One Shot

La preocupación que invadía a Francois en ese momento no tenía nombre. Por lo general, siempre procuraba mantener la calma y eso de sentir preocupación era algo completamente nuevo para su persona.

Dejó lo que estaba haciendo por unos segundos y le echó una mirada al reloj que se hallaba fijo en la enorme pared de la hermosa y lujosa cocina que tenía para ella sola en ese momento.

‹‹Falta una hora››, pensó, sintiendo como su pulso crecía unas milésimas por encima de lo normal.

Dejó los platos con los deliciosos nachos encima de una enorme bandeja y procedió a colocar las pequeñas cuencas con aderezo justo a un lado de los mismos.

Los nachos, que estaban recién hechos, se veían deliciosos y todavía despedían algo de vapor.

El motivo por el cual estaba preparando alimentos que distaban mucho de una comida japonesa normal era simple: a Ryusui se le había metido en la cabeza que debía comer los "mejores nachos" del mundo porque había visto en un video de internet que semejante cosa era posible.

Francois, quién, por lo general, siempre estaba de acuerdo con los extravagantes deseos de su señor, dejó escapar un suspiro de resignación cuando, una noche, el rubio entró a la cocina y le dijo que deseaba probar los mejores nachos del mundo.

¡Te lo encargo, Francois! —exclamó el excéntrico millonario y chasqueó los dedos—. ¡Deseo comer esos delicioso nachos! ¡Confío en que los prepararás mejor que esos presumidos de ese canal de cocina!

Tras dar esa extraña orden, el rubio dejó escapar una buena carcajada y se marchó por donde había venido mientras decía algo acerca de querer darse una vuelta por el centro comercial usando la costosa avioneta nueva que acababa de adquirir.

Francois, se quedó en su sitio, mirando el lugar por donde había salido su jefe. La verdad era que ella sabía preparar los nachos, el inconveniente era "preparar los mejores nachos del mundo". Pero, como hiciera muchas veces en el pasado, Francois sencillamente decidió que haría lo posible para complacer a su excéntrico jefe y amigo.

Por supuesto, cuando decimos que Francois lo "intentaría" estamos queriendo decir que aprendería, en un diez billones por ciento —frase que le había tomado prestada a uno de los mejores amigos de su jefe— esa receta para preparar los deliciosos nachos.

Y allí estaba, acabando de emplatar lo que su jefe le pidió hace unos dos días atrás. Francois no tendría esa preocupación encima de no ser porque tenía, justamente ese día, un importante compromiso por cumplir y necesitaba retirarse.

Al final, aprendió la receta de los "mejores nachos del mundo" el mismo día en que Ryusui se lo pidió. Fue cuestión de contractar a los mejores del mundo para que le dieran las magistrales clases de cocina y así, de esa forma, aprender semejante receta.

Pero Francois, que era inteligente, además de eficiente, supo desde el principio que esa sería una carta importante en su jugada. Así que decidió esperar hasta el día de hoy para poder preparar la receta y así satisfacer el "noble deseo" de su señor.

Como eran las dos de la tarde, a esa hora del viernes, Ryusui acostumbraba a jugar algunos videojuegos con el bueno de Sai. Justo a esa hora, Francois solía llevarle la merienda de la tarde. Como Ryusui y Sai habían desarrollado una pequeña rivalidad desde que adquirieron el "Tekkuan 8" y el piloto había derrotado al matemático en lo que, se suponía, era su terreno, habían comenzado a tener esos combates todos los viernes a las dos, que eran justamente cuando ambos tenían tiempo para jugar y todo eso.

El plan de Francois era simple: como ambos estarían tan ocupados jugando y tratando de acabar el uno con el otro, además de que se distraerían cuando probasen la deliciosa comida —Francois ni siquiera quiso imaginar por qué a Ryusui se le había ocurrido buscar un canal de comida mexicana en primer lugar—, no le darían tanta importancia al increíble hecho de que, después de tantos años al servicio del Conglomerado Nanami, Francois Duboi quisiera pedir tener el resto de la tarde libre.

En circunstancias normales, pedir algo así sería una locura. Es decir, la cantidad de preguntas por parte de sus jefes le lloverían como una furiosa tormenta en medio del mar embravecido y, realmente, no tenía ganas de tener que responder ninguna de ellas.

Era algo personal, y sumamente importante, lo que tenía que hacer como para que tuviera que pedir el día libre a sus excéntricos jefes.

Con la eficiencia y meticulosidad que tanto la caracterizaba, Francois revisó los últimos detalles de su más reciente, además de deliciosa, creación.

Los platos estaban en su lugar, los nachos se encontraban debidamente cocinados, arreglados y hasta decorados como debía ser.

El aguacate que llevaban por encima estaba justo en su sitio, los aderezos estaban colocados de la forma en la que le habían indicado y las sendas jarras con refrescos, que eran de la más alta calidad, iban en otra bandeja que, con la habilidad y la destreza que tanto caracterizaban a su persona, llevaría en la otra mano que tenía libre.

Últimamente, no le gustaba usar mucho el carrito donde debía llevar todo eso, prefería usar solo sus manos. Tal vez, y sólo tal vez, quería probar a obtener un poco de fuerza extra en sus delgados brazos.

Al pensar en ello, dejó escapar una sonrisa. Realmente, no necesitaba hacerse muy fuerte, pues, con la fuerza de la persona que tenía en mente era más que suficiente.

Debía darse prisa, pues cierta rubia de ojos azules, y una fuerza física antinatural, estaría esperando a que asistiera al evento que tenía pendiente esa tarde. La intención era que Francois esuviera allí para animarla.

Antes de salir de la cocina con las bandejas en ambas manos, le echó una última mirada al reloj. Ya solo le quedaban cincuenta y cinco minutos.


—¡Morderás el polvo, Sai! —exclamó Ryusui, chasqueando los dedos mientras la pantalla mostraba una secuencia de presentación de los peleadores antes de comenzar el combate—. ¡Eso tenlo por seguro!

—Podría decirte lo mismo, hermano —contratacó el mayor de los dos, tomando el control entre sus manos con una expresión competitiva plasmada en el rostro—. Haré que te multipliques por cero.

Ryusui estalló en una carcajada mientras la animación llegaba a su fin.

—¡Ni siendo tan gracioso me convencerás de aceptar la derrota! —Ryusui tomó el mando y esperó a que se escuchara la voz del presentador—. ¡Siempre obtengo todo lo que deseo! —chasqueó los dedos una última vez—. ¡Y lo que deseo, justo ahora, es la victoria!

Finalmente, el juego dio inicio y ambos hermanos, entrando en modo serio, comenzaron la pelea que, desde el principio, estuvo muchísimo más que igualada. Ninguno de los dos tenía la más mínima intención de perder y eso era algo que estaba plasmado en sus ojos sedientos de victoria.

Mientras ellos se hallaban en una especie de trance y en el amplio salón solo se percibía el sonido de los botones de los controles siendo presionados a velocidades increíbles, Francois hizo su aparición.

Con sigilo, procurando hacer la menor cantidad de ruido posible, Francois se acercó a una mesa que se encontraba entre los hermanos y depositó encima de ella las bandejas con el contenido que portaban. Entonces, con el mismo cuidado, anunció que la merienda se encontraba ahí y que ella procedería a retirarse.

Como Ryusui estaba más pendiente de jugar y vencer a su hermano mayor, sencillamente respondió un "entendido" en automático.

Francois sabía que, en los próximos quince minutos, los hermanos no tocarían la comida. Sólo se dedicarían a jugar, probablemente uno de ellos ganara por pura suerte —la última vez, ganó Sai y era por eso que Ryusui estaba más ensimismado que nunca— y entonces tocaría aguantar la derrota hasta un próximo encuentro el próximo viernes.

Francois se preguntaba si estarían pidiendo la revancha por toda la eternidad o algo así.

Como Ryusui estaba particularmente animado y concentrado, Francois pensó que ese era el momento que tanto estaba esperando.

Se acercó al rubio, que no había despegado los ojos de la pantalla desde que comenzó la partida, y entonces dijo lo que tenía pensado decir desde que comenzó el día:

—Ryusui-sama —comenzó, usando el tono más respetuoso posible—, ¿puedo tomarme el resto de la tarde libre?

Francois calculaba que su petición no tendría un impacto muy significativo en su jefe. Pensaba que el chico estaría tan entretenido en su juego, que apenas y le prestaría atención. Pensó que él asentiría y listo, la dejaría ir sin ningún contratiempo de por medio.

Francois no lo sabía, no era consciente de ese tremendo fallo de cálculos que acababa de tener.

Al terminar su frase, el personaje de Ryusui en el juego —un tal "Yashimotsu"— dejó de moverse y Sai, que estaba atacando de manera repetitiva desde el principio, aprovechó la oportunidad y arremetió con un poderoso combo que acabó con el espadachín que su hermano había estado controlando hasta hacía unos poquísimos segundos.

Lo siguiente que ocurrió, fue que, mientras Sai celebraba su segunda victoria en dos viernes consecutivos, Ryusui —que no le estaba prestando la más mínima atención, sino que ahora tenía sus ojos oscuros fijos en el rostro de su mayordomo— se levantó de su sitio y, con una muy marcada expresión de sorpresa plasmada en el rostro, sólo atinó a formular una pregunta:

—¿Qué?

De repente, todo el lugar quedó en silencio, pues Sai también notó el extraño comportamiento que estaba manifestando su hermano menor. Así que decidió dejar la celebración para otro momento.

—¿Qué ocurre? —preguntó el de cabello castaño, que ahora estaba parado a un lado de Ryusui—. ¿Qué dijiste Francois?

—¿Es…enserio? —quiso saber Ryusui. Al parecer, no estaba pendiente de nada más que de su mayordomo—. ¿Enserio… Francois?

Sai arqueó una ceja sin acabar de entender lo que estaba ocurriendo. Por su parte, Francois, que no había previsto que su jefe le diera importancia a algo más que no fuera ganarle a su hermano en esa partida en la que los dos se estaban matando hasta hace unos minutos, enrojeció y, por primera vez en todo el tiempo que ellos tenían conociéndole, experimentó verdaderos nervios.

Sin embargo, su mente, ágil y siempre dispuesta hacia la más pura eficiencia, le gritó que no tenía que caer en la desesperación ahora mismo, que el tiempo apremiaba y que tenía que moverse tan rápido como fuera posible.

Le dio una rápida mirada a su reloj de pulsera y vio que ya solo tenía media hora para llegar al evento. Por lo tanto, tenía que aprovechar el tiempo al máximo y no alargar más esa extraña situación.

—Señor, repetiré lo que dije —empezó Francois, centrando su atención en el mayor de los dos hermanos. Era de mala educación no responder a las preguntas que les hacían sus empleadores—. Solicito que, por favor, me den el resto de la tarde libre.

Al igual que su hermano, Sai también adoptó una expresión de la más pura sorpresa. Tampoco se esperaba semejante solicitud por parte de su mayordomo. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué compromiso podía tener su leal mayordomo como para que quisiera dejar, por primera vez desde que entró a la empresa Nanami, de cumplir con alguna de sus obligaciones?

—¿Es… enserio? —el mayor estaba haciendo la misma pregunta que su hermano manor.

—Sí, es enserio. —Francois adoptó su posición profesional y, haciendo una cordial reverencia, prosiguió con lo que estaba diciendo—. Sólo será por hoy. Lo pro…

—¡Nada de eso! —la cortó Ryusui, que parecía haberse recuperado de su estupefacción y sonreía ampliamente—. ¡No puedo dejar que hagas semejante promesa, Francois! ¡Nadie puede saber lo que pasará en el futuro!

Francois asintió. Era cierto lo que decía su jefe. Sólo había dicho eso con la intención de que la dejaran ir, no estaba pensando.

‹‹Ese es el efecto que ella tiene en mí››, pensó Francois, dejando escapar una suave sonrisa que no pasó desapercibida para el codicioso capitán.

—¡Ajá! —exclamó Ryusui, chasqueando los dedos y dejando escapar una carcajada—. ¡Por lo que veo, el motivo por el que quieres tener la tarde libre tiene nombre y apellido! ¿O me equivoco?

La sonrisa en el rostro de su mayordomo se esfumó de la misma forma en la que había llegado, dando espacio a una pequeño sonrojo que se extendió por sus mejillas. De tener sus orejas visibles, el capitán habría podido observar como estas adoptaban la misma tonalidad que se había presentado en el rostro de la persona que tenía frente a él.

—No tienes que responder si no quieres, Francois —continuó Ryusui, entre extrañado y curioso. Era la primera vez que veía ese tipo de reacciones en su mayordomo—. Pero, te diré algo, ¡yo lo deseo todo! —Chasqueó los dedos, con una sonrisa siniestra plasmada en el rostro—. ¡Y, ahora mismo, deseo saber quién es la persona que consiguió cautivar el corazón de mi mayordomo! ¡No obstante, me conformaré con solo saber a dónde irás!

Sai iba a decir algo, pero entonces Francois se le adelantó.

—Iré a un torneo de Kendo —fue toda la respuesta de Francois, antes de hacer una nueva reverencia—. Con eso dicho, me retiro. Espero que tengan una buena tarde.

Ryusui y Sai se quedaron en silencio mientras veían como Francois, con paso firme, se alejaba en dirección a la puerta. Como ambos conocían a su mayordomo, sabían que tendría todo listo para partir al momento.

Probablemente ya se habría dado un baño con antelación, tendría algún regalo por ahí y usaría su automóvil para llegar pronto al lugar donde se llevaría a cabo el torneo de Kendo.

Todo eso lo haría de forma rápida y eficiente, justo al "estilo Francois".

—Jummmmm —empezó Ryusui, sentándose en su butaca y tomando uno de los nachos del plato que tenía más próximo a él. A pesar de que ya había pasado algo de tiempo, la comida seguía caliente—. Así que mi mayordomo podría tener algún tipo de relación con Hizashi Kohaku, ¿eh?

Su hermano, que ya había comenzado a devorar la deliciosa comida de Francois, casi escupe la bebida que estaba degustando cuando escuchó lo que estaba diciendo el capitán.

—¿Cómo llegaste a esa conclusión? —preguntó el matemático, llevándose una servilleta a los labios—. Francois no especificó en ningún momento que estuviera hablando de Kohaku.

Ryusui lo miró y luego, tras hacer otro sonido con la garganta, se llevó uno de los deliciosos nachos a la boca y lo masticó con deleite. Luego, se sirvió algo de bebida en unos de los elegantes vasos que su mayordomo había dejado en su lado de la mesa y, tras suspirar mientras ponía su mejor expresión de éxtasis, pensó que ya era el momento de continuar con lo que estaba diciendo.

—Eres muy bueno haciendo cálculos de números, querido hermano, pero en el amor eres todo un desastre, ¿eh?

Ante las palabras del rubio, Sai enrojeció. Pero no dijo nada porque su molesto hermano menor siempre tenía la costumbre de empezar algunas de sus explicaciones de esa forma, haciendo algún comentario —bastante acertado— acerca de algunas de sus debilidades. Pero que buen hermano resultó ser Ryusui.

—Conozco a Francois mejor que nadie, Sai —prosiguió Ryusui, sin dejar de sonreír—. Es casi como una hermana para mí. Sabía que, en algún momento, tendría que levantar el vuelo… ¡pero no imaginaba que ocurriría tan pronto! —procedió a reírse tras eso último.

—Eh, entiendo el punto, pero, ¿por qué hablas como un anciano?

—Yo no diría que hablo como un anciano —comió más nachos y bebió otro poco de refresco—. Más bien, creo que sueno como un padre orgulloso. Pero bueno, volviendo a lo anterior, podría pasar todo el día explicando las interacciones que he visto entre la mejor amiga de Senku y Francois, pero seré más práctico.

Se acomodó en su lugar ante la mirada expectante de su hermano mayor.

—Francois dijo que iba a un torneo de Kendo hoy. La única persona que tiene esa competencia, al menos, de nuestro círculo de amistades, es Kohaku.

—¿Eso quiere decir que Francois fue a esa competencia solo para animar a Kohaku?

—Vaya, estás aprendiendo, Sai —Ryusui se acabó los nachos que le quedaban y se dedicó a beber lo que quedaba de su refresco—. Cualquier otra persona habría dicho que el hecho de que Francois haya asistido a un campeonato de Kendo no significa que haya ido precisamente a animar a Kohaku.

Sai enrojeció un poco, pero luego retomó la compostura. Al parecer, jamás se acostumbraría a que las personas lo elogiaran por alguno de sus logros. A diferencia de su hermano menor, Sai era de las personas a las que le habría gustado mucho pasar desapercibido en algunas de esas cosas.

—Ejem, lo que pasa es que dijiste que Kohaku y Francois habían tenido ciertas interacciones y eso me hizo recordar que, efectivamente, han estado haciéndose compañía últimamente. Incluso, Hizashi ha estado viniendo más seguido. Antes lo hacía porque acostumbraba a venir con Senku, pero, desde que él salió en un viaje con el equipo de Xeno, ella siguió viniendo por su cuenta —el castaño se quedó pensativo mientras se llevaba una mano al mentón. Parecía estar resolviendo una compleja ecuación en su mente—. Ya veo, ahora hay muchas cosas que encajan. No entiendo como no lo vi antes.

—¡Ups! —exclamó Ryusui, sacando a Sai de su ensimismamiento.

Al levantar la mirada, el matemático pudo ver que, de alguna forma, su hermano menor había "tropezado", llevándose el cable de la consola por el medio. Por lo tanto, desconectó, de forma "accidental", el videojuego.

¿Lo peor de todo? Que Sai no había guardado la partida. Por lo tanto, la victoria que había tenido sobre su hermano menor no había quedado registrada en el sistema.

Como odiaba el hecho de que los videojuegos aun no estuvieran tan avanzados como para que las partidas no necesiten ese procedimiento… o que, por lo menos, ya no le hicieran falta cables a las consolas.

Pero, por supuesto, seguían avanzando lento en el tema de las renovaciones y en el retorno de la humanidad. No centrarían todos sus esfuerzos en el tema de los videojuegos cuando todavía quedaban millones de humanos por ser liberados de la petrificación y también estaban en la construcción del "proyecto especial" de Senku.

—¡Vaya, parece que tendremos que jugar de nuevo, hermanito! —Se burló el capitán y luego soltó una carcajada—. ¡Ahora que no hay distracciones, pienso dar lo mejor de mí!

Apretando los dientes hasta que las venas saltaron en su mandíbula, haciéndose más que visible su irritación, Sai chasqueó los dedos. Acto seguido, apareció Petite, el mayordomo que solía estar en los muy pocos momentos en los que Francois no estaba disponible.

Al ser una persona de elite, Francois era quien lideraba a todos los mayordomos de la empresa de los Nanami. Por lo tanto, dejaba las instrucciones al día para que todos pudieran cumplir ante cualquier situación que se presentara con los miembros de esa prestigiosa organización.

En esa ocasión, el chasquido de Sai era para informar que ya habían terminado con la comida.

Como el chasquido de los dedos de Ryususi ya era muy conocido, todos podían diferenciarlos con facilidad. Así que, cuando Sai era quien chasqueaba los dedos, podían saber que la siguiente orden debía ser cumplida en ese momento.

Petite, tal como Francois le había instruido para esa situación, apareció con una bandeja con toallas y otros implementos para que el par de hermanos pudiera limpiarse las manos y continuar con la partida sin tener que abandonar la sala de juegos. El hábil mayordomo tomó los platos vacíos, junto con la bandeja, y se retiró.

En unos minutos, cuando los hermanos ya estuvieran con las manos limpias, regresaría para llevarse lo que acababa de traer.

Con los ojos echando chispas, ambos se miraron mientras limpiaban sus manos.

Habían olvidado, casi por completo, el asunto de Francois y, en unos minutos, continuaría uno de los enfrentamientos más encarnizados en lo concerniente a videojuegos de lucha.

Harían todo lo posible para destrozar al otro y demostrar quién de los dos era el mejor, y más fuerte de los Nanami, en el tema de Tekkuan 8.