KOTODAMA

"El alma que reside en las palabras"

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Capítulo XXXII

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Kabukicho era un lugar indefinible para Kagome. Si tuviese que ejemplificarlo de alguna forma, sólo podía pensar en que le parecía como un frondoso bosque de luces de neón que no dejaba paso a la luz real. Al amparo de aquellas luces artificiales todo era oscuro y peligroso, del mismo modo que debía ser un bosque plagado de criaturas sobrenaturales. Quizás era por eso que caminaba con calma, con cuidado si se quería. Desde que había cruzado al interior del barrio percibió que su fortaleza mermaba. Todo el convencimiento con el que había venido hasta aquí parecía haberse quedado al otro lado del enorme arco que se encontraba al inicio de la calle.

¿Buscas un lugar para pasar un buen rato?

¿Quieres entrar conmigo al mejor club de la zona?

Si vienes conmigo tendrás altas ganancias aseguradas.

Los ofrecimientos venían de diferentes hombres que buscaban captar chicas. No era la primera vez que se acercaba a la zona, tampoco era la primera vez que lo hacía sola. No obstante, mientras se aproximaba al club en que trabajaba InuYasha hizo un repaso mental de su vestimenta, por si ésta resultaba demasiado llamativa y esa fuese la razón de la insistencia por parte de los captadores. Tiró un poco del bajo de la falda que le llegaba a medio muslo. No creía que fuese demasiado corta, más aún al llevar las medias altas y oscuras que vestía y que cubrían toda la piel visible. Se recordó el lugar en que estaba y que no podía esperar mucho más. Una punzada de ansiedad consiguió abrir una brecha en su mente ¿Por qué InuYasha trabajaba aquí?

Confirmó lo mucho que no sabía de él.

Aquel pensamiento se instaló como una herida que decidió ocultar en un lugar poco accesible de su mente. En este momento Kagome quería disfrutar de la felicidad que le daban los hechos recientes. Aún percibía el cuerpo dolorido en ciertos lugares, y se trataba de un dolor agradable, adyacente a la pasión que habían compartido. Pensó que la primera vez dolería más, al menos eso era lo que decían sus amigas, sin embargo para ella el dolor había sido leve y completamente olvidable en medio de las emociones que experimentó. Aún podía recordar las respiraciones forzadas y entrecortadas de InuYasha cuando la besaba, además del modo en que él mismo parecía estar en medio de la misma incertidumbre que ella. Todavía recordaba la sensación de su cuerpo en el momento en que se acoplaba a él.

Kagome soltó el aire en un soplido suave y largo. Notó el modo en que un sonrojo se elevó hasta sus mejillas y llenó algunos lugares ocultos de su cuerpo como respuesta a la excitación que la invadía cada vez que el recuerdo se instalaba en su mente.

Decidió centrarse en la razón de su venida y pudo ver el Kyomu a poca distancia. Pensó en que esta era una buena posición desde la que conseguiría observar a quien entraba y salía del lugar. Era probable que tuviese que entrar, finalmente, si es que no conseguía ver a InuYasha. No obstante la seguridad en sí misma sólo la acompañaba para permanecer a esta distancia y eso la llevó a preguntarse en qué momento se sintió tan valiente como para volver a este barrio, y en una noche de las más concurridas. Notó la molestia por su propia indecisión. Ella quería ver a InuYasha, esa era la razón real de estar aquí, y el teléfono en su bolsillo era sólo la excusa. Comprendió que su decisión inicial había sido producto de la tranquilidad del lugar en que vivía y que al estar en Kabukicho, expuesta al ritmo que el lugar marcaba, la seguridad parecía abandonarla. No obstante, su determinación por ver a InuYasha no mermaba. Pensó en que, después de todo, la forma en la que el mundo se presenta ante nosotros nos lleva a tomar unas decisiones u otras. Su madre le diría que eso era algo obvio, y su abuelo se encargaría de hacer ver a su madre que todo era así para quien ya ha recorrido el camino. En ocasiones, Kagome, creaba esas conversaciones ficticias en su mente para ayudarse a decidir.

Tenía que visitar a su familia. Se preguntó si InuYasha estaría dispuesto a ir con ella esta vez.

¿A quién esperas encontrar? —la voz del InuYasha de su cabeza resonó con claridad en su mente.

Kagome pensó en un cállate que resultaba demasiado conveniente en este momento. Una nueva pregunta se gestó en ella ¿Por qué ese InuYasha, que la había acompañado toda su vida, parecía haber perdido el protagonismo que tenía?

Casi lo escuchó bufar antes de dejar para ella una respuesta— Es obvio. A éste lo puedes tocar.

Kagome notó el modo en que todo su cuerpo se tensionó. Ella no se consideraba tan banal como para pensar de esa forma. No obstante, no encontró palabras que pudiesen debatir sobre las que el InuYasha de su historia acababa de dejar en el tablero de juego imaginario que muchas veces extendían.

Tú eres importante para mí —declaró ella, en su mente, queriendo resarcir el daño que un pensamiento inadecuado podía causar.

Pudo ver al InuYasha de su imaginación sonreír sin alegría.

No pasa nada, Kagome —en su entelequia él la miraba directamente—. Quizás sea momento de retirarme y dejar paso a tu realidad.

¡No, por favor! ¡No! —su mente casi gritó aquellas palabras, y el InuYasha con el que había estado hablando la miró con una ternura que ella aún no estaba capacitada para entender.

En ese instante escuchó una voz que le resultó inconfundible. Su atención fue capturada de inmediato y encontró la figura del chico que había estado con ella esa misma mañana.

—InuYasha —Kagome lo mencionó.

Esperaba a que él la mirase y de ese modo poder sentir que no lo había perdido. Sabía que era una acción extraña, sin embargo su emoción estaba tomada por el corto y extraño diálogo que acababa de tener con el personaje imaginario que siempre la había acompañado. Era consciente de lo anómala que era esa idea y de lo poco que había querido pensar en eso desde que conoció al InuYasha que estaba ante ella y la miraba con más sorpresa de la que esperó. En ese momento Kagome alzó la mano he hizo un movimiento para saludarlo mientras caminaba hacia él, notó que necesitaba del consuelo de una sonrisa. Sin embargo, InuYasha la detuvo con un gesto desapacible de su mano.

—Espera ahí —aquellas palabras eran una orden que Kagome acató atónita.

Escuchar la tensión en la voz de InuYasha consiguió que ella se sofocara un poco más en medio de un estado de ánimo oscuro. Pudo ver que el hombre que estaba con InuYasha la miraba y notó que éste lo instaba a prestar atención sólo en su dirección, intentando que no se distrajese en ella. Kagome comenzó a pensar que venir había sido una mala idea. Recordó el escudo de amor que parecía envolverla al salir de su apartamento y se preguntó si lo había perdido del todo.

InuYasha tardó sólo un instante en estar a su lado y le dirigió una mirada que no pudo definir, ésta estaba acompañada de un gesto que le indicaba un camino.

—Vamos.

Kagome no pasó por alto la distancia que los separaba, probablemente un metro. No es que esperase a que él la abrazara en mitad de la calle, menos aún que le diese un beso; sin embargo notó la distancia fría que él pareció poner entre ambos. Fijó la mirada en el suelo por un instante antes de escuchar su nombre.

—Kagome —InuYasha insistió. Ella no quiso mirarlo a los ojos. Lo escuchó emitir un sonido de molestia, algo que hasta ahora no le había oído y vio que extendía una mano para tomar la suya, no obstante se contuvo antes de hacerlo—. Vamos —volvió a decir, esta vez su voz resultó algo más expresiva. Parecía molesto y ansioso a partes iguales.

Kagome asintió con un único gesto de su cabeza y se decidió a seguirlo.

Los pasos de InuYasha eran seguros. Llevaba ambas manos en los bolsillos del pantalón y Kagome no pasó por alto el detalle de la cabeza cubierta por la capucha de la sudadera roja que vestía, además de la forma en que su cuerpo parecía curvarse levemente hacia adelante. Sólo en el momento en que entraron a una calle perpendicular algo menos concurrida, pensó en que el estado de ánimo de él resultaba extraño.

—¿Te pasa algo? —Kagome se animó a preguntar. Notaba la respiración agitada más allá de lo debido por el esfuerzo de andar— ¿Te ha molestado que viniese? —la voz le tembló en un punto de la frase que acababa de decir.

En cuánto pronunció aquellas palabras InuYasha se giró de medio lado y la miró con más dureza de la que Kagome habría deseado.

—Hablaremos un poco más allá —le informó y se giró para mirar tras sus pasos. Kagome tuvo la necesidad de hacerlo también, aunque para ella era un gesto irrelevante; no sabía lo que él buscaba.

Torcieron en un par de calles y Kagome no reconoció el camino por el que la llevaba. Al principio creyó que se acercarían al Butsuda, el hotel que llevaba Miroku, sin embargo estaba en otra dirección. El recorrido que hacían los llevó por los callejones traseros de los edificios principales. La luz resultaba menos estridente en las calles más estrechas a medida que se alejaban de la zona central, esto a pesar de los pequeños locales de comercio que había en ellos y las personas que los transitaban. Kagome esperaba que llegasen pronto a un lugar en el que hablar, dado que InuYasha mantenía un silencio inamovible y eso iba generando en ella una ansiedad cada vez mayor. Dieron un nuevo giro y se sorprendió al ver que se encontraban en un sendero de paseo con árboles y plantas por ambos lados, en medio de edificios y algunos comercios. Estaba acostumbrada a ver un ambiente diferente en la zona. Kagome pensó en que si éste no era el lugar para hablar no sabía cuál podía ser. Oprimió el móvil que llevaba en el bolsillo, usando el gesto como una forma de encontrar fuerza, y decidió que debía tomar la situación en sus manos.

—¿No hablarás conmigo? —se detuvo una vez que dijo aquello e InuYasha tardó un par de pasos en detener su andar y mirarla. Kagome lo observó con insistencia y se notó molesta por no ser capaz de intuir lo que él estaba pensando.

—Un poco más allá —la indicación de InuYasha resultaba demasiado vaga para ella.

—¿Qué tiene ese lugar al que quieres llegar? —a Kagome no le importaba realmente, la pregunta estaba ahí para sacar a la superficie lo que InuYasha quería de verdad.

—Hay menos personas —nuevamente miró tras ella al decir aquello, parecía estar buscando a alguien.

—¿Menos que aquí? Esto es Kabukicho ¿Qué esperas? ¿Un bosque deshabitado?—Kagome lo increpó, sin dejar demasiado espacio a que InuYasha esquivara la situación.

Él la miró, al parecer comprendió que no podía evadirla más. Aún mantenía las manos en los bolsillos del pantalón y la capucha de la sudadera puesta. El gesto de su cara parecía hablar de serenidad, no obstante sus ojos eran llamas vivas que querían consumirla y Kagome no estaba segura del camino que tomaría aquel deseo. Se le acercó el par de pasos que los separaban y lo hizo con más brío del necesario. Ella tuvo el instinto de retroceder, e hizo un leve movimiento en consonancia, sin embargo se obligó a mantener su posición firme. No contó con la fuerza de InuYasha, ni con el modo en que la tomó por el antebrazo y la llevó con él. La sujeción que aplicó en su brazo fue lo suficientemente enérgica como para atraerla, sin llegar a ser violenta y Kagome fue consciente en todo momento de aquello. Caminaron un poco más por aquel sendero, hasta un pequeño puente de piedra que daba a un rincón algo más privado. Una vez estuvieron uno frente al otro, resguardados por la penumbra que creaban los árboles, se miraron manteniendo el silencio. Había cierto desafío en el mutismo que perseveraba entre ambos. Kagome esperó a que InuYasha tomara la palabra mientras sentía que el corazón le latía con inquietud. La tensión era algo que no esperaba para este encuentro y debía reconocer que la decepción estaba ganando terreno dentro de ella. Quizás, lo mejor sería entregarle el móvil e irse, aunque si tomaba esa decisión no sabía en qué lugar quedaría aquello sin nombre que había entre ambos. Por un instante permitió que la duda tocase a la puerta de su corazón y se llenó de inseguridad. Se preguntó si en realidad toda la belleza que ella percibía en lo que compartieron esta misma mañana era producto de una ilusión de su mente. Ese pensamiento consiguió que se le subieran lágrimas a los ojos y se obligó a contenerlas mientras bajaba la mirada.

—Eres demasiado imprudente —InuYasha rompió el silencio con aquella frase. Kagome alzó la mirada durante un segundo, para enfrentar la de él, sin embargo la volvió a ocultar por miedo a que sus lágrimas estallasen—. No es buena idea pasear por este barrio.

Kagome presentía que esa no era la razón real y aquello comenzó a enfurecerla de un modo intenso.

—¿Por qué? —lo enfrentó, adelantándose medio paso hacia él, perdiendo el miedo a que las lágrimas se mostraran ante InuYasha— Veo personas por todos lados y no me parece que sea una imprudencia venir —parecía que él sólo atinaba a mirarla, no decía nada, y eso fue haciendo más fuerte en enfado—. No es eso lo que te molesta, lo tengo claro.

Kagome vio que InuYasha desviaba la mirada por un instante y escuchó que chasqueaba la lengua.

—No lo entiendes —él emitió aquella queja con un tono de voz diferente al que había usado hasta ese momento. En sus palabras había culpa.

—Explícame —Kagome lo instó y luego de esa única palabra se llevó la lengua al paladar para contener las lágrimas y que éstas se fuesen diluyendo antes de caer.

Observó el modo en que InuYasha bajaba la cabeza para enfocar la mirada en un punto del suelo, mientras una sonrisa sin alegría se gestaba en sus labios. A continuación lo vio negar con un gesto suave, incluso podría decir que resignado o cansado. Kagome tuvo la sensación de haber llevado la conversación a un límite, aunque no estaba segura de qué límite era ese.

—No quiero hacerlo —InuYasha comenzó a decir y entonces la miró a los ojos—. No quiero explicarte, porque…

Él se interrumpió y ella contuvo el aliento un instante. A continuación lo vio bajar la mirada nuevamente y volver a la sonrisa triste y al gesto de negación. En ese momento se germinó una pregunta más en ella que le pareció dolorosa y asfixiante, y quizás por esa misma razón no la pudo contener.

—¿Es por lo de hoy? ¿Te arrepientes? —Kagome notó que la voz se le iba en aquella última palabra. Sus amigas hablaban de esto. Se lo escuchó en más de una oportunidad a Eri y Yuka; una vez se ha consumado todo, los chicos pierden el interés ¿Era eso lo que pasaba?

InuYasha alzó la mirada y la fijó en ella.

—No —él se apresuró a decir. No había llegado a alzar la voz, no obstante aquella única palabra había resultado rotunda y Kagome notó que las lágrimas volvían a acumulársele en los ojos ¿Cómo era posible que una sola idea fuese así de dolorosa?

Pudo ver que InuYasha negaba suavemente con la cabeza. Luego hizo un gesto, un intento por acercarse un poco más a ella, sin embargo se detuvo y volvió a bajar la mirada.

—Hay más cosas, cosas de mí que no quiero que sepas.

Kagome notó sorpresa ante aquella confesión, no obstante de inmediato la comprensión tomó su lugar. Se animó a tocarle el brazo, dado que otra vez tenía las manos en los bolsillos del pantalón.

—No juzgaré nada de lo que me digas —ella también había cambiado el tono de voz a uno más suave y conciliador.

El toque sobre el brazo de InuYasha se volvió suave. Kagome tuvo la sensación de estar recuperando la cercanía que habían compartido horas atrás. Ante ese mismo pensamiento notó que un estremecimiento la sacudía levemente. A continuación, y sin que se lo esperara, sintió que la otra mano de InuYasha se posaba en la parte alta de su espalda para acercarla a él. La mantuvo en un abrazo silencioso que Kagome recibió con sorpresa y ansia. La mano que aún conservaba sobre el brazo de él paso de la caricia a la sujeción, sosteniendo la tela de la sudadera roja en busca de un ancla para lo que comenzaba a sentir. El abrazo pareció un detonante para sus emociones y las lágrimas que había conseguido guardarse cayeron de sus ojos.

—Tengo miedo a que te pase algo, Kagome —la voz de InuYasha resultó ser un susurro por el que transitaron las palabras con delicadeza. Kagome sintió que aquella sutileza conectaba en su interior con algo parecido a una remembranza.

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Continuará.

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N/A

Cuando escribo KOTODAMA siento que conecto con una parte preciosa de los InuKag originales y eso me anima mucho a seguir con la historia. Ya saben que no me gusta explicar los capítulos, quiero que cada persona que lea los vaya experimentando, me encantaría saber cómo sienten éste.

Besos

Anyara