La camioneta avanzaba a toda velocidad, sus llantas dejando marcas sobre el asfalto húmedo. Dentro, el ambiente estaba tenso, pero también cargado de una extraña calidez. Kurumi y Niko se encontraban en el asiento trasero, abrazando con cuidado el cuerpo vendado de Sensei, quien seguía profundamente sedado.
Cada respiración del hombre parecía un milagro, un recordatorio de que aún estaba vivo, a pesar de todo lo que habían atravesado para sacarlo de aquel hospital.
Kurumi mantenía sus brazos alrededor de Sensei como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Sus manos temblaban, pero no lo soltaba.
- "Esperé tanto por esto... No puedo creer que podamos estar con él otra vez..." - sollozó, sus lágrimas cayendo en silencio mientras apoyaba su mejilla contra el pecho de Sensei.
A su lado, Niko estaba acariciando suavemente la frente de Sensei, sus dedos trazando líneas delicadas sobre los vendajes. Aunque no decía nada, su rostro reflejaba una mezcla de alivio y preocupación.
En los asientos delanteros, Yukino estaba seria, su mirada fija en la carretera mientras hablaba con calma.
- "Logramos sacarlo del hospital. Si no fuera por la información que nos dio la jefa del Departamento de Defensa de Schale... estaríamos tras las rejas ahora mismo."
Otogi, al volante, asintió sin apartar los ojos del camino.- "Sí, pero la suerte no durará para siempre. Tenemos que mantenernos un paso adelante."
El vehículo no era una camioneta común. Gracias a la tecnología robada del Departamento de Ingeniería de Millennium, contaba con un sistema de camuflaje óptico que cambiaba su apariencia en tiempo real. La camioneta, que momentos antes había estado llena de agujeros de bala, ahora parecía un vehículo completamente diferente: rosa brillante, decorado con pegatinas de Momo Friends.
- "Es hora de deshacerse de los teléfonos," anunció Yukino, sacando su casco militar y colocando su propio celular dentro. "Millennium podría interceptar nuestras señales y rastrear nuestra ubicación. No podemos correr riesgos."
Kurumi, Niko y Otogi la imitaron, lanzando sus teléfonos al casco. Yukino sacó una botella de agua y, sin dudarlo, la vertió sobre los dispositivos, destruyéndolos por completo.
- "Tch... no conseguí matar a esa maldita de Arius..." - murmuró Kurumi, su voz cargada de rencor.
La mención de Arius tensó el ambiente dentro del vehículo. Todas sabían a quién se refería: Saori Joumae y su grupo. Para Kurumi, esos nombres eran una herida abierta, un fuego que llevaba ardiendo dentro de ella desde hace dos años. Su entrenamiento, su dedicación, todo había estado impulsado por el deseo de vengar a Sensei, de castigarlos por el intento de asesinato.
- "Sí, esa cobarde se escondió en cuanto me vio. Debí haberle disparado a la pierna... que no pudiera correr..." - añadió Otogi, con la mandíbula apretada y las manos sujetando el volante con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
Yukino, siempre más reservada, observaba a Sensei desde su asiento. Su mirada era intensa, cargada de determinación.
- "Tranquilas, chicas," dijo finalmente, rompiendo el silencio. "Pronto la veremos. Y cuando eso pase... la destruiremos con todo nuestro poder. Somos el SRT de élite. Ni siquiera Sorasaki Hina ni Misono Mika, juntas, podrían detenernos. Porque nuestro amor por Sensei... supera el de todo Kivotos."
Sus palabras parecieron calmar, al menos en parte, a Kurumi y Otogi. Yukino se quitó la máscara, revelando un rostro serio pero lleno de convicción. Las demás siguieron su ejemplo, dejando a un lado sus propias máscaras, como si en ese momento ya no las necesitaran.
El objetivo estaba claro. Habían arriesgado todo para recuperar a Sensei, y ahora, el único lugar donde podrían estar seguros era aquel refugio secreto que solo las Fox Platoon conocían. Allí, lejos de las amenazas, podrían protegerlo, cuidarlo y, quizás, sanar las heridas que la ausencia y la traición habían dejado en todas ellas.
Cambio de Escena: Trinity - Knights Hospitaller
El escenario era un paisaje de desolación. Las llamas seguían devorando los restos de vehículos y estructuras, y la densa humareda envolvía los alrededores del hospital de Trinity. La plaza frente al edificio, alguna vez símbolo de serenidad, se había convertido en un infierno tras el ataque.
Mari observaba con tristeza los escombros que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El contraste entre el caos y las plegarias que susurraba para sí misma era palpable.
—Oh, Señor... cuánta destrucción... —murmuró con la voz quebrada, abrazando su rosario mientras sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—Solo espero que Sensei esté bien... —añadió en un susurro mientras juntaba las manos para una rápida oración.
Sakurako, con un rostro decidido, se acercó a Mari, dándole una palmada en el hombro.
—Tranquila, Mari. Encontraremos a Sensei y a los responsables de este atentado —dijo con firmeza mientras dirigía su mirada al grupo de la Sisterhood, quienes trabajaban incansablemente retirando los escombros del hospital.
En el centro de la devastación, la líder de los Knights Hospitaller, Aomori Mine, estaba sentada en una banca de la plaza. La sangre que aún goteaba de una herida en su frente se mezclaba con el sudor y la suciedad que marcaban su rostro. Sus manos temblorosas cubrían su cara mientras el peso de la culpa y la frustración la aplastaban.
—Mine, ¿estás bien? —preguntó Sakurako con preocupación, acercándose lentamente. La expresión de Mine era sombría, una mezcla de furia e impotencia que parecía consumirla por dentro.
—¿Cómo es posible...? —susurró Mine, apartando las manos de su rostro y mirando los restos del hospital. Su voz estaba impregnada de desesperación
—. ¿Cómo esas chicas pudieron infiltrarse? ¿En qué momento fallamos? Tendría que haber revisado todo antes de dejarlas con Serina...
Mine bajó la mirada, apretando los puños con fuerza mientras las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas.
—Incluso lograron introducir una bomba anti-halo en el hospital... ¿Cómo no lo vi venir? Esto es mi culpa... Mi responsabilidad era proteger a nuestras kohai y a los pacientes... y he fallado.
Sakurako se arrodilló frente a Mine, colocando suavemente una mano en su hombro.
—Mine... no te castigues de esta manera. Los culpables no se saldrán con la suya. La JTF ya está reuniendo toda la información posible. Necesitamos paciencia y fortaleza para enfrentarlos.
Mine levantó la mirada, encontrando algo de consuelo en las palabras de su amiga.
—Sakurako... gracias... —respondió con una débil sonrisa que fue correspondida.
Ambas se quedaron en silencio por un momento, observando el caos que las rodeaba.
—Realmente fue una guerra... —murmuró Sakurako mientras su mirada recorría el paisaje devastado.
En los alrededores, las huellas de la batalla eran evidentes: patrullas de Valkyrie reducidas a escombros, vehículos blindados de los Prefectos destrozados por explosiones de lanzagranadas, y un sinfín de heridos siendo atendidos.
Sin embargo, los refuerzos no tardaron en llegar. Por un lado, la Sisterhood, liderada por Sakurako, desplegaba a sus miembros para colaborar en las tareas de rescate y búsqueda de pistas.
La Sisterhood, conocida tanto por su devoción religiosa como por su red de inteligencia de primer nivel, había puesto todos sus recursos en acción.
Con una influencia que rivalizaba incluso con el Tea Party y una red de información comparable a la de Millennium, ahora tenían una misión clara: encontrar a los responsables del ataque y recuperar a Sensei, un acto que consideraban un pecado imperdonable.
Por otro lado, el refuerzo médico de Gehenna, el Emergency Medicine Club, también había llegado al lugar. Liderados por Sena Himuro, las habilidades de este club eran reconocidas por su rapidez y precisión, igualando incluso a los Knights Hospitaller en eficacia.
La brisa que corría entre los escombros traía consigo no solo el olor de la destrucción, sino también una determinación inquebrantable.
Sena, quien lideraba al Emergency Medicine Club y era la superior directa de Chinatsu, trabajaba con rapidez y precisión tratando las heridas de Hina. Aunque los daños no eran graves, la explosión había dejado cicatrices físicas y emocionales.
Sena envolvió cuidadosamente los vendajes en la cabeza de la líder de los Prefectos, quien mantenía una expresión fría y sombría, cargada de enojo contenido.
—…Listo… ¿Puedes moverte, Hina? —preguntó Sena mientras ajustaba el último vendaje.
Hina asintía con la cabeza, pero su silencio resultaba más ensordecedor que cualquier palabra. Las otras integrantes de los Prefectos, Chinatsu, Iori y Ako, permanecían cerca, observando con cautela.
La atmósfera era pesada; podían sentir la frustración latente de su líder.
—…Estoy bien… Gracias, Sena —dijo Hina finalmente, con una voz dura y cargada de emoción reprimida. Sus palabras no lograban disimular la ira que hervía bajo la superficie.
Sena simplemente asintió, sin apartar su mirada analítica de Hina. Chinatsu, tratando de aliviar la tensión, dio un paso adelante.
—…Gracias, Sena-senpai. Realmente agradecemos que hayan venido tan rápido —dijo Chinatsu con una sonrisa tensa.
—No es nada, Chinatsu. Vine en cuanto supe lo sucedido. Todo el club se movilizó de inmediato —respondió Sena, su tono inexpresivo pero firme.
El alivio momentáneo de Chinatsu se desvaneció cuando Hina volvió a hablar, esta vez con un tono helado.
—…¿Sólo ustedes? ¿Dónde está Pandemonium Society? ¿Dónde está Makoto Hanuma? —preguntó Hina, clavando sus ojos en Ako, quien vaciló ante la mirada penetrante de su líder.
—…V-verá, presidenta… —tartamudeó Ako, tratando de encontrar las palabras correctas.
—¿Qué pasa, Ako? Habla —presionó Hina, su voz cortante como un cuchillo.
Ako tragó saliva antes de responder, sus manos temblando ligeramente.
—…Makoto no vino. Dijo que estaba ocupada manejando los asuntos de la academia Gehenna… —admitió Ako en voz baja.
Hina se levantó abruptamente de la banca donde estaba sentada, su aura oscura intensificándose.
Sin decir palabra, caminó hacia un pedazo de escombros cercano y, con un grito de frustración, lo destrozó de un puñetazo. El sonido del impacto resonó por toda la zona, dejando a todos en silencio.
Chinatsu dio un paso adelante, preocupada.
—…Presidenta… —susurró con cautela.
Hina no respondió de inmediato. En cambio, se quedó mirando su puño, ahora sangrante, mientras su voz salía entrecortada por la mezcla de enojo y culpa.
—…Es mi culpa… —susurró Hina, apretando los dientes—. Fui una tonta al dejar la seguridad y la vida de Sensei en manos de ellos. Debí haberlo sacado yo misma de ahí…
Las palabras de Hina estaban cargadas de odio y rencor, pero no hacia los demás, sino hacia sí misma. Sus ojos se clavaron en la figura de Aomori Mine y Serina, quienes estaban siendo atendidas por el Knights Hospitaller.
Para Hina, su incapacidad había sido el catalizador de esta tragedia.
Sena, quien había permanecido tranquila hasta ese momento, finalmente intervino.
—…Hina. Trinity tiene el mejor hospital de Kivotos, y gracias a sus enfermeras, Sensei fue salvado en muchas ocasiones. No puedes culparlas por un solo error… —dijo Sena, su voz firme pero neutral.
Hina giró su cabeza hacia ella, su mirada encendida por la ira.
—…¿Un error? ¡El error fue no haber puesto aunque sea un escuadrón o dos de la JTF vigilando el hospital! Si ellas hubiera estado allí, esto no habría pasado… —exclamó Hina, acercándose a Sena con paso firme.
La tensión en el aire era palpable. Antes de que alguien pudiera intervenir, el sonido de una bofetada rompió el silencio. Todas las presentes, incluidas Chinatsu e Iori, quedaron congeladas.
El portapapeles que sostenía Ako cayó al suelo con un golpe sordo.
Hina llevó su mano a su mejilla, donde quedaba marcada la huella de la bofetada de Sena. Sus ojos, amplios por la sorpresa, se encontraron con los de Sena, cuya expresión era implacable.
—…Eres la líder de los Prefectos. La persona más fuerte de Gehenna. Estabas en ese hospital, Hina. Pero por más poderosa y temida que seas, no pudiste prever esto. ¿Por qué? —preguntó Sena, su tono cargado de una mezcla de severidad y decepción.
Hina bajó la mirada, incapaz de responder. Su puño temblaba ligeramente, no por enojo, sino por el peso de la verdad en las palabras de Sena.
Sena continuó, sin dejar de observarla.
—…Incluso la más fuerte puede fallar. Usa esta derrota y este dolor como una lección. Evita que algo así vuelva a suceder. Eres la reina de Gehenna por una buena razón… Demuestra que mereces ese título —concluyó Sena.
La respiración de Hina se volvió más estable. Lentamente, alzó la vista hacia Sena, con una expresión menos endurecida, aunque cargada de reflexión. Tragó su orgullo, asumiendo el peso de sus errores.
—…Tienes razón, Sena. Gracias… —dijo Hina finalmente, con una voz más suave.
El silencio que siguió fue casi reparador. Chinatsu e Iori intercambiaron miradas, aliviadas de que la tensión hubiera disminuido.
Ako, por su parte, recogía el portapapeles con manos temblorosas.
Sena asintió y dio un paso atrás, dándole espacio a Hina para recomponerse.
—…Entonces, hagámoslo mejor. Por Sensei y por nosotras mismas —dijo Sena con firmeza, mirando a las demás.
El grupo entero asintió, encontrando en esas palabras un nuevo impulso para seguir adelante. Aunque la herida de su orgullo aún doliera, Hina sabía que era un recordatorio necesario para liderar con sabiduria.
Hina respiró hondo, intentando contener las emociones que aún se debatían en su interior. Sus hombros temblaban ligeramente, pero su mirada se mantuvo fija en Ako. Su voz, aunque cargada de cansancio, se escuchó clara.
—...Sí... tienes razón... gracias... —murmuró, apenas un susurro. Luego, desviando su atención hacia Ako, continuó—. Ako... ¿cuál es la situación ahora?...-Hina se dejó caer en la banca cercana, su postura reflejando una mezcla de agotamiento físico y emocional.
Ako, aún recuperándose del impacto emocional de los recientes eventos, se apresuró a recoger su portapapeles. Desplegó los documentos con eficiencia, su expresión rápidamente endureciéndose con profesionalismo.
—Mientras hablamos —empezó Ako con seriedad—, la líder de Trinity está organizando una cacería masiva. Está utilizando todo su poder como cabeza del Tea Party. La Justice Task Force (JTF) y la Sisterhood están actuando como una sola fuerza. Hasumi Hanekawa lidera esta operación, con Kenzaki Tsurugi y Mika Misono al frente de los ataques….-Hizo una pausa breve, revisando más información en tiempo real desde su dispositivo.
—Además de estas fuerzas principales, también están involucrados los Trinity Vigilante Crew. Es una fuerza independiente de Trinity, liderada por Suzumi Morizuki y Uzawa Reisa.
El ambiente se tensó mientras Ako continuaba detallando las acciones de otras academias.
—En cuanto a Valkyrie, la directora Ogata resultó herida durante el combate, pero ya está recibiendo atención médica inmediata. Se espera que vuelva al frente pronto. También recibirán refuerzos de Millennium, quienes han enviado a Mikamo Neru y su grupo CC, además de posiblemente incluir al Rabbit Platoon.
La intervención de Valkyrie había sido decisiva, logrando neutralizar a los mercenarios que permanecían inconscientes tras el enfrentamiento.
Estos estaban siendo trasladados en vehículos de Valkyrie y blindados del equipo de Prefectos, asegurando el área y manteniendo el orden.
Hina, mientras escuchaba atentamente, permaneció inmóvil por un momento, procesando la situación. Cada palabra de Ako reforzaba la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Todas las grandes y pequeñas facciones de Kivotos estaban movilizando fuerzas, y ella debía actuar con rapidez y precisión.
Finalmente, después de unos minutos de deliberación, Hina abrió los ojos. Su mirada era gélida y su expresión imperturbable. Las lágrimas habían quedado atrás; ahora estaba decidida.
—Sena... —dijo, su voz cargada de determinación—. Llévanos. Hay personas a las que debo reclutar.
Sena, siempre leal, dejó escapar una pequeña sonrisa mientras asentía con confianza.
—Con mucho gusto, Líder del equipo Prefectos —respondió tranquilamente Sena
Cambio de escena
El interior del camión blindado estaba en silencio, solo interrumpido por el ronroneo del motor. Iori, con su característico tono inquisitivo, no pudo evitar preguntar.
—Presidenta, ¿adónde nos dirigimos?...-Iori estaba sentada cerca de Ako, quien continuaba revisando datos en su portapapeles, mientras Sena conducía con calma y Chinatsu ocupaba el asiento del copiloto. Hina, por su parte, permanecía absorta, mirando por la ventana del vehículo.
Después de unos segundos de silencio, Hina habló sin apartar la vista del paisaje que pasaba velozmente.
—No confío en Makoto Hanuma ni en la Pandemonium Society. Es seguro que aprovechará esta situación para ganar más seguidores... es justo lo que quiere. No pienso confiarle mi espalda... ni la de Sensei, a alguien como ella.
Las palabras de Hina estaban cargadas de veneno, una mezcla de desdén y precaución. Pero, a pesar de su dureza, tenía un punto válido. Makoto Hanuma y la Pandemonium Society no eran de fiar en absoluto.
Aunque la Pandemonium Society poseía el mayor número de soldados y un poder de fuego superior incluso al equipo Prefectos, pero todos respondían únicamente a Makoto.
El aire dentro del camión se volvió más pesado tras las palabras de Hina.
El destino que les aguardaba era incierto, pero una cosa estaba clara: Hina estaba dispuesta a hacer lo necesario para enfrentar lo que estaba por venir, incluso si eso significaba desafiar las alianzas tradicionales de Kivotos.
Mientras el camión blindado avanzaba, la tensión dentro del vehículo era palpable. Ako, mirando al frente con preocupación, se animó a preguntar.
-…Entiendo, Presidenta… pero, ¿a quién piensa reclutar exactamente? –preguntó con cautela, aunque en su voz resonaba la duda.
Hina, sin apartar la vista de la ventana, cruzó los brazos y respondió con firmeza:
-…Primero, Problem Solver 68. Su líder es Rikuhachima Aru… –dijo en un tono tan neutral que parecía haber meditado cada palabra.
Un murmullo de incredulidad recorrió el interior del camión. Ako, evidentemente molesta, no pudo contenerse.
-¡¿Presidenta?! ¿Habla en serio? Ese grupo no es más que un montón de delincuentes que causan problemas… –exclamó, recordando las múltiples veces que había tenido que lidiar con ellos.
Iori asintió enérgicamente, apoyando la postura de Ako.
-¡Exacto! Rikuhachima Aru no es solo peligrosa, sino completamente desleal. Ese grupo se mueve únicamente por dinero… no creo que puedan ser aliados confiables.
Hina seguía impasible, sin voltear a mirarlas. Su mirada se mantenía fija en su reflejo en la ventana, su rostro mostrando una serenidad casi intimidante.
-…No voy a negar que son problemáticos… –murmuró Hina, sin perder la calma–. Pero Sensei les tiene cariño y mucha confianza. Después de todo, Rikuhachima Aru es la segunda persona en la que Sensei más confía, aparte de mí…-Un silencio cayó en el vehículo ante esta revelación.
Hina continuó, recordando un episodio del pasado con cierto deje de nostalgia.
-…Hace unos años, Aru era una de las estudiantes más prometedoras de Gehenna. Su talento era indiscutible: excelente en lo académico, impecable en su puntería, y con un carisma que podía mover montañas….-Dijo Hina para seguir continuado…..
-...Si no hubiera abandonado sus estudios, fácilmente podría haber sido la Presidenta de Pandemonium Society… o incluso un miembro destacado del Equipo Prefectos……-Estas palabras dejaron a las demás sin aliento. Incluso Sena, que rara vez mostraba emoción, no pudo ocultar su asombro. Iori, aún incrédula, rompió el silencio.
-¿Tan especial y fuerte es Rikuhachima Aru? Cuando la enfrentamos en Ciudad de Abydos parecía una estudiante más… –murmuró, tratando de entender.
Hina finalmente giró la cabeza y la miró directamente.
-…No subestimes a Aru, Iori. Es mucho más fuerte de lo que imaginas. Hace dos años, intenté atraparla personalmente… –susurró, acariciando una pequeña cicatriz en su mejilla, un recuerdo de ese enfrentamiento.
Los ojos de Ako se abrieron como platos, y el aire pareció congelarse.
-¿Qué ocurrió, Presidenta? –preguntó Sena con curiosidad contenida.
Hina suspiró antes de responder.
-…Fue la primera estudiante en enfrentarse a mí y sobrevivir. Durante esos 10 segundos, logró herirme. Apenas fue un rasguño, pero fue suficiente para demostrar su temple… y su habilidad. –La seriedad en su voz dejó claro que no estaba exagerando.
El silencio en el camión se hizo aún más profundo. Hasta Iori, que se consideraba la segunda más fuerte del equipo Prefectos, no podía evitar sentir un respeto renovado por esa "delincuente" de Gehenna. Hina continuó, su voz fría como el acero.
-…No solo Aru es especial. Todo su equipo tiene un potencial increíble. Asagi Mutsuki, por ejemplo……-La mención de ese nombre hizo que Ako y Iori se estremecieran.
Ambas recordaban muy bien las trampas explosivas y las tácticas de confusión de Mutsuki, que tantas veces las habían puesto en aprietos.
-…Mutsuki es experta en tácticas de guerrilla y sabotaje. Puede montar trampas explosivas en cuestión de segundos y desmantelar las defensas de un enemigo antes de que se dé cuenta de lo que ocurre. Su habilidad para sembrar caos no tiene igual… –Hina hizo una breve pausa antes de pasar al siguiente miembro.
-…Kayoko Onikata. Su pasado es un misterio, pero sabemos que proviene del inframundo de Gehenna. Su habilidad para recolectar y manejar información la hace indispensable. Tiene una red de inteligencia comparable a las de Sisterhood y Millennium, lo que la convierte en una de las principales fuentes de poder de su grupo.
Iori frunció el ceño al recordar lo complicado que había sido enfrentarse a una fuerza con tanta información privilegiada. Pero Hina aún no había terminado.
-…Y finalmente, Haruka Igusa… la lanza y escudo de Problem Solver 68.
Al escuchar ese nombre, todos en el vehículo se tensaron. Haruka Igusa era una fuerza imparable, conocida por su ferocidad en combate cuerpo a cuerpo y su capacidad para proteger a su equipo sin importar las circunstancias.
-…Es la más peligrosa de todas. Su lealtad hacia Rikuhachima Aru es absoluta, y su fuerza física supera incluso a la mayoría de los estudiantes élite de Gehenna. Si ellas aceptan unirse a nuestra causa, serán un activo invaluable… –Hina concluyó, volviendo a mirar por la ventana.
El ambiente en el camión era pesado. Todos sabían que Problem Solver 68 no era un grupo cualquiera, y si lograban convencerlas, podrían cambiar el curso de la batalla. Pero también era claro que hacerlo no sería fácil.
Cambio de escena
Problem Solver 68
Mutsuki miró el suelo con una mezcla de curiosidad y disgusto.
—¿Qué es eso... un ojo? —preguntó, mientras sus ojos quedaban fijos en el pequeño pero escalofriante objeto frente a ellas. Un ojo rojo, teñido de sangre, parecía mirarlas fijamente desde el suelo.
Haruka dio un paso atrás, casi de forma instintiva, mientras el asco y el horror se apoderaba del rostro de Aru al observar no solo el ojo, sino también los charcos de sangre que lo rodeaban.
Sin embargo, la más afectada era Kayoko. Su cuerpo se quedó paralizado mientras sus ojos, normalmente fríos y calculadores, se fijaban en ese ojo ensangrentado. Un ojo de color negro, profundo como la noche misma. Algo en él despertaba recuerdos enterrados de sus momentos con Sensei: citas tranquilas y felices, instantes donde todo parecía perfecto y seguro. Kayoko comenzó a respirar agitadamente, apretando el arma que sostenía con ambas manos, sus nudillos blancos por la fuerza que ejercía.
Mientras tanto, Hoshino, ajena a la tensión creciente, permanecía en el regazo de Aru, disfrutando del calor y la cercanía. Su expresión era casi soñadora, como si el caos a su alrededor no existiera.
De repente, en un movimiento tan rápido que apenas fue perceptible, Kayoko apareció detrás de Hoshino, apuntándole con su arma directamente a la cabeza.
—¿Dónde está? —preguntó Kayoko con voz firme y amenazante.
—¡Kayoko-chan! —exclamó Mutsuki, dando un paso adelante, alarmada por la actitud de su amiga.
—Kayoko, espera —pidió Aru, su voz llena de preocupación.
Pero Kayoko no retrocedió. Su mirada estaba fija en Hoshino, y su arma temblaba ligeramente en sus manos.
—Uhee~... ¿de qué hablas, Kayoko-chan? —respondió Hoshino con su habitual tono despreocupado, inclinando la cabeza de lado, como si la situación no tuviera gravedad.
La paciencia de Kayoko llegó al límite.
—¡HABLO DE SENSEI! ¿DÓNDE ESTÁ? —gritó con furia, sus ojos llenos de lágrimas que no podía contener más.
Haruka retrocedió un poco, impresionada por la intensidad de Kayoko.
—Nunca había visto a Kayoko-sempai tan enojada... —murmuró, con un tono que reflejaba tanto sorpresa como temor.
Incluso Mutsuki, quien solía bromear incluso en las situaciones más tensas, decidió mantenerse seria.
—Ok, esto dejó de ser gracioso... Mejor todas nos calmamos un poco —dijo con cautela, tratando de bajar la tensión en el ambiente.
Hoshino, sin embargo, no mostró ni una pizca de miedo. En cambio, inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado y adoptó una sonrisa melancólica.
—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —preguntó con una voz suave, casi infantil, mientras levantaba la mirada hacia Aru
—. Yo no hice nada malo... ¿verdad, Sensei?...-Kayoko apretó los dientes, sus manos temblaban mientras sostenía su arma.
—Deja de esconderte detrás de eso. ¿Qué le hiciste a Sensei? ¡Habla! —exigió Kayoko, dando un paso más cerca de Hoshino.
Hoshino parpadeó lentamente, como si no entendiera la gravedad de las palabras de Kayoko.
—¿Sensei? Pero... él está aquí —dijo mientras señalaba a Aru con una sonrisa rota—. Sensei nunca me dejaría. Está conmigo ahora, como siempre. ¿Verdad, Sensei?
Aru quedó inmóvil. Las palabras de Hoshino parecían perforarla de una manera que ninguna bala podría.
—Hoshino-san... —murmuró, pero su voz se quebró antes de poder decir algo más.
Hoshino se aferró aún más fuerte al uniforme de Aru, enterrando su rostro en su regazo.
—Sensei es débil. Nunca me dejaría... no como los demás. Él siempre está aquí para mí. ¿Por qué no lo entiendes, Kayoko-chan? —preguntó Hoshino con un tono entre soñador y devastador.
Kayoko bajó lentamente el arma, sus emociones luchando por tomar el control de ella. Su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad, ira y un profundo dolor.
Pero su autocontrol no duró mucho. En un arrebato de desesperación, levantó de nuevo su arma y disparó.
El disparo no dio en su objetivo. En cambio, rozó la mejilla de Aru, dejando un delgado rastro de sangre.
Kayoko, con el instinto de actuar primero, intentó disparar de nuevo.
Pero antes de que pudiera apretar el gatillo, Hoshino se movió con una velocidad explosiva. En un golpe directo y brutal, lanzó una patada al estómago de Kayoko, enviándola al suelo con un gemido ahogado.
Hoshino no se detuvo. Sin dar un respiro, corrió hacia una de las paredes, donde tomó su escudo Iron Horus con un movimiento fluido. Con un grito de pura ira, saltó hacia Kayoko, levantando el escudo como si fuera un martillo dispuesto a aplastarla.
—¡Aghhhhhh! —rugió Hoshino, desbordando una furia casi inhumana.
Kayoko reaccionó por puro instinto, rodando hacia un lado justo a tiempo para evitar el impacto.
El golpe del escudo contra la mesa de vidrio cercana resonó con un estruendo ensordecedor, rompiendo la superficie en pedazos que se esparcieron por el suelo.
Aru, Mutsuki y Haruka retrocedieron con rapidez, refugiándose tras el amplio escritorio de la oficina de Aru.
—¡Esto es una locura! —exclamó Mutsuki, su tono ahora serio, mientras observaba la caótica escena.
Kayoko, desde el suelo, disparó varias veces con su pistola, pero las balas rebotaron inútilmente contra el escudo de Hoshino. La chica de Abydos avanzó con una fuerza imparable, embistiendo a Kayoko con el escudo y lanzándola de espaldas contra la pared.
Kayoko jadeó, el impacto casi le cortó la respiración. Antes de que pudiera recomponerse, Hoshino la golpeó de nuevo, esta vez aplastándola contra la pared con su escudo.
—¡Kayoko! —gritó Aru, su voz cargada de preocupación por su amiga, mientras su mente intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.
El escudo presionaba con fuerza contra Kayoko, quien cayó al suelo cuando Hoshino se alejó un poco, aunque sus ojos seguían clavados en ella con una expresión asesina.
Desde el suelo, herida y exhausta, Kayoko levantó la mirada hacia Hoshino. En ese instante, sus ojos oscuros, ahora llenos de rabia descontrolada, brillaban bajo la tenue luz de la habitación. Esa mirada fría y cargada de furia asesina heló la sangre de Kayoko.
—... (olvide que es la más fuerte de Abydos… un monstruo...) —pensó Kayoko mientras escupía sangre y con un brazo tembloroso intentaba levantar su pistola.
Hoshino, sin titubear, pisó con fuerza el brazo de Kayoko, inmovilizándola.
—Muere... —gruñó Hoshino con una frialdad que heló el aire mientras alzaba su escudo con ambas manos, dispuesta a asestar el golpe final.
—¡DETENTE, HOSHINO! —La voz de Aru resonó con fuerza en la sala, deteniendo el movimiento de Hoshino de inmediato.
La furia en los ojos de Hoshino se desvaneció como si jamás hubiera estado allí. Confusa, giró la cabeza hacia Aru, quien ahora estaba de pie frente a ella, con una expresión de firmeza y decepción que era imposible de ignorar.
Aunque su interior estaba dominado por el miedo, Aru no dejó que eso se reflejara en su rostro. No podía permitirse vacilar ahora.
—...Sensei... ¿está bien? —preguntó Hoshino con nerviosismo al notar la sangre en la mejilla de Aru.
—¡No te acerques, Hoshino! Quédate donde estás. Ahora. —La voz de Aru era autoritaria, dejando claro que no estaba dispuesta a tolerar más caos.
Hoshino obedeció de inmediato, retrocediendo lentamente. Sus ojos reflejaban la confusión y la culpa que comenzaban a invadirla.
—Aléjate de Kayoko... lentamente. Es una orden. —Aru mantuvo su mirada fija en Hoshino mientras Mutsuki y Haruka se acercaban para ayudar a Kayoko.
—Kayoko-chan, ¿estás bien? Déjame buscar un botiquín. —Mutsuki revolvió su bolso, normalmente lleno de granadas, en busca de algo útil.
—Kayoko-sempai... toma, acaricia mi planta... te sentirás mejor.—Haruka le ofreció nerviosamente una maceta con pasto, intentando aliviar la tensión.
Mientras tanto, Hoshino miró con nerviosismo a Aru y extendió una mano hacia su mejilla, como si quisiera limpiar la sangre. Sin embargo, Aru apartó su mano de un golpe, dejando a Hoshino congelada en su lugar.
—¿En qué estabas pensando, Hoshino? —La voz de Aru se alzó, cargada de furia contenida—. ¡Casi matas a Kayoko! ¿Quieres convertirte en una asesina? ¿Vivir con las manos manchadas de sangre?
Hoshino retrocedió unos pasos, horrorizada.
Era la primera vez que "Sensei" le levantaba la voz. Su mundo parecía desmoronarse.
—...Si no puedes controlarte, Hoshino, me veré obligado a echarte del edificio. —La sentencia de Aru fue directa y brutal.
Hoshino cayó de rodillas, sus lágrimas comenzando a fluir mientras su máscara de dureza se hacía pedazos.
—¡Lo siento, Sensei! —sollozó mientras tomaba la mano de Aru con desesperación—. ¡Por favor, no me abandone! ¡No me odie! Yo... yo no quería…
El silencio llenó la habitación. Incluso Kayoko, a pesar de sus heridas, observó en silencio cómo Hoshino se aferraba a Aru como si fuera su única esperanza.
—Estás... huyendo... —susurró Kayoko, sus palabras llenas de tristeza, más para sí misma que para Hoshino.
Los ojos de Kayoko, cargados de culpa, encontraron un reflejo oscuro en los de Hoshino: ambas estaban rotas, cada una atrapada en su propio dolor, aferrándose a mentiras para escapar de una realidad insoportable.
Lentamente, la ira de Kayoko se desvaneció, reemplazada por una sensación de empatía amarga. Al final, ambas estaban más cerca de lo que querían admitir, unidas por el peso de sus propios errores.
Mientras tanto, Aru se debatía en un torbellino de emociones que parecía crecer con cada segundo.
Su mirada permanecía fija en Hoshino, quien, quebrada y vulnerable, temblaba aferrada a ella como si fuera su última tabla de salvación. El peso de la situación aplastaba el pecho de Aru, llenándolo de una mezcla de compasión, miedo y una profunda responsabilidad.
Sabía que Hoshino estaba mentalmente inestable, que su estado actual la convertía en un riesgo tanto para sí misma como para las demás. Sin embargo, abandonar a Hoshino en ese estado sería como negarle un último rayo de luz en su abismo personal.
Aru suspiró profundamente, luchando por encontrar el equilibrio entre el liderazgo que debía demostrar y el cariño que sentía por cada una de ellas.
En ese momento, la imagen de Haruka cruzó por su mente. Aquella vez en que Haruka había estado igual de rota, perdida y aferrándose a los fragmentos de su propia cordura, Aru había tomado la decisión de no dejarla sola. Y ahora, viendo a Hoshino frente a ella, no podía hacer menos.
Con una resolución silenciosa, Aru se acercó más a Hoshino y, sin pensarlo dos veces, la envolvió en un abrazo cálido y protector.
El gesto tomó a todos por sorpresa. Mutsuki y Haruka se quedaron boquiabiertas desde su lugar al lado de Kayoko, mientras esta última, todavía apoyada contra la pared, observaba la escena en completo silencio. Incluso Hoshino, perdida en su dolor, parecía incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo.
-...S-Sensei?...-susurró Hoshino, con los ojos llenos de lágrimas, mientras su cuerpo temblaba de manera incontrolable.
Aru no dijo nada al principio. Simplemente sostuvo a Hoshino con firmeza, dándole el consuelo que necesitaba pero nunca había pedido. Su mano acarició suavemente la espalda de la chica de Abydos, como si quisiera aliviar el peso invisible que llevaba consigo.
Finalmente, Aru habló con una voz suave pero cargada de emoción, las palabras surgiendo de lo más profundo de su corazón:
-...Perdón si te grité... Sé que duele, Hoshino. Y no quiero que te lastimes más de lo que ya estás. No quiero verte atrapada en esta oscuridad... porque sé que eres mejor que esto.
La voz de Aru temblaba ligeramente mientras continuaba, pequeñas lágrimas comenzando a deslizarse por sus mejillas.
-...Eres la dulce y divertida Oji-san que siempre está jugando, riendo y buscando una buena siesta... Lo único que quiero es que seas feliz, Hoshino. Que tengas una vida llena de cosas lindas para disfrutar.
Hoshino, todavía en estado de shock, escuchaba cada palabra como si fuera un bálsamo para su alma destrozada. Su cuerpo temblaba aún más mientras las lágrimas seguían brotando de sus ojos.
Finalmente, dejó escapar un desgarrador sollozo y se aferró con más fuerza al abrazo de Aru, como si su vida dependiera de ello.
-...Sensei... Sensei, ahhhhhhh...-lloraba Hoshino con todo su ser, desahogando años de dolor, miedo y desesperación en los brazos de la persona que significaba todo para ella.
Kayoko, quien observaba la escena desde su lugar, escuchó las palabras de Aru resonando en su mente. Aquellas mismas palabras llenas de amor y ternura que, en algún momento, también le habían sido dirigidas por su propio maestro. De repente, sintió que una grieta se formaba en las paredes que había construido alrededor de su corazón.
-...¿Q-qué estoy haciendo?...-susurró Kayoko, su voz quebrada mientras una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla.
Mutsuki y Haruka, al notar el cambio en Kayoko, se acercaron sin dudarlo y la envolvieron en un abrazo colectivo. La dureza que siempre caracterizaba a Kayoko finalmente se desmoronó.
-...Kayoko-sempai... está bien, estamos aquí...-susurró Haruka con una voz gentil, mientras acariciaba el cabello de Kayoko con ternura.
Kayoko, incapaz de contenerse más, rompió en un llanto desconsolado, sus lágrimas cayendo libremente mientras se aferraba a Mutsuki y Haruka como si fueran un ancla en su tormenta emocional. Dos años... dos años de guardar todo dentro, de contener el dolor, la culpa y la tristeza, finalmente encontraron una salida.
Aru, aún sosteniendo a Hoshino, miró de reojo a Kayoko y su equipo. Aunque su corazón estaba roto al verlas a todas tan vulnerables, también sintió una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, esta tormenta pasaría, y todas podrían encontrar la manera de sanar juntas.
El silencio, cargado de emociones, llenó la habitación. Solo se escuchaban los sollozos de Hoshino y Kayoko, resonando como un eco de catarsis compartida. Aru cerró los ojos un momento, permitiéndose respirar profundamente, antes de abrirlos y acariciar suavemente el cabello de Hoshino.
-...Todo estará bien...-susurró con firmeza, más para ella misma que para las demás.
Y en ese instante, aunque frágil, se sintió más fuerte que nunca.
