Capítulo 18

El precio del liderazgo

Alicia se encontraba recostada en la camilla de la clínica privada de los Takamachi. Sobre su torso tonificado, la sonda del ultrasonido se desplazaba con suavidad, dejando un rastro de gel tras cada movimiento. Shamal, la doctora en jefe de la familia, mantenía los ojos fijos en el ecógrafo, analizando cuidadosamente los resultados en pantalla.

—Esto no es bueno… —dijo finalmente Shamal, dejando la sonda a un lado y mirando a la pareja con expresión seria.

—¿Qué ocurre, doctora? —preguntó Miyuki, algo preocupada, mientras sujetaba la mano de Alicia.

Shamal suspiró antes de comenzar su explicación.

—El cuerpo de la señorita Alicia está en excelente forma, eso es evidente. Sin embargo, ese nivel de desarrollo muscular, especialmente en el área abdominal, puede complicar el proceso de embarazo. Los músculos abdominales excesivamente fortalecidos generan una presión constante en la cavidad abdominal. Esto puede reducir el espacio y afectar el crecimiento del embrión. Durante el desarrollo del embarazo, el útero necesita expandirse progresivamente. Si hay demasiada resistencia muscular, se corre el riesgo de generar contracciones involuntarias, lo que podría afectar la implantación del óvulo o incluso aumentar el riesgo de un aborto espontáneo.

Alicia parpadeó, claramente confundida. Shamal continuó.

—Además, un exceso de ejercicio físico puede alterar el equilibrio hormonal, disminuyendo los niveles de progesterona, una hormona crucial para mantener el embarazo. También incrementa el cortisol, que en exceso puede ser contraproducente. Por todo esto, Alicia, es fundamental que reduzcas tu rutina de ejercicios si queremos que tu cuerpo acepte los óvulos de la señorita Takamachi.

Miyuki miró a su pareja con una ceja levantada.

—Alicia, ¿cuánto tiempo pasas haciendo ejercicio?

Alicia giró la cabeza hacia Miyuki con una expresión casual.

—Eh... pues todos los días, obviamente. Estos abdominales no los consigues gratis, ¿sabes? Y nunca te he escuchado quejarte cuando los acaricias... o los lames —agregó con una sonrisa traviesa.

El rostro de Miyuki se volvió de un rojo intenso.

—¡¿A-Alicia?! ¡¿Qué estás diciendo frente a la doctora?! —reclamó entre gritos, completamente avergonzada.

Shamal, que había estado observando la interacción con una sonrisa divertida, soltó una pequeña risa.

—No se preocupen, he escuchado cosas peores —comentó con calma—. Lo importante ahora es que con ese tipo de rutina de ejercicios, Alicia, será imposible que puedas concebir. Como tu doctora, tengo que prohibirte continuar con ella.

Shamal tomó un trapo húmedo y comenzó a limpiar el gel del abdomen de Alicia. Esta última hizo un puchero, pero no discutió. La doctora, con su acostumbrado profesionalismo, siguió enumerando las instrucciones.

—También será necesario que tomes hormonas y otros medicamentos. Tenemos que preparar tu cuerpo para que pueda aceptar los óvulos de la señorita Takamachi. No podemos permitirnos fallar; esta es nuestra única oportunidad.

Alicia frunció ligeramente el ceño, pero asintió en silencio. Shamal se puso de pie, comenzó a escribir en la historia clínica, y añadió:

—A partir de mañana, deberás venir aquí todos los días para hacerte pruebas de control. También necesitaré extraerte sangre regularmente.

El rostro de Alicia palideció de inmediato.

—¿Extracción de sangre...? ¿En serio? —preguntó con una voz casi infantil, mirando a Miyuki en busca de apoyo.

—Por favor, Alicia… —Miyuki suspiró—. Vas para los treinta años, no seas cobarde.

La doctora continuó con una advertencia adicional:

—Y por favor, queda terminantemente prohibido pisar el dojo. Informaré a Zafira para que lo supervise.

—¿Eh? ¿Por qué? —preguntó Alicia, visiblemente indignada.

Miyuki apretó el puente de su nariz con un gesto de exasperación.

—¡Porque necesitas dejar de hacer ejercicio, Alicia! —exclamó con firmeza—. ¡Nuestro hijo está en riesgo!

Alicia bajó la mirada, claramente sintiéndose como una niña regañada.

—Está bien… —murmuró, haciendo un puchero.

Shamal sonrió con satisfacción.

—Muy bien. Pueden retirarse. Las espero mañana, señoritas.

Alicia se impulsó desde la camilla con una sorprendente facilidad, utilizando únicamente la fuerza de su abdomen para incorporarse sin apoyo de las manos. Miyuki la observó con incredulidad.

—¿Ves? —dijo Miyuki, cruzándose de brazos—. ¡A eso me refiero! Imagínate que tengas a nuestro hijo ahí… ¡lo vas a aplastar con ese estómago de hierro!

Alicia se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa.

—¿Perdón…?

Tanto Miyuki como Shamal suspiraron al mismo tiempo, comprendiendo que hacer que Alicia se adaptara a un estilo de vida más relajado sería un reto monumental.

Nanoha estaba en su oficina improvisada dentro del vasto territorio Takamachi, sentada junto a Hayate y Mizuki. Habían convocado a Mizuki para que conociera el lugar, ya que si aceptaba trabajar con Nanoha, este sería su hogar y centro de operaciones. Sin embargo, al observar el caos en la mesa, Mizuki no pudo evitar fruncir el ceño. Había montones de papeles apilados de manera desordenada, como si fueran cartas de un juego.

—¿Me estás diciendo que tienes todo revuelto como si fuera un mazo de póker? —exclamó Mizuki, incrédula—. Nanoha, ¿y la organización? ¿Dónde quedó esa persona que conocía en la oficina, aquella que siempre tenía todo perfectamente ordenado cuando visitaba clientes? ¿Todo era una ilusión?

Nanoha soltó una risa nerviosa, evitando la mirada directa de su amiga.

—Ehhh... bueno… todo era más fácil en ese entonces. Solía organizar los documentos en orden alfabético... —explicó, como si aquello fuera una excusa válida.

Mizuki la observó como si acabara de crecerle un tercer ojo.

—¿Estás diciéndome que los reclamos de la compañía Zauren siempre tardaban porque su nombre comenzaba con Z? ¿Era eso cierto? —preguntó, completamente atónita.

Nanoha, atrapada sin salida, solo pudo reír de esa manera suya tan característica.

—Nyahahahaha… ¿perdón? —dijo con una sonrisa incómoda.

Mizuki se llevó una mano a la cara y suspiró profundamente.

—Increíble... este clan está perdido —sentenció.

Hayate, que hasta ese momento había estado disfrutando la interacción en silencio, intervino con una sonrisa divertida.

—Y por eso es que te necesitamos, Mizuki. Como puedes ver, Nanoha está a punto de volverse loca y cometer alguna tontería. Necesita a alguien que la mantenga en el camino correcto, una consejera eficiente. —Señaló a sí misma—. Pero también necesita una secretaria excepcional, alguien como tú, para que la ayude a organizarse. —Después, señaló a Mizuki con un aire de complicidad—. La verdad es que las verdaderas jefas aquí somos nosotras. Nanoha es solo la cara bonita.

—Oye… —protestó Nanoha, haciendo un puchero.

Mizuki rodó los ojos y comenzó a recoger los documentos esparcidos por la mesa, examinándolos rápidamente.

—Esto es un desastre absoluto. —Sacó varios papeles y los fue categorizando con eficiencia—. Esto es presupuesto, esto es para reuniones de comité, y esto es el business case para el año entrante. ¿Cómo es posible que estuvieran mezclados? —resopló, organizando todo en secciones ordenadas.

Nanoha la miraba con una mezcla de admiración y gratitud mientras Mizuki hacía en minutos lo que a ella le habría llevado horas, o incluso días.

—Nanoha —comenzó Mizuki, con un tono más serio—, si hago esto es porque realmente aún te tengo aprecio, pero necesito que entiendas algo. Mantener un clan multimillonario con tantas empresas no es lo mismo que gestionar una sola compañía. Esto es un monstruo administrativo, y vas a necesitar disciplina. ¿Lo entiendes?

Nanoha asintió rápidamente, animada.

—Sí, claro que lo entiendo.

—No, no lo entiendes —replicó Mizuki con severidad—, pero lo vas a entender. Te advierto, Nanoha, no me importa si estás teniendo un momento íntimo con tu esposa o cualquier otra cosa. Si en ese momento te necesito aquí, vas a traer tu trasero a esta oficina. Y no solo eso, vas a hacer lo que te diga. Porque te juro, Nanoha, que si no lo haces, seré capaz de traerte de los pelos.

Hayate estalló en risas, contagiando a Nanoha, que intentaba calmarse entre carcajadas. Una vez que ambas se recuperaron, Nanoha miró a Mizuki con una sonrisa genuina, extendiendo la mano.

—Bienvenida a bordo, Mizuki. Gracias por hacer esto. No te arrepentirás.

Mizuki soltó otro suspiro, aunque esta vez con una ligera sonrisa.

—Ay, Nanoha… Ya veremos cómo logramos que todo esto funcione. Pero espero que tengas razón.

Finalmente, Mizuki estrechó la mano de Nanoha, sellando así su nuevo compromiso como la pieza clave que ayudaría a mantener la estabilidad y el orden en el creciente y poderoso imperio de los Takamachi.

La sala principal de la mansión estaba llena de telas finas y revistas de moda. Fate se encontraba rodeada de todo ese material, organizando las muestras que Vice le había enviado. Desde el incidente en los territorios Takamachi hacía un año, Fate había dejado un poco de lado los engranajes y las máquinas que siempre habían sido su pasión. Ahora, una nueva inquietud nacía en ella, impulsada por su creciente interés en el mundo de la moda. Gran parte de esa curiosidad venía al ver a su hermanita Ruby luciendo esos hermosos vestidos, siempre tan elegante y femenina. Fate quería explorar esa parte de sí misma, ser más femenina y descubrir una nueva faceta de su identidad.

Mientras hojeaba una revista de gala, el sonido repetitivo de una pelota de goma rebotando por la sala captó su atención. Fate frunció el ceño al ver cómo esa pelota rebotaba peligrosamente cerca de las costosas telas.

—Alicia... —dijo Fate con voz firme, dejando la revista a un lado—. ¿No tienes nada mejor que hacer? ¿Por qué no vas al dojo a tumbar gente o a correr?

Alicia, quien lanzaba la pelota sin el menor cuidado, respondió con aire despreocupado:

—Me han prohibido ir al dojo, de hecho, me han prohibido hacer ejercicio. Me aburro.

Fate dejó escapar un suspiro de exasperación mientras una vena de molestia se marcaba en su frente.

—¿Y por eso vienes a molestarme a mí?

Alicia se encogió de hombros, lanzando de nuevo la pelota.

—Ruby no está aquí, así que la única hermana menor que me queda eres tú.

Fate se levantó, caminó con determinación hacia Alicia y le arrebató la pelota de las manos.

—¡Hey! Eso es mío —protestó Alicia, poniéndose de pie de un salto con la agilidad que su abdomen entrenado le permitía.

Fate, con irritación, la fulminó con la mirada.

—Te la voy a hacer tragar si sigues lanzándola cerca de estas telas.

Alicia sonrió con picardía y, en un movimiento rápido, recuperó la pelota, presionando la nariz de Fate con su dedo índice.

—Ya quisieras —respondió burlona.

—Alicia, ¿por qué no haces algo más productivo? ¿Por qué no lees un libro o me ayudas a organizar las telas? Incluso podrías cortarlas según las formas que te indique.

Alicia puso una mueca de desagrado.

—¿Manualidades con telas? ¿Eso no es lo que hace ese diseñador francés? ¿Cómo se llamaba? ¿Vincent?

Fate suspiró, negando con la cabeza.

—Es Vice. Y sí, él me envía muestras para que practique. Es casi terapéutico, deberías intentarlo.

Alicia alzó una ceja, claramente poco convencida.

—Eh... no, gracias. Estas cosas van más contigo y con Ruby. Por cierto, ya no la he visto por aquí. ¿Sabes qué le ha pasado a la enana?

Fate rodó los ojos.

—Ruby está en el instituto. Es un internado, se queda ahí de lunes a viernes y regresa los fines de semana a la mansión Harlaown. Nos lo contó en el chat de grupo en Line.

Alicia abrió la boca en un gesto exagerado de sorpresa.

—¡Ohhh! Ya decía yo... Es que siempre pongo esos grupos en silencio para que no suene el chat.

Fate la miró incrédula.

—¡Es el chat familiar, Alicia! Si pasa algo importante, es nuestro medio de comunicación directo. No puedes mutearlo.

Alicia hizo una mueca divertida.

—Lo siento...

Fate negó con la cabeza, resignada, y regresó su atención a las telas.

—Si estás aburrida, prende la TV, ve algo en internet o haz lo que sea. Por cierto, ¿por qué te han prohibido hacer ejercicio? ¿Estás lesionada?

Alicia suspiró profundamente.

—No puedo tener los óvulos de Miyuki si tengo este abdomen. Dicen que voy a triturar al bebé con tanta musculatura.

Fate dejó las telas y la miró con seriedad.

—Obvio, Alicia. Un bebé es frágil, no va a soportar tanta presión...

—Ya lo sé... —murmuró Alicia con un tono resignado—. Tengo que dejar de hacer ejercicio, tomar hormonas y no sé qué más. La doctora quiere que vaya todos los días.

Fate se acercó a ella y le dio una palmadita en el hombro.

—Alicia, si estás haciendo esto es porque amas a Miyuki, ¿verdad?

Alicia la miró directamente y respondió sin dudar.

—Obvio. La amo.

Fate sonrió cálidamente.

—Entonces que valga el esfuerzo. Vas a ser mamá, Alicia. Siéntete orgullosa.

Alicia suspiró y se dejó caer en un sillón cercano.

—Sí... tienes razón.

Ambas hermanas compartieron una mirada de comprensión. Fate volvió a concentrarse en las telas, mientras Alicia, aún contemplándola, sonreía ligeramente. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que, a pesar de las restricciones, estaba avanzando hacia algo más grande y significativo.

El paseo por los terrenos del clan Takamachi continuaba, con Nanoha, Hayate y Mizuki caminando tranquilamente mientras el paisaje a su alrededor evocaba la belleza clásica de Kyoto. Los caminos de piedra, los jardines cuidadosamente diseñados y las estructuras de madera con techos curvados transportaban a cualquiera a una era pasada. Mizuki no podía evitar admirar el lugar, sorprendida de que algo así existiera en Sapporo.

—Es increíble... esto parece realmente Kyoto —comentó Mizuki, su voz llena de asombro mientras observaba los detalles arquitectónicos.

Nanoha sonrió al ver la reacción de su amiga.

—Es uno de los orgullos de mi padre. Quería mantener la esencia tradicional del clan, así que reconstruyó estos terrenos basándose en la arquitectura de Kyoto.

Detrás de ellas, caminaba Signum, la jefa de seguridad del clan, siguiendo en silencio pero con atención cada uno de sus movimientos. Aunque el peligro era prácticamente inexistente dentro del territorio Takamachi, el protocolo de seguridad era claro: la heredera debía estar protegida en todo momento.

Mizuki, notando la presencia constante de Signum, no pudo evitar mencionar el tema.

—Nanoha, ¿tu seguridad no va a dejarnos en paz? Es la primera vez que la veo. Nunca apareció cuando trabajabas en Hinode.

Nanoha soltó una risa ligera.

—Sí, antes no era la heredera oficial. Mi padre me nombró después de mi casamiento. Desde entonces, Signum fue asignada como mi jefa de seguridad personal.

Mizuki giró la cabeza para mirar directamente a Signum, quien la observó con su habitual expresión estoica. Mizuki volvió rápidamente la mirada al frente, sintiéndose algo intimidada.

—Lo entiendo, pero... ¿inclusive aquí dentro? —preguntó Mizuki, intentando ocultar su incomodidad—. ¿No te resulta raro o incómodo tenerla siempre siguiéndote?

Nanoha suspiró suavemente.

—Al principio sí. No estaba acostumbrada, pero es su trabajo. Además, ya me ha pasado algo antes... Recuerda el incidente durante el evento Takamachi. Salió hasta en las noticias.

—Sí, lo recuerdo. Bueno, en mi caso, creo que me pondría nerviosa si alguien como ella me siguiera todo el tiempo —admitió Mizuki—. Mírala, ¿cuánto mide? ¿Un metro ochenta? Y esos fuertes brazos... apuesto que puede levantar más de cincuenta kilos.

Nanoha sonrió con diversión.

—¿Te interesa Signum? Si quieres, le digo que te haga un striptease privado como bienvenida al clan.

Mizuki se detuvo en seco, con el rostro completamente rojo.

—¡Nanoha, por favor! ¿Qué cosas estás diciendo? —protestó mientras se echaba aire con la mano, intentando calmarse.

Hayate, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, soltó una carcajada.

—Mizuki... siento decepcionarte, pero Signum ya está comprometida. Sale con mi hermana, la doctora en jefe del clan.

—¿Por qué te disculpas? —respondió Mizuki, ahora más seria—. No es que me interese o algo...

Hayate rio aún más fuerte y la miró con picardía.

—Claro, claro. Ahora me saliste Tsundere.

Mizuki frunció el ceño y fulminó a Hayate con la mirada.

—Cállate, mapache —gruñó entre dientes.

Mientras las tres seguían discutiendo de forma animada, Signum, detrás de ellas, mantenía su expresión imperturbable. Escuchaba cada palabra, pero no intervenía. A pesar de ser el centro del tema de conversación, las bromas y comentarios de las chicas no parecían afectarle en absoluto. Su única preocupación era cumplir con su deber: proteger a la heredera Takamachi sin importar lo que ocurriera a su alrededor.

Shiro Takamachi estaba sentado en su oficina, observando por la ventana cómo Nanoha se movía con soltura entre sus compañeras de trabajo. Había conocido a Hayate recientemente, pero la otra joven, la nueva integrante, era alguien de quien no tenía información. Con el ceño ligeramente fruncido, caló su cigarro, dejando que el humo se disipara lentamente en la habitación. A su lado, Momoko miraba la escena desde otra perspectiva, con ojos llenos de ternura y orgullo.

—Es bueno ver a Nanoha tan animada y formando su propio equipo de trabajo, ¿verdad, amor? —comentó Momoko con cariño, buscando una respuesta alentadora.

Shiro no apartó la vista de la ventana, pero su expresión reflejaba preocupación.

—No lo sé, Momoko… Nanoha no está lista —respondió con seriedad.

Un silencio incómodo se instaló entre ambos. Fiasse Crystela, la guardia personal de Shiro, permanecía en una esquina de la habitación, inmóvil como una estatua, testigo discreta de la conversación.

Momoko, tras una breve pausa, decidió romper el silencio.

—¿Y tú lo estabas cuando Touji, tu padre, te heredó el clan? —preguntó suavemente, pero con una carga de significado profundo.

Shiro apretó los dientes, bajando ligeramente la mirada mientras apagaba el cigarro en el cenicero. Su mente viajaba al pasado, recordando a su propio padre, un hombre al que nunca había logrado entender del todo.

—Mi padre fue… un hombre complicado —admitió, suspirando—. Nunca nos llevamos bien, pero compartíamos algo: las ideas sobre cómo debía manejarse el clan. Las llevo conmigo, Momoko. Y es lo que estoy tratando de que Nanoha conserve.

Momoko dejó de mirar por la ventana y fijó sus ojos en los de Shiro, su expresión firme pero comprensiva.

—Quizá, esposo mío, ese es el problema —dijo con suavidad—. Esperas que Nanoha conserve tus ideas… las ideas de Touji. Pero ella no es tú, y mucho menos es él. Nanoha tiene que forjar su propio camino, a su manera. Si sigues tratando de imponerle un legado rígido, la vas a quebrar.

Shiro frunció el ceño, pero sabía que Momoko tenía razón en gran medida. No era la primera vez que escuchaba esas palabras, aunque siempre se resistía a aceptarlas del todo.

—No quiero que fracase… —murmuró—. Pero el liderazgo requiere decisiones difíciles. ¿Crees que será capaz de tomar esas decisiones cuando llegue el momento?

Momoko le dio un paso hacia él, colocando su mano sobre su hombro con ternura.

—Ya ha tomado decisiones difíciles, Shiro. El incidente en el evento Takamachi fue una prueba de ello. Nanoha ha enfrentado peligros, pérdidas y presiones que tú mismo ni siquiera llegaste a experimentar a su edad. Y sin embargo, ahí está, de pie, ganándose la lealtad y el respeto de quienes la rodean.

Shiro dejó escapar un largo suspiro, su mirada volviendo a posarse en su hija. La escena afuera era reconfortante, pero dentro de él seguía habitando una sombra de duda.

—Tendré que intentarlo… pero no prometo que será fácil.

Momoko le dedicó una sonrisa cálida.

—Nada que valga la pena lo es, amor. Pero nuestra hija no está sola. Está construyendo su red de apoyo, y nosotros también estaremos aquí para ella.

Desde la esquina, Fiasse Crystela observó cómo la tensión en la sala se disolvía poco a poco. Aunque sabía que la conversación había sido intensa, también entendía que estos momentos eran necesarios para que el clan siguiera adelante.

Shiro, finalmente relajándose un poco, asintió con lentitud.

—De acuerdo. Pero seguiré observando… siempre. No puedo evitarlo.

—Y así debe ser —respondió Momoko, apoyando su frente contra la de él con dulzura—. Pero recuerda que estamos criando una líder, no una sombra.

Ambos se quedaron en silencio, contemplando el paisaje que se extendía más allá de la ventana, con una renovada esperanza en el futuro que su hija estaba construyendo.

Momoko, tras el intenso intercambio con Shiro, desvió su mirada hacia Fiasse Crystela, quien permanecía inmóvil en su posición habitual en la esquina de la oficina. La dulzura en el rostro de Momoko se desvaneció en un instante, reemplazada por una expresión de profundo asco y desdén. No podía soportar la presencia de esa mujer.

—¿Por qué está aquí, Shiro? —preguntó con frialdad, sin apartar la mirada de Fiasse.

Shiro dejó escapar un suspiro, cansado de tener esta misma discusión una y otra vez.

—El deber de los Fiasse es proteger al regente. Esa es la tradición. Por generaciones, han sido la guardia personal de nuestra familia.

Momoko entrecerró los ojos, su disgusto intensificándose.

—Una tradición… —replicó con desprecio—. Esa es una de las tradiciones de este clan que más asco me da.

Shiro no respondió de inmediato. Sabía que para Momoko, todo lo relacionado con ese linaje era motivo de tensión. Ella avanzó con paso decidido hacia Fiasse, acercándose lo suficiente para que sus rostros estuvieran a pocos centímetros.

—Tu sola existencia me produce asco —declaró con veneno en la voz.

Fiasse Crystela, sin inmutarse, la observó con la misma expresión neutral de siempre, sin dar muestras de incomodidad ni resentimiento. Para ella, esta era una escena más en el ciclo interminable de desprecio al que estaba acostumbrada.

—Momoko, ya es suficiente —intervino Shiro con voz firme.

Momoko giró lentamente hacia él, sus ojos brillando con una furia contenida.

—¿Suficiente? —repitió, casi en un susurro cargado de reproche—. ¿Esta... chica? Ella es prácticamente tu hermana. La madre de ella fue la hermana de tu padre. Todo esto es una farsa grotesca, es incesto Shiro.

—El Clan Fiasse es un secreto. No existe en ningún registro oficial —explicó Shiro, con un tono cansado, como si estuviera recitando un hecho aprendido de memoria—. Los regentes se encargan de mantenerlo vivo. Es su destino, Momoko, no el nuestro.

Momoko apretó los puños con fuerza, temblando de rabia y frustración.

—¿Destino? —bufó—. No sé cuánto más voy a soportar esto.

Shiro bajó la mirada, sus dedos tamborileando ligeramente sobre el escritorio.

—Aquí no existe amor, Momoko —dijo con voz apagada—. Esto es supervivencia. El hijo que ella albergue se encargará, toda su vida, de proteger a Nanoha y a sus descendientes.

Momoko se detuvo en seco, sus ojos ensombreciéndose.

—Su hijo….. —repitió con sarcasmo—. ¿Y qué? Ese hijo será el medio hermano o hermana de Nanoha ¿Vas a decirme que Nanoha deberá embarazarse de la descendencia de este engendro para seguir manteniendo esta maldita tradición? ¿Qué harás si es una mujer, Shiro?

Shiro cerró los ojos un momento antes de responder.

—Entonces será Kyoya quien se encargará de asegurar la supervivencia de ese clan —respondió sin emoción.

Aquellas palabras hicieron que Momoko perdiera el control. Sin pensarlo dos veces, alzó la mano y abofeteó a Fiasse Crystela con fuerza. El golpe resonó en la habitación, pero Fiasse no se movió ni emitió sonido alguno. Aceptó la agresión sin protestar, sus ojos vacíos y resignados, como si nada hubiera pasado.

—Me das asco —espetó Momoko antes de girar sobre sus talones y salir de la habitación, su furia marcando cada uno de sus pasos.

El silencio que quedó fue abrumador. Shiro se hundió en su silla, encendiendo otro cigarro sin mirar a Fiasse. No se disculpó ni comentó lo sucedido. Simplemente volvió a posar su mirada en la ventana, observando a Nanoha reír y conversar con sus amigas.

Desde su esquina, Fiasse tampoco dijo nada. Sabía cuál era su lugar y su destino. Su existencia estaba definida por el deber, y el hijo que ahora llevaba en su vientre heredaría ese mismo destino, una carga que ella había aceptado desde el momento en que fue elegida.

Nanoha y Fate disfrutaban de un momento de calma en su habitación después de un largo día. Nanoha estaba recostada en las piernas de Fate, dejando que su esposa acariciara suavemente sus cabellos rojizos. El ambiente estaba cargado de tranquilidad, solo interrumpido por sus murmullos y risas.

—¿Sabes? —dijo Fate con una sonrisa mientras enredaba un mechón de cabello de Nanoha entre sus dedos—. Si hubiera sabido que el diseño de modas era tan entretenido, probablemente lo habría estudiado como carrera universitaria.

Nanoha soltó una pequeña risa antes de esconder su rostro en el vientre descubierto de Fate. Luego, sin previo aviso, comenzó a soplar sobre su piel, haciéndole cosquillas.

—¡Basta, Nanoha! —exclamó Fate, riendo y retorciéndose mientras intentaba apartarse del ataque inesperado.

—¡Fate-chan, eres mi sol... te amo, lo sabes, ¿verdad? —dijo Nanoha, entre risas, mientras se detenía para mirar a su esposa.

Fate le devolvió una sonrisa amorosa y continuó acariciando su cabello con ternura.

—Lo sé... llevo un anillo en mi dedo para recordármelo todos los días —respondió Fate mientras Nanoha le daba pequeños besos rápidos en el abdomen, provocando más risas de ambas.

Eventualmente, las risas se desvanecieron, dejando espacio para un silencio cómodo y cálido. Era ese tipo de tranquilidad que solo compartían las almas completamente conectadas. Después de un rato, Nanoha decidió romper el silencio.

—Estaba asustada, ¿sabes? —confesó, su voz más suave, casi un susurro—. Asustada de que ni Hayate ni Mizuki quisieran formar parte de este proyecto. Asustada de enfrentar a los monstruos sola...

Fate escuchó atentamente, sin dejar de acariciar el cabello de su esposa.

—Nunca estarás sola, Nanoha —le dijo, con seguridad—. Estoy aquí, y siempre estaré a tu lado pase lo que pase. Eres mi esposa, y ese es un compromiso para toda la vida.

Nanoha sonrió dulcemente y se apegó más a Fate, buscando su calor y su seguridad.

—Lo sé, Fate-chan. Pero nunca dejaría que tú enfrentaras a los monstruos —añadió Nanoha con una expresión juguetona.

—¿Por qué no? —preguntó Fate, arqueando una ceja, divertida.

Nanoha soltó una risita antes de responder:

—Porque eres demasiado linda para enfrentar criaturas desagradables. Déjame ese trabajo a mí y a mis chicas superpoderosas.

Fate rió con fuerza, acompañada por la risa contagiosa de Nanoha. Cuando el silencio regresó, esta vez fue más profundo, envolviéndolas como una manta cálida. Fate deslizó una mano por el rostro de Nanoha y le habló con seriedad.

—No te esfuerces demasiado, ¿sí? —dijo suavemente—. Te quiero sana, fuerte... te quiero para mí y solo para mí.

Nanoha levantó la mirada, sus ojos azules encontrando los borgoñas de Fate, llenos de amor y devoción.

—Fate-chan... —susurró con emoción, poniéndose de pie lentamente. Se acomodó sobre Fate, colocándose encima de ella en la cama. Sus miradas se encontraron, profundas y cargadas de sentimiento.

—Te amo... —dijo Nanoha, sus palabras llenas de sinceridad y pasión.

—Te amo... —respondió Fate, con una sonrisa radiante.

Ambas se acercaron hasta que sus labios se encontraron en un beso amoroso, que poco a poco se tornó más profundo y pasional. Se aferraron la una a la otra como si el mundo exterior dejara de existir, entregándose completamente a ese momento íntimo y eterno. Afuera, el viento primaveral soplaba suavemente, meciendo los árboles de los terrenos Takamachi, como si la misma naturaleza celebrara el amor que compartían.

Las caricias y besos apasionados entre Nanoha y Fate continuaban, ambas completamente sumergidas en su amor, disfrutando del momento íntimo hasta que el irritante sonido del celular de Fate rompió la magia. El aparato vibraba sobre la mesita de noche, su pantalla encendida con el nombre "Ruby".

Fate rió suavemente y Nanoha dejó escapar un gruñido frustrado mientras se sentaba en la cama.

—De todas las personas, tenía que ser Ruby... —bufó Nanoha, cruzando los brazos.

Fate le sonrió y levantó el teléfono, mostrando la pantalla a su esposa.

—Es mi hermanita, Nanoha. No puedo ignorarla. —Respondió antes de contestar la llamada—. ¿Ruby? ¿Está todo bien?

—Buenas noches, Fate-nee… ¿Interrumpo algo? —se escuchó la voz suave de Ruby al otro lado de la línea.

Fate sonrió y negó con la cabeza.

—No, mi cielo. No interrumpes nada.

Nanoha, con una ceja alzada y en un tono apenas audible, murmuró:

—Sí que lo haces...

El comentario llegó a oídos de Fate, quien soltó una risa breve, mientras Ruby, ajena a la situación, continuaba en la línea. Fate levantó un dedo hacia Nanoha, pidiéndole silencio.

—¿Qué sucede, Ruby? ¿Todo bien?

Ruby suspiró al otro lado, jugando con un mechón de su cabello.

—Es que… necesitaba hablar con alguien. Quiero contarte algo, Fate-nee.

—Claro, cielo. Te escucho. —Fate puso el altavoz para que Nanoha también pudiera oír mejor.

—Estoy… saliendo con alguien de mi preparatoria —confesó Ruby con cierto nerviosismo.

Nanoha y Fate se miraron sorprendidas. Hubo un breve silencio antes de que Fate respondiera con entusiasmo.

—¡Eso es genial, Ruby! ¿Cómo se llama? Cuéntame más.

Nanoha, olvidando el momento anterior, se inclinó ligeramente hacia el teléfono, intrigada.

—Es… una chica de mi grado. Se llama Nina Iseri —dijo Ruby, con la voz más tímida—. Es increíble, Fate-nee. Rebelde, honesta, fuerte, decidida… Me hace sentir segura. Tiene una voz hermosa y…. Entró a la rama de Artes, ¿puedes creerlo? Solo dos personas de mi curso lo lograron. También toca la guitarra y….. sus dedos son largos…

Nanoha hizo un gran esfuerzo para no soltar la carcajada, llevándose una mano a la boca. Fate le lanzó una mirada divertida antes de continuar.

—Parece que estás enamorada, Ruby.

La línea quedó en silencio unos segundos antes de que Ruby respondiera.

—Sí… lo estoy. Nina es muy expresiva. Me encanta, pero aún me cuesta acostumbrarme. No quiero que piense que me aburre. ¿Qué puedo hacer, Fate-nee?

Fate suspiró, comprendiendo la incertidumbre de su hermanita.

—Díselo, Ruby. A veces lo más sencillo es expresar lo que sientes. Abrázala, toma su mano, bésala cuando estén solas… Eso ayuda mucho.

—¿Y cómo se lo voy a decir a mis mamás? —preguntó Ruby con preocupación—. No quiero que hagan algo malo a Nina. ¿Y si no les digo nada?

Fate suspiró nuevamente.

—Mientras más lo ocultes, peor será cuando lo descubran. Pero tranquila, si quieres, puedo acompañarte cuando se los digas.

—¿De verdad? ¿Harías eso? —Ruby respondió con rapidez.

—Claro que sí. Este fin de semana, invítala a tu casa. Nanoha y yo iremos a la mansión Harlaown para apoyarte. Además, quiero conocer a esa tal Nina Iseri que ha conquistado el corazoncito de mi hermosa hermanita.

Ruby rió tiernamente desde la otra línea.

—Gracias, Fate-nee. Te dejo, Nina ya va a salir de la ducha. Acabo de escuchar que se apagó la regadera. ¡Buenas noches!

Fate parpadeó, atónita.

—Espera, Ruby… ¿estás conviviendo con tu novia en el mismo cuarto? —preguntó incrédula.

No hubo respuesta. Solo se escuchó la despedida apresurada de Ruby.

—¡Te quiero, Fate-nee! ¡Bye!

La llamada se cortó. Fate quedó inmóvil por unos segundos, el teléfono aún en su mano. Luego, lentamente, giró la cabeza hacia Nanoha. Ambas se miraron, procesando lo que acababan de escuchar.

Finalmente, Nanoha dejó escapar un único comentario con una mezcla de asombro y resignación:

—Carajo...

Alexandrina se encontraba frente al estudio de seguridad de los Harlaown, frente a ella estaba Evelyn. Alexandrina estaba mirando unas fotografías tomadas desde distintos lugares. En ellas aparecía una chica de 14 años, cabello castaño marrón, ojos azules, portando un estilo rockero y, ocasionalmente, una guitarra al hombro. Alexandrina levantó una ceja con desdén.

—Entonces, ¿ella es Nina Iseri? —dijo en pregunta hacia Evelyn.

Evelyn, con su mirada seria, respondió:

—Sí, Nina Iseri. Catorce años, estudiante de la preparatoria Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō, becada, sin récord criminal. Su familia no pertenece al círculo, de clase media. Sus padres trabajan para Coelum and Mining Co. y trabajan en el extranjero. Ella se queda con sus tías, las Nakajima.

Alexandrina levantó nuevamente una ceja.

—Ese apellido ha sido mencionado antes...

Evelyn continuó.

—Los Nakajima han sido convocados por los Takamachi, específicamente por Shiro Takamachi. El nombre de Subaru Nakajima se encuentra en la lista de los que han sido "favorecidos" por algo. No se especifica qué, pero Subaru Nakajima le debe algo a Shiro Takamachi por un favor solicitado a ese clan.

Alexandrina dejó las fotos en la mesa.

—Entonces es una simplona, ¿nada más? —dijo con tono despectivo.

Evelyn comentó con firmeza:

—Es la que la señorita Harlaown ha escogido.

Alexandrina miró las fotos esparcidas en la mesa desde su posición.

—Dices que es becada, ¿por quién?

—La directora misma. Al parecer, es talentosa en canto. Está en la rama de música por mérito propio —respondió Evelyn.

Alexandrina suspiró y, con un gesto elegante, se acomodó la falda.

—Excelente trabajo, Evelyn. Por favor, mantén un ojo en esta chica Iseri y siempre cuida a la princesa.

Evelyn se inclinó en señal de respeto.

—Lo que ordene, jefa supervisora.

Alexandrina giró sobre sus tacos y salió de la sala de vigilancia, aún no convencida de Nina Iseri.

Alexandrina Seraphine salió del estudio de seguridad con un caminar elegante y preciso, el eco de sus tacones resonando en el largo pasillo de mármol. A pesar de la información obtenida, la joven Nina Iseri no le inspiraba confianza. Desde su perspectiva, cualquier persona ajena al círculo de influencia de los grandes clanes era un riesgo, más aún si se trataba de alguien cercano a Ruby Harlaown, la princesa que debía protegerse a toda costa. Alexandrina no aceptaba errores ni sorpresas.

Mientras avanzaba por los pasillos de la mansión, Alexandrina reflexionaba sobre el reporte de Evelyn. La mención de Subaru Nakajima, un nombre ya vinculado a los favores del patriarca Shiro Takamachi, la inquietaba. Había demasiadas conexiones invisibles entre los clanes y los protegidos, relaciones que podrían derivar en problemas diplomáticos si no se controlaban adecuadamente. Alexandrina tenía claro que los lazos familiares y los favores eran herramientas tanto de poder como de manipulación.

Al llegar al gran salón, encontró a Lindy Harlaown sentada cerca de la chimenea, hojeando un viejo libro de registros familiares. Lindy levantó la mirada al notar la presencia de su fiel sirvienta y asistente.

—¿Algún problema, Lexie? —preguntó Lindy con voz calmada.

—No, mi señora, solo he finalizado una revisión de seguridad —respondió Alexandrina, haciendo una leve reverencia—. La señorita Ruby ha mencionado a una tal Nina Iseri en conversaciones recientes, así que según su orden he procedido con la investigación. Evelyn ya está monitoreando todo para mantenerlo bajo control.

Lindy sonrió levemente, cerrando el libro con un suave golpe.

—Ruby ha empezado a explorar su independencia. Es natural a su edad. ¿Crees que esta chica representa una amenaza?

Alexandrina se cruzó de brazos, reflexionando antes de responder.

—No lo considero una amenaza directa, pero la señorita Ruby es demasiado importante. No podemos permitirnos distracciones o errores. No me basta con que sea "una estudiante talentosa". Debemos asegurarnos de que sus intenciones sean puras.

Lindy asintió con comprensión.

—Confío en tu juicio, Lexie. Sin embargo, recuerda que Ruby debe tener espacio para crecer, para confiar. No podemos protegerla encerrándola en una burbuja. Permite que viva su juventud, pero sigue velando por ella desde las sombras.

Alexandrina inclinó ligeramente la cabeza, aceptando las instrucciones.

—Entendido, mi señora. Me aseguraré de que todo esté bajo control.

Con esas palabras, Alexandrina se retiró, su expresión de seriedad imperturbable mientras trazaba mentalmente los próximos pasos. Sabía que cualquier amenaza, por más insignificante que pareciera, debía ser neutralizada antes de que se convirtiera en un problema.

La mitad de la semana había llegado, y para Nina Iseri, el día había sido agotador. Las clases de canto no fueron tan fáciles como esperaba. La malla curricular para las estudiantes de la especialidad de música estaba repleta de asignaturas demandantes: Técnica Vocal, Estilos de Canto, Vocalización Avanzada, Arreglos Musicales, Teoría Musical, entre otros. A pesar de tener una voz naturalmente increíble, Nina estaba atascada en Técnica Vocal. Las notas altas, especialmente las de estilo lírico, eran un reto. Su voz llegaba, pero su mente estaba dispersa, perdida en otros pensamientos.

—¿Y ahora a ti qué te pasa? ¿Problemas matrimoniales? —bromeó Riko, mientras ambas se sentaban en el césped del campus.

—Es raro que ahora mismo no estes tras el culo de tu novia —dijo en un tono natural mientras miraba a Nina.

Nina levantó una ceja con fastidio.

—Ruby tiene clases de baile ahora. Y controla esa boca, o te la voy a arrancar —contestó sin humor.

Riko rió con picardía.

—Uy, ¿qué pasó? ¿Tu humor se fue por los suelos? ¿Te peleaste con Ruby?

Nina soltó un suspiro cansado.

—No me peleé. Ruby quiere que vaya a su casa el fin de semana. Quiere presentarme a sus... "mamás" —dijo, enfatizando la palabra.

—y si escuchaste bien, mamás, en plural —dijo tratando de confirmar que no era un error lo que había dicho.

Riko rio mientras miraba a Nina —Los matrimonios homosexuales son normales, Nina, que tenga 2 mamas no es nada raro, tu misma estas en una relación con otra mujer — dijo como si fuera lo mas normal del mundo.

—Tiene 3 mamas —hubo un silencio corto antes de que Riko pudiese responder

—¿Tres? —repitió Riko un tanto incrédula.

—Si, tres... bueno ese no es el punto. Lo que me preocupa es que no sé qué voy a llevar ni qué ponerme. Esta gente tiene tanto dinero... Ruby me ha contado dónde vive. ¿Sabes dónde? ¡En un castillo!

Riko soltó una carcajada.

—Sí, la Mansión Harlaown. Yo también he estado ahí.

Nina se levantó de inmediato, incrédula.

—¿Has estado en la casa de Ruby? ¿Cuándo? ¿Cómo?

—Tranquila, tranquila, cerebro de corcho —rió Riko—. Las familias con apellidos importantes suelen organizar reuniones y festividades. Normalmente, los clanes más poderosos son los anfitriones. Mi familia, los Hoshisora, también asiste a esos eventos. Estuve en esa mansión cuando era pequeña, pero no recuerdo haber visto a Ruby.

Nina la miró fijamente.

—Entonces, ayúdame. ¿Qué hago? ¿Cómo voy? ¿Qué digo? Riko, quiero quedar bien… no se, préstame alguno de tus vestidos o algo.

Riko negó con la cabeza, riendo.

—Mira, para empezar, mi ropa no te va a quedar. Soy más alta que tú y más delgada.

—¿Me estás llamando gorda, estúpida? —reclamó Nina, golpeándola levemente en el brazo.

Riko estalló en risas.

—¡Carajo, Nina, no cambies! Escucha, lo importante es que seas original. Ahí está tu encanto. Conquístalas con tu voz. Cántales algo. Demuéstrales lo que vales. No te dejes intimidar.

—¿Cantar? ¿Algo de rock, tal vez? —preguntó Nina, esperanzada.

Riko la miró como si le hubiera crecido un tercer brazo.

—Nina… no seas estúpida, ¿Cómo vas a cantar rock en un lugar aristocrático casi renacentista? ¡Ópera, mujer! Usa esa única neurona que tienes, por favor. Parece que la tuvieras de adorno.

Nina le lanzó otro manotazo, pero Riko siguió riendo a carcajadas.

—Necesito practicar más ópera... —dijo Nina—. Llego a las notas, pero el tono me confunde.

—Eso es porque siempre estás cantando un solo estilo. Eso está mal —comentó Riko con una sonrisa de lado.

—Pero... necesito practicar más... —repitió Nina, con un leve dejo de frustración.

Riko se levantó de un salto, con una sonrisa traviesa.

—Bueno, para eso tienes a esta hermosa, preciosa y genio baterista con ideas magníficas.

—mi amiga, la mas modesta —dijo Nina negando con la cabeza y poniendo de pie.

Sé quién nos puede ayudar. Vamos a buscar a Matsuura.

Ambas comenzaron a caminar, mientras la conversación fluía con naturalidad. Sin darse cuenta, habían comenzado a llamarse por sus nombres, algo tan orgánico que ni siquiera lo notaron.

Nina y Riko entraron al pabellón de música clásica. Era lógico que Haruka Matsuura estuviera allí; después de todo, ella misma había mencionado que su especialidad era el piano clásico y contemporáneo. Mientras caminaban por los pasillos, buscando de salón en salón, ambas se detuvieron al escuchar una melodía que flotaba por el aire.

Riko se detuvo y alzó una mano para que Nina hiciera silencio.

—Escucha... esa composición es de Rachmaninoff —dijo mientras afinaba más el oído.

—¿Quién? —preguntó Nina, sin tener idea.

Riko la miró incrédula.

—¿Cómo que "quién"? Concierto para piano No. 3. Parece que está en Re menor... ¿Sabes qué? Olvídalo, Nina. Vamos, sigamos la música.

Ambas siguieron el sonido hasta llegar a un aula donde había un hermoso piano de cola negro. Allí estaba Haruka Matsuura, tocando con precisión impecable una de las piezas más complicadas para piano. Su interpretación fluía con una elegancia y facilidad casi surrealista. Los dedos de Haruka se deslizaban por las teclas como si fueran parte del instrumento.

—Increíble... —susurró Riko, fascinada.

Nina, por su parte, también estaba impresionada. Nunca había visto a alguien mover los dedos con tanta destreza ni ejecutar una obra con semejante precisión.

Haruka, al terminar, alzó la mirada y observó a las dos chicas que estaban en la entrada, inmóviles como estatuas.

—¿Se van a quedar ahí paradas como unos tótems o van a pasar al aula? —dijo, pasando otra página del grueso libro de partituras frente a ella.

Nina se acercó con cierto nerviosismo.

—Eso fue increíble, Matsuura. Nunca había visto a alguien tocar así —admitió con admiración.

—Muchas gracias por el cumplido, Iseri —respondió Haruka sin apartar la vista de las partituras, pasando otra página con calma—. Pero supongo que no vinieron aquí solo a halagarme, ¿cierto?

—Así es, Matsuura —dijo Riko con una sonrisa traviesa—. Necesitamos que nos ayudes a conquistar a las suegras de Nina.

Haruka se detuvo de golpe, interrumpiendo sus movimientos.

—¿Disculpa? —preguntó, mirándolas con una expresión de incredulidad.

Nina lanzó una mirada fulminante a Riko, alzando una ceja.

—Necesito practicar mi lírica para interpretar ópera. Las notas altas me confunden, y pensé que alguien con tus habilidades podría ayudarme. Matsuura, eres mi última esperanza. Por favor... —pidió Nina con seriedad.

Haruka dirigió su mirada a Nina con un aire evaluador.

—¿Y por qué debería ayudarte? ¿Qué gano con esto? —preguntó fríamente.

Riko se adelantó antes de que Nina pudiera responder, sonriendo con confianza.

—Porque siento que eres una buena persona. Y además... no has escuchado a Nina cantar todavía.

Haruka alzó una ceja, intrigada pero sin ceder del todo.

—¿Ah, sí? Entonces, Iseri, demuéstrame por qué debería molestarme en ayudarte. Si realmente tienes algo especial, tal vez lo considere —dijo cruzándose de brazos mientras esperaba expectante.

Nina se colocó en el centro de la sala, de pie con las manos ligeramente tensas a los costados. A un costado, Haruka ajustaba su posición en el piano, relajada pero concentrada.

—Asumo que comenzaremos con algo fácil para probar a Iseri, ¿cierto? —dijo Haruka, observando a Nina—. ¿Conoces Caro mio ben de Giuseppe Giordani?

Nina hizo una mueca de concentración, tratando de recordar. Haruka, con un suspiro, presionó unas teclas, haciendo sonar el tema principal de la pieza.

—¡Ahh! Sí, sí, lo practicamos en clase —dijo Nina al reconocer la melodía.

Haruka puso los ojos en blanco con una mezcla de paciencia y resignación.

—Por favor, cántala en Fa mayor. Tocaré en esa tonalidad. ¿Lista?

Nina asintió con firmeza, inhalando profundamente. Haruka comenzó a tocar, sus dedos deslizándose por las teclas con precisión, creando una introducción suave y melancólica. El aire en la sala se tensó ligeramente con expectación.

Cuando llegó el momento, Nina comenzó a cantar:

"Caro mio ben, credimi almen..."

La voz de Nina llenó la sala con una potencia sorprendente. Aunque su tono era claro y expresivo, hubo ciertas fluctuaciones de afinación en las notas más sostenidas. Su transición a notas altas era un poco rígida, y en algunos momentos el control del aire parecía inestable, lo que afectaba la resonancia en las frases más largas. Sin embargo, el color natural de su voz tenía una calidad cautivadora, rica en emoción.

Haruka continuó tocando, siguiendo cada detalle de la interpretación de Nina. A medida que avanzaba, Haruka tomaba nota mental de cada imperfección técnica: una respiración corta aquí, un vibrato inestable allá, pero también reconocía el talento innato que se manifestaba en la interpretación. Cuando Nina llegó al final de la pieza, su voz vibraba ligeramente por el esfuerzo, pero la intensidad emocional se mantenía intacta.

Haruka finalizó el último acorde, dejando que la resonancia del piano se desvaneciera lentamente antes de hablar.

—No estuvo mal para alguien que no tiene mucha práctica en este estilo —comentó con calma, mientras cruzaba las manos sobre el piano—. Pero cometiste varios errores técnicos.

Nina tragó saliva y esperó el veredicto.

—Para empezar, tu control del aire es deficiente en algunas frases largas. Necesitas aprender a planificar mejor las respiraciones para no cortar las frases. Además, aunque tu tono es natural y tiene una calidad rica, la afinación es inestable en las notas altas. No puedes depender solo de la emoción. La técnica es lo que sostiene cualquier interpretación.

Nina asintió, sin discutir. Sabía que Haruka tenía razón.

—Dicho esto… —Haruka la miró directamente—, tienes un don natural. Tu voz es perfecta para este tipo de repertorio. Con práctica y disciplina, podrías hacer cosas increíbles. Sin embargo, no voy a ayudarte sin recibir algo a cambio.

—¿Qué quieres? —preguntó Nina con cautela.

Haruka sonrió ligeramente, inclinándose hacia el piano.

—Necesito que me ayudes en un concierto de la sinfónica. Mi familia está organizándolo, y necesito un apoyo vocal en una pieza coral. Nada complicado, solo apoyo en armonías. Si aceptas, te entrenaré para mejorar tu técnica.

Nina miró a Riko, quien asintió con una sonrisa de aprobación.

—Me parece justo —dijo Riko—. ¿Qué dices, Nina?

Nina exhaló lentamente y luego respondió con decisión:

—Está bien. Tenemos un trato.

Haruka se levantó de su asiento, tendiéndole la mano a Nina.

—Perfecto. No esperes que sea fácil, Iseri. Pero si te esfuerzas, lograrás resultados.

Nina estrechó la mano de Haruka, sintiendo que un nuevo desafío acababa de comenzar.

Alexandrina se encontraba de pie frente a la majestuosa entrada de la mansión Harlaown, una estructura anglicana imponente que se erguía en medio del extenso bosque. El camino asfaltado, serpenteante y bordeado por árboles frondosos, parecía sacado de una postal antigua. Nina, vestida de manera formal, sin rastro alguno de sus acostumbrados accesorios rockeros, se hallaba al otro lado de la reja. Había caminado cuarenta largos minutos desde la estación de tren más cercana y no esperaba encontrarse con semejante despliegue de seguridad.

Frente a ella, una mujer de cabello plateado, vestida con un uniforme de maid impecable, le dedicaba una sonrisa que parecía más una mueca amenazante. Los ojos de Alexandrina reflejaban una mezcla de desdén y profesionalismo frío, sus manos entrelazadas frente a ella con precisión casi militar.

—¿Puede repetirme su requerimiento, por favor? —preguntó Alexandrina, manteniendo su expresión controlada.

Nina no se dejó intimidar. Con firmeza, respondió:

—He venido a ver a Ruby Harlaown. Soy Nina Iseri. Ella me está esperando.

Alexandrina sintió una punzada de irritación, aunque no lo dejó ver. La simpleza y seguridad de la chica la exasperaban.

—Milady Harlaown está ocupada en este momento, pasando tiempo de caridad con sus madres. Me temo que no podrá atenderla —declaró Alexandrina con voz fría y mecánica.

Nina frunció el ceño, sin amedrentarse.

—Eso no es cierto. Tengo un mensaje de Ruby que dice que me está esperando. Si quiere, la llamo ahora mismo —dijo mientras sacaba su teléfono. Luego miró alrededor, señalando la entrada—. ¿Esto es una puerta o una reja? Porque allá veo otra puerta más al fondo.

La desfachatez de su comentario dejó a Alexandrina sin palabras durante unos segundos. Antes de que pudiera responder, el celular de Nina comenzó a sonar.

—¿Ruby? —contestó rápidamente Nina—. Ah, sí, estoy en la entrada, pero tu maid no me deja entrar.

Alexandrina sintió cómo la tensión se acumulaba en su cuerpo. "¿Maid?" pensó, con una exasperación que casi se le escapó en forma de gruñido.

Desde su tableta digital, Alexandrina recibió una alerta. Al tocar la pantalla, el rostro sonriente de Ruby apareció en un video.

—¿Lexie? —dijo Ruby con tono amable—. ¿Nina está en la entrada? Me dice que no la dejas entrar. Lexie, por favor, la estoy esperando...

La ternura en la voz de Ruby obligó a Alexandrina a tragarse su orgullo. Hizo una breve inclinación de cabeza hacia la pantalla y respondió en un tono controlado:

—Milady, lamento los inconvenientes. Permitiré el acceso de la señorita Iseri de inmediato.

Ruby agradeció con una sonrisa antes de finalizar la llamada. Alexandrina miró a Nina con una expresión de superioridad.

—Por favor, pase. Bienvenida a la mansión Harlaown —dijo con un gesto exagerado de la mano.

Nina arqueó una ceja.

—Gracias... eh, Lexie, ¿no? —preguntó casualmente.

La paciencia de Alexandrina finalmente se tambaleó.

—Para usted es Alexandrina Seraphine —corrigió con voz firme—. Ese nombre está reservado únicamente para la matriarca de los Harlaown y para Milady.

Nina la observó como si Alexandrina hubiera perdido el juicio.

—Ok... —respondió simplemente, encogiéndose de hombros.

Sin añadir más, comenzó a adentrarse por el camino hacia la mansión, mientras Alexandrina la seguía muy de cerca, con una expresión que reflejaba el enorme esfuerzo que hacía para mantener la compostura.

El viento soplaba suavemente mientras Nina caminaba por el extenso camino que llevaba hacia el interior de los terrenos de la mansión Harlaown. El ambiente era imponente: árboles perfectamente alineados en ambos lados del sendero, jardines decorativos cuidados al milímetro y un silencio abrumador que solo se rompía por el crujir de las hojas bajo sus pasos. A cada lado, las figuras de los guardias se mantenían firmes, sus miradas siempre atentas.

Alexandrina seguía detrás de ella, sus pasos resonando de manera precisa, como si incluso la tierra le temiera. Nina podía sentir la presencia imponente de la mujer sin siquiera mirarla.

—Entonces... ¿siempre es tan... formal aquí? —preguntó Nina, rompiendo el silencio.

Alexandrina no respondió inmediatamente. Tras unos segundos, habló con frialdad:

—La familia Harlaown es una de las más respetadas de toda la región. La formalidad y el respeto son esenciales. Aquí no se toleran comportamientos frívolos.

Nina rodó los ojos ligeramente, sin que Alexandrina lo notara.

—Ajá, entiendo... —murmuró con una mezcla de sarcasmo.

Mientras avanzaban, la mansión se hizo más visible: una obra maestra de arquitectura anglicana, con torres altas, enormes ventanales góticos y un aire casi de cuento de hadas, aunque a Nina le parecía más algo sacado de una historia de vampiros. En el centro de las enormes puertas principales, un emblema familiar adornaba la entrada, brillando con la luz del sol.

Ruby apareció justo en la escalinata principal, su figura resaltando con un vestido elegante pero juvenil. Al ver a Nina, una gran sonrisa se formó en sus labios.

—¡Nina! —exclamó Ruby, agitando una mano para saludarla.

Nina, aliviada por ver a alguien familiar, se apresuró a subir los escalones, ignorando la mirada desaprobatoria de Alexandrina.

—Ruby, este lugar es increíble... pero también luce algo tétrico —confesó Nina al llegar a su lado.

Ruby rió suavemente, tomando las manos de Nina en un gesto de calidez.

—Lo sé. A veces es demasiado rígido aquí. Pero no te preocupes, estás conmigo, y quiero que te sientas cómoda. Vamos, mis mamás también quieren conocerte.

Alexandrina observaba desde abajo, sus labios apretados en una línea tensa. Aunque no dijo nada, su presencia seguía proyectando desaprobación.

—¿Podríamos... no ser observadas todo el tiempo? —susurró Nina a Ruby.

Ruby volteó hacia Alexandrina y le hizo una seña.

—Lexie, puedes relajarte un poco. Nina está conmigo, no hay necesidad de seguirnos como una sombra —dijo Ruby con una sonrisa juguetona.

Alexandrina, con los ojos entrecerrados, hizo una leve inclinación de cabeza.

—Lo que ordene, Milady —dijo, aunque claramente no estaba feliz con la sugerencia.

Nina y Ruby se alejaron de la entrada principal, adentrándose en el interior de la mansión. Nina no pudo evitar mirar de reojo hacia atrás, donde Alexandrina seguía de pie, inmóvil, como una estatua vigilante.

—¿Está siempre así de... intensa? —preguntó Nina en voz baja.

Ruby rió una vez más, apretando suavemente el brazo de Nina.

—Oh, sí. Lexie puede ser intimidante, pero en el fondo... bueno, mejor no te hagas muchas expectativas —dijo, guiñando un ojo.

Nina suspiró, sintiendo que este fin de semana sería mucho más largo de lo que había imaginado.

Fate estaba sentada en el salón principal de la mansión, conversando con su madre Precia. La calidez de su interacción llenaba el ambiente. Madre e hija reían suavemente, poniéndose al día después de tanto tiempo sin verse. A unos pasos de ellas, Saori y Lindy las observaban con ternura. Lindy entrelazó sus dedos con los de Saori, inclinándose para susurrarle al oído.

—Es lindo ver a Precia contenta conversando con Fate... Las madres e hijas no deberían estar separadas —dijo con dulzura, dejando un suave beso en la mejilla de Saori.

Saori rió, dejándose mimar por su esposa.

—No puedes hacer nada, Lindy. Está casada y vive con su esposa —respondió, dándole una sonrisa cariñosa.

Lindy suspiró resignada.

—Lo sé... —contestó suavemente, mirando a Fate con una expresión melancólica.

Mientras tanto, Nanoha permanecía al lado de su esposa, observando la interacción entre Fate y Precia con una sonrisa tranquila. Cerca de ellas, Alicia presionaba una pelota antiestrés, entreteniéndose con el objeto entre sus dedos. Nanoha notó su aparente desinterés y decidió romper el silencio.

—¿No deberías estar con ellas? Es tu mamá también, Alicia —comentó Nanoha con curiosidad.

Alicia desvió la mirada hacia ella y respondió con tono despreocupado.

—Lo sé. Pero ellas son las sentimentales. Ya saludé a mamá y le dije que estoy bien. Por cierto, ¿por qué estamos todas aquí? Fate me dijo que era algo sobre Ruby, pero no me explicó mucho —dijo, apretando la pelota una vez más.

Nanoha suspiró, ya consciente de lo que estaba por suceder.

—Ehm... Ya te vas a enterar. Lo único que te pido es que no reacciones como lo hiciste con Yamauchi —le advirtió.

Alicia frunció el ceño, claramente desconcertada.

—¿Qué tiene que ver la flacucha esa con todo esto? —preguntó con una ceja levantada.

Nanoha sonrió y negó con la cabeza.

—Nada, Alicia. Nada... —respondió, restándole importancia.

Mientras tanto, Fate finalizó su conversación con Precia y le pidió con seriedad:

—Mamá, cuando Ruby entre, no la critiques, por favor. Necesita nuestro apoyo.

Precia asintió con una sonrisa afectuosa.

—Siempre apoyaré a Ruby, hija. Es tan mía como tú y Alicia —dijo con suavidad, acariciando la mejilla de Fate.

Fate sonrió, aliviada por la respuesta de su madre.

La puerta del salón se abrió lentamente, interrumpiendo el momento. Ruby entró con pasos cuidadosos, luciendo notablemente nerviosa. Detrás de ella, Nina hizo su aparición, igual de tensa, aunque trataba de disimularlo manteniendo una postura firme. De inmediato, las miradas de todas en la sala se fijaron en las dos chicas, llenando el lugar de un denso silencio.

Nanoha apretó ligeramente la mano de Fate en señal de apoyo, mientras Alicia se cruzaba de brazos, observando con atención a la recién llegada. Lindy y Saori se enderezaron en sus asientos, mostrando una expresión cordial pero expectante. Precia mantuvo la serenidad, aunque sus ojos se afilaron sutilmente al examinar a la acompañante de Ruby.

Ruby tragó saliva, dispuesta a enfrentarse a las miradas inquisitivas, y dio un paso adelante.

Ruby estaba visiblemente nerviosa, tanto que decidió llevar a Nina por un recorrido más largo, mostrando los alrededores de la mansión para retrasar lo inevitable: presentarla a sus madres. Sin importar lo grande que fuera la propiedad, el momento finalmente llegó. Frente a la puerta del salón principal, Ruby detuvo sus pasos, inhalando profundamente para darse valor.

Nina, quien observaba desde atrás, notó el estado de su novia. No podía permitir que enfrentara todo aquello sola. Con decisión, avanzó unos pasos y tomó suavemente la mano de Ruby, entrelazando sus dedos. Ruby se sobresaltó ligeramente, pero al girar y ver la cálida mirada de Nina, una sensación de calma la envolvió. Era justo lo que necesitaba.

Desde el interior del salón, Lindy Harlaown observaba con gran interés esta escena. Sus ojos se estrecharon ligeramente al ver cómo aquella desconocida, que había entrado en SU casa, se tomaba la libertad de sujetar la mano de SU hija, como si aquello fuera lo más normal del mundo.

—Niña engreída —murmuró Saori con una sonrisa divertida, sin dejar de mirar la escena. Luego, inclinándose ligeramente hacia Lindy, añadió en voz baja—: Tiene agallas.

Lindy no respondió de inmediato, aunque compartía en parte esa impresión.

Finalmente, Ruby respiró hondo y avanzó, cruzando la entrada del salón con Nina a su lado. Todas las miradas en la habitación se posaron sobre ellas, llenas de expectativas. Alicia dejó de jugar con la pelota antiestrés y arqueó una ceja, mientras Precia sonreía ligeramente, manteniendo una actitud neutral pero curiosa.

Ruby detuvo su avance en el centro de la sala, todavía sujetando la mano de Nina. Se armó de valor una vez más y habló, su voz ligeramente temblorosa al principio.

—Mamá-Lindy, Mamá-Saori, Mamá-Precia... quiero presentarles a alguien —dijo con esfuerzo, sosteniendo aún la mano de su novia—. Ella es Nina Iseri, estudiante de Shirayuri Joshi Kōtō Gakkō, al igual que yo. Está en la Rama de Artes, en la casa de música, y se especializa en canto.

Las madres intercambiaron miradas, evaluando en silencio a la chica que ahora se encontraba frente a ellas. Ruby sintió la presión de aquel momento, pero entonces un apretón suave en su mano le recordó que no estaba sola. Volvió a respirar profundamente antes de continuar.

—Nina... Nina es mi novia. Estamos saliendo.

El silencio que siguió a esa declaración fue abrumador. Ruby sintió que el tiempo se detenía, pero se negó a apartar la mirada. Había dicho lo que tenía que decir. Ahora solo quedaba esperar la reacción de sus madres.

La primera en hablar fue Lindy, quien, desde su posición, dirigía una mirada penetrante hacia Nina.

—Nina Iseri, ¿eh? Sí que tienes agallas, niña —dijo con voz firme mientras se ponía de pie. La tensión se hizo palpable en la sala.

Lindy avanzó lentamente, sin apartar sus ojos de Nina. Con un tono sombrío, se presentó:

—Soy Lindy Harlaown, matriarca de la casa Harlaown, portadora del escudo real de los Harlaown, y me hacen llamar "La Leona de Galia".

Nina la observaba con una expresión tranquila, sin dejarse intimidar por la poderosa presencia de Lindy. Dio un paso adelante y respondió con seguridad:

—Nina Iseri, 14 años. Estudio canto en Shirayuri, pero eso ya lo escuchó de Ruby.

Lindy alzó una ceja, sorprendida por la falta de miedo en la muchacha. Sus ojos no se apartaban de Nina, quien tampoco bajaba la mirada.

—Sí, y también dijo otras cosas, como que estás saliendo con mi hija.

Nina afirmó con la cabeza.

—Es cierto, señora Harlaown. Me gusta su hija, la quiero y estoy saliendo con ella —dijo con palabras sinceras y directas.

El silencio se extendió en la sala. Fate y Alicia observaban expectantes, mientras Ruby apretaba suavemente la mano de Nina en señal de apoyo. Lindy rompió el silencio, su voz firme y desafiante.

—¿Qué te hace pensar que te haces merecedora y digna de salir con mi hija? Para empezar, ¿quiénes son los Iseri? Nunca he escuchado tu apellido, lo que quiere decir que no perteneces a este círculo. Tal como puedo apreciar, no tienes la posición adecuada.

Lindy recorrió a Nina con la mirada, evaluando su atuendo y modales. Nina, preparada para estas palabras, respiró profundo antes de contestar:

—No tenemos dinero en abundancia, pero somos felices. Mis padres trabajan en el extranjero, vivo con mis tías y estoy becada en la academia. Eso, señora Harlaown, no me hace menos que nadie. Respecto a lo que me hace merecedora de Ruby, no soy yo quien lo decide. Ella lo hizo, porque la hago feliz —dijo con firmeza.

Lindy permaneció estoica. El ambiente se volvió más tenso cuando habló de nuevo.

—Hablas de felicidad, pero yo no tengo garantías de que puedas proporcionarle seguridad y estabilidad. ¿Qué le vas a ofrecer? Tu casa no es conocida, no tienes propiedades ni influencia. ¿Cómo sé que no estás aquí para aprovecharte de ella y ganar posición?

Nina apretó la mandíbula, exasperada, y finalmente respondió:

—Señora Harlaown, me va a disculpar, pero todo esto de propiedades me importa un carajo —soltó con voz firme.

El silencio que siguió fue absoluto. Alicia no pudo contener la risa y estalló en carcajadas hasta que Fate la hizo callar. Nina continuó:

—Lo único que quiero es estar con Ruby. Si usted me pregunta qué tengo para ofrecer, mi respuesta es sencilla: mi voz.

Nina respiró hondo, cerró los ojos por un instante y dejó que las primeras notas resonaran desde su garganta. La introducción de O Mio Babbino Caro comenzó suave, como un susurro que fue ganando fuerza a medida que avanzaba. Haruka Matsuura le había enseñado a proyectar sus emociones a través de la voz, y Nina puso todo su corazón en esa interpretación.

Su tono inicial era dulce y melancólico, como una súplica dirigida al cielo, llenando la sala con una resonancia pura y cristalina. Las primeras palabras se deslizaron en el aire con una delicadeza que erizó la piel de quienes la escuchaban:

"O mio babbino caro, mi piace, è bello, bello..."

La expresión de Ruby cambió de inmediato. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus labios temblaban al escuchar cómo Nina cantaba con tal precisión, transmitiendo un amor incondicional a través de cada sílaba. Fate, que no estaba acostumbrada a escuchar música clásica, sintió una extraña calidez en el pecho, sorprendida por lo natural que sonaba la voz de Nina en un estilo tan exigente.

Nina continuó, su voz ganando un volumen controlado y preciso en cada frase. Las notas altas fluían sin esfuerzo, como si estuviera hecha para alcanzarlas. La forma en que mantenía cada nota, vibrando suavemente en el aire, hizo que Precia entrecerrara los ojos, impresionada por la potencia emocional en cada palabra:

"Andrei sul Ponte Vecchio, ma per buttarmi in Arno!"

Lindy, quien al principio la observaba con escepticismo, empezó a notar detalles técnicos difíciles de ignorar: el impecable control del vibrato, la dicción perfecta en italiano, y sobre todo, la forma en que Nina dominaba los matices de la interpretación. No era solo una niña cantando una canción. Era una artista en formación, que se conectaba de manera profunda con la pieza. Por un momento, la matriarca pensó que estaba presenciando el nacimiento de un verdadero talento.

Los segundos se dilataban mientras la melodía alcanzaba su clímax. Nina proyectó la frase final con un control absoluto, extendiendo la última nota con una suavidad que dejó a todos conteniendo el aliento:

"O Dio, vorrei morir!"

El eco de esa última nota reverberó en las paredes de la sala, como un lamento celestial. Hubo un silencio absoluto. Cada persona en la habitación quedó inmóvil, incapaz de procesar de inmediato lo que acababan de presenciar.

Ruby se llevó ambas manos al rostro, llorando de felicidad. Su corazón latía desbocado, y sus ojos no se apartaban de su novia. Fate y Alicia se miraron brevemente, con expresiones de asombro. Incluso Alicia, conocida por ser la menos impresionable, susurró:

—Eso fue… perfecto.

Saori apretó suavemente la mano de Lindy, rompiendo el hechizo del silencio. Lindy se quedo atonita escuchando cantar a Nina a su termino regreso a su estado inicial, cruzando los brazos sobre el pecho y alzando la ceja.

Nina se mantuvo firme, mirando directamente a Lindy a los ojos.

—Señora Harlaown, si a usted le interesa el prestigio de su familia, quiero que sepa que me convertiré en la cantante más famosa de todo Japón. Ruby es mi novia, y quiero hacerla feliz toda la vida.

Lindy alzó la ceja, sorprendida por la determinación de la muchacha.

—Mocosa... —dijo con una sonrisa burlona—. ¿Acabas de anunciar frente a mi familia que te vas a casar con MI hija?

El silencio volvió a adueñarse del lugar, pero esta vez fue roto por una carcajada estruendosa de Lindy.

—¡Mocosa de mierda! —exclamó entre risas—. Tienes agallas... y eso me gusta. Pero escucha bien. No voy a permitir que te cases con mi hija hasta que seas famosa y puedas elevar el estatus de tu apellido. Por el momento, voy a hacer la vista gorda con este "noviazgo". Retrasaré algunas propuestas de matrimonio que Ruby ha recibido, pero esto no será eterno. El tiempo corre, y depende de ti y de tu voz.

Nina asintió, absorbiendo la responsabilidad que se le imponía. Sin embargo, algo dentro de ella se encendió con más fuerza. No iba a dejar que esa oportunidad se le escapara.

—Está bien, señora Harlaown —respondió con firmeza—. También quiero aprovechar esta oportunidad para invitarlas al 51avo concierto sinfónico de la familia Matsuura. Interpretaré una pieza musical allí.

Lindy se detuvo en seco, sorprendida una vez más.

—¿Cómo dijiste? ¿Vas a cantar con los Matsuura?

Nina sonrió confiada.

—Así es, señora Harlaown. No es una broma. Me convertiré en la mejor voz de Japón.

La matriarca soltó una nueva carcajada, esta vez con auténtico aprecio.

—Mocosa de mierda... espero grandes cosas de ti.

Nina sonrió también. Había sobrevivido al encuentro con las leonas Harlaown, y ahora su sueño parecía más posible que nunca. Ruby, aun emocionada, abrazó a Nina con fuerza, susurrando:

—Estoy tan orgullosa de ti...

Nina abrazó a Ruby con fuerza, olvidándose completamente del resto de las personas en la sala. Con una sonrisa de alivio, susurró en su oído:

—Lo logré, nena.

Ruby se ruborizó, pero correspondió al abrazo y ambas se miraron con amor. Nina, sin pensar, comenzó a inclinarse para besarla, pero el sonido de un carraspeo exagerado hizo que ambas se congelaran en el lugar.

—Niñas, no voy a permitir besuqueos en mi presencia —dijo Lindy, cruzando los brazos y levantando una ceja en señal de advertencia.

Ruby y Nina se separaron rápidamente, con las mejillas encendidas. Ruby bajó la mirada avergonzada, mientras Nina se rascaba la nuca, evitando el contacto visual. Lindy negó con la cabeza, esbozando una sonrisa divertida antes de regresar a su asiento.

Aprovechando el momento, Ruby tomó a Nina de la mano y se dirigió al resto de su familia.

—Nina, quiero presentarte a mis otras mamás. —Se acercaron a una mujer de cabello plomo claro, ojos afilados pero cálidos, quien las esperaba con una sonrisa divertida. —Ella es mamá Precia. Mamá, ella es Nina Iseri, mi novia.

Precia soltó una risa rápida antes de jalar a Ruby hacia ella y llenarle el rostro de besitos en la mejilla.

—¿Novia, eh? —dijo con ternura—. ¿Por qué no dejas de crecer, mi bebé? Quédate así, pequeña, siempre conmigo.

—¡Mami, no enfrente de Nina! —se quejó Ruby, completamente sonrojada, mientras trataba de apartarse con suavidad.

Precia, sin soltar a su hija, dirigió una mirada seria hacia Nina.

—Y tú, señorita —dijo en un tono firme—, espero que mantengas el respeto hacia mi hija. ¿Me has oído?

Nina tragó saliva y asintió rápidamente.

—S-Sí, señora.

Precia sonrió satisfecha, liberando finalmente a Ruby.

La siguiente parada fue Saori, quien permanecía de pie, observando con calma la interacción. Ruby se acercó a ella con Nina a su lado.

—Nina, ella es mamá Saori. Ella es mi mamá biológica.

Nina quedó atónita. Aunque era obvio que una de las tres debía ser la madre biológica de Ruby, no esperaba la revelación en ese momento. Los rasgos estaban ahí: las delicadas facciones, el cabello dorado, las pestañas finas... pero había algo que no cuadraba. Saori tenía proporciones impresionantes: caderas anchas, largas piernas y un busto generoso, mientras que Ruby parecía no haber heredado nada de eso, al menos todavía.

—Mami Saori, ella es Nina, mi novia.

Saori la examinó de arriba a abajo, con los ojos entrecerrados. Luego, sin previo aviso, se acercó tanto a Nina que sus palabras quedaron fuera del alcance del resto.

—Tú... —comenzó a decir, con una mirada inquisitiva—. Te has acostado con mi hija, ¿verdad?

Nina sintió como si el mundo se detuviera. Entró en pánico.

—¡E-Eh, señora, yo… yo no...!

—No me engañas —dijo Saori con voz baja, aún más intimidante—. Lo sé. Ruby es mi hija. Sé cuándo alguien se ha atrevido a comerse el pastel antes de cantar el "feliz cumpleaños", mocosa de mierda.

Nina se quedó roja como un tomate, incapaz de articular palabra.

—¡Señora, yo… yo la amo! —exclamó con lo primero que se le ocurrió.

Saori alzó una ceja, evaluándola por unos segundos antes de hablar con un tono glacial:

—Eso espero, porque si no… —hizo una breve pausa, acercándose aún más— te voy a arrancar los ovarios y te los haré comer. ¿Has entendido, niña?

Nina asintió frenéticamente, incapaz de emitir más palabras.

Saori se retiró con una sonrisa amplia, como si nada hubiera pasado, y habló en voz alta para que todos escucharan:

—Encantada de conocerte, Nina Iseri.

Nina respiró aliviada, aunque sabía que esa mujer era infinitamente más peligrosa de lo que aparentaba. Con voz temblorosa, respondió:

—E-Encantada, señora…

Mientras tanto, Lindy y Precia intercambiaron una mirada divertida, sin ser conscientes de lo que habían conversado Nina y Saori. Ruby, ajena al intercambio secreto, apretó suavemente la mano de Nina, tratando de calmarla.

Ruby presentó con orgullo a sus hermanas mayores, ambas rubias e idénticas para Nina a simple vista. Sin embargo, al observarlas con detenimiento, notó diferencias sutiles: Ruby tenía un cabello más dorado y unos ojos de un rojo más brillante, casi como rubíes.

—Nina, ellas son mis hermanas, Fate-nee y Alicia-nee —dijo Ruby con una sonrisa—. Fate-nee, Ali-nee, ella es mi novia, Nina.

Fate sonrió con ternura y se acercó a Nina con un aire gentil.

—Hola, Nina. Gracias por cuidar de nuestra hermanita. Espero que sigas cuidándola y respetándola siempre —dijo Fate con amabilidad.

Nina se sintió sorprendida. Era la primera vez que alguien en esta mansión la trataba con tanto respeto y afecto.

—Ah... s-sí, encantada, Fate-san —respondió con un ligero rubor en las mejillas.

Por otro lado, Alicia cruzó los brazos y la miró con una ceja alzada.

—Aún no la apruebo —dijo con un tono desafiante—. No hasta que vayamos al Dojo.

—¡Ali-nee, NO! —protestó Ruby—. Si haces eso, no te voy a hablar.

—¿Dojo? —preguntó Nina, observando a Alicia con más detalle. Los músculos tonificados de la mujer delataban una vida de entrenamiento físico. Nina tragó saliva. Aunque solía tener la lengua afilada y no se dejaba intimidar, sabía que contra una artista marcial no tendría oportunidad.

—No te preocupes —intervino Fate con una sonrisa—. Alicia no puede entrar al Dojo ni hacer ejercicio físico ahora, así que estás a salvo. Además, Ruby no lo permitiría.

—Tch... —chasqueó Alicia con fastidio, volteando la cara—. Estás de suerte, mocosa. Si no, ya habrías terminado como la otra flacucha.

—¿La otra flacucha? —preguntó Nina, intrigada.

—Nada, nada, no hagas caso —dijo Ruby nerviosa, tratando de desviar el tema.

—¿Se refiere a esa tal Reiko? —insistió Nina.

Un nuevo silencio se formo en la sala al mencionar el nombre de Reiko.

—Sí, esa flacucha. No duró ni cinco segundos antes de que la dejara en el piso —comentó Alicia con una sonrisa altiva.

Nina alzó una ceja y miró a Ruby con una sonrisa divertida.

—¿Así que tu hermana le pateó el culo? —dijo, riendo suavemente—. ¿Por eso se fue?, Bueno, no importa si ella barre el piso conmigo. Yo nunca me alejaría de ti.

Ruby se sonrojó intensamente.

—...Nina...

—¡Oe, oe, oe! Nada de coqueteos delante de mí, ¿entendido? —gruñó Alicia, recuperando su porte intimidante.

—¡Ali-nee, basta, por favor! —protestó Ruby, aún más avergonzada.

Alicia volvió a chasquear la lengua y desvió la mirada.

Nanoha, quien había observado toda la interacción con una sonrisa, decidió intervenir cuando Ruby y Nina se acercaron a ella.

—Nanoha-nee, ella es Nina, mi novia —dijo Ruby, presentándola—. Nina, ella es Nanoha-nee, mi cuñada y esposa de Fate-nee.

Nina parpadeó sorprendida. Una de las hermanas mayores ya estaba casada.

—Hola, Nina. Soy Nanoha Takamachi, del clan Takamachi y futura heredera. Un gusto conocerte.

El apellido Takamachi resonó en la mente de Nina. Era un nombre conocido en todo Japón, asociado con empresas importantes y, recientemente, un escándalo mediático.

—Ah... Takamachi-san, es un gusto… —dijo algo nerviosa.

—Nanoha, solo Nanoha —corrigió la mujer con una sonrisa—. Cantas muy bien. Cuando seas profesional, espero que nos brindes tus servicios en el clan Takamachi.

—Nanoha-nee... —reclamó Ruby suavemente, mirando a su cuñada con reproche.

—Lo siento, cuñadita. Negocios son negocios. Ya lo entenderás más adelante —le dijo Nanoha, riendo y dándole unas suaves palmadas en la cabeza—. Por ahora, es un gusto conocerte, futura voz de Japón —añadió hacia Nina.

—Ah... muchas gracias, Nanoha-san —respondió Nina, aún procesando toda la situación.

Con las presentaciones hechas, Ruby se disculpó con el resto de su familia y llevó a Nina a su habitación. Los presentes observaron cómo ambas salían de la sala en silencio.

Nanoha, desde su rincón, cruzó los brazos y miró a Lindy con curiosidad.

—Tía Lindy, ¿qué vas a hacer con los Yamauchi? —preguntó con naturalidad.

Lindy suspiró, consciente de que tendría que rechazar a Utena Yamauchi y las propuestas de matrimonio entre las familias.

—Supongo que tendré que rechazarla —dijo, dejando escapar una sonrisa divertida—. Si esa niña se hace famosa, va a romper el paradigma. Espero grandes cosas de esa mocosa.

Con una última mirada hacia el pasillo por donde habían salido Ruby y Nina, Lindy se quedó reflexionando, mientras el ambiente en la sala recuperaba su tranquilidad.