Disclamer: Como ya sabéis ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos * ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!
.
.
.
Nota de la Autora: Aunque voy con algo de retraso, aquí vengo para compartir algunos oneshots Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal inspirándome en algunos de los temas que nos proponen las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" este año para su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento. Espero que os gusten. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!
.
.
.
22 de Diciembre: Chocolate Caliente
.
.
.
Hechizo Equivocado
(Segunda Parte)
.
Al otro lado de la ventana esperaba la noche del crudo invierno, la luna reinaba en solitario en el cielo oscuro, pues hasta las estrellas parecían haber huido para resguardarse. Al otro lado de la puerta, la enormidad del dojo familiar se había contagiado de esa frialdad en sus suelos de superficies heladas o en el agua de las cañerías, hasta una diminuta gota cortaba la respiración.
A esas horas de la madrugada cualquier atisbo de calidez había sido desterrado y era complicado hasta conciliar el sueño bajo las mantas, aunque Akane casi lo había logrado, después de mucho intentarlo, cuando, como no, alguien llamó a su puerta, arrancándola del sopor que prometía calma y calor.
Se incorporó sobre el colchón sujetándose la cabeza que le palpitó en dolorosas punzadas de protesta. Sus mejillas también se quejaron, la sal reseca de las lágrimas vertidas un rato antes le arañó en la piel.
Se levantó, murmurando maldiciones somnolientas, y fue a tientas hasta su escritorio para encender el flexo.
—Qué sí… —se quejó ante el segundo llamado.
Sus ojos seguían medio cerrados cuando abrió la puerta y se encontró a Ranma, encogido y tembloroso, al otro lado.
—¿Qué haces con esas pintas a estas horas?
Se refería a su forma femenina, pero sobre todo a que estaba empapado de la cabeza a los pies.
—¿Me dejas entrar? —Le preguntó éste a media voz—. Me muero de frío —Akane se hizo a un lado y le permitió pasar—. ¿Me prestas algo de ropa seca?
—¿No sería mejor que fueras a darte un baño caliente?
Le dio una toalla y mientras se secaba, Ranma le explicó que había tenido uno de sus habituales encontronazos con su padre que había resultado en un chapuzón en el estanque del jardín. Genma debía estar, en esos momentos, en la bañera y si volvía a verle la cara tan pronto, lo más seguro era que lo ahogara metiéndole la pastilla de jabón por el gaznate.
Akane buscó entre sus pijamas uno que pudiera irle bien y se contuvo antes de opinar acerca de lo ocurrido.
—Cámbiate antes de que te resfríes —Le sugirió, entregándole la prenda. Y Ranma obedeció al instante—. ¡Espera a que me dé la vuelta, guarro!
¡El muy zopenco había empezado a desnudarse antes de que ella se girara del todo!
—Pero si las dos somos chicas ahora —replicó él como si nada—. ¿También cierras los ojos cuando tus hermanas se cambian delante de ti?
—¡Tú no eres mi hermana!
Abochornada, Akane retrocedió hasta el borde de la cama tapándose los ojos con la mano. Se sentó sobre el revoltijo de sábanas y no tardó en doblar las piernas para acurrucarse, como hacía de pequeña, era una manía que solía proporcionarle paz, y ahora le hacía falta.
El impulso que resonaba con más fuerza en su interior en esos instantes era el de protegerse a sí misma, y eso pasaba por echar a patadas a su prometido de su cuarto y regresar bajo las mantas, seguramente para llorar un poco más, a ver si con suerte el agotamiento resultante le concedía, por fin, la entrada a un sueño profundo.
Pero no podía hacer eso, Tofu se lo había dejado muy claro esa tarde, cuando apareció de improviso en la casa.
Hasta que vengáis mañana a la consulta, procura estar cerca de él, Akane. No sabemos cómo puede reaccionar estando bajo los efectos de esas hierbas, así que no le disgustes, ni le lleves la contraria.
Por extraño que sea lo que diga o lo que haga, síguele la corriente.
¡Cómo si eso fuera tan fácil!
Akane había tenido que procesar y asumir muchas cosas en poco tiempo. No estaba clara la razón, pero el hechizo que Shampoo había usado para hacer que Ranma la amara había salido regular; el chico sí estaba enamorado, pero no de la amazona, sino de ella. Eso explicaba, entre otras cosas, esos absurdos celos de Tofu, su comportamiento atento y dulce y, por supuesto, el beso que le había dado esa tarde.
La primera vez que nos besamos, recordó con dolor. Y ha sido por culpa de un hechizo equivocado.
Deseaba agarrarse a uno de sus enfados de siempre, pero la jovencita estaba, aún, demasiado desconsolada por el batacazo que se había pegado su inocente corazón adolescente. Para colmo, no solo no podía culpar a Ranma y desquitarse con él, sino que debía tratarle con cuidado mientras estuviera así.
Iba a ser una tortura. Solo le quedaba confiar con toda su alma en que cuando se reunieran con Tofu al día siguiente, el doctor ya tuviera un antídoto o algo parecido para romper el hechizo.
—Akane —Ranma, enfundado en su viejo pijama amarillo, se había sentado a su lado, con el semblante muy serio. Al menos, todo lo serio que era posible en ese rostro de ojos inmensos y nariz respingona—. Tengo que decirte una cosa.
¡Vaya, hombre!
—Es muy tarde —se quejó ella—. ¿No podemos hablar mañana?
—Por favor…
—Vale, vale —Con un resoplido, Akane deshizo su postura tensa y se volvió hacia él. Al instante, Ranma la imitó y quedaron cara a cara. También, la tomó de la mano, entrelazó sus dedos con los de ella y apoyó ambas sobre su pierna. Akane notó un calambrazo a lo largo del brazo que la hizo sentir extraña, pero se obligó a aguantar.
—He decidido que sí, mañana te acompañaré a ver a Tofu —Le comunicó con gran entereza—. Lo haré para demostrarte que todo eso del hechizo no es verdad.
¡Pues claro que vas a venir, idiota! Le habría gustado decirle. ¡Hay que resolver esto cuanto antes! Pero, una vez más, se mordió la lengua.
—Me alegra oír eso —Le respondió—. Es lo mejor.
—Aunque no vaya a servir de nada.
—Pero, igual, tenemos que ir, Ranma.
—Porque yo no estoy hechizado —insistió, con la misma contundencia y usando las mismas palabras que durante la discusión de hacía un rato, cuando le contó lo que el médico había descubierto sobre los polvos—. Si estuviera hechizado lo sabría, ¿no crees?
—De hecho, pienso que serías el último en darte cuenta.
—¡Eso son solo majaderías de Tofu que quiere entremeterse entre nosotros!
—Tofu solo quiere ayudar.
—Pero tú me crees a mí, ¿verdad? —La miró fijamente, inclinándose hacia ella y apretándole la mano. Akane vio el resplandor amarillo de la luz del flexo dominando el centro del azul de su mirada, y las motitas que brillaban sobre la piel inmaculada del lado izquierdo de su cara—. Yo te quiero de verdad, no es un hechizo —Afirmó sin titubear—. Igual que tú me quieres a mí.
. ¿No es así?
Sabía que tenía que darle una respuesta sin dudar. Es más, debía decir que sí. ¡Sí, pues claro que te quiero! Porque no había que disgustar al chico estando como estaba y, solo por eso, se le habría hecho fácil (y estaría justificado hacerlo) mentirle para que todo siguiera estando bien. Lo difícil de decir esas palabras radicaba en que no eran una mentira. Para ella, eran la dolorosa verdad, y lo más triste era tener que decírselo a un Ranma hechizado que… ¿hasta qué punto sería consciente de sus sentimientos cuando todo acabara?
La garganta se le cerró sin remedio, pero asintió con la cabeza y con eso fue suficiente. Ranma sonrió como si acabaran de darle la mejor noticia de su vida. Botó sobre el colchón, alegre, y soltó una risita. Después apretó la mano de Akane contra su mejilla y cerró los ojos. La chica apartó la mirada en cuanto el picor del llanto volvió a hacer acto de presencia.
No comprendía qué podía haber llevado a Shampoo a desear algo así. ¿Es que no sabía lo doloroso que es ver al chico al que amas actuando como si correspondiera tu amor, pero sabiendo que es todo un engaño?
¡¿Quién querría pasar por algo así?!
Shampoo está mal de la cabeza.
O quizás no amaba de verdad a Ranma. No como ella. Porque Akane jamás habría manipulado con magia los sentimientos del chico y le resultaba muy duro recibir sus atenciones sabiendo que éstas no iban a durar.
—Akane, ¿qué te pasa? —Ranma la miró, preocupado, casi sin parpadear—. ¿Has estado llorando?
—¡No, no! —Negó a toda prisa—. Estoy bien.
Al parecer el hechizo no solo había creado un instinto romántico insoportable en su prometido, sino que además había mejorado su intuición, pues puso cara de no creerla en absoluto. Extendió los dedos para rozar la zona enrojecida y tirante de sus pómulos y la acarició con una ternura tal que Akane tuvo aún más ganas de echarse a llorar. Apretó la mandíbula para controlar los espasmos y se le formó un nudo en la garganta que le impedía tragar; como si lo hubiera adivinado, Ranma deslizó los dedos hasta ese punto para aliviarlo con suaves toquecitos.
Resistió todo lo que pudo, pero al ver el modo tan dulce en que la sonreía, amparado en la cálida luz del flexo, un sollozo se abrió paso desde su pecho y rompió a llorar. De forma abrupta, Akane se refugió en el cuello del chico y dejó que éste la abrazara y la consolara.
—Vamos, Akane —Le susurró, con su vocecita aguda, en el oído—. Si me crees de verdad, no tienes porqué llorar —Le acarició los brazos, la espalda, la cintura, intentando reconfortarla, esforzándose de corazón en ello aun sin saber del todo la razón de su tristeza—. Todo va a ir bien —Le repetía una y otra vez. Y también—; yo te quiero, Akane.
. Te quiero muchísimo.
Pero siguió gimoteando, porque ella también le quería y era incapaz de decirlo, incluso en su pensamiento se le enredaban las palabras.
Cuando se hubo calmado, Ranma se levantó para ir a buscarle un pañuelo de papel al escritorio. Y siguió sonriéndola mientras ella se enjugaba los ojos.
Tofu le había dicho algo más aquella tarde:
Tienes que vigilarle porque Ranma es ahora más vulnerable que nunca.
¡Pues anda que yo! Pensó mientras hacía una bola con el pañuelo. ¿Quién va a protegerme a mí de este hechizo?
Tenía que pedirle a Ranma que se fuera de una vez pero, en lugar de eso, desdobló el pañuelo y volvió a pasárselo por los ojos, aunque éstos ya se habían secado.
—¡Vas a acabar haciéndote daño! —Le advirtió él, acercándose para revisar la piel de sus mejillas—. ¿Te escuece?
Akane negó con la cabeza. Acababa de decidir que siempre que tuviera que mentirle lo haría a través de gestos. Ranma la besó en la zona afectada. La piel le ardía de tanto restregarse con el puño y los labios de su prometido le proporcionaron un alivio tan grande que llegó a suspirar. El frescor de su boca contra el calor de su mejilla enrojecida. Con el segundo beso, los párpados de Akane se cerraron. Con el tercero, se estremeció entera. El murmullo de ese dulce contacto en el silencio de la noche le sonaba en los oídos como un susurro: te quiero, te quiero, te quiero…
Ranma alcanzó su boca y no dudó en besarla con algo más de precipitación que la primera vez. El amor conquistó la mente de la chica por unos segundos en los que se entregó al abrazo apasionado de él, a su sabor, a su falso cariño. Y casi llegó a creérselo todo y ser feliz.
Pero logró volver en sí a tiempo, y se alejó.
—¿Qué ocurre? —preguntó él, con esos ojos grandes y que parecían palpitar de emoción al contemplarla.
—Es que… —Akane retrocedió sobre el colchón, sofocada—; es un poco raro —Se metió bajo las sabanas y tiró de ellas hasta su barbilla—. Como los dos somos chicas, pues…
Fue lo único que se le ocurrió y, por suerte, volvió a ser suficiente. Ranma asintió con docilidad pero no se bajó de la cama.
—Oye, ¿me puedo quedar a dormir contigo?
—¡No! —exclamó sin pensar. Su prometido parpadeó, descolocado. Las comisuras de sus labios se retorcieron en una mueca de absoluta tristeza—. ¡O sea que no creo que esté bien hacer eso!
—Pero si los dos somos chicas.
¡Ya he visto lo que te importa eso, pervertido!
No obstante, había algo en el rostro de Ranma chica que, en determinadas circunstancias, lograba conmover a Akane. Si bien Ranma era un chico guapo, cuando se transformaba en la pelirroja sus rasgos faciales se volvían tan adorables que costaba soportarlo. Y no era solo eso. Su menor tamaño y esa redondez un poco infantil de su cuerpo femenino le daban un cierto aire entrañable que hacía que a Akane le entraran ganas de achucharla contra sí como si fuera un peluche.
—Bueno, está bien —aceptó. Ranma se lanzó sobre ella, aplastándola contra el colchón—. ¡Pero ni se te ocurra intentar nada salvo dormir!
El chico acomodó su cabeza en el pecho de Akane y se aferró a ella con sus brazos.
—No voy a hacer nada —prometió. Y bajando el tono añadió—. Yo solo quiero estar contigo.
Esas últimas palabras fueron tan dulces que la joven Tendo se rindió sin condiciones. Abrazó la cintura de Ranma y posó la mejilla sobre su cabeza, cerrando los ojos. El calorcillo que manaba de ese cuerpo era de lo más agradable.
Mañana todo habrá acabado. Tanta dulzura y cercanía entre ellos. Tofu lo arreglará todo. Así era como debía ser, al fin y al cabo, ¿cuándo un hechizo de ese estilo había traído algo bueno?
Akane cerró los ojos y en menos de un par de minutos, cayó profundamente dormida.
.
.
Claro que las cosas nunca son tan fáciles.
—Ranma, espero que hoy te comportes mejor con el doctor Tofu —No hubo respuesta alguna, de modo que Akane le miró por encima del hombro—. Te recuerdo que hemos llegado a un acuerdo.
. Yo accedía a sentarme sobre tus piernas, si tú eras amable durante toda la consulta.
Era la última hora de la mañana y estaban en el despacho del consultorio del doctor Tofu, esperando a que éste apareciera. Ella se encontraba sentada sobre el regazo de su prometido y éste la rodeaba con sus brazos a la altura del estómago, estrujándola, además de haciendo gala de una ridícula actitud infantil que le provocaba cierta vergüenza ajena.
—No sé qué hacemos malgastando la mañana de navidad de aquí —se quejó él.
—¡¿Es que no quieres curarte, tonto?!
Ranma se encogió de hombros, pues seguía empecinado en que no le pasaba nada, pero ella estaba desquiciada. Era muy complicado (y estresante) controlar a alguien hechizado que se pasaba el día pegado a su espalda y además, se comportaba como un niño pequeño.
Justo cuando se decía a sí misma que no aguantaría mucho más así, Tofu entró por la puerta con dos tazas de algo que olía fenomenal en sus manos. En ese mismo instante, Ranma se irguió, estrechándola más fuerte contra él y estuvo segura, a pesar de no verle, de que había puesto mala cara.
—¡Chocolate caliente! —anunció el médico con su alegría habitual—. ¡No olvidemos que es navidad! —Ofreció una taza a cada uno y tuvo la delicadeza de no hacer ni el menor gesto ni comentario por el modo en que estaban sentados—. Bueno Ranma, ¿cómo te encuentras?
—Nunca estuve mejor —respondió de forma desafiante.
—Sigue haciendo cosas raras —replicó Akane, intentando enderezarse y alejarse un poco del torso del chico—. Es obvio que esos polvos aún le controlan.
. ¿Ha descubierto algo nuevo sobre ellos?
—Pues, poca cosa porque…
—¡Ja! —Ranma le interrumpió de inmediato—. ¿Y para eso nos hace venir?
—¡Ranma!
Tofu enarcó las cejas, pero acabó soltando una risita amable.
—Se los conoce como Polvos Chiflado —Empezó a contarles y Ranma volvió a interrumpir para decir que eso parecía un nombre inventado. ¡¿Se va a pasar todo el rato interrumpiendo a Tofu?! El médico, que parecía haberse armado de paciencia, siguió con sus explicaciones como si nada—. Son una mezcla de hierbas chinas trituradas, de tipo afrodisiaco y también, relajantes del sistema nervioso.
. Estoy esperando a que unos amigos me manden la composición exacta por si hiciese falta hacer un antídoto…
—¡No necesito un antídoto, estoy bien!
—… pero, en principio, la duración de los efectos no es muy larga —continuó Tofu sin variar su expresión serena—. En unos días el organismo de Ranma habrá expulsado los tóxicos por sí mismo.
—¿Cuántos días?
—Es difícil ser exactos, Akane. Dos o tres, tal vez.
—¿Qué diantres pretendía hacerle Shampoo con esas hierbas?
—A grandes rasgos, confundir su química cerebral.
—¡¿Por qué habláis como si no estuviera delante?! —Ranma estrechó el abrazo en torno al cuerpo de la chica y apoyó la cabeza en su hombro. Akane, tras poner los ojos en blanco, volvió a girarse y se encontró con el rostro de éste a muy poca distancia, cosa que la hizo enrojecer—. Venga Akane, vámonos, se nota que no tiene idea de nada.
—¡Pero si es el único que sabe lo que te está pasando!
—¡Pues se está explicando muy mal! ¡Yo no entiendo nada!
Tofu repitió la risilla tratando de aliviar la tensión de la escena, pero en esta ocasión solo logró irritar más a Akane. Cuanto más la abrazaba el chico, más nerviosa se ponía y eso le estaba provocando un picor insoportable por todo el cuerpo. La verdad es que ella tampoco estaba recibiendo las respuestas claras que esperaba, pero debía mantener la calma.
—¿Quieres hacer el favor de escuchar lo que Tofu tiene que decirnos?
Ranma la miró malhumorado, con los ojillos entrecerrados y los labios apretados en un mohín patético.
—¡Claaaaaaaro! ¡Porque todo lo que dice Tofu es muy importante!
—Vamos, chicos, las discusiones no sirven de nada ahora mismo —Intentó apaciguarlos señalándoles las tazas de chocolate—. Tomar un poquito más, os sentará bien.
—¡No quiero tu chocolate! —Le espetó Ranma, girando la cabeza hacia el lado opuesto de la sala.
—Pues a ti te viene mejor que a nadie —contestó el doctor sin alterarse lo más mínimo—. El chocolate tiene propiedades que pueden ayudarte con los efectos de esas hierbas.
—¿En serio? —Akane dio un brinco sobre las piernas de su prometido y éste la abrazó más fuerte, creyendo que iba a alejarse. Se estiró para coger la taza y se la puso delante de la nariz—. Bébetela entera, rápido —Pero éste se negó—. ¡Ranma, que te la bebas!
—Akane… —La riñó Tofu.
Estaba perdiendo los estribos por momentos y aunque era consciente de ello, le costaba mucho controlarse. ¡Se porta como un niño pequeño! Pese a todo, se repitió que aquél no era el Ranma de siempre, así que no podía tratarle de la misma manera. No valdría de nada gritar o desafiarle. Tenía que encontrar otra técnica que resultara más efectiva.
¿Cómo se convence a un niño enfurruñado y celoso para que haga lo que debe?
—Ranma, por favor, bebe un poquito más —probó a decirle con un tono de voz más suave, mirándole solo a él y con un pequeño puchero asomando en sus labios. El chico parpadeó, sorprendido por el cambio—. ¿Lo harás… por mí?
—¿Por ti? —Al instante agarró la taza con el rostro encendido y una mirada decidida—. ¡Yo haré cualquier cosa por ti, Akane!
Y acto seguido se bebió el contenido de la taza al completo de un solo trago.
Cuando la joven se volvió otra vez hacia el médico, éste levantó el pulgar indicándole que había hecho un buen trabajo. Se alegraba de que fuera tan fácil convencer a ese cabezota, pero aún estaba abochornada.
—Si se supone que Shampoo quería que Ranma se enamorara de ella… ¿qué fue mal?
—Por lo que me han dicho mis colegas, el funcionamiento de estos polvos es el siguiente —Respondió Tofu—. Le soplas los polvos a la cara de la persona que quieres encandilar, éstos entran a través de la nariz y la boca para llegar al cerebro y hechizan los ojos, por lo que debes asegurarte de ser la primera a la que vea tras recibirlos.
. Obviamente, no se trata de un amor real. Lo que crea es un encaprichamiento temporal, aunque bastante intenso.
—¡Ajá! —exclamó Ranma al oír la explicación—. ¿Ves cómo el hechizo no funcionó?
. Shampoo fue la primera a la que vi y no siento nada por ella.
—Es verdad —convino Akane—. Yo ni siquiera estaba delante, ¿por qué el hechizo me ha afectado a mí?
—¡Porque no hay ningún hechizo!
Tofu se encogió de hombros desde su sillón.
—Ese es el gran misterio de todo este asunto.
—¡Qué profesional, doctor! —Insistió el chico de forma sarcástica, mientras sus dedos jugueteaban de forma nerviosa con los de su prometida. Akane intentó ignorar la calidez de esos dedos sobre los suyos, pero no pudo evitar sentir una extraña ternura mezclada con irritación.
¿Cómo podía este tonto ser tan exasperante y tan dulce al mismo tiempo?
—¡Para ya! —Enfadada, se cruzó de brazos y resopló—. ¡Está insoportable!
—¿En serio? —Preguntó Tofu con una graciosa sonrisa en su rostro—. Yo creo que es una estampa encantadora.
. Nunca os había visto llevaros tan bien.
—¡Usted me dijo que no debía disgustarle!
—Pues estoy disgustado —replicó Ranma, estrechándola con fuerza—. Me quiero ir.
Sí, lo mejor será que nos vayamos y no hagamos más el ridículo.
Tofu les pidió que lo tomaran con calma y no se preocuparan, pues los efectos se pasarían por sí solos en unos días. Les recomendó, eso sí, que Ranma siguiera bebiendo chocolate caliente para que su cuerpo eliminara antes los restos de las hierbas. A la pobre Akane solo pudo sugerirle que tuviera paciencia.
—Podría ser peor —Le dijo al despedirla.
Supongo que sí.
Hubiese sido mucho, muchísimo peor que el hechizo hubiese funcionado y ahora Ranma estuviera enamorado de Shampoo. La amazona no tenía tantos escrúpulos como ella, así que habría usado la influencia de ese falso amor para convencerle de que la acompañara a China y ahora le tendría atrapado en su aldea.
Un terrible escalofrío la recorrió entera solo de imaginarse que esa posibilidad.
Y yo nunca volvería a verle.
Acababan de salir a la calle, donde hacía un frío insoportable a pesar de que estaban en el momento del día en el que las temperaturas estaban más altas. Cuando Ranma le preguntó por sus temblores, pudo usar eso de excusa en lugar de admitir que estaba aterrada por la idea de perderle.
Él reaccionó atrapándola en un nuevo abrazo durante el cual le pasó las manos por todo el cuerpo para darle calor.
—¿Estás mejor? —Le susurró y su aliento cálido le rozó la mejilla.
—Supongo —contestó ella. Sin poder (o querer) evitarlo, acomodó el perfil del rostro en el pecho de él y sus manos subieron, con clara timidez, hasta su espalda. Akane descansó un momento sobre su prometido y trató de mantener las ideas claras a pesar del bienestar que le proporcionaba ese dulce contacto.
Me podría quedar así durante horas. El frío apenas le molestaba, era tan agradable sentirse protegida y deseada. ¡Ojala Ranma fuera siempre así! Ojala pudiera quererme sin hierbas chinas de por medio.
Pero no, no podía dejarse llevar por sus emociones, ni por tontas fantasías de amor. Ranma estaba incapacitado por el hechizo, por lo que ella debía mantener la cabeza fría para manejar una situación tan complicada como ésa.
—Akane —murmuró él, con los labios muy cerca de su pelo—. Yo solo quiero estar a solas contigo.
¿Por qué me tiene que decir esas cosas?
Sin embargo, no era tan mala idea. Le había costado un gran esfuerzo mantener todo el asunto del hechizo en secreto para el resto de la familia y solo con pensar que todavía les quedaba por delante el día de navidad con ellos, Akane se echaba a temblar. Puede que fuera más fácil si pasaban el resto del día solos, lejos del dojo y también, lo más apartados posible de cualquier lugar donde pudieran encontrarse con algún conocido.
—Tengo hambre —anunció el chico, de repente.
Como un niño pequeño. En fin, iba a ser cosa de un par de días. Paciencia, Akane.
.
.
Fueron caminando hasta el centro de la ciudad y buscaron alguna cafetería donde pudieran comer. Había multitud de restaurantes abiertos pero siendo navidad, era de esperar que los precios estuvieran por las nubes, así que almorzaron en un local pequeño, con una decoración navideña bastante graciosa y entre plato y plato, Akane observó como el lugar se iba llenando de parejas acarameladas que celebraban juntos ese día.
Ranma devoró la comida, del todo obnubilado por el hambre y no fue muy difícil convencerle de que se tomara una enorme taza de chocolate caliente como postre.
Después, se dedicaron a pasear por las calles engalanadas para la navidad. Además de restaurantes, encontraron muchos comercios abiertos y a multitud de personas corriendo de un lado a otro para adquirir un regalo de última hora. Como no tenían nada mejor que hacer, miraban los escaparates y entraban en las jugueterías y librerías para echar un vistazo. En numerosas ocasiones, Ranma agarraba su mano al pasear y ella, con el mayor disimulo posible, intentaba soltarle fingiendo un estornudo o que saludaba a alguien a lo lejos. Formaba parte de su estrategia de mantener la cabeza serena, aunque con en el paso de las horas, fue perdiendo voluntad.
Y es que había que atravesar calles tan atestadas de gente que, en verdad, resultaba más sencillo ir cogidos de la mano para no separarse. Era más fácil responder de buen humor a las sonrisas y las observaciones del chico y, sin darse cuenta, Akane dejó de estar en guardia y empezó a pasárselo bien.
¡El ambiente en las calles era tan festivo!
Los adornos, los villancicos, todo el mundo sonreía y había una extraña alegría que inundaba su corazón aunque ella pretendiera mantenerlo indiferente. Ranma la arrastraba de un lugar a otro, le mostraba objetos que podrían gustarle como regalo y se reía sin parar.
Parecía tan feliz… y Akane también deseaba dejarse llevar por esa felicidad. De modo que empezó a olvidarse de tener cuidado, de vigilar cada movimiento o cada palabra que salía de su boca, dejó de controlar sus expresiones faciales y se entregó a las bromas, al humor, al jolgorio. Era de las pocas veces que se permitía estar tan relajada junto a su prometido y descubrió que disfrutaba mucho. Era divertido estar con él sin discutir a cada instante.
Visitaron una pista de hielo móvil que habían construido en una de las plazas de la ciudad y estuvieron cerca de dos horas dando vueltas sobre el hielo. Se caían, se levantaban, volvían a caer y se reían de sí mismos. Akane acabó con las mejillas rojas del esfuerzo y las risas y cuando miró el resplandor brillante del hielo desde la barra de seguridad, su corazón palpitó como nunca lo había hecho antes.
—Ha sido divertido, ¿verdad? —Preguntó Ranma. Se acercó a ella por detrás y la rodeó con sus brazos. Esta vez Akane no recordó que debía impedírselo, se sentía tan en paz—. Aunque sigues siendo un poco torpe.
—Eres tú el que se ha caído más veces —Le recordó.
—No sabía que en navidad ponían una pista de hielo aquí —continuó él, sin hacer caso a su comentario—. ¡El año que viene tenemos que volver!
El año que viene…
—¿Estás diciendo que quieres que el año que viene tengamos algo así como una cita por navidad? —preguntó ella, con la única intención de burlarse de él. Pero era mucho más complicado reírse del Ranma hechizado, al menos de la manera habitual.
—Sí, igual que hoy —respondió. Akane sintió como cada palabra se dibujaba sobre su pelo y se estremeció. La mano de Ranma le rozó la barbilla y con suavidad, la hizo volverse hacia él para mirarla—. ¿O es que no te has dado cuenta de que todo el día de hoy ha sido una cita?
Esta vez consiguió cogerla desprevenida, porque no se había planteado que fuera eso. ¿Una cita? Bien mirado, no había tanta diferencia entre ellos dos y el resto de parejas enamoradas que cruzaban la pista o se amontonaban en el puesto de bebidas calientes que había cerca. Aun así se sorprendió al pensar en esa palabra. Una cita. Parecía algo que hubiese imaginado de manera distinta. Ranma y yo.
¡Y había sido tan sencillo, tan agradable!
Una cita en navidad.
Akane le condujo hasta el puesto y le pidió otra taza de chocolate caliente. Esta vez, su mano flaqueó un poco al entregárselo y su ceño se frunció al ver como el chico se lo bebía sin poner ni una pega. ¿Le estaría haciendo efecto de verdad? No había notado ningún cambio después de tanto chocolate.
Si el chocolate le hace efecto, me daré cuenta se dijo. Dejará de amarme y yo lo sabré.
Esa idea la puso algo triste y Ranma, más avispado que nunca, lo notó enseguida.
La cogió de las manos y tiró de ella para que se acercara a él. Se acercó, sonriente y Akane supo que iba a besarla y ella debía apartarse, pero no pudo. No pudo alejarse de sus labios que la acariciaron con tanto cariño, ni pudo resistirse a echarle los brazos al cuello y pegarse a él. Le besó, concentrándose en la alegría y el amor que había sentido todo ese día en lugar de en la tristeza que atraían ciertos pensamientos.
No se separaron hasta que oyeron risitas cerca de ellos y se percataron de que había bastante gente mirándoles. Se marcharon de la pista de hielo con los rostros rojos.
Caminaron de la mano sin rumbo y las sombras de la noche empezaron a crecer. A cada calle que dejaban atrás encontraban que la siguiente ya se había iluminado por la farola de la esquina, pronto se encenderían las luces de navidad también y todo estaría mucho más bonito.
—Va siendo hora de que volvamos a casa —propuso Akane, temiendo que el frío también aumentaría en poco tiempo.
—¿Ya? ¿No quieres ver las luces encendidas?
—No quiero morirme de frío —contestó. Ranma parecía rebosante de energía, puede que por todo el chocolate que había tomado, pero ella estaba muy cansada.
—Pero en casa estarán todos —replicó él, colocándose ante ella—. Y hay una cosa que quiero decirte y nadie más puede escuchar.
Akane parpadeó, temerosa.
—¿Te sientes diferente? ¿Ya no estás hechizado?
Ranma hizo la misma mueca que llevaba haciendo todo el día cada vez que salía a relucir el tema del hechizo, así que ella supuso que todo seguía igual.
—Lo que quiero decirte es que estos días he sido muy feliz —Le soltó, poniéndose muy serio de repente—. Y es que solo puedo ser feliz de verdad estando a tu lado, Akane.
. Porque cuando estamos juntos, es como si todo estuviera bien, todo fuera increíblemente luminoso y bonito. ¡Es como si todos los días fueran Navidad! Todo reluce, todo me emociona, todo es más divertido. Todo me sabe tan dulce como el chocolate caliente. Todo es mejor.
Akane apretó los labios, nerviosa, sin saber qué decir.
—R-Ranma, no deberías…
—Yo… —La interrumpió él—; quiero sentirme siempre así.
Pero no puedes, tonto pensó ella con dolor. Porque esto no es real. Solo es un hechizo.
Esas eran las palabras que debía decirle, eso era lo que debía hacerle entender de una vez por todas. Y no se las guardó para sí porque aún temiera disgustarle con su rechazo, sino porque para ella también suponía un gran disgusto pensarlas.
Miró su cara justo cuando una ristra de lucecitas de colores se encendía sobre ellos y alargó los brazos hacia él, bajando la vista.
—Yo también quiero sentirme así para siempre, Ranma —Admitió—. Pero…
—Akane, cásate conmigo.
¿Eh?
Retrocedió un paso por la impresión, abriendo bien los ojos.
—¿Q-qué… acabas de d-decir?
—A ver, ahora no —aclaró el chico, con el rostro encendido y un temblor muy gracioso en la mano—. Algún día, cuando seamos adultos.
. ¿Querrás casarte conmigo?
¿Qué se supone que debo responder a eso?
No le hizo falta pensarlo mucho, pues justo en ese instante, una voz los interrumpió:
—Te has divertido, espero —Akane se dio la vuelta y descubrió, delante de sí, a Shampoo. La miraba a ella, claro, con una expresión furibunda y, aun así, una media sonrisa en sus labios—. Despídete de amor de Airen —De un bolsillo se sacó un sobre muy similar al de los polvos mágicos que había encontrado junto a Ranma el día anterior—. Vengo a solucionar error.
. Y esta vez, amor de Airen mío será.
.
.
.
(Fin de la Segunda Parte)
.
.
.
¡Hola a todas y a todos!
Aquí os dejo la segunda entrega de esta pequeña trilogía navideña/invernal Espero que os haya gustado, que os hayan enternecido los momentos románticos, que os hayáis reído con el Ranma celosillo y cursi, jeje y que la inesperada llegada de Shampoo os haya dejado enganchados y deseando leer el desenlace, jaja.
No preocuparse, en breve estará publicada.
Gracias, una vez más, por todo vuestro apoyo. Podéis escribirme vuestros comentarios, opiniones o teorías sobre qué pasará en las reviews que yo os leo e intentaré contestar a todo el mundo como siempre, ya sea por MP o por aquí:
DearGuest: ¡Arriba el Rankane! Jejeje, estoy contigo en eso. Bueno, que hay un hechizo por medio es verdad. Que ha afectado a Ranma de un modo que, seguro, no era lo que Shampoo esperaba, también. Y sabemos que a veces Akane es un pelin insegura y se agarra a cualquier explicación para negarse a sí misma que su prometido pueda sentir algo por ella. ¿Te sorprendió el nuevo capítulo? Espero que te haya gustado. ¡Gracias por tus comentarios!
Serendipity: ¡Hola, de nuevo! No te preocupes Todos necesitamos desconectar a veces de esto o de aquello, según nuestra atención nos requiera en otra cosa. Me alegra que hayas vuelto al fandom * Jejeje, es que los hechizos son muy intrigantes, a mí me encantan porque nunca se sabe por dónde van a salir sus efectos. Ya, jeje, drama sí, a ver, es típico de Akane pensar algo así, también Tofu se lo podría haber callado… ¿Crees que sigue teniendo esa misma opinión tras leer el nuevo capítulo? No nos olvidemos de lo terca que es esta chica, jaja. ¡Feliz año! Deseo que éste sea muy bueno para ti también y nos sigamos leyendo. ¡Un abrazo!
Nos vemos en el último capítulo, del último arco de la última dinámica del año 2024, jeje.
¡Besotes para todos y todas!
—EroLady
