Capitulo 4: Jim Hawkins: Cadete espacial

Otro cuento del libro "365 Disney Bedtime Stories"

¿Ustedes dónde ubicarían este cuento? ¿Antes o después de los sucesos con Barba de Hierro y el Centurión?


El primer día del semestre en su segundo año en la Academia Interestelar, Jim Hawkins subió a bordo de un balandro solar. Por un segundo, se sintió como si estuviera de nuevo a bordo del Legacy, la nave donde se había convertido en un verdadero navegante. Pero la sensación se desvaneció cuando sus compañeros de clase lo empujaron, ansiosos por comenzar la parte divertida del entrenamiento.

Jim permitió que los estudiantes más confiados se amontonaran frente a él. Solo unos días antes, no podía esperar para volver a la academia y reanudar sus estudios para ser capitán, especialmente porque el segundo semestre era cuando comenzaba el entrenamiento de piloto. Pero ahora sentía que se le habían roto las piernas espaciales.

—Átate. —Un niño morado de varias patas que estaba al lado de Jim le entregó un cabo salvavidas—. Nos vamos de aquí.

Mientras Jim aseguraba su cuerda, el instructor le mostró a uno de los estudiantes más atrevidos cómo navegar para alejarse del puerto. Varios otros estudiantes esperaban ansiosos su turno al timón. Uno por uno, el instructor les permitió tomar el timón.

El instructor miró hacia arriba y vio a Jim, y le hizo señas con la pata felina. Sus ojos almendrados le recordaron a Jim a la capitana Amelia. Lo mismo que su forma de dar órdenes a la tripulación.

—¡Tú, ahí! Deja de andar a escondidas. Ven a coger el volante.

Jim se acercó arrastrando los pies y se apartó el pelo de los ojos. Jim agarró el volante y giró hacia la derecha. Quería probar algo complicado. La nave se tambaleó.

El extraño barco no era en absoluto a lo que Jim estaba acostumbrado.

—¡Cuidado! —gritó un alienígena insectoide.

—¡Gira! —gritó alguien más.

La voz de Silver resonó en la cabeza de Jim.

Toma el timón y traza tu propio rumbo. —¡Ajusta las velas! —gritó Jim en voz alta. Debió haber sonado autoritario porque tres estudiantes entraron en acción. Jim mantuvo el timón firme. No giró y, cuando el balandro ganó velocidad, maniobró entre dos ballenas espaciales y emergió suavemente por el otro lado.

—Poco convencional, —dijo el instructor con severidad—, y muy fuera de tu edad, Hawkins. Pero una cosa: nunca, jamás, vuelvas a hacer eso.

Jim sonrió. Reconocía un desafío cuando lo oía.


Fin.