Capítulo 1: El Final y el Inicio – Parte 1
Dentro de la tradición de Yggdrasil, los ángeles son seres mágicos increíblemente poderosos nacidos directamente de la luz primordial y que se cree que son enviados de lo divino. Estos seres representan los buenos sentimientos y acciones, siendo lo opuesto a los Demonios. Dentro de los nueve mundos, la clase y el poder de estos seres angelicales se clasifican según la jerarquía celestial, divididos en la primera, segunda y tercera esfera celestial. Cada esfera contiene a su vez sus propios sub-rangos, para un total de nueve coros angelicales, cada uno con sus propios subtipos o variantes.
La tercera esfera es la más baja en la jerarquía angelical, sus miembros son los más numerosos y a su vez, los más débiles de su raza. Los coros que pertenecen a la Tercera Esfera son Los Ángeles, los Arcángeles y los Principados, siendo estos últimos los más fuertes de su esfera. Sus variantes más conocidas son los Ángeles guardianes, el Arcángel de la Llama, el Principado de Paz y el Principado de Observación.
Mucho más raros, los ángeles de la Segunda esfera son peligrosos y representan una tremenda amenaza para criaturas de su mismo nivel, mientras inspiran terror en sus enemigos debido a su bestial apariencia y su gigantesco tamaño. Dentro de la Segunda Esfera se encuentran las Autoridades, las Virtudes y los Dominios. Entre los ángeles más conocidos dentro de esta esfera se hallan la Autoridad de dominio, Virtudes Cardinales y el Dominio de la Luz.
Los seres más poderosos de las tres Esferas Celestiales se encuentran en la primera esfera. Con su dureza y poder es descomunal, todos los seres que integran esta esfera son una amenaza incluso para los seres más fuertes dentro de los nueve mundos. En esta esfera se encuentran los Tronos, los Querubines y por ultimo los Serafines, la evolución más poderosa a la que solo unos pocos ángeles pueden acceder y los actuales encargados de liderar a todos los ángeles.
Todos los ángeles poseían unas cuantas características en común, como una piel o exoesqueleto similar al mármol o recubierta de plumas, una armadura de plata pura ornamenta de oro y cuentan con extravagantes halos dorados hechos de luz.
La apariencia y extravagancia de sus halos está directamente ligada a su esfera de influencia, los ángeles que se encuentran al fondo de la jerarquía, cuentan con halos simples mientras que los ángeles de alto rango como las Autoridades o los Serafines, cuentan con múltiples halos sumamente extravagantes y de gran tamaño.
Ciertos ángeles, como los Ángeles, Arcángeles y los Principados, comparten características con las representaciones coloquiales de los ángeles, ya que suelen tener rasgos más humanoides, pero existen otros ángeles como las Autoridades, virtudes y Dominios, que son más parecidos a bestias gigantes, otros como los Tronos, los Querubines y los Serafines, simplemente se ven como anillos entrelazados con múltiples ojos, y bestias o animales salvajes con rasgos humanoides.
Esta clase de ángeles con exóticas y extravagantes formas, suelen ser más comunes en los rangos más altos de las esferas, que adoptan estas formas más intimidantes para infundir terror entre sus enemigos.
Los ángeles son seres físicos, capaces de habitar en los nueve mundos de Yggdrasil y en sus diversos planos existenciales, siendo capaces de influenciar en estos de una forma u otra. Sin embargo, se cree que siglos atrás existieron ángeles de gran poder que habían roto las cadenas y vínculos con un cuerpo físico, lo cual les permitió manipular su forma física a voluntad, adoptando la forma de otros ángeles. Estos ángeles desconocidos se mantienen como relatos del pasado, historias de fantasía que se cuentan a los niños antes de dormir.
Pero desconocido para la mayoría de los seres consientes, estos ángeles realmente existieron y estaban posicionados por encima de todos los ángeles en otra esfera por encima de las tres Esferas Celestiales, la Esfera Suprema conocida como Sephiroth.
Las Sephiroth, también conocidas como las Emanaciones de Sephira, son las emanaciones divinas o atributos a través de los cuales los dioses interactuaban con los nueve mundos. Cada una de las Sephiroth está asociada con un arcángel único de su tipo, cada uno comandando su propia orden de ángeles.
La Decima Sephira, Sandalfón, comandando a los Ángeles.
La novena Sephira, Gabriel, comandando a los Querubines.
La octava Sephira, Miguel, comandando a los Principados.
La séptima Sephira, Auriel, comandando a las Autoridades o Potestades.
La sexta Sephira, Tiphereth, comandando a los Arcángeles.
La quinta Sephira, Khamael, comandando a los Serafines.
La cuarta Sephira, Tzadkiel, comandando a los Dominios o Dominaciones.
La tercera Sephira, Tzaphkiel, comandando a las Virtudes.
La segunda Sephira, Raziel, comandando a los Tronos.
Y la Primera Sephira, Kether, aquel que representa la chispa inicial de la creación y la energía divina pura, como el líder de los Diez Arcángeles de Sephiroth.
A pesar de ser llamados arcángeles, Rafael era el único Arcángel verdadero en su forma entre las Diez Emanaciones de Sephira, mientras que los demás Arcángeles adoptaron la forma física del mismo coro de ángeles que comandaban, cada uno representando el pináculo de su raza.
Los Diez Arcángeles gozaban de un poder descomunal, casi divino, y se encuentran por encima de todos los ángeles y por sobre la gran y vasta mayoría de criaturas que habitan los nueve mundos y todos sus planos.
Pero tras la muerte de numerosos dioses durante el "Cataclismo de los Mundos", los Arcángeles de Sephira se rebelaron contra los dioses debilitados, buscando el control y restaurar el orden según sus propios designios, sin embargo, esto resulto en su corrupción y exilio, siendo perseguidos por los dioses restantes y los ángeles leales que se negaron a seguirlos en su insurgencia.
Tras la devastación del Cataclismo de los Mundos y la insurrección de los Arcángeles de Sephira, los nueve mundos finalmente recuperaron una frágil paz. Sin embargo, aunque los Arcángeles fueron derrotados, permanecieron con vida. Esta supervivencia tuvo un precio alto para los dioses: no solo perdieron parte de su poder, sino tambien la fuente con la que podían influenciar los nueve mundos, al no poder recuperar las diez emanaciones divinas de las manos de los Arcángeles.
Para prevenir futuras catástrofes de semejante magnitud que pudieran poner en peligro la existencia de los dioses y los nueve mundos, decretaron que la esfera de Sephiroth debía ser olvidada, tachada y borrada de todos los registros existentes. Así, la memoria de la esfera suprema se desvaneció, y los siglos trascurrieron en un relativo sosiego.
Las cuatro esferas celestiales se redujeron a tres, y los nueve Serafines de mayor rango quedaron a la cabeza de los ángeles, encargándose de que las órdenes divinas se cumplieran con fidelidad, incluso después de tantos años. La paz reinó, aunque bajo una vigilancia constante y estricta.
Sin embargo, con la llegada de aquellos que luego serian conocidos como "los Bendecidos", el equilibrio de los nueve mundos comenzaría a tambalearse. Estos individuos comenzaron a aparecer aleatoriamente entre los más débiles de todas las razas, incluidos los ángeles, creciendo rápidamente en poder mientras exploraban y desentrañaban los secretos ocultos de Yggdrasil, pero su presencia en el los nueve mundos despertaría un mal antiguo y olvidado, listo para cobrar venganza.
Los Bendecidos, para bien o para mal, jugarían un papel crucial en esta nueva era. Mientras ellos descubrían y desentrañaban los secretos de Yggdrasil, se enfrentarían a amenazas tanto buenas como malas, nuevas u olvidadas, incluyendo los Diez Arcángeles caídos y otras fuerzas que aguardaban su momento para resurgir…
Asgard. Glitnir, El Salón Dorado.
En la cumbre de la montaña más alta del reino sagrado de Asgard, uno de los nueve mundos de Yggdrasil, se encuentra el majestuoso Salón Dorado conocido como Glitnir, antiguo hogar de Forseti, el dios Aesir de la justicia, la paz y la verdad.
El salón dorado Glitnir, que era llamado así por sus paredes revestidas de oro resplandeciente que reflejan la luz de manera deslumbrante. Con columnas altas y esbeltas adornadas con intricados grabados que cuentan las historias de los nueve mundos y con un techo en forma de cúpula, decorado con relieves que representan escenas de la vida de los dioses.
La entrada principal al salón, ubicada en la ladera de la montaña, esta flanqueada por imponentes estatuas que representan la imagen viva de los dioses y sirven como guardianes, emana una sensación de grandeza y solemnidad.
Solo una silueta era visible al pie de la entrada, contemplando las maravillosas vistas que podía ofrecer el reino más alto de los nueve mundos.
La figura, de más de ocho pies de altura, llevaba una imponente y elaborada armadura completamente blanca, adornada con intricados detalles en oro que evocan la imagen de aves con múltiples alas.
Las hombreras, brazaletes, rodilleras y tobilleras muestran parte de estos intricados detalles, exhibiendo seis alas doradas distribuidas simétricamente en cada pieza de armadura.
El peto de la armadura, con tres piezas de placa unidas entre sí, era completamente blanco y con bordes detallados en oro. El conjunto de piezas unidades destaca por su detallada imagen de un ave de seis alas, que ocupa el centro y llama la atención de inmediato. Sobre y alrededor del cuello, dos protectores dorados similares a alas se extienden a cada lado, comenzando en la parte frontal unida a la pechera y elevándose gradualmente como un ala plegada.
Ademas, unida al peto hay una capa de aspecto exquisitamente elaborado, de un color blanco puro, con detalles en rojos y dorados. La capa está en constante movimiento, como si ondeara junto con el viento, dividida en cuatro partes separadas que fluyen con una gracia celestial.
Por encima del peto, un yelmo alado que protege y oculta completamente la cabeza del usuario, con detalles afilados y de aspecto amenazante. La visera cuenta con orificios en forma de cruz para permitir la visibilidad. Adornado con seis alas, tres a cada lado y decoradas con detalles dorados, se elevan gradualmente en una elegante curva hasta terminar en una punta afilada.
El conjunto competo de armadura irradia una sensación de poder y majestuosidad, cada detalle resplandeciendo en una perfecta armonía entre lo elegante y amenazante, para crear la imagen de un guardián salido de los reinos celestiales.
El individuo que portaba esta exquisita armadura no era humano, la señal de esto eran los tres halos de luz dorados y de aspecto extravagante que flotaban por encima de su cabeza, y las seis majestuosas alas de color blanco y dorado que brotaban de su espalda.
Estas señales harían suponer a cualquiera que lo viera, que el portador de la armadura era una especie de ángel, más específicamente uno de la clase más alta como el Serafín, si el número de halos en su cabeza y las múltiples alas en su espalda eran un indicio firme de su clase y raza.
Pero esta suposición no podía estar más que equivocada.
Aunque cercano, el individuo dentro de la armadura era una clase por encima de un simple Serafín. Coronando la cadena evolutiva de la raza celestial, la cúspide a lo que un ángel puede aspirar a llegar, este ángel era un "Sephiroth": más específicamente la Novena Emanación—Este estado trascendental no es simplemente un logro de niveles raciales, sino una elevación divina forjada a través de la dedicación a profesiones sagradas y trascendentales, asi como la epopeya épica de eliminar a aquello que fue corrompido por el mal del mundo.
Sin embargo, este ser que representa la cúspide angelical no era realmente un ser divino.
Era un avatar de un juego DMMO-RPG.
Para ser más específicos, era el avatar de Alexander Wells en el juego mundialmente conocido: YGGDRASIL.
En el año 2138 el termino DMMO-RPG no solo existía, si no que se volvió de sentido común en todo el mundo.
Siendo el acrónimo para "juego de rol multijugador online sumergible", describía un tipo de juego interactivo donde uno podía jugar en un mundo virtual como si fuera la vida real, al conectar una consola dedicada a la nanointerfaz neuronal.
Era como si en verdad entraras en el juego.
Entre los numerosos DMMO-RPG que habían sido desarrollados, YGGDRASIL habia destacado inmediatamente desde su lanzamiento al mercado doce años atrás, en el año 2126.
No importaba a que DDMO-RPG se le comparara, Yggdrasil era un juego que ofrecía un altísimo nivel de libertad a los jugadores. El número de clases que formaban la base del juego fácilmente superaba las 2000 si se tomaba en cuenta las clases normales y de alto rango.
Las razas también eran algo que destacar en Yggdrasil; Estas estaban divididas en tres categorías: Razas humanoides como humanos, enanos y elfos. Razas semi-humanas como los goblins, orcos y ogros, favorecidos por su destreza física. Por ultimo las razas heteromórficas que poseían habilidades de monstruos y estadísticas mayores a cualquier otra raza, pero les eran dadas restricciones en varios aspectos, que en cambio otras razas no poseían.
Si se incluyeran las razas de alto nivel, el número de todas las razas elegibles llegaría a un total de 700.
La clase de "Sephiroth" era una de las razas heteromórficas del más alto nivel, considerada una clase oculta que solo un número limitado de jugadores podía acceder si cumplían con todas las condiciones.
La mayoría de las clases y razas tenían un nivel máximo de 15, lo que significa que un jugador, dependiendo de su raza, tenía que tener al menos 7 clases o más para llegar al nivel máximo que era 100.
Además, podías probar un poco de varias clases mientras cumplieras esta condición. Aunque era ineficiente, era posible llegar a tener 100 profesiones si lo quisieras.
En el caso de los jugadores con razas heteromórficas, una de las restricciones que estos tenían era que para poder avanzar en sus clases raciales y acceder a los beneficios que estas brindaban, tenían que sacrificar los niveles que podrían haber utilizado para otras clases de trabajo.
Esto obligaba al jugador a escoger minuciosamente la raza heteromorfa que mejor se adapte a la construcción que deseaba tener.
Por otro lado, las razas humanoides no tenían este problema debido a que no contaban con niveles raciales y podían construir su avatar como desearan, sin preocuparse si la clase racial que escogieron se adaptaba a su estilo de juego.
En otras palabras, Yggdrasil tenía un sistema de clases y razas donde era imposible tener personajes completamente idénticos a menos que lo hicieras intencionalmente.
Este nivel de libertad tambien se aplicaba en la parte visual. Si usabas "Herramientas de Creador", que eran vendidas aparte, podías alterar la apariencia de armas y armaduras, data interior, diseño de personajes y crear temas visuales detallados para el hogar del jugador.
Lo que les esperaba a los jugadores que se aventuraban en este mundo era un mapa colosal. Nueve mundos que consistían en Asgard, Alfheim, Vanaheim, Nidavellir, Midgard, Jotunheim, Niflheim, Helheim y Muspelheim. Cada mundo siendo incluso más grande que el mismo planeta tierra.
Un mundo vasto, clases innumerables y efectos visuales personalizables.
Habia encendido el espíritu artístico de los jugadores y causado un fenómeno que luego sería llamado "Popularidad Visual".
Con una explosiva popularidad tras él, había alcanzado tal nivel de ovación que Yggdrasil y DMMO-RPG eran considerados como uno y el mismo en distintas partes del mundo.
Sin embargo, esa era una historia de la generación pasada…
El Salón Dorado – Entrada principal
Al pie de la entrada principal del gran salón dorado, un jugador solitario se encontraba contemplando por última vez la vista del majestuoso paisaje que Asgard tenía para ofrecer, mientras una avalancha de emociones se desataba dentro de él.
A lo lejos, vislumbraría las majestuosas montañas que se pierden hasta el horizonte, envueltas en una atmosfera etérea. Campos dorados cubiertos de flores brillantes se extienden hasta donde alcanza la vista, creando una armonía natural con el esplendor del salón dorado si se viera desde la lejanía.
Los ríos serpenteantes y los bosques frondosos añaden un toque de serenidad a este mundo celestial. El cielo, adornado con colores vibrantes a pesar de que casi era de noche e islas flotantes, proporcionaban el telón de fondo perfecto para este mundo de dioses que tanto buenos recuerdos le hizo vivir.
Lumiel Seraph, como era conocido su avatar en el juego o Alexander Wells, su nombre en la vida real, no podía hacer más que contemplar las hermosas vistas que tenía frente a él, mientras la sensación de tristeza e impotencia crecía dentro de su ser.
Este sentimiento se originó debido a que hace apenas unas semanas, los desarrolladores del juego anunciaron el cierre total de los servidores de Yggdrasil después de tantos años de funcionamiento.
Y hoy sería el último día en el que podría contemplar estos paisajes que tanto lo acompañaron desde sus inicios hace doce años.
Un día que hubiera deseado pasar junto a sus amigos.
"Aaah…"
Lumiel dejo escapar un suspiro desde lo más profundo de su corazón.
La interfaz que apareció frente a él mostraba una larga lista de nombres atenuados en color gris, indicando que ninguno de los que conocía se encontraba dentro del juego en estos instantes, algo que se habia vuelto normal estos últimos años.
Madra, Raven, Dark, Altina, Azrael, Geov, Chevalier, Granblue, Nirvana, Weeds, Dovah, Rin… cada nombre en la lista estaba acompañado de números que indicaban la fecha de su última conexión y la mayoría compartía una misma similitud – que todos llevaban años sin iniciar sesión dentro del juego.
'Parece que nadie vendrá…' pensó.
Aún permanecía en contacto con la mayoría de sus amigos, intercambiando mensajes al menos una vez al mes. Al principio se comunicaban varias veces a la semana, pero con el paso del tiempo esa ocurrencia fue mermando debido a otros factores de los que no se tienen control.
Un sentimiento de desolación se apodero de él al pensar en sus amigos.
—Realidad o fantasía… Una elección que todos enfrentamos y de la que no se puede escapar…
Lumiel murmuró para sí mismo y se giró en dirección a la entrada, empezando a caminar en su dirección mientras los recuerdos del pasado se apoderaban de su mente.
Hace doce años, cuando uno de sus compañeros de trabajo le presento este juego que estaba siendo todo un hit en Japón, quedo completamente cautivado ya que le prometía todo con lo que antes solo podía soñar.
Alexander era un escritor con algo de renombre, hasta el punto de poder llamarse alguien exitoso en su oficio, aunque carecía de los logros en los otros ámbitos de la vida. Pero no podía quejarse, las comisiones eran buenas y le permitía saciar sus gustos y pasatiempos, lo cual era un lujo en los tiempos modernos.
Se consideraba a sí mismo un amante del rol, aprovechando cada ocasión que podía para representar sus historias en los juegos, que tambien le servían como fuente de inspiración para su trabajo.
Por lo que la promesa de libertad de Yggdrasil captó su atención de forma inmediata, haciendo que se adentrara en este amplio juego y sus nueves mundos.
Como primer paso para explorar todo lo que el juego tenía para ofrecer, empezó creando su avatar tomando inspiración de uno de sus personajes de ficción favoritos: un ser divino llamado Uriel, el arcángel de la esperanza, pero optando por un trasfondo más personal.
Decidido a crear lo que consideraba la encarnación de un ángel perfecto, empezaría desde lo más bajo como un Arcángel de nivel 1, embarcándose en la aventura más grande de su vida donde conocería a aquellos que más que amigos, eran como su familia.
Avanzando en las filas de la orden de la Luz Primordial, la facción relacionada con todo lo sagrado en Asgard, terminaría escogiendo la clase de Paladín como primer trabajo donde a su vez conocería a Dark, un jugador Ángel algo tímido, solitario y un amante de la espada que se convertiría en su primer amigo y que años más tarde seria apodado como él Santo de la Espada.
Poco después de tomar su segunda clase como caballero sagrado, junto con Dark estarían buscando miembros para asaltar una mazmorra en Niflheim, la cual era necesaria para un avance de clase para Dark.
Aquí es donde conocería a los gemelos: Madra, el Bárbaro Berserker que luego sería conocido como el Rey Invicto y Campeón Mundial de Midgard; y su hermana mayor Rin, un Elfo de la Luz con la clase de Sacerdotisa Espiritual y más tarde Santa. Ambos hermanos se complementaban el uno a otro, con el imperativo Madra que siempre actuaba sin pensar y con Rin siempre detrás de él salvándole de situaciones que de otra manera hubieran acabado con su muerte y perdida de objetos.
Ambos hermanos se unieron a su grupo y para su sorpresa, Dark y Madra congeniaron de forma casi instantánea gracias al increíble carisma de Madra y al espíritu competitivo que ambos compartían.
Por otro lado, Rin tenía una personalidad tranquila pero firme, decidida a mantener a su hermano fuera de problemas y esto se trasladaría al resto del grupo, tomando rápidamente el papel de hermana mayor en el equipo.
Los siguientes en unírseles fueron Geovdrik, un Caballero Templario de la raza humana armado con una pesada armadura y su martillo de guerra, tambien perteneciente a la orden de la Luz Primordial; y su mejor amigo Chevalier, el Golem Guardián y poseedor de la clase oculta Juggernaut, un jugador de gran tamaño que cuando estaba completamente equipado con su armadura plateada y escudo de torre, daba la sensación de ser una montaña inamovible.
El par de amigos fueron la integración más joven en el grupo y siempre entretenían a todos con sus fantasías sobre los caballeros medievales de antaño y su búsqueda de honor, gloria y damiselas en apuros.
El grupo de seis pronto se agrandaría con la llegada de Dovah: un Elementalista de fuego perteneciente a la raza Dragonoid, siendo el segundo usuario de magia del grupo luego de Rin; y Raven, un humano que poseía la clase oculta de Bailarín Luminoso, la contraparte de la clase de alto rango Bailarín de las Sombras.
Granblue, un Ingeniero y Maestro de la forja de los Duergar, una sub-raza de los enanos.
Weeds, Sabio y Hechicero perteneciente a los Altos Elfos que eran conocidos por sus enormes reservas de magia y su resistencia a los hechizos elementales.
Altina la Caballero Mágico… Azrael el Ángel Caído… y Nirvana, aquel a que todos respetábamos como nuestro Maestro y el más mayor del grupo con sus 82 años de edad, algo que era sorprendente teniendo en cuenta este mundo lleno de contaminación, gases tóxicos y lluvia ácida.
Cada nombre impreso en su memoria, cada momento, cada historia contada y cada aventura vivida. Sería incapaz de olvidar todo lo que recibió de ellos.
Aquellos momentos en los que discutían, planeaban y organizaban su próxima aventura. Desde tomar el papel de caballeros, mercenarios, héroes de la justicia o simples villanos entre los jugadores, explorar cada mazmorra que descubrían e incursionar en cada jefe que pudieran encontrar, arrebatando todos los tesoros para ellos mismos, o simplemente pasar todo el día sin hacer nada, conversando y compartiendo las historias únicas que cada uno tenía para ofrecer.
Gracias a su apoyo y enseñanzas fue que llego a descubrir la clase oculta Guardian Celestial, que a su vez le abriría el camino para avanzar más allá de su clase racial, para al final coronarse como el Campeón Mundial de Asgard.
Esos eran los tiempos en los que realmente habia disfrutado de estar vivo en esta Era casi apocalíptica, tiempos en los que sin importar que tan duro pudiera ser la vida fuera del juego, siempre habría una nueva aventura esperando a que iniciara sesión en Yggdrasil.
Pero todo lo bueno tiene su final y el juego conocido como Yggdrasil no fue la excepción a la regla, con el pasar de los años su tasa de nuevos jugadores ha ido decreciendo en gran medida hasta el punto de no haber jugadores nuevos, solo veteranos como el que aún se aferran a un recuerdo del pasado.
Sus amigos también lentamente fueron abandonando el juego, algunos dando sus razones y otros simplemente desapareciendo sin dejar rastro.
Pero al final todo se resumía en lo mismo: solo el, de los trece originales, permaneció hasta ahora para enfrentar el amargo final.
Doce años… Doce años de exploración y experiencias vividas en este juego, el cual con el pasar de los años empezó a ser algo más, algo que incluso consideraba más preciado que su vida en la realidad.
Todo el trabajo duro, todos los recuerdos, todas las experiencias vividas con sus camaradas y amigos, todo eso acabaría dentro de unas horas. El dolor que sentía mientras pasa a través de la hermosa entrada al salón era insoportable, pero no habia nada que pudiera hacer para detener el final del juego.
Muy dentro del sabía que, por más infantil y egoísta que fuera el sentimiento, les guardaba resentimiento a sus amigos por haberlo abandonado y no estar con él en estos momentos.
Pero no podía culparles por elegir entre la realidad y lo virtual, ya que algunos, como los gemelos Madra y Rin, no tuvieron otra opción.
Solamente podía resignarse a atesorar los últimos momentos de Yggdrasil y esperar su amargo final. Por eso desde que se enteró del cierre de los servidores, habia recorrido los nueve mundos en busca de algo que pudiera hacer para aprovechar cada minuto al máximo.
Desde matar jefes y enemigos únicos en solitario, asaltar bases de gremios abandonadas—llegando a sacar algo de buen botín de las que aún no habían sido limpiadas por otros jugadores— hasta comprar ítems únicos que los jugadores vendían a un precio casi regalado en un intento desesperado de sacar algo de ganancia antes del final.
Aunque dentro de poco no les servirían de nada, se conformaba con la sensación de logro que les brindaba poseerlos, además de poder saciar por última vez su espíritu acaparador. Inclusive ahora mantenía su inventario lleno hasta rebosar de los ítems saqueados y comprados este último día.
Pero aun pasando la mayor parte del tiempo dentro del juego, incluso dejando de lado su trabajo en la editorial mientras pedía una licencia por enfermedad y arriesgándose a perderlo, aun asi el tiempo dado por los desarrolladores le pareció extremadamente corto.
—Si tan solo tuviera una semana… no, solo unos días más para terminar de… sigh.
Sin terminar la frase, Lumiel soltó un suspiro de exasperación y se dirigió de vuelta al gran salón, simplemente no merecía gastar el aliento en lo inevitable.
El Salón Dorado Glitnir se consideraba un punto de reunión para la mayoría de los jugadores que habitaban Asgard, poseyendo aposentos y salas personales que podían ser alquilados por los jugadores de forma individual o en grupo, siendo una buena opción para los gremios y clanes sin base o para jugadores individuales.
Pero ahora, el antaño puesto de reunión para miles de jugadores se encontraba completamente vació, ni un jugador era visto dentro o fuera de la magnífica estructura, ninguno a excepción de el mismo.
Su camino a la entrada estaba acompañado únicamente por los guardianes de la puerta, golems de piedra gigantes esculpidos para representar a los distintos dioses presentes en Yggdrasil.
Thor con su esbelta figura y con el martillo Mjolnir atado a su cintura. Freyja con su majestuosa belleza tallada en piedra. Odín con un cuervo en su hombro y la diosa griega Afrodita con su pose característica del "Nacimiento de Venus" eran reconocibles a simple vista.
Entre las estatuas y colocada en lo más alto de la entra principal, se encontraba la Diosa a la que habia decidido seguir dentro de la Orden de la Luz Primordial y la actual dueña del Salón Dorado tras la muerte del Dios Forseti.
Representada como una hermosa mujer con una cabellera que parecía hecha de plumas, la diosa estaba vestida con una clámide que cae elegantemente desde sus hombros hasta poco más debajo de sus rodillas. La prenda envolvía su pecho de forma modesta, dejando expuestos los brazos y los hombros resaltando su feminidad.
La parte inferior de la clámide está abierta ligeramente, revelando de manera sutil parte de sus piernas, mientras aún proporcionaba una cobertura adecuada en donde debería. De su espalda brotaban seis pequeñas alas que hacían juego con su cabellera de plumas. La estatua daría la impresión de fluir con vida con cada segundo que uno pasara viéndola, cortesía del gran trabajo dedicado al crearla.
La estatua misma representaba a Ariane, la Diosa de la Virtud y el Honor, siendo la patrona de los Caballeros Sagrados dentro de la Orden y la diosa guardiana del Salón Dorado, donde reside su santuario principal.
Pero, aunque estas estatuas representaran a los grandes dioses, no dejaban de ser golems de nivel 95, muy lejos del poder de sus contrapartes divinas, con algunos llegando a ser considerados como jefes mundiales.
Viendo que el reloj marcaba las 20:57 y habiendo contemplado las estatuas lo suficiente, Alex decidió que era mejor entrar y dirigirse a sus aposentos para terminar con los preparativos que tenía planeado para el final de Yggdrasil.
No sin antes realizar una respetuosa inclinación a la estatua que representaba a la diosa que seguía, un juego de roles que le gustaba seguir en el pasado y que luego de tanto tiempo le quedo como una costumbre que repetía todos los días.
Desde la entrada principal en donde se encontraba actualmente, un sendero de mármol blanco serpenteaba hacia la entrada del salón. A ambos lados altos pilares con antorchas doradas iluminaban el camino.
Con tal de llegar rápidamente a la entrada, Lumiel desplegó las seis alas blancas y blindadas que estaban reposando en su espalda y cintura, las cuales desprendían un aura brillante de divinidad mientras lo llevaban a la entrada principal, sin percatarse del ligero pero instantáneo movimiento de los ojos de la estatua de Ariane mientras seguía su movimiento, algo que por lo antinatural e imposible del movimiento, lo hubiera aterrorizado hasta la medula si lo hubiera presenciado.
Consiguiendo llegar a su objetivo en cuestión de segundos, se adentró en el interior del majestuoso salón.
A medida que avanzaba, los murales plasmados en las paredes revelaban la epopeya de Yggdrasil, comenzando con la creación de los nueve mundos, los dioses forjando las leyes de los nueve mundos, narrando los logros y desafíos que enfrentaron durante el cataclismo de los mundos.
Aunque una parte del muro permanecía en blanco por razones desconocidas para la mayoría de jugadores, al menos hasta la llegada de seres de gran poder conocidos como "Los Bendecidos", en representación a los jugadores. Junto con todos los grandes eventos únicos del juego y culminando con el Ragnarok, la batalla apocalíptica.
Cada historia representada en estos murales desde la llegada de los jugadores, eran eventos que los jugadores podían experimentar para ser parte de ellos.
En estos murales se representaba a los jugadores como seres de todas las razas que fueron bendecidos por el mismísimo Yggdrasil, interviniendo en las profecías dictadas por los dioses y ganando poder con cada acción que realizaban. Para al final detener el Ragnarok y al Devorador, con los campeones de los nueve mundos liderando la resistencia final.
Los murales exaltaban la valentía y la cooperación entre dioses y jugadores mientras enfrentaban la batalla final. Una bonita representación hecha por los desarrolladores, pero que no podía estar más lejos de la realidad vivida en esos eventos donde los jugadores y grandes gremios se masacraban entre sí, todo con tal de obtener más ventajas sobre otros.
Algunos de estos eventos eran repetibles, siendo parte de misiones u organizados por los desarrolladores. Eventos donde aparecían enemigos especiales, ítems cosméticos, clases especiales y más, permitiendo a los jugadores experimentar las historias de fondo que Yggdrasil tenía para ofrecer o simplemente pasar un buen rato.
Pero los "eventos únicos" eran los que verdaderamente marcaban el curso que tomaría Yggdrasil, afectando la totalidad de los nueve mundos y causando cambios permanentes en estos.
Eventos que solo aparecían una vez y por cuestiones de misiones únicas relacionadas con la historia principal del juego. Entre esos eventos, algunos de los más importantes eran: La búsqueda de la Sabiduría de Odín, La guerra entre los Aesir y los Vanir, La Titanomaquia, La caída de los Olímpicos, El Ragnarok y por supuesto, la llegada del Devorador: el cual se estaba llevando a cabo en este último día.
Estos y más eventos únicos brindaban a los jugadores la oportunidad de derrotar enemigos de gran poder clasificados como "Enemigos Mundiales", así como también la posibilidad de conseguir ítems mundiales y avances de clases únicos en su tipo. Fue en uno de estos eventos en el que, gracias al apoyo de sus amigos, consiguió la cadena de misiones que le permitiría conseguir la clase oculta [Guardian Celestial].
Dejando el mural a un lado, Lumiel siguió su camino a las recamaras personales. El tintineo metálico de sus pasos resonaba en el hueco pasillo, un eco solitario que resaltaba el gran vacío que lo rodeaba.
En el camino, NPCs sirvientas y guardias vigilaban y hacían sus tareas con una tranquilidad monótona, acompañándolo mientras avanzaba a través de los pasillos destinados a una multitud de jugadores, pero ahora abandonado y silencioso.
Las sirvientas, vestidas con túnicas resplandecientes y los guardias con una armadura reluciente y emblemas divinos. Ambos, guardias y sirvientas, detenían sus tareas de limpieza y vigilancia para ofrecer un saludo respetuoso mientras pasaba a su lado.
Con los guardias realizando un respetuoso saludo militar, colocando la mano derecha sobre el corazón y bajando la cabeza, este gesto sería considerado una muestra de reconocimiento a su clase y estatus como una Eminencia de Sephira y Campeón Mundial de su mundo, ya que con los jugadores ordinarios los guardias de alto nivel en Asgard ni se inmutarían en su presencia.
—Gracias por vuestro arduo trabajo.
Como era habitual en él, les devolvió el saludo inclinando levemente la cabeza y dedicando unas cuantas palabras de aliento tanto a sirvientas como guardias. Esto, al igual que el saludo a la estatua de la Diosa Ariane, se habia vuelto una costumbre a lo largo de los años mientras la tasa de jugadores comenzaba a decrecer.
Inclusive hasta llegando a interactuar con ellos, en especial con su asistente personal, aunque siempre terminaba en un intercambio unilateral de él recordando en voz alta sus experiencias pasadas o del día a día, siendo una mala costumbre de hablar solo que traslado de la vida real al juego.
El camino hacia sus aposentos se tornó aún más majestuoso a medida que se adentraba por los pasillos de Glitnir. Las paredes, adornadas con relieves intricados que inmortalizaban los logros y hazañas de los dioses, se hacían cada vez más comunes con cada paso que daba.
A medida que avanzaba los pasillos se ensanchaban, revelando vistas de jardines divinos y fuentes cristalinas que fluyen de forma infinita. El suelo de mármol pulido reflejaba la luz de las lámparas de oro que cuelgan elegantemente, iluminando su camino con un resplandor cálido y celestial.
Guardias de mayor nivel que los anteriores, reflejado en la calidad de sus armaduras, permanecían en una postura de vigilia a lo largo del trayecto, asegurando que solo aquellos autorizados continúen hacia los aposentos más sagrados del Salón Dorado.
Finalmente, al llegar a sus aposentos privados fue recibido por una puerta enorme de madera finamente tallada que se abrieron automáticamente a su llegada, revelando un amplio espacio exquisitamente decorado.
Tapices que narran su propias travesías por los nueve mundos cuelgan con elegancia, con muebles de oro y mármol negro que realzan aún más la majestuosidad de lo que fue su base de operaciones durante todos estos años.
A Lumiel, como una Sephiroth, una clase oculta que era la cúspide a lo que pueden llegar la raza angelical y siendo el campeón mundial de Asgard, los administradores le concedieron la autoridad de tener su propio aposento privado en el Gran Salón a modo de recompensa, asi como otros privilegios dentro del Salón Dorado y de Asgard.
Según la descripción dada por los desarrolladores, el aposento que le entregaron era uno de los pocos dedicados a los dioses de Asgard y figuras de gran renombre.
Al pasar las grandes puertas de sus aposentos, Lumiel dirigió su mirada a la derecha, donde la silueta de una pequeña sirvienta le dio la bienvenida con una profunda reverencia. La figura apenas le llegaba hasta la cintura, un detalle que resaltaba aún más por el porte de su armadura.
Su atuendo era lo primero que destacaba: un vestido negro y blanco, delicadamente adornado con encajes y pequeñas rosas grises que parecían bordadas a mano. La falda ligeramente acampanada y el delantal blanco aportaban un aire refinado y adorable, mientras que las medias largas y guantes con finos detalles añadían una elegancia sutil.
Lumiel notó como todo su atuendo tenía ese equilibrio único entre lo gótico y lo adorable. 'Típico de Rin,' pensó con la leve sonrisa al recordar a su amiga.
Cuando la pequeña sirvienta volvió a erguirse, Lumiel pudo contemplarla en su totalidad. Su largo cabello blanco, ligeramente ondulado, caía como una cascada por su espalda y se recogía en dos coletas bajas que resaltaban los cuernos oscuros que nacían a ambos lados de su cabeza, siguiendo una curvatura perfecta hasta terminar en dos puntas sutiles.
Pero fueron sus ojos lo que captó su atención por completo: grandes e intensos, de rojo reptiliano que contrastaba con sus mejillas ligeramente sonrosadas y su piel blanca como la nieve. Mas abajo, la fina cola draconiana se balanceaba suavemente detrás de ella, terminando en una punta triangular similar a una flecha.
Esta sirvienta era Elizabeth: Un NPC de raza Dragonoid en el que habia trabajado con el apoyo de su amiga más querida, nombrándola como tal a modo de agradecimiento.
Lumiel sintió un nudo leve en el pecho al observarla. Recordó los días y noches que él y Rin habían pasado juntos diseñando a Elizabeth. Su amiga había sugerido usar la apariencia de su avatar como base para el diseño del NPC. '¿Por qué Rin…?' Esa pregunta seguía sin respuesta, incluso después de tantos años. En aquel entonces, ella había desviado la mirada y esquivado la pregunta con una ligera actitud avergonzada, dejándolo confundido. Lumiel no había comprendido el motivo en su momento, pero ahora, recordando esa escena, una sonrisa se dibujó en su rostro.
De no ser por los cuernos, los ojos rojos como los de un dragón y la cola en forma de flecha, habría jurado que estaba viendo a Rin en persona. Esa mezcla de similitud y diferencia daba a Elizabeth un aire casi surrealista, como si su amiga estuviera allí, pero no al mismo tiempo.
De pronto, la pequeña sirvienta levantó su mano y, con un gesto programado, posó el dedo índice sobre su mejilla mientras ladeaba ligeramente la cabeza, como si intentara expresar una duda silenciosa. Un pequeño signo de interrogación apareció sobre ella, seguido de un movimiento nervioso de sus pie, un gesto preprogramado que rompía por unos segundos su estoica calma.
'Tierno…' pensó Lumiel, observando con cariño las acciones que él y Rin habían diseñado juntos con tanto esmero.
Todo en Elizabeth era un reflejo de su amiga y de aquellos momentos compartidos. 'Recuerdos que pronto se destruirán…' pensó con pesar, mientras el reloj en la esquina de su campo visual marcaba 21:06:36. Aunque hubiese querido, no tenía tiempo para quedarse a revivir todas las pequeñas acciones programadas en su creación, pero al menos estaba seguro de algo: esos recuerdos perdurarían para siempre en su memoria.
—[Sígueme] —fue la orden que le dio a su NPC, la cual, con un paso rápido pero elegante, se movió hasta colocarse detrás de él.
Decidido a no perder más el tiempo y con su sirvienta siguiéndolo, se dirigió directamente a su "salón del tesoro", como le gustaba llamarlo, donde había guardado sus posesiones más preciadas recolectadas durante sus más de 11 años de exploración, así como los recuerdos invaluables de sus amigos.
No tardó en llegar frente a la puerta que protegía su tesoro. Al igual que la entrada, esta se abrió automáticamente al detectar su presencia, revelando los tesoros que celosamente resguardaba.
Contemplando la enorme sala frente a él, su mirada se centró en el imponente cofre de ébano y oro que se erguía en el centro, custodiado por doce estatuas con distintas formas y apariencias diversas. Cada una de ellas estaba equipada con armaduras y accesorios impresionantes, objetos de alto nivel que el jugador promedio solo podía soñar con poseer.
En los alrededores, estantes de piedra finamente esculpida sostenían trofeos obtenidos de jefes únicos descubiertos por él y sus amigos, mientras que montañas enormes de monedas de oro y joyas se amontonarían alrededor, formando un panorama digno de contemplar.
—Deberíamos seguir adelante. El fin de los mundo no se hace esperar, ¿verdad?
Sin esperar una respuesta de Elizabeth, que sabía nunca llegaría, Lumiel dio una última mirada a los tesoros cargados de recuerdos de una época pasada.
Dirigiéndose directamente hacia el centro de la sala, enfocó su atención en el imponente cofre. Al llegar a su destino, desbloqueó las cerraduras con una llave ornamentada que sacó de su inventario, revelando un interior resplandeciente pero vacío. El cofre funcionaba como un inventario especial, capaz de almacenar una cantidad de objetos mil veces mayor que el inventario normal.
Moviendo la mano hacia la consola que apareció frente a él, comenzó a operarla, pasando las interminables páginas de ítems y seleccionando solo aquellos que vino a buscar.
Cristales de sellado, accesorios como anillos, colgantes y varitas con distintos usos y funciones, pociones, artículos de pago y otras cosas que podían serle de utilidad pasaron a su inventario, el cual ya estaba casi lleno con los preparativos para esta incursión, además de los ítems obtenidos en su última búsqueda.
'Mhm… esto no será suficiente para lo que quiero hacer…'
Murmurando para sí mismo, Lumiel se detuvo un instante. Aunque estaba equipado de pies a cabeza con su armadura de Campeón Mundial, entregada tras ganar su título y clase en el torneo marcial de Asgard, lo que planeaba hacer requería más que solo una armadura y artículos consumibles.
Los ítems de Yggdrasil estaban clasificados según la cantidad de datos que podían almacenar en su interior. A mayor cantidad de datos, mayor era la calidad del ítem. Las categorías, de mayor a menor, eran: baja, media, alta, superior, legado, reliquia, legendario y divino.
Además de estas ocho categorías, existían cuatro niveles superiores o equivalentes, entre los que destacaban los ítems de "Campeón de Mundo", armaduras entregadas por los desarrolladores a aquellos nueve jugadores que poseían la clase de [Campeón Mundial] de su respectivo mundo. Estos objetos contenían una cantidad de datos superior a cualquier ítem de clase divina.
Su armadura de Campeón de Mundo, llamada "Santuario Alado", debía su nombre a su apariencia distintiva. Al igual que el resto de ítems de esta categoría, llegó a sus manos con cero datos utilizados, por lo que la había perfeccionado desde cero, siendo fiel a la construcción de su avatar.
Aunque esta era, sin lugar a dudas, su armadura más poderosa —superando por mucho a su predecesora de clase divina, aún guardaba en su inventario—, enfrentarse a dos jefes de incursión confiando únicamente en su armadura y sus ítems era algo extremadamente difícil, incluso para alguien con sus habilidades.
Por esta razón se encontraba aquí, finalizando los preparativos para lo que sería su evento final.
Mientras buscaba una página específica, su mente vagó brevemente entre los innumerables artículos almacenados dentro del cofre. Accesorios, pociones, consumibles y otros objetos pasaban del cofre a su inventario, hasta que, finalmente, se detuvo con un gesto de satisfacción.
Extraería ahora los tres ítems más poderosos en su posesión.
El primero era un escudo de gran tamaño, de aproximadamente 1,80 metros de altura, con una forma distintiva similar a un escudo heater. Fabricado con un metal plateado, su superficie presentaba una majestuosa cabeza de león rugiendo, coronada por cuatro alas doradas que se extendían hacia los bordes, añadiendo un toque imponente y elegante a su diseño.
El segundo, un anillo dorado con un aspecto único y distinguible: cuatro alas esculpidas y entrelazadas formaban el aro circular del anillo. Cada ala esta finamente adornada con plumas intricadas, creando una textura detallada que otorgaba profundidad al diseño. En la parte superior del anillo, el sello del Arcángel Rafael estaba cuidadosamente grabado.
Estos eran el [Escudo de Gabriel], conocido como el Arcángel de los Querubines y la Novena Sephira, y el [Anillo de Tiphereth], tambien conocido como Rafael, el Arcángel Sanador y la Sexta Sephira. Ambos objetos pertenecían al conjunto de clase mundial conocido como los Diez Arcángeles de Sephira.
Se decía que cada una de las piezas contenía una fracción del poder del Arcángel que representaba y que, juntas, formarían un equipo completo que transformaría a su portador en un enemigo equivalente a los enemigos mundiales.
No obstante, esto era solo una teoría compartida entre los jugadores que lograron ver la descripción y el trasfondo de estos ítems. Aún después de doce años del lanzamiento de Yggdrasil, cinco de las piezas seguían desaparecidas, y nadie había logrado reunir el conjunto completo
Lumiel se incluía entre esos jugadores. Poseer el [Escudo de Gabriel] y el [Anillo de Tiphereth] ya era, por sí solo, una ventaja abrumadora. Consideraba ambos objetos como cartas de triunfo, lo suficientemente poderosas como para cambiar el rumbo de cualquier enfrentamiento, incluso aun sin el conjunto completo.
El otro ítem que extrajo del cofre, tambien de clase mundial, era un par de brazaletes codiciados por cualquier jugador con una profesión cuerpo a cuerpo, ya que otorgaban el poder de superar los límites a cualquier guerrero que lo poseyera.
El [Brazalete de Atlas] era una obra maestra hecha forjado en un metal plateado y de aspecto pesado, con detalles que evocaban las cadenas que aprisionaron al titán Atlas. El brazalete esta adornado con grabados que representan los pilares del mundo, simbolizando la carga que Atlas fue condenado a soportar sobre sus hombros.
Según su descripción:
"Este brazalete legendario es codiciado por guerreros y héroes por igual, pues aquel que lo posea obtendrá un poder incomparable, reflejo de la tenacidad y la determinación del titán Atlas, el que sostuvo un mundo sobre sus hombros. Las cadenas que se retuercen alrededor de los brazaletes son un vestigio de su prisión, pero en lugar de una carga, estas cadenas representan la liberación y el poder desatado. Cuando se lleva puesto, el brazalete emana una energía indomable, infundiendo al portador con la fuerza y la resistencia de los titanes. Al activar sus habilidades, el usuario se convierte en una fuerza imparable, capaz de desafiar a los dioses mismos y triunfar sobre cualquier adversidad".
Aunque la parte final de la descripción parecía algo exagerada, tenía su mérito. Especialmente cuando uno conocía la habilidad principal de este objeto mundial, que estaba entre los más poderosos de su tipo, solo por debajo de los veinte.
La habilidad en cuestión, y la razón de su fama entre las clases cuerpo a cuerpo, era [Fortaleza de los Titanes]: Esta habilidad permitía al usuario experimentar un aumento masivo en su fuerza y resistencia física. Sin embargo, dicho incremento no ocurría instantáneamente al equipar el brazalete. En cambio, el poder se acumula gradualmente conforme el usuario llevaba puesto el objeto durante largos periodos de tiempo.
Con el paso del tiempo, las estadísticas físicas del usuario aumentaban progresivamente, lo que incluía un incremento enorme en los atributos de puntos de vida, ataque físico, defensa física, agilidad y resistencia.
Aunque el proceso no era infinito, le permitía a un jugador del calibre de Lumiel superar con facilidad los límite máximos en todas estas estadística. Si lo combinaba con el anillo de Tiphereth y el Escudo de Gabriel, podría enfrentarse a un grupo de 10 jugadores de nivel 100—o más— y salir victorioso si las condiciones le eran favorables y estaba completamente equipado.
No obstante, tanto el anillo como los brazaletes no estaban destinados originalmente a Lumiel, sino a sus verdaderos dueños: los gemelos Madra y Rin.
Su amigo Madra, el campeón mundial de Midgard, era famoso por su título de "El Rey Invicto", obtenido tras su innumerable racha de victorias en la arena mundial gracias a sus magníficas habilidades de control en el PvP. Parte del mérito de su racha invicta se debía a los [Brazaletes de Atlas], pero incluso sin el ítem, Madra era uno de los jugadores mejor clasificados de Yggdrasil y uno de los campeones del mundo más fuertes, siendo superado solo por una persona.
Por otro lado, el [Anillo de Tiphereth] le pertenecía a Rin, Sacerdotisa Espiritual y Santa, hermana gemela de Madra. Rin había obtenido el anillo tras cumplir los requisitos ocultos durante su misión de clase "Santa". Esto desencadenó una larga cadena de misiones relacionadas con la historia principal de Yggdrasil, cuyo objetivo final era reunir las nueve piezas restantes del set.
Una misión que prometía un poder incomparable, pero que también era extremadamente difícil. Obtener los nueve ítems mundiales del set requería encontrar y derrotar a los cinco Arcángeles aún vivos, cuyo paradero era desconocido, así como los jugadores en posesión de los otros tres objetos restantes.
Desde que Rin obtuvo la misión, hace nueve años, solo se habían enfrentado a uno de los Arcángeles: El Arcángel Gabriel, la novena Sephira. La batalla fue brutal. Los trece miembros del grupo enfrentaron desafíos y enemigos innumerables en esa mazmorra, y al final del enfrentamiento, solo Rin y Lumiel quedaron de pie. Fue Lumiel quien dio el golpe de gracia, obteniendo como recompensa el Escudo de Gabriel y, de manera inesperada, la clase oculta [Sephiroth].
Hace dos años, cuando Rin dejó el juego debido al empeoramiento de su lesión de la médula espinal, ella y Madra decidieron entregarle todas sus pertenencias a Lumiel. Él había jurado protegerlas hasta que Rin se recuperara, con la promesa de que volverían a reunirse para terminar su aventura juntos.
Pero no solo los gemelos le confiaron sus ítems: los otros diez miembros del grupo también lo hicieron, dejándole sus tesoros. Fue en honor a ellos que Lumiel erigió las doce estatuas que lo rodeaban, cada una equipada con los objetos de sus dueños originales.
Había esperado con ansias poder reunirse con todos en las etapas finales del juego, devolverles sus ítems y disfrutar juntos de una última aventura que cerrara su historia en Yggdrasil. Pero con la situación actual, ese plan ya no era posible, así que tendría que conformarse con el plan D.
Conforme terminaba su tarea y se daba la vuelta para retirarse, algo lo detuvo en seco. Elizabeth, quien aún lo seguía por el comando, estaba frente a la estatua de Rin, pero a una distancia considerable, como si fuera una mera coincidencia. Lo extraño era que Elizabeth mantenía la mirada fija hacia el suelo, evitando mirar directamente hacia las estatuas.
La curiosidad lo invadió. Hasta donde sabía, Elizabeth no tenía configuraciones para comportarse así. Lumiel retrocedió unos pasos hacia la entrada del tesoro, y efectivamente, Elizabeth regresó a su postura erguida. Lo siguió con un paso firme y elegante hasta llegar frente a él.
'El comando sigue activo, asi que no debería ser eso… ¿Será alguna configuración que Rin realizó antes de irse y que desconozco?' —pensó para sí mismo.
La idea de que Elizabeth ocultara otras posiciones preprogramadas en su programación lo intrigaba. Aunque quería quedarse más tiempo para investigarlo, el tiempo no estaba de su lado.
Sin embargo, al mirar a Elizabeth de frente, una idea cruzó su mente. La postura anterior le hizo pensar en darle una última tarea a su querida ayudante virtual. Un pequeño acto de compasión hacia el NPC que siempre había estado a su lado, escuchando sus monólogos y ayudándole a organizar su inventario.
Lumiel abrió la consola con un gesto rápido, accediendo a una página exclusiva para él como dueño del NPC. Distintas ventanas emergieron frente a él, mostrando todos los datos de Elizabeth: sus biografía, clases, habilidades, equipamiento e incluso su inventario, donde guardaba algunas de sus propias pertenencias que él y Rin le dieron.
Concentrándose en esta última ventana, comenzó a transferirle los diversos objetos que había acumulado en los últimos días y que no tuvo tiempo de organizar, llenando rápidamente el inventario de Elizabeth.
Mientras transfería el último de los objetos, se detuvo unos segundos, pensativo, hasta que decidió también transferirle los [Brazaletes de Atlas].
Tomó esta decisión porque el brazalete le sería de poca utilidad debido a la mecánica de su habilidad y al poco tiempo que tenía para recargar [Fortaleza de los Titanes] hasta un nivel que pudiera ayudarle en su próxima pelea. Si lo equipaba en ese momento, solo sufriría una pérdida de estadísticas al desequipar la pieza de equipo que portaba actualmente en esa ranura.
Habiendo finalizado la transferencia, y con la llave del cofre en su poder, Lumiel cerró con un desliz de su mano todas las ventanas de información frente a él, permitiéndole contemplar nuevamente a su querida NPC.
—Esta será mi última petición antes de que todo acabe… Por favor, cuida por última vez de los preciados tesoros dejados atrás por mis amigos… [Organiza el Inventario].
Mientras pronunciaba estas palabras, fuera del juego, Alexander dibujó una sonrisa amarga, aunque compasiva. No esperaba que esas palabras le afectaran tanto. Era un gesto lleno de nostalgia y cariño, una despedida silenciosa que solo él comprendía hacia alguien que, aunque solo existía en este mundo virtual, había dejado una huella imborrable en su corazón, al igual que los recuerdos de sus amigos.
Elizabeth se inclinó respetuosamente y dio media vuelta para regresar frente al elaborado cofre de ébano, mostrando con ese gesto que había aceptado la orden.
Asintiendo con satisfacción al ver a su NPC cumpliendo su última petición, Lumiel salió de sus aposentos a paso apresurado, dirigiéndose a la sala de teletransporte de Glitnir, totalmente ajeno a la expresión que Elizabeth mostraba y a la pequeña, casi imperceptible lágrima que recorría su hermoso rostro…
Llegando a los pasillos, el sendero hasta la sala estaba finamente decorado con arcos dorados y detalles sagrados. Sin embargo, no queriendo perder más el tiempo contemplando las vistas, Lumiel aceleró el paso, ignorando incluso los saludos de los guardias y sirvientes del gran salón.
Si hubiera estado prestando atención a su entorno en vez de concentrarse en seguir adelante, habría notado el minúsculo cambio en las expresiones de los sirvientes y guardias que, aunque sutil, revelaba una mezcla de tristeza y preocupación.
Al llegar a la sala de teletransporte, Lumiel se encontró en una inmensa cámara en forma de domo donde un guardia de alto nivel, el custodio de la puerta, lo recibió con una leve inclinación en señal de reconocimiento. Este guardia, vestido con una armadura única que lo diferenciaba de sus hermanos, era el guardián de nivel 100 designado para controlar el acceso a los nueve mundos.
Acercándose al portal, incrustado en una estructura de piedra celestial y adornado con inscripciones rúnicas, apareció la consola, mostrando los distintos lugares disponibles para el teletransporte. Normalmente, el portal solo permitiría el viaje entre Asgard, Vanaheim, Alfheim y Midgard, así como a otros lugares con portales similares, como el del palacio real de Valaskjálf.
Sin embargo, debido al cierre de los servidores, los administradores habían desactivado los peligros ambientales y a los mobs hostiles—que ahora no atacaban a menos que fueran atacados primero— y permitieron que todos los portales en los mundos estuvieran conectados entre sí. Esto facilitaba el acceso a los pocos jugadores que habían decidido quedarse para presenciar el final del juego.
Controlando la consola del portal, Lumiel eligió como destino Helheim, el reino de los muertos gobernado por el Señor de Helheim y por la Diosa Hela. Al confirmar su elección, el portal, antes apagado, reconoció la orden y de inmediato adoptó una esencia siniestra y oscura. Las runas en la estructura comenzaron a resplandecer con un brillo sombrío, mientras que la luz cálida y celestial de la sala se tornó fría y lúgubre.
Habiendo completado su elección y confirmada la conexión entre ambos mundos, Alex instó a su personaje a atravesar el umbral oscuro que ahora dominaba el portal. Sin mirar atrás, desapareció, embarcándose en su última travesía dentro del juego al que dedicó doce largos años de su vida.
La sala de teletransporte quedó en silencio, la luminiscencia siniestra del portal titiló brevemente antes de dispersarse por completo. El guardián del portal, testigo imperturbable de la partida de Lumiel, mantenía su postura firme y su rostro carente de emoción. Sin embargo, en la profundidad de sus ojos virtuales se percibía una sombra de conciencia propia.
De repente, y aunque se consideraba imposible sin la intervención de los administradores, el guardián, siempre inmutable, llevó su puño blindado hasta golpear su pecho, justo donde estaría su corazón, e inclinó ligeramente la cabeza. Era un saludo solemne, lleno de respeto, dirigido al portal por el que había cruzado Lumiel, conocido en los Nueve Mundos como el Portador de la Luz y el Campeón Mundial de Asgard.
Su gesto duró solo unos segundos, pero en esa breve eternidad, pareció impregnar el aire con un eco ancestral, como si el propio Yggdrasil reconociera la trascendencia del momento. Luego, el guardián volvió a su posición original, como si aquella muestra de conciencia nunca hubiese ocurrido. Un parpadeo en esta "realidad virtual", casi imperceptible, y el silencio regresó.
Sin embargo, esto no fue un evento aislado. En ese mismo instante, en otras regiones de los Nueve mundos, situaciones similares comenzaban a desarrollarse. En el Salón Dorado, donde la grandeza y el poder resonaban en sus paredes; en una tumba legendaria, temida en los nueve mundos por ser inconquistable; en una fortaleza flotante, donde una reunión de ocho seres poderosos semejantes a Lumiel había alcanzado su clímax…
Este fenómeno paso desapercibido para la mayoría de los escasos jugadores que aún permanecían en el juego, absortos en sus propios finales.
No obstante, estas reacciones no eran simples coincidencias: parecían ser respuestas silenciosas de algo más grande, algo trascendental que estaba ocurriendo, algo que escapaba a la lógica programada de Yggdrasil y demostraba lo poco que conocían sobre este "juego".
Con la desaparición de Lumiel en la oscuridad del portal, la sala de teletransporte recuperó su atmósfera inicial. El guardián retomó su vigilancia, inmutable como siempre, y el silencio volvió a instalarse. Aquel instante efímero, repleto de un significado oculto, marcó el inicio de una nueva fase en este último acto de Yggdrasil.
