Resumen: Sobre Kazunari Fukatsu y Eiji Sawakita.

Los número cuatro y nueve del equipo Sannoh estaban en la banca del vestidor. Uno acicalándose el pelo y aplicándose desodorante, y el otro ajustándose las agujetas del calzado. El entrenador los llamaba, estaban a punto de salir a jugar uno de los tantos partidos de prácticas que tenían por semana. El sentimiento siempre era el mismo…, querían superar las habilidades del otro. Eran demasiado jóvenes como para darse cuenta de que cada estrella era capaz de brillar a su manera.

—Lo mismo de siempre, ¿no, Fukatsu?
—Si así es como lo quieres ver…
—¿Uh?, ¿qué quiere decir esa contestación?
—He mejorado mucho, Eiji.
—Tengo que ver eso —dijo con una sonrisa tranquila.
—¿No sientes lo mismo? Siempre juegas igual.
—Siempre juego igual de excelente —dijo presumiendo. Le encantaba provocar al otro—. No hay necesidad de esforzarse demasiado; no queda mucho por mejorar.
—Entonces no te importará enfrentarte a mí en este partido.
—¡Bromeas!
—No, claro que no —dijo decidido. Se puso de pie y se plantó enfrente de Sawakita—. ¿Vas a echarte para atrás?

A Sawakita le hacía verdaderamente mucha gracia el que las palabras de su compañero fueran tan serias y amenazantes, y que, sin embargo, la expresión de su rostro fuera tan tranquila como el tono de voz que usaba. Su comportamiento pasivo-agresivo era sorprendente.

—¿Cómo podría? —Se encogió de hombros esbozando una sonrisa juguetona—. Espero que no le causes problemas a los otros.
—Uno contra uno.
—¡Oh! Esto cada vez me gusta más. Hoy andas muy hablador, ¿lo sabías? Ya que estamos, ¿te gustaría hacer esto más divertido? Deberíamos apostar. Mhm… pero, ¿qué estaría bien? Ya sé. ¡Quiero tu almuerzo de la cafetería por una semana!
—Dos semanas.
—Estamos confiados. —Soltó una risilla traviesa—. ¡Bien, bien!

Sawakita se levantó y le tendió la mano al muchacho esperando un fuerte apretón de manos que sellara el pacto. Fukatsu envolvió su mano con la fuerza que esperaba.

Alguna especie de fuerza había poseído al número 4 esa mañana pues se le veía demasiado energético, sintiéndose capaz de derrotar a cualquiera de su equipo y de otros equipos incluso. Pues, ¿qué clase de persona no temería tan siquiera un poquito de jugar contra Eiji Sawakita, la estrella de Sannoh?
Dentro de un mes se irían a competir al campeonato nacional, por lo que, al tenerse bien sabido que Sawakita era invencible, tenía el ferviente deseo de enfrentarle tan solo para comprobar que no tendría peor adversario en sus juegos futuros.

Eiji le palpó la espalda a Fukatsu antes de salir del vestidor. Los demás los esperaban afuera. Por supuesto que el chico estrella estaba más confiado que nunca; había tenido enfrentamientos de uno contra uno con muchos jóvenes que podían considerarse los reyes del básquetbol en sus propias escuelas, pero nunca había existido nadie para hacerle frente. No era que le gustase rebajar a sus propios compañeros, pero esa era una cruda y satisfactoria realidad.

—¿Sabes algo, Fukatsu? —dijo mientras reposaba una mano en el hombro del mencionado—. Siempre te he admirado como no puedes imaginar. El base número 1 de Japón… Es genial, ¿no? No dejes que una derrota te moleste, tus habilidades me fascinan.
—Cállate, niño presumido —dijo sin el menor interés. Por supuesto que no dejaba que las amenazas juguetonas del otro lo molestaran; al contrario: le alegraba haber provocado ese entusiasmo.

Ambos tocaron el suelo bien lustrado de la cancha. Era tiempo de hacerle saber al entrenador Doumoto que había un asunto importante que debían atender primero.

Eiji amablemente, o presumidamente, le cedió el balón al otro. Fukatsu lo botó un par de veces y se lanzó al juego. El resto dejó de prestar atención a su práctica individual, pues en definitiva un juego entre su base y su estrella era algo que debían contemplar.