Los personajes de She-ra and the Princesses of Power son propiedad de Noelle Stevenson y Dreamworks Animation y las razas y ubicaciones son propiedad de Games WorkShop.
(En colaboración con davidomega59)
El conocimiento siempre había sido lo más importante para George y Lance pero dadas las circunstancias y los tiempos que los atavían, el resguardar el poco conocimiento que sobrevivió a ese éxodo de demonios sobre Etheria era simplemente inútil.
En los últimos días después de abandonar los escombros de su biblioteca se adentraron en la versión retorcida de los Bosques Susurrantes que si anteriormente eran engañosos y confusos ahora eran oscuros con un ambiente palpitante y con esas raíces negras que parecían venas envenenadas, matando los árboles poco a poco.
No estaban realmente seguros si fueron días o tal vez semanas pero ya estaban bastante lejos de lo que alguna vez fue su hogar en donde criaron a la friolera cantidad de doce hijos. No perdían la esperanza de que siguieran con vida pero, muy en el interior, George sabía que el único que tuvo chances de sobrevivir fue Bow. Pensamiento que no compartía con Lance para evitarle cualquier agobio o dolor, aunque creía que él también pensaba lo mismo.
Lance por su lado empezó a creer que fue mala idea empezar ese camino casi de manera inmediata pero no toleraba la idea de que sus miedos le apartaran de George, y durante todo ese tiempo lograba sacar valor desde lo más profundo de su ser aferrándose a la esperanza, ¿pero esperanza en qué?
Se les hizo raro desde el día uno la poca actividad que había de devotos oscuros o demonios o cualquier atrocidad que ahora vague por el planeta. Creyeron que iban a tener que hacerse camino de un modo u otro por ese salvaje ambiente, sin embargo no pasó.
Pero eso no significó que todo fuera fácil. Esos susurros siniestros que les atormentaban con palabras ininteligibles y burlas cínicas les quitaban el poco sueño que lograban conciliar, pues a veces parecían que eran llevados por el viento y otras veces era como si se lo susurraban directamente al oído. Las sombras acechantes que se escondían en el rabillo del ojo hicieron sudar frío a los dos historiadores y los lamentos lejanos y no tan lejanos erizaban su piel obligándoles a tragarse cualquier atisbo de terror que sintieran pues no querían ser los siguientes.
Espadas rotas, lanzas partidas, miembros cercenados, partes de armaduras manchadas con sangre seca aparecían aquí y allá, rastros de batallas libradas, batallas sin ganador en la opinión de George. Fue en uno de esos derramamientos donde Lance encontró una hoja de papel. Estaba completa e intacta, salvo por las marcas comunes de cuando una hoja es arrancada de un libro, y más interesante aún. Estaba limpia, sin una sola mancha de sangre, tierra o húmedad y escrita en una idioma raro y con un símbolo llamativo.
Lance lo dobla y lo guarda en el bolsillo de su chaqueta.
Fue en otro día de caminata mientras subían una pendiente que la vieron. Una joven de piel cobriza y cabello rubio hasta los hombros sostenía un libro y los veía espantada. La chica levantó la mano y cubrió su mano con un aura mágica. Lance al entender sus intenciones se adelantó.
— ¡Espera! —, exclamó, — Somos personas normales. No te haremos daño. — La chica no cambió su semblante. — ¿Eres de la Rebelión? Tal vez conozcas a nuestro hijo.
— ¿Qué haces? No puedes confiar en ella —. Interviene George en voz baja.
— Pero tú confía en mí —, responde Lance, — Se llama Bow, es amigo de la reina de Luna Brillante —. El semblante de la chica cambió, ahora se miraba sorprendida. Tanto Lance como George se sienten algo aliviados.
— ¿De verdad son sus padres? —, ambos asienten, — Síganme.
Ambos hombres siguen los pasos de la chica hasta llegar a un punto donde la densidad del bosque parecía hacerse más gruesa y los árboles se doblaban sobre sí mismos hacia la izquierda. George toma del brazo a Lance para que no siguieran avanzando.
— ¿A dónde nos llevas? —. Inquiere. La chica se gira hacia la pareja.
— Mi nombre es Izmali, y también soy amiga de Bow —, la chica pone la mano sobre lo que parece corteza de árbol retorcida que se abre entre crujidos dejando ver lo que parecía ser los primeros rayos de luz natural de la vieja Etheria. — Bienvenidos a La Cúpula.
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (With devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (Squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (With devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
(Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (Very last coins)
Destruction and regeneration.
You are the real enemy. (Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la)
War!.
— ¿Estás bien? —, pregunta aquella chica de cabello morado y medio rizado que Glimmer llevaba siguiendo desde poco tiempo a un joven de cabello negro y tez pálida con un moretón en el pómulo izquierdo.
— Si, solo un pequeño desacuerdo —, Aquel robot que Entrapta había estado arreglando para vigilar a ciertos objetivos de interés se quedó sin batería pero logró que funcionara lo suficiente para que se posara en una pared con cámara y micrófono funcionando.
— ¿Pequeño desacuerdo? ¡Mírate! ¿Quién lo hizo?
— No es nada. Esas hortalizas no se veían muy frescas de todos modos. — La chica suspira con frustración.
— ¿Cuánto más vamos a estar así? —. Cuestiona la chica.
— Es una mala racha. Las siembras artificiales y controladas no germinan igual que en un ambiente natural.
— ¿Una mala racha? ¿Solo una mala racha? —, confronta la chica al joven, — ¿Sabes que otra cosa fue solo una mala racha, Loyd? La llegada de los Hordeanos. Mi familia y yo pasamos por tantas villas y aldeas huyendo de ellos que no recuerdo ni siquiera como era el lugar donde nací. Huí a Luna Brillante cuando mis seres queridos solo querían que se derramara sangre y tuve que huir otra vez hacia el fin del mundo cuando las princesas no pudieron ver que sus enemigos aparecieron bajo sus narices. ¿A dónde vamos a huir si nos alcanzan aquí? —. La chica empieza a llorar de impotencia.
— Algo se nos ocurrirá, Ilyna —. Dice el joven en un vano intento de calmarla.
— No quiero morir aquí. En el frío y la oscuridad y con miedo. — La chica se deja caer en los brazos de su compañero mientras derramaba lágrimas de amargura.
La imagen se corta, la pantalla se apaga dejando ver a Glimmer su propio reflejo.
— Ups. Parece que oficialmente nos quedamos sin batería, y seré sincera no creo poder recuperar el modelo a no ser que entremos a la casa —. Dice Entrapta tanto a Glimmer como a su grabadora.
— No va a ser falta, — dice Glimmer, — Ya vi suficiente.
— Vaya, te gustan los datos preliminares. Personalmente no recomendaría basarse solo en eso, pero tienes tu propio modo de trabajo —. Comenta Entrapta.
— En tu opinión científica —, inquiere Glimmer, — ¿Los datos preliminares no son suficientes cuando ya se tienen resultados en situaciones anteriores similares?
—Bueno, en teoría sí, pero depende de lo que se está investigando.
— Digamos que estamos procurando mantener la seguridad de las personas. Con lo que hemos visto, ¿qué pensarías?
— Pues están fuera de peligro.
— ¿Pero?
— ¿Pero qué?
— Entrapta, el que no estén en peligro inminente no significa que estén a salvo.
— Bueno, si quieres ponerlo de esa manera, en lo que a mi respecta el único peligro serían ellos o la gente a su alrededor.
— ¿Y eso es porque…?
— Se ven descontentos. No les gusta su situación actual y parece que están desesperados porque alguien haga algo al respecto. Cuando esto pasa si no ven resultados favorables por lo general suelen hacer algo al respecto para ver esos resultados, y buscarán grupos que piensen igual.
— ¡Exactamente! —, exclama Glimmer golpeando la mesa con su puño, — Ese fue nuestro error la primera vez. Ya basta de esconderse. Debo hablar con Frosta y las demás —. Glimmer salió de la habitación dejando a Entrapta sola.
— Aunque, claro, cuando estos grupos se juntan y no tienen una buena coordinación o representantes adecuados puede terminar en resultados desastrosos o desviándose del objetivo principal lo que los puede convertir en radicales —. Comenta Entrapta para sí misma quedando pensativa por sus propias palabras.
— ¡Papá, dile a Koda que es mi turno de usar el martillo!
— ¡No es cierto, tú lo usaste la última vez!
— ¡No corran con el martillo en la mano!
Catra observa a los dos niños corretearse al tiempo que Tamir intenta arrebatarle el martillo a Koda para que no se fueran a hacer daño. Había que hacer reparaciones en el lado oeste de la muralla exterior, y Koda y Aleu insistieron en acompañar a su padre.
Catra se pasea por el pueblo observando a sus habitantes haciendo sus quehaceres diarios para sacar adelante aquel lugar, pretendiendo de alguna forma que no pasaba nada más allá de la muralla. La felina rehuía de la miradas curiosas y recelosas de algunos habitantes, entendiendo que era la actitud normal que debía de tenerse cuando un extraño aparece de repente.
Sin embargo, eso no era lo que la ponía incómoda. Era más bien el hecho de que no estaba haciendo nada. El ocio parecía estar reservado para el anochecer, para el momento de que cada quien fuera a casa con sus familias y ella solo estaba ahí parada.
Decidió que tal vez lo mejor era regresar a la casa de Tamir para no sentirseinútil? Que pensamiento tan raro.
Cuando llegó a la entrada se topó con Ursa.
— Oh, estás aquí. ¡Que bien! —, deja caer agua de un cuenco que lleva en las manos en el exterior. — Ven, ven, ven. — Urse toma a Catra de la muñeca y la lleva hacia dentro de la casa, hacia donde la mujer se dedica a cocinar y ve un fuego en una estructura de ladrillo abierto en la parte superior, donde una bandeja de metal reposaba con varias bolas marrones, — Que bueno que apareciste. Por lo general hago esto sola pero me atrase y necesito otro par de manos que me ayude.
— ¿Qué son esos? —. Pregunta Catra apuntando a las bolas marrones sobre la bandeja.
— Son banules. Pueden parecer pequeños pero bien preparados pueden satisfacer tu hambre por un día entero. Necesito tener la canasta lista antes de los que estén trabajando en la muralla antes de que llegue su hora de comer, y hacer sufcientes para los del turno de la noche —. Explica Ursa.
— ¿Y qué debo hacer?
— Aquí, mira —. Ursa la jala hacia una mesa. A la derecha un montón de masa amarillenta junto a un cazo con harina. A su izquierda hay una bandeja espolvoreada con harina sobre toda la superficie. — Es muy simple. Solo tomas la masa, no mucha pero tampoco muy poca, tomas una pizca de harina y la amasas para que se suavice y cuando esté lo suficientemente suave empiezas a moldearla en forma de bola y la dejas sobre la bandeja. Trata de que queden juntos, así cuando los pongamos al fuego se comparten el calor y quedarán listo más rápido. ¿Entendido?
— Ah, yo…
— Excelente. Ahora regreso. —Ursa sale de la casa dejando a Catra sola con sus herramientas de trabajo. La felina toma un pedazo de masa y una pizca de harina y empieza a intentar a amasarla. Le pareció que era fácil pero esa masa parecía al material de recubrimiento para los vehículos dañados de la Horda, pues mientras más lo toques más duro se vuelve para cubrir cualquier boquete.
Esto era lo mismo, mientras más la manipulaba más tiesa se volvía e imposible de amasar, aparte de que se sentía rara entre sus garras. Llegó al punto de que ya era imposible de moldearla sin importar cuan fuerte apretara para suavizarla, simplemente no funciona.
Ya harta deja caer la masa sobre la mesa y le da un sonoro puñetazo, la masa quedó aplastada con sus nudillos dibujados encima.
— Ok, debí advertirte que es más difícil de lo que parecía —. Dice Ursa entrando de nuevo. — A ver, mira —. Ursa toma un pedazo de masa y le indica a Catra que tome la pizca de harina. Ursa le pone la masa entre las manos. — No se trata de hacerlo con fuerza, hacerlo con agilidad y amabilidad, — Las manos de Ursa guían a las de Catra con gentileza mientras nota como la masa se vuelve más y más suave así como el toque de Ursa, — Si quieres que quede bien redonda la puedes bajar y girarla sobre la mesa, — poco a poco una bola perfecta se había formado y la dejaron sobre la bandeja, — Y ahí está. Es cuestión de práctica, lo lograrás, pero si necesitas ayuda, avísame. — Ursa toma la mano de Catra y la toca con la yema de los dedos. — Tienes las manos muy ásperas, creo que tengo hierbas de losaro por ahí. Haré una crema y tus manos quedarán como nuevas. Pero ahora a trabajar.
Extrañamente Catra no objetó para nada y se dedicó únicamente a hacer lo que Ursa le había pedido. Los primeros veinte intentos fueron algo complicados pero con la guía de Ursa ya después del trigésimo quinto intento ya se le hizo más fácil y antes de que se diera cuenta ya unas dos horas habían pasado y dos bandejas más de la cuenta estaban listas. "Mejor, así nos ahorramos el trabajo de mañana" decía Ursa.
Muchas veces intentó hacerlo por su cuenta para suavizar aquella masa pero Ursa luego notaba que la felina estaba batallando y le enseñó la mejor forma para manipularla y los movimientos de mano que facilitan su trabajo. Se sentía rara, pues todas las veces que la mujer le ayudó nunca hubo ni un atisbo de regaño o reproche, o siquiera hartazgo de repetir y enseñarle lo mismo, una y otra vez.
Ese apoyo, esa delicadeza al hablar y ese tacto suave la hacía sentir una sensación cálida en el pecho que le reconfortaba. Después de tantos años de exigencia para hacer las cosas a la perfección, tener ese pequeño margen para equivocarse e intentarlo y aprender otra vez era una sensación muy distinta y le gustaba.
Una vez terminada la labor Ursa y Catra se encargaron de llevar los encargos a diferentes lugares. Ursa fue al interior de la villa donde se hacen los trabajos de carpintería, herrería entre otras labores, Catra fue la que se tuvo que encargar de llevar la otra tanda hacia la sección norte de la muralla.
La villa al estar en un valle al centro de cinco pico montañosos tiene una defensa natural. Al sur un pico escarpado que era la montaña de mayor tamaño cubría todo el flanco y al ser tan pedregoso el acceso por ahí es complicado y se consideraría insensato intentar abrirse camino por aquella zona que a su vez le continuaban otros dos picos de plegamiento de roca gris y filosa con surcos causados por erosión.
Al este y al oeste se alzan dos montes alpinos donde el bosque iniciaba. Entre la muralla y el bosque solo hay unos escasos metros, e incluso. por las fuertes raíces de los árboles estos no pudieron cortarse y parte de esa muralla atravesaba una parte del bosque. Fue por la puerta de esa muralla por donde Tamir entró junto con Catra cuando la encontró, y fue en esa porción del bosque donde Catra cayó en la trampa de Koda.
Viendo hacia el norte el pico más bajo que también estaba imbuido por el bosque hasta cierto punto desembocaba en un acantilado con una caída libre de al menos 30 metros. La villa que aquellas personas construyeron al centro del valle de esa meseta fue construída como un lugar infalible, a prueba de invasiones o incursiones, con barreras naturales que harían difícil o ya de plano imposible cualquier campaña. Sin mencionar el denso bosque y la empinada subida. La villa en el fin del mundo.
Cuando Catra llegó a los pies de un modesto torreón fue recibida con rostros sonrientes, más por el aperitivo que por verla. Una docena de manos se apearon sobre el canasto para tomar uno o dos de los banules, cosa que le sorprendió pues, como dijo Ursa, uno solo de ellos puede quitar el hambre por un día entero. Eran unos cuantos guardias y la muralla no era muy alta y la roca se veía desgastada. Las pocas torres que hay a lo largo de la empalizada no se veían mejor, de hecho, el torreón al que llegó está en reparaciones.
— ¡La encontré! —. Catra reconoce la voz de Aleu y ve a la niña correr hacia ella junto con su hermano.
Los niños pasaron a su lado para alcanzar la canasta donde Catra llevaba aquellos panecillos. Los acompañaba su padre que llevaba un gran cántaro con varias jicaras colgando a su alrededor.
— Ursa dice que olvidaste esto —, le dice Tamir abriendo el cántaro que está lleno de agua, — ¡Sírvanse, chicos!
¡Gracias!
¡Están muy buenos, amigo!
Mis felicitaciones a Ursa.
Se oía decir a los ciudadanos que hacían de guardias. Koda y Aleu llegan junto a su padre. Koda le da uno de los tantos banules que llevaba a Tamir quien le da una mordida.
— ¿Gustas uno? —. Ofrece Tamir a Catra.
— Ah, no. No tenga demasiada hambre, y después de hacer muchos de ellos la verdad es que… —. Catra es interrumpida cuando Koda le da un pellizco en el brazo y al momento de abrir la boca para quejarse Aleu introduce uno de los panecillos en su boca.
La textura era suave y la cubierta era algo crujiente por estar algo tostado, tenía un sabor ligero a trigo y avena con una pequeña pizca de miel. Si realmente quitaba el hambre por todo un día o solo era una ilusión daba igual, estaban tan buenos que no podía comerse solo uno. Y para ella probar eso después de toda una vida comiendo barras grises o marrones hechas de quién sabe qué, aquello era una delicia.
— Catra, no quisiera pedirte esto pero, eh… —, dice Tamir. — Me toca hacer turno nocturno hoy pero muchos han hecho dobles turnos últimamente así que, ¿No sé si podrías ayudarme solo por hoy?
— Seguro —. Dice Catra sin más. No es que tuviera otra cosa que hacer, además, pensaba que talvez Tamir se iba a sentir mal si decía que no y era raro que ella pensara en algo así.
— Gracias. Ven aquí al anochecer. No es tan malo como parece.
— Esperaría que no.
— Además… ¡Oye, Koda, ya comiste suficientes! ¡Por lo menos toma algo de agua para bajarte lo que llevas comiendo! —. Tamir toma una de las jícaras y la llena de agua para llevársela a su muchacho.
— Todo esto es raro —. Dice Catra para sí misma mientras toma otro de los banules.
La ventana de la habitación de Perfuma mira hacia las montañas que los separaban de la Etheria demente, llena de mosntruos y horrores. Las luces lunares que daban paso del día a la noche pintan un retrato de colores naranja y púrpura en el horizonte sobre los picos nevados. Un eco de una vida anterior.
Una maceta yace sobre el marco inferior de la ventana triangular. Un pequeño tallo verde sale de entre la tierra mientras su cuidadora se sienta al lado en una silla observándolo, o más bien añorando, ajena a la presencia de Mermista que iba de paso.
— Pensé que hoy te quedarías en La Cúpula —. Dice Mermista.
— Ni siquiera fui hoy —. Responde Perfuma sin voltear la mirada de su retoño.
— ¿Qué pasó con todo eso de ayudar con lo poco que se pueda o lo que sea?
— Es temporada de ariños.
— ¿Temporada de qué?
— Cada año por estos días los ariños brotan y abren sus pétalos. Crecían por toda Plumeria, son una flor muy resiliente. Sus pétalos parecían haber sido pintados a mano, sus orillas rojas y su centro blanco eran muy distinguidos, pero cada uno tenía un detalle en sus colores que los hacían únicos. Ninguno se parecía a otro pero las diferencias eran notables para aquellos que se detenían a verlos. Incluso cuando la tierra empezó a morir por las máquinas de los hordeanos, los ariños crecían sin falta cada año. ¿Alguna vez los viste, Mermista? —. Perfuma no despegó la vista de su planta hasta que se dirigió directamente a su homóloga regente.
— No… nunca tuve la oportunidad. En Las Salinas las únicas plantas que veía eran algas. Pero si recuerdo que una vez al año frente a la Puerta del Mar pasaban las mosasuras de lomo plateado. Son animales tan impresionantes. Tan enormes que hacían falta tres o cuatro barcos para igualarles en tamaño, ese color celeste brillante y esa mancha plateada desde la parte media de su lomo hasta la cola, era como ver el brillo de una pequeña luna nadando bajo el agua. Lo más impresionante era su canto, tan poderoso pero tan melodioso. Cuando varias cantaban al mismo tiempo era un coro impresionante. Había quienes decían que incluso se dedicaban a otras formas de arte en mar adentro. Eran demasiado amigables. Solo espero que no les pase nada allí abajo, ¿qué habrán pensado cuando pasaron esta última vez y solo vieron un reino arrasado y sin habitantes? —. La voz de Mermista empezó a romperse.
Perfuma era consciente que si bien todos los reinos se vieron arrasados, el suyo fue golpeado especialmente fuerte y apenas han logrado encontrar a unas cuantas caravanas de habitantes de las Salinas dispersas en el último año. Ambas princesas compartían el mismo pesar de recordar como sus súbditos se alzaron contra sus semejantes y contra ellas. Pero una buena parte de los refugiados eran de Plumeria y Luna Brillante, así que la pena de la princesa del mar era aún más grande, pues probablemente su pueblo, su gente, oscila al borde la extinción.
— En Plumeria cada vez que los ariños lo veíamos como una oportunidad. La oportunidad de tiempos mejores. Porque cuando flores más bellas morían por las acciones de los hordeanos, ellos siempre crecían. Y este está creciendo fuera de tiempo, pero sigue creciendo —. Dice Perfuma. Mermista, que todo el tiempo ha estado en el marco de la puerta, entiende a lo que se refiere.
— Siempre que las mosasuras pasaban era porque esa época del año en la que el agua era más clara y cristalina que nunca. A pesar de que mar adentro habían manchas de aceite de las máquinas de los hordeanos. Era el mismo mar pero el agua parecía nueva. — Mermista solo recordaba hablar de aquello únicamente con Sea Hawk, se sentía extrañamente bien poder hablarlo con alguien más, especialmente cuando la otra persona no insiste en hacer cantos sobre las algas que se ven en el agua cristalina.
— Princesa Mermista —. Escucha la voz de alguien al fondo del pasillo. Es un guardia del Frosta. — ¿Se encuentra la Princes Perfuma?
— Si —. Responde algo confundida.
— La Princesa Frosta requiere su presencia en la sala del trono.
— ¡Es impresionante! —. Exclama Lance al ver alrededor de La Cúpula.
— Gracias, señor, es… la cuarta vez que lo dice —. Responde Izmali mientras pone una tetera al fuego.
— Si, lo siento. Es solo que ver como están las cosas afuera y encontrar un lugar como este es reconfortante —. Explica el historiador.
— Dijiste que la mayoría de princesas habían perdido sus poderes. ¿Cómo construyeron esto sin la magia de la princesa de Plumeria? —. Pregunta George.
— Odio admitirlo. Pero Adrey tenía razón en solo una cosa, la gente olvidó que no solo las princesas tenían magia y que los hechiceros de Mystacor nos guardamos nuestras habilidades para nosotros. — Dice Izmali con un dejo de amargura al tener que darle la razón a Adrey.
— Pues hicieron un trabajo magnífico —. Alaba Lance.
— No fue fácil, créanme. Es como si las raíces y la tierra no quisieran obedecer a nuestros deseos —. Comenta Izmail.
— ¿Así funciona la magia? ¿Haces cumplir tu voluntad? —. Cuestiona Lance.
— No necesariamente. Es complicado de explicar.
— Dices que ahora hay un tipo diferente de magia en el planeta, ¿Han intentado usarla? —. Interroga Lance.
— No. Está prohibido. No es una magia convencional…
— No es como si la magia fuera convencional —. Añade Lance.
— Bueno si, pero no. Esta magia fluye como si fueran corrientes de viento y no se siente natural. Se siente terrible y como si te susurrara. Esa magia fue la que corrompió a mis compañeros y al consejo de Mystacor. Nadie que se precie a sí mismo o a los suyos la usaría.— Izmali se abraza a sí misma como si el tema le aterrara.
— ¿Sabes si esa magia funciona con sigilos o glifos? —. Pregunta Lance.
— ¿Qué? No. O no lo sé, y quisiera que así siga —. Izmali ya se estaba incomodando.
— Es que encontré esto y cuando pasó, bueno, tú sabes, vi este símbolo marcado en la piel de uno de esos monstruos de piel roja y cuernos —. Lance le alcanza la hoja doblada que encontró. Cuando la joven la desdobla se sobresalta y ve a la pareja.
— ¿Qué sucede? —. Pregunta George.
— No investigamos su magia pero si tratamos de saber más sobre los dioses que eligieron nuestro planeta como su juguete —. Aclara Izmali.
— Espera un segundo. ¿Dioses? ¿Cómo en los mitos antiguos? —, cuestiona George, — Eso suena arcaico.
— Eso pensaban en Mystacor y mírelos ahora. Ciega servidumbre al Señor del Cambio. Pero no entiendo esto.
— ¿Qué cosa? —. Habla Lance.
— Este es el símbolo de Khorne, el Dios de la Sangre. Sus seguidores son guerreros entregados a la batalla, no se detendrían a escribir una bitácora.
— ¿Cómo sabes que es una bitácora? —. Inquiere George.
— Porque se parece a una en la que Bow y yo estamos trabajando. No tiene sentido.
— A no ser que sea de alguien más —. Sugiere Lance. — La encontré en un lugar donde parece que hubo un enfrentamiento, pero mirala, está impoluta.
— Tal vez diga algo de valor pero no me arriesgaré a verlo aquí. Lo mejor será que descansen. Sírvanse té, tal vez mañana Bow venga por aquí.
— Te lo agradecemos —. Dice George.
Izmali deja sola a la pareja, ya lejos de ellos y asegurándose de que nadie la ve, saca la hoja y la examina. Alguien estaba recopilando información, o llevando un mensaje, o conjurando algo. No tenía idea. Pero algo le decía que ahí había información que podía ser importante, todo lo que puedan saber de su enemigo era útil.
Ni bien el grupo de Adora y Bow regresaron, los guardias de Frosta solicitaron su presencia en la sala del trono. No pudieron ni dar las noticias de la pérdida de un compañero, pues parecía algo de carácter urgente. Ninguno sacó conjeturas en el camino hacia el trono y cuando llegaron allí se encontraron al resto de la Alianza de Princesas, incluyendo a Netossa y Spinerella junto con Entrapta y Frosta sentada en su trono. Más resaltaba la ausencia de alguien.
— ¿Dónde está Glimmer? —. Pregunta Adora.
— No sabemos. Creo que fue ella quien nos mandó a llamar —. Comenta Netossa. Al tiempo que completaba su oración, la mencionada entra por la puerta principal y avanza por la sala sin voltear a ver a nadie hasta llegar cerca del trono de Frosta, ambas se sienten mutuamente y es esta última quien habla.
— Glimmer me ha expresado ciertas "incomodidades" con respecto a nuestra inacción en los últimos meses debido a las circunstancias que afectan actualmente a nuestro mundo —, el especial énfasis de Frosta en la palabra "nuestro" hizo que Adora presintiera algo, — Es por eso que como Princesa Regente del Reino de las Nieves he tomado la decisión de que ha llegado el momento de reorganizarnos propiamente para empezar a tomar medidas, no de precaución, si no de contraataque. Empezando desde hoy.
— No puedes estar hablando en serio —. Interrumpe Adora.
— Estamos hablando muy en serio, Adora —, dice Glimmer, — Ya hemos dejado que nuestros enemigos vaguen por nuestro mundo a sus anchas. Hay que hacer algo al respecto.
— ¿Y crees que un ataque directo va a hacer alguna diferencia? —. Bow se suma a la discusión.
— ¿Ataque directo? ¿Quién habló de un ataque directo? Nos vamos a reorganizar y planear meticulosamente nuestros movimientos para ganar terreno —, aclara Frosta, — Habrá riesgos pero nos aseguraremos que nos sean innecesarios.
— Frosta, no puedes estar de acuerdo con esto, — dice Adora, — Son las palabras de Glimmer las que pronuncias.
— Soy consciente de mis palabras, Adora, y no necesito un sermón. No soy una niña, y sé que si no hacemos algo pronto nuestros aliados se volverán en enemigos. Y repetiríamos la historia.
— ¿Acaso olvidaron cómo terminó la última vez que la Alianza de Princesas se precipitó de esa forma? —. Señala Adora.
— Oh, créeme que lo recuerdo —, habla Mermista, — Y no creo que tú sí lo hagas. Yo he visto lo que puede pasar si el malestar general de la gente sigue creciendo. Esta vez estoy con Glimmer.
— Yo igual —, añade Netossa, — Ya me cansé de esperar. Y quedarnos aquí solo nos hace blanco fácil.
— Por lo general no estaría de acuerdo con algo como esto pero también siento que si esperamos más las cosas se pondrán peor. Apoyo a Glimmer en esto —. Secunda Spinerella.
— ¡Entrapta! Dime que entiendes que esto es una mala idea —, le súplica Adora a Entrapta.
— Preferiría no tomar partido en esto —. Dice la científica caminando unos pasos hacia atrás.
— ¡Perfuma! No puedes estar de acuerdo con esto… ¿verdad? —. Dice Bow.
— No me gusta la violencia. Nunca he disfrutado de pelear, pero ustedes me enseñaron que no debo quedarme sentada esperando que alguien aparezca para salvarme. Yo apoyo a Glimmer —. Dice la princesa.
Las miradas de Adora y Glimmer se dirigen hacia Scorpia quien se pone nerviosa al instante. No hizo falta que ninguna dijera nada, sabía que esperaban una decisión. La mirada de Adora la demostraba desesperada mientras que Glimmer mantenía un semblante serio y firme.
— Yo entiendo el porqué Glimmer quiere hacer esto. Y aunque no apruebo ni me gustan los medios que usó para llegar a esa conclusión, la verdad es que no puedo culparla. Y siempre me ha gustado pensar que las cosas se pueden solucionar de varias formas pero para este punto yo… también apoyo a Glimmer. No podemos seguir aquí —. El semblante de Scorpia se nota de hombros caídos hasta que ella misma se yergue para reafirmar su posición.
— Entonces está decidido. A partir de ahora vamos… —. Frosta se ve interrumpida por Adora.
— ¡Ni sueñes que voy a formar parte de algo que arriesgara la vida de docenas de personas!
— ¿De verdad vas a dejar a la Rebelión sin su figura ilustre? —, señala Glimmer, — Mucha gente sabe que la espada de She-ra se rompió. Más esperan que la Princesa del Poder siga luchando por ellos aún sin ella, como lo ha estado haciendo en estos últimos meses. ¿Vas a privarlos de esa inspiración?
Las miradas de Adora y Glimmer se encuentran. Los ojos azules de Adora arden en furia que esconde una profunda frustración mientras que los ojos rosas de Glimmer permanecen impasibles, fríos y decididos. Ambas sostienen la mirada hasta que Adora reflexiona sobre la situación. No podía oponerse a la decisión del resto y Glimmer tenía razón, ahora que ya iban a tomar acciones no podía desaparecer del frente como si nada. La gente necesita una inspiración.
Adora baja la mirada, y cierra sus ojos cansados por un momento. Relaja los hombros y los deja caer sobre sí mismos. Bow ve aquello atónito. Adora había cedido.
— Creo que ahora todos estamos de acuerdo —. Declara Glimmer pasando la mirada por todos los presentes.
Catra descansaba sobre una silla de madera algo reclinada mientras veía hacia el cielo estrellado y la sombra de las lunas sobre Etheria en el cielo nocturno. Su mente está en blanco, no puede pensar en nada más que ese cielo en ese momento exacto.
— ¿Sigues despierta? — Pregunta Tamir llegando de dar una ronda por las almenas de la muralla.
— Creo que he dormido mucho estos últimos días.
— ¿Solías dormir mucho en dónde vivías?
— Si, algo —. Dice Catra esbozando una pequeña sonrisa.
— Mi esposa dice que a veces yo también duermo mucho.
— ¿Y tiene razón?
— Un poco, sí, pero no le digas que te lo dije, — Catra solo hizo un amago de risa, — Estuviste en la guerra, ¿no es así? —. Afirma Tamir. Catra se sobresalta y se pone un poco nerviosa pensando que tal vez la había descubierto.
— Si —. Atina a decir la felina.
— Se nota. Tienes la mirada cansada. Puedo asumir que tenías pesadillas, — Catra asiente levemente, — Todo soldado tiene pesadillas.
— ¿Te has topado con varios soldados?
— No muchos. Pero sé cuando estoy hablando con uno. ¿Perdiste a alguien en la guerra?
— Creo que más bien yo los alejé.
— ¿No es la lealtad importante?
— Me hicieron creer que sí pero al final ¿cuánta lealtad le puedes tener a alguien que te ha tratado tan mal?
— Al final todos son víctimas.
— No estoy segura. — Tamir da un largo bostezo y se ríe un poco.
— Perdóname. Yo si estoy un poco cansado.
— Hoy trabajaste mucho, deberías dormir un poco. Yo me encargo.
— Solo porque me lo pides tú —, Tamir se acomoda en otra silla reclinable, — No quiero dormir mucho. Despiértame en quince minutos.
— Está bien —. Tamir se levanta de golpe y pone una expresión como si pensara en algo.
— Veinte minutos.
— De acuerdo —. Ahora sí Tamir se recuesta y cierra los ojos.
Era aterrador para ella pensar que pudieran saber quien fue realmente, las cosas horribles que hizo y toda la gente a la que lastimó. No sabía realmente a que reino pertenecieron esas tierras pero si eran Luna Brillante no quería ni imaginar la cara que pondrían si les dijera que ella es la responsable directa de la muerte de la Reina Angella. O que ella por abrir el portal había causado la situación actual del planeta. No decirles la verdad no era mentirles pero tampoco estaba siendo sincera.
Se debatió internamente esas cuestiones durante largo rato, pasando el tiempo que Tamir le dijo que lo despertara, pero no quería hacerlo. Se veía cansado y trabajaba duro todos los días, al igual que Ursa. ¿Cómo fue que después de todo fue a parar con personas tan amables que le tendieron la mano? No podía pagarles tanta hospitalidad con mentiras pero temía a su propia verdad.
Sus reflexiones se vieron interrumpidas por un fuerte golpe en la puerta de madera. Como si un pesado martillo la golpeara, tres veces sonó y antes de que el tercer golpe llegara Catra ya había tomado una lanza y se dirigió a la zona superior de la puerta seguida de un desorientado Tamir que apenas y pudo seguirle el paso.
Una voz gruesa como la de un trueno hacía una sola petición.
— ¡Abran! ¡Abran está puerta, maldición! ¡O la tiraré!
— Por favor no lo hagas —. Una segunda voz más suave y calmada (y más razonable) habló.
Cuando Catra llegó al lugar donde aquellas voces hablaban terminó encontrándose con dos figuras más que peculiares a la vista.
Un hombre de físico delgado y cabello largo y rubio, con una cota de malla y una capa roja. Llevaba una espada a su costado y una expresión que pretendía ser afable. A su lado hay alguien de estatura considerablemente más baja pero bastante fornido y a pecho descubierto llevando un hacha a dos manos. El acompañante del hombre rubio lleva una larga barba pelirroja y una cresta de cabello que le recorre desde la frente hasta la parte posterior de la cabeza.
— H-hola. Sé que esto puede ser un inconveniente para ustedes pero, ¿nos podrías dejar pasar?
— ¿Los conoces? —. Pregunta Tamir. Catra niega lentamente sin despegar su mirada de aquellos dos al mismo tiempo que les apunta con la lanza.
A warning to the people
The good and the evil
This is war
To the soldier, the civilian
The martyr, the victim
This is war
It's the moment of truth, and the moment to lie
The moment to live and the moment to die
The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the earth
It's a brave new world from the last to the first
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the earth
It's a brave new world, It's a brave new world, It's a brave new world
A brave new world
The war is won
The war is won
A brave new world
