PARTE 41 Un Viaje más antes de…
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Sothis estaba francamente sorprendida ante lo que estaba presenciando: los alumnos de Byleth, en plena junta, hablaban sobre la guerra que iban a declarar a la Iglesia de Seiros en cuestión de unas semanas, Edelgard incluso leyó el Manifiesto a la Fuerza de Ataque de las Águilas Negras para que lo aprobaran antes de mandar a copiarlo; copias que se enviarían a todo el Imperio para hacer la declaración de guerra a la Iglesia de Seiros de manera formal.
Lo último que Edelgard necesitaba era sorprender a su pueblo con semejante anuncio.
No era secreto para nadie en Fódlan que el Imperio, desde hacía más de una década, mostraba descontento ante la Iglesia y sus acciones; o mejor dicho, su falta de acción ante las injusticias nacidas por culpa del sistema de Emblemas. Los plebeyos y los Nobles que fueron dejados en el olvido por no tener Emblemas apoyaban los cambios que la joven Emperatriz estaba implementando.
"Ese discurso es muy atrevido", comentó la Diosa. "¿Todo lo que leyó es cierto?"
"Sí. Muchos de mis alumnos la han pasado mal por tener o no una Cresta", respondió Byleth mentalmente, no quería distraerse demasiado. Aún no terminaba de recuperarse de la Eclosión pero quería estar con sus alumnos y saber cómo iban los preparativos.
Una pregunta de Edelgard obligó a la Diosa y a la Mercenaria a poner atención.
"¿Hay algo que quieran agregar?"
Las Águilas se miraron entre sí.
"No, Edie, estoy de acuerdo con todo, y personalmente creo que es un gran detalle que aclares que no estás en contra de la Diosa si no de la Iglesia de Seiros", dijo Dorothea.
"Yo no soy nadie para decirle a las personas a quién rezar y en quién poner su Fe… De eso ya se encarga la Arzobispa", dijo la Emperatriz. "Sigo en busca de alguien que tome el lugar del Conde Varley como Ministro de Asuntos Religiosos, pero no he encontrado a nadie adecuado".
"¿Sabes, mi estimada Edelgard? Es una verdadera lástima que Mercedes no esté aquí, ella sería una magnífica representante de la verdadera Fe", dijo Ferdinand con tono grandilocuente. "No puedo imaginar a nadie mejor que ella para demostrar que se puede seguir a la Diosa y tener un corazón preocupado por el prójimo".
Y nadie podía decir que Ferdinand estaba exagerando.
Hubert intervino. "Lamentablemente para nosotros, Mercedes está en Faerghus y aún no sabemos cómo van a reaccionar los habitantes del Reino cuando se sepa todo. Mucho menos cuando el Reino depende de la aprobación de la Iglesia Central. No estoy muy seguro de que la gente vea bien que el Rey Dimitri no apoye con tropas o refugio a la Iglesia cuando comiencen las hostilidades".
"Parece que meteremos a Dimitri en muchos problemas", anotó Shez con un poco de pesar, llevándose una mano a la nuca.
"¿Saben? Tampoco creo que vayan a ponerse abiertamente hostiles con nosotros", intervino la adormilada voz de Linhardt, llamando la atención de sus compañeros. "En estos últimos dos años los hemos estado ayudando con granos y carne para mantenerse en el invierno, gracias a eso ha disminuído el número de bandidos que sólo robaban para comer y alimentar a sus familias". El joven sanador hizo una reverencia a la Emperatriz. "Magnífica jugada que hiciste en aquel entonces, Edelgard, ganarte a la gente del Reino con lo que más les hace falta".
La Emperatriz se sonrojó y todos pudieron notarlo. "La verdad no pensé en nada tan trabajado cuando le propuse a Dima el acuerdo comercial, yo sólo quería el metal para nuestra armada".
"¿Bromeas?" Kronya bufó. "Les diste más ayuda en estos últimos años que la Iglesia en siglos. Esa gente del Reino debería estar besando el suelo que pisas".
"Dos pájaros con una sola flecha, eres lista, Edelgard", sonó una animada Petra.
"¡Por supuesto que Su Majestad es muy lista!" Monica sonaba realmente orgullosa.
"¡Basta!" La pobre Emperatriz no sabía dónde esconder el rostro.
Los ánimos estaban por los cielos, todos eran conscientes de lo que estaban a punto de provocar en Fódlan, pero había quedado más que claro lo que sucedía con aquellos que se atrevían a cuestionar y a retar a la Iglesia de Seiros. Las cosas no iban a cambiar mágicamente, así que debían ponerse en acción.
"Hey, Edelgard, tienes las orejas rojas", comentó un travieso Caspar.
"¡Silencio!" Edelgard se aclaró la garganta. "Ya que todos hemos aprobado el Manifiesto, mandaré a que lo copien y se hagan los preparativos para la Declaración de Guerra", anunció con recuperada y firme voz. "Y ahora me gustaría hacer la presentación formal de la nueva integrante de la Fuerza de Ataque de las Águilas Negras", la Emperatriz señaló a su profesora con cortesía. "La Comandante Byleth Eisner".
La Emperatriz aún necesitaba presentar a Byleth con el resto de sus comandantes: Randolph, Ladislava, el Conde Bergliez y el Conde Hevring.
Por su lado, escuchar que su profesora tenía un apellido sorprendió a las Águilas, menos a Hubert y a Monica, que estaban al tanto del dato desde la Academia.
"¿Eisner?" Linhardt se llevó una mano al mentón. "Ese apellido me parece familiar, lo vi en algún lado".
"Seguramente en el cementerio del Monasterio", dijo Monica y el Sanador le dio la razón apenas lo recordó.
"Mi padre fue Jeralt Reus Eisner, el anterior Capitán de la Orden de Seiros y mentor de Sir Alois, y mi madre fue Sitri, una monja que trabajó con la Arzobispa Rhea antes de que pasara algo que los hizo escapar del Monasterio", explicó Byleth. "Prometo contarles lo demás cuando sea un mejor momento, por ahora sepan que cumpliré mi palabra y pelearé al lado de todos ustedes".
"Lady Rhea debe estar enojada porque escapaste", murmuró Bernadetta con temor y no evitó sujetarse a uno de los brazos de Byleth. "Ella no volverá a llevarte, ¿verdad, profesora?"
"No permitiré que eso pase", y para calmarla, Byleth le alborotó el cabello. Era lindo ver que, pese a la altura y temple que su pequeña Bernadetta ganó en esos años, aún le era posible darle esas muestras de cariño. "No dejaré que nadie me separe de ustedes".
"¡Oh! ¿Esa es la razón por la que nunca se supo el nombre completo del Quiebraespadas?" Shez al fin lo comprendió.
"Era por seguridad, así ella no lo reconocería".
"¡Oye, profe! ¿Y con tu forma de dragón podrás derrotar a muchos enemigos?" Caspar sonaba emocionado.
Byleth negó un par de veces. "Mis alas aún no tienen suficiente fuerza, me agoto muy rápido. Ustedes lo vieron, dormí varios días después de volar desde Garreg Mach hasta aquí".
"No te quites méritos, profe Bylie, es una distancia muy larga, cruzaste medio continente en unos pocos días", dijo Dorothea. "A nosotros nos tomó casi una semana llegar hasta aquí en carrozas".
"Eres como ave pequeña que apenas bate sus alas, profesora", intervino Petra, "y ave pequeña debe moverse y comer mucho para ganar fuerza en sus alas".
Byleth asintió con seriedad. "Entonces debo ganar más fuerza en esa forma, y no la ganaré si no sigo volando, debe haber algo más que pueda hacer además de volar".
"Si la Furia Blanca fue capaz de derrotar ejércitos completos, seguramente tú podrás hacer mucho, profesora", asintió Hubert.
"¿De qué Furia Blanca hablan?" Preguntó Sothis, que hasta el momento se había dedicado a escuchar.
"Te leeré los libros de la Iglesia de Seiros después", prometió Byleth a la Diosa y enseguida atendió a Hubert. "Si puedo ser de más ayuda en esa forma, entonces me prepararé".
Edelgard frunció ligeramente el ceño al escuchar eso. Había algo que debía hacerle saber a sus amigos. "¿Saben? Tengo que hacerle una visitar a Dimitri y a Claude, tengo un par de favores por cobrarles", comentó y notó la sorpresa en sus compañeros. "Hicimos una apuesta formal en la Batalla de los Leones y las Águilas, el que ganara podría tener un favor personal de los otros dos. Les dejé en claro a ellos que cobraría esos favores en su momento".
"¿Y qué tiene en mente, Su Majestad?" Preguntó Monica.
"Les voy a advertir sobre mis planes y les pediré como favor que movilicen sus tropas ni hagan nada hasta que yo promulgue la declaración oficial de guerra. Ellos saben de la verdadera historia y la identidad real de Rhea, ellos estuvieron ahí cuando ella se llevó a nuestra profesora y le hizo esto", señaló a la mercenaria y tocó un mechón de su cabello de tono verde. "Quiero darles tiempo para hacer arreglos y protegerse de cualquier movimiento de la Arzobispa".
"Como nuestro primer plan es tomar Garreg Mach, de lograrlo, seguramente la Arzobispa pedirá refugio al Reino", agregó Hubert. "Y también apoyo militar".
"Y si el Rey no les da ese apoyo, incluso con todo lo que hemos hecho por ellos, la gente más apegada a la religión y los Nobles se pondrán descontentos si él se niega a ayudarlos", completó Linhardt. "Ya saben, por el código de Caballería y Lealtad que tanto pregonan".
Byleth escuchaba todo con atención. No tardó en recordar la petición de Sothis: conocer ese mundo, así que levantó la mano. "Me gustaría acompañarte".
Edelgard sonrió. "Era lo que iba a pedirte. Viajar a las tierras de los Riegan y la capital de Faerghus tomará mucho tiempo y no estaré a tiempo para la fecha que hemos calculado para hacer la declaración de guerra, así que me gustaría…" Su rostro de pronto se tornó apenado. "Preguntarte si… Si podrías llevarme…"
Para el resto de las Águilas era lindo ver a Edelgard con esa faceta de doncella normal que quería los más simples gustos y placeres de la vida, faceta que quedó de lado cuando Byleth fue secuestrada. Era lindo verla completa otra vez.
"No es mala idea, ganarás fuerza gracias a ese viaje", comentó Monica. "Es justo lo que necesitas, estirar esas alas".
Byleth asintió. "También me gustaría ver a mis otros alumnos y saber cómo les ha ido".
"A ellos les encantará verte también", dijo Edelgard con una sonrisa y volvió su atención al resto del grupo. "Estaremos fuera unos días pero llegaremos a tiempo para el anuncio oficial. Por favor, encárguense de los preparativos que faltan y disfruten de los días libres que queden. Estaremos muy ocupados luego de eso".
"Si algo surge, nosotros nos haremos cargo", respondió Ferdinand de inmediato, miró a Hubert con una sonrisa enorme. "Cuidaremos que todo esté en orden".
El mago oscuro dibujó una media sonrisa. "Me encargaré de que ninguno se descarrie, tienden a portarse mal cuando no hay adultos supervisándolos".
"Hey, si hablas de esa vez que estuve bebiendo cerveza con Kronya y comenzamos a competir a lanzar dagas…" Shez puso un gesto de niña regañada. "Nadie salió herido".
"Al menos nadie que conozcamos", agregó la joven asesina con graciosa seriedad.
"O si te refieres a la vez que me peleé con los guardias de ese molesto Noble", Caspar bufó, "¡se lo merecían por molestar a esos niños!"
"No estaban molestando a los niños, los niños comenzaron a apedrear al Noble; muy merecido, lo admito", aclaró Linhardt, "pero ellos sólo trataron de apartarlos del camino".
"Oh, cierto, ese Noble", Dorothea puso mala cara, "tiene suerte que no me uniera a los niños para apedrearlo".
"Flecha es mejor que piedra", anotó Petra. "Yo usaría flechas".
"No, Petra querida, no matamos Nobles, sólo les quitamos hasta las botas para que aprendan lo que es lidiar con la pobreza".
"A mi padre le quitaron las botas y desde entonces no lo he visto, me alegra mucho", Bernadetta estaba mucho más tranquila desde que su padre fue destituido y dejado en calidad de plebeyo.
Hasta donde sabían, el hombre seguía buscando trabajos pero su actitud petulante y de superioridad aún no se disipaba. La arquera deseaba de todo corazón que su padre encontrara la humildad ahora que se había convertido en lo que más detestaba: un plebeyo.
"¿Podemos quitarle las botas a alguien más? Me aburriré mucho mientras esperamos", se quejó Kronya.
"No, no vamos a quitarle nada a nadie más", Monica bufó y enseguida agregó con seriedad, "al menos no hasta que Su Majestad lo ordene".
La Emperatriz suspiró de manera pesada y calmó a todos con un movimiento de brazos. "Sólo serán un par de semanas, creo, quizá un poco más, pero traten de no matar a nadie, apedrear a nadie, lanzarle flechas o dagas a nadie y tampoco beban todo su salario antes de su siguiente paga. Y eso lo digo por ti, Shez".
Byleth no evitó una sonrisa pequeña de orgullo: Edelgard confiaba en sus compañeros, y estos en ella. Seguían siendo un magnífico grupo.
"Yo mantendré a Edelgard a salvo", aseguró Byleth.
"Cualquiera que esté a tu lado puede saberse a salvo, profe Bylie", dijo Dorothea con un guiño de ojo, para enseguida mirar a Edelgard con una sonrisa enorme. "Te la encargamos mucho, es nuestra adorada Edie".
La Emperatriz se llevó un par de dedos al tabique de su nariz, había cosas que simplemente no cambiarían.
"La junta ha finalizado. Sigan con sus pendientes, por favor. Si me necesitan, estaré en mi estudio revisando los reportes que me faltan. Byleth y yo saldremos mañana en la noche". Sin decir más, tomó a Byleth por la mano y fue la primera en salir de la sala de juntas, llevándose a la profesora. Ésta no opuso ninguna resistencia.
Se escucharon algunas risas apenas cerró la puerta tras de sí, Edelgard pudo escucharlos reír. Byleth sonreía.
"El, me alegra que sigan unidos".
"Si no los quisiera tanto los despediría", bufó Edelgard aún apenada.
Y Byleth rió, haciendo sonreír a la joven Emperatriz. Por su lado, Sothis seguía mirando todo con atención, incluso sintió una calidez en su ser al ver a esos chicos pasarla tan bien. La Diosa, por supuesto, tenía muchas preguntas pero no preguntaría a menos que fuera necesario. Y agradecía mucho que Byleth respetara su petición de dejarla conocer el mundo por medio de sus ojos y oídos.
"Me honra que me nombraras comandante, pero me gustaría saber cuál va a ser mi trabajo exactamente", dijo Byleth apenas llegaron a la oficina de Edelgard.
"Nos ayudarás en los ataques principales, tus capacidades de combate y estrategia nos serán de mucha ayuda", respondió Edelgard con recuperada seriedad y profesionalidad. "Entraré en más detalles cuando estemos de viaje, lo prometo, por ahora creo que debo devolverte esto".
La Emperatriz sacó de debajo de su escritorio la mochila y las armas de Byleth, quien no pudo contener una sonrisa mientras abría su mochila y sacaba sus diarios, rápidamente revisó los cumpleaños de todos sus alumnos y amistades.
"Gracias, El".
"Por nada, By. Además, tengo tu dinero guardado para que lo ocupes como mejor creas. Lamento que tengamos que estar de viaje cuando sea el cumpleaños de Hubert y no puedas hacerle una fiesta el día que querías", se disculpó Edelgard.
Byleth negó. "Le conseguiré regalos de la Alianza y del Reino y se los daré cuando volvamos. También a Ferdinand".
"Y también espero no estar abusando de ti por hacerte llevarme a ver a Dima y a Claude".
La mercenaria volvió a negar. "Dije que estaría contigo y te apoyaría, cumpliré mi palabra".
La Emperatriz se aclaró la garganta. "Hay… Hay cosas que prometí decirte y no tuve la oportunidad de hacerlo, lo siento. Debí haberlo hecho antes".
"Hablas sobre los secretos que aún sabes de la Arzobispa y de la Iglesia, ¿verdad?"
"Sí, te diré todo en el viaje".
"¿Quieres escucharlo todo o quieres que lo descubramos juntas, Sothis?" Preguntó Byleth a la Diosa. Tenía presente en todo momento la petición que le hizo.
"Descubramos esos secretos juntas", respondió de inmediato la Diosa. "Quiero atestiguar todo sin manipulaciones".
Byleth asintió discretamente y volvió su atención a su amada. "No es necesario que me digas nada, El. Quiero descubrir todo por mi misma", dijo de inmediato, tomando por sorpresa a la joven Emperatriz.
"Pero no es justo que pelees por una causa por la que no sabes los detalles", alegó Edelgard con seriedad. "No quiero usarte, quiero que pelees a mi lado. Quiero demostrarte todo lo que aprendí de ti, quiero demostrarte mi fuerza".
"Lo sé, El", la mercenaria envolvió a la Emperatriz en sus brazos, de inmediato la sintió relajarse en el abrazo. "Y sé que tienes un peso enorme encima, sé que sabes cuántas vidas costará esto, y ya quedamos en el acuerdo que hagas algo o no, muchas vidas seguirán perdiéndose sin una razón".
Edelgard sonrió y correspondió el abrazo, su rostro descansando en el hombro de Byleth. "Gracias por elegir éste camino conmigo".
"Lo que sea por mi alumna favorita".
"Sólo no menciones eso a los demás o se pondrán tristes".
"¿Los demás ya saben eso que me quieres contar?"
"Sí".
"¡Buen trabajo, Edelgard!" Byleth incluso la cargó un poco, se notaba contenta a su modo. "Todos te siguen porque creen en ti, eso me alegra mucho".
Edelgard se sonrojó. "Gracias. Entonces… ¿Está bien si por medio de ellos descubres esos secretos?"
"Si la conversación va en esa dirección, sí".
"Bien".
"¿Te ayudo con tu papeleo? Quiero aprender a llenar reportes".
"De acuerdo, pero no dudo que Monica te preste ayuda si se lo pides".
Antes de soltarla, Edelgard se envalentonó y besó a la mercenaria con dulzura. Un beso breve y lindo. Byleth intentó alargarlo pero Edelgard detuvo el beso.
"Me encanta besarte, pero estamos…"
"Trabajando, lo sé. Trabajemos".
Y eso se dedicaron a hacer el resto del día
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"¡¿Cómo que Ella voló hacia el oeste?!" Una alterada Rhea no podía dejar de caminar de un lado a otro cual fiera enjaulada.
Catherine y Shamir sólo la miraban y tenían una sana dosis de precaución, no podían tomar a la ligera a un dragón adulto, mucho menos a uno que estaba embargado por la furia. Ellas no eran las únicas presentes, Seteth también estaba en la oficina.
Rhea había decidido dar una visita a la caverna y sólo descubrió los restos del cascarón. Reunió a aquellos que sabían sobre el estado de Byleth, pero Shamir y Catherine no estaban por ningún lado. Las ausentes regresaron diez días después, alegando que fueron a visitar a Byleth cuando vieron a un dragón pequeño salir de la caverna. Lo siguieron pero su wyvern estuvo nervioso todo el tiempo y escapó por culpa del miedo que le provocaba el pequeño dragón, dejándolas a su suerte.
Ambas, desde luego, inventaron parte de la historia, pero no muy alejada de lo que en verdad pasó para que nadie sospechara nada, por lo menos Rhea. Reportaron haber seguido a Byleth hasta que simplemente le perdieron el rastro y no les quedó más remedio que volver al Monasterio.
"No nos fue posible seguirla, lo lamentamos, Lady Rhea", se disculpó Catherine mientras se inclinaba.
Shamir en serio estaba sorprendida, y de muy buena manera, de que su compañera se portara así con Rhea. Era muy normal cambiar de parecer luego de ver cómo la persona idolatrada secuestraba y transformaba a una pobre chica en un dragón contra su voluntad.
"A pesar de que el dragón tomó descansos constantes, cuando retomaba el vuelo ganaba mucha distancia hasta dejarnos muy atrás", agregó Shamir. Debían hacer la historia lo más verídica posible.
Rhea se sentó tras el escritorio. Estaba confundida. Se supone que Sothis saldría…
"Quizá Ella se sintió desorientada", supuso Seteth. No estaba seguro de que el experimento fuera el éxito que Rhea esperaba, pero era confuso que el dragón con la sangre y el corazón de Sothis simplemente se fuera.
Rhea negó. "No creo que sólo sea eso… Quizá…" La mujer se frotó el rostro con una mano. "Byleth me dijo que tenía un contrato con el Imperio, así que sospecho que ese fue uno de sus últimos pensamientos. Sospecho que Ella debe estar en el Imperio".
"Si un dragón desorientado hubiera llegado al Imperio, sería la noticia del momento", supuso Shamir. Lo mejor era portarse profesional como de costumbre. "¿Desea que investiguemos?"
Rhea asintió. "Pero que sea de manera discreta, sólo quiero saber si Ella llegó a salvo o no al Imperio", claramente recordaba que no dejó una buena impresión en la actual Emperatriz, pero al menos ésta había dejado su hostilidad de lado. Lo único que temía era que ese pequeño dragón se hubiera debilitado por completo y quedado a medio camino.
Seteth pronto pensó en loo mismo. "Debemos encontrarla, recién eclosionó y necesita más tiempo para ganar fuerza. Si siguió su instinto, entonces el dragón debe estar en alguna cueva descansando".
Rhea asintió. "Shamir, ve al Imperio e investiga si alguien sabe algo del Dragón".
"A la orden".
"Yo mandaré a mis propios hombres a revisar el camino para verificar que el Dragón no se haya quedado sin fuerzas", dijo Seteth de inmediato.
"Y respecto al asunto de la Reliquia", Rhea se dirigió al par de guerreras. "Ya tengo a mis propios hombres trabajando en ello", y con ello, se refería a aquellos a los que les había dado su sangre, humanos como Jeralt que le servían fielmente desde hacía siglos y que la habían ayudado a cambiar de identidad cuando el momento llegaba. "Ustedes regresen a sus actividades habituales".
Las guerreras asintieron y la reunión se dio por terminada.
La noche de ese mismo día, Alois llegó de una misión y, al saber que Shamir y Catherine al fin habían aparecido, fue a buscarlas. Y Alois era alguien en quien ellas confiaban plenamente aunque nunca fueran a admitirlo en voz alta.
Se reunieron en el Cuartel aprovechando que ya no había nadie trabajando, tenían el sitio para ellos solos. Y sólo Alois tuvo permitido saber lo que verdaderamente pasó con Byleth. Por toda respuesta, el Capitán se echó a reír.
"Por supuesto, la profesora es una persona de palabra, justo como su padre", comentó Alois con alegría. Notó el gesto de sorpresa en sus colegas.
"¿También conociste al padre de Byleth?" Preguntó Shamir.
"¿Cómo que también? ¿Qué pasa?" Catherine miró a ambos a turnos.
"Yo trabajé unos meses con el grupo del Quiebraespadas después de escapar de Dagda", explicó la arquera de manera breve.
"Y yo aprendí todo lo que sé de ese hombre, su nombre era Jeralt Reus Eisner, y la mujer a la que él amaba se llamaba Sitri", explicó Alois.
"Espera, espera… Ese nombre… Él fue el anterior Capitán, lo leí en los registros", dijo la maestra espadachina. "Se supone que ellos están aquí enterrados, siempre les has llevando flores".
"Y al parecer, he estado llevando flores a una tumba vacía y a otra persona", Alois no podía dejar de sonreír. "Desconozco la historia, pero ellos se fueron del Monasterio y se volvieron padres. Un día antes de que pasara lo que pasó, le hice saber a Byleth que conocí a su padre y a su madre, ella se sorprendió un poco. Le prometí hablarle más de ellos mientras vivieron en el Monasterio", el hombre suspiró, su sonrisa ahora triste. "Me hubiera acercado desde antes".
"Aún tienes oportunidad, lo importante es que ahora ella está a salvo y es consciente de lo que le pasa", aclaró Shamir.
Alois asintió. "Muchas gracias por confiar en mi y decirme lo que pasó de verdad".
Las guerreras se miraron entre sí y sólo sonrieron.
"Por el momento nos queda esperar", Catherine suspiró. "Ahora que tienen a Byleth en el Imperio, quién sabe si la Emperatriz decida hacer algo al respecto".
"Como dices, sólo queda esperar", Shamir se estiró un poco, había sido un largo viaje de regreso al Monasterio, necesitaba descansar. Además, por el mensaje que recibió de la Emperatriz, estaba segura de que algo iba a suceder, algo grande.
Y cuando eso sucediera, la arquera tendría que elegir entre quedarse en el Monasterio o seguir su instinto.
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Edelgard y Byleth saldrían al anochecer tal como estaba planeado, así que Byleth se tomó ese día para ponerse al día con sus alumnos. Descubrió que Dorothea y Petra estaban en cortejo formal y tenían en planes mudarse a Brigid apenas se terminaran las hostilidades, Ferdinand y Hubert también parecían tener un asunto privado, pero eran bastante discretos. También escuchó de Kronya cómo comenzó a trabajar para Hubert y luego se unió a las Águilas. Fue a visitar a la Capitana Berling y platicó un rato con ella.
Y como le prometió a Sothis, se dio tiempo para leer sobre la historia de Fódlan, así como los escritos y preceptos de la Iglesia de Seiros.
A Sothis no le sorprendió del todo lo de la historia de Fódlan, ella misma vio el levantamiento y la caída de una civilización, la de los Agarthanos. Y también estaba sorprendida de ver a una joven Agarthana entre los conocidos de Byleth, pero por lo que escuchó de la chica, no la pasó bien con ellos.
"¿De verdad estos son reglamentos de la Iglesia?" Sothis estaba francamente sorprendida. "¿De verdad alguien cree que yo aprobaría que maten o roben a personas en mi nombre?"
Byleth se encogió de hombros. "Mi padre fue el Capitán de la Orden de los Caballeros de Seiros, él me contaba lo arrepentido que estaba por lo que hizo en nombre de la Iglesia".
Sothis gruñó. "Además está la Furia Blanca…" Miró el grabado en el libro que Byleth tenía abierto. ¡Por supuesto que sabía que ese dragón era su hija Seiros! ¿En serio se presentó a sí misma como la salvadora, cuando en realidad sólo tomó su forma de dragón en esa batalla? Y además afirmaba haber sido enviada por la Diosa Madre. No mencionó nada de eso, desde luego, eso ya lo discutiría con su hija. "Ugh, esto es un desastre".
"¿Quieres que leamos más?"
"No, vayamos a tomar algo de aire fresco, tu Emperatriz te espera al anochecer. Debes demostrar tu fuerza, ahora eres un dragón y debes ser tan poderoso como uno, de lo contrario, me sentiré muy decepcionada".
Byleth puso un gesto de niña regañada. "No he tenido tiempo de entrenar".
"Mocosa, me diste más de un año y medio de pelea antes de que habláramos como seres civilizados, eso definitivamente cuenta como entrenamiento, créeme", alegó Sothis. "Por eso te agotabas rápido luego de salir del Huevo, estabas desgastada".
"Oh. Espero que eso no pase cuando viaje con Edelgard".
"No pasará, sólo come bien, justo como dijo tu alumna de Brigid".
"Lo haré".
"Por cierto, la cantante es muy linda".
"Lo es".
"Y ese chico todo de negro parece un cuervo, es muy sospechoso".
"Ese es su trabajo".
Sothis suspiró hondo. "Vamos a dar un paseo a la ciudad, anda".
Enbarr era una ciudad increíblemente activa. Gente iba y venía, algunos por sus compras, otros a sus trabajos, algunos trabajando y otros pasando el día. Muchos niños corrían por las calles y algunos jugaban con ramas fingiendo pelear. Byleth precisamente miraba a los pequeños y su cuerpo deseaba ir con ellos y enseñarles a usar apropiadamente esas ramas-espada, pero se topó a alguien en su camino, era Bernadetta.
"Bernie", el gesto de Byleth se suavizó.
"Profesora, espero no molestarte en tu caminata", dijo la arquera, apenada.
"No, no me molestas. ¿También estás paseando?"
"Quiero ir a comprar algunas pinturas. Edelgard dijo que aprovecháramos el tiempo y… Y… Quiero pintar hasta que regresen".
"¿Te acompaño?"
"¡S-Sí!"
Mientras ambas iban al mercado, Byleth recordó lo que la arquera comentó durante la junta el día anterior.
"Entonces… ¿Destituyeron a tu padre?"
"Sí, Edelgard lo hizo el día que llegamos aquí luego de graduarnos", explicó Bernie de inmediato. "Fue a recibirme y… Bueno, comenzó a gritarme al ver que estaba con Dorothea. Mi padre odia a los plebeyos y… Comenzó a decirme cosas horribles y dijo que la Diosa no gustaba de niñas inútiles como yo…"
Tanto Byleth como Sothis fruncieron el ceño.
"Y Edelgard y mis amigos lo enfrentaron y", la chica rió un poco, "lo vi tan asustado… Edelgard lo destituyó al momento. Le quitó todo el poder que tenía y tengo entendido que mi padre aún lidia para conseguir trabajo".
"¿Y tu madre?"
"Edelgard la puso a salvo en una pequeña villa, tiene una vida tranquila. Puso a alguien de confianza encargándose del territorio de los Varley".
Byleth asintió. "Me alegra saber eso". No tardó en mirar a los alrededores. "Todo está muy activo".
"Dorothea me dijo que las calles han cambiado desde que Lady Edelgard está en el trono", comentó Bernie.
Tanto la Diosa como la mercenaria le pusieron atención. La arquera siguió hablando.
"Ella me contó que las calles tenían a muchos niños y personas hambrientas".
"Al Imperio no le falta comida", comentó Byleth con sorpresa, "hay tanta que incluso han estado enviando comida al Reino, ¿o no?"
"Oh, verás… Um… Bueno, yo no salí de mi casa hasta que me mandaron a la Academia, pero Dorothea nos contó a todos que los Nobles siempre han acaparado todo, y mucha de la gente pobre eran nobles sin emblemas o hijos que nacieron sin emblema y fueron desechados. Bernadetta se encogió de hombros. "Dorothea fue de esos niños rechazados, ella misma nos lo contó, y también nos contó que la profesora Manuela fue quien la rescató de las calles y la llevó a la Compañía Operística".
Y tanto Byleth como la Diosa fruncieron el ceño.
"Debo ponerme al corriente con todos ustedes", dijo Byleth con tono grave. "Los dejé mucho tiempo solos. En verdad lo siento".
Bernadetta negó varias veces. "Eso no fue tu culpa. Viniste con nosotros aunque aún no tenías fuerzas. Gracias, profesora", y no resistió abrazarse a su brazo con fuerza.
Byleth sonrió suavemente. "¿Compramos algo para comer y platicamos? Quiero escuchar todo lo que has hecho".
El gesto de la arquera se iluminó. "¿Podemos ir a los prados?"
"Por supuesto".
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"Milady, comprendo que esto es algo de lo que debe encargarse, pero le suplico que tenga cuidado", insistió Hubert, protector como siempre.
"Lo mismo digo", dijo Monica. "Sé que Byleth la protegerá, su Majestad, pero sabemos que la Arzobispa hará lo posible por encontrar a Byleth".
"Y por eso mismo no es mala idea que estemos fuera por un par de semanas", dijo Edelgard mientras se ponía ropa menos llamativa y terminaba de preparar una mochila ligera. "Si llegaran a venir los Caballeros de Seiros, entonces pueden dejarlos pasar y que revisen lo que quieran, así estaremos fuera de sospecha".
"¡Usted es brillante!" Exclamó Monica con emoción. "Nos encargaremos de eso".
"Así será, Lady Edelgard".
Ya alistada, salieron a uno de los patios privados del castillo, Byleth ya estaba en forma de dragón y ya se había despedido de todos sus alumnos. Todos estaban ahí para despedirlas.
"Sé que ustedes se encargarán de todo mientras no estamos. Si tenemos suerte, quizá logremos que Claude y Dimitri encuentren alguna manera de ponerse de nuestro lado".
"Y si no, al menos sabrán mantenerse neutrales", comentó Ferdinand de manera pertinente.
"Así es", sonrió la Emperatriz. "Estaremos de regreso antes de la Declaración Oficial de guerra, hasta entonces, traten de descansar".
Todos respondieron de manera afirmativa y Byleth sólo lanzó un pequeño gruñido de contento. Se agazapó para permitirle a Edelgard subir a su espalda, de hecho, entre todos tuvieron que preparar una montura para que Edelgard pudiera ir más cómoda.
"Cuida de ella, profe", dijo Shez, dándole una palmadita en la cabeza al dragón.
En respuesta, Byleth lamió la cara de Shez, llenándola de baba.
"¡Puaj! ¡Eres horrible, profe!"
Y por la cara que puso el dragón, sabían que se había divertido con su broma.
"Ugh, sigues siendo una niña malcriada", se quejó Sothis, pero por dentro estaba satisfecha de ver a un grupo tan unido. Y también seguía horrorizada después de escuchar toda la historia de esa chiquilla Bernadetta.
¿Qué clase de mundo era ese?
¿Cómo fue posible que su hija permitiera un mundo donde un hombre amarrara a su hija en una silla para enseñarle a ser una buena esposa? ¿Un mundo donde la única razón por la que ese hombre no lanzó a su hija a la calle era porque tenía un emblema? La Diosa quería y no quería escuchar los detalles de la historia de la linda cantante, porque sabía que se enfadaría más de lo que ya estaba.
Edelgard se acomodó en la montura, obviamente no necesitaba riendas.
"Listo, podemos partir", indicó la Emperatriz. "Iremos primero a las tierras de los Riegan y después a Firdhiad".
"Serán distancias muy largas", dijo Monica con seriedad, sujetando un poco el hocico del dragón. "No te fuerces demasiado y toma descansos, y procura comer todo lo posible".
Byleth gruñó afirmativamente en respuesta.
"No olvides que llevas a nuestra querida Edie contigo, profe", Dorothea le dio un cariño al dragón. "Cuídala mucho, es la única Edie que tenemos".
La Emperatriz se sonrojó ligeramente.
"Traigan algunos regalos, ¿sí?" Pidió Caspar.
"Y manden nuestros saludos a todos", dijo Ferdinand enseguida.
"Así lo haremos", Edelgard tomó aire. "Profesora mía, partamos".
Byleth batió sus largas alas y no tardó en perderse entre la oscuridad de la noche junto con Edelgard.
CONTINUARÁ…
