Su mirada se desvió hacia Seis, cuya figura imponente aún vigilaba la interacción con una quietud que resultaba casi intimidante. Aclarándose la garganta, el salariano asintió lentamente, como si decidiera que compartir algo de información fuera mejor que mantenerse en silencio.

—Puedo intentar ayudar...pero no puedo decir mucho. Hay acuerdos de confidencialidad...y un riesgo muy real de muerte, incluso si logramos salir vivos de este infierno —Su voz se apagó hacia el final, cargada de un peso que parecía aplastarlo aún más en el catre.

Tali, captando la gravedad de sus palabras, inclinó ligeramente su casco en un gesto de comprensión. Su postura no mostró juicio ni prisa, solo paciencia.
—Está bien, cuéntanos lo que puedas —dijo, su tono suave animándolo a continuar.

Palon suspiró, hundiendo el rostro entre sus manos por un momento antes de hablar de nuevo, esta vez con un tono más bajo, casi un susurro, como si temiera ser escuchado.
—Soy toxicólogo. Aquí se realizaban experimentos que...rozaban lo ético. Pero la paga era buena, demasiado buena como para rechazarla, incluso para alguien como yo—Se detuvo, su mirada perdida, como si reviviera los acontecimientos que estaba a punto de relatar.
—Hubo un accidente. Una brecha. Esas criaturas escaparon e invadieron el laboratorio de seguridad—

—¿Qué son esas cosas? —preguntó Tali, inclinándose ligeramente hacia él.

El salariano titubeó, su mirada oscureciéndose mientras buscaba las palabras adecuadas. Finalmente, respondió con un tono cargado de miedo y resignación.
—Son...una especie encontrada en la frontera. Pero eso no es todo. Intentamos crear un arma biológica para eliminarlas basadas en ellas—Su voz tembló ligeramente, y sus ojos se desviaron hacia la nada, como si recordara algo demasiado horrible para describirlo.

—Lo conseguimos. Pero la compañía veía como un desperdicio que afecte a una especie exótica, así que ampliamos el rango de infección...la toxina se libero y alcanzo a los científicos durante un fallo en el experimento —Se interrumpió, apretando los labios como si temiera haber dicho demasiado —Ya no puedo decir más. Por favor, no insistan— Tali intercambió una mirada con Seis.

Aunque el Spartan no habló, el leve movimiento de su casco indicó que había entendido perfectamente. Ella volvió su atención al hombre, que se había vuelto una maraña de nervios, inclinando ligeramente su casco en señal de agradecimiento.

—Gracias, doctor Palon—

El salariano solo asintió, con la expresión de alguien que lleva una carga demasiado pesada.

Tali se levantó en silencio, su andar reflejando una mezcla de preocupación y resolución. Seis la siguió, sus pasos firmes y metódicos resonando suavemente en el suelo metálico, aunque en contraposición, mostraba mas serenidad ante lo que sucedía, como si no lograran sorprenderlo, al menos no lo suficiente para afectarlo visiblemente.

Al llegar a la mesa donde Wrex estaba sentado, el krogan levantó la vista de su escopeta, que ahora descansaba sobre la mesa. Su mirada era curiosa, pero también teñida de esa paciencia ambigua que lo caracterizaba.
—¿Y? ¿Alguna novedad? —gruñó, su tono áspero pero atento.

Tali dejó escapar un suspiro prolongado mientras se desplomaba en una silla frente a él. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa y dejando que su casco cayera un poco hacia abajo, manteniendo su mente aun en la conversación anterior.

—Nada nuevo...—murmuró, con un tono que contenía tanto frustración como resignación.

Detrás de ella, Seis se mantuvo de pie como una estatua, su figura imponente proyectando una sensación de seguridad silenciosa, como si su mera presencia bastara para proteger al equipo entero.

Antes de que la joven quariana pudiera ahondar en los detalles, Kaidan y Ashley emergieron a lo lejos. Su andar era pesado, y las expresiones en sus rostros lo decían todo: el intento de obtener más información había sido un completo fracaso.

Ashley se dejó caer en una silla cercana con un suspiro exasperado, apoyando un codo en la mesa mientras tamborileaba los dedos con irritación.
—Esos guardias son unas malditas piedras. Ni siquiera quisieron hablar cuando les ofrecí de mi cantimplora, y nos echaron a patadas —Su voz cargada de frustración estaba acompañada por un leve golpeteo en la mesa, como si el gesto pudiera disipar su molestia.

Kaidan, con una sonrisa tenue, giró la cabeza hacia ella, como un espectador de su descarga.
—O son demasiado disciplinados, o el estrés y la falta de sueño ya les frieron cualquier gusto por un buen Whisky T88— Tras su comentario, Ashley lo miro de reojo. Lo que le dio lugar a hablar al biotico:

—Disciplinados, seguro. ¿Pero quién en su sano juicio rechaza un T88?—

Al escucharlo, inicialmente con una expresión que rozaba el fastidio, pronto su ceño se relajó, y una risa corta escapó de sus labios. Reconociendo el intento de Kaidan por aligerar el ánimo, dejó que un destello de humor se infiltrara en su propio tono.

Kaidan se encogió de hombros con aparente despreocupación, aunque el leve brillo en sus ojos delataba que las cosas no eran tan simples como intentaba aparentar.
—Aunque no me guste el alcohol, ni siquiera yo rechazaría un trago del TM en estos momentos —comentó, su tono cargado de una ironía ligera, como si estuviera probando la tensión en el aire.

Ashley, captando el matiz, arqueó una ceja mientras una sonrisa juguetona se asomaba a sus labios. Sin decir palabra, sacó una petaca de su cinturón y la deslizó hacia él con un gesto fluido.
—¿De verdad? Aquí tienes. A ver si el "biotiquísimo" puede apreciar algo bueno de verdad—

Kaidan aceptó la petaca con una sonrisa más amplia, que parecía borrar por un instante las líneas de cansancio en su rostro. Giró el tapón con cuidado, como si estuviera manejando algo más significativo que una simple bebida. Llevó la nariz hacia la abertura y aspiró profundamente, cerrando los ojos mientras dejaba que el aroma rico y familiar lo envolviera. Finalmente, inclinó la petaca para tomar un pequeño trago, dejando que el líquido descendiera con una calidez que era tanto física como emocional.

—Uf...Sí. Nada supera al TM —Las palabras de Kaidan salieron con un suspiro prolongado, cargadas de una nostalgia que parecía suavizar la atmósfera tensa del lugar, aunque solo fuera por un instante.

Ashley, con los brazos cruzados, arqueó una ceja y dejó escapar una sonrisa de satisfacción. La escena frente a ella, simple pero efectiva, la llenaba de una especie de orgullo silencioso mientras observaba cómo Kaidan disfrutaba del whisky. Sin embargo, esa breve tregua no pasó desapercibida para Wrex, quien permanecía sentado al otro lado de la mesa, con su habitual postura imponente y una expresión que mezclaba desdén y diversión.

El krogan dejó caer su escopeta sobre la mesa con un golpe metálico que reverberó por toda la sala, atrayendo la atención de todos los presentes como si un gong hubiese anunciado el inicio de algo importante. Sus ojos, brillando bajo la luz artificial, eran dos orbes de intensidad feroz, cargados con esa mezcla característica de pragmatismo y humor seco que definía su personalidad imponente. Su expresión, aunque intimidante, tenía un aire juguetón que hacía imposible descifrar si sus palabras eran una advertencia seria o una broma cruel.

—Espero que no estén planeando emborracharse antes de que las cosas se pongan feas —gruñó, dejando que su voz rasposa llenara cada rincón del espacio. Era un sonido profundo, grave, que parecía vibrar en el pecho de quienes lo escuchaban, un eco que era difícil ignorar. Su comentario cargaba la dualidad típica de los krogan: una advertencia oculta bajo su broma.

Hizo una pausa intencionada, permitiendo que sus palabras se asentaran como el peso de una roca lanzada en un estanque. Sus ojos pasaron lentamente de un miembro del equipo a otro, un destello de desafío encendiéndose en ellos antes de que su sonrisa torcida mostrara sus colmillos.

—Aunque, pensándolo bien, sería entretenido tener a un par de Pyjak tambaleándose como carnada...—agregó, su tono burlón acentuado por la risa gutural que siguió. Era un sonido áspero, que resonaba como el eco de un trueno lejano, rompiendo la tensión acumulada en la sala.

Fue Tali quien reaccionó primero, dejando escapar una carcajada chispeante que vibró a través del modulador de su casco, iluminándose con un tenue brillo anaranjado que parecía reflejar su alegría. Se llevó una mano al pecho, como si intentara contener el torrente de risa que escapaba de ella, aunque no tuvo éxito.

Incluso Seis, siempre tan controlado y envuelto en un aire de misterio casi inquietante, inclinó levemente la cabeza. Un sonido bajo y gutural salió de su casco, una señal discreta pero inequívoca de que había encontrado algo de humor en las palabras de Wrex, aunque parecía estar dirigido más a las reacciones de sus compañeros que al comentario en sí.

Por otro lado, Ashley y Kaidan reaccionaron de forma completamente distinta. Las palabras de Wrex, aunque teñidas de sarcasmo, llevaban un trasfondo que no podían ignorar. Ashley negó con la cabeza, suspirando mientras una sonrisa ladina se formaba en su rostro al escuchar las carcajadas a su alrededor. Finalmente, dejó escapar una breve risa antes de dirigir un codazo ligero a Kaidan, quien parecía estar librando su propia batalla interna.

Kaidan, aún con una petaca en la mano, bufó mientras trataba de mantener una imagen de seriedad. Sin embargo, el sudor en su frente y el leve movimiento de su mandíbula delataban su lucha por no ceder a las risas que llenaban la sala. Finalmente, tras un breve resoplido, levantó la voz:

—Pues no lo haremos, idiota —dijo, en un tono que mezclaba una reprimenda ligera con una burla implícita, antes de darle un último trago a la petaca y enroscar la tapa. Le pasó el recipiente a Ashley, quien lo guardó en un compartimento de su cinturón mientras se cruzaba de brazos.

—Aunque no te pongas mal, Wrex —agregó Ashley, con un tono burlón que ahora contenía una chispa de confianza—Seguro te ilusionaste pensando que por fin podrías destacar con todos ebrios—

El comentario arrancó otra risa gutural del krogan, quien volvió a centrarse en su escopeta como si fuera un artista contemplando su lienzo. Aunque claro, en este caso, el artista era una mole de pura fuerza bruta, y su "lienzo" era un arma diseñada para la destrucción. La tensión previa había desaparecido, reemplazada por un momento de camaradería teñido de humor oscuro y un entendimiento tácito: estaban listos para lo que viniera, incluso si eso significaba enfrentarlo con una sonrisa torcida.

La diversión, aunque breve, se desvaneció casi al instante cuando Shepard y Garrus emergieron de la cubierta médica. Shepard caminaba con paso firme y decidido, proyectando una autoridad que parecía inherente a cada movimiento. Garrus, a su lado, conservaba su postura relajada, como si nada de lo que sucedía a su alrededor le importara o afectara, sin embargo, el leve espasmo en sus mandíbulas revelaba que se encontraba mas atento de lo que aparentaba.

Ashley fue la primera en reaccionar. Levantó una mano con gesto enérgico para captar su atención.
—Shepard, ¿alguna noticia? —preguntó, su tono claro y directo, aunque un leve rastro de inquietud persistía en sus ojos, traicionando el eco de preocupación que no podía ignorar del todo.

En un rincón más apartado, Liara se encontraba aún con un pequeño grupo de civiles y heridos. Su voz suave y su toque delicado parecían ofrecer un respiro entre la incertidumbre, envolviendo a los presentes con una calma casi palpable, incluso mientras su propia timidez la envolvía como una segunda piel. Aunque su presencia era un bálsamo para quienes la rodeaban, la llegada de Shepard pareció recordarle su lugar en el equipo.

Con delicadeza, inclinó ligeramente la cabeza para despedirse de los civiles que la miraban con gratitud. Luego, enderezó su postura y comenzó a avanzar con pasos medidos, su postura erguida, pero sus ojos fijos en la comandante delataban una mezcla de curiosidad y ansiedad. Se detuvo junto a Maverick, manteniéndose en silencio mientras esperaban las palabras de su comandante.

Shepard, siempre directa, no perdió el tiempo en rodeos.
—Escuchen —dijo, su tono elevado para asegurarse de que todos en la sala la oyeran—el Dr. Cohen no pudo darme el medigel. Así que lo mejor será que sigamos adelante y dejemos este lugar cuanto antes—

Las palabras, dichas con aparente intención de ser escuchadas más allá del grupo inmediato, generaron un breve intercambio de miradas entre los miembros del equipo. Algo en el tono de Shepard sugería que había más detrás de su declaración. No obstante, nadie la cuestionó. Sin palabras, se dispusieron a seguirla, aunque una sombra de duda flotaba en el aire.

Cuando estaban a punto de dirigirse hacia la salida principal, la espectro tomó un giro inesperado, desviándose hacia un pasillo lateral. Un cartel colgaba sobre la entrada, con las palabras:

"Laboratorio de Cuarentena y Alojamiento"

El movimiento abrupto de Shepard dejó claro que su aparente descuido había sido una maniobra deliberada. El equipo, comprendiendo la intención sin necesidad de explicaciones adicionales, la siguió en completo silencio. Cada uno ajustó sus armas y adoptó una postura alerta, anticipando lo inesperado.

El pasillo los llevó a un ascensor al final, cuyas puertas se abrieron con un suave zumbido hidráulico. Una vez dentro, Shepard se giró hacia ellos. Su expresión, aunque más relajada que antes, reflejaba una seriedad que capturó la atención de todos.

—Bien, ahora en serio —comenzó, su voz baja y confidencial— Vamos a buscar una cura para una toxina creada a partir de esas cosas con las que estuvimos peleando. Según Cohen, no hay necesidad de preocuparse, ya que esa cosa se desintegró hace tiempo y no es contagiosa entre personas—

Liara, que había permanecido en silencio hasta ese momento, frunció el ceño, un gesto inusual que traicionaba su típica serenidad. Su tono era firme, casi acusatorio.
—Si ya no es un riesgo, ¿por qué no enviaron a los guardias? He visto afectados por ese virus entre los civiles—

Shepard asintió, mostrando que esperaba esa pregunta.
—Eso es lo que también me parece extraño. Ventralis no quiere enviar a sus hombres, supuestamente por el riesgo, pero hay algo más. Algo no encaja. Por eso preferí no mencionarlo frente a los guardias. No podemos arriesgarnos a que sepan que tenemos información que no deberíamos, especialmente si eso pone en peligro al Dr. Cohen—

El razonamiento de Shepard fue suficiente para calmar las dudas del grupo. Uno a uno, asintieron en silencio, comprendiendo la gravedad de la situación. Con movimientos precisos y sincronizados, desenfundaron sus armas y se prepararon para cualquier eventualidad mientras el ascensor comenzaba su descenso con un zumbido constante y mecánico.

Cuando las puertas finalmente se abrieron, el equipo avanzó por un pasillo iluminado por luces frías que parpadeaban ocasionalmente, creando sombras inquietantes en las paredes metálicas. Una tras otra, una serie de compuertas se interponían en su camino, abriéndose con chasquidos hidráulicos que resonaban en el espacio cerrado. Nadie comentó sobre la aparente redundancia de tantas puertas, sus mentes ya centradas en el objetivo.

Eventualmente, el equipo llegó a un espacio más amplio: el alojamiento de los científicos. Lo primero que captó su atención fue la figura de un volus, inmóvil en el centro de la habitación. Su pequeño cuerpo, encapsulado en un traje presurizado, parecía insignificante en comparación con el entorno estéril y frío. Si no fuera por el tenue brillo de sus ojos detrás del cristal del visor, uno podría haber pensado que estaba completamente perdido en sus pensamientos o atrapado en un estado de shock.

El espacio era funcional y desordenado a la vez. Tanques grandes, de contenido desconocido, ocupaban las esquinas, mientras que a la derecha se alineaban catres improvisados pegados a un ventanal que daba al exterior. La vista era cualquier cosa menos acogedora: capas de roca congelada y hielo, haciendo de manto para la ventisca eterna que se encontraba en el exterior de ellas.

Mientras exploraban el lugar, sus ojos se dirigieron hacia el fondo de la sala, donde un par de científicos discutían. Uno de ellos, visiblemente entusiasta, gesticulaba con energía mientras soltaba una serie de chistes científicos. Su tono ligero contrastaba con la expresión del otro, quien parecía al borde del colapso, frustrado y evidentemente agotado por la actitud jovial de su compañero.

Seis observó la escena en silencio, pero no pudo evitar compararla con las ocasiones en las que Dot, en sus momentos más excéntricos, intentaba distraerlo con comentarios absurdos durante misiones críticas. Mientras tanto, Tali, de pie junto a él, comenzó a temblar ligeramente. Sus hombros se sacudían por la risa contenida, y pequeños chasquidos salían de su casco mientras intentaba no reírse abiertamente. Finalmente, incapaz de contenerse, apago su modulador y se aferró al brazo del Spartan, apoyando su cabeza contra su costado en un gesto que parecía casi infantil. El chiste que había desencadenado la reacción fue claro:

—...Así que el átomo de hidrógeno le dijo al otro átomo de hidrógeno: "¡He perdido mi electrón!"—

—El otro átomo le pregunta: "¿En serio? ¿Estás seguro?"—

—A lo que el primero responde: "¡Positivo!"—

Tali intentaba controlar la risa, mientras su cuerpo se sacudía ligeramente contra la armadura de Seis. Este, sin embargo, permanecía inexpresivo, arqueando una ceja detrás de su visor. Su incomprensión era palpable, y eso solo parecía aumentar la diversión de su compañera.

Dot, que había permanecido callada hace largo rato, apareció de repente en el HUD del Spartan. Su rostro digital mostraba un brillo animado mientras comenzaba a reírse de manera exagerada, su risa artificial resonando con suficiente fuerza como para desconcertar al soldado.

—No entiendo qué es tan gracioso...—murmuró Seis, su tono neutral dejando entrever un leve matiz de desconcierto.

Tali sacudió la cabeza, incapaz de responder, mientras continuaba apoyada en él, intentando recuperar la compostura.

Al mismo tiempo, el resto del equipo avanzó hacia el volus, ignorando por completo la interacción detrás de ellos. El alienígena, quien resultó ser Han Olar, el único científico sobreviviente al ataque de las criaturas en el laboratorio de seguridad, parecía inquieto. Su respiración, siempre pesada por las limitaciones de su traje, era aún más irregular mientras miraba al equipo con ojos cansados y llenos de una mezcla de miedo y agotamiento.

—¿Han venido para averiguar algo sobre esas cosas, no? —preguntó de repente, su voz saliendo áspera y entrecortada a través de los sistemas de su traje. Con un ligero movimiento, giró para encararlos directamente.

Shepard, siempre directa y firme, le asintió con calma, dejando que tomara la iniciativa.
—Así es. Queremos información sobre lo que ocurrió —respondió, su tono dejando claro que no había tiempo para rodeos.

Han Olar dejó escapar un suspiro que resonó dentro de su casco, mientras sus hombros parecían hundirse aún más.
—Ah...Bueno, seguro ya saben que soy el único sobreviviente de seguridad —dijo, como si aquello fuera un peso que cargaba desde hacía mucho.

Shepard inclinó la cabeza ligeramente.
—Sí, el capitán Ventralis me informó. Queremos saber qué son esas criaturas—

Por un instante, el volus pareció distraerse, como si recordara algo que preferiría olvidar. Su mirada se perdió en un punto indefinido antes de responder con un tono vacilante.
—¿Quienes? ¿Los rachni? —preguntó, casi como si la palabra misma le resultara surrealista.

El equipo entero pareció congelarse ante esa revelación. Sus palabras cayeron como un balde de agua fría, rompiendo cualquier rastro de tranquilidad que quedara en la sala. Por un momento, nadie habló, procesando lo que acababan de escuchar.

El principal afectado, aunque mas como si hubiera confirmado una teoría que tenia desde hace rato, fue Wrex. Su reacción fue inmediata y cargada de ese pragmatismo brutal tan característico de los krogan.

—Jhm...ya me parecía que encajaban demasiado bien las descripciones. Aunque esperaba que fueran un mayor reto, considerando cómo lo pintaban en nuestros cuentos —gruñó, cruzándose de brazos con una expresión mezcla de curiosidad y desdén.

En cambio, Liara, quien hasta entonces había mantenido su serenidad, parecía completamente estupefacta. Su rostro reflejaba una incredulidad casi infantil mientras intentaba procesar la información que se conectaba con lo poco que había recopilado de aquellas criaturas.

—Es absurdo. ¿Rachni? ¿¡Es que encontraron un individuo y lo clonaron?! —exclamó, su tono lleno de sorpresa e indignación. Había perdido completamente su compostura habitual, algo que no pasaba desapercibido para nadie.

Mientras tanto, el resto del equipo reaccionaba de maneras más moderadas, oscilando entre la confusión y la indiferencia. Seis y Tali, quienes habían regresado tras la pequeña escena en el pasillo, observaban en silencio.

Maverick, tras haber leído sobre gran parte de los acontecimientos históricos de la galaxia gracias a Dot, simplemente permanecía inmutable. Ya había considerado esta posibilidad, por lo que la confirmación no le resultaba particularmente impactante. Por otro lado, Tali, menos familiarizada con la Guerra Rachni y sus implicaciones, se veía claramente desconcertada. Sus ojos detrás de su visor se movían de un lado a otro, tratando de interpretar las expresiones de sus compañeros mientras intentaba conectar las piezas del rompecabezas. Dot, ahora visiblemente intrigada, comenzó a flotar alrededor de Han Olar. Su rostro digital, curioso como siempre, observaba al volus como si pudiera descifrar sus pensamientos simplemente analizando su comportamiento.

El silencio se hizo presente una vez más, pero esta vez la atmósfera estaba cargada de tensión. La revelación de Han Olar parecía haber destapado un nivel completamente nuevo de incertidumbre entre los presentes.

—No, al menos no completamente —dijo Han, con un tono vacilante mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Su voz resonó en el casco presurizado con un eco metálico— Descubrimos una nave abandonada...y un huevo. Parecía estar ahí, esperando desde las últimas batallas. Lo trajimos...—La frase quedó inconclusa, interrumpida por un cambio repentino en el ambiente.

Desde una esquina de la sala, la pareja de científicos que antes había estado en silencio comenzó a gritar. Sus voces, cargadas de furia y temor, cortaron el aire con violencia.

—¡Cállate, maldita sea, Han! ¿Quieres que nos maten? —gritó el científico humano, sus manos temblaban mientras señalaba al volus con una mezcla de ira y pánico.

El turiano a su lado asintió rápidamente, su mandíbula tensa y sus ojos destilando una indignación palpable.
—¡Estás loco! ¿Por qué sigues hablando? Al menos algunos de nosotros sabemos mantener la boca cerrada...—añadió, su tono frío y molesto, pero con una nota de desesperación apenas contenida.

Ambos dejaron claro que no estaban dispuestos a seguir la conversación. Sin decir más, comenzaron a recoger frenéticamente sus pertenencias de las camas y la mesa cercanas. Sus movimientos eran rápidos y torpes, reflejando la urgencia de su incomodidad. La tensión en la sala se intensificó, mientras los demás observaban en silencio, procesando las implicaciones de lo que acababan de escuchar.

—¿Quién decide aquí quién muere? Idiota, soy el más cuerdo de este basurero —replicó el volus con una furia que igualaba la de los científicos, aunque su tono era diferente. A pesar de la agresividad de sus palabras, algo en su actitud denotaba un cansancio profundo, como si el esfuerzo por expresar su enojo lo hubiera arrastrado de vuelta a una realidad insoportable.

Su cuerpo se tambaleó, y llevó ambas manos a su casco, agarrándose la cabeza mientras murmuraba palabras casi inaudibles, lo suficientemente bajas como para que solo Maverick pudiera escucharlas. El característico sonido del respirador que mantenía a los de su especie con vida se detuvo brevemente.

Shepard, percibiendo el peligro en su estado, se acercó rápidamente y lo tomó de los hombros, intentando estabilizarlo y alentarlo a que respirara el amoníaco necesario para su sistema.
—¡Han, cálmate! Respira. No puedes colapsar aquí —ordenó con firmeza, aunque su voz también llevaba un matiz de preocupación genuina.

El volus levantó la mirada, aunque seguía sumido en su propio mundo.
—Yo la maté...sobreviví por haberla matado...yo cerré la puerta, yo la maté...—murmuró al principio, pero su voz comenzó a elevarse gradualmente, convirtiéndose en un tono cargado de desesperación— La despedazaron, ni siquiera se la comieron...hicieron que viera cómo su cuerpo se desplomaba...esas bestias son infernales...—Sus palabras se convirtieron en un monólogo desgarrador, cada frase más desesperada que la anterior, mientras el equipo lo observaba. Algunos, como Liara, reflejaban horror en sus rostros, mientras que otros, como Ashley, luchaban por disimular la lástima que sentían por él.

El volus continuó divagando, perdido en sus recuerdos, pero Maverick, incapaz de soportar la escena por más tiempo, giró la vista hacia la parte trasera de la sala. Allí estaban los dos científicos de antes, intentando escabullirse hacia la salida. Sin dudarlo, se movió rápidamente, bloqueándoles el camino con su imponente figura.

—Quédense aquí hasta que terminemos. No les haremos nada —ordenó Seis con voz firme, su figura imponente proyectando una sombra intimidante sobre los dos científicos.

Ambos asintieron frenéticamente, sus cuerpos temblando bajo el peso de su presencia. Sin embargo, los ojos de Maverick no se desviaron de los suyos. Detectó una chispa de duda, un vestigio de temor que sugería que aún podrían intentar escapar en cuanto les dieran la espalda.

—...Tienen mi palabra —añadió, su tono más grave, como una losa que sellaba cualquier intento de resistencia.

Las palabras, aunque no eliminaron por completo su miedo, lograron disipar cualquier intención de rebelión. La chispa en sus ojos se desvaneció, dejando solo resignación. Entendiendo que no harían nada, por ahora, Seis se volvió hacia el resto del grupo.

Los científicos regresaron lentamente a su rincón, murmurando entre ellos en voz baja, como si intentaran procesar lo ocurrido. Seis, ignorando sus movimientos, dirigió su atención al resto del equipo, quienes ya habían estabilizado al volus. Han Olar había pedido que lo dejaran solo, y aunque su estado seguía siendo lamentable, no parecía correr peligro inmediato.

Conforme el grupo se reunió frente a la entrada del alojamiento, el ambiente que los envolvía era pesado, cargado de las revelaciones que acababan de recibir. Se miraron unos a otros, compartiendo la intriga que se había apoderado de ellos. Aunque ninguno dijo una palabra al principio, el peso del silencio hablaba por sí mismo.

Finalmente, Garrus rompió el silencio, su tono cansado pero decidido.
—Bien, al menos ya sabemos qué sucedió aquí —Aunque sus palabras eran directas, el turiano no podía ocultar la incomodidad en su voz.

—Sí, terminemos esto de una vez. Quiero volver a la Normandía —Para sorpresa del equipo, Seis habló en voz alta, su tono neutral, pero con una ligera aspereza que reflejaba su incomodidad con la situación. No era habitual que expresara sus pensamientos, y menos aún algo tan personal como su deseo de dejar ese lugar atrás.

La reacción del equipo fue inmediata. Ashley levantó una ceja, pero una sonrisa divertida se dibujó en su rostro antes de darle unas palmadas en el hombro del Spartan.
—Bueno, al menos sabemos que esto ya es demasiado si hasta el grandote la está pasando mal —comentó, su tono juguetón aliviando un poco la tensión.

Tali dejó escapar una risa suave, apenas perceptible bajo su casco, pero su intención era clara, dirigida a Seis. Había algo en ese momento, una mezcla de ternura y satisfacción, como si verlo expresarse de manera tan sencilla, aunque fuera sobre algo trivial, se sintiera como un pequeño logro personal para ella.

La breve interacción hizo maravillas al aliviar la tensión que había estado colgando en el aire. Una sensación de ligereza se extendió por el equipo, permitiendo que recuperaran parte de su ánimo. Shepard, siempre perceptiva, notó el cambio y con una ligera sonrisa tomó nuevamente la delantera, guiándolos hacia el laboratorio.

El equipo avanzó en formación, el eco de sus pasos resonando contra las paredes metálicas mientras se dirigían hacia la puerta del laboratorio, situada al lado izquierdo de la entrada. El ascenso por los pocos escalones que los separaban fue rápido, y pronto se encontraron frente a una entrada custodiada por un guardia del ERCS, un turiano con un rifle de asalto firmemente sujetado en sus manos. Sus ojos se movían de un miembro del equipo al otro, evaluándolos con una mezcla de precaución y desconfianza.

Shepard levantó una mano, indicando al grupo que se detuviera antes de avanzar más. Ella dio un paso al frente, enfrentándose al guardia. Sus miradas se cruzaron, una silenciosa batalla de voluntades en ese breve momento.

—No pueden estar aquí. Zona de cuarentena —dijo finalmente el turiano, su voz firme, aunque su tono dejaba entrever un leve toque de nerviosismo. Removió el agarre de su rifle ligeramente, un gesto que parecía destinado a ser una advertencia sutil. Sin embargo, si esperaba intimidarla, claramente había subestimado al espectro.

Shepard, sin dejarse intimidar, dio un paso adelante, su postura rígida, proyectando autoridad.
—La toxina Thoros-B ya se desintegró. Su cadena de proteínas no es estable, y por lo tanto, ya no representa un riesgo. El Dr. Cohen necesita la cura. Déjanos pasar —Su tono era contundente, como el filo de una navaja. Pero, a pesar de la lógica de sus palabras, el turiano no pareció inmutarse. Era como si estuviera programado para ignorarlas o, quizás, no le interesaba en absoluto.

El guardia soltó un bufido, apretando el rifle en sus manos.
—No voy a repetirlo. Aléjense de aquí o tendré que usar mi arma —La amenaza quedó flotando en el aire, y para enfatizarla, quitó el seguro del rifle, levantándolo levemente en dirección al grupo.

Lo que quizás había parecido una buena idea en la mente del turiano se transformó, en un instante, en un error monumental. La imponente figura de Seis avanzó un paso, emergiendo desde la formación como una sombra viviente de carne y metal. Su presencia era abrumadora, y el visor oscuro de su casco, que devoraba cualquier rastro de luz, parecía un abismo que amenazaba con tragarse al guardia.

El turiano tragó con fuerza, en un acto reflejo, amago a levantar el cañón del arma. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera pensar en disparar, sintió el peso de la mano de Seis envolviendo su rifle. En un instante, el arma se convirtió en un amasijo de metal retorcido, el cañón ahora una amalgama irreconocible que chorreaba su inutilidad.

La voz grave y profunda del Spartan resonó en el silencio, como el rugido de una tormenta distante.
—Te doy diez segundos para quitarte la omniherramienta y moverte...ya perdiste tres—La amenaza era tan directa como el acero, su tono impregnado de una intimidación calculada que golpeó al turiano con fuerza.

Si alguien en ese momento tenía dudas sobre la capacidad del Spartan para cumplir su amenaza, el guardia no era uno de ellos. Su mirada reflejaba una mezcla de miedo puro y resignación. De no ser por los mecanismos de defensa naturales de su especie, probablemente habría experimentado un fenómeno involuntario que los humanos llamaban: "deposición involuntaria"

—Sí... sí, está bien —El guardia levantó las manos lentamente en señal de rendición, su voz temblando mientras retrocedía un paso— De todas formas, odio este trabajo— Con eso, dio un último paso hacia un lado, dejando libre la entrada al laboratorio mientras se retiraba su omniherramienta, tirando el núcleo del aparato al suelo y aplastandolo ante la atenta mirada del Spartan.

Seis permaneció quieto por un momento, su figura imponente grabada en la memoria del pobre guardia, antes de finalmente apartar la vista y avanzar junto al resto del equipo, dejando al turiano respirar aliviado, aunque tembloroso.

—Yo podía encargarme, ¿sabes? —dijo Shepard, girándose para mirarlo con los brazos cruzados. Su tono era una mezcla de reproche y diversión, como si realmente no supiera si molestarse o reírse.

Seis, deteniéndose y girando su casco hacia ella, la observó en silencio por unos segundos antes de responder, su tono tan neutral como siempre.
—Lo sé, pero quería hacerlo rápido—

La simplicidad de su respuesta hizo que Shepard soltara un bufido, medio en broma, medio resignada.
—Claro, Noble, claro—

El grupo dejó la breve discusión a un lado y continuó adentrándose en la sala del laboratorio. A pesar de su pequeño tamaño, el lugar estaba desordenado, con cajas esparcidas por todos lados, lo que obligaba al equipo a rodearlas con cuidado para moverse. A la derecha, se encontraban cuatro pequeñas habitaciones que parecían cumplir una doble función como almacenes y dormitorios improvisados, aunque nada en ellas llamó particularmente su atención.

En el extremo opuesto de la sala, una mesa de trabajo capturó la atención del equipo. Estaba cubierta con herramientas, frascos y documentos desordenados, pero lo que más llamó la atención de Liara y Tali fue una computadora situada al centro, su pantalla mostrando una serie de archivos científicos. Ambas se acercaron rápidamente para analizarla.

Mientras Liara se inclinaba sobre la pantalla, Tali trabajaba en desbloquear algunos de los archivos restringidos con su omniherramienta. El contenido era denso y técnico, gran parte de él difícil de interpretar incluso para ellas, pero lograron identificar algo importante: la composición química de la cura que buscaban. Junto a la computadora, un equipo de sintetización estaba listo para ser utilizado, con los componentes químicos necesarios organizados cuidadosamente a un lado.

El resto del grupo, tras inspeccionar sin éxito otras partes del laboratorio en busca de algo relevante, se reunió cerca de las dos mujeres. Shepard, con las manos en la cintura, observaba con expectación mientras esperaban el informe.

—Bueno, el equipo debería hacer todo por sí solo. No parece algo complicado —comentó Liara, mirando a Shepard mientras Tali ajustaba los últimos parámetros en el sintetizador.

Shepard asintió, su actitud práctica prevaleciendo.
—Perfecto. Se los dejo a ustedes, saben más que yo sobre esto —Su tono pragmático no dejó lugar a dudas de que confiaba plenamente en sus habilidades, aunque era evidente que prefería mantenerse al margen en asuntos científicos.

Con la aprobación de Shepard, Tali y Liara comenzaron el proceso sin demora. La pantalla holográfica del sintetizador se activó con un tenue brillo anaranjado, proyectando una interfaz simple pero funcional. Tali, con movimientos precisos, comenzó a ordenar los comandos necesarios para iniciar la síntesis. Para su sorpresa, el sistema estaba increíblemente bien calibrado, como si alguien lo hubiera configurado a la perfección pero se hubiera detenido en el último momento antes de completar el trabajo.

—Esto es...casi demasiado fácil —murmuró Tali, aunque su tono tenía más de admiración que de sospecha.

Liara asintió, inclinándose hacia la pantalla para verificar los datos que aparecían.
—Es extraño, pero parece que quien trabajó aquí dejó todo preparado para este paso final.

Unos minutos después, una luz verde comenzó a parpadear en el aparato, acompañada de un suave zumbido. Un vapor delgado se liberó del sintetizador mientras su interior se abría lentamente. Una mano mecánica extendió un pequeño frasco sellado, su contenido brillando tenuemente bajo la luz del laboratorio.

Tali lo tomó con cuidado, observándolo detenidamente mientras Liara se acercaba para compartir su entusiasmo. Ambas sonrieron, un alivio palpable reflejado en sus posturas.

—Al menos según lo que vimos en las notas, esto debería contrarrestar la toxina —dijo Tali, su tono esperanzado. Con cuidado, extendió el frasco hacia Shepard.

—Genial, ya podem...—Antes de que pudiera terminar, un chasquido hidráulico resonó detrás de ellos. La puerta del laboratorio se abrió de golpe, y el equipo entero giró en sincronía.

Esperaban ver al guardia turiano o tal vez a algún miembro del refugio, pero lo que encontraron fue mucho peor: una tropa de geth liderada por la supuesta científica asari que habían visto antes junto a los civiles. Junto a ella, una segunda asari emergió del pasillo. Su porte y la armadura que llevaba eran inconfundibles: una comando asari.

El instinto de Seis se activó como una alarma ensordecedora. Su mano fue la primera en moverse, alzando su magnum con la precisión de un cazador que no dudaba en disparar. Ahora entendía por qué había sentido aquella incomodidad persistente antes; sus sospechas habían sido correctas desde el principio.

—Su viaje acaba aquí...—declaró la falsa científica, su tono tan gélido como la atmósfera que los rodeaba.

—Ya me parecía que eras muy rara —respondió Tali, con sarcasmo afilado mientras activaba su omniherramienta y desenfundaba su escopeta. Aunque su tono parecía burlón, sus movimientos eran rápidos y precisos, mostrando que estaba lista para la pelea.

Seis, por su parte, desenvainó su kukri con un suave y amenazante sonido metálico, enfocando toda la atención del grupo enemigo en él. Su figura parecía ensancharse bajo la luz tenue del laboratorio, irradiando una presencia intimidante.

—¿Qué hiciste con el guardia? —preguntó, su voz cargada de tensión. Aunque había intimidado al pobre turiano, no tenía intención de dañarlo. La idea de que hubieran asesinado a alguien que simplemente intentaba mantenerse fuera del conflicto hizo hervir su sangre.

La asari sonrió, su expresión mezclando inocencia fingida y crueldad —Se metió en mi camino, así que me encargué de él. Fue muy sencillo: desarmado, balbuceando. Una bala en la sien terminó el trabajo —Mientras hablaba, levantó la mano, formando un gesto de pistola con los dedos y simulando disparar hacia Seis, añadiendo una sonrisa burlona que solo alimentó la furia del Spartan.

—Me encargaron acabar con Maverick Noble y Jane Shepard, en ese orden. Así que no podía desperdiciar esta oportunidad. Adiós, espectro. Adiós, teniente —Sus palabras finales fueron la chispa que encendió la batalla.

Antes de que el equipo pudiera reaccionar, ambas asari desencadenaron una serie de ataques bióticos. Campos de energía oscura se formaron en sus manos, lanzando proyectiles gravitatorios directamente hacia Seis con una precisión y potencia que buscaban abrumarlo. El Spartan apenas tuvo tiempo de reaccionar, rodando a un lado para evitar el impacto mientras levantaba su magnum y disparaba en respuesta. El laboratorio se transformó en un caos de luces destellantes, explosiones ensordecedoras y gritos de órdenes entre los miembros del equipo.

Aunque Seis contaba con una puntería impecable, algo andaba mal. Sus disparos, usualmente precisos y letales, no alcanzaban sus objetivos con la exactitud habitual, desviándose ligeramente y golpeando en direcciones inesperadas. Este desliz lo desconcertó brevemente, pero no tuvo tiempo de analizarlo. Las dos comandos asari aprovecharon su confusión para embestirlo con una fuerza implacable. El impacto lo lanzó hacia atrás, destrozando la mesa que tenía detrás en una explosión de escombros, polvo y químicos que envolvieron el laboratorio en un caos aún mayor.

El equipo reaccionó de inmediato, sus instintos entrenados entrando en acción. Shepard y Tali se lanzaron hacia las coberturas más cercanas, sus armas rugiendo mientras devolvían el fuego de los geth. Garrus, desde un costado, eliminaba a los enemigos más alejados con su característico disparo preciso, mientras Wrex, en su elemento, se abalanzó directamente hacia el mayor grupo de geth. Su presencia era una distracción imparable: cada golpe suyo destrozaba enemigos con brutalidad.

Liara, con el rostro tenso por el esfuerzo, enfocaba toda su energía en mantener las barreras de Wrex intactas. Los disparos enemigos eran constantes, y cada uno de ellos amenazaba con atravesar la defensa del krogan. La joven asari apenas tenía tiempo para respirar mientras desviaba y contenía el daño que recibía su compañero.

Ashley y Kaidan intentaron intervenir, disparando contra las asari en un intento por ayudar a Seis. Sin embargo, sus esfuerzos fueron inútiles. Las comandos, justo después de arrinconar al Spartan, habían levantado una barrera biótica impenetrable, un domo de energía oscura que no solo bloqueaba los proyectiles, sino que también aislaba el combate, estableciendo un duelo personal. Era evidente que buscaban acabar con él sin interrupciones, como si fuera una cuestión de honor o lo estuvieran cazando.

Mientras tanto, los geth, aunque reforzados y más resistentes de lo esperado, eran menos peligrosos en comparación con las asari. Sus estructuras parecían mejoradas, capaces de soportar algunos de los golpes del krogan y disparos de potencia media sin caer fácilmente. Pero ni su número ni sus capacidades mejoradas podían igualar el desafío que representaban las dos comandos, quienes concentraban toda su atención en Seis con precisión y sincronización casi perfectas.

El Spartan, normalmente el más fuerte y resistente del equipo, estaba siendo superado. Las asari atacaban con una coordinación impecable, utilizando sus habilidades bióticas para desestabilizarlo y mantenerlo constantemente en desventaja. Sus explosiones bióticas perforaban los escudos de Seis con facilidad, forzándolo a depender únicamente de la durabilidad de su armadura. Pero incluso su resistencia estaba puesta a su límite. Cada impacto lo desequilibraba, drenando su energía y empujándolo al borde del colapso.

La presión era constante y abrumadora. Dot, alarmada por lo que veía, apareció repentinamente en el HUD, su tono cargado de urgencia.
—¡Seis! Estás bajo una alteración molecular, es la burbuja que crearon, es un campo de efecto masivo. Estoy intentando usar el Eexo del Nexus-Z para contrarrestarlo. Tus barreras están siendo desestabilizadas y tus capacidades físicas están reducidas —Su voz desapareció tan rápido como había llegado, dejando al Spartan un instante de incertidumbre que le costaría caro.

Ese breve momento de distracción fue suficiente para que una de las asari tomara ventaja. Con un movimiento veloz, se lanzó hacia Seis y descargó un golpe con la empuñadura de su arma contra su casco. El impacto fue ensordecedor, como el eco de un trueno en una tormenta, y lo lanzó al suelo de rodillas. Su visión se nubló, y el mundo pareció girar a su alrededor. Seis trató de recuperar el control, pero cada fibra de su cuerpo estaba luchando contra la presión aplastante de los ataques bióticos.

Mientras tanto, el caos reinaba a su alrededor. El equipo luchaba por mantener el equilibrio en la batalla. Shepard lideraba los disparos, mientras Garrus eliminaba a los enemigos con precisión quirúrgica desde una distancia segura. Wrex seguía arremetiendo contra los geth, su furia krogan manteniéndolos ocupados, mientras Liara, con una concentración casi desesperada, protegía al krogan con sus barreras. Cada miembro del equipo estaba en su límite, dando todo de si por la victoria que se veia cercana, al menos, con los geth.

—¡Maverick! —gritó Tali, su voz cargada de angustia al ver al Spartan encorvado, luchando por levantarse. La preocupación que sentía se transformó rápidamente en una furia ardiente. Levantó su omniherramienta y comenzó a teclear frenéticamente, sus dedos moviéndose con una precisión increíble. Terminando su programación, apuntó directamente hacia las asari.

Una descarga atravesó los cuerpos de las comandos, haciéndolas temblar violentamente. Sus movimientos se volvieron erráticos, y sus rostros reflejaron una confusión palpable mientras miraban sus cuerpos, buscando algún daño visible. Para su sorpresa, no había ninguna herida física, pero el impacto era evidente: Tali había logrado colapsar sus barreras bióticas simultáneamente, un movimiento magistral que las dejó expuestas y desorientadas al aprovechar la carga eléctrica que generan los campos de masa, sobrecargando sus amplificadores.

A pesar del caos, Seis, todavía recuperándose del aturdimiento, respiró hondo. Su visión comenzó a aclararse, y su mirada se enfocó nuevamente en las dos asari frente a él, quienes intentaban estabilizar sus capacidades bioticas. La frialdad y precisión que caracterizaban sus acciones regresaron con fuerza. Aprovechando la brecha creada por Tali, el Spartan se levantó con determinación, listo para terminar la pelea.

Con una velocidad y fuerza que parecían salidas de la nada, era imposible de detener. Seis se abalanzó sobre las comandos. Esta vez, cada movimiento era una combinación perfecta de brutalidad y cálculo. La falsa científica, al intentar retroceder, tropezó con el desastre del laboratorio detrás de ella, dejando una apertura en su defensa. El kukri del Spartan se movió como una extensión de su propio cuerpo, y la empuñadura impactó directamente contra su estómago. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para arrancarle el aire, haciéndola tambalearse hacia atrás con los ojos abiertos de par en par.

Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Seis lanzó una patada devastadora que la envió volando por la sala. Su cuerpo atravesó y desestabilizó la burbuja de energía oscura que ella y su compañera habían creado. El campo de energía oscura se desmoronó con un destello, y la asari rodó por el suelo hasta detenerse a los pies de Garrus.

El turiano observó el cuerpo jadeante y retorciéndose a sus pies. Una sonrisa sarcástica cruzó su rostro mientras levantaba su rifle de precisión con calma.
—Bueno, gracias por traerla hasta aquí —murmuró, antes de apretar el gatillo. El disparo fue certero, y el cuerpo de la asari quedó inerte. Sin perder tiempo, Garrus volvió su atención a los geth restantes.

La segunda comando, dándose cuenta de que su ventaja se había evaporado y que el combate estaba completamente en su contra, tomó una decisión desesperada. Levantando ambos brazos, liberó un torrente masivo de energía oscura que amenazaba con arrasar con todo el equipo a la vez de freirla por dentro, sus implantes sobrecargándose. Sin embargo, subestimó la preparación del grupo. Liara, aun con sus fuerzas mermadas, reaccionó al instante. Dejando de apoyar a Wrex, levantando un campo de masa que contenía el devastador ataque biótico. Shepard, sin perder un segundo, reforzó la barrera, estabilizándola con sus propios impulsos bióticos. El esfuerzo conjunto logro detenerlo, pero no neutralizarlo.

Ese instante fue todo lo que Seis necesitaba. Sus sentidos se agudizaron, y su cuerpo se movió con precisión letal. Levantó su magnum, apuntando con una frialdad inhumana. La bala cortó el aire y atravesó el cráneo de la comando asari. Su cuerpo cayó al suelo con un golpe seco, dejando el laboratorio en un silencio sepulcral.

Solo los jadeos del equipo y el zumbido residual de las armas aún calientes rompían la quietud. El Spartan, sintiendo el peso de la batalla sobre sus hombros, dejó escapar un largo suspiro y se dejó caer sobre un contenedor cercano. Su respiración era pesada, y dentro de su casco podía sentir las gotas de sudor acumulándose antes de ser absorbidas por la armadura. Desde que había llegado a esta nueva realidad, no había enfrentado un peligro de esa magnitud. Por un momento, se sintió desconectado de los aumentos que siempre habían sido parte de él, como si la fuerza que lo definía se hubiera desvanecido brevemente.

Lentamente, la energía comenzó a regresar a su cuerpo, y una calma inusual lo envolvió como una manta tras la tormenta. Seis levantó la vista, dejando que sus ojos recorrieran la escena a su alrededor: los restos dispersos de los geth, piezas mecánicas que chisporroteaban con las últimas descargas de energía; las paredes y el mobiliario marcados con cicatrices de disparos y explosiones bióticas; y los cuerpos inertes de las comandos asari, ahora sombras de la amenaza que habían representado.

Tali, quien había observado el combate con preocupación creciente, se acercó con pasos medidos, su figura delgada envuelta en el característico traje hermético de su especie. Al notar su presencia, Seis ajustó su postura, moviéndose ligeramente para dejarle espacio junto a él.

—¿Estás bien? Nunca te había visto así —preguntó con un tono más suave de lo habitual mientras tomaba asiento a su lado. Aunque su rostro permanecía oculto tras el visor, había algo en su lenguaje corporal que transmitía una mezcla de genuina preocupación y curiosidad.

Seis tardó un momento en responder. Su respiración aún era pesada, y sus hombros subían y bajaban con el ritmo pausado de alguien que acaba de soportar el peso de una batalla. Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo antes de hablar.
—Sí...—comenzó, su voz grave pero cargada de honestidad— Nunca había enfrentado a alguien con esas capacidades bióticas. Sentí cómo perdía mis fuerzas con cada segundo—

Tali asintió lentamente, sus dedos entrelazándose frente a ella mientras procesaba sus palabras.
—Parecían diferentes. Como si...—hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— Como si se hubieran entrenado para combatirte a ti —

Seis giró ligeramente la cabeza hacia ella, aunque no dijo nada. Sin embargo, aun si quería responderle, quien tomo la palabra fue Liara — Eso seria una buena explicación, jamás vi que una comando creara un campo de masa tan grande específicamente hecho para eliminar un objetivo— Dijo, mirando los cuerpos de las asari en el suelo, con semblante decaído. Suspirando cansada, sonrió con suavidad al mirar a la pareja nuevamente — Es una lastima que acabara así— Agrego, concluyendo la corta charla. Se alejo de ambos para poder dar asistencia medica a los demás.

Seis, en cambio, dejó que su mirada volviera al estado del laboratorio. Era un caos absoluto. Los restos de los geth se mezclaban con piezas de equipo destrozado, y las marcas de energía biótica y disparos cubrían cada superficie visible. El aire olía a ozono y metal quemado, un testigo invisible de la intensidad del enfrentamiento.

A lo lejos, el resto del equipo también se estaba recuperando. Wrex, como era de esperar, había soportado el mayor daño, incluso con el apoyo de Liara. Su armadura roja estaba marcada por múltiples impactos y quemaduras, pero el krogan, más que herido, parecía profundamente irritado.
—Malditos torshk de chatarra...—gruñó entre dientes mientras revisaba una de sus placas de armadura, arrancándola con un movimiento brusco, completamente destrozada.

Liara, por otro lado, estaba exhausta pero serena. Tras asistir al krogan, aun con la negativa del viejo mercenario, revisaba cuidadosamente su omniherramienta, probablemente evaluando la estabilidad de sus implantes después de contener ese ultimo devastador ataque. Cerca de ella, Ashley ayudaba a Kaidan a aplicar medigel en una herida superficial de su brazo.
—Te dije que te movieras más rápido, Alenko —bromeó Ashley, tratando de aliviar la tensión. El biotico simplemente sonrió débilmente mientras terminaba de aplicarse el gel curativo.

Afortunadamente, el laboratorio estaba bien equipado con botiquines médicos, lo que permitió al equipo atenderse con rapidez. En cuestión de minutos, las heridas más graves habían sido tratadas, y ya estaban nuevamente en condiciones de moverse.

Shepard, con una expresión de determinación renovada, dio un paso al frente. Como siempre, su presencia tenía un efecto magnético sobre el grupo, un recordatorio constante de la razón por la que estaban allí.
—Bien, ¿todos listos? —preguntó, recorriendo con la mirada a cada uno de ellos.

Un murmullo de asentimiento recorrió al equipo. Seis se puso de pie, ajustando las placas de su armadura. Sus movimientos eran firmes pero algo pesados, el cansancio aún presente, aunque lo mantenía a raya. Con un último vistazo al campo de batalla que dejaban atrás, el Spartan asintió.
—Hora de movernos—

El grupo comenzó a avanzar, el eco de sus pasos resonando por el destrozado laboratorio. Cada miembro mantenía su arma lista, sus sentidos alertas ante la posibilidad de un nuevo ataque. Atravesaron el umbral de la entrada, saliendo al pasillo, donde los rastros de su reciente enfrentamiento aún parecían colgar en el aire.

A un costado, el cuerpo del guardia turiano que había custodiado la puerta permanecía desplomado contra la pared. Sus rodillas dobladas y la cabeza ladeada revelaban la gravedad de su estado, mientras una herida visible en su cráneo contaba su trágica historia.

—Lo asesinó sin más...—susurró Tali, su voz cargada de pesar. Su comentario no iba dirigido a nadie en particular, más bien parecía una reflexión silenciosa mientras su mirada permanecía fija en el cuerpo del guardia. No había nada más que pudieran hacer por él.

Sin otra opción, continuaron avanzando hasta llegar al centro del alojamiento. Allí, los científicos estaban agrupados en una esquina, sus rostros pálidos y sus cuerpos temblando de terror. Parecían incapaces de moverse, con la desesperación escrita en cada gesto. Han Olar, por su parte, estaba de pie en el centro de la sala, con los ojos fijos en un punto indeterminado, como si estuviera atrapado en sus pensamientos.

Al acercarse el grupo, el volus pareció despertar de su trance. Giró la cabeza hacia Shepard y señaló con un gesto abrupto hacia una esquina del lugar, donde una puerta bloqueada llevaba un cartel que decía:

"Mantenimiento"

—Vinieron de ahí —dijo de repente, su voz pesada por la modulación de su traje.

Shepard inclinó ligeramente la cabeza, evaluando sus palabras.
—¿Te refieres a los inorgánicos que la asari traía consigo? —preguntó, con un tono firme pero curioso.

—Benezia los trajo...—reiteró Han Olar, su voz teñida de una indiferencia y serenidad escalofriante que resonaba incluso a través de la modulación de su traje— Si quieren entrar ahí, necesitarán el acceso de un líder de equipo, como el Dr. Cohen—

Shepard asintió en silencio, agradeciendo la información con un leve movimiento de cabeza. Sus ojos se entrecerraron, procesando rápidamente lo que acababan de escuchar. Con una breve señal, indicó a su equipo que era momento de moverse.

El grupo dejó atrás la sala de alojamiento. Sus pasos resonaron en los pasillos metálicos, un eco solitario que parecía seguirlos como un recordatorio constante del peligro que los acechaba. Los científicos y el volus quedaron atrás, sus figuras encorvadas y sus rostros asustados desdibujándose a medida que el equipo avanzaba hacia el ascensor. El silencio reinó durante unos instantes, roto solo por el zumbido mecánico de las luces sobre sus cabezas.

Cuando Shepard presionó el panel del ascensor para llamar la cabina, un suspiro colectivo escapó de varios miembros del equipo, como si finalmente soltaran la tensión que había estado acumulándose en sus cuerpos.

—Y aún falta más...—murmuró Ashley, masajeándose la frente con gesto cansado.

Sin necesidad de palabras, el grupo pareció alcanzar un acuerdo tácito de mantener el silencio. Cada uno perdido en sus pensamientos, reflexionando sobre la misión y lo que aún les esperaba. El ascensor se movio con un zumbido constante, hasta detenerse con un leve chirrido metálico. Las puertas se abrieron, y continuaron su camino a través del largo pasillo, sus pasos firmes aunque pesados por el cansancio.

De vuelta en el refugio improvisado de los científicos, todo parecía estar exactamente como lo habían dejado. Los mismos rostros preocupados, las mismas posturas encorvadas, con una excepción: el espacio vacío donde antes había estado la asari destacaba como una sombra de lo que había ocurrido allí. Nadie hizo comentarios al respecto, y el grupo simplemente pasó de largo, evitando el tema.

Finalmente, entraron en la cubierta médica. El ambiente era lamentable; los quejidos y murmullos eran lo único que se lograban escuchar. El Dr. Cohen estaba inclinado sobre un conjunto de dispositivos médicos, su rostro concentrado mientras trataba de estabilizar a los infectados por la toxina. Al escuchar los pasos detrás de él, se giró. Su expresión, inicialmente sombría y resignada, se transformó en una mezcla de alivio y esperanza al notar el frasco que colgaba del cinturón de Shepard.

—¿Lo lograron? —preguntó Cohen, su voz temblorosa, cargada de una emoción contenida. Sus ojos, aunque marcados por el cansancio, brillaban con una mezcla de esperanza e incredulidad, como si no supiera si atreverse a creer lo que estaba viendo.

Shepard asintió con determinación, desabrochando el frasco de su cinturón y levantándolo para que Cohen lo viera claramente.
—Aquí está. Es la cura—

El doctor dio un paso adelante, sus manos moviéndose instintivamente hacia el frasco, aunque se detuvo a medio camino, como si necesitara confirmar que lo que veía era real.
—¿De verdad lo consiguieron? ¿Esto...esto es en serio? —preguntó, su tono oscilando entre la ilusión y el escepticismo—

—Sí —confirmó Shepard con firmeza, pero su tono se endureció ligeramente al agregar:

—Sin embargo, debes saber que nos emboscaron. Una científica asari que se encontraba en el comedor junto con geths y una comando—

El rostro de Cohen cambió drásticamente, la incredulidad dio paso al asombro, y luego al horror. Sus ojos se ensancharon mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Cómo? ¿Alestia? Dios mío...—balbuceó, su tono cargado de confusión y culpa— Lo siento mucho. Nunca pensé que ella...— Hizo una pausa, llevándose una mano a la frente— Fue ingresada hace algunas semanas. Un accionista movió algunos hilos para que formara parte de los equipos—

—Déjame adivinar...—intervino Tali, cruzando los brazos y ladeando ligeramente la cabeza— Ese "accionista" era Saren, el espectro, ¿verdad?—

Cohen suspiró, claramente incómodo.
—Sí, creo que ese era su nombre. No presto atención a esos temas burocráticos o empresariales. Solo... hago mi trabajo—

El laboratorio quedó en silencio por un momento mientras Cohen parecía sumido en sus pensamientos. Sus ojos recorrían el espacio vacío, como si buscara las palabras adecuadas para expresar lo que tenía en mente. Finalmente, levantó la mirada hacia el grupo, y su expresión, mezcla de preocupación y seriedad, llamó de inmediato la atención de todos.

—Escuchen —dijo con un tono grave que hizo eco en la sala— desde que ustedes llegaron, los guardias han estado extremadamente nerviosos. Incluso Ventralis me pidió que doblara los estimulantes para su personal después de que se marcharon—

Shepard intercambió una mirada rápida con Garrus, cuyos ojos se entrecerraron en señal de análisis. Cohen notó la reacción y continuó hablando, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si intentara enfatizar la importancia de sus palabras.

—En la parte trasera de las instalaciones hay más laboratorios, pero están restringidos incluso para mí. No tengo idea de lo que están haciendo allí, pero no creo que sea por seguridad—

El comentario hizo que Seis y Tali se miraran de reojo. Sin decir nada, ambos recordaron la sala llena de drones y escáneres que habían encontrado antes, un lugar que ya les había parecido sospechoso. Shepard, frunciendo el ceño, procesó la información con rapidez y se cruzó de brazos.

—¿Y qué hay de la zona de mantenimiento? —preguntó, su tono indicando que ya estaba formando un plan.

Cohen pareció recordar algo, sus ojos brillando brevemente antes de asentir.
—Oh, claro. Aquí —sacó una tarjeta de acceso de uno de los bolsillos de su bata y se la extendió a Shepard— Esto les permitirá entrar, aunque les advierto que esa área está prácticamente bloqueada por nieve y escombros—

Shepard tomó la tarjeta con un gesto fluido y, sin perder tiempo, entregó el frasco de la cura al doctor. Cohen lo sostuvo con sumo cuidado, como si fuera un objeto sagrado.

—La cura...—murmuró, girando el frasco entre sus manos mientras lo examinaba con atención— Mm...¿Una ampliación de Phelp? Pensé que iba en buen camino...—Dejó la frase en el aire, sacudiendo ligeramente la cabeza, antes de guardar el frasco con delicadeza. Su mirada volvió al equipo, y esta vez su voz sonó más firme, con un agradecimiento genuino que llenó la sala.

—Han salvado muchas vidas. No tengo palabras para agradecerles lo suficiente—

Shepard inclinó ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento. Su tono, sin embargo, fue directo y práctico al responder:
—Bueno, considerando los peligros que enfrentaremos, nos vendría bien más medigel. Hemos agotado nuestras reservas en los laboratorios—

El doctor asintió rápidamente, girándose hacia uno de los gabinetes cercanos.
—Por supuesto. Denme un momento...— respondió rápidamente, mientras sus manos comenzaron a buscar entre los compartimientos mientras murmuraba para sí mismo. Finalmente, colocó varias unidades de medigel sobre una mesa cercana. Los distintos botes fueron rápidamente tomados por los miembros del equipo, distribuyéndolos entre sus omniherramientas. Antes de que terminaran, agregó, con un tono más bajo:

—Pero les pido algo: Yo no tuve nada que ver con esto. Le prometí a Ventralis esta reserva para sus hombres —dijo Cohen con un tono serio, mirando a Shepard directamente.

Shepard asintió con comprensión, su gesto transmitiendo tanto acuerdo como respeto por la situación del doctor. Con las palabras dichas y las reservas de medigel distribuidas entre el equipo, el grupo se giró para abandonar el laboratorio. Cohen los observó mientras salían, su mirada perdida en pensamientos más oscuros, antes de volver a centrarse en los infectados. Suministró cuidadosamente las dosis de la cura, sus manos trabajando con precisión mientras su mente seguía procesando lo que acababa de suceder.

El equipo salió del comedor con un paso apresurado, manteniéndose alerta. Los guardias en el área los observaban con atención, sus miradas fijas y penetrantes, como si intentaran desentrañar cada intención del grupo. Shepard lideraba la marcha, ignorando deliberadamente la vigilancia mientras avanzaban hacia la puerta que conducía al alojamiento.

Tras cruzarla, Tali, que caminaba unos pasos detrás, activó su omniherramienta sin necesidad de indicaciones, cerrando y bloqueando la puerta detrás de ellos. La quariana no dijo nada, pero el gesto fue entendido por todos: era mejor no dejar cabos sueltos.

Cuando finalmente alcanzaron el ascensor, el ambiente dentro de la cabina era pesado, cargado de anticipación. Sin necesidad de palabras, cada uno inspeccionó sus armas, asegurándose de que estuvieran listas para lo que venía. El sonido de armas desenfundándose y seguros quitados llenaba el espacio cerrado. Nadie se miraba entre sí, pero no hacía falta; el entendimiento era mutuo, un lazo silencioso de confianza y determinación compartida.

Sin embargo, mientras los demás se preparaban para lo inevitable, había una figura que permanecía en silencio, perdida en sus pensamientos. Liara, con la mirada fija en el suelo, parecía atrapada en una lucha interna. Sus manos, normalmente firmes, temblaban levemente mientras ajustaba su omniherramienta. El peso de lo que estaba por enfrentar era evidente en sus ojos. La posibilidad de tener que enfrentar y, tal vez, matar a su propia madre, Benezia, se sentía como un abismo oscuro que crecía frente a ella.

La joven asari dejó escapar un suspiro tembloroso, sus labios curvándose ligeramente hacia abajo en un gesto de tensión reprimida. Durante unos segundos, reunió fuerzas, tratando de encontrar un equilibrio entre su lealtad al equipo y los lazos que la unían a su madre.

Justo cuando el ascensor llegó a su destino y las puertas se abrieron con un suave chasquido, Liara alzó la cabeza, dejando escapar una exhalación profunda. Su expresión seguía siendo seria, pero había una nueva determinación en su mirada, un reflejo de su decisión de seguir adelante.


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Primeros avances, contenido adicional he interacción

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