Observando a Harry con una determinación inquebrantable, Severus cambió su ropa por algo más casual y tomó una de las muchas llaves pertenecientes a sus bóvedas.

— Ozzy

¡Plop!

— Amo Prince, ¿Ozzy cómo le puede servir? — la elfina hizo una reverencia formal antes de mirar al pocionista.

— Él es Harry Potter, mi... Mi protegido. Necesito que lo cuides por mí mientras vuelvo. No dejes que salga de la cama a menos que sea para satisfacer necesidades esenciales. Por favor, evita que se quite esa vía del brazo y de ser posible, prepara algo ligero para la cena de esta noche. Creo que Nessy estará encantada de ayudarte.

— Así se hará. — La elfina, perteneciente desde hace ya muchos años a la familia Prince, vestía un vestido negro con el escudo familiar bordado del lado izquierdo. — Amo Prince, espere un segundo.

— ¿Ozzy?

Sin temor y más bien con algo de imposición, la elfina chasqueó sus dedos haciendo que un suéter negro posara sobre los hombros del maestro.

— Con su permiso. — Nuevamente hizo una reverencia y desapareció.

Severus rodó los ojos. Respetaba mucho el trabajo que los elfos hacían por él, pero a Ozzy le tenía un cariño especial, pues siempre que regresaba de alguna reunión con Voldemort, la elfina curaba con esmero de sus heridas. Sin embargo, en momentos como esos deseaba que la criatura no fuera tan exigente.

•—•—•

Media hora más tarde, el pocionista arribó a una farmacia muggle. No fue una experiencia agradable, pues las luces fluorescentes y los estantes llenos de medicamentos de los que apenas reconocía los nombres le hacían darse cuenta de que haber dejado de actualizarse había sido un gran error de su parte, principalmente ahora, ya que no era capaz de tratar al adolescente por su cuenta y debía depender del conocimiento de Bernhard.

Sin embargo, logró adquirir lo necesario: sueros para mantenerlo hidratado, vitaminas y suplementos para su sistema debilitado. Antibióticos en caso de infecciones, y lo más importante, medicamentos para mantener su presión sanguínea y estabilizar su sistema inmune.

Al volver a Hogwarts, lo único que quería hacer era tomar un trago de Whisky de fuego y por fin acostarse a dormir, pero en cuanto puso un pie dentro de sus aposentos supo que la batalla apenas comenzaba.

Déjame salir! ¡Aléjate de mí!", "El amo Prince le dio órdenes estrictas a Ozzy de no permitir que usted salga de esta cama hasta que él vuelva.", escuchó de fondo la discusión entre Harry y la elfina.

— ¿Se puede saber qué está pasando aquí? — Intervino y se cruzó de brazos frente al niño.

— Yo... Es que... — Harry lo miró con arrepentimiento desde la cama; su cuerpo aún cubierto con las mantas que Ozzy insistía en acomodarle cada vez que se movía.

Al ver que el niño de repente se había quedado sin palabras, Severus recurrió a la elfina.

— ¿Ozzy?

— Ozzy hizo lo que el amo Prince le ordenó. El joven protegido del amo Prince insistía en salir de la cama para ir a buscarlo por su cuenta.

— ¿"Buscarme"?

Las mejillas del adolescente se tornaron de color rosa, y no por causa de la fiebre.

— Yo... Olvídalo, es estúpido.

— Estúpido hubiera sido que salieras de nuestros aposentos sin tener un rumbo fijo. ¿A dónde pensabas ir a buscarme? ¿A la tienda de Quidditch?

— Jamás te habría encontrado ahí.

— De hecho.

— Solo quería, necesitaba... No lo sé, saber que no te habías ido por culpa mía, saber que regresarías...

Severus suspiró con cansancio. "¿En qué te has metido, carajo?", se reprendió.

— Harry, te hice una promesa y la voy a cumplir. Por favor, pon un voto de confianza en mí. Uno. — El adolescente asintió y se quitó rápidamente una lágrima que amenazaba con delatarlo. — ¿Cómo te sientes?

—Me siento... menos cansado — murmuró — y creo que tengo hambre

El pocionista dejó salir un suspiro de alivio.

— Bien, eso es bueno. Te quitaré la vía y luego bajaremos.

La elfina, que aún estaba en la habitación con ellos y se había mantenido en silencio, por fin se hizo notar de nuevo.

— Nessy tiene lista la cena. ¿Gustan que les sirva?

— ¡Yo puedo hacerlo! — Reclamó el de ojos verdes ganándose una mirada molesta por parte de la criatura.

— Por favor, Ozzy. Bajaremos en un momento.

Con un chasquido, la elfina desapareció.

— Harry, ¿ya habías interactuado con elfos antes? — Con cuidado, el maestro retiró la aguja del brazo del niño y colocó una vendita encima.

— Algunas veces. El año pasado liberé a un elfo de la familia Malfoy

— ¡¿Qué?!

— ¡Se llama Dobby! ¡Ahora es mi amigo!

— ¿Dobby? ¿El elfo de Draco?

— ¿Draco tiene un elfo personal?

— Supongo que lo tenía hasta que lo liberaste — Sin poder evitarlo, Severus rio para sus adentros. Podía imaginarse la cara Lucius cuando Harry liberó al elfo, aunque en realidad sabía que el niño había corrido con suerte al no terminar hechizado por el rubio.

— ¿Por qué la pregunta?

— Porque no quiero verte gritándole a Ozzy de nuevo, ni a ningún otro elfo. Mucho menos a mí o a cualquier figura de autoridad dentro del castillo.

— ¡Pero no me dejaba salir!

— Cuide su tono, joven.

— Y si no, ¿qué?

— En vista de que te sientes lo suficientemente bien como para gritar y discutir... — Severus lo tomó de la mano haciendo que se levantara de la cama y se pusiera unas sandalias — Tienes razón, Harry, no puedo obligarte, pero sí puedo hacer algo más efectivo.

— ¿A dónde vamos?

El pocionista lo dejó de pie en una esquina mirando a la pared.

— Estarás ahí hasta que modules tu tono y entiendas que no voy a permitir faltas de respeto.

— ¡Esto es ridículo! — protestó Harry —. ¡No soy un niño!

— Entonces deja de comportarte como uno.

Harry bufó con los brazos cruzados, el ceño fruncido y una expresión de absoluto desafío, pero eso no intimidó de ninguna manera a su maestro. Por el contrario, este conjuró un reloj que dio inicio a los diez minutos más largos de su vida.

El silencio en la habitación era tenso. Severus permaneció de pie, observando a Harry con una expresión severa. El adolescente intentó ignorarlo: miró al techo, jugueteó con un hilo suelto de su pijama, murmuró cosas ininteligibles, pero el silencio persistió, y cada segundo se sentía más pesado que el anterior.

A los tres minutos, Harry comenzó a removerse inquieto. A los cinco, empezó a arrepentirse, y cuando finalmente pasaron los diez minutos, suspiró.

— Profesor... —dijo, con voz más baja—. Lo siento.

— ¿Lo dices en serio o solo quieres salir del castigo? — Severus se sentó en la orilla de la cama aun con los brazos cruzados sobre su pecho.

— En serio...

Snape asintió satisfecho.

—Bien. Ahora vamos a bajar a cenar, y espero escuchar una disculpa sincera para Ozzy. ¿De acuerdo?

— De acuerdo

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Una vez satisfechos, Severus esperó a que Harry se lavara los dientes para ir a su cuarto y asegurarse de que estuviera acostado.

— Nada de levantarse a medianoche, joven. Si lo haces, me enteraré.

Severus se dio media vuelta, pero antes de que pudiera dar el paso, un tirón en la manga de su túnica lo detuvo.

Harry lo estaba sujetando.

— ¿Qué ocurre?

El adolescente bajó la mirada.

—Nada. Solo... ¿puedes quedarte un rato?

El pocionista se quedó en silencio por un momento, luego, con un suspiro resignado, se sentó a su lado en la cama.

— Trata de dormir. Necesitas recuperar todas las fuerzas que puedas. — Con cuidado, Severus pasó una mano por el cabello desordenado de Harry.

— Buenas noches... — El chico cerró los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio.

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