Disclaimer: Los personajes de Saint seiya pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.

One shot: Junshin

La silueta de un hombre se alzaba en medio de la oscuridad observando hacia el cielo. Una gran cantidad de plumas doradas caía como lluvia con la misma gracia que las hojas danzando al son del viento. Sabía el significado de aquel fenómeno tan poco común. En contraste con la bella imagen que formaba con el paisaje, el motivo detrás era sumamente deprimente. Lo podía sentir. Como caballero era sensible a los cambios que ocurrían en el cosmos de los demás. Especialmente cuando se trataba de un compañero dorado.

—Entonces tú también has muerto, Sísifo —susurró Deuteros atrapando una pluma entre sus manos—. Qué ingenuo. Te sacrificaste para que los débiles pudieran sobrevivir —meditó en voz alta haciendo una mueca entre burlona y triste como si aquello fuera una cruel broma de los dioses—. Nunca entendí ese modo tuyo de ser, pero sé que te fuiste después de cumplir tus metas —se consoló así mismo sabiendo que nadie más lo haría.

En la isla Kanon sólo se encontraba él de momento. Al menos consciente. El santo de Libra permanecía sentado al fondo de una cueva víctima de una herida del alma provocada por el dios del inframundo. Debía despertarlo y unirse pronto a la guerra santa que se estaba librando. Lo sabía. No obstante, por un breve instante quiso revolcarse un poco en sus sentimientos complicados. Sabía que una vez que despertara a Dohko estarían en una carrera contra el tiempo. Y lo último que deseaba era mostrar sus sentimientos más profundos hacia alguien que, si bien era un compañero de armas, no era su amigo ni mucho menos.

El gemelo menor miró nuevamente hacia el cielo mientras recordaba cómo había sido el día en que conoció al santo de sagitario.

Aspros había perecido tras su intento de asesinato al patriarca, pero a pesar de todo fue enterrado de manera digna junto a los demás caballeros en el cementerio. En parte se sintió aliviado y agradecido de la piedad mostrada. Habiendo sido su objetivo, pensó que Sage permitiría que el cuerpo de Aspros fuera cruelmente arrojado afuera del santuario sin ningún respeto o dignidad. Sabía de sus crímenes y que, si hubieran tomado dicha elección, nadie se hubiera opuesto o juzgado como injusto. Empero, no habría dejado de sentirse incorrecto. Suspiró aliviado al saber que eso sólo quedó en un pensamiento de "si hubiera..."

El problema ahora era que se sentía solo. No había nadie para él. Ciertamente había sido ayudado y alentado por los demás santos de oro. Asmita de Virgo lo liberó del satán imperial, Degel de acuario investigó el incidente de las Pitonisas sabiendo casi de inmediato que él era inocente, Shion de Aries le brindó su ayuda también. Debería sentirse regocijado de que ellos le reconocieran como un digno santo de géminis, pero le era complicado hacerlo. Ese no era su lugar. Él nació como una estrella de la desgracia. Y quizás lo era. Si él no hubiera existido, Aspros no se habría vuelto tan obsesivo en convertirse en patriarca. Aquella meta era en beneficio suyo. Y aunque no lo pidió, no dejaba de sentir que su mera existencia lo orilló fuera del camino correcto.

Él era una sombra. Existía por y para Aspros. No había forma de imaginar un mundo sin él. Pero parecía que todos los demás sí. Ciertamente ellos eran gemelos. No negaba que la armadura de géminis los reconoció a ambos. Sin embargo, si él vestía la armadura de géminis ¿estaría reemplazando a su hermano? ¿Tan fácil era para el santuario intercambiar a uno por otro? ¿Qué sucedía con todas las contribuciones y esfuerzos de Aspros? ¿No valían de nada ahora que estaba muerto? Simplemente les bastaba con colocar a alguien igual en apariencia ¿y eso era todo?

Sus reflexiones se vieron interrumpidas cuando sintió una presencia nueva en ese lugar. Cosa extraña. Se suponía que nadie visitaría la tumba de un traidor como Aspros. Suficiente piedad fue enterrarlo con honor. O quizás era eso. Alguien molesto de que Aspros descansara en suelo sacro venía a cometer una blasfemia en su tumba. Ese sólo pensamiento lo enfureció al punto de atacar sin siquiera observar al invasor.

Sísifo —susurró sorprendido cuando su ataque fue detenido.

Estoy sorprendido —dijo sagitario con los ojos abiertos sin creer lo que veía—. Tú y Aspros son como dos gotas de agua —apreció observándolo de arriba abajo sin reparo.

"Algo bastante obvio. Somos gemelos". Pensó el nuevo santo de géminis. Mas no externo ese pensamiento por mera educación. El hombre delante suyo era el sucesor elegido por el patriarca. Aquel que había superado a su hermano. Y para colmo, aquel de quién Aspros estuvo enamorado. Nunca entendió porque siendo correspondido no se le confesó. Su hermano mayor aseguraba que sería rechazado, pero él lo dudaba. ¿Quién podría rechazar a alguien cómo Aspros? Aunque teniendo en cuenta la persona delante suyo...

He oído que rechazaste tomar el trono de Patriarca —mencionó Deuteros queriendo entender la forma de pensar del otro.

Si rechazó algo tan bueno como el puesto de patriarca, existía la posibilidad de que también fuera capaz de rechazar a Aspros.

No entendía nada entre esos dos. Y de Sísifo sólo sabía a través de los relatos de su gemelo. Él siempre le había relatado que el arquero era alguien impulsivo, torpe, pero amable y cálido. Si era tan buena opción ¿por qué seguía negándose a lo que por derecho le pertenecía? Lo tenía todo; el poder, el apoyo de todos los santos, el favoritismo de Sage. ¡Incluso el amor de Aspros! ¡¿Qué más codiciaba ese hombre?! ¿Es que acaso su ambición era incluso más grande que la de Aspros?

Yo no puedo convertirme en patriarca —respondió con pesimismo sagitario—. En poco tiempo seré devorado por la oscuridad. No hay cómo evitarlo, además cientos de talentos empiezan a florecer y es mi meta protegerlos —anunció de manera más animada.

Tenía una mirada llena de esperanza y una sonrisa amigable. No sabía si lo hacía a propósito o si era su encanto natural, pero se sentía bien verlo sonreír. O quizás era su falta de interacción humana. Después de todo la única persona con la que hablaba era su gemelo, quien cambió gradualmente volviéndose irreconocible. Se fue mal acostumbrando en sus últimos tiempos a recibir esas sonrisas maliciosas cargadas de crueles intenciones de Aspros, ver una que era tan opuesta como la del arquero, lo sorprendía.

Meta —repitió Deuteros volviendo a sus reflexiones originales—. Aun después de la muerte de mi hermano sigues rechazando el trono de patriarca —acusó viéndolo fijamente a la espera de que tenía para decir en su defensa—. Yo todavía no puedo entender lo que significa eso. Sin embargo, asumo que tendré alguna meta que alcanzar —mencionó cerrando sus propias manos en puños como si de esa forma pudiera llenar el vacío.

Aspros estaba mejor capacitado que yo para el puesto —mencionó Sísifo mirando la lápida con su nombre—. Él poseía muchas cualidades que yo no —dijo con melancolía arrodillándose sobre su pierna izquierda para acariciar las letras en la piedra con sus dedos—. Entre las que más valoré estaba su determinación —señaló con la voz temblando un poco—. Él era tan hábil, siempre con sueños, metas y planes para mejorar la vida en el santuario. A diferencia suya yo... yo no tengo futuro —finalizó silenciándose de golpe.

Deuteros no dijo una palabra. Aunque el santo de sagitario le estaba dando la espalda podía imaginar sus ojos cristalinos al pensar en su amor perdido. No lo había expresado en voz alta. Mucho menos se lo diría a él, cuya existencia acababa de reconocer, pero era cierto. Sísifo amaba a Aspros tanto como éste a él. Quizás era esa la verdadera, o en parte, la razón por la que rechazaba el puesto de patriarca.

Deuteros podía empatizar con sus sentimientos.

Estaban en las mismas condiciones. No se atrevían a ocupar el espacio de Aspros de manera tan acelerada como si su vida no hubiera tenido significado. Quizás el santo delante suyo era el que mejor podía entender su dilema. Sísifo no podía aceptar el puesto de patriarca, así como él mismo rechazaba la armadura de géminis. Todos los alentaban a tomar lo que "por derecho era legítimamente suyo". Sin embargo, se aferraban a sus sentimientos por Aspros. Aun sin decirlo en voz alta estaba seguro de que el arquero se sentiría tan sucio como él de actuar como animales carroñeros despedazando todo lo que alguna vez fue del gemelo mayor.

Había creído que por la falta de tiempo Sísifo y él no podrían convivir tanto como lo hacía con la gente del santuario, pero sorprendentemente sagitario se hacía espacio para visitarlo. A menudo sólo iba a ver si seguía vivo y si se encontraba bien. No iba con malas intenciones. Y muchas veces ni siquiera le dirigía la palabra. Probablemente acostumbrado a guardar silencio mientras veía al Cid entrenando. Lo mismo hacía por él y sólo lo acompañaba sin emitir sonido alguno cuando lo veía practicando sus técnicas. No le reprochaba cuando le daba la espalda como si no existiera. Creyó que luego de hacer eso unas cuantas veces dejaría de visitarlo, pero no fue así. Siguió buscando asegurarse de su bienestar como le dejó bien claro desde el inicio.

Poco a poco Deuteros dejó de ser tan tosco. A pesar de que las visitas del arconte del centauro eran breves y esporádicas no podía decir que no eran gratificantes. A menudo le hablaba acerca de los nuevos talentos que tanto deseaba proteger. Otras veces le relataba animadamente anécdotas de cuando Aspros y él eran aspirantes. Tiempos mejores donde el gemelo mayor no estaba corrompido. Apreciaba oír esas historias desde una perspectiva diferente a la contada por su gemelo, pero también podía notar la tristeza en los ojos de Sísifo. Cada vez que hablaba del santo caído le quedaba claro con dolorosa certeza la profundidad de sus sentimientos.

Al darse cuenta de la persistencia de estos incluso después de su deceso, comenzó a sentir molestia. Por primera vez en su vida, el nombre de su hermano le causaba malestar. Y se asustó por eso. ¿Acaso se estaba volviendo una calamidad como dictaba su destino? ¿Su corazón comenzaba a corroerse por la oscuridad como le sucedió a Aspros?

Estoy seguro de que es la primera vez que me siento así

Las amables palabras de sagitario solían brindarle esperanza. La misión que les fue encomendada como santos de Atena tenía significado. Todo lo que hacían era por un bien mayor. No luchaban simplemente por motivos egoístas, lo hacían por la humanidad. Por proteger la justicia. Ellos eran el símbolo de esperanza. No importaba que le dijeran demonio a Deuteros, el propio arquero le dijo que como le llamaran los demás no tenía significado. Era un santo digno y legítimo por lo cual debía sentirse orgulloso. Y comenzó a creerlo. Deuteros empezó a aceptar las palabras de los santos de oro como una verdad.

Gracias a Sísifo dejó de sentir que le estaba robando a su gemelo. Lógicamente respetó su deseo de no utilizar la armadura de momento. Era su forma de mostrar su duelo por su gemelo. Sagitario no tenía nada que decir al respecto pues él siguió tercamente rechazando ser patriarca. Mas, Deuteros consideraba justo darle algunas palabras de apoyo. Lamentablemente el don de la palabra no era lo suyo. Toscamente quiso hacerle entender lo mismo que hacía por él, pero esa conversación terminó con un "gracias, pero sé lo que hago". ¿Acaso seguiría guardando luto hasta el día de su muerte?

¿Conoces el significado del amor verdadero?

¿Se supone que duela tanto? ¿Es así como se debe sentir el amor? Deuteros tenía miedo de preguntar. A menudo dudaba de sus propios sentimientos. No sabía si eran sinceros o sólo un apego por la costumbre. Esa posibilidad lo aterraba. Sentirse "enamorado" sólo por confundir el trato amable de Sísifo con algo más. Él no era especial. Sagitario era igual de protector y amable con todos por igual. El único especial fue Aspros. Tal vez estaba volviéndose codicioso y estaba robando todo lo que alguna vez fue de su hermano; la armadura, su puesto como santo dorado y ahora el amor de Sísifo. Estaba abusando de su buena suerte a costa de la muerte de su familiar. Era tan vil que hacía honor a su apodo de "demonio".

Cuando me veo frente al espejo mi falta de amor propio me hace preguntarme ¿me reconoces a mí o sólo ves la sombra de Aspros?

¿Sería demasiado cruel de mi parte tomar su lugar para consolarte? Aceptar ese amor que ustedes nunca concretaron como mío. ¿O soy demasiado codicioso al pedir que me veas a mí y no a la sombra de mi hermano? Por primera vez no deseo ser sólo su sombra. Deseo ser yo a quien veas, pero me aterra descubrir que sigo siendo la sombra de siempre. Duele ver la realidad. Yo no soy nadie y jamás lo fui ni lo seré. Aunque yo te amé tengo que reconocer que esas miradas efímeras llenas de amor quizás no estaban dirigidas a mí. Empero, las que yo te dedico sí son todas para ti, Sísifo.

Después de todo mi hermano y yo tenemos gustos similares. Incluso en cuestiones de amor por lo que veo. Si me quedo más tiempo a tu lado, sólo me lastimarás más, pero ya es tarde para alejarme también. ¿Cómo podría confiar en ti cuando mi corazón se ha vuelto tan vulnerable ante ti? No me duró ser feliz. Piensas sólo en Aspros. No sé si lo puedas olvidar, pero si desearas algo conmigo debes demostrar que no estás buscándolo en mí. Sólo una señal, un pequeño gesto, cualquier cosa que me pruebe que no soy un mero sustituto para ti.

Si llegaras a amarme mi felicidad no tendría límites.

Deuteros era conocido como el demonio de la isla Kanon. Un santo poderoso y sanguinario, ¿qué clase de chiste sería verlo sufrir por algo tan mundano como un amor no correspondido? ¿O acaso los ojos del arquero podían llegar a verlo a él y no al recuerdo de su hermano? El santo de géminis se reía de sí mismo por lo absurdo de la situación. El miedo a ser rechazado si confesaba sus sentimientos, el cual era incluso mayor al pensar en la posibilidad de que sagitario sólo lo viera como el repuesto de Aspros como lo vieron todos en el santuario cuando le ofrecieron la armadura de géminis. Ahora entendía porque su hermano se cohibía en ese aspecto. Y si el gemelo mayor siendo la epitome de la belleza masculina y el ideal que cualquiera soñaría como pareja se sentía inseguro, ¿qué podría esperar él? Quien desde el inicio era sólo un parásito pegado al mayor.

Si te hubiera pedido que me besaras, ¿qué habrías hecho?

Alguna vez pensé que podríamos intentarlo luego de la guerra santa. Pero tú has decidido lastimarme y reunirte con mi hermano en el otro mundo. Otra vez pierdo ante él. Te vas de este plano terrenal. Seguramente satisfecho por proteger a los débiles y sin remordimientos hasta el final. Porque esa es la clase de persona que eres. Sin embargo, eres egoísta, Sísifo. Te marchas hacia la eternidad con la persona que amas y me dejas atrás sabiendo que te estaba esperando. Anhelaba tu regreso. La celebración de la victoria contra el ejército de Hades y en medio de los festejos de la victoria te habría pedido un beso para aclarar qué sentía por ti. Si sólo era cariño y gratitud o si había un amor correspondido por el cual luchar. No obstante, todo eso no es más que un sueño lejano ahora que estás muerto.

—Así es, el cumplimiento de nuestras metas nos lleva a la muerte —susurró el santo de géminis viendo la pluma entre sus manos desaparecer.

ingresó finalmente a la cueva donde descansaba el malherido santo de libra. Todavía incapaz de despertar por la herida sufrida. Roció algo de la sangre de Atena en sus dedos y los hundió en su pecho trayéndolo de regreso a la vida. Lógicamente estaba confundido y lleno de preguntas. Así que aclaró las principales antes de tomar la disposición de unirse a la batalla.

—Finalmente ha llegado la hora de usar la armadura dorada de géminis —dijo Deuteros con una sonrisa confiada recobrando las fuerzas para luchar ocultando detrás todos sus turbulentos pensamientos románticos.

El sacrificio de sus compañeros no sería en vano. Él y Dohko cumplirían su misión con éxito y traerían la victoria para Atena como los santos dorados que eran. Sus sentimientos personales eran eso. Suyos. Privados. Algo que ocultaría de todos los demás. Nadie necesitaba saber cuánto lo afectó la muerte de sagitario. Si acaso se volvería combustible para hacer arder su cosmos en batalla contra el enemigo responsable de su deceso.

Repetiré una y otra vez cuanto te amo cómo si fuera una oración. Lo diré tantas veces en mi corazón que incluso la misma Atena se sentiría celosa de mi devoción.

¿En algún lugar dentro de tu corazón mi oración será contestada?