*Cabello con kuse: cualquier cabello que no sea lacio, en Japón se dice que es un cabello con kuse 癖, puede traducirse como "habito, manía, rasgo (en general negativo)". A los que tienen pelo ondulado natural, los estilistas suelen decirles "tu pelo tiene la manía de doblarse" porque para ellos el pelo ondulado no es natural. Es muy común que a los extranjeros con pelo rizado se les pregunte si se hicieron un "permanente" de lo inconcebible que es el pelo rizado. Hacerse caireles en las puntas del pelo con un rizador no es mal viso porque no es permanente. En general, destacar física o mentalmente en Japón no es visto como algo bueno, entre más homogéneos; mejor.


El padre Ungai la encerró en una jaula muy pequeña, obligándola a permanecer con las rodillas dobladas. Había otras personas y dos Genin en jaulas similares en el mismo cuarto y ahí pasó toda la noche en total oscuridad sin saber qué sería de ella.

A la mañana siguiente unas mujeres con sabanas en la cabeza la sacaron de la jaula, la llevaron a unas regaderas y le ordenaron que se bañara, cuando salió, su ropa había desaparecido y en su lugar estaba solo un camisón blanco de algodón, no le quedó de otra que ponerse esa cosa.

Afuera del cuarto de baño, las mujeres ya la esperaban, la llevaron descalza al fondo del segundo piso, donde estaba el padre Ungai y otros hombres desconocidos. Del techo bajaban dos cadenas con grilletes, inmediatamente supo que esto no acabaría bien para ella.

Ni siquiera opuso resistencia cuando Ungai le colocó los grilletes de metal en sus muñecas. Ella era tan pequeña que tuvieron que bajar las cadenas para que sus pies pudieran tocar el suelo.

Alrededor de unos 5 hombres y el cura se hincaron frente a ella y comenzaron a cantar. Rin estaba viviendo su propia película de terror, no supo cuántos minutos pasaron, pero ya le dolían los brazos de estar colgada tanto tiempo.

—Veo que eres un demonio muy resistente —por fin el padre Ungai avanzó hacia ella y la enfrentó —Este cabello negro con kuse, no existe en los genes japoneses, eres una mujer impura desde tu concepción —Comentó pasando sus ásperos dedos por el cabello azabache de Rin —y esos ojos —haló bruscamente su barbilla para mirarla a la cara —eres un súcubo, pero yo te voy a quitar esa apariencia angelical, hasta que muestres tu verdadero yo —sacó un frasco de su bolsillo y le arrojó agua en la cara.

Horas, pasaron horas en las que esos locos cantaban cosas incomprensibles y de vez en cuando le lanzaban agua ahora con cubeta. El sol se había ocultado, se estaba muriendo de frío, tenía hambre, ya se había hecho pipí encima, pero no importaba cuanto rogara o suplicara, no la escuchaban.

—¡Confiesa demonio! —le volvió a exigir Ungai.

—Pero yo ya me confesé con usted, —reiteró su débil voz por enésima vez —¿qué más quiere?

—Yo lo vi en tus ojos, la mirada perdida de los Genin, tú has pecado más allá de la lujuria.

Rin estaba harta así que dijo la verdad —Sí, yo me transformé dos veces y retorné las dos veces.

Ungai sonrió, hizo una señal con la cabeza a uno de los hombres y éste salió de la habitación. —Yo te voy a sacar al demonio, confía en mí —la rasposa mano acunó su mejilla, tal como lo había hecho Sesshoumaru ayer cuando le prometió que todo estaría bien.

El hombre que había salido, retornó y caminó atrás de ella, un escalofrío recorrió su cuerpo imaginándose que lo peor estaba por venir. Ungai se hizo para atrás y se hincó con el resto de los hombres retomando los cánticos cuando, "zaash" un sonido cortó el viento y la carne de su espalda. Fue tan inesperado que ahogó un grito, "zaash" ahora sí gritó, una y otra y otra vez, hasta de sus labios se escapó el nombre de su salvador —Sesshoumaru —sollozó —¡Sesshoumaru!

—¡Es el súcubo que grita en tu lugar! Ese hombre está muerto, ayer encontramos su cuerpo cuando apagamos el incendio. ¡Arráncalo de tu corazón! ¡Libérate!

Rin dejó de gritar y de llorar… y de escuchar y de sentir; era como si se estuviera hundiendo en el mar, Sesshoumaru ya no era, ya no estaba, ¿entonces para qué?


Inuyasha encontró un cuarto con jaulas, apuntó su linterna hacia ellas y tomó fotografías como evidencia, después liberó a los humanos. Algunos salieron corriendo, otros no se movieron de su lugar. Ya lo reportaría a la policía en la mañana, ahorita tenía que encontrar al montón de Genin que soltaron la noche anterior y aquí solo había dos. Colocó los bozales de cuero a ambos Genin, las manos ya las tenían atadas a sus espaldas desde un inicio, así que los amarró de ahí con una soga para jalarlos y sacarlos del edificio.

Afuera ya estaba obscuro cuando salió con los Genin rumbo a la capilla, no había ni un alma por los alrededores. Entró al lugar con los monstruos a rastras, los jaló por el pequeño pasillo principal y los ató al poste más cercano a la mesa del centro. Les quitó el bozal, luego hizo un nudo con maña y dejó caer la cuerda al suelo hasta la puerta principal.

Ahí cortó la cuerda y la amarró a la manija dejando así el lugar abierto, tal como le había indicado su hermano.

Mandó el reporte por Line y camino al edificio lateral. Cuando ya estaba cerca, alguien gritó, apenas y era perceptible, pero estaba seguro de haber escuchado un grito. Preocupado corrió hacia el edificio siguiendo los apagados gritos y en eso escuchó el nombre de Sesshoumaru salir de los labios de la mujer que gritaba y se le heló la sangre.


Sesshoumaru caminó por los pasillos vacíos del edificio lateral, con la espada desenvainada, su linterna alumbraba cada cuarto. En uno vio a unos humanos en jaulas abiertas. Los ignoró, si ellos querían seguir ahí no era su problema.

La noche anterior hubo alrededor de 8 Genin que los hombres de Ungai controlaban como armas, ¿acaso habrían muerto todos en el incendio? Había checado la iglesia minutos antes, y fuera de la mitad de las bancas chamuscadas, no encontró nada. Su celular vibró con un mensaje de Inuyasha "2 objetivos en la capilla".

Con dos era más que suficiente.

Se encontraba inspeccionando lo que parecía ser un almacén en la cocina. Si Rin no estuvo en las jaulas que abrió Inuyasha, en algún lugar debía haber un calabozo donde la escondían. Removió un estante en busca de alguna puerta secreta en el piso, cuando un grito lejano lo paralizó. La ira y el miedo se apoderaron de su mente, corrió desenfrenadamente tras aquella voz y al llegar al segundo piso, escuchó claramente su nombre destacar por sobre opacos rezos detrás de la puerta al fondo del pasillo.

Se abalanzó contra la gruesa puerta tratando de derribarla embistiendo su cuerpo contra ella, su costilla le mandó un dolor agudo, pero lo ignoró. Volvió a arremeter con su hombro usándolo de ariete con todas sus fuerzas y la puerta cedió. Los sonidos del interior cobraron color y fuerza, al igual que el olor a sangre.

En cuanto los hombres hincados a la izquierda vieron su espada, salieron corriendo pasando al lado de él. Sus ojos estaban en Rin, colgada, empapada con un camisón casi transparente manchada de sangre. Las pequeñas rodillas se doblaron hacia atrás y la mente de Sesshoumaru sufrió un secuestro emocional de tal magnitud que su cuerpo se movió solo. Blandió su espada contra el hombre del látigo y éste cayó, Ungai retrocedió al verlo, balbuceando y negando con la cabeza.

Él le asestó a Ungai un golpe en la nuca con la empuñadura de su espada dejándolo inconsciente. Luego se dirigió al Genin encadenado que solo buscaba darle una mordida. La espada cayó el piso al ser completamente olvidada por la mano de Sesshoumaru quien se hincó frente al monstruo y lo abrazó, pegó su frente al vientre desnudo del Genin y le rogó a Rin que regresara y que lo perdonara.

Su corazón volvió a latir cuando escuchó los huesos crujir. Se levantó y regresó al cuerpo de Ungai buscando las llaves de los grilletes y ahí estaban, en el cinto de la sotana. Regresó a Rin y liberó sus muñecas, entonces escuchó la voz de su hermano.

—Sesshoumaru... no.

Con Rin en brazos se agachó por su espada y apuntó hacia Inuyasha —No me importa que seas mi hermano, cortaré tu cabeza si le haces daño a Rin.


Inuyasha corría a toda prisa al interior de la primera planta cuando 4 hombres con túnicas bajaron corriendo las escaleras y lo esquivaron, por un momento pensó en seguirlos, pero decidió que era más importante llegar al lugar de donde huían. Subió las escaleras a velocidad inhumana y por fin vio a su hermano al fondo golpear algo. Al llegar a la puerta se fue de nalgas. A la derecha de la habitación Sesshoumaru estaba frente a un Genin encadenado al techo.

Ninguno de los casos más locos que había presenciado como policía hasta ahora, se comparaban con la imagen que tenía enfrente; su hermano abrazando a esa cosa con una delicadeza aterradora, "Rin" lo llamó y con una voz quebrada le pidió perdón y como si esa escena no fuera ya lo suficientemente inconcebible, el Genin pareció contorsionarse y de manera grotesca recobró una forma humana.

Sesshoumaru se levantó, hurgó el cuerpo de Ungai y regresó a la mujer para abrir los grilletes. Aunque de niño Inuyasha estúpidamente había deseado la muerte de su hermano innumerables veces, esta vez la posibilidad de perderlo de verdad a manos de un Genin, se hizo palpable —Sesshoumaru… no. —Las palabras escaparon de su boca.

Entonces Sesshoumaru como perro rabioso acorralado tratando de defender a su dueño, le peló los dientes y dirigió la punta de su espada hacia él. En ese momento lo desconoció, esa bestia con lágrimas en los ojos, no podía ser su hermano. Jamás lo había visto así, tan fuera de sí, sin control alguno, con el corazón en la palma de la mano.

Se le estrujó su propio corazón —No voy a hacerle daño, la protegeré con mi vida —dijo lo que alguna vez quisiera escuchar de su hermano si Kagome corría peligro.

Sesshoumaru tiró la espada y regresó su vista a Rin.

Inuyasha entró al cuarto a gatas, no se sentía capaz de caminar todavía y después de ver a un hombre en un charco de sangre a su derecha, menos. Ese corte limpio en el pecho era de una espada, tragó grueso y siguió gateando hasta la prenda blanca en el piso, la inspeccionó y se dio cuenta que estaba desgarrada e inservible. Se quitó su camisa de pana y se la entregó a su hermano quedándose en camiseta. Luego le dio la espalda y miró al techo para no ver el hombre desangrándose frente a él.

Escuchó a Sesshoumaru quitarse la chaqueta atrás de él y después Rin se materializó en su regazo —Pero, ¿qué?

—Cuídala. Voy a acabar el trabajo. —Fue todo lo que Sesshoumaru dijo y salió de la habitación con el cuerpo de Ungai sobre su hombro.

Inuyasha llegó al Mazda con el corazón de su hermano en brazos, miró hacía todos lados en busca de peligro, pero no había nada, dejó a Rin en la parte trasera de la camioneta. Luego regresó al edificio, se puso unos guantes, abrió la ventana y aventó al hombre muerto ensangrentado por ahí, después bajó y arrastró el cuerpo hasta el costado de la capilla y cuando llegó, su hermano estaba ahí. Atrás de él se escuchaban gritos.

—¿Dónde está Rin? —Sesshoumaru lo cuestionó.

—Está bien, en el auto —Inuyasha tragó saliva y agitó las piernas del muerto que llevaba en sus manos —hay que deshacerse de la evidencia.


Ungai despertó con un grito, Sesshoumaru lo había inmovilizado clavándole un cuchillo en las manos contra la mesa de madera del centro. —Ella te ha corrompido por completo —Ungai tartamudeó. Le sorprendía mucho a Sesshoumaru cómo después de todo, el cura seguía aferrado a su fantasía —Yo puedo salvarte.

—¿Quién dijo que quería ser salvado? Pero para que te demuestres a ti mismo lo poderoso que eres, te dejé dos juguetitos, estoy seguro de que podrás retornarles su humanidad —Él señaló a los Genin atados el pilar de su derecha. Dio media vuelta y caminó hacia la salida.

—Aléjate de ella, estúpido —gritó Ungai antes de que Sesshoumaru saliera de la capilla.

—Ni la muerte nos podrá separar —contestó él sonriendo. Cerró la puerta jalando así la soga que mantenía anudados a los Genin en el pilar y esperó unos segundos frente a la puerta hasta que escuchó los gritos desgarradores de Ungai, entonces continuó su camino.

Al doblar a la derecha, divisó a Inuyasha arrastrando el cuerpo del hombre que había azotado a Rin, pero ella no estaba por ningún lado. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, preguntó amenazante —¿Dónde está Rin? —Si Inuyasha le había hecho algo, lo mataría aquí mismo.

—Está bien, en el auto, hay que deshacerse de la evidencia —contestó su hermano.

A estas alturas poco importaba si lo metían a la cárcel por matar a unas escorias, pero el esfuerzo de Inuyasha por ayudarlo hizo que reconsiderara la situación. Agarró una de las piernas y ambos jalaron al hombre. Lo arrastraron hasta la entrada de la capilla, Sesshoumaru abrió la puerta lo suficiente para empujar el cuerpo dentro, al fondo los Genin se estaban dando un festín y giraron sus cabezas al escucharlos, corrieron hacia ellos al mismo tiempo que cerraban la puerta.