¿Primera cita?
—… ¿Sencha o Gyokuro?
— ¿Como? — respondo a la pregunta con otra pregunta. Estaba inmersa en mis pensamientos y no preste atención a mi alrededor—. ¿Puedes repetir la pregunta?
— Pregunte: ¿Quieres té sencha o gyokuro? Tengo a Nathalie en la puerta esperando— dice Adrien.
Desde el sofá, volteo a mirar a la susodicha. La mujer en traje posee una expresión neutra, pero nada débil. Pose recta e impecable. Ojos analíticos detrás del cristal de los anteojos se clavan en mí.
— Té gyokuro, por favor.
— Nathalie, la has escuchado. Ya puedes irte.
La tal Nathalie se acomoda los anteojos antes de hablar de manera profesional.
— Si, Adrien, la escuche. No quita que me parece bien dejarlos solos en estos tiempos turbulentos.
— Puedes ir a comentar tu negativa a mi padre y a su invitada que no estás de acuerdo con sus órdenes. Ahora mismo deben estar en la oficina trabajando en sus cosas.
— … Esta bien. Antes de irme, te recuerdo que todavía no hay ningún acuerdo entre los Agreste y los Tsurugi. No hagas nada que te puedas arrepentir.
— Adios, Nathalie… perdón por eso. Ella es sobreprotectora a veces; la mayoría del tiempo, mejor dicho.
— Descuida— le hago ver que no estoy molesta—. Es un sirviente que se preocupa por su joven maestro. Es normal.
— No— niega al momento—. No es una sirvienta. Es amiga y parte de la familia— me sonríe mostrando los perfectos dientes que adornan la sonrisa—. No vuelvas a decir lo contrario. Es de mal gusto.
— Entiendo— contesto. No sé de qué más hablar. Luego del entrenamiento de las katas, mi madre cumplió su palabra y me trajo a la Mansión Agreste. Sabía que la cumpliría. Lo que no sabía era que lo hiciera tan rápido. Apenas dormí seis horas. Las horas normales de sueño, pero el cansancio acumulado me exige más horas. Tal vez por eso dije algo estúpido—. ¿Estaba preocupada que te atacara?
— Buen chiste— lo pregunte enserio—. Nada por el estilo. Más del lado de dejar dos adolescentes en una habitación. No lo tomes a mal. Ella no quiere que haga el ridículo contigo mientras papa este haciendo negocios con tu madre.
— Era por eso.
— Si, por eso y nada más.
— …
— …
— Tu sala de juego es muy grande.
— Es mi habitación.
— Puede que sea de otra cultura, pero puedo identificar una sala de juego cuando la veo. Nosotros creamos las salas de juegos.
— Lo digo en serio. Mira, ahí está mi cama— apunta detrás de mí. Me sorprende de encontrar una cama entre media cancha de Basketball y una computadora con tres pantallas ovaladas y una cuarta de dos metros de ancho arriba de las tres.
No sé qué pensar sobre eso y estoy muy cansada para pensar, entonces no pienso y lo dejo pasar.
— Ven, siéntate en el sofá.
— Con su permiso— camino hacia el mueble y levanto un poco el dobladillo del kimono al sentarme para luego soltarlo y alisarlo. Extrañamente odie más que otras veces tener que hacerlo (culpo al cansancio por eso). Prefiero usar pantalones. Lástima que vine como representante de los Tsurugi y la etiqueta debe honrarse.
— Lindos aretes.
Los oculto con las manos y caigo en cuenta que hacer eso me hace ver sospechosa. Bajo lentamente las manos e intento mover la conversación a otro tema. Una pena que sea mala mintiendo.
— Gracias, son un regalo de… mi abuela. Linda habitación. ¿Pasas mucho tiempo aquí?
Adrien no reacciona ante mis habilidades sociales y sigue sonriendo.
— A riesgo de sonar como un hikikomori, debo confesar que la respuesta es un sí. Paso casi todo el día aquí. Tengo mis clases de idiomas y estudios vía online. El tiempo que no estoy en casa es cuando trabajo como modelo. ¿Viste las publicidades en la ciudad?
— Lo siento. No hice mucho turismo en estos días. Hace pocas semanas nos mudamos y no hubo tiempo para ocio.
— No te preocupes. Cuando los héroes venzan al villano y las cosas se calmen, ¿querrás salir de paseo?
— Si los héroes lo vencen, podríamos intentarlo. No creo que mi madre se oponga a eso.
— Y espero que el mío tampoco, por una vez. Y no es Si, es Cuando— aclara con un poco de firmeza, sin perder la sonrisa—. Recuerda: los héroes siempre ganaran.
Uno de los supuestos héroes está en coma inducido y el otro es un desastre.
— Es el mundo real. El bien no siempre gana. Eso pasa en los comics y los mangas.
— Jajaja
Abro ligeramente los ojos al verlo reírse en voz baja.
— Es verdad. Por eso tengo fe en nuestros dos héroes. Ella no me decepcionara.
— …Como quieras. Yo sé de lo que hablo.
— Tienes razón— se acomoda en el sofá delante mío y deja caer los hombros en una pose casual. En contraste, yo estoy sentada recta y las piernas juntas como indica la etiqueta—. Japón tiene un par de docenas de héroes. ¿Cómo son? ¿Los has visto?
Me muevo un poco incomoda en el lugar. No por el sofá, sino por las preguntas. No vine aquí para hablar de héroes y menos escuchar esa palabra en este momento y con este estado de sueño.
— Perdón— se disculpa Adrien antes que pudiera decir algo—. No es buena charla para nuestra primera reunión.
— Podríamos hablar de nuestras clases particulares. Los míos van desde curso de shodo hasta ceremonia de té. Mi favorita de todas es la esgrima…
— Para ahí— levanta una mano para acompañar la idea y yo me detengo—. No quiero hablar de estudios ni trabajos ni responsabilidades. Solo una charla normal, por favor. Piensa en mí como un amigo. No alguien que necesites impresionar. ¿Puedes hacerlo?
— Sí, claro que sí.
— Me alegro— Adrien apoya la espalda contra el respaldo y abre un poco las piernas. Lo noto más relajado de lo que ya estaba, si eso es posible.
Se queda mirándome en silencio por un buen tiempo.
Tiempo donde me esfuerzo en no caer dormida de lo callado que es el lugar. Los rayos de sol que entran por el ventanal que ocupa la totalidad de la pared, me dan el suficiente calor y el sofá es tan suave para sentir que estoy en mi cama. Si no fuera por Adrien en terminar con el mutismo, me hubiera dormido y eso sería una falta de respeto total.
— ¿Quieres acostarte en mi cama? — la pregunta vino acompañado por un empujón debajo del kimono.
Muevo la mano, aparentando que estoy alisando la tela y muevo con suavidad a Tikki-sama. Sería fatal que Adrien note moverse un bulto contra mi costado. Y con la otra mano oculto la boca antes de bostezar.
— Rechazo la oferta. No me es necesario. Estoy bien. Todavía nos queda…
— No me puedes engañar. Estas por caerte del sueño.
— ¿Que te hace…? — bostezo otra vez. Ya se volvió molesto— Disculpa mi descortesía. No descanse mucho anoche— mejor dicho, nada descanse anoche.
— No te preocupes. A todos nos afectó el ataque del villano.
— A ti no, parece— digo secamente.
Ambos abrimos completamente los ojos, pero por mi lado, incluí taparme la boca y voltear la mirada.
Primero con mi madre. Ahora con mi supuesto y nada confirmado futuro esposo. ¿De verdad no me estoy convirtiendo en una rebelde sin causa? Madre puede tener razón, como siempre.
— Perdón. Lo que quise decir fue… fue… — intentando encontrar una excusa perfecta para enmascarar mi error, le echo un vistazo y me sorprendo. En vez de encontrar desagrado, enojo o molestia, lo veo agrandar su sonrisa risueña. Ni rastro de emoción negativa.
Eso no es normal.
— Me doy una idea lo que quisiste decir. No hay mala intención de tu parte. No te preocupes.
— No. Fui irrespetuosa y me disculpo. Me hago responsable de mis palabras— digo e inclino la cabeza.
— Kagami— es la primera vez que dice mi nombre desde que estamos solos—. Levanta la cabeza... Por el bien de ambos, dejemos las cosas en claro. Estas reuniones seguirán pasando. Vi tu nombre en la lista de actividades mías en el escritorio de Nathalie.
— Tienes razón. Por lo menos, vendré de vez en cuando por dos horas cada vez.
— Nuestros padres quieren que seamos amigos y no me opongo a eso. Lo disfruto diría. Y como un amigo, me preocupo por ti. No te encuentras bien.
— Eso no es verdad.
— Si lo es.
— ¡No lo es! — me exaspero con su insistencia. No parezco débil. Estoy impecable. Perfectamente sentada y vestida para la ocasión. Yo…
— Espera un momento— se levanta a buscar algo en una estantería y regresa a sentarse donde estaba antes—. Ten, échate un vistazo— me extiende un espejo de mano.
— ¿Por qué? ¿Qué quieres probar?
— Quiero que veas como te veo yo. La imagen que estás dando a los demás.
— No quiero.
— Entonces sabes lo que veras.
Esas palabras no me gustaron. Pero no hacer lo que dice demostrara lo insegura que me siento. Con manos temblorosas, agarro el espejo y una débil chica me devuelve la mirada.
Bolsas debajo de los ojos que el pobre maquillaje, realizado por manos cansadas, no pudieron ocultar; ojos rojos por falta de sueño y arrugas causadas por el estrés. Agradezco a Tikki-sama en ayudarme a cepillar mi cabello. Es lo único respetable de mi persona.
Bajo con suavidad el espejo y lo pongo boca abajo al lado mío.
— ¿Y?
— Me veo patética.
— Si. Así te verán los demás.
— ¿Eso es todo? ¿Solo querías hacerme notar lo mala hija que soy? Eres sádico.
— Cálmate un poco, Kagami— cruza una pierna y apoya un brazo en el respaldo. Su actitud tan amigable me está comenzando a molestar y su sonrisa siempre presente y cambiante—. Te quiero ayudar. Te lo dije antes. Comencemos a considerarnos amigos desde ya y evitemos perdida de tiempo.
— En tal caso ¿Cómo me ayudarías? ¿Dándome un poco de tu maquillaje?
— No, para nada. Tu piel es muy blanca para utilizar mis maquillajes.
Hice la pregunta como una ofensa, pero lo tomo bien. Por su trabajo debí suponer que usa maquillaje siendo hombre.
— Igualmente el maquillaje es algo temporal. Lo que necesitas aprender es esto— termina y apunta a su rostro.
— ¿Poseer una piel impecable? Debo realizarme muchas cirugías para eso.
— ¿Que? No. Esto— esta vez acerca el dedo a su boca.
— ¿Dientes tan blancos como marfil? Sera difícil sin una prótesis.
— Lo estas disfrutando ¿verdad?
— Estas señalando mis defectos estéticos. No puedo decir que lo disfruto.
— Me alegro entretenerte por un corto tiempo, pero regresemos a la lección del profesor Agreste. Puedes llamarme Agreste-sensei.
— Por los kamis, nunca te llamare así.
— Yo creo que si al tener…— aplaude unas tres veces de manera dramática y las luces de la habitación se atenúan. Debo conseguirme uno de esos si será costumbre derrumbarme en la cama— mi clase secreta de Sonreír.
— …
— …
— …
Tres aplausos después.
— ¿Nada? Ni un gesto o mueca. Di algo por lo menos.
— Algo.
— Eso es un comienzo.
— ¿Te resulta gracioso actuar como un payaso?
— Solo si te alegro un poco.
— No lo hizo. Me molesto más.
— Y ese es el problema. No sabes actuar. Mostrarle a los demás que no te caen mal, aunque sea mentira. Reírte sin gracias de los chistes malos. Darles la imagen que estas feliz de estar ahí. Sonreír para evitar en arruinar la imagen que tienen de ti y tu familia. Nadie vera una sonrisa y pensara en algo malo. La sonrisa no transmite malos sentimientos. Sonreír da el mensaje que todo está bien.
Sus palabras eran serias, pero la apariencia, lo relajado al decirlo y la sonrisa sin dientes contrastaban en demasía.
— Si hubieras sonreído, las bolsas y los ojos rojos habrían pasado como preocupación por la situación actual de Paris. Bueno, eso delante de las cámaras obviamente y de la mayoría de los adultos.
— Eres repugnante.
— ¡Oye! Intento ayudarte y verte más. Si le das una mala imagen a mis padres, no permitirán que nos veamos nunca más. Es por tu bien.
— Mentir. Eso quieres que haga.
— Ocultar. Esto se trata de ocultar y dejar que los demás piensen lo que quieran. No es mentir. Si quieres sobrevivir en la clase alta parisina debes aprender a moverte y actuar acorde. No querrás terminar como mi hermana.
¿No eres hijo único?
Eso iba a preguntar, pero los golpes de la puerta eliminaron la oportunidad.
— ¡Ahí voy! Kagami, iré abrir la puerta. Acomódate las mangas. Se te ven los moretones.
Adrien se levanta rápidamente del sofá y a paso ligero, se dirige a la puerta mientras de mi lado, tiro de las mangas y lágrimas de vergüenza batallan por liberarse de mis parpados.
La persona en la puerta es Nathalie llevando la bandeja de té. Me olvide por completo de eso. El agarra la bandeja y cierra la puerta. A los pocos segundos, se encuentra una bandeja con dos tazas de té y la tetera echando humo. De manera inconsciente, me levanto para servir el té, pero Adrien fue más rápido.
— Lo hare yo. Tu eres mi invitada— dice después de terminar de servir. Lo dice tarde para no darme oportunidad de responder.
— Era mi deber. Soy la mujer…
— Una amiga mía estaría muy en contra de servir a los demás por ese simple hecho. Si te dejo hacerlo, ella me dejaría sordo. Bebe y relájate. Lo necesitas y estas entre amigos.
— Eres un joven muy molesto, Adrien Agreste.
— Lo tomare como un cumplido, Kagami Tsurugi.
Levanto la taza con ambas manos y la llevo hacia los labios. Bebo del té y un suave y relajante calor recorre desde mi lengua hasta mi estómago. Los olores a hierba me tranquilizan y suspiro por lo bajo. Me dejo caer hacia atrás y cierro los ojos. Entre la luz del sol, el mullido sofá, la cariñosa caricia sobre mi costado y la taza caliente entre mis manos, me regresan a casa.
Desde que vine a Paris, por primera vez puedo decir:
Estoy en casa.
Eso fue rápido. En un día completo escribí casi 7k de palabras. Muy largo para este tipo de historia. Entonces lo dividí en dos. La parte tranquila por un lado y la parte seria en la otra.
Si piensan que el capitulo no avanzo mucho o fue muy rapido la charla, es por esto. La charla de ellos dos continuara en el siguiente capitulo.
Adrien, en esta historia, es más lúcido con su situación y no un husbando sin defectos.
Perdón a los fans de Kagami si sienten que la volví una Sakura (de Naruto). Su desarrollo de personaje está a la vuelta de la esquina y al girar esa esquina, ella se encontrará con Itadori.
Nos vemos.
