Almendras amargas

2

El Inframundo

Varios días después

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"I am beyond death

midst a dreaming affinity"

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Radamanthys se encontraba patrullando los límites del Inframundo en compañía de su equipo de trabajo analizando a sus tres subordinados con calma: Sylphide, Gordon y Quinn. Mientras los cuatro supervisaban las prisiones por las que transitaban revisando las actividades diarias con los soldados asignados, es que el Wyvern se mantuvo en silencio dejando que los tres tomaran la palabra y continuarán el seguimiento.

Deseaba confirmar cuál de los tres podría estar más capacitado para la futura asignación observando que el Basilisco tenía mejor desenvolvimiento, dirigiendo a los soldados y dando la retroalimentación al estado de las prisiones aquel día.

Fue así que el juez del dragón heráldico colocó al belga como el mejor posible candidato a ocupar su lugar. Gordon no lo hacía mal solo que Radamanthys considero que aún le faltaba un poco más para llegar a tener las habilidades necesarias; en cambio Quinn aun era demasiado inmaduro y le Wyvern no podía dejar de verlo como un chiquillo juguetón, un espectro de buenas habilidades, pero blando en ciertos aspectos.

—El chico será bueno más adelante, por ahora no cubre con lo que requiero para dejarlo en mi lugar y Gordon hace muy buen trabajo con los soldados en general. El Minotauro es uno de los elementos más valiosos de mi equipo, no obstante carece de algo para hacerlo juez.

El resto de los siguientes días los paso analizando con calma el trabajó de Sylphide convenciendose de que era el adecuado para ascender al puesto al lado de Minos y Aiacos, había muchas otras razones que Radamanthys tomaba en cuenta para afirmar que el Basilisco era idóneo para ser juez. Desde que el belga llegó al Inframundo, allá por los años treinta, se mostró temeroso al inició, pero entusiasta en cuánto comenzó a familiarizarse con el entorno, firme y seguro de sus decisiones se fue ganando la confianza de su jefe y del personal a su cargo; además, el Wyvern lo llevó consigo a combatir a los alemanes y volver con la victoria.

No sólo era uno de sus elementos de más confianza, sino su compañero de armas y de guerra.

Minos y Aiacos se dejaron ver por el salón del juicio ya que esos días los tres llevarían a cabo los juicios mañana, tarde y noche. Aún no se tomaba un tiempo para charlar con ambos, lo haría conforme el proceso en la oficina de Londres avanzará un poco más. No deseaba confrontar a su jefe con suposiciones y conjeturas, debía esperar a que las circunstancias fueran favorables aunque sabía que Minos se tomaría a mal que no le confiará sus intenciones desde el inició.

De igual forma, su tiempo con Shaina y los amigos de ambos no era diferente a lo usual. Ella no ejercía ningún tipo de presión sobre las decisiones del rubio permitiéndole tomarse su tiempo y hablar del tema cuando fuera conveniente, el juez agradecía esto enormemente pues podía compartir sus dudas u otras inquietudes sin ser juzgado por ella.

El que la antigua guerrera de Atena estuviera al tanto y le ofreciera su apoyo y consejo era más que suficiente y motivaban a Radamanthys a hacer lo que tuviera que hacer para volver a ser un nombre ordinario y pasar sus días con ella.

Y así transcurrieron los días hasta que llegó la fecha de la siguiente visita a la oficina en la casa número 77.

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Londres

Treinta días después

Radamanthys estaba frente a la ventana de la sala de espera tomándose un tiempo mientras llegaba el asesor con quien estaba por entrevistarse. ¿Que clase de persona era ese asesor en particular?, ¿que tanto alcance tendrá su poder como para encontrar lo que Radamanthys necesitaba?

—Espero no tarde en llegar.

Según Mr Device, quien lo recibió varios minutos antes, su asesor asignado llegaría de un momento a otro. El sujeto en cuestión se tomó un par de días para revisar el formulario apenas concluyó con su otro asunto, comentando que el caso del espectro le parecía interesante aunque la pérdida del nombre y el tiempo en que ocurrió, supondría un problema pues era altamente probable que esa información ya no existiera en el mundo.

El juez rubio no quería perder las esperanzas de que alguien en el planeta pudiera encontrar esa pieza de información que le daría su libertad, pero dos personas le pedían tener en consideración que su nombre se hubiera borrado del mundo mortal.

—Aun así quiero continuar con esto —pensó decidido tomando asiento en el sofá frente a él—, hasta donde sea posible.

Aquella sala de trabajo tenía un sofá colocado en el centro detrás de una mesa circular y una silla de madera sencilla estaba dispuesta al otro lado. Las paredes eran oscuras y láminas enmarcadas llenas de alegorías colgaban de las paredes. Además había otros muebles decorando la pequeña sala de reuniones número tres, ubicada en el primer piso, donde se llevarían a cabo las sesiones de trabajo que el asesor agendará.

El espectro comprobó la hora en su reloj de pulsera redondo notando que solo habían transcurrido unos quince minutos después del mediodía; volvió a ponerse de pie impaciente deseando poder fumar un poco.

Fue entonces que la puerta se abrió y un joven muy alto vestido informalmente entró saludando cortes al hombre frente a él. El recién llegado se aproximó observando fijamente al espectro con sus ojos color violeta, mientras el rubio se sentía ligeramente intimidado por la imponente presencia del joven que vestía en colores oscuros los cuales contrastaban con su piel alabastra y sus cabellos negros y cortos.

—Es un gusto conocerte —continuó con tono jovial aunque sin dibujar expresión alguna en su rostro juvenil—, mi nombre es Gilman y Oswald Device me encargó la revisión y análisis de tu caso.

—Ya entiendo, asi que eres tu el asesor que trabajara conmigo.

—Es correcto.

Ambos tomaron asiento, Radamanthys en el sofa y Gilman en la silla, mientras el chico de negro colocaba el formulario frente a él leyendolo con detalle una vez más. El espectro observó con calma al recién llegado: su rostro era el de un joven al incio de sus veintes, sus ropas lo hacían ver más un estudiante que un asesor pues parecía que venía del colegio o la universidad; el juez rubio esperaba a alguien mayor y mejor vestido, además sus rasgos afilados y sus ojos de color poco usual le daban una apariencia inaccesible.

Sumado a lo demás, el acento del asesor asignado no era londinense sino de algún otro sitio lejos de ahí, sin embargo no hizo observaciones a priori pues no conocía sus capacidades más allá de su apariencia informal.

—Aquí dice que necesitas encontrar tu nombre para volver a ser un hombre mortal —decía el chico con calma observando a su interlocutor.

Fue entonces que Radamanthys sintió, por primera vez, la mirada perforante de Gilman quien, a pesar de observarlo brevemente, parecía atravesar al espectro de lado a lado, algo más que el rubio detectó es que la presencia del chico dominaba toda la sala haciéndole sentir pequeño e indefenso; era la primera vez que sentía algo así delante de un desconocido cuyas habilidades no alcanzaba a dimensionar.

—Asi es… Lo único que necesito de Ustedes es que alguien me ayude a encontrar mi nombre.

—Gracias por confirmar. Antes de iniciar con todo el proceso, hay algo que quiero preguntarte —indicó Gilman con calma sin apartar la mirada de Radamanthys entrelazando las manos sobre la mesa.

El juez del wyvern noto que el joven llevaba una prenda de lo que parecía ser algodon en color negro de manga larga percatandose que, debajo de sus mangas, parecía tener tatuajes en los brazos pues unas lineas de tinta se percibían levemente en su puño derecho; detalle que le parecio algo curioso comparandolo contra su jefe el Señor Device quien parecía ser un sujeto muy formal y cuidadoso en su apariencia.

—¿Puedo preguntar? —la voz del chico lo sacó de sus pensamientos— ¿por qué quieres hacer esto: porque así lo deseas o alguien te está presionando?

Radamanthys se sintió desarmado ante esa pregunta repentina y, hasta cierto punto, descortés no sabiendo como abordarla.

—Pues…

—Disculpa… Lo lamento —Gilman reflexiono un instante después abriendo mucho los ojos y mostrándose sorprendido ante su propia actitud—, viví varios años en Alemania y se me pegaron sus modos y su forma tan directa de decir las cosas. Te pido una disculpa, déjame reformular mis preguntas.

—Descuida, no tengo problemas —respondió Radamanthys sin dar importancia—. Prefiero que seas directo y me digas lo que piensas a que des vueltas a las cosas como cualquier otro inglés.

—Gracias.

El rubio pensó un poco antes de hablar pues, de muchas formas, le parecían preguntas lógicas: ¿alguien lo presionaba para volver a ser normal o solo eran él y su desesperación?

—Nadie me presiona más que yo mismo —dijo al grano y sin más—, he dedicado muchos años a buscar mi nombre entre los múltiples papeles que había en la casa que perteneció a mi familia sin dar con eso. Llevo demasiado tiempo siendo inmortal y estoy cansado de todo.

—Me llama la atención el por qué te quitaron tu nombre —decía el posible mago o alquimista pensativo— y…

Alguien llamó a la puerta siendo la recepcionista, la señorita Rosmerta Whittle, quien entrara llevando un par de papeles a la mano que entregó al asesor retirándose de la sala enseguida.

—Antes de continuar —dijo el joven de negro— es importante que firmes estos dos documentos.

El asesor colocó los papeles sobre la mesa frente a Radamanthys quien los observó esperando la explicación de lo que eran esos papeles y por qué debía firmarlos.

—Este documento —prosiguió Gilman señalando el papel a su izquierda—, es una carta de aceptación a nuestros procedimientos y tiempos de resolución. En esta oficina aplicamos una política muy fuerte de no discriminacion, no obstante tenemos encima la enorme responsabilidad de evaluar minuciosamente a los inmortales que ayudamos a volver al mundo ordinario.

Radamanthys lo observó con los ojos muy abiertos pues no se esperaba aquellas formalidades y burocracia.

—Esto no significa que neguemos nuestra ayuda a quien la solicita, pero, si la persona en cuestión ha hecho cosas cuestionables durante su tiempo como inmortal, se requiere más tiempo para rehabilitarlo. Lo que me lleva al siguiente documento.

El papel de la derecha fue el siguiente en señalar mientras el espectro esperaba paciente una explicación.

—En caso de que algún suceso de tu pasado entre en la categoría de "cuestionable" me veré en la necesidad de investigarte a fondo; esto es, deberás permitirme indagar hasta en tu cesto de ropa sucia, ¿comprendes?

Una vez más, Radamanthys sintió como el joven frente a él lo perforaba con esos ojos penetrantes que lo orillaban a aceptar todos los acuerdos por el bien de sus objetivos, aunque el que lo "investigaran" le parecía invasivo.

—¿A qué te refieres con "investigarme"? —preguntó el espectro sin entender del todo lo que pretendía hacer el asesor.

—Como mencioné, tenemos la responsabilidad de garantizar que las personas a quienes ayudamos no serán una amenaza para la sociedad. No soy quien para juzgar tus acciones del pasado, pero si debo documentar y analizar cualquier hecho y razones detrás de ello, en caso de que algo así haya ocurrido, claro está.

—Comprendo. Honestamente no pensé que esto sería así de engorroso, algo en mi creyó tontamente que con unos simples pases mágicos podrían devolverme mi nombre —comentó el espectro hablando al aire luego de firmar los documentos frente a él.

—Nada perdemos con intentarlo —dijo Gilman de pronto observando a Radamanthys con semblante serio colocando ambas manos sobre la mesa.

En ese instante, los papeles se elevaron varios centímetros sobre la superficie mientras que se dejaban ver pequeños montículos de algo que parecía ser arena en color azul, la cual se iba agrupando en montones sobre la mesa.

El espectro no podía quitar los ojos de encima pese a sentirse sumamente alterado, esa arena se movía y agrupaba poco a poco formando figuras, letras y símbolos. El rubio abrió mucho los ojos al ver el inesperado resultado, uno muy desagradable pues solo vio delante de él lo que ya sabía:

RADAMANTHYS

—Esto es lo que está escrito —dijo Gilman cuando la arena terminó de agruparse entre sí—, este polvo mágico me muestra tu nombre: Radamanthys.

—Es incorrecto —dijo el rubio rápidamente.

—¿No es tu nombre?

—Lo es, pero no es el nombre que estoy buscando, este me lo dio el dios al que sirvo. Me he identificado con él desde entonces, no obstante no es mi nombre real.

—El dios al que sirves… —Gilman analizó los símbolos que acompañaban el nombre de su interlocutor buscando más pistas pues, cuanto más le revelaba el inmortal, menos entendía su naturaleza— Este símbolo con forma de estrella revela un nombre: Hades, ¿te es familiar?

—Si.

—Este otro símbolo —decía el joven pasando sus ojos a su lado derecho— indica que tienes un vínculo muy estrecho con el país de Grecia, ¿es correcto?

—Asi es, el templo de Hades se encuentra allá —dijo el juez del wyvern tratando de mantener la calma ante las cosas que el mago descubrió por sí mismo.

—La persona que te quito el nombre está en una jurisdicción muy lejos de aquí —Gilman se quedó pensativo por un momento levantando la mirada— ¿puedo saber por qué "Hades" te quito tu nombre, que ganaba con eso?

—Es muy largo de explicar, pero básicamente al borrar nuestros nombres, también borra nuestro pasado. No tengo memorias más allá del "día de Guy Fawkes", como le dije a tu jefe, no sé quién era antes de volverme inmortal y no recuerdo quien me convirtió. Con esa información fuera de nuestra cabeza, Hades nos hace trabajar incansablemente para él en el Inframundo.

—¿El Inframundo?

Radamanthys se dio cuenta de que en esa parte tan alejada de Grecia, era imposible que se supieran ciertas cosas y lo mejor era explicarle con detalle qué era el Inframundo, que se hacía ahí y por que. Gilman escuchó en silencio y atentamente lo que el inmortal explicaba sin interrumpirle y sin cambios en las expresiones de su rostro.

—Ya veo. Tiene sentido que te hayan quitado tu nombre y borrado tu memoria si lo que ese hombre quiere son trabajadores a los cuales explotar 24x7. Eso y, el hecho de que no sepas quien te volvió inmortal, me indican que te convirtieron en contra de tu voluntad.

Gilman hizo aparecer a su derecha una pila de papeles en blanco y un bolígrafo comenzando a tomar notas de todo cuanto Radamanthys revelaba sobre el Inframundo, Hades y sus extrañas reglas.

—¿No crees que exista la posibilidad de que haya aceptado volverme inmortal por voluntad propia? —preguntó el espectro algo incrédulo.

—Siendo así, ¿por qué querrías que te borraran la memoria o por qué permitirías que te quitaran el nombre? —preguntó Gilman observándolo fijamente una vez más— Salvo que…

—¿Qué…?

—Que hayas hecho algo horrible o extraordinario y se debiera proteger tu identidad a toda costa. De otro modo, me parece que todo se hizo sin tu consentimiento, pero aun es muy pronto para sacar conclusiones.

El chico era la primera persona que sugería algo así, se dijo el rubio con los ojos muy abiertos, nadie había planteado que los espectros pudieran ser personas extraordinarias cuyas identidades debían protegerse debido a motivos muy elevados. Aunque, esa sugerencia era demasiado idealista y la realidad fuera todo lo contrario, tal y como él comentó: "Salvo que hayas hecho algo horrible".

—Hace siete años hubo un eclipse muy importante por todo el mundo, ¿no supiste de este evento? —preguntó el espectro a fin de poder brindar más información a su interlocutor y, al mismo tiempo, averiguar qué tanto poder tiene Hades realmente fuera de Grecia y del castillo Heinstein en Alemania.

—Si, me parece que sí —respondió el asesor pensativo—. Cursaba la universidad cuando eso ocurrió, pero no pudimos verlo porque ese día llovió demasiado, cayó una tormenta tan intensa que el cielo estuvo cerrado y oscuro un buen rato —respondió Gilman sin más—. Al final, no pudimos salir del edificio sino hasta un par de horas después.

—Interesante, pensé que ese eclipse ocasionado por el dios Hades se podía ver desde cualquier punto del planeta —se dijo el espectro.

—Ahora que lo mencionas —añadio el joven de negro—, algo ocurrio en Atenas por esas mismas fechas: segun supe, hubo una explosion en la zona arqueologica de las montañas.

—¿Explosion?

Radamanthys pensó un poco antes de responder algo buscando ese suceso en su memoria, repasó lo acontecido durante el asalto al Santuario recordando el momento en que los caballeros dorados traidores y los que aún habitaban el recinto llevaron a cabo la Exclamacion de Atena, lo que se vio desde fuera como explosion.

—No fue una explosion ordinaria. Dos ejércitos se enfrentaban a muerte dentro de ese lugar, ambos grupos llevaron a cabo la Exclamación de Atena y ambas colisionaron entre sí destruyendo todo varios kilómetros a la redonda.

Gilman lo observó por un momento antes de formular alguna pregunta.

—¿La exclamación de que… quien es Atena? —inquirió extrañado.

Por primera vez en su vida inmortal, Radamanthys se dio a la tarea de explicar con lujo de detalles toda la guerra santa a alguien que no era parte de la comunidad de Hades, Poseidón o Atena. Si el chico de negro fuera un caballero dorado, un marino o algo asi, sería mucho más fácil que entendiera dichos eventos, no obstante Gilman no guardaba relacion alguna con los ejércitos mencionados asi que el espectro se tomo un buen rato en ponerlo en contexto.

El joven de negro tomo nota de todo lo que considerara importante del relato compartido por el inmortal entendiendo un poco más sus circunstancias.

—Creo que tengo suficiente para empezar —dijo Gilman resuelto—, ¿no habrá problemas con tu dios por hacer esto a sus espaldas?

—Descuida, no tendrás problemas con él —indicó Radamanthys seguro de su respuesta.

—Te diré lo que sucederá a partir de hoy: Debo ir a la oficina central para la creación de tu expediente, esto tomará varios días y, al mismo tiempo, haré una visita rápida a la ciudad que mencionas en el formulario.

—¿Irás a Winchester?

—Así es, necesito confirmar en el Ayuntamiento la antigüedad de los registros de nacimiento existentes.

—Los registros de nacimiento… —Radamanthys abrió mucho los ojos alegrándose al escuchar eso.

—Si, no creo que haya algo más allá de ciertos textos de los siglos 19, 18, pero nada pierdo con confirmarlo personalmente.

—¿Que sucederá en caso de que no encuentres alguna información útil en los registros del Ayuntamiento? —inquirió el espectro un tanto preocupado.

—Revisare que otras opciones hay disponibles. Hablaremos de esto en la siguiente reunión.

Gilman cerró la sesión por ese día sugiriendo a Radamanthys que visitara la oficina postal más cercana y, al menos, preguntara que necesitaba para solicitar un apartado postal donde los asesores pudieran dejarle mensajes.

—Dejemos agendada la siguiente sesión de trabajo para dentro de quince días exactamente —indicó Gilman despidiéndose del espectro— Es hora del te, debo irme. Te veré entonces.

—¿La hora del té?

El espectro revisó su reloj de pulsera confirmando horrorizado que estaban por dar las seis de la tarde, salió de la oficina a toda prisa imaginando que Minos le reñiria el resto de la semana por haber salido por casi seis horas sin permiso.

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En caso de que no hubiera más información disponible, ¿qué más podría hacerse al respecto?, pensaba Radamanthys aquel día estando a solas en la sala de trabajo mientras trataba de enfocarse en los registros que tenía enfrente.

—Tal vez sea un hecho que no hay modo de rastrear información tan antigua y se haya desintegrado con el paso del tiempo —aunque el chico asesor quemara todas las opciones disponibles, esa posibilidad estaba latente.

Al mismo tiempo aprovechó para acudir a la oficina postal, y le fue informado que necesitaban que el solicitante presentara un documento de identificación y pagara una cuota mensual por el servicio. Realmente era muy simple, se dijo el rubio, el único problema era que no tenía una identificación, no contaba con una identidad real que avalara su existencia.

Aquel día llovía sin cesar, el wyvern andaba despacio por la concurrida calle observando el cielo cerrado y gris sobre su cabeza apartando un poco el paraguas. Si la memoria no le fallaba, el gran eclipse se desarrolló durante el transcurso de un día soleado de abril, así que debió ser visible por toda Europa aunque en Inglaterra llovía demasiadas veces al año y, no importaba que tanto sol hubiera en un momento, al siguiente todo se vería gris a causa de la lluvia.

—Ni el poder del señor Hades pudo atravezar los negros nubarrones que cubren este pais —se decía sonriente retomando el camino de vuelta a casa.

Los quince días fluyeron tranquilos como el agua, Radamanthys dedicó gran parte de su tiempo a trabajar sin cesar a fin de que Minos no le cuestionara que saliera un día cada tanto por varias horas. No quería revelar nada aun hasta no saber si, de verdad, podría recuperar su nombre; de no ser así, no tenía sentido poner a Minos sobre aviso si nada ocurría finalmente.

El juez del Inframundo llegó a la sala de trabajo número 3 de la casa 77 aquella lluviosa tarde dejando el paraguas afuera. La señorita Whittle le ofreció un té mientras el chico asesor aparecía, lo que ocurrió un momento después.

Gilman se dejó por la puerta de la sala número 3 llevando el cabello mojado, pidió a Radamanthys que lo esperara mientras buscaba con que secarse la cabeza. El espectro terminó su té observando que el asesor volvía un momento después vistiendo informal nuevamente aunque igual en tonos oscuros.

El espectro lo miró a la espera de las noticias sintiéndose nervioso.

—Tengo descubrimientos interesantes —anunció el joven tomando asiento delante del rubio—. Tal y como sospeche, no hay registros de nacimiento preservados de antes del siglo 17 —indicó serio—. Sin embargo, y en base a lo que me dijiste sobre las reglas de tu mundo, hay algo que quiero confirmar.

—Adelante.

—Para que alguien pueda entrar al inframundo, debe estar muerto, ¿correcto? Debe declararse fallecido, ¿no es así?

—Si, así es. No entran seres vivos al inframundo.

—Bien pues, hice un cálculo aproximado de tu posible fecha de "deceso".

Gilman lo observaba serio ligeramente sorprendido ante las cambiantes, aunque imperceptibles, expresiones del hombre inmortal.

—Al año de ejecución de Guy Fawkes le reste 23 años -la edad indicada en el formulario- y lo que pude encontrar en el archivo histórico del ayuntamiento fueron registros de defunciones.

—Vaya…

—El asunto aquí, es que hay varios nombres agrupados bajo el mismo rango de fechas y parece que perdiste muchos familiares durante un incendio ocurrido alrededor de los meses en los que podrías haber "muerto".

—¿Incendio? —preguntó el joven extrañado y sin entender— ¿Ocurrió un incendio?

—Creo que no recuerdas nada de eso, no hay un registro de la fecha exacta en la que murieron todos los que llevan el mismo apellido que tú y que aparecen en ese listado. Son varios hombres y un par de mujeres.

—Incendió…

Radamanthys no pudo pensar en algo más pues, de la nada, un molesto e inesperado zumbido se dejó escuchar en su cabeza, en sus oídos haciéndolo ponerse de pie tocándose el interior de la oreja.

—¿Estás bien?

La voz del asesor se fue perdiendo en el zumbido en sus oídos. Esperó un poco más antes de volver a tomar asiento percatándose de que aún estaba dentro de su cabeza.

—Si estás indispuesto, podemos reunirnos mañana.

—Descuida, no debería ocurrir esto pues mi cuerpo no tiene prácticamente ninguna función.

—¿Es verdad?

—Si, mi corazón no late, no corre sangre por mis venas, así que no debería escucharse un zumbido en mi cabeza —Radamanthys notó que el zumbido no se iba, pero era capaz de escuchar la voz del joven en la lejanía—. No tengo registro alguno de haber visto un incendio por aquellos días.

—Comprendo, entonces tendré que buscar otra forma de confirmar cuál de todos esos nombres es el tuyo. No logré tomar nota pues apenas si me permitieron ver los registros, habré visto alrededor de unos diez nombres.

—¿Tienes algún otro plan? —Radamanthys comenzó a sentir un dolor intenso en el oído considerando volver al día siguiente.

Gilman observó que su interlocutor lo estaba pasando muy mal, por lo que sugirió que la reunión se pasara para mañana. También necesitaba algo de tiempo para pensar otra estrategia.

—Dejemos esto para mañana. Creo que te hará bien descansar.

No obstante, sucedió que apenas el espectro puso un pie fuera de la casa 77, el zumbido paró de súbito y se sentía bien nuevamente aunque muy extrañado. En vez de tomarse un tiempo para analizar lo ocurrido, volvió al interior de la casa.

—Quisiera continuar la sesión. Estoy bien nuevamente y es mejor aprovechar el tiempo.

Gilman volvió a la sala número 3 sorprendido ante el inesperado cambio en el estado de salud del rubio.

—Hace un segundo charlaba con Oswald acerca de los hallazgos. Quizás haya otro modo de encontrar tu identidad y al mismo tiempo hacer el análisis de tu historia que va en el expediente.

—Por supuesto, dime lo que necesitas saber y responderé a detalle.

Gilman volvió a sacar los papeles y tomó asiento delante del rubio.

—Por qué no me cuentas un poco de tu historia luego de tu cambio a ser inmortal. Qué hechos son destacables, no necesitas ser tan detallado.

—Por supuesto.

—Creo que es posible que haya algo en tu relato que me pudiera servir para analizar otro modo de encontrar esa información que necesitas.

Radamanthys no tenía problemas en narrar lo que sea que el chico necesitara. Si eso ayudaba, lo intentarían por ese método y revelaría todo, incluyendo aquellos secretos sobre sus familiares y la casa de Winchester que llevaba guardados mucho tiempo.

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Continuará…