Resumen: Los chicos de Shohoku se juntan para celebrar noche buena en casa de su capitán, Takenori Akagi.
Nota: ¡Hola, muchachines! Les traigo un especial navideño para pasarlo bonito. Como es costumbre mía, cada año cuando me es posible hago que los personajes de mis fics celebren esta fecha entre su familia y amigos con mucho ánimo, ¡y en esta ocasión les traigo este one-shot escrito con cariño! Gracias por leer… Ahora sí, ¡pasamos al relato! :D
El plan de Kiminobu Kogure fue el de reunirse en casa del capitán Akagi, el único lugar en donde los chicos podrían coexistir sin armar un alboroto. Era impensable llevar a cabo una celebración en algún otro lado y por supuesto que el capitán prefería tener bien checados a cada uno de los revoltosos.
Sí, no existía un mejor plan.
Hubiera sido bonito celebrar en casa del profesor Anzai junto a su esposa, pero ellos no estarían acostumbrados a lidiar con la vivacidad de la juventud. Además, seguro que ya tenían planeada su velada en pareja, por lo que esa opción quedó descartada también. Tan solo un presente estaría bien para demostrar la gratitud hacia el entrenador por el apoyo durante los años de educación. Al menos los chicos de tercero quienes eran Akagi, Kogure y Mitsui eran lo suficientemente considerados como para pensar en comprar un regalo para el profesor.
La velada fue tranquila, o al menos más tranquila de lo que esperaban puesto que ocasionalmente Mitsui y Ryota peleaban por banalidades que tuvieron que hacer a un lado y en su lugar unieron fuerzas en aquellas ocasiones en las que Rukawa y Hanamichi comenzaban a pelearse con la mirada o intercambiaban palabras de odio sin razón aparente. Lo mismo de siempre, pero el hecho de que fuera en navidad lo hacía insoportable.
La cena había estado deliciosa… La madre de los hermanos Akagi era una buena cocinera, y el que se haya tomado la molestia de hacer una comida para todo el equipo de verdad era algo que todos agradecieron desde lo profundo de sus corazones, aunque la rebeldía que los controlaba no dejara que ese lado cursi asomara las narices. En su lugar, fue Ayako quien se expresó por ellos diciendo: «¡Muchas gracias, señora Akagi! Todo estuvo muy rico», y Hanamichi siguió diciendo: «¡Sí! Todo estuvo súper delicioso. ¿Podría repetir, por favor?»
El plato de Hanamichi fui rellenado tantas veces como lo pidió. A vista de Rukawa, era un sinvergüenza, cosa que los otros pasaron por alto. No obstante, una vez servida la cena los padres de los hermanos se fueron a dormir, quedando únicamente los jóvenes en la sala de estar.
Hanamichi, Kaede, Kogure, Ryota, Mitsui, Takenori, Haruko y Ayako.
Las cosas parecerían ir bien; tranquilas y en total paz. La pasaron viendo películas navideñas todos juntos en la televisión, comiendo bocadillos y rememorando anécdotas sobre su visa estudiantil y deportiva.
En un instante a Hanamichi le dio sed y se levantó por agua a la cocina. Kaede Rukawa que quería lavarse las manos también fue a la cocina y Ryota detrás que ellos que por alguna razón siempre estaba al tanto de lo que los dos hacían.
El pelirrojo bebía tranquilamente de su vaso cuando Rukawa lo hizo a un lado para poder pasar y de repente… sucedió lo que les arruinó la noche.
—¡Oh, cielos! —exclamó Ryota Miyagi al verlos juntos. Sin duda su voz alertada llamó la atención del resto.
—¿Qué pasa, Ryo-chin? ¡Asustas! —exclamó Hanamichi.
—Pues… de verdad es para que te asustes.
—¿Eh?
La joven Haruko vio a los muchachos detenidamente y supo entonces por qué el futuro capitán estaba en estado de alerta.
—Sakuragi y Rukawa están… —balbuceó Haruko con las mejillas sonrojadas.
—¡Debajo del muérdago! —completó Ayako cubriendo su boca y ocultando la sonrisilla traviesa.
Hanamichi giró la cabeza hacia arriba y el otro muchacho tan solo dirigió la mirada desinteresada hacia el adorno. Ahí estaba un muérdago colgando y decorando el marco de la puerta.
—¿Y eso qué significa?
—¿No lo sabes, Sakuragi? —cuestionó Kogure con una sonrisa nerviosa al tiempo que el capitán Akagi ponía los ojos en blanco y fruncía el ceño—. Significa que ustedes… Bueno, van a tener que… darse un… b-beso.
Esa respuesta tomó por sorpresa a los muchachos porque tan solo abrieron grande sus ojos y boca exclamando: «¡¿Ah?!»
Lo que al principio había sido una broma para mantener vivo el espíritu de la navidad terminó por ser el causante de otro pleito y de una situación muy incómoda entre los dos miembros más problemáticos de su círculo.
—¡Ni crean que voy a hacer eso! —exclamó el pelirrojo.
Sin embargo, Rukawa se mantuvo quieto, sin decir nada, y escuchando.
—Sa-Sakuragi… —comenzó a hablar Haruko con timidez—. Era solo un juego mío… No pensaba que fueran a tomárselo en serio. No tienen que hacerlo —dijo encogiéndose de hombros con media sonrisa.
¡De modo que había sido la muchacha quien puso el muérdago ahí arriba en primer lugar! Al saberlo, Hanamichi Sakuragi no se sintió con el derecho de enfadarse. Sin embargo, cuando las cosas pudieron haberse calmado hubo ciertos miembros que comenzaron a tirarle leña al fuego.
—¡¿Eh?! ¿En dónde está lo divertido entonces? —exclamó Mitsui desde la esquina del sofá donde estaba tumbado bebiendo de una lata de soda—. ¡Creo que deberían hacerlo!
—¡M-Mitsui! —balbuceó Kogure más nervioso que nunca.
Hisashi Mitsui se ganó una mirada de reprimenda por parte de Akagi, quien estaba harto de que la más grande pasión de sus compañeros fuera la de armar pleitos innecesarios.
—¿Verdad que sí? —dijo Ryota riéndose—. Si el muérdago estaba allí entonces tiene un propósito y en definitiva no debe ignorarse.
—¡Ryota! —exclamó Hanamichi colorado por lo embarazosa de su situación y el enojo de la traición.
—¡Vamos, Sakuragi! Un beso no va a matarte —alentó Mitsui.
Hanamichi vio de reojo a Rukawa y luego vio al resto otra vez para seguir echando bronca. Le molestaba en exceso que el otro tipo envuelto en la situación no tuviera ninguna reacción ante la opinión de los demás. ¡Era un tipo raro hasta los huesos! O al menos así lo veía el pelirrojo.
—Será divertido —dijo Ayako entre risas.
—¡¿Tú también, Ayako?! —exclamó Kogure con desesperación.
—¿No piensas lo mismo, subcapitán?
Las palabras juguetonas de Ayako siempre terminaban por hacer que a cualquiera se le tornaran las mejillas de rosa, y Kiminobu Kogure no fue la excepción. Al final la presión dada hacia los chicos de primer año fue tanta que no los dejaron seguir con la noche como si no hubiera pasado nada. En el fondo Haruko no podía dejar de culparse por haber colocado dicho adorno; había olvidado que los miembros del equipo de baloncesto son tipos muy intensos, incluyendo a su agraciada mánager.
—¡¿Qué pasa, Sakuragi?! ¡Hace un instante andabas muy vivaracho! —exclamó Mitsui a modo de burla.
—¡Mitchi! ¡Cállate!
—Anda, Hanamichi, esto se queda entre amigos, ¿no? —se unió Ryota palpándole el hombro a su amigo con una risilla traviesa.
—¿Y tú, Rukawa? ¿No tienes algo que decir en esta situación? —cuestionó Ayako con la misma sonrisa cómplice de siempre—. Se te ve tan estoico como siempre…
Los chicos peleaban unos con otros y las chicas discutían a su propia manera sobre la situación. Haruko era demasiado tierna e inocente como para sentirse capaz de presenciar a su mejor amigo compartir un beso con el chico que le gustaba, así como también Ayako seguía insistiendo y agradeciéndole a la pobre joven por los honores de haber pensado en la fantástica idea de hacer que un muérdago se interpusiera en la noche.
¡Y vaya que los muchachos eran cargados!
En ese instante cuando el bullicio y los murmullos inundaban cada rincón de la sala de estar, Kaede Rukawa aprovechó la situación para esconder sus sinceros sentimientos en aquella tradición de navidad de curiosos orígenes.
Se aproximó al pelirrojo, lo tomó de la nuca con una mano y unió sus labios con los del muchacho repentinamente sin ni siquiera darle la oportunidad de procesar lo que estaba pasando. El rostro de Hanamichi se puso rojísimo, rojísimo, ¡rojísimo! Sus labios carnosos seguían tocando gentilmente los de Rukawa. Se sentían como si fuesen un suave bombón.
Los demás se quedaron expectantes ante el hecho y aunque habían alentado a los jóvenes a llevar tal acción, por alguna razón sus pobres mentes no terminaban de aceptar lo que sus ojos veían. Al taciturno Kaede Rukawa besando románticamente a Hanamichi Sakuragi en un acto de impulso. Aunque fueron solo segundos, todos los presentes lo sintieron como una eternidad.
El capitán Akagi los vio con asombro quedándose perplejo y sin habla, Kogure sudó frío con la boca formando una O, Ayako se cubrió la boca con una mano mientras las mejillas se le pintaban de rosa y ni hablar de la joven Haruko que casi se desmaya ante tal escena, manteniéndose con el colorado rostro híper caliente y cubriendo su rostro con ambas manos sin poder expresar "¡kya!" como lo habría querido su instinto. La expresión de Mitsui fue curiosa; palideció y mantuvo su ceño fruncido para después escupir la soda. En cambio, el sonido gutural que Ryota dejó salir fue parecido al "¡kya!" que Haruko se aguantó.
Cuando hubo reaccionado, Hanamichi tomó a Rukawa de ambas mejillas y lo apartó lejos de él con fuerza para después cubrirse la boca con el torso de su mano. La maldita sensación de los labios ajenos no desaparecía.
—¡Maldito animal de sangre fría! ¡¿Cómo demonios se te ocurre?! —exclamó con el rostro ardiente de vergüenza—. ¡¿Crees que haciéndole caso a estos sujetos ganas algo?!
Para Rukawa el verlo así ya era un triunfo. Le encantaba provocar en el pelirrojo sensaciones desconocidas.
—¿Ya viste que no te pasó nada, tarado? —dijo con calma.
—¡Oh! ¡Voy a destruirte, maldito zorro!
—Aquí estoy esperándote.
Los expectantes no tenían idea de lo que deberían hacer ante una situación tan extraña, sin embargo, al ver que Hanamichi se lanzaba hacia el otro chico con la intención de hacerle daño, se olvidaron del beso tan pronto como en el pasado se olvidaron de haberle visto las nalgas al capitán Akagi y los más fuertes se lanzaron a ayudar. Ryota, Mitsui y Kogure sujetaron juntos al pelirrojo mientras que Ayako tomó a Rukawa de un brazo para suplicarle que no se moviera.
Fue cosa difícil mantenerlos tranquilos luego de ese beso tan inusual. Por obvias razones el adorno fue retirado del marco de la puerta y el tema no volvió a tocarse nunca más en lo que les quedaba de velada. De vez en cuando las miradas que se dirigían los jóvenes eran de recelo, pero Ryota y Mitsui se interpusieron entre ellos para evitar más problemas.
Muy en el fondo Rukawa había querido besarlo con todo el gusto del mundo y el otro joven pese al rechazo inmediato que demostró no podía evitar seguir pensando en la sensación dulce del beso del apuesto joven, y cada que lo rememoraba las mejillas se le volvían a teñir de carmín.
Sin embargo, el pasado debía quedar pisado. El ambiente se había tornado un poco pesado, por lo que Kogure decidió salir un momento a tomar aire para despabilarse de los aires de bronca que se tenían todos adentro.
Su ausencia fue percibida por un joven que, de igual forma inquieto por los malos modos de los chicos de primero, decidió salir a hacerle compañía.
—¿Cansado del cómodo ambiente entre compañeros?
—Mitsui…
—¿Cómo te encuentras?
—Aun no puedo creer que lo hayan hecho…
—¿Hablas del beso? —cuestionó y el segundo asintió—. A mí me pareció que Rukawa no tuvo problemas con hacerlo, ¿no crees, Kogure?
El chico con lentes se encogió de hombros acomodándose el abrigo para cubrirse apropiadamente del frío, pues había comenzado a nevar.
—Mitsui…
—¿Sí?
—¿Tú serías capaz de hacerlo? Me refiero a… ese beso.
Mitsui parpadeó un par de veces antes de responder, la pregunta lo tomó por sorpresa. Se acomodó la bufanda alrededor del cuello hasta cubrir parte de su rostro, estaba helando. Ambos estaban en la zona trasera de la casa en el segundo patio, nadie los miraba, todos estaban entretenidos adentro viendo la televisión.
—Depende.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Bueno, no consideraría jamás de los jamases el darle un beso a Sakuragi. Y tan solo de pensar en hacerlo con Akagi me da repelús… —dijo y le dio escalofríos.
—Entonces Rukawa, Ryota, Ayako y Haruko-chan son opciones que no te hacen sufrir, ¿cierto? —dijo con una sonrisa.
—¿Qué?, ¡no es lo que quise decir! —dijo inmediatamente con ojos desmesurados—. Haruko-chan es demasiado joven para mí, ni siquiera la consideraría. ¡Ni hablar de los otros dos! Que sean dos opciones no tan terribles no significa que sería sencillo. Y Ayako le gusta a Miyagi.
—Creí que habías dicho que era el tipo de mujer que te gustaba.
—¡Estaba jodiendo!
—¡Ja, ja, ja! Está bien, está bien…
Se quedaron en silencio un momento antes de seguir hablando. Mantuvieron la mirada fija en la nieve que seguía cayendo lentamente. El vapor salía de sus bocas al hablar y respirar.
—Mitsui… —Comenzó a hablar con pena dispuesto a confesarse, pero el otro le ganó la palabra con brusquedad.
—¿Quieres saber si te besaría a ti, Kogure?
Las mejillas del mencionado se tiñeron de rosa y sus ojos se miraron más brillantes a través del cristal de los anteojos.
—¡¿Qué…?! ¿Qué cosas dices de repente, Mitsui?!
—¿No es lo que deseas saber?
—Y-Yo… no creo que…
—Cierra los ojos.
—¿Eh? —musitó con la cara colorada.
—Así te daré mi respuesta. ¿Entonces?
Kogure pasó saliva con nerviosismo y cedió a la petición del otro. Cerró los ojos con miedo. Los segundos que transcurrieron se sintieron lentísimos; temía que el otro le hiciera una mala broma de amigos, sin embargo, lo que obtuvo fue algo extremadamente dulce que sin duda podía llegar a ser su mejor regalo de navidad en sus 17 años de vida.
Cuando sintió los fríos labios de Mitsui fundirse con los suyos no pudo evitar que su corazón se acelerara con fuerza. Al sentir su rostro calentísimo supo por inercia que se había sonrojado con viveza. Abrió los ojos un segundo tan solo para comprobar que el más alto tuviera los ojos cerrados durante aquel beso, y sí, los tenía cerrados, por lo que él volvió a dejarse llevar por el acto. Con ambas manos lo tomó de su bufanda para jalarlo suavemente y atraerlo hacia él.
Dicho beso se volvió profundo, y atreviéndose a explorar un poco más allá, Kogure abrió su boca para permitir que la lengua de Mitsui se adentrara gentilmente. El beso se volvió apasionado… Advirtió que tenía un ligero sabor a soda de lima. El más alto tomó al joven con ambas manos de las mejillas y lo acercó hacia sí, obligándolo a que la fogosidad se acrecentara entre ambos. El juego de lenguas siguió un poco más, hasta que ambos sintieron que debían separarse para darse un respiro.
Tenían la respiración agitada debido a la satisfacción. Kogure con los lentes empañados y Mitsui con ganas de más.
Transcurrieron unos segundos hasta que uno de ellos se atrevió a hablar.
—¿Es eso lo que querías decirme? —preguntó Mitsui con una sonrisa, dejando ver que su pálido rostro se había pintado de rosa.
—Sí… —dijo Kogure con pena.
—Si lo quieres, podemos hacerlo más seguido.
—¡¿Qué dices, Mitsui?!
—Podemos salir de vez en cuando… y darnos cariño de esta forma tantas veces como lo desees, si me lo permites.
Kiminobu Kogure carraspeó con excitación para después asentir lentamente con toda la timidez del mundo.
—Me gustaría… —dijo con tono bajo.
Mitsui sonrió con dulzura y le acomodó los anteojos que estaban ligeramente desarreglados. Kogure se estremeció con dicho acto, sentía que se derretiría.
—¿Volvemos adentro, subcapitán? La chusma vendrá a buscarnos si se percatan de que faltamos.
—Cla… Claro, volvamos. —Se sonrojó al ser llamado por su título. Hacía que se sintiera en un juego de roles y dicha situación le resultaba emocionante.
El resto de la velada fue tranquila. Como era costumbre, los chicos armaban alborotos de los cuales luego salían con mucha paciencia de los de grado mayor, sin embargo, se llevaron la fiesta en paz. Pasaron las horas, se volvieron las 12:00 de la noche y aunque no hubo muchos miembros deseosos de compartir un abrazo, sin duda hicieron un brindis con soda sabor tutti frutti.
Cuando llegó la hora de irse a casa, Haruko muy tímidamente se acercó a Hanamichi para hablarle.
—Sakuragi…
—¡Oh, Haruko! ¿Qué sucede? —habló con emoción.
—Discúlpame. Lo de antes no habría sucedido si yo no hubiera…
—¡No, no, no! —exclamó negando con la cabeza violentamente mientras su rostro se tornaba de rojo otra vez—. ¡No fue culpa tuya! ¡Todo es culpa de ese maldito zorro que nosotros…! ¡Ugh!
—Disculpa —dijo ella con expresión de profunda pena—, sé que no quieres recordar eso, pero, no quería esperar más para disculparme…
—¡Es-Está bien!
—No, no lo está. Por eso… espero que esto aligere un poco tus pesados sentimientos, Sakuragi.
—¿Uh?
Haruko se paró de puntillas para alcanzar al alto joven que de todas formas sujetó del cuello de su abrigo y lo jaló hacia ella, logrando con esfuerzo besar la cálida mejilla del muchacho pelirrojo.
Hanamichi se puso rojo de la pena y cerró sus ojos con pena. Fue un besito breve e inocente que le dio una sensación hermosa. Sin duda el tacto femenino era diferente.
—Feliz navidad, Sakuragi. —Sonrió con dulzura. Ambas de sus mejillas color carmín como caramelos.
—Fe… ¡F-Feliz navidad, Haruko!
—¿Te sientes mejor?
—¡Por supuesto! —Rio con energía.
—¡Me alegro! Nos vemos mañana luego de clases en las practicas, ¿sí? Mi hermano dijo que el entrenamiento de mañana será duro.
—¡Uff!, ¿eso dijo el gorila? Qui…Quiero decir, ¡tu querido hermano!
—¡Sí!
—B-Bueno… ¡Nos vemos mañana, Haruko! Que… ¡Que tengas una linda noche!
Ella sonrió y agradeció, y se separaron. Camino a casa Hanamichi se tocó la mejilla mientras se hundía en sus fantasías de amor. ¡Que dulce era aquella chica! Dormiría feliz.
Para despedirse, Ryota Miyagi se ofreció a llevar a Ayako hasta su casa. Por muy ruda que fuera seguía siendo una chica, no podía dejarla sola por nada del mundo. Aunque la señora Akagi les había ofrecido la oferta de quedarse en casa para una pijamada justo como en sus sesiones de estudio intenso, no lo hicieron. Todo mundo prefería tomar una ducha en su propia casa para ir al siguiente día con toda la energía del mundo a clases.
Caminaron platicando de cosas banales y riéndose de la situación de Hanamichi y Rukawa que por supuesto ellos junto a Mitsui iniciaron. El camino era frío, por lo que Ryota le dio su chamarra a la joven para que se abrigara bien.
Cuando llegaron al vecindario de la chica llegó el momento de despedirse, ya era demasiado tarde.
—Gracias por acompañarme, Ryota.
—No fue nada, Ayako —respondió con un tierno rubor—, es lo menos que podía hacer por ti.
—Hum… No lo creo.
—¿Eh?, ¿a qué te refieres?
—Creo que sí hay algo que puedes hacer.
—¿Qué es?
—Un regalo de navidad.
—¿Uh?, ¿y qué es lo que te gustaría, Ayako? —preguntó con curiosidad.
—¿Quieres saberlo?
—Por supuesto.
—Bien. Pero primero… necesito tu permiso.
—¿Mi… permiso?
Ayako estaba un escalón más arriba frente a la puerta de su casa sobre la banqueta, por lo que estaba igualando la altura de Miyagi o quizá hasta estaba un poco más en alto.
Se acercó al joven y le tomó la cara con ambas manos. Se le acercó lentamente, viéndole fijamente a los ojos y luego a los labios, y luego a los ojos otra vez. Tenía puestos unos guantes aterciopelados que mantuvieron las mejillas del joven calientes.
—¿Puedo?
Ryota asintió cerrando sus ojos mientras su piel morena se tornaba de un furioso tono carmesí.
La hermosa muchacha no volvió a dudarlo y unió sus rojizos labios con los del joven. Su beso fue tan suave y tan sincero que ambos sintieron mariposas en el estómago. Ryota no perdió la oportunidad para jugar con los rizos de la joven mientras le pasaba la mano por la nuca para atraerla más hacia él. Fue un beso puro y único que se volvería inolvidable. ¿A quién engañaban? Aunque no fueran novios oficialmente, habían comenzado a salir desde hace mucho a su propia manera. Quizá ya era tiempo de formalizarlo.
Cuando se distanciaron se vieron a los ojos por un instante y luego desviaron la vista con vergüenza tras pasar los segundos.
—B-Bueno… Nos vemos mañana en clase, Ryota.
—¡Sí! Me parece bien.
—Te devolveré tu chamarra mañana en el gimnasio —dijo sonrojada.
—¡Claro! No hace falta que te apures…
Duraron un instante en silencio antes de continuar hablando con normalidad.
—¿Estarás bien, Ryota? Ya es bastante tarde para andar solo.
—¡No hay problema! Mi madre y hermana ya saben que llegaré tarde, así que…
—Entiendo. —Sonrió.
—Buenas noches, Ayako. Descansa.
—Gracias, igual tú —dijo. De repente recordó algo importante y añadió—: Feliz navidad, Ryota.
—Feliz navidad, Aya-chan.
El joven esbozó una sonrisa genuina, llevándose la sensación de los labios de la muchacha consigo. Había sido una espléndida noche y se preguntó en quién le había dado el regalo de navidad a quién, pues ese beso fue un lindo acto que ambos guardarían en su corazón.
La velada en casa de los Akagi formó lindos recuerdos, aunque algunos de ellos no fueran admitidos.
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Nota: Estuve escuchando Driving Home For Christmas de Chris Rea mientras escribía este one-shot. Es una canción que un día apareció en la radio y me gustó. Desde entonces la he estado poniendo en estas fechas.
¡En fin! Espero que este especial navideño les haya gustado. Estoy feliz de haber podido terminar el capítulo a tiempo en noche buena.
Espero que la pasen bonito, que sean muy felices y que el próximo año (y desde ahora) sean capaces de alcanzar sus sueños y objetivos. Sonrían y tengan una vida plena, muchachos y muchachas.
¡Feliz navidad 2024! ^^
-Ary.
