Autor: Raxe
Personajes: Kija, Shin-ah y Jae-ha
Actividades:
+Conseguir tarjetas navideñas
+Decorar la casa
Ganchos:
+ Jae-ha desaparece durante un rato, por lo tanto tienes que hacer desaparecer a Jae-ha
+ Kija se obsesiona comprando adornos navideños.
+ Chagol actúa como si hubiera sido visitado por los fantasmas de las navidades pasadas.
¡Gracias y nos leemos!
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Una Navidad de Locos
Se puede decir que el feliz grupo de hambrientos era una asociación sin fines de lucro bastante responsable y ordenada. Cumplían con sus compromisos y organizaban todo con antelación, dividiendo por equipos las tareas y lográndolas en los tiempos estipulados… o eso había sido siempre así.
Ahora, Jae-ha comenzaba a preguntarse si no había sido sólo suerte la veces anteriores, porque los mensajes de pánico que plagaban su celular y las llamadas de última hora le estaban haciendo perder esperanza en lograr las metas a tiempo.
Qué había ocurrido con cada grupo… no quería saberlo aún. Pero, al menos su grupo, formado por Kija, Shin-ah y él mismo, había, simplemente, entendido todo mal. En lugar de decorar la casa, se estaban preparando para llevar ponche y pan de pascua y en lugar de comprar tarjetas navideñas, compraron guirnaldas. Lo que los dejaba, a solo horas de las celebraciones, sin nada de lo que necesitaban.
—Yun nos va a matar —se lamentó, lanzándose al sillón como un peso muerto, dejando que su cabeza cuelgue por el respaldo. Dirige su mirada hacia la ventana, observando que el sol aún ilumina el paisaje nevado.
"Supongo que aún tenemos un poco de tiempo", piensa Jae-ha.
Mientras, Kija busca frenéticamente en su celular los mensajes en los que habían distribuido las tareas, intentando entender dónde se había distorsionado todo.
De pie en el centro de la habitación, Shin-ah, sin dejarse abatir por el error, analiza la casa, intentando estimar cuánta decoración necesita y aproximar el dinero necesario.
—¡Cómo nos equivocamos así! ¡Yo era el líder! ¡Mi abuela estaría avergonzada! —grita Kija.
—¡¿Eso es lo que te preocupa?! —grita Jae-ha, lanzándole un cojín.
Shin-ah, siendo un completo ángel, detiene el cojín, le extiende a cada uno una hoja de papel, y acto seguido, convirtiéndose en un demonio en menos de un segundo, los arrastra por el brazo fuera de la casa.
—¿A dónde vamos? —pregunta Jae-ha.
—Distribuí las compras necesarias para la decoración de la casa y las tarjetas. Ahora, solo tenemos que optimizar el tiempo —responde Shin-ah.
Kija, sin perder tiempo, comienza a leer su hoja y, solo un segundo después, sus ojos brillan con determinación.
—¡Muy bien! ¡Ya verán, compraré todo esto rápidamente! ¡Solo traeré las mejores tarjetas y adornos! —grita. Y, antes de que Shin-ah y Jae-ha puedan decir nada, sale disparado hacia el frío y se pierde de la vista.
"Realmente somos afortunados de que la casa esté cerca del centro de la ciudad", piensa Jae-ha. No puede imaginar el desastre que sería si Kija, con toda la energía y determinación contenida, subiera al transporte público. Seguramente le sangraría la nariz solo de tratar de mantenerse tranquilo.
Con más calma, Jae-ha sigue el paso de Shin-ah en dirección al centro, leyendo su lista y planificando su ruta de compras.
Mientras más avanzan, sus hombros se tensan y le cuesta mantener la cara relajada.
"No quería tener que volver tan pronto a este ambiente" piensa, mientras comienza a avistar las primeras luces y el ruido se vuelve más festivo. Desea estar en casa con todas sus fuerzas.
"Espero que sea rápido".
Y así, con sus chalecos del evento como único escudo contra el mundo, se adentran en el mar de gente haciendo compras navideñas de última hora.
Decir que Kija está decidido es decir poco. Toda su concentración, toda su energía y toda su inteligencia está destinada a esta tarea: obtener las tarjetas y adornos que se le asignaron y salvar la decoración de la casa.
Él encontrará las mejores tarjetas, las más brillantes y las de mejor calidad, con las formas más llamativas y los colores más vibrantes. Todo, todo para enmendar el error de confundir las tareas asignadas a su grupo.
Con eso en mente, se adentra en el mar de gente comprando regalos, comida y adornos de última hora en el centro de la ciudad. Avanza a toda velocidad por las calles y, mirando las vitrinas de las tiendas, intentando identificar lo que necesita.
"No establecimos la paleta de colores", piensa mientras mira esferas verdes y rojas. "Estos son los colores tradicionales, pero…¿preferirán algo más moderno?". Su vista se desvía a la siguiente tienda, donde decoraciones azules, doradas y plateadas brillan. Entonces, su mirada aterriza en un paquete de tarjetas navideñas, lo que lo lleva… a una nueva crisis porque: "¿Tarjetas pop up?¿Planas?¿Pequeñas, medianas, grandes?". Relee la nota de Shin-ah, pero no se especifican los detalles y, como si no pudiera estar más dudoso, nota que no distribuyeron el presupuesto antes de separarse. "¡Todo está mal! ¡Falta demasiada información!" mira su teléfono, solo para notar que no tiene batería.
Realmente no es su día de suerte.
Entonces, como un enviado divino, un vendedor sale de una tienda con un megáfono y anuncia, con todas sus fuerzas: ¡Remate!
Kija, antes de unirse al feliz grupo de hambrientos, nunca hubiera corrido por una oferta. Debido a su crianza, el dinero no era algo que le preocupara. Pero el tiempo cambia a la gente y él ha aprendido el esfuerzo que requiere obtener cada yen, así que, contiene toda su elegancia y gracilidad y, con todas sus habilidades atléticas al máximo, corre como el desesperado que es por el ahorro, arriesgándose a resbalar por el piso recién nevado.
Corre por su vida, superando a otros compradores que también se acercan tras el anuncio. Tan centrado estaba en su objetivo, que no notó que un hombre se acercaba como alma en pena, cruzando la calle y chocando con la gente, entre ellos el propio Kija, que tropieza y logra estabilizarse a duras penas para no caer.
—¡Lo siento! —dice. Entonces, nota dos cosas al mismo tiempo: 1) es Chagol y 2) no está actuando como siempre.
—Lo siento—responde Chagol y, antes de que Kija pueda decir nada más, corre a ayudar a un chico con sus bolsas de compra y luego corre a llevar a una anciana en su espalda.
Kija lo observa, anonadado por el contraste con su actitud usual.
Está tentado a seguirlo solo para descubrir cuál es la siguiente acción de este Chagol cambiado, pero entonces oye nuevamente el anuncio de remate y recuerda su misión. ¡No fallará!
Y nuevamente emprende su camino a la tienda.
"El ambiente navideño realmente es algo de temer", piensa Jae-ha, la tercera vez que lo empujan para que se quite del camino.
Se aleja de la multitud y se sienta en el primer banco relativamente seco disponible, acomodando sus bolsas llenas de adornos. Mientras espera a que Shin-ah salga de la tienda donde está haciendo sus propias compras, intenta respirar pausadamente y distraer su mente de los malos recuerdos, pero no lo consigue.
Estas épocas no son las mejores para su estado de ánimo.
Hace mucho, mucho tiempo, Jae-ha pasaba las fiestas encerrado. Su familia no quería que nadie viera al niño con la pierna deformada, incluso si estaba cubierta con su pantalón y zapato. Lo consideraban una maldición de nacimiento; un motivo de vergüenza. Así que Jae-ha pasaba las celebraciones en las que su familia recibía visitas alejado y encerrado, pensando que se estaba perdiendo algo que todos podían tener menos él, recordando que no pertenecía en realidad a esa familia. Para él, los colores vibrantes, los villancicos, las luces y las comidas típicas de la época, no le traían buenos recuerdos, sino que lo llevaban a un estado mental pesimista y triste en el que prefería no recaer.
A medida que el tiempo pasa y Shin-ah no regresa, Jae-ha comienza a sentirse asfixiado y acalorado, los sonidos festivos reverbera en su cabeza y el olor de los dulces navideños le comienza a generar náuseas. Debió eximirse de esta actividad cuando pudo, seguramente el grupo lo hubiera comprendido. Pero en serio pensó que no le afectaría tanto. Fue hace muchos años y solo estaba aislado, ni siquiera lo estaban maltratando en ese momento. ¿Cómo puede verse tan afectado? No es que nadie vaya a encerrarlo ahora, nadie va a avergonzarse de él, ni a encadenarlo para que no pueda escapar. No van a rechazarlo ni despreciarlo. Es tan ridículo, ridículo, ridículo…
—Niño —Oye de pronto. Como si le hubieran dado una descarga eléctrica, se endereza. Ni siquiera notó cuando comenzó a encorvarse. Mira a su lado, donde una abuela de cabello rizado y blanco lo observa—. No deberías estar solo si te sientes mal, niño.
—Estoy bien —responde. Ella levanta una ceja.
—Tan grande y tan infantil. Vete de aquí —dice y, acto seguido, comienza a empujarlo hasta que Jae-ha se levanta—. Ve a distraer tu mente.
Y luego le quita el asiento.
¿Ella solo quería quitarle el banco?¿O genuinamente se había preocupado por él?
Jae-ha suspira.
En otro momento, hubiera discutido con la abuela. ¿Ahora mismo? no tiene energía.
Simplemente encontrará otro lugar en el que esperar, preferiblemente alejado de la multitud.
Así, emprende su camino hacia el siguiente asiento. Y si se aleja tanto que no puede ser encontrado por unos minutos, bueno… dirá que no fue intencional.
"Es extraño. Se veía tenso esta mañana, pero irse así no es propio de él".
La búsqueda se extiende por toda la calle central, pero a Shin-ah le es imposible encontrar a Jae-ha, incluso cuando está vistiendo el llamativo chaleco de personal del evento. Mira nuevamente su teléfono, con la esperanza de haber recibido respuesta a sus mensajes y llamadas, pero su única notificación es de Kija, avisando que ya ha regresado a casa con sus compras hechas y cargado su celular.
Shin-ah le responde, explicándole que Jae-ha está desaparecido. Al instante siguiente, tiene una serie de mensajes que van desde la preocupación hasta la determinación del rescate y, antes de que pueda decir nada, Kija ya se encuentra en camino.
Shin-ah mira las bolsas que le cuelgan de los brazos. Será mejor buscar dónde sentarse en lo que Kija llega y tal vez, Jae-ha regrese. Se dirige a los bancos a los costados de la calle peatonal, intentando encontrar un asiento libre, hasta que oye:
—Niño.
Sigue caminando, después de todo, la gente no lo calificaría como niño a su edad.
—Niño —Oye otra vez. Sigue avanzando. De pronto, algo tira de su manga con fuerza. Se detiene, sorprendido.
—No deberías ignorar a los adultos —dice quién le ha tirado de la manga, una abuela de cabello rizado y blanco.
"oh".
—Lo siento —responde Shin-ah.
—¿Estás buscando al niño de pelo verde?
Shin-ah duda, sin estar seguro de darle información a una desconocida, pero cuando ella mira a su chaleco y antes de volver a verlo a los ojos, cae en cuenta de que son fácilmente relacionables, ya que están vestidos igual.
—Sí —responde al fin.
—Se fue por allá —dice ella, apuntando, más allá de la calle peatonal—. Dobló a la izquierda.
Shin-ah le agradece por la información y entonces espera solo un poco más, hasta que Kija llega. Y juntos emprenden su camino en busca de Jae-ha.
El aire puro del parque hizo bien para calmar la mente de Jae-ha. Ahora, sentado y descansando, lejos del ruido y los colores navideños, puede alejarse con más facilidad de los recuerdos y sentimientos opacos.
Tal vez debería volver, pero en realidad, quiere quedarse un poco más ahí, tranquilo, disfrutando del paisaje nevado y el frío. "No es que me vayan a extrañar solo por un par de minutos más".
La vida le demostró que estaba equivocado solo un segundo después, cuando oye que gritan su nombre y, al siguiente instante, tiene a Kija a su lado, regañandolo por alejarse por tanto tiempo.
Jae-ha busca ayuda para librarse del regaño en Shin-ah, pero él solo lo está mirando fijamente, sin una pizca de intención de intervenir.
Rendido, se deja zarandear y reprender.
—¿Y si te hubieran secuestrado? ¿Qué hubiéramos hecho? —continúa Kija.
—Kija, solo fue media hora.
—¡Ese no es el punto!
Vuelve a buscar ayuda en Shin-ah, en vano. Pero, la mención de la hora parece encender algo en la mente de Shin-ah, porque mira su celular y, acto seguido, anuncia que solo tienen 4 horas para decorar y repartir las tarjetas e irse al lugar del evento.
—¡Vamos! ¡Vamos!
—Kija, solo deja que este anciano descanse aquí un poco más, los alcanzaré en poco tiempo…
Kija lo sostiene del brazo y tira de él, intentando levantarlo por la fuerza.
¡Con que así va a ser! ¡JA! ¡Jae-ha no será vencido en terquedad!
Con el peso de su cuerpo, se opone a la fuerza de Kija. Entonces, Shin-ah, que había sido solo un espectador, se une a Kija, traicionando cruelmente a Jae-ha.
—¡Vamos! —insiste Kija—. Tú también eres parte de esto, no intentes alejarte ahora.
La fuerza abandona a Jae-ha de pronto ante esas palabras. El impulso de Kija y Shin-ah combinados los lanza a los tres hacia adelante, cayendo en un montón de piernas, brazos, nieve y chalecos coloridos.
"¿Somos un circo?", se pregunta Jae-ha, conteniendo la risa. ¿Qué tipo de escena es esta entre 3 hombres de más de 20 años?
Adoloridos, se levantan, limpiándose la nieve de la ropa.
Antes de darse cuenta, ya le habían tomado de los brazos nuevamente y lo estaban arrastrando camino a casa.
Esta vez, la tensión que lo había sobrecogido cuando ingresó al ambiente navideño más temprano, no le afectó en gran medida.
"¿Así de simple?", se pregunta. "¿Era eso todo lo que necesitaba?".
Deja escapar una risita.
Ridículo. ¿No ha sido todo así de sencillo desde que se unió al Feliz grupo de Hambrientos?
Finalmente en la casa, son como un torbellino desatado, decorando a toda la velocidad que les permiten sus cuerpos, gritándose y pisándose una y otra vez. El tiempo los apura y el grupo comienza a llenarse de mensajes preguntando por ellos, así que corren al lugar del evento, repartiendo tarjetas que se olvidaron de llenar a todos los participantes presentes, logrando llegar justo a tiempo para el espectáculo.
Si sus decoraciones no siguen patrones, si sus guirnaldas están arrugadas, sus decoraciones un poco aplastadas, si les estalló un spray de nieve de fantasía sobre el mantel recién comprado, si sus chalecos están húmedos por la nieve o sus brazos duelen por el esfuerzo en frío. Bueno, solo se puede decir que Jae-ha fue parte de todo eso.
