En todo Konoha, se hablaba abiertamente de la relación entre la Hyuga y el Uchiha. Era un tema recurrente entre los aldeanos, quienes debatían cómo dos personalidades tan opuestas podían complementarse tan bien. Algunos los admiraban, otros eran críticos, pero nadie negaba que juntos habían sido clave para la victoria.
La reunión en la oficina de Tsunade
Tsunade, la Quinta Hokage, convocó una reunión con los líderes de las otras aldeas para discutir la disolución definitiva de Akatsuki y asegurar la paz entre las naciones. Hinata e Itachi, como héroes de la batalla, fueron invitados a asistir, junto a Gaara, Temari, y Kankuro, quienes aún se encontraban en Konoha tras los eventos recientes.
—Bien, empecemos con lo más importante —dijo Tsunade, dirigiéndose a los presentes—. Akatsuki está prácticamente desmantelada. Sin embargo, aún quedan rastros de su influencia que debemos erradicar.
Gaara intervino con seriedad. —Sunagakure está dispuesta a colaborar. Pero creo que también es importante discutir cómo fortalecer las alianzas entre nuestras aldeas para evitar que algo como esto vuelva a suceder.
Tsunade asintió. —De acuerdo. Pero antes de continuar, quiero abordar algo más... personal.
Todos en la sala levantaron una ceja, excepto Hinata e Itachi, quienes se miraron con algo de incomodidad.
—¿Se refiere a nuestra relación, Hokage-sama? —preguntó Itachi con su habitual tono calmado.
—Por supuesto que sí. —Tsunade cruzó los brazos con una sonrisa pícara—. Es público, Uchiha. Toda la aldea lo sabe, pero quiero escuchar de ustedes mismos qué planean hacer ahora que la paz parece estar más cerca.
Hinata levantó la barbilla, demostrando la confianza que había ganado con el tiempo. —Itachi y yo no tenemos nada que ocultar. Sabemos que nuestro vínculo puede ser motivo de especulación, pero eso no nos detendrá. Planeamos seguir trabajando juntos por Konoha, como siempre lo hemos hecho.
Gaara, sentado al lado de Temari, esbozó una leve sonrisa mientras la miraba. —Tienes mi apoyo, Hinata. Aunque, debo admitir, todavía no entiendo cómo alguien tan serio como Itachi puede ser lo que necesitas.
Temari le dio un codazo. —¡Gaara! No digas eso.
Itachi arqueó una ceja, pero respondió con su habitual sarcasmo. —Supongo que mi falta de expresividad es compensada por mi compromiso inquebrantable. Algo que pocos pueden entender, ¿cierto, Kazekage?
El intercambio provocó algunas risas en la sala, relajando la tensión.
Tras el evento, Itachi y Hinata se retiraron al complejo Hyuga, donde Hiashi finalmente aceptó formalmente a Itachi como parte de la familia, aunque con una advertencia.
—Itachi, respeto tus habilidades y tu dedicación, pero si alguna vez hieres a Hinata, recuerda que no solo tendrás que enfrentarme a mí, sino a toda la familia Hyuga.
Itachi inclinó la cabeza, su mirada seria. —Lo entiendo, y le aseguro que no tiene nada de qué preocuparse.
Hinata rodó los ojos con una sonrisa. —Padre, creo que ya quedó claro.
La noche terminó con una cena tranquila entre amigos y familiares, un recordatorio de que, incluso tras la guerra, la vida continuaba.
La noticia del compromiso oficial de Hinata e Itachi se había extendido como fuego por la aldea. Aunque todos ya sabían de su relación, escuchar la confirmación pública generó emoción y revuelo en Konoha. Ahora, lo inevitable había llegado: los preparativos de la boda.
Los clanes Hyuga y Uchiha jamás habían estado tan cerca como ahora. La confirmación pública del compromiso entre Hinata y Itachi marcaba un antes y un después en la historia de Konoha. Ambos clanes, conocidos por su orgullo y sus antiguas tradiciones, tenían una tarea monumental por delante: organizar una boda que estuviera a la altura de su legado.
En la mansión Hyuga, un grupo de ancianos de ambos clanes se reunió para discutir los detalles del evento. Hiashi Hyuga presidía la reunión junto a Fugaku Uchiha, mientras que Mikoto Uchiha y Hanabi Hyuga observaban con interés.
—La ceremonia debe seguir la tradición Hyuga —declaró Hiashi con seriedad—. Hinata es la heredera del clan, y su boda debe reflejar nuestra historia y prestigio.
Fugaku asintió, pero no tardó en objetar. —Estamos de acuerdo en el respeto a la tradición, pero el matrimonio también involucra a los Uchiha. Nuestra familia tiene su propio legado, y no permitiremos que se vea opacado.
Mikoto, viendo que la discusión iba a escalar, decidió intervenir con diplomacia. —¿Por qué no hacemos una fusión de ambas tradiciones? Después de todo, esta boda es un símbolo de unidad entre nuestros clanes.
Hiashi y Fugaku se miraron en silencio por unos segundos, hasta que finalmente el líder Hyuga asintió con resignación. —Está bien. Pero no permitiremos elementos innecesarios.
Hanabi, que hasta ahora se había mantenido callada, sonrió con picardía. —Entonces, supongo que las invitaciones con papel dorado y las bengalas en el cielo están descartadas.
Los ancianos la miraron con incredulidad, mientras Mikoto soltaba una carcajada.
Mientras los líderes discutían la ceremonia, Hinata y Itachi tenían sus propios problemas… empezando por la ropa.
—Esto es ridículo —murmuró Itachi, mirando la cantidad de kimonos formales que Mikoto le había traído—. No necesito vestirme como si fuera un emperador.
Hinata, sentada en el tatami, sonrió mientras observaba sus propios atuendos. Su vestido de novia era una obra maestra, una combinación de la elegancia Hyuga con el misterio Uchiha. Blanco con detalles en negro y rojo, simbolizando la fusión de ambas familias.
—Creo que te verías bien con esto —dijo Hinata, levantando un kimono negro con detalles en rojo y plateado.
Itachi suspiró, sabiendo que no tenía escapatoria. —Si tú lo dices, Bolita de Zenzai.
Hinata sonrió divertida. —¿No crees que deberíamos escaparnos y casarnos en secreto?
Itachi arqueó una ceja. —Fugaku y Hiashi nos encontrarían y nos obligarían a hacer una segunda boda… aún más extravagante.
Hinata rió. Era la primera vez que se casaba, y aún no se acostumbraba a la idea. Pero lo que sí sabía era que con Itachi a su lado, todo sería más fácil.
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Las invitaciones fueron enviadas a todas las aldeas aliadas. El Kazekage Gaara, Temari y Kankuro confirmaron su asistencia de inmediato. Deidara, emocionado, también aceptó, aunque su abuelo, el Tsuchikage, amenazó con arrastrarlo de regreso a Iwagakure si hacía "tonterías" durante la boda.
Naruto, Kushina y Minato fueron invitados como parte del círculo cercano de Hinata e Itachi. Tsunade, Kakashi y otros miembros de la élite de Konoha también estarían presentes.
Pero como en toda boda… no faltaron los problemas de última hora.
—¡¿Por qué hay CINCUENTA platos diferentes en el menú?! —gritó Hiashi al ver la lista de comida.
—Los Uchiha querían platos tradicionales suyos, nosotros los nuestros… y al final nadie quiso ceder —respondió Mikoto, suspirando.
Fugaku, cruzado de brazos, miró a Itachi. —Hijo, más te vale que este matrimonio dure para siempre, porque no pienso volver a organizar otra boda en mi vida.
Itachi solo asintió con seriedad.
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Con todo casi listo, Hinata decidió pasar la última noche antes de su boda en el mirador más alto de Konoha.
Para su sorpresa, Itachi ya estaba ahí.
—No podías dormir, ¿verdad? —preguntó él sin mirarla, con su voz tranquila.
—No —confesó Hinata, caminando a su lado. Miró el cielo estrellado y suspiró—. Aún no puedo creer que mañana nos casamos.
Itachi giró su rostro hacia ella, con una leve sonrisa. No era un hombre de grandes palabras, pero en su mirada había algo que lo decía todo.
—No importa qué pase mañana. Yo siempre estaré contigo.
Hinata sintió que su corazón se aceleraba. Se giró y lo abrazó con fuerza, sin importar que era de madrugada y hacía frío.
—Gracias, Bolita de Dango —susurró él.
Hinata rió suavemente.
Mañana sería un gran día.
