FIREFLY PATH
DISCLAIMER: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto, pero la historia es de mi autoría.
WARNING: Esta historia contiene descripciones y menciones de actos de violencia sexual, física y psicológica, así como de temas de abuso de poder y adoctrinamiento religioso. Por favor, tomarlo en cuenta antes de leer.
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Capítulo 5. Un falso apoyo y una genuina oposición.
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Sasuke ya tenía experiencia sintiéndose impotente en circunstancias que daría lo que fuera por poder cambiar.
Primero cuando fue un niño atrapado en una casa donde el maltrato y la indiferencia eran todo lo que estaba destinado para él; luego cuando en su trabajo como policía sus capacidades fueron retadas por colegas hostiles y casos casi imposibles de resolver y, finalmente, en el presente, por su constante incapacidad para ayudar a su esposa.
Este último punto era el que principalmente había alimentado un cada vez más insoportable sentimiento de inutilidad y que había adquirido proporciones nuevas en la situación que estaba pasado en ese momento.
Situación que, por ironía, él había provocado.
—Sakura, hice tu favorito, por favor abre la puerta para que puedas al menos comer un poco — Sasuke pidió, arrodillado afuera del armario de su habitación.
A su lado estaba la bandeja de comida que había preparado para su mujer, quien, desde hacía días, había pasado la mayor parte de su tiempo metida ahí dentro.
No hubo respuesta.
En cambio, la escuchó moverse dentro del pequeño espacio como si estuviera acomodando su cuerpo en una posición más cómoda. Aunque dudaba que fuera a conseguirlo. El armario era pequeño, frío y apenas entraba un mísero rayo de luz en él.
Así había sido siempre.
Y ella lo sabía.
Tras casarse y sufrir la pérdida de su padre, Sakura sufrió una intensa depresión y una paranoia de persecución con la que eligió lidiar encerrándose en ese estrecho escondite.
Desde afuera, Sasuke no pudo hacer más que rogarle que saliera, con la promesa de que nadie afuera le haría daño. Él la protegería.
Lamentablemente eligió las palabras incorrectas, argumentando que, de ser necesario, la defendería con su vida, y eso no hizo más que provocar que ella le pidiera que le hiciera compañía ahí dentro.
Para la pelirrosa era obvio que esconderse ahí no sería un gran obstáculo si realmente su atacante quería ir a por ella, pues sería tan fácil como abrir el armario a la fuerza, sin embargo, esa era una especie de mecanismo de defensa que había adquirido desde la niñez.
En su casa de la infancia, siempre que hacía algo malo, estaba asustada o simplemente quería jugar con su padre, escogía ese sitio como refugio.
Era la guarida perfecta, pues Kizashi no se atrevía a entrar a ese lugar, ya que ahí se encontraban los recuerdos y viejas pertenecías de su fallecida esposa. Objetos que había guardado en la oscuridad con el propósito de que no lo lastimaran con su existencia.
Sakura sabía eso, pues siempre se le fue dicho que todo lo que estaba ahí le pertenecía solo a ella y que, sin importar si a su padre le dolía entrar en contacto con lo que su mujer dejó al morir, ella podía tomar el enfoque contrario y encontrar en el contenido de ese armario la contención y cercanía emocional con la madre que apenas y pudo conocer.
Cuando se casó y mudó con Sasuke, dejar atrás el refugio de su antiguo hogar fue lo más difícil que tuvo que hacer y, quizá, de no ser porque tras la muerte de su padre también había decidido guardar sus recuerdos y posesiones preciadas al lado de las de su mamá, habría vuelto una que otra vez a pasar el tiempo dentro.
Ahora podía comprender los sentimientos tan contenciosos que su padre había guardado dentro suyo respecto a siquiera acercarse al armario, pues ahora ella se sentía igual.
Antes de que esas emociones negativas se apoderaran de ella, de hecho, había pasado unos días ahí escondida tras el funeral de su padre y Sasuke permaneció a su lado, fiel, paciente y tan preocupado por su bienestar como siempre había estado. La acompañó dentro y durmió a su lado todas las noches que ella se lo permitió, la acompañó afuera cuando ella quería salir y la dejó volver a entrar sola cada que Sakura así lo deseaba.
Inclusive, cuando siguió teniendo esa costumbre en la casa que compartía con él, no se lo reprochó y siguió apoyándola de la misma manera. Siempre con la mente abierta y el corazón rendido a su voluntad.
Su marido podía no tener tolerancia con ella en muchos aspectos, pero en otros era todo lo contrario y era por eso que la pelirrosa había aprendido a dejarlo entrar en su vida y su corazón, poco a poco.
No sabía si se había enamorado de él, mucho menos si lo amaba, pero podía decir con total seguridad que Sasuke era la persona que más apreciaba en todo el mundo, esa con quien quería pasar el resto de su vida y que, de tener un motivo para seguir viva más allá de sus sentimientos egoístas y sus problemas individuales, seria él ese impulso y propósito.
Le gustaría vivir para devolverle todo el cariño y cuidado que le había dado.
Le gustaría vivir para curar las heridas que él también tenía y ser la calma en la tormenta personal que su esposo guardaba.
Le gustaría ser una mujer que pudiera hacerlo sentir orgulloso.
... Y, más que ninguna otra cosa, le gustaría ser para él el tipo de hogar que se merecía y nunca había conocido.
Lastimosamente, aún estaba lejos de siquiera dejar atrás un poco su egoísmo y, mientras volvía a adoptar viejas costumbres infantiles e inútiles, su marido no tenía de otra más que seguir siendo complaciente y comprensivo.
Por su lado, pese a que Sakura, además del miedo y la aflicción, cargaba con un enorme sentimiento de culpa por lo que lo obligaba a soportar, Sasuke no se sentía ni un poco ofendido por su comportamiento.
Para él, entender que su mujer era una persona que tenía el impulso instintivo de huir, aunque fuera como una expresión metafórica de su sentir, no había sido difícil.
Ella había sufrido muchísimo y se había quedado prácticamente sola de la manera más traumática sin un motivo claro. No sabía por qué esa noche aquella sombra la había atacado, porqué el casarse con Sasuke provocó tanto su ira, porqué decidió que ir a por su padre en lugar de ella para castigarla y mucho menos porqué seguía matando otras jóvenes en lugar de terminar el trabajo con ella.
Había un sinfín de preguntas que no permitían a Sakura estar tranquila y que sabía que no paraban de dar vueltas en su cabeza ni un solo minuto del día.
Ya fuera adentro de ese armario o afuera, su mujer siempre estaba disociada en ese mundo de dolor, culpa y arrepentimiento que poco a poco la estaban sumiendo en la locura.
Lo menos que podía hacer por ella era esperarla y no presionarla.
Ponía demasiado control y estructura en su mujer en tantas otras cuestiones que aunque sea quería dejarla tranquila solo en esto.
Al final del día, sabía dónde estaba, sabía que estaba sola porque no dejaría entrar a nadie que no fuera él, sabía que acudiría en su búsqueda si así lo quería y que tarde o temprano saldría para intentar volver a lo que conocían como "normalidad".
En el presente, Sasuke suspiró, rendido y se pasó una mano por el cabello en un intento de serenarse. Por más que se decía que pronto Sakura le permitiría cuidarla y estar a su lado, como siempre terminaba sucediendo, algo le decía que esta vez le tomaría más tiempo y esfuerzo.
Esta vez ella estaba más aterrada de lo normal y no podía culparla por ello. Esta vez sus miedos estaban más fundados que nunca.
Ese lunático no se había olvidado de ella y en algún momento regresaría a buscarla. Solo había que saber cuándo y de qué manera, pero, ya que siempre había sido tan impredecible, sería imposible prevenirse de él.
No le quedaba más que intentar hacer entrar en la razón de su mujer que ese tipo no le pondría una mano encima porque él ya no estaba dispuesto a dejar que siquiera supiera su ubicación.
Aun no lo había hablado con ella, pues todavía estaba pensando en los argumentos convenientes para convencerla de aceptarlo sin resistencia, pero había estado haciendo preparativos para largarse de Konoha de una vez por todas.
Solo había que encontrar un sitio al que mudarse en una ciudad lejana de su elección y sin ningún otro contratiempo desaparecerían.
—Sakura, escucha, tengo que salir un momento para algo importante. No tiene que ver con nada en la estación de policía. Es una diligencia diferente — comenzó a explicarle a la mujer del otro lado de la puerta —. Volveré rápido y, si encuentro abierta la tienda de la señora Akimichi, traeré conmigo tu postre favorito. Tú solo quédate aquí y...
—No... — ella sollozó débilmente y entreabrió la puerta para sacar su mano y buscar la de él. Sasuke de inmediato la tomó y la apretó entre las suyas, pues estaba temblando y quería infundirle un poco de calma —. No te vayas. Por favor no salgas. Quédate aquí conmigo. Saldré de aquí y estaré en casa, pero no te vayas...
Su voz suplicó, entre lágrimas que él hubiera limpiado si le hubiera dado la oportunidad, pero ella no saldría si él no se lo ordenaba directamente y él no quería perturbarla más de lo que ya estaba.
Si ese armario podía hacer sentir aunque fuera un mínimo de seguridad a su mujer, entonces no la obligaría a salir hasta que ella quisiera.
—No se trata de eso, Sakura. Sabes que tú puedes estar aquí o conmigo cuando así lo quieras, pero realmente tengo que resolver eso y no puedo llevarte conmigo — intentó razonar acariciando el dorso de su mano con ternura. En respuesta la escuchó derramar más lágrimas, completamente angustiada. Sabía lo que estaba pensando y el motivo por el que no quería dejarlo irse —. Te prometo que será rápido y regresaré completamente bien. Este marido tuyo no piensa abandonarte jamás por nada del mundo y, de la misma forma en que te protegeré, te prometo que me cuidare a mí mismo... Me crees, ¿no?
De parte de Sakura no hubo necesidad de palabras, pues sus sollozos se calmaron y eso él lo tomó como una aceptación a su marcha.
Le dio un prolongando beso en sus nudillos, y, tras un suave "volveré pronto", se levantó para irse.
Desde el umbral de la puerta la vio volver a guardar su extremidad en el armario y se sintió un poco aliviado de que ella decidiera quedarse dentro mientras él regresaba.
Alivio que se incrementó cuando escuchó activarse el pestillo de seguridad que había puesto a la puerta, recientemente.
Hecha un ovillo en su escondite, Sakura intentó como pudo no volver a llorar.
Se había sentido como una absoluta tonta por mostrarse tan patética ante su marido al pedirle que no se fuera, pero no había podido contenerse.
La idea de que él saliera de casa, a sabiendas de que algo terrible podía sucederle, la desesperó inmediatamente; tanto que incluso pudo verse a sí misma acabando con su propia vida si acaso él no regresaba pronto, como le prometía.
Había perdido tanto los últimos años que no volver a ver a Sasuke sería lo único que necesitaría para abandonar ese mundo de una vez por todas. Sin importar si eso dejaba abierto y sin esperanzas el caso de ese asesino o si provocaba que él se enfureciera y decidiera acabar uno por uno con cada persona en Konoha.
El que Sasuke, su marido y la única persona en el mundo que le quedaba, ya no existiera, significaría para ella que ya no tenía nada más que hacer viva.
Ahora se arrepentía de sobremanera no haberle permitido entrar ahí con ella, aunque fuera para un beso de despedida. Se lamentaba profundamente de perder la oportunidad de estar en sus brazos una última vez si es que le pasaba algo y nunca regresaba.
Muchas veces había escuchado a la gente decir que ella debería tener miedo de que su esposo un día se cansara y saliera de casa, voluntariamente, para nunca volver, pero Sakura confiaba por completo en que él no sería capaz de algo así.
Sasuke era un hombre honorable y de palabra.
Jamás la abandonaría de forma tan abrupta y cruel.
Si acaso él un día quería divorciarse, podía decírselo y ella se lo concedería sin resistencia. Tal vez de esa forma podría dejar de ser un objetivo para el asesino por estar asociado con ella y viviría una vida plena y tranquila con otra mujer que no le provocara tantos problemas y dolor como ella hacía.
Él se merecía eso y más y muchas veces Sakura se lo había dicho.
Sasuke siempre desestimaba sus palabras, aludiendo a que si quisiera estar con alguien más nunca habría siquiera puesto sus ojos en ella y que nadie nunca podría provocar en él la mitad de todos los sentimientos que sintió por ella desde el primer momento en que la vio.
Siempre se lo decía con total seguridad y un brillo genuino en sus ojos, por lo que ella confiaba en que decía la verdad.
Era sincero en ese aspecto.
... Pero no podía asegurar que lo fuera en absolutamente todo.
Dentro de su honestidad, su esposo era hermético para muchas cosas, más aún en lo que tenía que ver con su pasado y la forma en que éste había moldeado su personalidad.
El Uchiha había sido maltratado en extremo durante la infancia y creció sin ninguna verdadera figura de apoyo o confianza, lo que lo había convertido en un hombre cuya mente era un enigma.
Sakura sabía lo poco que él alguna vez le había querido compartir, pero esos pequeños episodios que le narraba eran solo lo más ligero que había tenido que pasar. Era un hecho que, si él un día decidía compartirle lo que habitaba en lo más profundo de su alma, se encontraría con cosas el triple de brutales y crueles.
Era por eso que la pelirrosa sentía que su esposo era una total anomalía de la naturaleza.
¿Cómo podía una persona que había crecido sin conocer lo que era el amor, ser alguien tan devoto y completamente comprometido en su papel como pareja?
Sasuke era un esposo que llevaba sus deberes y dedicaciones al extremo y que la trataba tan bien, como en ocasiones era estricto con ella.
Se preocupaba por su bienestar más que por el de él mismo y haría cualquier cosa que ella le pidiera si estaba en sus manos.
Era, sin lugar a dudas, el hombre perfecto.
Ojalá la vida le hubiera dado la oportunidad de estar con él en otras circunstancias. Sin toda la podredumbre y dolor que los había unido y que le impedía a Sakura permitirse algo más que solo sentir cariño por él.
De verdad deseaba con todo su corazón poder haberlo amado sin ninguna otra cosa más que ellos, de por medio.
Para su infortunio, había sido maldecida de por vida.
Aún si ese asesino fuera atrapado en ese mismo instante, eso no borraría las cicatrices emocionales que tenía y nunca podría ser una persona normal.
Estaba condenada a vivir en las ruinas en las que ese hombre había convertido su vida.
A estar, literal y metafóricamente, escondida lo que le restaba de vida en el mundo.
Mierda, de solo recordarlo, Sakura sintió que la invadían unas náuseas incontrolables.
Justo en el momento en que consideró salir de su refugio rumbo al baño, un ruido proveniente del exterior detuvo sus intenciones.
No fue un estruendo o una sacudida del tipo que provendría de alguien queriendo forzar su entrada en la casa, sino más bien un pequeño golpeteo que no pudo evitar tentarla de curiosidad.
Pasó algunos segundos escuchando el inconstante e ilocalizable sonido, mientras meditaba la prudencia de salir, pero, al final, cuando escuchó que el ruido estaba cada vez más cerca hasta que llegó a su habitación, quitó el pestillo del armario y deslizó la puerta para asomar un ojo.
Para su sorpresa y, honestamente un poco de alivio, se encontró con que lo que interrumpía el siempre reinante silencio de la casa era una pequeña avecilla tratando de buscar una salida.
Al parecer había quedado atrapada en el hogar de los Uchiha previo a que Sasuke se marchara y, debido a que en ese momento todas las puertas y ventanas estaban cerradas, el animalito se golpeaba contra los muros, desesperada por salir.
Sin pensarlo, Sakura salió del armario y aunque un pinchazo de dolor hizo que sus rodillas se doblaran, aun así, se apresuró a acercarse a la puerta corrediza que daba al jardín para abrirla y así auxiliar a la pobre criatura.
Apenas cruzó miradas con ella un par de segundos, pero pudo reconocer la enorme angustia que dominaba al pajarito, lo que la conmovió enormemente.
No obstante, antes de que pudiera lograr su cometido, el ave se asustó por su aparición y voló hacia otra estancia en la casa.
De inmediato, Sakura fue tras ella y, aunque todavía tenía las piernas débiles por haber estado recostada tanto tiempo, le siguió el paso tan rápido como pudo.
Escuchó que al animal cantar en una esquina de la casa y no tardó en identificar su ubicación: el despacho de Sasuke.
"Pero, ¿cómo llego ahí?" pensó, extremadamente confundida.
Su marido siempre tenía ese espacio cerrado con llave e incluso para ella el acceso estaba restringido. Solo en ciertos días podía entrar ahí y nunca se quedaba por más tiempo del necesario.
Respetaba su privacidad y no podía evitar sentirse como una invasora cada que estaba ahí dentro. Era como si ese espacio fuera una extensión de su marido. Un recoveco de su mente más o una bóveda donde se acumulaba todo eso que él quería mantener fuera del alcance del mundo.
Incluida ella.
Insegura, pero al mismo tiempo consciente de que no tenía de otra, Sakura se aproximó, asomándose por la puerta entreabierta para verificar que el ave estaba dentro. Al verla, entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí para que la visitante no pudiera volver a huir.
El pájaro siguió golpeándose contra las paredes y en sus movimientos fue evidente que estaba exhausta y adolorida, por lo que Sakura corrió a abrir la ventana.
La claridad de la luz del día la dejó cegada por un breve lapso y por ello no pudo ver el momento exacto en la que el animalito se fue. Para cuando pudo volver a abrir los ojos, ésta ya se había marchado.
Sakura suspiró pesadamente, como si el simple acto de haber salido de su cuarto la hubiera cansado.
Su mirada se posó en su ropa y una mueca de disgusto se instaló en su rostro al ver que la bata semitraslucida y blanca estaba en extremo arrugada. Inevitablemente, también analizó su cabello, enredado en una deshecha trenza que le caía por encima del hombro y concluyó que tenía que asearse.
Si acaso su esposo llegaba en ese momento o más tarde ella decida quedarse afuera ahora que había salido, no quería que la viera en ese estado.
Se dio la vuelta para marcharse, dispuesta a olvidar lo que acababa de pasar, sin embargo, antes de dar un paso más sus ojos cayeron en el espacio del escritorio que la luz de la ventana iluminaba, incandescentemente.
Había varios documentos esparcidos por la mesa de su esposo y aunque no fue su intención leer ninguno, llamó su atención ver su nombre escrito en uno de ellos.
Con premura, Sakura lo tomó y leyó.
Era una copia de un expediente policial.
El primer expediente que se había documentado respecto a su caso.
Una de las primeras declaraciones que ella había podido dar a las autoridades respecto a lo que le sucedió aquella noche.
Siempre había sabido que su esposo tenía sus propios archivos respecto al caso del asesino, pero no sabía que contaba con ese en particular.
Ella ya ni siquiera recordaba nada de lo que dijo la primera vez que la interrogaron, pero sus ojos leyeron en el documento que repitió la misma frase más de cinco veces:
"Él me llamó".
Todas en respuesta a preguntas como: ¿Qué hacía en el sendero de las luciérnagas tan tarde? ¿Por qué estaba sola? ¿Cuál había sido su motivación para salir de su hogar en primer lugar? ¿La habían coaccionado de alguna manera u amenazado para que acudiera al lugar de los hechos? Y ¿Si acaso no era la primera vez que acudía a ese lugar tan tarde y por su cuenta?
Por supuesto no recordaba absolutamente nada de esa entrevista. Tampoco de las que le siguieron en realidad. Los únicos detalles que podía traer a la mente era ser interrogada desde su cama, apenas capaz de hablar por el dolor, a su padre a su lado, lloroso y destrozado por lo que le habían hecho y la conciencia de que Sasuke estaba en otra habitación siendo interrogado de igual manera por sus propios colegas.
También recordaba, vagamente, los rostros inconformes que tenían los oficiales cuando se retiraron, pues la información que les proporcionó fue inútil y hasta incoherente.
Ahora veía porqué.
En el resto del documento también había notas escritas por los interrogadores en las que se hacía hincapié en que ella no estaba en sus cinco sentidos y que parecía que le tomaría tiempo siquiera procesar qué había estado a punto de morir.
En eso último estaba de acuerdo.
Aun hoy en día, le costaba considerar el hecho de que, de no haber sido por Sasuke, esa noche se hubiera desangrado o congelado en el agua hasta morir.
La idea de que pudo haber dejado de estar viva no era algo en lo que pensara con la misma frecuencia con la que se recriminaba el poder seguir caminando en el mundo de los vivos.
Es decir, sí, muchas veces se dijo a sí misma que hubiera sido mejor que ese día no la hubieran rescatado, pero no le daba la misma importancia o magnitud que los demás al hecho de que pudo estar en la lista de mujeres con las que ese tipo había acabado.
No se dio ni se daba a sí misma o a su existencia tanto valor como para sentirse triste por el destino que pudo haber tenido y, al parecer, otros se dieron cuenta de ello desde el principio.
Más curiosa que nunca, contra su buen juicio decidió seguir ojeando los demás documentos sobre el escritorio y encontró otras copias tanto de declaraciones que ella dio como de interrogatorios que hicieron a su marido.
Mientras que las entrevistas y respuestas en los que le pertenecían tenían información vaga, enigmática e incompleta, arrojando hechos que ella ya tenía claros en su mente, las de Sasuke eran más ordenadas, sustanciales y de ayuda para el caso, como se suponía que una declaración tenía que ser para servir a la policía.
En su lectura creyó escuchar la voz parca y seca de su esposo responder a lo que le preguntaban e incluso detectó la irritación que debió sentir mientras lo obligaban a defenderse al ser acusado de ser él quien la lastimó.
Sakura sabía que, como su salvador, Sasuke había sido sometido a mucho escrutinio y que ni siquiera su posición como policía lo había eximido de sospechas respecto a su posible culpabilidad. Ella nunca había dudado de él, pero, por lo que leyó, en muchas ocasiones le preguntaron si acaso el Uchiha la tenía amenazada para evitar que contara la verdad. Sin embargo, ella siempre creyó en su versión de la historia y su padre en vida, también.
Ninguno dudaba que el pelinegro decía la verdad y que su inocencia era irrefutable.
No obstante, cuando llegó al final de una de las tres declaraciones que había analizado, algo llamó su atención y, sin dudar, dejó sobre la mesa los papeles que tenía en su mano en busca de otro, con desesperación.
Uno que podía recordar haber tenido con ella alguna vez, pero que fue confiscado por la policía y que se consideró clave en la investigación.
¿Podría ser que, de la misma manera en que Sasuke había accedido a todo ese material, tuviera ese trozo tan importante del caso con él?
En parte porque estaba demasiado ensimismada en lo que hacía y en otra porque su curiosidad amenazaba con devorarla si no encontraba las respuestas a las nuevas interrogantes que le habían surgido, no se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que su esposo se fue y solo regresó a la realidad cuando escuchó la puerta abrirse.
Entonces, aun con toda su frustración por tener que dejar inconclusa su tarea, ordenó tan rápido como pudo los documentos y cerró la ventana para salir de ahí antes de que Sasuke se diera cuenta de en dónde había estado.
Sin embargo, no fue con él con quien se encontró al salir al pasillo.
En cambio, una presencia desconocida y, al mismo tiempo, familiar, la sorprendió en el umbral de la entrada.
—¿Quién...?
Mientras tanto, inconsciente de lo que sucedía en su hogar, Sasuke estaba a punto de salir de la oficina de Shikamaru Nara, agradeciendo por su atención.
—Es una lástima que vayan a irse — el contador, conocido por sus muchos contactos en otros pueblos le dijo al ex oficial —. Temari le tiene buen aprecio a Sakura. Una vez me dijo que, si teníamos hijos, le gustaría que ella fuera su partera... Tú sabes, las mujeres quieren a alguien sensible y amable a su lado en ese momento.
—Nadie le tiene verdadero buen aprecio a Sakura — Sasuke respondió observándolo con misma expresión carente de cualquier otra cosa que no fuera antipatía —. Solo les gusta que ella se deje usar por ellos, cuando así lo quieren o necesitan.
Aunque no estaba de acuerdo, Shikamaru se abstuvo de responderle. No tenía caso. Todo el mundo sabía que para Sasuke todos eran villanos dispuestos a atormentar a su esposa más de lo que ya estaba.
La mujer estaba seriamente dañada por todo lo que le había pasado y su esposo insistía en hacerle creer que todos estaban en su contra, excepto él.
No le hacía ningún bien manipulándola emocionalmente de esa manera para volverla dependiente, pero cuestionarlo solo haría que Sasuke lo añadiera a la lista de personas que no podían siquiera estar en su presencia y eso no era algo que quisiera.
Tenía la sensación de que los Uchiha no saldrían de Konoha por más que el hombre así lo estuviera planeando y, si estaba en lo cierto, aún podría tener esperanzas de cumplir el deseo de Temari.
Después de todo, Sasuke tenía razón en que Sakura cedía a lo que le pidieran, fuera de corazón o no.
Sin más que decir entre ambos, el Uchiha abrió la puerta, dispuesto a irse, no obstante, de repente Shikamaru recordó algo.
—Oh y Sasuke... Creo que está de más decirlo, pero no vayan a la siguiente reunión del pueblo — le advirtió con seriedad —. Sé que están planeando acorralar a Sakura tal y como hicieron antes... E incluso no puedo asegurarte que no vayan a querer hacerlo en tu propia casa. Así que creo que lo mejor para los dos es aislarse por un tiempo, al menos hasta que puedan marcharse de aquí.
El pelinegro no respondió verbalmente, pero el contador pudo darse cuenta de lo tenso que se puso y de la forma en que sus hombros se cuadraron como si fuera un depredador, alerta.
Habiendo cumplido con decirle lo que Konoha planeaba, el Nara lo dejó irse y sintió que el oxígeno volvía a ser ligero y respirable en cuanto Sasuke cerró la puerta tras de él.
Por su parte, el ex oficial sintió un alivio parecido cuando salió de la oficina.
La reunión había ido bien y el contador había accedido a ayudarlo a buscar alojamiento permanente o temporal en Suna, una ciudad lejana de la que su esposa era originaria y que era ideal para comenzar de nuevo.
Sabía que Sakura estaría reacia a irse tan lejos, sobre todo tomando en cuenta que sería para no regresar.
En Konoha estaba el mundo en el que creció. Estaban la casa y los recuerdos buenos que pudo hacer en el pasado. Estaba el legado que su tía le había dejado y ella prometió proteger. Además de la tumba de su padre, un aspecto que él sabía sería extremadamente difícil para ella dejar ir.
Para su mujer, despedirse de su lugar de origen incluso con todo el daño que le había provocado, sería todo un reto.
No dudaba que, incluso fuera a tener que lidiar con una depresión comparable o mayor a la que ya padecía y que él tendría que tener toda la paciencia y aplomo del mundo para sacarla de ahí.
Si era él quién estaba tomando la decisión por los dos, le correspondía también hacerse responsable.
Eso es lo que un verdadero hombre haría.
Lo que él, como el esposo que siempre prometió ser para Sakura, tenía que hacer.
Resuelto y ansioso por volver a casa, Sasuke salió a la calle tan orgulloso e imperturbable como siempre se mostró ante los demás.
Podía sentir las miradas sobre él y, aunque no los escuchaba con claridad, sabía lo que los susurros que se transmitían de persona en persona decían.
Su reacción natural fue endurecer la mirada y componer una expresión oscura y feroz, que no dejara lugar a siquiera pensar que sería buena idea acercársele, pero no contó con que el enojo de muchos habitantes en Konoha los hiciera inmunes a su aura asesina y que estos no perdieran la oportunidad de abordarlo de la forma menos educada posible.
—¿Qué haces lejos de tu casa, muchacho? ¿No deberías estar con tu esposa tratando de hacerla hablar de una vez por todas? — un zapatero de mediana edad con el que nunca había cruzado palabra, pero que reconocía como un pariente lejano de una de las muchas víctimas de la sombra del sendero de las luciérnagas, se lanzó a él con lengua venenosa —. ¿Hasta cuándo creen que vamos a tragarnos el cuento de que no saben nada de ese asesino?
Con la seguridad que ir en manada les profería, más gente lo abordó.
—No solamente son unos egoístas, sino también tontos si piensan que vamos a dejarlos vivir tan tranquilos.
—Su inutilidad los vuelve también cómplices del asesino. ¡Dejen de tratar de vernos la cara!
Al parecer, si antes al menos él había gozado de el visto bueno de Konoha, los últimos acontecimientos habían logrado ponerlo en la misma caja en la que Sakura había sido enclaustrada por tanto tiempo.
—Ustedes dos se esconden en su casa como si estuvieran seguros de que no son los siguientes. Como si aquí afuera el pueblo no estuviera sangrando y sufriendo — una mujer completamente roja del enojo también se presentó —. Ese maldito está suelto y Sakura no hace más que retorcerse en autocompasión, haciendo ningún esfuerzo por ayudarnos a nosotros o a la policía.
El Uchiha la miró con odio puro al escucharla nombrar a su mujer con tal tono autoritario. ¿Cómo se atrevía a hablar de la pelirrosa? No sabía nada de ella ni de lo que estaba pasando. No tenía ni idea del estado tan roto en el que estaba, ni mucho menos la cantidad de veces en las que él la había visto recriminarse por no poder hacer nada por su pueblo.
Justo en ese momento, su mujer estaba en casa escondida en un puto armario temiendo por su vida y por la de él, a punto de perder la cordura y más cerca que nunca de rendirse.
De abandonar ese mundo.
De abandonarlo a él para siempre.
Todos ellos eran unos desgraciados.
Estuvo a punto de responderles y ponerlos en su lugar como por tanto tiempo había estado esperando hacerlo, pero antes de ello una nueva acusación llegó hasta sus oídos.
—¿Por qué no dicen nada? ¿Es que acaso están encubriéndolo?
La sola idea de que él pudiera proteger de alguna manera la identidad de quien casi le arrebata la única persona que quería en el mundo, hizo temblar de la rabia a Sasuke.
No solo era absurdo, sino también sumamente ofensivo.
No había una cosa que él deseara más en todo el mundo que saber quién había herido a su mujer y, de cierta manera, arruinado su vida.
Ellos no podían calcular el deseo tan imperioso que siempre había sentido de tener a ese imbécil enfrente y torturarlo hasta que no quedara nada de él.
Ellos no podían saber cuánto deseaba borrarlo de ese mundo para volver a hacer sentir segura a su esposa.
Cuánto estaría dispuesto a dar de sí mismo para que Sakura pudiera sentirse capaz de seguir adelante y con la seguridad de nunca más volverían a tratar de lastimarla.
Ni ese tipo, ni absolutamente nadie.
—Todos ustedes... No esperen que sienta compasión por ninguno. No siento culpa, ni empatía por nadie que no sea mi mujer y, si son lo suficientemente estúpidos como para pensar que estamos en lados opuestos de esta situación, no habrá forma de que los haga cambiar de opinión — respiró con furia y vio a los ojos a cada uno, lo suficientemente valiente como para caminar entre ellos, seguro de que podían ver en su expresión corporal que, si ellos lo odiaban, él sentía lo mismo por ellos, pero con una fuerza 10 veces mayor —. Si dicen que mi inactividad y la de mi esposa nos convierte en viles cómplices, entonces, esta intimidación constante y cruel a la que nos someten, ¿en qué los convierte a ustedes?
El grupo que lo había rodeado se quedó mudo y estupefacto por sus palabras. Al parecer, no habían esperado que él no se dejara amedrentar y que no recibiera los reclamos sin rechistar, de la misma manera en que Sakura hacía.
Se les había olvidado que él tenía la voluntad de una bestia cuando se trataba de defender a su amada y a él mismo.
Conforme con la reacción que obtuvo, Sasuke se dispuso a abrirse paso entre la gente y por fin marcharse a casa, pero antes, una respuesta al cuestionamiento que acababa de hacer lo detuvo.
—Los convierte en despiadados acosadores — la inconfundible voz del padre Kakashi se alzó entre la multitud, con su característica calma y firmeza —. Parece que ya olvidaron que el señor, nuestro salvador, fue sometido a este tipo de tratos durante su tiempo en la tierra y que justamente muchas veces quiso darnos una lección acerca de la compasión a otros.
Entre el clérigo y Sasuke hubo un breve intercambio de miradas, que fueron muy diferentes la una de la otra. Mientras que el peliplata lo observó con simpatía y la intención de ayudarlo inscrita en sus ojos, el Uchiha no bajó en lo absoluto el desprecio que había sentido con anterioridad en contra de los habitantes de Konoha. Se mantuvo tan tenso, desconfiado y furioso con él, como con los demás.
Kakashi sabía que no le agradaba al muchacho.
No desde que le pidió reconsiderar la idea de casarse con Sakura cuando acudió a la iglesia a reservar la fecha de su boda.
Al menos ese era el motivo que él pensaba que Sasuke tenía para odiarlo, porque en realidad el Uchiha tenía una motivación mucho más profunda y visceral.
Tanto que nunca se había atrevido a compartirla con nadie.
Nadie nunca le creería.
Mucho menos validarían su sentir, al tomar en cuenta que siempre había sido paranoico y posesivo.
Algunas personas quisieron discutir con el padre para defender sus acciones y las voces acumuladas de todos no tardaron en convertir la de por sí concurrida calle en una auténtica pesadilla auditiva.
Ese fue el momento que Sasuke decidió aprovechar para salir de ahí y sin molestarse en voltear a ver a Kakashi para agradecer su intervención, aunque ciertamente le había sido de ayuda, se alejó del tumulto rápidamente.
Todo lo que quería era volver a casa y ver a su esposa para así calmar todos esos crudos y negativos pensamientos y emociones que lo embargaban y amenazaban con hacerlo regresar al pueblo para darle su merecido a cada una de las personas que lo habían atacado.
No era consciente de cómo, visto desde afuera, parecía que un toro furioso caminaba y respiraba copiosamente por los senderos del campo y de que cualquier persona que se encontrara cerca estaría aterrada de su mera visión.
De por sí, a pesar de su anterior buena reputación las personas preferían mantenerse a ciertas distancias de él, ahora no cabía duda que se había vuelto completamente indeseable a sus ojos.
Ahora en definitiva no tenían de otra más que largarse de ahí.
Bueno, de todas formas, agilizar el proceso había sido su intención desde el principio, así que adelantarle las noticias a su esposa y llevar a cabo la mudanza antes de lo planeado terminaría dando igual.
Pensando en todo lo que tendría que hacer en cuanto llegara a casa: las palabras exactas que diría, los preparativos en los que se pondría en acción y la forma en la que contendría emocionalmente a su mujer; llegó a su destino antes de lo pensado.
Ansioso sacó las llaves de su bolsillo y torpemente abrió la puerta. Sin cuidado, se quitó los zapatos y se apresuró a ir en dirección a su habitación, pensando que su esposa aún estaría esperándole dentro del armario, pero, para su sorpresa, no pudo dar un paso más allá de la estancia principal.
Lo que vio lo paralizó al instante e hizo que el alma le cayera a los pies.
Y su reacción no fue para menos.
En la cocina había dos personas sentadas una frente a la otra.
Dos personas que, por lo visto, le habían estado esperando y que parecían haber tenido tiempo para conversar.
Una de ellas era Sakura.
Y la otra, con horror, confusión y enojo, la reconoció como su hermano mayor.
—¿Itachi?
...
NOTAS FINALES:
Aquí es donde les anuncio que mi ritmo de escritura podría disminuir. No piensen que únicamente es porque la verdad este fic no ha tenido el apoyo esperado, sino porque también estoy ocupada estudiando. (Ay, me sentí como las niñas del 2009 que decían que no podían actualizar porque tenían exámenes y te dejaban el fic en la mejor parte).
Sin embargo, no piensen que no seguiré esta historia o que la pausare. Tratare de compaginar ambas cosas al mismo tiempo y dar lo mejor de mí en ambas, así que plis deséenme suerte.
Como siempre les quiero dar las gracias por estar aquí en una entrega más y agradecerles desde el fondo de mi alma a aquellxs que me apoyan desde las formas más chiquitas hasta las más significativas. De verdad nunca se vayan, les quiero mucho.
Cuéntenme plis qué les ha parecido este capítulo, qué piensan o si cada nueva actualización les desacomoda las teorías que ya se venían armando jaja. Ya saben que cualquier cosa que tengan que decir a mí me llena de emoción saberlo y que apreciare todas sus opiniones.
Nuevamente muchas gracias por llegar hasta aquí, tengan una sabrosa y excelente semana y nos leemos en la siguiente actualización. Bye!
